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La tradición provenzal de las «Saintes Maries»

por Óscar Fábrega

En el sur de Francia existe una extendida leyenda que sitúa a la esquiva María Magdalena, tras la muerte de Jesús, predicando por las tierras de la Provenza francesa, junto al Mediterráneo, donde había en aquellos tiempos una floreciente provincia romana y una importante colonia judía.

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La tradición cuenta que llegó en un barco de piedra, sin velas ni remos, huyendo de la persecución de los judíos, a un pequeño pueblo llamado Saintes-Maries-de-la-Mer, ubicado en una isla formada en el delta que el río Ródano forma al desembocar en el Mediterráneo, en la pintoresca región de la Camarga. Pero no vino sola. Le acompañaron varias personas relacionadas, de una u otra forma, con Jesús.

Por un lado tenemos a dos señoras que, junto a la Virgen María, forman lo que se conoce en Francia como las Trois Maries, «las Tres Marías». La primera es María de Cleofás, supuestamente hermana de la Virgen María, casada con un tal Cleofás, también llamado Tadeo o Alfeo, que fue, según las distintas tradiciones, primo o hermano de José, el padre putativo de Jesús. Además era la madre de Santiago el menor que otras tradiciones identifican con un hermano de Jesús , Simón el Zelota y Judas Tadeo.

La otra es María Salomé, también hermana de la Virgen y supuesta madre de Santiago el Mayor cuyos presuntos restos se veneran en Compostela y Juan, los famosos hijos de Zebedeo, su marido. A veces se le denomina como María Jacobea, en honor a su hijo Santiago.

En realidad, hay dudas sobre estos dos personajes, ya que la tradición cristiana, para hacerlos encajar, ha planteado que eran hijas de Ana, la madre de la Virgen, pero de diferentes maridos: el de la Virgen María sería el Joaquín del que hablan

los Evangelios apócrifos de la Natividad; el de María de Cleofás fue Cleofás (tenía el mismo nombre que su esposo), el segundo marido de Ana; y el de María Salomé fue un tal Salomae. Todo este lío viene de los intentos exegéticos posteriores de explicar que los supuestos hermanos de Jesús, mencionados en los Evangelios, no eran sus hermanos, sino sus primos. Y de camino, explicaban una serie confusiones que hay respecto a los apóstoles. Pero, de ser cierta esta historia, ¿por qué Ana, puso María como nombre a sus tres hijas?

El entierro de Cristo. Fra Angelico. Frescos del piso superior del Convento de San Marcos, Florencia (1432-1450). Aparecen representadas la dos Marías y María Magdalena, ba jo la atenta mirada de san Juan y de santo Domingo.

Tanto María de Cleofás como María Salomé son mencionadas en el Evangelio de Marcos entre las mujeres presentes durante la crucifixión.

Además, en todos los sinópticos se dice que, junto a María Magdalena, fueron las encargadas de ir a perfumar con ungüentos y oleos aromáticos el cuerpo de Jesús, cosa que no pudieron hacer porque, cuando llegaron a la sepultura, había resucitado Por ese motivo, a estas tres mujeres, junto a José de Arimatea y Nicodemo, que según el Evangelio de Juan perfumaron el cadáver de Jesús justo antes de sepultarlo, se les conoce en las Iglesias orientales como myrophorae (miróforos, es decir, «portadores de la mirra») y se les rinde especial tributo.

Por otro lado, le acompañaban Marta y Lázaro de Betania, los hermanos de la Magdalena, que siempre ha sido identificada por la Iglesia Católica con María de Betania. Y unos cuantos personajes más: Maximin, uno de los setenta y dos discípulos de Jesús mencionados por Lucas además de mayordomo de Lázaro y su familia que, tras estar un tiempo predicando junto a María Magdalena, fue obispo de Aix en Provence; Marcela y Susana, dos discípulas de Jesús, una de ellas mencionada por Lucas (8, 3);José de Arimatea, quien, según esta tradición, llevaba consigo el Santo Grial; un tal Amadour o Amator, legendario fundador del Santuario de Nuestra Señora de Rocamadour, situado en la localidad homónima, un pequeño y precioso pueblo del departamento de Lot (en la región de Midi-Pyrénées); Cedonius (o Sidonie), sucesor de Maximim como obispo de Aix en Provence, así como de Saint-PaulTrois-Châteaux (aunque con el apodo Restitut), identificado por la tradición como el ciego de nacimiento al que curó Jesús en el episodio narrado en Juan 9; y, por último, un personaje muy curioso sobre el que se ha hablado también muchísimo: Sara la egipcia, también conocida como Sara la Kali («la negra»), santa patrona de los gitanos de la zona y muy relacionada con la maternidad: las mujeres con problemas de fertilidad suelen encomendarse a ella, así como las preñadas, para asegurar un buen parto.

Las dos «Marías»

Esta historia, que apareció narrada en la conocida obra La leyenda dorada, una compilación de relatos hagiográficos reunida por Jacobo de la Vorágine en el siglo XIII, y en la que se dice que la Magdalena era de origen real, se hacía eco de una tradición local muy anterior, ya que, como sabemos, desde al menos el siglo VII se rendía culto a los supuestos restos mortales de María Salomé y María de Cleofás.

Tanto es así que, según se cuenta en los anales, el 4 de diciembre de 1448, René de Anjou (1409-1480), el buen rey Renato, como lo denominaban cariñosamente los franceses, rey de Nápoles y de Aragón, atraído por la veneración creciente hacia las reliquias de las Santas Marías (que no estaban aún localizadas), pidió permiso al papa Nicolás V (13971455) para proceder a la exhumación de los cuerpos, enterrados en algún lugar del antiguo santuario.

Tras ser encontrados, los supuestos restos mortales fueron depositados en unos hermosos relicarios que acabaron colocados encima del coro de la Iglesia de Notre-Dame-de-laMer. Así pues, fue René de Anjou el que oficializó el culto a las Santas Marías.

Con los años, Saintes-Maries-de-laMer se convirtió en un importante lugar de culto, así como una parada importante dentro del Camino de Santiago. De hecho, en el famoso Códice Calixtino, el manuscrito de mediados del siglo XII en el que se recogen relato, textos litúrgicos y guías de viaje relacionadas con el Camino, ya se hizo mención a esta extendida leyenda.

En la actualidad se sigue conmemorando en Saintes-Mariesde-la-Mer la llegada de las Santas Marías, así como la festividad de Sara la Negra. Pero, por distintos avatares de la historia, la celebración se ha convertido en una importantísima fiesta para los gitanos y romanís de toda Europa, que se desplazan hasta este pequeño pueblo en sus camionetas y caravanas, y durante más de una semana celebran una de sus fiestas más importantes. Todo un espectáculo de luces, colores y alegría.

En la fotografía superior, Iglesia de Notre-Dame-de-la-Mer.

La festividad de Sara la Negra

Todos los años, hacia el 20 de mayo, comienzan a realizarse vigilias en la iglesia de Notre-Dame-de-la-Mer, y a depositarse ofrendas en la cripta, donde se venera a la Sara la Negra. Es tradición que las gitanas vistan su estatua con llamativos vestidos y pañuelos de colores chillones, engalanándola para el día grande, el 24 de mayo, cuando se celebra una procesión en su honor. Ese día, los gitanos sacan a la Santa Sara y la llevan, a ritmo de tamboriles y guitarras, desde su santuario hasta el mar, donde es sumergida hasta la cintura.

Ahora bien, ¿quién es Sara? Si bien la leyenda provenzal la incluía entre las acompañantes de María Magdalena en el barco que le llevó hasta SaintesMaries-de-la- Mer, en La leyenda dorada no se le menciona. Además, en la primera referencia escrita que se conserva sobre ella, una obra de Vicent Philippon titulada La Légende des Saintes-Maries, de 1521, se dice que era una mujer de la zona que se dedicaba a ayudar a los cristianos. Sin embargo, las tradiciones posteriores han acabado incluyéndola en la lista de ilustres pasajeros de aquel barco. Una de las versiones más imaginativas cuenta que procedía del Alto Egipto y que fue una esposa repudiada del rey Herodes, quitó el pañuelo que cubría su cabeza e hizo la promesa de que, si conseguían llegar finalmente a tierra sanos y salvos, nunca más se lo quitaría como muestra de respeto a Dios.

Pero los gitanos franceses, muy devotos de Sara, tampoco creen que viniese en el barco, sino que creen que era una joven gitana de raza noble que vivía con su gente en la Camarga y que, unos días antes, presintió la llegada de los refugiados palestinos y tuvo unas visiones que le informaban de la llegada de las santas, así que decidió ir a socorrerlas, ya que el mar estaba muy agitado y había mucho riesgo de naufragio. Así que Sara cogió su manto, lo extendió sobre las olas y, utilizándolo como una balsa, fue hacia el barco y ayudó a todos sus tripulantes a llegar hasta la orilla. En agradecimiento, las dos Marías bautizaron a toda su gente. Curioso, porque los gitanos de la zona eran politeístas y prestaban especial

convertida, posteriormente, en sirviente de María Salomé y María de Cleofás; mientras que otras propuestas mantienen que era simplemente una criada egipcia de alguna de estas.

Sea como fuere, en todos los relatos, tuvo un papel importante en el transcurso del viaje desde Tierra Santa: se cuenta que, estando el barco a la merced de las olas, y sus tripulantes casi sin comida, Sara se

devoción a Ishtari (Astarté), tanto que cada año sacaban su estatua en procesión y la introducían en el mar es inevitable la comparación con la actual procesión .

Aunque los lugareños defienden que esta fiesta se remonta a tiempos inmemoriales, no existe evidencia del culto a Sara antes del año 1800, aunque hay quien especula que una factura de oleo para lámparas, fechada en 1684 y destinada a la «capilla de San Saar» puede ser una referencia anterior. La peregrinación de los gitanos sí parece ser algo más reciente: se mencionó por primera vez en un artículo de un tal Jean Joseph de Bonaventure Laurens de 1852.

En cualquier caso, esta santa, a la que los gitanos llaman Sara la Kali, que significa la «Negra» y la «Gitana» a la vez, se ha convertido en una de las principales patronas de esta comunidad. Además, durante la semana que duran las celebraciones, han tomado la costumbre de bautizar a sus niños en la Iglesia de las Santas Marías.

Curiosamente, en los últimos años se ha especulado mucho sobre la Santa Sara, tanto que se ha llegado a especular con la posibilidad de que se tratase de la hija de Jesús y María Magdalena, que, según estas teorías, nació en Egipto tras la huida de su madre, emprendiendo el viaje a las Galias cuando la joven tendría unos doce años. Otras propuestas, como la recogida en el libro La revelación de los templarios, de Clive Prince y Lynn Picknett, de la que se hico eco la famosa novela El código Da Vinci, defienden que pudo llegar embarazada a Francia. Así lo explicó Dan Brown en su novela: «María Magdalena viajó en secreto hasta Francia, conocida entonces como la Galia. Aquí, entre la comunidad judía, halló refugio. Y fue aquí, en Francia, donde dio a luz a su hija, que se llamó Sara» (Brown 2003, 317).

Romería de las Marías

Además de la procesión de Sara la

En la fotografía, Sara La Negra

Kali, el 24 de mayo por la mañana se realiza una solemne misa, en presencia del arzobispo de Aix y Arles, a menudo acompañado de otros obispos; y por la tarde, antes de dar comienzo el descenso de Sara hasta el mar, se exponen al público las reliquias de las María de Cleofás y María Salomé en la capilla superior de la Iglesia de Notre-Dame-de-laMer. Durante veinticuatro horas los fieles pueden observar y venerar los restos mortales de las santas.

Al día siguiente, el 25 de mayo, festividad de María de Cleofás, se saca en procesión hasta el mar una estatua del Barque des Saintes, una bonita escultura de un barco con las dos Marías, que, como en el caso de Sara, se introduce en el agua hasta la cintura. Curioso, porque este tipo de rituales de inmersión, relacionados con las procesiones agrarias de la primavera y con la propiciación de la fertilidad, adquieren un matiz propio por el carácter de la civilización provenzal y su respetuoso temor al Mediterráneo.

Así, además de en Saintes-Maries-dela-Mer, encontramos procesiones similares en Fréjus, Mónaco, SaintTropez o Collioure, aunque relacionadas con otras santidades.

homenaje a un aristócrata local, Folco de Baroncelli-Javon, marqués de Baroncelli, gran defensor y amigo de los gitanos, que fue el que logró convencer a la Santa Sede para que autorizara las procesiones de la Santa Sara, no santificada por la Iglesia, por cierto. Este señor contribuyó enormemente a la popularidad de estas festividades que, en las últimas décadas han alcanzado gran fama. Se ha calculado que entre cincuenta y setenta mil gitanos se reúnen cada año allí.

Además, el domingo más cercano al 22 de octubre, festividad de María Salomé, se realiza otra romería, protagonizada más bien por los devotos lugareños de la Camarga. La noche anterior se celebra una solemne vigilia en la playa, acompañada de las luces de las velas y de música de guitarra, y se representa la llegada del mítico barco. Allí, en la playa, esperan los lugareños hasta la mañana siguiente, cuando, una vez más, las dos santas son sacadas en procesión hasta el mar. Por si fuera poco, cada primer fin de semana de diciembre se realiza una procesión nocturna por las calles del pueblo, seguida de una vigilia de oración, para conmemorar el traslado de las reliquias de las santas desde la cripta su lugar actual, encima del coro.

La Magdalena

¿Qué pasó con María Magdalena tras el desembarco en tierras provenzales?

La leyenda narra que, acompañada de Maximim y Cedonius, comenzó a predicar el mensaje de salvación de Jesús por la zona hasta que, un tiempo después, dejó el apostolado y se retiró como ermitaña a la cueva de Sainte-Baume («Santo Bálsamo», clara asociación con la mujer que ungió a Jesús en los Evangelios), donde estuvo durante treinta años en absoluta soledad. Se dice, incluso, que pasó todo aquel tiempo desnuda, vistiendo solo una frondosa y larguísima cabellera, y que solo se alimentaba del canto de los ángeles, que la elevaban al cielo siete veces al día

En La leyenda dorada, Jacobo de la Vorágine entró en muchos más detalles: afirmó, por ejemplo, que la Magdalena no solo estuvo predicando por la zona, sino que hizo algunos milagros por ejemplo, consiguió que el gobernador de Marsella tuviese un hijo, pese a que su mujer era estéril .

Contó, además, que un curita pasaba por allí un buen día y pudo contemplar, atónito, el ritual diario de los ángeles y la Magdalena. Y que, fascinado por la visión, quiso acercarse a investigar, pero no pudo hacerlo, ya que una invisible y oscura fuerza le impidió acceder a la cueva, hasta que la propia señora se acercó a hablarle y le contó su historia, además de anunciarle que el momento de dejar este mundo estaba próximo, y de pedirle que fuese a buscar al obispo Maximim

para anunciarle que el día de Pascua sería llevada por unos ángeles hasta su oratorio, donde la encontraría. Y así sucedió un tiempo más tarde.

Maximim le dio su última comunión y, justo después, el cuerpo de la Magdalena se desplomó sobre el altar y su alma se elevó a los cielos.

El obispo, con grandes honores, procedió a enterrarla, solicitando a sus familiares que él mismo fuese enterrado allí cuando falleciese.

No deja de ser sintomático que una mujer que era elevada al cielo siete veces al día por los ángeles necesitase una intervención masculina para conseguir la salvación. Cosas de Dios.

Sea como fuere, según esta leyenda francesa, sus restos fueron depositados en la cripta del Convento de Saint-Maximim, ubicado precisamente en una localidad llamada Saint-Maximim-LaSainte-Baume, también en La Provenza, a unos cuarenta kilómetros de Marsella.

Se dice que en el siglo V, un tal Juan Casiano (Jean Cassien para los franceses), padre de la iglesia (aunque no reconocido por hereje), madre de estos monjes). Ambos lugares, desde entonces, se convirtieron en centros de peregrinación. Además, nombró a María Magdalena protectora y patrona de la Provenza.

rumano de nacimiento y fundador de la orden de los cassianites, descubrió sus restos y los donó a una comunidad que había fundado en Saint-Maximim.

Sus reliquias fueron escondidas durante la invasión musulmana, para acabar siendo redescubiertas en 1279 por Carlos de Anjou (12261285), rey de Sicilia, Nápoles y Jerusalén, y hermano de Luis IX de Francia (1214-1270). Este señor, al casarse en 1246 con Beatriz I de Provenza (biznieta del rey de Aragón Alfonso II), tomó el control de la Provenza.

Y allí comenzó a buscar los supuestos restos mortales de la Magdalena, hasta que dio con un sarcófago de alabastro que contenía un cadáver y un documento que indicaba que el cuerpo había sido inhumado cuatrocientos sesenta años antes para protegerlo de los sarracenos.

Obviamente, ambas elementos eran falsos, pero eso no impidió que allí mismo se levantase una basílica y un convento de los dominicos, a los que también colocó Carlos de Anjou en la cueva de Sainte-Baume en 1295 (no en vano, santa María Magdalena se acabó declarando hija, hermana y El problema es que tenemos otros supuestos restos mortales de María Magdalena: resulta que un tiempo antes, a partir del siglo XI, se afirmó que su cuerpo se custodiaba en la abadía benedictina y cluniacense de Vézelay, construida en el siglo XI en el pueblo homónimo de la Borgoña francesa, adonde lo habría trasladado un tiempo atrás, desde Saint-Maximim, un monje llamado Badilon que había sido enviado por Girard de Vienne, el fundador de Vézelay (otros dicen que fue el caballero Girart de Rousillon), según cuenta Jacobo de la Vorágine.

Esta abadía, gracias a esta importante reliquia, se convirtió en un importante lugar de peregrinación al que acudieron importantes personajes históricos, como Ricardo Corazón de León (que la visitó en 1190, antes de partir para la tercera Cruzada), Bernardo de Claraval (que en 1146 predicó allí la Segunda Cruzada) o Francisco de Asís (que fundó allí el primer establecimiento franciscano en Francia).

Lo curioso es que el papa Bonifacio VIII (1235-1303) favoreció los restos de Saint-Maximim sobre los de Vézelay, autorizando incluso la construcción de la basílica, en la que, hoy en día, se sigue conservando el supuesto cráneo de María Magdalena, junto con algún resto más.

La reliquia del cráneo se conserva habitualmente en un relicario situado en una celda en la pared sur de la cripta de la basílica, junto al sarcófago que contenía los restos mortales completos, desaparecidos durante la Revolución francesa.

un pequeño tubo de cristal que contiene un colgajo de carne a un hueso que, según la tradición, es la parte del brazo de María Magdalena donde Jesús puso sus dedos durante la famosa aparición que se narra en el Evangelio de Juan, el famoso episodio del «noli me tangere» («no me toques») tan representado en el arte.

Festividad de la Magdalena

Al margen de esto, también aquí se celebra una curiosa festividad religiosa. El día de santa María Magdalena es el 22 de julio, pero desde varios antes se realizan varios actos litúrgicos en su honor. En los últimos años es habitual que en la víspera, el día 21, un grupo de trovadores locales, Les Tambourinaires de Sainte Madeleine, reciten, a ritmo de tambores, la historia de la santa por las tierras de la Provenza. El 22 de julio se celebra una solemne misa en la grotte de Saint-Baume, la cueva en la que, según la tradición, estuvo viviendo María Magdalena durante años, y se sacan en procesión unas Y el domingo siguiente al 22 de julio, se saca en procesión al supuesto cráneo de María Magdalena, recubierto con una máscara de oro, por las calles de Saint-Maximim-LaSainte-Baume.

Los lugareños, vestidos con sus tradicionales trajes provenzales (vestidos floridos para las mujeres y chalecos y sombreros negros para los hombres), y con sus estandartes rojos y dorados, los colores de la Provenza, acompañan a la santa, cantando tonadillas como: «provenzal y católica, nuestra fe no falló; cantemos juntos, provenzales y católicos, cantemos». La procesión que termina con un bonito castillo de fuegos artificiales.

La reliquia del cráneo se conserva habitualmente en un relicario situado en una celda en la pared sur de la cripta de la basílica, junto al sarcófago que contenía los restos mortales completos, desaparecidos Además, junto al cráneo se custodia un pequeño tubo de cristal que contiene un colgajo de carne a un hueso que, según la tradición, es la parte del brazo de María Magdalena donde Jesús puso sus dedos durante la famosa aparición que se narra en el Evangelio de Juan, el famoso episodio del «noli me tangere» («no me toques») tan representado en el arte.

Oscar Fábrega

Articulista y Escritor

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