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Semana Santa 2020
El 14 de marzo del año 2020 el Gobierno decretaba el estado de alarma para controlar la pandemia Covid-19. Con esta medida se suspendía la celebración de la Semana Santa en las calles y templos de España. El 30 de marzo, tras las pertinentes pruebas serológicas, me confirman que sufro infección por coronavirus. Por estas circunstancias me quedé, nos quedamos tantos, en Madrid, separado de mi tierra, de mi casa, de mi familia, de mis amigos, de Zamora … Por entonces, y componiéndolos a mi manera, pasaron algunos de los días y momentos más señalados de una Semana Santa de Zamora alejado de ella.
2 de abril, Jueves de Pasión
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“ Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados, y gracia para …. ” Gracia para honrar tu Pasión, Muerte y Resurrección, gracia para no olvidar, en los días en ciernes, que tu sacrificio no fue baldío y aunque no salgamos a la calle para conmemorarlo a través de nuestras procesiones, debemos hacerlo desde casa a través de la oración y de la reflexión. En las tardes de otros jueves de dolor, Zamora nos ha recordado que los cristianos han nacido y venido al mundo para ser testigos de la Verdad y proclamar que Cristo está cerca de nosotros aún cuando el mundo actual se aleje de Él. “Y allí, en Zamora, en la otra orilla del Duero, en San Frontis, los vecinos del barrio, alejados de cualquier laicismo, se asoman a la calle para alumbrar la triste senda de su Nazareno hacia el Puente de Piedra; porque esos vecinos d e Zamora han sido los primeros a quienes se les ha hecho saber las injurias y la tortura que le aguardan en los días venideros y por eso, en la calle o en los balcones, las gentes del barrio le despiden con profundos sentimientos”. Mirad hoy el rostro de Jesús quien parece decirnos, suplicarnos, no me abandonéis, seguirme en esta Semana Santa de tanta tristeza y lamento.
5 de abril, Domingo de Ramos
8 de abril, Miércoles Santo
En Madrid, desde “mi casa”, me dispongo a iniciar la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, la Semana Santa, como nunca hubiera imaginado: distanciado de mi tierra, de Zamora… Y “encerrado” entre estas paredes he buscado en los rincones de la añoranza las imágenes de otros domingos de ramos, estos si, en Zamora para reanimar las ilusiones que tantas semanas santas depositamos en este día y que hoy parecen distanciadas por la fatalidad que nos quebranta. Entre otras muchas me he quedado con dos, solo las separan 44 años: la más añeja me retrotrae a la primera vez que sujeté la palma y la otra es de mi hija, en el Domingo de Ramos del año 2004. Seguro que los niños y los padres ya esperan con enorme anhelo el Domingo de Ramos del año que viene, como ha sido siempre en Zamora, pues a pesar de las transformaciones en la ciudad y en las costumbres de sus gentes, a pesar de los cambios en la estética procesional, los niños siempre van a ser niños todos los domingos de ramos. Ya puede evolucionar la sociedad, incluso a peor, que siempre habrá padres, madres y abuelos que los vistan con lo mejor de cada armario; que les ciñan las palmas con las mejores sedas tintadas; que les hagan esas fotos que siempre guardarán con ternura; y que les arropen cuando salen a recibir a Jesús en este domingo risueño. Así ha sido siempre y así lo seguirá siendo.
Hace tres años tuve la magnánima prerrogativa de efectuar la plegaria al Santísimo Cristo de las Injurias en el atardecer del Miércoles Santo en Zamora… Hoy con la túnica blanca y el caperuz colorado tristemente confinados en un viejo baúl; hoy en este Miércoles de Tinieblas más tenebroso que ninguno; hoy en un Miércoles Santo sin Procesión del Silencio; hoy, en estas afligidas circunstancias que me impiden emprender el trayecto hacia la catedral y visionando aquella plegaria he meditado sobre su vigencia en los días que estamos penando y he retenido aquellas palabras que ofrendé: “ Y con toda la servidumbre de mi profesión Te pido confiadamente por los enfermos, por los traumatizados, por los heridos… Por aquellos que sufren en la cama de un hospital o en la soledad de su habitación. Ofréceles Señor el bálsamo, el aliento, que no Te ofrecieron en Galilea. Y porque en Tu Pasión sufriste los más crueles escarnios físicos, los más perversos suplicios carnales y no recibiste el consuelo de los hombres, nunca abandones a quienes sufren cualquier forma de padecimiento ”
CRISTO DE LA INJURIAS, ESCUCHA NUESTRAS PLEGARIAS
10 de abril, Viernes Santo
Hora cuarta.
En esta madrugada de Viernes Santo ni la túnica ni el capillo de holandilla negra aguardan inclinados sobre el sillón; el decenario y el cíngulo de esparto permanecen enrollados junto al medallón de la Cofradía en su caja. El “merlú” no ha retumbado para despertarme y tampoco habría hecho falta pues ha sido imposible conciliar el sueño… … Como aquella madrugada del Viernes Santo de 1960, el año que me apuntaron en “la Mañana” como Hermano de Cruz y en la que a duras penas pude dormir pues mi padre, antes de salir a procesionar con el Cristo Yacente, me había prometido que me llevarían a ver la Reverencia en la calle de la Amargura. Y hasta allí me llevó María quien primero, y piadosamente, se arrodilló ante la Virgen de la Soledad y le rezó en silencio, para a continuación ponerme delante de la Virgen de Zamora e “inmortalizar” mi primer amanecer de Viernes Santo como hermano de la Cofradía de Jesús Nazareno… Sin la túnica ni la cruz, como hoy. Y hoy en esta noche sin descanso, mientras observaba esa imagen de mi infancia, he recordado a quienes me inculcaron el fervor por esta procesión y que caminaron, precediéndome, en la fila enlutada de “la Mañana”: a mi abuelo Enrique Crespo, a mis tíos abuelos Dacio Crespo y José Neches, a mi padre Antonio Crespo... Ellos, esta madrugada, de nuevo, han regresado desde la otra vida, pues ellos y otros muchos si han escuchado un “merlú” de nombre Atilano… Si, en Zamora, un amanecer de Viernes Santo más, han retornado todos los hermanos difuntos, han pasado registro y han entrado en San Juan…Y en breve escucharán la orden del señor Aragón levantando el “Camino del Calvario”… Nosotros, los hermanos de la vida terrenal, hoy separados del templo, pedimos: Virgen de la Soledad, serena nuestros pesares y ruega por nosotros.
Hora nona canónica, la hora de la Misericordia
Dice la historia que Jesucristo fue clavado en la cruz sobre las nueve de la mañana, que falleció sobre las tres de la tarde y que fue enterrado hacia las seis: Zamora lo evoca a través de sus plazas y sus rúas. En una de ellas, lo presenciamos... Presenciamos como Cristo es descendido con todo el amor y fervor por sus devotos y como es recogido con todo el respeto por José de Arimatea y Nicodemo; como se lo entregan a su Madre y como lo conducen hacia el sepulcro; como lo entierran envuelto en vendas y cubierto con la sábana mientras su Madre, afligida, sostiene la preciada carga de los clavos que le sujetaron a las maderas. Y vemos, cautivados, encumbrarse entre las gentes al “Retorno del Sepulcro”, escena tallada por Ramón Núñez cuyo perfil de camello se acerca a las fachadas de la estrecha calle mecido por los sones fúnebres de este día tan fúnebre … Si, ahí va el “Camello”, avanzando por la Rúa de los Francos recatadamente, casi pidiendo condescendencia, pero con el ánimo que concede el traslado de la Madre que ha enterrado a su Hijo muerto por todos. Y pasa ante nosotros deteniéndose para que ayudemos a Juan en su consuelo a la Virgen, para que aliviemos las lágrimas de Magdalena y para recordar con nuestras oraciones a los que ya no están, pero estuvieron, delante y dentro del “paso”… El Viernes Santo del pasado año, el señor Macario y “aquel” a quien llamaban Totó, junto a cuantos antaño compartieron con ellos el itinerario del “Retorno del Sepulcro”, guiaron y empujaron desde la Gloria a los que ese día, en la tarde y en la noche, levantaban y acunaban “su paso” en los momentos más sombríos de la Semana Santa.
12 de abril, Domingo de Resurrección
Quedó comprobado que Jesús había muerto, lo atestigua el Centurión que informa a Poncio Pilato y lo documenta la Historia a través de sus páginas, de ahí la grandeza de su gloriosa Resurrección, porque Cristo resucitó … Lo proclama el Evangelio: la piedra que cierra su tumba se movió; las mujeres descubrieron el sepulcro vacío; y existen testimonios de sus apariciones: a Magdalena, a los discípulos… “En la mañana del Domingo de Resurrección Zamora concentra un tumulto bonachón, una confusión alegre, como preámbulo a la gran ceremonia del Encuentro entre Madre e Hijo. La muchedumbre ya se agolpa en las calles y en las aceras de esta margen del río. Y en ese ambiente de presagio primaveral aparece un cortejo, aún, de tristeza camino del Piñedo y otro jubiloso camino del Pizarro, ambos en su itinerario hacia la Plaza Mayor”. Pero no este año... Este año, en la Rúa, en nuestra casa, los capotes de seda no van a salir al encuentro del Resucitado para recibirle con verónicas de aleluya ni a despedirle con chicuelinas de alharaca. Este año no … Sin embargo, no debemos afligirnos pues otra primavera más se ha hecho el milagro de la Resurrección y la Virgen ya está con su Hijo: el Amor de la Madre ha destronado al Dolor de una Madre... … La Resurrección de Jesús es el cimiento de la fe cristiana. Con la emoción desbordada por la consagración de la fe y con la melancolía de su no celebración en las calles de Zamora, se cierra la Semana Santa que este año la hemos recordado confinados dentro de las paredes de una casa sin jaleo ni anarquía, sin olor a naftalina ni a aceitadas, sin colgaduras ni tapices en los balcones. Y ahora… …Proclamemos la Pascua de Resurrección !!
De este modo percibí la más afligida Semana Santa que conocieron mis años
Enrique Crespo Rubio