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“El Menú”: el primer thriller gastronómico de la historia del cine

No se pierdan en el cine o en alguna de las plataformas de streaming esta película, tan gastronómica como perturbadora

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La vieira emplatada en un plato que simula un entorno marino, el juego gastronómico propuesto en el plato llamado el pan sin pan, los tacos, en cuyas tortillas evidencian las debilidades de los comensales, el perfecto muslo de pato que esconde una historia terrible en su diseño; todas las especialidades gastronómicas se muestran y explican al espectador, como si fuéramos un cliente más. También hay espacio para profundizar en la psicología de los personajes: la conversación que se da en la oficina, entre el chef y una clienta díscola, es antológica, porque nos descubre a las personas que hay siempre detrás de quien proyecta una imagen pública y porque ambos se reconocen, aunque sus biografías sean antagónicas.

Mientras escribo esto, me sorprende que la película continúe en la cartelera, mes y medio después de su estreno, en una época en la que, salvo las grandes producciones, las películas aparecen y desaparecen con gran velocidad de las salas de cine. Lo cierto es que es una obra destacable desde el punto de vista gastronómico, cuyo visionado es altamente recomendable. Pero, ¿qué es lo que hace especial este thriller gastronómico?

En primer y destacado lugar, el chef. Llámenlo tablas, llámenlo madurez, llámenlo background; Ralph Fiennes, con su inmaculada chaquetilla de chef, está inconmensurable. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que transmite con sus diálogos, pero también con su presencia, con su mirada, con sus gestos. Desde el nazi Amon Goth de La Lista de Schindler, pasando por su papel protagonista en El paciente inglés, Ralph Fiennes llena la pantalla. Y en El Menú, la elección de un actor de ese empaque, es capital, porque la mayor parte del elemento más complejo y más difícil de esta película

- que es que te creas el giro dramático de la historia - depende de él.

En segundo lugar, pero no de menor relevancia, está la propuesta culinaria. La parte gastronómica vertebra la historia hasta tal punto, que el film se divide en capítulos que coinciden con los distintos platos del menú que un reputado chef ofrece a sus adinerados clientes. Es decir, los platos no solo acompañan las vicisitudes de la selecta clientela, sino que son el desencadenante y la explicación - en clave gastronómica- de lo que les ocurre.

Así, El menú está compuesto por ocho pases y una sorpresa final en forma de petit fours. Todo servido a un grupo de comensales que son interesantes porque son prototípicos: el foodie, la crítica, los empresarios de éxito, la pareja madura cansada de todo (hasta de lo bueno), el actor rico y famoso pero inculto, la que no comprende ni comparte la puesta en escena de la alta cocina… todos muestran la ridiculez del circo mediático que tantas veces acompaña a la cocina de vanguardia.

Un último detalle: no deja de resultar paradójico que, después de asistir al emplatado y servicio de platos de auténtica vanguardia gastronómica, el plato que resulta más apetecible, el plato en el que la cámara se detiene en su elaboración y el que, al menos por un momento, hace feliz al chef, sea una hamburguesa realizada con la técnica smash, con su queso cheddar fundido por encima. Pura metáfora.

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