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Sonidos en el aire
Volverá a sonar “Nazareno de San Frontis” desde el otro lado del río, no os quepa duda. Volverá ese jueves que es inicio y es final, que es dolor y también perdón, que es muerte y vida al mismo tiempo. Escucharemos nuevamente como se merece la marcha del maestro Cerveró. Debemos permitir que la escuche desde el rinconcito del Cielo reservado a los grandes músicos. Todo ello volverá, pero mientras tanto, cada zamorano convertirá el salón de su casa en su particular plaza de Santa Lucía y, como cada lunes santo por la noche, el corazón encogido entonará
el “Jerusalem Jerusalem”, maravillosa pieza de mi querido Miguel Manzano. Hoy, más que nunca si cabe, el “Mullier” de Enrique Satué debe servirnos como oración, como plegaria, como recuerdo a tantas vidas cercenadas, como bálsamo. El cántico, convertido en excelsa poesía, y que es alimento para el alma gracias al coro de La Buena Muerte, hoy debe sonar con más fuerza, con más sentimiento si eso fuera posible, pues hay notas en el aire, hay sonidos, que son año, que son vida, que son la razón de ser de una ciudad que durante diez días se muestra al mundo desde lo más íntimo. Porque no hay primavera sin “Christus factus est”, sin un clarinete en la lejanía, sin un recuerdo convertido en oración desde San Atilano, sin la sonrisa de un niño con su palma y sin “Cordero de Dios”, luz de domingo, presagio de lo inevitable, esperanza de un pueblo. Llegará de nuevo el peso de una cruz de yugos, de una corona símbolo de la tierra labrada. Seremos testigos una vez más de una despedida resignada, y comprobaremos que, aunque caigamos dos, tres veces…las que sean, seremos capaces de levantarnos, de mirar al futuro con la humildad y la sencillez que caracterizan a los hombres y mujeres de esta tierra, una tierra donde al paso de “Cristo de la Sangre” hemos aprendido el verdadero significado del sacrificio, de la resignación muchas veces. Una tierra que sabe como nadie que “La muerte no es el final”, y que gracias al coro de la Tercera Caída se convierte en oración, en recuerdo, en las lágrimas de una madre que son las lágrimas del Mundo, “Mater Mea”. Volveremos a ser acompañantes fieles de una Madre desolada, asistida por un manto, un pueblo que cabe en su regazo y que camina a los sones de “La Esperanza de Zamora”, que cruza un puente para decir adiós a su hijo, ese Nazareno que a ritmo de tambor destemplado irá irremediablemente acercándose a la cruz, su destino, nuestro destino. Ojalá sean solamente siete palabras las que separen el horror de un futuro alentador. Padre, “¡Perdónalos!”…perdona a los que hacen de este mundo un lugar peor. Siete palabras nada más. Nuestro futuro, vuestro futuro…el futuro de todos. Siete palabras nada menos.
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Nunca antes un violonchelo fue rezo unánime, aliento infinito. Nunca antes cuatro cuerdas descarnadas fueron grito en el silencio, juramento arrodillado ante el Cristo de las Injurias. El ruego a un Dios unido al hombre a través de las manos de mi admirado Jaime Rapado, el cual convierte en caricia, en anhelo, todo lo que toca, desde las entrañas.
Nunca antes un bombardino sonó a los campos de Castilla, con tanta fuerza, tan recio, tan noble. Desde el Cielo y en el recuerdo este año, ¿verdad querido Agustín? Nunca antes una matraca y una capa albergaron tanto en una noche de miércoles santo, donde el miserere de San Claudio resuena a lo lejos, entre las tinieblas, desde el corazón de los hombres y mujeres que
con el sudor de su frente supieronforjarse a sí mismos. Disfrutaremos más pronto que tarde del sol de un jueves santo, verde esperanza, en cuya mañana jamás fue una “Saeta” tan buena compañera, tan aliento y fuerza a la vez. Este año, más que nunca, nuestra Esperanza será la esperanza de todos, nuestra guía en estos tiempos de penumbras. Volverán, como no, el olor a garrapiñadas y aceitadas, las meriendas en fraternidad en los aledaños de la Catedral, los acordes de “Mektub” y “La Cruz” con aroma a terciopelo morado, marcando lentamente el devenir de un Jesús azotado, entregado por todos nosotros, diluyéndose como una gota de agua al final de la Rúa. Por supuesto que el corazón de una ciudad volverá a latir junto al Yacente, junto al lecho sobre el que reposan las dudas, los pesares, y también las ilusiones de nosotros, humanos, mientras Pablo Durán hace que Dios baje por un momento a la plaza de Viriato en forma de “Miserere”. Pasado y presente, futuro puro y blanco con olor a cera. Y nunca la “marcha fúnebre” de Thalberg, del que se cumplen 150 años de su fallecimiento, sonó con tanta solemnidad. Ni el “cinco de copas” se levantó con la seguridad del que se levanta cada mañana, para luchar contra sus miedos, para poder dar lo mejor de sí a los suyos. Nunca Jesús camino del Calvario avanzó al paso de la duda, pero este virus la siembra cada día. Por ello este año, más que nunca, debemos entre todos soportar el peso de la urna, una urna que mecida al son de la “marcha fúnebre” de Chopin es fiel reflejo del peso de este mundo que se ha vuelto loco, que nos pone a prueba y nos sujeta a su antojo, como “Los clavos” que sujetan al Padre en la cruz. Llegará de nuevo el día en el que todo un pueblo encontrará refugio en un regazo, en el regazo de “Nuestra Madre”, la que supo recoger las súplicas del que pena, del que sufre, a pesar de tener el corazón atravesado por siete puñales, la misma que convirtió su dolor en aliento y su caminar en esperanza. Y llegará también un día en que la Señora de Zamora regresará a las calles para que toda una ciudad se vuelva manto, camine unida. La Soledad con su dolor, con ese “Dolor de una Madre”, con el Mundo en sus manos, será guía, será, como cada sábado santo, la Madre de un pueblo. Una madre para la que se detiene el tiempo, ese tiempo tan relativo, que a veces pesa y otras vuela. Y fijaremos nuestra mirada en la alegría de la Resurrección. Y entonces una flauta y un tambor nunca sonaron tan fuerte, ni una “Alborada” fue un himno tan anhelado, el cual une tradición y futuro, que bebe en lo más profundo de las entrañas para cantar a los cuatro vientos que aquí en Zamora, todo esto, todo tan vuestro, todo tan nuestro, llegará. Porque tened la certeza de que llegará. mientras llega, debemos vivir en la seguridad de que lo más importante es cuidarnos y cuidar de los nuestros. Y mientras todo llega, el recuerdo será siempre el mejor de los homenajes a los que se fueron, porque, por ellos y para ellos, debemos vivir en la esperanza de que todo…llegará.
David Rivas Domínguez 89 el itinerario 2021 89 el itinerario 2021