El gato de Cheshire o un recuerdo de Ulrich Zwinglio.
Un día como hoy nació Ulrich Zwinglio en 1484, cuando los calderos de la historia empezaban a bullir los sentimientos e intelectos de la mayoría de pobladores de la Europa medieval. Claro está, los descubrimientos científicos del Renacimiento que no pudieron encontrar sustento teológico en la antigua forma de razonar de la iglesia católica, aunados a los nuevos planteamientos del racionalismo y el empirismo inglés, cuyos frutos ya se empezaban a sentir en todo el continente, en alguna forma debían acicatear la conciencia de cuanto cristiano sincero e inquieto podría existir. Incluso, antes de los tres grandes reformadores, aunque sólo se conocen a los más famosos (Lutero y Calvino -mucho menos a sus esposas, quienes jugaron un papel preponderante en la Reforma), ya existían otros intentos de dar a la fe cristiana católica un nuevo impulso, que continúe con las grandes tradiciones teológicas fundadas en las Escrituras y explicadas por las mejores mentes de la historia del cristianismo. Sin embargo, la obra de Zwinglio fue tardía, comparándolo con la obra de Lutero, pues nuestro teólogo descubrió, con ayuda de los libros luteranos, la fe que andaba buscando por mucho tiempo, la cual lo llevó a colocar las Escrituras por encima de toda tradición vinculante, que en su tiempo ya había perdido mucho de las antiguas tradiciones calcedónicas, verbigracia, y empezaban a mezclarse, como antes ya lo había hecho, con componendas políticas y personales, ajenas al mismo quehacer teológico. Tanto fue el fervor de Zwinglio que llegó a exponer todo el Nuevo testamento semana tras semana, durante las predicaciones que daba en la pequeña congregación a la cual pastoreaba (labor extraña a nuestros tiempos en los que se privilegian textos famosos y mal estudiados, lo que permite su amplia manipulación, sobre los oscuros y difíciles). No debemos olvidar también que elaboró 67 tesis en las que mostraba, igual que Lutero, la forma en que la Iglesia se había alejado de los principios evangélicos establecidos en la Biblia. Valga la fecha para recordar a este gran teólogo y reformador desconocido para muchos (invisible como el gato del País de las maravillas, al que sólo se veía su sonrisa), pero que, sin duda, jugó un papel importante para la difusión de las ideas reformistas en su tiempo. Esperemos que los próximos años, podamos contemplar y conocer no sólo su sonrisa sino su labor pastoral y teológica.