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La noche del Miercoles Santo

LA NOCHE DEL MIÉRCOLES SANTO s a r a p é r e z t a m a m e s El sonido de la matraca rompe el silencio sepulcral de la noche. La austeridad se apodera de las calles de Zamora, que cuenta su historia a través de las notas de lamento que llora un bombardino. Capas alistanas que al amparo de su Cristo narran el calvario de la Cruz. Paño y esclavina, faroles encendidos, Zamora se hunde esta noche en las raíces de su propia esencia. La Hermandad del Santísimo Cristo del Amparo es una alegoría de lo que somos, es la muestra de la sencillez de nuestras tradiciones, del orgullo de nuestros orígenes. Pues somos el camino que hemos recorrido, somos lo que nos han transmitido quienes nos enseñaron a amar estos días, aquellos que con el paso de los años escribieron la historia de la Pasión en esta ciudad. La procesión recorre solemnemente el corazón de Zamora con su inconfundible estética, tan rústica e intimista, tan arraigada a las costumbres de esta bendita tierra. Los faroles de hierro forjado iluminan el caminar del Señor junto a los muros de la Iglesia de San Claudio de Olivares, donde los hermanos entonan el Miserere Castellano. Sus voces son aliento en la agonía de la Cruz. Con absoluta sobriedad, el Cristo del Amparo recorre las rúas de una ciudad que muestra hoy su identidad misma, la grandeza de su historia narrada desde la humildad y la profunda devoción al Señor. “Ten mi Dios, mi bien, mi amor, misericordia de mí”.

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