Revista de Medicina Narrativa Pontificia Universidad Javeriana Cali; edición 4

Page 1



Medicina Narrativa Escritura creativa mĂŠdica

Facultad de Ciencias de la Salud Medicina Narrativa

Cali Colombia

Volumen 2 NĂşmero 2

pp. 1-122 Julio - Diciembre ISSN 2027-7636 2012


Rector: P. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J. Vicerrector Académico: Antonio de Roux Rengifo Vicerrector del Medio Universitario: P. Luis Fernando Granados, S.J. Facultad de Ciencias de la Salud Decano: Pedro José Villamizar Beltrán, MD. Decano del Medio Universitario: Luis Roberto Rivera Mazuera Director Carrera de Medicina: Luis Alberto Escobar Flórez, MD. Secretaria de la Facultad: Gloria Inés Flórez Villafañe Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Decano: José Ricardo Caicedo Peña Decana del Medio Universitario: Clara Eugenia Jaramillo Arango Título: Medicina Narrativa - Escritura creativa médica Compiladores: Florencia Mora Anto, Dr. Pedro Alejandro Rovetto, MD., Gloria Inés Flórez V. Lectura final de textos: Florencia Mora Anto ISSN: 2027-7636 Coordinador Editorial: Ignacio Murgueitio Restrepo e-mail: mignacio@javerianacali.edu.co © Derechos Reservados © Sello Editorial Javeriano Correspondencia, suscripciones y solicitudes de canje: Calle 18 # 118-250 Santiago de Cali, Valle del Cauca Pontificia Universidad Javeriana Cali Facultad de Ciencias de la Salud Teléfono 3218200 ext. 8801 - 8955 e-mail: secfacsalud@javeriancali.edu.co Formato: 16 x 24 cms Ilustraciones: Jessica Campo Álvarez, Laura Lozano Rosero y Valentina Rizo Romero, estudiantes de la Carrera de Medicina Concepto Gráfico: Edith Valencia F. Medicina Narrativa Vol. 2 No. 2 Julio - Diciembre de 2012


Índice Medicina Narrativa IV

Pedro José Villamizar B. MD.

7

La importancia de narrar

Luis Alberto Escobar Flórez, MD. 9

Un recuerdo vivo

Pedro Alejandro Rovetto V., MD. 11

Medicina Narrativa para todos

Gloria Inés Flórez V. 15

Sentido de humanidad

Florencia Mora Anto 17

La luz es como el agua

Primera escena 21 La vocación médica 23 Un día típico de la Quinta Cohorte

María Paula Reyes Ramírez, Lorena Vallejo Labrada, Paula Alejandra Devia Libreros y Andrés Kaitzberg Lasso

25

Vida y medicina

Harold Styven Basallo Triana 27

Neonata

María Galindo 31

Médica y Misionera

Daniela Jiménez Paredes 36


¿Y si no fuera Medicina?

Jessica Núñez Gómez 38

Un jueves diferente

Ivana Nieto Aristizábal, Leidy Peña Izquierdo, Paula Ocharán Barona, María Andrea Ortegate Gómez

40

Cuarenta minutos de diferencia

María Paula Reyes Ramírez 42

Es cuestión de pura sangre

Freddy Moreno-Gómez D.D.S., MSc.

44

Segunda escena 53 Relatos de enfermedad 55 Martes, principio de semana

María Alejandra Nagles Hurtado 57

La enfermedad de mi hermana

Laura Mejía Gutiérrez 58

Tres días, dos aviones y un enfermo

María Paula Reyes Ramírez 60

La enfermedad hace parte de la vida

María Alejandra Escobar González 63

Con la mirada perdida

María Camila Murcia Piedrahita 65

Una pequeña cirugía

Jessica Paola Campo Álvarez 66

Mi primera enfermedad

Juliana Arévalo Hurtado 67

Una voltereta, no más

Gabriela Bustamante Ospina 68


Tercera escena 71 Prosa diversa 73 A Manolo

Ivana Nieto Aristizábal 75

Un sueño cercano a la realidad

Armando Ángel Castillo Moret 75

Los niños de la calle

Xiomara Palacio López 77

Detrás de un tachón

Alejandra Cárdenas González 79

Último examen

Alejandra Cárdenas González 80

Desayuno en Calima

Luis Miguel Guerrero Romero 81

Una semana con Sarita

María Isabel Barona Rojas 82

Un martes, no como cualquier otro

Hugo Esteban López Arévalo 86

Es cuestión de tiempo

Karen Lizeth Álvarez Raigoza 88

Un gran susto

Angélica María Mena Huertas 88

Médicos en pañales 91 La muerte de los seres queridos Desde lo más profundo

97

María Andrea Ortegate Gómez 99


Aquel personaje

Juan Diego Canencio Ordoñez 103

El abuelo y yo

Paula Andrea Ocharán Barona 105

Cuarta escena 107 Cartas y otros textos

109

Carta a mi hijo

Karen Valderrama Herrán 111

A mí querida hija

María Paula Cortés Salas 112

Para mis hijos

María del Mar Arbeláez Vargas 117

Elogio a mi carrera

Gina Paola M. Takegami Benavides 119


Medicina Narrativa Dr. Pedro José Villamizar B., M.D.

Decano Facultad de Ciencias de la Salud Pontificia Universidad Javeriana Cali

Completamos ya cuatro extraordinarios volúmenes de esta obra, iniciativa que se originó de la inquietud de algunos sensibles estudiantes apoyados por la tenacidad de los profesores Rovetto, Mora y Flórez. Gracias a este equipo se concretó la idea y hoy nos presentan su cuarto volumen que incluye como en los anteriores, vivencias de estudiantes en diferentes etapas de su vida. Disfrutará entonces el lector de esas maravillosas experiencias, algunas de ellas, en su edad primera, ilustradas con fotos de la época. No se deja tampoco de contar el origen de su motivación para ser médico y la importancia de ello en su proyecto de vida. Así mismo, cuentan sus primeras aproximaciones a un paciente, la reacción de éste y sus primeras impresiones de la gran responsabilidad del ser médico. Invito a usted a degustar de nuevo esta literatura sencilla y corta, a su vez con una diáfana profundidad que permite vislumbrar al gran ser sensible que se encuentra en un cuerpo vestido de bata blanca. Importante ahondar en la visión del significado de enfermedad y muerte. Estos textos denotan cómo se entrelazan los dos conceptos y la forma increíble como estos jóvenes y novatos escritores los manejan y nos llevan a comprender la realidad de ambas y la natural aceptación de las mismas. Pero no se quedan quietos ante estas situaciones y tratan


entonces de dar significado a la familia, núcleo natural y efectivo de la sociedad. Especial momento vive nuestra Facultad cuando la primera cohorte ingresa de lleno a lo que llamamos clínicas, mayor permanencia en las instituciones hospitalarias y por supuesto mayor contacto y una participación más activa en la problemática del paciente, lo cual lo lleva a corroborar realmente su vocación por ser Médico. Esperamos que este semillero de sensibilidad manifestado en prosa irregular permanezca en el tiempo para beneficio del ser humano y por supuesto para la sociedad. Los animo a que participen en esta gran obra, contando sus historias y vivencias que alimentarán el espíritu humanístico de cada uno de nosotros.


La importancia de narrar Dr. Luis Alberto Escobar Flórez, MD. Director de la Carrera de Medicina Facultad de Ciencias de la Salud Pontificia Universidad Javeriana Cali

La Doctora Rita Charon, fundadora, actual directora del programa de Medicina Narrativa en la Universidad de Columbia y una de las más importantes autoridades mundiales en el tema, asegura que “la narración es la mejor vía para reconocer, absorber, metabolizar, interpretar y entender el sufrimiento real de nuestros pacientes”; es a través de la capacidad de escuchar y de transmitir ideas que los seres humanos pueden comprender de forma cabal su verdadera experiencia. Esta nueva y hermosa muestra narrativa que con orgullo presentamos, indica cómo mediante el desarrollo de la capacidad de atención y reflexión se logra un acercamiento claramente humanista del quehacer médico, al tiempo que nuestros estudiantes se enfrentan a la maravillosa realidad del ser y a esa percepción muchas veces tergiversada de la relación médico paciente. Es esta una clara muestra de cómo la evolución del hombre debe acercar el sufrimiento entendido como enfermedad, a la capacidad científica de quien pretenda mediante el ejercicio certero de su disciplina, acompañar adecuadamente a un paciente en sus dificultades. Desde la Escuela de Medicina creemos firmemente que el médico capaz de comunicar adecuadamente experiencias y observaciones, será aquel que con mayor éxito señale soluciones y logre traducir en términos humanísticos el verdadero sentido de nuestra profesión.


Apreciado lector, lo invito a adentrarse en estas páginas con la convicción de Glyn Elwyn y Richard Gwyn quienes aseguraron hace algún tiempo en su Narrative Based Medicine. Dialogue and discourse in clinical practice, que “las historias que oímos y las historias que contamos, son la base fundamental para el éxito y el insumo clave de una adecuada relación en nuestra práctica médica”.


Un recuerdo vivo Dr. Pedro Alejandro Rovetto V., MD. Profesor de Historia de la Medicina Profesor de Patología Pontificia Universidad Javeriana Cali

Cuando tenía 22 años comencé las rotaciones clínicas en un gran hospital universitario. La primera fue en la unidad de neonatos y casi nada recuerdo de ellos. La segunda, en la sala de pediatría general, me impactó. Un excelente profesor nos obligó a quedarnos todos los días en el hospital a mediodía, hora de la visita, para hablar con los padres de los niños e informarlos de la evolución clínica de sus hijos. Teníamos que comer rápidamente el mal almuerzo del hospital y bajar rápidamente al quinto piso a esperar a ver si la familia de los pacientitos llegaba a visitarlos. Sinceramente no lo hacíamos por gusto sino por obligación: al otro día nos preguntaban frecuentemente qué le habíamos informado a las familias. Yo me ocupaba de tres o cuatro niños. A una la recuerdo siempre, es un recuerdo vivo. Cuarenta años después la menciono frecuentemente a mis estudiantes. Era una niña de seis o siete años con un linfoma diseminado. Recuerdo sus encías engrosadas con pequeñas manchitas de sangre. También guardo en la memoria el sitio exacto de su cama en la inmensa sala. Pero hay un detalle que no olvido. Los padres vivían en una de las laderas de la ciudad y a veces al final de la visita le dejaban a la niña un billete de dos pesos. Ella lo guardaba en una bolsita de plástico bajo su almohada. No era consciente en aquellos días de haber hecho una gran empatía con la niña. Pero decía a la familia que las cosas iban bien y en


la evolución clínica diaria también lo afirmaba cuando no era así. En la revista reportaba ausencia de fiebre y la enfermera decía lo contrario. Era como si no me diera cuenta que la niña empeoraba. Un día cualquiera llegué a las siete de la mañana y encontré la cama vacía con el colchón doblado. Fui a la estación de enfermería a preguntar dónde se habían llevado a la niña. La jefe se sonrío, quizás un poco en burla, y me informó que había muerto durante la noche. No lloré ni dije nada pero nunca he olvidado esa niña de quien no recuerdo el nombre. Creo que muchos estudiantes de medicina y médicos tienen alguna historia similar. Pero esta es la mía y la he meditado mucho. No puedo olvidar la cama vacía, el colchón doblado. A veces pienso que quizás los padres ya no recuerdan mucho de aquello. Yo tengo en mi memoria muchos detalles: el cabello sudoroso de la niña, su silencio asustado, la bolsita de plástico donde guardaba el dinerito que le dejaban los padres y cómo la envolvía bajo la almohada. Tampoco comprendo del todo por qué he relatado esa historia a varias generaciones de mis estudiantes pues soy conocido por otras más divertidas y atrevidas (mi esposa afirma que mi verdadera vocación es escandalizar). Hoy quiero pensar en ese recuerdo. Me convertí en patólogo y he estudiado la muerte de muchos pacientes. He realizado cientos de autopsias y no recuerdo ningún cadáver. ¿Por qué recuerdo una cama vacía?. Debo confesar que soy católico aunque eso sea motivo de burla en estos tiempos y para muchos de mis amigos. Ni ellos lo comprenden ni yo lo comprendo del todo. Tampoco sé cómo es exactamente Dios ni tengo prueba irrefutable de su existencia. No puedo dar razones acabadas y nítidas de mucho de lo que creo. Cuando converso de estas cosas con mis estudiantes les confieso que soy católico, apostólico, romano y pecador como todos, para que tengan en cuenta mi “bias” como se dice en los artículos científicos, mi prejuicio, mi particular mirada de las cosas.


Volviendo a mi recuerdo de la cama vacía se me ocurre ahora que es similar al recuerdo de la tumba vacía de los primeros cristianos. Y es curioso que la primer apóstol, María Magdalena, haya hecho la misma pregunta mía ante la camita vacía: ¿dónde se lo han llevado o la han llevado? Cuarenta años después, yo y quienes escribieron los primeros evangelios a una distancia temporal parecida nos seguimos haciendo la misma pregunta: ¿dónde está? Sabemos que aquellos discípulos escogieron creer con confianza que Él estaba vivo. Sin mucha evidencia, con muchas dudas y problemas, sin poder convencer a todos de lo que profesaban, entre burlas como le sucedió a Pablo de Tarso en el Areópago de Atenas. Y todavía seguimos en esas. Las cosas no han cambiado mucho. En estos días de Pascua he escrito por primera vez este recuerdo que he narrado varias veces. No sé por qué lo hecho. Quizás muchos se sonrían como los atenienses y aquella jefe de enfermería ante mi ingenuidad. Pero tenía que hacerlo pues creo en Aquel que recuerda vidas pequeñas y olvidadas. Esa es la razón más profunda de mi fe y la justicia que le pido al universo.



Medicina Narrativa para todos Dra. Gloria Inés Flórez V. Trabajadora Social Profesora Medicina Narrativa

Cuando los estudiantes encuentran en la oferta de posibilidades de matrícula, la asignatura Medicina Narrativa, en un primer momento consideran que ésta es exclusiva de los médicos en formación y que poco o nada tiene que ver con sus disciplinas; sin embargo, la experiencia de dos semestres de la asignatura en la programación académica nos ha demostrado que en la formación de los profesionales Javerianos, la narrativa impacta profundamente su sensibilidad y contribuye de manera dinámica a lo que nosotros en la Universidad Javeriana creemos vital: La formación integral. Para los jóvenes, la experiencia de compartir en el aula con estudiantes de otras disciplinas, contribuye a la manera como ellos van construyendo modos de interacción basados en el respeto a la diferencia y en el aprendizaje colectivo. Lo anterior ha llevado a que cada sesión del comité que se realiza para la selección de los textos, sea una completa “aventura de sensaciones, emociones e incluso sorpresas”; nuestros estudiantes han ido fortaleciendo lo que comúnmente llamamos la vena literaria. En comité editorial, acuñamos una frase cada que tenemos esta reunión: Esta edición es mejor que las anteriores”. Lo maravilloso es que cada vez más, es una realidad y no una frase de cajón… afortunadamente.



Sentido de humanidad Florencia Mora A.

Profesora del Departamento de Humanidades Pontificia Universidad Javeriana Cali

“No el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente.” Tercera Anotación de los Ejercicios Espirituales San Ignacio de Loyola

Quienes integran la Universidad Javeriana reconocen la importancia de las Humanidades en los distintos currículos y programas académicos ya que éstas aportan significativamente a la formación integral de los estudiantes, que conjuga la excelencia académica y la excelencia humana. La construcción del sentido de humanidad en los jóvenes, fundamentado en la teología, la filosofía, las artes y la historia, es una de las prioridades del modelo educativo de la universidad. Precisamente, el modelo educativo tiene que ver con la formación integral que abarca tres dimensiones importantes: El cultivo de las Humanidades mediante el aprendizaje de criterios y valores, enriqueciendo la sensibilidad y el espíritu; el estudio de las ciencias o las disciplinas; y la adquisición de competencias para los oficios y las profesiones. Así lo demandan los documentos institucionales.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

18

Formación Integral Formación profesional

• Artes • Filosofía • Teología • Historia

• Competencias • Información cualificada y actualizada • Profesiones/ oficios

Formación Intelectual (Humanística) • Valores • Criterios • Sabiduría Formación científica

• Saberes • Áreas de conocimiento • Disciplinas/Ciencias

Puede verse entonces en el diagrama, el lugar que ocupan las Humanidades como fundamento de lo que somos. Es por eso que en la Carrera de Medicina, la formación intelectual humanística refuerza la formación científica y profesional de los futuros médicos. Cinco Cohortes de Medicina y una Sexta que comienza, representan la pasión y rigurosidad de la nueva Facultad de Ciencias de la Salud, conducida ejemplarmente por el Dr. Pedro José Villamizar. En el 125 Aniversario de la Universidad de Deusto, El Padre Adolfo Nicolás, S.J. Superior General de la Compañía de Jesús y Gran Canciller de la Universidad, explica acerca del “equilibrio entre las disciplinas científico-técnicas y humanísticas, así como entre la búsqueda del conocimiento y la satisfacción de las demandas del mercado, procurando que la extensión del conocimiento no produzca nuevas desigualdades y mayores abismos.1 Pues bien, en la búsqueda de este equilibrio, vale la pena retomar lo que dijera el mismo Padre Adolfo Nicolás frente a la globalización de la superficialidad, expresión que acuña para referirse a la percepción limitada de la realidad, al exceso de trivialidad, a la pereza para implicar la lealtad interior en cuestiones que la reclaman y a la incapacidad de comprometer la propia vida en 1 (…). En: http://amigosnsf.blogspot.com/2011/09/universidades-vascas-afrontan-la.html. Revisado el 8 de julio de 2012.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

algo que valga la pena (superficialidad de pensamiento, visión, sueños, relaciones y convicciones). En los mismos actos conmemorativos del Aniversario mencionado, el Padre Adolfo Nicolás afirma: “La ética, las humanidades y las ciencias sociales deberán tener mayor protagonismo en el diseño del modelo de sociedad para el siglo XXI, si no queremos estar supeditados al dictado de la economía y el mercado, con el consiguiente empobrecimiento moral y la creación de abismos cada vez mayores entre los que tienen y los que no tienen. No quiere esto decir que las demás disciplinas sean ajenas a la reflexión ética y a la pregunta sobre su contribución al progreso moral. Quizás podamos encontrar el equilibrio por medio de una mejor ciencia y mayor conciencia; mejor progreso y mayor humanidad”.2 Recomienda entonces, promover de manera creativa la profundidad de pensamiento y la imaginación, es decir, “buscar la sabiduría que origine placer intelectual y afectivo, que potencie además, acciones positivas”.3 Promover la profundidad de pensamiento y la imaginación, quizás tenga que ver con el impulso de la narrativa en la formación de los médicos pues el ejercicio de narrar implica entre otras cosas, la capacidad crítica, el cultivo del espíritu, la reflexión, la creatividad, la imaginación y ante todo, la posibilidad de identificarse con el sentir del otro. Es ésta la cualidad intrínseca de los textos de Medicina Narrativa. La narrativa que aquí se presenta es un semillero de sensibilidad –como bien lo señala el Dr. Villamizar– que pretende en forma sencilla, forjar el sentido de humanidad en el aprendizaje de la Medicina. Los relatos contienen experiencias vitales de los jóvenes, ocurridas en su entorno familiar o social, en la Universidad y en sus prácticas. La espontaneidad de los textos, fortalece de manera creativa 2 09/09/2011 – Bilbao. El Superior General de los Jesuitas subraya en la inauguración del 125 curso académico de Deusto que la Universidad ha de tener un papel clave para encontrar soluciones a la crisis. http://www.saladeprensa.deusto.es/servlet/Satellite/Noticia/1315571716143/_cast/%23111692580928 9%231116925809312%231315571716143/c0/UniversidadDeusto/comun/render?tipoColeccion=Page. Revisado el 8 de julio de 2012. 3 Padre Eugenio Páramo Ortega, SJ. Centro Universitario Ignaciano de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. En: Revista IBERO. Año II. Número 10. Octubre-noviembre de 2010.

19


20

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

y comprometida esa conjunción del yo (individuo) y del otro, que se traduce en el darse continuamente, asumiendo la condición del ser humano en estado de fragilidad (enfermedad).Como diría Beatriz Sarlo, la escritura no académica encara la vida de un modo menos regulado por el método, en función de necesidades presentes, intelectuales, afectivas, morales y políticas.4 El siguiente relato a Borges descubre de manera especial, la esencia de la narrativa en la medicina: “Fue en la Nochebuena de 1938, el mismo año en que murió mi padre, que sufrí un grave accidente. Yo subía apresuradamente una escalera cuando de pronto sentí que algo arrasaba la piel de mi frente; había rozado el filo de una ventana recién pintada y abierta de par en par. A pesar de los primeros auxilios, la herida se infectó. Durante una semana más o menos permanecí en cama sin dormir y sufriendo alucinaciones y temperatura elevada. Una noche perdí la capacidad de hablar y hube de ser trasladado urgentemente al hospital; se había producido septicemia y durante un mes me debatí entre la vida y la muerte. Había escrito algunos poemas y docenas de reseñas breves, pensé que si ahora intentaba escribir uno y fracasaba, entonces significaría que estaba terminado intelectualmente. Pero si intentaba algo que no hubiera hecho nunca anteriormente y fracasaba, no sería tan doloroso y hasta podría prepararme para la revelación final. Decidí que intentaría escribir un cuento; el resultado fue Pierre Menard, autor del Quijote. Recuerdo que mi madre quería leerme fragmentos de un libro que yo había pedido Out of the Silent Planet de C. S.Lewis, pero durante tres noches no dejé que lo hiciera. Finalmente prevaleció su voluntad y tras escuchar una o dos páginas, rompí a llorar. Mi madre me preguntó cuál era la razón de mis lágrimas. Lloro porque comprendo, le dije”.5 4 Sarlo, Beatriz. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Siglo XXI Editores. Buenos Aires. 2005. 5 “Las Memorias de Borges”, publicado en el diario La Opinión. Buenos Aires, el 17 de septiembre de 1974.


La luz es como el agua Historieta inspirada en “La luz es como el agua” de Gabriel García Márquez, en Doce Cuentos Peregrinos.

Primera escena



La vocaci贸n m茅dica



REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Un día típico de la Quinta Cohorte María Paula Reyes Ramírez, Lorena Vallejo Labrada, Paula Alejandra Devia Libreros y Andrés Kaitzberg Lasso 15 de marzo de 2012, amanece en la Sultana del Valle. Sin muchas horas de sueño, María Paula, inicia su jornada a las tres de la mañana. Ha sido una semana dura de trabajos, lecturas y laboratorios. Pareciera que algunas veces, los profesores se olvidan que además de estudiantes, en la quinta cohorte hay hijos, nietos, novios, novias, deportistas y holgazanes. Con un vaso de agua en las manos y la inspiración que muchos desean, María Paula comienza a trabajar. A unas cuadras de la ciudad, en el mismo oeste caleño, otro estudiante comienza su día. Se despierta pensando en que su madre, tiempo atrás, se habría levantado a rezar, preparar comida y alistarse para el trabajo. Andrés no piensa en rezar. La responsabilidad que siente frente a sus compañeras, lo presiona. No desayuna, enciende su computador y se sumerge entre libros y fotocopias. Al oriente de la ciudad, el sonido de un despertador a las 4:45 de la madrugada, da la primera señal a Lorena antes de levantarse. La seduce la pereza pero el sonido perturbador de un gallo de corral, cortesía de la vecina que añora tener un elemento del campo en su casa, la obliga a abandonar su capullo. Una vez sale del baño, su madre la espera para hacerle una curación en una herida provocada por la picadura de un insecto. Luego, comienza su éxodo a la universidad.

25


26

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

A las cinco de la mañana Alejandra se levanta. Se dirige al lavadero buscando su toalla que le ayuda a controlar las mil agujas heladas en su cuerpo después de la ducha. Se viste de médico y como no alcanza a desayunar en casa, toma una botella de Pepsi y una hoja de papel aluminio para empacar una torta. Acosada por una ley que a muchos les da igual, sale antes de las seis con su padre; ella, a la universidad y al consultorio, él. En ese mismo momento, María Paula comienza su viaje, una hora aproximada, gracias a las obras de construcción vial. Va hacia Juanambú a la casa de su novio; en la puerta de la casa, piensa fugazmente que se han invertido los papeles pues ella, presurosa para vestirse espera a su novio que se arregla para ella. Con un beso cálido y el comentario burletero sobre la música que suena, comienza el viaje hasta la universidad, faltando media hora para ingresar a clase. Andrés lleva a su madre al trabajo; sabe que es el único momento que tiene para hablarle y expresarle de manera implícita lo mucho que la quiere. Tan pronto su madre se baja del auto, sigue conduciendo, quejándose de los taxis, las motos y las bicicletas. Llega a la Universidad a las 6:40 de la mañana, fruto de un trauma anterior, cuando por dos minutos tarde, se quedó por fuera de la clase. Lorena no tiene auto, pero sí mil quinientos pesos para llegar. Camina unos metros hasta encontrar un Recreativo siete, se ubica al lado de la puerta, exponiendo no solo media vida, sino media maleta, entre la bruma del día. El bus está lleno como una lata de sardinas. Ella cuida su maleta esquivándola de bicicletas y motos. Termina su recorrido a las 6:45 de la mañana. Con unos cuantos minutos de ventaja con relación a sus compañeros, entra al salón de clases. Como Alejandra ha salido temprano y confía en la pericia automovilística de su padre, llega prácticamente a abrir la universidad, a las seis de la mañana. Fresca y caminando despacio, se dirige al auditorio donde será la clase.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Diferentes horas, diversos desayunos y distintos medios de transporte. No obstante, tan pronto suenan siete campanadas en los relojes de la Sultana, todos son iguales. Conforman un cardumen: La famosa quinta cohorte, que deja su rol de hijos, nietos, novios, novias, deportistas y holgazanes en la puerta, y juega a ser un nutrido grupo de estudiantes, todos con un mismo objetivo en la mente, ser excelentes Médicos Javerianos, el día de mañana.

Vida y medicina Harold Styven Basallo Triana 6 de Julio de 2010, 8:30 am. Mi mente estaba en blanco, no recordaba ni el más mínimo acontecimiento, era un día gris y escuchaba el cantar de las golondrinas pidiendo a gritos agua desde el cielo. Caballos alborotados corrían de aquí para allá; mientras me levantaba, sentí un gran dolor de cabeza. Parecía que el mundo se venía encima, todo daba vueltas y tuve que tirarme a la cama. Esperé a que pasara la maluquera y cinco o seis minutos más tarde volví a la normalidad. Quedé con un pequeño fogaje en la frente, que pasaría rato después. Recordé de nuevo que mi vida era agradable, gracias a Dios. Tenía lo necesario para vivir alegremente: Una casa en el campo, unos compañeros que me valoran y aprecian como soy, un colegio maravilloso, y lo más importante, una excelente familia muy unida por cierto, que me forma con valores que me llevarán a ser una persona centrada en lo que es. En ese entonces, finalizando Undécimo grado, estaba aparentemente entre la espada y la pared. Una mezcla de sentimientos me atacaba por dentro; tenía ansiedad al enfrentar mi vida solo, en una ciudad donde no contaba con nadie, nervios de poder escoger una universidad que me formase como en realidad quería y el deseo

27


28

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

de cumplir todas mis metas, aquellas que me había propuesto desde tiempo atrás. Había decidido no contarle nada de aquel problema a mi familia pues me parecía algo insignificante. Ese día martes 6 de julio, me bañé, me vestí y salí junto con mamá; ella para el trabajo y yo para el colegio. Fue una jornada común y corriente, de clases todo el día, algo extensa por cierto. Recuerdo que en horas de la tarde, diferentes universidades ofrecieron sus programas de Medicina; allí se encontraban la Icesi, la Universidad Santiago de Cali, la Universidad Tecnológica de Pereira, la Uceva, y la Pontificia Universidad Javeriana. Algunas con un amplio recorrido y calidad, con buenas ofertas y excelentes convenios. Había llovido desde el amanecer y me dirigía a mi casa en moto. La carretera estaba húmeda, eran casi las seis de la tarde, cuando de repente sentí el mismo mareo de la mañana, esta vez más fuerte, tanto que perdí el equilibrio de la moto. Llegué a mi casa emparamado de agua, con repelones en brazos y pies. Ya era de noche, 7:00 p.m. La lluvia incrementaba, ríos y acequias se salían de su cauce. Apenas crucé la puerta, me preguntaron qué me había pasado; decidí contarle a mamá sobre el malestar que sufrí y pensamos que tal vez tenía problemas de hipoglicemia, así que decidimos ir al día siguiente a un laboratorio para hacerme tomar una prueba de sangre. Era una noche de luna llena y aún llovía. Ya eran las 9:45 p.m. y las calles de la ciudad parecían amplios ríos de agua oscura. En algún momento, la noche se tornó un vendaval, se azotaban puertas y ventanas, los relámpagos eran cada vez más frecuentes. A las 11:54 de la noche se escuchó la sirena anunciando una emergencia. Se trataba de un gran derrumbe en la zona montañosa de la ciudad. Era un sitio muy cercano a mi casa. Desafortunadamente, al día siguiente resultaron muchos damnificados por el desastre. Aquella noche dormí poco; al amanecer, el agua potable estaba disminuyendo rápidamente, decidí alistarme para el examen médico, que


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

era una prueba que evaluaría detalladamente todos los componentes de la sangre y “descartaría” cualquier tipo de problema. Escuchaba rumores de camino al Hospital y al llegar, el número de personas era impresionante. Había un sin número de accidentes, muertos, lesionados y personas con diferentes traumas. Pasaba por cada uno de los corredores y podía apreciar el sufrimiento de personas que lloraban por sus familiares accidentados. Esperé cuatro horas en ayunas para que fuera posible tomarme el examen, que no tardó más de cinco minutos. Por todos lados se escuchaban lamentos, pero no conocía muy a fondo lo sucedido. En grado once, mi costumbre era cumplir las horas sociales en el grupo juvenil de la Cruz Roja de la institución; por ello días después, encontré la terrible realidad en que habían quedado algunos habitantes de las zonas aledañas o rurales. Las grandes fincas quedaron totalmente enlodadas, el ganado que era de lo que muchas personas en esas zonas vivían, se había caído al río y se lo había llevado la creciente. Algunas veredas quedaron incomunicadas con la cabecera municipal por causa del desprendimiento de un puente que era el único paso al pueblo, y lo peor de todo era la situación en que habían quedado las personas más vulnerables de la población, algo común en el país. Personas que antes vivían muy felices en sus casas de bahareque, chozas o de material, quedaron totalmente destruidas. Los casos con los que me relacioné en mi labor social me hacían reflexionar cada día más y me impresionaban de diferentes maneras, como por ejemplo la verraquera, el positivismo y la fe en Dios con los que la gente se levantaba cada día para poder salir adelante y reconstruir lo poco y nada que tenían. La reubicación fue muy lenta al igual que el diagnóstico a mi problema de salud. Hasta ahora, después de un largo año se me han practicado diferentes exámenes para tratar de descifrar qué tengo, y todo ha sido en vano. El problema de mareos y dolor de cabeza intenso

29


30

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

se hacen muy frecuentes durante la semana, y al exponerme de esa manera al problema he aprendido a llevarlo y a convivir con él. Ya perdí el ánimo de saber cuál es el error y comienzo a creer que es algo natural, producto de mi organismo. Muchas cosas en mi vida aportaron a la decisión que tomé sobre estudiar Medicina pero las más recientes fueron la grandeza y fortaleza que muestra el ser humano cuando se lo propone y aún más, la divinidad de Dios de crear un organismo vivo totalmente asombroso con infinidad de sorpresas, mecanismos y procesos biológicos difíciles de reconocer y entender para el ojo humano. Todas estas son maravillas que llevan a asombramos cada día más en el campo de la salud. Hoy recuerdo los diferentes programas televisivos de hace unos años, en donde se vendía la imagen de un médico adinerado, una propuesta tentadora para cualquier joven. Y es que la profesión médica debido a la “información” que proporcionan ciertos medios de comunicación está muy mitificada con ese halo de ser imprescindible en la comunidad, de ser todopoderoso y mirar a los demás desde lo alto de su bata. Aun así, para ser médico es cierto que debe cursarse una de las carreras más largas y exigentes que hay, tanto física como intelectualmente y no es para menos, pero aquí se trata de intervenir en la vida de otras personas para su bienestar; y se debe ser exigentes para formar a los mejores médicos, los que serán responsables de la salud de nuestra familia, amigos y seres queridos. Tomar la decisión de estudiar esta Carrera no es nada fácil y es aquí donde llego a la grandiosa pregunta: ¿Por qué estudiar Medicina? Muchos en mi promoción iban con la idea errónea que les había vendido los medios de comunicación, como por ejemplo el ganar mucho dinero en poco tiempo, la falsa búsqueda de la fama y fortuna y el ser el alma de cada una de las fiestas. Mi experiencia ahora me lleva a decir que el estudiante de medicina si tendrá vida social, pero debe olvidarse de la vida social que ha escuchado o vivido, es imposible que cada semana se tenga la fiesta


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

31

del año; por otra parte el conocimiento médico es excesivamente amplio y el estudiante debe saber mucho de la vida en relativamente poco tiempo. En este corto tiempo he podido aprender que para ser un buen médico se debe dar siempre lo máximo y exigirse lo máximo. Nunca olvidaré que con un lapicero y un recetario se puede ayudar a salvar a alguien o a destrozar su futuro por completo. Hoy cuento este relato, con diferentes experiencias personales pero tan solo con un fin: Reconocer cuán grande es la palabra Medicina y cuanta responsabilidad lleva en sus hombros alguien dedicado al estudio de esta profesión.

Neonata María Galindo Miré el reloj a las nueve de la mañana y no pude evitar pensar que al día siguiente estaría en un hospital de la ciudad, como interna. Muchas sensaciones recorrían mi cuerpo. Intriga, emoción, interés pero sobretodo, miedo. Miedo porque por primera vez iba a enfrentarme con un paciente, cara a cara, sin tener un profesor para que me guiara en todo momento. Hice el desayuno, leí el periódico, estudié un poco, miré el reloj nuevamente, doce del día. El tiempo parecía eterno. Preparé el almuerzo, estudié otro poco y decidí que debía salir de la casa, distraerme y no pensar más en el día siguiente. Entonces, fui al centro comercial a ver ropa y zapatos; compré un par de tenis y camisetas básicas para ponerme por debajo del uniforme que estaría usando por el resto de dos largos semestres. Aproveché que estaba en el centro comercial y comí una hamburguesa con papitas y gaseosa. Volví a mirar el reloj, 6:30 p.m.


32

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Por un momento había logrado mi cometido: Olvidarme un buen rato del atemorizante día que me esperaba una vez pusiera mi cabeza sobre la almohada y despertara al día siguiente. Llegué a casa y organicé mi uniforme con la bata y el fonendo. Me puse el pijama y prendí el televisor para conciliar el sueño. No me di cuenta de lo cansada que estaba, ni tampoco el momento en que me dormí. Me levanté desubicada. Miré por la ventana y era todavía de noche. 4:30 de la madrugada. Debía estar en el hospital a las siete así que decidí dormir hasta la hora en que debía sonar mi despertador pero en el momento en que cerré los ojos, me entró el afán de nuevo. Quería llegar ya al hospital y comenzar mi nueva vida. Me levanté y estuve lista a las 5:30. Leí el periódico y faltando un cuarto para las seis, salí de casa. Manejé lo más cuidadosamente posible, aún así, llegué al hospital a las 6:15. Sabía que los 45 minutos que me esperaban en el hospital iban a ser todavía más largos que la tarde del día anterior. Y así fue. Recorrí todo el hospital y traté de recordar la ubicación de los pasillos. Cuando llegué a urgencias memoricé la ubicación de las camillas y los aparatos. Faltando cinco minutos, fui a la sala de internos, me encontré con mis nuevos compañeros. Mi residente era alta, imponente, de cabello café, muy largo. Tenía ojos amables y penetrantes, que me hacían sentir como si estuviera viendo lo que yo sentía. Nos indicó el cuarto donde podíamos descansar los momentos que tuviéramos libres y aclaró que no serían muchos. Dijo que nos pusiéramos las batas y dio la bienvenida. Luego, nos llevó a hacer rondas con los pacientes que tenían que ser dados de alta y nos puso a decir los procedimientos que fueron llevados a cabo y el por qué de cada uno. Cuando terminamos eran las diez de la mañana. Margarita, nuestra residente, nos llevó a urgencias para que nos encargáramos de las personas que iban entrando. El caso más emocionante de esa mañana, fue el de una señora embarazada que había llegado en una ambulancia debido a un choque automovilístico.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Las primeras ocho horas fueron calmadas aunque llenas de pequeñas urgencias y rondas. A las tres de la tarde fui a almorzar con dos compañeras con las que había hecho amistad, una llamada Carolina y la otra Lina. Después del almuerzo, un neurocirujano llegó y dijo que dejaría entrar a una callosotomía, al interno que mejor se desempeñara durante las próximas 24 horas. Jamás había visto como se hacía una callosotomía, por lo que supe que en mis momentos libres debía estudiar el procedimiento, en caso de ser yo la elegida. No quería llegar al quirófano sin saber nada de lo que estaban haciendo en el cerebro de ese paciente; y aún si no era la elegida, anhelaba aprender algo nuevo. Alrededor de las siete de la noche, estaba sentada en una camilla, estudiando el procedimiento de una callosotomía, cuando sonó mi localizador. Se había producido un accidente de tránsito (un choque masivo) y estaban trayendo a los heridos. La sala de urgencias estaba a reventar. Corrí lo más rápido posible hasta la sala. El caos reinaba. Me quedé parada en la puerta, paralizada. El día había transcurrido con tranquilidad y había tenido tiempo para pensar cada procedimiento. No tuve prisa ni debí actuar de inmediato; ahora todo era al revés, tenía que actuar rápidamente y sin equivocarme. Algo mantenía mis pies pegados al piso, esto era demasiado para mí. Sentí que no iba a poder hacerlo, el pánico invadió mi cuerpo y me mantuvo inmóvil, mientras a lo lejos escuchaba a Margarita gritar a mis compañeros que al parecer estaban igual a mí. Sentí que alguien me cogió del brazo, era Lina, quien me hizo reaccionar ¡Gracias! le dije. Fui a ponerme los guantes y me acerqué a una camilla que estaban ingresando. Los paramédicos reportaron amnesia, no vómito y trauma craneoencefálico (TCE). Tensión arterial 130/80, frecuencia cardiaca 90 x’, frecuencia respiratoria 25 x’ y afebril. Mi cerebro estaba a mil por hora. Había varias opciones, una era salir corriendo. Decidí revisar al paciente y hacerle las preguntas de rutina, el nombre, la fecha del día de hoy y si tenía familiares a quienes pudiéramos llamar; aunque

33


34

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

estaba confuso, todo lo podía responder. Lo único que no recordaba era el momento del accidente. Le hice un examen físico completo y determiné que el paciente no presentaba soplos, ni agregados, tampoco masas en el abdomen, ni megalias y no tenía déficit motor. Me detuve 10 segundos para pensar qué le podía recetar. Finalmente me decidí por solución salina normal (0.9%), Dipirona intravenosa 2.5 c/6h, Osmorin 50 cc/6h, cabecera elevada, hoja neurológica cada 2 horas, y oxígeno por cánula nasal a 2 lts/min y Tetanol 1 amp. Logré estabilizar al paciente; lo hice en buen tiempo y sin equivocaciones, tal vez después de todo, yo sí servía para esto. Con los otros pacientes estuve un poco más tranquila. Pero no lo puedo negar; cada vez que llegaba donde uno nuevo, experimentaba el mismo pensamiento pesimista de que no iba a lograrlo. Es más, creo que tendré que hacerme a la idea de que ese pensamiento jamás se vaya. El día terminó, decidí que era el momento de ir a dormir un rato y tan pronto me recosté en la camilla me sumí en un sueño profundo. Mi localizador volvió a sonar, era la una de la madrugada. Una paciente de 13 años con la cual había pasado revista en la mañana estaba convulsionando. Sin pensarlo dos veces, receté Diazepam 15 mg. No hubo ideas pesimistas, tal vez después de todo, iba a poder olvidarme de eso. Pasé la noche con tan solo cinco interrupciones más de mi sueño. A la mañana siguiente fue la misma rutina: Hacer rondas en la mañana y atender urgencias. Almorcé con Lina y Carolina, y por la tarde pudimos entrar a galería de un quirófano donde estaban operando a una paciente de una histerectomía. Cuando salimos de ella, el Dr. Guerrero, el neurocirujano del día anterior, llegó a decir quién era el elegido. Hubo un momento de silencio. Estaba resignada, no había actuado tan rápido y me había detenido a pensar en los medicamentos para estabilizar a los pacientes antes de remitirlos. De pronto escuché: Marcela Herrera. No lo podía creer. No podía ser yo la elegida, había mejores internos que yo y de eso estaba segura. Ayer los había visto trabajar con gran destreza y rapidez. Pregunté lo primero que se me ocurrió


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

¿Yo? Sí, dijo el Dr. Guerrero. ¿Por qué? El Dr. Guerrero me miró con cara de desconcierto, como pensando que había elegido mal. Me siento halagada de ser yo, le dije. Sólo quiero saber por qué yo, cuando hubo personas que lo hicieron con mayor rapidez que yo. El Doctor sonrió y dijo: La eficiencia no está en la rapidez Dra. Herrera, está en la calidad de su trabajo. Y por lo que pude ver ayer, usted fue la única que actuó de manera calmada, sin acelerarse y sin tener que reanimar a ningún paciente. Me quedé perpleja. No sabía que habían resucitado a nadie. Le di las gracias y fui al cuarto de internos a recostarme. No lo podía creer. En la noche estaría presente en una callosotomía y tal vez me dejarían hacer algo. Eso era algo muy grande. Llegó la hora de la cirugía. Hice el protocolo de limpieza previo a la cirugía. Entré y me paré al lado del doctor lo que me parecieron minutos. La cirugía comenzó a las ocho de la noche y terminamos a las dos de la mañana. Salimos del quirófano, felices porque la cirugía había sido un éxito. El Dr. Guerrero me preguntó cómo me sentía. Le dije que estaba revitalizada, que jamás había visto nada igual. Aunque era verdad, hubiera querido hacer algo, pero claro, llevo dos días de interna, no me hubieran dejado participar ni en una apendicetomía. Me quedé sentada por un buen rato repasando en mi cabeza todo lo que había visto y sentido en las últimas seis horas. Recordé que practiqué en cadáveres y observé desde una galería muchas veces. Y pensé que sabría lo que sentiría al estar parada en el quirófano. Todo fue como una montaña rusa de sensaciones.

35


36

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Médica y misionera Daniela Jiménez Paredes Muchas cosas han llegado a mi vida, sin haberlas pedido. Ser parte del Centro Pastoral San Francisco Javier, es una de ellas. Aún recuerdo el día en que me entraron las ganas de asistir al seminario taller de liderazgo que ofrecía el Centro de Bienestar por un mail que llegó a mi correo y al que luego hice caso. Dos semanas después, recibí una llamada de Carolina y Alfred, invitándome al campamento de Misión, que sería en Diciembre. Entonces, hice la entrevista con el padre Hugo Alexis y me fue bien. Al finalizar mi primer semestre de Medicina, ya había ido participado en dos actividades importantes. En segundo semestre, hice parte de casi todas las actividades que organiza el Centro de Pastoral. Hay algo ahí que me hace feliz. Es difícil explicarlo. He conocido personas maravillosas con quienes he construido amistades verdaderas que se fundamentan en ideales y vocación similar: El servicio. Tengo miles de anécdotas acerca de las experiencias vividas. También hay llanto, dolor y alegrías. Puedo decir que ahí está Dios. En medio de cada extenuante caminada de misiones o de inserción, es posible apreciar el paisaje o interpretar una bella canción. Cuando estoy con personas conocidas o desconocidas, siento que estoy rodeada de hermanos, de amigos de toda la vida. Lo que nos conecta es el deseo de ayudar a la humanidad. Todo comienza con acciones simples y concretas, por ejemplo, regalar una sonrisa. Basta con querer contribuir al cambio y dejar que las cosas fluyan de manera simple…es como dice un personaje conocido, pensar que “eso sale”. El Centro Pastoral y el servicio son mi ruta perfecta. Aunque la Medicina absorbe casi toda mi vida, el hecho de servir y conocer gente nueva, me oxigena.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

A veces siento que camino en una cuerda floja, en una constante incertidumbre que va desde pasar mi tiempo entre las actividades del Medio (cosa que amo) y la Medicina (mi pasión entera). A veces me da miedo caer de la cuerda, perder el equilibrio y no responder como debiera. Es entonces cuando recurro al único ser que me ayuda: Dios. Mis notas no son perfectas y no quiero que lo sean. Soy una buena estudiante pero no perfecta. Me encanta servir y amar a la gente. San Ignacio de Loyola decía que esa era la clave. Aunque soy consciente de querer ser una excelente médica, también creo que mi país necesita gente con sed de cambio y no puedo esperar a que eso llegue porque el camino se construye desde ahora. Por eso querido lector, le cuento mi experiencia a grandes rasgos, invitándolo a la “revolución de las cosas pequeñas”; no para que se vuelva misionero o algo por el estilo, sino para llamar su atención. Como decía Jaime Garzón, “no podemos esperar a que llegue un héroe que cambie la situación”. Yo sí creo en la posibilidad del cambio pues en mi corta experiencia he aprendido que no se necesita de grandes hazañas y que basta con tener ganas pues el resto, sale. Piense estimado lector, cómo el mundo se destroza. Cómo nos quedamos al margen de la situación, indiferentes, viviendo en una burbuja. El cambio comienza cuando nos ponemos en los zapatos de las demás personas. El cambio comienza con usted, conmigo, con todos pensando en un país mejor y haciendo algo al respecto.

37


38

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

¿Y si no fuera Medicina? Jessica Nuñez Gómez Me pregunto qué hubiera pasado si no estudiara medicina. Estaría en cualquier otro sitio, menos en la biblioteca con mi uniforme y mi saco, escuchando Selena Quintanilla y pensando cómo hacer el punto siete del taller de célula. Si hubiera estudiado Química, no estaría en la Javeriana sino en Icesi o quizás en Univalle. Entonces, una página de mi diario diría: “Hoy madrugué a las 6:00 a.m. Estuve quince minutos pensando en qué ponerme pues todos los días no puedo usar la misma camisa. Espero el A11 y no el A14 o el A14C, que siempre pasa lleno. Si los pasajeros de ese bus pudieran verse, se verían a sí mismos como cientos de sardinas empacadas en una lata para cincuenta. El A11 va siempre vacío y aunque lleve mi maleta gigante, consigo asiento. En el recorrido, voy pensando en los laboratorios que tengo pendientes y en el parcial de algebra que de pronto pierdo porque esa profesora me odia”. Si la decisión hubiera sido Arquitectura, estudiaría en la Javeriana pero las cosas serían diferentes. Sobre un día típico, escribiría: “Hoy me levanté a las 6:30 de la mañana y tengo clase a las 8:00. Llegué tarde porque me quedé dormida terminando la maqueta. Al salir de mi casa estaba lloviendo y tuve que envolver la maqueta en una bolsa plástica. Luego, con el paraguas en una mano y la maqueta en la otra, caminé muy rápido hasta la estación del MIO. En la Estación supe que había dejado la tarjeta y por eso tuve que comprar un pasaje. Al entrar traté de secarme lo que más pude. Di gracias al destino por haberme mandado en una E21 con sillas disponibles, cosa que no se ve todos los días. Llegué a la Estación Universidades y el A14C acababa de irse. Sin embargo, llegó el A14A


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

y como iba tarde, no pude darme el lujo de esperar otro así que entré a la fuerza, golpeando con mi maqueta mientras se cerraban las puertas. Cuando me bajé del MIO, recordé que no había traído la billetera. Entonces, tuve que registrarme en la entrada, lo que hizo que me retrasara para entrar a clase. Corrí muy rápido, ingresé al salón de clase, puse mi maqueta a un lado y esperé hasta la tarde para poder entregar el trabajo. Aunque al entregarla me quité un peso de encima, pude ver con frustración que otras maquetas estaban muy bien hechas en comparación a la mía. Pero aquí estoy porque mi decisión fue estudiar Medicina. Aunque no tengo la certeza de pasar a Segundo, me gusta la vida que llevo. Me levanto todos los días a las 4:30 a.m. Leo, escribo y pienso mucho. Eso, sumado a los dolores de cabeza que me dan a diario, da como resultado las ojeras y la cara de muerto que tengo hace cuatro meses. A veces me quedo dormida en Célula, sabiendo que Pedro me puede sacar de clase. Me gusta congelarme en los salones, hacer informes de laboratorio, preparar talleres, esconderme en la Biblioteca y caminar hasta la Facultad, siempre pensando que voy tarde. También me gustan los chistes malos del profesor Pedro y la profe Yadira, me agrada ver lo tiernos y graciosos que son el profesor Fabián y la profesora Eliana; especialmente, ver la cara roja del profesor Fabián frente a algunos comentarios de la profesora Eliana. Me agradan la emoción del profesor Andrés en sus clases, los comentarios del Dr. Rovetto, la cara de felicidad del profesor Víctor Hugo, las entretenidas clases de la Dra. Lisa y la risa de la Dra. Paula Margarita. Me gusta cuando pienso que la profesora Florencia es un amor; también cuando aprendo en las apasionadas clases de estadística del profesor Juan Carlos. Soy muy feliz cuando entiendo algo de Célula y cuando saco una nota buena en una materia. Eso es lo que compensa todas las dificultades, lo malo que me pasa o me pueda pasar, en este maravilloso camino hacia la Medicina.

39


40

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Un jueves diferente Ivana Nieto Aristizábal, Leidy Peña Izquierdo, Paula Ocharán Barona, María Andrea Ortegate Gómez Cinco o seis horas de sueño pensando en no seguir de largo por tanto trabajo; sin embargo, sigue un puente. La expectativa es tener al menos un día de descanso. Hoy tendremos que hacer un cariotipo en Genética y con un poco de ánimo, sentiremos algo diferente. Son las cinco de la mañana y suena la alarma de todos los que tenemos Black Berry. Es típico posponerla cinco minutos sagrados. Paula se levanta con el malestar de cada mes, piensa que no quiere bañarse y la pereza le permite visualizarse de nuevo entre las sabanas. Repite, “vas a hacer un cariotipo y tienes que entregar el cuento de humanidades”. Su cuerpo levita. El calentador ya está prendido y dispone de 15 minutos para darse un baño que la despierte. María Andrea, somnolienta, recuerda que hoy tiene que lavarse el cabello, así que los 20 minutos más de sueño tendrán que acumularse para el día siguiente. Se dirige a la ducha y mientras pasan los 10 minutos que debe dejarse el tratamiento, cae en un corto y profundo sueño sobre el piso. Ivana sigue durmiendo. Decide aplazar su alarma de 5 a 25 minutos. Se levanta y sabe que debe apresurarse para alcanzar el bus que la llevará a la Autónoma. Escucha el grito de su mamá: “Ivaaaana, las y 25”. Debe bañarse rápido y quizás el tiempo no le alcance ni para desayunar. Leidy, en cambio, apenas estaba escuchando el primer llamado. Ella es un poco más rápida y eso es una cierta ventaja. Vive cerca de la Universidad, lo cual facilita la llegada a tiempo, pero de un momento a otro, su estrés aumenta: Su hermano no sale del baño.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

El agua caliente arrulla los cuerpos de las estudiantes. No quieren salir de la ducha, pero la idea de faltar a clase, las hace retractarse. El afán de correr tras el bus por toda la Pasoancho, el pito intermitente de tus padres desde las seis de la mañana, llegar a la estación del MIO tarde y no conseguir asiento, son hechos que se quieren evitar. Así que poco a poco, el reloj mental de cada estudiante sigue su curso, en constantes pasos, camino hacia el edificio Almendros; para sumarle gravedad a la situación, éste queda lejos de la portería de la Universidad. Hoy es un día de rutina; sin embargo, circunstancias cómicas lo hacen distinto. En el MIO, Ivana, examina detalladamente a quienes están a su lado. Frustrante, el hecho de toparse otra vez con los tres rulos del cabello de la señora de su Condominio pues es absurdo pensar que sale a la calle en esa forma. Ivana observa paso a paso el momento en que los rulos caen de su cabello que se va tornando esponjado y chuzudo como el de una escoba. Eso incrementa su impresión y trata de no mirar pero es imposible. Resulta graciosa la naturalidad con que ella toma el asunto: despelucarse y acicalarse un minuto antes de bajarse del MIO. El día de María Andrea cursa con normalidad. Maneja camino a la Universidad y su mamá va de copiloto. Esquiva una buseta bruscamente y “Yolis”, como le dice Paula a su mamá, manda un estruendoso grito y la respuesta inteligente de María Andrea es: “Mami, eso se llama habilidad”. Al rato, baja sus cosas del baúl del carro y se dirige camino a la portería de la Universidad verificando que su carné esté en el sitio. Mientras tanto, Paula va bajando del MIO. Se dirigen juntas al edificio de Almendros, mientras eufóricamente Paula le cuenta que se ha encontrado con un niño mono, ojiclaro, con quien desde hace una semana, viene cruzando miradas coquetas y penosas. Ya son las seis y media de la mañana y por la otra portería Leidy se dirige al Auditorio 6. Su estrés ha disminuido ya que su papá, quien siempre la lleva a la estación del MIO, no quería levantarse rápido. Entonces ella, con su baile de vudú logra arrancar las sábanas dormilonas para que como un bólido, su papá la lleve. En el salón está

41


42

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Ivana; la sorpresa de Paula es enorme porque siempre llega antes que ella. María Andrea ha encartado a Paula con su libro mientras reza en la capilla por la salud de su tío; cuando abre la puerta del salón ya media clase está allí y se pierde un poco la historia que Ivana cuenta curiosamente. Por supuesto, se trata de un hecho amoroso. Llega la profesora Lisa. Leidy reúne la plata para sacar las fotocopias del cariotipo, se dirige con Juan Diego hasta el Lago, porque increíblemente todas las fotocopiadoras están cerradas. Minuciosa y delicadamente, el Grupo A empieza a realizar labores de genetistas Fue una actividad entretenida; unos comenzaron al revés como Ivana, otros iban en orden y terminaron más rápido como lo hizo Paula, mientras Leidy y María Andrea detallaban y preguntaban a la profesora si lo que tenían estaba bien hecho. Así, después de 2 horas terminaron el cariotipo. Con hambre y con las necesidades del cuerpo un tanto urgentes, se dirigen a la clase de Humanidades. “Buenos días”, dice la profesora Florencia. Explica la actividad de hoy jueves 15 de Marzo, que es esta producción que están leyendo. Mientras unas piensan lo que hicieron durante el día, otras juegan y escuchan música, tranquilizan su mente con el iPad, hasta que al final, de una forma diferente y literaria, se disponen a contar los pequeños detalles que hacen de un jueves de rutina: “Un jueves diferente”.

Cuarenta minutos de diferencia María Paula Reyes Ramírez Estoy perfectamente acomodada y abrigada sobre mi cama. Supongo que duermo hasta que una fuerza extraña abre mi ojo y veo luz por la rendija de la puerta.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

¿Será que ya me debo levantarme?, pienso medio dormida y medio despierta. El citófono suena. Como un resorte voy al baño. Agarro mi celular que dejo cargando adentro pues una de las tantas cucarachas que caracterizan mi carácter hipocondríaco es la idea de que me puede dar cáncer si duermo con electrodomésticos al lado. Me había asegurado anoche de subirle el volumen a la alarma, de cuadrarla para que sonara a las 5:25 a.m. y dejar la puerta del baño entreabierta para que saliera la voz de Enya que hace menos difícil la levantada. Ninguna de las precauciones tomadas sirve pues al prender el celular veo que son las seis y seis minutos. Ya es tarde. Andrés está en el citófono. Calculo que lleva seis minutos esperando. Lo llamo y le digo que se vaya pues me da vergüenza que me espere; al fin y al cabo, me está haciendo un favor hoy, día de pico y placa. Reflexiono sobre mi pensamiento: Tengo pico y placa o sea que si no me voy con él, no llego a clase de Humanidades. Le ruego que me dé unos minuticos, me “medio” baño, me visto y me pongo una bocanada de crema de dientes. No me agradaría matar a la gente con mi aliento de dragón matutino. Lista para bajar, entro al cuarto de mi mamá para despedirme a la carrera pero ella me dice que no me puedo ir sin coger el almuerzo. Refunfuñando lo empaco de la forma más mediocre posible y salgo corriendo como una maniática. Claro está, cuando uno está de afán, el ascensor acaba de pasar por el piso. Así que me toca esperar a que le dé la gana de regresar. Hora: 6 :15 a.m. ¡Qué pena con mi amigo! Nos cogerá el trancón Andrés me está esperando con su mamá al lado. Encima de lo tarde, tenemos que ir a dejarla al trabajo ¡Qué culpabilidad! Nunca había dejado de oír la alarma. Me ha estado pasando últimamente pero siempre alguien en mi casa me salvaba. Lo tomo como una señal de cansancio. Es tanto, que ya se está acabando mi psicorrigidez con la bulla para poder dormir pues ha salido el gen materno de tener sueño liviano… ¡Todo un karma!

43


44

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Llamo a Anita, mi amiga de la Universidad que vive en el sur, para pedirle que me traiga un peto (la profesora de Genética no nos deja entrar sin el uniforme completo) y una toalla (pienso bañarme entre Humanidades y Genética). Escucho música en el carro y molestamos con Andrés cantando una alternación de Rock y reggaetón para llegar bien enérgicos a clase. Me siento débil por la falta de desayuno; puede que yo no coma mucho pero sí seguidito. Intento no pensar en el hambre pero una vez llegamos a la Universidad, después de aguantar miles de trancones por el embotellamiento del sur, toca subir tres pisos para llegar a clase de Humanidades. Llego pálida y jadeando. Repito: ¡Tengo hambre! Me asara la idea de que no me dejen ir a comer algo. Pido permiso y la profesora Florencia me deja. Pido un pastel Hawaiano y como bebida un Nestea. ¡Vuelvo a la vida! Evalúo mi ajetreado amanecer y me doy cuenta que pude dormir cuarenta minutos más… Ahora sí, estoy lista para empezar el día.

Es cuestión de pura sangre Freddy Moreno-Gómez D.D.S., MSc.

Profesor de Biología del Desarrollo e Histología de Sistemas Departamento de Ciencias Básicas Facultad de Ciencias de la Salud Pontificia Universidad Javeriana

Desde que el gobierno en 1994, inspirado en políticas de control de calidad de la FDA (por sus siglas en ingles Foodand Drug Administration), la OMS (por sus siglas en español Organización Mundial de la Salud) y la OPS (por sus siglas en español Organización Panamericana de la Salud) empezó a exigir el registro INVIMA (por sus siglas en español Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos) a la sangre humana, la calidad de vida de los vampiros


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

cambió; no solo cambiaron los mecanismos de alimentación sino que también bajó la tasa de morbilidad de vampiros como consecuencia de un alimento de mejor calidad y fuera de todo riesgo de contaminación. Ni el conde drácula de Bram Stoker, ni el de la adaptación al cine de Tod Browning interpretado por Béla Lugosi, ni el de la película de Francis Ford Coppola interpretado por Gary Oldman, ninguno de los dráculas escritos, dramatizados o actuados, jamás podrían haberse imaginado como sería el futuro de toda su estirpe, jamás podrían haberse imaginado los peligros de la “contaminación cruzada” a partir del consumo del líquido vital. En la actualidad, los vampiros pertenecientes a colectivos o tribus urbanas inmersos en un movimiento gótico post-modernista derivado del post-punk, ataviados de spandex, cuero y accesorios de metal, deambulan por las calles bajo la luz de la luna en las noches, se esconden en las sombras a la luz del sol en el día, y ya no cortejan mujeres hermosísimas para saciar su sed de sangre. Consumir sangre en la actualidad va más allá de morder y succionar el cuello. Ahora simplemente, alejados de cualquier riesgo de ser tildados de homofóbicos y delincuentes, buscan su alimento en cualquier sitio, desde supermercados hasta máquinas dispensadoras en cualquier sala de espera. Consumir sangre ahora es mucho más moderno, más higiénico, más balanceado y más alimenticio. Desde que el gobierno empezó a exigir el registro Invima, la dieta de los vampiros se volvió todo un negocio. La sangre, recolectada en centros de donación, cumple con todas las normas sanitarias, en donde importa no solo la bioseguridad del donante sino también la del futuro consumidor. Plantas industriales tratan el líquido vital. La sangre es analizada y pasteurizada teniendo en cuenta su alta capacidad de albergar y transmitir centenas de enfermedades infecto-contagiosas; ya nunca más los vampiros serían el sector de la población con mayor prevalencia de SIDA o hepatitis. La sangre recibe un adecuado proceso de enriquecimiento nutritivo; los vampiros ya no cuentan con la mala suerte de morder a un ser humano con anemia o leucemia. La sangre

45


46

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

cuenta con un estricto control químico que garantizaría una adecuada consistencia; el consumidor disfrutaría de una sangre “en su punto”, ni muy líquida, ni muy espesa. De esta forma, con una sangre tratada, se puede gozar de todas la capacidades nutricionales directamente del sistema circulatorio de un ser humano sano, pasando desde sofisticados procesos industriales, al paladar del más estricto comensal, a través de un cómodo y aséptico embase como es el tetra-pak®, el cual podrá ser reutilizado disminuyendo la contaminación del planeta. Además el interior del envase se encuentra recubierto de una película de citrato (fija iones de calcio indispensables para desencadenar la cascada de la coagulación) o heparina (desactiva los factores de la coagulación) para impedir su coagulación antes de ser consumida. Sangre larga vida. Consumir sangre es ahora cosa de otro mundo. Una vez que se ha recolectado la sangre, ésta es sometida a un meticuloso control con altos estándares de calidad con el fin de detectar y eliminar anticuerpos anti-eritrocíticos inesperados que puedan causar problemas en el consumidor, esto es una sangre “compatible” apta para el consumo. Posibles agentes infecciosos como el virus de la hepatitis tipo B y C, el virus de la inmunodeficiencia humana y el virus linfotrópico de linfocitos T humanos, entre muchos más, son eliminados con procesos bioquímicos seguros. Además, se efectúa una irradiación a las células sanguíneas para anular cualquier linfocito T que pueda provocar una reacción en el consumidor debido a la exposición repetida a las células extrañas. El impacto ha sido tan favorable que inclusive, los seres humanos ya no verían afectada nunca más la reducción de su hematocrito de forma drástica y en contra de su juicio, ni mucho menos correrían el riesgo que bacterias periodoto-patógenas residentes en las encías de los vampiros pudiesen viajar por el torrente sanguíneo de tal forma que ocasionaran, por ejemplo, una endocarditis bacteriana. El riesgo de contaminación cruzada producto del consumo directo de sangre casi que desapareció por completo, tal como lo reporta la literatura científica,


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

además de ser una fiel demostración que la políticas de salud pública pueden proteger la calidad de vida tanto de los consumidores (vampiros) como de las fuentes de abastecimiento (humanos), de tal forma que se mejora la calidad de los productos y se favorece la economía. Así mismo los seres humanos tienen la posibilidad de acelerar el proceso fisiológico de recambio de “sangre nueva”, con nuevos componentes celulares y una matriz extracelular sanguínea regenerada. Es así como la sangre envasada ofrece al consumidor todos los estándares de calidad asegurando todos los beneficios nutricionales, además de garantizar un estricto control ético de los donantes, razón por la cual organizaciones no gubernamentales a favor de los seres humanos como integrantes de la dieta básica de los vampiros y PETA (por sus siglas en ingles People for the Ethical Treatment of Animals) -para este entonces los seres humanos al entrar en la cadena alimenticia fueron considerados como animales y protegidos sus derechos-. Si tiene en sus manos un envase de sangre y lee la etiqueta de los nutritional facts, podrá darse cuenta del invaluable valor nutricional de la sangre. Para los vampiros alimentarse nunca volverá a ser como antes. La NLEA (por sus siglas en ingles Nutrition Labeling and Education Act) exige en los productos alimenticios las cantidades (peso, volumen, concentración, etc.) de los ingredientes del producto así como la información nutricional, de acuerdo a la RDI (por sus siglas en ingles Nutricional Reference Daily Intake) y a la RDA (por sus siglas en ingles Recommended Dietary Allowances). De esta forma la sangre es un alimento básico en la dieta de los vampiros ya que provee todos los nutrientes necesarios para la supervivencia de los mismos. Siendo un tejido conectivo altamente especializado de los seres humanos, se encuentra constituida por elementos figurados o celulares (de los cuales solo quedan los eritrocitos) y elementos fibrilares y no fibrilares de la matriz extracelular o plasma. A esta altura vale la pena recordar que la sangre es un tejido conectivo líquido que circula en los seres humanos a través del sistema cardio-vascular; se encuentra compuesta por células, los derivados de esas células y por un líquido con abundante proteínas denominado plasma.

47


48

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

La sangre consiste pues, en un alimento híper-proteico merced de la gran concentración de proteínas plasmáticas representadas principalmente en la albúmina, las globulinas inmunes (inmunoglobulinas), las globulinas no inmunes (que además actúan de transportadores de iones de cobre y hierro) y el fibrinógeno. Del mismo modo, la sangre se constituye en un alimento rico en fibra, dada la capacidad del fibrinógeno de transformarse en fibrina, un monómero que se asocia a sus afines hasta formar largas cadenas polipéptidicas insolubles, una razón más para emplear heparina en los preparados y envases de tal forma que la fibra no polimerice por completo y pueda causar problemas gástricos al vampiro consumidor, por lo que las empresas envasadoras de sangre, garantizan que es libre de preservativos, ya que cuenta con anticoagulantes naturales que mantienen su estado líquido casi como si estuviese dentro de los vasos sanguíneos humanos. Otro punto nutricional a tener en cuenta es la gran biodisponibilidad de oxígeno en la sangre. Desde siempre, los vampiros han obtenido sangre oxigenada de los seres humanos a través de la perforación de las arterias carótidas; sin embargo, el proceso industrial permite saturar la sangre a través de un equipo especial que perfunde oxígeno, asegurando que cada molécula del gas vital se una al hierro de los grupo hemo de la hemoglobina dentro de los eritrocitos, con lo que se garantizan altas concentraciones de oxihemoglobina. Vale la pena resaltar que es la hemoglobina la que le da a la sangre ese delicado y profundo color rojo, que hace de la sangre un alimento apetitoso y provocativo.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Del mismo modo, ya que la sangre en los humanos funciona como un transportador de glucosa a los tejidos, mediante un proceso de laboratorio, se inhibe la acción de insulina y se emplea glucagón para garantizar el mantenimiento de los niveles de glucosa en sangre en el momento que el humano hace su habitual donación semestral de sangre. Por esta vía, también es posible contar con grandes reservas energéticas a través de ácidos grasos, los cuales son transportados en la sangre como complejos de albúmina o como lípidos esterificados en las lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL), de baja densidad (LDL) y de alta densidad (HDL). Finalmente, en la sangre también podemos encontrar otro tipo de nutrientes fundamentales como minerales como el hierro y el calcio; vitaminas y aminoácidos esenciales agrupados en algunos elementos del plasma. Ante todo esto, si usted es humano, demuestre su más amplio sentido humanitario, no derrame la sangre de sus semejantes, en el mundo hay cientos de vampiros que darían todo por esa sangre desperdiciada y que no tienen recursos suficientes para alimentarse dignamente. Cuídese, si tiene una vida sexual activa utilice condón con el fin de controlar la propagación de las enfermedades de transmisión sexual que pueden echar a perder su sangre, potencial fuente de alimentación para los vampiros. Sea considerado, manténgase sano, haga deporte; las revistas especializadas han comprobado con cientos de estudios que la falta de ejercicio afecta el estado del endotelio y la calidad de los eritrocitos, lo que disminuye a su vez la calidad de la sangre. Aliméntese bien, consuma verduras ricas en minerales y radicales libres, estos hábitos sanos permitirán constituir un sangre rica en nutrientes y de recambios favorables para el correcto funcionamiento del metabolismo humano, lo que contribuirá notablemente en el estado de salud de los vampiros.

49


50

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

No fume. De acuerdo a diversas fuentes epidemiológicas científicamente válidas, el tabaquismo aumenta diez veces la posibilidad de desarrollar un infarto de miocardio y cerca del 85% de las muertes por cáncer de pulmón se asocian directamente con el hábito de fumar. Aparte de un centenar de enfermedades asociadas al hábito de fumar, el transporte de oxígeno por la sangre se dificulta debido a que el monóxido de carbono incorporado por el cigarrillo se une irreversiblemente a la hemoglobina del eritrocito ocupando el espacio que debería pertenecer al oxígeno, por tanto la calidad de la sangre se deteriora. Malo para el ser humano y malo para el vampiro. No consuma licor. El alcohol ingerido luego de llegar el estómago es absorbido por el intestino delgado y pasa directamente al torrente sanguíneo. Como el organismo es incapaz de almacenar y eliminar el alcohol a través de las diferentes vías de excreción, este se deposita en los tejidos y permanece en la sangre mientras el hígado lo oxida. Recuerde que los vampiros menores de 18 años no pueden consumir alcohol, y si la sangre es dieta casi exclusiva de los vampiros los tres primeros años de vida postnatal, una sangre alcoholizada podrá generar efectos adversos en su normal desarrollo físico y psíquico. No abuse de las drogas legales y de las drogas ilegales, su sangre saturada de forma irreversible con altas concentraciones de drogas, podría ser consumida por mujeres vampiras en embarazo, lo cual afectará el desarrollo embrionario del vampiro en gestación. La gran mayoría de medicamentos llegan al torrente sanguíneo para, mediante esta vía, alcanzar el órgano blanco. La bio-disponibilidad de los principios activos obedece a la fármaco-cinética de los mismos. Finalmente los productos finales (metabolitos) de los medicamentos serán eliminados por diferentes vías de excreción del organismo o cruzarían la barrera feto-placentaria afectando al embrión. No sea egoísta, al cuidarse puede contribuir con el cuidado de los vampiros, recuerde que de un ser humano, varios vampiros podrán obtener los elementos necesarios para alimentarse y vivir de forma sana. Demuestre su gran sentido altruista y su sentido humano con


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

los demás seres de la creación. Los vampiros también merecen vivir. Done sangre, no solo para los vampiros, sino para que otros seres humanos puedan contar con su sangre o hemo-derivados durante algún procedimiento médico. Se necesitan aproximadamente 38.000 unidades de glóbulos rojos por día. El número de unidades de sangre donada es aproximadamente 15 millones al año. Existen aproximadamente 8 millones de donantes de sangre voluntarios. Alrededor de 4,9 millones de pacientes reciben transfusiones de unidades de sangre cada año. Si bien estos datos varían mes a mes, no siempre la bio-disponibilidad de sangre es equitativa con la necesidad alimenticia de los vampiros y las necesidades médicas de los seres humanos. Done sangre sin importar su grupo sanguíneo o su Rh; aunque, si usted es Rh negativo debe saber que es la sangre menos prevalente, por tanto la más difícil de conseguir. Esto le importa a los seres humanos no a los vampiros; no obstante, hay algunos de ellos con un sentido del gusto bastante refinado que manifiestan percibir cambios en el sabor entre los diferentes grupos sanguíneos. La mayoría de campañas de donación de sangre manifiestan que se salvan al menos tres vidas con cada donante, e información extraoficial objeto de verificación sugiere que se nutren una gran cantidad de vampiros. Dona sangre, salva vidas humanas y nutre vidas vampiras. Esto se trata de pura sangre. Done sangre. Nunca se sabe qué ser humano la pueda necesitar en algún procedimiento médico en este preciso momento. Nunca se sabe que vampiro requiera alimentarse en este preciso momento. No es más, simplemente, es cuestión de pura sangre.

51



La luz es como el agua Segunda escena



Relatos de enfermedad



REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Martes, principio de semana María Alejandra Nagles Hurtado Abro lentamente los ojos y diviso el techo blanco. Cinco minutos después, escucho la alarma y pienso: Martes… principio de semana. Hay clase de Célula y estoy a dos días del parcial. Llego sin contratiempo a la universidad, cosa que me alegra. En el transcurso de la mañana recibo llamada de mi madre, diciéndome que en un intento de robo le han dado dos tiros a mi tío. Repite que se encuentra consciente lo cual en medio del caos, es un excelente síntoma. Me dice que debía ser trasladado a Cali pero por su gravedad, el viaje es un alto riesgo. Y que deciden dejarlo en Buga, a la espera de varios especialistas. Coincidencialmente este es el día de uno de los pagos de la matricula de la universidad. Le recuerdo a mi madre, sabiendo que ese día sería imposible efectuarlo. Me dirijo a la Facultad y expreso mi inquietud a la Dr. Gloria para no tener mayores problemas en financiero y me permitan otro recibo con fecha de dos días después. En medio de la charla ella me dice: “Somos tan frágiles”. Tras escuchar, mi mirada se pierde en el tiempo y en el piso rojo de su oficina. Me digo a mi misma: “Realmente lo somos”. Recreo a mi tío con dos disparos en la cabeza, indicándole a un señor cómo manejar su carro automático. Pienso hasta qué punto las ganas de sobrevivir nos ayudan, si será una reacción instintiva o quizás la fuerza de no imaginar la vida sin las personas que amamos. Nuestro cuerpo puede adaptarse a situaciones adversas.

57


58

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

La Dr. Gloria tiene la razón. Más allá de las lesiones que podamos ocasionar a nuestro cuerpo, convivimos con la angustia, la frustración o el dolor y la lucha constante por aferrarnos a la vida. Por eso somos frágiles. Al llegar, estaba ansiosa por mi parcial de Célula. Pero tras la noticia, la preocupación cambió. Llegué a la conclusión de que aquellos problemas que realmente importan son los que nunca pasaron por mi mente al levantarme o mientras tomaba una ducha. Son aquellos que por sorpresa nos congelan en el tiempo, un martes o un día cualquiera.

La enfermedad de mi hermana Laura Mejía Gutiérrez Marcela es mi hermana. Nació el 13 de octubre de 1985, en el Hospital San Juan de Dios de Armenia. El embarazo fue un poco complicado y hasta se llegó a creer que mi mamá tenía gemelos. Por tal complejidad, programaron cesárea para ese día, un mes antes para cumplir los nueve meses de gestación. Marcela midió 52 centímetros y pesó 6 libras. En general, todo parecía estar bien. Sin embargo, en el momento del nacimiento la llevaron directo a sala de cirugía ya que presentaba un quiste benigno cerca a un ovario. Luego, cuando mi mamá la pudo ver, tenía una herida de lado a lado en la parte baja de la barriga. Ella cuenta que para ser un bebé, la herida era demasiado grande. Estuvo aproximadamente quince días en la incubadora y recibió fototerapia porque presentaba ictericia. Pasaron los días y se recuperó. Después de quince años de la cirugía, Marcela presentó bridas o adherencias peritoneales posquirúrgicas. Esto se reflejó en los síntomas que tenía: Dolor abdominal intenso, vómito, estreñimiento e ictericia. Por


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

obvias razones, la hospitalizaron y como tenía una obstrucción total, volvió a cirugía. Desde ahí, prácticamente cada año vuelve a presentar obstrucción, aunque parcial. Siempre que ingresa al hospital, le toman una radiografía de abdomen simple, vertical y horizontal sin enema para observar que tan obstruida está. Seguidamente, la hospitalizan, le suministran suero y le impiden comer. Luego, le ponen una sonda nasogástrica para desobstruir los intestinos. Cuando ya está mejor, le empiezan a dar dieta líquida y posteriormente dieta blanda. Después de ocho días de este tratamiento, todo vuelve a la normalidad. Uno de los días en que presentó la obstrucción parcial, tenía la bilirrubina más alta de lo normal. Creyeron que podría ser Hepatitis A, le hicieron exámenes y no fue diagnosticada por tal enfermedad. Sin embargo, tenían que llegar a un diagnóstico. Después de una elaborada historia clínica, se dieron cuenta que mi hermana presentaba el mismo síndrome de mi abuelo: “el síndrome de Gilbert”, que afecta la manera como es procesada la bilirrubina en el hígado y por lo tanto causa ictericia tanto en la piel como en la esclera. Desde allí, se dieron cuenta que cada que se enferma, Marcela presenta ictericia. Cierta vez, llegó al hospital con cólicos. Decía que el dolor era inexplicable. El gastroenterólogo le dijo que probablemente ya sabía cómo eran unas contracciones del parto. En ese momento mi madre la consolaba por su dolor diciéndole que ella la podía entender. Como los cólicos eran tan fuertes, le empezaron hacer exámenes y se dieron cuenta que tenía una infección. Por tal motivo le recetaron antibióticos y quedó en observación ante cualquier eventualidad. Por supuesto, a los días mejoró y volvió a su vida normal. En otra ocasión, llegó al hospital y como es la costumbre, le tomaron una radiografía de abdomen simple, vertical y horizontal sin enema como ya lo había dicho antes, pero esta vez, le pusieron un enema. Ella dijo que era súper incomodo y que la sensación era indescriptible. Explicó que uno tiene partes del cuerpo que son “solo de

59


60

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

uno” y que por tal razón, jamás se volvería hacer una cosa de esas. Sin embargo, después del “lavado” se mejoró y pudo volver a nuestro hogar luego de tres días de incapacidad. Debido a la enfermedad, Marcela tiene que comer en forma saludable. Esto quiere decir, comidas balanceadas y especialmente, dieta de frutas y verduras. También debe alimentarse como “un diabético” lo que significa, comer cada dos horas en pocas proporciones. Los médicos siempre le dicen que su alimentación no podría estar basada en fibra, y que cuando consuma este tipo de alimentos, esporádicamente, mastique muy bien. Es por ello que en mi familia, se consumen pocos alimentos con fibra; si lo hiciéramos, ella los comería porque le encantan. En realidad, a Marcela le gustan los frijoles y las lentejas; sin embargo, se abstiene de comerlos. Hay otro problema con la salud de Marcela. Su umbral de dolor es muy alto y cuando lo comunica, ya está en una etapa aguda. Siempre refleja el dolor en su mirada. Es muy triste ver a mi hermana en ese estado en el que no podemos hacer nada porque su dolor “es solo de uno”, como bien lo dice ella.

Tres días, dos aviones y un enfermo María Paula Reyes Ramírez Creía que la llorona era yo. Jamás pensé que mi hermanita era tan nerviosa como yo. Y qué decir de mi papá. El pesimismo se apoderó de él. Al instante me di cuenta que su salud podría estar en peligro ante cualquier noticia fuerte. “Los tiquetes, las maletas, me voy ya”, nos dijo. Eran diez horas de viaje hasta Colombia y mi papá quería acompañar al suyo en sus “últimos momentos”.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Y lo digo de forma irónica porque hoy día, cada vez que mi abuelo sufre un dolor de cabeza o se sienta encorvado, mi papá piensa que ya se va a morir. Mi mamá, la cabeza fría de la familia, hizo todas las averiguaciones sobre qué hacer para que mi papá cambiara su tiquete Madrid - Cali. No había ninguna posibilidad de adelantar el viaje. Todos los vuelos estaban sobrevendidos. Mientras mi papá se sumergía en una tembladera entre su llanto y sus nervios, mi hermana mayor, Juliana, releía las palabras que habían escrito nuestros primos en un mensaje de Facebook: “Llamen a Guillermo o a Toño urgente… es muy urgente”… Habíamos quedado paralizados ante esas palabras. Luego el otro mensaje: “El abuelo tuvo un derrame, estamos viendo cómo conseguir el avión ambulancia para llevarlo a Cali o a Bogotá lo más pronto posible”. Al cabo de releer, Juliana reflexionó: “Si no hubiéramos parado en el hotel para descansar un rato antes de seguir nuestra jornada como habíamos planeado, no nos habríamos dado cuenta de lo que estaba pasando con nuestra familia. Hubiéramos seguido con nuestros planes de conocer las calles de Madrid y el abuelo se habría muerto, incluso.” Pensé que todo pasa por algo, hasta las peleas. Pues justo antes de salir del hotel para ir a dar una vuelta en la noche, mi hermana insistió y peleó con mis papás para que la dejaran meterse al computador un rato. Esta era una pelea que se veía casi todos los días porque las tres hermanas siempre debíamos turnarnos el computador para ponernos en contacto con nuestros allegados en Cali. Y una de las tres, por lo general Juliana, exigía más tiempo y nos irrespetaba los turnos. Sin embargo, esta pelea fue clave para que nos pudiéramos enterar, para bien o para mal, porque igual, no podíamos hacer nada. Ya cuando mi papá se pudo poner en contacto con sus hermanos Guillermo y Toño, supo que no se trataba de un derrame sino de un trombo que había hecho que a mi abuelo se le paralizara el lado izquierdo del cuerpo. Por eso, este hombre que era un roble, conocido por sus amigos en la juventud como “el camión Reyes”, se cayó.

61


62

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

No había nada que pudiese calmar a mi papá pues si algo ha heredado de mi abuela es que siempre piensa lo peor de las situaciones. Puede llegar a ser completamente irracional cuando le cuentan una noticia negativa, por insignificante que sea. En parte, creo que tenía bastantes motivos para no calmarse. Y es que San Andrés por más que tenga hospital nuevo, no tiene ni equipos ni buenos médicos para tratar a un adulto de 87 años. Y los aviones ambulancia, se pueden demorar de ¡24 a 48 horas! Ya eran las doce del día en Cali y el suceso había ocurrido aproximadamente unas dos horas antes; mi abuelo debía ser tratado de inmediato si queríamos que tuviera posibilidades de recuperarse. Fue al rato que agradecí el hecho de que mis dos tíos fueran médicos pues de no haber sido así, probablemente no habrían conocido los medios para que se le diera prioridad al caso de mi abuelo y se enviara rápidamente el avión a San Andrés. Una vez mi abuelo pudo llegar a Cali, nuestros familiares nos lo hicieron saber: Ya lo habían estabilizado pero estaba desubicado, no vocalizaba y no se acordaba de muchas cosas. Los últimos tres días de vacaciones en Madrid no pudieron ser lo que esperábamos. Cada momento estábamos preocupadas por no ir a decir algo que pudiera irritar a mi papá; sin embargo, una piedrita en el zapato resurgía cada vez que sonaba el celular. Hoy, ocho meses después, mi abuelo está en su casa. Habla bien, se acuerda de todo, hace sudokus, ha vuelto a caminar y sobretodo, tiene su sentido del humor intacto. Pero su equilibrio se ha visto afectado y desde ese día, tiene una enfermera a su lado. Es entonces cuando entiendo a mi papá. Él supo que desde ese día, mi abuelo empezaría lentamente a apagar motores. Y de hecho, en el transcurso de ocho meses se ha enfermado más veces de las que se había enfermado en toda la vida. Dice estar bien pero su ánimo se ve disminuido. Y cómo no va a ser duro para mi papá ver a su padre debilitándose cuando él era quien siempre despertaba admiración por ser un “viejo tan bien plantado y tan sano”. Ahora, la que


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

suele caerse cada año es mi abuela. Sí, la vejez nos agarra a todos en algún momento. Y es duro aceptarlo cuando siempre hemos sido tan fuertes.

La enfermedad hace parte de la vida María Alejandra Escobar González Las personas piensan que la enfermedad es un elemento antinatural que interfiere en nuestras vidas. En la antigüedad, se pensaba que las alteraciones de la salud eran maldiciones enviadas por los dioses, poco relacionadas con un curso natural de la vida que concluiría en la muerte. Siempre pensé de la misma manera o por lo menos lo hacía hace algunos años. Por eso veía a los médicos como personas muy poderosas que luchaban contra cosas extrañas y regresaban la salud a los enfermos. Consideraba que la salud era sinónimo de vida. Fue hasta el 20 de julio del 2007 cuando comprendí que las cosas no eran realmente así. Que la vida se compone de salud y enfermedad, así como de éxitos y fracasos. Meses antes, mi abuelo paterno sufrió una trombosis y según lo que recuerdo y lo que he aprendido en mis dos años de Medicina, esto le produjo un accidente cerebrovascular isquémico, que en palabras más sencillas hace referencia a la formación de un trombo en una arteria del cerebro que obstruyó el paso de sangre a través de ésta, provocando la muerte de las células afectadas. El hacía su siesta, por lo que nadie pudo darse cuenta de lo que le estaba sucediendo. Después, mi abuela ofreció traerle un poco de

63


64

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

café, aceptó y se levantó. Cuando ella regresó, escuchó que seguía repitiendo la última frase que le había dicho antes de que ella fuera por el café. Esto no era normal. Así que mi papá y mis tíos lo llevaron urgentemente al hospital del pueblo donde vivimos, Pradera. Como la situación era un poco complicada, fue remitido a Cali. Estuvo hospitalizado durante varios días y cuando regresó a la casa era una persona diferente a la que todos habíamos conocido. Para él, nosotros éramos completos desconocidos. Aparentemente el accidente cerebrovascular fue bastante grave pues afectó su lucidez mental. No recordaba palabras, personas, lugares, sucesos y lo que me parecía más impresionante en su momento, el tiempo. Debido a su situación fue necesario contratar una enfermera para que lo cuidara pues era demasiado activo y algunas veces tenía alteraciones en la coordinación. Semanas después su actividad fue disminuyendo. Ya no caminaba ni hablaba. Estaba confinado a la cama. Durante el tiempo que mi abuelo estuvo enfermo, yo lo visitaba con demasiada frecuencia. Compartía mucho tiempo con él y con la enfermera; ayudaba en lo que podía y pensaba muchas cosas, como que las personas no deberían enfermarse ni morirse. Este pensamiento me acompañó hasta el día en que murió. Era un día festivo, yo estaba viendo televisión cuando mi prima me llamó y me dijo “Aleja, mi papito ya se está muriendo”. Cuando llegué, mis papás, mi abuela, mis tíos y mis primos ya estaban allí. Mi mamá me dijo “Aleja, despídase de él”. Yo no podía creerlo. Nunca había visto morir a alguien, no recuerdo si dije algo, simplemente me sacaron de la habitación porque empecé a llorar, con desconsuelo. Después de este suceso, regresé a aquello que había descubierto. La enfermedad hace parte de la vida, así como los problemas que nos hacen más fuertes, nos permiten enfrentar la vida, que no siempre es color de rosa. Así que más que evitar la enfermedad, el papel de


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

los médicos es aliviar el dolor que ésta produce, pues la primera es inevitable. No podemos huir de las enfermedades. Aprendí que no sólo vive la enfermedad el enfermo, sino toda su familia. De una u otra manera, todos nos vemos involucrados en esta experiencia de vida que ofrece enseñanzas. Por tanto, la enfermedad hace parte de la vida aunque algunas veces pueda terminar en la muerte.

Con la mirada perdida María Camila Murcia Piedrahita Susana Rodríguez de Llanos nació el 20 de septiembre de 1923 en Ibagué, bajo el seno de una familia campesina. Tenía ocho hermanos y ella, la antepenúltima, era la única sobreviviente. Quedó huérfana a los nueve años, por lo cual, su hermana mayor Matilde, se la llevó a vivir a Cali. En 1947 se casó con Alberto Llanos Otero y tuvo ocho hijos; en 1991, quedó viuda. Soy la primera bisnieta de mi abuelita Susana. Nací en 1994 y tuve la fortuna de vivir con ella los primeros años de mi vida. Su diminuto regazo me sostuvo con la seguridad de un gigante pues llevaba consigo la experiencia de sus hijos y más de una docena de nietos que pasaron por sus brazos para el baño. Junto a ella, conocí la fascinación del chapuzón matutino y los arrullos con cantos. En 1997, mis padres y yo nos mudamos a nuestra propia casa y por eso dejé de ver a mi abuelita, a diario. Esta mujer, defensora de los animales, tenía entre sus haberes, dos perros y una tortuga, que eran como sus hijos. Mis visitas continuas a su casa tenían siempre un doble propósito: Ella y mi abuela Yolanda, la mamá de mi mamá. La comida de la casa era deliciosa. Por la casa circulaban cuentos y recuerdos maravillosos de la infancia, travesuras de hijos y nietos y mil historias más.

65


66

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

En el año 2000, casi todos los hijos partieron de casa con rumbo hacia Estados Unidos; la casa se fue quedando vacía y en el país, ya solo quedaron dos hijas. Después de la intervención quirúrgica que le hicieran a mi abuelo Pedro, un día, justo cuando mis abuelos llegaron de la clínica, mi abuela fue a saludar a mi abuelita Susana a su cuarto. La encontró con la mirada perdida. Mi abuela se asustó al ver a su mamá en ese estado y aún más, cuando escuchó que mi bisabuela preguntaba: “Matilde, ¿Dónde está Alberto? ¿Qué hago aquí? Matilde…tengo que irme…mis hijos están solos.” Mi abuela Yolanda rompió en llanto. No podía creer lo que escuchaba. De inmediato, llamó a mi abuelo y los dos, impávidos, se quedaron viendo aquel cuadro sacado de una escena de hace más de treinta años. No se explicaban cómo tres días atrás habían dejado a mi bisabuela en perfecto estado y hoy la encontraban viajando por el tiempo. Desde aquel día, es así. Mi abuelita Susana habla constantemente de sus hijos pequeños, hace maleta con una funda de almohada para irse porque dice que la esperan en su casa, reclama que se le han perdido sus perros y busca a la vecina para reclamárselos. Un tal doctor Alois Alzheimer puede describir lo que es hoy la mente de mi abuelita.

Una pequeña cirugía Jessica Paola Campo Álvarez No puedo dejar de pensar en el procedimiento de aquella tarde. “Abra la boca”, me dijo el cirujano maxilofacial, al tiempo que la enfermera auxiliar me ponía un oxímetro para medir el pulso. Sentí cómo lentamente me introducían una aguja en la encía mientras el líquido de la anestesia descendía. Tres chuzones más y el bisturí trazó una cruz y comenzó a abrir la encía. Después, el cirujano sacó la muela con la ayuda de una pinza y procedió a coser la encía.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Yo intentaba deslizarme por la silla y temblaba. Al cirujano, parecía no importarle. El único comentario que hizo fue preguntarme si mi nariz había sido operada. Cuando quise responderle, metió de nuevo su mano para anestesiarme la muela de arriba. Pero surgió algo inesperado. Yo no tenía suficiente espacio y la cordal estaba muy cerca a la otra muela. Entonces, con una lima de hueso, el cirujano intentó abrir un espacio. Como no le funcionó, pidió a la auxiliar un martillo y ese sí que fue el momento trágico. Puso el escolpo sobre la muela y empezó a golpear. Mi cara estaba debajo de su brazo, mi cráneo se movía con cada impacto y con cada “pum, pum, pum”, bajaba una lágrima. De pronto, escuché un “crash” y me dije: “Se me partió la muela”. Luego, con la pinza, empezó a sacar los restos y siguió cociendo la encía. Ya solo quedaba una muela. Así que otra vez la anestesia, el bisturí sobre la encía y como novedad, una fresa abriendo espacio para que pudiera salir la muela. Por fin, el cirujano, dijo: “Nos vemos dentro de ocho días para retirar los puntos”. Y aquí estoy. He dado vueltas en la cama, sin poder olvidar esta cirugía, pensando que estos ocho días van a ser los más eternos, dolorosos y traumatizantes de mi vida.

Mi primera enfermedad Juliana Arévalo Hurtado En realidad, más que una enfermedad fue una reacción a las uvas. Tenía ocho años. Todo comenzó cuando mi abuelito paterno me mando a regalar unas uvas; ese día estaba viendo la película Inspector Gadget. Mientras comía, empezó a dolerme la cabeza. No les dije a mis padres. Me acosté en la cama de mi mamá, sin prestar atención al televisor. En la noche, sentí nauseas y tuve dolor de

67


68

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

estómago. Fue cuando le dije a mi mamá y ella me preparó una tacita de agua aromática. Hacia la media noche, ya estaba vomitando y tenía “daño de estómago”; no quise despertar a mis papás porque sabía que al otro día debían madrugar. Sin embargo, al amanecer, mi papá me escuchó y se dio cuenta de mi enfermedad. Le avisó a mi mamá y corrimos los tres hacia la clínica. Me encontraron un poco deshidratada; el médico, enojado, llamó la atención a mis papás pero claro, la culpa era solo mía. Lograron estabilizarme y me dieron de alta. Luego, mis papás me dieron una charla sobre la importancia de avisar a tiempo cualquier dolencia, independientemente de la hora o las circunstancias. Como había perdido demasiado líquido, me recetaron varios medicamentos. Esta enfermedad me hizo odiar las uvas. No obstante, un día volví a comer algunas y de nuevo vino la intoxicación. Esta vez, mi mamá se enteró y me llevó de inmediato a la clínica. Así que aprendí la lección dos veces: Las uvas están prohibidas.

Una voltereta, no más Gabriela Bustamente Ospina Cuando tenía 9 años, mi pasatiempo favorito era hacer piruetas en las barras paralelas del colegio. Esperaba con ansiedad el momento del descanso para ir a mis barras; era muy hábil y elástica porque practicaba ballet. Un día, la profesora de Ciencias Naturales faltó a clase y entonces, todos salimos felices coincidiendo con la hora del descanso de bachillerato. Cuando llegué, todas las barras estaban ocupadas. No sabía qué hacer. Nunca me había pasado pues en Primaria, todos sabían que


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

esas eran “mis barras”. Me quedé mirando a las niñas de Séptimo y les dije: ¿Me pueden dejar hacer una voltereta, no más? Las niñas se miraron y respondieron que sí. Pero Alejandra, la niña que nunca voy a olvidar, dijo que no, agregando “esas son nuestras barras y tu descanso es a otra hora”. Las otras niñas la miraron y le dijeron que yo era pequeña, que no fuera egoísta y que solo era una voltereta. Yo me subí y empecé a jugar, di la primera voltereta, después dos, y tres, hasta que Alejandra me dijo ¡Ya no más! Decidí pedirle una oportunidad más y su respuesta fue algo inesperado. Me tomó de la cabeza que tenía colgando entre las barras, me jaló y lo último que recuerdo de ese momento, fue que sentí que mis manos se soltaban de los tubos de metal. Las barras estaban enterradas en la tierra y el colchón de los golpes era el prado. Pero justo en la mitad, había una piedra que se veía cuando estaba recién podado el pasto. Tiempo después desperté en un lugar desconocido, lleno de aparatos extraños. Junto a mí estaba una de mis profesoras y a su lado, una enfermera. Estaba asustada y me dolía mucho la cabeza. Quería ver a mi mamá y tenía ganas de llorar. Me había herido la cabeza y me salía sangre. Pregunté que dónde estábamos y la profesora me dijo que íbamos en una ambulancia hacia el hospital. Cuando llegamos, mi mamá me esperaba. Estaba llorando y se notaba preocupada. El médico fue muy amable, me aplicó un poco de anestesia pero no recuerdo si me dolió. Luego, me suturaron. Desde entonces no he vuelto a mirar unas barras paralelas pues les tengo miedo.

69



La luz es como el agua Tercera escena



Prosa diversa



REVISTA MEDICINA NARRATIVA

75

A Manolo Ivana Nieto Aristizábal Tengo la puerta ajustada, la empuja suavemente y entra. Sé a qué viene pero debo fingir que lo ignoro. Me mira y se mueve. Lo miro pero sigo en lo mío. Vuelve, me da besos e insiste. Casi que escucho sus palabras “Si pudiera salir solo, no te incomodaría, pero no puedo.” No es su culpa y tampoco debería pasar tiempo tratando de convencerme. Me paro y salta. Aunque ha estado esperándome por largo tiempo, parece que lo olvidara. Su respuesta es mover la cola, de alegría. Sale corriendo hasta la puerta y se sienta. Ansioso, espera que le ponga el collar para ir a dar su paseo, vespertino.

Un sueño cercano a la realidad Armando Ángel Castillo Moret Después del primer percance de la mañana, corrí hasta la estación del tren (Metrotown), subí las escaleras y pude ver a mi amigo. El tren ya había llegado. Solo bastó una mirada para entender que debíamos subir “de una” ya que eran las 9:40 a.m. Dentro, comenzamos a conversar, mientras llegábamos a la otra estación (Comercial Broadway). El reloj marcaba las 10:00 a.m.


76

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Empezamos a correr hacia la terminal porque el bus salía a las 10:10 y aún no teníamos los boletos. Entramos y nos unimos a la fila de compra; en ese momento eran ya las 10:10. Había un cartel que decía “sold out”.Fue cuando empezamos a darnos por vencidos. Por curiosidad nos acercamos hacia la ventanilla para preguntarle a la señorita si tenía boletos hacia “Abbot”. Ella contestó: “Sí, me quedan dos pero el bus sale en cinco minutos”. Nos miramos con risa de impotencia ya que la fila era inmensa y eran las 10:20. Por nuestra ansiedad, un policía se acercó a preguntarnos para dónde íbamos. “Abbot”, dijimos. El policía contestó que podíamos seguir. Corrimos. Yo miraba hacia atrás y veía a la gente atrapada en esa inmensa fila. Parecíamos corriendo los cien metros valla ya que había muchas maletas en el camino. Cuando llegamos, el bus estaba prendido y listo. Alcanzamos a subir a las 10:21 a.m. Justo a tiempo. “Nos salvamos parce”, dijo mi amigo. Era el último bus del día. Después empezó la otra cuenta. Cuánto nos demoraríamos pues teníamos que llegar a las 12:00 m. No sabíamos cómo llegar; además, el bus se demoraba una hora y media. Después de calcular el tiempo, concluimos que llegaríamos a las 11:50. Necesitábamos un milagro. 11:40 a.m. Despertamos y vimos que habíamos llegado diez minutos más temprano. Al salir de la estación, empezamos a buscar quién nos llevara, ya que el lugar quedaba a diez minutos en carro. Los taxis nos querían llevar por 40 dólares pero tomamos uno y le “regateamos” hasta bajar a 20 dólares; en todo ese transcurso, perdimos diez minutos. 11:50 a.m. Estábamos en el taxi dando las indicaciones desde el GPS de mi amigo. 12:00 p.m. ¡Por fin, parcero! Pagamos el servicio y corrimos hacia nuestra cita. Llegamos, dimos nuestros nombres y recibimos las instrucciones.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

12:30 p.m. Miré el reloj y dije: “Llegó la hora”. Subimos a la avioneta y empezó a elevarse. No tenía miedo hasta que me dio por mirar abajo. Mi cuerpo se paralizó ¡Ahora si me dio pánico! Mi amigo me daba ánimos, a fin de cuentas, estábamos los dos en la misma aventura. No sé a qué altura estábamos, todo se veía diminuto. Pasaron unos ocho minutos de vuelo hasta cuando abrieron la compuerta. En ese momento, la persona que iba a saltar conmigo (un experto), me dijo: “Saque los pies”. Entre emoción y susto, dejé caer las piernas. Luego, crucé los brazos y piernas. Alguien preguntó: ¿Están listos? Cuando iba a responder ya habíamos dado el salto. Mi sensación fue la misma que cuando uno sueña que se cae y despierta. Ese instante lo describo como un sueño. No caí en cuenta que ya estábamos dando giros hasta que nos estabilizamos. Entonces, pude verlo todo. Me sentía en la cima del mundo. Veía el paisaje a lo lejos, el sol en su máximo punto, las montañas con nieve en la cima. Desde arriba, era una realidad que parecía un sueño. Creía que volaba. Podía ver a mi amigo a lo lejos, sintiendo la misma emoción (eso creo). Cuando se abrió el paracaídas, sentí un jalón muy fuerte. La caída duró 30 segundos, los 30 segundos de adrenalina más emocionantes de mi vida. El aterrizaje fue espectacular. No había palabras para expresar lo que se sentía, mi sonrisa hablaba por sí sola.

Los niños de la calle Xiomara Palacio López Es conocido como “Choco” y tiene 10 años. Se levanta temprano y alista todos sus útiles. Camina durante dos horas hasta el semáforo de la Carrera 100, donde trabaja. Es en Ciudad Jardín, uno de los mejores barrios de la ciudad. Cierra los ojos y le pide a Dios que le vaya bien pues no quiere quedarse sin un peso.

77


78

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Sin saber matemáticas, sabe que tiene menos de un minuto (lo que dura el semáforo en cambiar de rojo a verde) para lavar los vidrios de los carros. A él no le gusta mendigar pues dice que pedir limosna “es como robar, pero decentemente” El agua la tiene que sacar de una manguera con la que riegan las plantas de un vivero que queda a unas cuadras de su trabajo. La dueña del vivero le deja llenar su balde todos los días. Su esperanza se enciende con el semáforo, pero le dura el tiempo que demora en pasarse a verde. En pocos minutos, comienza a limpiar los vidrios de los carros. Muchas veces le pitan o le echan el carro atrás, al borde de atropellarlo. Otras veces le suben la ventana.“Choco” se planta firme en la ventana y no alcanza a decir ni siquiera “por favor”; entonces, se lanza al limpia brisas de adelante o al vidrio de atrás para lograr algo. Su tristeza se queda en la ventana del conductor que no piensa en lo que le sucede a diario. Sin embargo, “Choco” se resigna. Agradece y con las manos vacías intenta con otro carro. La suerte es la que gobierna y el “no” abunda en las respuestas. Otro turno en el que no gana nada. Mientras tanto, los Mercedes, los Audi, los Chevrolet, los Toyota y los Renault, arrancan directo a Ciudad Jardín o Pance, dos de los barrios más cotizados de Cali. Luego viene la típica escena de película. Empieza a llover y aunque el pequeño limpia vidrios tirita por la noche helada, esto no es excusa para que huya de su trabajo. Espera que el semáforo cambie a rojo y así, le llega una nueva esperanza. De nuevo, la botella de agua con jabón, el rodillo limpiavidrios y su sonrisa. Ya se acerca la noche y “Choco” ha recogido muy poco. Así puede ser la situación de los niños que trabajan en las calles capitalinas. Así viven lo que no son escuchados. Y si así son los “niños de la calle”, los limpiavidrios. ¿Cómo será la realidad de los desplazados, los pordioseros, los indigentes y los necesitados?


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Detrás de un tachón Alejandra Cárdenas González A Juan Enrique. Un Saludo Fraternal. En hora buena he recibido tu carta y me sorprende la alegría con que relatas los últimos acontecimientos de tu vida. No es para menos, tantos años luchando por ser un gran artista y casi lo has logrado, hasta aquí suenan tus conmovedoras composiciones en piano y la reciente aparición de un clarinete cantor que revolotea en medio de tus graves y agudos. No parece echar de menos los lloriqueos amargos de mi triste violín. Ella ha aparecido para dar vida a tu música y al parecer a tu vida. Y después de tanto tiempo esperando tu regreso, no has podido siquiera en letras confirmar lo de tu casamiento. Tu boda no es un secreto así como tu alegría y entusiasmo tampoco, y no siendo esto más que un reclamo ante tu abandono, quiero desearte que seas feliz. Que alumbre para siempre el amor tu alcoba, y que prosperes de la mano de tu amada, que pequeños corran los pasillos de tu casa y recuerdes en tu dicha a esta amante abandonada. Yo, sigo aquí, en este pueblo sin futuro, que vio crecer al gran maestro que hoy eres. Consumiéndome en la dicha de inspirar a grandes y jóvenes que emprenden en la música, viéndoles salir de aquí, viéndoles seguir sus sueños y convertirse en quien yo quisiera ser.

79


80

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Y si me preguntas del amor, no he corrido mejor suerte que tu. Me encuentro esperando a quien se ha ido, recordando al que me olvida y amando al uno para el cual no existo. Pero no tengas pesar de mi, lo que vivimos fue más que mágico, mejor que nada, lo importante es que ahora eres feliz. Y disfruta con otra los sueños que un día soñamos juntos. Has de estar cansado de la monotonía de mi escrito. Te dejo, nunca fui buena escritora. Te dejo para siempre retenido en mis recuerdos, liberado solamente por las lagrimas que corren desesperadas por mis mejillas. No te cases, ven a salvarme. Se feliz. No me olvides. Te lo ruego no me dejes esperando tu fallido regreso. Escribe cuando puedas. Pero no me mates con tus palabras, no me mates con tu vida sin mí. Aurora. Tu amante abandonada.

Último examen Alejandra Cárdenas González Entré a la sala. Allí se encontraba uno de ellos, con bata blanca, muy serio. Me senté en un rincón, moribundo. Sudaba, las piernas me temblaban, el corazón quería salirse de mi pecho. Empecé a sentir que perdía la consciencia, como si toda la información que he recogido en mi cabeza durante casi seis meses empezara a borrarse de repente. El doctor se acercó, me revisó con incredulidad. En ese momento mi estómago se revolvió con solo ver su rostro. Tenía una sonrisa burlona, sus ojos maliciosos me decían que estaba perdido, que de ésta no saldría vivo.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Poco a poco la sala empezó a llenarse de otros desahuciados. Unos más graves que yo, otros mucho mejor. Una cara conocida se sentó a mi lado, empezó a hacerme preguntas. Ante mi silencio comenzó a delirar, a sentenciarme a muerte. Lo ignoré con rabia, mientras notaba que perdía la visión. Oh, oh, nauseas, una arcada, otra más, voy a vomitar, pensé en el momento. ¿Qué me pasa? ¿Qué tengo? ¿Podré sobrevivir a este mal? Mientras aún pensaba, el doctor se paró triunfante frente a las filas de dolientes que lo mirábamos con temor y una leve esperanza. Interrumpió nuestros sollozos con un fuerte: “Guarden todo, es hora del examen final”

Desayuno en Calima Luis Miguel Guerrero Romero Contados minutos después, escuchó la voz de su madre, diciéndole con tranquilidad: - Hola, hijo ¿Cómo amaneciste? No muy seguro de su respuesta, respondió que bien. Abrió los ojos con dificultad y vio un valle con diferentes tonalidades de verde. El cielo estaba azul, pocas nubes y a lo lejos, una muralla de montañas. En ese momento, recordó que estaba de viaje, que sus padres lo habían levantado temprano y que casi dormido, se había parado de la cama directo al carro. Observó a su hermana menor de tan solo siete años, dormida en la parte de atrás de la camioneta, sobre unas almohadas. Calladito, se

81


82

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

puso a mirar el paisaje. Minutos más tarde llegaron a un trancón y por el calor, prendieron el aire acondicionado. Justo el ambiente perfecto para tomar la cobija de su hermana y acostarse otro rato. Al otro día se levantó muy temprano. Apagó el ventilador, se puso una sudadera, chanclas y un saco. Bajó las escaleras y entró al cuarto de sus padres. Le dio un beso suave a su madre, se dirigió al perchero en donde estaban las llaves y prendió el carro con destino a la panadería. A esa hora de la mañana, el tráfico era poco. Al llegar, preguntó por pandebono y buñuelo, que son dos cosas que a su madre le encantan. Luego, en casa, guardó lo que compró en una canasta especial. Tomó una olleta, adicionó leche y una barra de chocolate que había en la alacena. Con ayuda de un molinillo revolvió y en unos minutos hizo chocolate caliente. Sirvió tres pocillos. En ese momento, su madre llegó a la cocina y se puso muy contenta por el desayuno que le había preparado su hijo.

Una semana con Sarita María Isabel Barona Rojas Esa mañana nublada del 15 de septiembre de 2011, después de salir de clase de Humanidades, mi mente giraba en torno a ese grande y pequeño tema importante sobre el que podría realizar mi crónica. Sentía que hasta caminaba lento de solo pensar en eso; suelo ser una persona distraída pero ese día lo fui en exceso. Al llegar a mi casa le dije a mi hermana Sarita que hiciéramos una tarea juntas. Me dijo que con gusto me ayudaría y fue ahí cuando empezamos a conversar sobre una anécdota de ella. Yo le pedí el favor


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

de que me la contara día a día para así cumplir con la tarea de escribir una crónica pero a pedacitos. El primer día de narración mi hermanita estaba muy pensativa. No sabía qué contarme. Por lo tanto, esa noche le dejé la tarea de seguir pensando. Le dije que comenzara a contarme la historia mañana, y que por favor, su historia fuera feliz y no triste. El día siguiente, viernes 16 de septiembre era ese famosísimo día de amor y amistad. Las parejas se ven más felices que nunca y los amigos se ven más unidos. Me levanté y encontré cerca de mi cara dos regalitos divinos: Uno de mi hermana Natalia y otro de mis papás. Fue sorprendente encontrar regalos de mis padres; primero me los deja el niño Dios o el ratón Pérez, que mis papás. Ese día fue muy divertido. Por la mañana, compartí con mi familia y por la noche, con mis amigos de la universidad. Me invitaron a la casa de un amigo a tomarnos alguito y a hablar; pero la verdad el final de este día fue en una piscina, donde me tiraron con ropa, un instante antes de que mis padres me recogieran. El sábado después de levantarme fui al cuarto de mi hermana a despertarla. Le recordé que teníamos una tarea pendiente y refunfuñando contestó “Ya me levanto, pero no me molestes”. La verdad, levantarme de su cama fue un gran problema, ya que me quedé dormida junto a ella. Instantes después, nos levantamos las dos y nos dirigimos a mi cuarto. Fue ahí cuando mi hermanita, entre risa y risa, comenzó a contarme esta historia. Hace más de ocho años cuando mi pequeña saltamontes tenía seis años, estaba con nuestra abuelita, que en paz descanse, en la sala de televisión. Mi hermana de por sí, tiene delirios de gimnasta. Así que se le ocurrió invitar a mi abuelita a ver las piruetas que ella sabía hacer en los camarotes del cuarto de huéspedes.

83


84

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

En ese momento le pedí a mi hermanita que parara su historia y que nos fuéramos a bañar ya era pues era la hora de ir a recoger al francés que llegaba de Bogotá. Después de recogerlo, mis hermanas me dejaron en la casa de mi amiga Claudia pues ese día celebraríamos su cumpleaños, a todo dar. Tipo seis de la tarde nos arreglamos para poder estar listas en el momento en que llegaran los invitados. Luego esperaríamos la buseta que nos llevaría a “Bamboleiro”. Fue una noche muy larga; bailamos con nuestros amigos y compartimos pequeños shots; el mundo giró tan rápido que la noche terminó, y no quedó más remedio que dirigirse a la casa de Claudia y luego rumbo a la cama. A las 11:00 nos levantamos, nos pusimos el vestido de baño para ir a la piscina con los amigos del colegio de ella y los amigos de la universidad. Era 18 de septiembre, día oficial de su cumpleaños. En la piscina, hicimos un asadito delicioso: Comimos carne, chorizo, papitas, arepitas y más cosas. Y bueno, ya se me hacía tarde y no había llegado a mi casa. Entonces, mis papis me recogieron, y emprendí viaje hasta la casa. Al llegar, vi que mi hermanita no estaba. No pudimos continuar con la historia y por eso, decidí acostarme y dejar para mañana la tarea. Al otro día, me levanté asustada. Miré el reloj y supe que era tarde para mi clase. Me alisté como una bala. Entonces vi a mi mama súper dormida en esa cama, solo alzó la mano y me dijo ¿Qué pasó? Yo con mi voz de angustia, le dije ¡voy tarde, mami! Mi mente descansó cuando mi mamá respondió ¡tranquila son las nueve y tu clase es a las once! En la tarde busqué de nuevo a mi hermanita y le pedí que continuara su relato y dejara un pedacito para el día siguiente.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Entonces me dijo: Me llevé a mi abuelita al cuarto de huéspedes y puse una escalera del camarote atravesada entre uno y otro. Empecé a dar vueltas de canela y a realizar unos arcos con los pies y las manos. Cada vez que miraba a mi abuelita, ella me miraba con un padre nuestro en su boca. Pero mañana te cuento el final de la historia, te prometo que es divertido. Fue una noche de intriga. Esperaba que mi hermanita terminara de contarme todo. Pero me dije: Debes calmarte y esperar a mañana porque así te quedará bien la tarea. Por eso decidí dormirme y soñar con los angelitos. Desperté ansiosa pero ya era tarde. Ella ya se había ido a su colegio. Por tanto, fui a la universidad, estuve toda la tarde en clase cumpliendo mis labores de futura médica. En la tarde recibí un mensaje de mi mamá. Al terminar de leerlo, me fui para Unicentro a encontrarme con ella. Comimos en Juan Valdez con mis hermanas y el francés, que por cierto dijo que está muy contento de compartir en familia con nosotros. Horas más tarde, tipo diez de la noche, llegué a mi casa pero mi hermanita tenía tarea de francés y yo debía estudiar Célula para poder entender la clase del día siguiente. Por esta razón, este día tampoco terminó la historia. Mi hermanita no quiso adelantarme un poquitín del final. El 21 de septiembre, fecha de finalización de la crónica, fue un día muy ajetreado para mis bolsillos. En la universidad estaban en la semana del empleo y por cada lugar que pasaba me entregaban una cosa diferente. Por suerte tenía cinco bolsillos. Entonces, no hubo inconveniente en recibir toda la propaganda que entregaban. Al llegar a casa, entregué a mis hermanas todo lo que reuní. Inclusive las tortas y los dulces pues se supone que estoy en dieta. Después de esta entrega, decidí sentarme con mi hermana.

85


86

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Saris me contó de una manera muy rápida pues estaba llena de trabajo. Me dijo: Después de tantas cosas que me dijo mi abuelita ¡No haga eso! ¡No se monte ahí! ¡Cuidado se cae! Tuve un pequeño enredón con las cobijas y me caí. La sal me entró y me gané unos cuantos punticos en la quijada. Fue muy fácil oír la historia de mi hermana. Pero es difícil terminar esta crónica sin dejarla con un final agradable. Por lo tanto, sigo aquí escribiendo como la primera noche en que Sari empezó su relato. Para terminar esta crónica debo decir que hubo buenas noticias. Pasé el parcial, conseguí la plata para los rayitos y me fue muy bien en este escrito. Prometo continuar con esta historia y narrar inspirándome en la vida; porque cuando escribo vivo un mundo de magia y de aventuras.

Un martes no como cualquier otro Hugo Esteban López Arévalo El estudio es muy interesante. Aunque aceptemos, nunca va a ser como la tele, jugar play o salir con los amigos a algún lado. Sin embargo, cada día dispongo mi voluntad para volverlo interesante. Es martes y tengo clases desde las 7:00 a.m. hasta las 6:20 p.m. De salida para la universidad, veo que el MIO va repleto. La mañana está nublada y el frío penetra hasta los huesos. Rápidamente se calienta el ambiente con la estampida humana que caracteriza la estación del transporte masivo. En la universidad, me entero que la clase será en Almendros, un edificio lejos de la entrada. El profesor me dice justo en el momento


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

en que voy a tomar asiento: “Llegaste con 15 minutos de retraso y ya terminé de llamar a lista”. ¡Lo que faltaba! Como he perdido la clase de las siete, decido irme a la Biblioteca, un lugar cercano y ameno. Después de guardar mis pertenencias, busco la obra recomendada. Oralidad y escritura, así se llama. Me ubico en un escritorio, frente a una pared blanca, muros a lado y lado, y empiezo. Puedo escuchar la voz de Walter Ong en cada palabra. Me dice que la escritura es un artificio, que se trata de una tecnología. Y que la oralidad, hace parte de la naturaleza humana. Me sumerjo durante una hora y media en la lectura hasta que decido ir a la cafetería a encontrarme con mis compañeros. -Hay quiz, dice Camila. -¿Quiz de qué?, pregunto con angustia -Control de expresión génica. -Me les uno, digo, cuando apenas faltan treinta minutos para la siguiente clase. A las nueve en punto entro y me siento en la fila de adelante. Después de entregar el taller pendiente, el profesor nos dice: “Saquen una hojita, márquenla con sus nombre y quédense como están”. Viene la primera pregunta y estoy ansioso. Me acompañan los textos de Biología de Alberts, de Mckee, el lápiz y una hoja en blanco. Debo esforzarme… Definitivamente, ese martes no fue uno de mis mejores días. Ya es medio día. Después de recibir el cálido beso y abrazo de mi madre, que por cierto siempre me mejoran el día, me siento frente al computador y termino éste, mi primer borrador para Humanidades.

87


88

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Es cuestión de tiempo Karen Lizeth Álvarez Raigoza Cada día empezaba una nueva rutina. No se percataba que el tiempo la perseguía y que ya le había tomado ventaja. ¿Qué sorpresas vendrían? No se detuvo a pensar ni tuvo tiempo de mirarse a sí misma. Un rostro jamás visto, le recordó a alguien. Estaba inmersa en un remolino de materialismos y superficialidades. Preguntó ¿Quién es? No hubo respuesta. Volvió a preguntar y el rostro le contestó: - ¿No te reconoces a ti misma? Soy tu reflejo. Tengo marcada la fatiga de tus años, la amargura de tu vida, el descuido de tu imagen ¿Quién eres? La vejez.

Un gran susto Angélica María Mena Huertas Todo comenzó aquel sábado 15 de junio de 2008 a las 9:40 p.m. Estábamos en la casa con unas amigas, ya listas para irnos a una fiesta. Cuando íbamos saliendo sonó mi celular y era una amiga pidiéndome que la recogiera. Le dije que sí. Entonces salimos todas y al llegar a su casa a las 10:15, supimos que no estaba lista. Nos quedamos sentadas afuera de la casa, en una banquita de madera, mientras conversábamos y reíamos de nuestras ocurrencias. De repente, vimos un montón de gente corriendo, nos llenamos de miedo y corrimos hacia dentro de la casa. Nadie tuvo en cuenta que la puerta quedara bien cerrada, así que unos hombres entraron a la casa y cerraron la puerta estrepitosamente.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Inmediatamente reaccioné y junto con una amiga, nos encerramos en el baño, aterrorizadas, mientras escuchábamos que le pegaban a la puerta de la calle y gritaban. No sabíamos dónde se habían escondido mis otras amigas ni la dueña de la casa. Entonces, agarré mi celular y empecé a llamar a la policía. Casi no me salían las palabras. Mi amiga gritaba ¡Auxilio, auxilio! Nos dijeron por el teléfono que mantuviéramos la calma que ya venían y colgaron. Mientras tanto, mi amiga y yo estábamos desesperadas. Solo pensábamos que cuando llegara la policía tal vez sería demasiado tarde. En ese momento, sonó mi celular y era mi otra amiga que estaba oculta en el patio y me decía que tenía mucho miedo pero que iba a salir a mirar quiénes estaban dentro de la casa. Hubo un momento de silencio…De pronto oímos que una voz de hombre gritaba ¡Niñas, tranquilas! Salgan, mis amigos y yo no somos ladrones. No les vamos a hacer daño. Ustedes nos salvaron la vida, salgan por favor que no les vamos a hacer nada. Tenía mucho miedo, trataba de mirar por la rendija de la puerta y no me atrevía a salir. Cuando al fin me decidí, lo primero que vi fue que mi amiga la que estaba en el patio, tenía un cuchillo en la mano y los miraba. Ellos le decía ¡Tranquila! Suelte eso que no les vamos a hacer daño. Ella soltó el cuchillo y en ese momento salí completamente del baño con mi otra amiga y fueron saliendo los papás de la dueña de la casa, que también se habían escondido. Eran cinco jóvenes uniformados con la camiseta del Cali y se les veía muy asustados. Uno de ellos nos dijo que una banda del equipo contrario los estaba persiguiendo para matarlos y que ellos, corriendo desesperados, nos vieron y lo único que se les ocurrió fue meterse a la casa velozmente y cerrar la puerta. Todos se disculpaban y nos daban las gracias porque les habíamos salvado la vida. En ese momento, llegó la policía. Ya eran las

89


90

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

11:30. Les contamos lo sucedido, todo se solucionó y se fueron. Debo confesar que este fue un susto impresionante. Nunca había sentido un vacío tan grande, como el que sentí ese día.


Médicos en pañales

Katherine Andrade Peñuela

En la foto estoy acostada en un mueble después de haber sido bañada, vestida de blanco y alimentada por mi mamá Yolanda. Soy la tercera de tres hermanos y por supuesto la consentida de la casa. En esta etapa de mi vida residíamos en mi ciudad natal Bucaramanga, donde mi papá ejercía como militar del Ejército Nacional de Colombia. Mi madre me cuenta que vivimos en este lugar hasta mi primer año y luego viajamos a diferentes ciudades hasta lograr establecernos en Cali.

Es obvio que no recuerdo nada debido a mi corta edad pero puedo sentir mucha felicidad al observar mi retrato de bebé y escuchar las historias bonitas que mi mamá me cuenta. Ella dice que siempre fui muy calmada y juiciosa. Sonreía, hacía pucheros y traje una gran felicidad a la vida de mis padres y hermanos. El amor de madre es


92

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

indiscutible…! Tenía un año y cuatro meses. Vivíamos en la zona rural de Ginebra Valle, en una finca con gallinas, vacas y gansos. Pasar la niñez en un pueblo tan pacífico, es un privilegio que no suelen tener muchos en la ciudad, rodeado de cemento, miedos y peligros. Solíamos pasar mucho tiempo en familia contando historias y compartiendo víveres; eran de tradición el bizcochuelo, el manjar blanco, el dulce de conserva o una Harold Styven Basallo Triana buena taza de chocolate caliente con pan y queso.

Nací en la ciudad de Pasto, crecí en un ambiente amoroso y con una familia muy unida. También aprendí a disfrutar de los maravillosos Carnavales de Pasto, que hacen parte de mis tradiciones. Cuando aún era muy pequeña tuve que venirme a vivir a la hermosa ciudad de Cali en donde compartí con mi tío a quien quiero mucho. Estoy muy agradecida con Dios y la vida por estar aquí en Cali, cumpliendo mi sueño de ser una médica en

Sandra Lorena Salas Caicedo


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

formación. Aquel día mi madre, como de costumbre, me llevó al parque que quedaba al frente de mi casa; al parecer, fue una salida planeada única y exclusivamente para que me tomaran algunas fotos. Así que con la inocencia que caracteriza a un niño de dos años, jugué sin darme cuenta que era el blanco de una sesión de fotos. Ese día tomaron muchas fotos, unas casuales y otras interesantes como ésta en la que me encuentro mirando hacia el horizonte ¿Pensando qué? No lo sé o quizá Luis Fernando Muñoz Cervantes sí. Esta es una de mis fotos favoritas.

Laura Mejía Gutiérrez

Era 1994 y tenía apenas tres años. Fue el momento en el que mis padres decidieron enviarme al colegio. Por lo tanto, ese año me gradué de mi jardín que se llamaba “El Mundo del Juguete”. Recordar este lugar es algo grandioso: Tenía amigos, pintaba, aprendí a escribir mi nombre, jugaba con plastilina, me disfrazaba y empezaba a hacer mi vida social. En los primeros días sucedió algo terrible: Cada mañana despertaba y sentía que me desprendía de mis padres, que abandonaba mi hogar. Mi madre siempre se sentaba conmigo en las

93


94

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

escaleras esperando la buseta. Hacía promesas que ese día no iba a llorar pero lloré una semana seguida (ese recuerdo nunca se borrará de mi memoria). De igual forma guardo momentos increíbles, como cuando me disfrazaba de bruja, de dinosaurio, de muñeca, de hada madrina, de tigre y otros disfraces que no recuerdo. Comía grandes cantidades de azúcar que me hacían cada vez más hiperactiva; compartía con mis compañeros y por cierto, algunos siguen siendo amigos míos.

Juan Diego Canencio Ordoñez Mi mamá me cuenta que nos encontrábamos en la casa de mis abuelos. Yo estaba sorprendido quizá por el flash de la cámara; me cuentan que yo era muy tranquilo y a la vez, muy curioso.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Acordarse de esos días es casi imposible. Tenía siete meses y me encontraba en la casa de mi abuela; ese día estaban haciendo un almuerzo y mi abuelo vivía enamorado de mí. Así que ni corto ni perezoso me tomó más fotos de las que se pueden contar. En serio: Repartió fotos por toda la familia y también les dio a los amigos más cercanos. Aún hoy día, a donde llego las encuentro. (Hasta mi pediatra tiene una).

Nikolle Cedano Vélez

Mis tres añitos fueron geniales pues estaba atravesando una de las etapas más lindas de la niñez. Inicié mis estudios en el Jardín Infantil Mundo Miel, donde me enseñaron a compartir, cantar, jugar, hacer galletas y sonreírle a la vida siempre. Hice muchos amigos y aunque no recuerdo a ninguno, sé que me enseñaron cosas muy valiosas. En esta foto estaba de paseo en un almuerzo familiar; como se puede observar, me hacían el corte “honguito”, el cual tuve hasta mis ocho años aproximadamente. ¡Me Ana Stephany Muñoz Villegas encantaba! Estaba gordita debido

95


96

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

a que me tomaba toda la sopa y era fanática del tetero. Creo que para esta época ya no usaba pañal y comía sola a pesar de que hacía muchos regueros. Mi infancia fue lo máximo; con la educación y amor que recibí por parte de mis padres, mi hermano y familiares, fue mucho mejor.

En ese momento tenía tres años cuando fui con mis padres y primos a San Andrés. Era mi primera vez de estar junto al mar. El tiempo de vacaciones era muy especial pues tenía más tiempo de pasar y compartir con mi familia. Guardo especiales recuerdos de una maravillosa infancia.

Federico Reina Ramírez

Esta foto es de cuando tenía tres añitos con el disfraz de coneja. ¡Me encantaba! Aún tengo fotos de esa edad, cuando con mi mamá y mi tía jugaba escondite (mi juego favorito), antes de bañarme y lo único que tenía puesto era las orejas de coneja.

Daniela Jiménez Paredes


La muerte de los seres queridos



REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Desde lo más profundo María Andrea Ortegate Gómez A veces resulta difícil entender el por qué de muchas cosas… nos preguntamos si lo que sucede tiene explicación, incluso si resulta aceptable; sin embargo, no se trata de cuestionar sino de comprender que esa era la voluntad de Dios, porque en el ajedrez de la vida, él es el único que decide como mueve cada ficha… Era un sábado, lo recuerdo muy bien. Me levanté temprano ese día porque necesitaba que rindiera mi mañana debido al trabajo, y efectivamente así fue. Llegó el medio día y queriendo un poco de distracción, me dirigí con mis papás a almorzar a Jardín Plaza. Las indecisiones concurrentes nos tomaron quince minutos para saber qué queríamos comer, sin embargo, después de la espera, nos sentamos a una mesa cerca de Mc Donalds. Ese día me encontré con Sebastián, un amigo que al igual que yo, había cerrado el ciclo de patinaje unas dos semanas atrás; lo saludé y conversamos un rato. Todo iba muy bien, y ahora continuaría su simulacro de Icfes. Me acuerdo que mi abuelo de parte de papá fue el tema de conversación del almuerzo debido a su grave estado de salud. Nuestra preocupación aumentaba cada día, sin embargo, un plato totalmente delicioso que habíamos ordenado, logró animarnos. Ya estábamos terminando de degustar nuestro almuerzo; no sé si por tradición o costumbre, los fines de semana siempre almorzamos a las tres o cuatro de la tarde. De pronto, entró una llamada inesperada y extraña. Mi papá no lograba captar con plenitud lo que una voz atacada

99


100

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

en llanto decía: “Fredy: Mateo se murió en el entreno”. Tengo en mi memoria ese momento, cuando mi papá lo único que respondía era: “¿Cómo así que se murió?”. Nadie entendía. Por un momento pensé que se trataba de mi abuelo, sin embargo, mi mamá sabía que algo más había pasado. Quizás, en las milésimas de segundos que mi papá nos cuenta, mis ojos se aguaron instantáneamente sin comprender qué había sucedido. Pensaba que el día anterior lo había visto, pero hoy, sencillamente ya no estaba. A mi mente vino Sebastián, pero no había manera de avisarle porque ya se había ido al colegio; luego pensé en Vanesa, una amiga que trabaja en un almacén del centro comercial, pero el afán solo me permitió decirle que cuando estuviera en la clínica la llamaba. Creo que pocas veces he visto a mi papá manejar tan rápido y desesperado como cuando sufrí la peor caída en mis años de patinaje. Llegamos en diez minutos a Imbanaco y el llanto nos consumía a todos. Sentados en el andén de la calle, tratábamos de asimilar lo que en verdad, no tenía ninguna explicación. Cuando llegamos, mi mamá lo único que hacía era preguntar qué había pasado. Adriana, quien venía con Mateo en el carro le contaba cada detalle, cada milésima del inolvidable tiempo camino a la Clínica. Mateo sonreía cada vez que escuchaba su canción favorita y esta vez, en el carro, sonó de nuevo. Quizás su mente ya estaba ida y al entrar a urgencias ya no había paciente. Luz Mery no lograba asimilar nada de lo que un cuerpo de veinte médicos trataba de decirle; las compresiones eléctricas, las reanimaciones, nada conseguían regresarlo. Ya no había nada que hacer. Ver a Luz Mery me destrozó por completo. Hay cosas que sencillamente son inexplicables y Mateo este año, estaba más reluciente y entregado que nunca al patinaje; lo más probable era que tuviera una grande oportunidad de entrar a la Selección Colombia. Pero todo tomó un giro inesperado.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Sus papás vivían en Cartago y nadie podía imaginar su inmenso dolor. Su padre no creyó hasta llegar a Cali y verlo. Mi papá entró con él y creo según sus palabras, fue uno de los más duros momentos que le ha tocado ver. Tras una larga espera de dos horas, Mateo fue trasladado a la sala de PAZ y en grupos de cuatro personas fuimos entrando a verlo. Fui de las primeras. Su cara estaba cubierta; el dolor me consumió y mis fuerzas se hicieron más grandes para poder darle ciertas palabras de pésame y aliento a su mamá. Las lágrimas corrían por mi rostro sin poder detenerlas y al salir, Jefferson, nuestro entrenador, sentado sobre la pared me recibió con un fuerte abrazo. Podía sentir su dolor sin necesidad de decirle nada. Creo que jamás lo había visto de esa forma. Poco a poco nos hacíamos un grupo más numeroso. Quienes se habían retirado de patinaje, los que aún continuaban, todos llegaron ahí. Tenían en su alma la maravillosa persona que siempre fue Mateo. Recuerdo ese día lluvioso con plenitud. Un 21 de Enero en donde viví la muerte más cercana que he tenido; sin ninguna razón ni sentido, fue la de un amigo, una persona que apenas estaba comenzando a vivir, quien en sus quince años tenía todo un mundo por delante. Lo vi de nuevo. Esta vez entré con Verónica y Alexandra. Hablamos con su mamá, y ella con el dolor consumiéndole el alma solo tenía palabras de agradecimiento por estar ahí acompañándolos. Esta vez su cara ya estaba descubierta y una venda le sostenía la quijada. Su rostro reflejaba una paz increíble. Por mi mente solo pasaban estas palabras: “eres un ángel”, el que siempre será nuestra protección y compañía, ese vivo y hermoso recuerdo que irá en cada paso a nuestro lado. Al llegar de nuevo a la cafetería me desmoroné en llanto. Mi alma se hacía migajas por el hecho de no entender nada. Un vacío inmenso era lo único que podía sentir, quizás el no querer o poder asimilar que él

101


102

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

ya no estaba con nosotros, que físicamente no lo vería más y que en mi corazón perduraría por siempre. Estuvimos ocho horas allí hasta que La Fiscalía vino a recogerlo para llevarlo a Medicina Legal, debido a que le habían ordenado una necropsia para conocer las causas de aquel infarto. La fortaleza de sus padres era increíble y agradecerle por eso a Dios era lo que hacíamos. Poco a poco y lentamente el tiempo pasó. Y en el momento en que ese carro se lo llevo, sentí que todo había terminado. Ahora muchas cosas cambiarían, sencillamente nada volvería a ser igual: los entrenos, las risas, la felicidad, la compañía, la amistad…él ahora nos acompañaría desde un mejor lugar. Hoy ya han pasado tres meses. La valentía, su coraje, el espíritu triunfador, su entrega, la alegría, y su fe en Dios, son inspiración para cada uno de nosotros. Día tras día siempre hay un espacio para él en mis oraciones. Ha ocupado un lugar muy especial en mi vida, porque sé que está conmigo, apoyándome, acompañándome y porque con seguridad puedo afirmar, que será la luz y protección de aquellos que siguen el camino en el patinaje. Las carreras girarán en torno a él, porque fue un guerrero y una persona espiritualmente grandiosa. Su magnificencia ilustró miles de vidas. Hoy en mi alma, se encuentra un recuerdo prominente que perdurará por siempre, porque es de valientes dar todo de sí, vivir como él vivió, disfrutar cada segundo, agradecer a Dios por todas sus bendiciones, amar y sonreír, y sencillamente, porque como dice la frase que en su honor se escribió: “La mejor forma de morir es morir haciendo lo que más te gusta”.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Aquel personaje Juan Diego Canencio Ordoñez Dedicada a mí muy querido primo Oscar Andrés Canencio Días antes había conocido a alguien que de verdad me llamaba la atención, una niña de cabellos castaños y un cuerpazo. Lo mejor era que ella me copiaba. Vivía los mejores momentos, salía con mis amigos, estaba en vacaciones ¿Qué más le podía pedir a la vida? Sin embargo, la dicha no duró como esperaba. Su nombre era Daniela. Ese día me dijo que tenía planeado visitar a Camila que vivía cerca a mi casa y que si podíamos vernos. La idea sonaba interesante y por eso contesté que sí, sin pensarlo. Me llamó cerca de las 7:00 p.m. Fue entonces cuando tomé mis llaves y salí hacia la casa de Camila. Me recibió con un abrazo, estaba tan bonita. Me di cuenta que de verdad me estaba gustando. Me regaló una manilla de pasto, un detalle muy tierno. Al momento, Camila me preguntó: ¿Qué haces aquí? Me limité a decirle que estaba de visita. Me invitaron a seguir y al entrar, escuché unas risas provenientes de dentro de la casa. Al parecer estaban con unos amigos, así que preferí salir diciéndole: “Hablamos luego”. Me fui para la casa de un amigo que vivía con sus padres. Hablamos un rato y hasta jugamos. Al rato, recibí una llamada… tal vez hubiese preferido no contestar. Era mi mamá quien me contaba sobre un accidente en la vía a Santander. Una mula se había estrellado con una moto. Como no estaba seguro de que tenía que ver eso conmigo, le pregunté ¿Y qué paso? Mientras mi mamá respondía, empecé a sentir un frío en mi cuerpo.

103


104

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Entonces, me dijo que Oscar iba en esa moto… Sentí algo indescriptible. Un vacío enorme grande hizo que se me aguaran los ojos. Me despedí de mis amigos y salí a llamar a mi tía. Era cierto. Mi primo estaba en la clínica Valle del Lili, donde acababan de llevarlo por un trauma cráneo encefálico severo acompañado de varias fracturas y hemorragias internas. Increíble pensar que mi primo acababa de sufrir un grave accidente. Era casi un hermano. Se estaba muriendo y yo me encontraba dos horas de distancia, frustrado sin poder hacer algo. En ese momento, venía su imagen a mi cabeza, un hombre bien vestido, muy alegre y comedido. Daniela me llamó. Recuerdo sus palabras ¿Qué te pasó? Sentado sobre el andén, no tenía ánimos para hablar. La verdad, solo pude decirle que no dejara de abrazarme. Camila se enteró de lo ocurrido y como buena amiga, también se quedó conmigo. Estuvimos tanto tiempo juntos que no nos percatamos de lo tarde que se hizo. Daniela tuvo que irse y yo no demoré en hacer lo mismo, por pena con los padres de Camila. Me dormí como a las dos de la mañana. A las cuatro, mi hermano me despertó para decirme que mi primo acababa de fallecer. Fue como recibir un baldado de agua helada. Tuve aquella sensación que se tiene cuando sabes que alguien que aprecias jamás va a volver. Sin embargo, sabía que debía reponerme pues en ese momento más que un doliente debía ser un apoyo. Tuve que alistarme para ir a la funeraria y comenzar las diligencias para llevar a cabo el funeral. Ahora en este instante, estoy sentado frente a un cartel con el nombre de mi primo. El frío de la sala estremece y nadie puede decir nada… Hoy es un día de luto…


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

El abuelo y yo Paula Andrea Ocharán Barona Lima, Perú. Agosto del 2002. Viajé para conocer a mis abuelos y a mi familia paterna. Estuve tres días en Lima y luego tomé un avión hacia el Cuzco. Mi abuelo fue uno de los primeros en saludarme. Nunca nos habíamos visto pero sentí que teníamos una conexión especial. Después de varios días, todos notaron que el abuelo y yo nos llevábamos muy bien. Pasábamos juntos todo el día. Siempre por la tarde, me llevaba al parque y de regreso me compraba ositos de goma. Un día mí prima Valeria y yo jugábamos a las muñecas y de un momento a otro, ella me mordió en el brazo. Alcanzó a salirme un poco de sangre. El abuelo la reprendió, me limpió y me puso un pedazo de venda en el brazo. Como yo lloraba mucho, el abuelo me llevó un helado para calmarme. Yo no sabía que uno de los motivos de nuestro viaje eran las bodas de oro de mis abuelos. Esa tarde de la celebración, mi tía puso un lindo vestido sobre mi cama y me pidió que le ayudara a hacer la torta para la fiesta. Todo salió muy bien. A la mañana siguiente, me desperté con un fuerte dolor de cabeza y me di cuenta de que mi nariz estaba sangrando. El pecho me latía muy rápido y al asustarme lo primero que hice fue gritar ¡abuelo…! Llegó muy rápido. Se asustó al verme y le dijo a mi abuela que llamara al doctor. Este llegó una hora después, me revisó y luego habló con mi abuelo. Le explicó que solo era taquicardia producida por la altura y que mejor que mantuviera en reposo. El abuelo nunca me dejó sola. Me cuidaba todo el día. Pasaron los días y me sentí mucho mejor. Ya faltaban pocos días para regresarnos.

105


106

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

El último día, el abuelo estaba muy triste. Me dio un abrazo fuerte y me entregó una bolsita de terciopelo rojo. Al abrirla vi que dentro tenía dos aretes de oro en forma de trébol. Lo abracé y le di un beso. Me alejé, lo mire, caminé hacia la puerta y me despedí de nuevo. Pasaron cinco meses, hasta que una tarde del nueve de diciembre mi mamá recibió una llamada de mi abuela diciéndole que el abuelo había fallecido. Ella me contó pero yo no lo podía creer. Yo tenía nueve años y no podía aceptar que el único abuelo que pude conocer ya no vivía. En el tiempo que estuvimos juntos hicimos un lazo muy fuerte. El fue mi mejor amigo. Ahora que estoy más grande puedo comprender lo sucedido. Pero nada va a aliviar el dolor que sentí ese día. Pienso mucho en él y siempre uso los aretes que me regaló pues siento que con ellos, él está conmigo de algún modo.


La luz es como el agua Cuarta escena



Cartas y otros textos



REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Carta a mi hijo Karen Valderrama Herrán Mi muñequito de trapos viejos…Tu conoces bien que tan complicado fue para mi ingresar a la universidad y estudiar medicina, pero jamás te conté que para llegar a ser neurocirujana tuve muchos obstáculos; el primero y más importante, te lo relataré. Yo estaba en segundo semestre y era una joven llena de ilusiones que amaba su carrera y tenía claro que su destino era ser neurocirujana. En segundo semestre, la primera materia que ves, es neurología ¿Te imaginas la emoción que sentía? Esperé tanto tiempo para poder siquiera empezar a entender lo que algún día sería mi sustento no solo económico sino espiritual. Estudiaba supongo más que nadie en mi cohorte, ayudaba a mis compañeros a entender cómo funcionaba todo pero a pesar de todo ésto, perdí la materia. El día que vi las notas sentí que todo se derrumbaba, que sería motivo de vergüenza para mis amigos y mi familia pero sobre todo, para esos seres que siempre estuvieron conmigo: Mis padres. Pensaba que no había dado lo mejor de mi, que me faltaba dedicación pese al esfuerzo que había puesto en esta materia. Pero un amigo mío que no conoces me dijo: Una nota no te hace peor estudiante y solo los que de verdad te conocemos, sabemos el conocimiento que tienes sobre neurología. No te rindas, inténtalo una vez más y demuestra que con el primer tropezón no te dejarás caer. Hijo, esta historia te la cuento para dejarte una enseñanza: Jamás renuncies a lo que de verdad deseas, porque lo que deseas con el alma

111


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

112

será lo que el destino te depara. Construye el camino para llegar a tu meta. Tienes todas las herramientas: Una familia que te ama, la profesión más hermosa del mundo y una madre que desde el cielo te cuida. Ruega al Señor para que ilumine tu vida y la de tus seres queridos. Hijo, el verdadero significado de triunfar en la vida no es lograr lo que quieres sino hacer con amor todo lo posible. Jamás permitas que una caída te impida levantarte de nuevo; levántate siempre, limpia tus rodillas y di que es solo una prueba que se puso en tu camino para crecer más, para que tus ganas de lograr lo que quieres, aumenten. Porque se valora más lo que cuesta trabajo conseguir y no lo que cae como regalo. Cuida a tu familia y hazle sentir el amor que le tienes todos los días. Nunca se sabe cuándo será el último día. Hijo, recibe un consejo como amiga, madre y colega: Ama lo que haces, ama sin medida, vive cada día como si fuera el último. No permitas que tu vida se convierta en una rutina, intenta algo nuevo. No te apegues a lo material, porque la felicidad es el amor y la dedicación en el cumplimiento de nuestras metas. Te amo, como nadie lo hizo y lo hará en ese mundo. Espero que cuando nos volvamos a encontrar, tengas maravillosas historias para contarme. Con amor, tu mamá.

A mi querida hija María Paula Cortés Salas No recuerdo en qué momento se dañó el vínculo que nos unía; en mi memoria solo está presente aquella discusión irrelevante que ocasionó esta indiferencia que fue creciendo entre las dos. Quiero


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

remediar las cosas contigo y esta carta es el medio que encontré para hacerlo. No es nada fácil. No encuentro las palabras precisas para llegar a ti. Solo sé que necesito contarte lo que siento. Extraño mucho hablar contigo y el silencio me está consumiendo. Estos últimos meses que han pasado, no han sido nada tranquilos. Y te pido perdón por eso, sé que en parte ha sido culpa mía. Estás atravesando por muchos cambios en tu vida y no te he aconsejado como una madre debería; no pienses que no te comprendo porque también pasé por eso, también fui joven y viví mi adolescencia. No sé desde cuándo nos llamamos “adolescentes” ¿De los once años hasta los quince? No lo sé; creo que un rango de edad fijo no podría determinarlo con claridad. Las épocas han cambiado, nada es como antes, pero viví y sentí las mismas cosas que tú sientes ahora y quiero compartir contigo lo que me sucedió a mí en ese entonces. La verdad es que todo empieza cuando despiertas una mañana sintiéndote diferente. Te levantas asustado y buscas un espejo. Miras a esa persona que aparece en el espejo, por un buen rato, buscando alguna señal. Pero no ves nada. Te arreglas como de costumbre para ir al colegio; de pronto te demoras un poco más de lo habitual arreglando tu peinado, poniéndote un poco de perfume y quizás mirándote y sonriendo de nuevo para ver que todo esté en orden. En el colegio las cosas marchan bien. Las niñas de grados superiores son mucho más arregladas, bonitas y sociables. Te preguntas cuándo pensarás como ellas y luego dices que seguirás siendo la misma que juega con muñecas, que salta en los charcos y se ensucia, la misma que pelea con los niños y se siente asqueada de darles un beso. Empiezan las clases, copias cada cosa que dice el profesor, él plantea algún tema y pide opinión. Escuchas a tus compañeros y te encuentras de repente en desacuerdo con una o varias de sus opiniones. El profesor aporta algo más y todos entran a discutir aquella posición.

113


114

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Si lo piensas bien, años atrás ningún niño se hubiera atrevido a contradecir lo dicho por el maestro y creería la mayoría de las cosas que sus compañeros hablan. Ahora es diferente pues empiezas a tener tus propias opiniones. No ha pasado ni la primera hora de clase y ya quieres salir a tomar un descanso. Cuando sales al recreo te sientas con tus amigas a hablar de programas de televisión y de tareas, entre otras cosas. Terminas de comer lo que te mandan o compraste en la tienda, miras a tú alrededor y ves a lo lejos a los niños en la cancha jugando fútbol. Uno de ellos llama tu atención. Te lleva un par de grados y sí que juega bien. Pero de nuevo, vuelves a la conversación con tus amigas. Al terminar el descanso, aquel niño pasa por tu lado y te sonrojas. Tus amigas lo notan y enseguida empiezan los típicos comentarios: ¡Te gusta! ¿Por qué no nos habías dicho? ¿Es muy grande para ti, sabías? Tú simplemente lo niegas y te molestas. Al final del día, ellas que tanto te conocen vuelven con las preguntas hasta que te ves acorralada y dices toda la verdad. Ahora será un secreto, el primero de muchos que vendrán de aquí en adelante. Al llegar a tu casa, almuerzas, haces las tareas, vuelves al espejo, te miras de nuevo, cambias tu peinado buscando verte mejor pero desistes muy rápido y vuelves al cuarto. Entonces, prendes el televisor y empiezas a cambiar canales sin siquiera ver qué presentan; ya los programas que veías antes, te aburren. Tu mamá grita que bajes a comer y contestas también con un grito a pesar de estar en la misma casa; ella sube muy molesta y te regaña por “contestarle mal”. No entiendes nada del problema y otra vez opinas por ti misma; es ahí cuando llega tu papá y calma la marea. Aún no entiendes cuál es el problema. Le explicas lo ocurrido para que te apoye e intervenga por ti ante tu mamá; al final de la noche el asunto se resuelve. Vas a dormir y solo piensas que éste no fue tu día.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Si supieras que de ahora en adelante nunca serán tus días, hasta que todo esto de las hormonas termine. Al día siguiente te levantas como si nada; esta vez no te sientes tan extraña como ayer. Te bañas, te pones el uniforme, desayunas, alistas la maleta y antes de salir te arreglas más que el día anterior. Pero hay un problema: Tu pelo no logra verse bien en ninguna forma. Esta vez te demoras más en salir y tu papá te afana para que bajes. En el colegio todo va a la perfección hasta que pasa ese niño que te empieza a gustar; al darse cuenta que lo miras, disimuladamente se acerca y te saluda. Tus amigas se empiezan a reír y tú ves eso como una “señal”. Llegas a tu casa y no logras concentrarte. Para ti ese saludo significa todo. Crees ingenuamente que le gustas y te ilusionas. A mi me pasó eso una y otra vez. Esos son los llamados amores platónicos de la adolescencia: Crees que son los indicados, que serán el amor de tu vida, hasta que los superas y aparece alguien más. Al día siguiente te despiertas con mucho ánimo de ir al colegio, ya todo desde la noche anterior está arreglado. Pero de pronto un intruso entra a tu mejilla. Es tu primer barrito y crees que el mundo se viene abajo. Nadie lo invitó a aparecerse en tu rostro pero ahí está y aplastarlo solo empeora las cosas. Sales para el colegio, todo el día tratas de ocultarlo pero es muy difícil cuando está en tu cara. Hija mía, la adolescencia es cosa seria y esto que te cuento es apenas el comienzo. En mi adolescencia, casi todos los días discutía con mi mamá por bobadas. Mi estado de ánimo cambiaba muchas veces en el día; podía amanecer feliz y sin saber por qué, me sentía triste o irascible. A veces me sentía con súper poderes, otras veces muy débil, me gustaba estar sola en mi cuarto escuchando música por mucho tiempo, me daba demasiado sueño y mi apetito aumentaba en una forma increíble.

115


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

116

No era una adolescente normal, lo acepto. Prefería pasar todo el día leyendo un buen libro, haciendo bocetos, escribiendo, viendo películas bajo las cobijas, viendo televisión o jugando en el computador. También en la adolescencia, como muchos lo hicieron, di mi primer beso. Tuve muchos amigos y en una época me fascinaba salir con ellos. Pedía más libertad a mis papás, quería crecer rápido y que se hiciera mi voluntad siempre; poco a poco fui creciendo y las cosas empezaron a cambiar. Vino la vida con nuevos retos que debí afrontar por mí misma. Y es que a fin de cuentas, todos escribimos nuestra propia historia. Esta fue la mía. No por eso la tuya tiene que ser igual. Tienes toda una vida por delante, disfrútala. No es nada fácil para mi decirte todas estas cosas. Pero hace unos días el doctor que me ha venido tratando me dio una mala noticia: el cáncer ha hecho metástasis. Los médicos dicen que no se puede hacer más. A pesar de esta opinión, espero que aún haya algo que me alargue un poco la vida. La sola idea de dejar a tu hermana, a tu papá y a ti, me vuelve loca. Ustedes son el tesoro más preciado de toda mi vida. No había podido decírtelo porque no encontraba la forma adecuada para hacerlo; con esta carta, espero que me entiendas, me perdones y nunca me olvides. Y no sufran por mi. Odiaría sentirme culpable de eso. Ustedes son lo mejor que me ha pasado; solo me queda decirles que los amo. Quiero sobretodo, darles las gracias por hacer de mi vida algo tan maravilloso. Siempre estarán presentes en mi corazón. Con todo mi cariño, Mamá


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Para mis hijos María del Mar Arbeláez Vargas En la juventud no supe valorar la presencia de mis seres queridos. Siempre estuve distante cosa de la cual me arrepiento pues no hay personas más importantes en tu vida que aquellas que vez diariamente y que no solo comparten un vinculo sanguíneo, sino que te pueden enseñar y te hacen la vida más llevadera. No alcanzan a imaginar lo arrepentida que estoy de no haber pasado más tiempo con su tío, de conocerlo mejor y poder compartir experiencias, pasiones y sentimientos. Cada día que pasé con sus abuelitos fue maravilloso. Me trasmitían su conocimiento; más que todo su abuelo, que fue una persona muy importante. Siempre me recordaba que hay que mantenerse positivo frente a cualquier situación y dar lo mejor de sí a todas las personas que nos rodean. Me enseñó a enfocar mi parte espiritual y no ser una persona materialista. Su abuelita me enseñó a cuidar a las personas que más quería; a hacer todo lo posible para que tengan una buena calidad de vida. Hijos, la vida día a día les dará pequeñas o grandes lecciones y los hará ser mejores personas. Sepan aprovechar cada momento con sus seres queridos y aprendan a valorar su presencia pues nadie tiene la vida asegurada. Entreguen lo mejor de ustedes. La vida es muy corta para andar regalando tristezas, odio, rencor o resentimientos. Por más sucesos “malos” que les sucedan, traten de darle una sonrisa al mundo. Comprendan que no pueden derribar la alegría y el gusto por la vida. En ocasiones sufrí por no expresar lo que sentía. Pensaba que a nadie le importaría lo que yo pensara; que al fin y al cabo yo era una persona más, y por más que expresara lo que sentía, el mundo no iba

117


118

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

a cambiar. Pero estaba equivocada. Toda persona tiene el derecho y el deber de decir lo que piense así sea la cosa más descabellada. De pensamiento en pensamiento podemos lograr un cambio notable y ser una sociedad en la que nos importe la persona como un ser integral. Y no como un objeto. Por eso siéntanse libres de expresar sus sentimientos. Claro está, deben cuidar la forma de decir todo. No pueden ser personas agresivas o prepotentes; la humildad los llevará lejos porque cada uno tiene una misión que se logra con calidad humana. Estén preparados para perder o ganar. La vida no es perfecta; deben ser capaces de afrontar los problemas con cordura y sin miedo. La vida está llena de problemas y constantemente se verán puestos a prueba. Tengan claro que todo es posible. No se enfrasquen en una situación, traten siempre de salir adelante, porque lograr un sueño o una meta requiere sacrificios. Cuando estudiaba en la universidad perdí varias veces una materia. Creía que no era capaz con los temas o que simplemente la medicina no era lo mío. Pero pronto comprendí que nada en la vida es fácil y que nada es perfecto. Bien me enseñó su abuelo que para llegar a ser alguien en la vida hay que sufrir (en buen sentido) y darlo todo por cumplir tus sueños y anhelos. Espero que durante el tiempo que estuve con ustedes, haya podido darles las herramientas para ser personas integrales y capaces de luchar por su futuro. Quiero que tengan deseos porque no hay nada como una persona deseosa de cumplir sus sueños. Sean personas espirituales, interesadas en buscar la felicidad propia y la del prójimo. Ojalá sepan valorar la presencia de cada persona que los rodea, y puedan trasmitir conocimientos a sus nietos. Nunca olviden que los amé, los amo y los amaré. Su mamá.


REVISTA MEDICINA NARRATIVA

119

Elogio a mi carrera Gina Paola M. Takegami Benavides Ella es mi razón de orgullo Es toda una nueva experiencia conocerla Jamás imaginé que sería tan maravillosa Cada noche sin dormir, pensando en ella, se ve reflejada en mis ojos. Aún así, cuando amanece una sonrisa se dibuja en mi rostro Mi corazón late por ella Es la razón de mí existir Mi futuro está a su lado. No sabría qué hacer si no dedicara mi vida a amarla No pude contener mi emoción cuando aprendí a entenderla Ella es única, rebelde, difícil pero a la vez gloriosa Qué complicada pero a la vez tan sencilla. Iluminaste mi vida y me dedicaré a ti con pasión y locura. Querida medicina, estudiarte me llena de orgullo Ahora que empecé a conocerte, me di cuenta que te quiero y siempre te llevaré en mi corazón como un grabado en mi pecho. Con cariño, Gina Paola



Sobre los autores Lorena Vallejo Labrada, Paula Alejandra Devia Libreros, Andrés Kaitzberg Lasso, Harold Styven Basallo Triana, María Galindo, Daniela Jiménez Paredes, Jessica Núñez Gómez, Ivana Nieto Aristizabal, Leidy Peña Izquierdo, Paula Ocharán Barona, María Andrea Ortegate Gómez, María Paula Reyes Ramírez, Freddy Moreno Gómez, María Alejandra Nagles Hurtado, Laura Mejía Gutiérrez, María Alejandra Escobar González, María Camila Murcia Piedrahita, Jessica Paola Campo Álvarez, Juliana Arévalo Hurtado, Gabriela Bustamante Ospina, Armando Angel Castillo Moret, Xiomara Palacios López, Alejandra Cárdenas González, Luis Miguel Guerrero, María Isabel Barona Rojas, Hugo Esteban López Arévalo, Karen Lizeth Álvarez Raigoza, Angélica María Mena Huertas, Katherine Andrade Peñuela, Sandra Lorena Salas Caicedo, Luis Fernando Muñoz Cervantes, Juan Diego Canencio Ordoñez, Nikolle Cedano Vélez, Ana Stephany Muñoz Villegas, Karen Valderrama Herrán, María Paula Cortés Salas, María del Mar Arbeláez Vargas, Gina Paola Takegami Benavides. Pedro Alejandro Rovetto V., MD. Médico cirujano, Universidad del Valle. Especialista en Patología Anatómica (Universidad de Miami) Patología Clínica (Universidad de Cincinnati) e Inmunohematología (Universidad de Minnesota). Profesor universitario desde hace 30 años. Investigador del Grupo Historia de la Medicina Colombiana. Gloria Inés Flórez V. Trabajadora Social, Universidad del Valle. Especialista en Administración del Talento Humano, Universidad del Valle y Penn State University. Magistra en Administración de Empresas de la Universidad Javeriana Cali. Profesora universitaria. Secretaria Académica de la


122

REVISTA MEDICINA NARRATIVA

Facultad de Ciencias de la Salud de la Pontificia Universidad Javeriana Cali. Florencia Mora A. Licenciada en Ciencias Sociales y Literatura, Universidad del Valle. Especialista en EnseĂąanza de las Ciencias Sociales e Historia de Colombia. Magister en FilosofĂ­a, Universidad del Valle. Profesora del Departamento de Humanidades, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana Cali.




Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.