DECÁLOGO PARA CAUSAR LA MUERTE DE UNA OBRA APOSTÓLICA ESCRIBE VICENTE Mª GONZÁLEZ-HABA GUISADO
«Cuando los hombres pertenecemos a una obra de cualquier tinte o orientación que fuere, lo lógico es que seamos conscientes de esta pertenencia y que, por tanto, seamos cumplidores de las obligaciones que se derivan de nuestra condición de miembros de tal o cual asociación, de tal o cual grupo, de tal o cual quehacer religioso, político, cultural, recreativo, deportivo, etc. »Con frecuencia, sin embargo, no suele suceder así y, en lugar de constituirnos en miembros, en elementos dinámicos que aportan su entusiasmo y su iniciativa a la obra común optamos por la vía facilona de la comodidad, de la pereza, de la abstención. Nos limitamos a ser un peso muerto que nada resuelve, que nada dice, que nada significa. Nos situamos en una postura marginal, poco comprometida y dejamos que sean otros, los de siempre, los que aguanten sobre sus hombros la carga que, en buen criterio, debería distribuirse no entre unos cuantos esforzados sino entre la totalidad de los que integran la misión o tarea de que se trate. »Con la experiencia a la vista, puede decirse que las actividades comunitarias se desintegran no de manera violenta, no de forma estrepitosa o espectacular, sino más bien de un modo lánguido, paulatino y casi invisible. Las obras en que participamos, a las que damos nuestro presunto entusiasmo perecen no de muerte instantánea, sino merced a la labor negativa, abstencionista, desmoralizadora que realizamos nosotros mismos. Así, a medida que pasa el tiempo, los cimientos se van como minando por las deserciones de unos, las irresponsabilidades de otros, las ausencias de los que se van cansando, las disculpas y las «pegas» de los que no quieren molestarse un poco... El caso es que, paso a paso, casi sin que nos demos cuenta, la obra iniciada se va desmoronando, debilitando cayendo pedazo a pedazo hasta que
un buen día como no podía ser menos el edificio se tambalea y se viene abajo, sin que exista ya voluntad ni tesón que le sostengan, »Sobre este particular, la Revista «PAX ROMANA» ha publicado un original decálogo, en el que enumera los «diez medios excelentes de matar una obra apostólica» y que son los que siguen: »1.
No vayas a las reuniones.
»2.
Si vas, llega tarde.
»3.
Si hace mal tiempo, ni siquiera pienses ir.
»4.
De cuanto sucede, echa la culpa al presidente o a los dirigentes.
»5.
No aceptes ningún cargo; es más fácil, quedarse a la zaga y criticar.
»6.
»Si no perteneces a las Directivas, no hagas nada. Si perteneces critícalo todo.
»7.
Guando se pida tu opinión, di que nada tienes que opinar; pero en saliendo di como debería haberse hecho.
»8.
No hagas nada de lo que sea absolutamente necesario, cuando los otros se encarguen del grueso del trabajo, di que la organización está manejada por una rosca.
»9.
No te afanes en pagar tu cuota; espera que se te recuerte dos o tres veces.
»10.
No lleves nuevos miembros; deja ese trabajo a otros.
»Estos son los diez inefables caminos de hacer fallar una obra apostólica cualquiera y. por analogía, cualquier otra obra puramente profana y que no tenga vinculación directa con lo religioso o lo sobrenatural. Examinando uno por uno los diez Epígrafes, enseguida comprobamos que, en ninguno de ellos, se mencionan modos radicales, expeditivos o tajantes para boicotear la obra que nos ocupa que tengamos entre manos. Mas bien se observa que re trata de medios muy «pacíficos» y que, en apariencia, parece como si no surtieran efectos perjudiciales, pero que, a medida que pasa el tiempo y se repiten día tras día, ocasión tras ocasión, reunión tras reunión, acaban por hacer tambalearse la institución más firme y asentada que podamos imaginarnos »Las obras apostólicas no suelen morir de manera súbita, a golpe de bayoneta. Mueren casi siempre por desencanto, por abandono, por desidia,
por irresponsabilidad, por ausencia, por encogerse de hombros, por no querer saber nada de lo que pasa, por no sacrificarse un poquito cada día. Desaparecen lentamente, insensiblemente, silenciosamente en virtud de un proceso que va horadando la marcha de la obra, que la va quebrantando obscuramente; hasta que llega un momento en que ya no puede sostenerse y entonces, merced a tantos errores acumulados y a tantas deslealtades cometidas, hay que proceder a su clausura y a su terminación porque le falta la savia vitalizadora de la adhesión de sus miembros y el empuje de los que en otra hora, la dieron su estímulo, su aprecio y su buena disposición, hoy ya caducos y marchitados no se sabe por qué» (SIGNO. Desconozco la fecha).
Como ya te he dicho en documento anteriores, Manuel Aparici repetía con frecuencia a sus jóvenes –declara Joaquín Zamora Navarro, testigo– «un centro no muere si hay algún joven dispuesto a morir por el Centro» 1 Frase suya es –declara por su parte José Luis López Mosteiro, testigo– «un Centro de jóvenes de Acción Católica se muere cuando no hay un joven que muera por el Centro» 2 . Entre nosotros –declara el Rvdo. Don Gratiniano Checa, testigo– quedó como heredado de su mentalidad que «un Centro de Acción Católica no muere mientras que haya un joven dispuesto a morir por el Centro» 3.
Carlos Peinó Agrelo Peregrino. Cursillista. Ex-Notario Adjunto Tribunal Eclesiástico (Archidiócesis de Madrid, España) Causa de Canonización de Manuel Aparici. Colaborador en la redacción de la Positio super virtutibus, Ex-Vice Postulador de su Causa, etc.
1 2 3
Copia Pública pp. 9894 y 9895 (en adelante C.P.). C.P. pp. 406-420. C.P. pp. 483-496.