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Mater mea
MATER MEA sara pérez tamames El velo de la noche se cierne sobre Zamora. En las calles se respira el aroma de las velas al consumirse y se escuchan los acordes de las marchas que alientan el bendito caminar de la Madre de Dios. Es Viernes Santo, y en cada rincón se dibuja el acervo de nuestra ciudad. El corazón está preparado para acompañar a Nuestra Madre de las Angustias en esta noche que es tránsito y ocaso, siempre igual y a la vez tan diferente. Quizá este año sean otras la peticiones, tal vez sea el momento de cumplir aquella promesa que hicimos en la intimidad de la Iglesia de San Vicente, y es que son muchas las historias que hay en cada corazón, pero la tradición se mantiene inmarcesible alimentada por la fe. Junto a Ella caminan la Virgen de las Espadas y el Santo Cristo de la Misericordia, que hoy abandona el altar del presbiterio de la Catedral para recorrer las calles de la ciudad que en esta noche de Pasión llora la muerte de Cristo. Con el peso de la muerte sobre el regazo y el lamento del dolor en el corazón, María derrama lágrimas de desconsuelo. Zamora llora el dolor de una Madre en la noche más oscura, la Madre de todos, la Madre Nuestra.
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