Revista de teoría y política del Partido Popular Socialista de México
Segunda época. año I abril - junio de 2010
V. I. Lenin
Este abandono del porvenir del movimiento, que se sacrifica en aras del presente, todo eso puede tener móviles “honestos”. Pero es y sigue siendo oportunismo, y el oportunismo “honesto” es, quizá, más peligroso que todos los demás.
¡Sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria! José Stalin/ El marxismo y la cuestión nacional (fragmento) Vladimir Ilich Lenin/Informe de la comisión para las cuestiones nacional y colonial Ricardo Flores Magón/Programa del Partido Liberal Mexicano (fragmento) Francisco I. Madero/Plan de San Luis Emiliano Zapata/Plan de Ayala Vicente Lombardo Toledano/Carta a la juventud sobre la revolución mexicana (fragmento) Juan Campos Vega , Roberto Prado Ayala/El derrumbe de la Unión Soviética, y su impacto en el mundo y en México José Santos Cervantes/Globalización y contrarrevolución neoliberal en México, su impacto en la economía y en las superestructuras Cuauhtémoc Amezcua Dromundo/Dolores del Carmen Chinas Salazar/ México, 2010: reflexiones sobre la revolución que necesitamos y cómo desencadenarla
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Revista de teoría y política
del Partido Popular Socialista de México
segunda época. año i, núm. 2, abril-junio de 2010
Contenido
Directorio
A manera de presentación
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José Stalin
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El marxismo y la cuestión nacional (fragmento) Vladimir Ilich Lenin
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Ricardo Flores Magón, et al.
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Francisco I. Madero
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Emiliano Zapata, et al.
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Vicente Lombardo Toledano
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Informe de la comisión para las cuestiones nacional y colonial Programa del Partido Liberal Mexicano (fragmento) Plan de San Luis Plan de Ayala
Carta a la juventud sobre la revolución mexicana (fragmento) Juan Campos Vega/ Roberto prado Ayala
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José Santos Cervantes
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Director General: Cuauhtémoc Amezcua Dromundo Director: José Santos Cervantes Subdirector: Juan Campos Vega Consejo Editorial: Miguel Guerra Castillo Luis Miranda Reséndiz Martín Tavira Urióstegui Jorge Tovar Montañés Santos Urbina Mendoza Consejo de Redacción: Carmen Chinas Salazar Martha Elvia García García Mario Efrén Ochoa Vega Administrador: Bartolomé González Galindo Diseño y composición: Comisión de Diseño
El derrumbe de la Unión Soviética, y su impacto en el mundo y en México
Globalización y contrarrevolución neoliberal en México, su impacto en la economía y en las superestructuras Cuauhtémoc Amezcua Dromundo/ Dolores del Carmen Chinas Salazar
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México, 2010: reflexiones sobre la revolución que necesitamos y cómo desencadenarla Portada: Zapata (detalle) José Santos Urbina. es una publicación trimestral, de teoría y política, del Partido Popular Socialista de México; corrreo electrónico: revistateoriaypractica@gmail.com; Internet: http:// www.ppsm.org.mx/teoriaypractica. Se permite la reproducción total o parcial del material publicado, mencionando la fuente.
A manera de presentación
a revolución mexicana abrió una nueva vía para L que transitara nuestro país; no se trataba del camino que había seguido el capitalismo clásico, porque
nuestro movimiento armado se produjo cuando el imperialismo dominaba el mundo, y la lucha por construir un camino propio, llevaba necesariamente a plantearse la conquista de nuestra segunda y definitiva independencia, la económica. La lucha de liberación nacional se encausó, en consecuencia, por el camino del nacionalismo revolucionario; se apoyó en la nacionalización de las empresas que explotaban nuestros recursos naturales y que se encontraban en manos del imperialismo, y por medio del capitalismo de Estado fue construyendo, a lo largo de varias décadas, un sector estatal de la economía, es decir, convirtió al Estado en productor directo de bienes y servicios. Este camino que inició con inusitada fuerza en la década de los años treinta, tuvo la activa participación de la clase obrera organizada en la Confederación de Trabajadores de México (ctm), dirigida por el maestro Vicente Lombardo Toledano, y por un gobierno nacionalista, patriótico y democrático, encabezado por el general Lázaro Cárdenas del Río. En los subsecuentes sexenios, con altibajos, el camino de las nacionalizaciones y el fortalecimiento del sector estatal fue la constante; sin embargo, a partir de 1982 llegó al gobierno nacional un grupo que inicialmente fue calificado de tecnocrático, pero que en esencia constituía el grupo neoliberal que habría de abandonar el camino progresista y desviar a México de sus objetivos seculares: la independencia nacional, la democracia y el bienestar popular. A lo largo de casi treinta años los sucesivos gobiernos neoliberales, priístas y panistas, se han encargado de desmantelar el sector estatal de la economía, establecer un sistema electoral y de partidos elitista y excluyente, y condenar a millones de mexicanos a la pobreza, la miseria, la insalubridad y el analfabetismo. Nuestra revista, consciente de la necesidad de analizar las diversas fases de todo este proceso ha seleccionado un conjunto de materiales teóricos, pro-
gramas de lucha e investigaciones, que dan cuenta de aspectos diversos relacionados con la lucha de la clase obrera y del pueblo por superar el atraso, la tiranía y la dependencia y transitar hacia un nuevo estadio de desarrollo social que constituya la antesala de un régimen en el que desaparezca la explotación del trabajo asalariado. El material con el que inicia el presente número, es un trabajo realizado por José Stalin que desde la óptica marxista analiza las diversas interpretaciones de lo que es una nación y formula una definición que recoge los aspectos esenciales que nos permiten definirla adecuadamente y, en consecuencia, entender el doble carácter del nacionalismo. Permite diferenciar la orientación del nacionalismo de las naciones poderosas —que sirve para tratar de justificar el sojuzgamiento de los países atrasados, y cuya expresión más agresiva es el fascismo— del nacionalismo de las naciones débiles que luchan contra el colonialismo, el neocolonialismo, la opresión y por la independencia nacional. El segundo material, de V. I. Lenin, da cuenta del origen del concepto nacionalismo revolucionario, que abrió una nueva vía para que los países atrasados pudieran desarrollar una estrategia que tendría como objetivo aglutinar a todos los sectores agredidos por el imperialismo, incluyendo a la burguesía nacional, a condición de que esta estuviera vinculada a los intereses nacionales y no solamente a sus intereses de clase. A continuación se incluyen tres documentos relacionados con la etapa previa al estallido de la revolución mexicana: un fragmento del Plan de San Luis Missouri, suscrito por Ricardo Flores Magón y sus compañeros de lucha aglutinados en el Partido Liberal Mexicano; el Plan de San Luis Potosí, suscrito por Francisco I. Madero, que después de condenar al gobierno porfirista, producto de la violencia y el fraude, llama a desconocer a las autoridades constituidas para establecer un sistema democrático que respete la voluntad popular y evite la reelección del titular del poder ejecutivo, y el Plan de Ayala, firmado 3
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por Emiliano Zapata y demás dirigentes de los peones acasillados y demás masas campesinas que luchaban por la tierra. A continuación se incluye un fragmento de la valoración realizada en septiembre de 1960, con motivo del cincuenta aniversario de la revolución mexicana, por el maestro Vicente Lombardo Toledano. Para finalizar tres trabajos realizados por integrantes de la Dirección Política, la Comisión Ejecutiva Nacional y del Comité Central de nuestro partido. El primero de los trabajos, elaborado por Juan Campos Vega, miembro de la Dirección Política, y Roberto Prado, integrante del Comité Central, aborda los cambios ocurridos en el mundo en las últimas décadas del siglo veinte, el derrumbe de la Unión Soviética y demás países que construían el socialismo en Europa del Este y sus efectos en el mundo y en México. El segundo, desarrollado por el secretario general de nuestro partido, José Santos Cervantes, aborda y
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analiza en forma mucho más amplia, el impacto de la globalización neoliberal, tanto en la economía nacional como en las superestructuras sociales y políticas que se levantan sobre ella. El tercer y último trabajo, elaborado conjuntamente por el presidente de nuestro partido, Cuauhtémoc Amezcua Dromundo y Carmen Chinas Salazar, integrante de la Comisión Ejecutiva Nacional, analiza las condiciones en las que se produce la lucha en la actualidad: qué tipo de revolución se necesita en la presente etapa, qué fuerzas deben constituir el sujeto revolucionario capaz de dirigirla y qué condiciones son las necesarias para poder desencadenarla y llevarla al triunfo. Esperamos que el material del número 2, de esta segunda etapa de nuestra publicación Teoría y Práctica, sea de utilidad para nuestros militantes y para todos aquellos interesados en contribuir a la definitiva liberación de la patria y la construcción de una sociedad socialista.
El marxismo y la cuestión nacional
(fragmento)
José Stalin ero no todos los socialdemócratas, y en primer luP gar los de las regiones periféricas, acreditaron estar a la altura de su misión. El Bund,1 que antes destacaba
las tareas comunes, empezó a poner en primer plano sus objetivos particulares, puramente nacionalistas: la cosa llegó a tal extremo, que proclamó como uno de los puntos centrales de su campaña electoral la "celebración del sábado" y el "reconocimiento del yidish".2 Tras el Bund siguió el Cáucaso: una parte de los socialdemócratas caucasianos, que antes rechazaba, con los demás socialdemócratas caucasianos, la "autonomía cultural-nacional", la presenta ahora como reivindicación inmediata. Y no hablemos ya de la conferencia de los liquidadores, que sancionó diplomáticamente las vacilaciones nacionalistas. De esto se deduce que las concepciones de la socialdemocracia de Rusia en cuanto a la cuestión nacional no están claras aún para todos los socialdemócratas. Es imprescindible, evidentemente, proceder a un estudio serio y completo de la cuestión nacional. Es necesario un trabajo coordinado e infatigable de los socialdemócratas consecuentes contra la niebla nacionalista, de dondequiera que venga.
1. la nación ¿Qué es una nación? Una nación es, ante todo, una comunidad, una determinada comunidad de hombres. Esta comunidad no es de raza ni de tribu. La actual nación italiana fue constituida por romanos, germanos, etruscos, griegos, árabes, etc. La nación francesa fue formada por galos, romanos, bretones, germanos, etc. Y otro tanto cabe decir de los ingleses, alemanes, etc., cuyas naciones fueron formadas por gentes de razas y tribus diversas. Tenemos, pues, que una nación no es una comunidad racial o tribal, sino una comunidad de hombres históricamente formada. Por otro lado, es indudable que los grandes estados de Ciro o de Alejandro no podían ser llamados naciones, aunque se habían formado en el transcurso de la historia y habían sido integrados por diversas razas y tribus. Esos estados no eran naciones, sino
conglomerados de grupos, accidentales y mal vinculados, que se disgregaban o se unían según los éxitos o derrotas de tal o cual conquistador. Tenemos, pues, que una nación no es un conglomerado accidental y efímero, sino una comunidad estable de hombres. Pero no toda comunidad estable constituye una nación. Austria y Rusia son también comunidades estables, y, sin embargo, nadie las llama naciones. ¿Qué es lo que distingue a una comunidad nacional de una comunidad estatal? Entre otras cosas, que una comunidad nacional es inconcebible sin un idioma común, mientras que para un Estado no es obligatorio que haya un idioma común. La nación checa, en Austria, y la polaca, en Rusia, no serían posibles sin un idioma común para cada una de ellas, mientras que para la integridad de Rusia y de Austria no es un obstáculo el que dentro de sus fronteras existan varios idiomas. Y al decir esto, nos referimos, naturalmente, a los idiomas que habla el pueblo y no al idioma oficial de cancillería. Tenemos, pues, la comunidad de idioma como uno de los rasgos característicos de la nación. Esto no quiere decir, como es lógico, que diversas naciones hablen siempre y en todas partes idiomas diversos ni que todos los que hablen uno y el mismo idioma constituyan obligatoriamente una sola nación. Un idioma común para cada nación, ¡pero no obligatoriamente diversos idiomas para diversas naciones! No hay nación que hable a la vez diversos idiomas, ¡pero esto no quiere decir que no pueda haber dos naciones que hablen el mismo idioma! Los ingleses y los norteamericanos hablan el mismo idioma, y a pesar de esto no constituyen una sola nación. Otro tanto cabe decir de los noruegos y los daneses, de los ingleses y los irlandeses. ¿Y por qué, por ejemplo, los ingleses y los norteamericanos no forman una sola nación, a pesar de tener un idioma común? Ante todo, porque no viven conjuntamente, sino en distintos territorios. La nación sólo se forma como resultado de relaciones duraderas y regulares, como resultado de la convivencia de los hombres, de generación en generación. Y esta convivencia prolongada 5
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no es posible sin un territorio común. Antes los ingleses y los norteamericanos poblaban un solo territorio, Inglaterra, y constituían una sola nación. Más tarde, una parte de los ingleses emigró de este país a un nuevo territorio, el norte de América, y aquí, en el nuevo territorio, formó a lo largo del tiempo una nueva nación, la norteamericana. La diversidad de territorios condujo a la formación de naciones diversas. Tenemos, pues, la comunidad de territorio como uno de los rasgos característicos de la nación. Pero esto no es todo. La comunidad de territorio por sí sola no determina todavía la nación. Ha de concurrir, además, un vínculo económico interno que suelde en un todo único las diversas partes de la nación. Entre Inglaterra y Norteamérica no existe este vínculo; por eso constituyen dos naciones distintas. Y los mismos norteamericanos no merecerían el nombre de nación si los diversos confines de Norteamérica no estuviesen ligados entre sí en una unidad económica gracias a la división del trabajo establecida entre ellos, al desarrollo de las vías de comunicación, etcétera. Tomemos, por ejemplo, a los georgianos. Los georgianos de los tiempos anteriores a la reforma vivían en un territorio común y hablaban un mismo idioma, pero, con todo, no constituían, estrictamente hablando, una sola nación, pues, divididos en varios principados sin ninguna ligazón entre sí, no podían vivir una vida económica común; se pasaron siglos guerreando y arruinándose mutuamente, azuzando unos contra otros a los persas o a los turcos. La unificación efímera y accidental de estos principados, que a veces conseguía llevar a cabo cualquier rey afortunado, sólo abarcaba, en el mejor de los casos, las esferas superficiales, las esferas administrativas, y pronto saltaba hecha añicos al chocar con los caprichos de los príncipes y la indiferencia de los campesinos. Dada la dispersión económica de Georgia, no podía ser de otro modo; Georgia no se reveló como nación hasta la segunda mitad del siglo xix, cuando la caída del régimen de servidumbre y el desarrollo de la vida económica del país, el desarrollo de las vías de comunicación y el nacimiento del capitalismo establecieron una división del trabajo entre sus distintas regiones, quebrantaron por completo el aislamiento económico de los principados y los unieron en un todo. Y lo mismo hay que decir de otras naciones que han pasado por la fase del feudalismo y en cuyo seno se ha desarrollado el capitalismo. Tenemos, pues, la comunidad de vida económica, la ligazón económica como una de las particularidades características de la nación. Pero tampoco esto es todo. Además de lo dicho, hay que tener en cuenta también las particularidades de la fisonomía espiritual de los hombres unidos en una nación. Las naciones no sólo se distinguen unas de otras 6
por sus condiciones de vida, sino también por su fisonomía espiritual, que se expresa en las particularidades de la cultura nacional. En el hecho de que Inglaterra, América del Norte e Irlanda, aun hablando el mismo idioma, formen, no obstante, tres naciones distintas, desempeña un papel de bastante importancia la psicología peculiar que se ha ido formando en cada una de estas naciones, de generación en generación, a consecuencia de condiciones de existencia diferentes. Claro está que, por sí sola, la psicología, o el "carácter nacional", como otras veces se la llama, es algo imperceptible para el observador; pero como se expresa en las peculiaridades de la cultura común a toda la nación, es aprehensible y no puede ser dejada de lado. Huelga decir que el "carácter nacional" no es algo que exista de una vez para siempre, sino que cambia con las condiciones de vida; pero, por lo mismo que existe en cada momento dado, imprime su sello a la fisonomía de la nación. Tenemos, pues, la comunidad de psicología, reflejada en la comunidad de cultura, como uno de los rasgos característicos de la nación. Con esto, hemos señalado todos los rasgos distintivos de una nación. Nación es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura. Además, de suyo se comprende que la nación, como todo fenómeno histórico, se halla sujeta a la ley del cambio, tiene su historia, su comienzo y su fin. Es necesario subrayar que ninguno de los rasgos indicados, tomado aisladamente, es suficiente para definir la nación. Más aún: basta con que falte aunque sólo sea uno de estos rasgos, para que la nación deje de serlo. Podemos imaginarnos hombres de "carácter nacional" común, y, sin embargo, no podremos decir que forman una nación si están desligados económicamente, si viven en territorios distintos, hablan idiomas distintos, etc. Así, por ejemplo, los judíos de Rusia, de Galitzia,3 de América, de Georgia y de las montañas del Cáucaso no forman, a juicio nuestro, una sola nación. Podemos imaginarnos hombres con comunidad de territorio y de vida económica, y, no obstante, no formarán una nación si entre ellos no existe comunidad de idioma y de "carácter nacional". Tal es el caso, por ejemplo, de los alemanes y los letones en la región del Báltico. Finalmente, los noruegos y los daneses hablan un mismo idioma, pero no forman una sola nación, por no reunir los demás rasgos distintivos. Sólo la presencia conjunta de todos los rasgos distintivos forma la nación.
Segundo trimestre de 2010
Podría pensarse que el "carácter nacional" no es uno de los rasgos distintivos, sino el único rasgo esencial de la nación, y que todos los demás constituyen, propiamente hablando, condiciones para el desarrollo de la nación, pero no rasgos de ésta. En este punto de vista se colocan, por ejemplo, los teóricos socialdemócratas de la cuestión nacional R. Springer4 y, sobre todo, O. Bauer,5 conocidos en Austria. Examinemos su teoría de la nación. Según Springer, "la nación es una unión de hombres que piensan y hablan del mismo modo". Es "una comunidad cultural de un grupo de hombres contemporáneos, no vinculada con el suelo". Así, pues, una "unión" de hombres que piensan y hablan del mismo modo, por muy desunidos que se hallen unos de otros y vivan donde vivan. Bauer va todavía más allá. "¿Qué es una nación? —pregunta—. ¿Es la comunidad de idioma lo que une a los hombres en una nación? Pero los ingleses e irlandeses... hablan la misma lengua, y no forman, sin embargo, un solo pueblo; y los judíos no tienen lengua común alguna, y, sin embargo, forman una nación". ¿Qué es, pues, una nación? "La nación es una comunidad relativa de carácter". Pero ¿qué es el carácter, y aquí, en este caso, el carácter nacional? El carácter nacional es la "suma de rasgos que distinguen a los hombres de una nacionalidad de los de otra, el conjunto de rasgos físicos y espirituales que distinguen a una nación de otra". Bauer sabe, naturalmente, que el carácter nacional no cae del cielo; por eso añade: "El carácter de los hombres no se determina sino por su destino"... "La nación no es más que la comunidad de destino", determinada a su vez por "las condiciones en que los hombres producen sus medios de existencia y distribuyen los productos de su trabajo". De este modo, llegamos a la definición más "completa", según la expresión de Bauer, de la nación. "Nación es el conjunto de hombres unidos en una comunidad de carácter sobre la base de una comunidad de destinos". Así, pues, una comunidad de carácter nacional sobre la base de una comunidad de destinos, al margen de todo vínculo obligatorio con una comunidad de territorio, de lengua y de vida económica. Pero, en este caso, ¿qué queda en pie de la nación? ¿De qué comunidad nacional puede hablarse respecto a hombres desligados económicamente unos de otros, que viven en territorios diferentes y que hablan, de generación en generación, idiomas distintos? Bauer habla de los judíos como de una nación, aunque "no tienen lengua común alguna"; pero ¿qué
"comunidad de destinos" y qué vínculos nacionales pueden mediar, por ejemplo, entre judíos georgianos, daguestanos, rusos y norteamericanos, completamente desligados los unos de los otros, que viven en diferentes territorios y hablan distintos idiomas? Indudablemente, los mencionados judíos viven una vida económica y política común con los georgianos, los daguestanos, los rusos y los norteamericanos, en una atmósfera cultural común, y esto no puede por menos de imprimir su sello al carácter nacional de estos judíos. Y si en ellos queda algo de común, es la religión, su mismo origen y algunos vestigios del carácter nacional. Todo esto es indudable. Pero ¿cómo se puede sostener seriamente que unos ritos religiosos fosilizados y unos vestigios psicológicos que van esfumándose influyan en el "destino" de los mencionados judíos con más fuerza que la vida económica, social y cultural que los rodea? Y es que sólo partiendo de este supuesto, puede hablarse, en general, de los judíos como de una sola nación. ¿En qué se distingue, entonces, la nación de Bauer de ese "espíritu nacional" místico y que se basta a sí mismo de los espiritualistas? Bauer establece un límite infranqueable entre el "rasgo distintivo" de la nación (el carácter nacional) y las "condiciones" de su vida, separando el uno de las otras. Pero ¿qué es el carácter nacional sino el reflejo de las condiciones de vida, la condensación de las impresiones recibidas del medio circundante? ¿Cómo es posible limitarse a no ver más que el carácter nacional, aislándolo y separándolo del terreno en que brota? Además, ¿qué era lo que distinguía concretamente la nación inglesa de la norteamericana, a fines del siglo xviii y comienzos del xix, cuando América del Norte se llamaba todavía "Nueva Inglaterra"? No era, por cierto, el carácter nacional, pues los norteamericanos eran oriundos de Inglaterra y habían llevado consigo a América, además de la lengua inglesa, el carácter nacional inglés y, como es lógico, no podían perderlo tan pronto, aunque, bajo la influencia de las nuevas condiciones, se estaba formando, seguramente, en ellos su propio carácter. Y, sin embargo, pese a la mayor o menor comunidad de carácter, ya entonces constituían una nación distinta de Inglaterra. Evidentemente, "Nueva Inglaterra", como nación, no se diferenciaba entonces de Inglaterra, como nación, por su carácter nacional especial, o no se diferenciaba tanto por su carácter nacional como por el medio, por las condiciones de vida, distintas de las de Inglaterra. Está, pues, claro que no existe, en realidad, ningún rasgo distintivo único de la nación. Existe sólo una suma de rasgos, de los cuales, comparando unas naciones con otras, se destacan con mayor relieve éste (el carácter nacional), aquél (el idioma) o aquél otro (el territorio, las condiciones económicas). La nación 7
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es la combinación de todos los rasgos, tomados en conjunto. El punto de vista de Bauer, al identificar la nación con el carácter nacional, separa la nación del suelo y la convierte en una especie de fuerza invisible y que se basta a sí misma. El resultado no es una nación viva y que actúa, sino algo místico, imperceptible y de ultratumba. Repito, pues, ¿qué nación judía es ésa, por ejemplo, compuesta por judíos georgianos, daguestanos, rusos, norteamericanos y otros judíos que no se comprenden entre sí (pues hablan idiomas distintos), viven en distintas partes del planeta, no se verán jamás unos a otros y no actuarán jamás conjuntamente, ni en tiempos de paz ni en tiempos de guerra? No, no es para estas "naciones", que sólo existen sobre el papel, para las que la socialdemocracia establece su programa nacional. La socialdemocracia sólo puede tener en cuenta naciones reales, que actúan y se mueven y, por tanto, obligan a que se las tenga en cuenta. Bauer, evidentemente, confunde la nación, que es una categoría histórica, con la tribu, que es una categoría étnica. Por lo demás, el mismo Bauer se da cuenta, a lo que parece, de la endeblez de su posición. Después de presentar decididamente en el comienzo de su libro a los judíos como nación, al final del mismo se corrige, afirmando que "la sociedad capitalista no les permite en absoluto (a los judíos) subsistir como nación", asimilándolos a otras naciones. La razón reside, según él, en que "los judíos no poseen un territorio delimitado de colonización", mientras que los checos, por ejemplo, que según Bauer deben conservarse como nación, tienen ese territorio. En una palabra: la causa está en la ausencia de territorio. Argumentando así, Bauer quería demostrar que la autonomía nacional no puede ser una reivindicación de los obreros judíos, pero al mismo tiempo ha refutado sin querer su propia teoría, que niega la comunidad de territorio como uno de los rasgos distintivos de la nación. Pero Bauer va más allá. Al comienzo de su libro declara resueltamente que "los judíos no tienen lengua común alguna, y, sin embargo, forman una nación". Y apenas al llegar a la página 130 cambia de frente, declarando no menos resueltamente: "Es indudable que no puede existir una nación sin un idioma común". Aquí Bauer quería demostrar que "el idioma es el medio más importante de relación entre los hombres" pero al mismo tiempo ha demostrado, sin darse cuenta, algo que no se proponía demostrar, a saber: la inconsistencia de su propia teoría de la nación, que niega la importancia de la comunidad de idioma. Así se refuta a sí misma esta teoría, hilvanada con hilos idealistas. 8
2.
el movimiento nacional
La nación no es simplemente una categoría histórica, sino una categoría histórica de una determinada época, de la época del capitalismo ascensional. El proceso de liquidación del feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismo tiempo, el proceso en que los hombres se constituyen en naciones. Así sucede, por ejemplo, en la Europa occidental. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los italianos, etc., se constituyeron en naciones bajo la marcha triunfal del capitalismo victorioso sobre el fraccionamiento feudal. Pero allí, la formación de naciones significaba, al mismo tiempo, su transformación en estados nacionales independientes. Las naciones inglesa, francesa, etc., son, al mismo tiempo, los estados inglés, etc. El caso de Irlanda, que queda al margen de este proceso, no cambia el cuadro general. En la Europa oriental, las cosas ocurren de un modo algo distinto. Mientras que en el oeste las naciones se desarrollan en estados, en el este se forman estados multinacionales, estados integrados por varias nacionalidades. Tal es el caso de Austria-Hungría y de Rusia. En Austria, los más desarrollados en el sentido político resultaron ser los alemanes, y ellos asumieron la tarea de unificar las nacionalidades austriacas en un Estado. En Hungría, los más aptos para la organización estatal resultaron ser los magiares — el núcleo de las nacionalidades húngaras— y ellos fueron los unificadores de Hungría. En Rusia, asumieron el papel de unificadores de las nacionalidades los grandes rusos, a cuyo frente estaba una potente y organizada burocracia militar aristocrática formada en el transcurso de la historia. Así ocurrieron las cosas en el este. Este modo peculiar de formación de estados sólo podía tener lugar en las condiciones de un feudalismo todavía sin liquidar, en las condiciones de un capitalismo débilmente desarrollado, en que las nacionalidades relegadas a segundo plano no habían conseguido aún consolidarse económicamente como naciones integrales. Pero el capitalismo comienza a desarrollarse también en los estados del este. Se desarrollan el comercio y las vías de comunicación. Surgen grandes ciudades. Las naciones se consolidan económicamente. Irrumpiendo en la vida apacible de las nacionalidades postergadas, el capitalismo las hace agitarse y las pone en movimiento. El desarrollo de la prensa y el teatro, la actuación del Reichsrat6 en Austria) y de la Duma (en Rusia) contribuyen a reforzar los "sentimientos nacionales". Los intelectuales que surgen en las nacionalidades postergadas se penetran de la "idea nacional" y actúan en la misma dirección.
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Pero las naciones postergadas que despiertan a una vida propia, ya no se constituyen en estados nacionales independientes: tropiezan con la poderosísima resistencia que les oponen las capas dirigentes de las naciones dominantes, las cuales se hallan desde hace largo tiempo a la cabeza del Estado. ¡Han llegado tarde!... Así se constituyeron como nación los checos, los polacos, etc., en Austria; los croatas, etc., en Hungría; los letones, los lituanos, los ucranianos, los georgianos, los armenios, etc., en Rusia. Lo que en la Europa occidental era una excepción (Irlanda) se convierte en regla en el este. En el oeste, Irlanda contestó a su situación excepcional con un movimiento nacional. En el este, las naciones que habían despertado tenían que hacer lo mismo. Así fueron creándose las circunstancias que empujaron a la lucha a las naciones jóvenes de la Europa oriental. La lucha comenzó y se extendió, en rigor, no entre las naciones en su conjunto, sino entre las clases dominantes de las naciones dominadoras y de las naciones postergadas. La lucha la libran, generalmente, la pequeña burguesía urbana de la nación oprimida contra la gran burguesía de la nación dominadora (los checos y los alemanes), o bien la burguesía rural de la nación oprimida contra los terratenientes de la nación dominante (los ucranianos en Polonia), o bien toda la burguesía "nacional" de las naciones oprimidas contra la aristocracia gobernante de la nación dominadora (Polonia, Lituania y Ucrania, en Rusia). La burguesía es el principal personaje en acción. El problema fundamental para la joven burguesía es el mercado. Dar salida a sus mercancías y salir vencedora en su competencia con la burguesía de otra nacionalidad: he ahí su objetivo. De aquí su deseo de asegurarse "su" mercado, un mercado "propio". El mercado es la primera escuela en que la burguesía aprende el nacionalismo. Pero, generalmente, la cosa no se limita al mercado. En la lucha se mezcla la burocracia semifeudal-semiburguesa de la nación dominante con sus métodos de "agarrar y no soltar". La burguesía de la nación dominadora —lo mismo da que se trate de la gran burguesía o de la pequeña— obtiene la posibilidad de deshacerse "más rápida" y "más resueltamente" de su competidor. Las "fuerzas" se unifican, y se empieza a adoptar toda una serie de medidas restrictivas contra la burguesía "alógena", medidas que se convierten en represiones. La lucha pasa de la esfera económica a la esfera política. Limitación de la libertad de movimiento, trabas al idioma, restricción de los derechos electorales, reducción de escuelas, trabas a la religión, etc., llueven sobre la cabeza del "competidor".
Naturalmente, estas medidas no sirven sólo a los intereses de las clases burguesas de la nación dominadora, sino también a los objetivos específicos de casta, por decirlo así, de la burocracia gobernante. Pero, desde el punto de vista de los resultados, esto es absolutamente igual: las clases burguesas y la burocracia se dan la mano en este caso, ya se trate de Austria-Hungría o de Rusia. La burguesía de la nación oprimida, que se ve acosada por todas partes, se pone, naturalmente, en movimiento. Apela a "los de abajo de su país" y comienza a clamar acerca de la "patria", haciendo pasar su propia causa por la causa de todo el pueblo. Recluta para sí un ejército entre sus "compatriotas" en interés... de la "patria". "Los de abajo" no siempre permanecen sordos a sus llamadas, y se agrupan en torno a su bandera: la represión de arriba les afecta también a ellos, provocando su descontento. Así comienza el movimiento nacional. La fuerza del movimiento nacional está determinada por el grado en que participan en él las extensas capas de la nación, el proletariado y los campesinos. Que el proletariado se coloque bajo la bandera del nacionalismo burgués, depende del grado de desarrollo de las contradicciones de clase, de la conciencia y de la organización del proletariado. El proletariado consciente tiene su propia bandera, ya probada, y no necesita marchar bajo la bandera de la burguesía. En cuanto a los campesinos, su participación en el movimiento nacional depende, ante todo, del carácter de la represión. Si la represión afecta a los intereses de la "tierra", como ocurría en Irlanda, las grandes masas campesinas se colocan inmediatamente bajo la bandera del movimiento nacional. Por otra parte, si en Georgia, por ejemplo, no existe un nacionalismo antiruso más o menos serio, es, sobre todo, porque allí no hay terratenientes rusos ni una gran burguesía rusa que pudieran dar pábulo a este nacionalismo en las masas. En Georgia hay un nacionalismo antiarmenio, pero es porque allí existe además una gran burguesía armenia que, al batir a la pequeña burguesía georgiana, aun débil, empuja a ésta al nacionalismo antiarmenio. Con sujeción a estos factores, el movimiento nacional o asume un carácter de masas, creciendo más y más (Irlanda, Galitzia), o se convierte en una serie de pequeñas colisiones que degeneran en escándalos y en una "lucha" por cuestiones de rótulos (como en algunos pueblos de Bohemia). El contenido del movimiento nacional no puede, naturalmente, ser el mismo en todas partes: está determinado íntegramente por las distintas reivindicaciones que presenta el movimiento. En Irlanda, este movimiento tiene un carácter agrario; en Bohemia, gira en torno al "idioma"; en unos sitios, reclama igualdad 9
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de derechos civiles y libertad de cultos; en otros, "sus propios" funcionarios o su propia Dieta. En las diversas reivindicaciones se traslucen, frecuentemente, los diversos rasgos que caracterizan a una nación en general (el idioma, el territorio, etc.). Merece notarse que no se encuentra en parte alguna la reivindicación de ese "carácter nacional" de Bauer, que lo abarca todo. Y es lógico: por sí solo, el "carácter nacional" es inaprensible, y, como observa acertadamente J. Strasser,7 "con él no hay nada que hacer en la política". Tales son, a grandes rasgos, las formas y el carácter del movimiento nacional Por lo expuesto se ve claramente que, bajo el capitalismo ascensional, la lucha nacional es una lucha entre las clases burguesas. A veces, la burguesía consigue arrastrar al proletariado al movimiento nacional, y entonces exteriormente parece que en la lucha nacional participa "todo el pueblo", pero eso sólo exteriormente. En su esencia, esta lucha sigue siendo siempre una lucha burguesa, conveniente y grata principalmente para la burguesía. Pero de aquí no se desprende, ni mucho menos, que el proletariado no deba luchar contra la política de opresión de las nacionalidades. La restricción de la libertad de movimiento, la privación de derechos electorales, las trabas al idioma, la reducción de las escuelas y otras medidas represivas afectan a los obreros en grado no menor, si no es mayor, que a la burguesía. Esta situación no puede por menos de frenar el libre desarrollo de las fuerzas espirituales del proletariado de las naciones sometidas. No se puede hablar seriamente del pleno desarrollo de las facultades espirituales del obrero tártaro o judío, cuando no se le permite servirse de su lengua materna en las asambleas o en las conferencias y cuando se le cierran las escuelas. La política de represión nacionalista es también peligrosa en otro aspecto para la causa del proletariado. Esta política desvía la atención de extensas capas del mismo de las cuestiones sociales, de las cuestiones de la lucha de clases hacia las cuestiones nacionales, hacia las cuestiones "comunes" al proletariado y a la burguesía. Y esto crea un terreno favorable para las prédicas mentirosas sobre la "armonía de intereses", para velar los intereses de clase del proletariado, para esclavizar moralmente a los obreros. De este modo, se levanta una seria barrera ante la unificación de los obreros de todas las nacionalidades. Si hasta hoy una parte considerable de los obreros polacos permanece bajo la esclavitud moral de los nacionalistas burgueses, si hasta hoy se mantiene al margen del movimiento obrero internacional, es, principalmente, porque la secular política antipolaca de los "investidos de poder" crea un terreno favorable para esta esclavitud y entorpece la liberación de los obreros de la misma. 10
Pero la política de represión no se detiene aquí. Del "sistema" de opresión pasa no pocas veces al "sistema" de azuzamiento de unas naciones contra otras, al "sistema" de matanzas y pogromos. Naturalmente, este último sistema no es posible siempre ni en todas partes, pero allí donde es posible —cuando no se cuenta con las libertades elementales— toma no pocas veces proporciones terribles, amenazando con ahogar en sangre y en lágrimas la unión de los obreros. El Cáucaso y el sur de Rusia nos dan no pocos ejemplos de esto. "Divide e impera": he ahí el objetivo de la política de azuzamiento. Y en cuanto esta política tiene éxito, representa un mal tremendo para el proletariado, un obstáculo formidable que se levanta ante la unión de los obreros de todas las nacionalidades que integran el Estado. Pero los obreros están interesados en la fusión completa de todos sus camaradas en un ejército internacional único, en su rápida y definitiva liberación de la esclavitud moral a que la burguesía los somete, en el pleno y libre desarrollo de las fuerzas espirituales de sus hermanos, cualquiera que sea la nación a que pertenezcan. Por eso, los obreros luchan y lucharán contra todas las formas de la política de opresión de las naciones, desde las más sutiles hasta las más burdas, al igual que contra todas las formas de la política de azuzamiento de unas naciones contra otras. Por eso, la socialdemocracia de todos los países proclama el derecho de las naciones a la autodeterminación. El derecho de autodeterminación significa que sólo la propia nación tiene derecho a determinar sus destinos, que nadie tiene derecho a inmiscuirse por la fuerza en la vida de una nación, a destruir sus escuelas y demás instituciones, a atentar contra sus hábitos y costumbres, a poner trabas a su idioma, a restringir sus derechos. Esto no quiere decir, naturalmente, que la socialdemocracia vaya a apoyar todas y cada una de las costumbres e instituciones de una nación. Luchando contra la violencia ejercida sobre las naciones, sólo defenderá el derecho de la nación a determinar por sí misma sus destinos, emprendiendo al mismo tiempo campañas de agitación contra las costumbres y las instituciones nocivas de esta nación, para dar a las capas trabajadoras de dicha nación la posibilidad de liberarse de ellas. El derecho de autodeterminación significa que la nación puede organizarse conforme a sus deseos. Tiene derecho a organizar su vida según los principios de la autonomía. Tiene derecho a entrar en relaciones federativas con otras naciones. Tiene derecho a separarse por completo. La nación es soberana, y todas las naciones son iguales en derechos.
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Eso, naturalmente, no quiere decir que la socialdemocracia vaya a defender todas las reivindicaciones de una nación, sean cuales fueren. La nación tiene derecho incluso a volver al viejo orden de cosas, pero esto no significa que la socialdemocracia haya de suscribir este acuerdo de tal o cual institución de una nación dada. El deber de la socialdemocracia, que defiende los intereses del proletariado, y los derechos de la nación, integrada por diversas clases, son dos cosas distintas. Luchando por el derecho de autodeterminación de las naciones, la socialdemocracia se propone como objetivo poner fin a la política de opresión de las naciones, hacer imposible esta política y, con ello, minar las bases de la lucha entre las naciones, atenuarla, reducirla al mínimo. En esto se distingue esencialmente la política del proletariado consciente de la política de la burguesía, que se esfuerza por ahondar y fomentar la lucha nacional, por prolongar y agudizar el movimiento nacional. Por eso, precisamente, el proletariado consciente no puede colocarse bajo la bandera "nacional" de la burguesía. Por eso, precisamente, la política llamada "evolutivo-nacional", propuesta por Bauer, no puede ser la política del proletariado. El intento de Bauer de identificar su política "evolutivo-nacional" con la política "de la clase obrera moderna" es un intento de adaptar la lucha de clase de los obreros a la lucha de las naciones. Los destinos del movimiento nacional, que es en sustancia un movimiento burgués, están naturalmente vinculados a los destinos de la burguesía. La caída definitiva del movimiento nacional sólo es posible con la caída de la burguesía. Sólo cuando reine el socialismo se podrá instaurar la paz completa. Lo que sí se puede, incluso dentro del marco del capitalismo, es reducir al mínimo la lucha nacional, minarla en su raíz, hacerla lo más inofensiva posible para el proletariado. Así lo atestiguan aunque sólo sean los ejemplos de Suiza y Norteamérica. Para ello es necesario democratizar el país y dar a las naciones la posibilidad de desarrollarse libremente. 3.
planteamiento de la cuestión
La nación tiene derecho a determinar libremente sus destinos. Tiene derecho a organizarse como le plazca, naturalmente, siempre y cuando no menoscabe los derechos de otras naciones. Esto es indiscutible. Pero ¿cómo, concretamente, debe organizarse, qué formas debe revestir su futura constitución, si se toman en cuenta los intereses de la mayoría de la nación y, ante todo, los del proletariado?
La nación tiene derecho a organizarse sobre la base de la autonomía. Tiene derecho incluso a separarse. Pero eso no significa que deba hacerlo bajo cualesquiera condiciones, que la autonomía o la separación sean siempre y en todas partes ventajosas para la nación, es decir, para la mayoría de ella, es decir, para las capas trabajadoras. Los tártaros de la Transcaucasia, como nación, pueden reunirse, supongamos, en su Dieta, y, sometiéndose a la influencia de sus beys8 y mullahs,9 restaurar en su país el viejo orden de cosas, decidir su separación del Estado. Conforme al punto de la autodeterminación, tienen perfecto derecho a hacerlo. Pero ¿iría esto en interés de las capas trabajadoras de la nación tártara? ¿Podrían los socialdemócratas contemplar indiferentes cómo los beys y los mullahs arrastraban consigo a las masas en la solución de la cuestión nacional? ¿No debería la socialdemocracia inmiscuirse en el asunto e influir sobre la voluntad de la nación en un determinado sentido? ¿No debería presentar un plan concreto para resolver la cuestión, el plan más ventajoso para las masas tártaras? Pero ¿qué solución sería la más compatible con los intereses de las masas trabajadoras? ¿La autonomía, la federación o la separación? Todos estos son problemas cuya solución depende de las condiciones históricas concretas que rodean a la nación de que se trate. Más aún; las condiciones, como todo, cambian, y una solución acertada para un momento dado puede resultar completamente inaceptable para otro momento. A mediados del siglo xix, Marx era partidario de la separación de la Polonia rusa, y con razón, pues entonces se planteaba el problema de liberar una cultura superior de otra cultura inferior que la destruía. Y entonces el problema no se planteaba solamente en teoría, de un modo académico, sino en la práctica, en la realidad misma... A fines del siglo xix, los marxistas polacos se manifiestan ya en contra de la separación de Polonia, y también ellos tienen razón, puesto que en los últimos cincuenta años se han producido cambios profundos en el sentido de un acercamiento económico y cultural entre Rusia y Polonia. Además, durante este tiempo, el problema de la separación ha dejado de ser un problema práctico para convertirse en un tema de discusiones académicas, que tal vez apasiona sólo a los intelectuales residentes en el extranjero. Esto no excluye, naturalmente, la posibilidad de ciertas coyunturas interiores y exteriores en las cuales el problema de la separación de Polonia puede estar de nuevo a la orden del día. De ello se desprende que la solución de la cuestión nacional sólo es posible en conexión con las condiciones históricas, tomadas en su desarrollo. 11
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Las condiciones económicas, políticas y culturales que rodean a una nación dada constituyen la única clave para la solución del problema de cómo debe organizarse concretamente tal o cual nación, de qué formas debe revestir su futura constitución. Además, puede ocurrir que cada nación requiera su propia solución del problema. Si hay algún terreno en que sea necesario plantear el problema de manera dialéctica, es precisamente aquí, en la cuestión nacional. Viena, enero de 1913.
Notas
12
1
Bund. Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia.
2
Yidish. Lengua germánica empleada originalmente por los
judíos de Europa central y oriental. Conocida también como judeoalemán. 3
Galitzia. Región del este de Europa, que actualmente forma parte de Ucrania y de Polonia.
4
Rudolf Springer, seudónimo de Karl Renner (1870-1950), político del Partido Socialdemócrata Austriaco, fue canciller de 1918 a 1920 y presidente de la república de 1945 a 1950.
5
Otto Bauer (1881-1938), fundador del Partido Socialdemócrata Austriaco y ministro de Asuntos Exteriores de 1918 a 1919.
6
Reichsrat. Cámara baja del parlamento austro-húngaro.
7
Josef Strasser (1870-1935), fue miembro del Partido Socialdemócrata, y a partir de 1919, del Partido Comunista de Austria, desde el cual combatió las tendencias nacionalistas de los socialdemócratas austro-alemanes.
8
Bey. Título honorífico de Turquía, inferior al de bajá. Antiguamente se utilizaba para designar al gobernador de una ciudad o provincia del imperio turco.
9
Mulla. Denominación que significa señor y que en algunas comunidades musulmanas suníes, sobre todo de Asia central, recibe la persona versada en el Corán y, en general, en cuestiones religiosas.
Informe de la comisión para las cuestiones nacional y colonial1
Vladimir Ilich Lenin amaradas: Me limitaré a una breve introducción, C después de lo cual, el camarada Maring, que ha sido secretario de nuestra comisión, presentará un de-
tallado informe sobre las modificaciones introducidas por nosotros en las tesis. A continuación hará uso de la palabra el camarada Roy, que ha formulado algunas tesis adicionales. La comisión ha aprobado por unanimidad tanto las tesis originales, con las correspondientes modificaciones, como las tesis adicionales. Así, pues, hemos conseguido una absoluta unidad de criterio en todos los problemas de importancia. Ahora haré algunas breves observaciones. Primero. ¿Cuál es la idea más importante, la idea fundamental de nuestras tesis? Es la distinción entre naciones oprimidas y naciones opresoras. Nosotros subrayamos esta distinción, en oposición a la ii Internacional y a la democracia burguesa. Para el proletariado y para la Internacional Comunista tiene particular importancia en la época del imperialismo observar los hechos económicos concretos y tomar como base, al resolver las cuestiones coloniales y nacionales, no tesis abstractas, sino los fenómenos de la realidad concreta. El rasgo distintivo del imperialismo consiste en que actualmente, como podemos ver, el mundo se halla dividido, por un lado, en un gran número de naciones oprimidas y, por otro, en un número insignificante de naciones opresoras, que disponen de riquezas colosales y de poderosa fuerza militar. La enorme mayoría de la población del globo, más de mil millones de seres, seguramente mil doscientos cincuenta millones, si consideramos que aquélla es de mil setecientos cincuenta millones, es decir, alrededor de 70% de la población de la Tierra, corresponde a las naciones oprimidas, que se encuentran sometidas a una dependencia colonial directa, o que son semicolonias como, por ejemplo, Persia, Turquía y China, o que, después de haber sido derrotadas por el ejército de una gran potencia imperialista, han sido obligadas por los tratados de paz a depender en gran medida de dicha potencia. Esta idea de la diferenciación, de la división de las naciones en opresoras y oprimidas preside todas las tesis, no sólo las primeras, las que aparecieron con mi firma y fueron publicadas origi-
nariamente, sino también las tesis del camarada Roy. Estas últimas han sido escritas teniendo en cuenta, sobre todo, la situación de la India y de otros grandes pueblos de Asia oprimidos por Inglaterra, y en esto reside la enorme importancia que tienen para nosotros. La segunda idea que orienta nuestras tesis es que, en la actual situación del mundo, después de la guerra imperialista, las relaciones entre los pueblos, así como todo el sistema mundial de los estados vienen determinados por un pequeño grupo de naciones imperialistas contra el movimiento soviético y contra los estados soviéticos, a cuya cabeza figura la Rusia Soviética. Si no tenemos en cuenta este hecho, no podremos plantear correctamente ningún problema nacional o colonial, aunque se trate del rincón más apartado del mundo. Sólo partiendo de este punto de vista es como los partidos comunistas de los países civilizados, lo mismo que los de los países atrasados, podrán plantear y resolver acertadamente los problemas políticos. Tercero. Quisiera destacar de un modo particular la cuestión del movimiento democrático-burgués en los países atrasados. Esta ha sido justamente la cuestión que ha suscitado algunas divergencias. Nuestra discusión giró en torno a si, desde el punto de vista de los principios y de la teoría, era o no acertado afirmar que la Internacional Comunista y los partidos comunistas deben apoyar el movimiento democrático-burgués en los países atrasados. Después de la discusión llegamos a la conclusión unánime de que debe hablarse de movimiento revolucionario-nacional en vez de movimiento “democrático-burgués”. No cabe la menor duda de que todo movimiento nacional no puede ser sino un movimiento democrático-burgués, ya que la masa fundamental de la población en los países atrasados la constituyen los campesinos, que representan las relaciones capitalistas burguesas. Sería utópico suponer que los partidos proletarios, si es que tales partidos pueden formarse, en general, en esos países atrasados, son capaces de aplicar en ellos una táctica y una política comunistas sin mantener determinadas relaciones con el movimiento campesino y sin apoyarlo en la práctica. Ahora bien, en este punto se hizo la objeción de que si hablásemos de movimiento de13
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mocrático-burgués, se borraría toda diferencia entre el movimiento reformista y el movimiento revolucionario. Sin embargo, en los últimos tiempos, esta diferencia se ha manifestado en las colonias y en los países atrasados con plena claridad, ya que la burguesía imperialista trata por todos los medios de que el movimiento reformista se desarrolle también entre los pueblos oprimidos. Entre la burguesía de los países explotadores y la de las colonias se ha producido cierto acercamiento, por lo que, muy a menudo —y tal vez hasta en la mayoría de los casos— la burguesía de los países oprimidos, pese a prestar su apoyo a los movimientos nacionales, lucha al mismo tiempo de acuerdo con la burguesía imperialista, es decir, al lado de ella, contra todos los movimientos revolucionarios y las clases revolucionarias. En la Comisión, este hecho ha quedado demostrado en forma irrefutable, por lo que hemos considerado que lo único acertado era tomar en consideración dicha diferencia y sustituir casi en todos los lugares la expresión “democrático-burgués” por “revolucionario-nacional”. El sentido de este cambio consiste en que nosotros, como comunistas, sólo debemos apoyar y sólo apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en las colonias en el caso de que estos movimientos sean verdaderamente revolucionarios, en el caso de que sus representantes no nos impidan educar y organizar en un espíritu revolucionario a los campesinos y a las grandes masas de explotados. Si no se dan esas condiciones, los comunistas deben luchar en dichos países contra la burguesía reformista, a la que también pertenecen los héroes de la Segunda Internacional. En las colonias ya existen partidos reformistas, y sus representantes se denominan a veces socialdemócratas y socialistas. La diferencia mencionada ha quedado establecida en todas las tesis, y gracias a esto, nuestro punto de vista, a mi entender, aparece formulado ahora de un modo mucho más preciso. Quisiera hacer una observación más, relativa a los soviets campesinos. La labor práctica de los comunistas rusos en las antiguas colonias del zarismo, en países tan atrasados como Turquestán, etc., ha planteado ante nosotros el problema de cómo han de ser aplicadas la táctica y la política comunistas en las condiciones precapitalistas, pues el rasgo distintivo más importante de estos países es el dominio en ellos de las relaciones precapitalistas, por lo que allí no cabe hablar siquiera de un movimiento puramente proletario. En tales países casi no hay proletariado industrial. No obstante, también en ellos hemos asumido y debemos asumir el papel de dirigentes. Nuestro trabajo nos ha mostrado que en esos países hay que vencer enormes dificultades, pero los resultados prácticos nos han mostrado asimismo que, pese a dichas dificultades, incluso en los países que casi carecen de 14
proletariado, también se puede despertar en las masas el deseo de tener ideas políticas propias y de desarrollar su propia actividad política. Esta tarea presentaba para nosotros más dificultades que para los camaradas de Europa occidental, pues el proletariado de Rusia está abrumado por el trabajo de organización del Estado. Se comprende perfectamente que los campesinos, colocados en una dependencia semifeudal, puedan asimilar muy bien la idea de la organización soviética y sean capaces de ponerla en práctica. Es evidente asimismo que las masas oprimidas, explotadas no sólo por el capital mercantil, sino también por los feudales y por un Estado que se asienta sobre bases feudales, pueden aplicar igualmente esta arma, este tipo de organización en las condiciones en que se encuentran. La idea de la organización soviética es una idea sencilla, capaz de ser aplicada no sólo a las relaciones proletarias, sino también a las campesinas feudales y semifeudales. Nuestra experiencia en este aspecto no es aún muy grande, pero los debates en la comisión, en los que participaron varios representantes de países coloniales, nos han demostrado de un modo absolutamente irrefutable que en las tesis de la Internacional Comunista debe indicarse que los soviets campesinos, los soviets de los explotados, son un instrumento válido no sólo para los países capitalistas, sino también para los países con relaciones precapitalistas, y que la propaganda de la idea de los soviets campesinos, de los soviets de trabajadores, en todas partes, en los países atrasados y en las colonias, es un deber indeclinable de los partidos comunistas y de quienes están dispuestos a organizarlos. Y dondequiera que las condiciones lo permitan, deberán intentar sin pérdida de tiempo la organización de soviets del pueblo trabajador. Ante nosotros aparece aquí la posibilidad de realizar un trabajo práctico de gran interés e importancia. Nuestra experiencia general en este terreno no es aún muy grande, pero poco a poco iremos acumulando materiales. Es indiscutible que el proletariado de los países avanzados puede y debe ayudar a las masas trabajadoras atrasadas, y que el desarrollo de los países atrasados podrá salir de su etapa actual cuando el proletariado triunfante de las repúblicas soviéticas tienda la mano a esas masas y pueda prestarles apoyo. A este respecto se entablaron en la comisión unos debates bastante vivos, y no sólo en torno a las tesis que llevan mi firma, sino aún más en torno a las tesis del camarada Roy, que él defenderá aquí y en las que se han introducido por unanimidad algunas enmiendas. La cuestión ha sido planteada en los siguientes términos: ¿podemos considerar justa la afirmación de que la fase capitalista de desarrollo de la economía nacional es inevitable para los pueblos atrasados que se encuentran en proceso de liberación y entre los cuales
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ahora, después de la guerra, se observa un movimiento en dirección al progreso? Nuestra respuesta ha sido negativa. Si el proletariado revolucionario victorioso realiza entre esos pueblos una propaganda sistemática y los gobiernos soviéticos les ayudan con todos los medios a su alcance, es erróneo suponer que la fase capitalista de desarrollo sea inevitable para los pueblos atrasados. En todas las colonias y en todos los países atrasados, no sólo debemos formar cuadros propios de luchadores y organizaciones propias de partido, no sólo debemos realizar una propaganda inmediata en pro de la creación de soviets campesinos, tratando de adaptarlos a las condiciones precapitalistas, sino que la Internacional Comunista habrá de promulgar, dándole una base teórica, la tesis de que los países atrasados, con la ayuda del proletariado de las naciones adelantadas, pueden pasar al régimen soviético y, a través de determinadas etapas de desarrollo, al comunismo, soslayando en su desenvolvimiento la fase capitalista. Los medios necesarios para que esto ocurra no pueden ser señalados de antemano. La experiencia práctica nos los irá sugiriendo. Pero es un hecho firmemente establecido que la idea de los soviets es afín a todas las masas trabajadoras de los pueblos más lejanos, que estas organizaciones, los soviets, deben ser adaptadas a las condiciones de un régimen social precapitalista y que los partidos comunistas deben comenzar inmediatamente a trabajar en este sentido en el mundo entero. Quisiera señalar, además, la importancia de que los partidos comunistas realicen su labor revolucionaria no sólo en su propio país, sino también en las colonias, y sobre todo entre las tropas que utilizan las naciones explotadoras para mantener sometidos a los pueblos de sus colonias. El camarada Quelch, del Partido Socialista Británico, se refirió a este problema en nuestra comisión. Dijo que el obrero de filas inglés consideraría una traición ayudar a los sojuzgados cuando se sublevan contra el dominio inglés. Es verdad que la aristocracia obrera de Inglaterra y Norteamérica, imbuida de un espíritu jingoísta2 y chovinista, representa un terrible peligro para el socialismo y constituye un vigoroso apoyo a la Segunda Internacional. Aquí
nos hallamos ante una tremenda traición de los líderes y obreros afiliados a esa Internacional burguesa. En la Segunda Internacional también se discutió la cuestión colonial. El Manifiesto de Basilea3 se refirió a ella en términos inequívocos. Los partidos de la Segunda Internacional prometieron actuar revolucionariamente, pero no vemos por parte de ellos ninguna verdadera labor revolucionaria ni ningún apoyo a las sublevaciones de los pueblos explotados y dependientes contra las naciones opresoras, como tampoco lo vemos, a mi entender, entre la mayoría de los partidos que han abandonado la Segunda y desean ingresar en la Tercera Internacional. Debemos decirlo en voz alta, para que todos se enteren. Esto no puede ser refutado, y ya veremos si se hace algún intento de refutarlo. Todas estas consideraciones han servido de base a nuestras resoluciones, que, ciertamente, son demasiado largas, pero confío en que, pese a todo, resultarán útiles y contribuirán al desarrollo y a la organización de una labor verdaderamente revolucionaria en los problemas nacional y colonial, que es, en el fondo, nuestro objetivo principal. Boletín de Información del Segundo Congreso de la Internacional Comunista, núm. 6, 7 de agosto de 1920
Notas Presentado el 26 de julio de 1920.
1 2
Jingoísmo: chovinismo belicoso, prédica de la política agresiva, imperialista. El término procede de la palabra “jingo” tomada del estribillo de una canción patriotera inglesa de la década de los años setenta del siglo xix.
3
El Manifiesto de Basilea de la Segunda Internacional fue aprobado por el Congreso Extraordinario del 25 de noviembre de 1912.Advertía sobre la amenaza de la guerra mundial, ponía al descubierto sus objetivos expoliadores, y llamaba a los obreros a luchar por la paz, oponiendo al “imperialismo capitalista, la fuerza de la solidaridad internacional del proletariado”. Incluía el planteamiento formulado por Lenin, de que en caso de estallar la guerra imperialista, los socialistas debían utilizar la crisis que originaría para luchar por la revolución socialista. Los jefes de la Internacional votaron a favor del manifiesto, pero al estallar la guerra, apoyaron a los gobiernos imperialistas de sus respectivos países.
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Programa del Partido Liberal Mexicano (fragmento)
Ricardo Flores Magón, et al.
reformas constitucionales 1. Reducción del período presidencial a cuatro años. 2. Supresión de la reelección para el presidente y los gobernadores de los estados. Estos funcionarios sólo podrán ser nuevamente electos hasta después de dos períodos del que desempeñaron. 3. Inhabilitación del vicepresidente para desempeñar funciones legislativas o cualquier otro cargo de elección popular, y autorización al mismo para llenar un cargo conferido por el ejecutivo. 4. Supresión del servicio militar obligatorio y establecimiento de la guardia nacional. Los que presten sus servicios en el ejército permanente lo harán libre y voluntariamente. Se revisará la ordenanza militar para suprimir de ella lo que se considere opresivo y humillante para la dignidad del hombre, y se mejorarán los haberes de los que sirvan en la milicia nacional. 5. Reformar y reglamentar los artículos 6° y 7° constitucionales, suprimiendo las restricciones que la vida privada y la paz pública imponen a las libertades de palabra y de prensa, y declarando que sólo se castigarán en este sentido la falta de verdad que entrañe dolo, el chantaje y las violaciones de la ley en lo relativo a la moral. 6. Abolición de la pena de muerte, excepto para los traidores a la patria. 7. Agravar la responsabilidad de los funcionarios públicos, imponiendo severas penas de prisión para los delincuentes. 8. Restituir a Yucatán el territorio de Quintana Roo. 9. Supresión de los tribunales militares en tiempo de paz.
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de los directores de escuelas que no se ajusten a este precepto. 12. Declarar obligatoria la instrucción hasta la edad de catorce años, quedando al gobierno el deber de impartir protección, en la forma que le sea posible, a los niños pobres que por su miseria pudieran perder los beneficios de la enseñanza. 13. Pagar buenos sueldos a los maestros de instrucción primaria. 14. Hacer obligatorio para todas las escuelas de la república la enseñanza de los rudimentos de artes y oficios y la instrucción militar, y prestar preferente atención a la instrucción cívica que tan poco atendida es ahora.
extranjeros 15. Prescribir que los extranjeros, por el solo hecho de adquirir bienes raíces, pierden su nacionalidad primitiva y se hacen ciudadanos mexicanos. 16. Prohibir la inmigración china.
restricciones a los abusos del clero católico 17. Los templos se consideran como negocios mercantiles, quedando por tanto obligados a llevar contabilidad y pagar las contribuciones correspondientes. 18. Nacionalización, conforme a las leyes, de los bienes raíces que el clero tiene en poder de testaferros. 19. Agravar las penas que las Leyes de Reforma señalan para los infractores de las mismas. 20. Supresión de las escuelas regenteadas por el clero.
mejoramiento y fomento de la instrucción
capital y trabajo
10. Multiplicación de escuelas primarias, en tal escala, que queden ventajosamente suplidos los establecimientos de instrucción que se clausuren por pertenecer al clero. 11. Obligación de impartir enseñanza netamente laica en todas las escuelas de la república, sean del gobierno o particulares, declarándose la responsabilidad
21. Establecer un máximum de ocho horas de trabajo y un salario mínimo en la proporción siguiente: de un peso para la generalidad del país, en que el promedio de los salarios es inferior al citado, y de más de un peso para aquellas regiones en que la vida es más cara y en las que este salario no bastaría para salvar de la miseria al trabajador.
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22. Reglamentación del servicio doméstico y del trabajo a domicilio. 23. Adoptar medidas para que con el trabajo a destajo los patronos no burlen la aplicación del tiempo máximo y salario mínimo. 24. Prohibir en lo absoluto el empleo de niños menores de 14 años. 25. Obligar a los dueños de minas, fábricas, talleres, etcétera, a mantener las mejores condiciones de higiene en sus propiedades y a guardar los lugares de peligro en un estado que preste seguridad a la vida de los operarios. 26. Obligar a los patronos o propietarios rurales a dar alojamiento higiénico a los trabajadores cuando la naturaleza del trabajo de éstos exija que reciban albergue de dichos patronos o propietarios. 27. Obligar a los patronos a pagar indemnización por accidentes del trabajo. 28. Declarar nulas las deudas actuales de los jornaleros de campo para con los amos. 29. Adoptar medidas para que los dueños de tierras no abusen de los medieros. 30. Obligar a los arrendadores de campos y casas a que indemnicen a los arrendatarios de sus propiedades por las mejoras necesarias que dejen en ellas. 31. Prohibir a los patronos, bajo severas penas, que paguen al trabajador de cualquier otro modo que no sea con dinero efectivo; prohibir y castigar que se impongan multas a los trabajadores o se les hagan descuentos de su jornal o se retarde el pago de la raya por más de una semana o se niegue al que se separe del trabajo el pago inmediato de lo que tiene ganado; suprimir las tiendas de raya. 32. Obligar a todas las empresas o negociaciones a no ocupar entre sus empleados y trabajadores sino una minoría de extranjeros. No permitir en ningún caso que trabajos de la misma clase se paguen peor al mexicano que al extranjero en el mismo establecimiento, o que a los mexicanos se les pague en otra forma que a los extranjeros. 33. Hacer obligatorio el descanso dominical.
tierras 34. Los dueños de tierras están obligados a hacer productivas todas las que posean; cualquier extensión de terreno que el poseedor deje improductiva la recobrará el Estado y la empleará conforme a los artículos siguientes: 35. A los mexicanos residentes en el extranjero que lo soliciten los repatriará el gobierno pagándoles los gastos de viaje y les proporcionará tierras para su cultivo. 36. El Estado dará tierras a quien lo solicite, sin
más condición que dedicarlas a la producción agrícola y no venderlas. Se fijará la extensión máxima de terrenos que el Estado pueda ceder a una persona. 37. Para que este beneficio no sólo aproveche a los pocos que tengan elementos para el cultivo de las tierras, sino también a los pobres que carezcan de estos elementos, el Estado creará o fomentará un banco agrícola que hará a los agricultores pobres préstamos con poco rédito y redimibles a plazos.
impuestos 38. Abolición del impuesto sobre capital moral y del de capitación, quedando encomendado al gobierno el estudio de los mejores medios para disminuir el impuesto del timbre hasta que sea posible su completa abolición. 39. Suprimir toda contribución para capital menor de cien pesos, exceptuándose de este privilegio los templos y otros negocios que se consideren nocivos y que no deben tener derecho a las garantías de las empresas útiles. 40. Gravar el agio, los artículos de lujo, los vicios y aligerar de contribuciones los artículos de primera necesidad. No permitir que los ricos ajusten igualas con el gobierno para pagar menos contribuciones de las que les impone la ley.
puntos generales 41. Hacer práctico el juicio de amparo, simplificando los procedimientos. 42. Restitución de la zona libre. 43. Establecer la igualdad civil para todos los hijos de un mismo padre, suprimiendo las diferencias que hoy establece la ley entre legítimos e ilegítimos. 44. Establecer, cuando sea posible, colonias penitenciarias de regeneración, en lugar de las cárceles y penitenciarías en que hoy sufren el castigo los delincuentes. 45. Supresión de los jefes políticos. 46. Reorganización de los municipios que han sido suprimidos y robustecimiento del poder municipal. 47. Medidas para suprimir o restringir el agio, el pauperismo y la carestía de los artículos de primera necesidad. 48. Protección a la raza indígena. 49. Establecer lazos de unión con los países latinoamericanos. 50. Al triunfar el Partido Liberal se confiscarán los bienes de los funcionarios enriquecidos bajo la dictadura actual, y lo que se produzca se aplicará al cumplimiento del capítulo de tierras, especialmente 17
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a restituir a los yaquis, mayas y otras tribus, comunidades o individuos los terrenos de que fueron despojados, y al servicio de la amortización de la deuda nacional. 51. El primer congreso nacional que funcione después de la caída de la dictadura anulará todas las reformas hechas a nuestra Constitución por el gobierno de Porfirio Díaz; reformará nuestra Carta Magna en cuanto sea necesario para poner en vigor este programa; creará las leyes que sean necesarias para el mismo objeto; reglamentará los artículos de la Constitución y de otras leyes que lo requieran, y estudiará todas aquellas cuestiones que considere de interés para la patria, ya sea que estén enunciadas o no en el presen-
te programa, y reforzará los puntos que aquí constan, especialmente en materia de trabajo y tierra.
cláusula especial 52. Queda a cargo de la junta organizadora del Partido Liberal dirigirse a la mayor brevedad a los gobiernos extranjeros, manifestándoles, en nombre del partido, que el pueblo mexicano no quiere más deudas sobre la patria y que, por tanto, no reconocerá ninguna nueva deuda que bajo cualquier forma o pretexto arroje la dictadura sobre la nación, ya contratando empréstitos o bien reconociendo tardíamente obligaciones pasadas sin ningún valor legal.
Reforma, Libertad y Justicia Saint Louis, Mo., julio 1° de 1906 Presidente, Ricardo Flores Magón. Vicepresidente, Juan Sarabia. Secretario, Antonio I. Villarreal. Tesorero, Enrique Flores Magón. Primer vocal, Prof. Librado Rivera. Segundo vocal, Manuel Sarabia. Publicado en el periódico Regeneración núm. 11, 1 de julio 1906.
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Plan de San Luis
Francisco I. Madero os pueblos, en su esfuerzo constante porque L triunfen los ideales de libertad y justicia, se ven precisados en determinados momentos históricos a
realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos: una tiranía que los mexicanos no estábamos acostumbrados a sufrir, desde que conquistamos nuestra independencia, nos oprime de tal manera, que ha llegado a hacerse intolerable. En cambio de esta tiranía se nos ofrece la paz, pero es una paz vergonzosa para el pueblo mexicano, porque no tiene por base el derecho, sino la fuerza; porque no tiene por objeto el engrandecimiento y prosperidad de la patria, sino enriquecer un pequeño grupo que, abusando de su influencia, ha convertido los puestos públicos en fuente de beneficios exclusivamente personales, explotando sin escrúpulos las concesiones y contratos lucrativos. Tanto el poder legislativo como el judicial están completamente supeditados al ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano sólo existen escritos en nuestra Carta Magna; pero, de hecho, en México casi puede decirse que reina constantemente la Ley Marcial; la justicia, en vez de impartir su protección al débil, sólo sirve para legalizar los despojos que comete el fuerte; los jueces, en vez de ser los representantes de la justicia, son agentes del ejecutivo, cuyos intereses sirven fielmente; las cámaras de la Unión no tienen otra voluntad que la del dictador; los gobernadores de los estados son designados por él y ellos a su vez designan e imponen de igual manera las autoridades municipales. De esto resulta que todo el engranaje administrativo, judicial y legislativo obedecen a una sola voluntad, al capricho del general Porfirio Díaz, quien en su larga administración ha demostrado que el principal móvil que lo guía es mantenerse en el poder y a toda costa. Hace muchos años se siente en toda la república profundo malestar, debido a tal régimen de gobierno; pero el general Díaz, con gran astucia y perseverancia, había logrado aniquilar todos los elementos independientes, de manera que no era posible organizar ninguna clase de movimiento para quitarle el poder
de que tan mal uso hacía. El mal se agravaba constantemente, y el decidido empeño del general Díaz de imponer a la nación un sucesor, y siendo éste el señor Ramón Corral, llevó ese mal a su colmo y determinó que muchos mexicanos, aunque carentes de reconocida personalidad política, puesto que había sido imposible labrársela durante 36 años de dictadura, nos lanzáramos a la lucha, intentando reconquistar la soberanía del pueblo y sus derechos en el terreno netamente democrático. Entre otros partidos que tendían al mismo fin, se organizó el Partido Nacional Antirreeleccionista proclamando los principios de sufragio efectivo y no reelección, como únicos capaces de salvar a la República del inminente peligro con que la amenazaba la prolongación de una dictadura cada día más onerosa, más despótica y más inmoral. El pueblo mexicano secundó eficazmente a ese partido y, respondiendo al llamado que se le hizo, mandó a sus representantes a una convención, en la que también estuvo representado el Partido Nacional Democrático, que asimismo interpretaba los anhelos populares. Dicha convención designó sus candidatos para la presidencia y vicepresidencia de la república, recayendo esos nombramientos en el señor Dr. Francisco Vázquez Gómez y en mí para los cargos respectivos de vicepresidente y presidente de la república. Aunque nuestra situación era sumamente desventajosa porque nuestros adversarios contaban con todo el elemento oficial, en el que se apoyaban sin escrúpulos, creímos de nuestro deber, para servir la causa del pueblo, aceptar tan honrosa designación imitando las sabias costumbres de los países republicanos, recorrí parte de la república haciendo un llamamiento a mis compatriotas. Mis giras fueron verdaderas marchas triunfales, pues por donde quiera el pueblo, electrizado por las palabras mágicas de sufragio efectivo y no reelección, daba pruebas evidentes de su inquebrantable resolución de obtener el triunfo de tan salvadores principios. Al fin, llegó un momento en que el general Díaz se dio cuenta de la verdadera situación de la república y comprendió que no podía luchar ventajosamente conmigo en el campo de la de19
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mocracia, y me mandó reducir a prisión antes de las elecciones, las que se llevaron a cabo excluyendo al pueblo de los comicios por medio de la violencia, llenando las prisiones de ciudadanos independientes y cometiendo los fraudes más desvergonzados. En México, como república democrática, el poder público no puede tener otro origen ni otra base que la voluntad nacional, y ésta no puede ser supeditada a fórmulas llevadas a cabo de un modo fraudulento. Por este motivo el pueblo mexicano ha protestado contra la ilegalidad de las últimas elecciones; y queriendo emplear sucesivamente todos los recursos que ofrecen las leyes de la república en la debida forma, pidió la nulidad de las elecciones ante la Cámara de Diputados, a pesar de que no reconocía al dicho cuerpo un origen legítimo y de que sabía de antemano que, no siendo sus miembros representantes del pueblo, sólo acatarían la voluntad del general Díaz, a quien exclusivamente deben su investidura. En tal estado las cosas, el pueblo, que es el único soberano, también protestó de un modo enérgico contra las elecciones en imponentes manifestaciones llevadas a cabo en diversos puntos de la república, y si éstas no se generalizaron en todo el territorio nacional fue debido a terrible presión ejercida por el gobierno, que siempre ahoga en sangre cualquiera manifestación democrática, como pasó en Puebla, Veracruz, Tlaxcala, México y otras partes. Pero esta situación violenta e ilegal no puede subsistir más. Yo he comprendido muy bien que si el pueblo me ha designado como su candidato para la Presidencia, no es porque haya tenido la oportunidad de descubrir en mí las dotes del estadista o de gobernante, sino la virilidad del patriota resuelto a sacrificarse, si es preciso, con tal de conquistar la libertad y ayudar al pueblo a librarse de la odiosa tiranía que lo oprime. Desde que me lancé a la lucha democrática sabía muy bien que el general Díaz no acataría la voluntad de la nación, y el noble pueblo mexicano, al seguirme a los comicios, sabía también perfectamente el ultraje que le esperaba; pero a pesar de ello, el pueblo dio para la causa de la libertad un numeroso contingente de mártires cuando éstos eran necesarios, y con admirable estoicismo concurrió a las casillas a recibir toda clase de vejaciones. Pero tal conducta era indispensable para demostrara) mundo entero que el pueblo mexicano está apto para la democracia, que está sediento de libertad, y que sus actuales gobernantes no responden a sus aspiraciones. Además, la actitud del pueblo antes y durante las elecciones, así como después de ellas, demuestra claramente que rechaza con energía al Gobierno del general Díaz y que, si se hubieran respetado esos 20
derechos electorales, hubiese sido yo electo para la Presidencia de la República. En tal virtud, y haciéndome eco de la voluntad nacional, declaro ilegales las pasadas elecciones, y quedando portal motivo la república sin gobernantes legítimos, asumo provisionalmente la presidencia de la república, mientras el pueblo designa conforme a la ley sus gobernantes. Para lograr este objeto es preciso arrojar del poder a los audaces usurpadores que por todo título de legalidad ostentan un fraude escandaloso e inmoral. Con toda honradez declaro que consideraría una debilidad de mi parte y una traición al pueblo que en mí ha depositado su confianza no ponerme al frente de mis conciudadanos, quienes ansiosamente me llaman, de todas partes del país, para obligar al general Díaz, por medio de las armas, a que respete la voluntad nacional. El gobierno actual, aunque tiene por origen la violencia y el fraude, desde el momento que ha sido tolerado por el pueblo, puede tener para las naciones extranjeras ciertos títulos de legalidad hasta el 30 del mes entrante en que expiran sus poderes; pero como es necesario que el nuevo gobierno dimanado del último fraude no pueda recibirse ya del poder, o por lo menos se encuentre con la mayor parte de la nación protestando con las armas en la mano, contra esa usurpación, he designado el domingo 20 del entrante noviembre para que de las seis de la tarde en adelante, en todas las poblaciones de la república se levanten en armas bajo el siguiente
plan 1º Se declaran nulas las elecciones para presidente y vicepresidente de la república, magistrados a la Suprema Corte de la Nación y diputados y senadores, celebradas en junio y julio del corriente año. 2° Se desconoce al actual gobierno del general Díaz, así como a todas las autoridades cuyo poder debe dimanar del voto popular, porque además de no haber sido electas por el pueblo, han perdido los pocos títulos que podían tener de legalidad, cometiendo y apoyando, con los elementos que el pueblo puso a su disposición para la defensa de sus intereses, el fraude electoral más escandaloso que registra la historia de México. 3° Para evitar hasta donde sea posible los trastornos inherentes a todo movimiento revolucionario, se declaran vigentes, a reserva de reformar oportunamente por los medios constitucionales aquéllas que requieran reformas, todas las leyes promulgadas por la actual administración y sus reglamentos respectivos, a excepción de aquellas que manifiestamente se hallen en pugna con los principios proclamados en
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este plan. Igualmente se exceptúan las leyes, fallos de tribunales y decretos que hayan sancionado las cuentas y manejos de fondos de todos los funcionarios de la administración porfirista en todos los ramos; pues tan pronto como la revolución triunfe, se iniciará la formación de comisiones de investigación para dictaminar acerca de las responsabilidades en que hayan podido incurrir los funcionarios de la federación, de los estados y de los municipios. En todo caso serán respetados los compromisos contraídos por la administración porfirista con gobiernos y corporaciones extranjeras antes del 20 del entrante. Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaría de Fomento, o por fallos de los tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se les exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos. Sólo en caso de que esos terrenos hayan pasado a tercera persona antes de la promulgación de este plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo beneficio se verificó el despojo. 4° Además de la Constitución y leyes vigentes, se declara Ley Suprema de la República el principio de no reelección del presidente y vicepresidente de la república, de los gobernadores de los estados y de los presidentes municipales, mientras se hagan las reformas constitucionales respectivas. 5° Asumo el carácter de presidente provisional de los Estados Unidos Mexicanos con las facultades necesarias para hacer la guerra al gobierno usurpador del general Díaz. Tan pronto como la capital de la república y más de la mitad de los estados de la federación estén en poder de las fuerzas del pueblo, el presidente provisional convocará a elecciones generales extraordinarias para un mes después y entregará el poder al presidente que resulte electo, tan luego como sea conocido el resultado de la elección. 6° El presidente provisional, antes de entregar el poder, dará cuenta al Congreso de la Unión del uso que haya hecho de las facultades que le confiere el presente plan. 7° El día 20 de noviembre, desde las seis de la tarde en adelante, todos los ciudadanos de la república tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades que actualmente gobiernan. Los pueblos que estén retirados de las vías de comunicación lo harán desde la víspera.
8° Cuando las autoridades presenten resistencia armada, se les obligará por la fuerza de las armas a respetar la voluntad popular, pero en este caso las leyes de la guerra serán rigurosamente observadas, llamándose especialmente la atención sobre las prohibiciones relativas a no usar balas explosivas ni fusilar a los prisioneros. También se llama la atención respecto al deber de todo mexicano de respetar a los extranjeros en sus personas e intereses. 9° Las autoridades que opongan resistencia a la realización de este plan serán reducidas a prisión para que se les juzgue por los tribunales de la república cuando la revolución haya terminado. Tan pronto como cada ciudad o pueblo recobre su libertad, se reconocerá como autoridad legítima provisional al principal jefe de las armas, con facultad de delegar sus funciones en algún otro ciudadano caracterizado, quien será confirmado en su cargo o removido por el gobierno provisional. Una de las principales medidas del gobierno provisional será poner en libertad a todos los presos políticos. 10° El nombramiento de gobernador provisional de cada estado que haya sido ocupado por las fuerzas de la revolución será hecho por el presidente provisional. Este gobernador tendrá estricta obligación de convocar a elecciones para Gobernador Constitucional del Estado, tan pronto como sea posible, a juicio del presidente provisional. Se exceptúan de esta regla los estados que de dos años a esta parte han sostenido campañas democráticas para cambiar de gobierno, pues en éstos se considerará como gobernador provisional al que fue candidato del pueblo siempre que se adhiera activamente a este plan. En caso de que el presidente provisional no haya hecho el nombramiento de gobernador, que este nombramiento no haya llegado a su destino o bien que el agraciado no aceptara por cualquiera circunstancia, entonces el gobernador será designado por votación de todos los jefes de las armas que operen en el territorio del estado respectivo, a reserva de que su nombramiento sea ratificado por el presidente provisional tan pronto como sea posible. 11° Las nuevas autoridades dispondrán de todos los fondos que se encuentren en todas las oficinas públicas para los gastos ordinarios de la administración; para los gastos de la guerra, contratarán empréstitos voluntarios o forzosos. Estos últimos sólo con ciudadanos o instituciones nacionales. De estos empréstitos se llevará una cuenta escrupulosa y se otorgarán recibos en debida forma a las interesados a fin de que al triunfar la revolución se les restituya lo prestado. Transitorio. A. Los jefes de las fuerzas voluntarias tomarán el grado que corresponda al número de fuerzas a su mando. En caso de operar fuerzas voluntarias 21
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y militares unidas, tendrá el mando de ellas el mayor de graduación, pero en caso de que ambos jefes tengan el mismo grado, el mando será del jefe militar. Los jefes civiles disfrutarán de dicho grado mientras dure la guerra, y una vez terminada, esos nombramientos, a solicitud de los interesados, se revisarán por la Secretaría de Guerra, que los ratificará en su grado o los rechazará, según sus méritos. B. Todos los jefes, tanto civiles como militares, harán guardar a sus tropas la más estricta disciplina, pues ellos serán responsables ante el gobierno provisional de los desmanes que cometan las fuerzas a su mando, salvo que justifiquen no haberles sido posible contener a sus soldados y haber impuesto a los culpables el castigo merecido. Las penas más severas serán aplicadas a los soldados que saqueen alguna población o que maten a prisioneros indefensos. C. Si las fuerzas y autoridades que sostienen al general Díaz fusilan a los prisioneros de guerra, no por eso y como represalias se hará lo mismo con los de ellos que caigan en poder nuestro; pero en cambio serán fusilados, dentro de las veinticuatro horas y después de un juicio sumario, las autoridades civiles y militares al servicio del general Díaz que una vez estallada la revolución hayan ordenado, dispuesto en cualquier forma, transmitido la orden o fusilado a alguno de nuestros soldados. De esa pena no se eximirán ni los más altos funcionarios, la única excepción será el general Díaz y sus ministros, a quienes en caso de ordenar dichos fusilamientos o permitirlos, se les aplicará la misma pena, pero después de haberlos juzgado por los tribunales de la república, cuando ya haya terminado la revolución. En caso de que el general Díaz disponga que sean respetadas las leyes de guerra, y que se trate con humanidad a los prisioneros que caigan en sus manos, tendrá la vida salva; pero de todos modos deberá responder ante los tribunales de cómo ha manejado los caudales de la nación y de cómo ha cumplido con la ley. D. Como es requisito indispensable en las leyes de la guerra que las tropas beligerantes lleven algún uniforme o distintivo y como sería difícil uniformar a las numerosas fuerzas del pueblo que van a tomar parte en la contienda, se adoptará como distintivo de todas las fuerzas libertadoras, ya sean voluntarios o militares, un listón tricolor; en el tocado o en el brazo.
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conciudadanos: Si os convoco para que toméis las armas y derroquéis al gobierno del general Díaz, no es solamente por el atentado que cometió durante las últimas elecciones, sino para salvar a la patria del porvenir sombrío que le espera continuando bajo su dictadura y bajo el gobierno de la nefanda oligarquía científica, que sin escrúpulo y a gran prisa están absorbiendo y dilapidando los recursos nacionales, y si permitimos que continúe en el poder, en un plazo muy breve habrán completado su obra: habrá llevado al pueblo a la ignominia y lo habrá envilecido; le habrán chupado todas sus riquezas y dejado en la más absoluta miseria; habrán causado la bancarrota de nuestra patria, que débil, empobrecida y maniatada se encontrará inerme para defender sus fronteras, su honor y sus instituciones. Por lo que a mí respecta, tengo la conciencia tranquila y nadie podrá acusarme de promover la revolución por miras personales, pues está en la conciencia nacional que hice todo lo posible para llegar a un arreglo pacífico y estuve dispuesto hasta a renunciar mi candidatura siempre que el general Díaz hubiese permitido a la nación designar aunque fuese al vicepresidente de la república; pero, dominado por incomprensible orgullo y por inaudita soberbia, desoyó la voz de la patria y prefirió precipitarla en una revolución antes de ceder un ápice, antes de devolver al pueblo un átomo de sus derechos, antes de cumplir, aunque fuese en las postrimerías de su vida, parte de las promesas que hizo en la Noria y Tuxtepec. Él mismo justificó la presente revolución cuando dijo: "Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder y ésta será la última revolución." Si en el ánimo del general Díaz hubiesen pesado más los intereses de la patria que los sórdidos intereses de él y de sus consejeros, hubiera evitado esta revolución, haciendo algunas concesiones al pueblo; pero ya que no lo hizo... ¡tanto mejor!, el cambio será más rápido y más radical, pues el pueblo mexicano, en vez de lamentarse como un cobarde, aceptará como un valiente el reto, y ya que el general Díaz pretende apoyarse en la fuerza bruta para imponerle un yugo ignominioso, el pueblo recurrirá a esa misma fuerza para sacudirse ese yugo, para arrojar a ese hombre funesto del poder y para reconquistar su libertad. San Luis Potosí, 5 de octubre de 1910.
Plan de Ayala
Emiliano Zapata, et al. lan libertador de los hijos del estado de Morelos, P afiliados al ejército insurgente que defienden el cumplimiento del Plan de San Luis Potosí con las
reformas que ha creído conveniente aumentar en beneficio de la patria mexicana. Los que suscribimos, constituidos en junta revolucionaria para sostener y llevar a cabo las promesas que hizo la revolución de 20 de noviembre de 1910, próximo pasado, declaramos solemnemente ante la faz del mundo civilizado que nos juzga y ante la nación a que pertenecemos y amamos, los principios que hemos formulado para acabar con la tiranía que nos oprime; y redimir a la patria de las dictaduras que se nos imponen las cuales quedan determinadas en el siguiente plan. 1o. Teniendo en consideración que el pueblo mexicano acaudillado por Dn. Francisco I. Madero fue a derramar su sangre para reconquistar sus libertades y reivindicar sus derechos conculcados, y no para que un hombre se adueñara del poder violando los sagrados principios que juró defender bajo el tema de sufragio efectivo no-reelección ultrajando la fe, la causa, la justicia y las libertades del pueblo; teniendo en consideración: que ese hombre a que nos referimos es Dn. Francisco I. Madero, el mismo que inició la precipitada revolución el cual impuso por norma su voluntad e influencia al gobierno provisional de ex Presidente de la República, Lic. Dn. Francisco L. de la Barra, por haberle aclamado el pueblo su libertador, causando con éste hecho reiterados derramamientos de sangre, y multiplicara desgracias a la patria de una manera solapada y ridícula, no teniendo otras miras que satisfacer sus ambiciones personales, sus desmedidos instintos de tirano y su profundo desacato al cumplimiento de las leyes preexistentes emanadas del inmortal Código de 57 escrito con la sangre de los revolucionarios de Ayutla; teniendo en consideración: que el llamado jefe de la revolución libertadora de México Dn. Francisco I. Madero, no llevó a feliz término la revolución que gloriosamente inició con el apoyo de Dios y del pueblo; puesto que dejó en pié la mayo-
ría de poderes gubernativos y elementos corrompidos de opresión del gobierno dictatorial de Porfirio Díaz, que no son, ni pueden ser en manera alguna la legítima representación de la soberanía nacional, y que por ser acérrimos adversarios nuestros y de los principios que hasta hoy defendemos, están provocando el malestar del país y abriendo nuevas heridas al seno de la patria para darle a beber su propia sangre; teniendo en consideración que el supradicho Sr. Francisco I. Madero actual presidente de la república trata de eludirse del cumplimiento de las promesas que hizo a la nación en el Plan de San Luis Potosí, ciñendo las precipitadas promesas a los convenios de Ciudad Juárez, ya nulificando, persiguiendo o matando a los elementos revolucionarios que le ayudaron a que ocupara el alto puesto de presidente de la república por medio de sus falsas promesas y numerosas intrigas a la nación; teniendo en consideración que el tantas veces repetido Sr. Francisco I. Madero ha tratado de ocultar con la fuerza bruta de las bayonetas y de ahogar en sangre a los pueblos que le piden, solicitan o exigen el cumplimiento de sus promesas en la revolución llamándolos bandidos y rebeldes, condenando a una guerra de exterminio sin conceder ni otorgar ninguna de las garantías que prescriben la razón, la justicia y la ley teniendo en consideración que el Presidente de la República, señor Dn. Francisco I. Madero, ha hecho del sufragio efectivo una sangrienta burla al pueblo ya imponiendo contra la voluntad del mismo pueblo en la vicepresidencia de la república al Lic. José María Pino Suárez, o ya a los gobernadores de los estados designados por él, como el llamado general Ambrosio Figueroa verdugo y tirano del pueblo de Morelos, y así entrando en contubernio escandaloso con el partido científico, hacendados feudales y caciques opresores enemigos de la revolución proclamada por él a fin de forjar nuevas cadenas y de seguir el molde de una nueva dictadura, más oprobiosa y más terrible que la de Porfirio Díaz, pues ha sido claro y patente que ha ultrajado la soberanía de los estados, conculcando las leyes sin ningún respeto a vidas e intereses, como
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ha sucedido en el estado de Morelos, y, otros conduciéndonos a la más horrorosa anarquía que registra la historia contemporánea; por estas consideraciones declaramos al susodicho Francisco I. Madero, inepto para realizar las promesas de la revolución de que fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la fe del pueblo, y pudo haber escalado el poder incapaz para gobernante por no tener ningún respeto a la ley y a la justicia de los pueblos, y traidor a la patria por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos que desean sus libertades, por complacer a los científicos, hacendados y caciques que nos esclavizan, y desde hoy comenzamos a continuar la revolución principiada por él, hasta conseguir el derrocamiento de los poderes dictatoriales que existen. 2o. Se desconoce como jefe de la revolución al C. Francisco I. Madero y como presidente de la república por las razones que antes se expresan, procurando el derrumbamiento de este funcionario. 3o. Se reconoce como jefe de la revolución libertadora al ilustre general Pascual Orozco, segundo del caudillo Dn. Francisco I. Madero, y en caso de que no acepte este delicado puesto, se reconocerá como jefe de la revolución al C. general Emiliano Zapata. 4o. La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos manifiesta a la Nación bajo formal protesta que hace suyo el Plan de San Luis Potosí con las adiciones que a continuación se expresan en beneficio de los pueblos oprimidos, y se hará defensora de los principios que defiende hasta vencer o morir. 5o. La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas políticas hasta no conseguir el derrumbamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y Dn. Francisco I. Madero; pues la nación está cansada de hombres falaces y traidores que hacen promesa de libertadores, pero que llegando al poder, se olvidan de ellas y se constituyen en tiranos. 6o. Como parte adicional del plan que invocamos hacemos constar, que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados científicos o caciques a la sombra de la tiranía y de la justicia penal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes a esas propiedades, de las cuales han sido despojados, por la mala fe de nuestros opresores, manteniendo a todo trance con las armas en la mano la mencionada posesión, y los usurpadores que se consideren con derecho a ellos, lo deducirán ante tribunales especiales que se establezcan al triunfo de la Revolución. 7o. En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos, no son más due24
ños que del terreno que pisan, sufriendo los horrores de la miseria sin poder mejorar su condición social ni poder dedicarse a la industria o a la agricultura por estar monopolizados en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas por esta causa se expropiarán previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios a los poderosos propietarios de ellos, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor, y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos. 8o. Los hacendados, científicos, o caciques que se opongan directa o indirectamente al presente Plan, se nacionalizarán sus bienes y las dos terceras partes que a ellos les correspondan, se destinarán para indemnizaciones de guerra pensiones de viudas y huérfanos de las víctimas que sucumban en la lucha del presente Plan. 9o. Para ajustar los procedimientos respecto a los bienes antes mencionados, se aplicarán leyes de desamortización y nacionalización según convenga; pues de norma y ejemplo pueden servir las puestas en vigor por el inmortal Juárez, a los bienes eclesiásticos que escarmentaron a los déspotas y conservadores, que en todo tiempo han pretendido imponernos el yugo ignominioso de la opresión y del retroceso. 10o. Los jefes militares insurgentes de la república; que se levantaron con las armas en la mano a la voz de Dn. Francisco I. Madero, para defender el Plan de San Luis Potosí y que ahora se opongan con fuerza armada al presente plan, se juzgarán traidores a la causa que defendieron y a la patria, puesto que en la actualidad muchos de ellos por complacer a los tiranos por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están derramando la sangre de sus hermanos que reclaman el cumplimiento de las promesas que hizo a la nación Dn. Francisco I. Madero. 11o. Los gastos de guerra serán tomados conforme a lo que prescribe el artículo xi del Plan de San Luis Potosí, y todos los procedimientos empleados en la Revolución que emprendemos, serán conforme a las instrucciones mismas que determine el mencionado plan. 12o. Una vez triunfante la revolución que hemos llevado a la vía de la realidad, una Junta de los principales jefes revolucionarios de los diferentes estados, nombrarán o designarán un presidente interino de la república, quien convocará a elecciones para la nueva formación del Congreso de la Unión, y esta a la vez convocará a elecciones para la organización de los demás poderes federales. 13o. Los principales jefes revolucionarios de cada estado en Junta designarán el gobernador provisio-
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nal del estado a que correspondan, y este elevado funcionario convocará a elecciones para la debida organización de los poderes públicos, con el objeto de evitar consignas forzadas que labran la desdicha de los pueblos, como la tan conocida consigna de Ambrosio Figueroa en el estado de Morelos, y otras que nos conducen al precipicio de conflictos sangrientos sostenidos por el capricho del dictador Madero y el círculo de científicos y hacendados que lo han sugestionado. 14o. Si el presidente Madero y demás elementos dictatoriales del actual y antiguo régimen, desean evitar inmensas desgracias que afligen a la patria, que hagan inmediata renuncia de los puestos que ocupan, y con eso, en algo restañarán las graves heridas que han abierto al seno de la patria; pues que de no hacerlo así, sobre sus cabezas caerá la sangre derramada de nuestros hermanos, y 15o. Mexicanos; considerad que la astucia y la mala fe de un hombre está derramando sangre de una manera escandalosa por ser incapaz para gobernar, considerad: que su sistema de gobierno está agarrotando a la patria hollando con la fuerza bruta de las bayonetas, nuestras instituciones; y así como nuestras armas las levantamos para elevarlo al Poder ahora las volveremos contra él por faltar a sus compromisos con el pueblo mexicano y haber traicionado la revolución iniciada por él: no somos personalistas, somos partidarios de los principios y no de los hombres.
Pueblo mexicano: apoyad con las armas en la mano este plan, y haréis la prosperidad y bienestar de la patria.
justicia y ley ayala, nov. 28-1911 General Emiliano Zapata.- General Otilio E. Montaño.General José Trinidad Ruiz.- General Eufemio Zapata.- General Jesús Morales.- General Próculo Capistrán.- General Francisco Mendoza. Coroneles: Amador Salazar.- Agustín Cázares.Raúl Sánchez.- Cristóbal Domínguez.- Fermín Omaña.- Pedro Salazar.- Emignio L. Marmolejo.Pioquinto Galis.- Manuel Vergara.- Santiago Aguilar.- Cleotilde Sosa.- Julio Tapia.- Felipe Vaquero.Jesús Sánchez.- José Ortega.- Julio Aldame.- Alfonso Morales.- Quintín González. Capitanes: Manuel Hernández.Feliciano Domínguez.- José Pineda Ambrosio López.- Apolinar Adorno.- Porfirio Cázares.- Antonio Gutiérrez.Odilón Pérez.- Agustín Ortiz.- Pedro Balbuena Huertero.- Catarino Vergara.- Margarito Camacho.Serafín Rivera.- Teófilo Galindo.- Felipe Torres.- Simón Guevara.- Avelino Cortés.- José María Carrillo.Jesús Escamillas.- Florentino Osorio.- Camerino Menchaca.- Juan Esteves.- Francisco Mercado.- Sotero Guzmán.- Melesio Rodríguez.- Gregorio García.- José Villanueva.- L. Franco. J. Estudillo.- F. Caspeta.- P. Campos.- Teniente: Alberto Blumen
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Carta a la juventud sobre la revolución mexicana (fragmento)
Vicente Lombardo Toledano n resumen, y sin mencionar otros hechos que, por E brevedad de exposición, no pueden considerarse, objetivamente estimado el saldo de la revolución has-
ta hoy, es elemental afirmar que gracias a ella México dejó de ser un país atrasado, esclavista y feudal, que ha llegado al periodo del capitalismo, con características sui generis, y continúa luchando por su liberación respecto del imperialismo yanqui, para elevar el nivel de vida de su pueblo, ampliar el régimen democrático y disfrutar de plena independencia. Pero al lado de este balance positivo y de gran trascendencia histórica, es menester señalar los obstáculos principales con los que la revolución mexicana ha tropezado, lo mismo que sus desviaciones y errores, porque sin su conocimiento no es posible precisar tareas para el presente y el porvenir. El crecimiento demográfico es un elemento que presiona con fuerza sobre la estructura material de México y tiene un ritmo que reduce los efectos del desarrollo económico por su alto índice. Entre 1895 y 1910, el ritmo anual del aumento de la población fue de 1.4%. De 1930 a 1940, de 2%. De 1941 a 1950, de 3.1%. Y de 1950 a 1960, de 3.4%, uno de los más altos del mundo. En los treinta y nueve últimos años, el crecimiento demográfico es superior al que tuvo México en los primeros cien años de su vida independiente. Su población actual es de 34 625 903 habitantes, lo cual significa que en diez años la población aumentó 8 834 880 personas. Si el ritmo de la producción no sobrepasa, con margen amplio, al aumento demográfico y no prevé el futuro, el progreso económico del país se detendrá, creando graves problemas de todo orden. Otro factor, éste francamente negativo, para el desarrollo independiente de México, ha sido el de las inversiones extranjeras. Si en 1910 los capitales norteamericanos tenían ya una influencia decisiva en la economía nacional, la situación no ha cambiado sino de grado; pero el propósito es el mismo: mantener a nuestro país como un complemento del mercado interior y exterior de los Estados Unidos. Las inversiones extranjeras en 1938 eran de 2,057 millones de pesos, co-
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rrespondiendo a los norteamericanos 61.6%. En 1950 ascendieron a 4 896 millones, y las norteamericanas aumentaron hasta 67% de total. De las utilidades que logran, envían 80% al exterior. Este hecho, unido al de que después de la segunda guerra mundial esas inversiones se han orientado, sin abandonar la minería y otros objetivos tradicionales, hacia la industria y el comercio doméstico de México, impide la formación del capital nacional, obstaculiza la industrialización como función del Estado y de los particulares mexicanos, canaliza nuestras exportaciones hacia el mercado del norte y nos obliga a comprarle a precios, en los que no intervenimos, los bienes reproductivos que todavía no se producen en nuestro país. Sin una ley que establezca condiciones para los capitales extranjeros; que determine en qué actividades no se pueden invertir; en cuáles pueden ser admitidas y con qué límites; que señale las ganancias que pueden obtener; prohibida su exportación y, en suma, las coloque en el papel de crédito suplementario de la economía nacional, bajo el control del poder público, México seguirá siendo un país semicolonial encerrado en una jaula sin salida. Sin esa ley y sin una política resuelta a comerciar con todos los países del mundo, sin excepción, y a obtener créditos de los que menos riesgos impliquen para nuestra patria, en todas las formas posibles, por más grande que sea el esfuerzo colectivo de nuestro pueblo y por eficaz que resulte la administración pública, lo único que ocurrirá es que la potencia norteamericana seguirá siendo cada vez más rica, en parte debido a nuestro sacrificio; nuestro pueblo será cada vez más pobre y sólo vivirá con fortunas excesivas un grupo de mexicanos ligados, directa o indirectamente, al saqueo de nuestro país por el imperialismo. La doctrina que los últimos gobiernos de México expresaron y aplicaron, consistente en afirmar que “progreso no significa abundancia”, porque lo fundamental es aumentar la producción para “después repartir la riqueza, puesto que la miseria no se distribuye”, es una teoría opuesta abiertamente a los postulados y a los objetivos inmediatos de la revolución. El verdadero progreso de un país se mide por el
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grado de bienestar de su pueblo. Si no crece, el país no progresa, aunque sus fuerzas productivas y algunos de los servicios públicos aumenten. Si el bienestar disminuye, el país retrocede, como ocurrió en el decenio de 1939 a 1950, no corregido aún y con peligro de prolongarse. En 1939, los salarios representaban 26.2%. En 1950 se habían invertido los términos los salarios recibieron 23.8% de la riqueza nacional, y las utilidades de los negocios 41.4%. El 61% de la población económicamente activa participaba, en 1951, de 24% de la producción nacional, y una minoría que vive de rentas, utilidades e intereses, se quedaba con la mitad del producto. Cinco años después, en 1955, sólo cincuenta familias tuvieron un ingreso superior a trescientos mil pesos anuales; doscientas mil familias de 50 mil a 100 mil pesos; un millón de 5 a 15 pesos, y 7 millones de familias recibieron únicamente entre 1,200 y 3,000 pesos al año. Se mide también el progreso de una nación por el grado de su independencia económica y política. Cualquiera de las que existen en el mundo si depende de otra, vivirá sujeta a las fuerzas dominantes que la dirigen. Todavía en 1958, 79% de nuestras exportaciones y 83 de nuestras importaciones se realizaron con los monopolios de los Estados Unidos y con las empresas que crearon en el Canadá. Esos factores —el crecimiento de la población, las inversiones extranjeras, la falta de crédito y de difusión de nuestro comercio exterior— constituyen problemas insolutos todavía, que la revolución debe resolver con urgencia. Pero hay otros que se ligan a ellos, aunque de diversa índole. La nacionalización de los recursos naturales, de los centros de la industria básica y de los servicios públicos, debe continuar como política invariable de los gobiernos venideros. Los minerales deben beneficiarse en plantas del Estado, para impedir su exportación en bruto. Se deben incorporar al patrimonio de la nación los yacimientos de metales y metaloides imprescindibles para su desarrollo industrial y para impedir que los materiales estratégicos vayan a manos de traficantes sin ningún beneficio para México. El Estado debe organizar con la importancia que necesita, la industria de fabricación de máquinas y herramientas, sin las cuales nuestra balanza comercial seguirá siendo desfavorable y el pago de su deficiente continuará representando una sangría considerable para nuestros ahorros y una baja peligrosa del nivel de vida del pueblo. La reforma agraria debe proseguirse con decisión, sin salvar los intereses de la burguesía enriquecida en el gobierno o a su sombra, que en la actualidad posee buena parte de las mejores tierras, simulando pequeñas propiedades, a pesar de que quienes la integran no las trabajan. La agricultura debe regirse por un programa único y a largo
plazo y considerarse como una actividad indivisible, para que mejore sus rendimientos, la capacidad de compra de la población rústica y garantice el desarrollo de la industria nacional de bienes de consumo. El crédito privado debe nacionalizarse para conducirlo hacia actividades productivas. El control de cambios debe implantarse con todo rigor, para impedir la fuga de divisas hacia el extranjero y para evitar las devaluaciones periódicas de la moneda nacional, cuya estabilidad no depende sólo de medidas internas, sino del Fondo Monetario Internacional, manejado por el gobierno norteamericano. En el campo político casi todo está por hacerse. El sistema electoral en vigor es antidemocrático, y se basa en la fuerza del poder público y en el fraude. La única forma de saber si los funcionarios que el pueblo debe elegir merecen el cargo que se le otorga, es apreciando la movilización que provoca su postulación, pues desde el padrón electoral hasta la calificación de las elecciones el proceso está lleno de vicios. Si el gobierno y el poder legislativo han de reflejar las opiniones y los programas de las diversas corrientes de la opinión pública, en un país como el nuestro en el que las clases sociales se definen y se diferencian con mayor precisión con el correr del tiempo, y en el que sólo la alianza de las fuerzas patrióticas pueden llevar al éxito un programa de mejoramiento de la vida de las mayorías y de liberación de la nación respecto del imperialismo, es necesario crear un sistema electoral en el que el pueblo tenga una participación directa, en lugar de que el gobierno interprete su opinión y formule sus reivindicaciones. Uno de los argumentos que se manejan para tratar de justificar la imposición sistemática de la voluntad de los gobernantes en las elecciones de los representantes del pueblo, es el de que si a éste se le dejara en libertad para designar a sus mandatarios, las fuerzas de la reacción llegarían al poder de una manera pacífica y destruirían las instituciones creadas por la revolución. Pero ese razonamiento se apoya en la ignorancia de la historia, porque las masas populares integradas en su mayoría por católicos, realizaron la independencia, la reforma y la revolución de 1910, contra los privilegios y los fueros de la Iglesia y contra las actividades políticas del clero. La historia de nuestro país demuestra que no hay incompatibilidad entre la creencia religiosa individual y el afán de progreso. Lo ocurrido es que los hombres que han gobernado a México en el último medio siglo, se han transmitido el poder los unos a otros, la mayor parte de las veces de buena fe, creyendo que sus ideas y propósitos eran los mejores y se empeñaron en su mantenimiento. Pero algunos de los últimos, después de los grandes caudillos del ejército popular, sin ligas con el pueblo, ayudaron a la formación de un 27
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nuevo sector social —la burguesía parasitaria— que se enriqueció en el poder y detuvo la marcha ascendente del movimiento revolucionario. Por esta causa sólo el respeto a todos los partidos políticos, que son los órganos de expresión de las clases y sectores — categorías económicas ante todo— puede enriquecer la vida democrática. Ese respeto no ha de ser formal, sino real. Debe consistir en no alterar el voto público, para que los cuerpos colegiados representativos del pueblo se integren con los auténticos exponentes de todos los partidos, según el número de sufragios que logren. Otra de las cuestiones que deben mirarse con la importancia que tiene, es la de la organización de los obreros y los campesinos. No sólo es explicable, sino también lógica, la coincidencia de propósitos entre el proletariado, la masa rural y el gobierno, cuando éste se inspira en los principios de la revolución. Porque hemos vivido y nos hallamos todavía en una etapa en la que sólo la alianza de las fuerzas democráticas puede asegurar el progreso del país y el mejoramiento de la existencia de las masas populares. Pero hace unos años, al estallar la “guerra fría”, el gobierno intervino en el régimen interior de las organizaciones obreras y campesinas, para supeditarlas a sus planes y compromisos, colocándolas a la retaguardia de la burguesía vacilante y contradictoria que ha manejado los intereses colectivos. La democracia no puede existir en México sin la unidad y la independencia de los obreros y de los campesinos organizados. Tampoco pueden aplicarse de un modo eficaz los programas de desarrollo sin contar con su colaboración consciente y decidida. Pretender el control de las organizaciones de masas para que no se opongan a los errores del gobierno o para usarlas como fuerzas ciegas de tipo electoral, es corromperlas y quitarle al pueblo uno de sus más valiosos instrumentos para la elevación de su nivel de vida y para su lucha por la independencia cabal de la nación. Se impone un nuevo trato hacia los campesinos y los obreros de parte del Estado para que, sin temor a quienes los explotan llamándose sus dirigentes, puedan implantar el método democrático en su régimen interno y asumir el papel que el proceso histórico contemporáneo les señala. La política internacional del gobierno en los últimos cincuenta años está llena de contradicciones. A veces ha levantado el prestigio de nuestro país ante el mundo, y en ocasiones lo ha expuesto al desprecio general. Esas contradicciones obedecen a las mismas que ha tenido la política interna. Ha llegado el momento de precisar nuestras relaciones con el exterior fijando sus objetivos inmediatos y sus metas futuras y mantenerse sin cambios esenciales mientras sea váli28
da. Su principal defecto consiste en mirar sólo hacia el norte. En seguir considerando que los Estados Unidos son la fuerza hegemónica del mundo y que nada podemos hacer sin su permiso o su tolerancia. Esta es la razón que explica que ante problemas que interesan a todos los pueblos, especialmente a los atrasados, la actitud de nuestro país no haya estado siempre a la altura de su deber y de sus propios intereses. Ha llegado la hora de damos cuenta de dos hechos igualmente trascendentales: de que la correlación de las fuerzas en el escenario internacional no favorece al imperialismo, y de que vivimos en un periodo de transición entre el capitalismo y el socialismo. Ante esta realidad, no sólo por motivos de elemental previsión, sino también por conveniencia, México no puede ligarse voluntariamente a las fuerzas históricamente condenadas a desaparecer, ni tampoco ignorar al mundo nuevo. Nuestra norma debe ser la de mantener relaciones con todos los pueblos y los gobiernos, y recibir su cooperación sin condiciones, para acelerar nuestro desarrollo económico independiente, que es la única garantía de una política internacional autónoma, y del ejercicio de nuestro derecho inalienable de vivir como nos plazca. La juventud mexicana debe recoger con gratitud la obra positiva de la revolución mexicana, para continuarla y conducirla hasta sus últimas consecuencias. ¿Cuáles son? Sin precisarlas se corre el riesgo de naufragar. Cuando la burguesía surgió en el escenario de la historia, como fuerza empeñada en destruir el sistema de la vida feudal, era una clase revolucionaria. A ella y al régimen capitalista que estableció, se le deben obras considerables para el avance de la humanidad. Pero por las contradicciones congénitas al sistema de la producción capitalista —trabajo cada vez más social y apropiación de lo producido por una minoría cada vez más breve— dejó de ser un factor de progreso para transformarse en fuerza de explotación implacable de las mayorías y, también, de opresión de los pueblos débiles, al llegar al periodo de la exportación de sus capitales. Por este hecho, las revoluciones por la independencia política o por la independencia económica de los pueblos coloniales y semicoloniales, no pueden tener como modelo el proceso completo de la burguesía desde su aparición en el mundo. México no puede aspirar a convertirse en un país altamente industrializado, dentro del cual se realice la concentración del capital, se formen los monopolios y exporten su dinero hacia países más atrasados que el nuestro. No puede proponerse imitar la biografía de los pueblos que hicieron su revolución democráticaburguesa durante el siglo xviii, porque ni en la teoría ni en la práctica podría llegar a ser una nación de un alto nivel capitalista e imperialista, al lado de las po-
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tencias de este tipo que, por mucho que creciéramos, no podríamos igualar en magnitud. Si la revolución mexicana, como todos los movimientos renovadores de la vida social, ha de seguir enriqueciendo su ideario, multiplicando sus metas y haciendo más eficaces sus métodos para lograrlas, tiene que proponerse un sistema de la vida social más democrático que el de hoy, pero con un concepto de pueblo distinto al del pasado. Un régimen en el que gobierne sólo las clases y los sectores dedicados a producir los bienes materiales y espirituales, y los que estén decididos a engrandecer a la patria frente a los que no pueden amarla, de acuerdo con sus propias concepciones del mundo y de la vida, liquidando para siempre la teoría imperialista de la fatalidad geográfica. La revolución mexicana no puede alimentarse de las consignas de hace cincuenta años. Tampoco de las de un cuarto de siglo atrás. Debe mantenerlas para que se cumplan de un modo completo, pero ha de levantar otras que miren al futuro. Del gobierno para destruir el régimen esclavista y feudal, al gobierno para industrializar al país, después al gobierno para excluir del mando del Estado a los enemigos del pueblo, y más tarde como resultado de esta larga evolución al gobierno que ha de instaurar el socialismo. ¿Cómo ha de edificarse en México el socialismo y quiénes deben ser sus arquitectos? Yo afirmo que por el camino que nuestro pueblo elija, de acuerdo con la tradición más valiosa, con su rica experiencia, con el grado de su desarrollo material, político y cultural, y cuando las condiciones internas y externas para el gran cambio histórico hayan madurado. Y aseguro que han de ser los mexicanos y su clase obrera, unida a la clase campesina y a los intelectuales de ideas avanzadas, los que han de construir el nuevo sistema de vida social. Cerrar los ojos ante esta perspectiva equivale a reducir el ámbito de acción de nuestro pueblo a reivindicaciones que aún logradas no pueden mantenerse, porque el régimen en que vivimos se formó para be-
neficio de una minoría y no para la emancipación del conjunto de los hombres. Entre tanto, los objetivos inmediatos de la revolución mexicana deben lograrse, porque sin transformarlos en realidades vivas no se puede llegar a los estadios superiores del desarrollo histórico sino con enormes sacrificios que pueden evitarse. Porque no es cierto que el socialismo se empieza a construir sólo desde el momento en que la clase trabajadora, manual e intelectual, asume el poder. En el seno del régimen capitalista, y especialmente en un país como el México de hoy, se crean y se deben impulsar con todo vigor las formas de producción y las instituciones que rompen con la ideología y con los métodos originales del capitalismo, premisas para el advenimiento de la sociedad socialista. Este es el camino no sólo para el nuestro, sino también para los pueblos de América Latina y de África y Asia, que luchan por su autonomía política o por su independencia económica. Porque dejaron de ser reservas para el imperialismo y sus pueblos no aspiran a las formas de la vida social caducas, sino a las que han demostrado que el socialismo es superior a la vieja civilización que se extingue. La juventud mexicana, para asumir con honor la responsabilidad que tendrá en poco tiempo, necesita prepararse. La política es la ciencia que requiere de todos los conocimientos. Consiste en poseer la verdad, en saber cuáles son las leyes que presiden el desarrollo histórico y en aplicarlas de una manera precisa y creadora. En medio del griterío ensordecedor de los capitanes del imperialismo en agonía y sus innumerables servidores, la juventud mexicana debe atender sólo protegida con las armas invencibles del saber. A una sola tarea: la de emancipar a nuestro pueblo de la explotación del hombre por el hombre, obra universal por altamente patriótica. México, D. F., a 16 de septiembre de 1960. Publicado en la revista Siempre!, núm. 378, 21 de septiembre de 1960, pp. 22-25 y 52-54,.
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El derrumbe de la Unión Soviética, y su impacto en el mundo y en México
Juan Campos Vega/ Roberto Prado Ayala erminada la segunda guerra mundial, los monoT polios estadounidenses, cuyo país prácticamente terminó incólume la contienda, se propusieron someter al mundo a sus intereses para lo cual se trazaron como objetivos, de mediano a largo plazo, la destrucción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de las nacientes democracias populares de Europa central y del este, que transitarían hacia el socialismo; así mismo, se propusieron impedir el desarrollo económico independiente de las naciones que, como la nuestra, deseaban avanzar por el camino del desarrollo propio en beneficio de sus pueblos.
el arma fundamental que utilizó el imperio fue la economía El comandante Fidel Castro, en dos de sus reflexiones, publicadas la primera con el título de: “Mentiras deliberadas, muertes extrañas y agresión a la economía mundial”,1 y la segunda, titulada: “Las campanas doblan por el dólar”,2 explica cómo fue el proceso para que los Estados Unidos, aprovechando la coyuntura de una serie de errores estratégicos por parte de la dirigencia de la Unión Soviética, salieran triunfantes de lo que se denominó la “guerra fría”, con lo que el imperialismo no sólo se erigió como el poder más grande del mundo, sino que, además, terminó con la existencia de la propia Unión Soviética y restableció un capitalismo mucho más bárbaro y salvaje, en los países de Europa central y del este. Sin el contrapeso que representaba la Unión Soviética en el mundo bipolar, el imperialismo tuvo el camino libre para concretar todos sus objetivos en los países en desarrollo. Este proceso fue ampliamente documentado en los diversos informes a los congresos y plenos del comité central del Partido Popular Socialista, desde la década de los años ochenta, del recién pasado siglo. De la misma manera, el comandante Castro Ruz, en el discurso pronunciado el 3 de agosto de 1985, en el Palacio de las Convenciones de La Habana, en el marco de la sesión de clausura del “Encuentro sobre la Deuda Externa de América 30
Latina”,3 hace un exhaustivo examen de cómo los organismos financieros internacionales, en complicidad con los monopolios norteamericanos, utilizaron el endeudamiento de los países coloniales y semicoloniales para imponer sus condiciones de sometimiento.
el plan marshall o el afianzamiento del imperialismo en europa occidental Al término de la segunda guerra mundial, Europa se encontraba en una situación desesperada. La producción económica se había reducido a sólo el veinte por ciento de lo que era antes de la contienda. La mayoría de los países estaban en bancarrota. Los bombardeos habían destruido ciudades enteras y sistemas de transporte. Enormes masas de refugiados y de personas desplazadas se movían por el continente, y una aguda escasez de alimentos azotaba a la población. A la crisis material había que sumar la sensación de crisis espiritual. El efecto de desaliento se incrementaba cada día con la información que afloraba respecto de los crímenes de guerra, especialmente la relativa a las atrocidades cometidas en los campos de concentración y exterminio nazis. Esa situación fue aprovechada por los Estados Unidos, que de acuerdo al Plan de Recuperación Europea (erp por sus siglas en ingles) mejor conocido como Plan Marshall4 —en virtud de que fue el general norteamericano George Marshall quien lo lanzó en 1947— invirtió la cantidad de veinte mil millones de dólares —equivalente a unos seiscientos mil millones de dólares de los de ahora— para la reconstrucción de las principales potencias de Europa occidental, incluyendo la parte oeste de la vencida Alemania. Estos países poseían la fuerza de trabajo y la cultura necesaria para una pronta recuperación en la producción y en los servicios, por lo que esta inversión tenía la finalidad no declarada de evitar que la aguda crisis europea hiciera que sus pueblos marcharan hacia el socialismo, pero también para permitirle a los Estados Unidos construir una alianza política, militar, económica y cultural que le sirviera luego de plataforma en
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su cruzada contra la Unión Soviética, cruzada que derivó en el largo periodo de la “guerra fría” entre los dos bloques de desarrollo antagónicos: el imperialismo y el socialismo.
la guerra fría, la carrera armamentista y la presión económica sobre la urss Al concluir la segunda guerra mundial, Estados Unidos tenía el poder militar más importante del mundo, porque había desarrollado las bombas atómicas, ventaja que tuvo hasta finales de 1960. La Unión Soviética también obtuvo armas atómicas durante la década de los años cincuenta, pero carecía de la capacidad para dar un golpe demoledor, aunque podía destruir algunas ciudades estadounidenses. En la década de los años setenta, los soviéticos igualaron en capacidad a los norteamericanos, y a partir de 1980, se estableció un equilibrio en el poder militar entre los países socialistas agrupados en el Pacto de Varsovia y los imperialistas, estadounidenses y europeos, agrupados en torno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan). Estados Unidos pasó de la clara superioridad y supuesta invencibilidad, a la vulnerabilidad. Fue entonces cuando la alianza occidental recurrió a un incremento enorme del gasto en armamentos y de recursos económicos para financiar el costo de la mano de obra y el sostenimiento de enormes ejércitos permanentes, sobre todo en Europa. Muchos de esos recursos fueron a parar a manos del complejo industrial-militar, empresas privadas encargadas de la investigación militar y del desarrollo de equipos industriales. En el caso de la Unión Soviética, los costos que representaba la inversión para proteger a las naciones integrantes del Pacto de Varsovia de una agresión nuclear imperialista, fueron enormes. La economía soviética, si bien era la segunda más grande del mundo, representaba apenas la cuarta parte de la suma de las principales economías capitalistas. El financiamiento de la carrera armamentista de Estados Unidos y de la otan, le fue cargada por los imperialistas a los países subdesarrollados, por medio de los intereses de la enorme deuda externa generada por las políticas comerciales y de saqueo que Estados Unidos aplica a los países que dependen de su esfera de influencia. En 1986, el gasto militar del mundo fue de novecientos mil millones de dólares, y la cuota que ponían los norteamericanos fue de sólo un tercio de esa cantidad, lo que no representaba para los hogares estadounidenses —si descontamos lo aportado por los países del Tercer Mundo— una carga económica mayor. En la Unión Soviética se pagó un precio más alto, debido a un desarrollo tecnológico más bajo
y a que el gobierno soviético no cargó sobre otras naciones sus gastos militares. En esa etapa es cuando comienza un período de negociaciones entre la Unión Soviética y los Estados Unidos para reducir los armamentos nucleares en el orbe. Este proceso denominado Conversaciones sobre Limitación de Armas Estratégicas i (salt, por sus siglas en inglés)5 logró, en el año de 1972, la suscripción, por parte de las dos superpotencias, de un Tratado sobre Misiles Antibalísticos (abm, por sus siglas en inglés), que partía de la consideración de que una conflagración nuclear tendría consecuencias devastadoras para toda la humanidad,6 y también de la premisa de que la limitación de sistemas de misiles antibalísticos, así como la adopción de ciertas medidas sobre la limitación de armas estratégicas ofensivas, contribuiría a la creación de condiciones más favorables para nuevas negociaciones sobre la limitación de armas estratégicas. En el abm, las partes se comprometieron a limitar los sistemas de misiles antibalísticos y a adoptar otras medidas de acuerdo con las disposiciones de este tratado; no desplegar sistemas abm para la defensa del territorio de su país; no proporcionarse bases para su defensa con ellos, y no desplegar sistemas abm para la defensa de una región individual, excepto en las estipulaciones del artículo 3 del Tratado, que permite el uso de los abm en los siguientes casos: a) Instalar un sistema abm en un área que tenga un radio de 150 kilómetros y centrado en la capital del Estado de cada parte; en ella, cada parte puede instalar: 1) no más de 100 emplazamientos de abm y no más de 100 misiles interceptores abm; 2) radares abm dentro de no más de seis complejos de radares abm —el área de cada complejo será circular y tendrá un diámetro de no mas de tres kilómetros— y b) Instalar un sistema abm en un área que tenga un radio de 150 kilómetros y contenga una batería de icbm; en ella, cada pa rte puede instalar: 1) no más de 100 emplazamientos abm y no mas de 100 rampas de lanzamiento de misiles interceptores abm; 2) dos amplias series de radares abm comparables en potencia a los radares operacionales abm o bajo construcción en el día de la fecha del tratado en un sistema abm instalado en un área que contenga una batería icbm; 3) no más de dieciocho radares abm, y que cada uno tenga un potencial menor que la potencia del más pequeño de los arriba mencionados de los radares abm de serie. El tratado tendría una duración ilimitada. Pero cada una de las partes involucradas tendría, en ejercicio de su soberanía, el derecho a abandonar el abm si consideraba que ciertos eventos extraordinarios relacionados con las materias del tratado, habían puesto 31
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en peligro sus principales intereses. La decisión tenía que ser comunicada a la otra parte, con seis meses de antelación a la renuncia al tratado. En la comunicación a la otra parte, había que indicar los eventos extraordinarios que justificaban que se hubieran puesto en peligro sus principales intereses. El 13 de junio de 2002, seis meses después de anunciarlo, los Estados Unidos se retiraron del acuerdo. En 1975 se firma la segunda parte del tratado, conocida como salt ii,7 y en él se establece como límite, contar con: 2 400 misiles con ojivas nucleares, de los sistemas misil balístico intercontinental (icbm, por sus siglas en inglés) y misil balístico intercontinental para submarinos (slbm, por sus siglas en inglés); 1 320 misiles para el sistema de vehículo de reentrada múltiple e independiente (mirv, por sus siglas en inglés), que es una colección de armas nucleares introducidas en un único misil icbm o slbm; así como limitaciones para la construcción de lanzacohetes en tierra, y para la construcción de nuevos sistemas de ofensiva estratégica. El salt ii, nunca fue ratificado por Congreso estadounidense y mas tarde se sabría que mientras el imperialismo norteamericano establecía negociaciones de desarme con la Unión Soviética, conspiraba con sus aliados de Europa occidental para hacer “tronar” la economía soviética. Documentos como el dossier Farewell8 y las memorias de la ex primera ministra británica: Margaret Thatcher, Los años en Downing Street,9 revelan cómo el imperialismo aprovechó las necesidades tecnológicas de los soviéticos para suministrarles equipos y software infestados de virus y códigos espía, para manipularlos a distancia con el fin de sabotear el crecimiento de las fuerzas productivas de la Unión Soviética. Reveló la señora Thatcher que, una vez quebrado el sistema de inteligencia soviético e implantados los software maliciosos, el plan que Ronald Reagan puso en marcha, en marzo de 1983, relacionado con la Iniciativa de Defensa Estratégica (ide), mejor conocida como Guerra de las Galaxias, tenía la intención de colapsar tecnológica y económicamente a la Unión Soviética, lo que considera la propia Thatcher como el plan más brillante de la administración norteamericana, que condujo definitivamente al derrumbamiento de la Unión Soviética y de los países de Europa central y del este que construían el socialismo. La ide tuvo, efectivamente, consecuencias catastróficas para la Unión Soviética y para el socialismo. La Unión Soviética, bajo la dirección de Mijail Gorvachov, no supo como enfrentar la situación y se inició una etapa en la cual la dirigencia del pcus hacía concesiones cada vez mayores y el resultado final se produce a finales de 1991, cuando se anuncia la desaparición definitiva de la Unión Soviética. 32
derrumbe de la unión soviética y mundo unipolar La desaparición del socialismo en Europa, particularmente en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, es uno de los aspectos que más ha influido durante los últimos años, para modificar la situación del mundo. El sistema socialista en esos países, que había dado ejemplo de una economía en la cual no se conocían las crisis cíclicas propias del capitalismo; había logrado que los principales derechos sociales: educación, salud, trabajo, cultura, recreación y otros no menos importantes, se convirtieran en derechos garantizados para toda la población, y que transitaba siempre en línea ascendente, en todos los aspectos, entró en crisis: Sucedió algo que resulta a primera vista inexplicable. El país comenzó a perder impulso. Los fracasos económicos se volvieron más frecuentes [...] Elementos de lo que nosotros llamamos estancamiento, y otros fenómenos ajenos al socialismo comenzaron a aparecer en la vida de la sociedad. Una especie de mecanismo de freno afectaba el desarrollo social y económico. Y todo eso sucedía al mismo tiempo que la revolución científica y tecnológica abría nuevas perspectivas para el progreso social y económico.10
No fue una crisis económica de sobreproducción como las que se producen en los países capitalistas. No fue que la propiedad social de los medios de producción hubiera demostrado su fracaso para hacer avanzar a la economía, no fueron causas económicas inherentes a ese sistema social. Lo que sucedió en la comunidad socialista europea, no se debió a la esencia económica del régimen socialista: la propiedad social de los medios e instrumentos de la producción y del cambio. Las características de esa crisis hay que buscarlas en un conjunto de factores, más bien de orden ideológico y político, ya que, como señala el propio Gorbachov: "en el plano ideológico, el mecanismo de freno originó mayor resistencia a los intentos de examinar constructivamente los problemas que iban emergiendo y a las nuevas ideas. La propaganda del éxito —real o imaginario— iba ganando terreno." 11 Sin embargo, algunos de los factores que propiciaron el derrumbe del socialismo en Europa del Este y en lo que fue la Unión Soviética si fueron económicos. Un aspecto que ejerció gran influencia en ese resultado fue la carrera armamentista, particularmente la puesta en práctica por el gobierno de Ronald Reagan, la denominada Guerra de las Galaxias.
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En esa estrategia guerrerista, el imperialismo invirtió cuantiosos recursos provenientes del saqueo realizado a los países subdesarrollados, entre otras vías, por la del endeudamiento externo. Mientras que para poder hacer frente a las amenazas del imperialismo, los países socialistas, particularmente la ex Unión Soviética, tuvieron que invertir en materia de defensa una gran cantidad de recursos, que de otra manera estarían destinados al desarrollo económico. Este factor fue determinante. A ello, habría que sumar que, mientras los países imperialistas financiaban su política guerrerista con lo que obtenían del saqueo de nuestras economías, la Unión Soviética mantenía una política de intercambio comercial equitativo con los países que formaban parte del Consejo de Ayuda Mutua Económica (came), que en la práctica representaba un apoyo a todos los países socialistas que formaban parte de él. Adicionalmente, algunos de esos países integrantes de la comunidad socialista, que formaban parte del came, habían aplicado políticas poco ortodoxas y se habían aventurado a utilizar recursos financieros de países capitalistas industrializados y habían intentado, por su cuenta, competir con ellos en distintas ramas de la industria. Uno de esos países fue Polonia, el cual, por los resultados negativos obtenidos de esa política errónea que le causó graves daños a su economía, se convirtió en el primer eslabón agredido y derrotado, porque era el más débil de la cadena en aquel entonces, porque se le vencían empréstitos, porque había tenido un mal año agrícola, porque el Estado Vaticano había puesto en práctica toda una estrategia para debilitar políticamente a las fuerzas gobernantes y porque, por todas esas razones, se habían generado condiciones internas, de orden político, propicias para ello. Después, la ofensiva se enrumbaría sobre la Unión Soviética, donde habría de jugar un papel determinante el arribo —a los principales cargos políticos de ese país— de un conjunto de elementos que tenían concepciones ideológicas diferentes y hasta opuestas a las que tradicionalmente habían sido sustentadas por el partido gobernante, el Partido Comunista de la Unión Soviética (pcus). Tal situación fue posible, entre otras cosas, debido a una política equivocada y deformada de afiliación y promoción a cargos de dirección, al interior del Partido Comunista. Dicha actitud fue la aplicación mecánica y dogmática de la afirmación marxista-leninista de que la clase obrera y particularmente el proletariado industrial era la clase social revolucionaria por antonomasia, lo cual permitió que llegaran a importantes cargos partidarios y, a través de ellos, a posiciones determinantes en el aparato estatal, elementos que tenían posiciones revisionistas como
Mijaíl Gorbachov, o de plano reaccionarias, de derecha, como Boris Yeltsin.12 Evidentemente que este otro factor —que no es de carácter económico, sino político— fue de gran importancia, por los efectos que produjo sobre la vida de esos países. Por ello debe de ser analizado, para comprender adecuadamente lo que sucedió en esas naciones, y también, para desmentir las falsas valoraciones de los defensores del capitalismo, que los llevan a una euforia desmedida que se resume en el planteamiento de que la caída del socialismo en la ex Unión Soviética significa que la única opción válida, la única vía posible, es la que ellos defienden: el capitalismo. El hecho real es que la conjunción de factores económicos adversos, generados desde el exterior y factores internos de carácter económico, político y social que se fueron acumulando durante muchos años, crearon las condiciones adecuadas para que la labor del imperialismo diera sus frutos: el derrumbe del socialismo en Europa del Este y el surgimiento de una nueva correlación de fuerzas en el mundo, el surgimiento del llamado mundo unipolar. A partir de entonces se ha desarrollado en el mundo un sistema capitalista unipolar en lo ideológico, pero multipolar en cuanto a los intereses económicos y comerciales, donde los capitales monopolistas de los tres ejes imperialistas del mundo (Estados Unidos, Alemania y Japón) imponen al resto del mundo políticas de dominación cada vez mas rígidas, y recrudecen el saqueo de las riquezas y la explotación de la mano de obra de los países menos desarrollados, en provecho del exagerado consumo y derroche, característico de las metrópolis imperialistas.
comercio desigual, inversión extranjera y deuda externa Los mecanismos utilizados por el imperialismo para el saqueo de las economías de los países dependientes son, por orden de aparición, el comercio exterior, la inversión extranjera directa (ied) y la inversión extranjera indirecta, particularmente la promoción del endeudamiento de los países semicoloniales con las metrópolis. El comercio internacional, desde sus orígenes, ha estado marcado por la desigualdad. Fue concebido como un instrumento de las naciones europeas que habían llegado primero al establecimiento del sistema capitalista —Inglaterra en primer lugar— para saquear a los países de Asia y África, a los que convirtieron en sus colonias. Las naciones que conformaban el mundo colonial carecían de independencia, estaban supeditadas plenamente a las metrópolis imperialistas. Históricamente, tanto las importaciones como las exportaciones, —por medio de las cuales los países 33
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dependientes compran productos manufacturados y de capital y venden materias primas— se caracterizan por incrementar constantemente los precios de maquinaria, equipo y otros productos que se importan de los países industrializados y reducir, también permanentemente, los precios de las materias primas que se exportan. El comercio internacional, como tendencia general, han constituido el mecanismo para que los países capitalistas desarrollados se apropien de una parte importante de la riqueza que se genera en los países atrasados económicamente, es decir, para que esa riqueza sea exportada hacia los países industrializados por la vía del desigual intercambio comercial que se produce entre las naciones y que genera descapitalización de los países atrasados. A partir del momento en que los países capitalistas desarrollados llegan a su fase imperialista, al tradicional intercambio de bienes y servicios, adicionan la exportación de capitales; para los países semicoloniales que tienen independencia política formal pero carecen de independencia económica, como México, implica que se vean sujetos a las nuevas formas de expoliación: la inversión extranjera directa que constituye el mecanismo para saquear sus recursos naturales y explotar su mano de obra barata, y la inversión extranjera indirecta, de carácter especulativo. La ied se utiliza inicialmente sólo para establecer empresas industriales, comerciales y de servicios; pero en la actualidad, el mecanismo preferente de este tipo de capital consiste en apropiarse de las empresas ya establecidas. En el caso de México, solamente como ejemplo, los bancos nacionales: Bancomer, Serfín, Banamex, Internacional, Inverlat, y demás, fueron adquiridos por capital español —Bilbao Vizcaya Argentaria, y Santander—, estadounidense —Citigroup—, inglés — Hong Kong and Shangai Banking Corporation (hsbc)—, y canadiense —Grupo Scotiabank —; las cadenas de supermercados, tiendas departamentales y restaurantes nacionales, como las que integran el Grupo Cifra, empresa controladora de Aurrerá, Superama, Vips, El Portón, Suburbia y otras, pasaron a manos de la estadounidense Wal-Mart, y el Grupo Comercial Mexicana, integrado con las tiendas del mismo nombre, Sumesa, restaurante California y otras se asocia con el grupo Costco también de capital estadounidense. La inversión extranjera indirecta la constituyen: las inversiones en las instituciones bursátiles tanto para adquirir acciones de empresas privadas como valores gubernamentales, para especular con ellos y obtener elevadas ganancias —que en México están exentas de impuestos— y los préstamos que conforman la deuda externa de un país —recursos que los gobiernos de países como el nuestro solicitan a los organismos financieros del imperialismo como el Fondo Monetario 34
Internacional (FMI) y el Banco Mundial (bm), y a gobiernos, bancos y monopolios extranjeros. En todo caso, ambos mecanismos generan salida de divisas al país de origen de la casa matriz de las empresas propiedad de los monopolios transnacionales o del capital financiero internacional, porque el capital externo —directo e indirecto— exporta a su país de origen las ganancias que obtiene en los países dependientes y del comercio desigual, todo lo cual contribuye también a descapitalizar a los países subdesarrollados y los obliga a pedir prestado. Dicha situación, que para nada es nueva, y que es profundamente negativa para naciones como la nuestra, no habría representado el grave peligro que se hizo presente a inicios de la década de los años ochenta, si a ello no se hubieran sumado otras medidas intencionadas del imperialismo, puestas en práctica desde la década de los años setenta, que tenían como propósito ahondar más el déficit de nuestra balanza comercial y de nuestra balanza de pagos, de tal suerte que utilizaron, como acertadamente señaló Fidel Castro, diversos mecanismos: uno fue el ya mencionado intercambio desigual; otro lo representó el incremento artificial de las tasas de interés, superior a los momentos en los que fue contratada la deuda; otro más fue el relativo a la también artificial sobrevaluación del dólar; un mecanismo más fue la fuga de capitales, y a todo ello hubo que agregarle la corrupción y mala utilización gubernamental que acompañó, en nuestros países, a esos créditos. 13 Los efectos negativos de esa política económica expoliadora, generada por los apetitos siempre presentes de nuestro vecino del norte y de los demás países imperialistas, obligó a México, a los demás países de América Latina y, en general a los países subdesarrollados, a necesitar, solicitar y obtener, cantidades crecientes de financiamiento del exterior, producto de una nueva estrategia de dominio neocolonial tendiente a lograr nuestra supeditación total: el arma de la deuda externa. Esa estrategia de endeudamiento externo fue impulsada por medio de los centros financieros internacionales, sobre todo por el fmi y el bm, quienes implementaron esa vía para conseguir el propósito de sujetar, en mayor medida, las economías de los países subdesarrollados al proyecto imperialista. Por esta razón, en la década de los años setenta, la región recibió una importante transferencia neta de recursos; además, el pago de intereses y utilidades era moderado, y esas condiciones constituían una invitación para acceder a ese tipo de financiamiento. Con el nuevo gobierno de José López Portillo (1976-1982), se dieron situaciones que jamás se habían presentado en la vida económica nacional del siglo veinte: uno de ellos fue un hecho aislado y sin justifi-
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cación o respaldo teórico, que consistió en devolverle a la iniciativa privada —a través de la venta— la empresa automotriz Renault, que estaba en manos del Estado y regresó a sus antiguos propietarios, es decir, a capitalistas extranjeros. Otro aspecto fue el crecimiento exorbitante de la deuda externa motivado por los descubrimientos de los mantos petrolíferos de Cactus, Chiapas, en 1976, cuando finalizaba el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), que despertaron el interés del gobierno de López Portillo, que vio en la extracción, refinanción y exportación del crudo y sus derivados la vía para convertir a México en una “potencia intermedia” y a nuuestro país como una nación que tenía que acostumbrarse a “administrar la abundancia”. Por esa intención, solicitó y obtuvo montos importantes de recursos económicos para explotar los yacimientos de hidrocarburos, motivo por el cual la deuda externa creció con rapidez y su monto se elevó considerablemente (véase tabla 1). Tabla 1. Evolución de la deuda externa pública en millones de dólares (mdd) en el gobierno de Luis Echeverría Á. (1970-1976) y en el de José López Portillo (1976-1982) Año
Pública Año Pública (en mdd) (en mdd) 1971 4,545.80 1977 22,912.14 1972 5,064.60 1978 26,264.30 1973 7,070.40 1979 29,757.64 1974 9,975.00 1980 33,813.00 1975 14,449.00 1981 52,961.00 1976 19,600.20 1982 58,874.20 fuente: Deuda externa e interna bruta del sector público federal, en http://www.apartados.hacienda.gob.mx/ estadisticas_oportunas/esp/index.html
Las condiciones internacionales en que se desenvolvía el precio internacional del petróleo, echaron por tierra las expectativas mexicanas y el gobierno quedó excesivamente endeudado y sin posibilidades reales de afrontar los compromisos derivados de dicha situación, sin embargo, sería un error responsabilizar exclusivamente a JLP de la crisis de la deuda, porque petrolizó la economía, y porque pensó realmente que estábamos en posibilidades de convertirnos en una potencia intermedia y que debíamos prepararnos para administrar la abundancia. La crisis de la deuda externa no fue exclusiva de México, se extendió a toda América Latina y a todos los países semicoloniales, en mayor o menor grado. Fue una trampa que el imperialismo impulsó e impuso a los países dependientes, con la finalidad de obligarlos a establecer las condiciones políticas, jurídicas y económicas que permitieran implantar el modelo neoliberal, porque: “La deuda
externa del Tercer Mundo es un círculo vicioso que no tiene fin”.14 En el caso de América Latina, el incremento excesivo de la deuda externa total, comienza también a mediados de la década de los años setenta. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) informa que en 1970 era de 16,100 mdd, en 1976 sube a 75, 300 mdd —crece casi cinco veces— y en 1982 ya es de 317,435 mdd,15 es decir, casi veinte veces la deuda de 1970 y más de cuatro veces la de 1976. Las tasas de interés, que hasta 1977 eran mínimas, empezaron a crecer y llegaron a 6% real a principios de la siguiente década. En ese momento las utilidades y los intereses se vuelven excesivos, lo que convierte bruscamente a la región y a México en exportadores netos de recursos, que equivalen a 10% de las exportaciones en 1975, a 15% en 1980, y que se incrementan a más de 40% en 1982.16 Todos esos datos demuestran que el problema esencial del incremento rápido y exponencial del endeudamiento no se debió fundamentalmente a la corrupción de los gobiernos —que desde luego existía y existe— sino a una estrategia generalizada. No hubo nación dependiente que no tuviera, en menor o mayor grado, ese problema. Los países latinoamericanos, al igual que la totalidad de los países coloniales y dependientes, tradicionalmente necesitados de capital para la inversión productiva y para resolver la enorme cantidad de rezagos sociales se convirtieron, a partir del pago de la deuda externa y, sobre todo, de sus intereses, en exportadores netos de capital. No en balde se señala que es patético: El reconocimiento por parte de las máximas autoridades del país, en el sentido de que somos exportadores netos de capital, no como la Inglaterra del siglo XIX o los Estados Unidos de la presente centuria, sino de la manera más perversa que pueda existir: exportadores netos de capital, en virtud del peso tan gravoso que tiene el servicio de la deuda externa sobre nuestra economía.17
La situación de crisis generada por el endeudamiento, fue utilizada por el Fondo Monetario Internacional para imponerle a nuestro país, en 1982, por medio del gobierno neoliberal de Miguel de la Madrid, una carta de intención, que constituye, en la práctica, la aceptación de las políticas impuestas en la etapa de la globalización18 por este tipo de organismos internacionales: reducción de las tasas de inflación; reducción del déficit presupuestario, que afecta al gasto social; control de salarios, por medio del establecimiento de los “topes salariales”, y liberación de precios, para lo cual desaparecieron los precios de garantía para los 35
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productores del campo y los subsidios al consumo popular que se realizaba, esencialmente, por medio de las tiendas Conasupo; desarrollo del mercado de valores, con la finalidad de aceptar el capital especulativo externo; deslizamiento del peso para que sea el mercado el que determine el tipo de cambio; y, como corolario, el compromiso de las autoridades mexicanas de tomar —si fuera necesario— medidas adicionales, que desde luego se referían a la privatización de las empresas públicas. Todo lo anterior, con el único fin de contar con el apoyo del FMI, para tener acceso a sus recursos financieros. A partir de ese tipo de condicionamientos y contando con la complicidad del gobierno de Miguel de la Madrid, en 1982 se inició el proceso de adopción de esas medidas y, en la práctica, la aplicación del proyecto neoliberal, proyecto que se fue profundizando conforme fueron cambiando, en sentido negativo, las condiciones internacionales y se fue afianzando, al interior del país, el grupo de neoliberales que aún se mantiene en el gobierno.
Notas
36
1
Fidel Castro Ruz, “Mentiras deliberadas, muertes extrañas y agresión a la economía mundial”, Cuba Debate, 18 de septiembre de 2009, en http://www.granma.cubaweb.cu/secciones/ reflexiones/esp-049.html, consultado el 2 de febrero de 2010.
2
Fidel Castro Ruz, “Las Campanas están doblando por el dólar”, Cuba Debate, 9 de octubre de 2009, en http://www.cubadebate. cu/reflexiones-fidel/2009/10/10/las-campanas-estan-doblandopor-el-dolar/, consultada el 2 de febrero de 2010.
3
Fidel Castro Ruz, “Discurso pronunciado en la sesión de clausura”, Encuentro sobre la Deuda Externa de América Latina y el Caribe, Palacio de las Convenciones, La Habana, Cuba, 3 de agosto de 1985, en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1985/ esp/f030885e.html, consultada el 2 de febrero de 2010.
4
Sepiensa.org.mx, "El Plan Marshall, Europa y Estados Unidos después de la segunda guerra mundial", en http://sepiensa.org. mx/contenidos/historia_mundo/siglo_xx/eua/plan_marshall/ plan_1.htm, consultado el 3 de febrero de 2010.
5
Historiasiglo20.org, “Tratado SALT I, 1972” en Historia de las relaciones internacionales durante el siglo XX, en http://www. historiasiglo20.org/TEXT/SALTI.htm, consultado el 3 de febrero de 2010.
6
Moti Nissani, Lives in the Balance: the Cold War and American Politics, www.is.wayne.edu/mnissani/PAGEPUB/lives.html, consultado el 3 de febrero de 2010.
7
FAS, Weapons of Mass Destruction, “Strategic Arms Limitation Talks (salt ii)”, en http://www.fas.org/nuke/control/salt2/index. html, consultado el 3 de febrero de 2010.
8
Agencia Central de Inteligencia (cia), "The Farewell Dossier, Duping the Soviets", en https://www.cia.gov/library/centerfor-the-study-of-intelligence/csi-publications/csi-studies/ studies/96unclass/farewell.htm, consultado el 3 de fe-brero de 2010. Margaret Thatcher, Los años de Downing Street, Colección: El Nuevo Siglo Series, Madrid, El País, 1994.
9
10
Mijaíl Gorbachev, Perestroika. Nuevas ideas para mi país y el mundo, México, Diana, 1987, p. 17.
11
Ibid., p. 20.
12
En la admisión al pcus, no se cuidó adecuadamente el aspecto cualitativo de los solicitantes, en particular el relativo a su convicción ideológica.
13
Fidel Castro Ruz, La cancelación de la deuda externa y el nuevo orden económico internacional como única vía alternativa verdadera. Otros asuntos de interés político e histórico, La Habana, Política, 1985, pp. 122-125.
14
Joaquín Rivery,“La crisis global tocará las puertas” www.granma. cubaweb.cu/temas7/articulo85.html, consultado el 10 de febrero de 2010.
15
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), "Deuda externa total de América Latina y el Caribe", en: http:// websie.eclac.cl/sisgen/ConsultaIntegrada.asp?idAplicacion=6& idTema=119&idIndicador=861&idioma=, con-sultado el 10 de febrero de 2010.
16
Felipe Fossati, “Deuda externa de Latinoamérica”, ponencia presentada en el Encuentro Internacional por una Estrategia Común: La Deuda Externa y el Fin del Mileno, e-libro.net, diciembre de 2001, p. 6, en: http://www.e-libro.net/E-libro-viejo/ gratis/fossati.pdf, consultado el 10 de febrero de 2010.
17
Jacobo Schatan, "Dependencia y endeudamiento externo, el caso de América Latina", Pasado y presente de la deuda externa de México, México, El Día en libros e Instituto de Investigaciones Históricas doctor José María Luis Mora, 1988, p. 168.
18
José Aranda Izguerra,“Carta de políticas públicas. Las relaciones de México con el Fondo Monetario Internacional”, Facultad de Economía, unam, México, d.f., 2005, en http://www.economia. unam.mx/publicaciones/carta/06.html, consultado el 10 de febrero de 2010
Globalización y contrarrevolución neoliberal en México, su impacto en la economía y en las superestructuras
José Santos Cervantes
explicación l Partido Popular Socialista de México, desde su E nacimiento en 1948, ha tenido como norma el análisis concreto de la situación concreta, lo que se ha venido plasmando en los informes que estatutariamente rinde la Dirección Nacional ahora Dirección Política, al Comité Central o de este a su máximo órgano de dirección la Asamblea Nacional en una época y a su Congreso actualmente. La imposición del proyecto neoliberal fue prevista por el partido con mucha anticipación y señaló todos los peligros que encerraba en caso de ser aplicado por las fuerzas que estaban interesadas en hacerlo: la derecha, la gran burguesía, el imperialismo, y fuerzas reaccionarias incrustadas dentro del gobierno y su Partido, en ese entonces, el Revolucionario Institucional, (PRI) y posteriormente el partido de la derecha tradicional (de) Acción Nacional, (PAN). El presente trabajo se basa fundamentalmente en el análisis realizado por el partido en diferentes momentos de los últimos lustros y que desde mi punto de vista tiene plena vigencia porque el tiempo y los hechos nos han y están dando la razón. 1.
la globalización y la revolución científico-técnica
Los importantes avances científicos y el impetuoso desarrollo tecnológico, influyen de manera significativa en el desarrollo de las fuerzas productivas, sin embargo no han propiciado cambios en las relaciones de producción. A partir de la mitad de este siglo se genera lo que el mundo conoce como la Revolución Científico-Técnica, que ha contribuido a acelerar el proceso señalado por Lenin de internacionalización de los nexos económicos y de agrandamiento de la división internacional del trabajo. Esta tendencia de acercamiento económico de las naciones, se desarrolla al mismo tiempo que se amplia el mercado capitalista mundial, fundamentalmente en forma de intercambio internacional de mercancías.
Con la llegada de la fase imperialista se genera el proceso de internacionalización del capital. Lo anterior se ha reflejado de diversas maneras: una más amplia y profunda relación entre los monopolios para ampliar sus mercados, para establecer convenios de precios y su transformación en copropietarios, como accionistas, de diversos consorcios. Todo ello con el afán de superar la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la estrechez de los mercados de los países imperialistas. Lo que caracteriza al mundo de hoy no son los cambios tecnológicos, ya que éstos son permanentes, sino la forma de producción, comercialización, financiamiento y comunicaciones que se han convertido en procesos que rebasan los marcos nacionales y que por ello se definen como globales. No obstante, la revolución científico técnica no cambia las relaciones sociales ni, mucho menos, soluciona los problemas históricos de la burguesía, como lo pretenden los ideólogos del capitalismo. Ya en el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels señalaron también que, a diferencia de las clases que habían ocupado el papel dominante en los anteriores sistemas sociales, "la burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción..." y desarrollar las fuerzas productivas, lo que en efecto, hasta hoy ha venido sucediendo sin que sea, por lo tanto, ningún hecho novedoso o ajeno a las condiciones normales de existencia de esa clase social. Los cambios en la producción han ocasionado la precarización del empleo en todo el mundo, la cual se expresa con: desempleo creciente y no recuperable; pérdida del poder adquisitivo del salario; proceso de descalificación-calificación del trabajo; disgregación de los trabajadores; desregulación de las condiciones de protección de los trabajadores y desarticulación de la organización laboral dentro y fuera del proceso de trabajo. No importa qué tan calificado sea un trabajador ni qué tan especializado e, incluso, qué tan elevado sea su salario respecto al de otros trabajadores de 37
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su misma especialidad o respecto de otros países: la tendencia general del trabajo en el mundo es la precarización del empleo. Es decir, hay una desvalorización generalizada del trabajo en términos económicos (salariales), en términos de contenido (los cambios tecnológicos afectan el "saber hacer" de los trabajadores) e, incluso, existenciales por esta desvalorización económica y moral del trabajo. Si bien es cierto que sigue habiendo una gran brecha entre los trabajadores de los países desarrollados y los subdesarrollados, también es cierto que la reestructuración del capital tiende a homogeneizar a los trabajadores del mundo. Los trabajadores del planeta se enfrentan hoy al trabajo precario y sin derechos laborales y aun sociales, debido a que cada vez están más expuestos a las necesidades de reestructuración de los grandes capitales transnacionales. Por tanto a la globalización no debe entendérsele de manera superficial sino que debe siempre vincularse a los procesos de dominación y apropiación. La globalización en esta etapa pone énfasis en la dominación y la explotación de los Estados menos desarrollados y de las clases trabajadoras. En otras palabras, el concepto imperialismo y la inclusión de los procesos de apropiación y dominación son imprescindibles en cualquier análisis serio sobre la internacionalización económica que se observa desde finales del siglo xx. Además, debe quedar claramente establecido que la globalización no sólo es un fenómeno imperial, sino también, y esto es crucial, es un fenómeno de clase. 2.
cómo se da la integración al proceso de globalización
Este proceso de globalización se da a través de los mecanismos de integración capitalista que es hoy día uno de los fenómenos característicos de la economía internacional. Dicha integración es un proceso objetivo, producto de las necesidades de la economía, de muchas de sus ramas, que requieren producción masiva, producción a escala, que rebasa los límites de los mercados nacionales y que se orienta hacia una creciente producción para el mercado exterior. En este marco, se dan cada vez en mayor medida la movilidad de los capitales de un país a otro y la emigración de fuerza de trabajo. La información científica y técnica sigue siendo propiedad de los países capitalistas desarrollados. El capitalismo se esfuerza por sostenerse en la actual situación a través de dos vías: la actividad de los monopolios, que crean sus sistema de nexos y convenios entre sí y a través de una ingerencia cada vez mayor del aparato estatal, el cual se encarga de suprimir las barreras económicas de las naciones y otras funciones semejantes. 38
La integración económica no es lo mismo que la internacionalización de la economía, es otra fase más profunda de su desarrollo que requiere la ingerencia estatal de los gobiernos imperialistas para establecer las relaciones económicas y políticas entre las naciones. La integración capitalista es un proceso de aproximación de economías nacionales basada en la dominación del capital financiero, de los monopolios y de los Estados de los países imperialistas. La integración incentiva el mercado capitalista, la liberalización del intercambio económico agiliza el desarrollo de las fuerzas productivas, se desarrolla la producción en serie, se ahonda la especialización e internacionalización del trabajo, y todo ello contribuye a disminuir costos, aumentar la productividad y la masa de mercancías. El comercio entre los países integrados crece a tasas más elevadas que las del comercio mundial, origina mayor presencia del capital extranjero a la zona, pero no puede impedir las fases recesivas y de crisis de las economías. La integración cae también bajo la acción de la ley del desigual desarrollo económico y político de los diversos países y por ello en los procesos integracionistas se generan desigualdades y políticas de subordinación, ya que el capital financiero se aprovecha de la interdependencia para subordinar a sus socios, lo cual constituye una forma de neocolonialismo. Siendo la integración un proceso inevitable, siendo la globalización un hecho objetivo que genera un proceso de interdependencia entre los distintos países del mundo, lo importante es impulsar un proceso de integración entre países que tienen un grado de desarrollo semejante, por ejemplo, en el caso de México, impulsar la integración con los países de América Latina, para conjuntar esfuerzos e insertarse en el mercado mundial en mejores condiciones de competencia. 3. el
neoliberalismo y sus objetivos
El neoliberalismo es una nueva estrategia del imperialismo, como forma de alargar su sobrevivencia luego de las agudas crisis que vivió en la década de los años setenta e inicio de los ochenta, y está viviendo ahora, para tratar de consolidar su dominación y saqueo de los países en desarrollo. No es igual, sin embargo, la estrategia del neoliberalismo aplicada dentro de las potencias capitalistas y la impuesta a los países en desarrollo como el nuestro. El neoliberalismo dependiente se propuso, sobre todo, debilitar al Estado como agente económico, limitar su intervención en la vida económica, despojarlo paulatinamente de las empresas que manejaba, cancelar cualquier posibilidad de que surgieran nuevas, para quitarle su característica de promotor del desarrollo, así como de
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defensa contra la penetración imperialista, y para la conquista de la plena independencia nacional, hasta transformarlo, finalmente, en un aparato puramente administrativo subordinado a los intereses del exterior, lo que equivale, en la práctica, a la destrucción del Estado Nacional y a su sustitución por uno supeditado totalmente a sus intereses. Situación distinta, en cuanto a la intervención del Estado se refiere, tienen las potencias capitalistas que impusieron el modelo neoliberal: en Inglaterra, en Alemania, en los mismos Estados Unidos y, en general, en los países imperialistas, el Estado no sólo no se ha debilitado, sino que ha fortalecido su función de instrumento al servicio del capital financiero y de los consorcios y monopolios transnacionales, tal y como lo definiera Lenin. De hecho, en cualquiera de esas potencias ya se hubiera producido una catástrofe económica, de dimensiones incalculables, si se hubiera retirado el Estado y no hubiera intervenido para rescatar a todas las instituciones financieras en la actual crisis de superproducción relativa que sacude al mundo capitalista, agravada porque este sistema se encuentra en etapa de decrepitud. Por otra parte, la conclusión de la "Guerra Fría", dio paso a una verdadera guerra económica, por un nuevo reparto del mundo y de los mercados entre las potencias imperialistas: Japón, Alemania y los Estados Unidos. Es un enfrentamiento interimperialista violento entre las tres potencias más representativas: Japón, Alemania y Estados Unidos por el control de bastas regiones del globo terrestre, mediante la consolidación de bloques comerciales. Los Estados Unidos de Norteamérica ya están padeciendo los efectos de una declinación permanente, desde el punto de vista económico, a pesar de que el gobierno yanqui, en forma triunfalista, afirmó en su momento que con el mundo unipolar se iniciaba un "nuevo orden mundial" bajo su exclusiva hegemonía. El imperialismo norteamericano, como si la “guerra fría” aun existiera sigue recurriendo a la fuerza militar para superar su debilidad económica. La realidad es que los EE.UU., viven una crisis general profunda que no superarán con sus aventuras militares. Hay que considerar, además, que Estados Unidos es el país más endeudado del mundo. La crisis que experimenta Estados Unidos de Norteamérica es estructural, prolongada y profunda, y expresa la crisis general del propio sistema capitalista. 4. la
libre competencia un mito neoliberal que encubre la explotación y el saqueo
La libre competencia, pregonada ayer y hoy por la propaganda neoliberal, no existe; desde hace más de
un siglo desapareció de la faz de la Tierra a causa del creciente papel que están desempeñando los monopolios transnacionales y al predominio que ejercen en la economía mundial. La guerra económica se expresa, también, en el establecimiento de una nueva división del trabajo a escala internacional, fenómeno que se profundiza en virtud del desequilibrio en la ciencia y en la técnica que existe entre los países imperialistas y los explotados. Se ensancha cada día más la brecha entre estos países y presenciamos un dominio casi absoluto de los poderosos en detrimento de los pobres, que son la mayoría. La nueva división internacional del trabajo se manifiesta, también, en que los países pobres siguen siendo exportadores netos de capital hacia los países ricos, a través de la remisión de divisas por concepto de pago de la deuda externa, a través de todos los recursos que el imperialismo obtiene como resultado de la inversión directa, y una vía más, que a pretexto del libre comercio ha profundizado recientemente: los tremendos desequilibrios desfavorables para los países pobres en sus balanzas comerciales. La nueva división internacional del trabajo se expresa, también, en que los países pobres siguen siendo exportadores de materias primas y consumidores de productos elaborados, pero sobre todo en la aportación que realizan los países explotados de fuerza de trabajo barata, que constituye otra vía de saqueo criminal impuesta por el imperialismo. La fuerza de trabajo barata de una clase obrera superexplotada, a pretexto de la productividad, permite a las empresas transnacionales aumentar su capacidad competitiva frente a corporaciones de otros bloques, y les proporciona inmensas ganancias adicionales. 5. preámbulos de la propaganda globalizadoray de la contrarrevolución neoliberal en méxico
Los cambios ocurridos en el mundo, la política impulsada por el imperialismo para someter aún más a los países dependientes como el nuestro y el propio desarrollo de la sociedad mexicana, fueron creando las condiciones para que se produjera un cambio brusco y radical en la política económica del país. Como antecedente podemos citar el hecho de que durante el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976), se compraron empresas para salvarlas de la quiebra y rescatar así a sus propietarios. Esas empresas no fortalecieron ni cuantitativa ni cualitativamente al sector estatal de la economía, ya que no eran de las ramas fundamentales que contribuyen al desarrollo económico independiente o al bienestar popular. Sin embargo, sirvieron de pretexto a los neoliberales para 39
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"justificar", inicialmente, su proyecto privatizador. Otros antecedentes importantes fueron los que se dieron durante el gobierno de José López Portillo (1976-1982), en relación con la política monetaria, reduciendo las tasas del encaje legal a que estaba obligada la banca privada y al cambiar de acuerdo con las instrucciones del Fondo Monetario Internacional (fmi) la política cambiaria. Y por primera vez, una empresa que se encontraba en manos del Estado, la Renault, fue vendida a sus antiguos propietarios y aunque no se trató de una decisión onerosa por su magnitud, junto con los mencionados, a estas alturas ya no pueden considerarse hechos aislados, sino que dentro del gabinete lopezportillista había elementos que formaban parte ya de una concepción distinta del desarrollo nacional, es decir, contraria a la vía del capitalismo de Estado. Asimismo, se firman las antipatrióticas cartas de intención con el fmi y el Banco Mundial (bm) que obligan, entre otras cosas, a liberar los precios de los productos de primera necesidad y a establecer topes salariales, a reducir la inversión productiva del Estado bajo el pretexto de abatir el déficit fiscal, a suprimir los subsidios populares por considerarlos ineficaces y a entregar la dirección de la economía a la iniciativa privada, particularmente al capital extranjero. Además, se pone al servicio de los intereses del capital financiero internacional la política económica del Estado, privilegiando en primer término el pago de la deuda externa; se inicia la apertura comercial unilateral e indiscriminada con el exterior, con la entrada de México al Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles, (gatt por sus siglas en inglés); se da un trato preferencial a la inversión extranjera; se reduce drásticamente el poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores y disminuyen sus conquistas sociales, debido a una inflación galopante y adicionalmente, se suscriben pactos económicos cupulares, que obligan al Estado a bajar los precios de los bienes y servicios que produce, limitan anticonstitucionalmente los derechos de los trabajadores a luchar por mejores condiciones de existencia y solamente "recomiendan" responsabilidad al sector empresarial, todo lo cual contribuye a debilitar aún más al Estado y a empeorar las condiciones de vida de las masas populares, que desde siempre han sido injustas, pero que con la política neoliberal se agravan enormemente. La grave crisis económica que se presentó a finales del gobierno de José López Portillo y la resistencia de diversos sectores al cambio que se estaba tratando de introducir, así como el carácter mismo de la concepción neoliberal de aplicación paulatina del proyecto, no propiciaron que éste fuera implantado en el gobierno inmediato, sino que como se verá sólo se sentaron fundamentalmente las bases jurídicas que le permi40
tieran al siguiente gobierno avanzar en el camino trazado, con mayor celeridad. 6. inicia embestida de la contrarrevolución neoliberal
En efecto, en nuestro país el neoliberalismo se empezó a aplicar al iniciar el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), en el ámbito de la superestructura. El planteamiento inicial fue el de adelgazar al Estado ya que, según los partidarios de esta corriente, estaba obeso porque era propietario de 1155 empresas y ello le impedía cumplir adecuadamente con sus responsabilidades. Al principio señalaron que sólo habrían de venderse las empresas que operaban con números rojos y las que eran ineficientes, pero el objetivo real era el de debilitar al Estado en el aspecto económico, como un primer paso, para luego implantar su proyecto totalmente contrario al de la Revolución Mexicana. Con el objeto de darle permanencia al neoliberalismo se modificó el régimen jurídico, es decir, se inició el proceso de modificaciones a la Constitución. La primera medida consistió en realizar reformas a los artículos 16, 25, 26, 27, 28 y 73 constitucionales, las cuales tuvieron como objetivo establecer que el Estado sería rector de la economía, lo que implicaba un cambio sustancial en cuanto al papel que el Estado mexicano había tenido hasta el momento, como productor directo de bienes y servicios; a partir de ese momento su función se reducía a establecer las normas que debían de seguir los particulares en la actividad económica, su papel sería el de regir las relaciones entre los particulares y entre estos y el Estado, establecer la reglamentación a través del marco legal. La responsabilidad del Estado en el ámbito económico, como productor directo, no sería incorporada. Otro elemento de la reforma consistió en clarificar en nuestra Ley Suprema la relación entre los diversos tipos de propiedad: la estatal, la privada y la social, que a partir de ese momento fueron consideradas las tres formas esenciales de propiedad. La primera que ya se encontraba en la Constitución, incluía las empresas de las áreas estratégicas señaladas en el párrafo cuarto del Artículo 28 constitucional y las prioritarias en las cuales el Estado mexicano podría intervenir solo o en alianza con los particulares; en el caso de la segunda, fue incluida en la Constitución y se estableció la obligación de apoyarla y estimularla, sin distinguir si era propiedad privada nacional o extranjera; y respecto de la última se definió como aquella que comprendía, entre otras, al ejido, a las comunidades, a las cooperativas y en general a las empresas de los trabajadores, incluyendo a las que eran propiedad de los sindicatos.
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Un aspecto que vale la pena resaltar respecto de ésta ultima forma de propiedad, es que nunca se legisló para reglamentarla. Sin embargo, los partidos pequeño-burgueses, de aquella época: Partido Socialista de los Trabajadores (pst), y el Partido Socialista Unificado de México (psum), así como los diputados de los sectores obrero y campesino del Partido Revolucionario Institucional (pri), dieron su respaldo a esta forma de propiedad y al mismo tiempo hicieron suya la tesis de que debiera convertirse la propiedad estatal, que según ellos había demostrado su inoperancia, en propiedad social, en propiedad de los trabajadores. De esta manera, la corriente neoliberal encontró apoyo político en diversos sectores, no para impulsar a la llamada propiedad social, ya que esto jamás ocurrió, sino para contar con aliados que le auxiliaran en su tarea de desmantelar al sector estatal de la economía. Y las empresas estatales se vendieron, a quien el grupo neoliberal había decidido con anticipación: al gran capital privado nacional y particularmente al extranjero. Al gobierno de Carlos Salinas de Gortari (19881994) le correspondió concluir, en lo fundamental, con el desmantelamiento del sector estatal de la economía y realizar las modificaciones contrarrevolucionarias a la Constitución y a las leyes secundarias para darle sustento jurídico total al neoliberalismo. El gobierno salinista, durante los seis años de su gestión, se encargó de vender no sólo empresas ineficientes o que operaban con números rojos, sino que remató al capital privado, particularmente al extranjero, una gran cantidad de empresas de carácter estratégico y prioritario. Durante los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari se vendieron 946 empresas entre las cuales se encontraban los bancos que el 1 de septiembre de 1982, por decreto presidencial, habían pasado a manos del gobierno; empresas productivas que obtenían y obtienen grandes ganancias como Teléfonos de México y otras de particular importancia para el desarrollo económico nacional con independencia del exterior, como las empresas siderúrgicas, mineras, los puertos y otras similares, y no se diga de las aerolíneas, los canales de televisión, etc. Las empresas vendidas durante ese sexenio le permitieron al gobierno federal obtener la cantidad de ¡63 mil millones de nuevos pesos! Hoy la fortuna personal de Carlos Slim beneficiario con la venta de telmex asciende a la fecha a 55 mil 500 millones ¡de dólares! Esta etapa de la política privatizadora se realizó al amparo de otra tesis, la salinista de que el gobierno tenía que vender bienes para remediar males, en alusión a la falsa afirmación gubernamental de que lo obtenido por la venta de las empresas propiedad de la nación, estaba sirviendo para la realización de
obras que solucionaban añejos problemas de falta de servicios públicos. La verdad era otra, con los recursos obtenidos sirvió sólo para abonar el pagó de la deuda gubernamental, tanto interna como externa. Sin embargo, paradójicamente la deuda externa creció, pero además en la actualidad, el problema de la deuda interna se ha tornado impagable, superando desproporcionadamente a la del pasado. 7.
del capitalismo de estado a la economía de mercado
Después de décadas en que el Estado empezó a participar directamente en la economía como productor y prestador de servicios, creando o adquiriendo empresas por la vía de la compra, de la nacionalización o de la expropiación, hasta conformar un poderoso sector estatal de la economía, que abarcaba servicios estratégicos y la ramas más dinámicas de la economía, por otro basado en la llamada economía de mercado, es decir, en el impulso y fomento de la inversión privada nacional y extranjera con la consecuente disminución y achicamiento del sector estatal. Para pasar del capitalismo de Estado, que en un país como el nuestro subdesarrollado y dependiente del capital extranjero, significa la conjunción de esfuerzos para resolver los grandes problemas nacionales, que ningún capitalista privado, nacional o extranjero tiene interés en resolver, como: el desarrollo del campo, la industrialización, el abastecimiento del mercado interno, el empleo, la vivienda, la salud, educación, seguridad social, deporte, etc., a la llamada economía de mercado, se tuvo primero que iniciar, como ya lo hemos señalado, con la modificación radical de la superestructura jurídica. Porque el sector público no sólo intervenía directamente en el quehacer económico produciendo bienes y servicios, sino que su presencia era exclusiva en varios sectores de la actividad y cuya inversión ya superaba a la del capital privado. La inversión extranjera, estaba regulada, podía ser sólo minoritaria en algunos sectores y estaba prohibida en otros. A este proceso contrarrevolucionario se le dio el nombre de “Reforma del Estado”, cuyo objetivo fundamental era restarle fuerza económica y en general atribuciones en todos los ámbitos de la vida social para abrirle espacio al sector privado. En el ámbito económico constitucional se le limitó a mantener la propiedad y operación a que hace referencia del párrafo cuarto del Artículo 28 de la Constitución: “No constituirán monopolios las funciones que el Estado ejerza de manera exclusiva en las siguientes áreas estratégicas: correos, telégrafos y radiotelegra-
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www.ppsm.org.mx fía; petróleo y los demás hidrocarburos; petroquímica básica; minerales radioactivos y generación de energía nuclear; electricidad y las actividades que expresamente señalen las leyes que expida el Congreso de la Unión. La comunicación vía satélite y los ferrocarriles son áreas prioritarias para el desarrollo nacional en los términos del artículo 25 de esta Constitución; el Estado al ejercer en ellas su rectoría, protegerá la seguridad y la soberanía de la Nación, y al otorgar concesiones o permisos mantendrá o establecerá el dominio de las respectivas vías de comunicación de acuerdo con las leyes de la materia.”
Aun así, posteriormente, al no poder modificarlo se crearon leyes secundarias que permitirían entrar digamos por la puerta trasera a realizar las actividades que estaban reservadas al Estado. Se estableció la autonomía del Banco de México con la finalidad de que la política de esta institución no estuviera orientada por la acción del Estado para que este la utilice como herramienta más de la política económica sino que se le otorgó autonomía por indicaciones del FMI y BM para que sean las fuerzas económicas del capital privado, particularmente extranjero las que determinen la orientación de la política monetaria y crediticia. Como complemento se modificaron las leyes reglamentarias para permitir la presencia del capital extranjero en ramas de la economía que antes estaban vedadas, para que diversos aspectos de la actividad económica que antes eran áreas exclusivas del Estado se abrieran a la participación de los particulares nacionales y extranjeros y en otras cuya exclusividad se establecía a favor del capital privado nacional, de cooperativistas y de comuneros ahora también se abrieron al capital transnacional. La privatización no se limitó a la venta de empresas propiedad del Estado sino que abarcó aspectos fundamentales de la actividad gubernamental la operación de los puertos, la construcción de carreteras, de todas las obras que se realizaban por administración fueron entregadas a empresas contratistas privadas nacionales y extranjeras, así como las actividades vinculadas al comercio internacional, incluyendo la privatización de las aduanas. Todo ello vinculado al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, tlcan, ya que en este proyecto de expansión imperialista se establecieron los compromisos que propiciaron la modificación del marco legal en distintas materias. Porque el tlcan fue concebido como un instrumento para ayudar a los Estados Unidos a superar la crisis y mejorar sus perspectivas en la lucha interimperialista frente a Alemania y Japón. Uno de los objetivos del imperialismo yanqui al imponer el tlcan es facilitar el movimiento de sus empresas transnacionales y de sus instituciones finan42
cieras, más allá de las fronteras norteamericanas para obtener el máximo de ganancias, atacando todos los derechos de la clase trabajadora, empezando por el salario al que someten a dramáticas reducciones, y no se diga en lo referente a la soberanía nacional. Ahí se estableció, por ejemplo, la figura de los productores independientes de energía eléctrica que luego incluyeron en la Ley de Energía Eléctrica, todo ello en flagrante violación al párrafo quinto del Artículo 27 constitucional que establece: “Corresponde exclusivamente a la nación generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio público. En esta materia no se otorgaran concesiones a los particulares y la nación aprovechara los bienes y recursos naturales que se requieran para dichos fines.”
En el tlcan, se establece también el libre tránsito de uno de los factores de la producción, del capital, porque así conviene a los intereses de los grandes monopolios que tienen el propósito de controlar en forma total las principales ramas de la economía del país. Respecto del sector educativo se cometieron graves retrocesos, al reformarse el Artículo Tercero de la Carta Magna: a) desapareció el concepto de educación dedicada a obreros y campesinos; b) desapareció la facultad discrecional la autorización a particulares, a fin de que impartieran educación; c) fue derogada la prohibición para que los ministros de culto y las asociaciones religiosas pudieran dirigir escuelas de educación primaria, secundaria, normal y la dedicada a obreros y campesinos; d) fue cancelada la prohibición para impartir enseñanza religiosa, que estaba expresa en este dispositivo constitucional antes de la reformas regresivas de 1992 y 1993. Se suprimió la obligación del Estado para impartir gratuitamente la educación media-superior y superior. En forma concreta se federalizó la educación para dejarla en manos de los gobiernos de los estados que además de no contar con los recursos suficientes para su sostenimiento, la han alejado de los preceptos que mandata la propia Constitución. Se reconoció personalidad jurídica a las iglesias y se estableció relaciones con el Estado Vaticano por primera vez en nuestra historia. Se le otorgó el derecho de voto a los sacerdotes y el derecho a ser votados si se separan con cierto tiempo y se les reintegró a las iglesias el derecho a poseer propiedades. Con todo ello se les concedieron de nueva cuenta fueros y privilegios que en el pasado sirvieron para que ésta institución atentara contra los intereses nacionales y populares. Aunque no es el caso de este trabajo profundizar al respecto no podemos dejar de señalar que algunos acontecimientos recientes demuestran que ésta sigue siendo la conducta fundamental del clero político.
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También la reforma a la fracción I del artículo 82 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. “Para ser presidente se requiere: ser ciudadano mexicano por nacimiento, en pleno goce de sus derechos, hijo de padre o madre mexicanos y haber residido en el pais al menos durante veinte años” es decir, el Presidente de la República sólo sea mexicano por nacimiento sin que la filiación de los padres lo sea, es decir, que los hijos de extranjeros puedan llegar a ocupar la primera magistratura de la nación, esta reforma la impulsó Carlos Salinas de Gortari en 1994, para abrirle las puertas a la posterior candidatura de Vicente Fox Quezada. En materia agraria se modificó la situación jurídica del ejido con el propósito de convertirlo en propiedad privada y así facilitar la agricultura de tipo capitalista tan necesaria para el proyecto subordinado que el tlcan le da a nuestro país en la materia. En lo fundamental estos fueron los cambios en la superestructura y en la base económica que cancelaron atribuciones del Estado, lo debilitaron y lo pusieron de rodillas frente a sus dos enemigos fundamentales: la oligarquía criolla y el imperialismo.
8. las repercusiones de los cambios en la superestructura y en la estructura económica, en las organizaciones del pueblo y la clase trabajadora a) Los cambios en el régimen políticoelectoral La vida política del país siempre estuvo rezagada respecto de los otros aspectos, nunca correspondió a los avances que se lograron en la economía y en lo social. Sin embargo, en 1964 se inició un proceso para propiciar la presencia de todos los partidos con registro, primero en la Cámara de Diputados federal y posteriormente en todos los congresos locales y ayuntamientos del país; se elevó a los partidos políticos a la categoría de entidades de interés público en la Constitución; y se les proporcionó prerrogativas y financiamiento público para sus actividades y desarrollo. Estas medidas, sin lugar a dudas positivas, fueron siempre insuficientes ya que el gobierno continuó teniendo el control total del proceso electoral desde la elaboración del padrón hasta la calificación de las elecciones; el fraude, en sus más variadas formas siguió prevaleciendo en los procesos electorales y las prerrogativas fueron proporcionadas de tal manera que algunas, como el acceso a la radio y a la televisión, tuvieran más bien un carácter simbólico y otras, como el financiamiento público, se otorgaran de tal manera
que favorecieran a los partidos de la burguesía. Sin embargo, a pesar de esas concesiones y de las limitaciones de la reforma electoral, el saldo seguía siendo positivo. Fue en el gobierno de Carlos Salinas cuando se empezó a desandar el camino y se inició el establecimiento del proyecto político neoliberal, compañero indispensable del económico, para tratar de garantizar la permanencia de este último. En el aspecto político, la primera medida de Salinas de Gortari consistió en iniciar el proceso de "ciudadanización" de los órganos electorales, posteriormente modificaría de nuevo la Constitución y la legislación electoral para prohibir las candidaturas comunes, ponerle innumerables trabas a las coaliciones, por lo que prácticamente las impedían, establecer el financiamiento privado y, sobre todo, el anónimo que favorecen a los partidos de la burguesía porque les permiten obtener cuantiosos recursos provenientes de los empresarios y burlar las prohibiciones para que extranjeros, autoridades, iglesias e inclusive el narcotráfico puedan financiar sus campañas electorales; suprimir a los partidos políticos el derecho a voto en los organismos electorales, dejar en manos del Poder Judicial, marcadamente conservador, la facultad de intervenir en la calificación de los procesos, ya que el Tribunal Federal Electoral, a partir de ahora estará integrado a dicho poder; acceso a los medios de comunicación sólo para quienes puedan pagarlos y manejo de los propios medios, para inducir resultados de corte tripartidista. Posteriormente, el gobierno de Ernesto Zedillo suprimió la presencia del representante del Poder Ejecutivo y los del Poder Legislativo para convertir al máximo organismo electoral en autónomo e independiente. Se aumentó el número de consejeros ciudadanos a nueve, los que a partir de entonces se denominarían consejeros electorales pero que tendrán las mismas funciones que sus antecesores: servir a los intereses de los partidos de la burguesía que los proponen, es decir, se legalizó lo que acordaron antidemocráticamente, es decir, al margen del Congreso y de los demás partidos políticos, para las elecciones de 1994, los tres partidos de la burguesía (pri, pan y prd), que se encargaron de imponer en la dirección del Consejo General del Instituto Federal Electoral a elementos de derecha que compartían con ellos su concepción neoliberal de la política electoral elitista y excluyente. Las medidas que pudieran considerarse positivas, como la elección del jefe de gobierno y de los representantes a la Asamblea Legislativa para el Distrito Federal, la desaparición del financiamiento anónimo, y la ampliación de tiempos en la televisión para los partidos políticos, perderían su impacto favora43
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ble al no modificarse de esencia el proyecto electoral neoliberal. El mantener las condiciones desiguales para la competencia electoral —dándoles más a los que más tienen— garantiza que los partidos de la burguesía continúen participando con todas las ventajas: establecen las reglas; controlan los organismos electorales; y, cuentan con los recursos económicos suficientes para realizar campañas a través de los medios de comunicación, al estilo de los Estados Unidos, donde los programas y plataformas electorales no cuentan, sino que los candidatos son promocionados publicitariamente como si fueran una más de las mercancías que en las sociedades de "economía de mercado" se promueven profusamente, como quedó constatado en los procesos electorales de 2000 y 2006. Es evidente, por todas esas decisiones, que la tendencia predominante en este campo es la del proyecto neoliberal. Así como el liberalismo económico —la política del dejar hacer y dejar pasar— de la etapa inicial del capitalismo, aplicada a la economía en la etapa de los monopolios, significa favorecer a éstos; de la misma manera, la tendencia a dejar que los partidos compitan en supuesta igualdad de circunstancias, a partir de sus propios recursos —que mayoritariamente provienen de aportaciones de empresarios—, significa favorecer a los partidos de la burguesía, sobre todo a los representantes de los grupos que concentran el mayor poder económico. Lo "equitativo" de la competencia es sólo para los partidos burgueses, o al servicio de la burguesía, como se puede confirmar a través de los datos que el propio organismo electoral difunde en cada campaña política, tanto por lo que se refiere al monto de los recursos económicos con los que cuenta cada uno de los partidos, como por el acceso real de éstos a los medios de comunicación. Ello les permite que los partidos que compiten realmente por el gobierno sean aquéllos que cuentan con el visto bueno del imperio, porque les garantiza la estabilidad del régimen aún cuando se produzca lo que han dado en llamar "transición a la democracia", es decir, el cambio de partidos en el gobierno, sin que ello signifique un riesgo de cambio del proyecto económico ni del sistema social. Esta estrategia en materia política tiene como objetivo darle permanencia al proyecto económico que requiere de varios sexenios más para concluir el establecimiento de sus políticas y por ende, de la supeditación total de nuestra economía a la del capital financiero internacional, particularmente al norteamericano. La finalidad es establecer un sistema tripartidista, elitista y excluyente que le garantice al imperialismo que gane quien gane, el neoliberalismo seguirá presidiendo la política del país. 44
El saldo del proyecto neoliberal en materia político-electoral, también es sumamente negativo y en esencia consiste en: a) Entregar el control de los órganos electorales a supuestos representantes de la llamada sociedad civil y en la práctica, dejarlos en manos de representantes de la derecha, al servicio de los partidos de la burguesía. b) Utilizar cuantiosos recursos económicos y los medios de comunicación masiva, particularmente la televisión, para impulsar el tripartidismo. c) Al utilizar la mercadotecnia y la televisión como mecanismos para inducir el voto de millones de mexicanos y, por esa vía incidir de manera aplastante sobre los resultados electorales, despolitizar al pueblo, desculturizarlo desde el punto de vista político, haciendo que pierda la perspectiva de lo que son los intereses de las distintas clases sociales en pugna y los partidos políticos como instrumentos de lucha de las clases sociales. También que pierda de vista que la lucha electoral debiera ser en su esencia la confrontación de programas distintos, de proyectos de Nación. d) Privatizar la actividad política y marginar con ello a los partidos que no comparten el proyecto neoliberal, particularmente a los que, como el Partido Popular Socialista de México (ppsdem), basan su acción en la filosofía de la clase obrera y se proponen un proyecto que vaya creando las condiciones que permitan avanzar hacia la sustitución del capitalismo por el socialismo. e) Restarle eficacia y posibilidades a la lucha en el frente electoral para un partido como el (ppsdem), no sólo como mecanismo de la lucha de clases por el Poder, sino también como escuela de masas, que en otro tiempo y en distintas circunstancias tuvo. f) Entronizar en México, igual que en otros muchos países, la época del oportunismo político exacerbado. Esto obedece al hecho de que los partidos con derechos y posibilidades electorales no disputan el poder, sino sólo la administración, porque pertenecen o sirven a diferentes sectores pero de una sola clase social, la burguesía. Por esto, tampoco enarbolan principios, ni plantean ideas ni programas discrepantes a fondo, ni distintos proyectos de Nación. Todos se "disputan" el "centro", si acaso con matices, "centro-izquierda", "centro-derecha" y los hay que hasta se proclaman de "centro-centro" dentro de las posiciones políticas de la burguesía. Es decir, llevan la política electoral a una total despolitización y desideologización. Tales partidos, casi todos en el mundo occidental de nuestros días y, desde luego, también en México, se convierten más bien en grupos
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empresariales "de servicios" que ofrecen los suyos al poder económico centralizado mundial, que también se va convirtiendo en el poder político centralizado mundial. Los políticos profesionales, en esta época, en los hechos dejan de ser políticos y pasan a ser gerentes en busca de contratación por parte de ese mismo poder económico centralizado mundial. Por eso es que no tienen empacho en salir de un "partido" para irse a otro cuantas veces les parezca oportuno. Y les da igual servir al amo —el capital financiero internacional— desde la administración pública de un país, o desde el consejo de administración de uno o varios consorcios privados, lo que bien pueden ir alternando. g) Desprestigiar la política y los "partidos", ahora con justa razón, para alejar al pueblo y la clase trabajadora de la lucha de clases en el terreno político e ideológico, y si acaso se organiza y lucha esta se reduzca sólo al estrecho marco gremial, economicista.
B) La embestida contra los trabajadores Como ya lo hemos señalado, a partir del gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, se produjo un cambio radical. Se inició el proceso para aplicar el proyecto neoliberal dependiente, que ha consistido en sustituir el capitalismo de Estado, que en México constituyó un aspecto fundamental del proyecto para conquistar la independencia económica del país y elevar el bienestar de las masas populares, es decir, para desandar todo lo ganado en el terreno económico a través de varias décadas de luchas populares, de acciones del movimiento obrero y campesino y de actos progresistas de diversos gobiernos, aunque, sin un plan y sin la firmeza necesaria. Los gobiernos de Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), Vicente Fox Quezada (2000-2006) sólo fueron continuadores y profundizadores de este proyecto antipopular y antinacional, pues como el actual de Felipe Calderón Hinojosa (2006) no fueron capaces de elaborar ninguna tesis nueva que respalde sus acciones entreguistas y sumisas frente al imperialismo y contra los intereses populares y de la clase trabajadora, sino que las medidas que aplicaron y aplica el actual régimen fueron y son propias de una dictadura de tipo fascista. Ni la Ley Federal del Trabajo ni el artículo 123 constitucional han podido ser modificados hasta ahora, sin embargo, el gobierno federal, desde el gobierno de Miguel de la Madrid comenzó a modificar las formas de negociación salarial y de prestaciones con los trabajadores al servicio del Estado, establecidas en el apartado B del artículo 123 Constitucional. En primer
lugar, se suprimieron de los informes de gobierno del Presidente de la República el 1º de septiembre de cada año, los anuncios en cuanto a aumentos salariales y de mejora en las prestaciones de este sector de trabajadores, y se cancelaron por decreto las negociaciones bilaterales entre cada secretaría de Estado y su sindicato respectivo, para concentrarlas entre la entonces poderosa Secretaría de Programación y Presupuesto (spp), cuyo titular era nada menos que Carlos Salinas de Gortari y la sumisa y progobiernista Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (fstse). Lo que trajo como consecuencia la modificación de las Condiciones Generales de Trabajo, equivalentes al contrato colectivo de los trabajadores ubicados en el apartado A del artículo 123 constitucional, en sentido regresivo que sería largo enumerar. Después, en la administración de Salinas de Gortari se dieron dos hechos de particular importancia que repercutirían posteriormente en los intereses de otros sindicatos, a pretexto de combatir los cacicazgos: en el de petroleros y en de los trabajadores de la educación, que en realidad eran revanchismos contra sus dirigentes que a pesar de toda la corrupción y antidemocracia que habían impuesto en sus respectivas organizaciones sindicales obtuvieron mejoras importantes en materia salarial y de prestaciones, pero que al menos de palabra, en el caso de la dirigencia del Sindicato Revolucionario de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (stprm), del que posteriormente la dirigencia impuesta eliminaría de sus siglas el término “Revolucionario”, había manifestado su oposición a la candidatura a la presidencia de la república de Carlos Salinas de Gortari y en el del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (snte) su oposición a cualquier modificación al artículo 3º constitucional. Lo que les costó su caída por medios arbitrarios y de corte fascista, para imponer nuevos cacicazgos: el de Carlos Romero Deschamps y el de Elba Esther Gordillo Morales; respectivamente, pero ahora al servicio de los neoliberales. Por lo que se refiere al desempeño de las autoridades laborales para obligar a los patrones y al Estado a respetar y a cumplir con lo establecido en la legislación, por el contrario, no sólo han permitido la violación permanente y sistemática de los derechos laborales sino que se han puesto del lado de los patrones, es decir, de parte del capital nacional y extranjero. El propio Estado que de acuerdo con el artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo, está obligado a tutelar a la parte económicamente débil, a los trabajadores frente a los patrones, se ha puesto del lado de estos últimos, y es el primero en violentar la autonomía de las organizaciones sindicales, y hacer uso de la fuerza pública contra las organizaciones sindicales que no se someten a ésta política. 45
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Las juntas Local y Federal de Conciliación y Arbitraje, de poco sirven a los trabajadores, el número de juicios que atienden ha crecido en grandes proporciones, no así la capacidad para resolverlos, provocando que la justicia sea cada vez más lenta e ineficiente. En ambas se reproducen muchos de los vicios relacionados con registros sindicales, tomas de nota y titularidades en un escenario caracterizado por los contratos de protección patronal. Así como las dificultades para desahogar los juicios de titularidad contractual. A partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, se ha pretextado que a fin de crear condiciones favorables para atraer inversiones, sobre todo del capital extranjero, se hace necesario imponer a la clase trabajadora la llamada “flexibilización laboral”, para “elevar la productividad” dictada por organizaciones financieras transnacionales como el Fondo Monetario Internacional (fmi), Banco Mundial, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde), etc., que por otra parte ha venido siendo impuesta a los trabajadores por la vía de los hechos sobre la base de la complicidad entre los gobiernos neoliberales y los capitalistas nacionales y extranjeros, a lo largo de los últimos 28 años. Es decir, pretenden además de legalizar la tramposa subcontratación de terceros o tercerización (outsourcing) y los contratos de protección y lo que ahora son violaciones a los derechos de sindicalización, de huelga, contratación colectiva, estabilidad en el empleo, la desaparición del salario mínimo, jornada de ocho horas, seguridad social, vivienda, reparto de utilidades, pensiones, jubilación, vacaciones, aguinaldos, liquidaciones, licencias de maternidad, recesos para lactancia, atención médica, guarderías, indemnizaciones por riesgos de trabajo y enfermedades profesionales, etc., agregar otras disposiciones que nulifiquen cualquier posibilidad de defensa legal, como clase trabajadora. En otras palabras, con esta contrarreforma a la Ley Federal del Trabajo pretenden llevar a los trabajadores a las condiciones laborales y sociales que existían durante la dictadura de Porfirio Díaz. En efecto, toda esta política neoliberal subordinada a los dictados del fmi, bm, ocde, ha generado una distribución cada vez más desigual de la riqueza concentrándola en unas cuantas manos y a esto se suma la pérdida del poder adquisitivo en estos últimos cinco lustros en un 85%, la mutilación de todos los contratos colectivos de los trabajadores de empresas privadas y de las que antes eran empresas del Estado, así como de las instituciones de Educación media superior y superior. Se han modificado los sistemas de pensiones tanto de los trabajadores afiliados al Instituto Mexicano del Seguro Social (imss) como del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores 46
del Estado (issste). Sistemas en los que los fondos irán a parar a las llamadas Administradoras de Fondos para el Retiro (Afores), propiedad de la banca en manos extranjeras, además las modificaciones al marco legal de los sistemas de pensiones obligarán a los trabajadores a cotizar más, a recibir menos y a trabajar más años. No conforme con esto el actual, gobierno de Felipe Calderón en complicidad con la dirigencia nacional del snte, ha tratado de imponer otras medidas que lesionan derechos sociales y laborales como es el caso de la Alianza por la Calidad de la Educación (ace), que atenta contra el derecho constitucional de los mexicanos a la educación y pretende imponer la “flexibilización laboral” a los trabajadores de la educación, cancelando de tajo los derechos establecidos hasta ahora en la legislación laboral. Cabe resaltar dos casos en que el Estado ha utilizado toda su fuerza contra dos organizaciones sindicales, una en contubernio con los empresarios, como es el caso de la persecución de tipo fascista contra la dirigencia nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (sntmmysrm) por el sólo hecho de exigir el cumplimiento de su Contrato Colectivo en materia de seguridad e higiene a los empresarios mineros nacionales y extranjeros, que ha causado el exilio de su Secretario General y la cárcel a otros dirigentes nacionales. Y la otra medida fascista, en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) cuyos miembros laboraban para la empresa estatal Luz y Fuerza del Centro (lyfc) y que mediante un decreto, anticonstitucional y pasando por encima de la legislación laboral liquidó la empresa y dio por finiquitadas las relaciones laborales con más de 44 mil trabajadores, de un día para otro. Toda esta política laboral de los gobiernos neoliberales y de derecha se ha aplicado, aun con la existencia de una legislación laboral de carácter tutelar, avanzada para un país capitalista subdesarrollado como el nuestro, por lo que no es difícil imaginar lo que les espera a los trabajadores mexicanos en caso de que ésta se reforme de acuerdo con los dictados del FMI, BM y ocde, puesto que es una necesidad del capital, que haya consonancia entre los cambios operados en la estructura económica con la superestructura jurídica.
conclusiones 1. Lo que caracteriza al mundo de hoy no son los cambios tecnológicos, ya que éstos son permanentes, sino la forma de producción, comercialización, financiamiento y comunicaciones que se han convertido en procesos que rebasan los marcos nacionales y que por ello se definen como globales.
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2. La globalización no debe entendérsele de manera superficial sino que debe siempre vincularse a los procesos de dominación y apropiación. La globalización en esta etapa pone énfasis en la dominación y la explotación de los Estados menos desarrollados y de las clases trabajadoras. 3. Los cambios en la producción han ocasionado la precarización del empleo en todo el mundo, la cual se expresa con: desempleo; pérdida del poder adquisitivo del salario; disgregación de los trabajadores; desregulación de las condiciones de protección de los trabajadores y desarticulación de la organización laboral dentro y fuera del proceso de trabajo, entre otros. 4. La integración cae también bajo la acción de la ley del desigual desarrollo económico y político de los diversos países y por ello en los procesos integracionistas se generan desigualdades y políticas de subordinación. 5. La estrategia del neoliberalismo aplicada dentro de las potencias capitalistas y la impuesta a los países en desarrollo como el nuestro, no es igual. 6. Los cambios ocurridos en el mundo, la política impulsada por el imperialismo para someter aún más a los países dependientes como el nuestro y el propio desarrollo de la sociedad mexicana, fueron creando las condiciones para que se produjera un cambio brusco en la política económica del país. 7. Con el objeto de darle permanencia al neoliberalismo durante el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, se modificó el régimen jurídico, es decir, se inició el proceso de modificaciones a la Constitución. 8. Los cambios más profundos en la base económica y en la superestructura para paras del capitalismo de Estado al modelo de neoliberal de “economía de mercado” se dieron durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Los gobiernos de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón sólo han sido continuadores y profundizadores de este proyecto. 9. Los cambios en materia política tienen como objetivo darle permanencia al proyecto económico que requiere de varios sexenios más para concluir el establecimiento de sus políticas y por ende, de la supeditación total de nuestra economía a la del capital financiero internacional, particularmente al norteamericano. La finalidad es establecer un sistema
tripartidista, elitista y excluyente que le garantice al imperialismo que gane quien gane, el neoliberalismo y sobre todo el sistema capitalista dependiente seguirá presidiendo la política del país. 10. A partir del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, se ha pretextado que a fin de crear condiciones favorables para atraer inversiones, sobre todo del capital extranjero, se hace necesario imponer a la clase trabajadora la llamada “flexibilización laboral”, para “elevar la productividad” dictada por organizaciones financieras transnacionales como el Fondo Monetario Internacional (fmi), Banco Mundial, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde). 11. Con la contrarreforma laboral neoliberal, de permitir su aprobación, pretenden además de legalizar todas las violaciones a los derechos laborales y sociales de los trabajadores, establecer otras disposiciones a fin de hacer nugatoria la defensa legal de los mismos.
Notas •
XV Congreso. Partido Popular Socialista, Documentos y Resoluciones. 1991
•
A cumplir el mandato del XV Congreso, 104 Pleno del Comité Central. La Dirección Nacional del Comité Central. Secretaría de Educación Política. Febrero de 1993.
•
Informe de la Dirección Nacional al 113 Pleno del Comité Central del Partido Popular Socialista. 16—19 de marzo 1995. México. Ediciones del la Dirección Nacional del Comité Central.
•
XIX Congreso. Partido Popular Socialista de México, Documentos: textos íntegros. Revista Teoría y Práctica. Órgano de Teoría y Política del Comité Central del Partido Popular Socialista de México. Año III No. 10 Julio de 2003
•
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
•
Fundamentos de la ideología de la Revolución Cubana Tomo 2 Colectivo de autores. Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 2002.
•
Cuba: socialismo en la globalización. José Bell Lara. (Profesor del Programa FLACSO Cuba—Universidad de La Habana).
•
Manifiesto del Partido Comunista. Marx—Engels. Clásicos del Marxismo—Leninismo 1. Ediciones de la Dirección Nacional del Comité Central del Partido Popular Socialista. Secretaría de Educación Política,. Editorial Combatiente, S. A. de C.V. México 1981
Publicaciones periódicas consultadas: http://www.jornada.unam.mx http://www.rebelion.org/
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México, 2010: reflexiones sobre la revolución que necesitamos1 y cómo desencadenarla2 Cuauhtémoc Amezcua Dromundo/ Dolores del Carmen Chinas Salazar
comentarios iniciales uestro proceso revolucionario en su esencia es N el mismo desde que en 1810 el grito enérgico de Hidalgo desatara el incendio colosal que dejó al vínculo de la entonces Nueva España con la metrópoli española, en un montón de cenizas. Es el mismo que en 1860, en su etapa encabezada por Benito Juárez, declaró válida la libertad de cultos como una de las Leyes de Reforma, conjunto jurídicoconstitucional con el que nuestro pueblo, victorioso, destruyó la calidad de la Iglesia católica de principal usufructuaria de un modo de producción, entre esclavista y feudal, que mantuvo a las masas en la miseria y les negó sus derechos, durante siglos. Es el mismo proceso que en el movimiento revolucionario de 1910 reestallara con la furia incontenible del pueblo oprimido y explotado, que empuñara las numerosas demandas que no fueron satisfechas hace doscientos años ni hace ciento cincuenta, y añadiendo las nuevas exigencias propias de esa época nueva también; porque así ha sido a lo largo de la lucha histórica del pueblo de México y los de América Latina, en cada etapa se ha avanzado hasta donde la correlación de fuerzas lo ha permitido, y en la siguiente, se ha retomado lo que quedó pendiente y se han incorporado nuevos objetivos, más avanzados. Así se puede enunciar el aporte trascendental de Lombardo a la concepción materialista de la historia formulada por Marx y Engels, herramienta valiosa para desentrañar los grandes problemas de la revolución hoy, en el siglo xxi, en México y América Latina. En efecto, de acuerdo con Lombardo, el proceso revolucionario de México, como el de América Latina en general, es único con capítulos dialécticamente vinculados; es un secular combate entre la revolución y la contrarrevolución. Sin embargo, en cada fase adquiere rasgos propios y enfrenta problemas específicos que han de ser examinados y resueltos dentro de esa misma etapa por los pensadores revolucionarios, para que alumbren el campo de batalla y enrumben a la victoria. Éstos, en su tarea, han de recurrir a la experiencia nacional y universal acumulada, pero nada pueden copiar ni trasladar de manera mecánica, por-
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que la historia jamás se repite en condiciones idénticas. De esta manera es como se van construyendo el pensamiento revolucionario y la teoría revolucionaria, en interacción permanente con la práctica revolucionaria y en medio del fragor de la lucha de clases. Formularemos enseguida algunas reflexiones sobre la nueva revolución que necesitamos, a la que se refirió Lombardo, y de la que dijo que sería “la cuarta etapa de la revolución ininterrumpida de nuestra historia, después de las etapas de la Independencia, de la Reforma y de la lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz” . Este trabajo da seguimiento, por tanto, al publicado en el número uno de esta misma revista con el título de “La aportación de Lombardo a la concepción materialista de la historia”, retoma y abunda en algunos de los asuntos ahí planteados y aborda otros en la misma línea del examen de los problemas de la actualidad y la perspectiva revolucionaria de México hoy en el contexto de América Latina; utilizando los poderosos instrumentos de análisis que nos proveyeron Marx, Engels, Lenin, Lombardo y otros grandes pensadores al servicio de nuestra clase social. 1. ¿de qué tipo son las revoluciones de américa latina hoy? ¿de qué tipo, la revolución que objetivamente ha madurado y urge desatar en méxico?
Definir el carácter de las revoluciones de hoy, del siglo xxi, en América Latina, no es una cuestión menor, sino de importancia en el proceso de elaboración de una teoría revolucionaria acertada en nuestros días, pues se trata de una categoría que se vincula con otras que también resulta indispensable definir, como los objetivos inmediatos y ulteriores de la revolución y el tipo de régimen político, económico y social que debe surgir al final del proceso y durante su transición; las condiciones de carácter objetivo y subjetivo para el estallido y la victoria del proceso; la vía idónea para la revolución; la composición del sujeto revolucionario desde el punto de vista clasista, sus contradicciones, cuando es plural, y las formas de dirimirlas; la constitución embrionaria de dicho sujeto y los requisitos para su maduración, y otros más.
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Veamos entonces qué revoluciones son las de hoy: ¿Son revoluciones democrático-burguesas semejantes a las de los siglos xviii y xix en Europa? ¿Son revoluciones socialistas, como la soviética de 1917? ¿Son revoluciones hacia un socialismo distinto y distante de los antecedentes históricos, al que deba llamarse “socialismo del siglo xxi”? Si así fuera, ¿qué rasgos esenciales tendría ese novedoso socialismo, distinto al de Marx, Engels y Lenin? ¿O es erróneo considerar las que se están dando en Venezuela y Bolivia, en general en los países del alba, y las que se gestan en otros de América Latina, como revoluciones, en términos rigurosos? Analicemos: con el pensamiento marxista definimos una revolución como “un movimiento popular que arroja del poder a la clase social que lo detenta, para reemplazarla por otra clase social distinta y más progresista”, en palabras de Lombardo. Otros rasgos esenciales del concepto nos aclaran que una revolución es un cambio cualitativo, esto es, profundo, no superficial, de raíz; que es un cambio súbito, es decir, fulminante, no gradual; también que implica una necesaria carga de violencia, puesto que se trata de una ruptura brusca, una ola gigantesca que arrasa con prácticas sociales, formas e instituciones económicas, políticas y culturales, y las sustituye por otras, distintas y superiores. Los cambios revolucionarios históricos son los ejemplos clásicos: el paso de la comunidad primitiva al esclavismo; el paso de la esclavitud al feudalismo; el paso del feudalismo al sistema capitalista; el paso del capitalismo al sistema socialista. Pero alcanzan el nivel de revoluciones también las de otra etapa de la historia, las de liberación nacional que tienen como objetivos la conquista de la independencia plena, el rescate de la autodeterminación y la soberanía popular y que implican sustituir a una clase social dominante —una burguesía u oligarquía— instrumento a través del cual el imperialismo ejerce su dominio y saqueo, por un conjunto social de diferente composición clasista, más progresista. Son cambios cualitativos y súbitos —en términos históricos— y transforman de raíz las prácticas sociales, formas e instituciones económicas, políticas y culturales. Las que se están dando hoy en nuestra región y se proponen lograr lo que no se alcanzó en las luchas de hace doscientos años, la independencia cabal, económica y política de nuestros países, ahora con respecto del imperialismo —ya no con relación a las potencias colonialistas europeas como España y Portugal— corresponden a esta categoría sin lugar a dudas, son revoluciones de liberación nacional en los términos rigurosos del pensamiento marxista puesto que reúnen todas sus características. También podría decirse, y se ha dicho, que se trata de revoluciones democrático-burguesas, dado que
tienden a resolver problemas como el de la reforma agraria y la revolución industrial, que corresponden a esa etapa de la ruptura con el modo de producción feudal y su superación, mismos que en nuestra región, en general, no fueron resueltos antes o no lo fueron de manera definitiva, a diferencia de lo ocurrido en Europa y la América sajona del norte. Sin embargo, esta denominación, sin ser incorrecta, es insuficiente pues no considera un elemento fundamental: el carácter antiimperialista de estas revoluciones, que tienen la tarea insoslayable de destruir la principal contradicción que traba el desarrollo de las fuerzas productivas en nuestro caso, misma que radica en las relaciones de subordinación que impone el propio imperialismo. La deficiencia se corrige si se les comprende como revoluciones democrático-burguesas y antimperialistas o, como ya se dijo de liberación nacional. Por supuesto que, por razones cronológicas, se puede añadir que las nuestras hoy son revoluciones del siglo xxi, puesto que se están dando en este y no en el xviii ni el xix. Por esto mismo, nuestras revoluciones se perfilan históricamente con rumbo al socialismo como una aspiración justa y un destino final, porque el capitalismo hoy es un sistema senil y carente de perspectiva, de manera que un proyecto de liberación nacional sólo puede alcanzar su objetivo si de manera oportuna da el salto a la fase siguiente y se convierte en una revolución socialista, como lo planteó Lombardo, a quien bien se puede considerar como uno de los principales teóricos de la revolución del siglo xxi: En nuestra época una revolución verdadera, es decir, una que cambia el poder público de una clase social a otra más avanzada, no ha de seguir inevitablemente las etapas que recorrieron los pueblos de Europa, por ejemplo, que lucharon contra el feudalismo, establecieron los estados modernos, dieron el poder a la burguesía, desarrollaron el capitalismo y, finalmente, como ocurrió en Rusia en 1917 y en los países centrales y surorientales de Europa en 1945, construyeron el socialismo [...] Los pueblos que se encuentran en estadios de desarrollo incipiente no pueden tener como modelo o estímulo ni el capitalismo ni su fase final —el imperialismo— porque han visto sus consecuencias y han sufrido su intervención en los asuntos internos de su país. Siguiendo esa misma línea de pensamiento, el PPS de México ha dicho que en esta etapa para los países de América Latina se abre y se ensancha una etapa favorable para las luchas hacia la liberación nacional, batallas que no pueden concebirse con la perspectiva de que concluyan en sociedades capitalistas independientes, porque en la actual etapa de plena decadencia del sistema social de la propiedad privada de los medios de producción y cambio esa vía histórica se ha 49
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cerrado, por lo que las luchas liberadoras de la región tendrán que conducir a variadas formas de transición hacia sociedades socialistas, en el entendido de que por sociedades socialistas sólo pueden concebirse aquéllas en las que desaparezcan las contradicciones congénitas del capitalismo y sus rasgos medulares: la producción social colectiva y la apropiación privada individual; la propiedad privada de los medios de producción y cambio, y el papel hegemónico y dominante de la burguesía y de la oligarquía, que incluso deben desaparecer como clases sociales. Ahora bien, los autores de este trabajo sustentamos que afirmar que en América Latina se está desarrollando hoy un “socialismo del siglo xxi”, planteamiento que se puso de moda, es inexacto desde el punto de vista del pensamiento marxista; pero en cambio es plenamente válido si se entiende como una aspiración, un objetivo a alcanzar en su momento, como resultado de la lucha de las fuerzas más avanzadas de entre las que hacen la revolución de liberación nacional, en primer lugar la clase obrera y su partido. Por hoy sólo una revolución de liberación nacional de nuestra región ha pasado ya al otro nivel cualitativamente superior y ha emprendido la enorme y compleja tarea de la construcción de una sociedad socialista, y la ha mantenido después del cambio colosal en la correlación mundial de fuerzas que se dio con la desaparición de la Unión Soviética; nos referimos naturalmente a la gloriosa revolución cubana, que es y ha sido paradigma de la vigencia del ideal socialista aún en las condiciones más adversas, las que ha enfrentado Cuba no podrían haber sido peores. La de Cuba pasó a ser una revolución socialista porque ya había creado las bases para dar ese paso y no de una manera voluntarista, según lo explicó Lombardo en 1961: En los dos años que tiene de esfuerzo constructivo, la revolución cubana logró sus primeros objetivos; pero por su propia dinámica ha continuado adelante [...] pasó de ser una revolución popular, democrática, agraria y antiimperialista, a una revolución de tipo nuevo que rebasa el marco de las revoluciones democrático-burguesas de los países coloniales y semicoloniales del pasado. Expropió todas las propiedades extranjeras, norteamericanas casi en su totalidad. Repartió la tierra laborable del país entre las grandes masas rurales. Ha empezado a utilizar las riquezas de su territorio para construir su industria propia, sin dependencia del extranjero. Ha diversificado la agricultura. Ha orientado la economía nacional al servicio del pueblo. Ha cambiado [...] las relaciones de producción económica, del provecho para una minoría extrajera y nacional, al beneficio de la sociedad cubana [...] Estas son las bases que permiten afirmar que la revolución cubana camina hacia el socialismo. 50
El carácter socialista que asumiría desde entonces la revolución cubana, como lo recordamos, lo proclamó el compañero Fidel Castro el 16 de abril de 1961, cuando intervino en el sepelio de las víctimas del ataque a las bases aéreas cubanas en lo que fue el preludio de la invasión de Playa Girón por el ejército de mercenarios patrocinados por el gobierno yanqui. 2. la
revolución de liberación nacional en méxico y américa latina va rumbo a una democracia popular y al socialismo
Luego de tres décadas de la imposición del modelo neoliberal y en pleno apogeo de la crisis global generada por las políticas desastrosas de esa estrategia de dominación imperialista que ha conducido al mundo al mayor de los caos, agravando las contradicciones económicas y sociales a todos los niveles de manera escandalosa y llevado al planeta a su destrucción, las luchas que hoy libran los pueblos por superar el atraso y las condiciones de dominación neocolonial sólo pueden entenderse como procesos eminentemente antiimperialistas que alumbran la posibilidad del arribo a formas superiores de organización social. Efectivamente, en las condiciones actuales, donde el imperialismo, con todo su poderío económico, político y militar representa el obstáculo principal para el avance de los pueblos que luchan por vencer su atraso y lograr su plena autodeterminación, éstos, como lo dijera Lombardo, no pueden alcanzar su plena independencia y los objetivos democráticos y de justicia social siguiendo el camino que la democracia burguesa ha recorrido en su evolución. Como hemos dicho, esta posibilidad ha sido cancelada por la condición de las potencias capitalistas más importantes que llegaron a la fase del capitalismo monopolista concentrando de forma brutal el poder y llevando al estancamiento a ese sistema social. Esta nueva crisis del capitalismo mundial, acompañada hoy de crisis medio-ambientales, energéticas y alimentarias derivadas de privilegiar a toda costa los intereses del gran capital por encima de las necesidades humanas esenciales y de recuperación de la naturaleza, no tiene solución en el marco del esquema neoliberal de mercado y de opresión militar que son las únicas dos opciones que ofrece este sistema. Las guerras de agresión imperialista contra los pueblos de Palestina, Irak, Afganistán, Yemen, Saharaui y sus amenazas belicistas contra otras naciones como Irán, Corea, Cuba y Venezuela o el establecimiento de nuevas bases militares en América Latina confirman la naturaleza agresiva del mundo unipolar donde los intereses por el control de los energéticos y los recursos naturales en un nuevo reparto del mundo parecen no tener límites.
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Sin embargo, a pesar del agotamiento en todos los sentidos del modelo imperialista neoliberal y siendo evidente a vista de todos su fracaso, aún prevalece como política económica en el concierto internacional, acentuándose sus consecuencias dramáticas en los países con mayor subdesarrollo, como en nuestro subcontinente semicolonial, saqueado y empobrecido, como dolorosa continuidad de quinientos años de dominación extranjera: desde las metrópolis europeas, principalmente España y Portugal, hasta el destino manifiesto de los Estados Unidos y las nuevas estrategias de opresión tan agresivas como la guerra preventiva de George W. Bush, o de hipocresía neocolonial como la de Barack Obama. De esta suerte, los grandes movimientos sociales y populares de la última década en México y América Latina, han adquirido el carácter de ruptura frente al modelo, permitiendo el desarrollo de procesos de liberación nacional y en varios casos el arribo de gobiernos democráticos y populares, encabezados por representantes del campo revolucionario como Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia, y gobiernos progresistas en países como Ecuador, Nicaragua, Brasil, Argentina y Uruguay, que buscan soluciones para sus pueblos distintas a las políticas neoliberales dictadas por los instrumentos de dominación imperialista como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, sumando esfuerzos que, en su conjunto, representan una correlación de fuerzas de avanzada, contraria a posiciones profundamente reaccionarias como la de Uribe en Colombia, la de Calderón en México y la del recién electo Piñeira en Chile. En este marco, la Patria Grande se debate en la necesidad de arribar al fin a su segunda y definitiva independencia, que es la económica. Para México la lucha por su segunda y definitiva independencia nacional se encuentra hoy en un momento de amplia movilización popular, planteando alternativas nuevas frente al agotamiento de las anquilosadas formas impuestas por el capital transnacional y sus representantes locales. La conciencia de que en las condiciones actuales el pueblo mexicano no puede lograr sus objetivos democráticos y de justicia social bajo los lineamientos de la democracia burguesa tradicional se está generalizando. La idea de que sólo en un sistema democrático nuevo, de amplia base popular y de ruptura total del modelo neoliberal, para hacer avanzar a México mediante el uso cabal de su soberanía hacia un orden social sin explotadores, se está convirtiendo en convicción renovada del gran movimiento social que emerge combativo postulando la perspectiva de la democracia del pueblo, que significa la exclusión del poder público de los elementos ligados a las fuerzas reaccionarias, a los monopolios extranjeros y sus agentes; así como la conformación
de un gobierno popular integrado con auténticos representantes de la clase obrera, de los campesinos, de la intelectualidad avanzada, de la pequeña burguesía urbana y rural, de los sectores de la burguesía nacional opuesta al modelo de dominación imperialista, bajo la dirección de la clase obrera. De esta manera, México como América Latina en su conjunto, camina por la revolución de liberación nacional con rumbo a un régimen de democracia del pueblo y al socialismo.
¿existen las condiciones objetivas y subjetivas para que estalle una revolución victoriosa, en el caso de méxico? y en su caso, ¿sería una insurrección armada?
3.
Como sabemos, la teoría marxista nos dice que toda revolución exige dos tipos de condiciones: objetivas y las subjetivas. Las objetivas se dan cuando las contradicciones en el seno de la sociedad se agudizan de manera intensa. Más adelante hablaremos sobre las subjetivas. Si nos preguntamos, en nuestra sociedad ¿existen contradicciones y, en su caso, éstas se han agudizado de manera intensa? La respuesta es clara: sí existen contradicciones y se han venido agudizando cada vez más, sobre todo desde la implantación del neoliberalismo hace tres décadas. También se puede afirmar sin titubeos que las contradicciones entre unas y otras clases sociales están ya plenamente maduras. Por su parte, en los países capitalistas subordinados como México y los de América Latina, entre la amplia diversidad de sus contradicciones hay una fundamental que tiene un carácter múltiple y se da entre todo el conjunto de clases y sectores sociales que expolia el imperialismo, y el propio imperialismo; esta contradicción afecta las esferas de la política, la sociedad, y la cultura, entre otras, y desde luego la esfera de la economía. Esta contradicción, que es la principal, se ha agudizado de igual manera y también está madura a plenitud. De hecho, está madura desde hace décadas, si no fuera el caso, no hubiera estallado y triunfado la revolución cubana, hace ya medio siglo, ni hubieran estallado otras muchas en este mismo lapso, que han registrado mayor o menor grado de avance, dependiendo de factores concretos. Pero como dijimos, las contradicciones objetivas en toda la región, incluido México, alcanzaron todavía mayor intensidad con la fase neoliberal que se inició hace cosa de treinta años, y todavía la crisis cíclica del capitalismo que estalló apenas en 2008, vino a ser otro factor que ha contribuido a agudizar más lo que ya de por sí había alcanzado altos niveles hace tiempo. En nuestro caso, reiteramos por tanto que sí existen las condiciones objetivas que exigen el cambio revolucionario. 51
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Pero no basta: además de éstas deben existir también las condiciones subjetivas que consisten en dos aspectos: el desarrollo de la conciencia del sujeto revolucionario, y en su organización eficaz para la lucha por el poder. Ambos aspectos nos faltan todavía. En cuanto a la conciencia, el sujeto revolucionario, para serlo, requiere percibir que le es indispensable pasar de la esfera de la lucha social, por la solución de problemas concretos, a la lucha política, esto es, la lucha por el poder político, por desplazar del poder a la clase social que lo detenta y que en nuestro caso es una burguesía proimperialista, y tomarlo el propio sujeto colectivo en sus manos. Pero además de comprender esa cuestión de esencia, el sujeto colectivo requiere de organizarse de la manera adecuada para enfrentar y derrotar a la clase social dominante, en una lucha intensa que, incluso cuando se da por vías que genéricamente llamamos pacíficas en el sentido de que no se recurre a la insurrección armada, conlleva sin embargo un alto grado de violencia que generalmente impone la clase dominante, es la violencia de la contrarrevolución, y en América Latina hay numerosos ejemplos. Ahora bien, las condiciones subjetivas no se dan espontáneamente, a diferencia de las objetivas que son el resultado de la organización social injusta que existe en las sociedades divididas en clases, y que es más aguda en los países del capitalismo dependiente; las subjetivas, por su parte, sólo se dan como resultado del trabajo consciente encaminado a ese fin, por parte de quienes toman en sus manos la responsabilidad de desarrollarlas. Estas condiciones ya existen en Venezuela y Bolivia, por ejemplo, pero todavía no en México. Por eso nuestros hermanos de clase allá han avanzado, porque tienen la conciencia de que la lucha política por la toma del poder para echar a los neoliberales y a toda la clase social dominante, servil del imperialismo, es indispensable, y porque han ido construyendo los instrumentos organizativos eficaces para librar esa batalla, nosotros todavía no logramos el suficiente grado de desarrollo de dicha conciencia ni hemos construido las herramientas organizativas indispensables. Nos toca a los revolucionarios la tarea de construir una y otras para organizar la revolución, como lo proclamó Lenin. Ahora bien, como sabemos revolución no es sinónimo de insurrección armada. Ésta puede ser una forma de emprender la revolución, pero no es la única. Además, las insurrecciones armadas revolucionarias no siempre ni de manera necesaria son revolucionarias, a veces son lo contrario, declaradamente contrarrevolucionarias; otras veces también lo son aun habiendo sido convocadas con buenas intenciones, a causa de la ingenuidad o falta de claridad y pericia de quienes las lideran. 52
En el arsenal de los revolucionarios existen variadas formas de lucha, la armada, la de la huelga general, la de la movilización popular y la electoral, por ejemplo. Todas ellas son formas legítimas. Corresponde a la dirección revolucionaria elegir cuál de ellas o cuál combinación es la que más conviene al pueblo en cada momento y esto se debe hacer mediante el método marxista del análisis concreto del problema en su contexto concreto, lo que implica el lugar y el momento de que se trate y, desde luego, la correlación de fuerzas local y general en uno u otro escenario. La insurrección armada es anatematizada por la clase social dominante en los países capitalistas, y en nuestros días la ha querido convertir en lo mismo que el terrorismo, sin que exista parentesco real. Es desde luego una forma de lucha revolucionaria legítima, a la que el pueblo de México ha recurrido en momentos culminantes de nuestra historia, ya sea encabezado por Hidalgo y Morelos, por los héroes de La Reforma o por Villa y Zapata, entre otros, a quienes honramos como héroes. De hecho han recurrido a la lucha armada todos los pueblos del mundo. Sin embargo, como ya se dijo, no es la única forma de combate de los revolucionarios. En nuestro caso, en México hoy, no existen las condiciones para que una lucha por la vía armada pueda resultar victoriosa para la clase obrera y el pueblo y, al revés, existen indicios de que la burguesía subordinada dominante trata de provocar estallidos de violencia popular que le dé pretexto para desatar la represión generalizada y agudizar la selectiva, con el propósito de destruir los esfuerzos que vienen caminando hacia la construcción de las condiciones subjetivas para una lucha victoriosa. La vía de la movilización de las masas es por ahora la mejor, la que más avances permite en el proceso de elevar la conciencia popular sobre la verdadera naturaleza y dimensión de los problemas que enfrentamos y necesitamos resolver, y dar los pasos indispensables en el ámbito de la organización popular para la lucha. Aunque también conviene dejar muy en claro que la movilización popular por sí sola no produce ninguno de esos resultados, se necesitan otros esfuerzos adicionales. 4. ¿por qué hace falta construir al sujeto revolucionario en el caso de méxico? ¿quién constituye el sujeto revolucionario? si el sujeto es plural, ¿qué clase social dirige la lucha por la liberación nacional? ¿quién organiza y conduce la lucha revolucionaria por la liberación nacional?
Las transformaciones ocurridas en el mundo en las dos últimas décadas del siglo xx entre otros de sus
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efectos negativos en América Latina, los tuvieron en las organizaciones de carácter antiimperialista, democrático y popular, y desde luego en los partidos revolucionarios. Unas y otros sufrieron cuantiosos daños. En el caso de México, desapareció el viejo Partido Comunista, fundado en 1919, para dar lugar a un organismo afín a la social-democracia internacional, el Partido de la Revolución Democrática, prd, que igual que el pri es miembro de la Internacional Socialista. El prd sustenta un programa reformista y conformista que no propone el socialismo, ni siquiera cuestiona ni enfrenta al imperialismo ni propone luchar por romper la dependencia económica y política de nuestro país respecto del capital financiero y corporativo internacional. Organizaciones de la izquierda hubo que también desaparecieron o se fracturaron en varios fragmentos, por lo que la proverbial “división de la izquierda”, se expandió como nunca, hasta sumar decenas de partidos y agrupaciones hoy, en una franca pulverización. Nuestro propio partido, fundado en 1948 por Vicente Lombardo Toledano como Partido Popular, convertido en 1960 en Partido Popular Socialista y llamado hoy Partido Popular Socialista de México, también sufrió deserciones y fracturas. Incluso otros partidos que no eran de izquierda, pero esporádicamente asumían posturas antiimperialistas —como el PRI— respondiendo a las demandas de fuerzas más avanzadas y movimientos populares, dejaron de hacerlo y pasaron al bando de quienes justifican y acatan el consenso de Washington de manera sistemática. En resumen, hoy no existe ningún partido de izquierda ni agrupación popular que conjugue las características cuantitativas y cualitativas para responder por sí sola a los desafíos de la revolución de liberación nacional, desatarla, encabezarla y conducirla a la victoria. Tampoco existe un conjunto de agrupaciones que de manera real representen a diversos sectores de las fuerzas populares y que pudieran concertar sus acciones en torno a un programa de lucha antiimperialista, como las hubo en el pasado. Por otra parte, es claro que sin la organización adecuada —que es parte esencial de las condiciones subjetivas— tal revolución victoriosa de liberación nacional, para la cual, como dijimos, las condiciones objetivas están maduras, no sería posible. Hace falta construir lo uno y lo otro, el núcleo clasista que haga las veces de Estado mayor de la lucha, y el conjunto pluriclasista para ese combate y es urgente hacerlo. Este tema lo desarrollaremos en una colaboración posterior a publicarse en el número tres de Teoría y Práctica. Por lo pronto, aclararemos que para todo lo dicho, hay que aprovechar la experiencia histórica acumula-
da por el movimiento revolucionario del mundo, la de nuestros propios pueblos latinoamericanos y en concreto la del pueblo mexicano. Ahora bien, sobre la naturaleza del sujeto revolucionario, en todos los casos es colectivo y clasista y está constituido por la clase social revolucionaria de cada fase de la historia: los esclavos, en su momento, para derrocar al régimen esclavista; la burguesía, en su etapa, para destruir el régimen feudal; la clase obrera, en su otra fase, aliada al campesinado pobre para realizar la revolución socialista. En el caso de las revoluciones de liberación nacional, el sujeto es complejo; es un sujeto clasista plural que comprende al proletariado en su sentido amplio, al campesinado, a algunos sectores de la burguesía, sobre todo la burguesía pequeña y la mediana, pero a veces hasta a algunas fracciones o elementos de la gran burguesía y hasta individuos de la oligarquía, y a diversos sectores medios de la población. Es decir, comprende a todas las clases y franjas de la población a las que el imperialismo daña con sus acciones violentamente depredadoras, y las convierte en sus víctimas. No puede ser un sujeto monoclasista, porque en las condiciones de una sociedad capitalista dependiente ninguna clase social sola tiene el nivel de desarrollo suficiente como para que pueda acumular la fuerza que hace falta para derrotar al imperialismo, todavía poderoso a pesar de la crisis avanzada del sistema capitalista. Ahora bien, si el sujeto revolucionario para la liberación nacional es complejo y comprende clases sociales distintas y hasta históricamente antagónicas, ¿qué clase dirige la lucha, el proletariado o la burguesía? ¿Cómo y cuándo dirimen sus contradicciones? ¿Quién gana y quién pierde? ¿Qué relación existe entre la revolución de liberación nacional y la revolución socialista? Como ya dijimos, de acuerdo con la teoría marxista, en los países del capitalismo dependiente, dado el incipiente grado de desarrollo de sus fuerzas productivas, la clase obrera no desenvuelve todo su potencial y eso limita sus posibilidades de emprender revoluciones por sí sola o con la alianza del campesinado pobre, que serían revoluciones socialistas. En las sociedades de este tipo no se ha desarrollado la base económica capitalista que las sustente . Adicionalmente, en estas sociedades la contradicción principal, económica y clasista, se da entre la nación en su conjunto y el imperialismo. Por todas esas razones, para los países como los nuestros, la revolución socialista toma inicialmente la forma de revolución de liberación nacional. Luego, ya alcanzado el objetivo de derrotar a la clase social dominante, sea una oligarquía terrateniente y/o mercantil o una fracción de la burguesía, pero en todos los casos, una clase aliada al imperialismo en 53
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grado de supeditación, viene la etapa en la que, quienes fueron aliados en la lucha de liberación nacional tienen que dirimir el camino y los objetivos ulteriores de la revolución: qué tipo de régimen se habrá de construir desde el punto de vista económico y social; qué tan profundas o superficiales habrán de ser las transformaciones que se realicen, en fin, cuáles intereses de clase serán los que predominen, los intereses de la burguesía y la pequeña burguesía no subordinada al imperialismo o los del proletariado, cada una con sus respectivos aliados. Esta lucha se ha dado en todos los casos cuando triunfan este tipo de revoluciones, pues los fragmentos de la burguesía que participaron en la lucha liberadora se oponen a que se avance más allá de los límites de una sociedad burguesa, en tanto que el proletariado lucha por llevar la revolución más adelante y que se convierta en revolución socialista; así aconteció en el caso de la revolución cubana, donde esta lucha se dio de manera muy intensa a partir del 1 de enero de 1959, fecha de la victoria de la Revolución, hasta el año de 1961 cuando, el 16 de abril, el compañero Fidel proclamó el carácter socialista que en adelante tendría el proceso revolucionario. En el caso de Cuba, una fecha muy relevante dentro de esta lucha es la del 6 de agosto de 1960, cuando, en un acto multitudinario en el Estadio Latinoamericano, el compañero Fidel proclamó la nacionalización de 26 grandes empresas norteamericanas, como azucareras, telefónicas, eléctricas y petroleras, acción con la que la revolución cubana culminó su proceso de liberación económica y, por tanto, política, pasando de manera legítima a la calidad que todavía hoy sustenta, de primer y único territorio libre de América, único, por tanto, en el que su pueblo está ya en condiciones de ejercer el derecho de autodeterminación, es decir la soberanía popular, de manera cabal. Así está pasando también en Venezuela, Bolivia y Ecuador. En estos tres países los procesos de nacionalización de los capitales extranjeros han avanzado, con los tropiezos de una lucha que es complicada y, como ya dijimos, con altas dosis de violencia ejercida por la contrarrevolución interna y por el imperialismo que tratan de frenar el avance liberador por todos los medios a su alcance. Hasta hoy, en ninguno de ellos se ha conseguido la cabal recuperación para la nación de sus riquezas y con ello su plena independencia, por lo que se trata de revoluciones de liberación nacional que están en proceso de desarrollo hacia su segunda y definitiva independencia. En ninguno de estos países se ha conseguido todavía, por tanto, la plena independencia política. El sujeto revolucionario, en los tres casos, ya ha tomado el gobierno en sus manos y lucha por lograr la toma del poder económico y político, y por el objetivo 54
de expulsar del mismo a la oligarquía proimperialista, pero no ha consumado esta etapa. En esos países se ha tenido que emprender la formulación de nuevas Constituciones, porque las que tenían eran instrumentos jurídicos muy atrasados, de la etapa precapitalista, que servían adecuadamente a la vieja clase dominante —oligarquías— y a la supeditación del país al imperialismo. Al llegar al gobierno un bloque social distinto y con un proyecto radicalmente diferente, el de la liberación nacional, esos instrumentos resultaban inútiles y estorbosos para el desarrollo de un proceso de liberación; incluso resultaba imposible la coexistencia de los nuevos gobiernos con esa legislación, porque con ella, la clase social que perdió el gobierno pero seguía presente y actuando en la arena nacional —y lo sigue haciendo hoy mismo— frenaba todos los actos de gobierno de carácter antiimperialista y popular, e incluso intentaba derribar a los gobiernos. En todos los casos mencionados el tema del socialismo ya se ventila en el debate público, aunque todavía de manera incipiente y con altos grados de confusión; pero la lucha por el verdadero rumbo de la revolución se da también, y sobre todo, en otros niveles de la lucha de clases, por ejemplo, en el combate por la acumulación de fuerza que incida en su correlación definitiva en los momentos cruciales. Porque, para plantear las cosas con mayor precisión, hay que decir que la batalla por la profundidad y el rumbo de la revolución, si bien pasa a una fase franca e intensa luego de la derrota y su expulsión del poder de la clase títere del imperialismo, de hecho empieza a librarse desde mucho antes, en la forma de lucha por la dirección ideológica y política de la revolución. Por eso, desde un principio el proletariado tiene que plantearse el propósito de disputar y asumir la dirección del proceso revolucionario, marcar el rumbo y tomar la iniciativa de las acciones, y no dejarlo en manos de la burguesía por avanzada que pudiera ser en algún caso concreto, mucho menos de una oligarquía que siempre es una clase social más atrasada. Además también, entre otras razones, porque la burguesía –y con más razón la oligarquíacomo clase social es débil, vacilante frente al enemigo imperialista y por eso mismo es capaz de hacerle concesiones de todo tipo, con lo que pone en riesgo de desviación y hasta de cancelación al proceso, si la conducción queda en sus manos. Por todo lo dicho, el proletariado debe formular y precisar su concepción estratégica hacia la liberación nacional, debe enarbolar su programa, librar la lucha de las ideas, y dedicar un esfuerzo enérgico y constante hacia su propio fortalecimiento en el proceso de acumulación de fuerza en lo cuantitativo y en lo cualitativo.
Segundo trimestre de 2010
En síntesis, en el seno del bloque político y social plural, sujeto de la revolución de liberación nacional, se expresa la ley dialéctica de unidad y lucha de contrarios; el proletariado debe tener consciencia de esta realidad y, dentro de ella, con el tacto y la habilidad necesaria, debe asumir la dirección ideológica y política de la lucha en todo momento.
los embriones del sujeto revolucionario en el caso de méxico. la fase cuantitativa y la cualitativa de la acumulación de fuerza
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¿Dónde están los embriones del sujeto revolucionario en el caso de México? En todas partes donde un grupo de mexicanos resiste y lucha contra el neoliberalismo y contra el estado de cosas imperante. En los trabajadores electricistas; en los mineros; en los trabajadores de la educación; en los campesinos; en los estudiantes; en los comuneros de numerosas etnias y en los ejidatarios a los que pretenden despojar de la tierra que trabajan, ya sea para construir un aeropuerto, una presa, una refinería, una obra pública o simplemente para que se la apropie un capitalista, muchas veces uno extranjero. En las varias organizaciones y grupos que han ido conformando frentes y movimientos de lucha en diversos estados y variadas regiones del país. En el medio centenar que constituyeron el Movimiento de Liberación Nacional, en los cientos de agrupaciones que dieron vida a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca; en las que han concurrido a los trabajos del Diálogo Nacional por un nuevo Proyecto de Nación, que han sido también centenares. En las que conformaron la Asamblea Nacional de la Resistencia Popular y, más recientemente, en las muy numerosas que integraron la reunión preparatoria del Congreso Social hacia un Nuevo Constituyente. En las que, sólidamente unidas, forman el Frente Social por la Soberanía Popular, y en tantos otros frentes nacionales, regionales, estatales y locales. Allí están los embriones del gran bloque político y social, el sujeto revolucionario para la liberación nacional. Pero son sólo eso, embriones; no son todavía el sujeto revolucionario porque sólo están por ahora, en la mayoría de los casos, en el terreno de la lucha por reivindicaciones económicas y sociales concretas; porque no han pasado a la lucha política por el poder, pues todavía no conciben que esto es indispensable para resolver a fondo sus problemas. ¿Cómo pueden avanzar esos embriones y transformarse a la calidad superior de sujeto de la revolución de liberación nacional? Lo hacen en la medida en que se dan cuenta de que aislados de otros grupos sociales que también están luchando, pocas posibilidades tienen de resolver su problema específico y, por tanto,
resuelven tomarse de la mano con otras luchas, con otras resistencias para unir su esfuerzo de manera solidaria. Así, por medio de la articulación de unos y otros, se va dando la acumulación de fuerza social y política que es indispensable para vencer a un enemigo de clase que siempre tiene más dinero, influencias políticas y capacidad de corromper a las autoridades. Éste es el primer paso. Los grandes frentes y movimientos que así surgen, tienen la fuerza para vencer en batallas significativas a la clase enemiga, así lo han mostrado ya también en el caso de México. Pero todavía no son el bloque político y social que hace falta para ganar la lucha de manera definitiva. Otro paso es el de ir más allá de lo que se ha podido hasta hoy y articular muchos de estos grandes movimientos en uno solo de carácter nacional, más grande y más poderoso que los logrados hasta el momento, y más firmemente consolidado, para que no se disminuya ni se deshaga, como también ha sucedido. Pero todo esto, sin embargo, constituye apenas una primera fase del proceso de construcción del sujeto revolucionario, la fase cuantitativa de la acumulación de fuerza. Porque todavía no se pasa de la etapa de la lucha por objetivos sociales concretos a la lucha por el poder político, para echar a la clase social dominante y sustituirla, esta es la segunda fase, cualitativa, que comprende necesariamente la elevación de la conciencia de los participantes y su organización para un combate más encarnizado y difícil. Este tema lo desarrollaremos con amplitud en el próximo número de Teoría y Práctica.
Notas 1
“Necesitamos una nueva revolución”. Así lo proclamó Vicente Lombardo Toledano, de manera firme y contundente. Dijo también que“esta revolución será la cuarta etapa de la revolución ininterrumpida de nuestra historia, después de las etapas de la Independencia, de la Reforma y de la lucha contra la dictadura de Porfirio Díaz.”Vicente Lombardo Toledano, La perspectiva de México, una Democracia del Pueblo, informe en su calidad de presidente del Partido Popular —hoy Partido Popular Socialista de México— al ix Consejo Nacional del mismo partido, el 5 de abril de 1955. Disponible en: http://www.ppsm.org.mx/vlt/ libros/03LaperspectivadeMexico.pdf.
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“La teoría de Marx puso en claro la verdadera tarea de un partido socialista revolucionario: (…) organizar la lucha de clase del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del Poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista.”V. I. Lenin, Nuestro Programa. Publicado en el número 1 de Teoría y Práctica. También está disponible en http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1890s/1899np.htm.
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Este tema, del carácter único del proceso revolucionario de México y América Latina, se desarrolla con amplitud en el trabajo titulado“La aportación de Lombardo a la concepción materialista de la historia”, de Cuauhtémoc Amezcua Dromundo y Martha Elvia García García, publicado en el número uno de Teoría y
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www.ppsm.org.mx Práctica, segunda época, enero-marzo de 2010. Ver también el manifiesto del Partido Popular Socialista de México “200 años de lucha todavía inconclusa por la liberación nacional”, publicado el 1 de enero de 2010, disponible en: http://www.unidad.org. mx/index.php?option=com_content&view=article&id=3392:m anifiesto-ala-clase-obrera-y-al-pueblo-de-mexico-200-anosde-lucha-inclonclusa-por-la-liberacion-nacional&catid=13:documentos-histos&Itemid=53 4
Vicente Lombardo Toledano, La perspectiva de México, op. cit.
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Vicente Lombardo Toledano, “Las Revoluciones de los siglos xix y xx, características y perspectivas”, conferencia dictada en la Universidad Nacional Autónoma de México el 18 de julio de 1961; inédita.
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Friederich Engels, Principios del comunismo. Marxist Internet Archive, http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/47-princi. htm
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La burguesía y la oligarquía no son exactamente lo mismo, aunque a veces se les confunde. La burguesía es la clase social dominante en el sistema capitalista, propietaria de los medios de producción y cambio y explotadora de la clase obrera. Es una clase social moderna en tanto que aparece con el modo capitalista de producción y éste es muy posterior a los modos esclavista y feudal de producción. No es una clase social homogénea por lo que hace a sus niveles de riqueza ni a sus comportamientos políticos y de otros tipos. Dentro del sistema capitalista hay contradicciones y luchas interburguesas e incluso, interimperialistas. En los países capitalistas dependientes por lo general un sector de la burguesía vincula sus negocios a los del capital externo —imperialista— y, por tanto, liga sus intereses económicos y políticos al mismo, subordinándose y convirtiéndose en su aliada servil; en tanto que otros sectores de la burguesía tratan de desarrollar sus negocios sobre la base del mercado interno, por lo que casi siempre son afectados por el capital imperialista y, en esas condiciones, suelen asumir posiciones antiimperialistas por sus propios intereses de clase, así tales posiciones sean a veces endebles y poco consecuentes.
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La oligarquía es un grupo minoritario de personas, pertenecientes a una misma clase social, generalmente con gran poder e influencia que dirige y controla una colectividad. La oligarquía, a diferencia de la burguesía, existe desde milenios atrás y es un término más laxo. Los escritores políticos de la antigua Grecia —de la época del esclavismo- emplearon el término para designar la forma degenerada y negativa de aristocracia. En la época moderna la expresión oligarquía se emplea más bien con referencia a la clase social dominante y explotadora en los países dependientes que no vivieron una revolución industrial y no desarrollaron, por tanto, un sistema capitalista moderno, con sus clases sociales antagónicas, la burguesía y la clase obrera. Ésa, la oligarquía —generalmente terrateniente, ganadera o ligada a actividades mercantiles— es la clase social dominante en los países centroamericanos, por ejemplo, como Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador; también en otros, andinos, como Bolivia, por ejemplo; es, diríase, una especie de burguesía rural. La oligarquía, que se caracteriza también por su primitivismo social y cultural, jamás ha sido una clase revolucionaria, a diferencia de la burguesía que sí lo fue en una época, como lo dicen Marx y Engels en sus palabras textuales: “ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario”. Ver Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista en Obras Escogidas, Progreso, Moscú, 1969, p. 34. También en Marxist Internet Archive, http:// www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm. Respuestas de Lombardo a un cuestionario formulado por el periódico Pravda de Moscú. Reproducido por la revista Siempre!, 24 de mayo de 1961. Ver“Sobre la Revolución Socialista Cubana”,
Vicente Lombardo Toledano, Escritos en Siempre!, tomo Volumen 1. Pp. 269-276. cefpsvlt. México.
iii,
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Partido Popular Socialista de México. Características, evolución y perspectivas de la crisis del sistema capitalista mundial en nuestros días. Ponencia. xiv seminario internacional “los partidos y una nueva sociedad”. México, D.F., 11 a 13 de marzo de 2010, disponible en: http://www.unidad.org.mx/index. php?option=com_content&view=article&id=3900:ponenciadel-pps-de-m-en-seminario-internacional&catid=27:actualidad &Itemid=56.
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Respuestas de Lombardo, op. cit.
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Paradójicamente, el sistema capitalista mundial está envejecido y en plena crisis, pero la parte imperialista de este sistema, constituida por las más grandes acumulaciones de capital en manos privadas; por los aparatos de estado de las grandes potencias, que son poderosos comités de administración al servicio de los primero citados; y por el complejo militar industrial, entre otros, en efecto posee un temible poder acumulado en las esferas de la economía, la política, la capacidad de manipulación de las masas a través de los medios de comunicación y de orden bélico. La revolución bolivariana de Venezuela ha sido pacífica, pero la contrarrevolución ha usado la violencia verbal y física; ha realizado un golpe de Estado militar para derrocar al presidente Hugo Chávez Frías y ha intentado asesinarlo para detener la revolución. La revolución boliviana ha sido pacífica, pero la contrarrevolución también ha intentado derrocar al presidente Evo Morales por medio de la violencia y asimismo ha tratado de privarlo de la vida. Una actitud semejante se ha dado en Ecuador, y en el caso de Honduras, donde se consumó el golpe de Estado. También vale recordar el caso de Chile, donde a la revolución pacífica se respondió con la violencia en el más alto grado de criminalidad y culminó con el derrocamiento y asesinato del presidente Salvador Allende y de miles de luchadores.
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V. I. Lenin, Nuestro Programa, op. cit. Ver la cita textual en la nota 2 en este mismo trabajo.
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Este tema, el de la vía idónea para la lucha revolucionaria hacia la liberación nacional en México hoy, fue uno de los que se debatieron con cierta amplitud en el seno del Movimiento de Liberación Nacional, mln, en unas jornadas que se desarrollaron entre el 7 de julio y el 2 de septiembre de 2009, convocadas con el propósito de confrontar de manera constructiva las posiciones diversas que se registraban en su seno sobre cuestiones de fondo, y avanzar en la edificación de ideas compartidas de manera colectiva, hacia lo que se llamó Agenda de mediano plazo. Las exposiciones que se produjeron están disponibles en http:// losdebatesdelmln.blogspot.com/. Los resultados del debate quedaron plasmados en dos documentos: el Informe del cen al consejo nacional del mln del 19 de septiembre de 2009, aprobado por unanimidad, disponible en http://mln.org.mx/articulo. php?p=423, y la asistencia, relatoría y resolutivos del consejo nacional del mln del 19 de septiembre de 2009, disponible en http://mln.org.mx/articulo.php?p=424.
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Karl Marx y Friederich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, en Obras Escogidas, Progreso, Moscú, 1969, p. 34. También en Marxist Internet Archive, http://www.marxists.org/espanol/me/1840s/48-manif.htm.
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Sólo la revolución industrial, el portentoso desarrollo de las fuerzas productivas que conlleva, da sustento a la desaparición de la propiedad privada que es el objetivo de la revolución socialista, según lo establecen de manera clara Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, Engels en Principios del Comunismo, y Marx, de una manera más desarrollada, en El Capital.
L
a revolución mexicana fue una revolución democrática, antifeudal, y antimperialista. Técnicamente calificada, fue una revolución democrático-burguesa; pero a diferencia de las revoluciones de ese género realizadas en Europa y en la América del Norte durante los siglos XVIII y XIX, la nuestra se produjo en un país semicolonial, al lado de la potencia capitalista más grande de la historia y en el periodo del imperialismo, cuya primera gran contienda entre sus integrantes fue la guerra mundial de 1914-1918, por un nuevo reparto de los países atrasados de Asia y África, y de zonas de influencia en los diversos continentes de la Tierra. El mundo de la primera década de este siglo era fundamentalmente distinto al de hoy. Sus principales características eran las siguientes. Había un solo régimen social, el sistema capitalista de producción. Los Estados Unidos de Norteamérica, a pesar de su enorme desarrollo, no eran la primera potencia en el escenario internacional. Antes de la guerra de 1914 era un país deudor y sólo después de ella se convirtieron en acreedores de Europa. El imperio británico, el imperio francés, el imperio belga, el imperio holandés y otros, ampliaron su área geográfica y su influencia política en África y en Asia. En el seno de los países coloniales no se habían desarrollado todavía las fuerzas económicas y políticas que podían plantear su independencia nacional. China era un país ocupado por varias potencias occidentales, y cuando estalló la revolución democrática, antifeudal y antimperialista en México, en el imperio ruso, después del fracaso de la revolución de 1905, se estaban rehaciendo las fuerzas que provocarían la revolución socialista en 1917. Carta a la juventud sobre la revolución mexicana Vicente Lombardo Toledano