1 minute read
Miserere mei Deus
MISERERE MEI DEUS sara pérez tamames Es Jueves Santo en Zamora, la Iglesia de Santa María la Nueva abre sus puertas a la entrega del Hijo del Hombre. Tan solo el murmullo de los hachones rompe el profundo silencio que se alza como un velo en esta noche en la que Dios muere en Zamora, la noche más oscura y sobrecogedora que embarga el alma. Cristo muerto camina por las calles, y la ciudad se sume en el más absoluto intimismo, en la oración que nace de lo más profundo del espíritu. “Me muero de tristeza, quedaos conmigo y velad”, dijo Jesús en el huerto de los olivos sabedor de su destino de Cruz. Desde la tristeza más agónica, el Señor imploró consuelo, el que hoy Zamora le presta con sus voces, pues en la Plaza de Viriato claman misericordia las gargantas y canta el corazón ante la muerte del Hijo del Hombre. La ciudad calla al paso de la muerte, de la sangre derramada. Las rúas oscuras abrazan el cuerpo sin vida de Cristo. Ojos entreabiertos para perdonar, heridas para sanar. Ten misericordia de mí, Señor.
Advertisement