Medicina Narrativa Escritura creativa médica
Antología
Volumen 4 pp. 1-185 Medicina Cali Narrativa Colombia Número 1
Marzo - Agosto 2014
ISSN 2027-7636
Rector: P. Luis Felipe Gómez Restrepo, S.J. Vicerrectora Académica: Ana Milena Yoshioka Vargas Vicerrector del Medio Universitario: P. Luis Fernando Granados, S. J. Facultad de Ciencias de la Salud Decano: Pedro José Villamizar Beltrán, MD. Decano del Medio Universitario: Luis Roberto Rivera Mazuera Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Decana: Alba Luz Rojas Martínez
Título: Medicina Narrativa Compiladores: Florencia Mora Anto; Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD.; Gloria Inés Flórez Villafañe. Lectura final de textos: Florencia Mora Anto ISSN: 2027-7636
Coordinador Editorial: Ignacio Murgueitio Restrepo e-mail: mignacio@javerianacali.edu.co © Derechos Reservados © Sello Editorial Javeriano
Correspondencia, suscripciones y solicitudes de canje: Calle 18 # 118-250 Santiago de Cali, Valle del Cauca Pontificia Universidad Javeriana Cali Facultad de Ciencias de la Salud Teléfono 3218200 ext. 8801 - 8955 e-mail: secfacsalud@javeriancali.edu.co Formato: 16 x 24 cms
Ilustraciones. Carátula: Gilberto Andrés Lotero Toro Páginas interiores: Isabela Pineda Ruíz, María Alejandra Zapata Copete, Martha Pisco Viáfara, Daniela Paola Escobar Domingo, María Camila Rojas Rojas
Concepto Gráfico: Centro de Multimedios PUJ Cali - Edith Valencia Figueroa Edición: marzo de 2014
Índice 7. Presentación
38. Lo inesperado
9.
Pedro José Villamizar Beltrán, MD. Decano Facultad de Ciencias de la Salud
Séptima edición de la revista Medicina Narrativa
Diana Patricia Henao Rodríguez, MD. Directora de la Carrera de Medicina
11. Nuestro número siete
Pedro A. Rovetto Villalobos, MD.
15. Una de las apuestas en el currículo por la formación integral
Gloria Inés Flórez Villafañe
19. Palabras para una antología
Florencia Mora Anto
La vocación médica
25. El día que decidí estudiar Medicina
María Alejandra Zambrano Gustín
28. Un día de paso, toda una vida de búsqueda
Juan Camilo Álvarez Restrepo
30. Tus sueños están a un clic
Yerson Penagos Osnas
34. Experiencia de vida
Paola Andrea Vélez Jiménez
Andrés Mauricio Galarza Prado
40. Las primeras cirugías Daniela Franco Ramírez
42. El recién nacido
Andrés Korgi Henao
45. Salomeología
Salomé Victoria Mójica
48. Un paso de dificultad, dos pasos de solución
David Santiago Muelas Solarte
52. Un día típico de la Quinta Cohorte
María Paula Reyes Ramírez, Lorena Vallejo Labrada, Paula Alejandra Devia Libreros y Andrés Kaitzberg Lasso
54. Médica en formación
Alejandra Cárdenas González
57. El primer parcial de Célula
Daniela Jiménez Paredes
63. Conteo regresivo
Alejandra Cárdenas González
Cartas y discursos
67. ¿Ex amor mío o amor mío?
Diana Marcela Vargas Álvarez
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69. Carta número dos
Diana Marcela Vargas Álvarez
73. La carta
María Carolina Falla Martínez María Paula Cortés Salas
80. Discurso de ceremonia de batas blancas
Manuela Salcedo Ortega
Narrar la enfermedad
87. Enfermedad, amor y medicina
Daniela Jiménez Paredes
88. Casi fue un trasplante
Leidy Johanna Morales Tellez
90. Sanador herido
Edwin Herney Garcés Caicedo
93. Un superhéroe en mi casa
Sebastián Manzano Jaramillo
Laura Mejía Gutiérrez
105. Dolor anginoso
76. A mí querida hija
103. La enfermedad de mi hermana Valentina Cardona Ramírez
107. Tres días, dos aviones y un enfermo
María Paula Reyes Ramírez
110. Una decisión de vida o muerte
Josué David Herrera Monroy Kelly Daniela Pinzón Jurado Sthepany Valencia Arturo
Prosa diversa
121. La tortura
María Alejandra Ospina F.
124. Lo que mi abuelo me cuenta
Amal Benavides Muhamad
127. RCE - Pasos de la reanimación cardio Akemi Arango Sakamoto emocional para salvar a quien muere de amor 97. El día que me di cuenta de que Alejandra Cárdenas González no era una Power Rangers rosada 128. The offering Isabel Cristina Quintero Salazar 96. Una tradición japonesa
Saulė Stonkutė
99. La charca en la que estaba sembrado
128. Acufenos y fosfenos
David Santiago Muelas Solarte
100. La grandeza va por dentro 4
María Andrea Ortegate Gómez
R.H.
130. Ángulo
María Camila Lora Osorio
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130. Petiso
José Alejandro Mendoza Patiño
152. Cuauthémoc
Laureano Quintero MD.
132. Detrás de un tachón
154. Ese domingo
Alejandra Cárdenas González
133. Amor
Juan Sebastián Galindo Sánchez
140. ¿Qué ha pasado con la verdadera ética en la atención del paciente como un ser humano doliente?
Harold Styven Basallo Triana
142. Nieve de sonrisas y de lágrimas
David Sandoval Rodríguez
143. Quisiera que mi vida fuera una canción
Alejandra Cárdenas González
144. Fisiología musical
Javier Camilo Murcia Caicedo
La muerte de los seres queridos 147. Palabras para un amigo. El triste día
Carlos Ernesto Castillo Lasso
Yamid Yusef Cuevas
156. Una triste y pronta partida, un recuerdo latente Mayerlin Andrea Cruz Rodríguez
158. Hasta pronto mó
Camila Delgado Arango
159. Historia de una princesa
Valentina Herrera Mejía
162. Homeostasis
Daniela Londoño Restrepo
164. Una historia que no se sale de mi cabeza
Karen Torres Bermúdez
167. Una carta al cielo, para ti mi ángel
Paula Alejandra Devia Libreros
169. Un simple adiós
Sthepany Valencia Arturo
170. Carta para el elegido
Daniela Duque Rodríguez
149. No un adiós sino un hasta pronto
Médicos en pañales
Gloria Inés Flórez Villafañe
Juan Pablo Usubillaga V.
151. Un hasta luego, amigo Camilo Castrillón Rojas
Pedro José Villamizar, MD. Diana Patricia Henao Rodríguez, MD. Luz Adriana Soto Díaz, MD.
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Medicina Narrativa Pedro José Villamizar Beltrán MD. Decano Facultad de Ciencias de la Salud En esta edición de Medicina Narrativa, quiero resaltar el gran valor que tenemos como Javerianos: “La Solidaridad”. Ello se hace manifiesto en todas y cada una de nuestras actuaciones. Bien lo dice el Padre Adolfo Nicolás, S.J. Superior General de la Compañía de Jesús: “No formamos a los mejores del mundo, sino que formamos a los mejores para el mundo”; con esa orientación vienen siendo formados nuestros queridos “Médicos en Formación”, estudiantes de medicina de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, comprendiendo bien la llamada formación integral que involucra las dimensiones del individuo con sabiduría y humanismo. Tal y como lo hemos mencionado en editoriales anteriores, lo que usted como lector encontrará en estos escritos será el sentimiento profundo, amable, desprevenido, humilde y sencillo de una persona que comprende que su disciplina está orientada a servir del otro, y que para poder cumplir con ese objetivo lo fundamental es la comunicación asertiva y confiable. Desde los primeros semestres nuestros docentes se motivan a entender al otro, y a sentir compasión y cariño por el prójimo. En el semestre más avanzado inician una catedra fundamental en su formación llamada “bioética” que procura con la estrategia de casos, hacer comprender al estudiante, cómo el individuo influye en la
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sociedad, y a su vez, cómo incide la sociedad en el individuo. Esto es fundamental en el ejercicio de la medicina pues la salud entendida como el adecuado equilibrio entre las diferentes dimensiones de la persona, física, social y mental, se puede ver afectada y manifestada en una dimensión, pero causada por otras de las dimensiones. Los invito al deleite de una entretenida lectura de experiencias y vivencias. También verán en esta edición, imágenes en edades tempranas de algunos de nuestros directivos, las cuales representan momentos históricas del individuo como ser real, que sirve como referente y modelo para estas nuevas generaciones. ¡Adelante con la lectura!
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Séptima edición de la revista Medicina Narrativa Diana Patricia Henao Rodríguez, MD. Directora de la Carrera de Medicina Facultad de Ciencias de la Salud Como docente universitaria y médica familiar, encuentro en esta publicación una forma creativa de invitar a nuestros médicos en formación y a nuestros docentes a acercarse con lo humanístico, elemento fundamental que todo médico debería explorar para enriquecer su encuentro con el otro.
En esa búsqueda de formación integral desde lo humano con el objetivo de formar médicos que cuenten con herramientas de comunicación asertiva para mejorar la relación médico paciente, nuestra universidad gestó desde hace ya tres años la Revista Medicina Narrativa, a partir de la recopilación de relatos, historias y crónicas que surgían con las asignaturas Humanidades I y II.
Hoy en día, la Revista se nutre también con los textos producidos en la asignatura propia del énfasis de clínicas médicas, denominada también Medicina Narrativa; asignatura que llena las aulas de saberes más profundos que lo netamente científico, invitando a nuestros jóvenes a desarrollar talentos en lo artístico, como la comunicación escrita.
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Esta herramienta de comunicación tiene la magia de perdurar en el tiempo y a la vez, no está sometida a conceptos de espacios y tiempos teniendo una posibilidad infinita de juegos y expresiones gramaticales. Los invito a deleitarse con esta antología, que recoge una selecta selección de relatos cortos que nacen del corazón, segura de que será una lectura sencilla pero profunda, cargada de la vitalidad, emotividad y sensibilidad propia de nuestros jóvenes médicos en formación.
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Nuestro número siete Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD. Profesor Pontificia Universidad Javeriana Cali Hemos llegado a nuestro número siete. No séptimo campeonato ni séptima estrella (aunque los estudiantes saben que mi equipo tiene más de siete) ¡Nuestro número 7 de Medicina Narrativa! Hemos empezado a sentir la madurez. Sólo empezado pues si Shakespesare escribió en El Rey Lear “La madurez es todo”, Borges precisa en un verso que no he podido localizar pero tampoco puedo olvidar: El otoño de las Hespérides es largo. En palabras sencillas, muchachos, para recoger en otoño maduras manzanas de oro como las del mitológico Jardín que cuidan tres ninfas (me muerdo los labios para no nombrarlas) hay que esperar mucho. Pero ya vemos frutos dorados y por eso hemos recogido esta antología de Medicina Narrativa como séptimo ejemplar de ella. ¿Y qué otro simbolismo tiene el número 7? Muchos saben que es considerado por algunos cabalistas el número perfecto. Hay muchas explicaciones. La más frecuente es que 7 es la suma de 4 (lo humano) y 3 (lo divino). Desde ya podríamos decir que nuestra Medicina Narrativa está abierta a “todo lo humano y divino” de nuestro viejo oficio la medicina, su ciencia y su arte, lo pequeño y lo grande.
Pero puede haber otras interpretaciones de por qué el número siete simboliza lo perfecto o completo. En 1956 se publicó una investigación en un artículo de psicología que ha sido de los más citados
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en los últimos cincuenta años. Esta investigación dio a conocer lo que se llama la Ley de Miller: el límite para procesar al instante información en nuestra memoria y mente se sitúa aproximadamente en siete objetos. Una ilustración simple sería constatar que al abrir y cerrar un cajón con distintas cosas podemos decir con bastante exactitud y rapidez hasta siete cuántas son, un número mayor de objetos lo calificamos neurológicamente como un montón. Entonces parece que nuestro cerebro está construido para reconocer y recordar conjuntos de siete elementos. Pero en ciencia ninguna verdad es eterna ni siquiera el número 7. Investigaciones recientes (New York Times, 9 de septiembre de 2013) parecen demostrar que no es siete sino cuatro el número de trozos (“chunks”) que usualmente procesa nuestra memoria. Lo que nos lleva a cuatro, la primera parte del cabalístico siete.
Son cuatro las estaciones del año, cuatro las edades del hombre, cuatro los puntos cardinales. Y cuatro las cualidades básicas (caliente, frío, húmedo, seco) de los elementos de la naturaleza que por combinación de ellas también son cuatro (fuego, aire, agua y tierra) según los filósofos presocráticos. En esta visión cosmológica nace la medicina hipocrática formalizada y precisada en la medicina galénica, canónica para Occidente por 1,500 años. Se proponen cuatro humores en el cuerpo cuyo equilibrio es salud y su desequilibrio enfermedad. Estos 4 humores son: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. De ahí la importancia del cuatro para la medicina clásica y su visión antropológica. En el Renacimiento Leonardo da Vinci, excelente anatomista, nos presenta su hombre de proporciones perfectas (el hombre de Vitruvio, pregunta segura muchachos del segundo parcial de historia de la medicina en el primer semestre) dentro de un exacto cuadrado en un círculo:
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El hombre de Vitruvio1 Leonardo da Vinci, 1487
La circunferencia podría simbolizar que hay algo más allá de la perfección humana con sus cuatro extremidades. Para el pensamiento griego clásico y renacentista sería un círculo o una esfera. Pero ya el esóterico Pitágoras usaba como fundamento de muchos de sus razonamientos matemáticos el número 3, segunda parte de nuestro 7, que le da otra dimensión (la tercera dimensión) a una raya entre dos puntos en su casi religiosa geometría.
El 3 es importante para Charles S. Peirce gran lógico y filósofo de finales del siglo XIX (“El signo de los tres: Dupin, Holmes, Peirce”, eds. Umberto Eco y Thomas Sebeok, Editorial Lumen). Pierce, John Dewey y nuestro William James MD son los tres fundadores del pragmatismo, Recuperado el 20 de enero de 2014 en: http://es.wikipedia.org/?title=Hombre_de_Vitruvio
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pensamiento fundamental para la lógica diagnóstica en la medicina contemporánea. Además, la teoría triádica del signo (complicado, ¿no?) de Peirce puede iluminar la triple y compleja relación fundamental del acto médico: -Paciente que sufre
-Enfermedad percibida de lado y lado por médico y paciente (“signos y síntomas” de la enfermedad y significado de la enfermedad) -Médico que intenta disminuir el sufrimiento.
Este es el corazón del viejo arte y ciencia de la medicina: la relación, y conversación diría yo, entre estas tres realidades. Por lo anterior el 3, más allá de cábalas, es esencial en el pensamiento médico. Volviendo a la antigüedad, cuando el cristianismo se unió al pensamiento griego se empezó a contemplar el tres como aquello que le faltaba al cuatro humano. Si el tiempo tiene tres momentos (pasado, presente, futuro) la eternidad, perfección completa, es atributo de tres Personas en la Trinidad cristiana. Si el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios puede llegar al 7 perfecto sumando el 4 humano al 3 divino. Y para el cristiano ese 7, hombre y Dios, no sería a pesar de su nombre el vanidoso CR7 del Real Madrid sino el humilde Jesús de Galilea.
Pero dejando atrás todas esos “divertimentos” teológicos, históricos, futbolísticos y filosóficos, hemos llegado con alegría completa al número 7 de Medicina Narrativa. Ha sido esfuerzo de todos nuestros médicos en formación y profesores escritores con gran apoyo por parte de la Universidad Javeriana-Cali y la Facultad de Ciencias de la Salud. Hay que gritar un poderoso ALELUYA, palabra de siete letras.
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Una de las apuestas en el currículo por la formación integral Gloria Inés Flórez Villafañe Profesora Medicina Narrativa Medicina basada en la Etiqueta Cuando hablamos de la formación integral entran en juego muchas variables, algunas de ellas aparentemente inteligibles, puesto que daría mucho mucha tela que cortar, el tratar de definir qué es integral en un proceso formativo.
Realmente la discusión es amplia y podríamos exponer varias posturas y planteamientos frente al tema, sin embargo no es el objetivo de esta reflexión; en la misma me ubicaré desde el ámbito del currículo de la Carrera de Medicina de la Pontificia Unviersidad Javeriana Cali y desde allí haré un breve recorrido por lo que hoy denominamos en el programa de Medicina: Medicina basada en la etiqueta. La carrera de Medicina de esta seccional ha tenido desde su concepción, un gran interés en una apuesta que enfatice de manera particular la formación humanista de los médicos, con un claro sentido de responsabilidad social; esto en consonancia con la reconocida
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tradición jesuítica de formación de médicos y por supuesto, con la clara vocación de una universidad que pertenece a la Compañía de Jesús; sin embargo, ¿Cómo hacer que esto que es por lo que creemos y trabajamos, en el día a día de la formación, se materialice?
En el proceso nos encontramos con las reflexiones del Dr. Michael Khan alrededor del trato de los pacientes y la pérdida de las buenas maneras en esta relación; inmediatamente esto se conectó con unos primeros acercamientos a las buenas maneras en la formación de los médicos, con un taller que sobre el tema habíamos realizado a la primera cohorte de la Carrera de Medicina en el año 2010. El tema entonces nos llevó a la reflexión, de que no podíamos dar por sentado que al proponer una formación humanista en los futuros médicos, un tema como el de las buenas maneras se hiciera evidente al final de su formación sin que de modo consciente lo trabajáramos y lo abordáramos en el transcurrir de su Carrera.
Encontramos que si bien es cierto todos hablamos del trato con el paciente, la cortesía, la empatía, etc., en la práctica había que ir mas allá de la mención de la importancia del tema y trascender a la realidad del aula, al invitar a los jóvenes a “pensarse” ellos mismos en relación a los otros y a poner de nuevo en sus conversaciones y cotidianidad los buenos modales y la cortesía; había que invitarlos a que no se tratara el asunto como un tema de antaño, o como una mera mención al reconocido libro del Dr. Carreño. Es entonces cuando nace la asignatura medicina basada en la etiqueta en el primer periodo de 2013, adscrita al departamento de Clínicas Médicas y concebida como parte de la oferta académica correspondiente al énfasis clínico para la carrera de Medicina.
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La asignatura “pretende conocer y sensibilizar en los participantes un conjunto de buenas prácticas de interacción humana en el mundo médico universitario que luego puedan aplicar en el ámbito clínico” .
En el proceso de construcción de nuevos paradigmas de interacción se realizan procesos de reflexión personal que buscan llevar a los jóvenes a momentos de concientización de su labor y rol dentro de la sociedad y como representantes de una profesión basada en la búsqueda de bienestar. Los jovenes en la asignatura son invitados a trasegar todo un semestre a través de reflexiones personales y colectivas sobre el valor e importancia de las buenas maneras y el impacto de las mismas en el ámbito médico y en la relación con sus pacientes; en el proceso he encontrado en la narrativa una manera extraordinaria de abordar estos temas que parecieran poco “abordables” en un aula de clase, porque tocan las fibras personales y movilizan emociones, remembranzas y sentimientos.
Es por esto que a puertas de la primer antología de nuestra revista de Medicina Narrativa, observo más y más puntos de encuentro entre las dos asignaturas, confirmo lo valioso de que las mismas hagan parte del énfasis clínico de la Carrera de Medicina, lo que me permite sentir un “fresquito interno” de saber que seguimos trabajando porque la formación de excelencia humana y académica no está solo descrita en el currículo como un “ideal”. A los jóvenes médicos en formación, los invitamos y retamos permenentemente a hablar, meditar, escribir, pensar y pensarse desde una perspectiva de respeto al otro y su dignidad humana, sobre las buenas maneras -tan añoradas por estos días- y en general, el que sea un compromiso personal y social el que sean “buenas personas”. Es así ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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como hacemos honor a las indicaciones del Padre Adolfo Nicolás, S.J. Superior General de la Compañía de Jesús “No formamos a los mejores del mundo, sino que formamos a los mejores para el mundo”
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Palabras para una Antología Florencia Mora Anto Profesora Humanidades I Medicina Narrativa En esta séptima edición de Medicina Narrativa hemos querido preparar una sencilla y hermosa antología que reúne los textos que escribieran a lo largo de tres años, estudiantes de las nueve cohortes de la Carrera de Medicina, en las asignaturas de Humanidades y en Medicina Narrativa. Por cierto, el diccionario de Lengua Española DRAE dice sobre Antología, lo siguiente: (Del gr. ἀνθολογία, de ἄνθος, flor, y λέγειν, escoger).
1. f. Colección de piezas escogidas de literatura, música, etc. de ~. 2. loc. adj. Digno de ser destacado, extraordinario.
Pues bien, esta narrativa extraordinaria nos conmueve en el alma, a menudo nos hacen sonreír y nos conduce sin atajos hasta nuestra propia vida. Este es el portento de la narrativa, que en nuestro caso, se transforma con la medicina en su más tierno momento, el de los primeros años de formación de los médicos. Todo lo espero de las palabras -dice Pellegrini- y explica cómo al hombre despojado, le queda la riqueza incalculable de la palabra.2 “Al hombre despojado de todo, hostilizado, acosado, y que nada tiene que perder, le queda la riqueza incalculable de la palabra” (Aldo Pellegrini).
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Esta antología se compone de textos agrupados en temáticas distintas: La vocación, la enfermedad, la muerte de los seres queridos, el cine, la poesía, y otros más que han surgido en cada número, moldeando la expresión literaria de los jóvenes. Las siete ediciones de Medicina Narrativa son el fruto de la formación integral que imparte la universidad en las asignaturas institucionales y en el currículo de la Carrera de Medicina. Médicos con sentido humano, he aquí la consigna. Médicos que ejerzan la medicina como el don preciado, el de ser profundamente humanos comprendiendo que el paciente deposita en el médico, su salud y la confianza, el cuidado y su propia vida. La revista se convierte en experiencia pedagógica significativa y a la vez es evidencia de una narrativa que busca mejorar la relación médico/paciente, en el conjunto de muchachos y muchachas que se preparan profesionalmente asumiendo que narrar hace parte de lo humano, que el relato es la fuerza que nos mueve día a día a encontrarnos con los otros, en el dolor, en la alegría, en la esperanza y en el final de la vida. El sentido de lo humano en el ejercicio de la medicina, aflora con esplendor en Cuauhtémoc,3 relato varias veces leído y comentado con los estudiantes: “Una tarde cuando fui a ver como seguía escuché que alguien cantaba al lado de su cama. Era su padre quien llorando entonaba una canción de cuna en un idioma desconocido, mientras el niño le miraba con sus hermosos ojos y sonreía ante la melodía. Entonces no lo examiné. Preferí que el bálsamo del cariño y el arrullo de aquella canción le acompañaran y reemplazara la frialdad de mi estetoscopio sobre sus vendajes o la dureza del tensiómetro sobre su maltratado brazo”.
Véase Cuauhtémoc, relato incluido en esta selección. Quintero, Laureano. M.D. Director Científico Hospital Universitario del Valle. Coordinación Académica Fundación Salamandra.
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Sufrimos y gozamos con la lectura de estos textos. La narrativa permite forjar una actitud comprometida, desde el respeto, la autonomía y el universo cultural de las familias. Hay múltiples razones para incorporar la narrativa en los procesos pedagógicos y educativos; especialmente, la narrativa estimula la imaginación, fortalece los sentimientos, acrecienta los valores como la compasión, la solidaridad y el amor para el enfermo, ese ser humano de carne y hueso, que sufre, ama, piensa y sueña, como lo llama Unamuno. El Dr. Daniel Flichtentrei4 propone que los médicos reescriban las historias de sus pacientes en lenguaje sencillo y no tanto en el lenguaje técnico de las historias clínicas para que puedan generar destrezas imaginativas y comprender la enfermedad desde el saber y la experiencia del paciente.
En Catarsis, (hermoso tratado de medicina lírica, según Félix de Azúa) su autor Andrzej Szczeklik –médico humanista, especialista en enfermedades cardiopulmonares– señala cómo el médico no solo explora y ausculta a su paciente sino que escucha su historia, una historia del pasado que debe oir atentamente; basta con escuchar (agrega) el ritmo del discurso o el timbre de la voz para guiarse hacia el diagnóstico correcto.5 La séptima edición de Medicina Narrativa es ante todo, reconocimiento y homenaje a los médicos en formación de la Pontificia Universidad Javeriana Cali, por su compromiso y dedicación, sus largas horas de estudio y la satisfacción de verse cada día por el camino angosto que lleva a la vida, haciéndose a sí mismos. El Dr. Daniel Flichtentrei es médico Cardiólogo (UBA), Director de la Carrera de Especialista en Cardiología del Colegio de Médicos Dpto. II de la Pcia. de Bs. As. y Director médico de IntraMed. http://www.laverdadyotrasmentiras.com/medicina/la-era-de-la-anhedonia-la-medicina-laprdida-del-entusiasmo/ Tomado el 16 de febrero de 2013. 5 Szczeklik, Andrzej. Catarsis. Acantilado. Barcelona. 2010. 4
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La vocaci贸n m茅dica
El día que decidí estudiar Medicina María Alejandra Zambrano Gustín
Un día cualquiera, nada era diferente. Estaba en mi colegio con todos mis compañeros en clase de educación física, cuando surgió un acontecimiento que marcaría mi vida.
Mi madre decía que el que no huye del peligro en él perece. Siempre ha sido muy sobreprotectora y ha procurado alejarme del grave mundo en que vivimos. Hasta ese día nunca había visto con mis propios ojos un accidente tan cercano, en un lugar tan seguro como un Colegio. Las travesuras de mis compañeros provocaron semejante hecho.
Nuestro profesor de Educación Física, dejó como tarea una actividad electiva; varios compañeros y yo, decidimos ir al Gimnasio. Junto con nosotros vino un compañero que vivía muy solo en todo momento y se le notaba dificultades para hacer amigos y expresarse. Nadie sintió su presencia, todos continuamos nuestro recorrido al Gimnasio. Al llegar, empezamos a conversar y a molestar. Aquel compañero nos observaba sin realizar ninguna actividad y manteniendo distancia con nosotros. Otro compañero, el más rebelde del curso, quien siempre molestaba a los demás y a quien no le importaba nada, empezó a llamar a Julián -aquel niño solitario- y le dijo:
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- ¡Tú! ¿Por qué no vienes con nosotros? Iremos a las bicicletas estáticas. - Nunca he manejado bicicleta, respondió Julián. -No importa, dijo Sebastián. Nosotros te enseñamos.
Los hombres se acercaron al lugar donde se encontraban las bicicletas. No muy lejos de nosotras, empezaron a retar a Julián a que pedaleara lo más rápido posible. Julián empezó a hacer lo pedido y yo no podía dejar de observarlo pues presentía que algo estaría mal. Él no paraba de pedalear y cada vez lo hacía más y más rápido, a tal punto que todos los ojos estaban puestos sobre él, con asombro. Algunas risas empezaron a manifestarse por el espectáculo. Admito que yo también me reí. Esto provocó un cierto descontrol en las piernas de Julián y de repente, un grito calmó todas las risas. En milésimas de segundo, Julián cayó sobre el piso; varios compañeros escaparon del lugar, por el susto que estábamos pasando.
Yo, atónita, sin ganas de reír y con un fuerte peso en el corazón, me acerqué rápidamente a mi compañero y al observar su pierna completamente llena de sangre, no supe más que hacer sino posicionar la pierna, y apretar la herida para calmar el sangrado. Todos mis actos fueron por instinto, ya que nunca había tenido conocimiento de cómo debía reaccionar; tal vez, pude haberlo hecho incorrectamente, y gracias a Dios no fue así. Julián no paraba de llorar. Varios compañeros se habían retirado del lugar, ignorando el acontecimiento. Un amigo corrió a Enfermería para pedir ayuda; mientras tanto, yo apretaba fuertemente la herida con mis manos. Al llegar el paramédico y observar lo sucedido, pidió una ambulancia y me dijo que no soltara la herida hasta que ellos llegaran porque toda la piel se había desgarrado y lo único que mantenía la hemorragia era la presión que yo estaba haciendo.
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El servicio de ambulancia tardó mucho en llegar; sin embargo, el padre de quien llamó al paramédico, era un doctor, especialista en traumatología. Llegó inmediatamente al lugar, observó la herida, tomó la pierna, y me permitió soltarla después de casi una hora del acontecimiento. Me felicitó por haber sido capaz de inmovilizar la pierna, tal y como lo había hecho. Le pedí disculpas a Julián por haberme reído y me retiré de la Enfermería. Lo subieron a la ambulancia y lo llevaron inmediatamente a cirugía. Yo estaba muy confundida. No sabía lo que sentía, si preocupación, tristeza o arrepentimiento por permitir que le pasara eso a Julián; tal vez orgullo conmigo misma por la decisión tomada, por la valentía, en fin, no lo sabía.
Una semana después, llegó Julián al Colegio. Se acercó y me agradeció de manera muy sincera; me dijo que el doctor había comentado acerca de lo bueno que fue retener la hemorragia en el preciso momento. De no haber sido así, la pierna se habría desgarrado completamente y si no la hubiera posicionado tal y como lo hice, habría perdido su movilidad.
Me sentí completamente feliz por lo que me dijo Julián. Tuve el sentimiento de repetir muchas veces más dicho acto de valentía y decidí que lo que sería mi pasión por siempre: hacer u ofrecer y sentir de nuevo esa felicidad al notar las buenas consecuencias de mis actos. Quería ser médica, una excelente médica. Este es mi propósito de vida y sé que lo lograré. Julián continuó así por varios meses aunque ahora su pierna está en perfecto estado. Pedimos disculpas por lo acontecido y lo empezamos a incluir en nuestros planes y a conocer su grandioso corazón, porque es una increíble persona. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Un día de paso, toda una vida de búsqueda Juan Camilo Álvarez Restrepo Apasionado y con gran inclinación hacia la Medicina, me dispongo a contarles sobre aquellas primeras experiencias que me ayudaron a ser uno de los estudiantes de Medicina de la Universidad Javeriana Cali. Contaré lo sucedido un día en la vida de un cirujano plástico, el Dr. Álvaro Villegas a quien tuve el honor de acompañar en una actividad propuesta por el colegio.
El despertador sonó puntual a las 4:50 de la mañana. El primer chorro de agua estremeció de un tirón mi cuerpo y una especie de incertidumbre se apoderó de mis pensamientos. Era claro que iba a hacer un acompañamiento en la vida profesional de un doctor, pero no sabía nada más fuera de eso. Vestido con la ropa más apropiada del closet de mi padre (ingeniero de vestimenta muy formal) y ya casi listo para dirigirme a la casa de mi padrino profesional, tomé un desayuno revitalizante y me encargué de llevar en mi maletín todo cuanto fuera a necesitar. Llegué con entusiasmo a “Balcones del Campestre” y esperé a que bajara el Doctor Villegas. Pude ver su gesto de cotidianidad al lado de mi asombro por mi primer encuentro cercano con la medicina. Siendo más o menos las seis de la mañana, nos encaminamos hacia nuestro primer destino, el Hospital Universitario del Valle. Nos recibió el más sorprendente caso que jamás hubiese podido ver. Andrés Camilo Lopera, 25 años, electricista, usuario del
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SISBEN y con trauma por descarga eléctrica, requería urgentemente implementación de un colgajo de piel para su brazo. Las heridas en todo el cuerpo eran casi imperceptibles, lo único visible era su brazo izquierdo que había quedado totalmente despellejado. El estado de shock se reflejaba en su forma de hablar. Registraban 6:30 a.m. como su hora de ingreso, con al menos cuatro horas de ocurrido el accidente más la demora en transporte desde Jamundí. Había ya un riesgo latente para la vida de este paciente. Debía ser remitido con gran velocidad a la sala de cirugía reconstructiva donde por razones muy claras en este escrito, participaría el Dr. Villegas.
Se trataba de una operación de gran complejidad, con ligamiento de colgajo cutáneo proveniente de la zona baja del estómago, unión de tendones comprometidos y reconstrucción del dedo pulgar (devolverle la función pinza que tienen las manos para trabajar). Su duración fue de cuatro horas, aproximadamente. Estuvimos libres para el almuerzo a la una de la tarde; el doctor se tomó los quince minutos que tardaba la comida en llegar para explicarme detalle por detalle cada paso del procedimiento en la pasada operación. Empecé a comer, muy perplejo por los milagros que era capaz de hacer un buen médico. Después de transcurridos 40 minutos, a las dos de la tarde, Álvaro y yo nos dirigimos hacia la Clínica Imbanaco. Llegamos directamente al área de suturas donde logramos descansar un tiempo muy modesto antes de reiniciar labores. Fue drástico ver ese contraste entre lo que ocurre en un hospital del Estado y esta prestigiosa clínica privada de alto turmequé. Aquí, hubo casos de menor urgencia, atención de pacientes cada 30 minutos y pequeñas suturas con fines más estéticos que indispensables. Entre pequeños descansos y suturas nos dieron las cinco de la tarde, hora apropiada para alistar maletas y cambiar de ambiente de ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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trabajo. A tan solo quince minutos en carro, llegamos a la Clínica de Estética. Es una pequeña clínica dotada de la última tecnología, con la más alta variedad de médicos reconocidos, donde se atienden consultas y operaciones de carácter estético.
El doctor Álvaro tiene un consultorio en la mencionada clínica y ese día tenía programada una liposucción. Luego de toda la preparación y del alistamiento del personal, a las seis de la tarde comenzó la intervención. Muy corta, tanto que pareció no tomarle mucho esfuerzo al doctor. Todo concluyó con un momento de relajación y papeleo en su oficina. Había sido un día de intensas preguntas y emociones que lograron reforzar lo que desde hace mucho tenía claro, mi vocación. Entonces, a las 7:50 de la noche, con las baterías bajas, retorné a mi casa donde me dispuse a enterar a toda mi familia de las grandiosas experiencias vividas, hasta terminar exhausto en mi cama.
Tus sueños están a un clic Yerson Penagos Osnas Sobre el sofá de mi casa, abrazado a mi perro y con el televisor encendido, meses atrás pensaba: Hace seis meses terminé la secundaria y lo que tanto había deseado cumplir, se desvanece ante la terrible situación de mi familia y de mi pueblo. Tengo 17 años, vivo con mi padre en el campo, soy indígena, estudié en una pequeña escuela de mi vereda, me las arreglé para terminar el bachillerato en un buen colegio del pueblo vecino y ahora aspiro entrar a la universidad. ¡Crecí en una comunidad indígena!: Jambaló
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Mi resguardo, situado en la Cordillera Central de los Andes Colombianos, al nororiente del Departamento del Cauca, fuente de innumerables cauces de agua que desembocan en el río Palo, Municipio de Caloto, es el territorio de la cultura NASA también conocida como Páez. Es un territorio entre montañas, olvidado por la sociedad, secuestrado por la violencia y rondado por el miedo; desde hace tiempo su destino llegó a manos de los actores armados. La lucha por el reconocimiento de las tradiciones de mi pueblo surgió de un gran esfuerzo de los comuneros por reivindicar los valores ancestrales, las autoridades, las formas de organización y de vida. Como dijo un amigo: “Los indígenas NASA, hijos de la tierra, somos la tierra misma, venimos de la tierra, vivimos en la tierra, descansamos en la tierra”. A pesar de los grandes golpes dados por la colonización, la industrialización y el Estado, esa gran familia, mi familia, lucha por el respeto a los derechos humanos, étnicos y culturales y por su avance como grupo étnico frente a una posible desaparición. Todavía sentado, repetía en voz alta mi gran sueño: Hacer una carrera universitaria ¡Se lo debo a mi gente! De pronto, una corriente de aire entró por la ventana y puso a mis pies una hoja de papel que recordaba que mis actitudes académicas ya habían sido demostradas, que era hora de tomar el siguiente paso. Días antes, con el ánimo y el alma por el piso, divagaba en un universo paralelo donde difícilmente sonreía. La música ya no era deleitante. Silencioso y vacío, me había encerrado en lo que más temía: La oscuridad. Necesitaba la ayuda de un agente externo. Tres días antes, mi padre había recibido los resultados del ICFES, mi salvavidas. Por ello, junto a un árbol, con maleta en mano, llegó el día en que esperé la llegada de la chiva, después de decidir mi inscripción a la universidad pública. Era miércoles, que coincidencia, justo el día en que se forma una gran fila al lado del puesto de salud. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Cada cinco minutos una enfermera avisa quién es el próximo en ser atendido, mientras se escuchan frases de inconformismo. Los doctores, “médicos” cansados, esperan que su año de rural termine pronto. Sus actos evidencian que no aprendieron a respetar y convivir con otras culturas. Eso reafirmó mi decisión de entrar a la universidad, ayudar a mi gente y evitar estas escenas.
Después de la despedida y de cuatro horas de viaje en chiva, llegué a Santander a casa de una mujer increíble, perseverante y linda…Mi madre…cuánto la admiro. A pesar de su enfermedad y de su “incapacidad”… sigue adelante. Por eso, cuando le comenté mi decisión, su sonrisa y abrazo, contestaron todo. Ella es mi ídolo. Mi inspiración. Estoy inmensamente agradecido con Dios por poner frente a mí, las circunstancias que me guiaron hacia la puerta correcta. Era un día viernes, en aquel café internet. Un mensaje se repetía 10 veces y por curiosidad, revisé: “Tus sueños están a un clic”. Se trataba de una oportunidad para seguir estudiando, una beca universitaria para minorías indígenas en una universidad privada. Al parecer se había encendido un sendero de velas coloridas que indicaban cuál era el camino.
La Medicina es una profesión apetecida por muchos, un privilegio de ricos y súper dotados; sin embargo, ahora era el turno de un indígena. Me he enamorado de la Medicina porque no hay nada más reconfortante que recibir unas gracias o una sonrisa cuando se alivia el sufrimiento humano. Y aún más cuando se trata de ayudar a mi gente. Confundido, sorprendido y supremamente feliz, me alegró decir ¡Me gané la beca! Y hoy es mi primer día de clase. Estoy en la Pontificia Universidad Javeriana, de Cali.
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En principio fue un poco difícil adaptarme, primero, por los comentarios de mis compañeros: “Y tú, de qué tribu vienes”, “Muéstranos una de esas danzas raras de los indios”, “Esos indios son jodidos” o “Para ti todos somos malos: todos somos conquistadores”; también, por las invitaciones a lugares donde no puedo darme el lujo de ir y por el hecho de no parecer indígena pues mi piel es muy clara en comparación con la imagen que se tiene de mi cultura. Trato de responder a las preguntas que me hacen, aclaro aquellos conceptos erróneos que pueden ofender cuando no se tiene cuidado, y trato de socializar con todos a pesar de mi miedo a incomodar por el hecho de tener un nivel socioeconómico más bajo.
Ya han pasado cuatro meses, muchas horas de clase, descansos, almuerzos y tertulias. He comprobado que el concepto que me dio Andrea de “universidad privada” era totalmente erróneo. Nunca me hicieron “el feo”, no me tiraron al lago, no existe la logia (grupo de erradicación de becados) y todo ha sido muy diferente. Tengo compañeros y amigos. Ahora sé que la Carrera que elegí es la más increíble de todas. Aprendí que los niños ricos también tienen sueños, y al igual que yo, aman la profesión de la Medicina. Estoy aquí por mi pueblo, gente que lucha cada día por el reconocimiento de sus derechos. Siento que mi pueblo me confió una tarea, difícil y satisfactoria. Cumplir mi sueño de estudiar Medicina, y dentro de unos años aliviar el sufrimiento humano de la comunidad NASA, mi gente, mi gran familia indígena.
“La mejor forma de disfrutar cada minuto de existencia, es asumiendo la vida como un instante en el que se debe dar siempre lo mejor, y nunca olvidar a los tuyos”.
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Experiencia de vida Paola Andrea Vélez Jiménez Quién diría que en corto tiempo tomaría la decisión más importante de mi vida. Empezó como una idea, creció y se convirtió en una meta. Al final, ya era una elección de vida. Pienso que todo se resume en esos lejanos días vividos en la Fundación Valle del Lili. Me levanté extasiada puesto que ese día y durante una semana, estaría en un ambiente clínico. Me sería permitido presenciar las funciones desempeñadas por un médico para convencerme por completo de que esa era la vocación de mi vida.
A las siete de la mañana ya estaba en las puertas de la institución; antes de cruzar el umbral, me detuve a contemplar aquella magnífica obra de arquitectura. De un momento a otro no sabía qué hacer. Empecé a tener una mezcla de emociones. Sentía que se me escapaba el aliento. Estaba emocionada por descubrir miles de cosas inciertas que me desvelaban en las noches y para las cuales nunca tuve respuesta. Al mismo tiempo tenía miedo. No sabía cómo reaccionaría ante el sufrimiento ajeno. La curiosidad me ganó y con paso firme, crucé las enormes puertas que me daban la bienvenida.
Me desenvolví con facilidad por los blancos y pulcros pasillos. Al finalizar mi primer día en la clínica, ya podía localizar con facilidad la UCI para adultos, la UCI pediátrica, las salas de cirugía, emergencia y cuidados intermedios. Poco a poco me fui empapando de conocimientos. Pude observar las condiciones de un paciente en cuidados intensivos y presenciar una cirugía. Ya que me acuerdo de las intervenciones quirúrgicas, creo que éstas influyeron en mi deseo de ser cirujana.
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Nunca olvidaré a la persona que me motivó a querer serlo, el Dr. Javier Lobato. Es uno de los más jóvenes y mejores neurocirujanos del país.
Y esta misma eminencia me escogía a mí, una simple estudiante de grado 11 para presenciar una ardua y complicada cirugía que consistía en remover un tumor benigno alojado en el cerebro. No se lo voy a negar a nadie. Me sentí el ser humano más afortunado de la historia. Cada corte, cada sonido de las herramientas utilizadas para remover la parte superior del cráneo, y específicamente, los aparatos de microscopia usados minuciosamente para cauterizar el tumor sin dañar el tejido cerebral, me sorprendían enormemente. Pensaba en lo maravilloso que es el cuerpo humano.
Al finalizar, agradecí al Doctor Lobato por regalarme aquella experiencia y un nuevo sueño. Ser tan buena cirujana como él. Desde entonces, pensé en la medicina. Sabía que si estudiaba el cuerpo, podía satisfacer mis ganas de entender cómo funcionaba y principalmente, tenía la posibilidad de prevenir o curar su deterioro. Me creí, por así decirlo, invencible. Pronto me di cuenta que estaba equivocada; que mi perspectiva como médico se había distorsionado, expresando simple hedonismo al idealizarme como una experta en el entendimiento de este arte. Qué equivocada estaba. No había superado la prueba más dura. El último día de mi semana vocacional empezó como los otros. Me reporté en la UCI con la doctora encargada de mi supervisión y ella me comunicó que en la mañana debía remitirme a pediatría, cosa que no me motivó mucho. Solo me atraía la neurocirugía. Pero ella daba las órdenes. Me tocó ir al sexto piso de la Torre B y visitar niños. Fue una mañana aburrida. Al medio día, ya estaba exhausta por tener que subir y bajar los pisos. Después de almorzar, regresé a la UCI y acompañé a los especialistas a hacer sus rondas. Ya conocía muy bien a los pacientes. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Esto fue definitivamente más emocionante que toda mi mañana en pediatría. Pero hubo un evento que me descontroló completamente. Al finalizar las rondas, el doctor encargado de la UCI esa tarde, me permitió bajar a la sala de emergencia. Eso era lo que yo había está esperando todo el día. Quería un poco de acción, más dinamismo y no simple rutina. Así que me apresuré a bajar las escaleras que conectaban directamente la UCI con emergencias y me reporté con el médico general encargado ese día. Cuando llegué, me mostró algunos pacientes. Algunos con lesiones menores o de control que no eran para nada, lo que yo estaba esperando. Pensé que me iría de la clínica sin una experiencia que me sacudiera el piso. Hasta que llegó el último día. Cuando me iba, ocurrió algo inesperado. A la sala de emergencias llegó un hombre cargando en brazos a una mujer muy joven. Creo que tendría 20 años. Venía bañada en sangre, producto de dos perforaciones en su cuello y caja toráxica. La mujer llegó prácticamente sin pulso y quedó postrada en una camilla en donde un grupo de aproximadamente cinco doctores, cuatro enfermeras y algunas auxiliares, batallaban arduamente por salvarle la vida.
Uno de los médicos me dijo que era importante para mí presenciar todo ésto, si de verdad deseaba estudiar medicina. Quedé petrificada en una esquina mirando fijamente cómo los doctores habían dejado de lado la reanimación cardiopulmonar y empezaban a utilizar un desfibrilador para reanimar con choque eléctricos el corazón de la mujer que ahora estaba detenido. Algo en mi, hizo que fijara mi vista en los ojos abiertos de la paciente. En menos de un parpadeo, vi cómo la luz se escapaba de sus ojos y éstos que antes presentaban un intenso color ébano, se opacaban y nublaban con una fina capa. Entonces, supe que había muerto. No tuve que esperar a que los doctores confirmaran. Al verla, lo supe. Esa joven jamás volvería
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a respirar y a sentir. La vida de la mujer se les había escapado de las manos en unos cuantos minutos. Me recosté contra la pared. Quedé ensimismada. Era la primera vez que presenciaba tan de cerca la muerte. A la basura se fueron mis ideales de súper héroe que salvaría la vida de muchos en nombre de la ciencia. Me sentía culpable de no haber hecho nada y simplemente ver cómo ella se moría.
Aunque yo no estaba calificada para cumplir con ninguna función en esa habitación, me sentía responsable. Solo pudo sacarme de mi trance, el sonido de las cortinas y la entrada de una pareja. El hombre puso sus ojos en la joven y el dolor se reflejó en ellos. Era su hija. La abrazaba con tanto dolor que sentí el alma fragmentada. La mujer se desvaneció a mi lado. La contuve para evitar que su cabeza se impactara con el piso. Empezó a gritar y a preguntar por qué no habían sido capaces de salvarle la vida. Vi cómo uno de los doctores se aproximó al cuerpo y lo cubrió con una manta azul. Fue ahí cuando entendí. Ella había muerto. Una enfermera me tocó el hombro y me notificó que el cuarto debía ser despejado. Como ente, la obedecí, no sin antes darle un último vistazo al cuerpo inerte que quedaba tras las cortinas. Esta experiencia cambió mi vida para siempre. Me hizo entender que la vida se puede perder en cuestión de minutos. Que todas las personas tienen sueños y sobre todo seres amados, que sufrirán mucho si les ocurre algo. Y lo más importante, aprendí que como médicos no podemos jugar a ser DIOS con la vida de los otros. Cada paciente representa una vida que debe ser tratada con el mayor respeto posible. Al ser capaz de entender esto, supe que estaba lista para estudiar Medicina. Una vocación que no solo aportaría en mi curiosidad por entender el organismo sino que también me brindaría la sensibilidad para preocuparme por los otros y ayudarlos. Nunca olvidaré lo aprendido. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Lo inesperado Andrés Mauricio Galarza Prado ¿Estás listo? No sabía qué decir ni que esperar. Me conformé con mirar al doctor Salcedo a los ojos y sonreír. La verdad es que no tenía una respuesta. Le había pedido a mi padre, que es un anestesiólogo, que me llevara a una cirugía. Su amigo Germán Salcedo, un excelente ortopedista, se “voluntarió” para que lo acompañara a una cirugía que me aseguró que yo no había visto jamás en mi vida. Me dejó inmerso en un debate de sentimientos entre miedo y emoción. ¿Estoy listo? No lo sé. No sé qué me espera ni cómo me vaya a impactar lo que estaba a punto de presenciar. ¿Algo que jamás había visto? ¿Qué podría ser? Quería averiguarlo. Caminé firmemente detrás del doctor Salcedo, quien no me había vuelto a dirigir la palabra. Lo último que dijo fue: “Sígueme. No hagas bulla y presta mucha atención.” Alrededor se desplazaban muchos médicos y enfermeras, apresuradamente por el largo corredor. Yo los miraba sin perder de vista a Germán, y recibía devuelta miradas serias, pero al mismo tiempo, amigables, que me intimidaban y terminaba mirando al piso, por la pena. De repente, vi que los pies del doctor Salcedo dieron un freno brusco al frente de dos puertas. Alcé la mirada y leí el letrero encima de ellas: Quirófano Seis.
“Entra,” me dijo, mientras con su mano izquierda abría una de las puertas. Ingresé al cuarto cautelosamente. Una corriente de emoción me invadió todo el cuerpo y sentí que el corazón me latía a toda prisa. ¿Qué me esperaba ahí adentro?
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En la mitad del quirófano vi una camilla iluminada por dos enormes lámparas. Recostado sobre ella estaba un viejo, canoso y con la piel arrugada, y con todo su cuerpo tapado por una sábana blanca. Apenas le podía ver el rostro. Me miró inmediatamente apenas entré al cuarto; sus oscuros ojos eran inexpresivos y no pude hacerme ni la mínima idea de qué estaba pasando por su mente en ese instante. Simplemente hicimos contacto visual por unos cuantos segundos, en silencio. “Antonio, qué alegría verlo el día de hoy.” La expresión del anciano cambió inmediatamente, al escuchar las palabras del doctor Salcedo. Esbozó una sonrisa que parecía brotarle del alma.
“Doctor Salcedo, es un placer que me pueda acompañar el día de hoy. Es otra página difícil en la historia de mi vida. Me consuela que una persona como usted sea la que me ayuda a afrontar estos momentos.”
El doctor Salcedo se acercó y le sobó la cabeza con cariño. “Lo bueno es que está vivo Antonio. Hay que darle muchas gracias a Dios por darnos el privilegio de estar vivos en este nuevo día.” El anciano suspiró profundamente, cerró los ojos y pude ver que sus labios susurraban con determinación un silencioso “Amén.”
Germán se acercó a mí y me agarró del hombro, dirigiéndome hacia la extremidad inferior del anciano. Me bastó con acercarme un poco para verme impactado por lo que sucedía. A pesar de estar cubierto por una sábana, un anormal hundimiento de la cobija debajo del muslo del anciano me alertó que algo estaba mal. Algo hacía falta. Antonio no tenía nada por debajo del muslo de su pierna izquierda. Germán alzó despacio la sábana y pude ver que mi pronóstico era acertado. Sin embargo, lo que más me impactó fue que su pie derecho estaba negro. Necrosis. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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“A Antonio, de 70 años de edad, se le tuvo que amputar parte de su pierna izquierda por gangrena. Infortunadamente, como puedes ver, su pie izquierdo le espera el mismo destino por muerte de las células de ese tejido.” Tocó los dedos negros del pie derecho de Antonio con su mano izquierda. “Está necrosado. No tiene sensibilidad alguna. Hay que amputarle el pie para tratar de prevenir que esto se expanda.” Yo lo miré perplejo, aturdido. La emoción que me había invadido el cuerpo anteriormente desapareció y se reemplazó por tristeza y empatía. Me dieron ganas de llorar. Me había esperado todo menos una amputación, y no imaginé que iba a ser tan impactante y doloroso para mí. Miré a Antonio. Sus ojos estaban cerrados. Él se veía calmado. Él estaba listo para lo que seguía. Yo no.
Las primeras cirugías Daniela Franco Ramírez Mirar hacia atrás y revivir momentos es una de las fortunas más grandes que los seres humanos podemos hacer. Cuando pienso en mi escogencia de Carrera, me divierte recordar que literalmente pasé por todas. No creo que haya una Carrera que yo no haya querido estudiar en su debido momento; tanto así que mis amigos y familiares ya no me creían cada vez que mencionaba un nuevo interés en alguna profesión. Realmente, Medicina solo estuvo en mi mente dos veces; la primera, en octavo cuando estudiamos el cuerpo humano. En clase aprendimos sobre el sistema circulatorio, sobre el funcionamiento del
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corazón y el sistema endocrino. Esa época fue mi favorita en biología y disfrutaba las clases; me llamaban tanto la atención que quería también ser profesora de biología. Sin embargo, cuando ya pasamos a noveno y las matemáticas se intensificaron, cambié de opinión hacia las ingenierías y así sucesivamente fui rotando por los diseños, comunicación, arquitectura, etc. Finalmente, tomé la decisión de estudiar Medicina, de manera definitiva en mi intercambio antes del regreso.
Menciono todo esto porque hoy que lo pienso, hay muchas anécdotas de mi infancia que me hacen pensar que desde muy pequeña siempre tuve inclinaciones hacia este campo; incluso cuando nadie en mi familia es médico y no he tenido ninguna influencia externa. La anécdota que voy a narrar a continuación es una de mis preferidas porque involucra una persona que significó mucho en mi vida; desafortunadamente ya no me acompaña y precisamente recordar este momento me hace revivir los tiempos que pasé con ella. Se trata de mi abuelita Fabiola. Ella se encargaba de cuidarme después del colegio cuando estaba chiquita. Me gusta recordarla porque fue una abuelita muy alcahueta que me acompañaba en las tardes y me enseñaba a bordar, pintar, cocinar y muchas otras labores para entretener mis días. Uno de mis juegos favoritos era jugar a la doctora con ella, yo me metía en la película de la cirujana y la operaba. El juego comenzaba cuando mi abuelita fingía tener algún dolor y yo en mi papel de cirujana la revisaba y jugábamos a recrear una escena de consultorio. Finalmente, terminaba diagnosticándole algún tumor y la única salida era una cirugía. Después me disponía a prepararla para el quirófano, siempre se levantaba su blusa y se bajaba las enaguas de manera que todo su abdomen quedaba expuesto; yo le aplicaba cuanta ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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crema encontraba y utilizaba cualquier instrumento semejante al instrumental quirúrgico que veía en las películas y me imaginaba que la abría y la salvaba de su tumor.
Ese juego siempre me gustaba porque podía resultar cualquier situación de emergencia y simular una crisis donde tenía que revivir a mi abuelita. Era un juego emocionante para mí y por supuesto mi abuelita me seguía la corriente en todo. Era tan linda, que al final siempre terminaba con el abdomen untado de miles de cremas y nunca se quejaba. Recordar estos momentos con mi abuelita me trae mucha felicidad y también me hace caer en cuenta que desde pequeña siempre hubo en mí un capullo de médica y por esa misma razón, hoy disfruto aprendiendo medicina para que algún día pueda vivir momentos de emoción, pero esta vez en circunstancias reales.
El recién nacido Andrés Korgi Henao En el cuarto donde los doctores se cambian, me sentía pequeño alrededor de los colegas de mi papá. Fue muy difícil encontrar una talla perfecta para mí. La ‘ropa de pijama’ me quedaba grande, pero con la boquilla y la malla para el pelo me sentía parte de este equipo de cirujanos. Era un día de semana, pero me encontraba en vacaciones del colegio y mi padre a las dos de la mañana entró al cuarto para invitarme a una cesárea en el Centro Médico Imbanaco. Era como si me hubieran dicho que nos íbamos de viaje a otro país. Mi felicidad e intriga eran inmensas.
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El equipo estaba conformado por dos ginecólogos (uno de ellos mi tío), un anestesiólogo y mi papá, cuyo único trabajo como pediatra en la cesárea era recibir el bebé. Según él, ellos siempre han sido sus colegas durante muchas cesáreas, pero esa noche los iba a acompañar un observador en su plena inocencia y virginidad por no haber visto en su vida el interior del cuerpo humano: Yo. “Asegúrate de esconder todo tu pelo dentro de la malla”, me decía mi papá mientras yo le obedecía.
Cuando salimos del cuarto, nos dirigimos hacia la sala de cirugía y me hicieron lavar las manos con un jabón especial, con mucho cuidado, ya que es importante que cualquier persona que entre a la sala esté completamente limpia, especialmente cuando el paciente se encuentra desprotegido y con sus entrañas al aire. Las puertas que daban paso a la sala eran como cortinas y al entrar, vi a una mujer recostada en su espalda con un mantel por encima de su cabeza que cubría su visión hacia la parte inferior de su cuerpo, mientras mi tío y su colega procedían con la cesárea. “Hola Andrés, necesito que te hagas a este lado y mires cuidadosamente, pero sin tocar absolutamente nada, solo observa”, dijo mi tío. Al escuchar estas reglas sentí como si me daban el peso de la responsabilidad de la cirugía, ya que cualquier mano mal puesta en este proceso tan delicado, traería consecuencias fatales. Me dirigí hacia donde estaba mi tío, a un lado de la camilla, y lo primero que vi fue la barriga de la mujer. Ya habían hecho la primera incisión. Ahora estaban cortando por capas de tejidos de grasa con un instrumento que parecía quemar el gordo y de una, cauterizar las heridas para que no hubiera una hemorragia instantánea. Estaba conmovido. Veía adentro de una barriga y próximamente más allá de esa barrera de puro gordo, iría a ver los órganos, el interior, la sangre y todo lo que a uno normalmente le darían ganas de vomitar; pero a mí no, yo estaba gozando este momento que iluminó mi futuro: Ser un médico-cirujano. Mi tío me iba hablando poco a poco mientras hacían ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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más incisiones; mi papá sólo observaba igual que yo, y de vez en cuando paseaba lentamente hacia adelante para hablar con la mujer y contarle lo que le estaba sucediendo. Después de varias incisiones, pude observar el interior del vientre y lo veía como un nuevo mundo. No sé por qué me imaginaba este momento con mucha sangre y guantes, pues esta cesárea no era como lo había pensado; los guantes no estaban tan sucios y había muy poca sangre. Sin embargo, mi vista seguía encantada por el interior y el misterio de la barriga de la mujer. Ya había pasado media hora cuando mi tío dijo: “Mira Andrés, ya casi vamos a llegar a donde está el bebé, al útero”. Mis ojos se iluminaron cuando pensé de nuevo que los cirujanos iban a extraer a un bebé del vientre de la madre. Estaba completamente estupefacto con las incisiones en la barriga y lo que estaba logrando ver. En ese momento me pregunté: ¿Cómo carajos y de dónde va salir el bebé del vientre cuando lo estoy viendo en vivo y en directo? Claramente este escepticismo se debió a la falta de sintonía con Discovery Channel.
Todo pasó tan rápido, que justo después de la pregunta, los cirujanos habían llegado a una cosa muy oscura, casi morada, dentro del vientre de la madre. Le hicieron una incisión y de repente vi que mi tío metió sus manos en el vientre y empezó a jalar algo redondo y extremadamente morado. Muy perplejo por lo que estaba viendo pregunté sin cesar: “¿Qué es eso?” Y mi papá me respondió: “Ese es el bebé”. No lo podía creer. Mi expresión dentro de la boquilla expresaba completamente lo escéptico que era sobre el nacimiento de un bebé por cesárea, pues nunca esperaba que el bebé saliera del vientre de la madre completamente morado. Lo que más me impresionó fue la forma en que mi tío prácticamente jalaba la cabeza del pobre niño para que saliera del útero, especialmente cuando el espacio que el bebé tenía para salir del vientre era muy pequeño. La cabeza del bebé logró salir primero y seguía completamente morada; faltaba el resto del cuerpo mientras mi tío jalaba una y otra
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vez. Llegué a preocuparme porque de pronto le arrancara la cabeza del todo. Salió el primer brazo, luego el otro y finalmente el resto del cuerpo. Mi papá recibió el bebé y rápidamente le introdujo un tubo pequeño por la boca hasta la garganta y otra vez estuve sufriendo por el pobre bebé. “El tubo pequeño…” mi papá me decía, “es para que el bebé comience a respirar”. Para mi alivio, el bebé comenzó a llorar justo cuando mi papá le sacó el tubo de la boca y lo llevó a una mesita donde lo pesó y lo midió verificando que estuviera en condiciones sanas para luego entregárselo a su madre. Mi tío y su colega comenzaron a suturar las cortadas y yo miraba fijamente al bebé mientras procesaba lo que acababa de ocurrir. Todavía no podía creer que había visto un nacimiento y aún más, no creía que cirujanos como mi tío hacían esto todos los días. Lo admiraba mucho. Durante toda la cesárea estaba sonriendo detrás de la boquilla, especialmente cuando mi papá le llevó el bebé a la mamá, Claudia Patricia Morera, y cuando ella junto con su esposo y mi papá admiraban al recién nacido. En ese instante al ver como Claudia sostenía a su hijo y lo contemplaba con sus ojos lacrimosos, mi mente pudo guardar esa foto instantánea que hasta el día de hoy puedo recordar con un simple cerrar de ojos. Esa misma noche, había llegado a mi casa a las tres de la mañana y al acostarme a dormir, no pude dejar de revolcar en la cama y en mi mente de todo lo que vi: El nacimiento de una nueva vida y un futuro claro para mí.
Salomeología Salomé Victoria Mójica Más timbal para los rumberos y uno de los pocos uniformes azules se mueve a ritmo de clave en la sala de expresión cultural ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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mientras algunos han ido a estudiar La Célula. Son las dos de la tarde y empieza la tediosa labor de una metamorfosis: De aprendiz a guía. El jueves tiene un misterio especial, es el único de los siete días de la semana donde existe un espacio para no convertir una carrera en la vida sino hacerla parte de ella.
Es 29 de abril de 2010 y la clase está dividida en dos, la primera es estiramiento y repaso de los pasos básicos y la segunda oye cómo va mi ritmo pa gozar mulata chachachá. De las dieciocho personas que asisten sólo una es estudiante de Medicina. Y es entendible pues con 300 créditos, seis materias, una de ellas con siete créditos, es imposible asistir.
El metabolismo de colesterol, la glucolisis con sus enzimas importantes, la hexokinasa, fosfofructokinasa, piruvato kinasa, el ciclo del ácido tricarboxilico, la insulina, el glucagón, beta-oxidación, la síntesis de ácidos grasos, de lípidos, fosfolípidos, aparato de golgi, retículo endoplásmico, las balsas lipídicas, la fosforilación oxidativa, grupos sanguíneos, enfermedades mitocondriales, los IV complejos de la cadena respiratoria, demasiados tópicos para un parcial de la unidad estructural de la vida y sobre todo para pretender ocupar el tiempo en algo diferente. Aparte existen otras materias como historia de la medicina, humanidades, comunicación y salud, genética e introducción a la investigación (que comprende epidemiología, bioestadística y lógica matemática). Por mi cuenta y aunque el segundo parcial de célula había sido días antes, exactamente el 19 de abril, que por cierto estuvo duro, debía prepararme muy bien. Duré tres semanas estudiando, cargando tres libros de casi dos kilogramos cada uno, dos de bioquímica y uno de biología celular, no sólo por aprender o pasar el examen sino por una deuda moral personal emprendida, en el que consideré el peor día de
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mi vida por una exposición del factor nuclear NF-kb, cuyo objeto era explicar la cascada de reacciones enzimáticas.
Uno de los docentes de la enunciada materia realizó una pregunta y no contesté delante de 29 cabezas juzgantes. Quería ser excretada por vía exocrina en el aparato de golgi del salón de clases. Después, desaparecer. A partir de este día he tenido diversas pesadillas existenciales, una de ellas es la obligación de ser tecnócrata para a diario no dejarme afectar por situaciones superfluas y más adelante no sentir dolor ajeno. ¿Para eso nos preparan? ¿Para convivir con el sufrimiento de las personas y hacerlo minúsculo? ¿Para pensar que el cuerpo humano es un conjunto de órganos al estilo Vesalio?
Con todo respeto, ese debió ser el ideal del Renacimiento, aunque gracias al doctor Rovetto con su corriente contemporánea, considero que estudio para disminuir el sufrimiento. El ser humano es sentimientos, es contexto, es bienestar psicológico, es más que un caso patológico, es la representación de una sociedad que requiere ser aprendida por los estudiantes de Medicina.
Al iniciar primer semestre, una terrible ola de duda azota a la comunidad: Emergencia social y sus decretos reglamentarios, discutidos el día 4 de marzo a las ocho de la mañana en el Auditorio Central de la Universidad Javeriana. Gran asombro me llevé cuando a la mesa redonda asistimos pocos estudiantes de Medicina, aunque es una temática que nos compete a todos, no sólo porque al graduarnos probablemente empeore la situación con el POS sino por el requerimiento de participación y de un quehacer por parte de todo el gremio médico. Sorpresivamente encontré que la asistencia provenía de las Carreras de Derecho y Economía; si dejamos a los economistas y abogados una cuestión tan importante para los médicos como la salud, ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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es consecuente reducirla a tutelas y Fosyga, sin querer desmeritar la interdisciplinariedad.
El 25 de enero de 2010 emprendí mi primera aventura al enfrentar la universidad con mi sueño, el que desde pequeña tenía claro cuando vendaba a mis primos y abría hormigas a la mitad. Puedo decir que seguiré enseñando e invitando a bailar en la rumba que ya va a empezar, buscando la contribución y presencia de otros ámbitos que enriquecen, luchando por la integralidad del ser humano e insistiendo en sentir, amar y enamorarse de mi carrera no desde el sentido pragmático, sino contextual. Para la fecha, la Corte Constitucional consideró inexequible la Emergencia Social y algunos de sus decretos reglamentarios.
Un paso de dificultad, dos pasos de solución David Santiago Muelas Solarte 16 de septiembre: Madrugo a estudiar porque busco el momento en que Meléndez deje por fin la bulla, queden atrás las bocinas de los coches para dar paso a la vida nocturna.
Hoy en Genética, estudiamos el procedimiento para la toma de muestra de DNA y PCR (reacción en cadena polimerasa), algo ingenioso de la ciencia pues veo que es posible descubrir una patología genética. Al final de la clase y después de un quiz, aprendo la lección al comprobar las respuestas de todos en el grupo. Como también la aprendí en las
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fiestas de mi resguardo, cuando conseguimos por fin, recuperar la finca de Los Remedios.
Recuerdo que al recorrer la finca, nos topamos con una yegua blanca. Papá miró su porte galán, su textura hermosa y la sorpresa de su cría hembra. La emoción fue grande pues nos prestaron un freno y un viejo costal para su espaldar y mis nalgas; me acuerdo que llegué tarde a casa por la dicha de la nueva compañera y que le agradecí con panela picada y algo de fruta de la que compartíamos. En la cena, hablaba solo de ella.
Esa noche en mis sueños, vi que un hombrecito de sombrero y mochila, estaba ensillándola. Lo miré y supe por su estatura que en realidad estaba volando; de pronto, el resplandor del cielo le hizo saber que yo estaba y entonces, huyó despavorido dejándome la lengua dormida para que yo no gritara. Al contarle a mi padre, dijo “esperemos a ver qué pasa”. 17 de septiembre: Antes de estudiar, me como una manzana. Trato de encestar lo que sobra en el tarro de la basura pero fallo; entonces la dueña de la casa que está mirando, aprovecha la ocasión para llamarme la atención y me informa que debo marcharme de la casa. ¿Por qué? Dice que su marido sufre de insomnio porque yo madrugo mucho. Pienso para mí, que ya casi completaría el mes en la casa. 18 de septiembre: Tengo la duda sobre qué debo hacer pues el trato era seis años o lo que durara la Carrera y ayer prácticamente me han echado. Papá me consiguió esta habitación, apresuradamente y no quiero llamarlo porque se desesperaría. Mejor, voy a buscar otra yo mismo, simplemente me fijo donde diga “se arrienda”.
Entonces, pienso en el día en que estaba junto al río que hacía parte del camino. A un lado, entre los troncos grandes mi yegua no quería dar ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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el paso. Decidí pasarla y qué estupidez la mía. Su pata derecha encontró un hueco y su cuerpo de inclinó hacia la izquierda. Intenté halar su pie con todas mis fuerzas pero fue imposible. Mi desespero aumentó al oír como lloraba la cría.
Corrí velozmente y me corté con el cerco, pero era lo de menos. Llorando, le conté a mi papá lo ocurrido, corrimos los dos y cuando casi llegábamos, no vi a mi caballo. Supuse que estaría cabalgando solo pero mi alegría terminó cuando lo vi echado en el río, quizás llorando de dolor aunque sus lágrimas se confundían con el agua que le escurría. Para entonces, entendí que el animal estaba en la desgracia y por eso, el vapor del río se condensó en mis ojos y lloré junto a mi yegua. 19 de septiembre: Ya tengo otra habitación en la casa de doña Yolanda. Le comento a mi familia y se comunican con ella para establecer acuerdos. Un buen hombre que tiene una moto taxi me ayuda a llevar todo; el me hace recordar la noche en que llevamos a mi caballo a un lugar seguro cuando su herida aún estaba tibia y pudo ponerse de pie a pesar de la fractura. En mi nueva habitación cuando llega la primera noche, me siento dichoso. Entonces, sigo escribiendo mi crónica y recordando a la yegua. Recuerdo que quise agredirme para saber cuánto dolor sentía el animal al que le había destruido la vida y que imaginaba esa noche, que ella no descansaría.
20 de septiembre: Papá llama para preguntarme cómo he pasado la primera noche y si se prestan las condiciones para el estudio. De camino a la universidad, recuerdo que papá también las buscaba para la yegua pues decidió trasladarla a un lugar amplio y plano por lo que fuimos con doce hombres, la atamos a una guadua, y levantada la llevamos al lugar escogido. Luego, llamamos al sobandero para que
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diera el diagnóstico y nos confirmó la fractura, que entablillamos con madera de cabuyo macho, trapos y pomada.
21 de septiembre: En la clase de Célula, el docente nos explica la glucolisis, sin detalles, luego lanza una pregunta, nadie responde y entonces, supongo que mi lectura es muy pobre y que debo esforzarme. Así nos toco esforzarnos con la yegua pues éramos los encargados de llevarle agua, pasto y vitaminas; también, desinfectarla y lavarle la herida. Fue algo muy duro. Aun así, no mostraba mejoría, su pierna estaba muy hinchaba. Papá tomo una decisión, sin avisarme. Salió de la casa, de madrugada, se percató de no hacer bulla para que no me levantara pero al llegar, poco tiempo más tarde, sus uñas y su mirada, no metían. La habían sacrificado. Me dio a entender que era lo más adecuado. Por eso, apadrinamos la cría con una nodriza virgen que la golpeaba cuando intentaba palparle los senos inmaduros para tratar de tomar la leche que a su vieja madre le recordaba. Fue algo difícil pues intentamos cien mil piruetas para disimular un seno, y con un viejo guante de caucho, lo logramos. Le dimos leche de cabra con complementos nutricionales y creció fuerte y grande. Al montarla hoy cuando ya tiene 3 años, veo que es joven y hermosa como su madre; y mansa, como también lo era ella. 22 de septiembre: Hoy después del almuerzo, he pasado por mi antiguo cuarto y su propietario me ha llamado para entregarme algo que había dejado olvidado. Igual que pasó antes, cuando olvidé pedirle permiso al río para pasar con mi caballo; mis abuelos me lo explicaron: las plantas frescas, el maíz, el trago, se enojaron. Mi pasión por la medicina nació en mi soledad, cuando intentaba estar con mi yegua masajeándola y lavándole. Pienso que la caricia y ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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la compañía no fueron suficientes para sanarla y por eso, en adelante, no quiero repetir la historia cuando lleguen oportunidades parecidas.
Un día típico de la Quinta Cohorte María Paula Reyes Ramírez, Lorena Vallejo Labrada, Paula Alejandra Devia Libreros y Andrés Kaitzberg Lasso 15 de marzo de 2012, amanece en la Sultana del Valle. Sin muchas horas de sueño, María Paula, inicia su jornada a las tres de la mañana. Ha sido una semana dura de trabajos, lecturas y laboratorios. Pareciera que algunas veces, los profesores se olvidan que además de estudiantes, en la quinta cohorte hay hijos, nietos, novios, novias, deportistas y holgazanes. Con un vaso de agua en las manos y la inspiración que muchos desean, María Paula comienza a trabajar.
A unas cuadras de la ciudad, en el mismo oeste caleño, otro estudiante comienza su día. Se despierta pensando en que su madre, tiempo atrás, se habría levantado a rezar, preparar comida y alistarse para el trabajo. Andrés no piensa en rezar. La responsabilidad que siente frente a sus compañeras, lo presiona. No desayuna, enciende su computador y se sumerge entre libros y fotocopias. Al oriente de la ciudad, el sonido de un despertador a las 4:45 de la madrugada, da la primera señal a Lorena antes de levantarse. La seduce la pereza pero el sonido perturbador de un gallo de corral, cortesía de la vecina que añora tener un elemento del campo en su casa, la obliga a abandonar su capullo. Una vez sale del baño, su madre
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la espera para hacerle una curación en una herida provocada por la picadura de un insecto. Luego, comienza su éxodo a la universidad.
A las cinco de la mañana Alejandra se levanta. Se dirige al lavadero buscando su toalla que le ayuda a controlar las mil agujas heladas en su cuerpo después de la ducha. Se viste de médico y como no alcanza a desayunar en casa, toma una botella de Pepsi y una hoja de papel aluminio para empacar una torta. Acosada por una ley que a muchos les da igual, sale antes de las seis con su padre; ella, a la universidad y al consultorio, él.
En ese mismo momento, María Paula comienza su viaje, una hora aproximada, gracias a las obras de construcción vial. Va hacia Juanambú a la casa de su novio; en la puerta de la casa, piensa fugazmente que se han invertido los papeles pues ella, presurosa para vestirse espera a su novio que se arregla para ella. Con un beso cálido y el comentario burletero sobre la música que suena, comienza el viaje hasta la universidad, faltando media hora para ingresar a clase.
Andrés lleva a su madre al trabajo; sabe que es el único momento que tiene para hablarle y expresarle de manera implícita lo mucho que la quiere. Tan pronto su madre se baja del auto, sigue conduciendo, quejándose de los taxis, las motos y las bicicletas. Llega a la Universidad a las 6 y 40 de la mañana, fruto de un trauma anterior, cuando llegó dos minutos tarde y se quedó por fuera de la clase. Lorena no tiene auto, pero sí mil quinientos pesos para llegar. Camina unos metros hasta encontrar un Recreativo 7, se ubica al lado de la puerta, exponiendo no solo media vida, sino media maleta, entre la bruma del día. El bus está lleno como una lata de sardinas. Ella cuida su maleta esquivándola de bicicletas y motos. Termina su recorrido a las 6:45 de la mañana. Con unos cuantos minutos de ventaja con relación a sus compañeros, entra al salón de clases. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Como Alejandra ha salido temprano y confía en la pericia automovilística de su padre, llega prácticamente a abrir la universidad, a las seis de la mañana. Fresca y caminando despacio, se dirige al auditorio donde será la clase.
Diferentes horas, diversos desayunos y distintos medios de transporte. No obstante, tan pronto suenan siete campanadas en los relojes de la Sultana, todos son iguales. Conforman un cardumen: La famosa quinta cohorte, que deja su rol de hijos, nietos, novios, novias, deportistas y holgazanes en la puerta, y juega a ser un nutrido grupo de estudiantes, todos con un mismo objetivo en la mente, ser excelentes Médicos Javerianos, el día de mañana.
Médica en formación Alejandra Cárdenas González El dolor de mi abuela había comenzado en un diente, recorría la mandíbula y llegaba hasta la glándula parótida. Doris, mi abuela paterna, vive en Guacarí, uno de los pueblos del Valle que queda cerca a Buga. Tuvo siete hijos, seis mujeres y un varón. Ya sabrá el lector quien es el varón. Con tantos hijos es inevitable hablar de los 15 nietos, entre ellos yo. Somos una familia muy unida y eso se notó el domingo 3 de Octubre en la sección de urgencias de un reconocido hospital de Cali. Como es habitual, ese día mis padres, mis dos hermanas y yo madrugamos a nuestra iglesia Misión Paz a las Naciones, ubicada en Las Vallas al norte de Cali. Regresamos a casa temprano y recibimos un recado de Guacarí. La muela vieja de mi abuela estaba empeorando y el dolor en la mandíbula era insoportable. Mi abuelita Doris lloraba y
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se quejaba inconsolablemente. En la casa se encontraba mi tía Lourdes quien conmovida no dudó en llevársela cuanto antes. El mensaje era precisamente ese, que iban camino a Cali, para ir a urgencias con la abuela. Habían llegado las tres de la tarde y Dorita acababa de pasar la dura prueba del cuarto de priorización y estaba próxima a ser atendida por el médico general. Un familiar había conseguido que fuera vista también por el doctor maxilo facial; esa era la idea al venir a Cali así que todo marchaba según el plan.
A las tres y media más o menos, llegamos al hospital, papá, mamá, mis dos hermanas y yo. En la entrada de urgencias nos encontramos con mi tía Liliana un poco preocupada. Nos contaba que Dorita había sido vista por un practicante que le mandó a tomarse una pasta para el dolor. Me pareció increíble que no fuera atendida debidamente, no la vio ni el médico general y el maxilofacial jamás apareció. La verdad es que me sentí frustrada, no solo por tratarse de mi abuela, sino también al contrastar la atención que uno puede esperar de un hospital público colombiano y de una clínica privada altamente reconocida, como en la que estábamos con mi abuelita.
Pensé que como futura médica o médica en formación, no habría dejado ir a una paciente muy entrada en edad, llorando a moco tendido, como dicen, y con su cara hinchada. Habría que verla para dimensionar su dolor. El caso es que entramos ya molestos a esa sala de espera típica de urgencias, un poco oscura…o será que la mente la vuelve así de solo pensar en el sufrimiento que pasa por allá. A la entrada había una camilla, los asientos, y detrás de los asientos el cuarto de priorización. Al lado había una máquina de comestibles, otra de refrescos y una de café; de cara a los asientos, las “taquillas de admisión”. A un lado, la puerta que dividía a los enfermos importantes de los no tan importantes que esperaban sentados en las sillas. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Mi familia estaba cerca de las máquinas. Una prima fue a un supermercado cercano a comprar agua y medias para mi abuela que sentía frío. Adriana, otra prima, me contaba con lágrimas que después de hablar internamente, mi abuela estaba siendo valorada por el médico general, y que si él lo consideraba, sería hospitalizada o vista de inmediato por un neurólogo. Minutos más tarde llegaron otros familiares. No miento cuando digo que por la abuela había once personas esperando su evolución, sin contarme yo.
Deseaba como nunca tener todo los conocimientos que requiero para ser doctora, entrar y ayudar a mi abuela como también a los pacientes “importantes” y a los “no tan importantes”. Quería decirle al practicante que fuera más atento; al maxilofacial y neurólogo, que no se hicieran los de rogar. Pero apenas estoy en primer semestre. No sé nada en comparación a un practicante y ni siquiera tengo claro en qué me voy especializar.
En ese instante no valía lo que estaba viendo en la universidad. No me dejarían tocar a alguien porque ya me sepa toda la vía glucolítica y conozca más o menos bien la célula, ni porque al otro día tendría que exponer sobre medicina barroca en historia. Ni por saberme las proteínas de replicación, transcripción y traducción de ADN y tampoco por conocer diseños epidemiológicos, entender bioestadística, escribir buenas crónicas en Humanidades, leer a Oliver Sacks en Comunicación o ser una reciente fan de Dr. House. Estaba perdida. Lo que me hacía médica, no era suficiente ese día. Cuando llegó mi prima con las medias, entró a ver a la abuela y salió con la noticia de que sería hospitalizada. A todos nos alivió la noticia pues significaba que saldría de allí estando mejor. Papá entró a despedirse de la abuela en nombre de todos y salimos de la clínica a las cinco de la tarde. No seguí auto frustrándome con el pensamiento
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y solo pensé como última reflexión: Cuando sea una médica voy a dar todo de mi para ayudar a los pacientes. No hay que ser insensible para lograr la objetividad; es necesario ser sensible para tener empatía. Al otro día, antes de entrar a Lógica Matemática, mi celular sonó. Era mi mamá avisándome que la abuela tenía un absceso en la parótida, la más grande de las glándulas salivales. Me dijo que el absceso sería drenado y controlado por un otorrinolaringólogo.
Poco tiempo después, mi abuela salió de la clínica y el 18 de Octubre, un día antes de su natalicio, ya estaba festejando en Guacarí con un delicioso sancocho. No pude estar con ella en su cumpleaños número 82 ya que al otro día tendríamos el segundo parcial de Célula. Me sentí un poco mal aunque era necesario estudiar si quería ser médica.
El primer parcial de Célula Daniela Jiménez Paredes La historia de mi primer parcial de Célula, comienza el jueves 1 de septiembre de 2011, a las 4:00 p.m. en la sala 2.6 de Palmas. Estoy en la primera fila en el computador de adelante, esperando que la profesora Eliana dé la contraseña para empezar mi parcial…pero para que usted pueda entender lo que viene, tengo que hablar sobre lo que ya había pasado….
Hay muchos tabúes sobre el primer parcial de Célula; yo los escuché todos porque antes de mi primer parcial me puse a investigar sobre éste, y varias personas de diferentes semestres de medicina me ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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decían que ese parcial lo ganaban muy poquitas personas, que por más que estudiara lo iba a perder porque simplemente es el primer parcial y es duro, que las preguntas del profesor Pedro son las más difíciles, etc. Así como había personas negativas (la mayoría), también estaban las positivas que me daban ánimo (de hecho solo era una persona). Él me decía que los parciales no eran duros, que eran de leer bien y estar concentrada. En fin, había todo tipo de versiones. Y yo las conocí todas.
Recuerdo que en la semana de inducción, nos hablaban mucho de ese parcial. Nos decían que lo mejor era estudiar desde el primer día, que lo que viéramos en el día lo estudiáramos, que repasáramos en grupo, que ese parcial pocas personas lo ganaban. Pero yo estaba tan feliz por esta nueva etapa de la universidad, que esas palabras no lograban hacer eco. Y es que tener 15 años y estar comenzando mi proyecto de vida, en una ciudad nueva y una universidad como la Javeriana, pone ansioso a cualquiera.
Fue así como en la primera semana de clases vimos “la introducción a la célula”, nos dejaron un taller de “fundamentos químicos” y poco a poco nos fuimos adentrando en la compleja pero fascinante Célula. A mí eso me parecía súper interesante; participaba en las clases y lograba entender todo. La química nunca fue un problema para mí, al contrario, en el colegio era la mejor de mi clase. Los temas me parecían fáciles, tanto que me quedaba solo con lo que veía en la clase (mala cosa), no leía, no escuchaba la grabación de la clase, porque había entendido. Sin embargo, cada Martes iba con mi compañera Beatriz a 40 minutos de asesoría con el profesor Andrés y la profesora Eliana a resolver dudas y afianzar conocimiento; en eso no fallábamos (de hecho ahora creo que eso es de vital importancia y que me ha ayudado mucho).
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Así se me pasaron las primeras semanas de clase: volando. Porque cuando menos pensé, los profesores ya estaban hablando sobre lo que sería el primer parcial, y fue justo en ese momento cuando me puse nerviosa y entré en “pánico”. El parcial era en dos semanas y yo sentía que me faltaba mucho por estudiar. Comencé a hacer cuentas. Si lo que hay que dedicar a Célula era cuatro horas diarias entonces ¿De dónde iba a sacar el tiempo para estudiar? Lamenté mucho haber perdido tiempo. Eso era lo que pensaba cuando me estresaba. Cuando quería ser positiva me decía a mí misma que yo entendía y que eso nadie lo podía negar; no le había dedicado las cuatro horas diarias pero sí me preocupaba por entender el concepto más que por memorizar ¿Qué iba a hacer? Lo primero que hice fue contarle a mi tía. Ella me ayudó a organizar el horario para que pudiera estudiar; esa semana me estuve levantando a las 3:00 a.m. y estudiaba hasta las 7.00 a.m. u 8:00 a.m. Era la única manera en la que podía estudiar tranquila; yo no soy capaz de trasnochar estudiando. Me quedo dormida. En cambio, en la madrugada me levanto con las pilas puestas, con ganas de estudiar, y así fue. Pero eran demasiados temas y el tiempo no me iba a alcanzar. Yo le pedía a Dios que me ayudara pero parecía que el miedo del parcial era más fuerte que la creencia.
Luego pasó algo insólito; el parcial de Célula fue aplazado dos semanas ¡No lo podía creer! Era como si Dios lo hubiera hecho. El día que me di cuenta de eso estaba muy feliz, justamente eso era lo que necesitaba, ¡tiempo! Y ¡bingo! Lo tenía. Lo gracioso de esas dos semanas es que no solo era Célula, eran las otras cinco asignaturas en las que también me debía ir bien. En conclusión, esas dos semanas se pasaron volando y fue poco lo que puede estudiar de Célula. Así que de nuevo estaba en las mismas y me sentía mal conmigo y con Dios por no haber aprovechado lo suficiente. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Recuerdo que un día en la última asesoría antes del parcial con el profesor Andrés, le pregunté cómo manejar los nervios en el parcial, porque yo tenía un buen método de estudio (en síntesis). Muy sabiamente, el me dijo que confiara (eso me lo decía todo el mundo), que confiara en mi conocimiento y que me relajara. Pero ¿cómo podía relajarme? Esa materia era la Célula, 7 créditos, “el coco de primer semestre”. En fin, el día del parcial llegó. Yo estudié hasta dos horas antes (escuchaba las grabaciones de las clases) y cuando vi que faltaban dos horas, pensé, lo hecho está hecho. Leí la Biblia y me salió algo de la confianza en Dios. Era claro, debía confiar. Mi tía en el apartamento me daba ánimos. Llamé a mi mamá y ella me dijo (de nuevo) que confiara, me pasó a mi abuela y también me dijo (de nuevo) que confiara. Opté por relajarme y decidí finalmente después de tanto, confiar en mí, en lo que sabía, en que yo entendía. Salí de mi apartamento rumbo a mi primer parcial, decidida a que no iba a temer más, que lo que iba a ser, iba a ser y ya.
Cuando llegué a la universidad, lo primero que hice fue entrar a la iglesia. Justamente me arrodillé en el mismo lugar en que lo hice el día de la entrevista, y le dije a Dios que se hiciera su voluntad. Al salir, me encontré con Camila, una compañera, y salimos a encontrarnos con los demás. Faltaba una hora. Algunas personas estaban tranquilas esperando la hora y otras, aún seguían estudiando (eso no funciona en mí, si leo cualquier cosa antes del parcial, me estreso, es mejor quedarse con lo que uno ya sabe y no estresarse pensando en que algo le faltó).
En fin, salimos media hora antes hacia el salón del parcial y entre risas con mis compañeras, me di cuenta que el secreto está en disfrutar lo que uno hace, porque por más duros que sean los parciales, eso me va a servir para ayudar a un paciente enfermo en el futuro. Y si eso es
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lo que quiero, entonces de nada serviría no gozárselo. Así, poco a poco me fui tranquilizando más. Estábamos afuera del salón y llegaron mis otros compañeros (los más cercanos, mi grupo de trabajo). José, Meyer y Beatriz, al parecer también estaban relajados. Poco a poco el salón se fue llenando, la cara de cada persona decía algo diferente. Yo estaba relajada y confiando en Dios.
Me senté en la primera fila, en el computador de adelante esperando que la profesora Eliana dijera la contraseña para empezar mi parcial. Le deseé suerte a Paula, Lina, Beatriz, José, Meyer y Diego (que estaba a mi lado). Finalmente, la profesora dijo que la contraseña era “kinasa”. El parcial comenzó. La primera pregunta era una analogía sobre los canales transportadores. Debía contestar si era verdadero o falso. Era falso. Contesté las 20 preguntas en media hora, no veía nada más que mi examen, estaba concentrada pero no nerviosa ni ansiosa; en ese momento, quería probar mi conocimiento, decidí devolverme y revisar de nuevo, analizar cada respuesta e ir guardando. Pasada la hora, ya las había revisado todas, ya había acabado, solo era darles enviar y sabría por fin después de tanto, si había pasado el examen o no. Le di enviar, cerré los ojos y el resultado fue 17 de 20. Pero ¿Eso qué era? La profesora Eliana vio mi cara y me dijo ¿Cómo le fue? Yo le dije 17 de 20 ¿Eso es bueno? Ella me dijo que sí, que muy bueno. Me felicitó, era 4.2! Salí saltando a llamar a mi mamá y mi tía, estaban muy felices, yo saltaba por todo el corredor, luego salió José, también le había ido muy bien 17 de 20. Ambos saltamos, estábamos felices. Luego nos llamaron a hacer la retroalimentación, y el profesor Pedro dijo que se anulaba una pregunta. Eso hacía que mi nota subiera a 4.5. No lo podía creer. En medio de mi emoción, le mandé un msm a la persona que siempre me dio ánimos sobre el primer parcial, él me había ayudado y en parte debía agradecerle. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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José y yo habíamos sido las notas más altas del primer parcial, después de tanto, lo había logrado confiando en Dios y en mí. Ese día salí con una sonrisa de oreja a oreja, fui a la iglesia, me arrodillé en el mismo lugar donde le pedí que me ayudara y le di gracias; ese fue de los días más felices, había logrado lo que la mayoría me decía que no podía hacer, había sacado más de 4.0 en el primer parcial de célula. Al día siguiente, el profesor Andrés anunció que se había anulado otra pregunta. Eso quería decir que la nota me subía a 4.7 y así se quedó. Mi primer parcial de Célula fue de 4.7. El parcial al que todo el mundo le tiene miedo, resultó ser fácil. El secreto está en leer bien, tener el concepto claro y lo más importante, confiar en Dios y en uno. Al final, resultó ser que aunque no le había dedicado las cuatro horas de estudio a la materia, me había preocupado por entender los conceptos y siempre preguntar. Ahora, le dedico más tiempo a la materia (el tiempo que debe ser), escucho la clase y leo, así cuando llegue el día el segundo parcial, estaré más preparada y no tendré por qué temer. También supe que célula no era “el coco del primer semestre”, que en realidad no hay “coco” cuando lo que uno hace es lo que le apasiona. Además, Medicina fue la carrera que escogí para toda mi vida; es lo que me gusta y lo que siempre quiero hacer…ayudar a las demás personas. Los parciales no deben dar miedo; al contrario, hay que disfrutarlos como todo lo que se hace en Medicina y en la vida, porque estos son parte de lo que me hace ser una excelente médica en formación.
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Conteo regresivo Alejandra Cárdenas González 2 horas antes del parcial: Almorzaba esperando que la digestión no hiciera mella en mi rendimiento durante la prueba final pues suele darme sueño después de almuerzo y cabeceo un poco clase cuando como muchos carbohidratos. 1 hora antes del parcial: Comía una chocolatina, tirada en el piso del edificio más lejano leyendo de nuevo las 128 diapositivas de anti coagulación para el parcial de Medicina Interna I.
30 minutos antes del parcial: La adrenalina hacía que mi corazón quisiera salirse. Ante mis compañeros estaba tranquila porque no sabían que por dentro era un mar de catecolaminas que me tenían muy tensa y ni hablemos de mi nivel de cortisol. 20 minutos antes del parcial: Sentía que el conocimiento se derretía en mi cerebro, y éste inundaba todo cual hematoma subdural. En el scan de mi imaginación, este hematoma era atípicamente crónico y llevaba el tiempo que entré a este semestre.
10 minutos antes del parcial: El mecanismo de defensa de la negación era lo que mantenía a mi Yo estable. Negociando entre un Ello que ya quería vacaciones y un Superyó que presionaba por el promedio. 5 minutos antes del parcial: Entré en fase de resignación con el típico pensamiento “Lo que fue, fue”. No en vano he estado en todas las clases, he hecho los trabajos, no he faltado a prácticas y he repasado cada tema. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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1 minuto antes del parcial: Trago saliva, ya llegó la profe.
Tomo mi examen y callada en la silla ojeo las preguntas. ¡Deja vu!, o algo parecido, porque tal cual como he escrito en este texto 3 horas antes del parcial, ha sucedido. Esperemos entonces una nota dentro del rango normal del potasio.
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Cartas y discursos
¿Ex amor mío o amor mío? Diana Marcela Vargas Álvarez No sé si alguna vez le escribiste una carta de amor a tu Carrera pero aquí está la mía:
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Hola, corazón: Bien sabes que llevo tres años y seis meses en esta situación, dedicada a seguir un sueño del que me enamoré muy pequeña: tu. Pero solo ahora me pregunto ¿Qué hago aquí? Pensé que tanto amor era necesario para decidir que eras el rumbo que definiría mi vida, que abonaría los caminos adecuados de una buena decisión. Pero aún sigo dudando de si fuiste la mejor decisión.
No niego que me trajiste felicidad, amigos, amores, desamores, conocimiento, madurez, repeticiones, ilusiones y hasta desilusiones en estos años. A ti podría contarte con facilidad las noches en vela que pasé esperando a que el esfuerzo, las horas sin sueño, llenas de café y uno que otro Red Bull, serían la fórmula de la “felicidad”. Y que justo en la mañana todo iba a funcionar, que superaría con grandeza las pruebas de amor que me ponías, que saldría con una sonrisa. Pero la verdad es que podría contar con las hojas de un trébol las veces que esa felicidad mañanera fue real.
Y así mismo, podría contarte la cantidad de veces que he dormido tranquila de saber que no te miento, no me miento, ni le digo a los demás
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que yo te quiero, que eres el príncipe azul de mis sueños, el amor de mi vida, porque así no es. Creí que era así y aún ahora, creo que podrías serlo. Sigo tratando de descifrar qué es lo que quiero ¿Te quiero? No sé. Pero han pasado los días y las dudas crecen como si la luna llena saliera todas las noches y la marea arrasara con todo. No te miento. He llorado mucho, he acabado cajas de pañuelos como si mis lagrimales se hubiesen dañado y la llave que controla mi llanto estuviera rota. He pensado en qué momento me metí en tu vida y dejé justo a la entrada un tapete de bienvenida que te invitara a pasar, quedándote todo este tiempo.
El amor se ha ido acabando. Te lo juro, así lo siento. Ya no aguanto que me digan lo buena que eres para mi vida, que contigo tengo un futuro, que tendré comodidades y lujos, que seré feliz y los haré felices a ellos. Lo que no saben es que no fue por eso que me enamoré de ti esa vez en la sala de urgencias, cuando te vi. No me interesan los lujos, no quiero comodidades ni reconocimiento, no busco hacer feliz a nadie ni salvar a otros pues ya no te quiero a ti. Lo que quiero es salvar mi vida, vivir y respirar bonito, lejos de todos, justo donde la felicidad esté, no muy lejos de aquí, muy cerca de la punta de mi lengua. ¡Ay amor! Quiero que te quede claro que tenemos planes diferentes. Sin embargo, sigo aquí bebiendo el mismo café y sacando de la nevera el último Red Bull que me queda para aguantar lo que resta de estos días. Ojalá que al leer esta carta, la rompas. Como buena romántica que soy, aún creo que tienes algo de lo que me enamoré hace tres años y seis meses atrás, y a eso me aferro para no decirte del todo ¡Adiós, mi vida!
Nos vemos en tres años, mil amores.
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CARTAS Y DISCURSOS
Carta número dos Diana Marcela Vargas Álvarez Una vez más me encuentro escribiendo cartas, una vez más le vuelvo a escribir una carta a mi Carrera. Hay hombres y las mujeres que regalan flores a quienes aman en días especiales, otros dedican pinturas, canciones, pero yo soy de una romántica que prefiere las cartas, y si fuera posible, las haría con pluma, las cerraría con sello rojo de cera, firmándolas “tuya por siempre”. Pero las escribo en PC… Ay amor…
Viernes 29 de Noviembre de 2013
Hoy leí tu nota y siéndote sincera, nunca alguien me había escrito una nota tan fría, repetidas veces. Esta vez fue diferente, tanto que ni firmaste, con tinta negra y sin temblar. Decías en 1.3 puntos cuánto era el rango del amor que te quedaba para mí, que para ti no era importante lo que teníamos y además, que yo no tenía los puntos necesarios para cumplir con nuestro destino.
Te cuento hoy fue la cuarta vez que me encontré llorando justo al frente del gran edificio donde vivimos tu y yo la mayoría del tiempo. Si, la cuarta vez. Las sillas y las sombrillas blancas del café de enfrente volvieron a ser mi lugar de llanto, tratando de entender qué hice mal (hicimos mal tu y yo), para que de nuevo no tengamos un final feliz. Ya las cajas de Kleenex se terminaron, está vez no hubo Red Bull la noche anterior pues aunque no lo creas, aprendí a hacer café. Pero ese no es el motivo por el que te escribo, estos son los pequeños detalles que me gusta compartirte. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Hoy me encuentro escribiéndote esta carta, porque creo en los sueños, en la vida, en la tristeza, en las desilusiones; pero lo más importante es que solo hasta el día de hoy creí que nunca iba a ser capaz de levantarme ante los escollos que te presenta la vida y hasta el amor. Creo que te quiero ¿Sabías? Ya no te odio, ni tengo rencor. Esta vez me dueles más en el corazón.
No sabría explicar, ni mucho menos describir lo que siento por ti en estos momentos. Nuevamente me has roto el corazón (aún leo tu nota antes de irme a dormir), otra vez pienso que no me quieres, que es mejor dejarnos de una vez y para siempre, que por más que lo intentemos siempre habrá algo que nos separará. Otros dicen que ya pare de intentarlo, que deje de ilusionarme contigo cada seis meses, pues se cumplen cuatro años de cuando comencé este camino a tu lado: otros dicen que me encuentre otro amor, que inicie en algún lado dejos de ti, que busque otra razón para soñar y vivir.
Siempre trato de ignorar lo que osan decirme sobre ti y nuestra situación ¿Sabes? Todos afirman que estoy loca, me preguntan que si no me he cansado de intentarlo tanta veces. A otros los escucho burlase de nosotros, me miran como si fuera de Marte. Y hasta hablan entre ellos sobre mi sin conocerme, sin saber de fondo qué es lo que me sucede contigo, por qué mi testarudez de seguir buscándote, escribiéndote y seguir luchando por lo que quiero: A ti. Es por eso y por muchas cosas más que creo que desconoces o hasta sabes, que cada Enero y cada Agosto, pinto mi cara con nuevas ilusiones, escucho lo que dice mi corazón y solo lo que él dice para volver a comenzar, para volver a enamorarme de ti. He allí por qué sigo vistiéndome de azul cada vuelta que le da la tierra al sol; las tonalidades de este amor van desde los azules más intensos hasta llegar al blanco con el que sueño vestirme algún día. Por lo general, los amantes se
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visten al tercer año de estar juntos, pero ese no ha sido nuestro caso; solo sueño con el día que en el fondo de ese blanco estén mi nombre y el tuyo, sin importar los años que lleve a tu lado. ¿Será utópico todo esto? Aún no lo sé. ¿Estaré enferma? ¿Será este un adiós? ¿Será mi adiós?
Desde el día que entraste a mi vida, me mostraste nuevas posibilidades, probaste mis fantasías sobre la vida y me aclaraste que sí se puede soñar, aprender y enseñar. Que las derrotas hacen parte de todo. Me enseñaste que la familia es lo más importante y cuánto se debe querer a mamá y a papá, que los hermanos son esa creación rara que odias y amas al mismo tiempo, moldeados para acompañarte toda la vida cuando los viejos ya no estén, y que los amigos, los amigos de verdad, están ahí para tomarte cuando te ven caer.
No creo que está sea una carta de adiós, creo más en los buenos comienzos, creo que se debe luchar por lo que se ama, por la vocación y por la vida; que así no creamos que esto de los dos es una historia ya contada por otros poetas, pensaría más en que es un proyecto que un ser superior hizo para nosotros, que no nos hizo el camino más fácil para llegar a él, pero sí creo que su intención no es que renunciemos, sino que nos hagamos más fuertes. Es por eso que guardo esa nota que escribiste el día de ayer y todas las que me has escrito alguna vez. Durante muchas horas afirmé que solo las escribías para destruirme, creyendo siempre que tu intención era romperme el corazón, pues pienso que no es que no me quieras, es que quieres saber qué tanto soy capaz de hacer por merecer tenerte en mi vida y que tú me tengas en la tuya. O ¿cuál es tu intención? No pararé de luchar ¿Sabes? No pararé de luchar por lo que fielmente creí una vez que sería capaz de construir junto con mi familia ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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y en especial eso que me propuse a mí misma a los 19 años. Seguiré levantándome ante cualquier golpe, ante cualquier “ya no te quiero”, aprenderé a ser la mejor boxeadora de la vida, pues en el fondo sé que seremos felices y así no lo creas, seremos de esos románticos que se encuentran ayudando a otros, niños, ancianos, jóvenes, adultos, madres, padres, abuelos, hijos, sin importarnos los 24 tic tac que da el reloj ni los siete días de la semana, ni la cantidad de canas acumuladas por los años. ¿Me dirán que estoy loca? Espero que lo hagan, espero que sea de mí de quien aprendan querer de la forma como te quiero yo. ¿Qué si no me importa que hablen mí? Pues ya no me importa, espero que también lo hagan y digan que debería renunciar a ti, para preguntarles que si ellos serían capaces de renunciar al camino solo porque hay demasiados tropiezos y hasta una que otra carta de desamor que abrir. Heme aquí pensando en ti, escribiéndote esta carta que espero que leas y guardes con la anterior; nunca olvides que ya no espero verte en tres años, espero estar contigo en tres años y por siempre.
Tuya por siempre. Yo
PD: Se me olvidaba decirte. Ya compré los trajes azules para Enero y un par de guantes rosa Everlast de boxeo.
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La carta María Carolina Falla Martínez Andrés Edmundo Zúñiga B.
Pontificia Universidad Javeriana Cali. Calle 18 No. 118-250. Cali, Colombia.
Estimado profesor Andrés: Desde hace algún tiempo he deseado escribirte una carta, con el ánimo de darte a conocer un asunto que llevo en mi cabeza por casi un año. No imaginé, en el momento en que te conocí, que terminaría debiéndote tanto. Eras tan común. Tu aspecto inspiraba el respeto que todo profesor merece pero la diferencia estaba en tu sonrisa. Por muchos años escuché a mis profesores de literatura hablar sobre la diferencia entre un profesor y un maestro. Creo que nunca comprendí esta diferencia hasta que te conocí a ti.
Siempre supe que la Medicina sería una Carrera dura, con días donde tendría rabia por no escoger una carrera más fácil y otros, donde descubriría una vez más, por qué me había enamorado de medicina. Así fue por un tiempo, pero las largas horas estudiando, las eternas clases de célula (donde solo se hablaba de mil palabras jamás escuchadas, qué debía de aprender), los interminables y poco agradables temas que iban desde la simplicidad de la estructura celular hasta la complejidad de su metabolismo, me llevaron poco a poco a caer en el abismo de la inseguridad y la duda. Y estudiar Medicina sin saber con plena seguridad que es tu Carrera, es la tragedia más grande que puede llegar a sufrir un estudiante. Esto, debido a que la Carrera, muchas veces, puede llegar a ser la más injusta de todas. Porque sin ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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importar qué tan buena información tengas, sin importar cuánto estudiaste o cuántos temas te sabes, si no conoces justo la respuesta indicada, te irá mal. Con esa duda estuve por más de dos meses, pero de la forma menos inesperada apareciste tú.
Recuerdo que era un martes en la tarde, el día que me llamaste aparte de mis compañeros para darme una charla que marcaría el resto de mis días como estudiante. ¿Lo recuerdas? Preciso el día y la hora porque nos encontrábamos en el laboratorio. Me hiciste sentar en una silla que se encontraba a tu lado. El laboratorio estaba casi vacío, y con la prudencia de un sabio, dirigiste una pregunta que cautivó mi atención. ¿Te pasa algo? Te veo desanimada. Quedé petrificada, no por la pregunta sino por la asertividad de la misma. Era común pero inesperada y dirigida en el momento perfecto. Mis ojos se quebraron frente a ti. Te conté mi historia sobre cómo y por qué había escogido la medicina como mi proyecto de vida. Tú seguías muy de cerca mi relato pero de igual forma, era inevitable para ti realizar las preguntas correctas en el instante preciso. Salí con mi cabeza hecha un desorden. Todas tus preguntas retumbaban en mí. En ese instante, ninguna respuesta parecía adecuada. Cada vez que intentaba responder, más preguntas salían. Mi cabeza había quedado marcada con una frase que me habías regalado tiempo atrás, “tú no eres tu nota, ni ella representa lo que sabes o que tan inteligente eres”. Por más que había querido apartar el tema de las calificaciones para tomar la decisión frente a continuar o no con la Carrera, no podía.
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Así pasaron las semanas con millones de preguntas y ninguna respuesta. Justo antes del parcial final, en respuesta a un correo mío, tu escribiste las palabras que lograron confirmar lo que mi corazón desde mucho antes que mi razón lo lograra entender, había escogido” no te desanimes confía en ti, que yo sé que este mundo necesita pediatras como tú”. Aún recuerdo cada palabra del correo. Las recuerdo porque hasta hoy han sido las palabras que leo una y otra vez cuando siento que mi fuerza interna se agota. Por cada personita que algún día logre salvar, por cada lágrima que logre convertir en sonrisa, por cada dolor que logre convertir en alivio te agradeceré a ti, porque nada hubiese sido posible sin ti. Y cuando esos padres me agradezcan a mi por algo, realmente será a ti, porque tú me diste las fuerzas para continuar cuando más lo necesitaba, porque tú fuiste mi guía en los días más oscuros de mi Carrera. A ti debo tanto que no creo poder pagar aquello que hiciste por mí. Porque tu dejaste de ser mi simple profesor de Célula para convertirte en mi maestro ¡Gracias! Por ser parte de mi inspiración y de la fuerza que alienta mi pasión.
Con todo el cariño del mundo y el aprecio que alguien puede tener por su maestro y guía; sé que algún día te haré orgulloso de decir que en parte fue gracias a ti que el mundo cuenta con una médica pediatra cirujana cardiovascular de trasplante, como yo.
Sinceramente, María Carolina Falla Martínez 1144052755
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A mi querida hija María Paula Cortés Salas No recuerdo en qué momento se dañó el vínculo que nos unía; en mi memoria solo está presente aquella discusión irrelevante que ocasionó esta indiferencia que fue creciendo entre las dos. Quiero remediar las cosas contigo y esta carta es el medio que encontré para hacerlo. No es nada fácil. No encuentro las palabras precisas para llegar a ti. Solo sé que necesito contarte lo que siento. Extraño mucho hablar contigo y el silencio me está consumiendo. Estos últimos meses que han pasado, no han sido nada tranquilos. Y te pido perdón por eso, sé que en parte, ha sido culpa mía. Estás atravesando por muchos cambios en tu vida y no te he aconsejado como una madre debería; no pienses que no te comprendo porque también pasé por eso, también fui joven y viví mi adolescencia.
No sé desde cuándo nos llamamos “adolescentes” ¿De los once años hasta los quince? No lo sé; creo que un rango de edad fijo no podría determinarlo con claridad. Las épocas han cambiado, nada es como antes, pero viví y sentí las mismas cosas que tú sientes ahora y quiero compartir contigo lo que me sucedió a mí en ese entonces. La verdad es que todo empieza cuando despiertas una mañana sintiéndote diferente. Te levantas asustado y buscas un espejo. Miras a esa persona que aparece en el espejo, por un buen rato, buscando alguna señal. Pero no ves nada. Te arreglas como de costumbre para ir al colegio; de pronto te demoras un poco más de lo habitual arreglando tu peinado, poniéndote un poco de perfume y quizás mirándote y sonriendo de nuevo para ver que todo esté en orden.
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En el colegio las cosas marchan bien. Las niñas de grados superiores son mucho más arregladas, bonitas y sociables. Te preguntas cuándo pensarás como ellas y luego dices que seguirás siendo la misma que juega con muñecas, que salta en los charcos y se ensucia, la misma que pelea con los niños y se siente asqueada de darles un beso. Empiezan las clases, copias cada cosa que dice el profesor, él plantea algún tema y pide opinión. Escuchas a tus compañeros y te encuentras de repente en desacuerdo con una o varias de sus opiniones. El profesor aporta algo más y todos entran a discutir aquella posición. Si lo piensas bien, años atrás ningún niño se hubiera atrevido a contradecir lo dicho por el maestro y creería la mayoría de las cosas que sus compañeros hablan. Ahora es diferente pues empiezas a tener tus propias opiniones. No ha pasado ni la primera hora de clase y ya quieres salir a tomar un descanso. Cuando sales al recreo te sientas con tus amigas a hablar de programas de televisión y de tareas, entre otras cosas. Terminas de comer lo que te mandan o compraste en la tienda, miras a tú alrededor y ves a lo lejos a los niños en la cancha jugando fútbol. Uno de ellos llama tu atención. Te lleva un par de grados y sí que juega bien. Pero de nuevo, vuelves a la conversación con tus amigas. Al terminar el descanso aquel niño pasa por tu lado, te sonrojas, tus amigas lo notan y enseguida empiezan los típicos comentarios: ¡Te gusta! ¿Por qué no nos habías dicho? ¿Es muy grande para ti, sabías?
Tú simplemente lo niegas y te molestas. Al final del día, ellas que tanto te conocen vuelven con las preguntas hasta que te ves acorralada y dices toda la verdad. Ahora será un secreto, el primero de muchos que vendrán de aquí en adelante. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Al llegar a tu casa, almuerzas, haces las tareas, vuelves al espejo, te miras de nuevo, cambias tu peinado buscando verte mejor pero desistes muy rápido y vuelves al cuarto. Entonces, prendes el televisor y empiezas a cambiar canales sin siquiera ver qué presentan; ya los programas que veías antes, te aburren. Tu mamá grita que bajes a comer y contestas también con un grito a pesar de estar en la misma casa; ella sube muy molesta y te regaña por “contestarle mal”. No entiendes nada del problema y otra vez opinas por ti misma; es ahí cuando llega tu papá y calma la marea.
Aún no entiendes cuál es el problema. Le explicas lo ocurrido para que te apoye e intervenga por ti ante tu mamá; al final de la noche el asunto se resuelve. Vas a dormir y solo piensas que éste no fue tu día. Si supieras que de ahora en adelante nunca serán tus días, hasta que todo esto de las hormonas termine. Al día siguiente te levantas como si nada; esta vez no te sientes tan extraña como ayer. Te bañas, te pones el uniforme, desayunas, alistas la maleta y antes de salir te arreglas más que el día anterior. Pero hay un problema: Tu pelo no logra verse bien en ninguna forma. Esta vez te demoras más en salir y tu papá te afana para que bajes.
En el colegio todo va a la perfección hasta que pasa ese niño que te empieza a gustar; al darse cuenta que lo miras, disimuladamente se acerca y te saluda. Tus amigas se empiezan a reír y tú ves eso como una “señal”. Llegas a tu casa y no logras concentrarte. Para ti ese saludo significa todo. Crees ingenuamente que le gustas y te ilusionas. A mi me pasó eso una y otra vez. Esos son los llamados amores platónicos de la adolescencia: Crees que son los indicados, que serán el amor de tu vida, hasta que los superas y aparece alguien más.
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Al día siguiente te despiertas con mucho ánimo de ir al colegio, ya todo desde la noche anterior está arreglado. Pero de pronto un intruso entra a tu mejilla. Es tu primer barrito y crees que el mundo se viene abajo. Nadie lo invitó a aparecerse en tu rostro pero ahí esta y aplastarlo solo empeora las cosas. Sales para el colegio, todo el día tratas de ocultarlo pero es muy difícil cuando está en tu cara. Hija mía, la adolescencia es cosa seria y esto que te cuento es apenas el comienzo.
En mi adolescencia, casi todos los días discutía con mi mamá por bobadas. Mi estado de ánimo cambiaba muchas veces en el día; podía amanecer feliz y sin saber por qué, me sentía triste o irascible. A veces me sentía con súper poderes, otras veces muy débil, me gustaba estar sola en mi cuarto escuchando música por mucho tiempo, me daba demasiado sueño y mi apetito aumentaba en una forma increíble. No era una adolescente normal, lo acepto. Prefería pasar todo el día leyendo un buen libro, haciendo bocetos, escribiendo, viendo películas bajo las cobijas, viendo televisión o jugando en el computador. También en la adolescencia, como muchos lo hicieron, di mi primer beso. Tuve muchos amigos y en una época me fascinaba salir con ellos. Pedía más libertad a mis papás, quería crecer rápido y que se hiciera mi voluntad siempre; poco a poco fui creciendo y las cosas empezaron a cambiar. Vino la vida con nuevos retos que debí afrontar por mí misma y es que a fin de cuentas, todos escribimos nuestra propia historia. Esta fue la mía. No por eso la tuya tiene que ser igual. Tienes toda una vida por delante, disfrútala. No es nada fácil para mi decirte todas estas cosas. Pero hace unos días el doctor que me ha venido tratando me dio una mala noticia; el ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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cáncer ha hecho metástasis. Los médicos dicen que no se puede hacer más. A pesar de esta opinión, espero que aún haya algo que me alargue un poco la vida.
La sola idea de dejar a tu hermana, a tu papá y a ti, me vuelve loca. Ustedes son el tesoro más preciado de toda mi vida. No había podido decírtelo porque no encontraba la forma adecuada para hacerlo; con esta carta, espero que me entiendas, me perdones y nunca me olvides. Y no sufran por mi. Odiaría sentirme culpable de eso. Ustedes son lo mejor que me ha pasado; solo me queda decirles que los amo. Quiero sobretodo, darles las gracias por hacer de mi vida algo tan maravilloso. Siempre estarán presentes en mi corazón. Con todo mi cariño, Mamá
Discurso de ceremonia de batas blancas Manuela Salcedo Ortega P. Luis Fernando Granados Ospina S. J. Vicerrector del Medio Universitario de la Pontificia Universidad Javeriana Cali Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud, Dr. Pedro José Villamizar Beltrán Docentes Directivos Padres de Familia Compañeros
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Buenas Noches: Escuché una vez decir que el hombre se acostumbra a todo, se acostumbra a vivir en el polo a menos de 40 grados o en el desierto a más de 40, se acostumbra a estar en una silla de ruedas, a perder un brazo, a no tener padre o madre, incluso a vivir en un mundo donde cualquier día podría ser el último. Decían también que esa manera de estar felices es lo que nos mantiene vivos; pero hay cosas a las que no te acostumbras ni con todo el tiempo del mundo. No te acostumbras a las madrugadas para clase de 7 a.m., no te acostumbras a tener que trasnochar por cumplir con todas las responsabilidades, no te acostumbras al sufrimiento de los pacientes, ni a que se te reviente el alma cada vez que estás pasando revista porque sabes que como estas aprendiendo la vas a embarrar; en esos momentos te das cuenta que eres lo más afortunado del mundo por tener la oportunidad de vivir todas estas experiencias.
Algunas personas dicen que son nacidas de la forma en que están destinadas a vivir, otras dicen que son el resultado de la manera como los han criado; el problema con toda esta teoría es que no somos libres de escoger nada de esto. No escogemos en qué lugar nacemos, ni quiénes serán nuestros padres, ni si somos lindos o feos, ni en qué casa vivir, incluso no escogemos en qué colegio estudiaremos.
Pero sabemos y estamos seguros que estamos aquí por alguna razón, tenemos cosas que hacer, debemos aprender, amar y conocer, dejar huella en cada paso que daremos. Para lograrlo, simplemente debemos escoger. Escogimos estar aquí, escogimos esta profesión, que más que profesión es una vocación, escogimos esta universidad y llegamos aquí con unas expectativas, sueños y metas que alcanzar. Hoy somos médicos en formación porque así lo decidimos, porque nos lanzamos a experimentar este mundo lleno de un vaivén de ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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sentimientos, de experiencias, de gente valiosa en conocimiento y corazón. Los llantos, el miedo y la cantidad de cosas que sentimos, es lo que nos hace seguir adelante, es lo que nos empuja y hace parte de nuestra vida, de nuestro espíritu humano; para llegar a nuestra meta debemos retarnos día a día para ser los mejores para el mundo.
Esta noche nos encontramos aquí, gracias a nuestros esfuerzos y méritos, recibiendo en esta ceremonia sublime y única, esta bata con su blancura, color de paz y armonía, símbolo de pureza, protección y bondad humana, que nos lleva a traspasar fronteras, impone en cada uno de nosotros la responsabilidad de la vida, las riquezas del ser, la nobleza, y promueve el desarrollo humano desde el amor, la excelencia y la solidaridad como servicio desinteresado por el otro. Esta bata está marcada con cada uno de nuestros nombres, cargada de emociones, cargada de conocimientos y lista para ser usada frente a cada uno de los pacientes, sintiendo cada vez más cerca ese instante en que entreguen ese gran diploma que pondrá en marcha la realidad de nuestros corazones.
Hoy compartimos con ustedes lo único que nos hace a todos, llorar, gritar, reír, caer y volvernos a levantar; nuestro amor a la Medicina va más allá de todos los amores que podemos encontrar en el camino. Recordemos que es la razón por la que todos en este lugar madrugamos para aportar un poquito más de nuestro espíritu, y es que parece que ha pasado un día desde que elegimos comenzar a labrar este camino. Aunque no lo crean, todo en este momento se relaciona, es como una fórmula matemática; estamos aquí gracias a Dios que nos brindó esta gran oportunidad, gracias al esfuerzo de nuestros padres, quienes aún se levantan pensando en que “será de mi hijo o hija”, estamos aquí para
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que la anatomía, la fisiología, la histología, la inmunología, básicas de nuestro ser y ahora clínicas del alma, nos llenen de conocimiento, valores y virtudes humanas que nos hacen entender que el dolor puede ser algo común de todos los seres humanos, que es expresado de diferente manera en cada uno, que cada día indirectamente nos están enseñando a ser más humanos, a nunca olvidar que tratamos con enfermos y no enfermedades y que cada enfermo es un ser con una historia valiosa para contar.
Si le preguntas a la gente qué esperan de la vida, la respuesta será simple: ser feliz. Quizás esa sea la expectativa de todos, el hecho de querer ser feliz, lo que nos permita lograrlo. Estamos destinados a dejar nuestro rayo de luz en cada uno de los corazones de nuestros pacientes, porque así lo escogimos. Nunca olvidemos que cuando se siembran esfuerzos se recogen grandes frutos. A todos ustedes compañeros míos, les deseo lo suficiente:
Les deseo que tengan suficiente sol para mantener su espíritu brillante, les deseo suficiente lluvia para que aprecien más el sol, les deseo suficiente felicidad para que su alma este viva, les deseo suficiente dolor para que las pequeñas alegrías de la vida parezcan más grandes, les deseo que tengan suficientes ganancias que satisfagan sus necesidades, les deseo suficientes pérdidas para que aprecien todo lo que poseen, les deseo suficientes bienvenidas para que logren soportar las despedidas, les deseo que tengan una vida llena de solo lo suficiente para vivir. Felicitaciones a todos por este pequeño camino recorrido. Nuevamente, Gracias a Dios por todo lo que nos permite ser, a nuestros padres por su apoyo siempre presente e incondicional, a las personas presentes en esta ceremonia por acompañarnos, a nuestros docentes, ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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siempre dispuestos a brindar lo mejor de cada uno para hacernos mejores y finalmente, a los Directivos por guiar a la Facultad por el camino que hace y hará que siempre estemos orgullosos de ser Médicos Javerianos! Muchas gracias.
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Narrar la enfermedad
Enfermedad, amor y medicina Daniela Jiménez Paredes Sobre mi primera enfermedad no recuerdo mucho. He escuchado a mi mamá decir que fue una “otitis del oído medio” pero para ese entonces yo era un bebé. Fui una niña sana, sin embargo recuerdo que en varias ocasiones, vomité. Solía despertarme en la madrugada, llamar a mi tía y comenzar a vomitar; llegar de la escuela y vomitar. El vómito no me agradaba. Mis remotos recuerdos refieren el sabor de aquellas épocas de enfermedad. Fue un domingo, a las siete de la noche. Tenía siete años. Mi mamá y mi tía me dijeron que fuéramos a misa. No me sentía bien, pero no quise decirlo. Aunque llegamos tarde, pudimos encontrar donde sentarnos. Hacía calor y mi malestar no había mejorado. Comencé a sentir que la cabeza me pesaba y que todo el lugar giraba. De repente, me puse fría y pálida, miré a mi mamá con los ojos bien abiertos y salí corriendo. Necesitaba vomitar, pero había tanta gente que me resultaba difícil salir.
Tras mucho correr, me faltaba una persona más y estaría afuera… pero el señor no se movió, no me dejó pasar. Intenté aguantar, no me pude controlar y exploté encima de sus pantalones. Lo miré con pena y seguí corriendo. Mi mamá y mi tía venían detrás de mí y se disculparon. Al llegar a casa, mi abuela preparó un vaso de la tan indeseable “agua de linaza”.
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Existe en mi mente un vivo recuerdo de cada enfermedad, de la preocupación de mi familia por llevarme al médico y verme bien, del amor y el cuidado que ponían en mi proceso de recuperación. Sobre todo, existe en mi corazón aquel sentimiento de estar rodeada de las personas que amaba. De alguna manera, podía sentirme muy mal y sin embargo, saber que estaba a salvo. Aun puedo sentir el sabor de esa poción extraña; al final, no importaba si “el agua de linaza” funcionaba. Lo que importante era saber que detrás de ese remedio disfrazado de medicina estaba el amor de una familia y el deseo de mi recuperación. Un día escuché decir que la medicina cura, pero el amor sana.
Casi fue un trasplante Leidy Johanna Morales Tellez En un día normal del mes de Enero, salí de clases salí y fui con mi hermana a comprar zapatos pues ya necesitaba tenis nuevos. Recorrí casi todo el centro comercial y no me gustaba nada; era algo normal, no compro hasta que encuentre algo que verdaderamente llene mis expectativas. Al llegar a mi casa a las 11 p.m. inocente de lo que estaba por suceder, con mis piernas exhaustas, pensaba que había valido la pena al ver mis nuevos zapatos. Me estaba quitando el jean y de repente me vi en el suelo. Todo sucedió repentinamente, sentí un dolor tan impresionante en mi rodilla que no aguanté y caí sobre ella. Creí que algo se me había partido, que mi rodilla se había fragmentado. En mi dolor, vi a mamá correr como Michael Schumacher porque al instante estaba ahí para socorrerme.
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NARRAR LA ENFERMEDAD
Mi pierna estaba inmóvil. Al transcurrir los minutos mi articulación se hinchaba. Se sentía cada vez más caliente.
Ya eran las 12: 30 a.m. y mi rodilla empeoraba, así que decidimos llamar a EMI. Me pusieron un short pues me había quitado el que en un principio había pensado era el causante de mi dolor: el jean bota tubo que toda jovencita quería tener. En menos de media hora me dirigía a la clínica en una ambulancia ya que al parecer la gravedad del asunto lo ameritaba. En el viaje, la perfecta malla vial de la ciudad de Cali acrecentaba el dolor; ahora era desgarrador. En urgencias no paró mi dolencia; me hicieron muchas radiografías mientras veía pasar gente de un lado a otro. El Michael Schumacher que había visto, ahora se derrumbaba. El doctor puso una férula en mi rodilla a las 4:00 a.m. Así continué durante un mes, visitando muchos médicos que concordaban en la razón de ser de mi dolor: la fisura del cartílago. Y también en la solución: inmovilización de la pierna. Con el pasar de los días y no ver mejoría, mi desasosiego crecía. A punto de soñarme rodeada de muchos médicos que me operaban y se contradecían entre ellos. ¡Así era mi desesperación!
¡Llegó el día de mis cumpleaños! 19 de febrero y yo acostada en la camilla del consultorio del médico, con la noticia de que debían hacerme un trasplante de cartílago. Recordé en ese instante un golpe que tuve en mi colegio con una silla; nunca pensé que aquel tropezón tan insignificante me fuera a producir semejante daño. La cirugía estaba programada para ese mismo viernes. Sabía que mi vida iba a cambiar totalmente, que siempre que hiciera frío sentiría dolor leve en mi rodilla, que ya no podría correr, ni saltar como solía hacerlo. De aquel consultorio salimos tristes, no sabíamos qué decisión tomar. Quizá mi madre no es realmente Schumacher, tampoco estudia ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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medicina como yo pero es madre y eso le bastó para no creer en la necesidad de la operación, por lo que buscó otra consideración. Es un ángel de Dios, eso pensé a las 6:00 pm, cuando el Doctor Martínez después de escuchar mi relato sobre el “golpecito” en mi rodilla, extrajo la sangre que estaba acumulada en ella, asegurando que la intervención quirúrgica no sería necesaria. Sentí la mejoría desde el siguiente día. ¡Pensar que casi fue un trasplante…!
Sanador herido Edwin Herney Garcés Caicedo Cuando era un pequeño niño de dos años y medio de edad, encontré una botella con cierto líquido (agua o gaseosa, debí pensar) y bebí solo un poco. De ahí en adelante todo me lo narra mi madre:
“Estaba trabajando en la escuela. Cuando llegaron con la noticia, el corazón parecía salir de mi pecho. Corrí y te encontré ahí, tiradito, y con la carita morada. Parecía que no había nada que hacer. Pensé, es mi hijo ¡No se puede morir! A mi alrededor todo parecía moverse sin sentido y los sonidos no eran claros, estábamos en el puesto de salud del pueblo donde la enfermera poco podía hacer. Sólo intentábamos que despertaras y vomitaras lo que habías tomado. Todavía no está muerto, escuché. Debemos llevarlo al hospital de Bolívar (municipio al sur del Cauca). De inmediato, aturdida por lo que estaba pasando, subí a la ambulancia pensando en que tal vez las dos horas que nos llevaría el viaje serían demasiado y no ibas a
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NARRAR LA ENFERMEDAD
aguantar. Sin embargo, mi esperanza no decaía. Don Heremias, amigo de la familia, me acompañaba y me daba apoyo. Tranquila, me decía, todavía está vivo, todavía respira.
Así pasaron dos horas de viaje sobre una carretera sin pavimentar lo que hacía el viaje aun más angustioso. Llegamos al hospital donde me daban pocas esperanzas mientras veía que tus ojos se iban y miraban como mirando la nada. Los doctores me decían que te tenían que operar de inmediato pues tu garganta estaba quemada. Pero esta era una operación muy compleja y teníamos que llevar hasta Popayán. Pensé lo peor pues eran por lo menos 5 horas de viaje, pero no me iba a rendir y de inmediato continuamos el camino hacia Popayán donde llegaste ya casi sin signos vitales. De inmediato, te llevaron al quirófano y te hicieron las cirugías necesarias. Gracias a Dios y a los médicos que te atendieron, sobreviviste”.
Cada vez que mi mamá me narra esto, termina casi llorando y pienso otra vez ¿Por qué me salve? ¿Cuál es el motivo para estar vivo? Me imagino que si Dios me salvó, es por algo. No todo el mundo toma ácido sulfúrico y se salva o al menos termina sin consecuencias físicas evidentes. Durante varios años tuve que ir a que me hicieran dilataciones que eran muy incómodas pues después de cada una, no podía comer por un día. Pero nunca me había asustado tanto como en la última dilatación que me hicieron. Tenía al menos 10 años. Recuerdo que ese día me sentí especialmente preocupado y algo nervioso. Todo parecía decirme que no me debían realizar la dilatación. Mi brazo derecho estaba lleno de chuzones de aguja pues la enfermera no me encontraba la vena para sacarme la muestra de sangre que debía tomar previa al procedimiento. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Luego me llevaron a la camilla, llorando, donde incluso esperé un descuido de los médicos para escapar, pero fallé en mi intento y a la fuerza me llevaron de nuevo a la camilla. Luché con todas mis fuerzas pero cuando me pusieron el sedante, quedé dormido. Cuando desperté mi pecho estaba inflamado, mi cara también, me tocaba y sentía aire dentro de mí. Asustado, miré a todos lados y de pronto llegó mi mamá a quien le pregunté qué pasaba y no me supo responder. Solo me dijo, tranquilo mijo, que en pocos días nos vamos para la casa. El ardor y dolor en mi pecho y garganta era infernal. Al parecer, el endoscopio había dañado o rasgado algo en mi esófago. Así pasaron muchos días y semanas. Cada fin de semana, mi mamá me decía, en tres o cuatro días te dan de alta, pero pasaron casi dos meses antes de mejorarme. En ese tiempo me di cuenta que había muchas personas preocupadas por mí, que me visitaban frecuentemente. No podía comer absolutamente nada, simplemente sobrevivía con suero. A principios del mes de enero, después de haber pasado todo diciembre en la clínica, no era mucho mi progreso. Los médicos aún no sabían cuál era el mejor procedimiento para impedir que la herida que me había ocasionado el endoscopio en el esófago, no se infectara. Ellos debían sacar el aire pero las posibilidades de dañar mis cuerdas vocales eran muy altas. Todo parecía empeorar. Los médicos decidieron ponerme una sonda; a mi mamá le decían que esto era muy incómodo para mí, pero esas eran las instrucciones del médico. Ellos le dieron las referencias del tamaño de la sonda a mi mamá quien muy triste se dirigió a comprarla.
Me cuenta mi mamá que la noche anterior a ese día había rezado mucho al Divino Niño Jesús implorando que mejorara mi estado de salud y que el día que tenía que comprar la sonda, decidió pasar por la iglesia del Divino Niño Jesús en donde rezó mucho. De ahí fue
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a comprar la sonda y luego se dirigió a la clínica donde encontró al doctor con otros médicos que discutían acerca de mi caso. Mi mamá se acercó y le preguntó al doctor que si la sonda era la correcta. El doctor le respondió que ya no era necesaria pues la herida que había sufrido en mi esófago ya no aparecía; al parecer, ya había sanado “o nunca había estado ahí”. Le dijo que si todo salía bien, en pocos días me darían de alta. Al otro día después de haber pasado muchos días sin probar bocado, me dieron un poco de gelatina y en los días siguientes sopas y arroz. La verdad, fue un milagro. Mi mamá está completamente segura que sí fue un milagro.
Aunque parecería raro, cuando recuerdo todo esto pienso en que si sobreviví fue por algo y siento más ganas de vivir. Entonces, la tristeza y soledad que siento a veces por la falta que me hace mi familia que vive en Popayán, desaparece. Pienso en luchar por mi sueño que es ser médico, salvar vidas, dar alegría y salud a personas que lo necesitan así como en algún momento, los médicos lo hicieron por mí. Conozco y viví en carne propia el sufrimiento de estar enfermo. Podría cumplir un papel de sanador herido como dice el profesor de historia de la medicina, Pedro Rovetto. Esta fue mi propia historia, que para mis padres y para mí, fue un milagro.
Un superhéroe en mi casa Sebastián Manzano Jaramillo Sí, ese fue el dolor más intenso que tuve por un momento hasta que vi a quien venía a socorrerme. Justo en ese instante mi dolor se calmó y quedé tranquilo esperando a que esa persona que se acercaba ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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cada vez más, llegara a mi rescate como un superhéroe de mis golpes, caídas y moretones. ¡Mi papá!
Cuando era muy chico, mis pensamientos sobre el futuro no eran claros. Solo quería nadar y correr detrás de una pelota. Muchos deseábamos ser jugadores de fútbol, estar entre los nombres de un equipo, con el apellido que heredamos de nuestro padre en la espalda de la camiseta o ser igual al jugador reconocido de aquellos tiempos. En fin, solo queríamos jugar.
Donde viví durante años no había un espacio adecuado donde pudiéramos saltar y pegarle a la esférica como uno quisiera. No era una cancha de fútbol sino el parqueadero de la unidad, el lugar donde jugábamos, evadiendo a los carros como defensas del equipo contrario, utilizando la entrada de un edificio o el ascensor como la portería, escuchando a los vecinos quejándose de nuestros gritos y golpes a las ventanas como una hinchada enfurecida. Todo era muy chévere.
En aquellos “partidos de elite” había risas y juego, ya que las niñas que montaban bicicleta simultáneamente a nuestro juego de pelota, pasaban por delante de nosotros mandándonos a volar unos cuantos metros de distancia. Creíamos que estábamos en terreno de pasto y nos tirábamos en barredora en plenas piedras dañando los pantalones, dejando piel de nosotros como marca de guerra. No puedo olvidar lo que me pasó en repetidas ocasiones cuando corríamos en medio de dos carros y nuestras cabezas se llevaban por delante los retrovisores, seguido de una cascada de sangre que invadía nuestras caras. Todas esas marcas de mi niñez y las cicatrices que hoy día no se notan, fueron curadas por mi mayor superhéroe: Mi papá. En cada raspada, corte o moretón, mi mamá se desesperaba y llamaba a mi papá para que me tranquilizara. Con cada caída, el me revisaba, me
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preguntaba si me dolía en alguna parte, palpaba y me hacía una especie de examen físico general. Si mi golpe era un chichón, aplicaba frío local y cada cierto tiempo revisaba para ver si había aumentado de tamaño o si se tornaba blando. Si era un morado, hacía lo mismo y me daba un analgésico muy suave. Y en las heridas profundas y abiertas era el único que me podía intervenir. No dejaba que nadie más lo hiciera y con esa labor de médico y su amor de padre me suturaba y retiraba los puntos, después.
Cada vez que papá me curaba, explicaba qué hacer en cada caso, me pedía tranquilidad y me contaba que en su niñez le ocurrían esas cosas por las que yo pasaba.
Yo fui creciendo y aunque empezaba a sentir un poco de interés por lo que hacía mi papá, en realidad no sabía mucho de eso. Entonces le preguntaba cosas como: casos difíciles que tuvo, por qué se interesó en la medicina, cuál era su motivación. Cada respuesta que él tenía me llevaba a seguir buscando qué más había dentro de esa vocación. Yo igual seguía jugando pero había cambiado ciertos hábitos puesto que empecé a ver programas médicos, pasaba horas viendo “discovery home & health” y cada caso raro que presentaban, así no entendiera nada, me impactaba. Seguí preguntando cosas a mi papá por un largo tiempo hasta que me vio motivado y decidió llevarme a turno con él. Tenía unos 11 años o menos, no me acuerdo bien, pero cuando entré al hospital recuerdo perfectamente a mi papá saludando al portero, a las señoras del aseo, y a todo el mundo en el hospital. Si veía a uno de sus pacientes se quedaba con él y le preguntaba muchas de las mismas cosas que me preguntaba cuando yo sufría, obviamente en un lenguaje más técnico y más elaborado, pero muy similar. Me gustó mucho acompañarlo. Me identifiqué con la manera en como él trataba a todas las personas de igual forma, y el modo de ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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intervenir a sus pacientes como lo hacía conmigo, cuando yo más de una vez, gracias a sus palabras, sentí confianza y una tranquilidad que nadie más podía provocarme.
Una tradición japonesa Akemi Arango Sakamoto Recuerdo que cuando estaba pequeña - quizás tendría cinco años - mi abuela, mi abuelo y mi bisabuela materna vivían en una casa grande, la más grande, amplia e iluminada de una calle muy concurrida de Palmira, la 31. Eran las horas de la mañana cuando viendo televisión empecé a sentir un malestar en mi pequeño cuerpo. Llamaba a mi mamá a gritos, hasta el otro extremo de la casa, el lugar donde ayudaba a mi abuela, con el almuerzo. Yo estaba en la habitación donde mi mamá y sus dos hermanas solían dormir de niñas; progresivamente sentía más y más calor, las gotas de sudor frío me resbalaban por el cuello y tenía escalofríos. Después de haber gritado durante 15 minutos, llegó mi abuela. Se acercó y le dije que tenía calor y frío, que me dolía el cuerpecito. Colocó su mano mi frente, cachete y cuello, salió sin decir una palabra y volvió con un sobrecito de tela de color rojo, cubierto en su interior con tela blanca. En uno de los bolsillos había unos papelillos de arroz, doblados en forma de cuadrilátero irregular, similar a un cono; en el fondo había granos de arroz crudo.
Traía un vaso con agua, sacó los granos de arroz, los puso en su mano, tomó el papel de arroz, lo remojó en agua y lo puso en mi frente; después tomó los granos de arroz, los puso en mi mano y me dijo que
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debía comerlos. Como el malestar era insoportable, pensé que nada podría empeorar así que empecé a masticarlos.
No sé si mágicamente o como un efecto placebo, el arroz y el papel de arroz en mi frente me habían mejorado. Mi abuela le llamaba ``mamanchán´´ - en japonés - y solía utilizarlo con mi mamá, mis tías y mi tío. Lo había usado también con mi hermano y mi prima, en varias oportunidades. A su vez, mi bisabuela lo había usado con sus hijos y así sucesivamente.
Desafortunadamente, no he podido conseguir aquellos papelillos de arroz como los de ella. Seguro, en su emigración a Colombia había traído algunos y algún familiar o conocido le habrían traído otros. Si no es posible conseguirlos, trataré de recrear unos similares para usarlos y dárselos a mis hijos.
El día que me di cuenta de que no era una Power Rangers rosada Isabel Cristina Quintero Salazar Me acuerdo tanto que estábamos de vacaciones en Santa Martha. Yo tenía tan solo cinco años y me encontraba en el cuarto de la cabaña en donde nos estábamos hospedando. Estaba con mi amigo Samuel quien venía de los Estados Unidos a pasar unas vacaciones con nosotros. Samuel muy gentil me propuso que jugáramos a los Power Rangers, él sería el Power Rangers rojo y yo sería la Power Rangers ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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rosada. El juego consistía en saltar de un camarote a otro y el que se cayera perdería; así que el juego comenzó y estábamos saltando de un camarote hacia el otro. Mi mamá estaba bañándose y papá no estaba, y nos encontrábamos a cargo de mi hermana Ángela.
Pasaron diez minutos y yo no quería seguir jugando, ya estaba cansada de estar saltando de un lado al otro. Así que Samuel se bajó del camarote y me dijo que me bajara, yo le pedí el favor a mi hermana que me ayudara pero ella estaba maluca, así que decidí tirarme del camarote y vaya sorpresa, me rompí el mentón. Cuando mi mamá escuchó el estruendo, salió del baño y vio el charco de sangre a mi alrededor, en realidad la sangre es escandalosa pero el golpe sí fue tremendo. Mi mamá y su amiga me cargaron, y me pusieron una toalla en el mentón para hacer presión y evitar que me desangrara. Se demoraron en conseguir un taxi para que me llevara a un puesto de salud, lo consiguieron y nos llevaron rápido, yo lloraba como una magdalena, el dolor era poquito, lo que más miedo y pavor me daba era sentir mis dientes estaban flojos, tener la sensación de que fueran a caer.
Llegamos al hospital más cercano; cuando me estaban atendiendo, el médico le preguntó a mi mamá qué clase de puntos quería si caros o baratos. Mi mamá le respondió: Es la cara de mi hija y de una niña ¿Usted qué cree? A pesar de que me había aplicado anestesia yo sentía cómo los puntos entraban y salían 19 veces de mi mentón, no podía hablar porque me dolían los dientes. A los cinco días regresamos en el primer vuelo a Cali, me llevaron a donde mi pediatra y él le dijo a mi mamá que me llevaran al odontólogo. Me pidieron la cita, me llevaron y qué noticia, me había lastimado algunas de las raíces, entonces, me mandaron donde el ortodoncista y hasta los diez años, estuve en tratamiento odontológico. Y aprendí la lección de que los Power Rangers no existen.
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La charca en la que estaba sembrado David Santiago Muelas Solarte Mi abuela materna trabajaba cuidando casas campestres de personas de procedencia caleña, en Silvia - Cauca. La casa era muy antigua y yo solía jugar con mis dedos tocando los huecos que las polillas dejaban en la madera, cubierta de alquitrán y de aceite. Había en la sala una pintura de una familia reunida alrededor de la mesa, recuerdo que veía como las imágenes se movían y hablaban y por supuesto, mi madre no me creía. Era medio día, recuerdo que mamá me regaló un tetero que preparaba generalmente con bienestarina, leche, cidrón y plantas aromáticas que mi abuela le recomendaba. Estaba meciéndome en la hamaca de costales y trapos y me quedé profundamente dormido. A las cuatro o cinco de la tarde cuando todos llegaban del trabajo, mi madre me cambiaba el pañal. Ella decía que yo era muy inquieto, así que solo me dejaba con la sudadera y un gorro para gatear. Me explicó que se descuidó por un momento y que yo me acerqué a la orilla de la escalera y resbalé. Pasó mucho tiempo para que se dieran cuenta que ya no estaba con ellos, parece que tuve convulsiones fuertes, perdí el control de mi cuerpo y empecé a alucinar en mi cuarto, con imágenes de objetos que adquirían vida.
Sangraba por la nariz y medio respiraba, entonces mi abuela con su experiencia sabia mandó a preparar curíes, ovejos, venados y armadillos pues había que devolverle la vida a este hombrecillo. Las manos tibias de los ancianos reformaron mis huesos adoloridos y el ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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olor fuerte del eucalipto me hizo perder la razón y por eso no me dolía. El chaman de la comunidad me visitaba todos los días para realizarme soplos y sahumerios. Sin embargo, todo empeoraba ya que no gateaba ni comía. Incluso se comentaba sobre la posesión de otro espíritu en mi cuerpo, se decía que había cedido terreno de la posesión física en este mundo, así que tenía un fuerte contrincante contra el cual había que luchar. Hasta que Gerónimo, un amigo mentalista, se concentró y utilizó su mano mágica para introducirla en mi mente y así pudo arrancarme de la charca en la que estaba sembrado. Prontamente empecé a recuperarme.
La grandeza va por dentro María Andrea Ortegate Gómez
Quizás haya tenido otras visitas al doctor de las que me acuerde medianamente, pero ésta, a mis siete años, la tengo presente como si fuera ayer. Cada detalle, cada palabra, cada mensaje.
Era un día de semana en el que asistía a las citas de control normales de la etapa escolar. En este caso, visitaba a mi endocrinóloga. Una mujer totalmente dulce, bella, delgada y muy inteligente. Tenía mi cita a las 3: 00 pm en la clínica Valle de Lili, y no sé si llamarlo el “plus característico” de la misma, eran citas que se convertían en espera de una hora y media y adentro te demorabas máximo diez minutos. Pero esta no fue así. Fue diferente. Salían niños gorditos, bajitos, otros muy altos y un poco grandes para la edad que tenían, aparentaban una contextura pienso yo, más
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genética que otra cosa. Miraba a mí alrededor detenidamente, estaba algo inquieta y un poco azarada porque tenía entreno de patinaje y no iba a alcanzar a llegar.
Después de una espera no muy larga me llamaron a mí. Estaba ansiosa y nerviosa porque quería preguntarle a la doctora cuanto iba a crecer. En mi familia todos son bajitos de estatura, pero tampoco quería quedarme como mi tía, y a mi prima ya le habían empezado a aplicar hormonas para acelerar un poco dicho proceso. Se inyectaba su pequeño estómago todos los días mientras yo solo la observaba. Mis tíos insistían bastante en que yo hiciera lo mismo; sin embargo, mis papás, muy inteligentes a mi parecer, decidieron consultar con una persona que supiera del tema, y ésta fue la cita destinada para salir de dudas. Saludé amablemente, y ella, con su dulzura de siempre, me abrazó y sonrió. Primero me pesó y me encontraba en mi rango ideal, luego me examinó un poco y lo último fue medirme. Había crecido un centímetro. Nos sentamos junto con mi mamá, y tras contarle un poco acerca de mis actividades rutinarias e historia de vida, vino la pregunta más importante: ¿Doctora, es recomendable darle algo a María Andrea para que crezca un poquito más? Bien sabía que no le podía pedir a mis genes que fuera una mujer de 1,70 o 1,80 porque era prácticamente imposible tanto por la familia de mi mamá como por la de mi papá. Sin embargo, tampoco estaba creciendo a gran velocidad y ya empezábamos a alarmarnos por eso. Frente a la pregunta, la doctora contestó que en verdad no era recomendable porque mi estado de salud estaba muy bien, porque me encontraba haciendo deporte y el metabolismo estaba respondiendo de forma exitosa en mi proceso de crecimiento. Recuerdo muy bien que apenas escuché estas palabras el llanto se apoderó de mí y era totalmente incontrolable. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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¿Por qué lloras? Fue la pregunta que me hizo la doctora. Entre labios, con la voz quebrada y el corazón destrozado le decía que no iba a crecer más, que me iba a quedar chiquita y que yo quería hacer algo para ser un poquito más alta. Para mí, se había convertido en una situación de mucha importancia poder contrarrestar un poco la fuerza de dominancia de lo que la genética tenía listo para mí.
Fue así como la doctora se acercó, me abrazó y me decía que no había necesidad de hacer nada de lo que yo quería porque entonces le podía hacer daño a mi cuerpo, que de pronto ahora no pasaría nada, pero que en un futuro podrían aparecer ciertas consecuencias a nivel muscular, hormonal, óseo y que sin ser estrictamente necesario, para qué quería alterar mi crecimiento que iba totalmente perfecto a nivel metabólico. Esto logró calmarme un poco, y sin embargo, ella no se quedó con la mera explicación médica y fue un poco más allá conmigo. Me dijo ese día: “Mírame a mí, yo soy bajita también, igual que tu mami y la mayoría de tu familia…pero sabes…la estatura es solo algo físico, algo externo, porque la mayor grandeza que tienes como niña y tendrás como mujer va por dentro, si por dentro te sientes grande siempre serás grande independientemente de tu estatura, y eso es lo más importante que debes llevar en tu mente y en tu corazón”. Luego me abrazó y se volvió a sentar en frente mío… Recuerdo estas palabras claramente. Su mensaje fue totalmente hermoso y uno de los más grandes e importantes aprendizajes en la vida de cualquier ser humano. Cómo desde su dulzura y humanidad logró hacerle entender a una niña de tan solo siete años, dentro de su inmadurez, terquedad, rebeldía y fantasía en donde solo quería ser un poco más alta a toda costa; que la grandeza no es solo algo físico y que se muestre externamente, que no es algo de vanidad ni superficial, sino que por el contrario es algo enteramente interior, propio, virtuoso y pleno, y que así como ella, yo también era grande interiormente y llegaría a serlo cada día mas.
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Salí con una sonrisa en el rostro del consultorio. Ya mi cara tenía otra luz, ya mis ojos brillaban diferente, ya mi corazón sentía regocijo y alegría, y lo más importante, mi mente, mi cuerpo y mi ser sabían que me esperarían cosas grandes y que lo que era como persona iba a ser el valor más transcendental. Desde ese día recuerdo con más amor la cara de esa doctora que quiso explorar la humanidad en la profundidad de una simple bata blanca. Ha sido de los más bellos recuerdos de mi infancia.
La enfermedad de mi hermana Laura Mejía Gutiérrez Marcela es mi hermana. Nació el 13 de octubre de 1985, en el Hospital San Juan de Dios de Armenia. El embarazo fue un poco complicado y hasta se llegó a creer que mi mamá tenía gemelos. Por tal complejidad, programaron cesárea para ese día, un mes antes para cumplir los nueve meses de gestación. Marcela midió 52 centímetros y pesó seis libras. En general, todo parecía estar bien. Sin embargo, en el momento del nacimiento la llevaron directo a sala de cirugía ya que presentaba un quiste benigno cerca a un ovario. Luego, cuando mi mamá la pudo ver, tenía una herida de lado a lado en la parte baja de la barriga. Ella cuenta que para ser un bebé, la herida era demasiado grande. Estuvo aproximadamente quince días en la incubadora y recibió fototerapia porque presentaba ictericia. Pasaron los días y se recuperó.
Después de quince años de la cirugía, Marcela presentó bridas o adherencias peritoneales posquirúrgicas. Esto se reflejó en los síntomas que tenía: Dolor abdominal intenso, vómito, estreñimiento e ictericia. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Por obvias razones, la hospitalizaron y como tenía una obstrucción total, volvió a cirugía.
Desde ahí, prácticamente cada año vuelve a presentar obstrucción, aunque parcial. Siempre que ingresa al hospital, le toman una radiografía de abdomen simple, vertical y horizontal sin enema para observar que tan obstruida está. Seguidamente, la hospitalizan, le suministran suero y le impiden comer. Luego, le ponen una sonda nasogástrica para desobstruir los intestinos. Cuando ya está mejor, le empiezan a dar dieta líquida y posteriormente dieta blanda. Después de ocho días de este tratamiento, todo vuelve a la normalidad. Uno de los días en que presentó la obstrucción parcial, tenía la bilirrubina más alta de lo normal. Creyeron que podría ser Hepatitis A, le hicieron exámenes y no fue diagnosticada por tal enfermedad. Sin embargo, tenían que llegar a un diagnóstico. Después de una elaborada historia clínica, se dieron cuenta que mi hermana presentaba el mismo síndrome de mi abuelo: “el síndrome de Gilbert”, que afecta la manera como es procesada la bilirrubina en el hígado y por lo tanto causa ictericia tanto en la piel como en la esclera. Desde allí, se dieron cuenta que cada que se enferma, Marcela presenta ictericia.
Cierta vez, llegó al hospital con cólicos. Decía que el dolor era inexplicable. El gastroenterólogo le dijo que probablemente ya sabía cómo eran unas contracciones del parto. En ese momento mi madre la consolaba por su dolor diciéndole que ella la podía entender. Como los cólicos eran tan fuertes, le empezaron hacer exámenes y se dieron cuenta que tenía una infección. Por tal motivo le recetaron antibióticos y quedó en observación ante cualquier eventualidad. Por supuesto, a los días mejoró y volvió a su vida normal. En otra ocasión, llegó al hospital y como es la costumbre, le tomaron una radiografía de abdomen simple, vertical y horizontal
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sin enema como ya lo había dicho antes, pero esta vez, le pusieron un enema. Ella dijo que era súper incomodo y que la sensación era indescriptible. Explicó que uno tiene partes del cuerpo que son “solo de uno” y que por tal razón, jamás se volvería hacer una cosa de esas. Sin embargo, después del “lavado” se mejoró y pudo volver a nuestro hogar luego de tres días de incapacidad.
Debido a la enfermedad, Marcela tiene que comer en forma saludable. Esto quiere decir, comidas balanceadas y especialmente, dieta de frutas y verduras. También debe alimentarse como “un diabético” lo que significa, comer cada dos horas en pocas proporciones. Los médicos siempre le dicen que su alimentación no podría estar basada en fibra, y que cuando consuma este tipo de alimentos, esporádicamente, mastique muy bien. Es por ello que en mi familia, se consumen pocos alimentos con fibra; si lo hiciéramos, ella los comería porque le encantan. En realidad, a Marcela le gustan los frijoles y las lentejas; sin embargo, se abstiene de comerlos. Hay otro problema con la salud de Marcela. Su umbral de dolor es muy alto y cuando lo comunica, ya está en una etapa aguda. Siempre refleja el dolor en su mirada. Es muy triste ver a mi hermana en ese estado en el que no podemos hacer nada porque su dolor “es solo de uno”, como bien lo dice ella.
Dolor anginoso Valentina Cardona Ramírez Hace tres años sentí el susto más grande de mi vida. En ese año había empezado a estudiar medicina, estaba preocupada por los parciales y no dormía bien. Recuerdo que era jueves por la tarde, tuve ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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un instinto y llamé a mi mamá. Sin conocer su estado de salud, empecé a contarle sobre mis preocupaciones, la escuchaba tensa y rara, así que le pregunté qué le sucedía. Me contó que desde horas del almuerzo se había empezado a sentir muy maluca, tenía una opresión en el pecho que no la dejaba respirar bien, el dolor lo sentía también en el cuello y la parte interna del brazo izquierdo. Me preocupé, y sin que ella se diera cuenta empecé a llorar. Sabía que se encontraba lejos de la ciudad, si se trataba de un infarto tal vez no alcanzaría a llegar con vida.
Con la voz entrecortada, le dije que no se preocupara que todo iba a salir bien. Colgué. Al instante me invadió el miedo de saber que mi mamá moriría. En mi mente, solo llegaban aquellos momentos compartidos con ella. Llamé a mis hermanos y les conté la situación. Cuando al fin llegó mi mamá a la clínica San Fernando, estaba muy triste y sin saber en que condiciones se encontraba, decidí entrar. Ingresé al cuarto, estaba acostada en una camilla, el dolor en el pecho era leve. Estuve con ella como treinta minutos. Recuerdo que salí y en esas me encontré con la enfermera a cargo, quien me comentó que las enzimas cardíacas habían salido negativas. No entendí el significado de esa frase, solo sabía que ella se encontraba bien. A las tres horas, los médicos decidieron trasladarla a la clínica Farallones, nada más y nada menos que a la Unidad de Cuidados Intensivos. En ese momento sabía que ese cambio era por algo grave. Aquella noticia intensifico y agravó la situación en la familia. Nos dejaron ingresar a la UCI, me despedí de ella. Al día siguiente, le realizaron un procedimiento quirúrgico que evaluaba si alguna arteria del corazón se encontraba obstruida. El resultado fue negativo. Mi mamá no tenía un infarto. Me alegré mucho. De haber sido un infarto, con el lento y demorado servicio prestado en la primera clínica, tal vez las consecuencias hubieran sido nefastas.
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A partir de este acontecimiento, a mi mamá le suceden varios episodios similares al narrado. El estrés es un factor importante que le desencadena el cuadro clínico de dolor anginoso. Actualmente, ya con la experticia clínica de un estudiante de séptimo semestre, sé que mi mamá sufre de angina estable, un tipo de enfermedad coronaria crónica que con el tiempo puede convertirse en un infarto agudo al miocardio.
Tres días, dos aviones y un enfermo María Paula Reyes Ramírez Creía que la llorona era yo. Jamás pensé que mi hermanita era tan nerviosa como yo. Y qué decir de mi papá. El pesimismo se apoderó de él. Al instante me di cuenta que su salud podría estar en peligro ante cualquier noticia fuerte. “Los tiquetes, las maletas, me voy ya”, nos dijo. Eran diez horas de viaje hasta Colombia y mi papá quería acompañar al suyo en sus “últimos momentos”. Y lo digo de forma irónica porque hoy día, cada vez que mi abuelo sufre un dolor de cabeza o se sienta encorvado, mi papá piensa que ya se va a morir. Mi mamá, la cabeza fría de la familia, hizo todas las averiguaciones sobre qué hacer para que mi papá cambiara su tiquete Madrid - Cali. No había ninguna posibilidad de adelantar el viaje. Todos los vuelos estaban sobrevendidos. Mientras mi papá se sumergía en una tembladera entre su llanto y sus nervios, mi hermana mayor, Juliana, releía las palabras que habían escrito nuestros primos en un mensaje de Facebook: “Llamen ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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a Guillermo o a Toño urgente… es muy urgente”… Habíamos quedado paralizados ante esas palabras. Luego el otro mensaje: “El abuelo tuvo un derrame, estamos viendo cómo conseguir el avión ambulancia para llevarlo a Cali o a Bogotá lo más pronto posible”. Al cabo de releer, Juliana reflexionó: “Si no hubiéramos parado en el hotel para descansar un rato antes de seguir nuestra jornada como habíamos planeado, no nos habríamos dado cuenta de lo que estaba pasando con nuestra familia. Hubiéramos seguido con nuestros planes de conocer las calles de Madrid y el abuelo se habría muerto, incluso.”
Pensé que todo pasa por algo, hasta las peleas. Pues justo antes de salir del hotel para ir a dar una vuelta en la noche, mi hermana insistió y peleó con mis papás para que la dejaran meterse al computador un rato. Esta era una pelea que se veía casi todos los días porque las tres hermanas siempre debíamos turnarnos el computador para ponernos en contacto con nuestros allegados en Cali. Y una de las tres, por lo general Juliana, exigía más tiempo y nos irrespetaba los turnos. Sin embargo, esta pelea fue clave para que nos pudiéramos enterar, para bien o para mal, porque igual, no podíamos hacer nada.
Ya cuando mi papá se pudo poner en contacto con sus hermanos Guillermo y Toño, supo que no se trataba de un derrame sino de un trombo que había hecho que a mi abuelo se le paralizara el lado izquierdo del cuerpo. Por eso, este hombre que era un roble, conocido por sus amigos en la juventud como “el camión Reyes”, se cayó. No había nada que pudiese calmar a mi papá pues si algo ha heredado de mi abuela es que siempre piensa lo peor de las situaciones. Puede llegar a ser completamente irracional cuando le cuentan una noticia negativa, por insignificante que sea. En parte, creo que tenía bastantes motivos para no calmarse. Y es que San Andrés por más que tenga hospital nuevo, no tiene ni equipos ni buenos médicos para tratar
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a un adulto de 87 años. Y los aviones ambulancia, se pueden demorar de ¡24 a 48 horas!
Ya eran las doce del día en Cali y el suceso había ocurrido aproximadamente unas dos horas antes; mi abuelo debía ser tratado de inmediato si queríamos que tuviera posibilidades de recuperarse. Fue al rato que agradecí el hecho de que mis dos tíos fueran médicos pues de no haber sido así, probablemente no habrían conocido los medios para que se le diera prioridad al caso de mi abuelo y se enviara rápidamente el avión a San Andrés. Una vez mi abuelo pudo llegar a Cali, nuestros familiares nos lo hicieron saber: Ya lo habían estabilizado pero estaba desubicado, no vocalizaba y no se acordaba de muchas cosas. Los últimos tres días de vacaciones en Madrid no pudieron ser lo que esperábamos. Cada momento estábamos preocupadas por no ir a decir algo que pudiera irritar a mi papá; sin embargo, una piedrita en el zapato resurgía cada vez que sonaba el celular.
Hoy, ocho meses después, mi abuelo está en su casa. Habla bien, se acuerda de todo, hace sudokus, ha vuelto a caminar y sobretodo, tiene su sentido del humor intacto. Pero su equilibrio se ha visto afectado y desde ese día, tiene una enfermera a su lado. Es entonces cuando entiendo a mi papá. Él supo que desde ese día, mi abuelo empezaría lentamente a apagar motores.
Y de hecho, en el transcurso de ocho meses se ha enfermado más veces de las que se había enfermado en toda la vida. Dice estar bien pero su ánimo se ve disminuido. Y cómo no va a ser duro para mi papá ver a su padre debilitándose cuando él era quien siempre despertaba admiración por ser un “viejo tan bien plantado y tan sano”. Ahora, la que suele caerse cada año es mi abuela. Sí, la vejez nos agarra a todos en algún momento. Y es duro aceptarlo cuando siempre hemos sido tan fuertes. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Una decisión de vida o muerte Josué David Herrera Monroy Kelly Daniela Pinzón Jurado Sthepany Valencia Arturo Este texto, y la entrevista que lo sigue, es producto de un esfuerzo de investigación cualitativa realizado por los estudiantes de Medicina Narrativa en pequeños grupos. Se investigó a fondo en un paciente la comunicación con su médico personal: si se le había explicado bien el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de su enfermedad para luego narrar toda esa experiencia médicopaciente. Más allá de los datos encontrados se registraron historias verdaderamente conmovedoras. Felicitamos a todos los grupos por su esfuerzo y éste es sólo un ejemplo de su trabajo.
Se sienta a la mesa con mucha tranquilidad y con ansias de hablar. El aspecto de su rostro, resulta ser el de una persona sencillamente feliz. Al preguntarle cómo se siente, responde de manera eufórica agradeciendo a Dios por la buena salud. Empieza a narrar. Su historia parece sacada de una película, todos los relatos que trae a colación se comparan con alguna travesía emprendida por algún aventurero en tierras lejanas. Su enfermedad parece ser un capítulo largo de su vida, un pedazo de tiempo que le ha restado una década de vivir al cien por ciento; la enfermedad es ese capítulo que está por cerrarse y que se va haciendo más ajeno a él, afirma.
Al principio de los diez años de travesía, vivió con algo adentro totalmente desconocido para él e inclusive para los mismos médicos; aquellas personas que según el mismo dice, aparentan saberlo todo en la vida, pero su conocimiento se limita a la inmensidad de probabilidades que existen. Su pensamiento parece ser de aquellos
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que afirman que no hay verdades absolutas y que las respuestas a los interrogantes del ser humano, habitan en el Ser Supremo llamado Dios. “Desde un principio me diagnosticaron mal, siempre fue un corre que corre y nunca daban con el chiste, primero fue un corazón grande, luego un pronóstico de vida no mayor a un año, me prometieron una muerte segura y pronta”. Son palabras que salen desde su interior y van acompañadas con una fría y cruel decepción hacia el conocimiento científico. Durante esta parte de su relato, habla mucho acerca de un médico colombiano con acento argentino, ese mismo que sin querer describió ciertamente el gran tamaño de su corazón; un corazón muy grande lleno de emociones y sentimientos hermosos, pero físicamente era igual al de todos nosotros (en cuanto a su tamaño).
Fue cuando viajó hasta la ciudad de Cali, donde afortunadamente encontró a alguien mucho más profesional, alguien que además de provenir de su misma tierra, resultó ser muy compatible con su carácter; alguien muy humano. Fue él quien desmintió los argumentos del médico “argentino”. Su corazón era de tamaño normal pero tenía una arritmia que le complicaba la vida. Fue este el único diagnóstico certero del cual se derivarían todas las desgracias próximas. En aquel entonces fue su primera cirugía, en manos de su coterráneo, donde un aparatito no mayor a cuatro centímetros, lo acompañaría a todas partes. Este le permitiría controlar sus arritmias y llevar una vida “normal”. Era un marcapasos muy prometedor. Así pasaron un par de años hasta que su salud empezó nuevamente a decaer. El desvanecimiento en sus piernas lo invadía a ratos, la fatiga al caminar una cuadra lo hacía detenerse, a descansar en cada esquina. Era algo horrible, una sensación de impotencia, según lo describe el mismo. Al asistir al siguiente chequeo, por decisión del cuerpo médico decidieron observar el estado del marcapasos, que para sorpresa siempre estuvo apagado y ocupando un espacio de su pecho, algo que no ocurre con frecuencia, pero puede suceder. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Fue una gran desilusión en cuanto a ciencia médica se refiere. Su confianza en los médicos se fue apagando más y más, a pesar de que su compadre era buena gente. Como el mismo dice, estaba por largar todo y no confiar en la medicina. Nuevamente lo ingresaron a cirugía para suplir el marcapasos antiguo por uno nuevo, mejorado y con la grandiosa opción de funcionar como un desfibrilador: “Cada descarga eléctrica era como la patada de un caballo, dolía demasiado…”, recuerda en forma jocosa y sonríe ante su desgracia. Sin embargo, los médicos le decían que era para su mejoría y que si le mandaba una descarga era para que no se muriera, que lo tuviera siempre presente y no renegara.
“Imagínese uno aguantando dos veces por semana aproximadamente, un dolor de esos, que aparte de dolerme mucho y hacerme sacudir, me causaba depresión; mucha gente pudo ver que la descarga me hacía estremecer”. Aunque para su fortuna los médicos ya no le daban pronósticos de muerte, sobra decir que aquel primer médico cometió un gravísimo error pronosticando su muerte. Para entonces habían pasado ocho años, no siendo los mejores años aunque continuaba vivo. Conoció a un buen médico, alguien diferente a lo que ya conocía y aunque su aspecto de relajo (cabello largo y acento paisa), no le daban toda la seguridad y confianza del mundo, la manera de trabajar, si lo hacía. Es un cardiólogo especialista en falla cardiaca, un haz de la medicina de nuestros días, por cierto muy joven.
Fue este hombre quien le propuso por primera vez hacerse trasplantar el corazón y darle final a todas esas desgracias. Pero la manera en como se lo dijo no le convenció. Desconfió de su palabra y tuvo miedo. “La primera vez que me propusieron trasplantarme el corazón, tuve miedo de morir, pensé en las probabilidades de morir ante tan magna cirugía, ni si quiera lo contemplé, fue un no rotundo, no soportaba la idea de abandonar a mi familia…”. Cuenta él mismo que tal vez fue la manera como el médico le planteó el asunto de someterse a este procedimiento lo que no le hizo siquiera pensarlo. Sin embargo,
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el joven médico se empeñó en trabajar conjuntamente con su familia. El médico tuvo un cambio de actitud, le presentó nuevas opciones y ofreció alternativas de vida diferentes con un nuevo corazón.
Al final, con su alma puesta en Dios, y la confianza depositada en los médicos, entregó su cuerpo para que fuera extraído su corazón. Varias horas después por fin despertó del letargo de la anestesia, un poco desubicado y lento. Cayó en cuenta de su estado y el motivo qué lo había traído hasta ahí. Mirar alrededor, darte cuenta que sigues vivo después de estar casi sentenciado a morir, es una de las felicidades más grandes que este hombre pudo alguna vez sentir. A quien sea que haya pertenecido ese corazón, le da gracias por la oportunidad más grande de su vida. “Tengo una alegría y un agradecimiento profundo por este acto tan humano y tan humilde, algo digno de honores; gracias a Dios por permitir este trasplante, por regalarme otra oportunidad para vivir y respirar”
Anexo: conversación estructurada
Entrevistador. Bueno, que te parece si empezamos ¿Cómo se ha sentido? ¿Ya quiere que empecemos o más luego? Paciente. Hagámosle de una, ¿De salud o de todo? (risas). En todo muy bien gracias a Dios. Entrevistador. Me alegra mucho, cuénteme qué ha sido para usted esta enfermedad.
Paciente. Como toda enfermedad, es algo con lo que uno tiene aprender a vivir, uno lo va superando con el tiempo y se va haciendo su propia idea de bienestar y salud ¡No es mas de ahí! Me gusta mucho la manera ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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como se ve hoy la enfermedad desde puntos diferentes a la medicina alopática, aquí entre nosotros, yo estuve en tratamiento de medicina alternativa, acupuntura y esas cosas. Por cierto es muy bueno, lo recomiendo. Entrevistador. Muy interesante eso, ¿tiene alguna idea acerca de la enfermedad que padeció?
Paciente. Pues básicamente era una arritmia. Es como cuando el corazón se supone debe latir de determinada manera y lo hace como se le da la gana (risas). A veces esas arritmias se convierten en arritmias incontrolables, como la mía. Para esas no hay medicamento que valga, muchas veces toca cirugía, es la única solución.
Entrevistador. ¿Siempre tuvo así de claro su diagnóstico? Es decir ¿Desde un principio conocía su enfermedad? Paciente. Bueno, no siempre. Desde un principio me diagnosticaron mal, siempre fue un corre que corre y nunca daban con el chiste. Primero fue un corazón grande, luego un pronóstico de vida no mayor a un año. Me prometieron una muerte segura y pronta; ni yo ni el médico sabíamos qué era lo que me pasaba. Lo del corazón grande yo estoy seguro que así es (risas) y pues lo de la muerte pronosticada para un año, heme aquí diez años después (risas). Entrevistador. Muy cierto. ¿A qué se refiere con que cree tener un corazón grande?
Paciente. En lo personal creo que mi vida ha cambiado mucho a raíz de todo esto. Ahora me considero mejor persona, alguien con un gran corazón y quiero reflejar eso. Es como un antes y un después ¿Si me entiende?
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Entrevistador. Sí, claro, por supuesto. ¿Acá en Cali ha recibido información certera acerca de su enfermedad? Paciente. Pues como todo ser humano se equivoca (el que tiene boca se equivoca) incluyendo a los médicos, no guardo rencor contra el “argentino” (risas). ¡Porque ese man mas colombiano pa’ donde…! Sino que se las tira de aja ¡Antipatriota ese! (risas). Acá en Cali hay mucho potencial y aunque no lo sabrán todo, sí han sido muy profesionales. He conocido médicos muy buenos, el doctor Alberto, un costeño como yo, buena gente y sabe su cosa de marcapasos. Entrevistador. Entonces ¿Ha estado conforme y satisfecho con el trato médico?
Paciente. No me puedo quejar, primero por Dios y luego por el trabajo de los doctores; después de una cirugía tan compleja como es un trasplante de corazón, de estar como estoy y tener todo el acompañamiento que hoy tengo, no me puedo quejar. Eso sería ser desagradecido ¿No le parece?
Entrevistador. Si usted lo dice y viéndolo desde su punto de vista, si sería ser un poco mal agradecido, pero si se siente tan conforme ¿Por qué acudió a la medicina alternativa?
Paciente. Pues yo creo que nadie tiene la verdad cien por ciento certera. Solo Dios es la fuente de respuesta de muchos de los cuestionamientos que tiene el ser humano. Pero igual, en la medicina homeopática conocí un muy buen médico, todo un profesional en su área y me parece muy interesante su manera de curar, al fin y al cabo ¡no hay como lo natural! Tomé una medicación, de esas gotitas que uno se echa debajo de la lengua, hechas a base de cosas naturales y buenas. También llegué a hacerme acupuntura, hecha por el mismo médico, que entre otras ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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cosas es médico graduado en medicina alopática en la Universidad del Valle. Tiene su cartón en la oficina. Está especializado en esta rama de lo natural, me hizo bien, esas agujitas son una cosa buenísima. Entrevistador. A mí me causa curiosidad saber si usted de pronto sabe cuál puede llegar a ser su pronóstico dentro de unos años…
Paciente. Pues a mí me ha dicho el doctor Juan que si las cosas marchan bien, sigo mi tratamiento con juicio, me cuido y toda la cosa, mi vida será muy buena. Tendré una vida normal, así como la tengo ahora porque ya no me canso cuando camino, hago ejercicios, como saludable, me siento chévere, mucho mejor que antes. Aunque usted sabe que la vida no depende de nadie sino de Dios, que sea lo que él quiera y me tenga con vida hasta cuando él quiera. Entrevistador. ¿Qué significó para usted este trasplante?
Paciente. Mucho. Es la oportunidad que me dio la familia de un joven de 17 años fallecido en un trágico accidente, de regalarme vida a mí a través de la vida de su hijo, su hermano, amigo, nieto. Tengo el anhelo de conocer a esta familia para darle las gracias personalmente pero no le es permitido a los médicos revelarme información acerca del donante, ni a la familia del donante darle información mía. Yo tengo una alegría y un agradecimiento profundo por este acto tan humano y tan humilde, algo digno de honores; gracias a Dios por permitir este trasplante, por regalarme otra oportunidad para respirar. Entrevistador. Por lo que me cuenta, al parecer la relación con todo el equipo médico se ha mantenido muy buena, a pesar de acontecimientos como el del primer médico que lo vio…
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Paciente. Hasta ahora, la verdad no tengo queja alguna. Tengo mucho que agradecerles a todos, porque además que ha sido su trabajo ayudarme a salir de esta enfermedad y tomar el mejor camino. Todos han sido un elemento clave en la restauración de mi vida personal y familiar. Entrevistador. Le agradezco mucho por brindarnos su valioso tiempo, en realidad, su testimonio es muy conmovedor y es una experiencia que sin duda cambiaría la vida de cualquier persona.
Paciente. Siempre me gusta contarles parte de esta historia a personas que estén interesadas en escucharla. Creo que puede ayudar para la edificación de muchos y de eso se trata, que además de restaurar el cuerpo también se pueda tratar heridas del alma. Ya que enfermedades las hay de todo tipo y el espíritu a veces también se enferma. Espero haya sido de su agrado y para mi es un orgullo y motivo de agradecimiento cada vez que puedo contar la misma historia, muchas gracias a usted.
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La tortura María Alejandra Ospina Fernández Cinco minutos más, le pedí a ese despertador rojo que tenía hace más de tres años, pero nunca me hizo caso, así que decidí quitarme de encima la cobijita de jirafas y emprender mi cruel rumbo hacia el baño, ese lugar tétrico con 2x2 metros de espacio donde sólo cabíamos la ducha y yo. Ya había tomado la decisión; estaba lista para abrir la llave, cuando una voz somnolienta gritó a lo lejos “mijitaaa, le está cogiendo la tarde”.
En ese momento miré mi delgada muñeca enrollada con un Q&Q negro viejito y vi que eran las 6:30 am. Tenía mi reloj biológico atrasado una hora entera. Al momento, todo cambió, el sueño se fue, abrí la llave y ni sentí el frío del agua porque casi no me demoré. Como pude me metí en el uniforme azul colgado en el último gancho de mi closet y bajé corriendo a sacar el carro del garaje mientras me “embutía” el desayuno. Salí muy rápido del barrio que afortunadamente estaba solo. Las casas estaban tranquilas y cerradas; a todos los niños los habían recogido las rutas de los buses, así que ese no fue un impedimento. Iba feliz haciendo el retorno en la autopista Simón Bolívar (saliendo de Ciudad 2000) y más adelante por la carrera 70 sintonicé Los 40 Principales 106.5 y empecé a escuchar el Noti-Tuti-Cuanti que dan Rafa y Motta a las 6:45 a.m. Todo estaba muy bien, ya había pasado la 80 y
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estaba terminando de pasar El Ingenio cuando empecé a ver un un bus de la empresa Rojo Gris en el carril del centro, totalmente parado.
Junto a éste, otro de la empresa Río Cali que revolucionaba su motor detrás de un Mazda 121; al otro lado del Rojo Gris, un Megane II. Ambos impedían mi paso. Justo en ese momento Rafa dijo “Bueno amigos, ya son las 6:50 de la mañana, hora de ganarse entradas para el Evento 40”.
No sé qué tantas cosas pasaron por mi organismo. Sentí ganas de gritar, el corazón se me aceleró y mi primera reacción fue pegarme del pito, que por cierto parece el de una moto, para ver si los carros que tenía adelante se movían, pero nada pasó. Como me lo temía, estaba en un trancón. Una tranca que iba desde el final de El Ingenio hasta más allá de Jardín Plaza. Mi corazón empezó a latir fuertemente, mi sangre se volvió fría, no podía creer que llegaría tarde a mi parcial, qué iba a hacer. Volteé a mirar hacia atrás, ilusamente, para ver si podía dar reversa, meterme por alguna de las cuadras del Ingenio y tomar una ruta diferente a la Simón, pero ya tenía unos cuantos carros detrás y otros al lado mío. Estaba metida en la boca de la tranca. Tomé la peor decisión. Desvié mi mirada del Rojo Gris para posarla en el reloj del carro, un simple cuadro grisáceo con números verdes que marcaba las 7:02 a.m.
Afortunadamente, ese reloj mantiene adelantado para no confiarse del tiempo, pero como el ser humano es masoquista, decidí mirar mi reloj de mano y cada instante empezó a moverse a mil minutos por segundo. El tiempo se desgarraba solo; se caían los minutos mientras que la delgada aguja daba vueltas a la mica y yo seguía sin moverme ni una milésima.
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Hasta que por fin algo pasó a mi lado, era un guarda de tránsito. Aunque no lo vi muy bien, lo identifiqué por su chaleco blanco con reflectivos verdes. Sabía que él sería mi salvación. Y la acción empezó. Vi cómo lentamente el Rojo Gris se alejaba de la trompa de mi carro dejando entre nosotros un gran espacio y recapacité, agarré con mucha fuerza la palanca del KÍA y pisando fuertemente el clotch metí primera y mi carrito empezó a deslizarse por las onduladas carreteras de la Simón. Terminando Home Center, algo sucedió.
Los carros se detuvieron de nuevo y empezaron a correr los que venían de la Panamericana. Ya me había tirado al abandono. Ni porque le sacara alas al carro alcanzaría a llegar a tiempo. No tenía nada que hacer, así que decidí calmarme, respirar y esperar a que me dieran paso. La espera fue eterna, creo que el guarda se quedó dormido, hasta que por fin volvimos a arrancar. Cogí la Panamericana, afortunadamente vacía; le saqué lo que más pude al carro hasta llegar al parqueadero del Samán de la Javeriana. Estaba lleno, como de costumbre. Ya había olvidado mi reloj. Me bajé del carro y salí corriendo hasta el edificio Almendros. Afortunadamente me tocaba el parcial en el primero de los tres pisos. Cuando estaba llegando al salón vi a lo lejos a una chica que se acercaba corriendo con una mochila de flores blancas y negras, de cabello rojizo y con una cajita rosada llena de dulces. Era Valeria, quien estaba sudando de tanto correr. Al llegar a la puerta, se sorprendió de verme, nos miramos y reímos juntas sin articular palabra alguna. Entré al salón y sentí cómo la tortura había llegado a su fin. No vi al profesor en el salón, ni a los muchachos escribiendo sus parciales, así que atravesé corriendo y me senté en un puesto. Alisté todo para escribir y el profesor nada que entraba, entonces, hablé con Vale y me contó que había estado en una tranca con “grisecito” (el carro ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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de ella), por la Quinta…Mi gran tormento terminó cuando el profesor entró al salón pidiendo excusas por llegar tarde…También había estado en mi tranca.
Lo que mi abuelo me cuenta Amal Benavides Muhamad En el estado de Palestina, ubicado en oriente medio, hace más de 57 años en Kofor malek - un pequeño pueblo - vivía una familia muy numerosa. Era la familia de mi abuelo que estaba conformada por once personas incluyendo a sus padres. Como la describe el, su familia la integraban: Mi madre, una mujer muy cariñosa, excelente cocinera y muy dedicada a su hogar; la madre típica de ese entonces que casi nunca salía del hogar. Su vida giraba en torno a mi padre y a nosotros, sus hijos. Mi padre, un hombre recto, un tanto estricto y muy trabajador, nos inculcaba siempre la unión familiar para salir adelante pues decía: “Si no ayudas a los tuyos no vas a progresar nunca”. Y mis ocho hermanos con quienes convivía la mayor parte del tiempo, entre juegos, peleas, risas, bromas.
Todo era perfecto pues mi familia estaba unida y contábamos con una buena posición económica. Así hasta que mi padre falleció, quedando mi madre con nueve niños pequeños. Yo tenía trece años. No recuerdo bien pero eso marcó nuestras vidas y hubo un gran cambio. No nos quedó otra opción: Los hombres de la familia siendo apenas niños salimos a trabajar en lo que podíamos, pastoreando el ganado de la familia, recolectando aceitunas para elaborar aceite, recogiendo frutas y dátiles. En ese entonces el lugar era aún más primitivo; no se permitía a las mujeres trabajar porque no era bien visto que una mujer ocupara el lugar del hombre, es decir, que sostuviera a su familia.
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Después de algunos años viviendo de esta manera, a los 17 años de vida, decidí que las cosas no tenían que seguir así, no importó mi edad, ni tomé en cuenta las críticas y comentarios de los demás, ni las opiniones de mis hermanos mayores. Un amigo de la familia me contó que la mejor forma de triunfar y mejorar la situación económica era salir de ese lugar. Viajar, ir a lugares diferentes; muchos habían viajado y les había funcionado. Entonces decidí ahorrar lo poco que ganaba y viajar, a pesar de los inconvenientes. No solo era el hecho de dejar a mi familia, a mi madre y a mis hermanos, sino salir de mi tierra para explorar lugares y costumbres. No hablaba español, nunca había salido del país. No había experimentado lo que era vivir solo. Lo único que quería era sacar adelante a mi familia.
Y fue ahí cuando tomé un barco con destino a Colombia y después de tres meses navegando, llegué a Cartagena, una ciudad muy acogedora. Fue mucha la diferencia y me impactó la forma de vida de las personas. Las mujeres no se cubrían mucho y además fumaban. Vi personas viviendo en la calle y en extrema pobreza, gente bebiendo alcohol. Pero bueno, eso era lo menos que debía importarme. Yo llegué ahí con un objetivo y debía cumplirlo. El primer día no fue bueno por no decir que fue el peor; literalmente dormí en la banca de un parque, nadie me entendía, no sabía cómo comunicarme con las personas y peor, solo tenía dólares. En mi cabeza rondaba la imagen de mi madre y por ella y mis hermanos sería capaz de soportarlo todo. Al día siguiente una señora se acercó y me habló. Al ver que no sabía español me llevó donde unos árabes del lugar, no sé si fue suerte, o coincidencia. O no, yo lo sé, era Dios. Trabajé con ellos unos días, vendiendo ropa y zapatos en un almacén. Pero no era suficiente. Al saber un poco más de español decidí ir a otro lugar buscando mejores oportunidades ¿Por qué no la ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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capital? Quedándome ganaría un poco más pero solo lo necesario para mantenerme y no lo suficiente para responder por mi familia. Varios comerciantes de la época rumoraban que en lugares más pequeños era más fácil comerciar; además la vida era más económica. Llegué a Armero, un pueblo pequeño con muchas posibilidades. Pasé poco tiempo en Armero. Me impresionó la violencia que se vivía en ese entonces y decidí viajara Pasto, una ciudad bonita, de gente atenta. Allí supe que por fin podía establecer un hogar. Conseguí trabajo de inmediato pues en ese entonces un extranjero no era común. Después de algunos meses y mucho esfuerzo, compré mi primer almacén. Fue un triunfo. Seguí trabajando y pude extender mi capital, construí más locales, hice una mi casa, compré una finca. Ya tenía mis propiedades y mi familia allá en Palestina, vivía en buenas condiciones. Eduqué a mis hermanos, mejoré la calidad de vida de mi familia. Pero no podía dejar atrás el pueblo que me vio crecer, su gente y mis raíces; fue cuando decidí ayudar a mis paisanos, como se dice en mi tierra. Traje algunos a Colombia y les di la oportunidad de crear su propio negocio. Todo marchaba bien pero algo me faltaba.
Era eso, formar mi propia familia. Así que viajé en busca de una esposa con la cual llevo 50 años de matrimonio y tengo nueve hijos. Mi vida a su lado ha sido muy feliz. Ahora puedo ver el fruto de todo lo que sembré, ver a nuestros hijos crecer y a nuestros 13 nietos. A pesar de que estoy con ellos - de vez en cuando - siento que todo valió la pena. Pero no quiero decir que todo acabó. Espero muchas sonrisas y momentos más a su lado.
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RCE - Pasos de la reanimación cardioemocional para salvar a quien muere de amor Alejandra Cárdenas González 1.
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Verifique que la escena sea segura: No se atreva a conquistar un corazón que tiene dueño, ni siquiera si éste se ha ido y hay esperanzas de que vuelva, podría salir lastimado en lugar de ayudar. Recuerde que ante todo está su seguridad. Pida ayuda: no lo haga solo, llame a los especialistas del amor, los sentimientos y el corazón. Puede ayudarse de los consejos de la Doctora Corazón, ver películas como El diario de Noa o escuchar canciones de Juan Fernando Velasco, mientras se prepara para intervenir directamente.
Comprima el corazón del amado, fuerte, y a buen ritmo: Cada detalle es importante para este paso, chocolates, cartas escritas a puño y letra, canciones dedicadas, emails, postales electrónicas, mencionarlo en su estado de Facebook o twittear mencionando algo sobre la persona, hará que ese corazón vuelva a latir, sea constante y conseguirá que se restablezca la circulación. Ventilación intercalada: Después de varias compresiones bien hechas, varíe con pequeños besos, tiernos, suaves, amorosos, que den un nuevo aliento a la persona. Tenga cuidado que este paso solo puede llevarse a cabo si el otro está dispuesto.
De seguir al pie de la letra esta guía garantizará una reanimación efectiva y el restablecimiento emocional del afectado. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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The offering Saulė Stonkutė We will be laying tonight in the garden, lazily enjoying the last smiles of the sun. I will see her flawless hair slowly moving in a soft wind, and admire her long legs. One does not simply describe the perfectness, but in this case no defect or mistake could ever be found. The way she runs around our house, the way she brings the food, the way she never gets tired or annoyed, the way her eyes sparkle at the time of sunset and the way she wraps all over me while we are falling asleep tonight. However, the perfectness requires sacrifice. And it fills me full of pride to think that I can help my love – being devoured by her, becoming her next meal - to produce a new generation of young garden spiders. That will make the circle perfect, because tomorrow I will go away to give new life to this world. The web slowly moves in a chilly evening’s wind, as my love and curse falls asleep.
Acufenos y fosfenos R.H. Después de realizar un acercamiento concienzudo frente a cómo trabaja la mente humana, es ingenuo no pensar la realidad individual como una heterotopía. Se define “heterotopía” como aquel concepto usado por Michel Foucault para describir estos lugares y espacios de otredad sobre los cuales la autoridad de lo real se comienza a cuestionar; espacios físicos y mentales que no se encuentran ni aquí ni allá y que, incluso, pueden perder la temporalidad.
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Hay momentos en los cuales esa fantasía que depende de redes como aquella que comienza en nuestra retina, viaja por los nervios ópticos hasta nuestro quiasma (donde se escinden las fibras ópticas hemilaterales temporales y nasales de sendos ojos), visita nuestros núcleos geniculados laterales del tálamo y finalmente llega por medio de las radiaciones ópticas al lóbulo occipital, y se pone en duda; algunos de estos, explicables desde una aproximación fisiológica.
Dimetiltriptamina, dietilamida de ácido lisérgico, psilocibina, mescalina, esquizofrenia, diversos tipos de epilepsia, tumores, infecciones, etc. La neurología, psiquiatría y toxicología médica han sido conscientes durante eras de lo frágil que es lo real. Una pequeña arteria estalla y una anciana es incapaz de reconocer el lugar en el que ha vivido la mitad de su existencia, un joven inhala el humo generado por la combustión de un polvo amarillento en una pipa de vidrio y quince minutos de su vida se hacen milenios de fractales luminosos y voces que revelan ante sus ojos todas las verdades del universo, un padre de familia se expone al detonador de una enfermedad mental y aquellos niños que fueron sus hijos adorados ahora son demonios que desean alimentarse de su alma. ¿Hasta dónde se puede denominar sana la percepción de un individuo? Lo que yo veo todos los días y aquellas emociones y pensamientos que le proveen una forma a los eventos que yo llamo realidad no son los mismos estímulos que usted, lector, experimenta; posiblemente algún estimulo suyo y mío coincidan de vez en cuando, pero nunca todos en la misma combinación. ¿Entonces cómo podemos decir que usted y yo vivimos en la misma realidad, de manera hegemónica? ¿Cómo podemos establecer una convergencia tan amplia como para decir que su mundo y el mío se rigen bajo los mismos criterios y axiomas si esos dos vastos universos solo presentan un par de intersecciones? ¿Entiende mi punto? Es ingenuo no pensar al respecto de la realidad individual como una heterotopía. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Ángulo María Camila Lora Osorio Estaba ahí, tenía las respuestas y por alguna razón, no fui capaz de decirlas. Las lágrimas caían suavemente, quise retirarlas pero al igual que las respuestas, era inútil. Parecía una pesadilla. Queríamos hablar y comer un helado. De repente, escuchamos muchos gritos y un sonido fulminante invadió mi cuerpo con un calor intenso. El mismo que me trajo a este ángulo, desde el cual veo dos cuerpos: el de ella y el mío. Entiendo perfectamente. Estoy muerto.
Petiso José Alejandro Mendoza Patiño Adivina quién llegó, decía mi madre mientras dibujaba en aquella hoja blanca. Con felicidad, salía del cuarto a gran velocidad a esperar a impacientemente, “la señal.” Entraba a la casa, ponía su maletín y papeles sobre la mesa del comedor. Giraba su cuerpo con dirección hacia mí y sus ojos miraban con emoción ¡La señal estaba próxima a venir! Agachaba su cuerpo y de sus finos labios salían las palabras ¡Torito! ¡Torito! ¡Torito!
Salía corriendo hacia él, saltaba a sus brazos y recibía un fuerte y cariñoso beso. ¡Hola papi! le decía, mientras recostaba mi cabeza sobre su hombro. Y él respondía, ¡Hola petiso! mientras me daba otro beso. Me abrazaba fuertemente y me bajaba cuidadosamente al piso.
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Regresaba al cuarto a seguir haciendo mi dibujo. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Al terminarlo, mi madre me pasaba uno de los pijamas de pantalón y mangas largas, que mi abuela solía hacernos con tanto amor. Me cepillaba los dientes y estaba listo para entrar el dormitorio.
Mi hermano, que se había acostado hace media hora, estaba con mi padre a su lado. Esperaban por nosotros para acostarnos en mi cama.
Mi madre por lo general era la que empezaba. Entre mi padre y ella nos ayudaban a seguir la oración que cada uno decía por verso. Madre: Padre nuestro que estás en el cielo Padre: santificado sea tu nombre Yo: venga a nosotros tu reino Hermanito: hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…. seguíamos de esta manera hasta que terminábamos la oración.
Al terminar la oración, ya sabía que estaba por venir, como toda las noches. Me predisponía para ello. “El punto blanco.” Mi padre decía:
Cierren sus ojos... ahora vayan relajando cada parte de su cuerpo. Primero empiecen por la cabeza… sus cejas… sus ojos… la nariz… la boca; Luego bajen por el cuello y el tronco, relajen los brazos… las manos… hasta sus dedos; sigan con las piernas… después con los pies y finalmente los dedos del pie. Dejen su cuerpo totalmente relajado.
Ahora imaginen y pongan su mente en negro… no pueden ver ni sentir nada; solo pueden escuchar el sonido de mi voz. De un momento a otro, empiezan a ver un punto blanco muy pequeño en el fondo, que va creciendo y acercando cada vez más. Finalmente el punto blanco ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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invade toda su visión y ustedes están dentro de él. Empiezan a ver un mundo verde rodeado de flores y paisajes hermosos. Un mundo donde solo existe la paz y tranquilidad. Estábamos con El.
Detrás de un tachón Alejandra Cárdenas González A Juan Enrique.
Un Saludo Fraternal. En hora buena he recibido tu carta y me sorprende la alegría con que relatas los últimos acontecimientos de tu vida. No es para menos, tantos años luchando por ser un gran artista y casi lo has logrado; hasta aquí suenan tus conmovedoras composiciones en piano y la reciente aparición de un clarinete cantor que revolotea en medio de tus graves y agudos. No parece echar de menos los lloriqueos amargos de mi triste violín. Ella ha aparecido para dar vida a tu música y al parecer a tu vida. Y después de tanto tiempo esperando tu regreso, no has podido siquiera en letras confirmar lo de tu casamiento.
Tu boda no es un secreto así como tu alegría y entusiasmo tampoco, y no siendo esto más que un reclamo ante tu abandono, quiero desearte que seas feliz. Que alumbre para siempre el amor tu alcoba, y que prosperes de la mano de tu amada, que pequeños corran los pasillos de tu casa y recuerdes en tu dicha a esta amante abandonada.
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Yo, sigo aquí, en este pueblo sin futuro, que vio crecer al gran maestro que hoy eres. Consumiéndome en la dicha de inspirar a grandes y jóvenes que emprenden en la música, viéndoles salir de aquí, viéndoles seguir sus sueños y convertirse en quien yo quisiera ser.
Y si me preguntas del amor, no he corrido mejor suerte que tu. Me encuentro esperando a quien se ha ido, recordando al que me olvida y amando al uno para el cual no existo. Pero no tengas pesar de mi, lo que vivimos fue más que mágico, mejor que nada, lo importante es que ahora eres feliz. Y disfruta con otra los sueños que un día soñamos juntos.
Has de estar cansado de la monotonía de mi escrito. Te dejo, nunca fui buena escritora. Te dejo para siempre retenido en mis recuerdos, liberado solamente por las lágrimas que corren desesperadas por mis mejillas. No te cases, ven a salvarme. Sé feliz. No me olvides. Te lo ruego no me dejes esperando tu fallido regreso. Escribe cuando puedas. Pero no me mates con tus palabras, no me mates con tu vida sin mí. Aurora. Tu amante abandonada.
Amor Juan Sebastián Galindo Sánchez
Sinopsis: Georges y Anne, los ochenta cumplidos, son dos profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija también se dedica a la música, y vive en Londres con su marido ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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británico. Un día, Anne sufre un infarto. Al volver del hospital, un lado de su cuerpo está paralizado. El amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba.
Esta es la dirección para que puedan observar el abrebocas de tan maravillosa creación en You Tube (recomendada y casi obligatorio, verla completa): http://www.youtube.com/watch?v=TbN2kSOqEKM
Hace tiempo estaba interesado en ver la película Amour. Incluso antes de saber cuál era su trama y personajes podía percibir la grandeza de aquel film por sus innumerables nominaciones a los premios de la academia, además de haber sido la ganadora de la mayoría de los festivales de cine celebrados en Europa (tenido presente la Palma de Oro otorgada en el Festival de Cannes). Mi primera impresión fue algo pintoresca y desbordantemente errada; pensé que tal vez se trataba de alguna historia aburrida de un par de viejitos viviendo en su lúgubre casa, en donde se pudiera observar su rápido deterioro llegando a la inminente muerte de alguno de ellos. Como amante del séptimo arte, uno de mis rituales favoritos es hacer los preparativos para ver la entrega de los premios Oscar en la televisión. Como normalmente se transmiten a tardías horas de la noche prefiero verlos en la comodidad de mi habitación, preparo algún bocadillo ligero y me dispongo a abrigarme con mis gruesas sabanas mientras espero con ansias a que dé inicio. Me gusta ver las películas que están nominadas en las diferentes categorías, pero por razones de estudio y sobre todo de tiempo no tuve la oportunidad de reflexionar en más de dos (las que a mi parecer tenían alta probabilidad de poseer tan preciadas estatuillas). Observé con sorpresa que Amour sería la ganadora de la categoría a mejor película extranjera, tal vez la gran admiración que despertaba en el público me estaba animando para no quedarme con la intriga de conocer más acerca de esta. Después de ver la ocupada agenda que se aproximaba en los siguientes días, decidí
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posponerla para alguna de las últimas semanas del semestre, o bien, cuando me encontrara de vacaciones.
Afortunadamente en la clase de Medicina Narrativa la profesora Florencia tenía planeado la proyección de la película, siempre tan asertiva en escoger cintas sublimes. Al principio nos advirtió que el trato de la película no era al que estamos acostumbrados (refiriéndose a las obras estrambóticas y un poco ruidosas de Hollywood); pensé que era muy personal de los cinematógrafos europeos. Teniendo en cuenta mis experiencias pasadas con estas temáticas reflexivas y algo lentas, tenía que tomar disposición para que a mitad de la película mis parpados no se cerraran sorpresivamente.
Para mi asombro, desde el comienzo de la película no puede quitar la mirada de la pantalla, cada detalle era sumamente importante, todos los objetos y acontecimientos se unían de tal manera que era imposible perderse en su trama. El abrebocas de la película capta la atención inmediata del espectador, en los primeros tres minutos surgieron muchas incógnitas en mi cabeza que trataban de resolverse con posibles especulaciones. Con las primeras imágenes tocaron sentimientos profundos de muerte y por alguna razón percibía alegría en el lecho floreado en donde descansaba el cuerpo de la longeva dama. Ya que la clase tiene duración de dos horas, y la película en cuestión dura más tiempo del que disponíamos, nos vimos en la penosa y no muy agradable obligación de dejar el final para la siguiente oportunidad que sería dentro de ocho días. A mi parecer es algo inhumano dejar en “veremos” los últimos 20 minutos de tan semejante perfección, es como si estuviera a punto de terminar un delicioso helado en donde me arrebataran la cereza que estaba guardando celosamente para el final. Posteriormente tenía clases de Infecciones e Inmunidad, pero no puede estar atento e incalculables veces mi mirada se perdía en el profesor en donde trataba de hallar el final del film, y de esta manera ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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pudiera disminuir mi sufrimiento, en cierta parte, al no saber cuál sería su desenlace.
Al llegar con prisa a mi apartamento, no esperé ni un minuto para buscar la película y empezarla a cargar en calidad HD, porque sería la única forma en la cual podría conectarme de nuevo con el ritmo un poco insensible que se presentaba en las últimas escenas observadas en el salón de clase. En la parte del clímax no podía creer lo que estaba ocurriendo, todas las escenas que con ingenuidad me imaginé no tenían la menor comparación con lo ideado por el director austriaco.
Tenía algunos sentimientos encontrados que sinceramente se interponían unos con los otros, llegando al término de no saber si odiar o admirar a Georges. Tal vez era un viejo demente que en medio de su dolor, desesperación y soledad decidió ponerle fin a la vida de Anne (y creí que una vez pudiera coger a la paloma también ésta sería víctima de tan espeluznante homicida). Era necesario repetir las escenas cuantas veces fuera posible para tener todos los elementos claves y poder meditar mejor lo que despertaba en mi mente. Finalmente pensé que de ninguna otra manera se hubiera podido lograr el impacto que suponía tal secuencia, y que aunque cruel, representaba de manera fiel el título que llevaba en su encabezado: “Amor”. Como médicos en formación, hacemos poco a poco acercamientos a la temática de la muerte. Algunas personas tienen la valentía de asumirla, otras la evaden a toda costa y reprimen cualquier aproximación a esta; pero los médicos, independientemente de nuestra postura, debemos aprender a vivirla porque hace parte intrínseca del ejercicio profesional.
De alguna manera, en el contexto de una película, nuestra mente puede procesar la muerte como una ficticia condición de lo que se está proyectando, al tener el concepto de película como una obra de arte
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cinematográfica, la cual narra de una manera audiovisual, un hecho. Inmediatamente lo transponemos como sucesos irreales, en los cuales se tienen: un guión adaptado, actores que no son las personas que vivieron en sí el relato y una edición sistémica que puede moldear a su antojo el curso de la historia.
No sé hasta dónde se haya seguido la intención de la historia real, pero lo importante es que se maneja una temática que se tiene en la naturaleza humana y no es ajena a la vida misma. Algunas personas les parecerá irrelevante el trasfondo de lo que se dio a conocer con la película; tal vez no tengan algo que yo llamo “apertura o empatía cinematográfica”, que no les permite sentir o hacerse parte de la misma realidad del personaje, que aunque actuado, no deja cortar su esencia y lógica narrativa.
No estoy muy de acuerdo con la acción de Georges, pero de igual forma el deseo de Anne me parece de suma importancia en cuanto a su decisión de vida o de muerte. Es fácil lanzar críticas a personas que tengan acciones incorrectas (malas) para el pensar de nuestra formación socio-cultural; pero la perspectiva cambia cuando nosotros mismos hemos experimentado tales situaciones, con todos los sentimientos y pensamientos que despiertan en la frágil índole humana. Solo de esta forma tendremos la seguridad de comprender en su totalidad las decisiones tomadas; por mi parte, trato de tener la mayor conexión posible con el actor que con su gran ingenio y profesionalismo, me lleva a la materialidad del propio personaje en cuestión.
Algunos intelectos tomarán la temática del film, que podría transponer temas más realistas y cotidianos como la eutanasia, como un acto maligno y sin perdón alguno, merecedor de todo reproche llevándolo hacia el concepto religiosos de pecado. Por mi parte, valoro en gran medida la vida de todo ser; además, mi formación como médico indica que debemos velar por el bienestar de toda persona, sin ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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importar su condición y situación. Pero igualmente estoy consciente del sufrimiento que representan las enfermedades, como la parálisis que sufrió Anne, observando que su desarrollo como persona no podrá seguir y cada vez más va perdiendo conexión con su realidad, dejando vestigios de su poca personalidad creativa o funcional.
Al ver las escenas, es inevitable que lleguen a mi mente personas que amo: madre, padre, abuela, hermanos, tíos; creando así una perceptiva de vista más difícil de abordar y que conlleva temor a perderlos. No me sentiría capaz de terminar con la vida de alguien, por muy noble que fuera la razón, ya que creo que mi propia conciencia no podría soportar la pesada carga. Es inevitable que mis ojos se agüen al ver el rápido y doloroso deterioro de Anne, como una persona que va perdiendo progresivamente sus funciones corporales quedando incapacitada en la cama por el resto de su vida; el cuadro es aterrador y espeluznante para cualquiera. Se tiene confinamiento de su ser en una prisión que siempre la mantendrá cautiva mientras cada vez más, va perdiendo su propósito de vivir.
Para ser sincero, el final de la película no fue tan claro al comienzo; fue imprescindible repetir cinco veces los últimos diez minutos para tener un concepto coherente del acontecimiento. Lo asombroso es que cada vez descubría cosas nuevas y hallaba elementos que ayudaban a tener una mejor interpretación. Fueron muy confusas en especial las últimas escenas, donde Georges está acostado y de repente escucha sonidos en la cocina. Sorprendentemente está Anne fregando los platos de forma tranquila; parecía que todo lo anterior hubiera sido un sueño amargo del que se habría escapado fugazmente hacia la seguridad de lo cotidiano. Tal vez una de los signos más representativos del film sea la paloma. No se si es algo inusual que una paloma entre por las ventanas de
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un apartamento parisino, pero su aparición era realmente significante para la reflexión que se debía tratar. Lo tomo como una representación simbólica de la libertad de vida (aunque esa sea su atributo por sí mismo). Profundizando más en esta oportuna y contextualizada figura, podría pensar que el director la toma como un objeto simbólico, en donde se proporciona el sentido del actuar del protagonista principal. Georges no podría soportar ver la prisión angustiante que retenía un alma pura y libre como la de Anne, que aunque la hubiera querido abrazar y tenerla cerca hasta su muerte, comprendió que la única manera de seguir en tal armonía con ella era concederle su felicidad, anqué esto conllevara la muerte. El amor verdadero no tiene final feliz, porque el verdadero amor nunca termina (que manera más ilustre de esclarecer tal pensamiento).
Haciendo referencia a estos hechos, la profesora Florencia explicó que el director había premeditado el final del film en los primeros minutos, al mostrar el elaborado lecho de muerte de Anne, y por otra parte, al final se habría incluido escenas muy tempranas en la historia, en donde no era remotamente pensable los siguientes desafortunados sucesos, graduales pero directos. Mi incógnita de por qué Georges se mostraba tan sorpresivo cuando vio a Anne en la cocina, aún ronda en el aire; no dijo palabra alguna y sus acciones eran algo torpes, pareciera como si estuviera en shock. Claro que solo son especulaciones de un aficionado; lo impresionante es que el director deja un papel en blanco en el cual podríamos plasmar infinitas posibilidades sin dejar en clandestinidad su objetivo cinematográfico, cosa que solo podría hacer un verdadero maestro del séptimo arte. La película por sí sola no puede dejar de ser tan impactante. Nos trae a conciencia una temática que pocas veces tocamos en la vida cotidiana por diferentes razones como el sufrimiento y la frustración; pero sobre todo, hace parte de la misma condición humano donde nos ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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demuestra la mortalidad presente desde el nacimiento y la mundana duración del cuerpo terrenal comparado con la trayectoria irracional del preciso tiempo divino.
¿Qué ha pasado con la verdadera ética en la atención del paciente como un ser humano doliente? Harold Styven Basallo Triana Según la Real Academia Española, el diálogo es la plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos.
Nuestras bases deben ser fundamentadas en la atención y la relación médico/paciente, que gira en torno a un complejo encuentro entre las partes, basado en un diálogo como instrumento de análisis que nos permita experimentar la realidad que se enfrenta, lo que verdaderamente siente el paciente y la conducta de la enfermedad, para así llegar a un diagnóstico adecuado y oportuno tratamiento del enfermo. El éxito de la práctica médica depende de establecer un vínculo justificado por una entrega mutua, entre un médico benevolente y un paciente que coopere activamente en cada momento del diálogo. Es triste ver cómo nuestro sistema de salud se deteriora progresivamente, y se encarga de lapidar la concepción de los médicos sobre su ética y la
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dignidad humana, empezando desde el tiempo dedicado a las consultas, donde más de la mitad no supera los quince minutos de atención.
Frente a esta realidad, cabría preguntarse ¿Será que en estos quince minutos podremos crear un vínculo lo suficientemente claro para brindar buen diagnóstico y tratamiento adecuado de la enfermedad? ¿Será que en estos quince minutos somos capaces de evaluar, interpretar y comprender la mente, el cuerpo y la historia personal, de quien acude en busca de alivio? A este deterioro se le suman innumerables aspectos que van desde la gran corrupción que se presenta en el sistema de salud, la falta de seriedad o desenfoque del sistema de vigilancia y control, hasta la limitada acción de los médicos.
A mi parecer, estamos volviendo a los comienzos del ejercicio médico, cuando nos limitábamos a hacer un trabajo mecánico, donde con resignación y por ignorancia nos hemos dejado vender ante las creencias de los demás y estamos supeditados a los designios “superiores”. Sin mencionar que hemos perdido la conciencia del valor de lo sagrado para el enfermo y hemos olvidado el sentido ético de nuestra profesión; no nos preocupamos por la percepción del paciente hacia la enfermedad, sus sentimientos, sus miedos y esperanzas de alivio. El sistema se ha encargado de crear unos médicos fríos e incluso, inhumanos. Nosotros, médicos en formación, debemos estar conscientes de la necesidad de crear un nuevo norte en este sistema de servicio, basándonos en la salud como derecho fundamental, planteándonos como enfoque una atención de calidad, encaminados a reconocer la enfermedad como un hecho; más que biológico o patológico, un hecho social y psicológico que afecta a un ser humano como a cualquiera de nosotros. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Nieve de sonrisas y de lágrimas David Sandoval Rodríguez Cada vez que pienso en pequeñas cosas que me hacen sonreír hago un viaje a un día cualquiera en el que venía peleando con mis papás en el carro. Al finalizar el diálogo, me quedé callado mirando por la ventana del carro. Por ella solo veía lo que se conoce como la quinta. En unos de los semáforos quedé atónito, un momento sin sentimientos. Solo podía observar aquella escena.
Un niño y una niña de escasos recursos, con ropas sucias y rasgadas, chanclas más pequeñas de lo que sus piecitos toleraban, despeinados, se reían. Sí, reían a carcajadas, sus ojos brillaban y los pequeños dientes blancos se podían ver a leguas. No podía escuchar sus carcajadas por la música en el carro y por tener las ventanas cerradas, aún así podía imaginar cómo serían sus risas, llenas de pura alegría, de inocencia de niño. Sus cabellos, ropas y piel estaban cubiertas por pequeñas bolitas blancas.
A su alrededor había muchas más bolitas, era como si nevara en pleno verano de Cali. Pero no nevaba. Los niños creaban este ambiente. En sus pequeñas manos había piezas de icopor y con sus brazos estirados, llevaban las piezas a la cara del otro, frotando el icopor. Bolitas de icopor, se desprendían de sus manos y la suave brisa elevaba las pequeñas esferas y las revolvía a su alrededor. El sudor de los niños era el manto en el que los copos de nieve se iban anclando poco a poco.
No sé cuánto habrá durado esta escena. No sé si los observé por unos cuantos segundos o si fue el intervalo de luz roja más largo que jamás haya presenciado. Sea el tiempo que haya sido, quedé marcado
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por dos niños de bellas sonrisas y sus copitos de nieve. La magia de la niñez es lo que me motiva. Su alegría, fundamentada en míseras cosas como un pedazo de icopor me lleva a preguntar por qué el mundo sufre. La alegría está más cerca de lo que imaginamos, si es que aún tenemos el don de la imaginación. Las lágrimas de alegría deberían ser más comunes que las de la tristeza. ¿No recuerdan estas extrañas gotas de los ojos de las que hablo que se fundamentan en la profunda alegría y no en el dolor o en una carcajada pasajera? Mírame a los ojos y comprenderás de qué estoy hablando.
Quisiera que mi vida fuera una canción Alejandra Cárdenas González Quisiera que mi vida fuera una canción para contar nuestra historia en dulces versos, con muchas verdades que al final siempre rimen. Y dejar un ritmo suave para cuando te conocí y subir los tonos en el trayecto. Quisiera que mi vida fuera una canción para dedicarte la estrofa más importante y llenarla de acordes que lleven tu nombre, con notas felices que suenen a ti.
Quisiera que mi vida fuera una canción para que juntos cantáramos el coro y fuera el resumen de lo que sentimos, con voces de fondo que reciten los buenos momentos tiempo nos dio. Quisiera que mi vida fuera una canción para inmortalizarte en el estribillo de la misma y repetirte enterito, una y otra vez. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Quisiera que mi vida fuera una canción porque podría cantarte en ella por siempre, el siempre que jamás pudimos tener.
Fisiología musical Javier Camilo Murcia Caicedo Un audífono en el oído derecho, el otro en el izquierdo. Empieza el tiempo a correr, poco a poco los sonidos se fusionan con el momento, mi rostro es testigo. Muchos recuerdos y emociones llegan y se van. Como un as bajo la manga, el ritmo me acompaña en el último kilómetro, la última serie o el último capítulo.
Es increíble comprender que el sonido es una onda que se propaga en el aire, se escurre por nuestro pabellón auricular, penetra al oído medio hasta encontrarse con la membrana timpánica. Cuando ésta vibra, tal cual fichas de dominó, mueve tres huesecillos catalogados como los más pequeños del cuerpo cuyos nombres me parecen graciosos: yunque, martillo y estribo. El último de ellos martilla sobre una delgada superficie provocando la formación de pequeñísimas olas que posteriormente perturbaran diminutas vellosidades pertenecientes a la copa auditiva del séptimo par craneal. Justo al lado de esta majestuosa estructura conocida como la cóclea, se encuentra el vestíbulo: responsable del equilibrio, sensaciones de movimiento y posicionamiento. Interesante historia, pero sin duda es más asombroso el efecto que genera el baile del viento cuando el pensamiento duda y los límites nos frenan.
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La muerte de los seres queridos
Palabras para un amigo
El triste día Carlos Ernesto Castillo Lasso Cali, Enero 18 de 2014 Todo empezó con una llamada a las 7:49 de la mañana. Yo tenía la resaca del día anterior y no quise contestar. Por lo tanto, para que no me molestaran más, puse mi celular en silencio. No quería ser interrumpido de ese sueño inútil que no servía para sacarme los litros de alcohol que había ingresado a mi cuerpo la noche anterior. Y como una señal divina, hubo un sol que penetró las maderas de mi persiana,
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un calor que ni el aire podía opacar. Mi garganta se secó tanto que salí de mi cuarto a beber un poco de agua. Recuerdo mucho que ese día, no tomé un vaso sino que agarré la jarra pues estaba solo en mi casa y nadie me regañaría. Cuando volví a mi cuarto, vi que tenía treinta y siete llamadas perdidas. De inmediato, me asuste. Le escribí a cada uno de los que me habían llamado preguntándoles qué pasó. Garzón fue el primero en responder. Recuerdo muy bien que me dijo “ya te llamo”. A continuación, vino una serie de palpitaciones seguidas por el suspenso de la llamada, dejé que el teléfono sonara una vez pues no aguantaba las ganas de saber qué era lo que había ocurrido. - “Perro… Se murió Ruiz”
Por el estupor de la situación y el calor infernal de la mañana, el metabolismo de mi cuerpo cambió, de inmediato. Mis pupilas se abrieron para ver más y el alcohol que dominaba mi sangre parecía que se evaporaba en una milésima de segundo. - “Calláte mentiroso, pásamelo”, dije.
Con el llanto, el sollozo y el nudo en la garganta, me dijo:
- “Es en serio. Se mató viniendo de Rozo.
Hubo un silencio seguido con pedazos infinitos de lágrimas y dolor. Le gritaba a Garzón por el teléfono, “No puede ser, calláte, no puede estar pasando, mi negro no puede estar muerto, no, no, no”. El silencio de Garzón era eterno y el llanto incontrolable. En ese momento, mi madre abrió la puerta y me vio tirado en el piso. Soltó todo lo que tenía en las manos, dejando quebrar un
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LA MUERTE DE LOS SERES QUERIDOS
jarrón que había comprado. Luego, como en una novela mexicana, me desmayé.
Mi conciencia no me daba para nada. No quería estar ahí. Cuando recobré la conciencia, me bañé y llamé a todo el mundo. No lo creía. Pensé que era un mal sueño o un castigo divino por haber tomado la noche anterior y no haber invitado a Ruiz. Me sentía mal. Culpable de todo. Llegamos con mi madre a la casa de mi negro. Era una verdad absoluta. Ruiz había muerto. Podía verlo en cada una de lass caras de quienes estaban allí.
Nunca te olvidaré, fuiste y seremos mejores amigos, lo sé. Te extraño con toda el alma y sé que algún día, nos reuniremos para burlarnos de lo feo que nos veíamos llorando por vos. Te quiero mi negro, mucho, mucho. Q.E.P.D JUAN SEBASTIAN RUIZ OTERO
No un adiós sino un hasta pronto Juan Pablo Usubillaga V. Ya ha pasado un mes desde aquel 18 de enero en que me levanté con la trágica noticia de su partida. Un mes en que no lo hemos dejado de pensar ni de mencionar ni un solo día. Algunos, acompañados de risas por todas esas anécdotas y locuras que vivimos; otros, llenos de lágrimas y nostalgia. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Cuánto daría por tener así sea solo un instante más, para decirle qué tan importante era para mí y qué tanto lo quería. O por lo menos, jugar otro partido de play como siempre lo hacíamos antes de estudiar. ¡Creo que hasta me dejaría ganar!
Es muy duro mirar más allá del dolor y entender el por qué de todo esto, ya que la razón no va más allá de la tragedia que sucedió. Pero a pesar del llanto y el desconsuelo, nos ha quedado un mensaje y múltiples enseñanzas, que nos han unido que nunca como amigos. Hemos aprendido a ver la vida de otra manera, a ser más responsables, a medir más las consecuencias.
Sobre todo, nos ha quedado una lección de humildad que ha cambiado la forma de pensar de muchos y todo esto nos enseña a ser más humanos de lo que antes éramos. A diario en las clínicas o en las noticias vemos historias similares, muy trágicas. Y nos limitábamos a razonar sobre la parte clínica o a dar una opinión indolora pero nunca nos preocupábamos por los sentimientos de cada persona respecto a las situaciones que la vida nos pone a diario. Tristemente, no creemos las cosas hasta que éstas nos ocurren.
Hoy más que nunca nos aferramos a la fe y a creer en un Dios misterioso que en muchos casos juzgamos y catalogamos de injusto por las pruebas que nos pone. ¡Pero Él nos habla en el silencio! Ojalá todo esto tenga un sentido, que nos ayude cada día a ser mejores personas y a ser más humanos, a poder encontrar respuestas a esta situación tan dolorosa. Nunca voy a olvidar que siempre nos dijiste que querías ser cardiólogo y aunque suene ilógico lo que digo, creo que con ésto salvaste muchos corazones y cambiaste muchas vidas para bien; me aferro a la esperanza de algún día encontrarnos en la eternidad y que esto no sea un adiós sino un hasta pronto.
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Un hasta luego, amigo Camilo Castrillón Rojas Mi perruu, Ruiz Alfonso, mi mejor amigo, he vivido el peor mes de mi vida, este paupérrimo mes que me ha traído el peor dolor de mi vida. Por más que pasen los días, el dolor sigue igual. Cada vez que mencionan tu nombre siento el vacío, la impotencia, la rabia que sentí cuando me dieron esa triste noticia. Lo único que deseaba era llorar y esperar que solo fuera una pesadilla. También recuerdo lo irremplazable que eres. Nunca volveré a conocer alguien tan inmaduro, tan recochero, tan rockero, tan serio en sus relaciones, tan alegre y tan parecido a mí. Me entristece que tantos planes y proyectos que teníamos juntos no los podamos cumplir aunque yo sé que siempre estarás cuidándome y escuchándome así yo no logre escucharte. Todavía sigo aprendiendo mucho de vos, de cómo vivir la vida con un solo objetivo, ser feliz. Solo me queda por decirte, gracias por la amistad que me brindaste, por los momentos de alegría que trajiste a mi vida, por ese apoyo incondicional que tenía en vos. Más que un amigo, eras mi hermano. Extrañaré todos los consejos y regaños que me dabas, las recochas que formábamos. Más que todo, extrañaré tu compañía. Por último, te digo que estoy seguro que esto no es un adiós sino un hasta luego, amigo.
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Cuauthémoc Laureano Quintero M.D Director Científico Hospital Universitario del Valle Coordinación Académica Fundación Salamandra
Llegó al hospital una tarde, realmente no recuerdo. Sus padres angustiados clamaban por una pronta atención y él, apenas gemía adolorido. Lo que primero llamó la atención fue su nombre: Cuauhtémoc, como el último de los emperadores aztecas, el que combatió contra los españoles y el que puso fin a toda esa línea de gobernantes orgullosos y firmes del México de hace muchos años. Rápidamente se le llevó a la Unidad. Se cubrió casi todo su cuerpo y empezó el largo camino; la dura lucha que él y nosotros empezábamos para que sobreviviese a su tragedia. Dos días más tarde fue llevado a la sala de operaciones. Las brillantes hojas de bisturí desgarraron su lastimado cuerpo insensibilizado por los mágicos gases de la anestesia. La sangre corrió desde sus heridas y su regreso a la Unidad fue una luz de esperanza por su futuro. Interconsultas, valoraciones, ruegos de su padre angustiado y de su madre atribulada. Antibióticos, alimentación especial, una y otra venodisección, uno y otro desbridamiento, uno y otro amanecer.
Una tarde cuando fui a ver como seguía escuché que alguien cantaba al lado de su cama. Era su padre quien llorando entonaba una canción de cuna en un idioma desconocido, mientras el niño le miraba con sus hermosos ojos y sonreía ante la melodía. Entonces no lo examiné. Preferí que el bálsamo del cariño y el arrullo de aquella canción le acompañaran y reemplazara la frialdad de mi estetoscopio
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sobre sus vendajes o la dureza del tensiómetro sobre su maltratado brazo.
Le llamábamos “emperador”, no sólo por su nombre sino por la firmeza con que luchaba contra el bicho endemoniado que se ensañó con su cuerpo y quiso invadir su sangre y sus heridas. Todos los días muy temprano le veíamos paso a paso mejorar. Sus ojos vivos y hermosos saludaban nuestra presencia y su llanto se hacía sentir cada vez que lo movíamos.
Empezó a comer. La fiebre bajaba y hasta pensábamos ya en las secuelas de sus lesiones y en cómo manejar su futuro. Su padre preguntaba con timidez por los cuidados que debía prestarle en casa cuando pronto le diésemos de alta. Siguió mejorando, su cuerpo se levantaba y su vida se sobreponía al desastre. “En tres días cumple un año de edad”, dijo su padre una de esas noches en que acudió al servicio para llevarnos la droga solicitada. Todos lo festejamos y preparamos algo especial para la fecha. Pero el bicho detestable que nos ha arrebatado tantas vidas, nos reservaba otra bofetada.
En la mañana de su cumpleaños, cuando llegué a examinarlo, su cuerpecito era todo un estremecimiento. Gemía constantemente, sudaba en demasía, su respiración laboriosa y agitada no le dejaba sonreír y sus pesados párpados no dejaron que su mirada me saludara en esa ocasión. Oxígeno, drogas, suero, limpieza, todo se hizo. Su padre lo vio en ese estado y como nosotros, entendió que sobrevenía el final. Se inclinó sobre él, le dio la bendición, besó su frente y salió llorando de la habitación en donde seguíamos luchando sin esperanza. Dos horas después, su corazón, cansado de tanta lucha, se detuvo; su respiración cesó y sus ojos todavía hermosos quedaron tristemente mirando al vacío, hacia la nada, como preguntando ¿Por qué? Toda la unidad se llenó por muchas horas de tribulación, tristeza, cansancio y derrota. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Sí, Cuauhtémoc, como su ancestro azteca, también luchó con fiereza. Pero a pesar de todo y a pesar de todos, también nuestro Cuauhtémoc perdió su última batalla y entregó su vida derrotado. También nuestro Cuauhtémoc fue vencido y se escapó de nuestras manos agotadas.
* Pueden contar que el hecho que narro en el cuento fue real y cada episodio descrito fue real también. El nombre del paciente, el desenlace etc. todos son reales. Sus padres (los del niño protagonista) eran un antropólogo Alemán y una caleña hermosa que se dedicaban a las artesanías en oro y cobre. Tenían un taller en el que trabajaban con ácido. Una mañana de tragedia un descuido fatal determinó que olvidaran cerrar las puertas del taller. Cuauhtémoc el niño, entró envuelto en la ingenuidad de su inocencia y al balancear los soportes de una mesa en la que había frascos de ácido se produjo la caída sobre su cuerpo de un par de frascos cuyo contenido desgarrador se hizo cuerpo en el cuerpo del niño y le ocasionó las serias quemaduras que lo llevaron a nuestro Hospital Universitario. Lo demás ya el cuento de Cuauhtémoc lo recuerda con dolor de literatura triste....
Ese domingo Yamid Yusef Cuevas Domingo 12 de febrero de 2012 será una fecha que marcó mi vida.
Era un día soleado. Me dispuse a hacer las tareas cuando sonó el teléfono, contesté y era mi madre quien con voz temblorosa, dijo: Yamid, véngase para la clínica. Me bañé lo más pronto posible y salí
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a buscar un taxi. Cuando llegué, me desplacé lo más rápido posible a la unidad de cuidados intensivos y al entrar, vi a mi madre hablando con dos médicos. Tenía los ojos rojos y la expresión de su rostro me hizo poner nervioso. Al verme me dio un abrazo y no pronunció ni una palabra. El médico me miró fijamente preguntándome si era su hijo, le respondí que sí, luego puso su mano sobre mi hombro y dijo: Lo siento hijo, pero ya no podrá pasar de mañana. Intérprete la frase muy rápido, mil cosas pasaron por mi cabeza y solo me preguntaba ¿Cómo pudo haber pasado esto? Al entrar y verlo no pude controlar las lágrimas. Estaba conectado a todas las máquinas y en cualquier momento fallecería. No podía creerlo. Había luchado contra la enfermedad durante seis meses y al final, fue vencido.
¡Cuántas vidas salvó! Ayudó a que muchas personas tuvieran mejores condiciones de salud pues era un médico excelente. Pero ahora mi padre era el paciente rodeado de médicos que hacían todo lo posible por salvarlo. Toda la mañana permanecí con él, sin moverme de la habitacion. Mi madre salía a atender a las personas que llegaban porque de una manera u otra, se habían enterado del estado de salud de mi papá. Pensaba en los momentos que había pasado con él y las cosas que pensábamos hacer. No me vería graduado del colegio y yendo a la universidad a estudiar medicina; cuando le dije, recuerdo, puso la sonrisa más grande que le había visto. Hacia medio día mi madre entró y me dijo que fuera a almorzar. Salí, crucé la calle para llegar al centro comercial y allí comí velozmente para estar los últimos momentos con mi padre. Al regresar, vi que habían traído a mi hermana. Estaba abrazando a mi padre y veía cómo sus lágrimas caían al piso. Le decía al oído que se levantara. Tuve que calmarla y lo único que se me ocurría decirle era que por lo menos iba ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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a parar de sufrir. Logré calmarla y nos sentamos a esperar lo que nadie quería que ocurriera.
El tiempo parecía no correr. Solo miraba la pantalla y veía cómo la frecuencia cardíaca y otros valores, bajaban cada vez más. De un momento a otro entró el mejor amigo de mi padre, un médico ejemplar, nos saludó pero cuando vio que a mi padre le quedaba poco tiempo, salió. Los valores empezaron a bajar hasta que llegaron a cero. De repente escuchamos un sonido muy agudo. Mi padre murió. Desde entonces, no solo mi padre se me fue, sino también mi fe.
Una triste y pronta partida, un recuerdo latente Mayerlin Andrea Cruz Rodríguez El dolor persiste pero el recuerdo es grato. Y como si hubiese sido ayer, regresa a mí memoria tan humilde sonrisa, cuando decidió emprender un nuevo camino de la mano de Dios. Su cuerpo no soportaba un pinchazo más, su alma poco a poco desvanecía. Dos años me había mostrado incrédula frente al devastador diagnóstico. No aceptaba que con tan solo 26 años, se le escapara la vida así, de repente. La cuenta regresiva comenzaba. El cáncer que padecía ya era resistente, la invadía, había hecho de las suyas; lo supimos tras la cirugía para cáncer gástrico que le hizo el doctor. Jamás me había agradado escuchar esa patología, sabía lo que sucedía si lo llegabas a padecer y era detectado demasiado tarde. Es silencioso, acaba contigo progresivamente; cuando te das cuenta el daño ya está hecho. Este había
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convivido con ella durante siete años, razón por la cual era imposible hacer algo al respecto. Está muy avanzado, dijo aquel día el médico.
Como familia continuábamos cegados. No lo creíamos. Buscamos por doquier la mejor medicina, aunque no fuera a dar resultado; no quisimos dañar sus esperanzas, las ganas que tenía de vivir. Fernanda quería luchar contra su enfermedad aun sabiendo dónde acabaría todo. Fui a visitarla varias veces; me reía con ella, y las dos nos sentíamos muy bien. Hablábamos de medicina. Me decía que le gustaba mucho, que cuando volviera a visitarla debería enseñarle cuánto había aprendido en la universidad. Yo deseaba que las visitas se multiplicarán y que mejorara. Pero no sería así. Con dolor guardé todos mis recuerdos y últimos momentos vividos con ella. Ya el tiempo se acababa. Quería acompañarla cada minuto restante, la miré fijamente por última vez, reflejaba en su mirada que ya estaba lista para partir, que esta vez no iríamos con ella.
Decidí no visitarla más. Suena un tanto duro pero creo que fue mi manera de hacerle duelo a la situación; no debía invadirla con mi tristeza, quería que se fuera feliz. La melancolía, tristeza y dolor invadía a la familia. La perdíamos cada vez más. La vida en su lucha perseverante, perdía ante la muerte.
Tristemente el 20 de enero de 2011, cuando estaba en inducciones del semestre, por un momento perdí la concentración. Sentí una corazonada. Mi prima estaba en mis pensamientos constantemente. Le pedí a Dios que no estuviera sufriendo, que amortiguara su dolor, que me permitiera verla una vez más; pero mis suplicas fueron en vano, tan pronto como llegué a casa, papá me dio la mala noticia. Fernanda había muerto. Aún no supero su partida. Tal vez no lo demuestro pero siento pena porque ya no está. Algunos pensarán que fue la voluntad de Dios; ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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yo quisiera entender algún día quién decide que nuestra vida acabe más, cuando soy de las que piensa que Dios no querría el mal para ninguno de nosotros. Entonces ¿Por qué nos llega la hora de morir?
De lo que si estoy segura es que mi prima está presente en la mente de quienes la quisimos con el alma y seguimos recordándola con el corazón.
Hasta pronto mó Camila Delgado Arango El domingo 31 de mayo de 2009, mientras veía televisión con mis padres, recibimos la llamada de una tía de Bogotá. Con voz preocupante le informaba a mamá que mi abuelita se encontraba en grave estado de salud. Mi abuelita se había ido a Bogotá para asistir a la Primera Comunión de uno de mis primos; la mañana del 31 se levantó y mientras estaba en la ducha se desmayó. Mi tía escuchó el sonido alarmante que provenía del baño y al abrir la puerta, vio a mi abuelita en el piso e inmediatamente la llevó a la cama. Cuando mi abuelita recuperó su conciencia, le dijo a mi tía que tenía un dolor insoportable en el pecho y además, mareo. Al instante, mi tía llamó a la ambulancia; mi abuelita la abordó tranquilamente y en la clínica advirtió “No exageren que ya estoy bien”. Los paramédicos la acompañaron hasta el lugar donde estaba la camilla; al acostarse, comenzó a convulsionar. Sus ojos desorbitados completaban la desgarradora escena que continuó en la sala de reanimación. Ese fue el momento en que mi tía llamó para contar que estaban en la clínica.
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Al conocer la noticia, no paré de llamar a mis primos. Lo único que me decían era que mi abuelita seguía en la sala de reanimación. Yo tenía un gigantesco dolor y desaliento en todo el cuerpo. Era la única abuela que me quedaba y por eso la amaba tanto. A los veinte minutos una de mis primas me llamó y el sonido de su llanto en la Clínica del Country en Bogotá, nos hizo comprender lo que ocurrió. La llamada me descompensó y en seguida mi prima, con enorme dificultad pronunció: “La perdimos. Mó (como le decíamos por cariño) se murió”. Grité muy fuerte ¡No! Me senté en el piso y comencé a llorar. Desde el baño mamá me escuchó y al salir, con tono de esperanza preguntó: ¿Qué pasó? Le dije “Mami, Mó acaba de morir”. Se quedó mirándome y sentada en las escaleras lloró, mientras papá abrazaba su dolor.
Las cosas pasaron tan increíblemente rápido que hasta sentí algo de rabia con Dios; sufrí una depresión incontrolable, no podía dormir y tampoco pude volver al colegio. Trajeron el cadáver desde Bogotá hasta la funeraria donde llegamos a velarla el dos de junio. Me acerqué al ataúd y al abrir la ventanita, la vi extremadamente tranquila. Inconsolable, lloré nuevamente. Mamá se acercó diciéndome “Me duele demasiado verte así, tenemos que ser fuertes y entender que Dios se la llevó porque ella ya cumplió lo que propuso para su vida”. Fue difícil entenderlo. Al menos comprendí que la tuve conmigo mucho tiempo y que la disfruté como tenía que ser. Para mi tranquilidad, sé que ella está feliz en el cielo con mi abuelito y que desde allá me cuida porque es mi angelito.
Historia de una princesa Valentina Herrera Mejía Ana María empezó a presentar ciertos cambios a sus tres años y medio de edad, cuando era una niña inteligente y feliz. Su mamá sufrió ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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mucho en el parto; al parecer, la pequeña venía en mala posición. El médico debió hacer presión sobre la barriga hasta que la princesa llegó a inundar de alegría a toda su familia. Papás, abuelos, tíos y primos, la esperábamos con ilusión.
Al cumplir su primer año, María Isabel y Luis Alfonso, sus papitos, quisieron celebrar el acontecimiento con sus familiares cercanos y organizaron una pequeña reunión. Sorprendió, dando sola sus primeros pasos y cantando “un pececito se fue a nadar y un tiburón le dijo ven para acá y el pececito le dijo no, no, no, me regaña mi mamá”.
En julio de 2010, comenzó a sufrir frecuentes caídas. Nunca imaginamos que eso sería el principio de un difícil camino. Después, su mirada comenzó a opacarse. La saliva se derramaba de su boca y aunque ella era consciente, le era imposible controlarse. Se resignó a limpiarse con la blusita, y continuar su vida, en medio del ritmo, el sonido, las sonrisas y juegos, que compartía con sus compañeritos del jardín. Se caracterizaba por ser la más despierta y vivaz, como dijeron siempre sus profesoras. Un día del mes de agosto de 2010, al ver que no mejoraba, decidieron llevarla a un curandero, pensando que la enfermedad era mal de ojo. De allí salió aparentemente con gran mejoría. Una semana después, el tratamiento fue suspendido; el cirujano pediatra hizo el diagnóstico definitivo: Tenía una enfermedad grave.
El doctor decidió instalar una válvula desde el cerebro hasta el estómago para permitir el flujo del líquido cefalorraquídeo, que se obstruía por la presencia de un tumor maligno ubicado en la zona más delicada: el tallo cerebral.
Esto parecía muy extraño porque su desarrollo psicomotor era muy avanzado. Por ejemplo, a sus dos años ya decía los números del 1
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al 20 en español y en inglés, y cantaba las canciones de Michael Jackson y de Kiss.
Dos días después de la operación volvieron a realizarle otra cirugía que duró aproximadamente seis horas. Obtendrían una muestra del tumor para decidir el tipo de tratamiento que se implementaría a nuestra querida Anita. Concluyeron que no era suficiente usar quimioterapia; también, debían recurrir a la radioterapia para atacar el cáncer. De la operación, salió con su cabecita rapada. Se veía tierna y dulce, como un bebé. Fue remitida a cuidados intensivos y luego trasladada a una habitación donde sus seres queridos pudimos ir a visitarla. Se veía pequeña e inocente sobre esa cama gigante de la que ella ocupaba, a duras penas, una cuarta parte.
Le dieron de alta y sus cuidados continuaron en casa a manos de mamá, papá y la tía “Chiqui”, que se convirtió en su mamá tía, como ella misma la bautizó. Así comenzó lo que sería una trágica radioterapia porque esta hermosura que llevamos en el corazón, sólo resistió dos sesiones. Entró en un coma de obnubilación, es decir, un sueño profundo que se caracteriza por la respuesta a órdenes simples y estímulos dolorosos.
Inmersa en ese sueño de princesa, duró cuatro meses. Durante éstos, a pesar del profundo dolor que cubría a la familia, hubo tres momentos de esperanza: El primero, un día cuando después de su baño diario, su abuelita y la tía Chiqui, la sacaron a tomar el sol, acto recomendado por el médico. Ella se esforzó por pronunciar “Pepe” el nombre del muñeco que la acompañaba en el momento del baño. El segundo, una tarde en que la tía la atacó con cosquillas y ella le regaló carcajadas. El último fue un profundo llanto sin lágrimas, sumido en el deseo de despertarse. Quería participar en el canto de los villancicos que siempre le gustaron y solía disfrutar entre sonajeros y maracas. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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El primero de febrero de 2011, cumplía cuatro añitos. El día pasó inadvertido. Pretendíamos ignorarlo para evitar el gran dolor de su sufrimiento. Tres días después, el cuatro de febrero, Ana María partió sumida en la tranquilidad más profunda. Ya nos había enseñado qué era el amor por la vida y la lucha constante por mantenerla.
Falleció en casa de sus abuelitos, en el que solía ser el cuarto de la tía Milena, sobre una cama acomodada para ella. Recuerdo ese día. Después de mucho buscar a mi prima María José por el colegio y resignada por no encontrarla, subí a la ruta 5 que me transportaba. Les pregunté a sus compañeras por ella y alguna, de manera fría y burda, me respondió: ¿No sabes? Ana María murió. Pasé aproximadamente un minuto en shock, y pregunté: ¿Qué? Respondió lo mismo. Yo sólo lloré. No podía creer que Ana María, que solía reír a carcajadas, había comenzado su eterno viaje.
Homeostasis Daniela Londoño Restrepo Eran exactamente las 12:30 del día, cuando recibí llamada de mi mamá diciendo que mi abuelo estaba muy mal. Traté de terminar mi examen de Humanidades, para ir rápido a la clínica; de camino, los recuerdos de mi abuelo, los momentos que pasé junto a él, las cosas que le gustaban, sus frases predilectas, todo lo que lo hacía feliz, ocupaba mi pensamiento. Pensaba en lo afortunada que soy de tener un abuelo como él. Volví a la realidad y recordé la grave enfermedad que padecía. Era algo que ya se veía venir, cáncer de páncreas, uno de los más agresivos.
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Recordaba la clase de Célula en la que hablamos sobre cáncer y el ciclo celular, especialmente de la proteína P53, “el ángel guardián del genoma” y todas las consecuencias que tenía en los humanos, si llegaba a fallar. Mi papa me llamaba cada cinco minutos para preguntarme por dónde venía.
Al llegar, escogí las escaleras para ir a la habitación 411. Afuera estaba mi papá. Mi abuelo, en la cama, respiraba con dificultad. Sus hijos y algunos nietos, entre esos yo, lo mirábamos con preocupación. Toqué el dorso de sus pies para sentir su pulso. Lo tomé con el dedo pulgar pero recordé que el pulgar tenía su propio pulso, así que se lo tomé otra vez , y no sentía nada. Miré a mi alrededor. En las caras de mis familiares, se veía la impotencia de no poder hacer nada. Nadie quería que mi abuelo se fuera. Aunque en el fondo, sabíamos que tenía que descansar. 1:58 p.m. Recordé algo sobre las clases de célula…”si hay equilibrio uno está muerto”, “no bombas de sodio-potasio”, “no transporte de electrones”, “no más glucolisis”, “no más ciclo de Krebs” Sabía que eso le estaba pasando a mi abuelo. Me preguntaba por qué la vida es tan corta. Su vida se iba sigilosamente y quedaría diluida en el tiempo. ¿Cómo sería ese umbral entre la vida y la muerte? ¿Qué pasaría con mi abuelo después de esto? ¿En dónde estaría en estos momentos? De algo sí estaba segura. Su esencia permanecería con nosotros.
Fueron segundos intensos. Cada vez iba respirando más despacio. “La muerte es tan natural a la vida como el nacimiento, de hecho ambos, nacimiento y muerte, son recíprocos e inversos, le pertenecemos a la muerte por el solo hecho de haber nacido”, decía el filósofo Schopenhauer. 2:00 p.m. Mi abuelo llega al equilibrio y a la tranquilidad infinita. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Una historia que no se sale de mi cabeza Karen Torres Bermúdez Septiembre 16 de 2011 Son las 5:30 de la mañana. Comienza mi día, como cualquier otro. Siempre la misma rutina, aunque los sentimientos varían según el clima. Pienso en mi madre, en aquella historia que retumba en mi cabeza. - Era una mañana como cualquier otra. Me levanté y besé a tu padre en la frente. Después, bajé a la cocina a indicarle a la empleada qué hacer de desayuno.
Tengo que terminar de arreglarme, voy tarde y tengo Célula de 7:00 a.m. a 9:00 a.m. Si no me apuro, tendré que irme en MIO y hoy tengo que llevar a toshi. No puedo arriesgarlo. ¿Dónde habré dejado mis crocs? ¿Será que me pongo tennis hoy? ¿Llevo ropa para entrenar volley? No tengo tiempo. Mi mamá ya salió de la casa, la puerta acaba de cerrarse.
- Después de indicarle a María que preparara huevos y arepa, subí a la habitación. Tu padre aún dormía, eso era típico de él, hacer pereza antes de bañarse. Le dije que se apurara porque tenía una cita con el señor de la inmobiliaria que nos mostraría una casa. Asintió con la cabeza y me hizo un gesto para que me acercara; cuando lo hice, me recordó que me amaba y nunca iba a dejar de hacerlo. Ojala hoy tenga suerte y el portero no me pida el carné a la entrada. Vengo muy encartada para buscarlo. Señor, ya le he dicho
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varias veces, aún no tengo el carne, soy de primer semestre y no me lo han entregado, mi número de identificación es 1144058503. Sí señor, soy Karen Torres. Que usted también tenga un buen día. Menos mal, hoy no tengo entreno. El día estuvo liviano. Tengo que llegar a casa y descansar un largo rato.
Septiembre 17 de 2011 Hoy es el cumpleaños de mi hermano. Verlo es como ver a mi papá. No lo digo simbólicamente sino literalmente. Son idénticos sus gestos, su apariencia física, su manera de reírse, todo.
- Mientras Diego se bañaba yo fui a alistarlos a ustedes (se refiere a mi hermano y a mí) para irse al Jardín. Cuando estaban listos y desayunados, tu papá se paraba en la puerta para dejarlos en el bus. Era una rutina. Cuando ustedes llegaban, también los recogíamos juntos. Después de dejarlos esa mañana, Diego y yo quedamos de encontrarnos a la una de la tarde frente a la casa en venta que queríamos comprar. Estudiaré un poco de Célula. Después, dormiré un rato, haré pereza hasta que tenga que arreglarme e ir al bar de mi hermano para celebrar su cumpleaños. No tengo muchas ganas de salir, la verdad. Preferiría quedarme en casa por el clima que está haciendo. Me gusta la lluvia aunque me produce algo de tristeza. Septiembre 18 de 2011 Por fin domingo. Hoy no quiero pararme de la cama, aunque miento, el cargo de conciencia no me deja. Tarde o temprano, terminaré con el libro de Alberts en mis piernas leyendo glucolisis.
- Tu papá era muy fresco. Hacía todo a su tiempo, no se dejaba preocupar por nada ni nadie, así que no me pareció raro que él no hubiera llegado a la cita que teníamos, cumplidamente. Decía que el problema no era que el llegara tarde sino que yo siempre llegaba muy ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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temprano. Ahí estaba pintado Diego. Entré a mirar la casa mientras lo esperaba, cuando me entró una llamada al celular.
Septiembre 19 de 2011 Para mí el lunes no comienza del todo bien, aunque con el paso del día, mejora. Hoy estuve lista a tiempo. Mi mamá no tuvo que darme cantaleta para que estuviera a las 6:15 a.m. en la puerta de la casa. Yo no entiendo por qué ella es así. Sin mentir, vivimos a 15 minutos de la universidad, pero insiste en el trancón que se arma antes de llegar a la universidad. Hoy es un día largo, tengo un hueco de once a cuatro pero menos mal, tengo mi manada, no me aburro y Juan Felipe, también me alegra el día inmensamente. - Yo no entendía bien qué me estaban diciendo. O mejor dicho, yo creo que el shock no me dejaba entender lo que me decían. Había escuchado Diego tuvo un accidente. En adelante, mi mente no codificaba las palabras. Me tembló todo el cuerpo. Parecía como si desde los pies hasta la cabeza se me fuera secando el alma.
Septiembre 20 de 2011 Hoy el día es relativamente corto. Solo tengo introducción a la investigación de 8:00 a 10:00 a.m. Llegué a la universidad y fui directo a la cafetería porque tenía hambre. Por el afán de mi mamá, no pude empacar cereales. Ella sigue insistiendo que las 6:15 es la hora en que no hay trancón afuera de la universidad. Mi mamá es así. Cuando se le mete algo en la cabeza nadie se lo saca. - Desde el momento en que escuché esas palabras sentí como si me hubieran activado el modo de apagado. No era yo. Sin él, no era yo. Mi vida acababa de terminar. Pero ustedes eran muy pequeños. Yo tenía que vivir por ustedes.
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Septiembre 21 de 2011 Hoy vamos ir a comer pizza a Jardín Plaza. Eso significa que ahorraré plata ya que cada una pondrá una parte y nos saldrá más barato. Irnos en taxi hasta jardín plaza, qué descaradas somos….! Nicolás siempre nos hace la misma. Esta vez no lo perdonaremos así de fácil. Va a tener que trabajar más en las disculpas que nos ofrecerá. - La vida se me vino abajo. Él era el amor de mi vida. Me tocó dejar mi dolor porque ustedes eran niños y me necesitaban. Pero desde que él se fue, las cosas fueron muy diferentes. Luego creció tu hermano y Dios me dio la suerte de ver a tu papá en él. En serio Karen, son idénticos.
Una carta al cielo, para ti mi ángel Paula Alejandra Devia Libreros La Medicina me ha dado tanto, y la vida de alguna manera me lo ha quitado. Cuando se pierde algo que no se puede reemplazar, trato de buscar una luz que me guíe de nuevo, a ti abuela, que ya en el cielo seguramente te encuentras.
Y digo la Medicina, porque allí mi mamá conoció a “mi segundo padre” (después de tres años y medio de haberse separado de mi padre porque no se entendían). La Medicina me lo dio, porque él prácticamente le salvó la vida a mi abuela, y poco a poco, mi mamá y él, se fueron enamorando.
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Pero también digo que me ha quitado porque tú, abuela, no te pudiste quedar desde la última vez que te enfermaste. Ya los médicos no pudieron hacer absolutamente nada. La enfermedad que te arropó años atrás te fue llevando, y siento rabia, mucha rabia, porque te cuidamos tanto, te llevamos a todas las citas médicas, te hicimos todos los tratamientos para que mejoraras, pero no. Cinco años después, te nos fuiste y no estabas tan avanzada de edad. Apenas cumplirías tus 70 años. Amo la Carrera que escogí, abue. Si tan solo estuvieras aquí, viéndome luchar tantos días por esta carrera que tanto anhelo culminar cualquier día de mi vida, para poder ayudar a muchas personas que necesitan de médicos, como yo quiero llegar a ser, para que los atiendan. Creo que también escogí esta Carrera porque tú fuiste una de las personas que me apoyabas mucho con esta idea. La Medicina que sana cuerpos y Dios que nos sana el Alma. Te extraño tanto y no te miento que han pasado tres años desde que entré a cuidados intensivos y ya no parecías estar nada consciente. Recuerdo muy bien lo que te dije “vete abue y descansa, que acá ya fuiste la mejor”. Y desde entonces fue que partiste a otro mundo y ya nadie te podrá devolver de allá. Ni la misma Medicina que yo estudio. Pero no le echo la culpa a los médicos, ni mucho menos, pues ya estoy entendiendo los diagnósticos que daban los médicos, he investigado y comprendo mucho tu situación. Aún no supero tu partida, y lo peor y mejor a la vez, es que sueño contigo en momentos que lo necesito inconscientemente. Ayer te volví a soñar, soñé que fui a tu casa y que estabas acostada en tu cama y me hacías “señas” para que me acostara a tu lado. También sentí tus fuertes abrazos, eran tan reales, que ahora me cuestiono, si es verdad eso que “a veces los sueños son realidad”. La enfermedad a veces puede ser peor cuando es “mental”, cuando se es pesimista y recuerdo que cuando te sacamos de la casa para llevarte al médico, dijiste: -“ay, para qué me llevan si simplemente
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yo sé que no voy a volver a mi casa”. Estabas tan enojada, no entendías que te queríamos llevar a la clínica para que todo estuviera bien, pero no, todo empeoró. A veces siento que si te hubiéramos dejado en tu casa, sin tantos medicamentos, tanto stress, no te hubieras ido en menos de 25 años, Abue. Por eso quiero seguir cumpliendo mi sueño de estudiar Medicina, porque también quiero prevenir y promover literalmente la salud. Quisiera que estuvieras acá para poder abrazarte, así como lo hacías en mis sueños. Nunca pensé que llegaría a perder a alguien tan cercano, y sé que alcanzaste un mejor lugar, pero ahora solo queda guardarte en mi corazón y continuar… porque en últimas eso es lo que hace un médico en formación o un Médico: seguir a pesar de todo lo que se nos presenta y estar a favor de la colaboración con los pacientes, que seguramente tienen también una familia que los ama, así como yo te amo a ti.
Un simple adiós Sthepany Valencia Arturo Palabras de una estudiante de Medicina para su estimado profesor, ante el fallecimiento de su padre:
La enfermedad es un camino difícil de cruzar, que al final encuentra cura o sanación total. Somos el reflejo de nuestros padres, las consecuencias de nuestros hechos y nuestra propia realidad, pero seremos, el ejemplo de nuestros hijos, el recuerdo de un amigo y la inspiración de alguien más. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Tener la oportunidad de tener un padre o una madre, es una inmensa bendición, y aún más cuando su ejemplo formador, da un hombre de valor, un excelente amigo y maestro, quien con su ejemplo, generó admiración y fue impulsor de inspiración.
Hoy queremos acompañarte en tu dolor, en una partida física y un duelo emocional; queremos recordarte que el amor no es material, porque este transciende más allá de lo mortal y une lazos para la eternidad.
Eres la mejor versión de ti mismo, el mejor reflejo de tu padre, que aun sin conocer, podemos entender, que como papá te dio el mejor ejemplo y las mejores bases, y que el tiempo y la dedicación te convirtieron en un gran maestro y amigo. Hoy, tu padre se encuentra al lado de papito Dios, donde no hay molestia ni dolor, y donde en algún momento todos nos reuniremos para compartir con alegría el regalo de la vida y el paso y ascensión al lado de nuestro señor.
Personas como tú, jamás estarán solos, porque la luz de tu padre se expande en ti e irradia el mundo con gran amor, de un hombre fuerte, inteligente, y luchador. ¡Fuerza querido amigo, maestro y profesor…!
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Carta para el elegido Daniela Duque Rodríguez Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá. Fue la primera discusión teológica de mi vida. Tristes cuatro años sin ti, pero felices cuatro años menos para estar contigo (18-12-09).
Yo amaba a mi papá con un amor salvaje y casi animal. Me gustaba su loción y también el recuerdo de ese olor, sobre el lado izquierdo de la cama. Con él la dinámica siempre fue distinta, era su niña consentida y mi mamá y toda la familia lo sabían. No había mucho qué hacer cuando él me alcahueteaba comerme cinco helados de chocolate hasta caer en una indigestión casi crónica. Tampoco había ningún tipo de restricciones para mí en su oficina si yo quería jugar a ser empresaria, descolgar el teléfono y rayar sus agendas que estaban empapadas de su caligrafía intachable.
Me compartió desde muy pequeña sus gustos musicales y con ellos sus colecciones eternas de discos de jazz y blues que poníamos en las tardes frías de la finca los domingos o en las noches de lluvia en el apartamento donde sutilmente, y como podía, me arropaba con una cobija que proporcionaba todo el calor que sus brazos no podían. Siempre me gritaba ‘’Daniela, ponme los Beatles un ratico y nos ponemos a bailar’’, entonces yo corría hasta su silla de ruedas con twist & shout a todo volumen y él bailaba moviendo sus manos y su cabeza y yo movía mis piernas a lo que más diera. Luego se ponía sentimental y me decía que quería cantar conmigo what a wonderful world (su canción favorita) porque él creía que el mundo era un poquito más maravilloso si se cantaba esa canción con su hija. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Me decía “eres la niña de mis ojos”, y yo sentía la libertad corriendo sobre su silla de ruedas a manera de patineta por los largos pasillos de algún supermercado o de algún centro comercial junto a él; me sentía tan llena de vida en ese instante, casi que tenía alas y podía tocar el cielo volando con él.
Cuando le daba por regañarme las cosas iban mal. Podía perfectamente llorar por dos horas seguidas hasta que él iba con algún libro que me gustara o un recorte de periódico con una película que yo quisiera verme y me hablaba sutilmente del libro o del recorte, pretendiendo que no pasaba nada y de esa manera hacíamos las pases. Las discusiones de la cocina iban y venían entre mi mamá y mi papá cuando él hacía el mercado. Jamás iba a entender qué era comprar lo necesario y compraba tantas cosas de comer que no cabían en la nevera y mi mamá se ponía a punto de desmayo y yo solo me reía al ser cómplice y mi papá sonreía ante su error. Cuando se ponía bravo con la vida, se encerraba en su oficina a leer algún libro hasta acabarlo y luego se dormía. O a veces explotaba y gritaba (como todo ser humano) y me parecía que no era él, así que yo me iba a jugar con mis muñecas a esperar que se le pasara. O cuando peleaba con mi mamá, siempre me ponía de lechuza mensajera a llevarle cartas a mi mamá escritas por él con las poesías más lindas que he leído, como un eterno enamorado de ella. Y ella, con su orgullo, recibía muchas y a veces se las devolvía, hasta que se arreglaban y yo los juntaba para que se dieran ‘’solo un besito’’.
En las noches, a eso de las 12:00, yo salía de mi cuarto y contaba hasta tres para correr por un largo pasillo de mármol hasta llegar a la grande puerta de la habitación de mis papás, algún monstruo me perseguía pero lograba llegar con vida y me posaba en el lado izquierdo de la cama, en donde la espalda de mi papá me parecía la cueva más
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segura de toda la casa. Un día me cerraron la puerta del cuarto porque sabían que llegaría yo a la madrugada, a no dejarlos dormir con mis patadas en la cama. Según mi papá para ‘’hacerme afrontar mis miedos y darme valentía’’, sin saber que años después iba a afrontar el miedo más grande que he afrontado: su pérdida definitiva.
Siempre me daba por estudiar los exámenes de matemáticas un fin de semana antes. El viernes después del almuerzo, iba a su cuarto con cara de pucheros y le señalaba con mis dedos las páginas del libro de álgebra o geometría que teníamos que estudiar. Digo teníamos porque lo que no había aprendido con la profesora, lo aprendía con mi papá de una forma u otra. Teníamos tres días para sacar el examen adelante y a mí me parecía el tiempo perfecto pero a él se le ponían rojos los cachetes, y como niño chiquito, le ponía la queja a mi mamá.
¡Mira cómo Daniela deja todo para última hora, como si no le enseñara yo que todo lo tiene que hacer a tiempo! Y yo me reía acordándome de su famoso dicho tergiversado”no dejes para mañana lo que puedes hacer pasado mañana”. Mi mamá solo le decía que se calmara y estudiara conmigo, con paciencia. Y sacábamos el examen adelante, y el domingo a las 8:00 p.m. estaba haciéndome el examen de prueba el cual siempre pasaba a la perfección y él se sentía orgulloso de su pequeñita.
Mi papá gozaba con cada cosa que yo hiciera. Todas las mañanas su oficina amanecía llena de dibujos (o garabatos) hechos por mí la noche anterior. Dejaba mi cuarto hecho un desastre, así que decidí hacerlos en el balcón, lo llenaba de pinturas, óleos, acuarelas, marcadores, crayolas, colores y hojas que él me compraba. Me acuerdo un día que le estaba dibujando el árbol más lindo que he dibujado en mi vida (o al menos eso pensaba yo a mis 10 años), y le escribí que yo sabía que él no podía escalar un árbol conmigo pero que cuando estuviéramos juntos en el cielo y él pudiera caminar lo haríamos y quería que me lo prometiera. ESCRITURA CREATIVA MÉDICA
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Se lo dibujé en una hoja de papel bond blanca, y se lo pinté con unos vinilos verdes viejos que tenía guardados de mis clases de pintura en la Tertulia (las cuales nunca disfruté porque los niños que me rodeaban eran “demasiado idiotas”). El viento del balcón en el oeste al lado del río Cali a las seis de la tarde soplaba siempre tan fuerte, que cuando volví para encontrar el dibujo seco, se había volado. Me acuerdo que lloré tanto por perderlo como si se hubiera escapado mi mascota.
Le conté a mi papá lo que había pasado y le dije todo respecto al dibujo y él me respondió ‘”no te preocupes nena, el dibujo está volando por los cielos siendo tan libre como lo vamos a ser tú y yo cuando estemos sentados en ese árbol que dibujaste”. Puedo repetir estas palabras como repitiendo la letra de una canción de blues porque tienen exactamente el mismo toque de nostalgia y melancolía capaces de impactarme y marcarme.
Siempre tenía las palabras perfectas para hacerme sentir bien y segura de mí misma, era por eso que todo lo que yo dibujaba o escribía se lo entregaba a él primero. Su sonrisa inmediata cuando le decía que me corrigiera la ortografía de alguna poesía mal hablada que le hacía yo a mi mamá el día de la madre o en su cumpleaños, me hacía sentir la mejor escritora del mundo y futuro premio Nobel. Desde pequeña recuerdo que yo le preguntaba que cómo hacía para ser tan inteligente y escribir tan lindo y él siempre me respondía, a manera de secreto, como si fuera la clave para conquistar el mundo, que leía el periódico todos los días y un libro semanal. Empecé ese hábito con él casi que obligada; trató de enseñarme mil veces cómo pasar las hojas del periódico que manchaban sus yemas lisas de negro, pero yo terminaba estrujando el periódico contra mis piernas desesperada ante mi incapacidad de hacerlo y él solo se reía.
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Cuando leía mis cartas llenas de mi mala caligrafía me decía que mi letra era igualitica a la de su hermana, no se les entiende nada pero es bonita. Me siento a escribirle a él palabras que sé que disfrutaría leyendo pero que nunca va a leer. O de pronto, desde aquel árbol, algún día yo pueda recitárselas, o espontáneamente escribirle una carta hablada.
Si existe el cielo de algún dios, él está allá. Y si está allá, me está mirando y si me está mirando yo le sonrío con la misma sonrisa que tenía él, y le guiño un ojo como él lo hacía cuando tramábamos una broma a mi mamá, y le digo que lo amo y que amor más puro que el de su hija hacia él no encontraría jamás, ni aquí ni allá. Y él me dice que algún día volveré a sentir el calor y la seguridad de sus brazos en mi espalda, rodeándome la cintura y levantándome hasta quedar de sus 1.80 de altura que nunca pude comprobar y comparar con la mía. Y va a estar girándome y haciéndome reír a carcajadas con un sol enceguecedor en la cara, y no voy a poder verlo bien porque tendré los ojos entrecerrados pero sabré que es él porque olerá a la botella de Roger Gallet que se echaba antes de dormir. Y de su boca saldrá esa risa muda que tenía, y luego me va a bajar y me voy a sentir insignificante y pequeña ante él, y me cogerá la mano y yo sentiré la suavidad de sus manos (idénticas a las mías, o mejor, las mías idénticas a las de él) y le sobaré la panza”Oliva” y sonreiré ante su presencia.
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MÉDICOS EN PAÑALES
Pedro José Villamizar Beltrán, MD.
Diana Patricia Henao Rodríguez, MD.
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Luz Adriana Soto Díaz, MD.
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Gloria Inés Flórez Villafañe
Sobre los autores Gilberto Andrés Lotero Toro, Isabela Pineda Ruíz, María Alejandra Zapata Copete, Martha Pisco Viáfara, Daniela Paola Escobar Domingo, María Camila Rojas Rojas, María Alejandra Zambrano Gustín, Juan Camilo Álvarez Restrepo, Yerson Penagos Osnas, Paola Andrea Vélez Jiménez, Andrés Mauricio Galarza Prado, Daniela Franco Ramírez, Andrés Korgi Henao, Salomé Victoria Mójica, David Santiago Muelas Solarte, María Paula Reyes Ramírez, Lorena Vallejo Labrada, Paula Alejandra Devia Libreros, Andrés Kaitzberg Lasso, Alejandra Cárdenas González, Daniela Jiménez Paredes, Diana Marcela Vargas Álvarez, María Carolina Falla Martínez, María Paula Cortés Salas, Manuela Salcedo Ortega, Daniela Jiménez Paredes, Leidy Johanna Morales Tellez, Edwin Herney Garcés Caicedo, Sebastián Manzano Jaramillo, Akemi Arango Sakamoto, Isabel Cristina Quintero Salazar, María Andrea Ortegate Gómez, Laura Mejía Gutiérrez, Valentina Cardona Ramírez, Josué David Herrera Monroy, Kelly Daniela Pinzón Jurado, Sthepany Valencia Arturo, María Alejandra Ospina F., Amal Benavides Muhamad, Saulė Stonkutė, R.H., María Camila Lora Osorio, José Alejandro Mendoza Patiño, Juan Sebastián Galindo Sánchez, Harold Styven Basallo Triana, David Sandoval Rodríguez, Javier Camilo Murcia Caicedo, Carlos Ernesto Castillo Lasso, Juan Pablo Usubillaga V., Camilo Castrillón Rojas, Laureano Quintero M.D., Yamid Yusef Cuevas, Mayerlin Andrea Cruz Rodríguez, Camila Delgado Arango, Valentina Herrera Mejía, Daniela Londoño Restrepo, Karen Torres Bermúdez, Daniela Duque Rodríguez.
Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD. Médico cirujano, Universidad del Valle. Especialista en Patología Anatómica (Universidad de Miami) Patología Clínica (Universidad de Cincinnati) e Inmunohematología (Universidad de Minnesota). Profesor universitario desde hace 30 años. Investigador del Grupo Historia de la Medicina Colombiana.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Gloria Inés Flórez Villafañe Trabajadora Social, Universidad del Valle. Especialista en Administración del Talento Humano, Universidad del Valle y Penn State University. Magistra en Administración de Empresas de la Universidad Javeriana Cali. Profesora universitaria. Secretaria Académica de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Javeriana Cali.
Florencia Mora Anto Licenciada en Ciencias Sociales, Licenciada en Literatura, Universidad del Valle. Especialista en Enseñanza de las Ciencias Sociales e Historia de Colombia. Magister en Filosofía, Universidad del Valle. Profesora del Departamento de Humanidades, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana Cali.
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ESCRITURA CREATIVA MÉDICA