Revista de Medicina Narrativa Pontificia Unviersidad Javeriana Cali; edición 10

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Medicina Narrativa Escritura creativa mĂŠdica

Volumen 5 Medicina Cali Narrativa Colombia NĂşmero 2

pp. 154

Noviembre 2015 Marzo 2016

ISSN 2027-7636


Rector: P. Luis Felipe Gómez Restrepo, S.J. Vicerrectora Académica: Ana Milena Yoshioka Vargas Vicerrector del Medio Universitario: P. Luis Fernando Granados Ospina, S. J. Facultad de Ciencias de la Salud Decano: Pedro José Villamizar Beltrán, MD. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Decana: Alba Luz Rojas Martínez Título: Medicina Narrativa Compiladores: Florencia Mora Anto; Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD.; Gloria Inés Flórez Villafañe. Lectura final de textos: Florencia Mora Anto ISSN: 2027-7636 Coordinador Editorial: Iris Cabra Dusán icabra@javerianacali.edu.co © Derechos Reservados © Sello Editorial Javeriano Correspondencia, suscripciones y solicitudes de canje: Calle 18 # 118-250 Santiago de Cali, Valle del Cauca Pontificia Universidad Javeriana Cali Facultad de Ciencias de la Salud Teléfono 3218200 ext. 8801 - 8955 e-mail: secfacsalud@javeriancali.edu.co Formato: 16 x 24 cms Dibujos de portada y páginas interiores, Gonzalo Enrique González Barreiro Concepto Gráfico: Centro de Multimedios PUJ Cali - Edith Valencia Figueroa Edición: diciembre de 2015


Índice 7.

Editorial Pedro José Villamizar Beltrán, MD.

11. La significancia y el significado en Medicina Narrativa Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD.

17. Narrar la vida, reto y catarsis a partir de ejercicios en el aula Gloria Inés Flórez Villafañe

21. Diez ediciones de la revista: diez consejos para incentivar la lectura Florencia Mora Anto

La experiencia 29. El niño del agua Isabella Prieto Ávila

31. Tipos de ángeles Jhoan Emmanuel Orjuela Quiroga

33. Rotación en Psiquiatría Daniel Alejandro Correa López

36. El recuerdo más amargo Mónica Alejandra Velasco Restrepo

38. Historia de una muerte no anunciada Julián Arias Grande

43. Para mí misma y algunos otros que piensen que ya es muy tarde María Juliana Barona Flórez

47. Mi primer rol como paciente Maria Ángela Rengifo De Lima

Ensayos 51. Medicina, una experiencia de vida Ana Cecilia Muñoz Reyes

58. Maltrato infantil Andrés Kaitzberg Lasso

Relatos de enfermedad 67. Breve relato de un niño que cae al vacío Jhoan Emmanuel Orjuela Quiroga

35. Una experiencia que marcó mi vida Diana Castrillón Márquez

68. La primera de tantas Alejandro Mejía Arredondo


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69. La segunda oportunidad

Los seres queridos

María José Molina Pinillas

99. Mi viejita 71. La enfermedad expresada con sentimientos Pamela Collazos Doering

73. Mi primera enfermedad Víctor Rafael Urueta Gaviria

María Camila Murcia Piedrahita

100. Despierta, ángel Silvia Abonia Castillo

102. Lado humano José Alejandro García Muñoz

103. La última visita a mi abuela

Prosa diversa 77. Reminiscencias de primer semestre César Andrés Chamorro Guerrero

78. “Desde el otro lado de la realidad” 81. Diagnosticando como médico en formación Rodolfo José García Nassar

83. Palabras para la ceremonia de entrega de las batas blancas María Alejandra Recio Gómez

Maria Ángela Rengifo De Lima

106. Ella es mi inspiración Maria Camila Lora Osorio

Envejecimiento 111. Memorias de mi vejez Daniela Fernanda Bolaños Hernández, María Catalina Gallego Manrique, Valentina Martínez Morales, Licek Natalia Morales Arias, Brianna Isabella Orozco Polo, Claudia Vanessa Trujillo Ospina

86. Payaso Ximena Cabrera Muñoz

89. Lágrimas Martha Pisco Viáfara

90. Sobre “mortal y rosa” de Francisco Umbral Pamela Andrea Collazos Doering Ximena Cabrera Muñoz

92. Cuando las escuche cantar Natalia Vallejo Alzate

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117. Envejecimiento y salud Laura Cabrera Salazar, Luisa Fernanda De Alba, Josué Herrera Monroy

121. La relación con mis abuelos Maria Fernanda Becerra Saavedra, Edwin Garcés Caicedo, Estefanía González Flórez, Jorge Vicini

130. Piernas para mañana Javier Camilo Murcia Caicedo

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132. Los retos en el envejecimiento

143. Jennifer Brooks

Eduardo José Acosta, Juan Diego Arango, Javier Camilo Murcia Caicedo, Mary Alejandra López, Miguel Ángel Zúñiga García

144. Margarita Muñoz

Cocina saludable 147. Frutas para Cenelia

Relatos

María Juliana Barona Flórez

139. Healthcare Arrupe Justice Immersion Emily Czarnik-Neimeyer

141. A better doctor

148. Ensalada familiar Julián Arias Grande

149. Batido digestivo de papaya Melissa González Pabón

Felicia Hasta

150. Camarones con especias gratinados

142. A week in Cali

Alejandro Mejía Arredondo

Nycolle Castro

142. A beautiful experience

151. Falafel Ximena Cabrera Muñoz

Royce Anies

143. Thanks for everything Stefani McNamee

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Editorial Pedro José Villamizar Beltrán, MD. Decano Facultad de Ciencias de la Salud Pontificia Universidad Javeriana Cali

Esta es una especial edición de nuestra revista, tiene una gran connotación, coincide con la graduación de nuestra primera cohorte de Medicos Javerianos Cali. El crecimiento y la madurez en la escritura se han notado. Ha sido fundamental el entusiasmo y reconocimiento por parte de los lectores a todos los artículos publicados, lo cual nos motiva de manera especial. Los temas tratados en este volumen muestra la gran sensibilidad de los autores a transmitir lo que el lector desea. Se han abordado temas relativos a la experiencia donde se reconoce este insumo como base de un conocimiento, también se comparten vivencias de enfermedad, se habla de los seres queridos y se aborda de una manera muy profesional el envejecimiento. No faltan tampoco artículos que comentan los relatos de San Francisco y el tema de actualidad donde la nutrición es fundamental, con el sello de cocina saludable.


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No puedo dejar de mencionar el orgullo que representan nuestra razón de ser: los estudiantes. Ellos, con su entusiasmo, acción y decisión han querido llevar a su Facultad y a su programa a la cumbre de la Excelencia. Muestra de ello ha sido el reconocimiento a la Excelencia en Medicina, Premio Mejor Interno Ascofame 2015, obtenido por el estudiante de semestre XI, Carlos Endo Abella, quien obtuvo el primer puesto. Es importante tener presente que es la primera vez que nuestros Médicos Internos se presentan a esta prueba y que el promedio obtenido por nuestros estudiantes fue excelente además del obtenido por el médico Interno Endo. Así mismo, nuestros docentes han sido reconocidos en investigación, la Dra. Paula Margarita Hurtado, directora del departamento de Ciencias Básicas de la Salud fue galardonada con el primer puesto en Investigación básica otorgado por la sociedad de Pediatría en su último congreso. Con estos reconocimientos estamos dando testimonio de la importancia que le damos en nuestra Facultad, a la formación integral, donde es muy importante la excelencia académica, ligada siempre con la excelencia humana. Como Facultad y programa de Medicina hemos cerrado el primer ciclo, ya que graduamos la primera cohorte en Enero de 2016 y completamos los doce semestres de la Carrera de Medicina. Hemos realizado la autoevaluación correspondiente para permitirnos presentar al Ministerio de Educación, el documento maestro, con miras a la renovación de nuestro registro calificado que nos autoriza a continuar ofertando el programa. 8

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Todas estos logros han sido el producto de un trabajo en equipo, mancomunado, entusiasta, orientado solo con el ánimo de construir en beneficio de una sociedad más justa y más incluyente, todo fundamentado en una gran sensibilidad social y espiritual. Los invito a leer con detenimiento estos escritos que han salido del fondo de cada corazón con alegría y tesón.



La significancia y el significado en medicina narrativa Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD. Profesor Historia de la Medicina Medicina Narrativa Patología

Era una reunión abierta sobre los problemas éticos de la investigación humana con sujetos vulnerables. Asistían numerosos “miembros de la comunidad” o sea personas que no eran profesionales de la salud pero participaban en varios comités institucionales de ética. En el espacio para preguntas lancé una sobre el conflicto, la tensión profunda entre la rectitud moral y la exactitud científica en los proyectos de investigación: ¿hasta dónde busco la verdad respetando la autonomía ajena, la justicia común, sin hacer daño y procurando el beneficio de todos? Es un problema filosófico complejo y difícil que todo investigador en medicina enfrenta alguna vez. Creí que mi ingeniosa contraposición de los términos exactitud y rectitud ilustraba suficientemente el dilema. No fui comprendido por la mayoría. Puse un ejemplo: supongamos que en un estudio no alcanzo significancia estadística con la población investigada. La muestra de personas en el estudio ha sido escogida con gran


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rigurosidad ética incluyendo un consentimiento informado largo y detallado. Así sólo pude reunir 100 sujetos de investigación cuyo estudio no comprobó mi hipótesis de investigación. Pero si redactara un consentimiento informado menos riguroso, más breve y vago por ejemplo, podría reunir 1000 sujetos y con esta muestra más grande mi hipótesis soportaría las pruebas matemáticas alcanzando significancia estadística. Creí que este ejemplo aclaraba mi pregunta. Inmediatamente me di cuenta por la reacción en voz alta de los asistentes que no era así. Oí este comentario a mis espaldas: “Si no era verdad con 100 personas al comienzo para qué siguió investigando, la cosa era falsa y el estudio estaba terminado” Entendí que la mayoría de las personas (cultas, inteligentes y de buena fe) no comprendían el concepto de significancia. Y tampoco los médicos lo entendemos al creer que significancia estadística es sinónimo de verdad científica. La historia ejemplifica una “asimetría de conocimientos” como dicen los expertos en ética transformada en un “conflicto” de conocimientos, un choque de trenes entre paciente y profesional de la salud. “Usted no entiende los resultados de la investigación” piensa el médico. “A mí no me importa la investigación sino lo que me va a pasar a mí” piensa el paciente. Ninguno de los dos lo dice en voz alta en una atmósfera de incomprensión y desconfianza mutua. Otra pequeña narración para ilustrar el conflicto. Hace muchos años (más de veinte) en un país lejano (EEUU) con crudísimos inviernos (Minnesota) fui llamado un domingo de nieve a convencer una paciente para recibir una transfusión 12

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de plaquetas que necesitaba urgentemente. Ella se negaba por miedo al VIH. Yo le explicaba que la probabilidad de adquirir el virus del Sida en ese momento por sangre transfundida era más o menos de 1 en medio millón. Ella me respondía: “¿Y si yo soy ese uno, doctor?” Le hablé del valor predictivo negativo de las pruebas Elisa del Banco de Sangre, las pruebas confirmatorias con Western Blot (aún no había PCR, así soy de viejo) etc. Nada, la paciente no aprobaba su transfusión. Pasé a hablar de los grandes peligros si no asentía al procedimiento: el sangrado cerebral, la incapacidad, la muerte, etc. “La muerte, etc” ¡qué buen final de frase, párrafo y conversación! Luego de una hora la paciente dijo que sí, que le pusiéramos las plaquetas. Yo volví bajo la nieve a mi pequeño apartamento. ¿Fui completamente ético? No lo sé. Pero la paciente no murió en la cirugía. ¿Debemos los médicos usar parte del precioso y escaso tiempo de consulta personal en nuestro sistema explicando las estadísticas de la recomendación que hacemos? Quizás sí. Pero los pacientes no están muy interesados en ello. No les importa mucho la significancia estadística encontrada en investigaciones previas sino lo que significa la decisión clínica para ellos, allí y ahora. Les importa el significado no la significancia. Quiero ponerme del lado del paciente en este dilema. La medicina y los médicos quizás estamos esclavizados por la información. Queremos tener a la mano todos los datos publicados e investigaciones y preferible si son recientes para tomar la “mejor” decisión. Pongo “mejor” entre comillas pues puede ser la mejor para la población pero no para el individuo ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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que está ante nosotros. Además las verdades o lo “mejor” en medicina es siempre parcial y temporal (Epílogo de Rovetto, “Ideas Médicas: Una mirada histórica” Programa Editorial de la Universidad del Valle, p. 309, 2008) Ya Pierre Louis, ese gran médico de la Escuela de París a comienzos del siglo XIX, hablaba de “verdades médicas provisionales” Todas lo son en medicina. El paciente tiene todo el derecho de poner en duda nuestras conclusiones y recomendaciones. Ahora quiero considerar el problema desde el punto de vista del médico. La medicina es un oficio de decisiones: “El arte es largo, la vida breve, la ocasión fugaz, el experimento peligroso, la decisión difícil” (1er. Aforismo de los “Aforismos” en “Tratados hipocráticos, VOL I.” Biblioteca Clásica Gredos, Madrid) Para tomar esa difícil decisión, el profesional de la salud debe apoyarse en los mejores estudios de población o clínicos que muestren una aceptable significancia estadística. El clínico moderno considera las verdades útiles a través de la óptica de la significancia estadística y otras medidas matemáticas de veracidad. Explicar esto a una persona que no ha pasado por un curso de epidemiología no es fácil. Es más difícil aún si es un paciente que sufre una enfermedad aguda y seria. Ciertamente toma más de la hora que yo usé para conseguir que aquella mujer en Minnesota aceptara la transfusión. Siempre tientan al clínico, como angelitos buenos o malos sobre los hombros, las promesas y las amenazas médicas. Hay un conflicto permanente y serio en la medicina clínica entre significancia y significado. Lo que significa en verdad y personalmente para el paciente individual el diagnóstico, 14

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pronóstico y tratamiento de su enfermedad, más allá de las pruebas estadísticas. Creo que todo esto es gran parte de la crisis de comunicación entre personas corrientes y los profesionales de la salud. Nuestro cerebro “galénico” está lleno de tablas y números producto de investigaciones, el cerebro del paciente está lleno de temores y sufrimiento. Hablamos distintos idiomas. ¿Cómo cruzar la brecha? La medicina narrativa puede ayudarnos. Las cosas mejorarían si permitimos que el paciente nos narre su enfermedad y no simplemente estamos atentos a encontrar síntomas, signos, imágenes y pruebas de laboratorio patognomónicas de la enfermedad. Recientemente una experta en servicios diagnósticos se preguntaba en una red de profesionales: ¿Mejoraría el proceso diagnóstico enseñar a los pacientes cómo explicar sus síntomas? (https://www. linkedin.com/grp/post/120372-6055705363330666496) Evidentemente sí porque mejoraría la descripción personal de la enfermedad. Pero para “enseñar” primero hay que escuchar: debemos ser capaces de oír con atención la narración del paciente. En el relato de la enfermedad está y se comunica el significado que ella tiene para el paciente. La teme, la espera si tiene una historia familiar de ella, la adivina en detalles semiológicos a veces pequeños y sobretodo la esconde. Todos escondemos nuestras enfermedades. Con frecuencia el paciente cuenta sólo al final de la entrevista lo que más le preocupa. Hay que esperar. Y la única forma de esperar sin aburrimiento es interesarse personalmente en las historias, las narraciones que se nos ofrecen en este oficio. Creo que Medicina Narrativa ayuda a estimular esta primera escucha fundamental en los estudiantes y profesionales de la salud. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Los va convirtiendo en detectives de patologías, Sherlock Holmes clínicos. Holmes decía a Watson: “Ud. conoce mi método, se basa en la observación de trivialidades” (“The Bascombe Valley Mystery”) Cuando después nos toca a los médicos explicar la situación y su tratamiento adecuado debemos también narrar. Una narración empática transmite al paciente la situación terapéutica, a veces dura pero nunca sin esperanza, mucho mejor que un número, una tabla, una curva de KaplanMeier o una curva ROC. El narrar, de lado y lado, cruza la brecha de comunicación entre paciente y médico. Uno puede comenzar: “Señor o Señora, lo que usted me cuenta puede ser…” O: “Esto es lo que puede ocurrir si no hacemos esto o hacemos aquello…” (siempre en primera persona del plural) O: “Una vez vi un paciente como usted…” O: “Un viejo profesor me enseñó que su problema…” Nunca simplemente: Usted tiene esto y esto es lo que hay que hacer. En resumen, la medicina narrativa transforma la significancia estadística en significado humano y así todos podemos entendernos.

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Narrar la vida, reto y catarsis a partir de ejercicios en el aula Gloria Inés Flórez V. 1 “Si un hombre cualquiera, incluso el más vulgar, narra su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que jamás se hayan escrito” Giovanni Papini2

La narración de la propia vida, las reflexiones sobre momentos fundamentales en la vida de los estudiantes, constituyen una de las principales técnicas usadas en: medicina narrativa y medicina basada en la etiqueta, asignaturas del énfasis clínico de la Carrera de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Suelo decir a los estudiantes en clase, que por lo general vivimos en “modo automático” y que solo cuando hay una pregunta motivadora o una realidad abrumadora, nos detenemos un poco para “pensar” sobre la vida, el asunto en 1

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Trabajadora Social de la Universidad del Valle; Especialista en administración del talento humano de la Universidad del Valle y Penn State University; Magister en Administración de Empresas de la Pontificia Universidad Javeriana Cali; Docente Universitaria; actualmente se desempeña como Secretaria Académica de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Citado por Reyes Adorna Castro en Practicando la escritura terapéutica. Desclée De Brouwer. Recursos en internet.


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particular e incluso sacar conclusiones y en algunos casos, tomar decisiones. La escritura ha sido en estas asignaturas, el pretexto y el objetivo; cada vez más, encontramos un potencial inimaginable en la escritura creativa; en particular, he podido constatar el infinito potencial terapéutico de los ejercicios reflexivos a partir de preguntas inspiradoras, que lleva a los jóvenes médicos en formación, a detener el “piloto automático” para hacerlos más “partícipes y responsables” de su propia vida. Frases como la de Ana Frank, al iniciar su diario: “Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo”3, dejan inquieta la mente y el corazón: escribir le permitió “sobrevivir”, representarse, y re significarse. ¡Qué sabiduría en medio de la tragedia! “La palabra escrita tiene un poder especial en la sanación que supera a la mera reflexión interna. En el mundo de nuestros pensamientos nuestro lenguaje es instantáneo, inmediato, espontáneo, a menudo desordenado, no puede tacharse o borrarse, y está lleno de redundancias, ambigüedades y contradicciones... Los pensamientos van y vienen en un viaje frenético, en el que las palabras se interrumpen unas a otras, las ideas saltan de instante en instante, y esas reflexiones que pretendíamos tener se quedan a menudo a medio pensar, puesto que

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irremediablemente otro pensamiento más fuerte se le ha impuesto casi sin darnos cuenta”.4

El potencial de trabajo que posibilita la narración de hechos de vida en los jóvenes médicos en formación, permite importantes reflexiones que los conlleva a procesos de cambio y de apuestas por un mayor empoderamiento de sus propias vidas. “Este ejercicio me permitió conocerme un poco más frente a situaciones difíciles. Gracias a esto pude cambiar muchas cosas que no era consciente que estaba haciendo y que podían de alguna forma hacerle daño a mis seres queridos. Pude entender que ante los momentos difíciles siempre hay alguien que te quiere escuchar y ayudar. Aprendí que la familia es lo más importante y que con ella podemos salir adelante ante cualquier situación y en la cual podemos confiar ciegamente. Claro que volvería a hacer esta actividad, porque de alguna manera esto ayuda a reflexionar un poco de tus acciones en el diario vivir, y de cómo se pueden cambiar estas cosas para poder seguir adelante. Además, es una forma diferente de ver la vida, porque cuando uno lee lo que escribió puede tomar diferentes decisiones, en donde la misma persona es la que decide si seguir tomando el mismo camino o si sigue adelante con diferentes acciones5

Son varias cohortes de jóvenes que han tenido la experiencia de la narrativa de vida, como parte de su proceso de formación; continuamos en el proceso de hacerles preguntas 4 5

Ídem. Pág. 13,14 Estudiante de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, curso medicina basada en la etiqueta. 2015-2. A partir del parcial: “Ejercicio de autoconsciencia”. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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motivadoras (cuyas respuestas no están en google, cuyas respuestas hacen que en clase me digan: “qué parcial más difícil”) para sacarlos un poco de la ciencia y entrar en el ser; los frutos tempranos nos dan aliento para continuar, puesto que “No el mucho saber harta y satisface al anima, más el sentir y gustar de las cosas internamente” (San Ignacio de Loyola).

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Diez ediciones de la revista: diez consejos para incentivar la lectura Florencia Mora Anto Profesora Medicina Narrativa

1. Leer por leer. Leer es un acto voluntario. Como señala Daniel Pennac, el verbo leer no tolera el imperativo. La obligación de leer es contraria al placer que nos produce la lectura; “debes leer” es un mandato que implica la aceptación de la lectura como norma y como acto al cual nos vemos forzados por exigencia de maestros que rompen el encanto de los primeros cuentos y encarcelan nuestras ilusiones. Aún en la adolescencia o en la etapa adulta, es inadmisible que nos impongan la lectura, por cuanto ella es libre y aflora de nuestra elección y necesidades. 2. Leer más de dos libros al mismo tiempo. Dos o más libros en la cabecera o en la mesa de noche del cuarto, uno más de poesía y uno que otro de arte, nos ofrecen el goce de la lectura de todos los días. Tomar un


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libro, leer algunas páginas, adelantar, devolverse; leer un poema, pensarlo, escribir una frase, quizá un párrafo; seguir con la biografía que hemos estado leyendo y que día a día nos espera, o leer un solo libro, hasta la medianoche o la madrugada, sin contrariarnos pensando que actuamos con anarquía, nos lleva a diferentes tiempos y escenarios. 3. Llevar un libro a todas partes. “¡Nos vemos a tal hora, pero qué pereza, no lleve libro!”. Es la frase con la que nos advierten que los libros están vetados en los paseos y viajes. Un libro, el que nos urge, del que queremos pasar y pasar páginas, es el compañero inseparable en todos los viajes. En la maleta, ocupa el primer espacio y el más amplio para que no se estropee, lejos de los líquidos que puedan regarse y mojarlo; libro es sinónimo de viaje, tal vez por eso pensamos en un libro como acompañante. 4. Leer de pie, en las librerías. De paso por los centros comerciales o furtivamente, a veces con engaños: “Espera, entremos a la librería, no nos demoramos”. Y al instante, nuestros ojos ávidos van y vienen por las estanterías. La librería es un palacio de palabras. Aquí y allá, nos detenemos, hojeamos, leemos prólogos y fragmentos; tocamos texturas y percibimos colores; buscamos temas y autores. Nos quedamos como detenidos en el tiempo; de pie y sin sentir cansancio, quisiéramos llevarnos varios libros, aunque por las circunstancias, optamos volver cuando los recursos nos sean gratos. Leer en las librerías es el ritual de un grupo humano que se encuentra y reconoce en la mirada y el porte. 22

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5. Leer en voz alta. Escuchar la lectura de unos versos o el fragmento de una novela nos comunica con el otro; la voz, los gestos y la cadencia de las palabras que lentamente se entretejen para formar sentidos y cruzar pensamientos son ingredientes de la lectura como goce. En silencio escuchamos el texto, y de cuando en cuando, intercambiamos opiniones y rememoramos autores que llegan para acompañar el diálogo. Como de la nada, surgen diversos personajes: el que lee, el que escucha y los diferentes textos y autores. 6. Leer a la luz de una vela. La intimidad de la llama de una vela alimenta el poema. Que no nos critiquen por querer leer sin luz eléctrica; que tengamos la posibilidad de leer la ondulación de la llama que se alegra con el verso. En las noches, cuando todos duermen y el rigor de la vida nos desvela, nos gusta leer en la penumbra, sin escuchar reproches o advertencias en torno al daño de la retina. 7. Leer de todo, hasta viejos papeles y en cualquier parte. Leer todo, hasta lo que no nos gusta es parte del gusto por la lectura. No imagino un mundo sin la lectura; las letras nos llaman, las que se aparecen y las ocultas en las cartas que se esconden en los baúles, o en los libros y documentos que hemos guardado por varios años. Los recibos, los papeles, las tarjetas dobladas y vencidas por el tiempo nos resultan gratos cuando nos sentamos en cualquier parte y los extendemos uno a uno para leerlos y traer a la memoria otros tiempos. Leer viejos papeles es viajar al pasado. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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8. Pasarse la vida leyendo. Leer sin que nos pregunten: Y usted, ¿Por qué lee tanto?, sin que nos prohíban leer cuando somos niños porque “nos ensimismamos y además el sol es necesario”. Leer siempre, sin horarios, es el sueño de quien anota en sus cuentas lo que todavía no ha leído y anhela leer sin obstáculos. 9. Leer mientras estamos en clase. El libro a un lado, durante una clase es muy importante; nunca sabemos cuándo vamos a necesitarlo. Un libro de poemas, una novela, debe llevarse a todas partes. 10. Leer durante y después de las comidas. Leer sin restricciones, cuando se nos antoja, así los demás aseguren que durante o después de la comida es malo y que además es imprudente hacerlo: la libertad de leer supone que nos sean permitidos todos los tiempos y espacios.

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D茅cima edici贸n




La experiencia


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El niño del agua Isabella Prieto Ávila Un viernes más en medicina legal. Llegamos temprano, a tiempo para una de nuestras cuatro clases prácticas de medicina legal y forense. Con los implementos necesarios empacados cuidadosamente en bolsas dentro de nuestros maletines, bajamos desde el cuarto piso hacia la morgue. Abrir la puerta en ese cuarto piso era la primera experiencia desagradable cada viernes. El olor a muerte subía corriendo por las escaleras y en cuestión de segundos podía sentir inevitablemente náuseas y ganas de devolverme. Respiré de a poco para ir acostumbrándome al pútrido olor. Nos cambiamos en el baño de mujeres mientras cada una iba dando una queja sobre este nuevo día de práctica; yo decidí reservarme las mías. Al salir con mi traje casi espacial de botas pantaneras, delantal amarillo de hule, mascarilla de alta eficiencia, gafas, gorro y un traje quirúrgico completo desechable, me encontré con uno de los médicos forenses y le pregunté: ¿Qué hay para hoy? Me informó de adultos, un par o tres que ya no recuerdo, y me dijo que también había llegado un niño. Me congelé. Sentí el mismo frío que se siente al estar

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LA EXPERIENCIA

en las neveras del pasillo donde se conservan muertos hasta por años. Nunca hubiera querido ver a un niño en medicina legal, mi pasión por pediatría está exclusivamente orientada a niños vivos. Ver alguno allí me partía en dos. Entramos y dividimos los grupos. Mi grupo se acercó a la primera mesa y le fue asignado un adulto. Yo no estaba allí del todo. Mis ojos no se perdían la imagen de la bolsa blanca a la que le sobraba espacio. Cuando sacaron el cuerpo del niño, unas seis mesas más allá, automáticamente me separé del resto del grupo. Me acerqué impactada. El pequeño era de pelo negro y liso, su carita era sencillamente hermosa, no tendría más de ocho años. Me quedé mirándolo un rato, su imagen se grabó para siempre en mí. Al tiempo pensé en mis primitos y en mi hermano, de nuevo la vida me demostraba qué frágil podía ser. Le pregunté al doctor asignado la causa de muerte, él amablemente me explicó. El niño salió de una escuela o fundación sin su acudiente por descuido de una maestra y se fue a jugar pelota con otros niños. Cuando la pelota cayó a un tanque descubierto que recoge el agua de la quebrada que baja, el pequeño intentó sacarla, los otros niños salieron tras ayuda pero ya no había tiempo para hacer nada por él. Decidí quedarme, ver toda la autopsia y ayudar al doctor con los datos que habían llegado en una carpeta blanca. El asistente abrió su cabeza, cuidadosamente sacó el cerebro y lo puso en la mesa para mí. El doctor se acercó y procedió a explicarme los hallazgos. Me señaló puntos negros que 30

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aparecían en varios de los cortes del cerebro y me indicó que se trataba de hipoxia. Cuando se abrió el tórax y se sacó el paquete de órganos, vi todo tan joven y pequeño, que sentí nostalgia creyendo que a cada tejido aún le debía haber quedado más tiempo para funcionar, incluso para llegar, en algún momento, a enfermar. Cuando se hizo la disección del esófago reconocí una hoja verde, mediana, entera y cubierta de baba. La cogí entre mis dedos protegidos por los guantes. El doctor lo notó y me dijo que el niño había alcanzado a tragar bastante agua. Nunca se me va a olvidar esa hoja, su color y su forma. Pensé en la angustia que debió sentir al no poder respirar y salir, en toda la pelea que debió darle a la muerte. La naturaleza lo abrazó y se lo llevó consigo, amablemente, como la madre que es, sin culpa alguna, pues el depósito estaba descubierto por descuido humano. Ese día fue horrible para mí, al salir de allí tuve que buscar a alguien para hablar e intentar desalojar la tristeza que me invadía, y después almorzar. Las quejas reservadas fueron apareciendo, y detesté ese lugar de muerte y cada uno de sus casos.

Tipos de ángeles Jhoan Emmanuel Orjuela Quiroga Se llamaba Janeth. Era una mujer alegre. Pelo castaño y ojos color miel, brillantes. Su rostro siempre iba acompañado de una sonrisa afable. En las comitivas del colegio era quien, junto con mi madre, estaba decidida a ayudar. Un día, le comentó a mi madre que llevaba una semana padeciendo ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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dolores similares a la gastritis, y que tenía el abdomen inflamado. Mi madre le aconsejó ir al médico, consejo que tomó tras altercados en el intento de simular que no ocurría nada. Sin embargo, lo inesperado y lo que nadie quisiera oír jamás en su vida, se hizo evidente para Janeth: un cáncer de colon que amenazaba con su vida se había instalado en su organismo. Como si fuese un germen, un adefesio que quién sabe qué dios bueno y perfecto, lo pondría ahí. En estas situaciones, uno duda de su fe. A pesar de esto, mi madre, con ojos llorosos me decía: «Dios le pone grandes pruebas a sus ángeles más amados…Él no se la puede llevar todavía, ella tiene muchas cosas buenas por ofrecernos a quienes todavía la necesitamos…»; no obstante, yo seguía sin comprender a aquel hombre superior que velaba por nosotros ¿Por qué ella y no un corrupto que tanto mal hace a la sociedad? Preguntas vanas y sin sentido, ante lo ocurrido e inevitable... Llegaron las quimioterapias, las radioterapias y una operación, en la prisa de mantener con vida a Janeth: tres meses en un hospital, blancuzca, pálida y con frío, por las sábanas delgadas que la cubrían. No podía tomar ni beber nada con tal de mantener limpio su sistema gastrointestinal. Todo lo ingería de manera intravenosa, se quedaba sin saliva y sus labios se secaban a causa de esto. Mi madre se fijaba en ello, y le llevaba labiales para disminuir la resequedad.

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Por cosas de la vida, Janeth sobrevivió. Los médicos lograron atenuar su cáncer y hoy vive feliz, más radiante que nunca, muy agradecida con aquellos que jamás la abandonaron, entre ellos: mi madre. Un día tuve la oportunidad de hablar con ella y me dijo, entre lágrimas, que mi madre había sido ese ángel que Dios le había mandado con un “lipstick” en sus manos. Me dijo también que ella jamás la olvidaría por esos pequeños detalles que hicieron más que los pésames y las caras llenas de dolor hipócrita que la visitaban. Yo comprendí entonces muchas cosas. Entonces comprendí muchas cosas, entre estas, que los detalles hablan por sí solos, y que si bien hay ángeles que luchan como Janeth, también hay ángeles que sienten el dolor ajeno y nunca pierden su fe, como mi madre.

Rotación en Psiquiatría Daniel Alejandro Correa López Era mi segunda práctica de psiquiatría y como todas las mañanas de los días martes y miércoles, me despertaba a las cinco de la mañana para llegar temprano. El hospital, bueno, en verdad, la clínica, quedaba lejos tanto de la casa de mis compañeros como de la mía. Nos reunimos a las seis de la mañana y en el carro de uno de mis compañeros partimos hacia dicho lugar. Ese día no había desayunado, como de costumbre, aunque tenía las fuerzas necesarias para rotar en esta práctica.

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Al llegar, tipo siete de la mañana, el doctor de Psiquiatría, docente nuestro, nos pidió de manera inesperada que dejáramos todas nuestras pertenencias: celulares, hojas, relojes, manillas, en su oficina. Casi de manera inmediata recordé que tal precaución sólo significa una cosa… íbamos a entrar a la unidad de cuidado agudo (UCA), donde los pacientes en estado crítico con enfermedad mental reciben atención especializada hasta que de cierta manera disminuye su estado de complicación, y pueden ser hospitalizados en “piso”. Bueno, la verdad estaba a la expectativa y me sentía emocionado de entrevistar a un paciente en esta unidad. Muchas veces sus historias eran interesantes, cargadas de emociones, como una obra artística. En sus relatos hay una confabulación perfecta de la realidad y la ficción, que muchas veces nos atormenta… una asociación mágica entre las distintas manifestaciones del cosmos o una visión religiosa, casi extrema, que domina su pensamiento. En fin, íbamos rotando por las diferentes habitaciones. Llamó mi atención una joven de 24 años, desarreglada, un poco somnolienta, que no paraba de tocarse la nariz, como si estuviera aspirando algo. Hasta ese punto el diagnóstico era claro, la mujer era adicta a las drogas. Estaba allí por una crisis emocional, resultado de la muerte de una amiga. La manera como describió los acontecimientos, y se refirió a su amiga de tan sólo 17 años me recordó la forma como estaba llevando mi vida. Pude valorar mi situación actual y pensar que no somos tan diferentes; cualquier persona, a 34

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cualquier edad, puede verse controlada totalmente por las drogas, perder la noción de sí mismo, olvidar a su familia y amigos: despersonalización, como diría mi profesor de conducta humana. Sabemos que ¡el 2% de estos pacientes logra superar la situación! Sólo nos queda nuestra fe en la educación, que aunque es tan básica puede ayudar a la hora de buscar un futuro. Entendí que más que un paquete de emociones, este caso sólo brinda un espacio de reflexión y permite comprender que las experiencias de la vida hablan por sí solas. Definitivamente, aún falta mucho por trabajar en este país.

Una experiencia que marcó mi vida Diana Castrillón Márquez Según mi experiencia –poca, diría yo– en mi rotación de geriatría tuve la fortuna de ir al Hospital San Juan de Dios y entrevistarme con una señora de ochenta años de edad, que estuvo acompañada por su hija de sesenta y cinco años, aproximadamente. Estaba en el segundo piso, en una habitación en la había cuatro pacientes más. Recuerdo que las habitaciones tenían un olor muy particular. Al acercarme a mi paciente –la señora de 80 años– sentí ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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un agradable olor; sus ojos verdes se iluminaban cada vez que veía entrar a un médico, una enfermera o un estudiante. Recuerdo que hice la historia clínica y la examiné. Cada vez que le explicaba lo que tenía y los pasos a seguir, sonreía como si le estuviera haciendo un favor. Me senté unos minutos y le pregunté por sus hijos. Me contó sobre su familia. Al final, cuando me tenía que ir, me tomó de la mano y me agradeció de corazón por lo que había hecho. La verdad, nunca supe ni entendí qué había sido lo que la hizo sentir agradecida. Le pidió a su hija que anotara en un papel la dirección y el teléfono donde vivía y me lo entregó para que algún día fuera a su casa, me advirtió que era humilde y bonita, y que le gustaría que viera sus pinturas. En ese momento pensé que las personas que están recluidas en un hospital, son muy agradecidas; que los pacientes necesitan trato suave, respeto y amor.

El recuerdo más amargo Mónica Alejandra Velasco Restrepo En una de las prácticas calurosas de semiología, en hospitalización de la Clínica Amiga, encontré el más triste recuerdo de mi vida. Conocí a Don Janer, un simpático y querido viejo de 62 años y piel morena. Me recibió con una gran sonrisa, que evitó imaginar por qué podría estar ahí. Empecé con la historia clínica. Le hice unas cuantas preguntas, como su identificación y otros datos personales. 36

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Simpatizamos con su señora esposa, Doña María. Luego, llegamos a la pregunta de por qué estaba él ahí. Su respuesta fue “porque Dios quiso”. Y le dije: ¿Y cómo es eso de que Dios quiso? De inmediato, sus ojos se empañaron con lágrimas y no quiso conversar más. Miré a su esposa, algo conmovida, quien me hizo señas de que le diéramos un instante y se dirigió a él diciéndole: “mijo, por qué se pone así, si ya estaba bien, ahora qué pasó ¿está nostálgico, no? Entonces, aproveché la oportunidad para preguntar ¿por qué? Y respondió con una voz quebradiza: “Es que tengo cáncer”. Una vez más, esa palabra retumbaba en mi cabeza y aprisionaba mi corazón. Entonces hice las preguntas típicas y de rutina con respecto a esta patología, entre estas, el cuándo, cómo y dónde lo habían diagnosticado; me contestó, detalladamente. Tenía un linfoma de Hodgkin en el esófago, se había enterado tres meses atrás y esta vez su consulta de debió a un dolor en la cadera, que había agregado un problema más a esta situación. Así, esto indicaba que ya estaba comenzando la metástasis. Después de la conversación, muy amena por cierto, empezamos con mi compañero de rotación, Daniel, a hacer otras preguntas, practicar el respectivo examen físico y hablar con él. Por un momento, el discurso de Don Janer se tornó muy triste pues su mayor temor no era enfrentar la enfermedad y su partida, sino el dolor por lo que dejaría: sus hijas y nietos que él no quería “abandonar”. Y comenzó a llorar de nuevo. Yo, muy conmovida por la situación, intenté disimular lo que estaba ocurriendo dentro de mí; tan solo le ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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daba palabras de aliento y sonreía de manera constante. Don Janer no dejaba de repetir una y otra vez: “esto que me pasa es obra de Dios, una prueba más en mi vida y yo sé que él me va a sanar para poder estar con mi familia”. Terminó la consulta y salimos de la habitación; en cuestión de segundos, me desmoroné. Entré en llanto y mil sentimientos me atacaron; era impotencia, dolor y desesperación, al sentir, además, el recuerdo de mi abuela, la mamá de mi mamá, quien había muerto hace un par de años a sus 62 años de edad, por el mismo tipo de cáncer y en el mismo lugar. ¡Qué curioso era que además de todo compartieran los dos, las mismas preocupaciones y esperanzas! ¡Qué Dios me salve!, decían los dos…

Historia de una muerte no anunciada Julián Arias Grande Como estudiante de medicina, estaba en la práctica de medicina interna en la Clínica Amiga con el doctor Iván López, un médico internista con una visión muy amplia de su labor. Sus ideales éticos pueden catalogarse como revolucionarios; eso le facilitó ser el director de cuidados paliativos en esta clínica. Dichos ideales son necesarios para esta labor, debido a que en la medicina tradicional siempre se nos enseña “el valor 38

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por la vida”, “salvar la vida sobre todas las cosas”, “la vida como la meta última de la medicina”; sin embargo, en este contexto habría que “bajarse” de esa utopía, debido a que en muchas ocasiones, lo que tendríamos para ofrecer a los pacientes, sería una muerte digna en vez de una vida llena de dolor y sufrimiento tanto para la familia como para él mismo. Por esta razón, durante esta práctica clínica nos enfrentamos a todo tipo de pacientes que, según su condición de enfermedad, no se les puede brindar un mejor pronóstico de vida por falta de tratamientos que les pudieran dar otras opciones. Por esto, lo que se busca es brindar una tranquilidad durante sus últimos días de vida, y además, una muerte digna. Era un jueves por la mañana y se repartieron pacientes como era lo usual. Mi paciente se llamaba María Isabel Tenorio, una señora de 34 años. Esto me impactó, porque uno pensaría que las personas de cuidados paliativos son mayores, y han vivido varios años padeciendo enfermedades como el cáncer, por ejemplo. Este era un caso especial. María se veía muy joven, incluso de menor edad de la que cronológicamente tenía. Era de contextura gruesa, tez trigueña, pelo negro, grueso y de largo considerable, nariz puntiaguda, mejillas grandes, talla pequeña; la mirada de desesperación y su rostro, mostraban que pertenecía a la sala de cuidados paliativos. Ella ingresaba porque tenía una historia de sangrado rectal al momento de las deposiciones sin ningún otro síntoma, por ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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lo cual, nunca consultó a un médico. Pasaron dos años y unas pocas semanas, para que presentara un dolor a nivel del hígado que aumentaba progresivamente hasta volverse insoportable; tuvo pérdida de peso, aproximadamente seis kilos, edema en miembros inferiores e ictericia marcada y generalizada, que en los últimos días, llegó a su máximo nivel hasta el punto de dejarle los ojos completamente amarillos, como el amarillo de un pollito. Una vez escuché lo que María me explicaba muy amablemente, pensaba en lo increíble de su situación. Conecté todos los “puntos” de su historia y creé mi hipótesis diagnóstica sin tener exámenes ni alguna otra ayuda diagnóstica diferente a su testimonio. Creía que todo había empezado por su sangrado de hace dos años; posiblemente se trataba de un adenocarcinoma de colon (uno de los tipos de cáncer más frecuentes en nuestro medio), que estaba generando lesión a nivel de la parte distal del colon, lo cual ocasionaba este sangrado. Debido a que el tumor es maligno (alta capacidad de hacer daño y metástasis rápidamente) era muy probable que en el tiempo que duró sin ser diagnosticado, este hubiera hecho metástasis al hígado (porque el principal sitio de metástasis de los órganos abdominales es el hígado, pues toda la sangre pasa por el hígado antes de volver al corazón). Una vez en el hígado, el daño a este órgano vital estaría generando la ictericia y el edema, por la alteración de la función generada por la injuria. Solo quedaba verificar si mi hipótesis era verdadera viendo los paraclínicos que se le habían enviado para tener alta certeza. Por lo pronto, sabía con seguridad 40

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que se trataba de algo sumamente maligno. Ella sabía lo que pasaba, estaba preocupada; de alguna manera sabía que sus días de vida eran pocos. Me decía: “esto no está nada bien, yo me voy a morir ¿cierto?”. Yo le contestaba con mesura “no sabría decirle, falta ver algunos exámenes para saber con certeza qué es lo que pasa”. No fui capaz de decirle más a pesar de que era muy probable que mi hipótesis diagnóstica fuera real, no me aventuré a darle falsas expectativas, preferí ser prudente y callar. Finalmente, lo que había pensado se comprobó. Por medio de colonoscopia se mostró que sufría de un terrible cáncer a nivel del colon y por medio de un TAC contrastado se observó un hígado terriblemente invadido por dicho tumor. Había destruido totalmente el hígado de la señora, la función de dicho órgano era mínima, su pronóstico era malo. A los pocos días, volví a ver a María Isabel en el área de hospitalización; esta vez la visité con un grupo de médicos con quienes estábamos haciendo revista. Se encontraban en el grupo el doctor López y dos oncólogos, entre ellos, un cirujano. Sabía que lo que se venía era duro, por lo cual empecé a mentalizarme: No llorar. Esta historia me había impactado mucho y debía mantener la serenidad. Al ingresar se sintió un ambiente tenso, todos teníamos cara de seriedad, como muestra de respeto para lo que se venía. Empezó a hablar la primera oncóloga, que en este caso, era la que brindaba el tratamiento farmacológico. Con cara de angustia y con la mayor empatía posible le comentó a su paciente que desde un punto de vista “conservador” no se le podía ofrecer tratamiento alguno. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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La razón que le dio, palabras más palabras menos, fue que todos los medicamentos que se usan para el cáncer se metabolizan en el hígado y debido a que su hígado estaba totalmente afectado, este no podría metabolizarlos y podría presentar efectos adversos que podrían empeorar su condición. Pero aún no se pierde la esperanza, pensé. Falta oír lo que dice el oncólogo cirujano. Pocos segundos después, este comentó lo que se podía hacer desde el punto de vista quirúrgico. Para sorpresa de todos los presentes, tampoco se podía hacer nada, era supremamente difícil la operación por lo cual el doctor no quiso arriesgarse. Después del dictamen de los médicos me sentí totalmente asombrado, casi con la boca abierta, pues hacía tres semanas, María se encontraba aparentemente normal, y de un momento a otro resultaba que se iba a morir. Ya no había solución. Ella comprendió al instante el significado de lo que pasaba, comenzó a llorar con desesperación demostrando el sufrimiento que sentía, casi ahogándose por la intensidad de los gritos que emitía, agarrándose la cabeza como diciendo “¿Es esto verdad o es una pesadilla?”. Su vida había pasado frente a sus ojos, no sabía cómo decirle a su hija de 10 años que su mamá iba a morir, no sabía con quién iba a dejarla, y esta era su principal causa de desesperación. Solo quedaba, desde el punto de vista de los cuidados paliativos, darle un analgésico para que los dolores causados por el cáncer que invadió todo su cuerpo no la hicieran sufrir físicamente y pudiera tener una muerte digna. Sabía que nada podía hacer. En ese momento quería inventarme un nuevo medicamento 42

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o un nuevo procedimiento quirúrgico para poder ayudarla pero era un simple estudiante de medicina. No me quedó más que hacerme el fuerte y tratar de evitar que los sentimientos alteraran mi estabilidad. Me había “entrenado” ya en eso, no pude evitar transportarme trece años atrás en mi vida por la similitud de este caso con la muerte de mi mamá que a los 38 años dejó a un niño de nueve años, por un terrible cáncer que marchitó su vida progresivamente. Por segunda vez vi con mis propios ojos, cómo la vida puede acabarse en un segundo y cómo incluso puede ser tan cruel que me es difícil creer que siempre se hace lo que Dios quiere.

Para mí misma y algunos otros que piensen que ya es muy tarde María Juliana Barona Flórez Santiago de Cali, 8 de Septiembre de 2014 Quería escribir esta carta como ejercicio de autorreflexión y para aquellas personas que en un momento de su vida, sienten que están en el camino equivocado. Los momentos de las decisiones que marcarán el rumbo de la vida están socialmente establecidos: en grado once cuando se decide qué estudiar, cuando se elige en qué especializarse, cuando se escoge con quién se va a casar y cuando se decide ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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en qué empresa trabajar. Sin embargo, qué pasa cuando el resultado de una de estas decisiones no es el esperado. ¿Se puede volver atrás? ¿Se puede volver a empezar? ¿Estamos condenados a seguir en un camino de frustración solo por no afrontar un cambio? Estas preguntas y situaciones ocurren día a día; sin embargo, esta carta está dedicada especialmente a esas personas que les vibra el corazón cuando les hablan de medicina mientras están sentados en su oficina bancaria o en su despacho de abogado. Un día mientras iba para el trabajo, escuchando el audio Libro de Maria Clara Villegas “la gente feliz es más exitosa”, que me había regalado mi papá el día anterior, encontré que ella hablaba con elocuencia sobre cómo a las personas que son felices en lo que hacen les “brillan los ojos”; contaba la anécdota de su propia hija quien teniéndolo todo (un trabajo ideal, un sueldo de lujo, una carrera con proyección) no le brillaban los ojos. Comencé a pensar en lo mucho que se parecía lo que escuchaba en el CD, con lo que me estaba sucediendo a mí. Llevaba seis meses trabajando en una gran empresa donde me contrataron antes de graduarme ¡La primera de mi promoción con puesto fijo! Sin embargo, tenía una sensación, muy en mi interior, de no estar motivada por lo que realizaba y no era la primera vez que me pasaba. Es que cuando uno se da cuenta que necesita un cambio de vida, es porque ha tenido muchas señales que no ha querido ver, y de la nada, estas toman sentido.

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Esa semana pensé en por qué había decidido estudiar economía y negocios internacionales y concluí que fue porque en su momento era la carrera de moda, y me iba a dar mucha plata; y aunque adoro la economía y aprendí a dejarme encantar por ella, ella y yo sabíamos que nunca sería mi verdadero amor. Mi verdadero amor era Medicina; uno no escoge medicina, es algo que llevas en la sangre y en tus sueños desde que eres pequeño. Son esas ganas de servir y cuidar de tu prójimo, de contribuir un poco para reducir el sufrimiento humano y ese don de gente que te permite saber que “si no se puede curar, se debe ayudar; si no, consolar, y si no, acompañar” (Polaino, 1997), porque la medicina va más allá de recetar fármacos y aliviar dolores de cabeza, es la sensibilidad hacia el otro, la empatía por su sufrimiento y esas ganas profundas de que se sienta confiado y apoyado por uno como médico. Ahora que tenía claro el camino, solo quedaba tomar la decisión pero si ya de por sí tomar la decisión de estudiar medicina no era fácil, ahora tomarla ya graduada de economía y negocios internacionales y trabajando en una gran empresa con un gran sueldo resultaría para el 99% de las personas, el acto más irracional y estúpido que se puede pensar. Por eso surge la pregunta de ¿Y por qué volver a empezar? acompañada de frases como ¡pero si ya eres profesional! ¡Pero si ya eres libre, no tienes que seguir estudiando! ¡Ya puedes empezar a producir tu plata! ¡Puedes irte de tu casa y que tus papás no te limiten! ¡Ya te puedes casar, tener hijos! ¡Ahora puedes dedicarte a hacer lo que siempre quisiste! ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Muchos meses medité la decisión, con miedos y dudas, aunque también con esa sensación en el pecho que te dice por aquí es el camino; a esa sensación algunos le llaman vocación, yo le llamo amor ya que amor es el único sentimiento que te permite tomar decisiones por encima del miedo, en contra de todas las probabilidades; amor es lo que te permite entender que tú no decides estudiar medicina, tu tomas la decisión de vivir y amar medicina. Cuando se toma la decisión de cambiar la vida se conquistan todos los impedimentos. En estos momentos me encuentro en primer semestre de medicina y un mes después de haber empezado, miro para atrás y pienso que si hubiera sabido que cumplir un sueño era cuestión de tener el valor de tomar una sola decisión, la habría tomado hace mucho tiempo. Es una decisión que hace la diferencia en si eres o no una persona feliz. Feliz no significa fácil, porque vivir y amar medicina no es fácil. ¿Pero en qué mundo debe ser fácil la formación de una persona que tiene el compromiso de cuidar y velar por el bienestar de otros? Con esta experiencia solo quiero que tú, mi querido yo, entiendas que estás en el camino correcto, y que lo único que necesitas para seguir adelante es amor, amor por ti misma, por esta carrera y por los que te rodean. Ya nos encontraremos en seis años para que me cuentes cuánto disfrutaste el camino y revisemos cuál es el paso a seguir en esta aventura tras los sueños. Con los mejores deseos, María Juliana 46

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Mi primer rol como paciente Maria Ángela Rengifo De Lima Mi hermano y yo hemos tenido una relación particular pues nuestra forma de mostrar afecto ha sido siempre por medio de golpes. Cuando éramos niños nos tirábamos controles de televisión, teléfonos, sillas, mesas, lo que fuera; inmovilizábamos al otro para que no se pudiera defender. Recuerdo una ocasión en la que le arrojé una moneda hirviendo, jugando claro está, que le dejó una cicatriz de la que hasta hoy nos reímos. Por ser la menor, salía corriendo después de hacerle alguna maldad. En una ocasión, pisé una bolsa llena de vidrios rotos, me corté la palma del pie izquierdo, y comencé a sangrar de forma atemorizante. Prácticamente inundé la sala de sangre, pues no me quedaba quieta. Mi papá, bajó las escaleras, estaba asustado de ver el color rojo del suelo y comenzó a regañarme mientras limpiaba la herida, pues yo no dejaba de reír con mi hermano, por lo sucedido. Posteriormente, mi padre que es médico, me llevó al hospital para suturar mi herida. Fue la primera vez que tuve el papel de paciente, que yo recuerde. Me cogió ocho puntos. ¡Yo no paraba de mirar! Creo que fue desde ese momento que me enamoré de la medicina y nació mi pasión por la misma.

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Medicina, una experiencia de vida Ana Cecilia Muñoz Reyes Presentado a la Dra. Ana María Fernández Mayor Y hoy en día me vuelvo a preguntar por qué escogí medicina como profesión y analizo cómo ha cambiado el concepto que tenía acerca de la Carrera a lo largo del tiempo. Mi motivación para empezar a estudiar medicina no fue como la mayoría de gente dice, “por cumplir una labor social o por ayudar a los pacientes a mejorar su estado de salud”; de hecho, estas razones me parecían respuestas clichés, por no poder dar ninguna otra explicación para querer estudiar esta carrera. En ese momento mi orgullosa razón de haber escogido esta profesión era: “el cuerpo es una máquina perfecta, la cual no hemos creado nosotros, por lo cual sería muy interesante aprender qué hacen todas las células y moléculas para permitir que funcionemos como lo hacemos”. Pasé muchos semestres sosteniendo mi pensamiento; me maravillaba con las ciencias básicas aprendiendo de la labor de cada molécula, de cada célula y de cada órgano. Además, aprendí que si había un daño en algún componente celular, por más pequeño que fuera, se podía romper el ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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equilibrio de nuestro cuerpo y entrabamos en enfermedad. Cada vez más consideraba que eso de escoger la Carrera por ayudar a los demás era un mito, pues no podía haber nada más interesante que entender la fisiopatología de cada enfermedad; sin embargo, después de entrar a las rotaciones clínicas todo cambió, porque llegué a un mundo distinto donde no reinaban las moléculas, sino los sentimientos y las emociones; entre ellos la tristeza y la frustración, pero también la alegría y las ganas de querer salir adelante a pesar de la adversidad. ¿Les importaba a los pacientes cuánto me maravillaba el funcionamiento de las moléculas y células? Poco a poco me fui dando cuenta que todo el conocimiento adquirido en los primeros semestres, tenía como objetivo principal que nosotros como médicos supiéramos hacer nuestro trabajo bien y pudiéramos infundirle confianza a esos seres humanos expectantes, para una sola cosa: ayudarlos. Fue en ese momento cuando todo para mí empezó a cambiar; mi admiración y amor por todas esas moléculas tan inteligentes capaces de dominar nuestro cuerpo comenzó a transformarse y pasaron de ser el centro de todo a convertirse en un complemento, en una herramienta que me hace o mejor dicho, nos hace responsables de ayudar cada día a aquellos que sufren porque alguna parte de su cuerpo no funciona bien. Hace algún tiempo, exactamente el día jueves 2 de septiembre de 2015, mi grupo de pediatría y yo iniciamos la rotación de hospitalización en uno de los escenarios de práctica donde existe convenio de docencia-servicio. Pero no empezamos 52

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precisamente con una sesión médica, sino con una actividad de trabajo social, en donde teníamos que hacernos en parejas y escoger un paciente para hablar tanto con él (si la edad y su condición de salud lo hacía posible), como con sus padres u otros familiares acerca de cosas más personales que la mera historia clínica, y enfocarnos en un tópico crucial, el maltrato infantil e intrafamiliar. Después de esto, la idea era abordar a un grupo de padres y dar una charla sobre la prevención del maltrato infantil. En ese instante, aunque las instrucciones de lo que teníamos que hacer eran claras y contábamos con las herramientas teóricas para hacerlo, nos sentíamos confundidos y no sabíamos bien cómo abordar a los pacientes para hablar justamente de este tipo de temas. La primera visita que hicimos con mi compañero de trabajo fue a un bebé de siete meses y a su madre. Ella nos contaba que el niño había nacido con secuelas neurológicas debido a hipoxia perinatal, por un parto complicado. La madre del niño es de una región indígena y decidió pasar todo el embarazo lejos de sus otras dos hijas y de sus demás familiares, para poder asistir a los controles prenatales. Desafortunadamente el parto se prolongó por una distocia cervical (escasa dilatación del cuello uterino) y el niño permaneció mucho tiempo sin oxígeno, lo cual ocasionó que resultara severamente comprometido, neurológicamente. El hecho de que el niño hubiera nacido enfermo desmotivó al papá para hacerse cargo del hijo y para seguir con su relación de pareja. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Esta mujer a pesar de su fuerza, de sus deseos de querer salir adelante y de luchar por su pequeño hijo, se encontraba muy confundida, frustrada y adolorida, sin saber bien qué hacer y cómo asumir la situación de discapacidad de su hijo y la ausencia de su pareja para darle apoyo; además sabía que si regresaba a su pueblo de origen, lo más probable era que no hubiera como atender al niño en caso de que lo requiriera. Tanto para mi compañero de trabajo como para mí, este caso resultó ser preocupante, más que conmovedor. Nosotros sabíamos que ellos requerían ayuda, sin embargo las condiciones de vida son difíciles y no van a poder quedarse en Cali mucho tiempo ¿qué podíamos hacer nosotros por el niño y su madre? ¿cómo no sentir impotencia ante un caso así? Finalmente, lo que optamos por hacer fue decirle a la madre que lo más importante es que ella no se sintiera culpable por nada de lo que le pasó al niño, que se mantuviera junto al niño queriéndolo y acompañándolo hasta que tanto ella como los médicos tratantes llegaran a un consenso acerca de qué era lo mejor para él, si permanecer en la ciudad o volver a su pueblo. Personalmente toda esta experiencia me sirvió para ahondar en el tema del maltrato y para preocuparme, no solo de la situación orgánica de mis pequeños pacientes de hospitalización, sino también de su entorno familiar y de cómo éste puede afectar sus vidas. De hecho, de ahí en adelante me he encargado de preguntarle a cada paciente que evalúo y a sus familiares por sus condiciones de vida y por 54

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la relación entre la pareja de padres, y he sentido que me he preocupado por los casos principalmente en los que veo más dificultades. Retomando el caso de mi paciente, ¿podríamos pensar que se trata de una situación de maltrato, a pesar de no haber golpes, ni gritos ni antecedentes de abuso sexual? La respuesta es sí, si se trata de un caso de maltrato por muchas causas. Primero, es fundamental entender que el maltrato no solamente hace referencia a la violencia física, sino que también puede ser verbal, por abandono u otras causas. Existen cuatro tipos grandes de maltrato infantil que son el físico, emocional, abandono o negligencia y abuso sexual. Cada uno de estos tipos evalúa situaciones distintas y también se comporta de manera diferente; por ejemplo, mientras el maltrato físico o el abuso sexual resultan más polémicos y probablemente aterrorizantes, el maltrato emocional y el abandono pueden incluso pasar desapercibidos. No obstante, hay que tener en cuenta que sea cual sea su tipo, el maltrato es una condición grave, difícil de llevar, que necesita ser intervenido para prevenir que queden secuelas emocionales y físicas lamentables de por vida, tanto en padres como en hijos. Un fenómeno importante de aprender a reconocer es cuando los padres llegan comentando que sus hijos están enfermos de una u otra cosa sin que ellos en realidad lo estén, porque esto es una forma de maltrato denominado Síndrome de Münchausen, en la que los adultos inexplicablemente resuelven sus ansiedades inventándole a sus hijos una cantidad de enfermedades que ellos no tienen, sin caer en cuenta lo terrible que puede resultar para estos niños el tener ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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que estar yendo constantemente al hospital, someterse a evaluación y pensar que pueden tener algo malo funcionando en su cuerpo. Los fenómenos de maltrato se observan principalmente en familias disfuncionales en las que la pareja tiene problemas en su relación, en las que hay dificultades económicas que generan desespero o en las que no existe un establecimiento claro de normas y roles por parte de los padres hacia los hijos. Cuando hay una ruptura familiar, ya sea porque los papás se separaron o porque algún miembro de la familia se fue de la casa, es necesario que los adultos aprendan a manejar estas circunstancias difíciles con madurez y fuerza, tratando de controlar sentimientos tales como el odio, la rabia y el rencor, con el objetivo de que los niños no terminen envueltos en una situación traumática que los puede maltratar y lastimar fuertemente en su inconsciente. Finalmente y en forma de conclusión, me gustaría decir que la medicina cada vez me va sorprendiendo más porque realmente no ha sido lo que yo había pensado, sino mucho más. Poco a poco me voy dando más y más cuenta que no estoy enfrentándome a moléculas y células en constante funcionamiento, ni tampoco a enfermedades con una fisiopatología muy interesante; estoy frente a seres humanos que no solamente sufren por sus dolencias físicas, sino también por todas las consecuencias sociales que esto les puede traer. En todo este mes me pude dar cuenta que un entorno social difícil, fracturado y con múltiples problemas afecta 56

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negativamente la salud del niño; pero también pasa lo contrario, cuando la enfermedad inesperada de un niño es capaz de destruir a toda una familia y puede fomentar momentos de crisis que deben ser resueltos. Hoy considero que yo quiero llegar a ser una médica integral, debo preocuparme no solamente por una enfermedad aprendida en un libro sino por un ser humano vulnerable que necesita apoyo, guía y fortaleza para seguir adelante aunque las circunstancias no siempre sean las mejores.

Referencias Barrios, M. “Guía del niño/a maltratado/a - AIEPI - Clínico del Ministerio de la Protección Social”. Organización Panamericana de la salud. Bogotá. 2009. Rosenberg, D. “Síndrome de Münchausen por poderes. Departamento de Pediatría, Centro Médico de la Universidad de Colorado, Denver, Colorado. Pardo S, Veloza E, Andrade E, Villareal C, Pineda N, Barrios M, Girón A, Urrego Z. “Capítulo 5. Atención integral de la violencia sexual en el sector salud”. Ministerio de la protección social Republica de Colombia.

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Maltrato infantil Andrés Kaitzberg Lasso Pediatría

Como estudiantes de medicina, generalmente se nos enseña que debemos tratar a nuestros pacientes para protegerlos de toxinas, venenos, microorganismos, alergias y un sinfín de entidades que consideramos ajenas a nosotros y que van en contra del desarrollo de la vida misma. Tuve que esperar hasta octavo semestre de medicina para saber que nosotros mismos como humanos, como familiares y como cuidadores tenemos la potencialidad de ser tan letales como el virus del Ébola, tan dañinos como las secuelas de una hipoxia perinatal, y tan crueles como para lastimar a los más débiles, a los más necesitados, a nuestros niños. Por ello, en vez de continuar perdiendo la fe en la humanidad al ser parte de las personas que NO toleramos estas actuaciones, y gracias al entrenamiento corto, conciso y directo que he recibido enfrentando estas situaciones, he decidido hacer todo lo que esté en mis manos para proteger a los vulnerables y permitir siquiera tranquilidad, amor y apoyo a quienes ávidamente lo necesitan, en las salas de un hospital. Y es que se tipifica a la violencia como “una forma de relación entre las personas que se sustenta en el poder y el sometimiento del otro, con la intención, generalmente,

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de conseguir fines benéficos para los victimarios”.1 Siendo así, vemos cómo fácilmente, los blancos de este abuso del poder y autoridad son las personas que por cualquier situación social, histórica o jerárquica están en desventaja, como los niños, las mujeres, las embarazadas, los ancianos y los discapacitados, configurándose así las tres categorías que expresan la violencia intrafamiliar2: el maltrato infantil, la violencia contra la pareja y la violencia contra otros miembros de la familia. Según la guía nacional de la Atención Integrada de Enfermedades Prevalentes de la Infancia, AIEPI3, existen cuatro grupos de maltrato infantil: el maltrato físico, el maltrato emocional, la negligencia o abandono y el abuso sexual. En mi opinión, cuesta creer que esta sea la clasificación de maltrato infantil, pues la verdad y sin minimizar la importancia, nunca pensé que fueran tan frecuentes estas causas porque estaba, quizá inconscientemente, negando la realidad de la humanidad; la única causa de maltrato no es la de naturaleza física. Me costó mucho tiempo reconocer causas de abandono y negligencia que se cruzaban por mi frente con franca evidencia, quizá dándole una oportunidad más a estos padres y madres, pues a veces pienso: “tanta gente con problemas de fertilidad, y le dan hijos a los que no han terminado de criarse, a los que de verdad no quieren ser padres, o los que no están en la mentalidad de que alguien realmente 1

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Organización Panamericana de la Salud, Guía del niño/a maltratado/a - AIEPI - Clínico del Ministerio de la Protección Social Ibídem AIEPI, Evaluar y clasificar al niño de 2 a 5 años, Capitulo 10, página 359

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necesita de ellos”. Apelar a la buena fe, en estas situaciones, no es fácil; pero con la información correcta, decisión y profesionalismo debemos hallar causas (ignorancia, creencias populares, situación económica y social, etc.), y tratar de brindar educación y protección a los menores de edad. Es muy difícil entender cómo personas en calidad de padres que llevaron con ellos aproximadamente nueve meses a su hijo o hija, pueden llegar a cometer actos de negligencia o abandono, que se entienden como la “falta de protección y cuidado mínimo por parte de quienes tienen el deber de hacerlo. Existe negligencia cuando los responsables del cuidado y educación de los niños o niñas no atienden ni satisfacen sus necesidades básicas, sean estas físicas, sociales, emocionales e intelectuales4”, y más aún cuando la ley les exige el mínimo para atender sus necesidades básicas, dos atenuantes, para mi gusto demasiado permisivos que increíblemente no son alcanzados por muchas personas. En estas situaciones, nuestro papel como estudiantes de Pediatría, consistió en la documentación sobre las formas donde más se vulneraban los niños por abandono o negligencia, explicando a los padres que pobreza no es sinónimo de negligencia, pues los menores deben recibir atención y cuidado proporcional a nuestras capacidades. La educación y la prevención fue la parte que más me gustó: enseñar a prevenir este maltrato ya que muchas veces es el 4

Organización Panamericana de la Salud, Guía del niño/a maltratado/a - AIEPI - Clínico del Ministerio de la Protección Social, Página 9

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desconocimiento es el que hace que no cortemos los lazos de la violencia, que actuemos despreocupadamente ante hechos que ameritan lo contrario. O que no seamos capaces de denunciar situaciones tan aberrantes como tocamientos o abuso sexual, consumados por parte de un familiar o un conocido. Debido a que el maltrato físico es “toda agresión corporal que puede o no tener como resultado una lesión física, producto de un castigo único o repetido con magnitudes y características variables”5, fue importante recalcarles a los padres que existen diversas formas de reprender a los hijos. Hacíamos que recordaran cuando sus padres los golpeaban; muchos dijeron que se sentían impotentes, con rabia o con deseos de venganza. Luego de esto, se les preguntaba si querían que sus hijos se sintieran así; casi siempre la respuesta fue un “no”, al unísono. Como médicos no solo debemos tratar sino prevenir, enseñar, educar y acompañar a las personas en sus diferentes procesos. Fue muy interesante el hecho de enseñarles que la educación no debe estar supeditada al miedo sino que debe enfatizarse en una corrección amorosa, pues el cuidador es un punto de referencia para el niño dejando así dicho, que el amor, la comprensión, la paciencia y el buen ejemplo, son las mejores formas de crear vínculos, lazos protectores frente a un mundo que tiende a ser leonino con quienes no encontraron buenas bases en sus hogares.

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AIEPI, Evaluar y clasificar al niño de 2 a 5 años, Capitulo 10, página 360

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De la mano del maltrato físico está el maltrato psicológico, una práctica altamente reprochable donde se produce en la víctima la sensación que él o ella es una persona de poco valor, defectuosa, poco digna de ser amada o querida, o peligrosa, que sólo es valiosa en la medida que satisface las necesidades de los demás6, donde se destruye el autoestima, el auto concepto, la seguridad de una persona, y se deja vulnerable a que en el futuro realice cualquier tipo de actividad, sea o no reprochada socialmente, buscando la aceptación y valía que su núcleo familiar le negó a través de un “hostigamiento verbal habitual por medio de insultos, críticas, descréditos, ridiculizaciones, así como la indiferencia o el rechazo explícito o implícito hacia el niño, niña o adolescente”7. Tratamos este caso en particular junto con el maltrato físico, pues es muy común que se presenten juntos. Les explicamos a los padres que hay edades complejas pero que el amor es la principal herramienta para enfrentar situaciones en las que los niños no se comportan especialmente como queremos. Se les enseñó las implicaciones que estas palabras o actos pueden tener en el desarrollo psicosocial de sus hijos, y también se hizo énfasis en la comprensión verbal de los niños a partir de los dos años de edad. No enseñamos cómo querer ni corregir a los niños de una manera directa, sino que dimos muestras de panoramas poco deseables para que fueran los mismos padres los que vieran el carácter nocivo de estas prácticas. Personalmente, 6

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Organización Panamericana de la Salud, Guía del niño/a maltratado/a - AIEPI - Clínico del Ministerio de la Protección Social, Página 8 Ibídem.

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la satisfacción al hacerlo, fue muy grande. Compartimos experiencias, resolvimos dudas; las caras felices de los asistentes siempre son un motivo para seguir orientando al otro con amor. Por último, lo más difícil de todo fue enfrentar el abuso sexual “cualquier práctica sexual con un niño, niña o adolescente, por parte de un familiar o cuidador que tenga una posición de autoridad o poder sobre este. Puede abarcar desde la exhibición de genitales hasta la violación. Se ha definido también como toda forma de actividad sexual entre un adulto y niño, niña o adolescente. Se incluye en esta categoría la explotación sexual”8. Es demasiado perturbador que alguien pueda realizar lo descrito en el párrafo anterior. No fue un caso propio, pero unas compañeras se enfrentaron a una situación de una madre con discapacidad, abusada, y un niño fruto de este abuso en francas condiciones de abandono. Es terrible pensar que sea posible que una situación así suceda, pues nuestra psique sigue siendo una entidad sin dilucidar; de la misma manera, que ante la explicación de cómo son posibles este tipo de actos tan bizarros, hicimos mucho énfasis en el “Bonding”, o creación de lazos con los hijos durante nuestras charlas con los padres . En mi práctica clínica haré lo posible para incrementar estos lazos entre los niños y sus familiares previniendo no solo la violencia sexual, sino también los otros tipos de maltrato. 8

AIEPI, Evaluar y clasificar al niño de 2 a 5 años, Capitulo 10, página 361

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Se resaltó la importancia de creerles a los niños cuando mencionen algo de importancia, en reportar cualquier situación anormal y en decir que los padres y cuidadores cercanos son la única fuente protectora de los niños, para que de esta manera, situaciones como esta sean menos comunes y al menos si no las prevenimos, alentemos a las personas a denunciarlas. Para concluir, somos el primer filtro para todos estos tipos de maltrato; la ley pone en nuestros hombros la responsabilidad de detectarlos y nuestra formación y moral nos exige que así sea. Somos los primeros que vamos a examinar estos pequeñitos, y quizás los únicos que podamos salvarlos de un destino tan cruel como la mortalidad infantil. En nuestras manos está la facultad de que haya más niños felices y menos estadísticas sobre maltrato, por lo cual no me queda sino gratitud por las sesiones acerca de estas temáticas. A veces no queremos salir de nuestras peceras al océano y ahí afuera no todo es color rosa. Debemos ser los garantes del bienestar y buen desarrollo de nuestros niños, pues ellos son la única esperanza de que el futuro sea diferente.

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Relatos de enfermedad



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Breve relato de un niño que cae al vacío Jhoan Emmanuel Orjuela Quiroga Fue entonces cuando sentí que me hundía. Era un lago oscuro que me empujaba hasta el fondo. En ese entonces no sabría definirlo, palparlo siquiera, pero aún están en mí las cicatrices de lo que esa noche sentí: depresión, tristeza, ahogo, abandono… Como si nada tuviese sentido, “¿para qué esforzarnos por vivir, si igual, vamos a morir?”, me preguntaba. Sentía un frío intenso que me calaba hasta los huesos y las extremidades y, aunque quisiera gritar, llorar, pedir ayuda, lo único que lograba era avivar ese miedo, ese vértigo que se siente cuando caes a la nada, ese vacío innato de no saber qué será de nosotros después de que todo acabe, de que cerremos los ojos para siempre. Me sentía en la ignominia, la soledad, la apatía; en ese entonces creí estar entre la vida y la muerte. Así que la acepté: saqué fuerzas de donde no las habían y decidí asumir mi destino. Cerré los ojos y me dejé desfallecer para atravesar así la línea entre la vida y la muerte.

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RELATOS DE ENFERMEDAD

En medio de mi letargia, sentí algo cálido sobre mi frente, y de repente, empecé a oír una voz en el mismo momento en que me sorprendí abriendo los ojos en mi cuarto con la luz apagada y de noche, cubierto de cobijas y un jarrón con eucalipto y agua hirviendo al lado de la cama. Era mi madre, quien decía para sus adentros; “al niño se le subió otra vez la fiebre”. No pude contener las lágrimas, la abracé y le dije, en medio de mi inocencia: ¡Mamá, no quiero morir!

La primera de tantas Alejandro Mejía Arredondo Siempre hay una primera vez para todo, podría decirse; nací con una deformidad congénita en el pabellón auricular derecho llamada microtia, que es una agenesia que causa deformidad en el oído externo y pérdida de la continuidad del oído medio y el yunque, estribo y martillo, huesos conductores del sonido. Por lo tanto, no tengo audición, o más bien, tengo una hipoacusia muy severa en el oído derecho, desde mi nacimiento. Un 23 de diciembre de 2001, fui ingresado a un quirófano por primera vez, para dar una solución desde la parte estética y de pronto, funcionalmente también, lo que que hasta el día de hoy, no ha sido posible. Ese día, del que tengo pocos pero marcados recuerdos, hago memoria de un momento de mucha ansiedad y curiosidad por lo que iba a ocurrir, junto al miedo mismo o la tristeza reflejada en la cara de mis padres. 68

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Al ser el Hospital Infantil Club Noel, fui atendido por unas monjas muy serias y diría que hasta un poco apáticas, aunque también, en vano, trataban de simpatizar conmigo. Pasé a quirófano a eso de las cuatro de la tarde, y el doctor, me dijo que contara hasta diez, antes de caer bajo la tranquilidad de la anestesia. La cirugía tomó doce horas, queriendo decir que ya era el tan ansiado día de un niño: 24 de diciembre de 2001. Sin embargo, seguí hospitalizado y recuerdo que al caer la noche, una tristeza me invadió. Pienso hasta el sol de hoy, tal vez fue la más oscura e intensa de todas. Al pasar las horas, yo tranquilizaba a mi madre, preocupada más por mi tristeza que por la cirugía misma. Luego, mi padre llegó con la alegría materializada: mi regalo de navidad. Creando en mí, una felicidad inmensa de la que sería una noche llena de sirenas y urgencias acompañado de mis padres. La primera de diez hasta el día de hoy.

La segunda oportunidad María José Molina Pinilla Veinte de julio de dos mil once: una niña de catorce años de edad, se ve enfrentada a las frías salas de urgencias de un hospital, donde el aire ardido en dolor llena sus pulmones en cada respiro. Los pacientes pasan de uno en uno, mientras la niña de cabellera castaña, ojos claros y piel pálida, espera ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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su turno con ansia y temor. Pasadas unas horas se encuentra en una camilla; solo puede pensar en lo fría que está la sala, en la mirada de su madre y en las pequeñas intervenciones diagnósticas que no logra entender. Minutos después, su madre empieza a llorar; aquel llanto fatigoso, lleva a la niña a pensar en muchas cosas… Al transcurrir un parpadear, la niña, confundida, se enfrenta a una UCI, repleta de pacientes críticos, que no se mueven ni hablan. Agobiada por la incertidumbre y con gran inocencia pregunta a gritos qué le pasa. Pero nadie quiere escucharla, todos parecen ignorarla. ¿Estoy enferma? ¿Es algo grave? ¿Voy a morir? Las voces en su inconsciente no paran de murmurar. Las columnas de su habitación se encogen con los días, las semanas pasan con lentitud. Su médico, cada mañana, entra con mirada de desconsuelo. Los días y las semanas pasan y la niña no es capaz de esperar más. Necesita saber qué tiene. Su madre, apesadumbrada, responde entre dientes… Una niña de 14 años con la vida por delante, se encuentra en las fauces de una enfermedad. El sufrimiento es progresivo; la estadía, interminable y el dolor abundante. Sin embargo, la alegría de saber, que fui yo quien superó la enfermedad, quien luchó por quedarse y alcanzar sus sueños, me hace pensar en estos, como la experiencia que me formó ante la vida y sus complicaciones. Sí, gracias a mi enfermedad, soy una mujer fuerte y valiente. Y sobre todo, agradecida… agradecida con la segunda oportunidad que me dio la vida. 70

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La enfermedad expresada con sentimientos Pamela Collazos Doering Tenía cinco años y aunque a esa edad mi mente no encontraba límites, y mis temores casi que eran nulos, si es que no insignificantes, mi vida estaba a punto de girar 180° grados. Una mudanza y no de aquellas en donde todo se empaca en cajas para luego desempacar y ubicar los objetos en un lugar distinto. No, esta mudanza requería sacrificios, despedidas y hasta luegos sin próxima fecha fija. Recuerdo que fue una larga despedida de mi familia, mis amiguitos y hasta mi mascota. Mi padre, mi madre y mi hermana nos disponíamos a vivir en un país totalmente distinto. Viajamos por cuestiones que nunca entendí y hasta el día de hoy, no entiendo. Mudamos de cultura, de idioma y de clima. Podría decir que por primera vez sentí la nostalgia hacia el calor humano, mi familia y esa alegría que se siente saber que estás en el lugar adecuado. No digo que el nuevo lugar era malo, para nada. Este nuevo lugar simplemente era diferente a lo que todos estábamos acostumbrados. El tiempo pasó y con este, la primera navidad en un país extraño. La primera navidad sin buñuelos, sin natilla, sin la bulla y alegría que caracteriza a mi familia. Y aunque muchas cosas faltaron, algo de lo que jamás habíamos sido

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testigo apareció para alegrarnos la noche: la nieve. Con la emoción de la primera vez, salimos a vivir una experiencia nueva, que nos marcaría para siempre. Después de tanta “recocha”, llegó la hora de dormir. Una noche agotadora, pues aparentemente parecía haberme ganado un resfriado. Tomando los medicamentos necesarios y esperando que fuera pasajero, el refriado pasó a convertirse en una tos cada vez más escandalosa. Recuerdo que era tan fuerte que cada vez que tosía sentía que me convertía en un mini monstruo que rugía, lo que a pesar de las circunstancias me causaba gracia. A los pocos días, mis padres, preocupados, pues claramente no era ningún resfriado, decidieron a media noche vestirme y salir para un Hospital. Finalmente, llegamos. Era un lugar muy grande, blanco y con mucha gente. El desespero por no entender lo que sucedía, lo que hablaban los médicos, me condujo al llanto. Quería volver a casa, pero ese día no me dejaron. Fui hospitalizada por bronquitis; entendí que debía quedarme sola, en un lugar extraño; eso me hizo sentir peor de lo que la enfermedad hacía en mí. Esa noche dejaron que mi madre se quedara conmigo. Después de muchos exámenes supe que era alérgica al frío y a una gran lista de elementos. Sentí que mi vida se limitaría por el cuidado. Pasó una semana, y mi única ilusión cada mañana, era pintar sobre mi libro de caballos. Pasaron dos semanas más y el desespero me encarnó otra vez. El lugar me sofocó, la comida y los medicamentos se habían convertido en una rutina. Aparentemente, una neumonía se había apoderado de mi salud. Otra semana más de “encierro”. Mi alegría era 72

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ver a mi hermanita cuando me visitaba. Pero la mejor notica fue que al darme de alta, tenía como tarea viajar a mi país, regresar al sol de mi tierra y recuperarme del todo. Esa fue la tarea que con mayor gusto cumplí.

Mi primera enfermedad Víctor Rafael Urueta Gaviria Recuerdo esa tarde como si fuera hoy. Tenía cinco años y mis padres trabajaban arduamente hasta “elevadas horas de la noche”; digo elevadas, porque a esa hora yo ya tenía sueño. Salía del jardín con mi hermana y hacíamos las tareas en la tarde. La noche era para jugar en la calle y ver televisión hasta que nos diera sueño. Esa noche, particularmente, jugábamos a los malabaristas y a imitar lo que hacían los muñequitos de la televisión. Mis padres aún no llegaban y nosotros los esperábamos con ansias para comer. Fue en ese preciso momento, que llamé a mi hermana por su sobrenombre para que viniera a divisar lo que sería el salto con “vuelta canela” más arriesgado de esa tarde-noche. Ella corrió desde el baño hasta nuestra habitación, donde dormíamos juntos pero en camas separadas. Me disponía a saltar mientras ella separaba la cama aún más y preparaba la zona de aterrizaje. Pensé en cómo sería el salto pero nunca imaginé el desenlace. Me impulsé saltando desde mi cama, hice el vuelo y a mitad de la vuelta me recibió el ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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borde de la cama de mi hermana. Me había fracturado el tabique, sangraba y sangraba. No recuerdo haber sentido dolor. Mis padres, de casualidad, ingresaban por la puerta cuando escucharon los gritos y el alboroto de mi hermana y la señora del servicio “Elvis”, querida y amada morocha. Ellas me lavaban con abundante agua pero el sangrado no paraba. Mi madre lloraba y decía que se me veía el hueso… Corrimos a la Clínica Materno Infantil Farallones donde me atendió, recuerdo bien, nuestro Decano, Pedro José Villamizar, quien con un par de maniobras y de tiempo, logró detener el sangrado y corregir la posición de mi nariz la cual seguirá siendo blanco de múltiples objetos el resto de mi adolescencia.

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Prosa diversa



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Reminiscencias de primer semestre César Andrés Chamorro Guerrero Al iniciar mi segundo semestre mientras me preparaba para el curso de Sistema Nervioso Central y Órganos de los Sentidos, en el libro guía encontré una frase de San Agustín que me llamó poderosamente la atención; los autores la habían citado para el prefacio, decía así: “Nada queda en el pensamiento si no pasa por el sentimiento”. Este argumento junto a la neuroanatomía funcional que más adelante mis profes Lina, Natalia, Carlos, Andrés y Guillermo me impartirían son bases suficientes que explican por qué hay sucesos que no se olvidan: memoria a largo plazo como ha sido denominada. A propósito, me permito narrar a manera de crónica literaria un recuerdo de primer semestre, es que como decía mi profe Lina: ustedes tiene la amígdala “hipertrofiada”. Y en realidad, el cúmulo de emociones que despertó en mí ese suceso ayudó para que lo conservara muy bien en el hipocampo y ahora pueda contárselos:

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“Desde el otro lado de la realidad” Estudiantes de Medicina de la Universidad Javeriana visitaron los laboratorios del Centro Médico Imbanaco (CMI). 21/04/2015 “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla” - Gabriel García Márquez

El tic tac de mi reloj marcaba las 9:00 de la mañana. El día estaba hermoso, el azul etéreo era infinito y dorados haces de luz desde el oriente irradiaban los Farallones de Cali. Una escena única que aquel día, lunes 6 de abril de 2015, disfrutaba mientras salía del Edificio Educación Continua de la Universidad Javeriana. La semana anterior nos habían anunciado sobre nuestra próxima visita a los laboratorios en Imbanaco; sin embargo, no sabíamos la fecha y estábamos deseosos de conocerla. En ese momento cavilábamos sobre esa futura experiencia, la primera donde luciríamos nuestra bata blanca en un escenario de la salud, día en que nos situaríamos desde el otro lado de la realidad experimentada en cada centro médico, desde el rincón que posibilita el mejoramiento integral de cada paciente: desde el ángulo de los profesionales de la salud. Ese día nos iban a dar la fecha de la visita y me sentía genial, majestuoso, tanto como el plumaje de uno de los pavos reales de la Universidad que obstruía el paso; mientras 78

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tanto, observaba cómo sus alas se dividían en un abanico; así mismo, el grupo L de la onceava cohorte de Medicina se dividía hacia distintos sentidos tras salir de la clase de Humanidades I. 9:15 a.m. Paulatinamente, el glu glu glu del pavo real se desvanecía mientras me acercaba a la Biblioteca. Ya adentro, buscaba un casillero desocupado para dejar mi maletín y continuar hasta las mesas de estudio. Colgando la llave del casillero en mi cuello, entraba a una dimensión donde las letras de los libros penetran tu mente, si tu mente penetra los libros letra a letra. Estaba de frente a altas cornisas compuestas de autores, que sin tanta seguridad como las bóvedas bancarias, contenían billones de veces más riqueza. Los anaqueles bloqueaban un poco la luz, la penumbra del ambiente dilataba mi pupila; el aire era más frío, más seco, menos afectivo y recorría mi cuerpo al igual que la brisa de la noche eterna. Me dediqué a leer sobre la estructura y función de la mitocondria en compañía de mis “nuevos mejores amigos”: Alberts et al. Sin embargo, no lograba concentrarme, estaba ansioso de conocer la fecha de nuestra visita a los laboratorios. De esta manera, letra a letra, línea a línea, hoja a hoja, los minutos avanzaban en ese recinto donde los únicos que hablaban eran los libros: algunos gritaban, otros susurraban, otros explicaban, otros confundían e incluso algunos se quedaban mudos, escuchándose solo las hojas volando de un ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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lado al otro de los libros, cual bosque en donde las hojarascas pasan de un árbol a otro en una armonía otoñal. 9:50 a.m. El ensordecedor silencio que en el ambiente imperaba, cambió; la alarma de notificación de mi celular irrumpió en el ambiente. Era un anunció en Blackboard de la asignatura Célula, decía así: Apreciados estudiantes, La visita a Centro Médico Imbanaco está programada para el día 21 de Abril. En “Información del curso” encuentran el listado. Gracias A partir de ese momento, los días y noches, como una estrella fugaz, pasaron a mil kilómetros por hora. Muy pronto estaríamos en la clínica, y lo mejor, desde el otro lado de la realidad… Finamente, el momento llegó. Era martes 21 de Abril y cerca de las dos de la tarde nos encontrábamos en el Centro Médico Imbanaco de la 38. Los primeros siete estudiantes de la lista estábamos preparados, vistiendo la bata que con mucho cuidado habíamos llevado. Nos encontrábamos en el primer piso de la torre B, donde nos habíamos apoderado de la sala de espera, espacio que a pesar de la infinita blancura, el aire acondicionado, las luces pálidas y el aroma a desinfectante, se había vuelto un poco más caluroso, más espontaneo y quizá más entrópico; allí las selfies y fotografías llegaron

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y con cada flash se cristalizaba aquel momento, un hito en nuestra vida como médicos en formación. A los pocos minutos llegó nuestra profesora Elizabeth, quien también hizo parte de las instantáneas y tras algunas importantes recomendaciones, en su compañía, nos sumergimos en el corazón de la clínica, que latido a latido bombea salud a todo el suroccidente colombiano. Así fue como viví (o como recuerdo) el anuncio y primer contacto en la clínica Imbanaco, en la visita a los laboratorios, desde “el otro lado de la realidad”.

Diagnosticando como médico en formación Rodolfo José García Nassar Septiembre 21 2015 10:16 a.m. Otro viaje en la ruta E21 del transporte masivo, día a día, con el estrés y la alta frecuencia de parciales. Va degradándose el cuerpo, pero todo se compensa con ciertas lecturas interesantes, en el viaje, a pesar de la posición erguida, pies abducidos y manos en supinación. Casi como la posición anatómica original usada para el estudio de la morfología humana, salvo los brazos en extensión, tratando de no dejar caer el cuerpo en las cerradas curvas del bus cuando cambia de carril. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Durante el viaje he percibido algo nuevo para mí. He leído rostros y cuerpos de forma diferente, no con un método, pero sí, en forma sorpresiva he podido distinguir que aquella vieja frase que dice “los ojos son la ventana al alma”, tiene algo de cierto. O que “el cuerpo es la ventana al hombre y el rostro la puerta a sus sueños”. Caras diferentes, expresiones parecidas, carentes de energía, indiferentes a sus hígados –aunque hagan ciclo de ácidos tricarboxilicos– y a que los átomos por sí mismos, posean energía. Estos hombres y mujeres carecen de metas, eso me dicen sus cuerpos; sus miradas, dicen mucho, y la comisura labial está deprimida. La alta susceptibilidad del nervio facial a los cambios de temperatura les ha paralizado los nervios de ambos hemisferios quizás al pasar del calor de la estación del bus a las casi insoportables ráfagas de calor dentro del articulado; sería este un interesante reporte de caso, podría ser el tema para una publicación. El punto es que mi amor al conocimiento y empeño en la Carrera me ha arrastrado hasta reconocer que en esta ciudad hay hombres y mujeres que abordan un bus, no necesariamente enfermos, al menos físicamente. Están enfermos de sueños, porque van a un trabajo a hacer lo mismo de todos los días, porque van a hacer exámenes que en realidad no los evalúan, porque hacen un trabajo que no los hace felices, porque están atrapados en una caja de acero que a las 10:36 a.m. está terminando su recorrido.

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Por fin, se siente un poco de frío por el aire acondicionado pero ya es muy tarde. Sus nervios faciales de ambos hemisferios y la ausencia de deseos les han dejado una marca que la medicina no cura. Entonces, mi diagnóstico diferencial, es parálisis de bell, por el cambio súbito de temperatura y desviación de la comisura labial. Y mi diagnóstico definitivo, es que carecen de sueños. ¿Tratamiento? 200 mm de fuerza, 20 gramos de pasión y 30 gramos en cápsula de liberación inmediata de convicción.

Palabras para la ceremonia de entrega de las batas blancas María Alejandra Recio Gómez Buenas noches Padre Luis Fernando Granados de la Compañía de Jesús, Dr. Pedro José Villamizar, Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud, Dra. Diana Patricia Henao, Directora de la Carrera de Medicina, Directivos de la Facultad de Ciencias de la Salud, Queridos profesores, familiares y compañeros, “Recuerdo alguna vez cuando mi madre me decía: Si te haces soldado llegarás a general, si te haces cura, llegarás a ser Papa; en cambio de todo eso decidí ser pintor y me convertí en Picasso”

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Nosotros, al igual que Piccaso, decidimos ser artistas, pero no de lienzos ni pintura. Nuestro arte es por medio de la más bella creación de la naturaleza, el cuerpo humano. Decidimos entregarnos a él con tal entereza que dedicamos nuestras vidas al amor al arte, al amor a la medicina. Ya han pasado al menos tres años desde que tomamos la decisión de ser médicos, y todo lo que ello implica: noches de desvelo, libros sin final y la lucha incansable por un sueño del que nos apropiamos, un sueño que aunque a veces se disfrace de pesadilla por tan incontables sacrificios, es un sueño que no hemos olvidado, un sueño que cada vez estamos más cerca de materializar, el sueño de ser médicos. Hoy, la lucha por conseguir ese sueño llega a mitad de camino y vemos tonos de victoria cuando recibimos una bata que hace las veces de recompensa por el coraje de no haber desfallecido hasta ahora, una bata de color blanco que representa pulcritud desde hace 2500 años y es que tal como narra el Dr. Rovetto, la limpieza y el buen vestir ya era importante desde los textos hipocráticos donde se reconoce que el médico debe ser cuidadoso con su acicalamiento; posteriormente, los médicos medievales de Salerno percibirían que aquel médico desarreglado no recibía una buena paga, y ya para el siglo XX se añadiría en occidente la bata blanca, postulándose como una representación de nuestro compromiso con el paciente y la sociedad, pero aún más con cada uno de nosotros. Entonces, la bata es una tradición, que quizás hoy no se utilice con la misma convicción que hace algunos años, pero que sigue significando responsabilidad, pero no poder. La bata 84

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no otorga conocimiento ni respeto, pero es la representación de ambos en los médicos. ¿Pero por qué es tan importante nuestra bata? Yo he visto que muchos otros usan bata (carniceros, heladores e incluso peluqueros). Pero, ¿qué hace a la nuestra diferente?, ¿por qué la sentimos más pesada; más limpia e incluso más reconfortante? ¿Qué es una bata entonces? Una bata no significa solamente que vas a tener que agregar a la lista de mercado un blanqueador, o que las noches del domingo no serán de películas sino la noche de planchar. No, es el recordatorio de que debes ser mejor, que llevas encima el blanco de la pureza y la inocencia de la vida, una bata es una representación de ti, de cuanto te esmeras en conservarla limpia y sin una sola arruga, la bata narra historias, en ella puedes encontrar rastros de sangre después de una atención en urgencias, manchas de comida tras doblar turno y sentirte agotado, puedes cargar en ella bombones y crayones para calmar a tus pacientes pediátricos, pues la bata es algo así como un sombrero mágico que siempre está con nosotros, le cabe el fonendo, el tensiómetro e incluso, algunos más osados llevan consigo el equipo de órganos, el cargador del celular y hasta el manual de dosis de los paisas, ¿y saben qué es lo mejor de la bata? Su significado no lo venden en ninguna tienda; tu nombre grabado con el azul javeriano justo encima de tan histórico escudo no es gratuito. Ahora portas una bata que te representa como parte de una de las escuelas de más tradición, que además de la excelencia académica nos reitera el trato ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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humano y empático, así este símbolo es el recordatorio de que estás al servicio de los demás, de aquellos que te necesitan. Así pues colegas, cuando las palabras de despedida le den cierre al evento de esta noche y nos pongamos de pie para felicitarnos y abrazarnos entre nosotros, de reconocernos como idealistas que compartimos de algún modo un mismo sueño, cuando caminemos hacía nuestras familias y amigos con la satisfacción del deber cumplido, cuando salgamos triunfantes por esa puerta a seguir celebrando este gran logro portando este símbolo de nuestro compromiso con la medicina… Quiero…que recordemos la gran responsabilidad que llevamos a cuestas, quiero que recordemos que desde que comenzamos somos abanderados de la profesión más noble, quiero que recordemos que desde hoy, esta, la bata blanca, será el atuendo que nos vista mientras nos seguimos convirtiendo en picazos de la vida, y nunca olviden que la vida es corta y el arte es largo. Gracias.

Payaso Ximena Cabrera Muñoz Se levantó y el reloj marcaba las cuatro de la mañana. Había dormido solo cuatro horas. No se quejó, no podía pedir más. Somnoliento, buscó la propietaria del aroma que lo inundó al momento de abrir los ojos, y aturdido tuvo que aceptar la realidad. No estaba. 86

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Se sentó en la cama y con las manos tocó su cara ya arrugada. Un sollozo escapó y procuró apurarse porque sabía que dentro de media hora sería ya tiempo de estar desayunando, si es que a un café que ya estará frío se le puede definir así. Un paso y luego el otro. Qué bueno que esas manías no se le olvidan a uno, pensaba, al tiempo que abría la ducha. La puerta corrediza se atoró a mitad de camino. Justo como él. Vaya mundo irónico. El blanco del cuarto que en algún momento fue amarillo lo miraba acusadoramente. Su maquillaje en una esquina, medio acabado y manchado de ceniza, cosía malevos planos debajo de tales cremas. Era un día cualquiera, un día que desde un principio estaba manchado por la anterior noche. Al salir, tomó la toalla mojada que arrogantemente esquivaba el frío matutino. Se arropó con ella tratando inútilmente de obtener calor, secó su cuerpo y se puso una batola larga y blanca, resaltando su lividez ya conocida por pocos. De repente, empezó a llover; decidió recoger su pocillo con café bien cargado y espeso y posarse aunque fuera un minuto en la ventana mientras la gente ya se movía con facilidad y danzaba al compás de paraguas a la lluvia. Nadie lo reconoció. Nadie se molestó en reconocerlo, el sólo era un estereotipo de la felicidad. Se rió. Volteó la cara y buscó con sus orbes la imagen demacrada situada arriba de su cama. Un niño, un niño sonriente agarrando un globo y la mano de un payaso. La mano de él. Suspiró, y se cambió. Alistó las medias largas, se quitó la bata y le dio por cerrar la ventana al mismo tiempo. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Aludiendo a su mala suerte se golpeó con el alfeizar y le salió sangre. Más maquillaje que invertir, pensó, haciendo cuentas matemáticas. Decidió continuar con su labor, se enfundó unos pantalones anchos que sujetó a una camisilla que antes hacía parte de la ropa sucia. Usó un chaleco y una flor marchita, con agua. Los zapatos eran para el final. Recordó cómo su padre le decía que los buenos zapatos llevaban a buenos lugares. A veces la gente se daba cuenta de la inconformidad consigo mismo, con ellos. El único consuelo en esos casos era aguantar mil toneladas de maquillaje y un dolor de músculo al forzar la sonrisa un poco más. Claro que le inundaba la rabia cuando no le creían, rabia consigo mismo por no actuar bien. Alejándose de esas cavilaciones lavó el pocillo con humildad. Lo dejó en una esquina y se agachó para calzarse los zapatos. Ahora, vuelve a ver la imagen del niño sonriente. Mateo, menciona, y el nombre se escapa apurado de su boca, sin querer retornar. Cierra la puerta sin ser brusco y ésta le responde con un sonoro y seco golpe. Guarda la llave en su bolsillo izquierdo, ya que el derecho tiene un roto. Escucha a sus vecinos salir apurados, ve el amante sofocado tratando de bajarse por una ventana y al esposo abriendo la puerta. Ve a la mujer de refilón que le sonríe y él, percatándose, hace un movimiento con la mano. De todas formas, él, es sólo un payaso. Todos los días dedica un minuto, si mucho dos, para pensar antes de abrir la puerta principal. Se encomienda a Dios, 88

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se persigna. Y se dispone a salir, como si no tuviera otra opción. Y la verdad es que la tiene o muy a su pesar la tuvo y por largos años. Pero ahora se encuentra como su bolsillo derecho y su flor. Es así, como se dirige al semáforo de siempre, con la misma actitud de todos los días y con el anhelo de encontrar lo perpetuo, con el anhelo de encontrar a Mateo.

Lágrimas Martha Pisco Viáfara ¿Por qué dejar salir lo que por naturaleza viene de adentro? ¿Por qué no simplemente permitir que rebosen con la esperanza de que eventualmente se evaporen? ¿Quién fue ese que dijo que era sano dejarlas salir? ¿A qué le temía? ¿Al dolor acaso? ¿O tal vez a la opresión que se siente en el pecho cuando se acumulan y rebosan? Yo no le temo… que duela si ha de doler. Es que finalmente el dolor me recuerda que estoy viva. Finalmente el dolor me permite diferenciar entre mis sueños perfectos y mi realidad turbulenta. ¿O tal vez era el miedo al colapso? Es que si se rompen un par de costillas tratando de contenerlo todo… reuniré los pedazos y a remiendos los juntaré. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Y tal vez andando escuche el crepitar de las piezas remendadas, y recordaré que estoy viva, que es real, que ha sido un arduo camino el que he debido andar…. Recordaré que no fue fácil, y me sentiré orgullosa de seguir andando, me sentiré fuerte mientras el dolor me recuerde que es real…

Sobre “mortal y rosa” de Francisco Umbral Pamela Andrea Collazos Doering Ximena Cabrera Muñoz “La risa de mi hijo. He perdido la risa de mi hijo” Francisco Umbral

Basta ver el epígrafe de Francisco Umbral, para dimensionar la magnitud escondida detrás de estas letras. Mortal y rosa es un escrito de 1975, en el cual Umbral, un escritor español, recopila uno de los acontecimientos más dolorosos de su vida. La muerte de su hijo, quien fallece a la edad de seis años, víctima de una de las enfermedades más desgarradoras que puede llegar a padecer cualquier persona, y aún más, si se trata de una personita, como lo fue Francisco Pérez Suárez o Pincho, como le decía su padre.

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Escogimos esta novela, porque, a pesar de que el autor no sea médico, alcanza a acoger las emociones, sentimientos, cambios de vida y pensamientos, con los que al final de nuestra formación académica nos veremos obligados a afrontar. Pues queramos o no, sin importar la especialización, enfoque o interés, será una habilidad que tendremos que desarrollar o simplemente, aprender a manejar. En esta historia, se habla de la muerte de un niño de seis años a causa de leucemia, pero pudo haber sido Paula F. Allende, hija de la escritora Isabel Allende, la que se viera ligada a ese futuro. En este caso, le tocó al autor. Nadie está exento del desenlace de nuestras vidas. Carlos Presman, médico y escritor argentino, sostiene en su libro Letra de médico que tomamos conciencia en aquel momento, en el que la muerte es nuestro destino inevitable. “Es la gran ruptura de la existencia, es cuando perdemos la ingenuidad”. Eso nos lleva a plantearnos, retomando la teoría de Presman, ¿sucede lo mismo cuando hablamos de un ser ingenuo que ni siquiera logró terminar una etapa? ¿Qué murió dentro de la ingenuidad misma, como un ser transparente? Quizá un niño que nunca entendió el concepto de muerte. En esa etapa de niñez nos respondemos muchas preguntas acorde a nuestra imaginación, lo que vemos, oímos, lo que nos gusta; nos preocupamos sobre el mejor juguete; nos vamos a dormir con un cuento que sabemos que mañana va a continuar. Pero, ¿qué pasa si no? ¿Perderíamos esa ingenuidad? ¿Pincho la perdió?

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Quizá nunca lleguemos a resolver esta pregunta, pero de lo que sí seremos testigos, es del dolor que genera la partida de un ser querido, ya sea por cuenta propia o por personas ajenas. Es tanto así, que a pesar de que se trate de una lectura y no sepamos cómo es el amor hacia un hijo, el dolor ajeno conmueve y sensibiliza el corazón de todos, no solo de los médicos. Para finalizar, debemos decir que esta novela, si bien no la leímos toda, nos dejó una gran enseñanza y ánimos de culminarla algún día. Está repleta de melancolía y aceptación por un futuro ineludible. “La imaginación es el vuelo de un sentido a través de todos los otros. La imaginación es la sinestesia, el olfato que quiere ser tacto, el tacto que quiere ser mirada. No basta con mirar. Hay que sobre mirar, sobre ver.” Francisco Umbral

Cuando las escuché cantar Natalia Vallejo Alzate Eran las cinco de la tarde de un día martes cualquiera, de un inolvidable agosto. El cielo estaba nublado como es típico en el Pacífico colombiano. El agua cálida y el océano, se compadecían de mí al dejarme disfrutar su inmensidad y belleza.

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Ajusté mi careta y después de contar hasta tres me sumergí. No veía nada. Todo estaba totalmente oscuro y antes de que el miedo a la deriva se apoderara de mí, las escuché…mi corazón de inmediato se aceleró, cada milímetro de mi piel las sintió. Después de unos segundos mi cerebro advirtió que si las escuchaba tan claro es porque estaban cerca; así que abrí los ojos como si se fueran a salir de sus orbitas y comencé a girar, seguía sin ver nada pero ellas continuaban cantando para mí. Esa noche me arrulló la lluvia y el movimiento de las palmeras agitadas por el inclemente soplar del viento. Desperté y al mirar por la ventana descubrí un maravilloso sol que calentaba la montaña y le daba visos de colores al mar. Ese día me dediqué a descubrir lo salvaje y vivo que puede ser un pequeño pedazo de tierra en medio de tal inmensidad. Al caer la tarde caminábamos por la playa cuando alcancé a oír que unos niños pedían auxilio. Quizás por mirarlas, el mar se los quería robar y sus pequeños brazos y piernas no les alcanzaban para regresar a tierra. Jack mi compañero, les gritó desde la orilla guiándolos para salir. Pero vimos que faltaban dos de ellos; nos quitamos los zapatos, dejé mis gafas junto a una roca y nos lanzamos a nadar. Sentía que nadaba un metro y el mar me devolvía dos, cada que la ola subía la perdía de vista. Irónicamente era literal que no la veía, gracias a una miopía que me acompaña desde pequeña. Le grité a Jack quien me guió en su dirección y se fue por el otro niño.

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Era como si el océano se hubiera enamorado de ellos y no los quisiera devolver; cada vez más lejos de la orilla, cada vez más oscuro, cada vez más fuerte la siguiente ola. Hasta que llegué a su lado y pude ver que una pequeña de apenas doce años, de cabello rubio y rizado, se esforzaba por mantener su cabeza fuera del agua. Al verme estiró sus brazos para aferrarse a mí, me alejé y le dije: – No me cojas, yo te sujetaré. Confía en mí. De inmediato la niña se hundió, me sumergí y estiré mis brazos. No se veía nada, no se escuchaba nada, pero la encontré. Apoyé su cuerpo en mi pecho y caderas, saqué su cara del agua, la puse mirando al cielo y nadé… Cuando llegué a la orilla, después de una eternidad, la acostamos en una camilla. Respiraba con dificultad, sus labios estaban azules y ya sus mejillas no tenían color. Corrimos con ella a una pequeña enfermería con algunos insumos y sin quien la atendiera; Jack apareció con un dispositivo de oxigenación de emergencias para equipos de buceo. Le pusimos la máscara y poco a poco empezó a abrir sus ojos. Jack y yo nos miramos con alivio pero sin liberar la preocupación ¿Qué hacer con un niño en paro en una isla? Empezamos a frotarla para darle calor y estimularla para que estuviera alerta. A medida que pasaban los minutos la niña recuperó la conciencia y mejoró su respiración. Aun no entiendo cómo corríamos por la playa descalzos sin sentir 94

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debajo de nuestros pies, la infinidad de corales, caracoles, coquitos, piedras y demás puntiagudos elementos que forman la playa. Esa noche no pude dejar de llorar. Temí por un minuto que la perdería y jamás me lo hubiera perdonado. Me enojé conmigo, con mis ojos, con el mar y me prometí no volver hacerlo. El día antes de irme me sumergí de nuevo en el océano. Esta vez un poco más profundo y él me mostró todos sus colores, infinidad de pececitos y una hermosa, gigante y elegante tortuga. Tomé esto como una disculpa, y entonces las escuché de nuevo. En ese momento me dejé llevar, cerré mis ojos y floté. Cuando salí a la superficie pude verlas. Levantaban cada una sus aletas como si me saludaran, y luego, las dejaban caer sobre el agua. Entonces, entendí como que ellas me perdonaban…

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Los seres queridos



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Mi viejita María Camila Murcia Piedrahita Carmen Pinzón es mi bisabuela. Me conmueve bastante contar lo que hasta el día de hoy, me persigue. Carmen, desde hace muchos años, vivía lejos pero muy cerca de mí. Pedro, mi abuelo –su hijo– solía visitarla, cada ocho días. Le llevaba su mercado, a ella, quien vivía muy sola. Carmen es una mujer que recuerdo como alguien “templado”, es decir, de temperamento fuerte, difícil de llevar. Padecía varias enfermedades, que significaban quejas, dolor, insomnio y soledad. Yo estaba en cuarto semestre de mi Carrera… Para ese entonces, aún no comprendía sobre eso de sentir el dolor del enfermo; tampoco, el manejo de ciertas patologías y cómo no “contagiarse” de los miedos ajenos. Un buen día fui a visitarla, junto a mi madre. Hace meses no veía a mi abuelita. No sabía qué esperar. Hace algunos años no hablaba con ella, no sabía cómo luciría, si su piel había envejecido, si su mente estaba ya pérdida, o si se acordaría de mí. Llegamos, y por supuesto, no recordaba mi nombre. Su mente estaba más allá que acá. Sus 89 años, no eran gratis. Al entrar a ese gran cuarto con pocos espacios libres, vi sobre la cama, una “viejita delgada”, rodeada de cajas. No se bañaba hacía meses, no se alimentaba bien. Sentí mucho ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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dolor. Entonces, apliqué lo poco que sabía. Tomé una toalla, la humedecí, la sostuve con mis brazos, como un bebé; la vestí, la peiné, me enternecí con mi abuelita. Pasaron otros meses sin verla, sin saber de ella... Hasta que tomé la decisión junto a mi madre, de llevarla a nuestra casa. Carmen ya no podía caminar, moverla de un lado a otro era muy difícil, pero lo hicimos. Pasó una semana en mi casa; el primer día, no durmió, no comió, incluso no se dejaba bañar, lloraba, y al cabo de un rato nos agradecía profundamente todo el esfuerzo que hacíamos. ¡Qué buena semana pasó, qué buena semana pasamos! Ella pedía morir, pasaba largas horas mirando al cielo, incluso hablaba en voz alta, ella pedía descansar. El día sábado, después de una semana de estar entre nosotros, su rostro, su mirada, incluso su discurso, habían cambiado. Ella estaba tranquila y feliz. Era el fin de semana de la madre, iríamos a un restaurante. Sería difícil llevar a la abuela, así que decidimos llevarla a su hogar. Ese fue el último día que la escuché hablar. Ese día ella falleció. Estuve junto a ella su última semana de vida. Mi viejita me enseñó a cuidar del otro, a dar amor, a lidiar con las quejas del otro, a vivir.

Despierta, ángel Silvia Abonia Castillo Valeria es hermosa. No como esas chicas de revista; ella es como el arte, particular, simpática, guerrera, bulliciosa 100

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y curiosa. Valeria sufre, yo sufro, todos sufrimos. Valeria lucha, yo lucho, nosotros queremos que luche…Valeria tiene esperanza, me da esperanza, nos da esperanza ¡Lucero! No, nos prives de volver a ver a ver tus ojitos brillar un día más. Valeria es mi prima, tan cercana como una hermana e importante como el amor. Valeria salió de su casa en moto junto con su mamá para la clínica, pues mi tía había sufrido un accidente de moto. Y era necesario que se realizara terapias para que su brazo y pierna lastimados retornaran a su perfecto estado. – ¡Vale, corazón, encomiéndate a Dios para que en esa entrevista todo salga muy bien! – Ay, no. No, mamá. Yo no creo en Dios Vale salió de la clínica para el SENA, donde por fin la entrevistarían. Pero Vale no volvió con una buena noticia. Retornó en una camilla con un trauma cráneo encefálico severo, luego de haber sido atropellada por un automóvil que iba manejando un hombre frío y amargo que decidió escapar después de lo ocurrido ¡Cobarde!, le gritaron. Vale no sonríe más. Está callada, me mata su silencio prolongado. Seis días bajo un sueño profundo, dijeron los médicos. Vale hoy reconoció a su mamá, la sintió y percibió su amor. Vale se llenó de fe, me llenó de fe, nos llenó de fe ¡Lucero! Despierta ángel, el mundo no es igual si tú no estás. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Lado humano José Alejandro García Muñoz El martes 26 de Junio de 2012 llegó una noticia de esas que uno nunca quiere escuchar. Mi tía había sufrido un accidente de moto; intuí, que era muy grave. Los niños de la casa siempre hemos sido mi prima y yo. Mi tía, desde que tengo conciencia, ha tenido una relación más cercana con mi prima que la que comparte conmigo. Ha sido la niña de sus ojos; a pesar de no ser su hija, siempre la trató así. A mí me ha descuidado un poco, pero eso no significa que no me quiera, supongo que lo hace. La trasladaron a la clínica Versalles, pronóstico reservado. Parecía que la situación era compleja. Poco a poco fuimos llegando personas de la familia que llegaban directamente de sus respectivos trabajos a averiguar qué era lo que había sucedido. Eran aproximadamente las siete de la noche. Llegó mi turno de pasar a verla en la sala de urgencias. El llanto de mis tías y mis familiares al salir antes que yo entrara lo decía todo. Quien sabe con qué me encontraría. Comencé a pasar camilla por camilla, sección por sección hasta que la encontré. Llegué a la cama número 7. Mi corazón y mi cuerpo experimentaron unas reacciones extrañas, jamás sentidas. Deslicé la cortina y la vi. Estaba ahí dormida con el rostro lleno de vendas y los brazos tapados. Se debatía entre la vida y la muerte. Quería convertirme en Dios para 102

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curarla totalmente pues me desgarraba el alma verla en esas condiciones. Hasta el día de hoy he sido una persona muy fuerte ante estas cosas que hieren a más de uno. Pero tengo que confesarlo: me conmovió el corazón ese instante, no solo porque era mi tía, sino porque era un ser humano, una mujer trabajadora que no merecía semejante magnitud de dolor. Este ha sido un momento en el que mi nobleza espiritual se ha materializado. Llegué a convertirme en el mejor cuidador, en el mejor ayudante, en el mejor amigo. Estaba muy pendiente día a día, noche tras noche hasta su recuperación. Después de unos meses, así ocurrió. Entonces comprendí que la medicina no sería para nada fácil, independientemente que fuese un familiar o no. Para este oficio tienes que mostrar tu lado más humano para comenzar a ayudar. He tratado de dejar atrás mis niveles de insensibilidad, para ser empático con aquel que sufre porque de eso se trata la vida y la medicina. Espero seguir dejando atrás esa insensibilidad que algunas veces me aqueja…

La última visita a mi abuela Maria Ángela Rengifo De Lima En mi último viaje a Brasil, visite a mi tía abuela María Ángela. Tiene 76 años y por causa del cigarrillo que le ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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destruyó los pulmones, vive anclada a una bomba de oxígeno para poder respirar. No sale nunca de su casa y por esto a veces la juzgamos, porque mientras más sedentaria sea más complicaciones y enfermedades puede desarrollar. Y la verdad es que nos da miedo perderla. El mismo día que llegué a Brasil, tenía un banquete esperándome en su casa, estaba muy ansiosa por mi visita, pues hacía dos años que no iba. Ese día se arregló con vestido elegante, con su tradicional peinado de siempre; se maquilló y salió de su cuarto para recibirme en la sala de pie, mostrándome que podía caminar. Estaba linda y contenta, por esto, verla me alegró mucho. Dos semanas después le dio una infección urinaria, se descompensó y tuvo que ir rápidamente a la UCI, pues no solo tiene acabado el pulmón, sino que se le complicó el corazón. Fue tan grave su condición que eran grandes las probabilidades de que muriera; en la UCI le pusieron una máscara de oxígeno, y pudo después de un tiempo, responder al tratamiento. Posteriormente fue necesario hacerle una traqueotomía, y hasta el día de ayer estuvo internada en la UCI pues a medida que pasaba el tiempo aunque mejoraba, aparecían otras complicaciones. Se mantuvo con la presión arterial muy alta, incluso llegó a tener un “shock” Antes de viajar (una semana después de haber sido internada), la visité; fue impactante para mí ver cómo en esa semana de internación se había deteriorado. No era difícil darse cuenta que estaba sufriendo, no podía hablar por la traqueotomía ni

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tenía la dentadura puesta; al verme, se emocionó e intento, hablarme, sin embargo, yo no le entendía, solo pensaba en la impotencia que debía estar sintiendo por la dificultad que tenía para comunicarse. Tenía pañales, estaba muy inflamada, en todo el cuerpo y el rostro, llena de eritemas alrededor del cuello. Pude ver que se encontraba cansada, pues ni siquiera pudo dormir bien ya que la mayoría de complicaciones ocurría de noche, era totalmente dependiente y a pesar del cansancio, tenía mucho miedo a morir. Ella no quería que su esposo la viera pues no se veía nada bien, honestamente no entendía por qué, pues si yo estuviese cerca de morir me gustaría estar con quienes más amo, no entendía, pero al día siguiente lo comprendí al encontrar una foto de mi tía joven. Aunque todos siempre me dijeron lo bonita que era, no podía imaginarlo hasta ver dicha foto, pues mi tía no era solo bonita, era hermosa, considerada la más linda de Niteroi (ciudad donde vive); incluso, las personas en la calle la confundían con actrices de Hollywood. Fue en ese momento cuando comprendí lo difícil que era para ella salir a la calle y ser vista en estas condiciones después de haber pasado una vida entera como la mujer más hermosa. Comprendí cómo es de complejo estar en dicha situación en la cual sufres no solo por tener la enfermedad, sino por todo lo que te puede causar, todo lo que pierdes, y cómo puedes sufrir. Igualmente entendí que hay muchas cosas que no son lógicas para nosotros en primera instancia, pero siempre hay algo detrás, y la única forma de comprender es analizando y teniendo en cuenta las diferentes vivencias y dimensiones de cada persona.

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Ella es mi inspiración Maria Camila Lora Osorio Pensándolo bien, esta es una situación que me ha influenciado desde que era muy chiquita, pues desde mis dos años quizá tres, la enfermedad de mi madre ha tocado las emociones más escondidas y más fuertes. Y tal vez nos ha enfrentado, o a mí en especial, a mis más grandes temores. Claramente no soy plenamente consciente del momento en el cual ella enfermó, pues aún era un bebé, pero sí recuerdo (increíblemente) su ausencia en casa durante algunas semanas, y el desespero de mi padre al ver a sus dos hijos sin la compañía de su madre, dos chiquitos que estaban en el momento en el que más necesitaban de ella. En mi mente está tan presente como si hubiera sido ayer, el día en que por fin ella regresó, en su pijama, cubriéndose con una cobija verde. Su piel morena se veía tan pálida, y ella, una mujer tan fuerte se veía extrañamente frágil. Esta es una enfermedad que tiene crisis, por lo cual, supongo yo, hubo un lapso de tiempo en el que estuvo controlada, pero siendo yo más grande, me concienticé de la gravedad de las cosas. Por eso, creo yo, creé un vínculo tan fuerte con ella, pues ella es mi modelo a seguir, y mi miedo más grande es su sufrimiento, su ausencia. Por ello a lo largo de mi vida he aprendido a disfrutar cada momento con mi madre.

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La última crisis que recuerdo, fue cuando yo tenía como doce años, tal vez menos. Tuve mucho miedo. Nadie sabía qué era lo que realmente tenía, nadie sabía cómo estaba atacando esta vez la enfermedad su cuerpo. Ella estaba en la UCI y a mí, obviamente, no me permitían verla. Sin embargo, a mi corta edad, trataba de mostrarme lo más fuerte posible pues no quería empeorar la situación. Pero hasta mi padre, un hombre tan duro, se veía derrumbado y triste. Consiguieron dejarme verla y me llenó de alegría ver su fuerza. Sabía que ella tenía la motivación suficiente para seguir adelante, y lo logró; mejor aún, no volvió a tener crisis. Aunque científicamente es imposible, tanto ella como nosotros decimos que se curó, que la enfermedad se ha ido de su cuerpo. Ella dice que todo es obra de Dios. Siempre ha tenido una fe inmensa, y la ha transmitido a todos los que la rodean. Ella fue mi inspiración para escoger esta Carrera y mi fortaleza para mantenerme. En sus ojos se ve la tristeza cuando habla de ese médico que de forma inhumana le dijo que le podrían quedar meses de vida o tal vez algunos años, que se iba a poner muy mal. Lo único que a ella le importaba en ese momento eran sus hijos, y fueron ellos su fortaleza para salir adelante. Hoy, 23 años después, está mejor que nunca y lleva más de dos años sin tomar ningún medicamento.

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Envejecimiento



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Esta sección de la revista, contiene los textos producidos por los estudiantes, en la asignatura Envejecimiento y Salud, del Departamento de Salud Pública, con la profesora Elba María Bermúdez Quintana.

Memorias de mi vejez Daniela Fernanda Bolaños Hernández María Catalina Gallego Manrique Valentina Martínez Morales Licek Natalia Morales Arias Brianna Isabella Orozco Polo Claudia Vanessa Trujillo Ospina “La expectativa cuando nos volvemos ancianos es recibir el cuidado y apoyo de nuestros hijos ya que tienen la obligación moral, social y religiosa’’ Leticia Robles Silva, Elba Karina Vázquez-Garnica, El cuidado a los ancianos: Las valoraciones en torno al cuidado no familiar.

Me encuentro sentado en mi silla mecedora mientras se oculta el sol, y observo desde la ventana con gran nostalgia, una pareja cuidando a su pequeño hijo que apenas da sus primeros pasos. Esos recuerdos que nunca imaginé se pasan hoy por mi memoria: las noches y los días en que éramos infinitamente felices al compartir cada minuto con ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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nuestros hijos, en los que entregamos toda nuestra juventud y realizamos innumerables sacrificios para no perdernos ni un segundo de sus vidas… nos sentíamos sus héroes! Poco a poco, todo fue cambiando sin darnos cuenta, o sin querer aceptarlo, a sus 20 años de edad ya no éramos su apoyo incondicional. Sus amigos ocuparon ese lugar, los tan anhelados paseos familiares, del fin de semana, se convirtieron en fiestas y las vacaciones en casa de los abuelos eran un plan de última opción. ¿Extrañarán a sus padres cuando les falten? Es una pregunta que invade mi pensamiento, casi que a diario. Hay ciertos días en que despierto con la sensación de no pertenecer a este hogar. Extraño la pared llena de retratos familiares y cuadros artísticos de mi esposa, mis hijos corriendo y haciendo preguntas repetitivas, y cómo no extrañar el inconfundible olor a pastel recién horneado. Tengo un techo para refugiarme, dinero, alimentación y vestido, pero en la vida hay otros factores realmente importantes como una pareja con quien compartir cada momento y unos hijos que estén pendientes de sus padres, que les brinden amor, comprensión y cuidado. En este hogar solo soy el “viejo”, al que tienen que cuidar, alimentar y hasta vestir. Sé que soy una carga, incluso duermo en la última habitación de la casa. Realmente no pido mucho, tan solo respeto, una sonrisa amable, un abrazo o un pequeño presente que me haga sentir que hago parte de la familia. Hace dos años perdí a mi esposa, el amor de mi vida, mi compañía y mi apoyo incondicional. Después, todo cambió. 112

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Según mis hijos, ya no podía cuidarme solo y tenía dos opciones: vivir en su casa y ser cuidado por ellos, o vivir en un centro especial para el cuidado de los ancianos. No lo dudé ni un segundo, y escogí vivir con mi familia, esperando tan solo el mismo amor, cariño y dedicación que les brindé toda mi vida. Pero no lo obtuve, el trato es similar al de un niño pequeño, pero sin la libertad de divertirme como deseo. Me despiertan en la mañana, me llevan el desayuno a la cama, me bañan, me visten y me sientan en mi mecedora. Horas después, me dan el almuerzo y en la noche, la cena. Me bañan de nuevo, me ponen la pijama, y a dormir. En realidad, mis necesidades son suplidas, pero hay algo que siento que aún me falta. Tal vez sea el amor con el que me tratan, pues a mi modo de ver, no es suficiente con alimentarme. Lo fundamental, es recibir el afecto que alimenta el alma y nos llena de regocijo. Siento que soy una carga para mi familia, ya no soy parte de sus vidas, soy tan solo una obligación para ellos. “Están pendientes de mis cuidados” por el simple hecho de cumplir y no por ser una persona que anhelan ver cada mañana y compartir tiempo juntos, escuchar mis historias e incluso sus propias historias de cuando solo eran unos niños, en las que mi amada esposa y yo, cuidábamos con tanto amor y dedicación. Me siento tan triste, que para refugiarme trato de imaginar que aún soy joven, que tengo a mi esposa a mi lado y que mis hijos aún están pequeños, que puedo compartir cada segundo con ellos. Pinto cuadros de familias felices en diferentes escenarios y en diferentes etapas de la vida… la felicidad es lo que más anhelo. Cuando los termino, lo primero que quiero hacer es mostrarle a mis hijos, orgulloso ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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de mi esfuerzo y con la ilusión de conmoverlos, pero nunca lo logro. Tan solo voltean a ver el cuadro y sonríen, con una sonrisa de esas que no son sinceras, de esas sonrisas que no llegan al alma. Sé que en algún momento les tendré que expresar lo que realmente siento y lo que quiero para mi vida, porque cada día envejezco más, mi corazón y mis músculos en general se debilitan, me siento cansado, incluso, caminar pequeñas distancias ya no me es posible. Pero cuando estoy decidido a hacerlo miles de pensamientos me invaden y me detienen, imagino a mis hijos diciéndome “¡Papá, no camines! ¡Papá, quédate quieto! ¡Papá, tienes que comer esto! ¡Papá, tienes que dormir temprano!”, entre muchas otras frases. Por lo tanto, por ahora he decidido vivir mis últimos días al máximo, hasta el día que decida enfrentarlos o fugarme de casa como un adolescente, con el objetivo de ser feliz, realmente feliz, así fallezca en el intento. El día que lo decida reuniré a mis hijos, a la hora de la cena, para informarles mi idea de unirme al grupo de la tercera edad del barrio. Por supuesto escucharé sus críticas con respecto al tema, pero digan lo que digan, haré parte de ese grupo. Sé que esto me permitirá conocer personas que puedan sentir lo mismo que yo, que estén pasando por una situación parecida o que puedan darme consejos sobre cómo lidiar con mi situación. Nos divertiremos, nos distraeremos y estaremos realizando lo que a cada uno le gusta en realidad. Unos practicarán deporte, otros pintaremos cuadros y otros tejerán un vestido para su nieta. Sé que mi cuerpo está deteriorado, pero mientras me sienta joven, no descansaré 114

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hasta sentirme vivo de nuevo y agradecido de poder seguir en este mundo disfrutando de todo lo que tiene para ofrecer. Pasan los días y solo pienso en cómo y cuándo podré expresarles mi idea. Hoy recibí la visita de la líder del grupo de la tercera edad, me explicó todo sobre el grupo y me animó una y otra vez para expresarles la idea a mis hijos, creo que este fue el motivo por el cual lo logré. Cinco meses después de lograr expresar mi idea, soy el hombre feliz, que por mucho tiempo no pude ser. Todos los días espero que el reloj marque las 3:00 para reunirme con el grupo en el parque central del barrio. Realmente es conmovedor conocer otras personas que están viviendo la misma situación que yo, para unos más difícil que para otros, pero siempre llegando a la conclusión de sentirnos solos y abandonados por los que más amamos. En ese espacio de tres horas, nos expresamos, realizamos diferentes actividades lúdicas, compartimos no solo el tiempo, sino también experiencias, y hasta comida. Entre tantos temas de charla, el más común es el sentimiento de “ridiculez”, cuando nos tratan como a unos niños, indefensos, inútiles e incapaces de ser autónomos. La pregunta que siempre surge ¿Cómo después de tantos años de sacrificios, cuidados, responsabilidad, amor, cariño y felicidad invertidos en nuestras familias, terminamos de esta forma? Dicen que la jubilación es el “júbilo”, el tiempo que tenemos los adultos mayores para dedicar tiempo a nosotros mismos, a lo que verdaderamente nos gusta y nos apasiona, a volver a ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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coger ese gusto por las cosas efímeras, por las cosas simples, como para mí es la pintura, y de verdad que lo hago muy bien, pero nadie lo notó. Así que propuse nuevas ideas para realizar, en dicho grupo, actividades diferentes cada día, como pintar (pero pintar en serio, no esos “muñequitos” pintados con crayola que tanto odiábamos). Leer, escribir, cantar, salir con nuestros amigos e ir a caminatas. Al cabo del tiempo, el grupo cogió mucha fuerza y ya éramos más de 60 adultos mayores, y era entendible, pues las personas que hacíamos parte de éste y los que lo habíamos organizado éramos pares, es decir, entendíamos las necesidades de cada uno de los participantes, qué querían y cómo lo querían, para así al final de cuentas, tener todos un espacio en donde nos sintiéramos libres de ser lo que en casa nunca podíamos ser, de liberarnos de etiquetas que siempre nos ponen y sentirnos en júbilo, por fin! Este grupo más que un grupo de esparcimiento se volvió un grupo de auto-terapia, pues muchos habían perdido hasta el sentido que le tenían a la vida y junto a nosotros lograron renacer. Desde ese momento, mi vida dio un giro de 180º grados, mi familia empezó a entender mis verdaderas necesidades, más que biológicas, mis necesidades espirituales…del alma, y así poco a poco, fuimos construyendo entre todos un hogar lleno de comprensión y de amor, en donde nos sintiéramos cada uno parte de esta familia.

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Envejecimiento y salud Laura Cabrera Salazar Luisa Fernanda De Alba Josué Herrera Este diario pertenece a Felipe Ortiz Gómez Noviembre 23 de 1965 Siendo las 4:45 a.m., abrí mis ojos con gran entusiasmo, dispuesto a iniciar un largo día de trabajo en el Hospital. Era un día bastante oscuro, en Cali llovía a cántaros, la calle quinta, que es mi ruta habitual, estaba inundada y mi carro quedó estancado. El entusiasmo con el que inicié el día, se fue al piso. Mi primer paciente del día, fue una bella mujer. Se asomó a mi puerta. y dijo: “¿Usted es el Doctor Felipe Ortiz, cierto?”. Era muy atractiva, y aunque usualmente estas características no despiertan un interés en mí, más allá de la relación médico paciente, mi sistema lanzaba descargas abruptas de serotonina; y esta vez fue diferente. Más allá de su nombre no pude saber nada más. Mi profesión de Médico me lo impedía; pero con seguridad que esto cambio mi día, y lo tornó aún más difícil. Mi segundo paciente era un niño. Llegó al Hospital muy tarde. El diagnóstico era “apendicitis”. Lamentablemente, venía desde lejos, y al momento de iniciar su valoración física, me di cuenta que el diagnóstico había cambiado: ahora era peritonitis. El caso era bastante grave y se ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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tornaba peor cada segundo. Este caso ya no me era de mi responsabilidad, pero sabía que tenía muy mal pronóstico. Otro infortunio se sumaba a la lista negra de este mal día: el almuerzo no era de mi agrado y para completar el día, el paciente que atendí a las 2:45 de la tarde, era un anciano, y solo Dios sabe cuánto me cuesta atenderlos. No me imagino siendo tan dependiente y enfermizo. Para mí, eso sencillamente, no es vida. El anciano llegó a la consulta desorientado. No estaba seguro de por qué estaba ahí, pues su acompañante cumplió con su parte de llevarlo al hospital y se fue. Su diagnóstico era simple: tenía “Alzheimer”, pero el motivo de consulta era un “fuerte dolor en las articulaciones”, que limitaba aún más sus movimientos, puesto que se había caído al intentar bañarse solo. Traté de brindarle la mejor atención, pero el paciente era terco e interrumpía constantemente mi trabajo con sus múltiples historias. Parecía que más que una consulta con un médico, quería que fuese su psicólogo, algo que para lo cual, yo no tenía ni el tiempo, ni las ganas de hacer. Fueron los 20 minutos más difíciles de mi día, pues no soy bueno evadiendo tantas preguntas innecesarias, e historias que no me interesan y para completar, mi genio revienta cundo tengo que lidiar con alguien que no recuerda ni su propio nombre. Nunca me sentí tan agradecido, como cuando terminó la consulta y ver salir por la puerta de mi consultorio, a tan difícil paciente. Me alegré pensando que esa sería la primera y última vez, que debería atenderlo, pues su dolor mejoraría 118

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con los medicamentos que le mandé y ahora solo, el pasaría a ser problema de su neurólogo. Los días transcurrían normales, entre arduas madrugadas y trasnochos, unos pacientes más graves que otros, pero nada que saliera de lo común. Albergue Adulto Mayor C.C. HOGAR CASA NOSTRA Julio 23 de 2015 DATOS FILIATORIOS: Apellidos y Nombre: Felipe Ortiz Gómez Edad: 80 años Sexo: Masculino Ocupación: Médico Fecha de nacimiento: Abril 23 de 1935 Número de Historia Clínica: 23144 Estado Civil: Soltero Nacionalidad: Colombiano Residencia actual: Albergue ADULTO Mayor C.C HOGAR CASA NOSTRA Residencia anterior: Calle 3 N 64-60 El Refugio Fecha de internación: Enero 3 de 2013 Enfermedad actual: Parkinson Antecedentes heredofamiliares: Padres: Padre padece de Parkinson, Madre: Cáncer de estómago. Vivos: Ninguno Fallecidos: Padre y Madre. Observaciones: El paciente es muy disperso, sin embargo le gusta mucho escribir; lleva un diario consigo a dónde vaya y en repetidas ocasiones, con dificultad, escribe en él. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Este Diario pertenece a Felipe Ortiz Gómez. Febrero 25 de 2015: Hoy tuve que ir a consulta con mi médico. Es raro e irónico, cuántas vidas no salvé, pero no puedo con la mía, así que otro debe de hacerse cargo. El motivo de esta consulta fue una “fuerte caída” que me dejó con hematoma, el cual, cuando puedo, yo mismo trato. Sin embargo, por la descalcificación de mis huesos, tardo mucho en recuperarme, así que debo ir al médico para obtener de nuevo los medicamentos. Mi médico es algo déspota pero solo conmigo, pues vi su formalidad con una gestante y un niño que llegó con una fractura en el fémur. Para mí esto era humillante. Después de tanto tiempo, es la única persona diferente a las auxiliares del ancianato en el que vivo. No quiero volver. Preferiría auto medicarme. Causar molestias, no es mi intención. Pero a pesar de tratar de ser agradable, siento rechazo y el sentimiento es difícil de explicar. No me siento aún como un estorbo o como una vida perdida. Tal vez hoy, después de tantos años he logrado entender lo que seguramente sintieron aquellos pacientes ancianos que atendí. Sobre todo, el de aquel día gris, en el que conocí a mi esposa. Habría deseado tener un mejor día y así, le habría evitado esta zozobra, que hoy siento yo, al recibir un trato similar. No es grato para nadie sentirse un estorbo, yo también soy un ser humano, digno. Y al igual que aquel niño y aquella gestante, merezco un buen trato. Sin duda, habría sido este proceso agradable para mí. 120

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La relación con mis abuelos Maria Fernanda Becerra Edwin Garcés Caicedo Estefanía González Flórez Jorge Vicini Por fin es sábado en la tarde y me puedo tirar en mi casa a pensar, después de la semana más larga y estresante en el mes, que es el más extenuante y aburrido del año. Siempre me he preguntado: “¿A quién se le ocurrió no poner un solo festivo en Septiembre?” Siempre me ha parecido muy absurdo ¿Cómo es posible que con tantos festivos, tantas cosas que celebrar, ninguna ocurra en Septiembre? No sé,… el día de los gatos, de los perros, o la celebración de algún santo, un mártir o alguna cosa que me evite ir a la universidad, ¡un solo día del mes! Y no es que no me guste ir a la universidad, es que es muy agotador estudiar de lunes a sábado, casi todas las horas del día, y no tener ningún descanso o tiempo, para estar con mis amigos. Por eso, de repente, se me ocurrió la mejor idea que he tenido en mucho tiempo: hacer una reunión, “pequeña y calmada”, en mi casa, con todos mis amigos. Igual, justo este fin de semana no había nadie en la casa. Bueno, estaban dos de mis tres hermanos, pero ellos no cuentan. Camilo, mi hermano mayor, casi ni se aparece, desde que tiene nueva novia. Tanto así, que ya casi ni viene al regular, casi obligatorio y super tradicional, almuerzo de los domingos, ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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que regularmente es en nuestra casa, y al que vienen muchos de mis tíos y primos, y mi abuelo que es la persona principal, y quien hace que, todavía, nos reunamos. Y mi otro hermano, Alejandro, que es mi hermano menor, tiene 17 años, y está en la época de ser “social”, como diría mi mamá. “Ya casi, ni para en la casa”. Mi papá y mi mamá están haciendo política, en algún sitio del país, cosa que hacen cada vez con más frecuencia, y mi abuelo, que vive en nuestra casa, desde hace cinco años, está en la casa de Melissa, mi hermana mayor, siendo bisabuelo de mis tres sobrinos: Miguel que tiene 20 meses, Lucía y Esteban que tienen 2 meses. No creo que alguna vez haya visto a mi abuelo más feliz que el día en que mi hermana le contó que iba a ser bisabuelo por décima vez y más, por partida doble; o bueno, tal vez el día de su cumpleaños número 80, día en que todos sus hijos y sobrinos, vinieron de todas partes del mundo a celebrar, y como regalo, todos los nietos decidimos hacer un “show de talento”: mostramos algún talento que él nos había enseñado, o nos había impulsado y ayudado a intentar desarrollar. Hubo de todo: música que hicimos los nietos, a quienes nos enseñó a tocar guitarra, piano y percusión, y a los que impulsó a cantar y a tocar el saxofón y el clarinete; también hubo baile, lectura de poesía e incluso, varios de mis primos, le regalaron álbumes de fotos y de dibujos. Seguro, ese fue el mejor día que él ha pasado en mucho tiempo, por no decir que el mejor día de toda su vida. Él siempre ha dicho que las artes son “su gran pasión en la vida”, porque son una forma de liberar frustración y dolor, además de expresar todo lo bueno que sentimos y vivimos; “son la mejor salida de los 122

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problemas”, dice, y si no fuera porque se casó muy joven, y tuvo que empezar a trabajar en el negocio de la familia para producir dinero y así poder mantener a su esposa y sus catorce hijos, hubiera sido músico, en vez de dedicarse a los ferrocarriles y a la política, labores que hace, hasta el día de hoy. Creo que he estado pensando mucho en mi abuelo, en estos días, por la conversación que tuve la semana pasada con mi amigo Felipe. Su abuelo, de 87 años, está muy mal de salud porque se cayó de un caballo en el pueblo donde vive; y cuando me lo contó, me dijo que, aunque su padre se escuchaba muy triste cuando lo llamó a contarle la noticia, para él en ese momento le pareció una noticia más. Pensaba más en la tristeza de su padre que en la situación de su abuelo. En cambio, para mí fue muy conmovedor y hasta extraño: no solo porque nunca he pensado en la muerte, o en el momento en que mi abuelo se enferme, sino porque no entiendo, ¿cómo es posible que una noticia así, no afecte más a Felipe? Imagino que para mí sería algo terrible, pero creo que no todas las personas pensamos igual o hemos tenido la misma relación con nuestros abuelos. Pienso que voy a llamar a Felipe para invitarlo a la fiesta, y preguntarle cómo sigue su abuelo… bueno, y también, como sigue él. Contestó el celular, después de muchos timbres. Tenía un tono algo triste y pensativo en su voz y lo único que se me ocurrió preguntarle, fue: – ¿Cómo sigues?

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Su primera respuesta fue: – Bien, pensando muchas cosas. Luego de un silencio, siguió diciendo: “no había tenido tiempo para pensar la situación de mi abuelo y menos, para reflexionar por qué siento, lo que siento”. Luego de una pausa, no se escuchó nada más y sin saber que decir, le pregunté qué había pensado, y él me respondió: “me he estado preguntando cuando tenga mi propio hijo, ¿cómo me gustaría que fuese él con mi padre? Solo esa pregunta me llevó a reflexionar en muchas cosas, ya que la respuesta lógica a esa pregunta, es que mi hijo tratara a mi padre con el mismo amor que lo hago yo. Luego empecé a pensar si es así, por qué no me afecta tanto el estado de salud de mi abuelo, y la única explicación que pude pensar es que tal vez el tiempo y la distancia hicieron que, prácticamente, me olvidara de él. Después, empiezo a imaginarme cómo quisiera envejecer, y luego de muchas ideas, fantasear bobadas y crearme muchas ilusiones, llegué a la conclusión que me gustaría que fuese muy similar a la de mi abuelo: viviendo donde quiero, no donde me pongan a vivir mis hijos, haciendo lo que quiero, junto a las personas que quiero, y no rodeado de extraños, en un hogar de ancianos. Y si me enfermo o me pasa algo, que sea haciendo lo que me gusta, y no sentado en una silla, esperando la muerte. Lo que hace que sea aún más raro, que no me sienta más triste por el estado de mi abuelo, es el hecho que él es la representación de lo que quiere ser y por tanto mi abuelo 124

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es como quiero envejecer; pero hoy pienso que puede ser demasiado tarde y desconsuela imaginar cuántos consejos y cuántas experiencias me perdí de mi abuelo, al no tener una relación cercana con él. Lo peor de todo, es que en este momento, quizás él no se acordará mucho de mí. Tal vez, yo seré uno más de sus más de 30 nietos. Por eso, solo espero que se recupere pronto, para poder empezar a devolverle un poco el cariño que él me dio, cuando era pequeño: llamarlo más seguido, incluso ir a visitarlo y escucharle sus historias y experiencias... no sé... He empezado a descubrir que mi falta de preocupación, cuando escuché la noticia de la caída de mi abuelo, tenía que ver más con el hecho de que estaba bravo conmigo mismo por no haber pasado más tiempo con el cuándo tuve la oportunidad, ¿me entiendes?” Mi respuesta fue solo un silencio. Nunca he tenido esa experiencia. No sé cómo relacionarme con eso, porque mi abuelo es una de las personas más importante en mi vida: he compartido los mejores y los peores momentos con él. Además que me enseñó música, me inspiró a escribir y más que todo, siempre ha estado para mí. Por eso, lo único que puedo decir, es: “lo más importante es que estas reconociendo lo que estás haciendo mal, y lo que quieres cambiar”. “Pero bueno, aparte de todo, quería invitarte a una fiesta en mi casa, así puedes relajarte un poco, y no pensar tanto en la situación de tu abuelo”. Me respondió instantáneamente con un: “obvio, hace mucho no salgo, y no veo a muchos de nuestros amigos… nos vemos ahora”, y colgó el teléfono. La siguiente llamada es para una de mis mejores amigas: Juliana. Ella es una de las personas más sociales que conozco ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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y de seguro, aparte venir a la fiesta, invitaría a un poco de personas con quienes llenar la fiesta. Pero no solo quería hablar de eso, quería hablar con ella sobre la conversación que tuve con Felipe, porque ella ha tenido una relación increíble con su abuela toda la vida. Creo que entiende lo que siento por mi abuelo, porque cuando la escucho hablar de su abuela, que es como su mamá, se nota lo mucho que la quería y cuánto quisiera que estuviera viva, para verla en estos momentos. Por eso, ella de pronto, podría ayudar a entender un poco más, la situación de nuestro amigo. Como era de esperarse, luego de dos llamadas, Juliana no contesta. Esto es típico en ella. Nunca he entendido dónde mantiene el teléfono, o dónde está ella, cada que decido llamarla. Nunca tiene señal o se escucha terrible y por eso, decido llamar a otra persona: Mauricio, el niño más tierno, comprensivo, calmado, centrado y paciente que conozco. Más me demoro en llamar, que él en contestar. Al invitarlo a mi casa, responde que si viene, y me pregunta por qué tengo un tono triste y pensativo. Yo no sé qué decir, porque nunca he hablado con él sobre mi abuelo, y tampoco sé mucho de los suyos, pero de igual forma le digo. La situación de Felipe con lo de su abuelo, me tiene pensando mucho en las relaciones de las personas y sus abuelos. Mauricio no me deja seguir la idea, y me dice: – “Sabes, también lo he pensado mucho. Mi abuelo vive lejos y lo extraño mucho, pero no creo que alguna vez me vaya a sentir decepcionado, si algo le pasara, porque he compartido mucho con él y he aprendido mucho de él. Tengo muchos buenos recuerdos y experiencias con él. Por ejemplo, 126

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uno de los primeros recuerdos que tengo de él, es que un día, hace años, cuando yo apenas tenía ocho años, salimos a comprar el periódico, cuando de un momento a otro, empezó a llover muy fuerte. Yo lloraba demasiado porque caían truenos y granizo grandísimo, y él decidió seguir con mucha calma y paciencia, en nuestra bicicleta rumbo a casa. Luego de unos minutos, cuando ya casi llegábamos, nos caímos y me golpeé la pierna, me raspé el brazo y la pierna, incluso se dañó totalmente la llanta delantera de la bicicleta. Para fortuna de nosotros, mi papá estaba pasando en su carro, nos recogió y nos llevó a la casa. Pero lo que más recuerdo, de ese día, no es el dolor, el golpe, la caída o la lluvia, sino la paciencia y calma con que mi abuelo tomó la situación, y lo cálido, paciente y responsable que fue. Creo que eso me enseñó a forjar parte de mi personalidad y carácter. Me enseñó cómo debo afrontar los desafíos y experiencias difíciles de la vida". También recuerdo, que cuando terminé mi relación con Camila, hace dos años, cuando sentía que era lo peor que me podía pasar, él me dijo que “la vida era de espinas y rosas y que eran más las espinas que las rosas, y que de experiencias se aprende y si había terminado la relación, era porque no me convenía y alguien mejor que ella iba a llegar, pero que debía aprender de los errores de esta relación, para tener una mejor después. Creo que desde ese momento, he madurado mucho en ese sentido, para poder escoger quién verdaderamente quiere estar conmigo, y quién me va a ayudar a crecer como persona. Por esas cosas, creo que, gracias a mi abuelo y a sus enseñanzas, he salido adelante y he podido construir mi vida a base de esfuerzo y dedicación, aprendiendo de todas ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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las experiencias que tengo en mi vida, y aprovechando las oportunidades que la vida me ha dado. Por eso no me siento mal por él, entiendo que debe ser difícil, pero la verdad es solo su culpa” Ante eso, no sé qué contestar. Mauricio tiene razón, pero no puedo evitar sentirme mal por Felipe. Es uno de mis amigos y si él se siente mal, yo también me siento mal. Pero sabiendo por qué Mauricio piensa como piensa, no quería decir más y opto por decirle que lo veo más tarde, en mi casa, y cuelgo el teléfono. Realicé, más o menos, veinte llamadas más a conocidos de la universidad y como a diez personas que conozco, desde que estaba en el colegio y que aún son mis amigos. Todos dijeron que sí y nos veíamos más tarde en mi casa. En medio de decidir a quien más llamar, recibo una llamada de Juliana, ya que había visto mis llamadas perdidas. Me llama preocupada para saber qué pasa, a lo cual respondo con risas, pues solo quería invitarla a la fiesta y hablar de nuestras experiencias con nuestros abuelos, a lo que ella me contesta: – “Recuerdo que mi abuela cumplió, desde que tengo memoria, con el rol de madre. Una mujer que sabía que en cada palabra, me estaba aconsejando acerca de la vida y me compartía parte de su sabiduría, que yo no hubiera adquirido ni en la academia, ni en libros. Era aprendizaje que al caminar por la vida había construido, poco a poco. Los mejores recuerdos de mi infancia son junto a ella, 128

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porque ella me ayudó a construir parte de la personalidad que tengo, porque a pesar de ser una mujer que fue criada bajo el régimen “machista”, me enseñó a defender mis derechos e igualdades como mujer, a no dejar silenciar mi voz y a luchar, a esforzarme hasta cumplir con mis objetivos y metas. Hoy, al recordar su partida, me pongo nostálgica, pero a la vez, siento que soy afortunada y el conocimiento que ella me dejó como legado, es irremplazable y único. Ese conocimiento espero pasarlo a mi futura generación, si llego a tener hijos.” Al escuchar a mi amiga, y recordando las conversaciones que he tenido en estos días con mis amigos, junto con mi experiencia, no puedo entender cómo muchos nietos no aprovechan el tiempo que tienen con sus abuelos. Piensan que son aburridos y solo tienen quejas o hablan de sus “achaques”. No entiendo cómo pueden llegar a infantilizarlos, o los ven como un “encarte”, en vez de verlos como una fuente de conocimiento, a la cual tenemos que sacarle provecho, fortaleciendo los vínculos, muchas veces rotos. Juliana sigue con su historia: “…Lastimosamente, muchos se dan cuenta del poco tiempo que pasan con sus abuelos, cuando ya es demasiado tarde, porque esa valiosa persona ya no está, entre nosotros. No sé tú, pero creo que la mayoría de personas, se la pasan subestimando y aislando del núcleo familiar a los abuelos, para no tener que hacerse cargo de ellos. Se les olvida lo mucho que hicieron por ellos y por sus padres. Tenemos que tener presente, siempre, que nuestros padres son excelentes ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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personas e íntegros por los valores inculcados desde los abuelos que los formaron, y de una manera muy directa a nosotros y a nuestra futura descendencia. Por años, hemos sido injustos con nuestros abuelos, al no darle el verdadero valor que merecen, por ver la etapa de la vejez como algo “lejano”, que nunca nos tocará vivir. Y en el caso de Felipe, me parece que es muy triste que las familias empiecen a darse “golpes de pecho”, y a pensar en todo lo que dejaron de compartir”.

Piernas para mañana Javier Camilo Murcia Caicedo Nací aquí, hace 22 años. Es aquí donde crecí y es aquí dónde pertenezco. Aquí se criaron mis papás, en barrios populares. Es aquí donde matan y aquí de donde son los Rodríguez Orejuela. Aquí, en la ciudad más violenta, de un país muy violento, en un continente violento, de este mundo violentado. Aquí, donde es violento educarse. Y precisamente, aquí empieza la suerte a jugar su partida, sumergido, ahora, en un mundo de “comprimidos y resonadores”. Jamás pensé, cuando empecé este camino de la academia en Medicina, que lo más gratificante sería recibir las gracias sinceras de una familia perpleja frente a la fragilidad de la vida: Diálisis, falla cardiaca, cirrosis, cáncer, VIH, artrosis, Alzheimer, y así, día y noche… ¿Quién piensa así en un

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mañana? Y precisamente, un sábado en la mañana, rumbo a Medellín, listo para correr la maratón, en el asiento de al lado estaba un señor de unos 70 años muy alegre. “Ya estamos completos” comentó mirándome fijamente a los ojos, con aire cariñoso. Al lado de él, sentada, mirando por la ventana, estaba una señora con gafas, de la misma edad. Inmediatamente me miró y me saludó con una gran sonrisa. Con el cinturón puesto, nos empezamos a alejar más y más del suelo. A los pocos minutos, tanto él como ella, empezaron a hablar de maratones. No me contuve, cerré la revista que estaba leyendo en ese momento, y empecé a escuchar la conversación. La emoción que estas personas sentían al hablar del tema, me hacía sentir una conexión y me integré a la conversación. El viaje se me hizo muy corto ya que tuve la oportunidad de conocer a uno de los entrenadores más prestigiosos de la liga de atletismo del Valle, y a una mujer de 62 años, que ha corrido toda su vida, por el mundo. Cuando ellos tenían mi edad, existía solo una carrera en Colombia. No era mucho el aporte del Estado para este deporte. Sin embargo, gracias a estas personas, hoy todas las ciudades del país tienen carreras importantes y hoy en día, hay cada vez más personas que toman esta disciplina, como un estilo de vida. Cuando bajamos del avión fue increíble ver el número de personas que estaban esperando en la salida del aeropuerto a mi compañero de vuelo. Sin duda, esas personas sabían de la experiencia que traen los años al pasar y que él, muy ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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seguramente, les había brindado. Lastimosamente, una artrosis no le permitía hacer carreras largas, pero él sigue vital, transmitiendo su conocimiento, sus experiencias, sus alegrías y tristezas. Por último, ese gran señor del atletismo me enseñó que físicamente el cuerpo sufre cambios, que a veces nos limitan y es ahí, cuando la pasión por la vida, por las cosas que nos hacen felices, logra sobrepasar las adversidades. Se despidió de mí, con un: “nunca dejes de trotar, Camilo”.

Los retos en el envejecimiento Eduardo José Acosta Juan Diego Arango Javier Camilo Murcia Caicedo Mary Alejandra López Miguel Ángel Zúñiga García En el año 1917, en una pequeña isla del pacífico colombiano, en el caserío de los García han hecho un disparo al aire. Sonaron los tambores y las marimbas, dando pie a una celebración: ha nacido un varón llamado Abraham. Han pasado los años y solo mama leche de la teta, llora y duerme. Observa como los hombres grandes salen a trabajar mientras que las mujeres se quedan cuidando personas como él. Ellas los amamantan, cocinan y se dedican a hacer los quehaceres del hogar. A medida que pasa el tiempo, Abraham va creciendo y le están enseñando a ser como aquellos 132

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hombres grandes que veía salir a trabajar: ya no solo come y duerme; además de eso, también acompaña a su padre y a los otros hombres del caserío a aprender sobre sus oficios. Cuando Abraham cumplió diez años, ya había aprendido a realizar las labores como hombre perteneciente al caserío. Sin embargo, su padre le dice que no puede terminar como él, que en vez de eso “salga y vaya más allá…o sea,...¡edúquese!”. Los sacerdotes del lugar son muy allegados a su casa, así que acudió a uno de ellos, quien era médico, para que le enseñara a leer y escribir. Abraham, después de alfabetizarse, empezó a entusiasmarse por la práctica del sacerdote, escogiendo como profesión el ser médico. El sacerdote que se llamaba Gabriel, lo llevó para el pueblo más cercano al caserío, para transmitirle sus conocimientos sobre medicina y además de eso, enseñarle la vida fuera del caserío y sobre cómo llevar una familia. El sacerdote Gabriel transmitió todos sus conocimientos a Abraham y de esta forma, lo relevaría en su puesto de médico del pueblo. Después de haber cumplido su meta educativa, surgió un nuevo reto: formar una familia. Un día, caminando por el pueblo, se topó con una mujer llamada Sayda quien lo cautivó solo con la mirada. Abraham decidió hablarle y así continuaron saliendo, hasta que se enamoraron. Llevaban un tiempo juntos hasta que un día, en el pueblo, se encontró con su padre, quien le recordó que cuando pequeño, lo habían comprometido con otra mujer. Pero Abraham solo quería a Sayda, y por ello, habló con su ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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padre para que le enviara el mensaje a aquella mujer: que ella no estaba entre sus planes, que su vida y su forma de ver el mundo habían cambiado y ya dejando claro esto, continuó con su vida. Efectivamente, Abraham se casó y rápidamente organizó su vida con Sayda. Ella, definitivamente era la mujer a quien amaba y con la cual tuvo cuatro hijos. Desafortunadamente, dos de ellos murieron quedando así, un par de mellizos. Abraham creía que, la muerte de sus dos hijos, era un castigo divino por haber dejado a la mujer con quien fue comprometido, desde su tierna infancia. Sayda se embarazó de nuevo, y Abraham deseaba fervientemente que naciera un varón. Sin embargo, lo envolvía un inmenso miedo, al pensar que de nuevo el embarazo pudiese fracasar, como parte de otro castigo divino. Afortunadamente, el embarazo fue exitoso y resultó ser un niño. Abraham quería que sus hijos se educaran y “salieran adelante”, así como lo hizo él, y que si podían, fueran a vivir a la “gran ciudad”. Y de esta forma, Abraham hizo todo lo posible para que aquellos niños tuvieran todo lo necesario para educarse. Ya en el año 1974, Abraham contaba con 64 años y ya estaba algo viejo. Se sentía cansado, sin embargo, tenía la satisfacción que sus hijos “salieron adelante”. Ya crecieron y lograron ir a la “gran ciudad” y educarse. Uno de los mellizos fue abogado y él otro, logró ser un importante arquitecto 134

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de la ciudad. El menor, logró ser médico, como su padre. Abraham no tuvo acceso a una pensión porque su trabajo fue ser “el médico del pueblo”, y por ende, no logró cotizar a ninguna pensión. Él trabajó como profesional independiente, pero tuvo la suerte que en su vejez no le faltó el dinero: el siguió trabajando y sus hijos le ayudaban económicamente. Pasaron un par de años y su Sayda, su amada esposa, enfermó y murió al poco tiempo. Abraham cayó en una profunda tristeza, ya que la mayor parte de su vejez, estuvo acompañado de su mujer. Ahora tiene que enfrentarse a la soledad y la vida se le hace más dura. Su familia sigue viviendo en el caserío y ahora poco la ve. Sus hijos están en “la gran ciudad” y, como los años no vienen solos, empezaron a aparecer las enfermedades. Abraham empezó a sentirse cada vez más cansado, pero satisfecho porque tuvo una buena vida: no tenía miedo a morir. Ahora que ya no podía trabajar, sus hijos empezaron a visitarlo, cada vez con más frecuencia. Entre todos unieron dinero y le consiguieron una cuidadora para que lo acompañara en su enfermedad. Abraham no tenía miedo de morir por el contrario, sentía que su vida había sido bien vivida y en el año 1995, con 78 años de edad, envuelto por una cálida brisa y en medio de un suspiro, cerró los ojos para siempre.

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Healthcare Arrupe Justice Immersion

Healthcare Arrupe Justice Immersion Javeriana University, Cali, Colombia May 23-30, 2015

By Emily Czarnik-Neimeyer University of San Francisco, Retreats Coordinator, University Ministry

My experience with the May 23-30, 2015 Arrupe Justice Immersion at Javeriana University in Cali, Colombia was powerful and engaging. As a staff member in the University Ministry office at USF, this is the third time I have now co-led three Arrupe Justice Immersion in partnership with Javeriana University, and it is always good to be back at Javeriana in Cali! The focus of this particular immersion was on healthcare and medicine in Colombia and, specifically, in the city of Cali. My group of eight people total was generously hosted by staff, faculty, and students of the Javeriana and wider Cali community, guided not only in medical lectures and activities but also shown around Cali. I appreciated being shown Colombian restaurants, museums, architecture, art, crafts, music, and more. I also appreciated hearing multiple ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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models and perspectives of healthcare in Cali and Colombia and being asked to analyze how the healthcare system in Colombia is similar and different from the healthcare system in the United States. The point that was most striking to me over the course of the week is how the Javeriana medicine/pre-med student program focuses on holistic healthcare and the “whole person� in both pedagogy and practice. I heard this perspective multiple times over the course of the week and believe that Javeriana engages this concept in all parts of healthcare and medicine. It was clear to me how engaged the students, staff, and faculty are with this holistic model, from local to international students in the program. The work that that Javeriana pre-med students, doctors, staff, faculty, and nurses engage in is powerful, and I appreciated that everyone was open to tell and show my group about their work. I have more to learn about healthcare in Colombia but was given an excellent, well-rounded introduction to this topic during this Arrupe Justice Immersion. For this, I am grateful!

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A better doctor Felicia Hasta University of San Francisco

May 30th, 2015 Many people believe the most important quality of a doctor is intelligence, but I argue it is compassion. My week in Cali confirmed this. Every medical student and professional I met this week had the unfailing ability to form connections with their patients, with us, and with each other in the most caning and kind manner, with patients, especially, they were able to connect on a personal level rather than seeing them simply as illnesses to cure, a trop many doctors fall into, they recognize that their job is not to save lives, but to touch lives, a task that demands empathy, tolerance and tenderness, this attitude was universal in the hospitals (both public and private), Javeriana students, and staff. Leaving Javeriana, I aspire to demonstrate this type of humanity in all aspects of my life, not just professionally, in short, this experience taught me now to become a better doctor by first becoming a better human.

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A week in Cali Nycolle Castro University of San Francisco

Being able to spend a week in Cali, Colombia was one of the best experiences live ever had. When being asked the most important and significant experience I had, I would certainly say the trip to Imbanaco stood out the most. Being able to visit different departments and watching surgeries was amazing. I have always wanted to be a surgeon, but seeing it firsthand made me want it so much more. It certainly made me realize the path of medicine is the one for me.

A beautiful experience Royce Anies University of San Francisco

As someone visiting Colombia and the city of Cali for the first time, your might guess that it is very difficult to select one experience to write about. Colombia was a dynamic experience for my peers and I; filled with new foods, a different medical system and Salsa. However the greatest piece of my experience was not something I could see out in the city, but rather inside myself. Experiencing Colombia culture in concert with medicine was a beautiful experience. I witnessed that I realized I also shared. This country did so 142

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much for me and this trip helped to remind me why I want to continue to pursue and education in medicine.

Thanks for everything Stefani McNamee University of San Francisco

This was by far one of the most amazing trips I have been on. I loved the mixture of lectures, learning, as well as culture that we were able to experience. Everyone we met showed true passion in mat they do, from the med students to our leader/translators. The doctors were so welcoming into their practices and in sharing their knowledge about Colombian health care. I truly appreciate now kind and welcoming everyone is. My favorite part was watching some surgeries at Imbanaco Hospital. Each and every lecture prepared us for visiting different clinics. In just one week, I feel I have learned such a vast amount of knowledge about medicine and about the overall culture. This week has opened my eyes to the many opportunities I have and who knows, I am so passionate about Colombia that I may return to Javeriana as a medical student! Thanks for everything!

Jennifer Brooks Universidad de San Francisco

Estoy muy contenta de haber tenido la oportunidad de visitar Cali, Colombia. Honestamente es difícil escoger solo una ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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RELATOS

experiencia que me haya impactado de este viaje. Yo diría que todos han sido muy amables y tiernos. Los profesores y los estudiantes han sido muy informativos y me han inspirado más. Yo siempre he querido ser médico pero esta experiencia me ha motivado para hacer todo lo posible para alcanzar mis metas. Todos han enfatizado en la importancia de la tolerancia y el amor hacia las personas y yo deseo nunca olvidarme de este mensaje cuando practique mi profesión. Con mucho amor, de la Universidad de San Francisco.

Margarita Muñoz Universidad de San Francisco

No tenía idea qué esperar cuando decidí hacer este viaje. Siempre ha sido mi sueño viajar a diferentes países dentro de Latinoamérica ya que mi énfasis es Estudios Latinoamericanos. Aunque no tenía interés en la carrera médica, estaba dispuesta a participar en todas las actividades. El último día de mi viaje fue lo más difícil de la semana ya que estuvimos en cuartos donde practican cirugías. Pensé que me iba a desmayar al ver las operaciones pero gracias a Dios, estuve bien. Fue una gran experiencia viajar a Sudamérica por primera vez, y conocer tanta gente linda que nos recibió con los brazos abiertos desde el momento en que llegamos. Estoy muy agradecida con la Universidad Javeriana y espero volver a encontrarnos de nuevo.

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Cocina saludable



COCINA SALUDABLE

Frutas para Cenelia María Juliana Barona Flórez En mi casa tenemos una tía-abuela que padece diabetes y es amante de los postres. Para evitar que ella caiga en la tentación de comer cosas que le harán daño, los fines de semana le preparamos una ensalada de frutas especial: Ingredientes 1 yogurt personal de cualquier sabor sin azúcar. 6 fresas medianas cortadas. ¼ de melón cortado en cuadritos. 1 mango maduro cortado en cuadritos. ½ papaya cortada en cuadritos ¼ de una sandía mediana cortada en cuadritos. 2 naranjas Preparación Con las dos naranjas, preparar un jugo. Colocar en un recipiente todas las frutas mezcladas, agregar el jugo de naranja y luego el yogurt. No añadir ningún endulzante.

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COCINA SALUDABLE

Ensalada familiar Julián Arias Grande Esta deliciosa ensalada es muy buena para la salud debido al aceite de oliva que aporta ácidos grasos insaturados, los cuales son muy buenos como método de prevención de enfermedades cardiovasculares. Adicionalmente, las propiedades que contienen los vegetales contenidos en ella, aportan fibra (útil para un buen tránsito intestinal y para la prevención de cáncer de colon). Finalmente, esta receta brinda gran cantidad de antioxidantes para la reducción de los radicales libres, lo cuales generan envejecimiento prematuro e inflamación patológica. Ingredientes Lechuga Tomates Aceite de oliva Cebolla Uvas pasas Rosas orgánicas (para evitar sustancias químicas nocivas) Miel Nueces y sal

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COCINA SALUDABLE

Descripción (pasos) Poner la lechuga, previamente lavada y cortada en pequeños pedazos; picar el tomate en pequeños trozos (como para hacer pico de gallo) e insertarlo en el recipiente; picar la cebolla en pequeños trozos y agregar; agregar las uvas pasas al gusto. Luego, agregar las nueces al gusto, varios pétalos de rosa, media taza de aceite de oliva y ¼ de taza de miel. Finalmente, mezclar todo el contenido y poner sal al gusto.

Batido digestivo de papaya Melissa González Pabón Ingredientes 1 taza de papaya picada 1 banano 1 yogurt pro digestivo ½ taza de agua Hielo al gusto Preparación Licúe todos los ingredientes hasta que el hielo se deshaga. Salen dos vasos, compártalo. Ayuda a mejorar la digestión y el estreñimiento. Se puede consumir con el desayuno o en la cena.

ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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COCINA SALUDABLE

Camarones con especias gratinados Alejandro Mejía Arredondo

1 libra de camarones pre-cocidos 2 cucharadas de mantequilla 2 plátanos verdes 2 cucharadas de aceite de oliva ½ cucharada de hierbas finas ½ taza de queso parmesano 3 cucharadas de queso crema ½ pocillo de leche de coco ½ cucharada de aliño En una olla pongo a calentar la leche de coco a poco fuego mientras machaco los plátanos formando tostadas que se fritan en el aceite de oliva, a su vez a la leche le adiciono las hierbas, la mantequilla, queso crema y aliño; cada ingrediente progresivamente cada dos minutos sin parar de revolver en el orden indicado y sucesivamente se forma una crema. Mientras tanto los camarones descongelan en agua caliente y los paso a la crema mencionada, sigo revolviendo por diez minutos con más llama, ya después sirvo en las tostadas con los camarones y la crema (o el acompañante que elija) y en un molde tapo para que el vapor, al adicionarle queso parmesano gratine, cinco minutos después destapo y disfruto. 150

REVISTA MEDICINA NARRATIVA


COCINA SALUDABLE

Falafel Ximena Cabrera Muñoz Ir de compras, con mucha energía, y conseguir: 500 gr de garbanzos 3 cebollas cabezonas 2 ramilletes de cilantro 2 ramilletes de perejil Sal y pimienta ¡Debes dejar los garbanzos, remojando! Si no será muy complicado. Las cebollas, peladas y lavadas, las debes cortar en trozos. El cilantro y el perejil deben estar lavados y cortados finamente. Todo se va a mezclar y macerar hasta que quede una mezcla homogénea. Si quieres, ponle harina de pan, sal y pimienta. Va a quedar algo verdoso, pero delicioso. Ahora debes sofreír en forma de bolita y, cuando estén doraditas, las sacas y disfrutas, sin quemarte.

ESCRITURA CREATIVA MÉDICA

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Sobre los autores Isabella Prieto Ávila, Jhoan Emmanuel Orjuela Quiroga, Daniel Alejandro Correa López, Mónica Alejandra Velasco Restrepo, Julián Arias Grande, María Juliana Barona, María Ángela Rengifo De Lima, Andrés Kaitzberg Lasso, Ana Cecilia Muñoz Reyes, Alejandro Mejía Arredondo, María José Molina P, Pamela Collazos Doering, Víctor Rafael Urueta, César Andrés Chamorro Guerrero, Rodolfo José García Nassar, Ximena Cabrera Muñoz, Martha Pisco, María Camila Murcia Piedrahita, Silvia Abonia Castillo, José Alejandro García, María Camila Lora Osorio, Daniela Fernanda Bolaños Hernández, María Catalina Gallego Manrique, Valentina Martínez Morales, Licek Natalia Morales Arias, Brianna Isabella Orozco Polo, Claudia Vanessa Trujillo Ospina, Laura Cabrera Salazar, Luisa Fernanda De Alba, Josué Herrera, Maria Fernanda Becerra, Edwin Garcés, Estefanía González Flórez, Jorge Vicini, Javier Camilo Murcia, Natalia Vallejo, Eduardo José Acosta, Juan Diego Arango, Javier Camilo Murcia Caicedo, Mary Alejandra López, Miguel Ángel Zúñiga García, Melissa González Pabón, Emily Czarnik-Neimeyer, Felicia Hasta, Nycolle Castro, Royce Anies, Stefani McNammee, Jennifer Brooks, Margarita Muñoz.


Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD. Médico cirujano, Universidad del Valle. Especialista en Patología Anatómica (Universidad de Miami) Patología Clínica (Universidad de Cincinnati) e Inmunohematología (Universidad de Minnesota). Profesor universitario desde hace 30 años. Investigador del Grupo Historia de la Medicina Colombiana. Gloria Inés Flórez Villafañe Trabajadora Social, Universidad del Valle. Especialista en Administración del Talento Humano, Universidad del Valle y Penn State University. Magistra en Administración de Empresas de la Universidad Javeriana Cali. Profesora universitaria. Secretaria Académica de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Florencia Mora Anto Licenciada en Ciencias Sociales, Licenciada en Literatura, Universidad del Valle. Especialista en Enseñanza de las Ciencias Sociales e Historia de Colombia. Magister en Filosofía, Universidad del Valle. Profesora del Departamento de Humanidades, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana Cali. Integrante del Grupo de Investigación De Humanitate y del Colectivo Descarrilados.




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