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La tarde del camino a la luz

LA TARDE DEL CAMINO A LA CRUZ s a r a p é r e z t a m a m e s Es Martes Santo en Zamora. Las puertas de la Catedral se abren a la entrega de la muerte por la vida. Cristo regresa a la Iglesia de San Frontis y se consagra al cáliz del Padre en la tarde del Camino a la Cruz. La ciudad celebra hoy el ejercicio del Vía Crucis y revive junto a Jesús Nazareno las Catorce Estaciones de la Pasión. En la aflicción del Pretorio al Calvario, Zamora es cirineo, pues abraza la Cruz del Señor aliviando su carga cuando la noche se cierne sobre las calles. Y en el horizonte de la vida, Ella, entrega plena a Dios, Esperanza de Zamora. La Virgen derrama lágrimas de amargura en este día en el que Jesús es despojado de sus ropas, coronado con espinas y condenado a la Cruz. Madre de Esperanza que porta sobre sus manos el corazón de Zamora, que abraza el anhelo del corazón desvalido, que acoge el alma de quien camina vacío en busca de clemencia. No hay amor más puro y sincero que el que siente una madre por su hijo, ni desconsuelo más amargo que el de saberse preso del destino de la muerte. La conjunción de ambas se torna lágrima cuando muere la tarde del Martes Santo, y hasta el Duero suspira cuando la Madre y el Hijo se despiden en la oscuridad de la noche, la misma que embarga el corazón de la Virgen, que aguardará paciente en el Convento de las Dominicas Dueñas hasta que despunten las primeras luces del día la mañana del Jueves Santo. Me arrodillo ante ti Señor, me arrodillo ante ti Madre. Y volveremos a encontrarnos cuando el milagro de la Resurrección me devuelva a la carne. Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.

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