Medicina Narrativa Escritura creativa mĂŠdica
Facultad de Ciencias de la Salud Medicina Narrativa
Cali Colombia
Volumen 3 NĂşmero 2
pp. 1-160 Agosto - Diciembre ISSN 2027-7636 2013
Rector: P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita S.J. Vicerrectora Académica: Ana Milena Yoshioka Vargas Vicerrector del Medio Universitario: P. Luis Fernando Granados, S. J. Facultad de Ciencias de la Salud Decano: Pedro José Villamizar Beltrán, MD. Decano del Medio Universitario: Luis Roberto Rivera Mazuera Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Decano: José Ricardo Caicedo Peña Decana del Medio Universitario: Clara Eugenia Jaramillo Arango Título: Medicina Narrativa Compiladores: Florencia Mora Anto; Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD.; Gloria Inés Flórez Villafañe. Lectura final de textos: Florencia Mora Anto ISSN: 2027-7636 Coordinador Editorial: Ignacio Murgueitio Restrepo e-mail: mignacio@javerianacali.edu.co © Derechos Reservados © Sello Editorial Javeriano Correspondencia, suscripciones y solicitudes de canje: Calle 18 # 118-250 Santiago de Cali, Valle del Cauca Pontificia Universidad Javeriana Cali Facultad de Ciencias de la Salud Teléfono 3218200 ext. 8801 - 8955 e-mail: secfacsalud@javeriancali.edu.co Formato: 16 x 24 cms Ilustraciones. Carátula: Natalia Torralba Oliveros Páginas interiores: Kelly Daniela Pinzón Jurado Concepto Gráfico: Centro de Multimedios PUJ Cali - Edith Valencia Figueroa Edición: Agosto de 2013
Índice Discurso ceremonia de la imposición de las batas blancas
9
Oficio médico ¿secreto o misterio? ¿Acertijo o problema?
13
¿Médicos que se examinan… su alma?
17
Una novela de Fuentes
19
Dr. Pedro José Villamizar Beltrán, MD.
Pedro Alejandro Rovetto Villalobos., MD. Gloria Inés Flórez Villafañe Florencia Mora Anto
La vocación médica 25 Palabras para la ceremonia de las batas blancas
27
Un súper héroe en mi casa
30
Una pequeña reflexión, gracias a mi querido viejo
32
¿Dónde están mis conocimientos?
35
Juan Camilo Álvarez
Sebastián Manzano Jaramillo
Daniel Francisco Izasa Pierotti
Meyer Aicardo Narváez Ochoa
Mi primer accidente 37 Yury Marlyn Lenis Burbano
Entre la Medicina y mi padre
38
¿Ex amor mío o amor mío?
40
Karen Lizeth Álvarez Raigoza
Diana Marcela Vargas Álvarez
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
4
Las primeras cirugías
42
Atrevido
43
Conteo regresivo
44
Noticiero X: El mundo se va a acabar
45
El día que decidí estudiar medicina
49
El fin último de un largo día
52
Daniela Franco Ramírez
Alejandra Cárdenas González Alejandra Cárdenas González Tania Vanessa Duque Ángel
María Alejandra Zambrano Gustín Mario León Mejía Borja
Una cirujana famosa 53 María Isabel Garcés Gómez
Como un papá 56 Ana María Caicedo Bolaños
Relatos de enfermedad 61 Cuando tu mamá te conoce bien
63
El corazón tiene razones que aún mi razón no entiende
64
Quizás sería la última vez
65
Daniela Guardiola Montenegro Karen Lizeth Álvarez Raigoza
Daniela Guardiola Montenegro
Lo inesperado 66 Andrés Mauricio Galarza Prado
Vuelcos del destino Xiomara Palacio López
69
Dolor anginoso 71 Valentina Cardona Ramírez
5
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Prosa diversa 75 Lo que mi abuelo me cuenta
77
Lo difícil que es construir
79
Palabras que nos gustan
80
RCE - Pasos para la reanimación cardioemocional para salvar a alguien que muere de amor
81
A una puerta de tu mirada
82
Amal Benavides Muhamad David Sandoval Rodríguez
Katherine Julieth Rivera Miranda Daniela Gallego Bedoya
Alejandra Cárdenas González Alejandra Cárdenas González
La pandemia del amor 82 Alejandra Cárdenas González
Crónicas de paciente 87 Una decisión de vida o muerte Josué David Herrera Monroy Kelly Daniela Pinzón Jurado Sthepany Valencia Arturo
89
Médicos en pañales 97 Juliet Alejandra Arboleda Nava Juliana Aroca Torres Gabriel Eduardo Burbano Montenegro Juan David García Quiroga José David Gutiérrez Delgado Manuel Alejandro Matta Daniela Pérez Nova María Alejandra Tobar Natalia Torralba Oliveros David Sandoval Rodríguez
99 99 99 100 100 101 101 101 102 102
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
6
Otras infancias
103
Pedro Alejandro Rovetto Villalobos Florencia Mora Anto Gloria Inés Flórez Villafañe
103 103 103
Poemas
107
Un poema
109
La muerte de un hombre
110
Cinco fragmentos de poesía
111
El cine
116
Kelly Daniela Pinzón Jurado Kelly Daniela Pinzón Jurado Pedro Alejandro Rovetto Villalobos
Amor 117 Juan Sebastián Galindo Sánchez
La muerte de los seres queridos
125
Sin medir distancias, el día de la madre
127
El día que marcó mi vida
129
El diagnóstico de la muerte
132
El día en que subimos seis y regresamos cinco
133
Otros textos
139
Onomástica
141
Zulay Alexandra Alvarado Navarro Mario León Mejía Borja
Juan Martín Mancera Alzate Daniela Velasco Espinal
María Alejandra Torres Campo
7
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
The offering
142
El primer aliento de vida fue Asepsia
143
Acufenos y fosfenos
146
Mi robot y yo
147
El niño bolero
148
La historia de Nico
150
Saule Stonkute Maria Camila Sierra Zuluaga R.H.
Isabella Delgado Quintero Juan Salom Linares Carlos Andrés Quintero Orozco
Letargo 151 Miguel Ángel Endo Pérez
Aritmética básica
Isabella Betancourt Villa
152
Ángulo 153 María Camila Lora Osorio
Ignorancia vs Valentía
Laura González Montoya
153
Petiso 155 José Alejandro Mendoza Patiño
Discurso ceremonia de la imposición de las batas blancas Dr. Pedro José Villamizar Beltrán. MD.
Decano Facultad de Ciencias de la Salud Pontificia Universidad Javeriana Cali
Buenas noches para todos: La ceremonia que en la noche de hoy estamos realizando es una muestra clara del profundo compromiso que hemos asumido en la formación de ustedes, queridos estudiantes, haciendo énfasis en la parte humana que los debe caracterizar. Somos una de las universidades que conmemoran el inicio de sus prácticas clínicas con la Imposición de las batas blancas, ritual que involucra dentro de la sencillez, el profundo sentimiento y compromiso que los estudiantes adquieren cuando decididamente han optado por estudiar medicina. Históricamente identifican al médico: el fonendoscopio, el espejo en la cabeza, el maletín negro, algunos de ellos ya olvidados, pero el identificador mayor es la bata blanca, una prenda distintiva de nuestra profesión. La bata imprime una sensación de respeto y seriedad permitiendo de esta forma que el paciente confíe sus intimidades en lo referente a su salud y en otros aspectos de su vida. Las per ankh o casas de vida, fueron hace 3.500 años escuelas de medicina de la civilización egipcia; en ellas se purificaba a los estudiantes de nuevo ingreso para lo cual se vestían de blanco. El
10
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
blanco fue elegido, con razón, como la nueva norma de la profesión médica. Este color, que representa la pureza, es un recordatorio visual del compromiso del médico para no hacer daño. El blanco representa la bondad. Muchos pacientes ven ahora la bata blanca como un “manto de la compasión”, y un símbolo del cuidado y la esperanza que esperan recibir de sus médicos. Más aún, la bata blanca simboliza la seriedad de un propósito. Ella transmite la intención profesional del médico y sirve como una barrera simbólica que mantiene la distancia profesional entre médico y paciente. La bata blanca recuerda a los médicos sus deberes profesionales, según lo estipulado por Hipócrates, para dirigir sus vidas y practicar su arte en la rectitud y el honor. La fundación Arnold p. Gold de la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia comenzó en 1993 la “ceremonia de la bata blanca” como un ritual de iniciación para los estudiantes que comienzan en la Carrera de Medicina su práctica clínica, ceremonia que ha sido adoptada por algunas prestigiosas escuelas de medicina, alrededor de 100, en diferentes países del mundo. Esta ceremonia puede considerarse como un ritual muy importante en la educación médica contemporánea; le da un significado a la bata blanca y ayuda al estudiante a cruzar los límites físicos y temporales de donde venía antes de ingresar a esta profesión. Lo adentra en el mundo del pensamiento y del aprendizaje sobre la práctica de la medicina. Es un ritual de iniciación, un acto simbólico de profesionalismo y humanismo. El rito continúa a través de su formación en la Facultad de Medicina como un recordatorio tácito de su compromiso, cerrando el compromiso con la firma en el libro Código de Honor que reposará por siempre en las instalaciones de la Facultad de Ciencias de La Salud de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Queridos estudiantes: Con su esfuerzo y dedicación han logrado llegar a esta mitad de su periodo de formación médica, un escalón
11
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
más en su proyecto de vida. Felicitaciones a ustedes y a sus familias. Estamos seguros que lucirán con orgullo esta bata blanca con el logo de la Universidad Javeriana, que los acredita como médicos en formación. Muchas gracias Miércoles 20 de marzo de 2013
Oficio médico: ¿Secreto o misterio? ¿Acertijo o problema? Pedro Alejandro Rovetto Villalobos. MD.
Profesor Facultad de Ciencias de la Salud Pontificia Universidad Javeriana Cali
Hace algún tiempo publiqué una columna de opinión en un portal virtual (www.las2orillas.co). Finalizaba esa discusión de la obesidad como enfermedad, con la historia de una persona conocida quien al acudir al médico fue avergonzada por ese colega por su figura corporal. Esto llevó al ocultamiento de un cáncer de mama que dos años después le produjo la muerte. Al escribir la anécdota mencioné el nombre real de la protagonista fallecida unos veinte años atrás. Luego de enviar el texto empecé a preguntarme si había roto el tradicional secreto hipocrático. Este se fundamenta en una obligación del antiguo Juramento Hipocrático “Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí” en la versión contemporánea de la Convención de Ginebra en 1945. Decidí, con algunas dudas, que no lo había roto pues la persona involucrada no era directamente mi paciente y el hecho había ocurrido hace dos décadas o más. Además contaba con admiración y afecto la historia y lo había hecho buscando el bien mayor que los médicos se cuidaran de avergonzar o culpabilizar a un paciente. Aun así hay que cuidarse en extremo de mencionar nombres o características del paciente ante otras personas. En muchos hospitales norteamericanos está formalmente prohibido hablar de casos personales en elevadores, vestíbulos hospitalarios, cafeterías y otros sitios públicos. Es una buena práctica del
14
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
oficio clínico que debemos imponernos. De todas formas lo que relato me puso a pensar en el papel del secreto en medicina y su necesidad, sus excesos o la confusión con otros conceptos como misterio. La medicina fue siempre oficio arcano en muchas culturas, casi un arte esotérico. Si ella perdía esa aura de secreto perdía algo de su atracción y poder. Los primeros estudios renacentistas de la anatomía humana, los de Leonardo por ejemplo, eran nocturnos y clandestinos. Algunos hallazgos terapéuticos eran transmitidos a la posteridad como abreviados y codificados comentarios entre renglones de libros magistrales. Hasta hoy existen secretos de fabricación de muchos medicamentos y la lucha económica y política por patentes es una batalla actual en nuestro mundo globalizado. India, de manera revolucionaria decidió “saltar” derechos de patente de ciertas drogas hace algunos años ante la necesidad terapéutica de ellas, por ejemplo para la infección por VIH. Entonces hasta nuestros días existen secretos legales e ilegales, justos o no, en nuestra medicina. Una conocida y tradicional forma de establecer el secreto en muchos saberes es la creación de lenguajes privados. Sólo los iniciados conocen en ese caso el vocabulario del arte o ciencia escondidos. En medicina eso se exageró en los siglos XVII y XVIII. Iatroquímicos, iatrofísicos y las distintas escuelas de pensamiento médico usaban términos particulares intraducibles para quien no pertenecía a ellas. Todo eso llevó a una arborescente retórica que impedía al paciente darse cuenta que los médicos poco sabían, mucho hablaban y poco conseguían. Hay una feroz crítica a este ejercicio del oficio médico en el teatro de Molière por ejemplo. Y crítica justificada. A veces me temo que estamos regresando a ese estilo de medicina. El exceso de neologismos, epónimos y abreviaturas en el lenguaje médico lo han hecho incomprensible para muchos de nosotros. Aunque hayamos asistido a una Facultad de Ciencias de la Salud. Más que exigir que los demás conozcan nuestro lenguaje de oficio abrámoslo al idioma social y común. No preguntemos al paciente ¿me comprende? sino mas bien ¿me explico? Hay como un exceso de secreto en la
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
medicina de nuestros días. Quizás debamos disminuir su nivel pero sin perder el misterio. Misterio es una palabra hermosa. Está relacionada con los misterios Eleusinos, Órficos y otros de la antigüedad clásica. Aunque el término griego mysterion parece provenir de una raíz que significa silencio no es simplemente secreto. Más bien es silencio ante lo innombrable, lo irreductible, lo misterioso, el numen, la presencia divina. El cristianismo la tradujo al latín como sacramentum, sacramento. Así como hay cosas o instrumentos relacionados con la guerra llamadas armamento, las hay relacionadas con lo sagrado denominadas sacramento. La medicina debe defender su misterio, su sacramento, su vínculo con lo sagrado de la vida y la muerte. Pues en ocasiones parece faltarnos a los médicos cierto respeto por lo trascendente. Y si la medicina es misterio no es simplemente acertijo. Esta palabra nos hace pensar que siempre hay una respuesta acertada y en medicina muchas veces no las hay. Quizás hay siempre respuestas correctas pero no siempre acertadas. Por eso los códigos legales definen la medicina como un oficio de medios no de resultados. Oficio de respuestas correctas ante el problema del sufrimiento humano que llamamos enfermedad pero estas respuestas no siempre dan el resultado esperado. En resumen, la medicina debe ser un oficio con misterio ante el problema de la enfermedad y la muerte no simplemente un acertijo lleno de secretos, aunque eso parezca a veces.
15
¿Médicos que se examinan… su alma? Gloria Inés Flórez Villafañe
Profesora Facultad de Ciencias de la Salud Pontificia Universidad Javeriana Cali “Lo que más me gustó de la clase es que nos llevó a pensarnos a nosotros mismos. Pocas veces lo hacemos; descubrí muchas cosas de mí.”
Esta y otras frases similares fueron las pronunciadas en las retroalimentaciones recibidas de los estudiantes que matricularon –el pasado semestre– la asignatura Medicina Narrativa y/o Medicina basada en la Etiqueta. En la primera, el módulo de familia propone un ejercicio de crónica a partir de las historia de vidas, como acercamiento a las realidades particulares de los estudiantes y sus familias; las historias proporcionan mayor grado de conciencia en los jóvenes en torno a la manera cómo han ido construyendo sus vidas. De otra parte, en Medicina basada en la Etiqueta, tiene lugar la reflexión sobre el yo, los otros y las relaciones que se establecen mutuamente, a partir de valores como la compasión, la empatía y el altruismo, asumidos como maneras de ser y hacer y no como utopías. Estas reflexiones aparecen mediadas por retos personales que los llevan a evidenciar comportamientos y actitudes, y a reflexionar sobre los mismos. Ambas asignaturas hacen parte del énfasis clínico de la Carrera de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana Cali; complementan y
18
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
confirman la firme intencionalidad de la Carrera por hacer de la formación integral la base de la formación médica. Una formación basada en la excelencia científica, con altas dosis de humanismo. Llevar a los médicos en formación a estas reflexiones desde sus raíces más profundas, movilizar internamente reflexiones necesarias frente a sus vidas, mostrarles los retos que deberán enfrentar y enfrentan al escoger Medicina como su opción de vida, posibilita la construcción de cimientos fuertes para establecer un modo de ser y hacer medicina basado en el profesionalismo, el respeto y la calidez. Seguimos trabajando por hacer la diferencia, continuamos sembrando semillas de excelencia en nuestros médicos en formación; los frutos empiezan a asomarse en sus tempranas prácticas clínicas, la ruta está trazada y la siembra continúa…
Una novela de Fuentes Florencia Mora Anto
Profesora Departamento de Humanidades Pontificia Universidad Javeriana Cali Los dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre el pecho de una mujer. Jules Michelet
“Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. Tú releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo.”1 Este aviso de prensa anunciando la oferta de un empleo, da inicio a Aura, la estupenda novela de Carlos Fuentes. Su texto, sintético y profundo, ha formado parte del programa de Humanidades I ofrecido a los estudiantes de primer semestre de la Carrera de Medicina. La idea central del curso es promover la lectura de cuentos cortos y crónicas, y abordar una novela corta. 1
Fuentes, Carlos. AURA. Cara y Cruz. Bogotá. 1994.
20
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Se incita la lectura de cuentos, por la capacidad que tienen éstos, de producir emoción estética en una sola sentada, por su intensidad, y porque despiertan la avidez literaria. Se leen crónicas, porque estas agudizan la capacidad de observación, al tiempo que facilitan, la escritura puntual y clara. La novela preferida por los estudiantes ha sido, sin duda, Aura. A propósito de esta, Carlos Fuentes, novelista y ensayista mejicano escribió en una carta dirigida a Gloria Bradley, lo siguiente: Después de visitar el Castillo de Chapultepec y ver el cuadro de la joven Carlota de Bélgica, encontré la fotografía de esa mujer, ahora vieja, muerta, recostada dentro de un féretro acojinado, tocado con una cofia de niña; la Carlota que murió loca, en un castillo, el mismo año en que yo nací. Las dos Carlotas, Aura y Consuelo. Quizá Carlota nunca supo que envejecía. Hasta el fin, le escribió cartas de amor a Maximiliano. Correspondencia entre fantasmas. Carlos Fuentes nos cuenta la tragedia de Carlota y Maximiliano a través de Consuelo y el General Llorente, quienes al final se encuentran en la vieja casona del centro de la ciudad de México, en la figura de Felipe y Aura. A Carlota la sedujo la idea de reinar en el Castillo de Chapultepec a la usanza del ambiente del entorno europeo; sin embargo, su joven esposo Maximiliano fue fusilado y por eso tuvo que salir de México para refugiarse en un castillo europeo, hasta su muerte en 1927, cuando tenía 86 años. Carlota murió enajenada, quizás sin saber que envejecía; sesenta años sin su esposo le recordaron hasta el infinito que su corazón estaba lleno de costras. Carlota de ojos claros, murió abrazada a un muñeco de trapo al que le decía “mi amado Maximiliano”. Carlota, la Emperatriz de México, es la inspiración de la novela. Los datos históricos entremezclados con lo literario, nos hacen ver al Maximiliano que se va a México en busca de poder y allí encuentra
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
la muerte; también nos muestran a Carlota, que piensa que siendo la esposa del emperador de México, alcanzará la gloria. Para el escritor, Carlota es joven y vieja. Por eso crea a Consuelo y permite que ella invente a Aura, tal vez en su deseo de regalar la juventud a Carlota para que pueda de nuevo, encarnar su amor con Maximiliano. El general Llorente, esposo de Consuelo en Aura, escribe sus memorias en tres Folios, usando tinta de color mostaza. En los dos primeros folios, narra su infancia “en una hacienda oaxaqueña del Siglo XIX, los estudios militares en Francia, la amistad con el círculo íntimo de Napoleón III, el regreso a México en el estado mayor de Maximiliano, las ceremonias y veladas del Imperio, las batallas, el derrumbe y el cerro de Las Campanas”2; el segundo folio, refiere los paseos, los bailes, los carruajes y el mundo del Segundo Imperio. El tercer folio contiene los rituales de Consuelo para fertilizar su alma y traer su juventud de nuevo; allí, detrás de una hoja, Felipe encuentra los retratos. Aparecen en estos: Llorente viejo, con su vestido de militar; Aura con sus ojos verdes y un paisaje pintado al fondo. Sobre el cartón del retrato, hay una fecha y una firma: Consuelo Llorente. En otro retrato están Aura -no tan joven- y Llorente. Felipe mira los retratos y siente esa otra presencia, la que había estado buscando, algo así como su doble engendrado en su cuarto la noche en que estuvo con Aura. Entonces, se reconoce en Llorente, y se dice a sí mismo, lo siguiente: “Te tocas los pómulos, los ojos, la nariz, como si temieras que una mano invisible te hubiese arrancado la máscara que has llevado durante 27 años: esas facciones de goma y cartón que durante un cuarto de siglo han cubierto tu verdadera faz, tu rostro antiguo, el que tuviste antes y 2
Fuentes, Carlos. AURA. Cara y Cruz. Bogotá. 1994. p. 29
21
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
22
habías olvidado. No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir”3 El gran escritor Carlos Fuentes, murió de 83 años, el 15 de mayo de 2012, en México. Quizás su alma se encuentra feliz y fecunda en Aura, como imagen de un nuevo México que se reconstruye a sí mismo, con la presencia viva de Felipe. Tal vez Felipe represente al escritor contemporáneo en su tarea de fundar una realidad propia, la del continente latinoamericano.
3
Ibid. p. 57
A la espera
La vocaci贸n m茅dica
27
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Palabras para la ceremonia de las batas blancas Juan Camilo Álvarez Decano de Facultad de Ciencia de la Salud, Dr. Pedro Villamizar Director de Carrera de Medicina, Dr. Luis Alberto Escobar Docentes Directivos Padres y madres de familia Compañeros
Buenas noches: Quizás estando aquí presentes piensen en lo nueva e innovadora que puede resultar esta ceremonia. Esta ceremonia puede tener muchas descripciones y concepciones, pero sin duda la más prudente palabra para describirla sería tradición. Hace más de 3.500 años ya había civilizaciones en este proceso, con academias un poco menos formales. Las escuelas egipcias de Medicina purificaban a sus estudiantes con atuendos blancos y alimentación especial; todo un inicio de la simbología que hoy nos explica el sentimiento presente detrás de una bata blanca. En la Edad Media, los cirujanos capacitados para cirugías de alta complejidad y para la enseñanza, portaban batas blancas largas que los diferenciaban de los cirujanos barberos con sus atuendos cortos. Ahora podemos ver batas de muchos tamaños y motivos, usadas en laboratorios y en distintas profesiones. Pero no necesitamos ser muy observadores para distinguir la bata del médico y mucho menos para percibir el efecto en el entorno, que confiere una posición social y gran responsabilidad. El blanco es el color de la vida, escrito y reforzado por generaciones. Podemos ver en este color el reflejo de la humildad,
28
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
la prudencia y bondad humana, principios y valores que deberían ser propios de quien trabaja con la vida. Recibamos entonces este compromiso ineludible con la sociedad, con la humanidad, con la excelencia y con nuestra conciencia. Vamos caminando la medicina, paso a paso y poquito a poco. Nuestro caso es diferente, no solo por tratarse de una Facultad reciente sino porque somos parte de los caminantes que trazan caminos. Tenemos el privilegio y la libertad de no calcular para pisar en las huellas ya recorridas, buscamos otros paradigmas no solo en la excelencia sino en la legitimidad de nuestro sello, experimento muy querido y estructurado por todos quienes encabezan este proceso. No somos de esas promociones que ansían con fuerza llegar a donde están los más adelantados; preferimos un mundo nuevo que le apuesta al cambio. Pretendemos graduarnos para empezar a ejercer la medicina, sin saber que ya ha pasado tiempo desde que estamos en ésta. Cada vez que van pasando los años sentimos que nos faltan más y más, que estaríamos conformes con lo que viene a la vuelta de la esquina, con un afán que a veces nos hace olvidar el degustar cada vivencia que forma el carácter y humanidad entre nosotros; cuando iniciamos, lo que venía era entrar a clínicas y ahora que estamos en clínicas, lo que viene es graduarnos. Aunque graduarnos es una de las metas, no es quizás el fin de todo. Podemos preguntarnos qué tanto hemos disfrutado cada experiencia, cada crecimiento. Podemos vivir adelantados para llegar a una meta que no nos hará recordar más allá del camino recorrido para ella; la medicina no está al frente, está aquí, es esto que estamos viviendo y lo que comenzó hace un tiempo. Esto viene siendo la medicina, estamos caminándola, absorbiendo todo para luego seguir nuestras aspiraciones. Parece como si fuera ayer que entramos todos desorientados de “primíparos” a ver tantas caras nuevas. Al día de hoy, podemos tener la certeza de un camino fructuoso, un recorrido que aún tiene un sendero
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
por andar. No creo que haya afán al caminar. Lo importante es pasar detallando cada paso e ir moldeando lo que seremos a medida que maduramos. Entramos como unos niños con diferentes aspiraciones, expectativas y sueños pretendiendo algún día ver colgar la campana del estetoscopio en nuestros hombros, sobre aquella bata blanca que dará crédito a los apellidos de la familia y a todos esos esfuerzos y sacrificios; por muchas noches en vela y además, satisfacciones, risas, disfrutes y nuevos amigos. Vamos a medio camino y parece que van desapareciendo los niños y hay una mezcla particularmente especial, jóvenes que entre jóvenes parecen resaltar. Vamos forjando un mayor criterio y un carácter que nos compromete con nosotros y con los demás. Dejamos atrás tantas tareas que se nos comió el perro para empezar a velar por nuestras responsabilidades. No es gratis que tantas cosas hayan cambiado; parece una vida anexa pero es más un estilo de vida, que queriendo o no, va dejando pasar los años y nos permite crecer como seres fidedignos de cuidado y respeto por las vidas. Tampoco es coincidencia, es algo más profundo y espiritual, se llama Dioscidiencia. Y no se trata de creer o no, sino que naturalmente todo ha estado calculado para que estemos aquí hoy. Apenas iniciamos un camino diferente; pasar de leer en libros a leer en pieles. Una lectura más humana y más compleja de descifrar, que da mas crédito a la empatía y al sentir, que a lo intelectual. Por esas primeras historias clínicas que aunque resultaron académicamente desastrosas, jamás se quedaron cortas en identificar a nuestros pacientes. Por tantas conversaciones, por el deguste de tantas sensaciones, por nuestras buenas intenciones y porque estamos aquí para servir y servir mejor...Felicitaciones a todos. Porque portar esta bata es más que un privilegio.
29
30
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Gracias papás y mamás, parientes cercanos, docentes y académicos. Definitivamente no se pondrá más fácil, se pondrá mejor.
Un superhéroe en mi casa Sebastián Manzano Jaramillo Sí, ese fue el dolor más intenso que tuve por un momento hasta que vi a quien venía a socorrerme. Justo en ese instante mi dolor se calmó y quedé tranquilo esperando a que esa persona que se acercaba cada vez más llegara a mi rescate como un superhéroe de mis golpes, caídas y moretones. ¡Mi papá! Cuando era muy chico, mis pensamientos sobre el futuro no eran claros. Solo quería nadar y correr detrás de una pelota. Muchos deseábamos ser jugadores de fútbol, estar entre los nombres de un equipo, con el apellido que heredamos de nuestro padre en la espalda de la camiseta o ser igual al jugador reconocido de aquellos tiempos. En fin, solo queríamos jugar. Donde viví durante años no había un espacio adecuado para saltar y pegarle a la esférica como queríamos. No era una cancha de fútbol sino el parqueadero de la unidad, el lugar donde jugábamos, evadiendo a los carros como defensas del equipo contrario, utilizando la entrada de un edificio o el ascensor como la portería, escuchando a los vecinos quejándose de nuestros gritos y golpes a las ventanas como una hinchada enfurecida. Todo era muy chévere. En aquellos “partidos de elite” había risas y juego, ya que las niñas que montaban bicicleta simultáneamente a nuestro juego de pelota, pasaban por delante de nosotros mandándonos a volar unos cuantos metros de distancia. Creíamos que estábamos en terreno de pasto y nos tirábamos en barredora en plenas piedras dañando los pantalones, dejando piel de nosotros como marca de guerra. No puedo olvidar lo
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
que me pasó en repetidas ocasiones cuando corríamos en medio de dos carros y nuestras cabezas se llevaban por delante los retrovisores, seguido de una cascada de sangre que invadía nuestras caras. Todas esas marcas de mi niñez y las cicatrices que hoy día no se notan, fueron curadas por mi mayor superhéroe: Mi papá. En cada raspada, corte o moretón, mi mamá se desesperaba y llamaba a mi papá para que me tranquilizara. Con cada caída, el me revisaba, me preguntaba si me dolía en alguna parte, palpaba y me hacía una especie de examen físico general. Si mi golpe era un chichón, aplicaba frío local y cada cierto tiempo revisaba para ver si había aumentado de tamaño o si se tornaba blando. Si era un morado, hacía lo mismo y me daba un analgésico muy suave. Y en las heridas profundas y abiertas era el único que me podía intervenir. No dejaba que nadie más lo hiciera y con esa labor de médico y su amor de padre me suturaba y retiraba los puntos, después. Cada vez que papá me curaba, explicaba qué hacer en cada caso, me pedía tranquilidad y me contaba que en su niñez le ocurrían esas cosas por las que yo pasaba. Yo fui creciendo y aunque empezaba a sentir un poco de interés por lo que hacía mi papá, en realidad no sabía mucho de eso. Entonces le preguntaba cosas como: casos difíciles que tuvo, por qué se interesó en la medicina, cuál era su motivación. Cada respuesta que él tenía me llevaba a seguir buscando qué más había dentro de esa vocación. Yo igual seguía jugando pero había cambiado ciertos hábitos puesto que empecé a ver programas médicos, pasaba horas viendo “discovery home & health” y cada caso raro que presentaban, así no entendiera nada, me impactaba. Seguí preguntando cosas a mi papá por un largo tiempo hasta que me vio motivado y decidió llevarme a turno con él. Tenía unos 11 años o menos, no me acuerdo bien, pero cuando entré al hospital recuerdo perfectamente a mi papá saludando al portero, a las señoras del aseo, y a todo el mundo en el hospital. Si veía a uno de sus pacientes se quedaba con él y le preguntaba muchas de las mismas
31
32
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
cosas que me preguntaba cuando yo sufría, obviamente en un lenguaje más técnico y más elaborado, pero muy similar. Me gustó mucho acompañarlo. Me identifiqué con la manera como él trataba a todas las personas de igual forma, y el modo de intervenir a sus pacientes como lo hacía conmigo, cuando yo más de una vez, gracias a sus palabras, sentí confianza y una tranquilidad que nadie más podía provocarme.
Una pequeña reflexión, gracias a mi querido viejo Daniel Francisco Isaza Pierotti Como cultura en general, hemos satanizado la labor médica. Todos creemos que los médicos nos tienen que curar, y muchas veces no aceptamos que hay enfermedades que no se curan. Todos alguna vez creímos que la enfermedad tenía cura, y cuando tropezamos con el diagnóstico propio o de algún familiar, como hipertensión –que no tiene cura, sino tratamiento permanente– entramos en una especie de crisis existencial. Nuestra vida y la de nuestros seres queridos, cambian. Y empezamos a girar en torno al individuo enfermo. Cuando recibimos una mala noticia respecto a la salud de un ser querido o a la de uno mismo, comenzamos a buscar alternativas para no aceptarla. Siempre hay preguntas como ¿Por qué a mí? ¿Será que me lo merezco? O en el caso de un ser querido ¿Pero por qué él/ella? Para explicar que muchas veces mal interpretamos las cosas, me gustaría compartir una experiencia, que no fue un acontecimiento personal, sino más bien familiar, de mi papá para ser exacto, que sacudió de alguna manera mi forma de percibir la vida.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Todo sucedió hace pocos años. Yo ni siquiera me había graduado del colegio. Recuerdo que era un día de marzo. Iba en la buseta del colegio camino a mi casa, cuando recibí una llamada. Era mi hermano mayor, Juan Manuel, quien tenía una noticia inesperada. Mi papá había ido al cardiólogo, el Dr. Vera, pues es él quien le maneja la diabetes. Mi papá sufre de Diabetes tipo 2. Hace ya más de 20 años fue diagnosticado. Pero él es paisa, y como buen paisa, le gusta la comida frita, llámese chicharrón, chorizo y huevo; en fin, todo eso. Sin ser suficiente, mi papá es muy terco. No sigue una dieta por nada del mundo. Y para rematar, jamás en su vida ha hecho ejercicio. El dice respecto a las dietas, que prefiere morirse lleno y feliz; que ir al médico es ir a que lo regañen. Es de esperarse que mi papá sea obeso, sumando todos los factores que he mencionado. Adicionalmente, fumó cigarrillo desde que tenía más o menos 14 años hasta que se casó con mi mamá, dejándolo alrededor de los 35 años. Sin ser suficiente, toda su vida fue buenísimo para alzar el codo, pues le encantan el whisky y el vino. En su juventud las fiestas fueron incontables, y los trasnochos... Qué decir de ellos. De manera que mi querido viejo reúne todos los factores de riesgo necesarios para desarrollar una enfermedad coronaria. Una enfermedad coronaria es una ateroesclerosis, un proceso inflamatorio crónico, multifactorial, que se desata por un daño inicial que ocurre en el endotelio (la capa más interna de los vasos sanguíneos, que está en contacto con la sangre). En este caso, se trata de una ateroesclerosis en una o varias de las arterias coronarias, que son las encargadas de llevarle la sangre al corazón mismo, suministrándole los nutrientes y el oxígeno necesarios para que pueda ejercer su función primordial: bombear sangre a todo el cuerpo. La complicación más común, pues hay otras, de la enfermedad coronaria, es que puede concluir ocluyendo la arteria, lo cual implicaría que un pedazo del corazón se quede sin sangre y por lo tanto, sufra una isquemia (se empiezan a morir sus células por falta de sangre).
33
34
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Posteriormente se puede infartar ese pedazo del corazón, y si el infarto es lo suficientemente importante, el corazón dejará de funcionar; es decir, dejaría de bombear sangre al cuerpo, incluyendo el cerebro, y en cuestión de minutos el proceso podría terminar en la muerte, aunque hay personas que sobreviven después de múltiples infartos. Ahora vuelvo a aquel día de marzo, en la buseta del colegio. En aquel entonces, yo no sabía nada de esto. Pero lo que me dijo mi hermano con esa llamada, fue que mi papá tenía dos arterias taponadas. Esas fueron las palabras exactas que escuché a través de mi celular. Inmediatamente surgieron muchas preguntas en mí, como: ¿Será que mi papá se va a morir? ¿Acaso habrá alguna cura para eso? ¿Lo van a operar? Y nadie me iba a responder en aquella buseta. No solamente fueron esas las preguntas, después hubo centenares más. El hecho es que el Dr. Vera le dijo a mi papá que eran dos arterias las que tenía obstruidas, una al 80% y la otra al 50%, si mal no recuerdo. Le dijo también que Dios es muy grande, pues normalmente esas oclusiones son fatales, que lo que lo salvó fue ser una persona muy pacífica y tranquila, porque las personas que sufren de estrés tienden a complicarse. Inmediatamente se le ordenó un cateterismo para colocarle dos stents. Estos dispositivos lo que hacen en últimas, es intentar corregir la obstrucción para aumentar el flujo de sangre que va hacia el corazón. Y de hecho, cuando a mi papá le colocaron los stents, cuenta él que se sintió al día siguiente como una persona totalmente nueva, que fue algo maravilloso. Lo que quiero compartir con esta experiencia es más que echar carreta médica. Ahora que soy estudiante de medicina, que voy en quinto semestre y comprendo (o creo comprender) solo un poco de lo que es la enfermedad, veo la diferencia de lo que es recibir, antes y ahora, una noticia como la que recibí. Cuando uno no sabe qué es la enfermedad, empieza a darle vueltas a una serie de cosas que suenan tan extraordinarias…porque uno puede saber qué es la enfermedad
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
o darle algún sentido al hecho de que alguien esté enfermo. Pero de ahí a comprender el proceso que explica la enfermedad, hay un paso gigantesco. Yo pensé –inmediatamente recibí la noticia– que mi padre tenía un pronóstico terrible, sin siquiera saber qué era lo que en realidad tenía. Creo que todos debemos estar preparados para recibir noticias, y como médicos además debemos estar preparados para dar noticias. Podría imaginarme que uno de los temas que más causa intriga en nosotros es la enfermedad, porque la ligamos a la muerte. Tendemos a ser pesimistas ante un diagnóstico aparentemente “malo”, que muchas veces no es tan trascendente. Y siendo así de pesimistas, podemos empeorar el pronóstico (si nos volvemos un poco místicos o espirituales). Porque una cosa es el pronóstico médico, y otro el de la familia. Pero yo pensaría que no deberíamos ligar la enfermedad a la muerte, sino más bien ligarla a la vida, porque la salud es un concepto muy complicado. Nadie está del todo sano, en realidad. Quizá si todos entendiéramos esto, no sería tan satanizada la labor médica, y los pronósticos que damos como familia no serían tan malos.
¿Dónde están mis conocimientos? Meyer Aicardo Narváez Ochoa Había terminado mi Carrera como auxiliar de enfermería y me dedicaba a mis funciones como directivo de la Cruz Roja de la Juventud en la Unidad Municipal de Palmira. Marzo del año 2009, no recuerdo el día exacto. Me disponía a realizar unas pruebas a los jóvenes que deseaban entrar al voluntariado; estaba en un colegio e iba a dar una charla de primeros auxilios básicos, muy contento porque había demasiada gente. Tan solo puedo decir que era domingo en la mañana y como siempre, contábamos con un equipo de primera respuesta para
35
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
36
casos de emergencia; ese día, en vista de las múltiples actividades, habíamos solicitado una ambulancia por si llegaba a pasar algo. Eran las 11:40 a.m. Sonaba mi celular de manera desesperada y no quería contestar porque me parecía una falta de respeto con los jóvenes; además me sentía animado pues estaba transmitiendo mis conocimientos, mis supuestos conocimientos. Al ver que el celular no paraba de vibrar, pensé, si no ha parado es porque es urgente. Decidí contestar. Era el Director de Socorros, y estaba desesperado porque habían llamado urgente a la sede, informando de un accidente en potrerillo y los bomberos no tenían ambulancia disponible. Recuerdo que me dijo: - Deben ir urgente a esa zona, al parecer es algo grave pues según el reporte es una chiva que ha arrollado una moto donde se transportaban dos personas, por lo tanto, debes irte con el conductor y dos voluntarios más para atender la emergencia. Colgué y fui a organizar el equipo. Estaba contento pero a la vez nervioso pues era mi primer caso real que atendería. Seguí las recomendaciones de seguridad y salimos como lo disponía el protocolo. Estábamos a tan solo 15 minutos del lugar. Mientras llegábamos, organice los líquidos endovenosos, el oxígeno, me puse un par de guantes y un tapabocas. Los otros dos auxiliadores seguían mis recomendaciones. La ambulancia paró. La policía tenía acordonada el área, la gente como en todo accidente, no hacía sino chismosear. Desde lo lejos venía una dama con su niño gritando, y vaya sorpresa, era la esposa de una de las víctimas, que se disponía a ver con su hijo lo que había pasado. El equipo fue a realizar las labores de extracción pues uno de los heridos había quedado debajo de la chiva. Era impresionante, no lo podía creer. Realicé la valoración primaria. Recuerdo que tenía una fractura expuesta de tibia y era muy grande la hemorragia; entablillamos
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
y lo montamos a la ambulancia. El otro joven había fallecido. Mientras la ambulancia corría con las sirenas encendidas, trataba de valorar los signos vitales. Aquel hombre no respondía, estaba desorientado en tiempo, lugar y persona. No sabía qué hacer, sentía que todo lo que había aprendido había sido en vano pues por un momento, había olvidado todo lo que sabía. Mis dos compañeros trataban de estabilizarlo, le habían colocado oxígeno, mientras que el otro controlaba la hemorragia. Me sentía impedido, tenía ganas de llorar; aquel hombre era el padre del niño que lloraba al verlo en esas condiciones. Me llené de impotencia al saber que la gente confía en nosotros y no iba a poder responder al grado de responsabilidad que tenía, era la vida de una persona. Llegamos a la clínica, y Emir, mi compañero con más experiencia, se disponía a entregarlo al médico de turno. Llegamos a tiempo, aquel hombre estaba a salvo. Emir no pudo evitar darse cuenta de lo que me había pasado. Me sentí bloqueado. Se me acercó y recuerdo que lo único que me dijo fue: tranquilo, ya todo ha pasado, no te preocupes, la primera vez siempre pasa. Ahí entendí que más que el saber, es la confianza. Si tan solo hubiera confiado en mis conocimientos, no me habría pasado. La primera vez que te encuentras que en tus manos está la vida de una persona, lo más normal es sentir miedo y este no debe ser un obstáculo para hacer lo que se debe hacer.
Mi primer accidente Yury Marlyn Lenis Burbano Era una noche de marzo cuando recibimos el llamado para dirigirnos a un sitio alejado de la ciudad. Mi compañero –el conductor– encendió las sirenas y rutilantes. Empezaba a subir el nivel de stress; en el camino, trancones y semáforos en rojo. Nos daban espacio para seguir mientras alistábamos guantes, tapabocas, tabla rígida y todo lo que podríamos necesitar.
37
38
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Bomberos, policía y cruz roja, todos llegaron; nosotros fuimos los primeros. Mi primer accidente de tránsito. Mi compañera de la universidad, sí, Alejandra, se bloqueó y no pudo atender la situación pues no podía desprenderse de la camilla. Roberto, me acuerdo muy bien, decía durante todo el turno. ¿Realmente quieres un SOAT? Respiraba y sonreía y no decía más. Tenía muchos años de experiencia. El auxiliar y yo entramos a la escena. Mi cuerpo estaba invadido por la adrenalina y pensaba qué tanto había aprendido sobre trauma. Fueron segundos desde la móvil hasta la paciente. Los bomberos comenzaron su trabajo. Un bombero, el auxiliar TAB y yo, íbamos en la ambulancia. Todos alrededor de la paciente, que estaba poli traumatizada: Trauma cerrado de abdomen y de tórax, trauma craneoencefálico severo, creo que Glasgow 7/15. La dejamos en la clínica y regresamos al lugar del accidente para seguir atendiendo. Un policía se acercó y nos dijo que se acababan de comunicar con la clínica. La paciente tuvo paro cardio respiratorio. Ya se imaginaran lo sucedido. ¿Se acuerdan de Roberto? Sí, el conductor. Nuevamente me dijo: ¿Realmente querías era un SOAT? Enseguida respiró pero ya sin una sonrisa.
Entre la medicina y mi padre Karen Lizeth Álvarez Raigoza ¡Quiero ser la médica de tu corazón! Eso decía a mi abuelo cuando era niña; tenía mi equipo de instrumentos médicos, que me acompañaba en las horas de juego y una libreta donde anotaba los medicamentos que mi abuelo tomaba, como una especie de vademécum. Tomaba las consignaciones de los bancos y los hacía pasar por recibos de pago de la consulta médica. El patio de mi casa era mi consultorio; la puerta, el ascensor; mi amiga imaginaria, la secretaria.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
¡Yo te voy a salvar la vida! Esto repetía a mi abuelo cada vez que se complicaba de salud mientras miraba sus ojos y su rostro de dolor, porque también era mi dolor. Cada episodio de agudización que ha tenido quien ha sido como mi padre, es como si una malla de hierro comprimiera mi corazón y fuese yo quien necesitase un cardiólogo. ¡Te voy a ayudar papá! Aún se lo digo cada noche que lo llamo a pedirle la bendición y darle las buenas noches, porque sé que aunque falta camino por recorrer, aspiro a ser pronto una excelente doctora que lo pueda acompañar e intervenir más para mejorar su calidad de vida. Quizás la solidaridad y el amor por acompañar y ayudar a quienes me rodean, ha sido el motivo para estudiar medicina. Pero serán las experiencias con mi padre y el profundo amor que siento por él, el más poderoso motivo para ser una médica excelente. Debo serlo si mi visión está en ayudar, tratar y mejorar la calidad de vida de mi padre y de muchos abuelitos más que están frágiles y enfermos. Quiero tratarlos con la misma o mejor forma como han tratado a mi padre. Todas estas memorias han resurgido más últimamente en mi práctica en la Clínica de Occidente pues cada vez que veo a un abuelo con alguna afección cardiaca, se remueve en mí un recuerdo de mis 11 años, cuando estuve en esta misma clínica en condiciones muy diferentes. En ese momento mi gran preocupación era la vida de mi abuelo que había ingresado a una cirugía de corazón abierto y aunque lo sigue siendo actualmente, a mis 11 años solo estaba en bachillerato, anhelaba estudiar medicina, era simplemente la niña que esperaba noticias en una sala de espera y que no podía hacer más que escuchar y creer en lo que los adultos le decían. Ahora soy estudiante de medicina, entiendo estos aspectos de la salud mucho más que antes y puedo ingresar a la UCI sin ningún problema. No seré la niña, la familiar del paciente de la cama 12 o 13;
39
40
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
ahora soy la practicante que ve a los pacientes y que ellos llaman a veces “Doctora”. Quizás es muy válido aquel refrán que dice: “La vida da muchas vueltas”. Eso me ocurrió con esta experiencia en la clínica. Espero cumplirle a mi padre y a mí misma. Por eso sigo mi camino para ayudarlo a él, a quienes me necesiten y de paso a mí.
¿Ex amor mío o amor mío? Diana Marcela Vargas Álvarez No sé si alguna vez le escribiste una carta de amor a tu Carrera pero aquí está la mía: Abril 8 de 2012 Hola, corazón: Bien sabes que llevo tres años y seis meses en esta situación, dedicada a seguir un sueño del que me enamoré muy pequeña: tu. Pero solo ahora me pregunto ¿Qué hago aquí? Pensé que tanto amor era necesario para decidir que eras el rumbo que definiría mi vida, que abonaría los caminos adecuados de una buena decisión. Pero aún sigo dudando de si fuiste la mejor decisión. No niego que me trajiste felicidad, amigos, amores, desamores, conocimiento, madurez, repeticiones, ilusiones y hasta desilusiones en estos años. A ti podría contarte con facilidad las noches en vela que pasé esperando a que el esfuerzo, las horas sin sueño, llenas de café y uno que otro Red Bull, serían la formula de la “felicidad”. Y que justo en la mañana todo iba a funcionar, que superaría con grandeza las pruebas de amor que me ponías, que saldría con una sonrisa. Pero la verdad es que podría contar con las hojas de un trébol las veces que esa felicidad mañanera fue real.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Y así mismo, podría contarte la cantidad de veces que he dormido tranquila de saber que no te miento, no me miento, ni le digo a los demás que yo te quiero, que eres el príncipe azul de mis sueños, el amor de mi vida, porque así no es. Creí que era así y aún ahora, creo que podrías serlo. Sigo tratando de descifrar qué es lo que quiero ¿Te quiero? No sé. Pero han pasado los días y las dudas crecen como si la luna llena saliera todas las noches y la marea arrasara con todo. No te miento. He llorado mucho, he acabado cajas de pañuelos como si mis lagrimales se hubiesen dañado y la llave que controla mi llanto estuviera rota. He pensado en qué momento me metí en tu vida y dejé justo a la entrada un tapete de bienvenida que te invitara a pasar, quedándote todo este tiempo. El amor se ha ido acabando. Te lo juro, así lo siento. Ya no aguanto que me digan lo buena que eres para mi vida, que contigo tengo un futuro, que tendré comodidades y lujos, que seré feliz y los haré felices a ellos. Lo que no saben es que no fue por eso que me enamoré de ti esa vez en la sala de urgencias, cuando te vi. No me interesan los lujos, no quiero comodidades ni reconocimiento, no busco hacer feliz a nadie ni salvar a otros pues ya no te quiero a ti. Lo que quiero es salvar mi vida, vivir y respirar bonito, lejos de todos, justo donde la felicidad esté, no muy lejos de aquí, muy cerca de la punta de mi lengua. ¡Ay amor! Quiero que te quede claro que tenemos planes diferentes. Sin embargo, sigo aquí bebiendo el mismo café y sacando de la nevera el último Red Bull que me queda para aguantar lo que resta de estos días. Ojalá que al leer esta carta, la rompas. Como buena romántica que soy, aún creo que tienes algo de lo que me enamoré hace tres años y seis meses atrás, y a eso me aferro para no decirte del todo ¡Adiós, mi vida! Nos vemos en tres años, mil amores.
41
42
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Las primeras cirugías Daniela Franco Ramírez Mirar hacia atrás y revivir momentos es una de las fortunas más grandes que los seres humanos podemos hacer. Cuando pienso en mi escogencia de Carrera, me divierte recordar que literalmente pasé por todas. No creo que haya una Carrera que yo no haya querido estudiar en su debido momento; tanto así que mis amigos y familiares ya no me creían cada vez que mencionaba un nuevo interés en alguna profesión. Realmente, Medicina solo estuvo en mi mente dos veces; la primera, en octavo cuando estudiamos el cuerpo humano. En clase aprendimos sobre el sistema circulatorio, sobre el funcionamiento del corazón y el sistema endocrino. Esa época fue mi favorita en biología y disfrutaba las clases. Me llamaban tanto la atención que quería también ser profesora de biología; sin embargo, cuando ya pasamos a noveno y las matemáticas se intensificaron, cambié de opinión hacia las ingenierías y así sucesivamente fui rotando por los diseños, comunicación, arquitectura, etc. Finalmente, tomé la decisión de estudiar Medicina, de manera definitiva en mi intercambio antes del regreso. Menciono todo esto porque hoy que lo pienso, hay muchas anécdotas de mi infancia que me hacen pensar que desde muy pequeña siempre tuve inclinaciones hacia este campo, incluso cuando nadie en mi familia es médico y no he tenido ninguna influencia externa. La anécdota que voy a narrar a continuación es una de mis preferidas porque involucra una persona que significó mucho en mi vida; desafortunadamente ya no me acompaña y precisamente recordar este momento me hace revivir los tiempos que pasé con ella. Se trata de mi abuelita Fabiola. Ella se encargaba de cuidarme después del colegio cuando estaba chiquita. Me gusta recordarla porque fue una abuelita muy alcahueta que me acompañaba en mis tardes y me enseñaba a bordar, pintar, cocinar y muchas otras labores
43
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
para entretener mis tardes. Uno de mis juegos favoritos era jugar a la doctora con ella, yo me metía en la película de la cirujana y la operaba. El juego comenzaba cuando mi abuelita fingía tener algún dolor y yo en mi papel de cirujana la revisaba y jugábamos a recrear una escena de consultorio. Finalmente, terminaba diagnosticándole algún tumor y la única salida era una cirugía. Después me disponía a prepararla para el quirófano, siempre se levantaba su blusa y se bajaba las enaguas de manera que todo su abdomen quedaba expuesto; yo le aplicaba cuanta crema encontraba y utilizaba cualquier instrumento semejante al instrumental quirúrgico que veía en las películas y me imaginaba como la abría y la salvaba de su tumor. Ese juego siempre me gustaba porque podía imaginarme cualquier situación de emergencia y simular una crisis donde tenía que revivir a mi abuelita. Era un juego emocionante para mí y por supuesto mi abuelita me seguía la corriente en todo. Era tan linda, que al final siempre terminaba con el abdomen untado de miles de cremas y nunca se quejaba. Recordar estos momentos con mi abuelita me traen mucha felicidad pero también me hacen caer en cuenta que desde pequeña siempre hubo en mí un capullo de médica y por esa misma razón, hoy disfruto aprendiendo medicina para que algún día pueda vivir momentos de emoción, pero esta vez con circunstancias reales.
Atrevido Alejandra Cárdenas González No me hablen, no me miren, no se les ocurra quitarme un segundo del tiempo precioso de mi estudio. Hoy no soy persona, no conozco a nadie, ni juego a la empatía social.
44
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Camino pensando qué tema sigue por leer, intentando penetrar la mente del docente y descifrar qué preguntará del mar de conocimiento que nos enseñó. Antes del parcial no importa el afuera, no importa el otro mundo que no conoce la medicina. Tropiezo y caigo al suelo, con cuadernos, libros y hojas, apuntes que se esparcen ante la mirada de otros cuerpos. Busco al atrevido, al culpable de tan abrupta interrupción, a quien le tomó un segundo desorganizar mis notas de seis meses arduos. Y allí está, sonriente el atrevido, desde arriba ofreciéndome su mano, como si el ser débil y desequilibrado fuera yo, como si yo fuera quien anduviera dando trastazos por la vida y desajustando el tiempo de otros. No quiero su mano y lo demuestro levantándome sola, no acepto la ayuda de quien más la requiere. Le dejo con ira recoger como quiera mis abundantes letras y las recibo con furia, pero me hace un gancho reverso y me desarma de argumentos cuando mirándolo a los ojos me comparte una sonrisa y el pésimo chiste de que se llama como mi libro mal trecho de medicina interna que recogía en el momento: Harrison. Me ofrece una disculpa y se dispone con una invitación a robarme toda una tarde de estudio y un mes de estricta dieta baja en dulce... Mucho atrevido.
Conteo regresivo Alejandra Cárdenas González Dos horas antes del parcial: Almorzaba esperando que la digestión no hiciera mella en mi rendimiento durante la prueba final pues suele darme sueño después de almuerzo y cabecear un poco clase cuando como muchos carbohidratos. Una hora antes del parcial: Comía una chocolatina, tirada en el piso del edificio más lejano leyendo de nuevo las 128 diapositivas de anti coagulación para el parcial de Medicina Interna I.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Treinta minutos antes del parcial: La adrenalina hacía que mi corazón quisiera salirse. Ante mis compañeros estaba tranquila, pero no sabían que por dentro era un mar de catecolaminas que me tenían muy tensa y ni hablemos de mi nivel de cortisol. Veinte minutos antes del parcial: Sentía que el conocimiento se derretía en mi cerebro, y éste inundaba todo cual hematoma subdural. En el scan de mi imaginación, este hematoma era atípicamente crónico y llevaba el tiempo que entré a este semestre. Diez minutos antes del parcial: El mecanismo de defensa de la negación era lo que mantenía a mi Yo estable. Negociando entre un Ello que ya quería vacaciones y un Superyó que presionaba por el promedio. Cinco minutos antes del parcial: Entré en fase de resignación con el típico pensamiento “Lo que fue, fue”, no en vano he estado en todas las clases, he hecho los trabajos, no he faltado a prácticas y he repasado cada tema. Un minuto antes del parcial: Trago saliva, ya llego la profe. Tomo mi examen y callada en silla ojeo las preguntas. ¡Deja vu!, o algo parecido, porque tal cual como he escrito en este texto tres horas antes del parcial ha sucedido. Esperemos entonces una nota dentro del rango normal del potasio.
Noticiero X: “el mundo se va a acabar” Tania Vanessa Duque Ángel El famoso 21 de diciembre de 2012, fue el día más temido por miles de personas alrededor del mundo. Era un temor que no diferenciaba
45
46
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
culturas ni países; la multimedia se había encargado de propagar la loca idea en cada rincón del planeta. Hacía tres meses había leído en la página oficial de la NASA, un artículo donde recopilan argumentos científicos para desmentir todas las teorías del fin del mundo, desde el Calendario Maya hasta el nuevo planeta, más grande que la tierra, también conocido como planeta X. No puedo mentir. Por un momento me dejé llevar por todas esas tonterías que predicaban el fin del mundo aunque luego recuperé un poco de mi racionalidad y pensé: Lo más temido no debería ser el 21 de diciembre de 2012, sino los hombres que habitan dicho mundo que se encargarán de destruirlo en pedazos –aunque corrijo la oración– que se han encargado ya por mucho tiempo de irlo destruyendo poco a poco. Creo que debo explicar lo anterior. Cuando hay un problema, se debe buscar una raíz, no un culpable y luego se soluciona. El inconveniente es que la destrucción progresiva del globo terráqueo tiene una raíz igual al culpable y es el ser “superior” entre las especies que lo habita. Lamentablemente somos la raíz y los culpables del problema. Y digo somos porque todos participamos en ello. Quizás no somos guerreros, no llevamos un revólver, no entramos a lugares para asesinar niños, adultos, ancianos o animales, pero si perdemos nuestro valioso e irrecuperable tiempo pegados a la creciente tecnología de hoy en día; derrochamos agua como si no tuviera un fin cercano, morimos por bienes materiales y no por amor, le damos la espalda a nuestra misma raza, ofendiéndola, y como si fuera poco, le damos la espalda, del mismo modo, a nuestros otros vecinos, los animales y la vegetación. Cualquiera pensaría que esa es la peor parte, pero ni siquiera. La parte más triste del asunto es que ahora nos volvimos indiferentes a ello, como si estuviéramos exentos o fuéramos impunes a lo que está sucediendo. Creo que vale la pena decir que somos como los fumadores crónicos, que saben que los componentes del cigarrillo causan diversas enfermedades como bronquitis crónica, enfisema, cáncer y hasta son
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
un factor de riesgo para enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide; aun así, siguen siendo los mismos fumadores empedernidos de siempre ¿Será que los fumadores se volvieron esclavos del cigarrillo, como nosotros nos hemos hecho esclavos de la tecnología y de nosotros mismos? Señores y señoras, pensé que después de tantas infracciones a los derechos humanos como la libertad y la vida misma, la esclavitud había sido teóricamente “erradicada” pero al parecer me equivoqué en la historia. La Real Academia Española define “esclavo” a una persona que está sometida rigurosa o fuertemente a un deber, pasión, afecto, vicio, etc. que la priva de libertad. Una definición perfecta para el caso. Ya sabiendo lo anterior puedo pasar al interrogatorio: ¿Cómo podemos preocuparnos tanto por las ambiguas predicciones del fin del mundo, y no por el verdadero ahora, en el que estamos viendo el fin de las familias a causa del continuo uso de la adictiva tecnología que deteriora cada vez los lazos personales entre parientes? ¿Cómo nos puede importar tanto las palabras de unos cuantos ignorantes que hablan con frases pobres, pretendiendo conocer el mañana del planeta, y no nos importan los asesinatos diarios, los corruptos que se hacen llamar “líderes”, la insaciable necesidad material y el derroche continuo de recursos naturales que son finitos? No necesito, ni espero alguna respuesta de ustedes, en voz alta o por escrito. Sin embargo, si espero que se respondan ustedes mismos, como yo lo he hecho para mí misma pues la misión de escribir, no solo consiste en unir frases coherentes para atraer y deleitar un público, sino también reflexionar sobre lo que se escribe. Sí queridos lectores, yo también reflexioné. Y aquí estoy con un fuerte sin sabor y un dolor en el pecho, no un dolor clasificado clínicamente, sino un dolor sentimental, que se irradia hacia mi garganta tornándose en un nudo que de cierto modo dispara una producción casi inmediata de lágrimas, y esta es mi reflexión:
47
48
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Actualmente estudio Medicina y aunque todavía no soy doctora, he visto bastantes sucesos y escenarios dolorosos, que no son más que el reflejo de la metástasis de la enfermedad que ataca la humanidad. Sí, una enfermedad pero no como esas gripas comunes que llegan al servicio de urgencias a diario, sino como esas enfermedades que enredan al médico en el laberinto del conocimiento y lo hacen de verdad pensar en la complejidad del problema, porque es una situación llena de preguntas y misterios. Pero a la vez es de esas enfermedades que solo se entienden al dejar de pasar por alto los pequeños detalles que muchas veces evadimos por indiferencia. Muchas veces el error está en lo que se pasa por alto como lo explica Lisa Sanders en su libro “Diagnóstico”. Soy consciente que suena muy repetido el término “enfermedad de la sociedad”; la verdad, es una analogía pertinente para la actual condición de la humanidad. Esto me lleva a recordar una enseñanza que repetía en ocasiones mi profesor de Inmunología. Cuando muchos médicos ven a un niño de dos años (por ejemplo) que presenta repetidas infecciones respiratorias, lo tratan con antibióticos una y otra vez, las veces que se presente el evento. Sin embargo, unos pocos médicos, que van más allá de la información simple, general y básica (no necesariamente especializados) se atreven a pensar en la posibilidad de que las repetidas infecciones no son el problema como tal, sino las consecuencias de una deficiencia inmunológica. Gracias a lo anterior, toman esto como punto principal, y aunque quizás no solucionen el problema del todo porque muy probablemente el problema está en sus genes, sí realizan un manejo duradero y viable, que mejora la calidad de vida del niño significativamente al darle ayuda médica a su sistema inmune. Así es la sociedad; se pasa de médico en médico recibiendo curitas, dolex y antibióticos –sin cesar– en vez de un tratamiento eficaz, integral, y hasta económico para aquello que está en sus genes: la violencia, la indiferencia. Condiciones que siempre coexistirán, pero que con voluntad y verdadera racionalidad (hacerse la idea que el dinero no va antes ni primero que el ser humano), seguramente algo se puede lograr.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
¿A dónde pretendo llegar? A que nos importe lo que ocurre. No se trata de que los asuntos nombrados nos importen porque sí o para aumentar el estado de paranoia y miedo. Se quiere que nos importen de verdad para preguntarnos qué estamos haciendo, a quiénes estamos eligiendo para que saquen la cara no solo de nuestras ciudades sino también de nuestros países. Para que tengamos en cuenta que lo que dejamos de hacer por ignorancia y/o pereza, tiene efectos importantes al multiplicarlo por todas las personas que les pasa lo mismo, y son los efectos de los cuales nos quejamos después. Sí, también soy un ser humano como ustedes, una habitante del mundo y sé que es difícil pensar que la acción de una sola persona de casi 7.000 millones de personas que hay en el mundo, hace la diferencia. Quizás no la hace inmediatamente aunque la actitud positiva o negativa hacia el mundo y el hogar, puede ser más contagiosa de lo que cree. Así que su mano sí ayuda a hacer la diferencia, porque cada día se multiplica por el número de personas a las que te atreviste a enseñar o mostrar tu propio cambio, por aquellas personas que accidentalmente te vieron en acción, por aquellas que te admiran, siguen tus pasos y por muchas más. El mundo no necesita dinero que lo cure, sino habitantes despiertos, dispuestos al cambio y a la unión.
El día que decidí estudiar Medicina María Alejandra Zambrano Gustin Un día cualquiera, nada era diferente. Estaba en mi colegio con todos mis compañeros en clase de educación física, cuando surgió un acontecimiento que marcaría mi vida. Mi madre decía que el que no huye del peligro en él perece. Siempre ha sido muy sobreprotectora y ha procurado alejarme del grave
49
50
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
mundo en que vivimos. Hasta ese día nunca había visto con mis propios ojos un accidente tan cercano, en un lugar tan seguro como un colegio. Las travesuras de mis compañeros provocaron semejante hecho. Nuestro profesor de Educación Física, dejó como tarea una actividad electiva; varios compañeros y yo, decidimos ir al Gimnasio. Junto con nosotros vino un compañero que vivía muy solo en todo momento y a quien se le notaba dificultades para hacer amigos y expresarse. Nadie sintió su presencia, todos continuamos nuestro recorrido al Gimnasio. Al llegar, empezamos a conversar y a molestar. Aquel compañero nos observaba sin realizar ninguna actividad y manteniendo distancia con nosotros. Otro compañero, el más rebelde del curso, quien siempre molestaba a los demás y no le importaba nada, empezó a llamar a Julián –aquel niño solitario– y le dijo: - ¡Tú! ¿Por qué no vienes con nosotros? Iremos a las bicicletas estáticas. - Nunca he manejado bicicleta, respondió Julián. - No importa, dijo Sebastián. Nosotros te enseñamos. Los hombres se acercaron al lugar donde se encontraban las bicicletas, no muy lejos de nosotras y empezaron a retar a Julián a que pedaleara lo más rápido posible. Julián empezó a hacer lo pedido y yo no podía dejar de observarlo, presentía que algo estaría mal. Él no paraba de pedalear y cada vez lo hacía más y más rápido, a tal punto que todos los ojos puestos en él, estaban asombrados. Algunas risas empezaron a manifestarse por el espectáculo. Admito, yo también me reí. Esto provocó un cierto descontrol en las piernas de Julián y de repente, un grito calmó todas las risas. En milésimas de segundo, Julián cayó recostado sobre el piso; varios compañeros escaparon del lugar, por el susto que estábamos pasando. Yo, atónita, sin ganas de reír y con un fuerte peso en el corazón, me acerqué rápidamente a mi compañero y al observar su pierna completamente llena de sangre, no supe más que hacer sino posicionar
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
la pierna, y apretar la herida para calmar el sangrado. Todos mis actos fueron por instinto, ya que nunca había tenido conocimiento de cómo debía reaccionar, tal vez, pude haberlo hecho incorrectamente, y gracias a Dios no fue así. Julián no paraba de llorar. Varios compañeros se habían retirado del lugar, ignorando el acontecimiento. Un amigo corrió a Enfermería para pedir ayuda; mientras tanto, yo apretaba fuertemente la herida con mis manos. Al llegar el Paramédico y observar lo sucedido, pidió una ambulancia y me dijo que no soltara la herida hasta que ellos llegaran porque toda la piel se había desgarrado y lo único que mantenía la hemorragia era la presión que yo estaba haciendo. El servicio de ambulancia tardó mucho en llegar; sin embargo, el padre de quien llamó al paramédico, era doctor, especialista en traumatología. Llegó inmediatamente al lugar, observó la herida, tomó la pierna, y me permitió soltarla después de casi una hora del acontecimiento. Me felicitó por haber sido capaz de inmovilizar la pierna, tal y como lo había hecho. Le pedí disculpas a Julián por haberme reído y me retiré de la Enfermería. Lo subieron a la ambulancia y lo llevaron inmediatamente a cirugía. Yo estaba muy confundía, no sabía lo que sentía, preocupación, tristeza, arrepentimiento por permitir que le pasara eso a Julián; orgullo conmigo misma por la decisión tomada, por la valentía, en fin, no lo sabía. Una semana después, llegó Julián al Colegio. Se acercó y me agradeció de manera muy sincera; me dijo que el doctor había comentado acerca de lo bueno que fue retener la hemorragia en el preciso momento. De no haber sido así, la pierna se habría desgarrado completamente y si no la hubiera posicionado tal y como lo hice, habría perdido su movilidad. Me sentí completamente feliz por lo que me dijo Julián. Tuve el sentimiento de repetir muchas veces más dicho acto de valentía y
51
52
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
decidí que lo que sería mi pasión por siempre: hacer u ofrecer y sentir de nuevo esa felicidad al notar las buenas consecuencias de mis actos. Quería ser médica, una excelente médica. Este es mi propósito de vida y sé que lo lograré. Julián continuó así por varios meses, pero ahora su pierna está en perfecto estado. Pedimos disculpas por lo acontecido y lo empezamos a incluir en nuestros planes y a conocer su grandioso corazón, porque es una increíble persona.
El fin último de un largo día Mario León Mejía Borja Siempre he opinado que lo que más desea una persona al final del día, es llegar a su casa, específicamente a su habitación. Para algunos es sencilla y para otros, lujosa. La habitación es el lugar donde todos queremos llegar y es esta la razón por la que he decidido escribir sobre el nido del hombre. Mi habitación no tiene lujos; solo lo necesario para mi vida actual: Libros, caja de colores, computador, implementos de aseo personal, zapatos, uniformes y mi bata de laboratorio. Me gusta mirar la bata, durante algunos segundos, todos los días. Eso me recuerda lo afortunado que soy de poder estar en la universidad. Al lado derecho de mi cama, hay una ventana. Desde allí se divisan las casas de una montaña. Es el barrio Siloé. En la parte más alta de la montaña, está la estatua de un Jesús muy grande, similar al de Río de Janeiro. Además de sentirme en Brasil puedo darme cuenta de la desigualdad social, y eso inevitablemente me lleva a filosofar. La persona que vivió antes en este cuarto en el que estoy hace dos meses, dejó muchos stickers pegados en el cielo raso, que brillan como estrellas cuando todo está oscuro. Así que cada noche cuando apago
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
la luz del cuarto, contemplo un firmamento lleno de constelaciones, que disfrazan el techo. Eso también me hace filosofar. Mi habitación es un lugar fascinante. Allí puedo pensar, descansar, ser astrónomo y relajarme para comenzar un nuevo día. Es mi propio espacio.
Una cirujana famosa María Isabel Garcés Gómez Probablemente desde que tengo memoria he querido ser doctora aunque cuando era más pequeña de lo que soy, quería ser cirujana, de esas famosas que salen en televisión. Todo comenzó unas vacaciones de Junio, cuando no se ve la hora de entrar a clases otra vez. Pues sí, en Junio hace ya unos cuantos años, estaba yo sentada en uno de los sofás de la sala pasando los canales de televisión, sin saber realmente qué ver. En una de las tantas vueltas de canal encontré a un señor mostrando su boca y su lengua a la cámara; eso no es nada raro, lo raro en realidad era la bola enorme que tenía bajo de la lengua que era sin mentir, tres veces más grande que el órgano en cuestión. El programa continuó con lo que fue para mí fue una eternidad de entrevistas a diferentes médicos, que sinceramente, en el momento no me importaron. Sin embargo, lo fascinante llegaba cuando sin censura alguna, mostraron toda la operación de recesión de la bola procedente de la cavidad oral. A mi edad, ver algo por el estilo, era de esperar que me impresionara. Lo que no sabía era que ese canal, y ese programa iban tener una importancia relevante para mí. Abría un camino hacia lo que hoy es mi presente y mi pasión, la medicina. Puedo decir que ese evento sucedió hace aproximadamente doce años y haciendo cálculos era lo suficientemente pequeña como para considerar una gran variedad de opciones en cuanto la elección
53
54
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
de Carrera. Sin embargo, seguí “firme” en mi decisión durante mucho tiempo, haciendo que no solo mis padres, sino también el resto de mi familia se sintiera orgullosa al saber que una de sus hijas/nietas/ sobrinas, sería una médica. No obstante, en mis últimos años de Bachillerato, “la duda del adolescente” se apoderó de mi. No sabía qué hacer, no sabía hacia dónde dirigirme y mucho menos si considerar la medicina como una opción de vida. Tendré que aceptarlo, el miedo me había ganado. Por ello, uno de los hermanos de mi mamá, mi tío, médico ortopedista, fisiatra y traumatólogo, me invitó –y de manera muy especial– a acompañarlo a una pequeña cirugía. Prometió que sería corta, fácil, nada del otro mundo que pudiera impactarme, y que saldría de allí queriendo ser toda una cirujana. Accedí entonces, preparada para enfrentar un destino, quizás un poco predispuesta a decepcionarme pero con esperanzas de que en realidad fuese una experiencia que cambiaría mi vida. Llegamos entonces a la clínica donde mi tío practicaba su oficio, era de noche y tenía frío, primordialmente por la cirugía, y no por el clima. Los ascensores se abrieron de par en par y de repente salió una enfermera diciendo: Dr. Gómez, la cirugía ha sido adelantada, lo están esperando de inmediato en el quirófano. Mi tío me miró e hizo la típica pregunta que me congeló hasta el pelo: ¿Lista? Efectivamente, se me congeló hasta el último dedo y mi respiración se agitó, pero a la hora de la verdad, pensé, no puede ser mayor cosa. Entramos a la sala de preparación, nos dieron el uniforme de cirugía, los zapatos y los gorros; procedimos a lavarnos, secarnos y a que las enfermeras nos ayudaran con los guantes. Por último, fijaron en mi cuerpo un chaleco, un poco más pesado que yo misma. ¿Para qué es?, pregunté. Protección, me dijeron. Entramos a la sala y vi a alguien acostado en la camilla, un hombre de unos 35 años, cubierto con una tela azul excepto su pie.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Aparentemente se había cortado uno de sus dedos y fracturado otro por lo que mi tío pondría un implante de titanio en la fractura para tratar de reparar. Para ello trajeron una máquina enorme de rayos X, que hasta hoy no sé para qué la usaron, aunque sí supe que fue muy importante. En ese momento entendí que el chaleco era para protegerse de la exposición a los rayos X, que podrían ser cancerígenos y nocivos para la salud. Había transcurrido por lo menos una hora de cirugía, y de un momento a otro, sentí que se empezaba a subir un calor en mí, mi nuca sudaba, mi cabeza daba vueltas, estaba mareada. Alcancé a articular unas palabras, pero no pude más. Sentí a una enfermera tomarme por atrás y arrastrarme hacia una silla rimax roja que estaba en la misma habitación. Aparentemente se me había bajado el azúcar por tanto stress en el momento, por el calor, y por el peso del chaleco, y solo era la primera hora. No podía imaginar todo lo que faltaba, solo pensaba en el momento de irme, salir, quitarme todo y comer algo. Esperé al menos otras dos horas, mientras mi tío acababa de hacer todo, hasta que pudimos salir. ¿Cuál fue mi percepción y mi pensamiento del momento? ¡Ser médico es espantoso! Es agotador, estresante y aburrido. Simplemente no quise ser médico y pensé que no volvería a pensar en eso nunca más. Aun así, sabía en mi interior que esperaba algo que me animara a cambiar esa sensación; necesitaba una señal que me dijera que ese sí era mi camino, el correcto, el que debía seguir. Fue entonces cuando el paciente de la cirugía de la cual acababa de salir, le dio un abrazo a mi tío, empezó a llorar, y le agradeció por tomarse un pequeño tiempo de su día para salvarle el pie. Mi tío, con gesto de cariño, le tocó el hombro, le sonrío y le dijo que para eso estaba, para servirle cuando lo necesitara. Esta escena cambió mi vida. ¿Cómo era posible que por algo tan mínimo como una cirugía de un dedo, un paciente estuviera tan agradecido? Es simple, mis ojos no veían más allá de mis narices y no sabían todo lo que me falta por recorrer para
55
56
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
entender que los actos simples y sencillos son lo que llenan de alegría a los médicos y los animan a seguir su camino. Este acto me hizo ver las cosas de otro modo. En pocas palabras, el paciente de mi tío hizo que yo estudiara medicina. Y él también fue responsable de que decidiera no querer ser una de esas cirujanas, de esas famosas que salen en televisión.
Como un papá Ana María Caicedo Bolaños Conocí al Dr. Romero hace menos de seis meses. Es un hombre pequeño, gordito, con una sonrisa grandota, una personalidad fuerte y llena de amor a la vez. Es anestesiólogo de la Clínica de Occidente. Ya está jubilado pero a pesar de esto, sigue trabajando para sostener a su enorme familia. Son pocas las veces que lo veo. Trabaja casi toda la semana y cuando no lo hace, descansa o sale a cine con tres de sus hijos: los menores, que todavía viven con él. “Romerito”, como le dicen sus colegas, es la persona con el corazón más inmenso del universo. Le paga la universidad a sus sobrinos (que no tienen los recursos para hacerlo), está pendiente de todo lo que pasa en su familia y tiene una forma de amar muy peculiar: es exigente con las personas que aprecia, orgulloso y agradecido con Dios por todo lo que tiene. A pesar de ser extremadamente humilde, daría todo a los que necesitaran de su apoyo sin pensarlo un segundo. Él me trae paz, y cuando lo veo me dan ganas de abrazarlo y cogerle sus enormes cachetes, llenos de toda esa ternura y ese amor que tiene guardado desde hace no sé cuando tiempo, pero que no suele brindar en su vida diaria. Yo noto cada uno de sus estados de ánimo, y
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
de alguna forma, me siento capaz de robarle un poquito de todas esas cosas que él guarda y que sus hijos a veces desaprovechan. Hace poco, exactamente el viernes 12 de abril, casi a las 7 p.m., salimos de su casa hacia la clínica pues tenía turno y una cirugía. Era consciente que iba a llegar tarde. La clínica queda lejos de su casa, y en todo el camino no dejó de hablar. Se reía de todo lo que decía, hacía chistes que sólo él entendía; recuerdo que paramos en un semáforo y le pasó un billete de dos mil pesos a alguien que trabajaba ahí para ganarse la vida. Él sí que sabe lo que es eso. Ya estábamos en el norte cuando recibió una llamada de alguna persona, diciéndole que su paciente, a quien iba a darle anestesia, ya estaba esperándolo. Él le dio a esta persona ciertas instrucciones, de que lo prepararan para la sala de cirugía y otras cosas más que no entendí. Al final de su conversación, pidió que le pasaran al teléfono al paciente: Le preguntó cómo había estado en esos días, qué había pasado desde su última visita, indagó sobre su familia, sobre lo que sentía en ese momento. Pude notar la alegría con la que le hablaba a su paciente. Su compromiso, su actitud positiva que transmitía alegría y algo que no todos los médicos tienen: amor y verdadero interés por lo que siente la persona a quien van a tratar. Hablaron casi veinte minutos tiempo que nos demoramos en llegar a la clínica. Durante ese recorrido, me dije a mí misma que cuando fuera médica, querría ser como él. Con la misma apertura hacia los demás, con lo que transmite, con todo lo que puede hacer sentir a los demás con unas pocas palabras y con el hecho de nunca creer que por ser médico, era más que otros. El Dr. Romero me hace querer ser cada día una mejor persona, pero no para mí misma, sino para mis pacientes, que van a recibir lo mejor de mí siempre y cuando esté dispuesta a darles todo lo que estoy construyendo desde ahora que soy una médica en formación.
57
Enfermedad oncológica…
Relatos de enfermedad
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Cuando tu mamá te conoce bien Daniela Guardiola Montenegro Me traen buenos recuerdos mis vacaciones de Semana Santa, siempre feliz y relajada junto a mi familia; lástima que no pueda decir eso de mi experiencia del año pasado. El lunes santo había ido a la casa de Paula para hacer una maqueta de célula; trabajamos todo el día para poder estar tranquilas en vacaciones. No hubo descanso, trabajamos seguido hasta ultimar los detalles; a las nueve ya tenía dolor de cabeza y me estaba sintiendo resfriada. Fue una noche de muerte. Sentía mucho calor y despertaba constantemente pensando que alguien me estaba arrebatando mi glucosa…y así fue toda las horas. Me desperté con mucho ánimo a las cuatro de la madrugada, y aproveché para hacer un trabajo porque sabía que no iba a tener suficiente fuerza para hacerlo más tarde. A las seis de la mañana volví a dormirme. Dos horas después, desperté angustiada llamando a mi mamá quien corrió a mi cuarto para saber qué ocurría. Apenas supo cómo había sido mi noche, me pasó medicamentos y me consintió mientras volvía a quedarme dormida. Me llevaba sopas, agua y todo aquello que deseara para consentirme. No había mejorado mucho. Aunque el sólo hecho de ver el interés que tenía mi mamá en cuidarme me hacía sentir mejor; sabía que ella estaba interesada en hacerme sentir mejor para librarme de la fuerte gripa que comenzaba. No podía resistirme a todos los intentos de mi
63
64
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
mamá por ver mi mejoría, así que encontré la manera de hacerle saber que había mejorado aunque no fuera del todo. Dormía y trataba de hacer mi mejor cara para convencer a mi mamá pero ella me conoce mucho como para poder lograr mi cometido. No fue fácil. Tuve que esperar unos cuantos días más para no tener que engañar a mi mamá y volver a la normalidad. Eso es lo que ocurre cuando tu mamá te conoce bien.
El corazón tiene razones que aún mi razón no entiende Karen Lizeth Álvarez Raigoza Lo recuerdo, estaba de pie en el patio de mi casa, cuando una nube blanca opacó mi vista, parecía como si varios grillos se hubiesen posado en mis oídos y múltiples hormigas caminaran por mi cabeza. Así lo describí en ese momento a mis once años; es lo mismo que ahora llamo en mi práctica clínica, obnubilación de la vista, tinitus y parestesia en la cabeza. En su momento fue un fenómeno extraño que apareció súbitamente y logró que me desvaneciera. Esa fue la primera vez que me desmayé. Puedo recordar cuando abrí los ojos y sentí una angustia indescriptible de ver dos rostros y no reconocerlos ¡Son increíbles las jugadas que puede hacer tu cerebro! Creo que tardé por lo menos cinco segundos en romper mi silencio. Hablé y lo hice justo cuando parecía entender de nuevo quién era y quiénes estaban frente a mí. Como si el vacío de ver y no pensar hubiese desaparecido; allí la palabra “iluminación” encaja perfectamente para describir lo que sentí. Mi madre estuvo siempre a mi lado. Mientras guardaba reposo, ella me puso a oler un algodón impregnado de alcohol para “que no
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
me mareara de nuevo”. Estaba más pálida que yo. A partir de allí empezaron series de exámenes y cuidados; al parecer, todo se debió a un prolapso en la válvula mitral del corazón que me producía cuadros de síncopes. Es curioso pero cuando me di cuenta de eso, sentí que era más que obvio que heredara algo relacionado al corazón pues pareciera que un requisito para ser parte de mi familia es tener alguna afección cardiaca. Lo digo con ironía porque hay que ponerle algo de positivo a este antecedente aunque por supuesto esto no ha sido por completo un motivo de alegría.
Quizás sería la última vez Daniela Guardiola Montenegro Era una ventana muy pequeña. Mis hermanos y yo luchábamos para encontrar un espacio pues lo estábamos esperando con ansias. No sabíamos qué ocurriría esa noche, simplemente mirábamos a través de la ventana esperando verlo. Después de unos minutos de espera, una camilla se fue acercando, la detuvieron unos metros antes de la salida lo suficientemente cerca como para reconocer que el hombre que estaba debajo de las cobijas, era mi papá. Más pálido de lo normal, mi papá conversaba con unos señores sin esconder la preocupación que la situación le generaba; mi mamá estaba parada a su lado discutiendo con ellos y tratando de darle tranquilidad. Él sabía que estábamos detrás de la ventana pero no nos quería mirar. En sus ojos había mucho miedo. La camilla se volvió a mover, continuaría su recorrido atravesando la puerta y abriéndose paso entre todos nuestros familiares mientras todos ellos le daban ánimo a mi padre ¡Todo saldrá bien, Martín!, le decían. Mi corazón latía más rápido de lo normal mientras caminaba junto a mi padre sosteniendo su mano. No sabía si las palabras de la familia eran de ánimo o de despedida. No era capaz de alzar mi cabeza, sólo
65
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
66
podía mirar mi mano entrelazada con la de mi papá. ¿Sería la última vez que esto sucedería? Una vez afuera de la clínica, la camilla se detuvo para ingresar a mi papá a la ambulancia. Me detuve también y alcé la vista para encontrarme con los ojos de mi papá. Él se acercó y me dio el abrazo más fuerte que pudo darme en todos estos años mientras su llanto se liberaba en mi hombro. Mi papá tenía miedo, sabía que esa podía ser nuestra despedida pero yo no quería aceptarlo. No podía dejar que él se rindiera y nos dejara a mi mamá, a mis hermanos y a mí. Sólo tuve la fuerza para decir ¡Papi, todo saldrá bien, no nos vamos a separar! No podía callar mi llanto, me separé de él mientras mis hermanos se acercaban y mi mamá desconsolada se acomodaba en la parte delantera de la ambulancia. No podía creer lo que estaba ocurriendo, en sólo un día nuestros planes y tranquilidad habían desaparecido. Ya nada era seguro y lo único que podíamos hacer era esperar. Subieron la camilla a la ambulancia, mi mamá se fue adelante con Juan. Sebas se fue en nuestro carro y yo me subí al carro de mi tío Fer. Llegamos a Imbanaco y pude ver a mi papá más calmado mientras lo ingresaban a la sala de cirugía. Tal vez esa sería la última imagen que tendría de él…o tal vez no.
Lo inesperado Andrés Mauricio Galarza Prado ¿Estás listo? No sabía qué decir ni que esperar. Me conformé con mirar al doctor Salcedo a los ojos y sonreír. La verdad es que no tenía una respuesta. Le había pedido a mi padre, que es un anestesiólogo, que me llevara a una cirugía. Su amigo Germán Salcedo, un excelente ortopedista, se “voluntarió” para que lo acompañara a una cirugía que
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
me aseguró que yo no había visto jamás en mi vida. Me dejó inmerso en un debate de sentimientos entre miedo y emoción. ¿Estoy listo? No lo sé. No sé qué me espera ni cómo me vaya a impactar lo que estaba a punto de presenciar. ¿Algo que jamás había visto? ¿Qué podría ser? Quería averiguarlo. Caminé firmemente detrás del doctor Salcedo, quien no me había vuelto a dirigir la palabra. Lo último que dijo fue: “Sígueme. No hagas bulla y presta mucha atención.” Alrededor se desplazaban muchos médicos y enfermeras, apresuradamente por el largo corredor. Yo los miraba sin perder de vista a Germán, y recibía devuelta miradas serias, pero al mismo tiempo, amigables, que me intimidaban y terminaba mirando al piso, por la pena. De repente, vi que los pies del doctor Salcedo dieron un freno brusco al frente de dos puertas. Alcé la mirada y leí el letrero encima de ellas: Quirófano Seis. - Entra, me dijo, mientras con su mano izquierda abría una de las puertas. Ingresé al cuarto cautelosamente. Una corriente de emoción me invadió todo el cuerpo y sentí que el corazón me latía a toda prisa. ¿Qué me esperaba ahí adentro? En la mitad del quirófano vi una camilla iluminada por dos enormes lámparas. Recostado sobre ella estaba un viejo, canoso y con la piel arrugada, y con todo su cuerpo tapado por una sábana blanca. Apenas le podía ver el rostro. Me miró inmediatamente apenas entré al cuarto; sus oscuros ojos eran inexpresivos y no pude hacerme ni la mínima idea de qué estaba pasando por su mente en ese instante. Simplemente hicimos contacto visual por unos cuantos segundos, en silencio. - Antonio, ¡qué alegría verlo el día de hoy! La expresión del anciano cambió inmediatamente, al escuchar las palabras del doctor Salcedo. Esbozó una sonrisa que parecía brotarle del alma.
67
68
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
- Doctor Salcedo, es un placer que me pueda acompañar el día de hoy. Es otra página difícil en la historia de mi vida. Me consuela que una persona como usted sea la que me ayuda a afrontar estos momentos. El doctor Salcedo se acercó y le sobó la cabeza con cariño, diciendo: - Lo bueno es que está vivo Antonio. Hay que darle muchas gracias a Dios por darnos el privilegio de estar vivos en este nuevo día. El anciano suspiró profundamente, cerró los ojos y pude ver que sus labios susurraban con determinación un silencioso “Amén.” Germán se acercó y me agarró del hombro, dirigiéndome hacia la extremidad inferior del anciano. Me bastó con acercarme un poco para verme impactado por lo que sucedía. A pesar de estar cubierto por una sábana, un anormal hundimiento de la cobija debajo del muslo del anciano me alertó que algo estaba mal. Algo hacía falta. Antonio no tenía nada por debajo del muslo de su pierna izquierda. Germán alzó despacio la sábana y pude ver que mi pronóstico era acertado. Sin embargo, lo que más me impactó fue que su pie derecho estaba negro. Necrosis. Enseguida, me dijo: - A Antonio se le tuvo que amputar parte de su pierna izquierda por gangrena. Infortunadamente, como puedes ver, su pie izquierdo le espera el mismo destino por muerte de las células de ese tejido. Tocó los dedos del pie derecho de Antonio con su mano izquierda. - Está necrosado, dijo. No tiene sensibilidad alguna. Hay que amputarle el pie para tratar de prevenir que esto se expanda, agregó de inmediato. Yo lo miré perplejo, aturdido. La emoción que había invadido mi cuerpo anteriormente, desapareció y se reemplazó por tristeza y empatía. Me dieron ganas de llorar. Había esperado todo menos una amputación. No imaginé que iba a ser tan impactante y doloroso para
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
mí. Miré a Antonio. Sus ojos estaban cerrados. Él se veía calmado. Él estaba listo para lo que seguía. Yo no.
Vuelcos del destino Xiomara Palacio López Dicen que nada en esta vida es casualidad, que todo pasa por una razón. No sé si es cuestión de Dios, del destino o un accidente cósmico, pero creo que todas nuestras acciones y decisiones están bajo el principio de causa-efecto. Era un día lluvioso en Bogotá, y estaba en la ruta escolar esperando con ansias llegar a mi casa para acostarme a dormir. Cuando llegué, lo primero que hice fue ir a saludar a mi mamá. Estaba acostada con un calambre en las piernas. Esto era “normal”, típico de un día frío en esta ciudad. Me quedé dormida mientras veía televisión con ella. Cuando desperté, mi madre estaba llorando del dolor. Me asusté y le dije que fuéramos a urgencias pero no quiso. Decía que se le pasaría. Así transcurrieron varios días y semanas hasta que un día no podía mover su pierna izquierda. Inmediatamente nos fuimos para la clínica donde la dejaron en observación. Recuerdo que eran las diez de la noche y tenía que hacer un trabajo para el día siguiente. Solo estábamos mi mamá y yo pues mi hermana vivía en Argentina y mi madre recientemente se había separado de su pareja. Yo era su único apoyo. Durante el tiempo que estuvo en observación todo parecía estar en orden. Luego, el dolor comenzó otra vez, pero en esta ocasión sentía como si la chuzaran. En este punto los médicos decidieron hacerle un doppler para descartar cualquier complicación, lo cual condujo
69
70
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
al diagnóstico. Mi mamá tenía un trombo en una vena de la pierna izquierda, lo que los médicos denominaron trombosis venosa profunda. Estaban desconcertados pues decían que una mujer de 36 años no debería presentar esta enfermedad. Mi mamá estaba muy asustada, pero quizá yo lo estaba mucho más. No sabía qué decir, qué hacer, ni cómo consolarla. Recuerdo que le di un abrazo y le dije que todo iba a estar bien. Nos pusimos a orar y esta noche la pasamos en la clínica. El tratamiento fue con anticoagulantes. Esta experiencia fue muy traumática al principio ya que debía aplicarse el medicamento por medio de inyecciones intramusculares cada doce horas, debajo del ombligo. Las tres primeras dosis se las apliqué yo. Aunque sudaba y me temblaban las manos, debía mostrar seguridad para transmitírsela a mi mamá. Durante la primera semana de tratamiento no fui al colegio hasta que mi abuela llegó a acompañarnos. Para que el trombo desapareciera, el tratamiento tuvo que ser agresivo. Al cabo de seis meses y después de terminar con las inyecciones, volvieron a hacerle un doppler y afortunadamente ya todo estaba normal. Sin embargo, debía estar en controles periódicos y no podía usar tacones durante un año. Debido a la gran inversión que mi mamá tuvo que hacer por su salud (ya que el tratamiento fue costoso), al frío poco favorable para su salud y al hecho de sentirse sola tras la separación, mi mamá decidió hablar conmigo. Me comentó que no se sentía bien en Bogotá, que tampoco le gustaba que estuviéramos solas. En ese momento estaba cursando décimo grado, pensaba que en un año me graduaría y estaría en la universidad. Pero por otro lado, mi mamá estaba aburrida. No lo dudé y le dije que nos devolviéramos para Cali. Volvería a mi colegio de la infancia y me graduaría con mis amigas. Aunque en el fondo de mi corazón no quería irme de Bogotá, no podía ser egoísta, ni poner mis motivaciones por encima de la persona que me lo ha dado todo y ha estado siempre guiándome. Este es quizá uno de los acontecimientos más significativos de mi vida. No solo por el cambio de ciudad y de vida sino porque este hecho me unió de una forma única con mi mamá, me hizo valorarla más y ver
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
que todos los seres humanos somos vulnerables ante la enfermedad. Y es en esta situación donde necesitamos el apoyo de nuestros seres queridos.
Dolor anginoso Valentina Cardona Ramírez Hace tres años tuve el susto más grande de mi vida. Había empezado a estudiar medicina, estaba preocupada por los parciales y no dormía bien. Recuerdo que era jueves por la tarde, cuando llamé a mi mamá. Sin conocer su estado de salud, empecé a contarle sobre mis preocupaciones, la escuchaba tensa y rara, así que le pregunté qué le sucedía. Me contó que desde horas del almuerzo había empezado a sentir muy maluca, tenía una opresión en el pecho que no la dejaba respirar bien. El dolor lo sentía también en el cuello y en la parte interna del brazo izquierdo. Me preocupé, y sin que ella se diera cuenta empecé a llorar. Sabía que se encontraba lejos de la ciudad, si se trataba de un infarto tal vez no alcanzaría a llegar con vida. Con la voz entrecortada, le dije que no se preocupara que todo iba a salir bien. Colgué. Al instante me invadió el miedo de saber que mi mamá moriría. A mi mente llegaban los momentos compartidos con ella. Llamé a mis hermanos y les conté la situación. Cuando al fin mi mamá llegó a la clínica San Fernando, me sentía muy triste. Decidí entrar. Ingresé al cuarto, estaba acostada en una camilla y el dolor en el pecho era leve. Estuve con ella como treinta minutos. Recuerdo que salí y me encontré con la enfermera a cargo, quien me comentó que las enzimas cardíacas habían salido negativas. No entendí el significado de esa frase, solo sabía que se encontraba bien. A las tres horas, los médicos decidieron trasladarla a la clínica Farallones, nada más y nada menos que a la Unidad de Cuidados Intensivos. En ese momento sabía que ese cambio era por algo grave.
71
72
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Aquella noticia intensifico y agravó la situación en la familia. Nos dejaron ingresar a la UCI, me despedí de ella. Al día siguiente, le realizaron un procedimiento quirúrgico que evaluaba si alguna arteria del corazón se encontraba obstruida. El resultado fue negativo. Mi mamá no tenía un infarto. Me alegré mucho. De haber sido un infarto, con el lento y demorado servicio prestado en la primera clínica, tal vez las consecuencias hubieran sido nefastas. A partir de este acontecimiento, a mi mamá le suceden varios episodios similares al narrado. El estrés es un factor importante que le desencadena el cuadro clínico de dolor anginoso. Actualmente, ya con la experticia clínica de un estudiante de séptimo semestre, sé que mi mamá sufre de angina estable, un tipo de enfermedad coronaria crónica que con el tiempo puede terminar en un infarto agudo al miocardio.
SĂ, una flor y una planta carnĂvora
Prosa diversa
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Lo que mi abuelo me cuenta Amal Benavides Muhamad En el estado de Palestina, ubicado en oriente medio, hace más de 57 años en Kofor malek –un pequeño pueblo– vivía una familia muy numerosa. Era la familia de mi abuelo que estaba conformada por once personas incluyendo a sus padres. Como la describe el, su familia la integraban: “Mi madre, una mujer muy cariñosa, excelente cocinera y muy dedicada a su hogar; la madre típica de ese entonces que casi nunca salía del hogar. Su vida giraba en torno a mi padre y a nosotros, sus hijos. Mi padre un hombre recto, un tanto estricto y muy trabajador; nos inculcaba siempre la unión familiar para salir adelante pues decía: “Si no ayudas a los tuyos no vas a progresar nunca”. Y mis ocho hermanos con quienes convivía la mayor parte del tiempo, entre juegos, peleas, risas, bromas. Todo era perfecto pues mi familia estaba unida y contábamos con una buena posición económica. Así hasta que mi padre falleció, quedando mi madre con nueve niños pequeños, yo tenía trece años. No recuerdo bien pero eso marcó nuestras vidas y hubo un gran cambio. No nos quedó otra opción: Los hombres de la familia siendo apenas niños salimos a trabajar en lo que podíamos, pastoreando el ganado de la familia, recolectando aceitunas para elaborar aceite, recogiendo frutas y dátiles. En ese entonces el lugar era aún más primitivo; no se permitía a las mujeres trabajar porque no era bien visto que una mujer ocupara el lugar del hombre, es decir, que sostuviera a su familia. Después de algunos años viviendo de esta manera, a los 17 años de vida, decidí que las cosas no tenían que seguir así, no importó mi edad, ni tomé en cuenta las críticas y comentarios de los demás, ni las
77
78
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
opiniones de mis hermanos mayores. Un amigo de la familia me contó que la mejor forma de triunfar y mejorar la situación económica era salir de ese lugar. Viajar, ir a lugares diferentes; muchos habían viajado y les había funcionado. Entonces decidí ahorrar lo poco que ganaba y viajar, a pesar de los inconvenientes. No solo era el hecho de dejar a mi familia, a mi madre y a mis hermanos, sino salir de mi tierra para explorar lugares y costumbres. No hablaba español, nunca había salido del país. No había experimentado lo que era vivir solo. Lo único que quería era sacar adelante a mi familia. Y fue ahí cuando tomé un barco con destino a Colombia y después de tres meses navegando, llegué a Cartagena, una ciudad muy acogedora. Fue mucha la diferencia y me impactó la forma de vida de las personas. Las mujeres no se cubrían mucho y además fumaban. Vi personas viviendo en la calle y en extrema pobreza, gente bebiendo alcohol. Pero bueno, eso era lo menos que debía importarme. Yo llegué ahí con un objetivo y debía cumplirlo. El primer día no fue bueno por no decir que fue el peor; literalmente dormí en la banca de un parque, nadie me entendía, no sabía cómo comunicarme con las personas y peor, solo tenía dólares. En mi cabeza rondaba la imagen de mi madre y por ella y mis hermanos sería capaz de soportarlo todo. Al día siguiente una señora se acercó y me habló. Al ver que no sabía español me llevó donde unos árabes del lugar, no sé si fue suerte, o coincidencia. O no, yo lo sé, era Dios. Trabajé con ellos unos días, vendiendo ropa y zapatos en un almacén. Pero no era suficiente. Al saber un poco más de español decidí ir a otro lugar buscando mejores oportunidades ¿Por qué no la capital? Quedándome ganaría un poco más pero solo lo necesario para mantenerme y no lo suficiente para responder por mi familia. Varios comerciantes de la época rumoraban que en lugares más pequeños era más fácil comerciar; además la vida era más económica. Llegué a Armero, un pueblo pequeño con muchas posibilidades. Pasé poco tiempo en Armero. Me impresionó la violencia que se vivía en ese entonces y decidí viajar a Pasto, una ciudad bonita, de gente atenta.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Allí supe que por fin podía establecer un hogar. Conseguí trabajo de inmediato pues en ese entonces un extranjero no era común. Después de algunos meses y mucho esfuerzo, compré mi primer almacén. Fue un triunfo. Seguí trabajando y pude extender mi capital, construí más locales, hice mi casa, compré una finca. Ya tenía mis propiedades y mi familia allá en Palestina, vivía en buenas condiciones. Eduqué a mis hermanos, mejoré la calidad de vida de mi familia. Pero no podía dejar atrás el pueblo que me vio crecer, su gente y mis raíces; fue cuando decidí ayudar a mis paisanos, como se dice en mi tierra. Traje algunos a Colombia y les di la oportunidad de crear su propio negocio. Todo marchaba bien pero algo me faltaba. Era eso, formar mi propia familia. Así que viajé en busca de una esposa con la cual llevo 50 años de matrimonio y tengo nueve hijos. Mi vida a su lado ha sido muy feliz. Ahora puedo ver el fruto de todo lo que sembré, ver a nuestros hijos crecer y a nuestros 13 nietos. A pesar de que estoy con ellos –de vez en cuando– siento que todo valió la pena. Pero no quiero decir que todo acabó. Espero muchas sonrisas y momentos más a su lado.
Lo difícil que es construir David Sandoval Rodríguez Cuando se quiere construir con Lego hay que tener presente que se trata de una tarea que puede tardar. Es una experiencia que requiere práctica anterior y una ardua recolección de fichas. ¿Cómo construir algo? Es sencillo. Todos tenemos la teoría: unión de fichas que están hechas para unirse a otras para terminar siendo estructuras que se deben de unir a otras. Pero en la práctica se hace más difícil. Ver una estructura ya hecha y querer hacer otra, a partir de mi imaginación, es complicado. Uno puede ver la otra estructura en su exterior pero no se sabe cómo está organizada en su interior. Tal vez lo
79
80
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
que interactúe con otras estructuras es la parte exterior, pero la parte interna tiene un balance que le da funcionalidad. Al ver una estructura y querer hacer otra mejor, surgen las preguntas que cuestionan mi capacidad. ¿Seré capaz de hacer la construcción? ¿Tendré las fichas necesarias? ¿Cómo sé qué fichas usar? ¿Serán mis conocimientos suficientemente buenos? ¿Encajará? Muchos dirán –inexpertos ellos– que debería abrir esa otra estructura. Pero al abrirla, se desbarataría hasta el punto de perderla de vista. Sería un caos, una desilusión que no sería capaz de soportar. Otra opción es abrirla sin dañar en su interior, pero ¿Si no sé cerrarla después? Ya no sería la misma. Y simplemente no quiero ni pensar lo que pasaría en mí, si otra imaginación acoplara su creación a la estructura que anhelé. Solo puedo tener estos pensamientos tristes porque ya me encuentro en la difícil situación que es amar sin tener una guía de construcción.
Palabras que nos gustan Katherine Julieth Rivera Miranda Daniela Gallego Bedoya El siguiente texto, escritura a dos manos, es uno de los ejercicios de clase. Los estudiantes escriben diez palabras preferidas. Luego, agregan conectores, artículos, más palabras. ¿Resultado? Un texto que emerge de la pasión y las risas. …Felicidad, fútbol, tiempo, noche, pasión, fidelidad, susurro, miento, tranquilidad, compañía.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
- ¿Que dijiste? - Nada, solo que deseo irme. Y así lo hice. Ahora estoy sola. O bueno, no tan sola. Soy un soplo de viento en medio de la noche oscura. Y ahí estoy yo, siendo fiel a la promesa. Tanto como un aficionado a su fútbol, manteniendo su pasión bajo triunfos y derrotas. Tal vez sea el tiempo y no yo, quien decida si su felicidad es mi compañía.
RCE –Pasos de la
reanimación cardio-emocional– para salvar a quien muere de amor
Alejandra Cárdenas González 1. Verifique que la escena sea segura: No se atreva a conquistar un corazón que tiene dueño, ni siquiera si éste se ha ido y hay esperanzas de que vuelva, podría salir lastimado en lugar de ayudar. Recuerde que ante todo está su seguridad. 2. Pida Ayuda: No lo haga solo, llame a los especialistas del amor, los sentimientos y el corazón. Puede ayudarse de los consejos de la Doctora Corazón, ver películas como El diario de Noa o escuchar canciones de Juan Fernando Velasco. Mientras se prepara para intervenir directamente. 3. Comprima el corazón del amado, fuerte, y a buen ritmo: Cada detalle es importante para este paso, chocolates, cartas escritas a puño y letra, canciones dedicadas, emails, postales electrónicas, mencionarlo en su estado de Facebook o twittear mencionando algo sobre la persona, hará que ese corazón vuelva a latir, sea constante y conseguirá que se restablezca la circulación.
81
82
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
4. Ventilación intercalada: Después de varias compresiones bien hechas, varíe con pequeños besos, tiernos, suaves, amorosos, que den un nuevo aliento a la persona. Tenga cuidado que este paso solo puede llevarse a cabo si el otro está dispuesto. De seguir al pie de la letra esta guía garantizará una reanimación efectiva y el restablecimiento emocional del afectado.
A una puerta de tu mirada Alejandra Cárdenas González Encuentros fugaces, sonrisa aleatorias, miradas penetrantes, pensamientos juguetones, puertas que se abren y descubren al instantes personas cautivantes que con una sonrisa y una mirada enturbian tus planes y disipan todos tus pensamientos. No sé quién eres, pero te pareces a uno de tantos amores imposibles con los que suelo fantasear. Pasaste por mi lado cruzando aquella puerta que yo sostenía, me miraste fijamente y sonreíste agradecido, paralizaste todo en mí. Volteamos la cabeza al unísono para no dejar de vernos y terminamos tristes por continuar nuestros caminos diferentes, pero el instante fue suficiente para que tu sonrisa provocara otra en mí y para que la mirada que me dedicaste se quedara grabada en mis ojos todo el día.
La pandemia del amor Alejandra Cárdenas González ¿Con que más podría compararse este sentimiento tan intenso, tan complejo, tan universal? Es un virus, una pandemia que se propaga rápidamente y no tiene cura. Afecta a todo el que se cruce en el camino, no respeta sexo, raza, religión, país, profesión o filiación política.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Arbitrario, se encuentra en poder de un pequeño ser que imaginamos con alas, rostro tierno y arco en mano. Con tal inocencia el angelito niño, al no desarrollar bien sus sentidos, anda disparando al aire, en los momentos más inoportunos y con flechazos impares, por lo general. ¿Quién puede decir que no ha sido blanco del mismo? ¿Quién puede asegurar haber amado siempre correspondido? ¿Quién puede decir que entiende el amor? O es que acaso ¿Existe alguien que no ha tenido aquel fiel amigo que un día fue su amante y al otro su enemigo? Es entonces Cupido el reservorio de este virus, que se trasmite por medio de los amores pasajeros, idos y venideros, que a su paso dejan una nueva cepa cada vez más fuerte y resistente a la cordura. No se extrañe por tanto que cada vez se contagie más fácil y se debilite más. Por esta razón quien lo padece se hace adicto, es un morboso que ya no puede vivir sin la sensación terrible de esta enfermedad, sin el virus mismo recorriendo su torrente sanguíneo, paralizando su juicio y cegando su razón. Sin remedio ni alternativa, como médico y sin vergüenza, le recomiendo que no se oponga a lo inevitable y que espere aquel momento en que la flecha caiga en usted, deseándole con actitud sincera que el primero que vea también lo esté viendo a usted cuando le haya de tocar la espantosa enfermedad.
83
El unicornio mรกs real
Cr贸nica de paciente
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Una decisión de vida o muerte Josué David Herrera Monroy Kelly Daniela Pinzón Jurado Sthepany Valencia Arturo Este texto, y la entrevista que lo sigue, es producto de un esfuerzo de investigación cualitativa realizado por los estudiantes de Medicina Narrativa en pequeños grupos. Se investigó a fondo en un paciente la comunicación con su médico personal: si se le había explicado bien el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de su enfermedad para luego narrar toda esa experiencia médico-paciente. Más allá de los datos encontrados se registraron historias verdaderamente conmovedoras. Felicitamos a todos los grupos por su esfuerzo y éste es sólo un ejemplo de su trabajo. Se sienta a la mesa con mucha tranquilidad y con ansias de hablar. El aspecto de su rostro, resulta ser el de una persona sencillamente feliz. Al preguntarle cómo se siente, responde de manera eufórica agradeciendo a Dios por la buena salud. Empieza a narrar. Su historia parece sacada de una película, todos los relatos que trae a colación se comparan con alguna travesía emprendida por algún aventurero en tierras lejanas. Su enfermedad parece ser un capítulo largo de su vida, un pedazo de tiempo que le ha restado una década de vivir al cien por ciento; la enfermedad es ese capítulo que está por cerrarse y que se va haciendo más ajeno a él, afirma. Al principio de los diez años de travesía, vivió con algo adentro totalmente desconocido para él e inclusive para los mismos médicos;
89
90
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
aquellas personas que según el mismo dice, aparentan saberlo todo en la vida, pero su conocimiento se limita a la inmensidad de probabilidades que existen. Su pensamiento parece ser de aquellos que afirman que no hay verdades absolutas y que las respuestas a los interrogantes del ser humano, habitan en el Ser Supremo llamado Dios. “Desde un principio me diagnosticaron mal, siempre fue un corre que corre y nunca daban con el chiste, primero fue un corazón grande, luego un pronóstico de vida no mayor a un año, me prometieron una muerte segura y pronta”. Son palabras que salen desde su interior y van acompañadas con una fría y cruel decepción hacia el conocimiento científico. Durante esta parte de su relato, habla mucho acerca de un médico colombiano con acento argentino, ese mismo que sin querer describió ciertamente el gran tamaño de su corazón; un corazón muy grande lleno de emociones y sentimientos hermosos, pero físicamente igual al de todos nosotros (en cuanto a su tamaño) Fue cuando viajó hasta la ciudad de Cali, donde afortunadamente encontró a alguien mucho más profesional, alguien que además de provenir de su misma tierra, resultó ser muy compatible con su carácter; alguien muy humano. Fue él quien desmintió los argumentos del médico “argentino”. Su corazón era de tamaño normal pero tenía una arritmia que le complicaba la vida. Fue este el único diagnóstico certero del cual se derivarían todas las desgracias próximas. En aquel entonces fue su primera cirugía, en manos de su coterráneo, donde un aparatito no mayor a cuatro centímetros, lo acompañaría a todas partes. Este le permitiría controlar sus arritmias y llevar una vida “normal”. Era un marcapasos muy prometedor. Así pasaron un par de años hasta que su salud empezó nuevamente a decaer. El desvanecimiento en sus piernas lo invadía a ratos, la fatiga al caminar una cuadra lo hacía detenerse, a descansar en cada esquina. Era algo horrible, una sensación de impotencia, según lo describe el mismo. Al asistir al siguiente chequeo, por decisión del cuerpo médico decidieron observar el estado del marcapasos, que para sorpresa siempre estuvo apagado y ocupando un espacio de su pecho, algo que no ocurre con frecuencia, pero puede suceder.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Fue una gran desilusión en cuanto a ciencia médica se refiere. Su confianza en los médicos se fue apagando más y más, a pesar de que su compadre era buena gente. Como el mismo dice, estaba por largar todo y no confiar en la medicina. Nuevamente lo ingresaron a cirugía para suplir el marcapasos antiguo por uno nuevo, mejorado y con la grandiosa opción de funcionar como un desfibrilador: “Cada descarga eléctrica era como la patada de un caballo, dolía demasiado…”, recuerda en forma jocosa y sonríe ante su desgracia. Sin embargo, los médicos le decían que era para su mejoría y que si le mandaba una descarga era para que no se muriera, que lo tuviera siempre presente y no renegara. “Imagínese uno aguantando dos veces por semana aproximadamente, un dolor de esos, que aparte de dolerme mucho y hacerme sacudir, me causaba depresión; mucha gente pudo ver que la descarga me hacía estremecer”. Aunque para su fortuna los médicos ya no le daban pronósticos de muerte, sobra decir que aquel primer médico cometió un gravísimo error pronosticando su muerte. Para entonces habían pasado ocho años, no siendo los mejores años aunque continuaba vivo. Conoció a un buen médico, alguien diferente a lo que ya conocía y aunque su aspecto de relajo (cabello largo y acento paisa), no le daba toda la seguridad y confianza del mundo, la manera de trabajar, si lo hacía. Es un cardiólogo especialista en falla cardiaca, un haz de la medicina de nuestros días, por cierto muy joven. Fue este hombre quien le propuso por primera vez hacerse trasplantar el corazón y darle final a todas esas desgracias. Pero la manera en como se lo dijo no le convenció. Desconfió de su palabra y tuvo miedo. “La primera vez que me propusieron trasplantarme el corazón, tuve miedo de morir, pensé en las probabilidades de morir ante tan magna cirugía, ni siquiera lo contemplé, fue un no rotundo, no soportaba la idea de abandonar a mi familia…”. Cuenta él mismo que tal vez fue la manera como el médico le planteó el asunto de someterse a este procedimiento lo que no le hizo siquiera pensarlo. Sin embargo, el joven médico se empeñó en trabajar conjuntamente con su familia. El médico tuvo un cambio de actitud, le presentó nuevas opciones y ofreció alternativas de vida diferentes con un nuevo corazón.
91
92
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Al final, con su alma puesta en Dios, y la confianza depositada en los médicos, entregó su cuerpo para que fuera extraído su corazón. Varias horas después por fin despertó del letargo de la anestesia, un poco desubicado y lento. Cayó en cuenta de su estado y el motivo qué lo había traído hasta ahí. Mirar alrededor, darte cuenta que sigues vivo después de estar casi sentenciado a morir, es una de las felicidades más grandes que este hombre pudo alguna vez sentir. A quien sea que haya pertenecido ese corazón, le da gracias por la oportunidad más grande de su vida. “Tengo una alegría y un agradecimiento profundo por este acto tan humano y tan humilde, algo digno de honores; gracias a Dios por permitir este trasplante, por regalarme otra oportunidad para vivir y respirar”
Anexo: Conversación estructurada Entrevistador: Bueno, que le parece si empezamos ¿Cómo se ha sentido? ¿Ya quiere que empecemos o más luego? Paciente: Hagámosle de una, ¿De salud o de todo? (risas). En todo muy bien gracias a Dios. Entrevistador: Me alegra mucho, cuénteme qué ha sido para usted esta enfermedad. Paciente: Como toda enfermedad, es algo con lo que uno tiene aprender a vivir, uno lo va superando con el tiempo y se va haciendo su propia idea de bienestar y salud ¡No es mas de ahí! Me gusta mucho la manera como se ve hoy la enfermedad desde puntos diferentes a la medicina alopática, aquí entre nosotros, yo estuve en tratamiento de medicina alternativa, acupuntura y esas cosas. Por cierto es muy bueno, lo recomiendo. Entrevistador: Muy interesante eso, ¿tiene alguna idea acerca de la enfermedad que padeció?
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Paciente: Pues básicamente era una arritmia. Es como cuando el corazón se supone debe latir de determinada manera y lo hace como se le da la gana (risas). A veces esas arritmias se convierten en arritmias incontrolables, como la mía. Para esas no hay medicamento que valga, muchas veces toca cirugía, es la única solución. Entrevistador: ¿Siempre tuvo así de claro su diagnóstico? Es decir ¿Desde un principio conocía su enfermedad? Paciente: Bueno, no siempre. Desde un principio me diagnosticaron mal, siempre fue un corre que corre y nunca daban con el chiste. Primero fue un corazón grande, luego un pronóstico de vida no mayor a un año. Me prometieron una muerte segura y pronta; ni yo ni el médico sabíamos qué era lo que me pasaba. Lo del corazón grande yo estoy seguro que así es (risas) y pues lo de la muerte pronosticada para un año, heme aquí diez años después (risas). Entrevistador: Muy cierto. ¿A qué se refiere con que cree tener un corazón grande? Paciente: En lo personal creo que mi vida ha cambiado mucho a raíz de todo esto. Ahora me considero mejor persona, alguien con un gran corazón y quiero reflejar eso. Es como un antes y un después ¿Si me entiende? Entrevistador: Sí, claro, por supuesto. ¿Acá en Cali ha recibido información certera acerca de su enfermedad? Paciente: Pues como todo ser humano se equivoca (el que tiene boca se equivoca) incluyendo a los médicos, no guardo rencor contra el “argentino” (risas). ¡Porque ese man mas colombiano pa’ donde…! Sino que se las tira de aja ¡Antipatriota ese! (risas). Acá en Cali hay mucho potencial y aunque no lo sabrán todo, sí han sido muy profesionales. He conocido médicos muy buenos, el doctor Alberto, un costeño como yo, buena gente y sabe su cosa de marcapasos.
93
94
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Entrevistador: Entonces ¿Ha estado conforme y satisfecho con el trato médico? Paciente: No me puedo quejar, primero por Dios y luego por el trabajo de los doctores; después de una cirugía tan compleja como es un trasplante de corazón, de estar como estoy y tener todo el acompañamiento que hoy tengo, no me puedo quejar. Eso sería ser desagradecido ¿No le parece? Entrevistador: Si usted lo dice y viéndolo desde su punto de vista, si sería ser un poco mal agradecido, pero si se siente tan conforme ¿Por qué acudió a la medicina alternativa? Paciente: Pues yo creo que nadie tiene la verdad cien por ciento certera. Solo Dios es la fuente de respuesta de muchos de los cuestionamientos que tiene el ser humano. Pero igual, en la medicina homeopática conocí un muy buen médico, todo un profesional en su área y me parece muy interesante su manera de curar, al fin y al cabo ¡no hay como lo natural! Tomé una medicación, de esas gotitas que uno se echa debajo de la lengua, hechas a base de cosas naturales y buenas. También llegué a hacerme acupuntura, hecha por el mismo médico, que entre otras cosas es médico graduado en medicina alopática en la Universidad del Valle. Tiene su cartón en la oficina. Está especializado en esta rama de lo natural, me hizo bien, esas agujitas son una cosa buenísima. Entrevistador: A mí me causa curiosidad saber si usted de pronto sabe cuál puede llegar a ser su pronóstico dentro de unos años… Paciente: Pues a mí me ha dicho el doctor Juan que si las cosas marchan bien, sigo mi tratamiento con juicio, me cuido y toda la cosa, mi vida será muy buena. Tendré una vida normal, así como la tengo ahora porque ya no me canso cuando camino, hago ejercicios, como saludable, me siento chévere, mucho mejor que antes. Aunque usted sabe que la vida no depende de nadie sino de Dios, que sea lo que él quiera y me tenga con vida hasta cuando él quiera.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Entrevistador: ¿Qué significó para usted este trasplante? Paciente: Mucho. Es la oportunidad que me dio la familia de un joven de 17 años fallecido en un trágico accidente, de regalarme vida a mí a través de la vida de su hijo, su hermano, amigo, nieto. Tengo el anhelo de conocer a esta familia para darle las gracias personalmente pero no le es permitido a los médicos revelarme información acerca del donante, ni a la familia del donante darle información mía. Yo tengo una alegría y un agradecimiento profundo por este acto tan humano y tan humilde, algo digno de honores; gracias a Dios por permitir este trasplante, por regalarme otra oportunidad para respirar. Entrevistador: Por lo que me cuenta, al parecer la relación con todo el equipo médico se ha mantenido muy buena, a pesar de acontecimientos como el del primer médico que lo vio… Paciente: Hasta ahora, la verdad no tengo queja alguna. Tengo mucho que agradecerles a todos, porque además que ha sido su trabajo ayudarme a salir de esta enfermedad y tomar el mejor camino. Todos han sido un elemento clave en la restauración de mi vida personal y familiar. Entrevistador: Le agradezco mucho por brindarnos su valioso tiempo, en realidad, su testimonio es muy conmovedor y es una experiencia que sin duda cambiaría la vida de cualquier persona. Paciente: Siempre me gusta contarles parte de esta historia a personas que estén interesadas en escucharla. Creo que puede ayudar para la edificación de muchos y de eso se trata, que además de restaurar el cuerpo también se pueda tratar heridas del alma. Ya que enfermedades las hay de todo tipo y el espíritu a veces también se enferma. Espero haya sido de su agrado y para mi es un orgullo y motivo de agradecimiento cada vez que puedo contar la misma historia, muchas gracias a usted.
95
MĂŠdicos en paĂąales
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Juliet Alejandra Arboleda Nava
E
sta foto corresponde a un día muy especial. Yo cumplía un año de vida y mis padres decidieron plasmar el recuerdo en esta fotografía.
E
Juliana Aroca Torres
ste día fue inolvidable; aunque no sucedió lo esperado, la interacción con mi familia fue la base de todas las cosas. El amor que me han infundado desde muy niña me ha enseñado a sobrellevar las adversidades y aprender a ser una persona más fuerte.
Gabriel Eduardo Burbano Montenegro
L
a foto fue tomada cuando yo tenía aproximadamente 10 meses de edad. Mis padres me dijeron que fue una mañana de febrero; ese día, mi madre quería relajarse un poco llevándome al parque que había en el barrio (le gustan las zonas verdes). Entonces fue allí cuando me sentó en el pasto y me tomó esta foto, estrenando unos nuevos zapatos.
99
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
100
Juan David García Quiroga
E
ra un día muy especial, mi hermano me prestó su juguete favorito... yo aún no sabía cómo usarlo. Pero lo que si era cierto es que me divertía mucho con él... hasta que un día sin querer lo dañé y mi hermano no volvió a prestarme sus juguetes.
E
José David Gutiérrez Delgado
sta foto la tomaron cuando estaba cumpliendo dos años. La celebración la hicieron en la casa de mi abuela. La persona que me sostiene es mi hermosa mamá quien ha estado siempre y creyendo en lo que puedo hacer. La amo mucho. Quise mostrar esta foto pues refleja la felicidad que me acompañó en mi niñez al lado de todas las personas que me brindaban su cariño.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
E
Manuel Alejandro Matta
sta foto fue tomada el día 16 de noviembre de 1995, cuando celebraba alegremente mi cumpleaños número dos, acompañado de toda mi familia. Jugué mucho con mis primitos y algunos amigos. Hubo regalos, sorpresas, rifas, payasos, pastel, helado y dulces; todo lo que un niño a esa edad, anhela. Me divertí mucho ese día.
E
Daniela Pérez Nova
sta fotografía fue tomada el 16 de septiembre de 1997, en mi segundo cumpleaños. Estaba acompañada de la mujer que más amo, mi mamá, disfrazada de payaso solo para mi alegría.
T
enía 10 meses de haber llegado a la vida de mis padres. Mi mamá, cada mes, me hacía un recuento fotográfico para apreciar mi crecimiento. Me cuentan que me gustaban muchos los juguetes y jugar con mi mascota quien me cuidaba cada vez que mi mamá se lo pedía. Era la primera hija, sobrina y nieta en mi familia por lo que desde esa época me consienten y aman mucho.
María Alejandra Tobar
101
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
102
Natalia Torralba Oliveros
A
sí me descubrió in fraganti el lente de la cámara, y mi madre tras de el, captando las travesuras que se me ocurrían y lo divertido que encontraba en encender y apagar la luz ¿Sería por su brillo? O a lo mejor era la osadía de presionar un botón a escondidas de mamá, de ahí una mirada, junto a una sonrisilla de “Me has pillado”.
David Sandoval Rodríguez
E
sta foto, más que la captura de un momento, es la recopilación de muchos otros. Todas las noches, cuando mi papá timbraba, yo corría a esconderme para que él me buscara. Algunas veces pretendía no verme y fingía buscar por más tiempo. Otras, cuando estaba cansado, me encontraba de inmediato y me preguntaba sobre cómo fue mi día. Los escondites no eran muy ingeniosos en ese tiempo, pero con los años fueron mejorando hasta que se volvieron un reto real para mi papá. Esto no lo hago desde hace ya bastante tiempo, pero ni él ni yo olvidamos esos momentos.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Otras infancias
H F
Pedro Alejandro Rovetto Villalobos
otografía de conocido profesor de Medicina Narrativa durante su breve y gloriosa vida de torero. “Con mis queridísimas hermanas en el Hipódromo Juan Franco de Panamá, circa 1956”.
Gloria Inés Flórez Villafañe
C
elebraba mi primer año. De las pocas veces que tuve cabello ondulado, el gesto es tal cual, uno de mis rasgos característicos actuales.
Florencia Mora Anto
acia la década del sesenta en un estudio de fotografía de la época -Foto Rimolo-, la profesora junto a sus hermanos, en Cali. “Mi hermano (izquierda) dice que las sesiones demoraban todo un día”
103
Poemas
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Un poema Kelly Daniela Pinzón Jurado Aquí va un poemillo muy improvisado… Miro hacia el –cielo– ¿Y qué veo? ¿Será cielo? ¿Será mar? Una materialización inalcanzable de mis –¿Sueños? – El fluir del –Viento– Con el paso del –Tiempo– Exhalo hoy la vida que no curará Y no, ¡Que la lleve al cielo! ¡Que la lleve al mar! Si quiere Que la entierre lejos Aun así no lo podré alcanzar. Me encanta escribir lo que llamo –mí poesía– porque en realidad no sé de poesía, solo escribo. No busco que –mi poesía– sea aprobada ni nada de eso, solo escribo, sin saber con certeza de dónde salen las palabras, y lo disfruto. Hace rato oí esto: “El que se inventó los rayos X no sabía lo que estaba haciendo”
109
110
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
La muerte de un hombre Kelly Daniela Pinzón Jurado Lo he compartido todo contigo Mi alma, mi ser, mi tristeza, mi felicidad Mis secretos más oscuros Mis momentos de locura, mi intimidad ¿Por qué no has querido enseñarme tu voz? Lo he soñado todo contigo Que la lluvia nos abraza compartiendo nuestro aliento Una vida en la que no se hable ni se piense en nosotros El ser invisibles para todos, pero seguir siendo ¿Por qué no has querido enseñarme tu voz? Lo he visto todo contigo La cara vacía del tiempo consumiendo nuestras vidas En un mundo de nada, las flores envejeciendo al compás de nuestras almas Y la furia de la luz que intenta separarnos al colarse por las ventanas ¿Por qué no has querido enseñarme tu voz? Lo he sentido todo contigo La soledad de estar siempre y solo para ti El frío al rozar tu pétrea piel En el vacío de esta existencia sin sentido ni fin, solo para ti Por última vez, ¡déjame escuchar tu voz! Contigo todo lo hice, lo vi, lo soñé, lo compartí, lo sentí y lo viví Pero ¿Qué eres tú? En esta vieja cama, solo una mancha más Que no puede decir palabra alguna Y yo, que reconozco tu corazón Te veo desaparecer con el primer rayo de sol
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Sobre el lecho que espera la muerte de esta vieja alma Y que hasta el último aliento Quiso que su propia sombra le hablara.
Cinco fragmentos de poesía Pedro Alejandro Rovetto Villalobos 1) Educarte es mi propósito, amigo. Algo escondo de ti. No todo es transparente. Que la vida sea un día y su noche, claridad, compañía. 2) Un último río llega veloz, breve, profundo, claro. El desierto no sabe si es el deseo quien lo seca o la luz, la soledad. 3) Aléjate, permíteme el deseo. Calla, mira que no quiero lo ajeno: sólo esto, mi mirada. Pobre y dueño del mundo y su esplendor. 4) El agua leve cae casi callada: sólo desea que brillen las tejas sobre la oscuridad en que yacemos despiertos, atentos, equivocados. 5) Tus labios en el espejo. Tu gesto fugaz ahora. Hábil desaparece tu celeste automóvil. Jamás veré tus ojos.
111
Sirena atrapada por calamar gigante (Casi nadie ve el calamar)
El cine
117
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Amor Juan Sebastián Galindo Sánchez Sinopsis: Georges y Anne, los ochenta cumplidos, son dos profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija también se dedica a la música, y vive en Londres con su marido británico. Un día, Anne sufre un infarto. Al volver del hospital, un lado de su cuerpo está paralizado. El amor que ha unido a la pareja durante tantos años se verá puesto a prueba. Esta es la dirección para que puedan observar el abrebocas de tan maravillosa creación en You Tube (recomendada y casi obligatorio, verla completa): http://www.youtube.com/watch?v=TbN2kSOqEKM Hace tiempo estaba interesado en ver la película Amour. Incluso antes de saber cuál era su trama y personajes podía percibir la grandeza de aquel film por sus innumerables nominaciones a los premios de la academia, además de haber sido la ganadora de la mayoría de los festivales de cine celebrados en Europa (tenido presente la Palma de Oro otorgada en el Festival de Cannes). Mi primera impresión fue algo pintoresca y desbordantemente errada; pensé que tal vez se trataba de alguna historia aburrida de un par de viejitos viviendo en su lúgubre casa, en donde se pudiera observar su rápido deterioro llegando a la inminente muerte de alguno de ellos. Como amante del séptimo arte, uno de mis rituales favoritos es hacer los preparativos para ver la entrega de los premios Oscar en la televisión. Como normalmente se transmiten a tardías horas de la noche prefiero verlos en la comodidad de mi habitación, preparo algún bocadillo ligero y me dispongo a abrigarme con mis gruesas sabanas
118
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
mientras espero con ansias a que dé inicio. Me gusta ver las películas que están nominadas en las diferentes categorías, pero por razones de estudio y sobre todo de tiempo no tuve la oportunidad de reflexionar en más de dos (las que a mi parecer tenían alta probabilidad de poseer tan preciadas estatuillas). Observé con sorpresa que Amour sería la ganadora de la categoría a mejor película extranjera, tal vez la gran admiración que despertaba en el público me estaba animando para no quedarme con la intriga de conocer más acerca de esta. Después de ver la ocupada agenda que se aproximaba en los siguientes días, decidí posponerla para alguna de las últimas semanas del semestre, o bien, cuando me encontrara de vacaciones. Afortunadamente en la clase de medicina narrativa la profesora Florencia tenía planeado la proyección de la película, siempre tan asertiva en escoger cintas sublimes. Al principio nos advirtió que el trato de la película no era al que estamos acostumbrados (refiriéndose a las obras estrambóticas y un poco ruidosas de Hollywood); pensé que era muy personal de los cinematógrafos europeos. Teniendo en cuenta mis experiencias pasadas con estas temáticas reflexivas y algo lentas, tenía que tomar disposición para que a mitad de la película mis parpados no se cerraran sorpresivamente. Para mi asombro, desde el comienzo de la película no puede quitar la mirada de la pantalla, cada detalle era sumamente importante, todos los objetos y acontecimientos se unían de tal manera que era imposible perderse en su trama. El abrebocas de la película capta la atención inmediata del espectador, en los primeros tres minutos surgieron muchas incógnitas en mi cabeza que trataban de resolverse con posibles especulaciones. Con las primeras imágenes tocaron sentimientos profundos de muerte y por alguna razón percibía alegría en el lecho floreado en donde descansaba el cuerpo de la longeva dama. Ya que la clase tiene duración de dos horas, y la película en cuestión dura más tiempo del que disponíamos, nos vimos en la penosa y no muy agradable obligación de dejar el final para la siguiente oportunidad que sería dentro de ocho días. A mi parecer es algo
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
inhumano dejar en “veremos” los últimos 20 minutos de tan semejante perfección, es como si estuviera a punto de terminar un delicioso helado en donde me arrebataran la cereza que estaba guardando celosamente para el final. Posteriormente tenía clases de Infecciones e Inmunidad, pero no puede estar atento e incalculables veces mi mirada se perdía en el profesor en donde trataba de hallar el final del film, y de esta manera pudiera disminuir mi sufrimiento, en cierta parte, al no saber cuál sería su desenlace. Al llegar con prisa a mi apartamento, no esperé ni un minuto para buscar la película y empezarla a cargar en calidad HD, porque sería la única forma en la cual podría conectarme de nuevo con el ritmo un poco insensible que se presentaba en las últimas escenas observadas en el salón de clase. En la parte del clímax no podía creer lo que estaba ocurriendo, todas las escenas que con ingenuidad me imaginé no tenían la menor comparación con lo ideado por el director austriaco. Tenía algunos sentimientos encontrados que sinceramente se interponían unos con los otros, llegando al término de no saber si odiar o admirar a Georges. Tal vez era un viejo demente que en medio de su dolor, desesperación y soledad decidió ponerle fin a la vida de Anne (y creí que una vez pudiera coger a la paloma también esta sería víctima de tan espeluznante homicida). Era necesario repetir las escenas cuantas veces fuera posible para tener todos los elementos claves y poder meditar mejor lo que despertaba en mi mente. Finalmente pensé que de ninguna otra manera se hubiera podido lograr el impacto que suponía tal secuencia, y que aunque cruel, representaba de manera fiel el título que llevaba en su encabezado: “Amor”. Como médicos en formación, hacemos poco a poco acercamientos a la temática de la muerte. Algunas personas tienen la valentía de asumirla, otras la evaden a toda costa y reprimen cualquier aproximación a esta; pero los médicos independientemente de nuestra postura, debemos aprender a vivirla porque hace parte intrínseca del ejercicio profesional.
119
120
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
De alguna manera, en el contexto de una película, nuestra mente puede procesar la muerte como una ficticia condición de lo que se está proyectando, al tener el concepto de película como una obra de arte cinematográfica, la cual narra de una manera audiovisual, un hecho. Inmediatamente lo transponemos como sucesos irreales, en los cuales se tienen: un guion adaptado, actores que no son las personas que vivieron en sí el relato y una edición sistémica que puede moldear a su antojo el curso de la historia. No sé hasta dónde se haya seguido la intención de la historia real, pero lo importante es que se maneja una temática que se tiene en la naturaleza humana y no es ajena a la vida misma. Algunas personas les parecerá irrelevante el trasfondo de lo que se dio a conocer con la película, tal vez no tengan algo que yo llamo “apertura o empatía cinematográfica”, que no les permite sentir o hacerse parte de la misma realidad del personaje, que aunque actuado, no deja cortar su esencia y lógica narrativa. No estoy muy de acuerdo con la acción de Georges, pero de igual forma el deseo de Anne me parece de suma importancia en cuanto a su decisión de vida o de muerte. Es fácil lanzar críticas a personas que tengan acciones incorrectas (malas) para el pensar de nuestra formación socio-cultural; pero la perspectiva cambia cuando nosotros mismos hemos experimentado tales situaciones, con todos los sentimientos y pensamientos que despiertan en la frágil índole humana. Solo de esta forma tendremos la seguridad de comprender en su totalidad las decisiones tomadas; por mi parte, trato de tener la mayor conexión posible con el actor que con su gran ingenio y profesionalismo, me lleva a la materialidad del propio personaje en cuestión. Algunos intelectos tomarán la temática del film, que podría transponer temas más realistas y cotidianos como la eutanasia, como un acto maligno y sin perdón alguno, merecedor de todo reproche llevándolo hacia el concepto religiosos de pecado. Por mi parte, valoro en gran medida la vida de todo ser, además mi formación como médico indica que debemos velar por el bienestar de toda persona, sin importar su
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
condición y situación. Pero igualmente estoy consciente del sufrimiento que representan las enfermedades, como la parálisis que sufrió Anne, observando que su desarrollo como persona no podrá seguir y cada vez más va perdiendo conexión con su realidad, dejando vestigios de su poca personalidad creativa o funcional. Al ver las escenas, es inevitable que lleguen a mi mente las personas que amo: madre, padre, abuela, hermanos, tíos; creando así una perceptiva de vista más difícil de abordar y que conlleva temor a perderlos. No me sentiría capaz de terminar con la vida de alguien, por muy noble que fuera la razón, ya que creo que mi propia conciencia no podría soportar la pesada carga. Es inevitable que mis ojos se agüen al ver el rápido y doloroso deterioro de Anne, como una persona va perdiendo progresivamente sus funciones corporales quedando incapacitada en la cama por el resto de su vida; el cuadro es aterrador y espeluznante para cualquiera. Se tiene confinamiento de su ser en una prisión que siempre la mantendrá cautiva mientras cada vez más, va perdiendo su propósito de vivir. Para ser sincero, el final de la película no fue tan claro al comienzo, fue imprescindible repetir cinco veces los últimos diez minutos para tener un concepto coherente del acontecimiento. Lo asombroso es que cada vez descubría cosas nuevas y hallaba elementos que ayudaban a tener una mejor interpretación. Fueron muy confusas en especial las últimas escenas, donde Georges está acostado y de repente escuchaba sonidos en la cocina, sorprendentemente estaba Anne fregando los platos de forma tranquila; parecía que todo lo anterior hubiera sido un sueño amargo del que se habría escapado fugazmente hacia la seguridad de lo cotidiano. Tal vez una de los signos más representativos del film sea la paloma. No se sí es algo inusual que una paloma entre por las ventanas de un apartamento parisino, pero su aparición era realmente significante para la reflexión que se debía de tratar. Lo tomo como una representación simbólica de la libertad de vida (aunque esa sea su atributo por sí mismo). Profundizando más en esta oportuna y contextualizada figura, podría
121
122
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
pensar que el director la toma como un objeto simbólico, en donde se proporciona el sentido del actuar del protagonista principal. Georges no podría soportar ver la prisión angustiante que retenía un alma pura y libre como la de Anne, que aunque la hubiera querido abrazar y tenerla cerca hasta su muerte, comprendió que la única manera de seguir en tal armonía con ella era concederle su felicidad, aunque esto conllevara la muerte. El amor verdadero no tiene final feliz, porque el verdadero amor nunca termina (qué manera más ilustre de esclarecer tal pensamiento). Haciendo referencia a estos hechos, la profesora Florencia explicó que el director había premeditado el final del film en los primeros minutos, al mostrar el elaborado lecho de muerte de Anne, y por otra parte, al final se habría incluido escenas muy tempranas en la historia, en donde no era remotamente pensable los siguientes desafortunados sucesos, graduales pero directos. Mi incógnita de por qué Georges se mostraba tan sorpresivo cuando vio a Anne en la cocina, aún ronda en el aire; no dijo palabra alguna y sus acciones eran algo torpes, pareciera como si estuviera en shock. Claro que solo son especulaciones de un aficionado, lo impresionante es que el director deja un papel en blanco en el cual podríamos plasmar infinitas posibilidades sin dejar en clandestinidad su objetivo cinematográfico, cosa que solo podría hacer un verdadero maestro del séptimo arte. La película por sí sola no puede dejar de ser tan impactante. Nos trae a conciencia una temática que pocas veces tocamos en la vida cotidiana por diferentes razones como el sufrimiento y la frustración; pero sobre todo hace parte de la misma condición humana en donde nos demuestra la mortalidad presente desde el nacimiento y la mundana duración del cuerpo terrenal comparado con la trayectoria irracional del preciso tiempo divino.
Angustia
La muerte de
los seres queridos
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Sin medir distancias (El día de la madre) Zulay Alexandra Alvarado Navarro Ni siquiera imaginé que ese día cambiaría mi vida de una manera tan radical. Fue ahí cuando llegué a la conclusión de lo mucho que valen los pequeños detalles de la vida, una sonrisa, un abrazo, un beso, una palabra de ánimo y hasta el poco tiempo que se le puede dedicar a alguien. Y sí, es increíble cómo esa mañana al levantarme con la ilusión de volver a verla, recibí el inevitable frío de su ausencia. Todo comenzó a las siete de la mañana de aquel domingo que marcó el inicio de mi pequeña e indiferente soledad; al levantarme y quedarme sentada al borde de mi cama observando la incandescente luz del sol y meditando ciertas cosas, sólo oraba con ansiedad de obtener una respuesta. Mi madre, el ser que me dio la vida, aquella persona que más de una noche se desveló por mi causa, quien siempre estuvo dispuesta para mí, la que nueve meses luchó para tenerme y a quien esperaba contarle todas mis experiencias de la vida, se había sometido a una cirugía de casi quince horas el día anterior. Se le había descubierto un tumor que poco a poco invadía su cerebro y no paraba de crecer. Luchó, no lo niego; trató de sostenerse en el delgado y corto hilo de la vida, aferrándose a la necesidad de verme crecer y ser otra persona. Muchas cosas pasaron por mi mente aquel instante en el que llorando, papá entró a mi cuarto y tomándome en sus brazos me susurro al oído… se nos fue, se nos fue.
127
128
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Yo no quería pensar lo ocurrido. Por un momento quedé inmóvil y ni siquiera podía llorar. Caí al suelo y con un suspiro muy grande, trataba de hallar la lógica de aquella noticia pero tras unos minutos, me desgarré en un llanto profundo e incontrolable de esos que salen del alma y que nadie puede contener. De rodillas, sentí la necesidad de pedir fuerzas a Dios para aceptar su voluntad y tratar de enfrentar una realidad “la muerte”, silenciosa e inoportuna, que llega dejando un gran vacío para quienes no pueden acompañarla. Ninguna palabra que yo escriba en este momento de la noche, puede expresar lo que se siente no tenerla a mi lado y no sentir en mi ser ese delicado y sutil abrazo que siempre me convenció de que todo estaría bien y que a pesar de que empezaba a enfrentarme a la realidad no habría nada que temer. Y realmente tenía la razón. Lo único a lo que sentí mucho temor fue a enfrentar una vida sin ella, pero aquí me encuentro en mi habitación. Tres años después, una copa de vino y lágrimas en mis ojos me dan la oportunidad de revivir ese momento, momento que me derrumbó, no lo niego. También sacó lo fuerte y guerrera que sería. Sé que ella no estará en mi grado, ni en mis próximos cumpleaños y tampoco en mi matrimonio. Aunque quisiera seguir llenando mi vida con ella, no puedo hacerlo. Pero sí puedo tener su imagen y recuerdo intactos, como guardiana de mis sueños e ilusiones por cumplir. Por todo ello, no creo que hoy sea el día de la madre. Creo que debería serlo todos los días porque nunca es demasiado tarde recordarle a alguien cuanto lo amamos, quizá mañana sea demasiado tarde.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
El día que marcó mi vida Mario León Mejía Borja Sonó el timbre de salida de mi colegio y decidí salir de mi salón, con calma. Parecía un bonito día porque estaba algo nublado, y siempre me han gustado los días oscuros. Me dirigí hacia el lugar donde se guardaban las bicicletas para reclamar la mía. En ese momento había tenido que ir a mi colegio en bicicleta, porque los gastos médicos de mi padre eran muy costosos y la situación económica de mi hogar se había tornado difícil. Tomé mi bici y salí rumbo a mi casa. En el trayecto aprovechaba el momento para filosofar y pensar en mi futuro. Me detuve a comprar pollo. Sabía que en casa me esperaba el almuerzo pero ese pollo me gustaba mucho. Comí despacio porque no quería llegar rápido a la casa. Mi padre padecía cáncer en el cerebro desde hacía un año y medio; mi madre sufría por el estrés y por esta razón, el ambiente en mi casa no era agradable. Después de terminar mi pollo, tomé mi bici y me dirigí a casa. Siempre disfrutaba del viento fresco de los días oscuros. Al llegar no alcancé a frenar a tiempo, y me estrellé con la puerta de mi casa. Ni siquiera tuve que timbrar porque mi mamá se percató de que era yo, y cuando abrió la puerta se estaba riendo por lo que acababa de suceder. La empleada del servicio de mi casa se asomó para recibirme y también tenía una sonrisa en su rostro por el incidente con la puerta. Mi padre había tenido que ser trasladado a mi habitación, que era la primera con la que te encontrabas al recorrer mi casa. Era muy difícil trasladarlo al segundo piso, donde estaba su habitación. A él le habían dicho que su enfermedad era terminal y que su cáncer había hecho metástasis. Las funciones normales que todos tenemos, como hablar, comer, caminar, mirar, las había olvidado; y otras como respirar, con el tiempo las estaba olvidando.
129
130
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Al pasar por su habitación, pude darme cuenta que tenía demasiada dificultad para respirar. Llamé a mi madre para informárselo, y ella preguntó confundida si esa respiración era anormal ya que estábamos algo acostumbrados a su continua asfixia. Yo le dije que era necesario que llamara a la médica encargada para que lo analizara. Ella tomó el teléfono y le informó que algo no andaba bien con mi papá y que si podía venir de inmediato. Parecía que a mi padre cada vez le faltaba más el oxigeno. Hacía un gran esfuerzo por respirar. Yo solo le rogaba a Dios que por favor el estado de conciencia de mi padre no fuera suficiente para razonar sobre lo que le estaba sucediendo. Mi madre llamó también a mis hermanos que estaban en el segundo piso, y les informó que mi papá no podía respirar bien. También tomó el teléfono para llamar a mi hermana que estaba en el trabajo y decirle que viniera, porque mi papá estaba muy mal. Mi mama entró en una especie de desesperación y no era capaz de observar lo que le estaba sucediendo. Mis dos hermanos y yo nos paramos alrededor de la cama donde se encontraba mi padre y lo observábamos. En un momento dejó de respirar por completo. Tuve que practicarle respiraciones de boca a boca hasta que recuperara su ritmo normal. Pero no tardó en volver a dejar de respirar. En ese momento tomé la difícil decisión de no reanimarlo porque era consiente que su enfermedad era terminal y su muerte era inevitable. Prolongarle la vida significaba prolongar su sufrimiento. La impotencia me invadió y tuve que luchar contra el deseo de retener su vida. Puse mi oído sobre su pecho para escuchar sus últimos latidos. Escuché cinco latidos y su corazón se detuvo para siempre. Coloqué mis dedos índice y medio en su cuello para confirmar que ya no hubiera pulso. En efecto, no pude sentir nada. Su piel empezó a tornarse de un color amarillo, y sus labios perdían el color rosa.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
En un parpadeo mi casa empezó a llenarse de personas. Mi madre entró a la habitación y mis hermanos y yo la miramos con resignación. Le informamos que mi padre había fallecido. Una de nuestras vecinas se acercó a mi madre, con la intención de abrazarla para decirle que lo sentía, y en ese momento mi madre se sentó en una posición de cuclillas, agarró su cabello con las manos y gritó que no la tocaran. No tardó mucho en mantenerse así, luego se paró y fue hacia la cocina. Al poco tiempo, mi hermana entró a la habitación, lo observó, se despidió, y se limitó a seguirlo observando. La doctora entró, tomó sus signos vitales, una lágrima rodó por su mejilla y nos abrazó a todos a excepción de mi mamá. Minutos después, mi madre entró a la habitación y con su rostro lleno de esperanza combinado con lágrimas, nos preguntó si era posible que él no estuviera muerto. Que si solamente estaba desmayado o dormido. La doctora le dijo que ya había fallecido. Nuevamente rompió a llorar. Me acerqué a mi padre, lo acaricié y me percaté de que todo su sudor se había secado ya. Al poco tiempo llegaron las personas de la funeraria, lo tomaron sin ninguna delicadeza y lo metieron en una bolsa negra como las de las películas de asesinatos o accidentes; se llevaron su cuerpo del hogar donde vivió por tantos años y al que no regresaría jamás. Ya han pasado dos años, un mes, dieciséis días, doce horas y veinte minutos desde aquel día. Mi madre dice que no puede recordar nada de lo sucedido ese día. Yo en cambio, lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Es normal que los seres humanos no valoremos las cosas, hasta que carecemos de ellas. Esta experiencia me hizo ver el mundo de diferente manera. Pude darme cuenta que la familia es quizás el tesoro más grande de una persona. Por eso, mientras nos sea posible, debemos valorar a la familia. Espero que aquellos que lean esta breve crónica aprendan a darle valor a sus familias sin la necesidad de pasar por lo que yo he pasado.
131
132
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
El diagnóstico de la muerte Juan Martín Mancera Alzate Mi abuela Josefa siempre fue una mujer saludable. A pesar de sus “achaques” producto de la vejez (comunes en toda persona mayor), su organismo presentaba una buena condición, era una viejecita muy saludable. Vivía sola con su empleada del servicio, quien además de acompañarla la cuidaba. Todas las mañanas solía levantarse a las cinco de la mañana, rezar el padre nuestro y tomar un baño de agua fría, una vida que cualquiera envidiaría. El único problema que tenía era la osteoporosis, que día a día le ocasionaba malestar. A pesar de eso, llevaba una vida normal. En diciembre del año 2011, sucedió lo inesperado. El día 20, un día normal para la familia y para cualquier persona, mi abuela llamó a mi padre. En esta ocasión no fue con intención de saludarlo, sino para expresar que sentía un gran dolor en su pecho. En un principio, pensó que podría ser un infarto, por lo cual decidió llamar inmediatamente a EMI para que la revisara. En esa oportunidad la atendió una médica muy joven, que según le dijo a mi padre, era recién graduada de médica general. Al revisar a mi abuela, el diagnóstico fue que tenía un dolor muscular, que podría asociarse a la osteoporosis que padecía. Para eso le mandó un antiespasmódico, que mejoró sus dolencias por unos días. Los días siguieron pasando, y después de continuar con su medicación, el dolor volvió a aparecer con más intensidad. De igual forma se llamó a EMI, y la misma médica de la anterior ocasión la atendió y le recetó morfina para calmar el dolor. Esta vez mi madre se sintió inconforme con el diagnóstico y exigió el traslado inmediato de mi abuela a un hospital, a que le hicieran un ECG para descartar un
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
infarto. La médica solo dijo –respeto su decisión, sin embargo estoy 100% segura de que no es un infarto–. Cuando llegaron a la clínica, el resultado del ECG fue infarto agudo de miocardio, hecho por el cual se remitió a UCI y se le suministró la medicación adecuada. Al día siguiente, mi abuela volvió a sentir el mismo dolor intenso del día anterior, pero esta vez entró en paro, y a pesar de los esfuerzos de reanimación, mi abuela falleció. A veces pienso que si la médica hubiese realizado un diagnóstico adecuado, mi abuela quizás no hubiese muerto.
El día en que subimos seis y regresamos solo cinco Daniela Velasco Espinal A mi amigo, que aún vive en mi alma Y al que le debo gran parte de lo que soy. Te llevo conmigo. Más que una anécdota, fue una experiencia que aún cambia mi vida… Vivir o morir, sí o no. Casi nunca pensamos que en un segundo todo cambia, el día más soleado se vuelve el más gris y oscuro de tu vida. Quiero recordar, pero recordar con tranquilidad, el día en que todo cambió. Como siempre, estábamos juntos, disfrutando una vez más unas vacaciones que esta vez sí serían inolvidables. Llevábamos ya varios días en Miami, sol, playa y arena. Esa mañana queríamos algo diferente; le propusimos a los papás de David, mi mejor amigo, que
133
134
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
saliéramos a alta mar en el bote de la familia. Queríamos divertirnos y entretenernos. A las 10:00 a.m. ya íbamos a medio camino y todavía veíamos la costa. Al alejarnos lo suficiente, después de dos horas navegando, a Isaac, el hermano menor de David, le dio nauseas. Su padre entró con él a una habitación e intentó hacerlo dormir, pero empezó a llorar y lo mejor fue darle una pastillita que le quitaba el mareo y lo hacía dormir. Esta pastillita al final sería su mejor aliada para no darse cuenta de todo lo que pasó. David, su madre y yo, habíamos pedido que detuvieran el bote para meternos al mar. Estaba haciendo un sol horrible y el calor era insoportable. Saltamos los tres al agua, agradecidos de que estuviera tan fría y nos refrescara tanto. A los 12 años no le temes a nada y tus preocupaciones se reducen a nada; pues bueno, nosotros no éramos la excepción. Nadamos en todas las direcciones, apostamos carreras sin ninguna meta fija, una y otra vez, aguantamos la respiración y hasta nos sumergimos a hablar debajo del agua. Después de casi una hora y media yo estaba agotada; así que me iba a devolver a la parte de atrás del bote a imitar a la mamá de David que se estaba bronceando o al menos eso era lo que se disponía a hacer cuando todo pasó. Más rápido de lo que sentí y más lento de lo que recuerdo, escuché un ruido, más bien, como muchas olas golpeando fuertemente; no encontraba de dónde venía ese ruido. Lo siguiente que recuerdo es ver y escuchar a la mamá de David en una desesperación total, gritando y gritando, entre el nombre de su hijo y la palabra auxilio. No la escuché más. Muchas cosas pasaron a la vez, la vi entrar al agua con el mayor de los afanes. Lo segundo y tal vez lo único que no habría querido ver en mi vida, fue a mi mejor amigo golpeando el agua con toda su fuerza e intentando con todas sus ganas alcanzar la superficie. No entendí lo que pasaba. Solo estaba ahí, viendo como todo ocurría. Un segundo después, llegó el papá, que al parecer entendió de inmediato que su hijo
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
se estaba ahogando, que su esposa iba a ayudarlo y que él debía hacer lo mismo. Un instante más tarde había alcanzado a su esposa, pero como un muro que no permite que nadie avance se escuchó la voz del conductor del bote que decía: Si se acercan a él, todos morirán. Mi mente no podía entender cómo en la misma oración podrían estar mi amigo que tanto amaba y la muerte. En ese momento el ruido de las olas golpeando fuertemente paró. No había entendido ni jamás entenderé cómo ese ruido me traía paz y el momento en que dejé de escucharlo entré en desesperación. El había dejado de luchar, no lo veía, no lo escuchaba. Su padre tenía abrazada a su madre, pero no seguían nadando hacia las olas. Todos estábamos suspendidos; todos, menos el señor que había gritado. Tiró dos salvavidas al agua para los padres y lo siguiente que hizo fue tirarse al agua con un tercero, nadó hasta el agua que aún estaba turbia y se quedó ahí. Fue un tiempo tan largo que mi desesperación llegó al límite. Grité, grité y grité, como jamás lo haré, quería una respuesta, quería su respuesta, y ¡me caí a llorar! Mi amigo ya no estaba, no me respondería jamás. Entender eso, que en minutos ya no tienes lo que tanto amas y aprecias ha sido lo más duro que he tenido que vivir. Aunque con lágrimas, seis años más tarde lo recuerdo. Debo decir que el valor de la vida, el amor de unos padres y los instantes de felicidad, pueden mantener viva a una persona. Mi historia no termina ahí. Pero ese fue el día en que nos subimos seis al bote y solo regresamos cinco.
135
De fiesta
Otros textos
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Onomástica María Alejandra Torres Campo Un siglo después de la revolución industrial, la antigua ciudad de Fátumos se encontraba en una crisis antroponímica catastrófica. Cuatro generaciones contiguas combinaban apenas unos cuantos nombres debido al momento histórico y su dogma más importante: una especie de oráculo moderno en el cual el nombre determinaría el destino de su portador. Si se visitaba un bufete de abogados en búsqueda de alguien en particular, era necesario mencionar el nombre, cuatro apellidos y además el nombre del padre, pues Alejandro, el defensor de los hombres, no era muy específico. Así sucedía con las grandes empresas, clínicas, entidades gubernamentales, etc. La población estaba muy contenta con la productividad que había alcanzado, estaban próximos a ser potencia. Sin embargo, como todo lo que el hombre domina, en algún punto se tropieza con un conflicto de intereses. Se había creado un desbalance de oficios. El concepto de arte ya no significaba en este contexto. El destino de la humanidad había perdido el sentido. Athan estaba muy entusiasmado por su primer día de colegio. Realizó todo un ritual antes de decidirse por fin a abandonar el espejo y salir de su casa en la mañana. La primera clase que le asignaron fue Literatura. Pensó en lo suertudo que era, pues siempre había sentido curiosidad y atracción por los libros de la inmensa biblioteca en la cual su padre pasaba tardes enteras. El primer ejercicio de clase fue presentarse y explicar el significado de sus nombres. Estaba muy ansioso por salir a hablar, se
141
142
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
sintió especial pues había escuchado reiteradamente: Sakae, la que trae prosperidad; Jared, el gobernante; Jasón, el que salva y cura. Cuando llegó su turno de salir explicó: “Yo soy Athan, el inmortal”. Se escuchó una risa perturbadora y discriminatoria al unísono, le gritaban que sería un bueno para nada, que no iba a poder trabajar, no ganaría dinero y tendría que aguantar hambre, que definitivamente no había cabida en esa ciudad para él. Pensó que tampoco había alguien que se llamase Athan para contradecirlos y a pesar de los comentarios, se consolaba pensando que así como ellos, había nacido en esa ciudad y el dogma tenía que aplicarse para él también. Todos sabían que era imposible ser inmortal porque había un destino más fuerte e inevitable al cual estábamos supeditados: la muerte. La profesora lo miró comprensivamente, como disculpándose por los otros niños. Athan arrugó el pecho y bajó la mirada, no tuvo el valor para pedir explicaciones así que se sentó aburrido y guardó silencio. La situación se mantuvo durante muchos años y ya no se contentaba con saberse ciudadano de Fátumos. Los niños habían apagado la voz del pequeño Athan para siempre, así que sin más qué hacer, empezó a devorarse la biblioteca de su padre. No tuvo más remedio que expresarse a través de las palabras y naturalmente Athan se convirtió, con la resignación del marginado, en escritor.
The offering Saulė Stonkutė We will be laying tonight in the garden, lazily enjoying the last smiles of the sun. I will see her flawless hair slowly moving in a soft wind, and admire her long legs. One does not simply describe the perfectness, but in this case no defect or mistake could ever be found. The way she runs around our house, the way she brings the food, the way she never
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
gets tired or annoyed, the way her eyes sparkle at the time of sunset and the way she wraps all over me while we are falling asleep tonight. However, the perfectness requires sacrifice. And it fills me full of pride to think that I can help my love –being devoured by her, becoming her next meal– to produce a new generation of young garden spiders. That will make the circle perfect, because tomorrow I will go away to give new life to this world. The web slowly moves in a chilly evening’s wind, as my love and curse falls asleep.
El primer aliento de vida fue asepsia María Camila Sierra Zuluaga Santiago de Cali, abril 16 de 2013 Querido Dr. Muelitas: Esta carta es para que usted comprenda de dónde viene lo que se denomina en estos remotos tiempos del cólera, la neurosis obsesiva. La energía que implanto a cada uno de mis rituales pertenece a un único e indescriptible verdadero amor, que carcome mis entrañas, agota mis ganas de persistir ante la incertidumbre de no saber qué hacer, al igual que consume mis largas noches en vela, que paso pensativa ante la idea de lo remoto y lo imposible en los arduos tiempos del hoy. En las noches bajo el frío de la temporada, la luna y las estrellas son jueces de mis desvelos al recordar que primero fue el aliento de vida, y ante mis ojos cerrados al mundo, el primer olor inspirado en la apertura de mis alvéolos, no fue el hierro proveniente de mi madre, sino el indescriptible aroma del alcohol antiséptico esparcido por el recinto en el que mi progenitora fue atendida.
143
144
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Con una palmada en mi parte posterior denominada según he aprendido en los recovecos del recinto bibliotecario, glúteos, se consolidó la existencia de la vida inspiradora y luchadora de una niña con un sueño del tamaño del universo y un corazón que fuese lo más cercano a la benevolencia infinita del mundo. A medida que fui creciendo, vagué sobre las calles hasta tardías horas nocturnas que me ayudaban a conocer la verdadera humanidad fuera de la utopía. En esas sombrías heladas, la verdadera humanidad salía a relucir; ante el sufrimiento y el padecimiento, mi alma se acongojaba, se entristecía; ante la crueldad del mundo, mi fuero interno se apagaba cual luciérnaga en sus últimos instantes. Como la llama de una fogata que se extingue con el pasar del tiempo y el helaje de la noche. Decidí pues dejar que el instinto se apoderara de mi cuerpo y mi esencia de la acción implantada por aquello que sería más grande que mi propia existencia. Comencé a desplazar mi compulsión al intento de lectura del cuerpo humano y sus padecimientos. Era una esclava de mi inspiración y del deseo. Mi familia no me reconocía pues ya consideraban que estaba loca, neurótica o tal vez histérica. Es cuando usted entra en el panorama… y sé precisamente lo que dirá y diagnosticará, pues he leído los libros de psiquiatría y lo que se conoce de este amplio ámbito, aproximadamente unas tres veces ya. Y sé que probablemente ante los ojos de Freud, analizará mis comportamientos como carencias relacionadas con la sexualidad, específicamente por la extraña razón y sentimiento que invade mi cuerpo de no querer aún estar en una familia y cumplir la cíclica historia de mi madre. Tengo un leve presentimiento que le parecerá un tanto extraño e irracional, en todo caso le comentaré… presiento que estoy hecha para grandes cosas, tal vez mi mundo esté al revés y sea de paso en paso, pero qué más loco que pensarse a una mujer en el mundo de los hombres como médico. Por mucho tiempo dormí entre las páginas, las líneas y las anastomosis descubiertas hasta el entonces, pensando constantemente entre los fármacos y los descubrimientos de la temporada en el constante mañana, que traía con el solsticio las expectativas de una vida de servicio y un verdadero propósito.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Aún con 78 años y ya en mi lecho de enfermedad, comprendo entonces que el padecimiento del cólera no ha sido ganado de forma arbitraria y más por las largas exposiciones en busca de respuestas y nuevos descubrimientos que quitarán el aliento a mi inquietud. Al final del camino comprendí que después de muchos rechazos, desilusiones y sacrificios que parecían ser absurdos e innecesarios, puedo ser capaz de ser tan buena como aquellos hombres que pretenden saber y conocer la forma en que se presenta la patología, lo que me lleva a decir que lo que tengo no es una neurosis obsesiva. Aquello que me mata no es lo que se conoce en estos tiempos como cólera, sino que el corazón y la esencia a la que baila mi alma no cabe dentro de mi remoto y pequeño cuerpo. De nuevo le repito, que usted podrá hacer el diagnóstico que desee, pero sé con certeza cuál será el mío y lo fidedigno del mismo; no es neurosis obsesiva, no es cólera y tampoco es algo orgánico. Es el retumbar de mi alma contra las paredes de mi cuerpo que gritan por ser libre del pensamiento épico de la sociedad en la que vivimos y el desespero que una vez sentí ante la impotencia de una ideología retrógrada que no me permitió en todo caso ser quien estaba destinada a ser. Con esto concluyo la carta diciéndole de nuevo que clamo por libertad y con este último suspiro descanso finalmente en paz. (Con un largo suspiro y una mirada determinante la mujer dio su último profundo aliento de vida y dejó reposar la pluma sobre su lecho mientras la tinta se regaba sobre el papel) EN 1993 Nace una preciosa niña que con la palmada clásica en sus glúteos, estipulada desde los tiempos del cólera, se consolida la existencia de una nueva vida, que resulta ser inspiradora y reflejará en un futuro un sueño del tamaño del mundo y el corazón más cercano a la benevolencia del mundo. Con sus ojos cerrados ante el mundo su primer aroma no fue el hierro proveniente de su madre, sino que la primera bocanada de aire que permitía la expansión de sus nuevos alvéolos, su primer aliento de
145
146
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
vida fue asepsia… Esa niña soy yo… y con un profundo suspiro puedo decir que mi primera palabra fue libertad y la primera frase compuesta fue... estoy hecha para cosas grandes.
Acufenos y fosfenos R.H. Después de realizar un acercamiento concienzudo frente a cómo trabaja la mente humana, es ingenuo no pensar la realidad individual como una heterotopía. Se define “heterotopía” como aquel concepto usado por Michel Foucault para describir estos lugares y espacios de otredad sobre los cuales la autoridad de lo real se comienza a cuestionar; espacios físicos y mentales que no se encuentran ni aquí ni allá y que, incluso, pueden perder la temporalidad. Hay momentos en los cuales esa fantasía que depende de redes como aquella que comienza en nuestra retina, viaja por los nervios ópticos hasta nuestro quiasma (donde se escinden las fibras ópticas hemilaterales temporales y nasales de sendos ojos), visita nuestros núcleos geniculados laterales del tálamo y finalmente llega por medio de las radiaciones ópticas al lóbulo occipital, y se pone en duda; algunos de estos, explicables desde una aproximación fisiológica. Dimetiltriptamina, dietilamida de ácido lisérgico, psilocibina, mescalina, esquizofrenia, diversos tipos de epilepsia, tumores, infecciones, etc. La neurología, psiquiatría y toxicología médica han sido conscientes durante eras de lo frágil que es lo real. Una pequeña arteria estalla y una anciana es incapaz de reconocer el lugar en el que ha vivido la mitad de su existencia, un joven inhala el humo generado por la combustión de un polvo amarillento en una pipa de vidrio y quince minutos de su vida se hacen milenios de fractales luminosos y voces que revelan ante sus ojos todas las verdades del universo, un padre de familia se expone al detonador de una enfermedad mental y aquellos
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
niños que fueron sus hijos adorados ahora son demonios que desean alimentarse de su alma. ¿Hasta dónde se puede denominar sana la percepción de un individuo? Lo que yo veo todos los días y aquellas emociones y pensamientos que le proveen una forma a los eventos que yo llamo realidad no son los mismos estímulos que usted, lector, experimenta; posiblemente algún estimulo suyo y mío coincidan de vez en cuando, pero nunca todos en la misma combinación. ¿Entonces cómo podemos decir que usted y yo vivimos en la misma realidad, de manera hegemónica? ¿Cómo podemos establecer una convergencia tan amplia como para decir que su mundo y el mío se rigen bajo los mismos criterios y axiomas si esos dos vastos universos solo presentan un par de intersecciones? ¿Entiende mi punto? Es ingenuo no pensar al respecto de la realidad individual como una heterotopía.
Mi robot y yo Isabella Delgado Quintero Era una tarde gris, cuando empecé a imaginar cómo podría construir un robot para que me acompañara en esos días de melancolía. Comencé a investigar y a planear cómo hacerlo, me gastaba horas y horas pensando cómo hacerlo, hasta que llegó el momento. Empecé moldeándolo y aplicando lo que había aprendido. Pasaron días y días, hasta que por fin terminé. Estaba ansiosa por saber que con solo mover un botón, mi vida cambiaría. Decidí prenderlo. De inmediato comenzó a levantarse. Cuando estuvo de pie, me miró y me sentí extraña. Era como si lo conociera de toda la vida; a los pocos días fuimos amigos. Nos contábamos todo y se había convertido en mi mejor amigo. Mentiras, era más que mi amigo. Poco a poco me fui enamorando. Pasaron los meses y los años. Éramos uno para el otro,
147
148
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
invencibles, no nos separábamos. Un día decidí desactivarlo. Entonces, acabó el amor que le tenía y en adelante, mis tardes fueron iluminadas.
El niño bolero Juan Salom Linares Desde que estoy en Colombia, hace cinco meses, me he dado cuenta de que son muchos los derechos que se violan en este país. De todas maneras, tristemente, ya daba por hecho que en esta parte del mundo tendría que acostumbrarme a ver este tipo de cosas. Lo curioso de esto es encontrar estas situaciones en un lugar especialmente reservado para personas adineradas. Se supone que en este país, la esclavitud está abolida desde hace muchos años, y en general en todo Occidente; pero ese “se supone” tendría que ir entre comillas en la mayoría de los casos. En general, relacionamos la esclavitud con la imagen del sujeto encadenado asumiendo órdenes a punta de malos tratos; esto último no ha cambiado mucho. Ahora los esclavos cobran un sueldo, mísero, aunque suficiente para que aquellos que se benefician de esto, puedan renombrarlos como trabajadores en plena libertad. Pero, ¿es sólo esclavo aquel que obedece órdenes de manera forzosa, o también aquel que obedece las órdenes pues no tiene otra forma de vivir? En mi opinión las dos son formas diferentes de esclavitud, quizás la segunda es la más habitual a día de hoy, y lamentablemente pasa por delante de nuestras narices a diario, pero debido al ambiente amargo de costumbre a la pobreza en Colombia, la gente apenas se inmuta. Era un fin de semana soleado de semana santa, me fui a pasar la mañana en el club con mis dos primos, tenía ganas de pasar un día entre familia. Somos una familia muy unida pero hemos crecido todos a
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
distancia, entre tres países diferentes, así que había que aprovechar y hacer de todo porque esas reuniones no suelen repetirse. Queríamos ir a la piscina, pero antes debíamos acompañar al menor de mis primos a su entrenamiento diario de tenis. Nos quedaríamos a verlo y así animarlo un poco. Esperábamos fijarnos más en su juego pero fue otra cosa la que nos llamó la atención durante las dos horas de práctica. Junto a mi primo, que se esforzaba en cada bola que golpeaba, había un niño negro no mayor de diez años, callado, esperando a que la pelota dejara de jugarse para salir corriendo a recogerla. Así, dicho de esta manera, parecería cualquier recoge-pelotas de una cancha de tenis convencional, pero a ese niño no le cabían en sus manos todas las bolas que tenía que recoger cada vez que se agachaba. Se esforzaba por llevárselas rápido a mi primo, otro niño de diez años. Obedecía sus órdenes sin rechistar, y cuando había un descanso y los que jugaban paraban a tomar agua y refrescos, el bolero, como lo llamaban los demás niñitos, se quedaba parado junto a la red, recuperando el aliento y mirando las pelotas de tenis que tanto le había costado ordenar y que pronto tendría que volver a correr detrás de ellas. “Bolero esto, bolero lo otro”, se repetía todo el rato y mi otro primo y yo, que estábamos sentados mirando la escena, no dejábamos de preguntarnos si alguno de esos niños sabía el nombre de aquel otro chaval, igual a ellos en todo, bueno, en casi todo. La diferencia económica entre estos niños es suficiente para que mientras unos juegan y se divierten, otro trabaje bajo el sol a punta de mandatos, mandatos de otros niños de su misma edad. El momento más triste fue poco antes de terminar el entrenamiento, uno de los niños que entrenaba, se acercó para pasarle unos conos que él debía de organizar por la cancha; sin embargo, optó por lanzarlos desde lejos y se desplegaron esparciéndose por toda la pista. Recuerdo apenado como el pequeño bolero se apresuró a recogerlos todos del suelo, mientras los otros niños se burlaban riéndose. Me fijé en su ropa, podría apostar que los zapatos que llevaba eran regalados, de segunda mano. El contraste era absoluto, y me horrorizaba ver esa situación de
149
150
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
esclavitud naturalizada en un evento deportivo donde los participantes eran apenas unos críos. Al terminar, mi primo y yo nos levantamos y nos dirigimos hacia el recoge pelotas y le preguntamos su nombre. Felipe, un niño tímido y amable, que se despidió con una sonrisa mientras se dirigía a otra pista, para seguir trabajando. Un niño esclavo.
La historia de nico Carlos Andrés Quintero Orozco Nico es un perro french poodle de tres años de edad, que vive en una zona rural de Cali llamada El Mameyal donde ha estado toda su vida, bueno, casi toda. El Mameyal es una unidad residencial rural; sus casas tienen zonas abiertas y mucho aire libre, lo cual bueno para los perros, pero hasta cierto punto. Nico nunca estuvo restringido; podía correr con libertad hasta donde quisiera ir, para jugar o explorar, sin saber que en el futuro el problema nos afectaría. Mi casa está ubicada en un lote compartido por otras tres casas, todas habitadas por mi familia directa o sea tíos y abuelos. Cuando por temas laborales y académicos nos vemos obligados a ausentarnos por largos periodos de tiempo, las casas no quedan solas ya que un jardinero que ha trabajado para la familia, cuida. Luis, el jardinero, es el más querido por los perros ya que vela a diario por ellos; los perros reaccionan con inmenso cariño cuando lo ven. Un día los perros se quedaron solos ya que Luis no pudo asistir a su trabajo. Cuando llegamos en la noche, mi tía (la dueña de Nico) nos tenía la triste noticia: Nico no aparecía. Muchas cosas pasaron por nuestra cabeza, como que se había extraviado en la unidad o se había ido detrás de alguien. Siempre tuvimos la fe de que volvería por sus propios medios; sin embargo, pasaron los días y nos dábamos cuenta
151
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
de lo difícil que sería para el perro volver a la casa. Aún así, mi familia no perdía la fe y mandó a hacer volantes y clasificados, para dar con el paradero de Nico. Hubo falsas llamadas exigiendo la recompensa ofrecida; mi tía respondía a las llamadas, con escepticismo. Un día todo fue diferente. Mi tía recibió la llamada de una señora que se identificó como Andrea, y le dijo que ella sabía dónde estaba su perro. Mi tía le preguntó: ¿Y usted como sabe que es Nico? Andrea contestó en forma peculiar: “Desde que vi a su perro en los clasificados me enamoré de su cara y me pareció inconfundible”. Surgieron las esperanzas y mi tía siguió en contacto con “Andrea”. Tiempo después de estar hablando todos los días, Andrea le confesó que ese no era su verdadero nombre, que su nombre era Alejandra y que ella tenía a Nico. Y puso condiciones, como que se debía castrar el perro para evitar un nuevo escape; que ella podría ir a la casa en cualquier momento a visitarlo. La señora había bautizado a Nico con el mombre de “Marcel Marso (Marceau)” en memoria de un mimo famoso. Hoy, cuando Nico escucha el nombre, se pone nervioso y se esconde. Mi tía decidió cumplir con las reglas impuestas con el fin de recuperar a Nico. Alejandra cumplió y en tres días, Nico estuvo de regreso. La sorpresa fue que para Nico había llegado un nuevo hermano: “Petro”, recogido por mi primo y yo, el día en que nos dieron una de las falsas alarmas del paraje de Nico. Nos encariñamos con Petro y decidimos adoptarlo. Hoy día, son inseparables Nico y Petro. Ambos corren y juegan libremente por toda la casa. La familia de nuevo está completa.
Letargo Miguel Ángel Endo Pérez Y él dijo: “Empieza tu que estoy corto de ideas, la verdad desde hace tiempo no hago esto y necesito algo para aferrarme, algo que me
152
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
de alas, que me permita viajar hacia lo más íntimo hasta lo inexistente”. El respondió: “No tengo inspiración, el cielo está morado y no hace sol”. Pasaron horas. Para nosotros siglos puesto que el hacer se deshacía en sus pequeñas cabezas hechas de desilusión, de sueños rotos. Su desasosiego desvanecía la tranquilidad, dejando a un lado lo que vibraba con el brillo del amanecer. Encerrados en un cuarto oscuro, buscaron sus ganas de vivir. Debían escribir ese cuento que los sacaría de su maravilloso letargo.
Aritmética básica Isabella Betancourt Villa 53 pasos hasta el paradero del MIO, 121 pasos esperándolo y 22 desde la puerta hasta el asiento. Me tomó 110 minutos el trayecto y 15 la llegada al salón. Fuimos distribuidos en grupos de 30; caminamos, nos sentamos, comimos, caminamos, nos sentamos, opinamos, caminamos, nos sentamos y de repente estuve al lado de una chica de Austria que llevaba tres días en el país. Hablamos sobre preferencias musicales, pasatiempos, anécdotas regionalistas y por supuesto, sobre groserías en español. Al mencionar este cómico tema, otras tres chicas se acercaron. Ahora éramos cuatro. No me puedo quejar, la empatía entre las cuatro fue automática, conversamos en inglés por más de tres horas y media, disfrutamos de los nuevos panoramas de la institución, compartimos un delicioso picnic, cerrando con una fogata nocturna. Finalmente concluimos que sería divertido salir a beber algo tras finalizar la inducción pero que sería complicado por la mala de ubicación que tenían los aún recién llegados a Cali. Suponíamos que nuestras casas quedaban en lugares distantes; graciosamente intervine diciendo dónde vivía y todas respondimos que vivíamos en el mismo barrio. ¿Señal del destino o casualidad?
153
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Así comenzó la amistad. Hoy, tras dos meses de habernos conocido, nuestros lazos siguen fortaleciéndose. Somos amigas de orígenes distintos en las cuales depositar un cálido abrazo.
Ángulo María Camila Lora Osorio Estaba ahí, tenía las respuestas y por alguna razón, no fui capaz de decirlas. Las lágrimas caían suavemente, quise retirarlas pero al igual que las respuestas, era inútil. Parecía una pesadilla. Queríamos hablar y comer un helado. De repente, escuchamos muchos gritos y un sonido fulminante invadió mi cuerpo con un calor intenso. El mismo que me trajo a este ángulo, desde el cual veo dos cuerpos: el de ella y el mío. Entiendo perfectamente. Estoy muerto.
Ignorancia vs Valentía Laura González Montoya Todo empezó como un día normal de universidad. Me levanté temprano, me bañé, me puse el uniforme y terminé de arreglarme, para dirigirme hacia la universidad. Todo transcurrió, sin ninguna novedad. Ya mis clases estaban a punto de terminar y como era costumbre, estaba invitada a almorzar y pasar la tarde en la casa de mi abuela. Cuando llegué a su casa, ya siendo como las dos de la tarde, todos habían almorzado. Mi abuela fue a la cocina y se dispuso a calentar mi almuerzo, por cierto preparado especialmente. Estaba delicioso. Ella tiene el don de cocinar como los dioses. En la tarde vi la televisión acostada, por supuesto con ella en su cama, ya que la intención de la visita era más la compañía que el mismo almuerzo.
154
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
La tarde avanzó y se hizo de noche, fenómeno que me indicaba que debía irme a casa, que además quedaba a unas ocho cuadras y siempre me iba caminando. Hasta ahora nada novedoso. Mi caminata comenzó, carros que pasaban, personas saliendo de sus trabajos, semáforos en rojo, parejas demostrando su amor, y yo, con mi maleta y mi uniforme caminando por las calles, meditando y disfrutando de la música que sonaba en mis oídos. Cruzando una calle, exactamente por la avenida sexta, vi un conglomerado de personas reunidas en círculo como rodeando algo; como buena colombiana, la intriga y el chisme me invitaron a acercarme, con cautela y con ansias de saber que sucedía. Lo primero que vieron mis ojos fue una persona tirada en la calle, sangrando e inmóvil. Me asusté y pensé ¡pobre hombre!, lo atropelló un carro y al parecer está gravemente herido, ¡cuánto me gustaría ayudarlo! De repente alguien interrumpió mi pensamiento y bruscamente, con un tono de voz alto me dijo: - ¡Usted es médica, ayúdelo por favor! De inmediato quedé petrificada. Miré mi uniforme y sentí que todos pensaban que yo ya sabía por llevar un uniforme que dice medicina. Lo que realmente no sabían era que solo estaba en primer semestre, y que el uniforme no significaba nada, ya que tenía un conocimiento muy escaso para atender a esa persona. Lo primero que se me ocurrió fue decir que no sabía nada, que no me atrevía a acercarme; por supuesto todo el mundo me miró con decepción, así que decidí dármelas de valiente y me acerqué. Por supuesto no hice mucho; tan solo traté de llamarlo y de hacer contacto. Pero el hombre estaba completamente inconsciente. En ese momento reconocí que era el vigilante de la cuadra, que siempre veía al caminar por esa cuadra, lo que me hizo compadecerme mucho más. De repente, como obra de Dios, la ambulancia llegó y antes
155
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
de que las personas se pudieran dar cuenta, yo seguí con mi rumbo y dejé que los que realmente sabían, hicieran su labor. Ahora cada vez que paso por esa cuadra, recuerdo lo sucedido y me pregunto qué habrá ocurrido con aquel hombre que nunca volví a ver.
Petiso José Alejandro Mendoza Patiño Adivina quién llegó, decía mi madre mientras dibujaba en aquella hoja blanca. Con felicidad, salía del cuarto a gran velocidad a esperar impacientemente, “la señal.” Entraba a la casa, ponía su maletín y papeles sobre la mesa del comedor. Giraba su cuerpo con dirección hacia mí y sus ojos miraban con emoción ¡La señal estaba próxima a venir! Agachaba su cuerpo y de sus finos labios salían las palabras ¡Torito! ¡Torito! ¡Torito! Salía corriendo hacia él, saltaba a sus brazos y recibía un fuerte y cariñoso beso. ¡Hola papi! le decía, mientras recostaba mi cabeza sobre su hombro. Y él respondía, ¡Hola petiso! mientras me daba otro beso. Me abrazaba fuertemente y me bajaba cuidadosamente al piso. Regresaba al cuarto a seguir haciendo mi dibujo. Al terminarlo, mi madre me pasaba uno de los pijamas de pantalón y mangas largas, que mi abuela solía hacernos con tanto amor. Me cepillaba los dientes y estaba listo para entrar el dormitorio. Mi hermano, que se había acostado hacía media hora, estaba con mi padre a su lado. Esperaban por nosotros para acostarnos en mi cama. Mi madre por lo general era la que empezaba. Entre mi padre y ella nos ayudaban a seguir la oración que cada uno decía por verso.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
156
Madre: Padre nuestro que estás en el cielo Padre: santificado sea tu nombre Yo: venga a nosotros tu reino Hermanito: hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo…. seguíamos de esta manera hasta que terminábamos la oración. Al terminar la oración, ya sabía que estaba por venir, como toda las noches. Me predisponía para ello. “El punto blanco.” Mi padre decía: Cierren sus ojos... ahora vayan relajando cada parte de su cuerpo. Primero empiecen por la cabeza… sus cejas… sus ojos… la nariz… la boca. Luego bajen por el cuello y el tronco, relajen los brazos… las manos… hasta sus dedos; sigan con las piernas… después con los pies y finalmente los dedos del pie. Dejen su cuerpo totalmente relajado. Ahora imaginen y pongan su mente en negro… no pueden ver ni sentir nada; solo pueden escuchar el sonido de mi voz. De un momento a otro, empiezan a ver un punto blanco muy pequeño en el fondo, que va creciendo y acercando cada vez más. Finalmente el punto blanco invade toda su visión y ustedes están dentro de él. Empiezan a ver un mundo verde rodeado de flores y paisajes hermosos. Un mundo donde solo existe la paz y tranquilidad. Estábamos con El.
157
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Texto sobre la portada Medicina Narrativa VI Natalia Torralba O. Son pocos los seres humanos que consiguen hacer de su vida lo contrario a una rutina, en cambio somos muchos los que caemos en ésta, que se torna en algo semejante a una cueva con todo lo que la caracteriza, la oscuridad y el silencio que atormenta. Es que nos sumergimos en un mundo donde no hay cabida para nada mas que nosotros mismos, nuestros problemas y responsabilidades adornadas por diferentes tipos de presión. Muchas veces olvidamos que se está forjando el camino de lo que siempre se ha soñado, que partimos de un lugar para llegar a otro, y que así permanezcamos en aquel lugar, toda cueva por muy profunda u oscura, tiene salida, y la luz se impregnará en tus ojos y te hará ver las maravillas que ignorabas y así habrá llegado el momento de disfrutar de tu sueño. En palabras de Francisco Umbral, “escribir es la manera más profunda de leer la vida”: eso ha conseguido Medicina Narrativa.
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Sobre los autores Juan Camilo Álvarez, Sebastián Manzano Jaramillo, Daniel Francisco Izasa Pierotti, Meyer Aicardo Narváez Ochoa, Yury Marlyn Lenis Burbano, Karen Lizeth Álvarez Raigoza, Diana Marcela Vargas Álvarez, Daniela Franco Ramírez, Alejandra Cárdenas González, María Alejandra Zambrano Gustín, Tania Vanessa Duque Ángel, Mario León Mejía Borja, María Isabel Garcés Gómez, Ana María Caicedo Bolaños, Daniela Guardiola Montenegro, Andrés Mauricio Galarza Prado, Xiomara Palacio López, Valentina Cardona Ramírez, Amal Benavides Muhamad, Katherine Julieth Rivera Miranda, Daniela Gallego Bedoya, Josué David Herrera Monroy, Kelly Daniela Pinzón Jurado, Sthepany Valencia Arturo, David Sandoval Rodríguez, Daniela Pérez Nova, Juan David García Quiroga, Juliet Alejandra Arboleda Nava, Manuel Alejandro Matta, Juliana Aroca Torres, Gabriel Eduardo Burbano Montenegro, José David Gutiérrez Delgado, María Alejandra Tobar, Natalia Torralba Oliveros, Juan Sebastián Galindo Sánchez, Zulay Alexandra Alvarado Navarro, Juan Martín Mancera Alzate, Daniela Velasco Espinal, María Alejandra Torres Campo, María Camila Sierra Zuluaga, Saule Stonkute, R.H., Juan Salom Linares, Carlos Andrés Quintero Orozco, Isabella Delgado Quintero, Miguel Ángel Endo Pérez, María Camila Lora Osorio, Isabella Betancourt Villa, Laura González Montoya y José Alejandro Mendoza Patiño. Pedro Alejandro Rovetto Villalobos, MD. Médico cirujano, Universidad del Valle. Especialista en Patología Anatómica (Universidad de Miami) Patología Clínica (Universidad de Cincinnati) e Inmunohematología (Universidad de Minnesota). Profesor universitario desde hace 30 años. Investigador del Grupo Historia de la Medicina Colombiana.
159
160
REVISTA MEDICINA NARRATIVA
Gloria Inés Flórez Villafañe Trabajadora Social, Universidad del Valle. Especialista en Administración del Talento Humano, Universidad del Valle y Penn State University. Magistra en Administración de Empresas de la Universidad Javeriana Cali. Profesora universitaria. Secretaria Académica de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Florencia Mora Anto Licenciada en Ciencias Sociales, Licenciada en Literatura, Universidad del Valle. Especialista en Enseñanza de las Ciencias Sociales e Historia de Colombia. Magister en Filosofía, Universidad del Valle. Profesora del Departamento de Humanidades, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana Cali.