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Semana Santa Muda
Zamora vive el silencio. Desde siempre y para todo. Zamora calla, aunque le duela. Zamora no te reta, te espera. Siempre callada, siempre atenta. Zamora no ruge cuando la golpean. Zamora tiene eso que no tienen otras: paciencia. El silencio que parece que adormece, que pulula entre las calles cuando paseas. El silencio que no se rompe más que con las gotas de lluvia que trae casi siempre la primavera. Es tan fuerte la sordina en esta tierra que la niebla se siente, se escucha por su fuerza. Una fuerza desmedida que la envuelve en esperanza cuando todo termina, cuando todo acaba, cuando nada empieza. La Semana de Pasión se quedó muda, como ella, como Zamora cuando se queja. Y muda siguió adelante, haciéndose sentir, pero sin verla. Parecía que caminaban los pasos, esta vez sin dejar huella. Y las campanas del Barandales se escuchaban a modo de eco en los tímpanos atentos de “la bien cercada” que, callada, reza. Una Semana muda, como el silencio de los que nos dejan. A veces tan solos como llegan a esta tierra. Pero siempre es de agradecer que te hayan metido en el cuerpo ese veneno que nos embelesa. Que nos rompe el alma cuando los tambores cesan. Cuando la mirada de esa imagen llora sola en su iglesia. Por ellos, por los que nos han dejado y no volverán nunca, Zamora hoy se lamenta. Se enoja y grita en silencio porque así es su naturaleza. Parece fría, pero no lo es. Parece inerte, pero coletea. Parece inmóvil, pero se tambalea buscando en esa mudez una palabra sincera: la nuestra. La de todos los que sin verla sentimos que esta, nuestra Semana Santa, se mueve por nuestras venas. Zamora vive el silencio. Zamora calla, aunque le duela.
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David Álvarez Alonso