8 minute read
Aquella Semana Santa más verdadera que nunca
Una de las mejores virtudes que tiene la lectura es el poder para viajar en el tiempo, el poder para trasladarnos a lugares entrañables que ni siquiera nuestra mente puede imaginar. Es hora de viajar en el tiempo, de volver a hacer el viaje para el destino que todos estamos esperado: la Semana Santa. Este viaje que vamos a …Aquella Semana Santa más verdadera que nunca… comenzar no es como estamos Sandra Turrado Esteban pensando, porque es un viaje a un momento muy difícil, complicado, doloroso… Pero, no podemos dejar de pensar que “no hay gloria si antes no hay cruz”, el esfuerzo y el sacrificio tienen su mérito, su recompensa, un momento tan esperado y tan efímero a la vez. Comencemos este viaje: Comenzaba la Cuaresma, un miércoles de ceniza como otro cualquiera, la actividad de nuestras cofradías subía más que en otras épocas del año, nos paramos por la calle y la conversación que teníamos era sobre la mejor semana del año, en los grupos de WhatsApp hacíamos planes con la familia y con los amigos para que vinieran a Zamora a poder disfrutar de la fe en la calle. Sin embargo, se cruzó en nuestro camino algo que ninguno esperábamos, la actividad de las cofradías se redujo a las redes sociales, nuestras conversaciones tenían como único tema ese “virus chino” que tan lejos se veía, y los chats se convirtieron en una mina de mensajes para saber si toda nuestra familia y amigos se encontraban bien de salud. La puerta de la ilusión se había cerrado y todavía estamos en busca de la llave que nos haga soñar que existe en la realidad la pasión que estamos esperando. Los quince días que esperábamos estar en casa se convirtieron en meses sin saber qué hacer con nuestra vida. Y la pregunta que a tantos rondaba por la cabeza era ¿Cuándo podremos volver a tener Semana Santa? Y la respuesta era tan dura pero cierta; Semana Santa sí hay, a lo mejor más verdadera que nunca, pero sin procesiones, sin manifestaciones de fe, sin nuestra particular religiosidad popular a nuestro peculiar estilo por nuestras calles. Y así es, nos preparábamos para una Semana Santa muy diferente y revolucionaria que cambiaría nuestras vidas por completo, porque no faltarían las emociones; el llorar cuando vemos la subida de la Esperanza por Balborraz, el sobrecogedor canto del “Jerusalem, Jerusalem” en la Plaza de Santa Lucía, los pelos de punta viendo al Nazareno salir de San Frontis para dar comienzo a los mejores días del año o la alegría del encuentro entre Jesús Resucitado y la Virgen del Encuentro en la Plaza Mayor. Los sentimientos no iban a faltar, porque íbamos a tener más emociones que nunca.
Sin poder salir de nuestras casas, llegó el Jueves de Pasión, más que nunca rebuscábamos en las galerías de nuestros móviles vídeos del Traslado del Nazareno del año pasado. Este año no tendríamos que mirar al cielo para que la lluvia respetase los desfiles procesionales, todo lo contrario, estábamos deseando que cayera un buen chaparrón. Para todo zamorano – o al menos en mi caso – la salida del Nazareno de San Frontis a los acordes del himno nacional saliendo por la puerta de su templo significa el comienzo de nuestra Semana Santa (aunque seamos conscientes de que hasta el Domingo de Ramos no empieza de verdad). Esa ilusión y esos nervios han hecho que te sientas diferente, que empieces a caminar con Cristo para llegar al Calvario, lo mismo haremos durante toda la Semana Santa caminar con él y con su cruz hacia la vida. Viernes Dolores, sin poder asimilar el trágico día previo, no pudo oírse desde la Catedral el “Christus factus est”, Dios se ha hecho hombre; en aquellos que procuraban que tuvieras un plato de comida cada día, en aquellos que trabajaban día y noche en los hospitales para salvarte la vida, en aquellos que podían salir a sus trabajos para que nadie les faltara de nada. Más que nunca tendría sentido pedir por todos aquellos que ya no están con nosotros, no sólo por aquellos que hiciesen posible o no la Semana Santa, sino por aquellos que hacen posible que tú puedas ser diferente cada día. El mundo se estaba convirtiendo un camposanto dónde más que nunca faltaba la luz y la vida para muchos. Qué bonito es ver a los niños salir con las palmas el Domingo de Ramos en la Borriquita ¿verdad? Qué bonito fue ver en la televisión a niños abandonar la UCI como consecuencia de las complicaciones del virus, ese sí que fue un momento diferente, cuando se cambiaron las palmas por aplausos.
Advertisement
Cada día subían más y más los contagios entre la población, y nosotros nos caíamos una y otra vez, porque no podíamos con la cruz tan grande que teníamos a nuestros hombros, la plegaria cantada de la “Muerte no es el final” tomaba más sentido que nunca, por aquellos mayores, por esos abuelos que hacen posible una sonrisa en la cara de sus nietos, hoy son aquellos que sufrieron la guerra en su nacimiento y no tuvieron la mejor despedida con la pandemia. Nadie se acostaría a la cama sin escuchar en lo profundo de su habitación el “Jerusalem, Jesusalem”, en Santa Lucía el silencio impera de manera sepulcral, en la oscuridad de las casas también se oye el grito de dolor por la comunicación del fallecimiento de uno de tus seres queridos.
Aquella despedida de Jesús y de su Madre en el Puente, siempre con la esperanza de poder volver a encontrarse, son las despedidas en los portales de esas familias que no saben si volverán a ver a uno de los suyos que acaba de llevarse la ambulancia. Las Siete Palabras, para algunos se convirtieron en una; Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Esos sanitarios que lloran porque no pueden ya con su vida, no pueden resistir a tantas horas y a tanto dolor por dentro. Silencio, lo único que se mantenía en nuestras calles y plazas todo este tiempo, la eterna procesión del Cristo de las Injurias en nuestro interior, con ese silencio que nos iba desgarrando poco a poco, que estaba siendo una devoción en nuestro corazón. Noche de Tinieblas, así fueron todas las noches para los que estaban meses y meses en los hospitales, sólo les quedaba el amparo de que Cristo nunca nos ha abandonado y no nos iba a dejar solos en este momento. La palabra que se convirtió en emblema en el confinamiento “Esperanza”, muchos hemos acudido a la Virgen de la Esperanza, su imagen ha presidido el perfil de las redes sociales de muchos zamoranos, porque más que nunca hacía falta tenerla presente. La cruz, no sólo la cruz se le hacía pesada a Cristo, que cargaba con nuestros pecados, de un día para otro la cruz para muchos se había convertido en una rutina diaria, nuestro sin vivir viendo caer las horas del reloj en nues-
tras cuatro paredes. Poco a poco se elevaba el número de fallecidos en España, nuestros familiares yacían en sus sepulturas con la única despedida de una simple oración en el cementerio, esa noche de Jueves Santo, Zamora entera suplicaba misericordia al Señor, ¡Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam! El Viernes Santo más triste de nuestra historia, nuestras ventanas se abrieron como nunca a las cinco de la madrugada, porque no existe en Zamora un Viernes Santo sin Thalberg, lo que antes eran los pelos de punta en el interior de San Juan con el baile del cinco de copas, hoy fueron nuestras lágrimas desde los balcones iluminadas con la luz artificial de las farolas. No hi-
cieron falta caperuces negros, en nuestras casas y en nuestra ropa para asistir a las despedidas de nuestros familiares era el color que más brillaba, llegaba el fin del caminar en este mundo para miles y miles de personas, pero Cristo también a la nona expiró. Nuestra Madre no tendría problema para caminar por nuestras calles, ella tuvo la suerte de poder coger a su hijo en los brazos, de tener su cabeza entre sus manos, de soportar el mayor dolor que muchas madres podrían tener, y esto también pasó, porque muchas madres perdieron a sus hijos y no pudieron despedirse de ellos, no pudieron cogerlos en brazos como lo hacían cuando les acunaban de niños. Y así pasó nuestra Semana Santa 2020, en soledad, ese Sábado Santo no se nos olvidaría ese canto o ese rezo de la Salve. San Juan más que nunca estaba llena de plegarias, así fue también el final de la vida de muchas personas en soledad, con la única compañía y la última imagen en sus cabezas de la Virgen de la Soledad. ¿De verdad sigues pensando que no hubo Semana Santa? Semana Santa es todos los días, con la única peculiaridad de que en Semana Santa el protagonista es Jesús, él nos enseñaba que nuestro templo debía ser el corazón, nuestro interior, que la fe no hay que encontrarla sino que hay que salir a buscarla. Él no buscaba un reino dónde todos estuviéramos en bienestar, fuéramos ricos, dónde el consumismo y el protagonismo fueran los actores de esta sociedad… Todo lo contrario, él nos ha revelado algo de lo que muchos no nos hemos dado cuenta, y es que lo único verdadero que hay es el “amor”, el mandato que él nos dejó, fue sólo y simplemente este, y ese amor se convirtió en la entrega en la cruz por todos, el mayor acto de amor al mundo está en pensar que cuando miramos al Cristo de las Injurias hemos sido salvados por él. Queridos cofrades o hermanos en la fe, no termino con el Domingo de Resurrección porque está por llegar, la vuelta a la normalidad, la alegría e ilusión están por llegar a nuestras calles, porque cuando pasemos esta pandemia en forma de Cuaresma volverá a sonar la Alborada como nunca en Plaza Mayor, Cristo una vez más nos ha salvado y con su resurrección ha derrotado a la muerte