Revista de teoría y política del Partido Popular Socialista de México
Segunda época. año I Octubre-Diciembre de 2010
Ejemplar $30.00, suscripción anual 4 números $100.00
V. I. LENIN Puede temer alianzas temporales, aunque sea con personas poco seguras, sólo quien desconfía de sí mismo, y sin esas alianzas no podría existir ningún partido político.
Vladímir Ílich Lenin / La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo Mao Tse-tung / Las tareas del Partido Comunista de China en el periodo de la resistencia al Japón Jorge Dimitrov / La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo Vicente Lombardo Toledano / La sucesión presidencial de 1958. Un programa de las fuerzas patrióticas Juan Campos Vega / Democracia del pueblo, antesala del socialismo Cuauhtémoc Amezcua Dromundo / El libro de López Obrador, nuevos elementos de juicio para 2012.
¡Sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria!
forros
Revista de teoría y política
del Partido Popular Socialista de México
segunda época. año i, núm. 4, octubre-diciembre de 2010
Contenido A manera de presentación Vladímir Ílich Lenin
La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo
Directorio 3 5
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Jorge Dimitrov
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La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo
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Juan Campos Vega
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Democracia del pueblo, antesala del socialismo Cuauhtémoc Amezcua Dromundo
El libro de López Obrador, nuevos elementos de juicio para 2012
Consejo Editorial: Miguel Guerra Castillo Luis Miranda Reséndiz Martín Tavira Urióstegui Jorge Tovar Montañés Santos Urbina Mendoza Consejo de Redacción: Carmen Chinas Salazar Martha Elvia García García Mario Efrén Ochoa Vega Administrador: Bartolomé González Galindo Diseño y composición: Comisión de Diseño
Vicente Lombardo Toledano
La sucesión presidencial de 1958 Un programa de las fuerzas patrióticas
Director: José Santos Cervantes Subdirector: Juan Campos Vega
Mao Tse-tung
Las tareas del Partido Comunista de China en el periodo de la resistencia al Japón
Director General: Cuauhtémoc Amezcua Dromundo
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Portada: Boceto para un retrato de Vicente Lombardo Toledano David Alfaro Siqueiros es una publicación trimestral, de teoría y política, del Partido Popular Socialista de México; corrreo electrónico: revistateoriaypractica@gmail.com; Internet: http:// www.ppsm.org.mx/teoriaypractica. Se permite la reproducción total o parcial del material publicado, mencionando la fuente.
A manera de presentación
os tiempos electorales para renovar los poderes L ejecutivo y legislativo federales se aproximan y la necesidad de asumir una postura política correcta
ante la sucesión presidencial, se convierte en un tema nodal tanto para las fuerzas de izquierda, revolucionarias, como para el conjunto de fuerzas progresistas. Decidir quien ocupará la silla presidencial no es un asunto menor; durante treinta años han asumido el gobierno nacional cinco personajes vinculados en diverso grado a las políticas neoliberales: Miguel de la Madrid, que siempre se dijo ajeno a ese proyecto pero que impulso los cambios constitucionales para hacerlo realidad, inauguró está etapa; le siguieron dos políticos, educados en las universidades yanquis, que profundizaron la aplicación de esas políticas: Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. El primero realizó privatizaciones de grandes e importantes empresas y bancos estatales, suscribió el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y promovió cambios constitucionales y legales de carácter regresivo antinacionales y antipopulares, además de la enorme corrupción que acompaño a su mandato. El segundo continuó con la misma política de vender empresas y modificar las leyes para apuntalar el proyecto neoliberal, el que quiso convertir en norma constitucional, pero se enfrentó al rechazo de diversos sectores progresistas que lograron impedir que modificara la Constitución con esa finalidad y también que modificara la Carta Magna para privatizar la industria petroquímica y la industria eléctrica. En ese escenario se produjo la primera derrota en la lucha por la presidencia del país, del partido fundado por el general Plutarco Elías Calles y que había gobernado desde 1929, primero como Partido Nacional Revolucionario (pnr), luego como Partido de la Revolución Mexicana (prm) en los sexenios de los generales Lázaro Cárdenas del Río y Manuel Ávila Camacho, y como Partido Revolucionario Institucional (pri), a partir del gobierno reaccionario y proimperialista de Miguel Alemán. Los priístas neoliberales fueron sustituidos por dos panistas orientados por la misma ideología, pero
que adicionalmente, de inmediato atentaron contra el ya tradicional Estado laico que había caracterizado al país desde que ocupara la presidencia de México el insigne Benemérito de las Américas, Benito Juárez. Vicente Fox, desde la campaña, utilizó imágenes y expresiones vinculadas a la religión y recibió recursos económicos del exterior que utilizó para financiar su propaganda política lo que expresamente prohíbe la legislación electoral vigente, a pesar de esa conducta violatoria de las normas que rigen los procesos electivos, la autoridad correspondiente no lo sancionó en forma alguna. En el momento en el que tomo posesión de su cargo, de inmediato realizó actos en el mismo sentido y con el mismo propósito y así ocurrió a lo largo de su mandato. En el terreno de la política puesta en práctica durante su mandato, continuó con la aplicación del neoliberalismo, ni siquiera trató de diferenciarse de su antecesor, ya que impulsó, también sin éxito, la misma propuesta de modificación constitucional de Zedillo con la que se pretendía privatizar la industria eléctrica. En el proceso electivo de 2006, de nueva cuenta delinquió en materia electoral, como lo reconoce el dictamen emitido por el Tribunal Electoral Federal, al intervenir no tanto en favor del candidato panista, sino en contra de su principal oponente: Andrés Manuel López Obrador Ahora que se acerca la etapa de designación de candidatos presidenciales y se preparan las plataformas electorales que le darán sustento a sus campañas, es necesario conocer los aspectos de esencia que pueden contribuir a lograr uno de los objetivos fundamentales de la etapa actual: impedir que continúe al frente del gobierno nacional, la derecha es sus dos versiones, la tradicional que nació vinculada al fascismo y para oponerse a la política progresista del régimen cardenista representada por el Partido Acción Nacional (pan), y la que se formó al interior de la administración pública durante los gobiernos priístas, a los que primero se les bautizó con el calificativo de "tecnócratas" y que después constituyeron la corriente neoliberal, es decir, individuos que no tienen relación alguna con el 3
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camino abierto por la revolución mexicana, y que actúan al servicio del capital financiero internacional y de sus instrumentos más significativos como el Fondo Monetario Internacional (fmi), el Banco Mundial (bm), la Organización Mundial de Comercio (omc), el Banco Interamericano de Desarrollo (bid), y otros semejantes El otro objetivo fundamental está relacionado con el conjunto de fuerzas, unidas en torno a un programa común, capaces de impulsarlo y ponerlo en práctica, no sólo para erradicar la política neoliberal, sino para constituir un gobierno de nuevo tipo que mire, antes que nada, a los intereses nacionales y populares. Para contribuir a la discusión que se ha generado en torno a todos estos temas hemos incluido en este número, como siempre lo hacemos, un conjunto de materiales de distintas épocas y países, que están relacionados con esta preocupación que está presente en el debate político actual. El primer material, es un fragmento de una obra clásica de V. I. Lenin: La enfermedad infantil del "izquierdismo en el comunismo. El nombre del capítulo que seleccionamos, por sí mismo, los dice todo, ya que el autor se pregunta si el partido de la clase obrera debe renunciar a realizar todo tipo de compromisos. El segundo de los materiales, es un fragmento de una de las obras de Mao Tse-tung: Las tareas del Partido Comunista de China en el periodo de la resistencia al Japón, el cual está relacionado con la política de alianzas para enfrentar al enemigo común. El tercer escrito, es un capítulo del Informe rendido por el comunista búlgaro, Jorge Dimitrov, en su carácter de presidente de la Comintern, ante el vii Congreso Mundial de la Internacional Comunista, realizado el 2 de agosto de 1935, publicado con el título: La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo, que también aborda el tema de las alianzas.
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El cuarto trabajo de este primer bloque, es un artículo de una serie relativa al tema de la sucesión presidencial, elaborado por nuestro fundador e ideólogo, el maestro Vicente Lombardo Toledano, realizado para la revista Siempre! y publicado con el título “La sucesión presidencial de 1958. Un programa de las fuerzas patrióticas” que, como su nombre lo indica, señala los elementos esenciales que debía incluir, en ese momento, un programa capaz de aglutinar en su torno al conjunto de las fuerzas democráticas y patrióticas de México. El segundo bloque, breve en esta ocasión, incluye dos trabajos: está constituido por una entrevista imaginaria y la presentación de un libro, ambos realizados por integrantes de la dirección política de nuestro partido. El primero denominado Democracia del pueblo, antesala del socialismo, elaborado por Juan Campos Vega, miembro de la dirección política, en la modalidad de una entrevista imaginaria a Vicente Lombardo Toledano, aborda el tema de las etapas previas a las que los revolucionarios y el pueblo de México podrían arribar antes de alcanzar la constitución del Estado de transición previo a la instauración del socialismo. El segundo material de este bloque y último trabajo que incluimos en este número de nuestra revista Teoría y Práctica, está constituido por los comentarios del presidente de nuestro partido, Cuauhtémoc Amezcua Dromundo, en torno al libro de Andrés Manuel López Obrador, La mafia que se adueñó de México... y el 2012. Esperamos que los materiales que hemos seleccionado para este número 4, proporcionen a nuestros amigos, simpatizantes y militantes ideas y propuestas que contribuyan al análisis de los temas mencionados que están en el primer plano de la agenda política nacional.
La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo 1 (fragmento)
Vladímir Ílich Lenin
viii. ¿ningún compromiso? n la cita del folleto de Francfort hemos visto E la energía con que los "izquierdistas" plantean esta consigna. Es triste ver cómo hombres que, indudablemente, se consideran marxistas y quieren serlo han olvidado las verdades fundamentales del marxismo. Engels —que, como Marx, pertenece a esa rarísima categoría de escritores cada una de cuyas frases de sus obras importantes tiene una asombrosa profundidad de contenido— escribía en 1874 lo siguiente contra el Manifiesto de los treinta y tres blanquistas 2 miembros de la Comuna: “Somos comunistas (decían en su manifiesto los comuneros blanquistas) porque queremos llegar a nuestra meta sin detenernos en paradas intermedias, sin aceptar compromisos, que no hacen más que alejar el día de la victoria y prolongar la esclavitud”.
"Los comunistas alemanes son comunistas porque, a través de todas las paradas intermedias y los compromisos creados por la marcha del desarrollo histórico, y no por ellos, ven con claridad y persiguen sin cesar la meta final: la supresión de las clases y la creación de una sociedad en la que no habrá lugar para la propiedad privada de la tierra y de todos los medios de producción. Los treinta y tres blanquistas se figuran que son comunistas porque, desde el momento en que su deseo es saltarse las paradas intermedias y los compromisos, la cosa está hecha, y que si "comienza" uno de estos días —de lo cual están firmemente seguros— y el poder cae en sus manos, pasado mañana "será instaurado el comunismo". Por consiguiente, si no se puede hacer eso en el acto, no son comunistas. "¡Que ingenuidad pueril presentar la propia impaciencia como argumento teórico!" (F. Engels. El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna, del periódico socialdemócrata alemán Der Volksstaat3, 1874, núm. 73, incluido en la recopilación Artículos de 1871-1875, traducción rusa, Petrogrado, 1919, págs. 52-53).
Engels expresa en ese mismo artículo su profundo respeto por Vaillant y habla del "mérito incontestable" de éste (que fue, como Guesde, uno de los jefes más destacados del socialismo internacional antes de su traición al socialismo en agosto de 1914). Pero Engels no deja de analizar con todo detalle el error manifiesto. Está claro que a los revolucionarios muy jóvenes e inexpertos, lo mismo que a los revolucionarios pequeñoburgueses, incluso de edad muy respetable y con gran experiencia, les parece extraordinariamente "peligroso", incomprensible y erróneo "autorizar los compromisos". Y muchos sofistas (como politicastros "superexpertos" o excesivamente "experimentados") razonan del mismo modo que los jefes del oportunismo inglés mencionados por el camarada Lansbury: "Si los bolcheviques se permiten tal o cual compromiso, ¿por qué no hemos de permitirnos nosotros cualquier compromiso?" Pero los proletarios educados por repetidas huelgas (para no considerar más que esta manifestación de la lucha de clases) asimilan de ordinario magníficamente la profundísima verdad (filosófica, histórica, política y sicológica) enunciada por Engels. Todo proletario conoce huelgas, conoce "compromisos" con los odiados opresores y explotadores, después de los cuales los obreros han tenido que reintegrarse al trabajo sin haber logrado nada o accediendo a una satisfacción parcial de sus reivindicaciones. El ambiente de lucha de masas y de brusco enconamiento de los antagonismos de clase en que vive permiten a cada proletario observar la diferencia existente entre compromisos de dos tipos. De una parte, un compromiso impuesto por condiciones objetivas (pobreza de la caja de los huelguistas, que carecen de apoyo, padecen hambre y están extenuados hasta lo indecible), compromiso que en nada disminuye la abnegación revolucionaria de los obreros que lo han contraído ni su disposición a continuar la lucha. De otra parte, un compromiso de traidores que achacan a causas objetivas su vil egoísmo (¡también los esquiroles conciertan "compromisos"!), su cobardía, su deseo de ganarse la buena disposición de los capitalistas, su falta de firmeza ante las amenazas y, a veces, ante las exhortaciones, las limosnas o los halagos de los capitalistas (estos 5
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compromisos de traidores abundan especialmente en la historia del movimiento obrero inglés por parte de los jefes de las tradeuniones, aunque, en una forma o en otra, casi todos los obreros de los demás países han podido observar fenómenos análogos). Por supuesto, se dan casos aislados difíciles y complejos en extremo en los que sólo realizando los mayores esfuerzos se logra determinar con exactitud el verdadero carácter de tal o cual "compromiso", de la misma manera que hay casos de homicidio en los que no es nada fácil decidir si éste era absolutamente justo e incluso obligatorio (por ejemplo, en caso de legítima defensa), o bien resultado de una imprudencia imperdonable o incluso de un plan perverso ejecutado con habilidad. Es indudable que en política, donde se trata a veces de relaciones muy complejas —nacionales e internacionales— entre las clases y los partidos, se registrarán numerosos casos mucho más difíciles que la cuestión de saber si un "compromiso" contraído con motivo de una huelga es legítimo o se trata de una alevosía de un esquirol, de un jefe traidor, etc. Es absurdo preparar una receta o una regla general (¡"ningún compromiso"!) para todos los casos. Hay que tener la cabeza sobre los hombros para saber orientarse en cada caso concreto. La importancia de poseer una organización de partido y jefes del mismo dignos de este nombre consiste precisamente, entre otras cosas, en llegar —mediante un trabajo largo, tenaz, múltiple y variado de todos los representantes de una clase determinada capaces de pensar4— a adquirir los conocimientos y la experiencia necesarios y, además de los conocimientos y la experiencia, la perspicacia política indispensable para resolver pronto y bien los problemas políticos complejos. Las personas ingenuas y totalmente inexpertas se figuran que basta con admitir los compromisos en general para que desaparezca toda línea divisoria entre el oportunismo —contra el que sostenemos y debemos sostener una lucha sin cuartel— y el marxismo revolucionario o comunismo. Pero a esas personas, si ignoran aún que todas las líneas divisorias en la naturaleza y en la sociedad son mutables y hasta cierto punto convencionales, se les puede ayudar sólo por medio de la instrucción, la formación, la ilustración y la experiencia política y práctica prolongadas. En los problemas prácticos de la política de cada momento particular o específico de la historia es importante saber distinguir aquellos en que se manifiestan los compromisos de la especie más inadmisible, los compromisos de traición –que encarnan un oportunismo funesto para la clase revolucionaria y consagrar todos los esfuerzos a explicar su sentido y a combatirlos. Durante la guerra imperialista de 1914-1918 entre dos grupos de países igualmente bandidescos y rapaces, el oportunismo principal y fundamental fue el que adoptó la forma 6
de socialchovinismo, es decir, el apoyo de "la defensa de la patria", lo cual equivalía de hecho, en aquella guerra, a defender los intereses de rapiña de la burguesía "propia". Después de la guerra fue la defensa de la expoliadora "Sociedad de Naciones"5, la defensa de las alianzas directas o indirectas con la burguesía del propio país contra el proletariado revolucionario y el movimiento "soviético" y la defensa de la democracia y del parlamentarismo burgueses frente al "Poder de los Soviets". Tales fueron las manifestaciones principales de estos compromisos inadmisibles y alevosos, que, en suma, han terminado en un oportunismo funesto para el proletariado revolucionario y para su causa. Rechazar del modo más categórico todo compromiso con los demás partidos... toda política de maniobra y conciliación,
dicen los izquierdistas de Alemania en el folleto de Fráncfort. ¡Es sorprendente que, con semejantes ideas, esos izquierdistas no condenen categóricamente el bolchevismo! ¡Los izquierdistas alemanes no pueden ignorar que toda la historia del bolchevismo, antes y después de la Revolución de Octubre, está llena de casos de maniobras, de acuerdos y compromisos con otros partidos, incluidos los partidos burgueses! Hacer la guerra para derrocar a la burguesía internacional —una guerra cien veces más difícil, larga y compleja que la más encarnizada de las guerras corrientes entre Estados— y renunciar de antemano a toda maniobra, a explotar los antagonismos de intereses (aunque sólo sean pasajeros) que dividen a nuestros enemigos, renunciar a acuerdos y compromisos con posibles aliados (aunque sean temporales, inestables, vacilantes, convencionales), ¿no es, acaso, algo infinitamente ridículo? ¿No viene a ser eso como si en la difícil ascensión a una montaña inexplorada, en la que nadie hubiera puesto la planta, se renunciase de antemano a hacer a veces zigzags, a desandar a veces lo andado, a abandonar la dirección elegida al principio para probar otras direcciones? ¡¡Y gente tan inconsciente e inexperta (y menos mal si la causa de ello es la juventud, autorizada por la providencia para decir semejantes tonterías durante cierto tiempo) ha podido ser sostenida directa o indirectamente, franca o encubiertamente, íntegra o parcialmente, poco importa cómo, por algunos miembros del Partido Comunista Holandés!! Después de triunfar la primera revolución socialista del proletariado, después de ser derrocada la burguesía en un país, su proletariado sigue siendo durante mucho tiempo más débil que la burguesía. Débese ello, simplemente, a las inmensas relaciones
Cuarto trimestre de 2010
internacionales de ésta y, además, a la restauración, al renacimiento espontáneo y continuo del capitalismo y de la burguesía por los pequeños productores de mercancías del país donde esta última ha sido derrocada. Sólo se puede vencer a un enemigo más poderoso poniendo en tensión todas las fuerzas y aprovechando obligatoriamente —con el mayor celo, minuciosidad, prudencia y habilidad— la menor "grieta" entre los enemigos, toda contradicción de intereses entre la burguesía de los distintos países y entre los diferentes grupos o categorías de la burguesía en cada país. Hay que aprovechar, asimismo, las menores posibilidades de lograr un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro y convencional. Quien no haya comprendido esto, no ha comprendido ni una palabra de marxismo ni de socialismo científico, contemporáneo, en general. Quien no haya demostrado en la práctica, durante un período bastante considerable y en situaciones políticas bastante variadas, su habilidad para aplicar esta verdad, no ha aprendido aún a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por liberar de explotadores a toda la humanidad trabajadora. Y lo dicho es aplicable por igual tanto al período anterior a la conquista del poder político por el proletariado como al posterior. Nuestra teoría no es un dogma, sino una guía para la acción, decían Marx y Engels.6 Y el gran error, el inmenso crimen de marxistas "patentados" como Carlos Kautsky, Otto Bauer y otros consiste en no haber entendido esto, en no haber sabido aplicarlo en los momentos más importantes de la revolución proletaria. "La acción política no es una acera de la avenida Nevski" (la acera limpia, ancha y lisa de la calle principal de San Petersburgo, absolutamente recta), decía ya N. G. Chernyshevski,7 el gran socialista ruso del período premarxista. Desde los tiempos de Chernyshevski, los revolucionarios rusos han pagado con innumerables víctimas el desconocimiento u olvido de esta verdad. Hay que conseguir a toda costa que los comunistas de izquierda y los revolucionarios de Europa Occidental y de América fieles a la clase obrera paguen menos cara que los atrasados rusos la asimilación de esta verdad. Los socialdemócratas revolucionarios de Rusia aprovecharon en repetidas ocasiones antes de la caída del zarismo los servicios de los liberales burgueses, es decir, concluyeron con ellos innumerables compromisos prácticos. Y en 1901 y 1902, antes incluso de que naciera el bolchevismo, la antigua Redacción de Iskra (de la que formábamos parte Plejánov, Axelrod, Zasúlich, Mártov, Potrésov y yo) concertó (es cierto que no por mucho tiempo) una alianza política formal con Struve, jefe político del liberalismo burgués, sin dejar de sostener a la vez la lucha ideológica y política más implacable contra el liberalismo burgués y con-
tra las más mínimas manifestaciones de su influencia en el seno del movimiento obrero. Los bolcheviques aplicaron siempre esa misma política. Desde 1905 defendieron sistemáticamente la alianza de la clase obrera con el campesinado contra la burguesía liberal y el zarismo, sin negarse nunca, al mismo tiempo, a apoyar a la burguesía contra el zarismo (por ejemplo, en la segunda etapa de las elecciones o en las segundas vueltas electorales) y sin interrumpir la lucha ideológica y política más intransigente contra el partido campesino revolucionario burgués, los "socialistas-revolucionarios", desenmascarándolos como demócratas pequeñoburgueses que se incluían falsamente entre los socialistas. En 1907, los bolcheviques constituyeron, por poco tiempo, un bloque político formal con los "socialistasrevolucionarios" para las elecciones a la Duma. Con los mencheviques hemos estado formalmente durante varios años, desde 1903 hasta 1912, en un partido socialdemócrata único, sin interrumpir jamás la lucha ideológica y política contra ellos como vehículos de la influencia burguesa en el seno del proletariado y como oportunistas. Durante la guerra concertamos una especie de compromiso con los "kautskianos", los mencheviques de izquierda (Mártov) y una parte de los "socialistas-revolucionarios" (Chernov, Natansón). Asistimos con ellos a las conferencias de Zimmerwald y Kienthal8 y publicamos manifiestos conjuntos, pero jamás interrumpimos ni atenuamos la lucha política e ideológica contra los "kautskianos", contra Mártov y Chernov (Natansón murió en 1919 siendo un "comunista revolucionario" populista,9 muy afín a nosotros y casi solidario nuestro). En el momento mismo de la Revolución de Octubre concertamos un bloque político, no formal, pero muy importante (y muy eficaz) con el campesinado pequeñoburgués, aceptando íntegro, sin el menor cambio, el programa agrario eserista, es decir, contrajimos un compromiso indudable para demostrar a los campesinos que no queríamos aprovecharnos de su mayoría de votos, sino llegar a un acuerdo con ellos. Al mismo tiempo, propusimos a los "eseristas de izquierda"10 (y poco después lo realizamos) un bloque político formal, con participación en el gobierno, bloque que ellos rompieron después de la Paz de Brest, llegando en julio de 1918 a la insurrección armada y, más tarde, a la lucha armada contra nosotros. Es comprensible, por ello, que los ataques de los izquierdistas alemanes al Comité Central del Partido Comunista de Alemania por admitir la idea de un bloque con los "independientes" (con el "PartidoSocialdemócrata Independiente de Alemania", los autskianos) nos parezcan carentes de seriedad y veamos en ellos una demostración evidente de la posición errónea de los "izquierdistas". En Rusia había también mencheviques de derecha (que 7
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colaboraron en el Gobierno Kerenski), equivalentes a los Scheidemann de Alemania, y mencheviques de izquierda (Mártov), que se hallaban en oposición a los mencheviques de derecha y equivalían a los kautskianos alemanes. En 1917 observamos con claridad que las masas obreras se separaban paulatinamente de los mencheviques para sumarse a los bolcheviques. En el I Congreso de los Soviets de toda Rusia, celebrado en junio de dicho año, tuvimos sólo un 13 % de los votos. La mayoría perteneció a los eseristas y a los mencheviques. En el II Congreso de los Soviets (25 de octubre de 1917, según el viejo calendario) tuvimos el 51 % de los sufragios. ¿Por qué en Alemania una tendencia igual, completamente análoga, de los obreros a pasar de la derecha a la izquierda ha conducido al fortalecimiento inmediato no de los comunistas, sino, al principio, del partido intermedio de los "independientes", aunque este partido jamás haya tenido ninguna idea política independiente y ninguna política independiente y se haya limitado a vacilar entre los Scheidemann y los comunistas? Una de las causas ha sido, sin duda, la táctica errónea de los comunistas alemanes, los cuales deben reconocer ese error honradamente y sin temor y aprender a corregirlo. El error ha consistido en negarse a participar en el Parlamento reaccionario, burgués, y en los sindicatos reaccionarios; el error ha consistido en múltiples manifestaciones de esa enfermedad infantil del "izquierdismo" que se ha exteriorizado ahora y que, gracias a ello, será curada mejor, más pronto y con mayor provecho para el organismo. Es evidente que el "Partido Socialdemócrata Independiente" alemán carece de homogeneidad: al lado de los antiguos jefes oportunistas (Kautsky, Hilferding y, por lo que se ve, en gran parte Crispien, Ledebour y otros), que han demostrado su incapacidad para comprender la significación del Poder soviético y de la dictadura del proletariado y para dirigir la lucha revolucionaria de este último, en dicho partido se ha formado y crece con rapidez singular una ala izquierda, proletaria. Cientos de miles de miembros de este partido —que tiene, al parecer, unos 750 000 afiliados— son proletarios que se alejan de Scheidemann y caminan con rapidez hacia el comunismo. Esta ala proletaria propuso ya en el Congreso de los independientes, celebrado en Leipzig en 1919, la adhesión inmediata e incondicional a la III Internacional. Temer un "compromiso" con dicha ala es sencillamente ridículo. Al contrario, para los comunistas es obligatorio buscar y encontrar una forma adecuada de compromiso con ella, que permita, por una parte, facilitar y acelerar la fusión completa y necesaria con la misma y, por otra, que no cohíba en nada a los comunistas en su lucha ideológica y política contra el ala derecha, oportunista, de los "independientes". Es probable que 8
no resulte fácil concebir una forma adecuada de compromiso, pero sólo un charlatán podría prometer a los obreros y a los comunistas alemanes un camino "fácil" para alcanzar la victoria. El capitalismo dejaría de ser capitalismo si el proletariado "puro" no estuviese rodeado de una masa abigarradísima de elementos que personifican la transición del proletario al semiproletario (el que obtiene la mitad de sus medios de existencia vendiendo su fuerza de trabajo), del semiproletario al pequeño campesino (y al pequeño artesano, al obrero a domicilio y al pequeño patrono en general), del pequeño campesino al campesino medio, etc., y si en el seno mismo del proletariado no hubiera sectores de un desarrollo mayor o menor, divisiones de carácter territorial, profesional, a veces religioso, etc. De todo eso se deduce la necesidad —una necesidad imperiosa para la vanguardia del proletariado, para su parte consciente, para el Partido Comunista— de recurrir a la maniobra, a los acuerdos, a los compromisos con los diversos grupos proletarios y con los diversos partidos de obreros y de pequeños patronos. El quid de la cuestión está en saber aplicar esta táctica para elevar, y no para rebajar, el nivel general de conciencia del proletariado, su espíritu revolucionario y su capacidad de lucha y de victoria. Es preciso advertir, entre otras cosas, que la victoria de los bolcheviques sobre los mencheviques requirió, no sólo antes de la Revolución de Octubre de 1917, sino también después de ella, aplicar una táctica de maniobras, acuerdos y compromisos, aunque de tal naturaleza, claro está, que facilitaban y aceleraban la victoria de los bolcheviques y consolidaban y fortalecían a éstos a costa de los mencheviques. Los demócratas pequeñoburgueses (incluidos los mencheviques) vacilan de manera inevitable entre la burguesía y el proletariado, entre la democracia burguesa y el régimen soviético, entre el reformismo y el revolucionarismo, entre el amor a los obreros y el miedo a la dictadura del proletariado, etc. La táctica acertada de los comunistas debe consistir en aprovechar esas vacilaciones y no, en modo alguno, en desdeñarlas. Y para aprovecharlas hay que hacer concesiones a los elementos que se inclinan al proletariado —en los casos y en la medida exacta en que lo hagan— y, al mismo tiempo, luchar contra los que se inclinan a la burguesía. Debido a que aplicamos una táctica acertada, el menchevismo se ha ido descomponiendo y se descompone más y más en nuestro país. Dicha táctica ha ido aislando a los jefes obstinados en el oportunismo y atrayendo a nuestro campo a los mejores obreros y a los mejores elementos de la democracia pequeñoburguesa. Es un proceso largo, y las "soluciones" irreflexivas, como "ningún compromiso, ninguna maniobra", sólo pueden dificultar el crecimiento de la influencia del proletariado revolu-
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cionario y el aumento de sus fuerzas. Por último, es un error indudable de los "izquierdistas" de Alemania su insistencia rectilínea en no reconocer el Tratado de Paz de Versalles.11 Cuanto mayores son "el aplomo" y "la importancia", el tono "categórico" y sin apelación con que formula este punto de vista, por ejemplo, K. Horner, tanto menos inteligente resulta. No basta con renegar de las flagrantes estupideces del "bolchevismo nacional" (Laufenberg y otros), que, en las condiciones actuales de la revolución proletaria internacional, ha llegado a hablar de la formación de un bloque con la burguesía alemana para hacer la guerra a la Entente. Debe comprenderse que es errónea por completo la táctica que niega la obligación de la Alemania Soviética (si surgiese pronto una república soviética alemana) de reconocer por cierto tiempo el Tratado de Versalles y someterse a él. De esto no se deduce que los "independientes" tuvieran razón al reclamar la firma del Tratado de Versalles en las condiciones existentes entonces, cuando se hallaban en el gobierno los Scheidemann, cuando no había sido derribado todavía el Poder soviético en Hungría y no estaba excluida aún la posibilidad de una ayuda de la revolución soviética en Viena para apoyar a la Hungría Soviética. Entonces, los "independientes" maniobraron muy mal, pues asumieron una responsabilidad mayor o menor por los traidores tipo Scheidemann y se apartaron más o menos del punto de vista de la lucha de clases implacable (y reflexiva en grado sumo) contra los Scheidemann para situarse "al margen" y "por encima" de las clases. Pero la situación es hoy tal que los comunistas alemanes no deben atarse las manos y prometer la renuncia obligatoria e indefectible al Tratado de Versalles en caso de triunfar el comunismo. Eso sería una tontería. Hay que decir: los Scheidemann y los kautskianos han cometido una serie de traiciones que han dificultado (y, en parte, hecho fracasar) la alianza con la Rusia Soviética y con la Hungría Soviética. Nosotros, los comunistas, procuraremos por todos los medios facilitar y preparar esa alianza; en cuanto a la Paz de Versalles, no estamos obligados en modo alguno a rechazarla a toda costa y, además, sin demora. La posibilidad de rechazarla con eficacia depende de los éxitos del movimiento soviético no sólo en Alemania, sino también a escala internacional. Este movimiento ha sido obstaculizado por los Scheidemann y los kautskianos; nosotros lo favorecemos. Ahí está el fondo de la cuestión, la diferencia cardinal. Y si nuestros enemigos de clase, los explotadores, y sus lacayos, los Scheidemann y los kautskianos, han dejado escapar una serie de posibilidades de fortalecer el movimiento soviético alemán e internacional y la revolución soviética alemana e internacional, la culpa es de ellos. La revolución soviética en Alemania vigorizará el mo-
vimiento soviético internacional, que es el baluarte más fuerte (y el único seguro, invencible y de potencia universal) contra el Tratado de Versalles y contra el imperialismo mundial en general. Colocar sin falta en primer plano, a toda costa y en seguida, la liberación del Tratado de Versalles, antes que el problema de liberar del yugo imperialista a los demás países oprimidos por el imperialismo, es una manifestación de nacionalismo pequeñoburgués (digno de los Kautsky, los Hilferding, los Otto Bauer y Cía.), pero no de internacionalismo revolucionario. El derrocamiento de la burguesía en cualquiera de los grandes países europeos, incluida Alemania, es un hecho tan favorable para la revolución internacional que, en aras de él, se puede y se debe aceptar, si es necesario, una existencia más prolongada del Tratado de Versalles. Si Rusia ha podido resistir sola durante varios meses con provecho para la revolución la Paz de Brest, no es ningún imposible que la Alemania Soviética, aliada con la Rusia Soviética, pueda soportar por más tiempo con provecho para la revolución el Tratado de Versalles. Los imperialistas de Francia, Inglaterra, etc., provocan a los comunistas alemanes, tendiéndoles esta trampa: "Decid que no firmaréis el Tratado de Versalles". Y los comunistas "de izquierda" caen como niños en la trampa que les han tendido, en vez de maniobrar con destreza contra un enemigo pérfido y, en el momento actual, más fuerte, en vez de decirle: "Ahora firmaremos el Tratado de Versalles". Atarnos las manos con antelación, declarar públicamente al enemigo, hoy mejor armado que nosotros, si vamos a luchar contra él y en qué momento, es una tontería y no tiene nada de revolucionario. Aceptar el combate cuando es ventajoso a todas luces para el enemigo, y no para nosotros, constituye un crimen. Y los políticos de la clase revolucionaria que no saben "maniobrar", que no saben concertar "acuerdos y compromisos" a fin de rehuir un combate desfavorable a ciencia cierta, no sirven para nada.
Notas 1
Lenin escribió el libro La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo en vísperas del II Congreso de la Internacional Comunista. El trabajo principal lo efectuó en abril de 1920 (el manuscrito quedó terminado el 27 de dicho mes); el Anexo lo escribió el 12 de mayo, cuando se estaban corrigiendo ya las galeradas. Lenin controló personalmente los plazos de composición e impresión del libro, a fin de que su aparición coincidiera con el comienzo del II Congreso de la Comintern. El libro vio la luz el 12 de junio de 1920 y casi al mismo tiempo, en julio, se editó en la Rusia Soviética en francés e inglés. La obra La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo -cuyas tesis y conclusiones principales sirvieron de base a los acuerdos del II Congreso de la Comintern- fue distribuida entre los delegados al congreso. Este libro ha
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www.ppsm.org.mx elementos de izquierda de la socialdemocracia internacional. Más tarde, estos elementos desempeñaron un papel activo en la lucha orientada a formar partidos comunistas en sus países respectivos y fundar la III Internacional, la Internacional Comunista.
alcanzado gran difusión, habiéndose editado en numerosos países 2
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Blanquistas: partidarios de una corriente en el movimiento socialista francés encabezada por Luis Augusto Blanqui (18051881), eminente revolucionario y destacado representante del comunismo utópico francés. Los blanquistas, como señalara Lenin, esperaban que "la humanidad se liberaría de la esclavitud asalariada no por medio de la lucha de clase del proletariado, sino por medio de un complot de una pequeña minoría de intelectuales". Los blanquistas, que sustituían la actividad del partido revolucionario con las acciones de un puñado de conspiradores, menospreciaban los vínculos con las masas y no comprendían la necesidad del movimiento revolucionario de masas.
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Der Wolksstaat (El Estado Popular): órgano central de la socialdemocracia alemana (partido de los eisenacheanos); se publicó en Leipzig, bajo la dirección de Guillermo Liebknecht, desde 1869 hasta 1876.
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Hasta en el país más culto, toda clase, aun la más avanzada y con mayor florecimiento excepcional de todas sus fuerzas espirituales en virtud de las circunstancias del momento, cuenta —y contará sin falta mientras las clases subsistan y la sociedad sin clases no esté afianzada, consolidada y desarrollada por completo sobre su propia base— con representantes que no piensan y que son incapaces de pensar. Si no ocurriera así, el capitalismo dejaría de ser el capitalismo opresor de las masas.
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Sociedad de Naciones: organización internacional que existió durante el período comprendido entre la primera y la segunda guerras mundiales. Constituida en 1919, en la Conferencia de la Paz que celebraron en París los países vencedores en la primera conflagración universal, empezó a actuar en 1920. La Carta de la S. de N. formaba parte del Tratado de Paz de Versalles de 1919, siendo firmada por 44 Estados. En 1920 y 1921, la Sociedad de Naciones fue uno de los centros organizadores de la intervención armada contra el Estado soviético.
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Lenin recuerda un pasaje de la carta que F. Engels envió a F. Sorge el 29 de noviembre de 1886. En ella, al criticar el carácter sectario de la labor de los socialdemócratas alemanes emigrados en Norteamérica, Engels dice que, para ellos, la teoría "es un dogma y no una guía para la acción".
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En una reseña del libro Cartas político-económicas al Presidente de los Estados Unidos de América, del economista norteamericano H. Ch. Carey, N. Chernyshevski dijo: "El camino de la historia no es una acera de la Avenida Nevski; pasa plenamente por campos ora polvorientos, ora fangosos, ora por pantanos, ora por bosques espesos. Quien tema cubrirse de polvo y manchar las botas, que no se dedique a la actividad social"
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Se alude a las conferencias socialistas internacionales de Zimmerwald y Kienthal (Suiza).
La Conferencia de Zimmerwald, o Primera Conferencia Socialista Internacional, se celebró del 5 al 8 de septiembre de 1915.
La Conferencia de Kienthal, o Segunda Conferencia Socialista, se celebró en la localidad de Kienthal (Suiza) del 24 al 30 de abril de 1916.
Las conferencias de Zimmerwald y Kienthal contribuyeron a agrupar, sobre la base ideológica del marxismo-leninismo, a los
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"Comunistas revolucionarios": grupo que se separó de los eseristas de izquierda después del levantamiento organizado por dicho partido en julio de 1918. En septiembre de 1918, el grupo formó el llamado Partido del Comunismo Revolucionario, que se manifestó en pro de la colaboración con el PC(b) de Rusia y declaró que apoyaría el Poder soviético. Aun reconociendo que el Poder de los Soviets creaba las premisas necesarias para establecer el régimen socialista, los "comunistas revolucionarios" negaban la necesidad de la dictadura del proletariado en el período de transición del capitalismo al socialismo. Cuando el II Congreso de la Comintern acordó que en cada país debía haber un solo Partido Comunista, el Partido del Comunismo Revolucionario decidió, en septiembre de 1920, ingresar en el PC(b) de Rusia.
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"Eseristas de izquierda": partido de los socialistasrevolucionarios de izquierda; tomó forma orgánica en su I Congreso de toda Rusia, celebrado del 19 al 28 de noviembre (2-11 de diciembre) de 1917. Con anterioridad, estos socialistas-revolucionarios constituyeron el ala izquierda del partido eserista. En el II Congreso de los Soviets de toda Rusia, los eseristas de izquierda votaron con los bolcheviques al decidirse los problemas más importantes que figuraban en el orden del día; sin embargo, rechazaron la propuesta de los bolcheviques de que colaborasen en el Gobierno soviético. Tras largas vacilaciones, y movidos por el deseo de conservar su influencia entre los campesinos, los eseristas de izquierda accedieron a colaborar con los bolcheviques y formaron parte de varios organismos colegiados de los comisariados del pueblo. A pesar de haber aceptado la colaboración con los bolcheviques, los eseristas de izquierda discrepaban de ellos en cuestiones cardinales de la edificación del socialismo y rechazaban la dictadura del proletariado. En enero y febrero de 1918, el CC de los eseristas de izquierda emprendió la lucha contra la conclusión del Tratado de Paz de Brest-Litovsk, y cuando éste fue firmado y ratificado por el IV Congreso de los Soviets (marzo de 1918), abandonaron el Consejo de Comisarios del Pueblo, pero siguieron formando parte de los organismos colegiados de los comisariados del pueblo y de los órganos locales de poder. A medida que avanzaba la revolución socialista en el campo, entre los eseristas de izquierda fueron acentuándose las tendencias antisoviéticas. En julio de 1918, el CC de los eseristas de izquierda organizó en Moscú el asesinato del embajador alemán -con el propósito de provocar una guerra entre la Rusia Soviética y Alemania- y, al mismo tiempo, un levantamiento armado contra el Poder soviético. Con este motivo, el V Congreso de los Soviets de toda Rusia, una vez sofocado el motín, acordó expulsar de los Soviets a los eseristas de izquierda que compartían las opiniones de su camarilla dirigente.
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Tratado de Paz de Versalles: tratado imperialista que la Entente impuso a Alemania, derrotada en la primera guerra mundial (1914-1918). Fue firmado el 28 de junio de 1919 en Versalles.
Las tareas del Partido Comunista de China en el periodo de la resistencia al Japón1
Mao Tse-tung
la actual etapa de desarrollo de las contradicciones externas e internas de china Debido a que la contradicción entre China y el 1. Japón ha pasado a ser la principal y a que las contradicciones internas de China han quedado re-
legadas a un plano secundario y subordinado, en las relaciones de China con el exterior y en las relaciones de clase dentro del país se han producido cambios, que inauguran una nueva etapa de desarrollo de la situación actual. 2. Hace mucho que China vive dos contradicciones agudas y fundamentales: la contradicción entre ella y el imperialismo y la contradicción entre el feudalismo y las grandes masas populares. En 1927, la burguesía, representada por el Kuomintang, traicionó a la revolución y vendió los intereses nacionales al imperialismo, creando así una situación caracterizada por un agudo antagonismo entre el Poder obrero-campesino y el Poder kuomintanista y por el hecho de que el Partido Comunista de China tuvo que asumir él solo la tarea de llevar adelante la revolución nacional y democrática. 3. Desde el Incidente del 18 de Septiembre de 1931, y especialmente a partir de los acontecimientos del Norte de China en 1935,2 esas contradicciones han experimentado los siguientes cambios: a) De las contradicciones entre China y las potencias imperialistas en general, la contradicción entre China y el imperialismo japonés se ha acentuado y agudizado sobremanera. Este imperialismo sigue una política de conquista total de China. En consecuencia, las contradicciones entre China y algunas otras potencias imperialistas han sido relegadas a segundo plano, mientras la grieta entre dichas potencias y el imperialismo japonés se ha ampliado. Por lo tanto, se plantea ante el Partido Comunista de China y el pueblo chino la tarea de ligar el frente único nacional antijaponés con el frente mundial de la paz. En otras palabras, China no sólo debe unirse con la Unión Soviética, que ha sido siempre amiga fiel del pueblo chino, sino
también, en la medida de lo posible, establecer relaciones de lucha conjunta contra el imperialismo japonés con aquellos países imperialistas que en el presente estén dispuestos a mantener la paz y se opongan a nuevas guerras de agresión. Nuestro frente único debe tener como objetivo resistir al Japón, y no oponerse a todas las potencias imperialistas a la vez. b) La contradicción entre China y el Japón ha conducido a la modificación de las relaciones de clase en el país y ha planteado ante la burguesía e incluso ante los caudillos militares la cuestión de su propia supervivencia, de manera que en su seno y dentro de sus partidos se ha iniciado un proceso de cambio gradual de actitud política. Esto plantea al Partido Comunista de China y al pueblo chino la tarea de formar un frente único nacional antijaponés. Nuestro frente único incluirá a la burguesía y a todos aquellos que estén en favor de la defensa de la patria, y encarnará la unidad nacional contra el enemigo extranjero. Esta tarea debe y puede ser cumplida. c) La contradicción entre China y el Japón ha hecho cambiar la situación en que se encontraban las grandes masas populares de todo el país (el proletariado, el campesinado y la pequeña burguesía urbana) y ha originado modificaciones en la política del Partido Comunista. La lucha del pueblo por la salvación nacional ha cobrado mayor amplitud. El Partido Comunista ha desarrollado la política que adoptó después del Incidente del 18 de Septiembre, consistente en concluir acuerdos, bajo tres condiciones (cesar los ataques contra las bases de apoyo revolucionarias, garantizar las libertades y derechos del pueblo y armar al pueblo), con los sectores del Kuomintang que estuvieran dispuestos a cooperar con nosotros para resistir al Japón, y la ha transformado en la política de frente único antijaponés de toda la nación. De esto se han derivado, entre otras, las siguientes medidas de nuestro partido: en 1935, la declaración de agosto3 y la resolución de diciembre;4 en mayo de 1936, el abandono de la consigna de "¡Abajo Chiang Kai-shek!";5 en agosto, la carta dirigida al 11
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Kuomintang;6 en septiembre, la resolución sobre la república democrática;7 en diciembre, la insistencia en un arreglo pacífico del Incidente de Sían, y, en febrero de 1937, el telegrama dirigido a la iii Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang.8 d) La contradicción entre China y el Japón también ha producido cambios en lo que se refiere a los regímenes instaurados por los caudillos militares chinos y a las guerras intestinas entre ellos, fenómenos engendrados por la política imperialista de esferas de influencia y por las condiciones económicas semicoloniales de China. El imperialismo japonés estimula tales regímenes y guerras intestinas, con el propósito de facilitar su dominación exclusiva sobre China. Algunas otras potencias imperialistas, en aras de sus propios intereses, favorecen temporalmente la unidad y la paz de China. Por su parte, el Partido Comunista de China y el pueblo chino se esfuerzan al máximo para poner fin a las guerras civiles y a las divisiones y conseguir la paz y la unidad. e) Con su desarrollo, la contradicción nacional entre China y el Japón ha superado en peso político relativo a las contradicciones entre las clases y entre los grupos políticos dentro del país, relegándolas a un plano secundario y subordinado. Pero estas contradicciones continúan existiendo, y en modo alguno han disminuido o desaparecido; lo mismo ocurre con las contradicciones entre China y las potencias imperialistas excepto el Japón. En consecuencia, se plantea al Partido Comunista de China y al pueblo chino la siguiente tarea: efectuar, de acuerdo con la tarea general de unidad para resistir al Japón, los ajustes apropiados respecto a las contradicciones internas y externas que hoy puedan y deban ser ajustadas. De ahí la política del Partido Comunista de China, que exige paz y unidad internas, democracia, mejores condiciones de vida para el pueblo y negociaciones con los países que se opongan al Japón. 4. La primera etapa del nuevo período de la revolución china, iniciada el 9 de diciembre de 1935, terminó en febrero de 1937, cuando el Comité Ejecutivo Central del Kuomintang celebró su iii Sesión Plenaria. Durante esa etapa, los acontecimientos más importantes fueron: el movimiento por la salvación nacional en los medios estudiantiles, culturales y periodísticos; la entrada del Ejército Rojo en el Noroeste; la labor de propaganda y de organización efectuada por el Partido Comunista en relación a su política de frente único nacional antijaponés; las huelgas antijaponesas en Shanghai y Chingtao;9 la tendencia de Inglaterra a seguir una política relativamente dura con respecto al 12
Japón;10 el Incidente de Kuangtung-Kuangsí;11 la resistencia de Suiyuán y el movimiento en su apoyo;12 la actitud relativamente firme de Nankín en las negociaciones chino-japonesas;13 el Incidente de Sían y, finalmente, la iii Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang, celebrada en Nankín.14 Todos estos acontecimientos gravitaron alrededor de la contradicción fundamental, el antagonismo entre China y el Japón, y, directamente, en torno a la necesidad histórica de establecer un frente único nacional antijaponés. La tarea fundamental de la revolución en esa etapa consistía en luchar por la paz en el país, poner término a los conflictos armados internos, con el fin de lograr la unidad para resistir conjuntamente al Japón. En esa etapa, el Partido Comunista lanzó el llamamiento: "¡Poner fin a la guerra civil y unirse para resistir al Japón!", llamamiento que se ha hecho realidad en lo fundamental, creándose así la primera condición para la efectiva formación de un frente único nacional antijaponés. 5. Debido a la presencia del grupo projaponés en sus filas, el Kuomintang no introdujo ningún cambio nítido y radical en su política ni solucionó concretamente ningún problema en la iii Sesión Plenaria de su Comité Ejecutivo Central. Pero, gracias a la presión del pueblo y a los cambios ocurridos en su propio interior, el Kuomintang se vio constreñido a comenzar a modificar su errónea política de los últimos diez años, es decir, su política de guerra civil, de dictadura y de no resistencia al Japón, para orientarse hacia la paz, la democracia y la resistencia al Japón, y a comenzar a aceptar la política de frente único nacional antijaponés. Este cambio inicial se manifestó en la iii Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang. De ahora en adelante, debe exigirse al Kuomintang un cambio completo de su política. Para ello, nosotros y todo el pueblo tenemos que desarrollar aún más ampliamente el movimiento por la resistencia al Japón y la democracia; criticar, espolear y presionar aún más al Kuomintang; unirnos con sus militantes que se pronuncien por la paz, la democracia y la resistencia al Japón; hacer avanzar a sus elementos vacilantes e indecisos y descartar a los elementos projaponeses. 6. Actualmente vivimos la segunda etapa del nuevo período. Tanto la anterior corno la presente son etapas de transición hacia la resistencia armada en escala nacional contra el Japón. Si la tarea de la etapa anterior consistía principalmente en luchar por la paz, la de la presente es, ante todo, luchar por la democracia. Hay que comprender que así como sin la paz interna no es posible establecer un auténtico y sólido frente único nacional antijaponés, tampoco es posible hacerlo sin la democracia dentro del país. Por eso, en la actual etapa de desarrollo, la lucha por la democra-
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cia constituye el eslabón central en la cadena de las tareas de la revolución. Si no vemos con claridad la importancia de la lucha por la democracia y si debilitamos nuestros esfuerzos en esta lucha, no lograremos establecer un auténtico y sólido frente único nacional antijaponés.
La lucha por la democracia y la libertad 7. El imperialismo japonés está intensificando sus preparativos para invadir la parte de China situada al Sur de la Gran Muralla. De concierto con los intensos preparativos de Hitler y Mussolini para una guerra de rapiña en Occidente, el Japón, en Oriente, está concentrando todos sus esfuerzos en la preparación, conforme a un plan bien definido, de condiciones que le permitan acabar con China de un solo golpe: está creando condiciones militares, políticas, económicas e ideológicas en su propio país y condiciones diplomáticas en el plano internacional, y sustentando a las fuerzas projaponesas en China. Su propaganda acerca de "colaboración chinojaponesa" y la suavización de ciertas medidas diplomáticas obedecen precisamente a las necesidades tácticas de su política de agresión en vísperas de la guerra. China se aproxima ahora a un momento crítico en que ha de decidir su subsistencia o extinción, y debemos apresurar al máximo los preparativos para resistir al Japón y salvar a la nación. De ningún modo estamos en contra de los preparativos; a lo que nos oponemos es a la teoría de la preparación prolongada, así como a la indolencia y vida frívola de los funcionarios civiles y militares, de funestas consecuencias para la nación. Todas estas cosas, de hecho, ayudan al enemigo y hay que terminar con ellas lo antes posible. 8. Los preparativos para la defensa nacional en los terrenos político, militar, económico y educacional son condiciones necesarias para resistir al Japón y salvar a la nación, y ninguno de ellos puede ser postergado ni por un solo instante. Pero la clave para la victoria de la guerra de resistencia es la conquista de la democracia y la libertad en el terreno político. La guerra de resistencia requiere la paz y la unidad en todo el país, pero sin democracia y libertad, es imposible consolidar la paz ya conquistada ni fortalecer la unidad interna. La guerra de resistencia requiere la movilización del pueblo, pero sin democracia y libertad no hay manera de movilizarlo. A menos que se consoliden la paz y la unidad y se movilice al pueblo, nuestra guerra de resistencia correrá la misma suerte que la de Abisinia. Este país fue vencido principalmente porque su régimen feudal era incapaz de lograr
una sólida unidad interna y despertar la iniciativa del pueblo. Sin democracia será imposible forjar en China un auténtico y sólido frente único nacional antijaponés ni cumplir sus tareas. 9. China debe iniciar inmediatamente reformas democráticas en dos aspectos. Primero, en lo referente al sistema político, hay que sustituir la dictadura reaccionaria kuomintanista de un solo partido y una sola clase por un régimen democrático basado en la cooperación de diferentes partidos y clases. A este respecto, debe comenzarse por cambiar los procedimientos antidemocráticos para las elecciones a la asamblea nacional y su convocatoria, celebrar elecciones democráticas y asegurar a esta asamblea libertad en sus reuniones; y luego elaborar una constitución verdaderamente democrática, convocar un parlamento verdaderamente democrático, elegir un gobierno verdaderamente democrático y aplicar una política verdaderamente democrática. Sólo así se podrá consolidar efectivamente la paz interna, poner fin a los conflictos armados en el país y reforzar la unidad interior, de manera que toda la nación resista unida al enemigo extranjero. Puede ocurrir que el imperialismo japonés nos ataque antes de que hayamos dado cima a estas reformas. Por eso, con el fin de estar en condiciones de resistir en cualquier momento los ataques del Japón y vencerlo completamente, debemos proceder sin dilación a las reformas y prepararnos para cumplirlas plenamente en el curso de la guerra de resistencia. Todo el pueblo chino y los patriotas dentro de los diferentes partidos deben abandonar su indiferencia respecto a la cuestión de una asamblea nacional y de una constitución, y concentrar concretamente sus esfuerzos en el movimiento en pro de una asamblea nacional y una constitución, movimiento que es importante para la defensa nacional; deben criticar con severidad al Kuomintang, el partido en el Poder, impulsarla y presionarlo para que renuncie a su dictadura de un solo partido y una sola clase y actúe de acuerdo con las opiniones del pueblo. En los meses restantes de este año, es preciso promover en todo el país un vasto movimiento democrático, cuyo objetivo inmediato debe ser una asamblea nacional y una constitución completamente democráticas. Segundo: el problema de las libertades de expresión, de reunión y de asociación para el pueblo. Sin tales libertades, será imposible poner en práctica las reformas democráticas en el sistema político, movilizar al pueblo para que participe en la guerra de resistencia y obtener la victoria en la defensa de la patria y en la reconquista del territorio perdido. En los próximos meses, el movimiento democrático de todo el pueblo debe esforzarse por lograr siquiera un mínimo de las mencionadas libertades, entre 13
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otras cosas, la liberación de los presos políticos y el levantamiento de la prohibición de los partidos políticos. La reforma democrática del sistema político y las libertades y derechos para el pueblo constituyen parte importante del programa del frente único nacional antijaponés; son al mismo tiempo condiciones indispensables para el establecimiento de un auténtico y sólido frente único nacional antijaponés. 10. Nuestros enemigos —los imperialistas japoneses, los colaboracionistas chinos, los elementos projaponeses y los trotskistas— vienen haciendo todo cuanto pueden para torpedear cada paso que se da en favor de la paz y la unidad, la democracia y la libertad en China y la resistencia al Japón. En el pasado, cuando nos esforzábamos por la paz y la unidad, ellos hacían todo lo posible para fomentar la guerra civil y la división. En el presente y en el futuro próximo, cuando dedicamos nuestros esfuerzos a la lucha por la democracia y la libertad, no dejarán de llevar adelante su labor de zapa. Su objetivo general es impedir que cumplamos con éxito nuestra tarea de resistencia armada en defensa de la patria, y realizar su plan agresivo de acabar con China. En lo sucesivo, en nuestra lucha por la democracia y la libertad debemos no sólo esforzarnos en la labor de propaganda, agitación y crítica respecto a los elementos recalcitrantes del Kuomintang y a los elementos atrasados dentro del pueblo, sino también desenmascarar al máximo y combatir resueltamente las intrigas de los imperialistas japoneses, así como de los elementos projaponeses y de los trotskistas, que les sirven de lacayos en su agresión contra China. 11. En interés de la paz interna, la democracia y la guerra de resistencia, y con miras a establecer el frente único nacional antijaponés, el Partido Comunista de China, en su telegrama dirigido a la III Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang, contrajo los siguientes cuatro compromisos: 1) Cambiar el nombre del Gobierno de la base de apoyo revolucionaria de Shensí-Kansú-Ningsia, que dirige el Partido Comunista de China, por el de Gobierno de la Región Especial de la República de China, y cambiar el nombre del Ejército Rojo haciéndolo formar parte del Ejército Revolucionario Nacional, de modo que dicho Gobierno y dicho Ejército queden dentro de la jurisdicción del Gobierno Central de Nankín y de su Consejo Militar, respectivamente; 2) Aplicar un cabal sistema democrático en el territorio administrado por el Gobierno de la Región Especial; 3) Suspender la política de derribar al Kuomintang por la fuerza de las armas, y 4) Suspender la confiscación de las tierras de los terratenientes. 14
Estos compromisos son tan necesarios como permisibles. Sólo así será posible cambiar la situación caracterizada por el antagonismo entre los dos Poderes dentro del país y alcanzar la unidad para la acción común contra el enemigo, en consonancia con los cambios operados en el peso político relativo de las contradicciones externas e internas del país. Estas son concesiones permitidas por los principios y sujetas a determinadas condiciones, concesiones hechas a cambio de lo que necesita toda la nación: la paz interna, la democracia y la guerra de resistencia. Sin embargo, esas concesiones tienen límites. Preservar la dirección del Partido Comunista sobre la Región Especial y sobre el Ejército Rojo y mantener la independencia y la libertad de crítica del partido en sus relaciones con el Kuomintang —tales son los límites, que no se permite traspasar. A ambas partes corresponde hacer concesiones: el Kuomintang renuncia a su política de guerra civil, dictadura y no resistencia al enemigo exterior, y el Partido Comunista, a su política seguida bajo el antagonismo entre los dos Poderes. Al precio de nuestras concesiones obtenemos las del Kuomintang, y reanudarnos la cooperación con él para luchar por la salvación nacional. Calificar esto de capitulación del Partido Comunista no sería sino "A-Q-ism"15 o una pérfida calumnia. l2. ¿Está de acuerdo el Partido Comunista con los Tres Principios del Pueblo? Respondemos que sí.16 Estos Principios han sufrido cambios en el curso de su historia. Los Tres Principios del Pueblo revolucionarios del Dr. Sun Yat-sen, al ser llevados decididamente a la práctica por él en cooperación con el Partido Comunista, se granjearon la confianza del pueblo y llegaron a ser la victoriosa bandera de la revolución de 1924-1927. En 1927, sin embargo, el Kuomintang se volvió contra el Partido Comunista (la "depuración del partido"17 y la guerra anticomunista) y adoptó una política opuesta, llevando así la revolución a la derrota y poniendo en peligro a la nación; en consecuencia, el pueblo perdió la confianza en los Tres Principios del Pueblo. En la actualidad, cuando la nación se debate en una gravísima crisis y el Kuomintang ya no puede seguir gobernando tal como antes, todo el pueblo chino y los elementos patriotas dentro del Kuomintang exigen con urgencia una nueva cooperación entre los dos partidos. Por consiguiente, corresponde enteramente a las necesidades históricas de la revolución china hacer revivir el espíritu de los Tres Principios del Pueblo, reanudar entre los dos partidos la cooperación basada, en lo externo, sobre el Principio del Nacionalismo o lucha por la independencia y la liberación nacionales y, en lo interno, sobre el Principio de la Democracia o conquista de la democracia y la libertad, y el Principio de la Vida del Pueblo o fomento del bienestar del pue14
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blo, y conducir al pueblo a que lleve resueltamente a la práctica estos Principios. Es preciso que esto lo comprenda claramente cada unode los miembros de nuestro partido. Los comunistas jamás renunciarán a su ideal de socialismo y comunismo; pasando por la etapa de la revolución democrático-burguesa, alcanzarán la etapa del socialismo y la del comunismo. EL Partido Comunista de China tiene su propio programa político y económico. Su programa máximo es el socialismo y el comunismo, cosa distinta de los Tres Principios del Pueblo. Incluso su programa para el período de la revolución democrática es más radical que el de ningún otro partido de China. Pero el programa del Partido Comunista para la revolución democrática no está reñido, en lo fundamental, con el de los Tres Principios del Pueblo, proclamado por el I Congreso Nacional del Kuomintang. Por lo tanto, lejos de rechazar los Tres Principios del Pueblo, estamos dispuestos a realizarlos con decisión; más aún, exigimos al Kuomintang que los ponga en ejecución junto con nosotros y llamamos a todo el pueblo a llevarlos a la práctica. Sostenemos que el Partido Comunista, el Kuomintang y el pueblo de todo el país deben unirse en una lucha común por tres grandes objetivos: la independencia nacional, la democracia y la libertad, y el bienestar del pueblo. 13. ¿Era errónea nuestra anterior consigna de república democrática de obreros y campesinos? No, no lo era. Puesto que la burguesía, y sobre todo la gran burguesía, se retiró de la revolución, se entregó al imperialismo y a las fuerzas feudales y se convirtió en enemiga del pueblo, quedaron como fuerza motriz de la revolución únicamente el proletariado, el campesinado y la pequeña burguesía urbana, y como partido revolucionario, sólo el Partido Comunista; la responsabilidad de organizar la revolución recayó por fuerza sobre los hombros del Partido Comunista, el único partido revolucionario del país. Solamente el Partido Comunista continuó manteniendo en alto la bandera de la revolución, conservó las tradiciones revolucionarias, lanzó la consigna de república democrática de obreros y campesinos y, para hacerla realidad, sostuvo una lucha ardua durante muchos años. Esta consigna no iba en contra de la tarea de la revolución democrático-burguesa, sino que, al contrario, significaba cumplirla resueltamente. En ninguno de sus aspectos, la política que seguíamos en nuestra lucha práctica discrepaba de esta tarea. Nuestra política, que preveía, entre otras cosas, la confiscación de las tierras de los terratenientes y la implantación de la jornada de ocho horas, de ninguna manera traspasaba los marcos de la propiedad privada capitalista y en modo alguno significaba llevar a la práctica el socialismo. ¿Cuál será la composición de la nueva república democrática? La integrarán el proletariado, el campesinado, la pequeña
burguesía urbana, la burguesía y todos los individuos que en el país estén en favor de la revolución nacional y democrática; ella será una alianza de estas clases en la revolución nacional y democrática. El rasgo distintivo aquí es la inclusión de la burguesía; esto obedece a que, en las circunstancias actuales, cabe la posibilidad de que la burguesía coopere nuevamente con nosotros y participe en la resistencia al Japón; por lo tanto, el partido del proletariado no debe rechazarla, sino acogerla y reanudar la alianza con ella para la lucha común, a fin de favorecer el avance de la revolución china. Con miras a poner término a los conflictos armados internos, el Partido Comunista está dispuesto a suspender su política de confiscación violenta de las tierras de los terratenientes y a solucionar el problema de la tierra por la vía legislativa y por otros medios apropiados en el curso de la construcción de la nueva república democrática. El primer problema por resolver es si la tierra de China será de los japoneses o de los chinos. Puesto que la solución del problema de la tierra para los campesinos tiene como premisa la defensa de China, es absolutamente necesario pasar de la confiscación violenta a métodos nuevos y apropiados. Así como en el pasado fue correcto lanzar la consigna de república democrática de obreros y campesinos, también ahora es correcto renunciar a ella. 14. A fin de crear un frente único nacional para luchar juntos contra el enemigo, es menester resolver en forma apropiada ciertas contradicciones internas con arreglo al principio de que la solución debe contribuir al fortalecimiento y ampliación del frente único nacional antijaponés y no a debilitarlo ni reducirlo. En la etapa de la revolución democrática, son inevitables las contradicciones y luchas entre las clases, los partidos y los grupos políticos del país, pero es posible y necesario poner término a las luchas desfavorables para la unidad y la resistencia al Japón (la guerra civil, la hostilidad entre los partidos, el separatismo provincial, la opresión política y económica feudal, por un lado, y, por el otro, la política insurreccional y las reivindicaciones económicas excesivas que perjudiquen la resistencia al Japón, etc.) y continuar las luchas beneficiosas para la unidad y la resistencia al Japón (por la libertad de crítica, por la independencia de los partidos y por el mejoramiento de las condiciones políticas y económicas del pueblo, etc.). 15. De acuerdo con la tarea general de la lucha por un frenteúnico nacional antijaponés y por una república democrática unificada, las tareas del Ejército Rojo y de la base de apoyo antijaponesa son las siguientes: 1) Para adaptarse a las circunstancias de la guerra de resistencia contra el Japón, el Ejército Rojo debe reorganizarse inmediatamente como unida15
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des del Ejército Revolucionario Nacional, y debe elevar aún más el nivel de su preparación militar, política y cultural con el objeto de llegar a ser un ejército modelo en esta guerra. 2) Nuestra base de apoyo debe convertirse en una parte integrante del Estado en su conjunto, aplicar un sistema democrático correspondiente a las nuevas condiciones, reorganizar sus fuerzas de preservación del orden y eliminar a los colaboracionistas y saboteadores, y así llegar a ser una región modelo en la resistencia al Japón y en el ejercicio de la democracia. 3) En esta región, hay que llevar adelante la construcción económica indispensable y mejorar las condiciones de vida del pueblo. 4) Es preciso realizar la construcción cultural indispensable.
nuestra responsabilidad de dirigir 16. La burguesía china, que en determinadas circunstancias históricas puede participar en la lucha contra el imperialismo y el feudalismo, vacila y claudica en otras debido a su debilidad económica y política. Esta es una ley ya confirmada en la historia de China. De tal manera, por veredicto de la historia, la tarea de la revolución democrático-burguesa antiimperialista y antifeudal no puede cumplirse bajo la dirección de la burguesía sino únicamente bajo la del proletariado. Además, sólo poniendo en pleno juego dentro de la revolución democrática la perseverancia y la consecuencia del proletariado, se podrá superar la vacilación y la inconsecuencia inherentes a la burguesía y prevenir el aborto de la revolución. ¿Debe el proletariado seguir a la burguesía, o ésta al proletariado? Este problema, el de a quién atañe la responsabilidad de dirigir la revolución china, es la clave de la cual depende el triunfo o fracaso de ésta. La experiencia de los años 1924-1927 muestra cómo la revolución avanzaba cuando la burguesía seguía la dirección política del proletariado, y cómo fracasó cuando, en lo político, el proletariado se convirtió en cola de la burguesía, de lo cual fue responsable el Partido Comunista18. No debemos tolerar que se repita este hecho de la historia. En las actuales circunstancias, sin la dirección política del proletariado y su partido no será posible establecer el frente único nacional antijaponés, ni alcanzar los objetivos de paz interna, democracia y resistencia armada, ni defender a la patria, ni fundar una república democrática unificada. Hoy, la burguesía, representada por el Kuomintang, aún se muestra muy pasiva y conservadora, y prueba de ello es su prolongada vacilación en aceptar el frente único nacional antijaponés, propuesto por el 16
Partido Comunista. Por eso es tanto mayor la responsabilidad del proletariado y su partido de ejercer la dirección política. Es un deber inalienable y una responsabilidad ineludible del Partido Comunista asumir las funciones de estado mayor general en la guerra de resistencia contra el Japón para salvar a la nación. 17. ¿Cómo ejerce el proletariado, a través de su partido, la dirección política sobre todas las demás clases revolucionarias del país? En primer lugar, plantea consignas políticas fundamentales que correspondan al curso del desarrollo histórico, y, para convertirlas en realidad, lanza consignas de acción para cada etapa de desarrollo, así como para cada acontecimiento importante. Hemos formulado, por ejemplo, consignas fundamentales como la de "Frente único nacional antijaponés" y la de "República democrática unificada", y hemos formulando también las consignas de "Poner fin a la guerra civil", "Luchar por la democracia" y "Resistir al Japón", como objetivos concretos para la acción común de toda la nación. Sin objetivos concretos como éstos, no puede haber dirección política. En segundo lugar, cuando todo el país entra en acción en pos de estos objetivos, el proletariado y en especial su vanguardia, el Partido Comunista, deben dar el ejemplo en la realización de dichos objetivos mostrando su ilimitado entusiasmo y devoción. En la lucha por el cumplimiento de todas las tareas del frente único nacional antijaponés y de la república democrática, los comunistas deben ser los más perspicaces, los más dispuestos a sacrificarse, los más firmes y los más capaces de apreciar las situaciones sin ideas preconcebidas; y deben apoyarse en la mayoría de las masas y conquistar su apoyo. En tercer lugar, ciñéndose al principio de no renunciar jamás a los objetivos políticos que se ha fijado, el Partido Comunista debe establecer relaciones apropiadas con sus aliados, y desarrollar y consolidar su alianza con ellos. En cuarto lugar, el Partido Comunista debe engrosar sus filas y mantener su unidad ideológica y su rigurosa disciplina. El Partido Comunista ejerce su dirección política sobre todo el pueblo precisamente por medio del cumplimiento de todas estas condiciones. Ellas constituyen la base que garantiza nuestra dirección política y asegura el triunfo completo de la revolución impidiendo que ésta sea socavada por el carácter vacilante de nuestros aliados. 18. Una vez lograda la paz interna y establecida la cooperación entre los dos partidos, deben introducirse modificaciones en las formas de lucha, de organización y de trabajo que en el pasado adoptamos guiándonos por la línea seguida bajo el antagonismo entre los dos Poderes. Esos cambios consisten principalmente en pasar de las formas militares a las
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pacíficas, y de las formas ilegales a las legales. Dichos cambios no serán fáciles de realizar y debemos aprender de nuevo. Dar a los cuadros una nueva formación constituirá un eslabón clave. 19. Muchos camaradas han preguntado por la naturaleza de la república democrática y su porvenir. Nuestra respuesta es la siguiente: en cuanto a su naturaleza de clase, se trata de una alianza de todas las clases revolucionarias, y respecto a su porvenir, puede ser que avance hacia el socialismo. Nuestra república democrática será establecida en el curso del cumplimiento de las tareas de la resistencia armada nacional, bajo la dirección del proletariado y en la nueva situación internacional (con el socialismo victorioso en la Unión Soviética y en vísperas de un nuevo período de la revolución mundial). Por lo tanto, aunque social y económicamente no pasará de ser un Estado de carácter democrático-burgués, en términos políticos concretos, tendrá que ser un Estado basado en la alianza de la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía y la burguesía, y en esto se distinguirá de las repúblicas burguesas en general. Por eso, en lo que se refiere a su porvenir, si bien es posible que tome un rumbo capitalista, existe también la posibilidad de que se dirija hacia el socialismo, y el partido del proletariado chino debe luchar con energía por esta última perspectiva. 20. Luchar contra la actitud de "puertas cerradas" y el aventurerismo y, al mismo tiempo, contra el seguidismo, es un requisito indispensable para llevar a efecto las tareas del partido. En el movimiento de masas, nuestro partido ha tenido tradicionalmente la tendencia a una grave actitud de "puertas cerradas", a un sectarismo altivo y al aventurerismo. Esta es una perniciosa tendencia que dificulta la labor del partido de forjar el frente único nacional antijaponés y de ganarse a la mayoría de las masas. Es absolutamente necesario eliminar esta tendencia en cada uno de los sectores concretos de nuestro trabajo. Lo que debemos hacer es apoyarnos en la mayoría y tener en cuenta la situación de conjunto. No toleraremos que renazca el seguidismo de Chen Tu-siu, reflejo del reformismo burgués en las filas del proletariado. Rebajar la posición de clase del partido, desdibujar su fisonomía y sacrificar los intereses de los obreros y campesinos a las necesidades del reformismo burgués, conduce indefectiblemente la revolución a la derrota. Lo que debernos hacer es aplicar una firme política revolucionaria y luchar por la victoria total de la revolución democrático-burguesa. A fin de superar las perniciosas tendencias a que nos hemos referido arriba, es absolutamente imprescindible elevar el nivel teórico marxista-leninista de todo el partido, porque el marxismo-leninismo es la única brújula que puede guiar la revolución china hacia la victoria.
Notas 1
Informe del camarada Mao Tse-tung ante la Conferencia Nacional del Partido Comunista de China celebrada en Yenán el 3 de mayo de 1937.
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Se refiere a toda una serie de actos de agresión emprendidos en 1935 por los invasores japoneses en el Norte de China y de actos entreguistas y humillantes cometidos en esa parte del país por el gobierno del Kuomintang, acaudillado por Chiang Kaishek. En mayo de ese año, los invasores japoneses exigieron del gobierno del Kuomintang la autoridad administrativa sobre el Norte de China. En junio, Je Ying-chin, representante de ese gobierno en el Norte del país, accedió a esta exigencia y Firmó con Yoshijiro Umezu, comandante de las fuerzas invasoras japonesas acantonadas en dicha zona, un acuerdo conocido como "Acuerdo Je-Umezu", por el cual China se vio despojada de la mayor parte de sus derechos soberanos sobre las provincias de Jopei y Chajar. En octubre, a instigación de los invasores japoneses, los colaboracionistas chinos realizaron una revuelta en Siangje, provincia de Jopei, y ocuparon la capital del distrito. En noviembre, al dictado de los invasores japoneses, un número de colaboracionistas chinos promovieron un pretendido "movimiento por la autonomía de las cinco provincias del Norte de China" y proclamaron un gobierno colaboracionista en el Este de Jopei, el "Gobierno Autónomo Anticomunista”. Para satisfacer la exigencia japonesa de una "administración especial para el Norte de China", el gobierno del Kuomintang designó a Sung Che-yuan y otros para que formaran un "Consejo Político de Jopei y Chajar".
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Se refiere a la declaración emitida por el Partido Comunista de China el 1° de agosto de 1935. Sus puntos esenciales están contenidos en los siguientes extractos: "En momentos en que el peligro de una inminente subyugación y exterminio se cierne sobre nuestro país y nuestro pueblo, el Partido Comunista exhorta una vez más a todos los compatriotas: sean cuales fueren las pasadas o presentes discrepancias políticas y diferencias de intereses entre los distintos partidos, sean cuales fueren las diferencias de puntos de vista y de intereses entre los distintos sectores de nuestros compatriotas, y sean cuales fueren las pasadas o presentes hostilidades entre los distintos ejércitos del país, todos debemos adquirir clara conciencia de que 'hermanos que se disputan en casa, frente al ataque de fuera se unen', y, antes que nada, debemos poner término a la guerra civil, a fin de concentrar todos los recursos (humanos, materiales, financieros y militares) de la nación en la sagrada causa de la resistencia al Japón y de la salvación nacional. Una vez más el Partido Comunista declara solemnemente: basta con que las tropas del Kuomintang cesen en sus ataques al Ejército Rojo, con que alguna unidad de estas tropas, cualquiera que sea, oponga resistencia al Japón, para que el Ejército Rojo no sólo cese inmediatamente sus hostilidades contra ella, sino que se disponga a luchar hombro a hombro con ella por la salvación nacional, sean cuales fueren los pasados odios o las actuales divergencias respecto a los problemas interiores."
"El Partido Comunista está dispuesto a tomar la iniciativa en el establecimiento de tal gobierno de defensa nacional y, con miras a la formación conjunta de dicho gobierno, está dispuesto a celebrar inmediatamente negociaciones con todos los que estén prontos a incorporarse a la causa de la resistencia al Japón y de la salvación nacional —partidos políticos, organizaciones sociales (sindicatos, asociaciones campesinas, uniones estudiantiles, cámaras de comercio, asociaciones educacionales, sociedades de periodistas, asociaciones de profesores y empleados de los centros de enseñanza, sociedades de conterráneos, el Chikungtang, la Asociación de Autodefensa Armada Nacional, la Asociación Antijaponesa, la Asociación por la Salvación Nacional, etc.),
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www.ppsm.org.mx eruditos, políticos y otras personalidades públicas, así como autoridades militares y administrativas locales. El gobierno de defensa nacional que se establezca como resultado de tales negociaciones debe ser un órgano dirigente provisional para la lucha por salvar a la nación de la subyugación y asegurar su supervivencia. Este gobierno de defensa nacional debe esforzarse por organizar un cuerpo verdaderamente representativo de todos nuestros compatriotas (compuesto de delegados elegidos democráticamente por los obreros, campesinos, militares, personal de los organismos gubernamentales, hombres de negocios e intelectuales, por todos los partidos y organizaciones que estén dispuestos a resistir al Japón y salvar a la nación, así como por todos los chinos de ultramar y por todas las nacionalidades de China) a fin de discutir en términos más concretos los problemas relativos a la resistencia al Japón y a la salvación nacional. EL Partido Comunista hará todo cuanto esté a su alcance para contribuir a que se organice tal cuerpo representativo de todo el pueblo, y llevará a efecto rigurosamente sus decisiones."
Se refiere a la "Resolución sobre la presente situación política y las tareas del partido", adoptada en la reunión del buró político del comité central del Partido Comunista de China, celebrada el 25 de diciembre de 1935 en Wayaopao, Norte de Shensí. Esta Resolución hizo un análisis completo de la situación nacional e internacional de esa época y de los cambios operados en las relaciones de clase dentro de China y definió la política del partido. La Resolución dice en parte lo siguiente:
"La situación actual nos muestra que las tentativas del imperialismo japonés de anexarse China han sacudido a todo el país y al mundo entero. En la vida política de China, se han producido o se están produciendo nuevos cambios en las relaciones entre las diversas clases, capas sociales, partidos políticos y fuerzas armadas. Está surgiendo una nueva alineación de fuerzas tanto en el frente revolucionario nacional como en el frente contrarrevolucionario nacional. De ahí que la línea táctica del partido consista en movilizar, unir y organizar a las fuerzas revolucionarias de todo el país y de toda la nación para luchar contra el enemigo principal del momento: el imperialismo japonés y Chiang Kai-shek, cabecilla de los vendepatrias. Todos los individuos, todos los partidos, todas las unidades armadas y todas las clases, siempre que se opongan al imperialismo japonés y al vendepatria Chiang Kai-shek, deben unirse para emprender una sagrada guerra revolucionaria nacional, expulsar de China al imperialismo japonés, derribar la dominación de sus lacayos en China, conquistar la liberación completa de la nación china y
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"El ejército unido antijaponés debe estar integrado por todas las tropas dispuestas a combatir al Japón. Bajo la dirección del gobierno de defensa nacional se establecerá un cuartel general único de este ejército. También serán los representantes de los diversos sectores y la voluntad de todo el pueblo los que decidirán si este cuartel general deberá componerse de representantes elegidos por los oficiales y soldados antijaponeses de las diversas unidades militares, o de alguna otra manera. El Ejército Rojo será sin lugar a dudas el primero en formar parte de este ejército unido para cumplir con su sagrado deber de resistir al Japón y salvar a la nación. Con el objeto de que el gobierno de defensa nacional pueda estar efectivamente a la altura de la inmensa responsabilidad que le incumbe en la defensa del país, y de que el ejército unido antijaponés esté en condiciones de asumir su inmensa responsabilidad de resistir al Japón, el Partido Comunista llama a todos los compatriotas a que contribuyan con lo que puedan: los que tengan dinero, con dinero; los que tengan armas, con armas; los que tengan cereales, con cereales; los que tengan energías, con ellas, y los que tengan alguna habilidad especial, con su habilidad, de modo que todos nuestros compatriotas se movilicen y que todas las armas de que disponemos, viejas y modernas, sean usadas para pertrechar a los millones y millones de hombres de las masas populares."
salvaguardar la independencia y la integridad territorial del país. Sólo con el establecimiento del más amplio frente único nacional antijaponés (que abarque tanto las capas inferiores como las superiores), podremos derrotar al imperialismo japonés y su lacayo Chiang Kai-shek. Es cierto que los distintos individuos, organizaciones, clases y capas sociales y unidades armadas toman parte en la revolución nacional antijaponesa obedeciendo a diferentes móviles y con diferentes posiciones de clase. Algunos lo hacen para conservar sus posiciones actuales; otros, para lograr la hegemonía en el movimiento de modo que éste no exceda los límites hasta donde ellos permiten llegar, y los terceros, para trabajar sinceramente por la liberación completa de la nación china. Precisamente debido a que sus móviles y posiciones de clase son diferentes, unos vacilarán y traicionarán en el mismo comienzo de la lucha, otros pueden volverse pasivos o retirarse de la lucha a medio camino, y los terceros lucharán hasta el fin. Sin embargo, nuestra tarea consiste en unir no sólo a todas las posibles fuerzas básicas antijaponesas, sino también a todos los posibles aliados antijaponeses, y conseguir que en el país todos contribuyan con lo que puedan, sean energías, dinero, armas o conocimientos, sin que ningún patriota chino permanezca al margen del frente antijaponés. Tal es la línea general de la táctica del partido para la formación del más amplio frente único nacional. Sólo siguiendo esta línea, podremos movilizar las fuerzas de todo el pueblo para hacer frente al enemigo común: el imperialismo japonés y el vendepatria Chiang Kai-shek. La clase obrera y el campesinado siguen siendo la fuerza motriz fundamental de la revolución china. Las amplias masas de la pequeña burguesía y los intelectuales revolucionarios son sus aliados más seguros en la revolución nacional. La sólida alianza de los obreros, los campesinos y la pequeña burguesía constituye la fuerza básica que permitirá derrotar a los imperialistas japoneses y a los colaboracionistas y vendepatrias chinos. El que un sector de la burguesía nacional y de los caudillos militares exprese simpatía, mantenga una neutralidad benévola o participe directamente en la lucha contra el Japón y los colaboracionistas y vendepatrias, favorecerá la ampliación del frente antijaponés, por mucho que ese sector desapruebe la revolución agraria y el Poder rojo. Pues tal cosa significará restarlo a la fuerza total de la contrarrevolución para sumarlo a la fuerza total de la revolución. Con este propósito, el partido debe utilizar todos los medios y formas apropiados para atraer a esas fuerzas al frente antijaponés. Además, dentro del campo de la clase terrateniente y de la burguesía compradora tampoco existe completa unidad. Dado que la disputa por China entre numerosas potencias imperialistas ha hecho surgir diferentes grupos de vendepatrias a su servicio, con sus contradicciones y conflictos, el partido también debe recurrir a diversos medios para que, por el momento, algunas de las fuerzas contrarrevolucionarias no se opongan activamente al frente antijaponés. La misma táctica debe aplicarse hacia las potencias imperialistas a excepción del Japón. Al movilizar, unir y organizar a las fuerzas de todo el pueblo chino para luchar contra el enemigo común, el partido debe combatir resueltamente y sin titubeos toda tendencia a la vacilación, conciliación, capitulación o traición que se observe en el seno del frente único antijaponés. Quienquiera que socave el movimiento antijaponés del pueblo chino es un colaboracionista y vendepatria, y todos debemos combatirlo. El Partido Comunista debe conquistar la hegemonía en el frente antijaponés mediante sus firmes y acertadas palabras y actos contra el imperialismo japonés y los colaboracionistas y vendepatrias. Sólo bajo la dirección del Partido Comunista podrá el movimiento antijaponés verse coronado con la victoria completa. En cuanto a las grandes masas populares que participan en la guerra antijaponesa, es necesario satisfacer sus reivindicaciones relacionadas con sus intereses fundamentales (la reivindicación de los campesinos por la tierra y las reivindicaciones de los obreros, los soldados, los pobres de la ciudad y los intelectuales por mejores condiciones de vida). Sólo satisfaciendo estas reivindicaciones, es posible movilizar e
Cuarto trimestre de 2010 fin a la guerra civil en todo el país, primeramente en Shensí, Kansú y Shansí; hecho esto, las dos partes deberán designar delegados con el objeto de discutir las medidas concretas a tomar para resistir al Japón y salvar a la nación. Esto será una dicha tanto para la nación y el país como para ustedes mismos. Pero si ustedes se niegan obstinadamente a prestar oídos a la razón y prefieren ser colaboracionistas y vendepatrias, terminarán por ver desmoronarse su dominación, y serán inevitablemente repudiados y derribados por todo el pueblo. Un antiguo proverbio dice: `Aquel a quien mil dedos señalan, muere sin estar enfermo.' Y otro dice: `El carnicero que deja a un lado su cuchilla, se convierte al instante en Buda.' Les recomendamos, señores, que reflexionen y mastiquen bien estas palabras. Además, la Comisión Militar Revolucionaria del Ejército Rojo llama a todas las organizaciones sociales, partidos y compatriotas que no quieran ser esclavos de una nación extranjera, a apoyar nuestra proposición de alto el fuego, de negociaciones de paz y de unidad contra el Japón, a organizar comités de acción pala poner fin a la guerra civil, a enviar delegados al frente para lograr el alto el fuego de ambas partes y a urgir y supervisar el cumplimiento cabal de esta proposición."
incorporar con aún mayor amplitud a las masas populares a la lucha contra el Japón, mantener firme el movimiento antijaponés y conducirlo a la victoria completa. Y sólo así podrá el partido conquistar la hegemonía en la guerra antijaponesa." 5
EL 5 de mayo de 1936, el Ejército Rojo expidió un telegrama abierto al gobierno de Nankín exigiéndole que pusiese fin a la guerra civil y entablase negociaciones de paz con el Partido Comunista con miras a lograr la unidad contra el Japón. El texto completo del telegrama es como sigue:
“Al Consejo Militar del Gobierno Nacional de Nankín; a todas las fuerzas de tierra, mar y aire; a todos los partidos y grupos políticos; a todas las organizaciones sociales; a todos los periódicos, y a todos los compatriotas que no quieren ser esclavos de una nación extranjera:
Desde que cruzó el río Amarillo en su expedición al Este, la Vanguardia Antijaponesa del Ejército Rojo del Pueblo Chino, organizada por la Comisión Militar Revolucionaria del Ejército Rojo de China, ha alcanzado victorias en todas partes y se ha granjeado la adhesión y el apoyo de todo el país. Sin embargo, cuando la Vanguardia Antijaponesa acababa de ocupar el ferrocarril Tatung-Puchou y se preparaba activamente para marchar hacia el Este, rumbo a Jopei, a fin de entrar en combate directo con los imperialistas japoneses, Chiang Kai-shek envió a Shansí más de diez divisiones para cerrar, en cooperación con Yen Si-shan, el paso a dichas fuerzas del Ejército Rojo en su marcha hacia el frente de la lucha antijaponesa; además, ordenó a las tropas al mando de Chang Süe-liang y Yang Jucheng así como a las tropas del Norte de Shensí que avanzaran sobre la zona roja de Shensí-Kansú para hostigar la retaguardia de nuestra lucha antijaponesa. A fin de poder entrar en combate directo con los invasores japoneses, la Vanguardia Antijaponesa del Ejército Rojo del Pueblo Chino debería haber concentrado todas sus fuerzas y aniquilado a las tropas de Chiang que le cerraban el paso en su marcha hacia el frente de la lucha antijaponesa. Pero luego de detenida deliberación, la Comisión Militar Revolucionaria del Ejército Rojo llegó a la siguiente conclusión: en la actual crisis nacional, una batalla decisiva entre ambas partes, gánela quien la gane, sólo redundará en perjuicios para la capacidad defensiva de China y llenará de gozo a los imperialistas japoneses. Además, en las tropas de Chiang Kai-shek y de Yen Si-shan hay no pocos oficiales y soldados patriotas, deseosos de poner fin a la guerra civil y lograr la unidad contra el Japón, quienes al obedecer la orden de Chiang y Yen de cerrar el paso al Ejército Rojo en su marcha hacia el frente de la lucha antijaponesa, están en realidad actuando en contra de su propia conciencia. Por eso, para preservar la capacidad defensiva de China y contribuir a la pronta iniciación de la guerra de resistencia contra el Japón, para poner decididamente en práctica las proposiciones hechas en nuestros repetidos mensajes a la nación sobre el cese de la guerra civil y la unidad contra el Japón, así como para acelerar el despertar final de Chiang Kai-shek y de los militares patriotas de su ejército, la Comisión Militar Revolucionaria del Ejército Rojo dispuso que la Vanguardia Antijaponesa popular se replegara a las zonas situadas al Oeste del río Amarillo, a pesar de sus numerosas victorias en Shansí. Con esta acción, reiteramos ante el gobierno de Nankín, ante todas las fuerzas de tierra, mar y aire del país y ente todo el pueblo chino, la sinceridad de nuestras intenciones; con el propósito de poner fin a la guerra civil y luchar contra el Japón, estamos dispuestos a llegar a un alto el fuego en el término de un mes con todas las unidades armadas que atacan al Ejército Rojo antijaponés, y a celebrar negociaciones de paz con ellas. La Comisión Militar Revolucionaria del Ejército Rojo les advierte solemnemente, señores del gobierno de Nankín, que, en estos momentos críticos en que el peligro de una inminente subyugación y exterminio se cierne sobre nuestro país y nuestro pueblo, ya es hora de que ustedes se arrepientan y cambien de rumbo y, guiándose por el espíritu del dicho `hermanos que se disputan en casa, frente al ataque de fuera se unen', pongan
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Esta carta criticó severamente al régimen reaccionario del Kuomintang y a la II Sesión Plenaria de su Comité Ejecutivo Central; al mismo tiempo, expuso la política del Partido Comunista de China de formar un frente único nacional antijaponés y de reanudar la cooperación con el Kuomintang. Reproducimos a continuación la parte principal de esta carta:
"Al hablar de `centralización y unificación', la II Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central de su partido confunde realmente la causa con el efecto. Hay que destacar aquí que la guerra civil y la ausencia de unificación durante los últimos diez años no tienen otro origen que la desastrosa política de dependencia del imperialismo seguida por su partido y su gobierno y en particular, la política de no resistencia al Japón aplicada invariablemente desde el Incidente del 18 de Septiembre de 1931. Bajo la consigna de 'Pacificar el país antes de resistir a la agresión extranjera', su partido y su gobierno han mantenido una incesante guerra civil, han lanzado numerosas campañas de cerco contra el Ejército Rojo y no han escatimado ningún esfuerzo para reprimir los movimientos patriótico y democrático del pueblo en todo el país. Incluso hasta el momento, ustedes siguen indiferentes ante la suerte del Nordeste y el Norte del país y, olvidando que el imperialismo japonés es el mayor enemigo de China han dedicado todas sus energías a combatir al Ejército Rojo y llevar a cabo luchas fracciónales dentro de su propio partido; se han empeñado obstinadamente en cerrar el paso al Ejército Rojo en su marcha hacia el frente de la lucha antijaponesa y en hostigar su retaguardia; han pasado por alto la demanda de toda la nación de resistir al Japón, y han privado al pueblo de sus libertades y derechos. El patriotismo es hoy un crimen, y en todo el país las prisiones están llenas de inocentes; la traición a la patria es recompensada, y los traidores se felicitan por los nombramientos y honores que reciben del gobierno. Buscar la centralización y la unificación por medio de esa política errónea es como buscar peces en un árbol' y producirá exactamente los resultados contrarios.
Señores, quisiéramos advertirles que si no cambian radicalmente su política errónea, si no dirigen su odio contra los imperialistas japoneses y, en cambio, continúan dirigiéndolo contra sus propios compatriotas, no podrán mantener siquiera sus posiciones actuales y todo lo que se dice sobre la centralización, la unificación y el pretendido `Estado moderno' quedará en pura charlatanería. Lo que la nación entera exige es la centralización y la unificación para resistir al Japón y salvar a la nación, y no para halagar a los extranjeros y oprimir al pueblo. El pueblo reclama con vigor un gobierno que pueda asegurarle verdaderamente su salvación y la del país, una república verdaderamente democrática. Reclama un gobierno republicano y democrático que sirva a sus intereses. Ese
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www.ppsm.org.mx gobierno debe tener un programa que asegure principalmente los siguientes puntos: primero, resistencia a la agresión extranjera; segundo, derechos democráticos para el pueblo, y tercero, desarrollo de la economía nacional para atenuar e incluso eliminar los sufrimientos del pueblo. Si se habla en serio de un Estado moderno', es éste el único programa que responde realmente a las necesidades de la China colonial y semicolonial de nuestros días. Con ardiente esperanza y firme determinación, el pueblo está luchando por la realización de esos objetivos. Pero el partido y cl gobierno que ustedes representan siguen una política contraria a las aspiraciones del pueblo, con la cual no ganarán nunca la confianza de éste. Por la presente, el Partido Comunista de China y el Ejército Rojo de China declaran solemnemente: Estamos por el establecimiento de una república democrática unificada que abarque a todo el país y por la institución de un parlamento elegido mediante sufragio universal; estamos por un congreso de resistencia al Japón y de salvación nacional con la participación de representantes de todo el pueblo y de todas las fuerzas armadas antijaponesas del país, así como por un gobierno unificado de defensa nacional para todo el país. Declaramos: Tan pronto como sea establecida una república democrática unificada que abarque a toda China, las zonas rojas pasarán a formar parte integrante de ella, los representantes del pueblo de estas zonas participarán en ese parlamento nacional y será instituido en ellas el mismo régimen democrático que en el resto del país. Consideramos que ni el consejo de defensa nacional que la II Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central de su partido ha decidido organizar, ni la asamblea nacional que su partido y su gobierno se preparan a instaurar, pueden hacer realidad la centralización y la unificación para resistir al Japón y salvar a la nación. De acuerdo con los reglamentos para el consejo de defensa nacional adoptados por la II Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central de su partido, ese consejo se compondrá exclusivamente de un pequeño número de funcionarios que manejan a su partido y su gobierno, y su única tarea será servir de organismo consultivo a ese gobierno. Está bien claro que ese consejo no podrá lograr éxito alguno ni conquistar en lo más mínimo la confianza del pueblo. A juzgar por el Proyecto de Constitución de la República de China y las Leyes Orgánica y Electoral de la Asamblea Nacional aprobados por su gobierno, esa asamblea, que ustedes se proponen instituir, tampoco podrá lograr éxito alguno ni merecer la confianza del pueblo, pues no será más que un órgano manipulado por unos cuantos funcionarios de su partido y su gobierno, y un apéndice o pieza de adorno de ellos. Tal consejo y tal asamblea no tienen nada en común ni con el congreso nacional de resistencia al Japón y de salvación nacional —consejo de defensa nacional—, ni con la república democrática china y su parlamento, que han sido propuestos por nuestro partido. Sostenemos que un consejo de defensa nacional de resistencia al Japón y de salvación nacional debe incluir a los representantes de todos los partidos y grupos políticos, de todos los sectores sociales y de todas las fuerzas armadas, a fin de constituir un verdadero órgano de Poder capaz de determinar la política fundamental de resistencia al Japón y de salvación nacional, y que ese consejo debe formar un gobierno unificado de defensa nacional para todo el país. La asamblea nacional debe ser un parlamento elegido mediante sufragio universal y el órgano supremo del Poder de la república democrática china. Sólo semejante consejo de defensa nacional y semejante parlamento de toda China podrán contar con la aprobación, el respaldo y la participación de todo el pueblo, y colocar la gran causa de la salvación de la patria y del pueblo sobre una base sólida, inquebrantable. De lo contrario, las más bellas denominaciones no tendrán ningún valor real ni obtendrán la aprobación del pueblo. la mejor prueba de ello es el Fracaso de las diversas conferencias celebradas por su partido y su gobierno. La declaración de la II Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo central de su partido dice: 'Son de suponer peligros y obstáculos, pero nunca flaquearemos en el cumplimiento de nuestro deber
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por más dificultades y riesgos que atraviese la nación.' Y agrega: `En cuanto a la salvación de la patria, naturalmente nuestro partido trabajará por ella con todas sus fuerzas y con perseverancia.' Ciertamente, siendo el suyo el partido que domina la mayor parte del país, debe asumir la responsabilidad política por todos los hechos pasados. En vista de que el gobierno del Kuomintang es la dictadura de un solo partido, éste jamás podrá escapar a su responsabilidad. En particular, no pueden ustedes echar sobre otros la culpa por la pérdida de casi la mitad del territorio chino, que es resultado de la política totalmente errónea que, en contra de la voluntad de todo el pueblo y de los intereses de toda la nación, ha venido aplicando su partido desde el Incidente del 18 de Septiembre. En nuestra opinión y en la de todo el pueblo, ya que la mitad del territorio chino ha sido abandonada por su partido, de ninguna manera puede éste sustraerse al deber de restablecer la soberanía de China sobre el territorio perdido. Por otra parte, incluso mucha gente honesta de su partido que está plenamente consciente de los horrores de la subyugación nacional y de que la voluntad del pueblo es inviolable, comienza a tomar un nuevo rumbo y a sentirse indignada y descontenta con aquellos correligionarios que han traído el desastre tanto a su propio partido como a la nación. El Partido Comunista de China ve con plena simpatía este reciente cambio y saluda calurosamente el noble espíritu y el despertar de esos miembros patriotas y honestos del Kuomintang, saluda su disposición a hacer sacrificios en la lucha y su coraje para introducir reformas en momentos en que la nación está en peligro. Sabemos que en la dirección entra y las direcciones provinciales del Kuomintang, en su gobierno a los niveles central y provincial, en los círculos educacionales, científicos, artísticos, periodísticos e industriales, entre las mujeres, en los círculos religiosos y médicos, en la policía, en las diferentes organizaciones populares y, en particular, en las extensas filas del ejército y entre los antiguos y nuevos miembros del Kuomintang, así como entre los dirigentes de éste a todos los niveles, hay realmente muchos hombres conscientes y patriotas, y su número aumenta día a día. Esto es muy alentador. El Partido Comunista de China está siempre dispuesto a cooperar con esos miembros del Kuomintang y a formar con ellos un sólido frente único nacional, a fin de luchar contra el mayor enemigo de nuestra nación: el imperialismo japonés. Esperamos que lleguen a ser rápidamente una fuerza dominante en el seno del Kuomintang y se impongan sobre los más perversos y desvergonzados miembros, que insultando la memoria del Dr. Sun Yat-sen, han desconocido los intereses de la nación y se han convertido de hecho en agentes y colaboracionistas del imperialismo japonés. Esperamos que harán revivir el espíritu de los Tres Principios del Pueblo revolucionarios del Dr. Sun Yatsen y sus Tres Grandes Políticas: alianza con Rusia, alianza con el Partido Comunista y ayuda a los campesinos y obreros, y que trabajarán `con todas sus fuerzas y con perseverancia' para hacer realidad los Tres Principios del Pueblo revolucionarios, las Tres Grandes Políticas y el testamento revolucionario del Dr. Sun Yatsen. Esperamos que junto con los dirigentes patriotas de todos los partidos y grupos políticos y de todos los círculos sociales, junto con todo el pueblo patriota, asumirán resueltamente la responsabilidad de continuar la causa revolucionaria del Dr. Sun Yat-sen y lucharán firmemente por expulsar a los imperialistas japoneses y salvar a China de la subyugación, por conquistar los derechos democráticos para el pueblo, desarrollar la economía nacional de China y librar a la inmensa mayoría del pueblo de sus sufrimientos, así como por establecer una república democrática china con un parlamento y un gobierno democráticos. EL Partido Comunista de China declara ante todos los miembros del Kuomintang: Si ustedes actúan realmente de esta manera, los apoyaremos resueltamente y estaremos dispuestos a formar con ustedes un sólido frente único revolucionario, tal como el gran frente único formado entre nuestros dos partidos durante el gran período revolucionario de 1924-1927 para luchar contra la opresión imperialista y feudal, pues éste es, en la actualidad, el
Cuarto trimestre de 2010 único camino correcto para salvar a la nación y asegurar su supervivencia.". 7
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La consigna de "República popular" fue formulada en la "Resolución sobre la presente situación política y las tareas del partido ", adoptada en la reunión de diciembre de 1935 del buró político del comité central del Partido Comunista de China, y en el informe del camarada Mao Tse-tung "Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés". Luego, en vista de las exigencias de la situación, el partido adoptó la política de obligar a Chiang Kai-shek a luchar contra el Japón y, calculando que la mencionada consigna no sería aceptada por la camarilla de Chiang Kai-shek, la sustituyó por la de "República democrática" en una carta dirigida al Kuomintang en agosto de 1936. Más tarde, en la "Resolución sobre la nueva situación en e1 movimiento por la resistencia al Japón y la salvación nacional y sobre la república democrática", aprobada por el comité central del partido en septiembre del mismo año, se explicó en términos concretos esta última consigna. Ambas consignas, aunque distintas en la Forma, significaban en esencia lo mismo. A continuación se transcriben dos párrafos concernientes al problema de la república democrática, sacados de esta Resolución. "El comité central del partido considera que, en la situación actual, es necesario lanzar la consigna de `Establecer una república democrática', porque ésta es la mejor manera de unir a todas las fuerzas antijaponesas para garantizar la integridad territorial de China y prevenir la catástrofe de la subyugación del país y el exterminio del pueblo chino, y porque, además, esta consigna, surgida de las reivindicaciones democráticas de las grandes masas populares, es la más apropiada para la formación de un frente único. Por república democrática se entiende una democracia geográficamente más extensa que la dictadura democrática obrerocampesina existente en una parte del territorio nacional, y un sistema político mucho más progresista que la dictadura unipartidista instaurada por el Kuomintang en las zonas principales de China; por eso, ella puede garantizar mejor un amplio desarrollo de la guerra de resistencia contra el Japón y el logro de la victoria definitiva. Además, la república democrática no sólo permitirá a los más vastos sectores del pueblo chino participar en la vida política nacional, elevar su conciencia política e incrementar su Fuerza organizada, sino que ofrecerá al proletariado chino y su guía, el Partido Comunista, un dilatado campo de acción para su lucha por la victoria futura del socialismo. Por lo tanto, el Partido Comunista de China declara su activo apoyo al movimiento por una república democrática. Declara asimismo que cuando se establezca la república democrática en toda China y se convoque un parlamento elegido por sufragio universal, las zonas rojas entrarán a formar parte de la república, su población elegirá sus representantes al parlamento, y en ellas se pondrá en práctica el mismo sistema democrático." El comité central subraya que sólo desarrollando sin cesar el movimiento de todo el pueblo chino por la resistencia al Japón y la salvación nacional, ampliando el frente único nacional antijaponés de todos los partidos, grupos políticos, círculos sociales y fuerzas armadas, fortaleciendo el papel de dirección política del Partido Comunista de China en el frente único nacional, reforzando al máximo el Poder rojo y el Ejército Rojo, y sosteniendo una resuelta lucha contra toda palabra o acto entreguista y humillante o tendiente a debilitar el frente único nacional, es como podremos impulsar al gobierno kuomintanista de Nankín a que oponga resistencia al Japón y sentar los prerrequisitos para el establecimiento de una república democrática. Sin una lucha dura y persistente, sin la movilización de todo el pueblo chino y sin un ascenso revolucionario, será imposible crear una república democrática. En el transcurso de su lucha por la república democrática, el Partido Comunista de China debe esforzarse para que ésta comience por poner en práctica el Programa de Diez Puntos para la Resistencia al Japón y por la Salvación Nacional, formulado por nuestro partido, y
lleve adelante las tareas básicas de la revolución democráticoburguesa de China hasta cumplirlas íntegramente." 8
EL texto de este telegrama, enviado el lo de febrero de 1937, es el siguiente: "A la III Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang Señores:
Toda la nación celebra con regocijo el arreglo pacífico del Incidente de Sían. De ahora en adelante, será posible llevar a cabo la política de paz interna, de unidad y de solidaridad contra la agresión extranjera; ésta es una dicha para todo el país y toda la nación. En momentos en que los invasores japoneses actúan con desenfreno y la supervivencia de la nación china pende de un hilo, nuestro partido espera vivamente que, en consonancia con tal política, la III Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central de su partido adopte los siguientes puntos como política del Estado:
1) Poner fin a todas las guerras civiles y concentrar toda la fuerza del país en una resistencia conjunta a la agresión extranjera;
2) Garantizar las libertades de palabra, reunión y asociación, y poner en libertad a todos los presos políticos;
3) Convocar a una conferencia de representantes de todos los partidos, grupos políticos, círculos sociales y fuerzas armadas, y reunir a toda la gente de talento del país en un empeño común por salvar a la nación;
4) Completar rápidamente todos los preparativos para una guerra de resistencia contra el Japón, y 5) Mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Si la III Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central de su partido puede establecer resuelta y firmemente lo anterior como política del Estado, nuestro partido se compromete a lo siguiente como muestra de la sinceridad de su afán de solidaridad contra la agresión extranjera:
1) Suspender en todo el país la política de derrocar al Gobierno Nacional mediante la insurrección armada;
2) Cambiar el nombre del Gobierno Democrático de Obreros y Campesinos por el de Gobierno de la Región Especial de la República de China, y cambiar el nombre del Ejército Rojo haciéndolo formar parte del Ejército Revolucionario Nacional, de modo que dicho Gobierno y dicho Ejército queden directamente dentro de la jurisdicción del Gobierno Central de Nankín y de su Consejo Militar, respectivamente;
3) Poner en práctica en el territorio administrado por el Gobierno de la Región Especial un cabal sistema democrático basado en el sufragio universal y
4) Suspender la política de confiscación de las tierras de los terratenientes y llevar resueltamente a la práctica el programa común del frente único nacional antijaponés."
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En noviembre y diciembre de 1936, más de 45.000 obreros de 26 fábricas textiles japonesas y chinas de Shanghai realizaron una gran huelga. En diciembre, los obreros de todas las fábricas textiles japonesas de Chingtao declararon una huelga de solidaridad. Los obreros de Shanghai ganaron la huelga: sus salarios fueron aumentados en un g por ciento a partir de noviembre y los patrones de las Fábricas se comprometieron a no despedir arbitrariamente a los obreros y a no golpearlos ni insultarlos. La huelga de Chingtao, sin embargo, fue reprimida por la infantería de marina japonesa.
Después de que los invasores japoneses ocuparon en 1933 Shanjaikuan y penetraron en el Norte de China y, especialmente, después de la firma del "Acuerdo Je-Umezu" en 1935, los imperialistas ingleses y norteamericanos, al ver directamente perjudicados sus intereses en el Norte y el Centro de China, comenzaron a cambiar de actitud frente al Japón e influyeron en la política del gobierno de Chiang Kai-shek hacia ese país. Cuando en 1936 se produjo el Incidente de Sían, Inglaterra propuso rechazar las demandas japonesas perjudiciales para sus intereses en China, e incluso dejó entrever que el gobierno de
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www.ppsm.org.mx Chiang Kai-shek, con tal que mantuviese su dominación sobre el pueblo chino, bien podría "entrar en alguna suerte de alianza con el Partido Comunista", con miras a asestar golpes a la política de agresión del Japón. 11
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Se refiere a los principios y el programa formulados por Sun Yatsen respecto de tres cuestiones: el nacionalismo, la democracia y la vida del pueblo, y no a su concepción del mundo ni a su ideología. En la etapa de la revolución democráticoburguesa, los comunistas estaban de acuerdo con los puntos básicos del programa de Sun Yat-sen y cooperaron con él; pero esto no significa que estuvieran de acuerdo con la concepción del mundo o la ideología de la burguesía y la pequeña burguesía, que él representaba. Como vanguardia del proletariado chino, los comunistas diferían radicalmente de Sun Yat-sen en cuanto a la concepción del mundo o ideología, así como al enfoque teórico del problema nacional y de otros problemas. Véase "Sobre la nueva democracia", Obras Escogidas de Mao Tse-tung, t. II.
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Reorganizado por SunYat-sen en 1924, el Kuomintang se convirtió en una alianza revolucionaria de varias clases, y en él ingresaron comunistas a título individual. Al traicionar a la revolución en 1927, el Kuomintang masacró en todo el país a los comunistas y a muchos de sus propios miembros de izquierda, verdaderos partidarios de las Tres Grandes Políticas de Sun Yat-sen, y a esto lo llamó "depuración del partido". A partir de entonces el Kuomintang degeneró en un partido contrarrevolucionario de los grandes terratenientes y la gran burguesía.
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Se refiere a la situación creada por la dirección oportunista del comité central del partido en la primera mitad de 1927.
En junio de 1936, Li Tsung-yen y Pai Chungsi, caudillos militares de Kuangsí, y chen Chi-tang, caudillo militar de Kuangtung, declararon su oposición conjunta a Chiang Kai-shek so pretexto de "resistir al Japón y salvar a la nación”. En agosto, esta oposición fue deshecha por Chiang Kai-shek recurriendo a la corrupción y la división. Las tropas japonesas y las tropas títeres emprendieron en agosto de 1g36 la invasión de la provincia de Suiyuán. En noviembre, las tropas chinas allí acantonadas les opusieron resistencia, y todo el pueblo inició un movimiento en apoyo de esta resistencia.
Después de la conclusión del "Acuerdo Je-Umezu" en 1935, bajo la presión de la creciente marea antijaponesa del pueblo chino y bajo la influencia de la política relativamente dura del imperialismo anglo-norteamericano con respecto al Japón, el gobierno kuomintanista de Nankín tomó frente a éste una actitud algo más firme. En las negociaciones celebradas con el Japón de septiembre a diciembre de 1936, el gobierno del Kuomintang recurrió a tácticas dilatorias, de manera que las negociaciones se suspendieron sin haber llegado a ningún resultado. Se refiere a la reunión del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang celebrada en Nankín el 15 de febrero de 1937, después del arreglo pacífico del Incidente de Sían.
famosa novela La verdadera historia de A Q, el tipo de los que siempre se consuelan de sus desgracias y fracasos en la vida real considerándolos como "victorias morales".
EL gran escritor chino Lu Sin creó en A Q, protagonista de su
La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo Jorge Dimitrov
ii. el frente único de la clase obrera contra el fascismo amaradas! Millones de obreros y trabajadores ¡C de los países capitalistas se preguntan: ¿Cómo puede impedirse que el fascismo llegue al poder y cómo
derrocarlo, allí donde ya ha triunfado? La Internacional Comunista contesta: lo primero, que hay que hacer, es crear el frente único, establecer la unidad de los obreros en cada empresa, en cada barrio, en cada región, en cada país, en el mundo entero. La unidad de acción del proletariado en el plano nacional e internacional, he aquí el arma poderosa que capacita a la clase obrera no sólo para una defensa, sino también para una contraofensiva victoriosa contra el fascismo, contra el enemigo de clase.
significado del frente único ¿No es evidente que las acciones conjuntas de los afiliados a los partidos y organizaciones de las dos Internacionales —la Internacional Comunista y la Segunda Internacional— permitirían a las masas rechazar el empuje fascista y elevarían el peso político de la clase obrera? Pero las acciones conjuntas de los partidos de ambas Internacionales contra el fascismo no se limitarían a ejercer una influencia sobre sus afiliados actuales, sobre los comunistas y los socialdemócratas, ejercerían también una influencia poderosa en las filas de los obreros católicos, anarquistas y no organizados, incluso sobre aquellos que momentáneamente son víctimas de la demagogia fascista. Más aún, el potente frente único del proletariado ejercería una enorme influencia sobre todas las demás capas del pueblo trabajador, sobre los campesinos, sobre la pequeña burguesía urbana, sobre los intelectuales. El frente único infundiría a los sectores vacilantes fe en la fuerza de la clase obrera. Pero tampoco esto es todo. El proletariado de los países imperialistas tiene sus aliados potenciales no sólo en los trabajadores del propio país, sino también
en las naciones oprimidas de las colonias y semicolonias. El hecho de que el proletariado se halle escindido sobre un plano nacional e internacional y de que una parte de él apoye la política de colaboración con la burguesía y, sobre todo, su régimen de opresión en las colonias y semicolonias, aparta a los pueblos oprimidos de las colonias y semicolonias de la clase obrera y debilita el frente antiimperialista mundial. Cada paso que dé el proletariado de las metrópolis imperialistas por la senda de la unidad de acción, encaminado a apoyar la lucha de liberación de los pueblos coloniales, equivale a convertir las colonias y semicolonias en una de las reservas principales del proletariado. Finalmente, si tenemos en cuenta que la unidad de acción internacional del proletariado se apoya en la fuerza, sin cesar creciente, del Estado proletario, del país del socialismo, de la Unión Soviética, vemos qué vastas perspectivas abre la realización de la unidad de acción del proletariado sobre el plano nacional e internacional. La implantación de la unidad de acción de todos los sectores de la clase obrera, cualquiera que sea el Partido u organización a que pertenezcan, es necesaria aun antes de que la mayoría de la clase obrera se unifique para luchar por el derrocamiento del capitalismo y por el triunfo de la revolución proletaria. ¿Es posible realizar esta unidad de acción del proletariado en los distintos países y el mundo entero? Sí, es posible, y lo es inmediatamente. La Internacional Comunista no pone para la unidad de acción ninguna clase de condiciones, con excepción de una elemental, aceptable para todos los obreros, a saber: que la unidad de acción vaya encaminada contra el fascismo, contra la ofensiva del capital, contra la amenaza de guerra, contra el enemigo de clase. He ahí nuestra condición.
sobre los principales argumentos de los adversarios del frente único ¿Qué pueden objetar y qué objetan los adversarios del frente único? 23
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“Para los comunistas, la consigna del frente único no es más que una maniobra” —dicen unos. Pero, aunque fuese una maniobra, —contestamos nosotros— ¿por qué no desenmascaráis esta “maniobra comunista”, participando honradamente en el frente único? Lo decimos francamente: queremos la unidad de acción de la clase obrera para que el proletariado se fortalezca en su lucha contra la burguesía, para que, defendiendo hoy sus intereses cotidianos contra los ataques del capital, contra el fascismo, esté mañana en condiciones de crear las premisas para su definitiva emancipación. “Los comunistas nos atacan” —dicen otros. Pues escuchad. Ya hemos declarado repetidas veces que no atacaremos a nadie: personas, organizaciones, ni partidos, que aboguen por el frente único de la clase obrera contra el enemigo de clase. Pero, al mismo tiempo, en interés del proletariado y de su causa, tenemos el deber de criticar a las personas, organizaciones y partidos que entorpecen la unidad de acción de los obreros. “No podemos formar el frente único con los comunistas porque su programa es distinto” —dicen los de más allá. Pero vosotros afirmáis también que vuestro programa difiere del de los partidos burgueses y esto no os ha impedido, ni os impide sellar coaliciones con estos partidos. “Los partidos democrático-burgueses son mejores aliados contra el fascismo que los comunistas” —dicen los adversarios del frente único y defensores de la coalición con la burguesía. Pero ¿qué nos enseña la experiencia de Alemania? Aquí los socialdemócratas formaron un bloque con estos aliados “mejores”. Y ¿cuáles fueron los resultados? “Si establecemos el frente único con los comunistas, los pequeños burgueses se asustarían del ‘peligro rojo’ y se pasarían a los fascistas” —oímos decir a menudo. ¿Acaso el frente único amenaza a los campesinos, a los pequeños comerciantes, a los artesanos, a los trabajadores intelectuales? No. El frente único amenaza a la gran burguesía, a los magnates financieros, a los terratenientes y demás explotadores, cuyo régimen acarrea la ruina completa de todos aquellos sectores. “La socialdemocracia es partidaria de la democracia y los comunistas, de la dictadura, por esto no podemos establecer el frente único con los comunistas” —dicen una serie de jefes socialdemócratas. Pero ¿es que nosotros os proponemos ahora un frente único para proclamar la dictadura del proletariado? Por el momento, no os proponemos semejante cosa. “Que los comunistas reconozcan la democracia y actúen en defensa de ella y entonces estaremos dispuestos a participar en el frente único”. A éstos les
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contestamos: Nosotros somos partidarios de la democracia soviética, la democracia de los trabajadores, la democracia más consecuente del mundo. Pero defendemos y seguiremos defendiendo en los países capitalistas, palmo a palmo, las libertades democrático-burguesas, contra las cuales atentan el fascismo y la reacción burguesa, pues así lo exigen los intereses de la lucha de clases del proletariado. “Pero es que los pequeños partidos comunistas no aportarían nada con su participación en el frente único que realice el partido laborista” —dicen, por ejemplo, los jefes laboristas de Inglaterra. Sin embargo, acordaos de que lo mismo afirmaban los jefes socialdemócratas austríacos respecto al pequeño Partido Comunista de Austria. Y ¿qué han demostrado los acontecimientos? No era la socialdemocracia austríaca con Otto Bauer y Renner a la cabeza, quien tenía razón, sino el pequeño Partido Comunista Austríaco, que señaló oportunamente el peligro fascista en Austria y llamó a los obreros a luchar contra él. Y toda la experiencia del movimiento obrero enseña que los comunistas, aunque numéricamente sean pocos, son el motor de la actividad combativa del proletariado. Además, no debe olvidarse que los Partidos Comunistas de Austria o de Inglaterra no son solamente las decenas de miles de obreros afiliados a estos Partidos, sino partes del movimiento comunista mundial, secciones de la Internacional Comunista, cuyo partido dirigente es el Partido de un proletariado, que ha triunfado ya y que gobierna en una sexta parte del planeta. “Pero el frente único no impidió la victoria del fascismo en el Sarre” —objetan los adversarios del frente único. ¡Curiosa lógica la de estos señores! Primero, hacen todo lo que está de su parte para asegurar la victoria del fascismo, y después, se alegran malignamente de que el frente único, al que se han dejado arrastrar en los últimos momentos, no haya conducido al triunfo de los obreros. “Si formamos el frente único con los comunistas, tendríamos que salir de los gobiernos de coalición y entrarían a gobernar los partidos reaccionarios fascistas” —dicen los jefes socialdemócratas, que están en los gobiernos de los distintos países. Muy bien, ¿acaso no participó la socialdemocracia alemana en un gobierno de coalición? ¡Sí, participó! ¿No formó parte del gobierno la socialdemocracia austríaca? ¡También formó parte! ¿No estuvieron los socialistas españoles en un gobierno coaligados con la burguesía? ¡Sí, lo estuvieron! Y ¿acaso la participación de la socialdemocracia en los gobiernos burgueses de coalición ha impedido en estos países el asalto del fascismo contra el proletariado? No, no lo impidió. Es, por lo tanto, claro como la luz del día que la participación de ministros socialdemócratas en los
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gobiernos burgueses no constituye una barrera contra el fascismo. “Los comunistas obran dictatorialmente, quieren imponerlo y dictarlo todo” —dicen ellos. No, nosotros no imponemos, ni dictamos nada. Nos limitamos a formular nuestras proposiciones, cuya realización estamos convencidos de que responde a los intereses del pueblo trabajador. Y esto no es sólo un derecho, sino un deber de cuantos actúan en nombre de los obreros. ¿Tenéis miedo a la “dictadura” de los comunistas? Pues presentemos conjuntamente a los obreros todas las proposiciones, las vuestras y las nuestras, discutámolas conjuntamente, con todos los obreros, y elijamos aquellas que sean más ventajosas para la causa de la clase obrera. Como se ve, esos argumentos contra el frente único no resisten la más leve crítica. Son, más que otra cosa, tergiversaciones de los jefes reaccionarios de la socialdemocracia que prefieren su frente único con la burguesía, al frente único del proletariado. ¡No, estas tergiversaciones no prevalecerán! El proletariado internacional ha pagado demasiado caras las consecuencias de la escisión del movimiento obrero y está cada vez más convencido de que el frente único, la unidad de acción del proletariado, tanto sobre el plano nacional, como en el plano internacional, son necesarios y perfectamente posibles.
Contenido y forma del frente único ¿Cuál es y cuál debe ser el contenido principal del frente único en la etapa actual? La defensa de los intereses económicos y políticos inmediatos de la clase obrera, su defensa contra el fascismo ha de ser el punto de partida y el contenido principal del frente único en todos lo países capitalistas. No debemos limitarnos a lanzar meros llamamientos a la lucha por la dictadura proletaria, sino que tenemos que encontrar y preconizar las consignas y formas de lucha, que se desprenden de las necesidades vitales de las masas, del nivel de su capacidad de lucha en cada etapa de desarrollo. Debemos indicar a las masas lo que han de hacer hoy para defenderse de la expoliación capitalista y de la barbarie fascista. Debemos conseguir que se establezca el frente único más amplio por medio de acciones conjuntas de las organizaciones obreras de las distintas tendencias para defender los intereses vitales de las masas trabajadores.
Esto significa, en primer lugar, la lucha conjunta por descargar de un modo efectivo las consecuencias de la crisis sobre las espaldas de las clases dominantes, sobre las espaldas de los capitalistas, de los terratenientes, en una palabra, sobre las espaldas de los ricos. Significa, en segundo lugar, la lucha conjunta contra todas las formas de la ofensiva fascista, por la defensa de las conquistas y derechos de los trabajadores, contra la liquidación de las libertades democrático—burguesas. Significa, en tercer lugar, la lucha conjunta contra el peligro cada vez más inminente de la guerra imperialista, lucha que dificultaría la preparación de esta guerra. Debemos preparar sin descanso a la clase obrera para los cambios rápidos de formas de lucha, al variar las circunstancias. A medida que crezca el movimiento y se fortalezca la unidad de la clase obrera, tendremos que ir más lejos y preparar el paso de la defensiva a la ofensiva contra el capital, poniendo proa a la organización de la huelga política de masas. Condición obligada de una huelga semejante es que los sindicatos fundamentales de cada país sean enrolados en ella. Naturalmente, los comunistas no pueden, ni deben renunciar, ni por un solo minuto, a su labor propia e independiente de educación comunista, de organización y movilización de las masas. Sin embargo, para asegurar a los obreros el camino hacia la unidad de acción, hay que conseguir sellar al mismo tiempo acuerdos a corto y a largo plazo sobre acciones comunes con los partidos socialdemócratas, los sindicatos reformistas y las demás organizaciones de los trabajadores contra los enemigos de clase del proletariado. En estos pactos, la atención principal debe encaminarse a desencadenar acciones de masas en los distintos lugares, que deberían ser llevadas a cabo por las organizaciones de base mediante acuerdos locales. A la par que cumplimos lealmente las condiciones de todos los acuerdos pactados con ellos, desenmascararemos implacablemente cualquier sabotaje, cometido contra las acciones conjuntas por personas u organizaciones, que tomen parte en el frente único. A cuantos intentos se hagan por frustrar los acuerdos pactados, y estos intentos posiblemente se harán, contestaremos apelando a las masas y continuando infatigablemente la lucha por restablecer la unidad de acción violada. Huelga decir que la realización concreta del frente único en los distintos países se efectuará de diversos modos y revestirá formas, según el estado y el carácter de las organizaciones obreras, su nivel político, la situación concreta del país de que se trata, según los cambios operados en el movimiento obrero internacional, etc.
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Estas formas pueden ser, por ejemplo: acciones conjuntas de los obreros coordinadas para casos determinados y por motivos concretos, por reivindicaciones aisladas o también sobre la base de una plataforma general, acciones coordinadas en determinadas empresas o ramas industriales; acciones coordinadas sobre un plano local, regional, nacional o internacional; acciones coordinadas para la organización de luchas económicas de los obreros, para la realización de acciones políticas de masas, para la organización de la autodefensa común contra los asaltos fascistas; acciones coordinadas para ayudar a los presos y sus familias, en el terreno de la lucha contra la reacción social; acciones conjuntas para la defensa de los intereses de la juventud y de las mujeres, en la esfera de las cooperativas, de la cultura, de los deportes, etc. Sin embargo, sería insuficiente darse por contentos con sellar un pacto sobre acciones conjuntas y con crear comités de enlace de los partidos y las organizaciones enroladas en el frente único, que es, por ejemplo, lo que sucede en Francia. Esto no es mas que el primer paso. Los pactos son medios auxiliares para la realización de acciones conjuntas, pero no son todavía, de por sí, el frente único. Los comités de enlace entre las direcciones de los partidos comunistas y socialistas son necesarios para facilitar la realización de acciones conjuntas, pero están muy lejos de bastar por sí solos, para el despliegue efectivo del frente único, para conducir a las extensas masas a la lucha contra el fascismo. Los comunistas y todos los obreros revolucionarios deben esforzarse por crear órganos de clase del frente único al margen de los partidos elegidos (en los países de dictadura fascista, escogidos entre las personas más prestigiosas en el movimiento de frente único) en las empresas, entre los desocupados, en los barrios obreros, entre la gente modesta de la ciudad y del campo. Sólo estos órganos pueden abarcar mediante el movimiento de frente único hasta las enormes masas no organizadas de los trabajadores, pueden contribuir a desarrollar la iniciativa de las masas en la lucha contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la reacción, a crear sobre esta base el extenso cuerpo de activistas obreros del frente único, que es indispensable, y a formar en los países capitalistas cientos y miles de bolcheviques sin partido. Las acciones conjuntas de los obreros organizados son el comienzo, son la base. Pero no podemos perder de vista que la aplastante mayoría de los obreros, la constituyen las masas no organizadas. Así, en Francia, el total de obreros organizados, comunistas, socialistas y afiliados a los sindicatos de distintas tendencias, es en total aproximadamente de un millón y el censo total de obreros asciende a once millones. En
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Inglaterra, pertenecen a los sindicatos y a los partidos de todas las tendencias, unos cinco millones; pero el censo total de obreros es de catorce millones. En los Estados Unidos de América, hay aproximadamente cinco millones de obreros organizados, pero el censo total de los obreros en Norte-América es de treinta y ocho millones. Y la misma relación existe más o menos en otra serie de países. En tiempos “normales”, esta masa permanece substancialmente al margen de la vida política. Pero en la actualidad, esta masa gigantesca se pone cada vez más en movimiento, se incorpora a la vida política, sale a la palestra política. La creación de órganos de clase al margen de los partidos es la mejor forma para realizar, ampliar y fortalecer el frente único en la misma base de las más amplias masas. Estos órganos serán también el mejor baluarte contra todas las tentativas de los adversarios del frente único para romper la unidad de acción lograda por la clase obrera.
sobre el frente popular antifascista En la movilización de las masas trabajadoras para la lucha contra el fascismo, tenemos como tarea espacialmente importante la creación de un extenso frente popular antifascista sobre la base del frente único proletario. El éxito de toda la lucha del proletariado va íntimamente unido a la creación de la alianza de lucha del proletariado con el campesinado trabajador y con las masas más importantes de la pequeña burguesía urbana, que forman la mayoría de la población incluso en los países industrialmente desarrollados. El fascismo, en sus campañas de agitación encaminadas a conquistarse esas masas, intenta contraponer las masas trabajadoras de la ciudad y del campo al proletariado revolucionario y asustar a los pequeñoburgueses con el fantasma del “peligro rojo”. Nosotros tenemos que volver las lanzas y señalar a los campesinos trabajadores, a los artesanos y a los trabajadores intelectuales, de dónde les amenaza el verdadero peligro, tenemos que hacerles ver concretamente quién echa sobre los campesinos la carga de las contribuciones e impuestos, quién les estruja mediante intereses usurarios, quién, a pesar de poseer las mejores tierras y todas sus riquezas, expulsa de su terruño al campesino y a su familia y le condena al paro y a la mendicidad. Tenemos que poner en claro concretamente, explicar paciente y tenazmente, quién arruina a los artesanos a fuerza de impuestos y gabelas de todo género, rentas gravosas y de una competencia insoportable para ellos, quién lanza a la calle y priva de trabajo a las amplias masas de los trabajadores intelectuales.
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Pero esto no basta. Lo fundamental, lo más decisivo, para establecer el frente popular antifascista es la acción decidida del proletariado revolucionario en defensa de las reivindicaciones de estos sectores y, en particular, del campesinado trabajador, de reivindicaciones que corresponden a los intereses cardinales del proletariado, combinando en el transcurso de la lucha las aspiraciones de la clase obrera con estas reivindicaciones. Para la creación del frente popular antifascista tiene una gran importancia el saber abordar de una manera acertada a todos aquellos partidos y organizaciones que enrolan a una parte considerable del campesinado trabajador y a las masas principales de la pequeña burguesía urbana. En los países capitalistas, la mayoría de estos partidos y organizaciones —tanto políticas, como económicas— se encuentran todavía bajo la influencia de la burguesía y siguen a ésta. La composición social de estos partidos y organizaciones no es homogénea. En ella aparecen, al lado de los campesinos sin tierra, campesinos muy ricos, al lado de los pequeños tenderos, grandes hombres de negocios, pero la dirección la llevan estos últimos, los agentes del gran capital. Esto nos obliga a dar a estas organizaciones un trato diferenciado, teniendo en cuenta que, a menudo, la masa de sus afiliados no conoce la verdadera faz política de su propia dirección. En determinadas circunstancias, podemos y debemos encaminar nuestros esfuerzos a ganar a estos partidos y organizaciones o a sectores sueltos de ellos para el frente popular antifascista, pese a su dirección burguesa. Así, por ejemplo, acontece actualmente en Francia con el partido radical, en los Estados Unidos con las distintas organizaciones de granjeros (farmers), en Polonia con el “Stronictwo Ludowe”, en Yugoslavia con el partido campesino croata, en Bulgaria con la Unión Agraria, en Grecia con los “agraristas”, etc. Pero, independientemente de esto si existan o no probabilidades de atraer a estos partidos y otras organizaciones al frente popular, nuestra táctica tiene que ir dirigida, bajo todas las condiciones, a incorporar al frente popular antifascista a los pequeños campesinos, artesanos, etc., enrolados en ellas. Así, pues, como veis, aquí tenemos que acabar en toda la línea con el menosprecio y la actitud despectiva que se dan con harta frecuencia en nuestra actuación respecto a los distintos partidos y organizaciones de campesinos, artesanos y de masas de la pequeña burguesía urbana.
problemas cardinales del frente único en los diversos países En todos los países hay problemas cardinales que una etapa dada conmueven a las más extensas masas y en torno a los cuales debe desplegarse la lucha por establecer el frente único. El captar acertadamente estos puntos fundamentales, estos problemas cardinales, significa asegurar y acelerar la formación del frente único. a) Estados Unidos de América Tomemos, por ejemplo, un país tan importante del mundo capitalista como los Estados Unidos de América. Allí la crisis ha puesto en movimiento a millones de hombres. El programa de saneamiento del capitalismo se ha ido a pique. Inmensas masas comienzan a apartarse de los partidos burgueses y se hallan actualmente en la encrucijada. El fascismo norteamericano incipiente intenta canalizar el descontento y el desengaño de estas masas hacia cauces reaccionario-fascistas. La peculiaridad del desarrollo del fascismo norteamericano consiste en que, en la presente fase, actúa predominantemente en forma de oposición contra el fascismo, considerándolo una corriente “no americana”, importada del extranjero. A diferencia del fascismo alemán, que entró en escena con consignas contrarias a la constitución, el fascismo norteamericano intenta presentarse como paladín de la Constitución y de la “democracia americana”. No es aún una fuerza que constituye una amenaza inmediata. Pero si logra penetrar en las extensas masas decepcionadas de los viejos partidos burgueses, puede llegar a convertirse muy pronto en un serio peligro. ¿Y qué significaría el triunfo del fascismo en los Estados Unidos? Para las masas trabajadoras significaría, naturalmente, una acentuación desenfrenada del régimen de explotación y la destrucción del movimiento obrero. ¿Y cuál sería la significación internacional de esta victoria del fascismo? Los Estados Unidos no son — como es sabido— Hungría, ni Finlandia, ni Bulgaria, ni Letonia. La victoria del fascismo en los Estados Unidos haría cambiar esencialmente toda la situación internacional. En estas circunstancias, ¿puede darse el proletariado norteamericano por satisfecho simplemente con organizar su vanguardia consciente de clase, que está dispuesta a marchar por la senda de la revolución? No. Es de todo punto evidente que los intereses del proletariado americano exigen que sus fuerzas se des-
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linden sin demora de los partidos capitalistas. Tiene que encontrar los caminos y las formas apropiadas para impedir a tiempo que el fascismo arrastre consigo a las masas de los trabajadores descontentos. Y aquí hemos de decir que la forma apropiada a las condiciones de Norte América podría ser la creación de un partido de masas de los trabajadores, un “partido de obreros y granjeros (farmers)”. Este partido sería una forma específica del frente popular de masas en Norte América, un frente que hay que oponer a los partidos de los trusts y de los bancos, y al fascismo en desarrollo. Este partido no sería, naturalmente, ni socialista, ni comunista. Pero tendría que ser un partido antifascista y no debería ser un partido anticomunista. El programa de este partido debería ir dirigido contra los bancos, los trusts y los monopolios, contra los enemigos principales del pueblo que especulan con sus desgracias. Este partido sólo puede cumplir su misión, si defiende las reivindicaciones más vitales de la clase obrera, si lucha por una auténtica legislación social, por el seguro del paro, por que obtengan tierra y sean liberados del fardo de las deudas los aparceros blancos y negros, si lucha por la anulación de las deudas de los granjeros (farmers), si lucha por la igualdad de derechos de los negros, por defender los intereses de los miembros de las profesiones liberales, de los pequeños comerciantes y de los artesanos. Y así sucesivamente. Fácilmente se comprende que un partido de este tipo habrá de luchar por enviar a sus representantes a las administraciones autónomas locales y a los órganos representativos de los distintos Estados de la Unión, así como la Congreso y al Senado. Nuestros camaradas de los Estados Unidos procedieron acertadamente, al tomar la iniciativa de crear semejante partido. Pero tendrán que adoptar medidas más eficaces aún, para que la creación de tal partido llegue a ganar las simpatías de las masas. El problema de la organización de un “partido de obreros y granjeros” y su programa deben ser discutidos en asambleas populares de masas. Es necesario desplegar un movimiento amplísimo para la creación de este partido y ponerse a la cabeza de este movimiento. No debe en modo alguno permitirse que la iniciativa de la organización de este partido pase a manos de aquellos elementos que quieren explotar el descontento de las masas de millones de hombres desengañados de los dos partidos burgueses —el democrático y el republicano— para crear en los Estados Unidos un “tercer” partido como partido anticomunista, como un partido orientado contra el movimiento revolucionario. b) Inglaterra En Inglaterra, la organización fascista de Mosley ha pasado, provisionalmente, a segundo plano, como 28
resultado de las acciones de masas de los obreros ingleses. Pero no debemos cerrar los ojos ante el hecho de que el llamado “gobierno nacional” lleva a cabo una serie de medidas reaccionarias contra la clase obrera mediante las cuales se crean también en Inglaterra condiciones que, llegado el caso, facilitarían a la burguesía el paso al régimen fascista. Luchar contra el peligro fascista en Inglaterra, en la etapa actual, significa, ante todo, luchar contra el “gobierno nacional”, contra sus medidas reaccionarias, contra la ofensiva del capital, por la defensa de las reivindicaciones de los parados, contra las rebajas de salarios, por la derogación de todas las leyes mediante las cuales la burguesía inglesa empeora el nivel de vida de las masas. Pero el odio creciente de la clase obrera contra el “gobierno nacional” congrega a masas cada vez más extensas bajo la consigna de un nuevo gobierno laborista en Inglaterra. ¿Pueden los comunistas pasar por alto este estado de ánimo de las amplias masas, que todavía conservan fe en un gobierno laborista? ¡No camaradas! Tenemos que encontrar el camino hacia estas masas. Les decimos francamente, como lo hizo el xiii Congreso del Partido Comunista de Gran Bretaña: los comunistas somos partidarios del poder soviético, único poder capaz de emancipar a los obreros del yugo del capital. Pero, ¿queréis un gobierno laborista? Perfectamente. Nosotros hemos luchado y luchamos mano a mano con vosotros por derrotar al “gobierno nacional”. Estamos dispuestos a apoyar vuestra lucha por la formación de un nuevo gobierno laborista, a pesar de que los dos gobiernos laboristas anteriores no han cumplido las promesas hechas por el Partido Laborista a la clase obrera. No esperamos de este gobierno que se realicen medidas socialistas. Pero, en nombre de millones de obreros, le formulamos la exigencia de que defienda los intereses económicos y políticos más apremiantes de la clase obrera y de todos los trabajadores. Vamos a discutir un programa común de tales reivindicaciones y a poner en práctica la unidad de acción que necesita el proletariado para hacer frente a la ofensiva reaccionaria del “gobierno nacional”, al a ofensiva del capital y del fascismo y a la preparación de la nueva guerra. Los camaradas ingleses están dispuestos a actuar sobre estas bases, conjuntamente con las organizaciones del Partido Laborista, en las próximas elecciones parlamentarias, contra el “gobierno nacional” y también contra Lloyd George que a su modo intenta arrastrar consigo a las masas contra la causa de la clase obrera en interés de la burguesía inglesa. Esta posición de los comunistas ingleses es justa. Ella les ayuda a establecer el frente único de lucha con las masas de millones de hombre de las tradeuniones inglesas y del Partido Laborista. Permaneciendo
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siempre en las primeras líneas del proletariado combatiente, señalando a las masas el único camino justo —el camino de la lucha por abatir revolucionariamente la dominación de la burguesía y por instaurar el Poder Soviético— los comunistas no deben, al fijar sus tareas políticas actuales, empeñarse en saltar las etapas necesarias del movimiento de masas, a lo largo del cual las masas obreras superan, a base de la propia experiencia, sus ilusiones y pasan al lado del comunismo. c) Francia Francia es, como se sabe, el país cuya clase obrera da a todo el proletariado internacional un ejemplo de cómo hay que luchar contra el fascismo. El Partido Comunista Francés puede servir de ejemplo a todas las secciones de la Internacional Comunista de cómo se debe llevar a cabo la táctica del frente único y los obreros socialistas pueden servir de ejemplo de lo que deben hacer hoy los obreros socialdemócratas de los demás países capitalistas en lucha contra el fascismo. (Aplausos). La significación de la manifestación antifascista, celebrada en París el 14 de julio de este año, en la que tomaron parte medio millón de hombres, así como las grandes manifestaciones efectuadas en otras ciudades de Francia, es enorme. Esto ya no es simplemente un movimiento de frente único obrero, es el comienzo de un amplio frente de todo el pueblo contra el fascismo en Francia. Este movimiento de frente único acrecienta la fe de la clase obrera en sus fuerzas, fortalece en ella la conciencia de su papel de guía respecto al campesinado, a la pequeña burguesía urbana, a los intelectuales. Extiende la influencia del Partido Comunista sobre las masas obreras, y con ello, fortalece al proletariado en su lucha contra el fascismo. Este movimiento despierta a tiempo la atención vigilante de las masas frente al peligro fascista. Será un ejemplo contagioso para el despliegue de la lucha antifascista en los demás países capitalistas y ejercerá una influencia alentadora sobre los proletarios de Alemania, aherrojados por la dictadura fascista. Esto es, sin duda alguna, una gran victoria, pero no decide todavía el resultado de la lucha antifascista. La mayoría aplastante del pueblo francés está indudablemente en contra del fascismo. Pero la burguesía sabe forzar, acudiendo a la fuerza armada, la voluntad de los pueblos. El movimiento fascista sigue desarrollándose con total libertad, con el apoyo activo del capital monopolista, del aparato estatal de la burguesía, del Estado Mayor del ejército francés y de los dirigentes reaccionarios del clero católico, baluarte de toda la reacción. La organización fascista más fuerte, “Las Cruces de Fuego”, dispone actualmen-
te de más de 300.000 hombres armados, cuyo núcleo principal son 60.000 oficiales reservistas. Posee fuertes posiciones en la policía, la gendarmería, el ejército, la aviación y dentro de todo el aparato del Estado. Las últimas elecciones municipales ponen de manifiesto que en Francia no crecen solamente las fuerzas revolucionarias, sino también las fuerzas del fascismo. Si el fascismo lograra penetrar de un modo extenso en el campesinado y asegurarse el apoyo de una parte del ejército con la neutralidad de la otra, las masas trabajadoras de Francia no podrían impedir la subida de los fascistas al poder. ¡No olvidéis, camaradas, la debilidad del movimiento obrero francés en materia de organización, debilidad que facilita el éxito de la ofensiva fascista! No hay ninguna razón para que la clase obrera y todos los antifascistas de Francia se den por contentos con los resultados ya conseguidos. ¿Cuáles son las tareas que se plantean a la clase obrera de Francia? Primero: Conseguir establecer el frente único no sólo en el terreno político, sino también en el económico, para organizar la lucha contra la ofensiva del capital; romper con su empuje la resistencia que oponen al frente único los capitostes de la Confederación General del Trabajo reformista. Segundo: Lograr la realización de la unidad sindical en Francia —sindicatos únicos sobre la base de la lucha de clases. Tercero: Incorporar al movimiento antifascista a las extensas masas campesinas, a las masas de la pequeña burguesía, reservando un lugar especial en el programa del frente popular antifascista a sus reivindicaciones vitales. Cuarto: Afianzar orgánicamente y seguir extendiendo el movimiento antifascista, desplegado mediante la creación en masa de órganos del frente popular antifascista elegidos al margen de los partidos, de órganos que por su influencia abarquen a masas mucho más extensas que los partidos y organizaciones de los trabajadores, que actualmente existen en Francia. Quinto: Conseguir, por su presión, la disolución y el desarme de las organizaciones fascistas como organizaciones de conspiradores contra la República y como agentes de Hitler en Francia. Sexto: Conseguir que se limpie el aparato del Estado, del ejército y de la policía de los conspiradores que preparan un golpe fascista. Séptimo: Desplegar la lucha contra los jefes de las camarillas reaccionarias del clero católico como uno de los baluartes más importantes del fascismo francés. Octavo: Ligar al ejército con el movimiento antifascista mediante la creación dentro del ejército de comités de defensa de la República y de la Constitución, contra aquellos que quieren servirse del ejército para dar 29
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un golpe de Estado anticonstitucional, no permitir que las fuerzas reaccionarias de Francia hagan fracasar el pacto franco-soviético que defiende la causa de la paz contra la agresión del fascismo alemán. Y si el movimiento antifascista de Francia condujese a la formación de un gobierno, que luchase contra el fascismo francés de una modo efectivo, no sólo con palabras sino con hechos, que pusiese en práctica el programa de reivindicaciones del frente popular antifascista, los comunistas, sin dejar de ser enemigos irreconciliables de todo gobierno burgués y partidarios del Poder Soviético, estarían dispuestos, a pesar de todo, ante el creciente peligro fascista, a apoyar a un tal gobierno. (Aplausos)
El frente único y las organizaciones fascistas de masas ¡Camaradas! La lucha por establecer el frente único en los países, donde los fascistas están en el poder, es tal vez el problema más importante que tenemos planteado. Allí esta lucha se desarrolla naturalmente en unas condiciones mucho más difíciles que en los países de movimiento obrero legal. No obstante, existen en los países fascistas todas las premisas para el despliegue de un verdadero frente popular antifascista en la lucha contra la dictadura fascista, pues los obreros socialdemócratas, católicos y de otras tendencias, en Alemania, por ejemplo, pueden convencerse de un modo inmediato de la necesidad de luchar unidos junto con los comunistas contra la dictadura fascista. Las amplias capas de la pequeña burguesía y del campesinado, que ya ha saboreado los amargos frutos de la dominación fascista, se sienten cada vez más descontentas y desilusionadas, lo que facilita la tarea de incorporarlas al movimiento popular antifascista. En los países fascistas, especialmente en Alemania e Italia, donde el fascismo ha sabido crearse una base de masas, afiliando brutalmente a sus organizaciones a los obreros y demás trabajadores, la tarea principal consiste en saber combinar la lucha contra el fascismo desde fuera, con la labor de zapa desde dentro, en los órganos y organizaciones fascistas de masas. Es necesario estudiar, asimilar y aplicar métodos y procedimientos especiales, apropiados a las condiciones concretas de estos países, que contribuyan a la rápida descomposición de la base de masas del fascismo y preparen el derrocamiento de la dictadura fascista. Hay que estudiarlos, asimilarlos y aplicarlos y no limitarse a gritar: “¡Muera Hitler!”, “¡Muera Mussolini!”. ¡Sí! Estudiar, asimilar y aplicar.
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Es ésta un tarea difícil y complicada. Tanto más difícil, cuanto que nuestras experiencias de lucha eficaz contra la dictadura fascista son extraordinariamente limitadas. Nuestros camaradas italianos, por ejemplo, llevan ya aproximadamente trece años luchando bajo las condiciones de la dictadura fascista. Pero no han logrado todavía desplegar una verdadera lucha de masas contra el fascismo y por esto no han podido desgraciadamente ayudar mucho, en este sentido, con experiencias positivas, a los demás partidos comunistas de los países fascistas. Los comunistas alemanes e italianos y los comunistas de otros países fascistas, al igual que los miembros de las juventudes comunistas, han hecho milagros de heroísmo. Han hecho y hacen diariamente sacrificios enormes. Ante este heroísmo y estos sacrificios todos nosotros nos inclinamos. Pero el heroísmo no basta. (Aplausos). Es necesario combinar este heroísmo con la labor diaria entre las masas, con la lucha concreta contra el fascismo para lograr resultados más tangibles en este terreno. En nuestra lucha contra la dictadura fascista es particularmente peligroso confundir los deseos con las realidades, hay que partir de los hechos, de la situación real, concreta. Y ¿cuál es hoy la realidad, por ejemplo, en Alemania? Entra las masas crecen el descontento y la decepción por la política de la dictadura fascista, revistiendo incluso la forma de huelgas parciales y de otras acciones. A pesar de todos sus esfuerzos, el fascismo no ha logrado conquistar políticamente a las masas fundamentales de los obreros, pierde y perderá cada vez en mayor medida incluso a sus antiguos partidarios. Pero tenemos que darnos cuenta de que los obreros que están convencidos de la posibilidad de derribar a la dictadura fascista y dispuestos a luchar desde hoy mismo por ello, de un modo activo, son aún, por el momento, una minoría. Somos nosotros, los comunistas, y es el sector revolucionario de los obreros socialdemócratas. La mayoría de los trabajadores todavía no tiene la conciencia de las posibilidades reales y concretas y de los caminos por los que puede derribarse esta dictadura y está, por el momento, a la expectativa. Esto debe ser tenido en cuenta al fijar nuestros objetivos en la lucha contra el fascismo en Alemania y cuando busquemos, estudiemos y apliquemos procedimientos para derrocar y sacudir la dictadura fascista en Alemania. Para asestar un golpe sensible a la dictadura fascista, tenemos que conocer sus puntos más vulnerables. ¿Dónde está el talón de Aquiles de la dictadura fascista? En su base social. Esta base es extremadamente heterogénea. Abarca diferentes clases y diferentes sectores de la sociedad. El fascismo se proclama representante exclusivo de todas las clases y capas de la población, del fabricante y del obrero, del millonario y del parado,
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del terrateniente y del pequeño campesino, del gran capitalista y del artesano. Finge defender los intereses de todos estos sectores, los intereses de la nación. Pero como el fascismo es la dictadura de la gran burguesía, tiene que chocar inevitablemente con su base social de masas, y tanto más, cuanto que precisamente bajo la dictadura fascista se destacan con mayor relieve las contradicciones de clase entre la jauría de los magnates financieros y la aplastante mayoría del pueblo. Sólo podremos llevar a las masas a luchas decisivas por el derrocamiento de la dictadura fascista, si enrolamos a los obreros, que se han visto forzados a ingresar en las organizaciones fascistas o que lo han hecho por falta de conciencia, en los movimientos más elementales para la defensa de sus intereses económicos, políticos y culturales. Precisamente por esto, los comunistas deben trabajar dentro de estas organizaciones como los mejores defensores de los intereses cotidianos de las masas de afiliados, teniendo presente que en la medida que los obreros encuadrados en estas organizaciones exijan con mayor frecuencia sus derechos y defiendan sus intereses, chocarán irremediablemente con la dictadura fascista. Basándose en la defensa de sus intereses más vitales —aunque en los primeros tiempos sean los más elementales— de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo, será relativamente fácil encontrar un lenguaje común, que nos una no sólo a los antifascistas conscientes, sino también a aquellos trabajadores que son todavía partidarios del fascismo, pero que están desengañados y descontentos de su política, que se quejan y buscan la ocasión para expresar su descontento. En general, tenemos que darnos cuenta de que toda nuestra táctica, en los países de la dictadura fascista, ha de tener un carácter tal, que no repela a los partidarios de fila del fascismo, sino que ahonde el abismo entre los jerarcas fascistas y las masas de los desengañados partidarios sencillos del fascismo entre las capas trabajadoras. No hay que desconcertarse, camaradas, si la gente movilizada en torno a estos intereses cotidianos se tiene por indiferente en política e incluso por partidaria del fascismo. Lo importante para nosotros es atraerlos al movimiento, que quizás en sus comienzos no se desarrollará todavía abiertamente, bajo las consignas de la lucha contra el fascismo, pero que objetivamente es ya un movimiento antifascista, porque enfrenta a estas masas con la dictadura fascista. La experiencia nos enseña que el creer que en los países de la dictadura fascista es absolutamente imposible actuar de un modo legal o semilegal es perjudicial y falso. Aferrarse a este punto de vista, significa caer en la pasividad, renunciar por completo a un verdadero trabajo de masas en general. En efecto,
el encontrar formas y métodos de actuación legal o semilegal, bajo las condiciones de la dictadura fascista, es un problema difícil y complicado. Pero, como en tantas otras cuestiones, también aquí, se encargarán de indicarnos el camino la vida misma y la iniciativa de las propias masas, quienes nos han brindado ya una serie de ejemplos que debemos generalizar y aplicar de forma organizada y oportuna. Hay que acabar decididamente con el menosprecio de la labor dentro de las organizaciones fascistas de masas. Lo mismo en Italia que en Alemania, y en otra serie de países fascistas, nuestros camaradas han encubierto su pasividad y, con frecuencia, incluso la negativa directa de trabajar en las organizaciones fascistas de masas, contraponiendo su trabajo en las empresas a la labor dentro de las organizaciones fascistas de masas. En realidad, esta contraposición esquemática ha hecho precisamente que tanto el trabajo dentro de las organizaciones fascistas de masas, como el desarrollo en las empresas fuese extraordinariamente flojo e, incluso, inexistente. Para los comunistas de los países fascistas es, por tanto, de especial importancia estar en todas partes donde estén las masas. El fascismo ha arrebatado a los obreros sus propias organizaciones legales. Les ha impuesto por la violencia las organizaciones fascistas y en éstas se encuentran las masas, sea por fuerza o parcialmente de su agrado. Estas organizaciones de masas del fascismo pueden y deben ser nuestro campo legal o semilegal de operaciones desde el cual entraremos en contacto con las masas. Pueden y deben ser para nosotros un punto de partida legal o semilegal para la defensa de los intereses cotidianos de las masas. Para aprovechar estas posibilidades, los comunistas deberán luchar por conseguir puestos electivos en las organizaciones fascistas de masas, para mantener contacto con las masas, y tienen que liberarse, de una vez para siempre, del prejuicio de que esta labor es inapropiada e indigna de un obrero revolucionario. En Alemania existe, por ejemplo, el sistema de los llamados “delegados de fábrica”. ¿Dónde está escrito que debemos ceder el monopolio en estas organizaciones a los fascistas? ¿No podemos acaso intentar unir a los comunistas, socialdemócratas, católicos y otros obreros antifascistas dentro de las empresas para que, al votar las listas de los “delegados de fábrica”, tachen a los agentes declarados del patrono e incluyan en ellas otros candidatos que gocen de la confianza de los obreros? La práctica ha demostrado ya que esto es posible. ¿Y no nos enseña también la práctica que podemos exigir de los “delegados de fábrica”, en unión con los obreros socialdemócratas y otros obreros descontentos, una verdadera defensa de los intereses obreros?
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Fijaos en el Frente del Trabajo de Alemania o en los sindicatos fascistas de Italia. ¿Acaso no se puede exigir que los funcionarios del “Frente del Trabajo” sean elegidos en ves de designados desde arriba? ¿No puede insistirse en que los órganos dirigentes de las organizaciones locales den cuenta de su actuación a las asambleas de afiliados de las mismas? ¿No se pueden elevar estas reclamaciones por acuerdo del grupo, al patrono, al “protector del trabajo”, a los órganos superiores del “Frente del Trabajo”? Puede hacerse, a condición de que los obreros revolucionarios trabajen efectivamente dentro del “Frente del Trabajo” y luchen por conquistar puestos en el mismo. Métodos de trabajo parecidos son también posibles y necesarios en otras organizaciones fascistas de masas: en la Unión de Juventudes Hitlerianas, en las organizaciones deportivas, en la organización “Kraft durch Freude” en el “Dopo Lavoro”, en las cooperativas, etc. Recordaréis, camaradas, la antigua leyenda de la toma de Troya. La ciudad de Troya se había hecho fuerte contra el ejército sitiador por medio de una muralla infranqueable y los sitiadores, que habían sufrido ya no pocas bajas, no lograron la victoria hasta que consiguieron penetrar en el interior, en el corazón mismo del enemigo, con la ayuda del famoso caballo de Troya. A mí me parece que nosotros, obreros revolucionarios, no debemos sentir ningún escrúpulo en emplear la misma táctica contra nuestros enemigos fascistas, que se defienden contra el pueblo mediante la muralla viva de sus asesinos a sueldo. (Aplausos). Quien no comprenda la necesidad de emplear una táctica semejante respecto al fascismo, quien considere tal actuación “humillante”, podrá ser un excelente camarada, pero, si me permitís que lo diga, es un charlatán y no un revolucionario: ese no sabrá conducir a las masas al derrocamiento de la dictadura fascista. (Aplausos). El movimiento de masas del frente único, que va germinando fuera y dentro de las organizaciones fascistas de Alemania, Italia y otros países, en los que el fascismo cuenta con una base de masas, partiendo de la defensa de las necesidades más elementales, cambiando de formas y consignas de lucha conforme al crecimiento y ampliación de esta lucha, será el ariete que destruya la fortaleza de la dictadura fascista, que hoy parece a muchos inexpugnable.
el frente único en los países en que los socialdemócratas están en el gobierno La lucha por establecer el frente único plantea otro problema muy importante: el problema del frente
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único en los países, en que existen gobiernos socialdemócratas o de coalición con la participación de los socialistas, como ocurre, por ejemplo, en Dinamarca, Noruega, Suecia, Checoeslovaquia y Bélgica. Es bien conocida nuestra actitud absolutamente negativa ante los gobiernos socialdemócratas, que son gobiernos de colaboración con la burguesía. Pero, a pesar de ello, no consideramos la existencia de un gobierno socialdemócrata y de una coalición gubernamental del Partido Socialdemócrata con los partidos burgueses como un obstáculo insuperable para establecer el frente único con los socialdemócratas en determinadas cuestiones. Consideramos que también en estos casos es absolutamente posible y necesario el frente único para la defensa de los intereses vitales del pueblo trabajador, en la lucha contra el fascismo. Se comprende que en los países, en que participan en el gobierno representantes de los partidos socialdemócratas, la dirección socialdemócrata oponga las más enérgica resistencia al frente único proletario. Se comprende perfectamente que sea así. Quieren hacer ver a la burguesía que son ellos quienes saben, mejor y más hábilmente que nadie, refrenar el descontento de las masas obreras y preservarlas de la influencia del comunismo. Pero el solo hecho, de que los ministros socialdemócratas adopten una actitud negativa ante el frente único proletario, no justifica en lo más mínimo, el hecho de que los comunistas no hagan nada para la creación del frente único del proletariado. Nuestros camaradas de los países escandinavos siguen con harta frecuencia el camino de la menor resistencia, al limitarse a desenmascarar por la propaganda al gobierno socialdemócrata. Esto es un error. En Dinamarca, por ejemplo, los jefes socialdemócratas llevan ya diez años en el gobierno y los comunistas han venido repitiendo, día tras día, durante diez años, que éste es un gobierno burgués capitalista. Hay que suponer que esta propaganda es conocida ya de los obreros daneses. El hecho de que, a pesar de ello, una mayoría considerable vote por el partido socialdemócrata gubernamental indica solamente que el desenmascaramiento propagandístico del gobierno por los comunistas no basta, pero no demuestra que estos cientos de miles de obreros estén contentos con todas las iniciativas gubernamentales de los ministros socialdemócratas. No, a ellos no les agrada que el gobierno socialdemócrata, mediante los llamados “convenios de crisis”, ayude a los grandes capitalistas y terratenientes, y no a los obreros y campesinos pobres; que haya arrebatado a los obreros por el decreto promulgado en enero de 1933 el derecho de huelga. No les agrada que la dirección socialdemócrata proyecte una peligrosa reforma electoral antidemocrática (restringiendo considerablemente el número de dipu-
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tados). No creo equivocarme, si afirmo que el 99% de los obreros daneses no aprueba estas medidas políticas de los jefes y ministros socialdemócratas. ¿Acaso los comunistas no pueden llamar a los sindicatos y organizaciones socialdemócratas de Dinamarca a discutir tal o cual cuestión actual de esta índole, a emitir su opinión acerca de ellas y actuar en común por el frente único proletario, para la realización de las reivindicaciones obreras? El año pasado, en octubre, cuando nuestros camaradas daneses se dirigieron a los sindicatos con el llamamiento da actuar contra la reducción del subsidio de paro y por los derechos democráticos de los sindicatos, se adhirieron al frente único unas cien organizaciones sindicales locales. En Suecia, está en el poder, por tercera vez, un gobierno socialdemócrata, pero los comunistas suecos han renunciado prácticamente, durante mucho tiempo, a emplear la táctica del frente único. ¿Por qué? ¿Eran contrarios al frente único? Naturalmente que no. Eran en principio partidarios del frente único, del frente único en general, pero no acertaban a ver sobre qué motivos, en qué problemas, en la defensa de qué reivindicaciones, se podía establecer con éxito el frente único proletario; y cómo y dónde había que apoyarse. Pocos meses antes de constituirse el gobierno socialdemócrata, durante la lucha electoral, el partido socialdemócrata se había presentado con una plataforma en la que contenían una serie de reivindicaciones que podían haberse incluido precisamente en una plataforma del frente único proletario, como, por ejemplo, estas consignas:“¡Contra las tarifas aduaneras!”, “¡Contra la militarización!”, “¡Hay que acabar con la lentitud de tramitación en el seguro de paro!”, “¡Asegurar a los viejos pensiones suficientes para vivir!”, “¡No admitir la existencia de organizaciones como el ‘Munch-Corps’!” (organización fascista), “¡Abajo la legislación antisindical de clase, exigida por los partidos burgueses!”. Más de un millón de trabajadores de Suecia votaron en 1932 por estas reivindicaciones formuladas por la socialdemocracia y saludaron en 1933 la formación de un gobierno socialdemócrata, con la esperanza de que ahora se convertirían en realidad estas reivindicaciones. Nada habría sido más lógico en aquella situación, ni podía corresponder en mayor grado a los deseos de las masas obreras, que el Partido se hubiese dirigido a todas las organizaciones socialdemócratas y sindicales con la propuesta de emprender acciones conjuntas para llevar a la práctica estas reivindicaciones lanzadas por el Partido socialdemócrata. Si realmente se hubiese logrado movilizar a las extensas masas para la consecución de tales reivindicaciones, formuladas por los mismos socialdemócratas, agrupar estrechamente en un frente a las
organizaciones obreras, socialdemócratas y comunistas, no cabe duda de que la clase obrera sueca habría salido ganando. A los ministros socialdemócratas de Suecia, esto no les habría producido una gran alegría naturalmente, pues en este caso el gobierno se habría visto obligado a satisfacer cuando menos algunas reivindicaciones. En todo caso, no habría ocurrido lo que ahora ocurre: que el gobierno en vez de suprimir las tarifas aduaneras, ha elevado algunas, que en vez de restringir el militarismo, ha aumentado el presupuesto de guerra, y en vez de rechazar toda la legislación dirigida contra los sindicatos, haya presentado él mismo al parlamento un proyecto de ley de este género. Es cierto que el Partido Comunista de Suecia ha desplegado una buena campaña de masas, en el sentido del frente único proletario, respecto a este último problema, consiguiendo al fin que hasta la misma fracción parlamentaria socialdemócrata se viese obligada a votar contra el proyecto del Gobierno y que por el momento dicho proyecto haya fracasado. Los comunistas noruegos han procedido acertadamente al invitar para el Primero de Mayo a las organizaciones del Partido Obrero a celebrar manifestaciones conjuntas y presentar una serie de reivindicaciones, que coincidían en lo esencial con las reivindicaciones de la plataforma electoral del Partido Obrero Noruego. Y aunque este paso a favor del frente único se preparó de un modo flojo y la dirección del Partido Obrero Noruego era contraria a él, se celebraron, a pesar de todo, manifestaciones de frente único en treinta localidades. Antes, muchos comunistas temían que fuese una manifestación de oportunismo por su parte el no contraponer a toda reivindicación parcial de los socialdemócratas sus propias reivindicaciones, dos veces m´s radicales. Esto era un error ingenuo. Si, por ejemplo, los socialdemócratas reclaman la disolución de las organizaciones fascistas, nosotros no tenemos porqué añadir: “y la disolución de la policía del Estado también” (pues será oportuno formular esta reivindicación en otras circunstancias), sino que debemos decir a los obreros socialdemócratas: estamos dispuestos a aceptar esta reivindicación de vuestro Partido, como reivindicación del frente único del proletariado, y luchar hasta el fin por su consecución. ¡Emprendamos juntos la lucha! También en Checoeslovaquia, se pueden y se deben aprovechar ciertas reivindicaciones formuladas por la socialdemocracia checa y alemana, así como por los sindicatos reformistas, para establecer el frente único de la clase obrera. Cuando la socialdemocracia exige, por ejemplo, proporcionar trabajo a los parados o —como ya lo vienen exigiendo desde 1927— la derogación de las leyes que restringen la autonomía de
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los municipios, hay que concretar estas reivindicaciones en cada localidad y en cada distrito y luchar mano a mano con las organizaciones socialdemócratas por su consecución efectiva. O si los partidos socialdemócratas en sus discursos fulminan a los agentes del fascismo dentro del aparato del Estado “en términos generales”, hay que sacar a la luz del día en cada sitio a los heraldos fascistas concretos y actuar conjuntamente con los obreros socialdemócratas por eliminarlos de las instituciones del Estado. En Bélgica, los jefes del Partido Socialdemócrata, con Emilio Vandervelde a la cabeza, entraron en el gobierno de coalición. Lograron este “éxito” mediante una larga y amplia campaña por dos reivindicaciones principales: 1) Derogación de los decretos-leyes especiales y 2) Realización del plan de Man. La primera cuestión es de gran importancia. El gobierno anterior había promulgado en total 150 “decretos-leyes” reaccionarios, que arrojaban cargas extremadamente pesadas sobre las espaldas del pueblo trabajador. Planteábase el problema de derogarlas inmediatamente. Así lo exigía el Partido Socialdemócrata. ¿Acaso el nuevo gobierno ha derogado muchos de estos “decretos-leyes”? NI uno solo. Se ha limitado a atenuar un poco algunos con objeto de suministrar una especie de indemnización “simbólica” para las promesas de gran envergadura, hechas por los jefes socialistas de Bélgica (algo parecido al “dólar simbólico”, que algunas potencias europeas ofrecieron a Norte América en pago de los millones de dólares de sus dudas de guerra). En lo que respecta a la realización del pomposo plan de Man, la cosa tomó para las masas socialdemócratas un cariz inesperado. Los ministros socialdemócratas declararon que, antes de nada, había que superar las crisis económica y realizar tan sólo aquellas partes del plan de Man, que mejorasen la situación de los capitalistas industriales y de los bancos, y que sólo entonces se podría pasar a poner en práctica medidas encaminadas a mejorar la situación de los obreros; pero ¿cuánto tiempo tendrán que esperar los obreros la parte de “bienestar” que les promete el plan? Sobre los banqueros belgas ha caído ya una verdadera lluvia de oro. Fue implantada una desvalorización del franco belga en un 28% y, mediante esta manipulación, los banqueros han podido apropiarse como trofeos 4.500 millones de francos, a costa de los que viven de un salario y de los ahorros de gente modesta. ¿Cómo se compagina esto con el contenido del plan de Man? Si se quiere conceder crédito a la letra del plan, éste promete “perseguir los abusos monopolistas y las maniobras de los especuladores”. A base del plan de Man, el gobierno nombró una comisión; de control sobre los bancos; pero ¡una co-
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misión compuesta de banqueros que se controlan a sí mismos alegre y despreocupadamente! El plan de Man promete también muchas otras cosas buenas: “reducción de la jornada de trabajo”, “normalización de los salarios”, “salario mínimo”, “organización de un sistema completo de seguros sociales”, “extensión de las comodidades mediante la construcción de nuevas viviendas”, etc. Son todas ellas reivindicaciones que nosotros, los comunistas, podemos apoyar. Debemos dirigirnos a las organizaciones obreras de Bélgica y decirles: los capitalistas ya han obtenido bastante e incluso demasiado. ¡Exijamos de los ministros socialdemócratas que cumplan las promesas que han hecho a los obreros! ¡Fundámonos en el frente único para la defensa eficaz de nuestros intereses! ¡Señor ministro Vandervelde: nosotros apoyamos las reivindicaciones contenidas en su plataforma para los obreros; pero declaramos abiertamente: tomamos en serio estas reivindicaciones; ¡queremos hechos y no palabras hueras, y por esta razón agrupamos a cientos de miles de obreros para luchar por estas reivindicaciones! De este modo, los comunistas en los países, donde existen gobiernos socialdemócratas, al aprovechar las reivindicaciones concretas correspondientes, tomadas de las plataformas de los propios partidos socialdemócratas y las promesas electorales de los ministros socialdemócratas, como punto de partida para acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas, podrán después desplegar con mayor facilidad una campaña para establecer el frente único, basándose ya en otra serie de reivindicaciones de las masas, que luchan contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de guerra. Además, hay que tener presente que, si las acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas exigen de los comunistas, en general, una crítica seria, razonada, del socialdemocratismo como ideología y práctica de la colaboración de clases con la burguesía, así como esclarecer infatigablemente y con espíritu de camaradería a los obreros socialdemócratas el programa y las consignas del comunismo, esta tarea es de singular importancia para la lucha del frente único, precisamente en los países donde existen gobiernos socialdemócratas.
la lucha por la unidad sindical ¡Camaradas! La realización de la unidad sindical, tanto en el plano nacional, como internacional, debe ser una de las etapas más importantes para el afianzamiento del frente único.
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Como es sabido, la táctica escisionista de los jefes reformistas fue llevada a cabo con la mayor exacerbación en los sindicatos. Es explicable; su política de colaboración de clases con la burguesía encontraba aquí su remate práctico, directamente en las empresas, a costa de los intereses vitales de la masas obrera. Esto provocaba, naturalmente, una crítica dura y encontraba la resistencia de los obreros revolucionarios, dirigidos por los comunistas, contra este modo de actuar. He aquí por qué la más enconada lucha entre el comunismo y el reformismo se desarrolló sobre el terreno sindical. Cuanto más difícil y complicada se hacía la situación del capitalismo, más reaccionaria era la política de los jefes de los sindicatos adheridos a la Internacional de Amsterdam y más agresivas eran sus medidas contra todos los elementos oposicionistas dentro de los sindicatos. Ni la misma instauración de la dictadura fascista en Alemania, ni la ofensiva redoblada del capital, en todos los países capitalistas, disminuyeron esta agresividad. ¿No es característico que solamente en un año, en 1933, en Inglaterra, Holanda, Bélgica y Suecia se lanzasen las más ignominiosas circulares encaminadas a expulsar de los sindicatos a los comunistas y obreros revolucionarios? En Inglaterra apareció, en 1933, una circular prohibiendo a las secciones sindicales locales adherirse a las organizaciones contra la guerra y a otras organizaciones revolucionarias. Esto fue el preludio de la célebre “Circular negra” del Consejo General de las Tradeuniones, por la cual todo consejo sindical, que admita en su seno a delegados que “estén relacionados, bajo una u otra forma, con organizaciones comunistas”, es declarado fuera de la ley. Y ¿qué decir de la dirección de los sindicatos alemanes, que aplicó represalias inauditas contra los elementos revolucionarios dentro de los sindicatos? Pero nuestra táctica no debe tomar como punto de partida la conducta de algunos jefes de los sindicatos adheridos a Amsterdam, por muy grandes que sean las dificultades que esta conducta oponga a la lucha de clases, sino que tiene que partir, sobre todo, de este hecho: ¿dónde se encuentran las masas obreras? Y aquí tenemos que declarar abiertamente: la labor de los sindicatos es la cuestión más candente de los partidos comunistas. Debemos conseguir que se dé un verdadero viraje en la labor sindical y colocar en un lugar central la cuestión de la lucha por la unidad sindical. Muchos de nuestros camaradas, pasando por alto la gravitación de los obreros hacia los sindicatos y ante las dificultades que ofrecía el trabajo de los sindicatos adheridos a Amsterdam, no se detenían en esta complicada terea. Hablaban invariablemente de la crisis orgánica de los sindicatos de Amsterdam, de que los obreros abandonaban los sindicatos y perdían de vista
cómo éstos, después de un cierto descenso al comienzo de la crisis económica mundial, empezaron a crecer de nuevo. La particularidad del movimiento sindical consiste precisamente en que la ofensiva de la burguesía contra los derechos sindicales, los intentos en una serie de países (Polonia, Hungría, etc.) de “uniformar” a los sindicatos, la reducción de los seguros sociales, el robo de los salarios, obligaban a los obreros, a pesar de que no había una resistencia por parte de los jefes sindicales reformistas contra todo esto, a estrechar todavía más sus filas en torno a los sindicatos, pues los obreros querían y quieren ver en el sindicato el defensor más combativo de sus intereses vitales de clase. Así se explica el hecho de que en estos últimos años haya aumentado —en Francia, Checoeslovaquia, Bélgica, Suecia, Holanda, Suiza, etc.— el número de afiliados en la mayoría de los sindicatos adheridos a Amsterdam. La Federación Americana del Trabajo ha aumentado también considerablemente en los últimos dos años el número de sus afiliados. Si los camaradas alemanes hubiesen comprendido mejor la tarea de la labor sindical, de la que tan reiteradamente les hablaba el camarada Thaelmann, habrían tenido indudablemente dentro de los sindicatos una posición mejor que la tenida en realidad, en el momento al implantarse la dictadura fascista. A fines de 1932, sólo estaban en los sindicatos libres un 10% de los afiliados al Partido. Y esto, a pesar de que los comunistas, después del VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista, se pusieron a la cabeza de toda una serie de huelgas. Nuestros camaradas escribían en la prensa acerca de la necesidad de consagrar en 90% de nuestras fuerzas al trabajo dentro de los sindicatos. Pero, en la práctica, todo se concentraba en la oposición sindical revolucionaria, que de hecho se esforzaba por suplantar a los sindicatos. Y ¿qué ocurrió después de la toma del poder por Hitler? En el curso de dos años, muchos de nuestros camaradas se opusieron tenaz y sistemáticamente a la justa consigna de la lucha por el restablecimiento de los sindicatos libres. Podría aportar ejemplos parecidos de casi todos los demás países capitalistas. Sin embargo, en la lucha por la unidad del movimiento sindical en los países europeos, hemos logrado las primeras conquistas serias. Al decir esto, me refiero a la pequeña Austria, donde, por iniciativa del Partido Comunista, se han echado las bases para un movimiento sindical ilegal. Después de los combates de febrero, los socialdemócratas con Otto Bauer a la cabeza, lanzaron esta consigna: “Los sindicatos libres sólo podrán restablecerse después de la caída del fascismo”: Los comunistas emprendieron la labor de restablecer los sindicatos. Cada fase de esta labor era un fragmento del frente único vivo del proletariado
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austríaco. El restablecimiento eficaz de los sindicatos libres en la realidad fue una derrota seria para el fascismo. Los socialdemócratas se encontraban en una encrucijada. Una parte de ellos trataba de entablar negociaciones con el gobierno. Otra parte, en vista de nuestros éxitos, creó paralelamente algunos sindicatos ilegales propios. Pero sólo podía haber un camino: o capitular ante el fascismo, o marchar luchando conjuntamente contra el fascismo hacia la unidad sindical. Bajo la presión de las masas, la dirección vacilante de los sindicatos paralelos, creados por los antiguos jefes sindicales, se decidió por una unificación. La base de esta unificación es la lucha irreconciliable contra la ofensiva del capital y del fascismo y la salvaguardia de la democracia dentro de los sindicatos. Saludamos esta unificación de los sindicatos, que es el primer paso de este género después de la escisión formal del movimiento sindical después de la guerra y que encierra, por tanto, una significación internacional. El frente único, en Francia, sirvió indudablemente de impulso gigantesco para la realización de la unidad sindical. Los dirigentes de la Confederación General del Trabajo frenaban y siguen frenando, por todos medios, la realización de la unidad, al contraponer al problema fundamental, la cuestión de la política de clase de los sindicatos, cuestiones de importancia secundaria, subalterna o meramente formal. Un éxito indudable de la lucha por la unidad sindical fue la creación de sindicatos únicos, sobre un plano local, sindicatos que, por ejemplo, en el ramo de los ferroviarios abrazan casi tres cuartas partes de la masa de miembros de los dos sindicatos. Nosotros abogamos decididamente por el restablecimiento de la unidad sindical dentro de cada país y en el plano internacional. Abogamos por un sindicato único en cada rama de producción. Abogamos por Centrales internacionales únicas por industrias. Abogamos por una Internacional sindical única sobre la base de la lucha de clases. Abogamos por sindicatos de clase únicos como uno de los baluartes más importantes de la clase obrera contra la ofensiva del capital y del fascismo. Al hacerlo así, ponemos como única condición para la unificación de los sindicatos luchar contra el capital, luchar contra el fascismo y por la democracia sindical interna. El tiempo no espera. Para nosotros, el problema de la unidad del movimiento sindical, tanto en el plano nacional, como internacional, es el problema de la gran causa de la unificación de nuestra clase en potentes organizaciones sindicales únicas contra el enemigo de clase. Saludamos la propuesta dirigida en vísperas
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del Primero de Mayo de este año por la Internacional Sindical Roja a la Internacional de Amsterdam para discutir conjuntamente las condiciones, métodos y formas para la unificación del movimiento sindical mundial. Los jefes de la Internacional de Amsterdam rechazaron esta propuesta con el manoseado argumento de que la unidad del movimiento sindical sólo puede realizarse dentro de las filas de la Internacional de Amsterdam, que dicho sea de paso, agrupa casi exclusivamente a organizaciones sindicales de una parte de países europeos. Pero los comunistas, en su labor dentro de los sindicatos, deben proseguir infatigablemente la lucha por la unidad del movimiento sindical. La misión de los Sindicatos Rojos y de la Internacional Sindical Roja es hacer cuanto dependa de ellos para que llegue lo más pronto posible la hora de la lucha conjunta de todos los sindicatos contra la ofensiva del capital y del fascismo, para que la unidad del movimiento sindical se cree, pese a la tenaz resistencia de los jefes reaccionarios de la Internacional Sindical de Amsterdam. Los Sindicatos Rojos y la Internacional Sindical Roja deben recibir de nosotros, en este orden, toda clase de apoyos. En los países, donde existen pequeños sindicatos rojos, les recomendamos que procuren ingresar en los grandes sindicatos reformistas, exigiendo la libertad para sostener sus opiniones propias, el ingreso de los miembros expulsados; y en los países, donde existen paralelamente grandes sindicatos rojos y reformistas, recomendamos que exijan la convocatoria de un Congreso de unificación sobre la plataforma de la lucha contra la ofensiva del capital y la salvaguardia de la democracia sindical. Hay que afirmar, del modo más categórico, que el obrero comunista, el obrero revolucionario, que no pertenece al sindicato de masas de su oficio, que no lucha por convertir este sindicato reformista en una verdadera organización sindical de clase, que no lucha por la unidad del movimiento sindical sobre la base de la lucha de clases, no cumple con su deber proletario primordial.
el frente único y la juventud ¡Camaradas! Ya he señalado el papel que ha desempeñado en la victoria del fascismo la incorporación de la juventud a las organizaciones fascistas. Al hablar de la juventud, hemos de declarar francamente que hemos desdeñado nuestra misión de conducir a las masas de la juventud trabajadora a la lucha contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de guerra, hemos desdeñado esta misión en una
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serie de países. No hemos apreciado debidamente la enorme importancia que tiene la juventud en la lucha contra el fascismo. No hemos valorado correctamente los intereses particulares económicos, políticos y culturales de la juventud. Tampoco hemos prestado la atención necesaria a la educación revolucionaria de la juventud. Todo esto lo ha explotado muy hábilmente el fascismo en algunos países, particularmente en Alemania, para desviar a grandes sectores de la juventud del camino del proletariado. Hay que tener muy presente que el fascismo no envuelve en sus redes a la juventud solamente con el romanticismo militarista. A unos les da comida y vestidos, enrolándolos en sus destacamentos, a otros les da trabajo, funda incluso establecimientos, llamados culturales, para la juventud, y de este modo se esfuerza por inculcar en los jóvenes la conciencia de que el fascismo quiere y puede realmente dar a la juventud trabajadora alimento, vestido, cultura y trabajo. Nuestras Juventudes Comunistas siguen siendo, en una serie de países capitalistas, organizaciones predominantemente sectarias, desligadas de las masas. Su debilidad principal radica en que se esfuerzan todavía en copiar las formas y métodos de trabajo de los Partidos Comunistas y olvidan que las Juventudes Comunistas no son el Partido Comunista de la juventud. No tienen suficientemente en cuenta que es una organización con tareas específicas. Sus métodos y formas de trabajo, de educación, de lucha, han de adaptarse al nivel concreto y a las exigencias de la juventud. Nuestros jóvenes camaradas han dado ejemplos inolvidables de heroísmo en la lucha contra los desafueros fascistas y la reacción burguesa. Pero carecen todavía de capacidad para arrancar concreta y perseverantemente a las masas de la juventud de la influencia enemiga. Esto se revela en la resistencia, no vencida aún hasta hoy, contra la labor dentro de las organizaciones fascistas y en el modo, no siempre acertado, de abordar a la juventud socialista y a otras juventudes no comunistas. De todo esto incumbe también una gran responsabilidad, naturalmente, a los Partidos Comunistas, que deben dirigir y apoyar a las Juventudes Comunistas en su trabajo. Pues, el problema de la juventud no es solamente un problema de las Juventudes Comunistas, es un problema del movimiento comunista en su totalidad. En el campo de la lucha por la juventud, los Partidos Comunistas y las organizaciones juveniles deben dar un viraje verdadero y resuelto. La misión principal del movimiento juvenil comunista, en los países capitalistas, consiste en marchar valientemente por la senda de la realización del frente único, por la senda de la organización y
unidad de la joven generación trabajadora. ¡Qué enorme influencia ejercen sobre el movimiento juvenil revolucionario los primeros pasos dados últimamente en esta dirección, en Francia y los Estado Unidos! Bastó con que se emprendiese en estos países la realización del frente único, para que inmediatamente se consiguieran éxitos considerables. También es digna de atención, en el campo del frente único internacional, la eficaz iniciativa del Comité contra la Guerra y el Fascismo de París de llegar a una colaboración internacional de todas las organizaciones juveniles no fascistas. Estos pasos, que se han dado con éxito en el movimiento del frente único juvenil en los últimos tiempos, ponen de manifiesto también que las formas del frente único de la juventud no pueden estar sujetas a patrones, no tiene por qué ser forzosamente las mismas que se dan en la práctica de los Partidos Comunistas. Las Juventudes Comunistas debe esforzarse, por todos los medios, por unificar las fuerzas de todas las organizaciones no fascistas de masas de la juventud, hasta llegar a la formación de diferentes organizaciones conjuntas para la lucha contra el fascismo, contra la inaudita privación de derechos y la militarización de la juventud, por los derechos económicos y culturales de las jóvenes generaciones, por ganar para el frente antifascista a esta juventud, donde quiera que se encuentre: en los campamentos de trabajo forzado, en las Bolsas de Trabajo, en los cuarteles y en la marina, en las escuelas o en las diferentes organizaciones deportivas, culturales y de otro género. Nuestros jóvenes comunistas, a la par que desarrollan y fortalecen a las Juventudes Comunistas, deben esforzarse por crear asociaciones antifascistas de las juventudes comunistas y socialistas, sobre la plataforma de la lucha de clases.
el frente único y la mujer No menor es, camaradas, la insuficiente apreciación que se manifiesta respecto a la labor entre las mujeres trabajadoras, las obreras, las mujeres paradas, las campesinas y las mujeres del hogar. Y si el fascismo despoja en la mayor medida a la juventud, a la mujer la esclaviza de un modo especialmente implacable y cínico, jugando con los sentimientos profundamente arraigados de la madre, de la mujer de su casa, de la obrera sin apoyo, inseguras del mañana. El fascismo, que se presenta como filántropo, arroja a las familias hambrientas una mísera limosna e intenta con ello ahogar los amargos sentimientos, provocados especialmente en las mujeres trabajadoras por la inaudita esclavización, que les acarrea
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el fascismo. Expulsa a las obreras de la producción. Envía al campo, por la fuerza, a las muchachas necesitadas y las condena a convertirse en criadas gratuitas de los campesinos ricos y de los terratenientes. A la par que promete a la mujer un hogar feliz, la empuja, como ninguna otra forma capitalista, por la senda de la prostitución. Los comunistas y, sobre todo, nuestras camaradas, deben tener continuamente presente que no puede haber lucha eficaz contra el fascismo, ni contra la guerra, si no movilizan para esta lucha a las extensas masas femeninas. Y esto no se logra solamente con la agitación. Tenemos que encontrar, de acuerdo con cada situación concreta, la posibilidad de movilizar a las masas de las mujeres trabajadoras, a favor de sus intereses y reivindicaciones vitales: contra la carestía de la vida, por el aumento de los salarios, según el principio “a trabajo igual, salario igual”, contra los despidos en masa, contra todo lo que signifique desigualdad de derechos y contra la esclavización fascista de la mujer. En nuestros esfuerzos por incorporar a la mujer trabajadora al movimiento revolucionario, no debemos asustarnos tampoco de la creación de organizaciones especiales de mujeres allí donde sea necesario hacerlo. El prejuicio de que hay que liquidar en los países capitalistas las organizaciones femeninas, que se hallan bajo la dirección de los Partidos Comunistas, por exigirlo así la lucha contra el “separatismo femenino” en el movimiento obrero, es un prejuicio que acarrea frecuentemente grandes daños. Hay que buscar las formas más sencillas y flexibles para establecer el contacto y la lucha común con las organizaciones femeninas revolucionarias, socialdemócratas y progresistas, antifascistas y antiguerreristas. Tenemos que lograr, cueste lo que cueste, que las obreras y las mujeres trabajadoras militen en el frente único de la clase obrera y en el frente popular antifascista, codo con codo con sus hermanos de clase.
el frente único antiimperialista Una importancia extraordinaria adquiere, en relación con los cambios operados en la situación internacional e interior de todos los países coloniales y semicoloniales, el problema del frente único antiimperialista. Respecto a la creación de un amplio frente único antiimperialista en las colonias y semicolonias, hay que tener en cuenta, ante todo, la diversidad de las condiciones, bajo las cuales se desarrolla la lucha antiimperialista de las masas, el distinto grado de madurez del movimiento de liberación nacional, el papel
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del proletariado en este movimiento y la influencia del Partido Comunista sobre las extensas masas. En el Brasil el problema se plantea de manera diferente que en la India, en China, etc. En el Brasil, el Partido Comunista, que con la creación de la Alianza Nacional Libertadora ha sentado un principio acertado para el desarrollo del frente único antiimperialista, tiene que hacer todos los esfuerzos para seguir extendiendo en los sucesivo este frente y mediante la incorporación, en primer término, de las masas de millones de campesinos, poner rumbo hacia la creación de destacamentos de un ejército nacional revolucionario entregado sin reserva a la revolución, y combatir por la instauración del poder de la Alianza Nacional Libertadora. En la India, los comunistas deben apoyar, extender y participar en todas las acciones antiimperialistas de masas, sin exceptuar aquellas, a cuya cabeza marchan los nacional-reformistas. Conservando su independencia política y de organización, deben emprender un trabajo activo en el seno de las organizaciones adheridas al Partido del Congreso de la India y contribuir a la cristalización de un ala nacional revolucionaria, dentro de estas organizaciones, para seguir desplegando en lo sucesivo el movimiento de liberación nacional de los pueblos de la India contra el imperialismo británico. En China, donde el movimiento popular ya ha conducido a la creación de distritos soviéticos en importantes territorios del país y a la organización de un potente Ejército Rojo, la ofensiva rapaz del imperialismo japonés y la traición del gobierno de Nanking han puesto en peligro la existencia nacional del gran pueblo chino. Sólo los Soviets chinos pueden actuar como centro de unificación en la lucha contra la esclavización y el reparto de China por los imperialistas, como centro de unificación, que agrupe a todas las fuerzas antiimperialistas para la lucha nacional del pueblo chino. Aprobamos, por lo tanto, la iniciativa de nuestro valiente Partido Comunista hermano de China de crear el frente único antiimperialista más extenso contra el imperialismo japonés y sus agentes chinos, con todas las fuerzas organizadas existentes en el territorio de China, que estén dispuestas a desplegar una lucha efectiva por la salvación de su país y de su pueblo. Estoy seguro de que expreso los sentimientos e ideas de todo nuestro Congreso al declarar que enviamos nuestro saludo fraternal más caluroso, en nombre del proletariado revolucionario del mundo entero, a todos los Soviets de China, al pueblo revolucionario chino. Enviamos nuestro caluroso saludo fraternal al heroico Ejército Rojo de China, probado en mil com-
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bates. Y aseguramos al pueblo chino que estamos firmemente decididos a apoyar su lucha por liberarse completamente de todos los rapaces imperialistas y de sus agentes chinos. (Impetuosos aplausos, todos los delegados se ponen en pie. Ovaciones prolongadas. Vítores por parte de los delegados).
Sobre el gobierno del frente único ¡Camaradas! Hemos tomado un rumbo resuelto y audaz hacia el frente único de la clase obrera y estamos dispuestos a seguirlo con la máxima consecuencia. Si se nos pregunta, si nosotros, los comunistas, luchamos sobre el terreno del frente único solamente por reivindicaciones parciales o estamos dispuestos a compartir la responsabilidad, si se llegase a la formación de un gobierno sobre la base del frente único, diremos con plena conciencia de nuestra responsabilidad: ¡sí!, tenemos en cuenta que puede producirse una situación en que la creación de un gobierno de frente único proletario, o de frente popular antifascista sea no solamente posible, sino indispensable en interés del proletariado (aplausos); aceptamos, en efecto esta eventualidad. Y en este caso, sin ninguna vacilación, nos declararemos a favor de la creación de este gobierno. No me refiero aquí al gobierno que puede ser formado después de la victoria de la revolución proletaria. Evidentemente, no está excluida la posibilidad de que en un país cualquiera, inmediatamente después del derrumbamiento revolucionario de la burguesía, se pueda formar un gobierno soviético sobre la base del bloque gubernamental del Partido Comunista con otro partido ( o su ala izquierda) que participe en la revolución. Es sabido que después de la Revolución de Octubre, el Partido de los bolcheviques rusos vencedor hizo entrar en la composición del gobierno soviético a los representantes de los socialistas revolucionarios de izquierda. Esta fue la particularidad del gobierno soviético, después de la victoria de la Revolución de Octubre. No se trata de un caso de este género, sino de la posible formación de un gobierno de frente único en vísperas y antes de la victoria de la revolución soviética. ¿Qué sería este gobierno? ¿Y en qué situación pudiera ser posible? Es, ante todo, un gobierno de lucha contra el fascismo y la reacción. Debe ser un gobierno formado como consecuencia del movimiento de frente único y que no limite de ninguna manera la actividad del Partido Comunista y de las organizaciones de masas de la clase obrera, sino, al contrario, que tome
enérgicas disposiciones dirigidas contra los magnates financieros contrarrevolucionarios y sus agentes fascistas. En el momento oportuno, apoyándose sobre el movimiento creciente del frente único, el Partido Comunista del país en cuestión se manifestará por la creación de semejante gobierno, sobre la base de una plataforma antifascista concreta. ¿Bajo qué condiciones objetivas será posible la formación de un tal gobierno? A esta pregunta puede contestarse de un modo muy general: bajo las condiciones de una crisis política, en que las clases dominantes ya no están en condiciones de acabar con el potente ascenso del movimiento antifascista de masas. Pero esto es sólo una perspectiva general, sin la cual apenas será posible, en la práctica, la formación de un gobierno del frente único. Solamente en presencia de determinadas premisas especiales, puede ponerse al orden del día el problema de la formación de este gobierno como tarea políticamente necesaria. Me parece que en este sentido merecen la mayor atención las siguientes premisas: a) Primero: Cuando el aparato estatal de la burguesía esté ya lo bastante desorganizado y paralizado para que la burguesía no pueda impedir la formación de un gobierno de lucha contra la reacción y el fascismo. b) Segundo: Cuando las más extensas masas trabajadoras y en particular los sindicatos de masas se levanten impetuosamente contra el fascismo y la reacción, pero no estén todavía preparados para lanzarse a la insurrección con el fin de luchar bajo la dirección del Partido Comunista por la conquista del Poder soviético. c) Tercero: Cuando el proceso de diferenciación y radicalización en las filas de la socialdemocracia y de los demás partidos que participan en el frente único haya conducido ya a que una parte considerable dentro de ellas exija medidas implacables contra los fascistas y demás reaccionarios, luche del brazo de los comunistas contra el fascismo y se manifieste abiertamente contra el sector reaccionario y hostil al comunismo de su propio partido. Cuándo y en qué países surgirá de hecho una situación semejante, en la que se den, en grado suficiente, estas premisas, es cosa que no puede decirse previamente, pero como esta perspectiva no está descartada en ningún país capitalista, debemos tenerla en cuenta y no sólo orientarnos y prepararnos nosotros mismos, sino orientarnos también a la clase obrera en la forma adecuada.
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El mero hecho, de que pongamos hoy a discusión este problema, está relacionado, naturalmente, con nuestro modo de apreciar la situación y las perspectivas más próximas de desarrollo, así como con el ascenso efectivo del movimiento del frente único en una serie de países, en estos últimos tiempos. Durante más de diez años, la situación que se planteaba en los países capitalistas era tal que la Internacional Comunista no tenía por qué discutir un problema de esta índole. Recordaréis, camaradas, que en nuestro iv Congreso. Celebrado en 1922, y también en el v Congreso, en 1924, se discutió el problema de la consigna del gobierno obrero u obrero y campesino. Aquí, inicialmente, se trataba, en substancia, de un problema casi análogo al que hoy se nos plantea. Los debates que en torno a esta cuestión se promovieron por aquel entonces en la Internacional Comunista y especialmente los errores políticos que se cometieron aquí tienen todavía hoy su importancia para acentuar nuestra atención vigilante ante el peligro de desviarse a derecha y a “izquierda” la línea bolchevique en esta cuestión. Por eso quiero señalar en pocas palabras algunos de estos errores, con objeto de sacar de ellos las enseñanzas necesarias para la política actual de nuestros Partidos. La primera serie de errores obedeció precisamente a que el problema del gobierno obrero no se enlazó clara y firmemente a la presencia de una crisis política. Gracias a esto, los oportunistas de derecha pudieron interpretar la cosa en el sentido de que había que aspirar a la formación de un gobierno obrero, apoyado por el Partido Comunista, en cualquier situación, por decirlo así, “normal”. Por el contrario, los ultraizquierdistas sólo admiten un gobierno obrero que e formase única y exclusivamente mediante la insurrección armada, después del derrocamiento de la burguesía. Ambas cosas eran falsas y por eso, ahora, para evitar la repetición de semejantes errores, recalcamos con tanto cuidado la necesidad de tener en cuenta exactamente las condiciones concretas y particulares de la crisis política y del ascenso del movimiento de masas, bajo las cuales puede ser posible y políticamente necesaria la formación de un gobierno del frente único. La segunda serie de errores obedeció al hecho de que el problema del gobierno obrero no se enlazó con el desarrollo del movimiento combativo de masas del frente único proletario. Esto dio a los oportunistas de derecha la posibilidad de tergiversar el problema y reducirlo a la táctica sin principios de la formación de un bloque con los partidos socialdemócratas, a base de combinaciones puramente parlamentarias. Los ultraizquierdistas, por el contrario, gritaban: “¡Nada de coaliciones con la socialdemocracia contrarrevolucio-
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naria!”. Considerando como contrarrevolucionarios, en el fondo, a todos los socialdemócratas. Ambas cosas eran falsas y nosotros recalcamos ahora, por una parte, que no queremos en modo alguno un “gobierno obrero”, que sea sencillamente un gobierno socialdemócrata ampliado. Preferimos, incluso, renunciar al nombre de “gobierno obrero” y hablar de un gobierno del frente único que, por su carácter político, es algo completamente distinto, fundamentalmente distinto de todos los gobiernos socialdemócratas, que acostumbran a llamarse “gobiernos obreros”. Mientras los gobiernos socialdemócratas representan un instrumentos de la colaboración de clases con la burguesía, en interés de la conservación del sistema capitalista, el gobierno del frente único es un órgano de la colaboración de la vanguardia revolucionaria del proletariado con otros partidos antifascistas, en interés de todo el pueblo trabajador, un gobierno de lucha contra el fascismo y la reacción. Es evidente que son dos cosas radicalmente distintas. Por otra parte, subrayamos que es necesario ver la diferencia existente entre los diversos campos de la socialdemocracia. Como ya he señalado, existe en la socialdemocracia un campo reaccionario, pero, al mismo tiempo, existe y crece el campo de los socialdemócratas de izquierda (sin comillas), de los obreros que se revolucionizan. La diferencia decisiva entre ambos campos consiste, prácticamente, en su actitud ante el frente único de la clase obrera. Los socialdemócratas reaccionarios son contrarios al frente único, calumnian al movimiento del frente único, lo sabotean y lo descomponen, ya que éste hace fracasar su política de conciliación con la burguesía. Los socialdemócratas de izquierda son partidarios del frente único, defienden, desarrollan y fortalecen el movimiento del frente único, puesto que él es un movimiento de lucha contra el fascismo y la reacción y será siempre la fuerza que empuje al gobierno del frente único a luchar contra la burguesía reaccionaria. Cuanto con mayor vigor se desencadene este movimiento de masas, tanto mayor será la fuerza que pueda brindar al gobierno para luchar contra los reaccionarios. Y cuanto mejor organizado, desde abajo, esté el movimiento de masas y mayor sea la red de los órganos de clase del frente único, situados al margen del partido en las empresas, entre los desocupados, en los barrios obreros, entre la gente modesta de la ciudad y del campo, tanto mayores serán las garantías que se tengan contra una posible degeneración de la política del gobierno del frente único. La tercera serie de conceptos erróneos, que se manifestaron en los anteriores debates, se referían precisamente a la política práctica del “gobierno obre-
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ro”. Los oportunistas de derecha opinaban que el “gobierno obrero” debía mantenerse dentro del “marco de la democracia burguesa” y, por consiguiente, no debí dar ningún paso que se saliese de este marco. Por el contrario, los ultraizquierdistas renunciaban de hecho a todo intento de formación de un gobierno del frente único. En 1923, pudo verse, en Sajonia y Turingia, un cuadro elocuente de la práctica oportunista derechista de un “gobierno obrero”. La entrada de los comunistas en el gobierno de Sajonia, con los socialdemócratas de izquierda (grupo Zeigner), no era de por sí un error. Por el contrario, este paso estaba completamente justificado por la situación revolucionaria de Alemania. Pero los comunistas, al participar en el gobierno, tenían que haberse aprovechado de sus posiciones, ante todo para armar al proletariado, y no lo hicieron. Ni siquiera confiscaron una sola de las casas de los ricos, a pesar de que la escasez de viviendas obreras era tan grande, que muchos obreros, con mujer e hijos, no tenían donde cobijarse. Tampoco emprendieron nada para organizar el movimiento revolucionario de masas de los obreros. Procedieron en todo momento como los habituales ministros parlamentarios dentro del “marco de la democracia burguesa”. Como es sabido, este fue el resultado de la política oportunista de Brandler y de sus secuaces. El resultado de todo esto fue una tal bancarrota que, incluso hoy, nos vemos obligados a referirnos al gobierno de Sajonia, como ejemplo clásico de cómo no deben actuar los revolucionarios en el gobierno. ¡Camaradas! Nosotros exigimos de todo gobierno del frente único una política completamente distinta. Le exigimos que lleve a cabo determinadas reivindicaciones cardinales revolucionarias, congruentes con la situación, como, por ejemplo, el control de la producción, el control sobre los bancos, la disolución de la policía, su sustitución por una milicia obrera armada, etc. Hace quince años, Lenin nos invitaba a que concentrásemos toda la atención “en buscar las formas de transición o de acercamiento a la revolución proletaria”. Puede ocurrir que el gobierno del frente único sea, en una serie de países, una de las formas transitorias más importantes. Los doctrinarios “de izquierda” siempre pasaron por alto esta indicación de Lenin, hablando solamente de la “meta”, como propagandistas limitados, sin preocuparse jamás de las “formas de transición”. Y los oportunistas de derecha intentaban establecer una “fase democrática intermedia”, especial, entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado, para sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico paso parlamentario de una dictadura a otra. ¡Esta “fase intermedia” ficticia
la llamaban también “forma de transición” e invocaban incluso el nombre de Lenin! Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin hablaba de una forma de transición y de acercamiento a la “revolución proletaria”, esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria. ¿Por qué atribuía Lenin una significación tan extraordinariamente grande a la forma que revistiese el paso a la revolución proletaria? Porque tenía presente “la ley fundamental de todas las grandes revoluciones”, la ley de que la propaganda y la agitación por sí solas no pueden suplir en las masas su propia experiencia política, cuando se trata de atraer a las masas verdaderamente extensas de los trabajadores al lado de la vanguardia revolucionaria, sin lo cual es imposible la lucha victoriosa por el poder. El error habitual de tipo izquierdista es la creencia, que, tan pronto como surge la crisis política (o revolucionaria), basta con que la dirección comunista lance la consigna de la insurrección revolucionaria, para que las grandes masas la sigan. No; hasta en presencia de tales crisis, las masas distan mucho de estar siempre preparadas para eso. Hemos visto esto en el ejemplo de España. Para ayudar a las masas de millones a aprender lo más pronto posible, por medio de su propia experiencia, lo que tiene que hacer, dónde encontrar la salida decisiva y comprender qué partido merece su confianza; para esto hacen falta, entre otras cosas, junto con las consignas transitorias, también “las formas especiales de transición o de acercamiento a la revolución proletaria”. Sin esto, las extensas masas del pueblo que está cautivas en las ilusiones y tradiciones democráticas pequeñoburguesas, podrán incluso, ante una situación revolucionaria, vacilar, perder tiempo, vagar, sin encontrar el camino de la revolución y hasta caer bajo los golpes de los verdugos fascistas. Por esto señalamos la posibilidad de formar, bajo las condiciones de la crisis política, un gobierno del frente único antifascista. En la medida en que este gobierno despliegue una lucha real y verdadera contra los enemigos del pueblo, conceda libertad de acción a la clase obrera y al Partido Comunista, nosotros, los comunistas, lo apoyaremos por todos los medios y lucharemos en la primera línea de fuego, como soldados de la revolución. Pero les decimos francamente a las masas: Este gobierno no traerá la salvación definitiva. Este gobierno no está en condiciones de derrocar la dominación de clase de los explotadores y, por esta razón, no puede tampoco eliminar definitivamente el peligro de la contrarrevolución fascista. ¡Por consiguiente, hay que prepararse para la revolución socialista! Sólo y exclusivamente el Poder soviético traerá la salvación.
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Si analizamos el desarrollo actual de la situación internacional, vemos que la crisis política va madurando en toda una serie de países. Esto condiciona la gran importancia y actualidad de una decisión de nuestro Congreso sobre el problema del gobierno del frente único. Si nuestros Partidos saben aprovechar, para la preparación revolucionaria de las masas, de un modo bolchevique, la posibilidad de formar un gobierno del frente único, la lucha en torno a la formación y permanencia en el poder de este gobierno, ésta será la mejor justificación política de nuestro rumbo hacia la creación de un gobierno del frente único.
la lucha ideológica contra el fascismo Uno de los aspectos más débiles de la lucha antifascista de nuestros Partidos consiste en que no reaccionan suficientemente, ni a su debido tiempo contra la demagogia del fascismo y siguen tratando despectivamente los problemas de la lucha contra la ideología fascista. Muchos camaradas no creían que una variedad tan reaccionaria de la ideología burguesa, como es la ideología del fascismo, que en su absurdo llega con harta frecuencia hasta el desvarío, fuese en general capaz de conquistar influencia sobre las masas. Esto fue un gran error. La avanzada putrefacción del capitalismo llega hasta la misma médula de su ideología y su cultura, y la situación desesperada de las extensas masas del pueblo predispone a ciertos sectores al contagio con los detritus ideológicos de este proceso de putrefacción. No debemos menospreciar, en modo alguno, esta fuerza del contagio ideológico del fascismo. Al contrario, debemos librar por nuestra parte una amplia lucha ideológica, basada en una argumentación clara y popular y en un método certero a la hora de abordar lo peculiar en la psicología nacional de las masas del pueblo. Los fascistas resuelven la historia de cada pueblo, para presentarse como herederos y continuadores de todo lo que hay de elevado y heroico en su pasado, y explotan todo lo que humilla y ofende a los sentimientos nacionales del pueblo, como arma contra los enemigos del fascismo. En Alemania se publican centenares de libros que no persiguen otro fin que el de falsear la historia del pueblo alemán sobre una pauta fascista. Los flamantes historiadores nacionalsocialistas se esfuerzan en presentar la historia de Alemania, como si, bajo el imperativo de una “ley histórica”, un hilo
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conductor marcara, a los largo de 2.000 años, la trayectoria del desarrollo que ha determinado la aparición en la escena de la historia del “salvador nacional”, del “Mesías” del pueblo alemán, el célebre cabo de progenie austríaca. Todos los grandes hombres del pueblo alemán en épocas pasadas se presentan en estos libros como fascistas, y todos los grandes movimientos campesinos, como precursores directos del movimiento fascista. Mussolini se esfuerza obstinadamente en sacar partido de la figura heroica de Garibaldi. Los fascistas franceses tremolan a Juana de Arco como su heroína. Los fascistas norteamericanos apelan a las tradiciones de la guerra de la independencia americana, a las tradiciones de Washington y de Lincoln. Los fascistas búlgaros explotan el movimiento de liberación nacional de la década del 70 del siglo pasado y a los héroes populares, tan queridos, de este movimiento, como Vasil Levski, Stefan Karadsha, etc. Los comunistas, que creen que todo esto no tiene nada que ver con la causa obrera y no hacen nada, ni lo más mínimo, para esclarecer ante las masas trabajadoras el pasado de su propio pueblo con toda fidelidad histórica y el verdadero sentido marxista, marxista-leninista, para entroncar la lucha actual con las tradiciones revolucionarias de su pasado, esos comunistas entregan voluntariamente a los falsificadores fascistas todo lo que hay de valioso en el pasado histórico de la nación, para que engañen a las masas del pueblo. ¡No, camaradas! A nosotros nos afectan todos los problemas importantes, no sólo del presente y del futuro, sino también los que forman parte del pasado de nuestro propio pueblo, pues nosotros, los comunistas, no practicamos la política mezquina de los intereses gremiales de los obreros. Nosotros no somos los funcionarios limitados de las tradeuniones, ni tampoco los dirigentes de los gremios medievales de artesanos y oficiales. Somos los representantes de los intereses de clase de la más importante y grande de las clases de la sociedad moderna, de la clase obrera, que tiene por misión emancipar a la humanidad de los tormentos del sistema capitalista, que ya ha abatido el yugo del capitalismo y es la clase gobernante en una sexta parte del planeta. Nosotros defendemos los intereses vitales de todos los sectores trabajadores explotados, es decir, de la mayoría del pueblo de todos los países capitalistas. Nosotros, los comunistas, somos, por principio, enemigos irreconciliables del nacionalismo burgués, en todas sus formas y variedades. Pero no somos partidarios del nihilismo nacional, ni podemos actuar jamás como tales. La misión de educar a los obreros y a los trabajadores en el espíritu del internaciona-
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lismo proletario es una de las tareas fundamentales de todos los Partidos Comunistas. Pero, el que piense, que esto le permite, e incluso, le obliga a escupir en la cara a todos los sentimientos nacionales de las amplias masas trabajadoras, está muy lejos del verdadero bolchevismo y no ha comprendido nada de las enseñanzas de Lenin sobre la cuestión nacional. (Aplausos). Lenin que luchó siempre decidida y consecuentemente contra el nacionalismo burgués, en su artículo Sobre el orgullo nacional de los grandes rusos, escrito en el año 1914, nos dio un ejemplo de cómo debe enfocarse acertadamente el problema de los sentimientos nacionales. He aquí lo que escribe: ¿Nos es ajeno a nosotros, proletarios conscientes grandes rusos, el sentimiento de orgullo nacional? ¡Claro que no! Amamos nuestra lengua y nuestra Patria, trabajamos más que todo por elevar sus masas trabajadoras (es decir las nueve décimas partes de su población) a la vida consciente de demócratas y socialistas. Lo más duro para nosotros es ver y sentir a qué violencias, opresión y burlas someten a nuestra magnífica Patria los verdugos zaristas, los palaciegos y los capitalistas. Nos sentimos orgullosos de que estas violencias provocaran la resistencia de nuestros medios, en el seno de los grandes rusos, que estos medios dieran a Rashev, a los decembristas, a los revolucionarios-raznochintzi de la década del 70, que la clase obrera gran rusa creara en 1905 un poderoso partido revolucionario de las masas. De nosotros se apodera un sentimiento de orgullo nacional, ya que la nación gran rusa ha creado también una clase obrera, demostró también que es capaz de dar a la humanidad grandes ejemplos de lucha por la libertad y el socialismo y que no sólo sabe organizar pogromos, elevar horcas, llenar las cárceles, causar grandes hambres y engendrar servilismo ante curas, zares, terratenientes y capitalistas. De nosotros se apodera un sentimiento de orgullo nacional y por eso precisamente aborrecemos ante todo nuestro pasado de esclavos... y nuestro presente de esclavos, cuando estos mismo terratenientes, ayudados por los capitalistas, nos llevan a la guerra, para esclavizar a Polonia y Ucrania: ¡para aplastar el movimiento democrático en Persia y China, para reforzar la camarilla de los Romanov, Bobrinski, Purishkevich que es una vergüenza para nuestra dignidad nacional gran rusa!
Es lo que escribe Lenin sobre el orgullo nacional. Yo creo, camaradas, no haber procedido equivocadamente cuando, en el proceso de Leipzig, ante el intento de los fascistas de calumniar al pueblo búlgaro
como a un pueblo bárbaro, defendí el honor nacional de la masas trabajadoras, del pueblo búlgaro, que lucha abnegadamente contra los usurpadores fascistas, que son los verdaderos bárbaros y salvajes, (aplausos impetuosos y prolongados) y cuando declaré que no tengo ningún motivo para avergonzarme de ser búlgaro y que, lejos de ello, estoy orgulloso de ser hijo de la heroica clase obrera búlgara (Aplausos). ¡Camaradas! El internacionalismo proletario debe “aclimatarse”, por decirlo así, en cada país y echar raíces profundas en el suelo natal. Las formas nacionales, que reviste la lucha proletaria de clases, el movimiento obrero en cada país no están en contradicción con el internacionalismo proletario, sino que, al contrario, es precisamente bajo estas formas como se pueden defender también con éxito los intereses internacionales del proletariado. Es evidente que hay que poner bien de relieve, en todas partes y en todas las ocasiones, ante las masas y demostrar de un modo concreto que la burguesía fascista, con el pretexto de defender los intereses de toda la nación, practica la política egoísta de opresión y explotación de su propio pueblo y la expoliación y la esclavización de los demás pueblos. Pero no podemos limitarnos a esto. Al mismo tiempo, tenemos que poner de manifiesto, a través de las propias luchas de la clase obrera y mediante las acciones del Partido Comunista, que el proletariado, al rebelarse contra todo vasallaje y contra toda opresión nacional, es el único y auténtico campeón de la libertad nacional y de la independencia del pueblo. Los intereses de la lucha de clases del proletariado contra los explotadores y opresores patrios no están en pugna con los intereses de un porvenir libre y feliz de la nación. Al contrario: la revolución socialista será la salvación de la nación y le abrirá el camino para un auge más esplendoroso. Por esto, porque la clase obrera, al construir hoy sus organizaciones de clase y afianzar sus posiciones, al defender contra el fascismo los derechos y libertades democráticas, al luchar por el derrocamiento del capitalismo, lucha ya a través de todo esto por ese porvenir de la nación. El proletariado revolucionario lucha por salvar la cultura del pueblo, por redimirla de las cadenas del capital monopolista en putrefacción, del fascismo bárbaro que la violenta. Sólo la revolución proletaria puede impedir el naufragio de la cultura, elevarla al más alto esplendor como verdadera cultura popular, de esa cultura, nacional por su forma y socialista por su contenido, que se está realizando ante nuestros ojos en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El internacionalismo proletario no sólo no está contra la lucha de los trabajadores de cada país
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por la libertad nacional, socia y cultural, sino que además garantiza, gracias a la solidaridad proletaria internacional y a la unidad de lucha, el apoyo necesario para triunfar en ella. Sólo en la más estrecha alianza con el proletariado victorioso de la gran Unión Soviética, puede triunfar la clase obrera de los países capitalistas. Sólo luchando codo a codo con el proletariado de los países imperialistas, pueden los pueblos coloniales y las minorías oprimidas lograr su liberación. La alianza revolucionaria de la clase obrera de los países imperialistas con los movimientos de liberación nacional de las colonias y países dependientes es un jalón, absolutamente indispensable, en la senda del triunfo de la revolución proletaria en los países imperialistas, pues como enseñaba Marx, “el pueblo que oprime a otros pueblos jamás puede ser libre”. Los comunistas, que forman parte de una nación oprimida o dependiente, no podrán luchar con éxito contra el chovinismo, en el seno de su propia nación, si al mismo tiempo no ponen de manifiesto, en la práctica del movimiento de masas, que luchan realmente por redimir a su nación del yugo extranjero. Por otra parte, los comunistas de la nación opresora tampoco podrán hacer lo que es necesario para educar a las
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masas trabajadoras de su nación en el espíritu del internacionalismo, si no libran una lucha decidida contra la política de opresión de su “propia” burguesía, por el derecho a la completa autodeterminación de las naciones esclavizadas por ellas. Si no lo hacen, tampoco ayudarán a los trabajadores de las naciones oprimidas a sobreponerse a sus prejuicios nacionalistas. Sólo actuando en este sentido, demostrando de un modo convincente en toda nuestra labor de masas que estamos tan libres del nihilismo nacional, como del nacionalismo burgués, sólo entonces podremos librar una lucha verdaderamente eficaz contra la demagogia chovinista del fascismo. Por eso, tiene una importancia tan enorme la aplicación justa y concreta de la política nacional leninista. Es ésta una premisa absolutamente indispensable, para luchar eficazmente contra el chovinismo, principal instrumento de la influencia ideológica de los fascistas sobre las masas.
Nota
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Informe rendido por Jorge Dimitrov, en su carácter de presidente de la Comintern, ante el VII Congreso Mundial de la Internacional Comunista, el 2 de agosto de 1935.
La sucesión presidencial de 1958 Un programa de las fuerzas patrióticas
Vicente Lombardo Toledano n programa de gobierno equivale a un calendario U de trabajo; pero es algo más que una lista de labores concretas por realizar. Es siempre una serie de
objetivos inmediatos para alcanzar metas futuras. Los individuos pueden vivir al día, pero no los pueblos. Cuando los gobernantes se olvidan del porvenir de su patria, preocupados sólo por el momento en que actúan, la colocan en la situación en que podría encontrarse una nave sin rumbo preciso y sin puerto seguro, y la entregan a la influencia de elementos que no pueden controlar. Si se examina con atención la marcha de las naciones que han logrado forjar un verdadero programa para su constante progreso, es fácil darse cuenta de sus finalidades inmediatas y lejanas, y anticipar la actitud de sus gobiernos frente a los problemas que surgen, porque un programa obliga a someter la conducta diaria del poder público al logro de propósitos previamente determinados. En el seno de los países capitalistas la opinión no puede unificarse jamás, porque cada clase social tiene la suya y representa intereses distintos, casi siempre contrarios a los de otros sectores. Pero existe una conciencia nacional, formada por la comunidad de territorio, de economía, de cultura y de idioma, a través de la cual se expresa la psicología del pueblo, que es el acicate permanente de la marcha colectiva. Las clases propietarias de los medios de producción, que se adueñan de la mayor parte de la renta nacional, son enemigos del cambio de la estructura económica de su país y, cuando su desarrollo les permite exportar su dinero sobrante, explotan a otros pueblos en forma más despiadada que el suyo. Pero en los países subdesarrollados, como el nuestro, cuando la capitalización apenas se inicia, los propietarios de la tierra, de las fábricas y de los establecimientos del comercio doméstico suelen marchar junto a la clase trabajadora, que es la única clase social revolucionaria y la genuinamente patriótica sin transacciones, en lucha decidida contra la presión extranjera que hace imposible el desarrollo de las fuerzas productivas propias y pone en peligro la independencia nacional.
A ese hecho importante se debe que los elementos progresistas de los países semicoloniales, como México, hayan postulado siempre la alianza de las fuerzas democráticas y patrióticas para la solución de los grandes problemas de la comunidad nacional; a diferencia de la línea estratégica que los elementos avanzados sostienen en el seno de las potencias imperialistas, consistente en la lucha sin cuartel de la clase explotada contra los grandes monopolios que destruyen los sectores intermedios entre la clase obrera y la gran burguesía, y absorben a los consorcios menores, apropiándose de la mayor parte de la riqueza pública y recurriendo a todos los medios, entre ellos la guerra, para mantener el alto nivel de sus ganancias. El programa que los sectores democráticos de nuestro país deben formular y aplicar inflexiblemente, para hacer posible el progreso y garantizar la independencia de México, no puede ser sino un programa que se proponga el desarrollo económico, al mismo tiempo que el mejoramiento del nivel de vida de las masas populares; el progreso material a la vez que la ampliación del régimen democrático. Creer que un país progresa cuando aumenta la producción, se desarrolla el comercio y se multiplican las operaciones bancarias, sin que se eleven paralelamente las condiciones de existencia de las grandes mayorías, equivale a afirmar que la producción es un fin en sí mismo y no un medio para mejorar la vida de los hombres. Creer en un país progresista por el hecho de que aumentan las fuerzas productivas aun cuando no se deba sustancialmente a sus recursos, sino a la inversión de capitales extranjeros, que exportan buena parte del trabajo social, por el concepto de utilidades, equivale a trabajar por el progreso sacrificando la autonomía de la nación. Un programa para esta etapa de la vida de México debe comenzar por definir los objetivos de la economía nacional y los medios para alcanzarlos. A este respecto, lo esencial consiste en que todos los mexicanos responsables de la orientación de la opinión pública, dentro y fuera del gobierno, actúen convencidos de que la única manera de mejorar el nivel de vida del pueblo y de salvaguardar la independencia
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de la nación, es construyendo una industria que reduzca al mínimo nuestras permanentes importaciones de maquinaria, equipos, herramientas y demás bienes reproductivos, produciéndolos en nuestro territorio, multiplique la producción agrícola y los rendimientos de la tierra, desarrolle los centros fabriles de artículos indispensables para la alimentación, el vestido, el alojamiento y la conservación de la salud del pueblo, y aumente los ingresos del Estado para que éste amplíe sin cesar los servicios públicos. ¿Qué medios deben emplearse para el logro de esa meta? Los mismos que aplicaron en su tiempo los países que se hallaban en una etapa semejante a la que el nuestro se encuentra. Ningún país es excepcional tratándose de su evolución histórica: el paso del feudalismo al capitalismo lo iniciaron desde el siglo xviii pueblos que hoy constituyen naciones poderosas. Ese cambio está sujeto a leyes naturales, cuyos principales postulados, tomando en cuenta las peculiaridades de México, pueden enunciarse del siguiente modo: 1. Impedir la concentración de la tierra. Destruir los latifundios, sin que importe la actividad a la que estén dedicados. Proseguir a ritmo acelerado la Reforma Agraria en todas sus formas. Organizar a los ejidatarios, colonos, pequeños y medianos agricultores, financiera y técnicamente. Abrir nuevas zonas al cultivo para arraigar a la población rural que carece de ocupación. Elevar por esos y otros medios, como la defensa de los precios de los productos agrícolas, el nivel de vida de la población rural, no sólo por un principio elemental de justicia, sino porque la industrialización del país depende del crecimiento del mercado interior, constituido por las gentes del campo, que representan a la mayoría de la población activa. 2. Orientar la agricultura y la ganadería hacia la satisfacción de las necesidades del pueblo y de la industria nacional, y no preferentemente hacia el logro de divisas, pues este afán convierte la producción agropecuaria en un complemento de los mercados extranjeros, especialmente del vecino del norte. 3. Nacionalizar la industria básica —la electricidad, el carbón, la siderurgia y la química industrial— contando ya con la del petróleo, para que su orientación y su desarrollo obedezcan exclusivamente a las finalidades de la economía del país. Mientras se logra ese objetivo, el Estado debe fomentar y rodear de facilidades a la Comisión Federal de Electricidad, que deberá establecer sus propias redes de distribución y dejar de vender la energía que produce a las empresas privadas, exigir
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a éstas que cumplan con los deberes señalados en las concesiones por las cuales se establecieron y las obligaciones de la ley respectiva. Considerar de utilidad pública las industrias del carbón, la química básica y la del fierro y del acero, programando y controlando su desarrollo e impidiendo la intervención de los capitales foráneos en esas ramas. Expedir una ley que deberá fijar las condiciones básicas para las inversiones extranjeras, tanto para los empréstitos como para los préstamos de las instituciones de carácter internacional y las inversiones directas. Éstas deben permitirse sólo con autorización previa; deben aceptarse las que incrementen el ingreso nacional; no deben competir con los establecimientos nacionales con capacidad o en posibilidad de satisfacer la demanda nacional; deben impedirse las que pretenden explotar recursos no renovables o dedicarse a las industrias clave de la economía nacional. Proteger la industria nacional contra la competencia interior y exterior de las industrias extranjeras y facilitarle el crédito necesario para su desarrollo. Nacionalizar el crédito, en el sentido de canalizar obligatoriamente el crédito del Estado y el del sistema bancario nacional hacia la agricultura y la industria, y movilizar los capitales inactivos en las instituciones de crédito oficiales y privadas. Establecer el control de cambios. Expropiar y nacionalizar los monopolios de los servicios públicos. Formular una política de impuestos que estimule las inversiones productivas y ponga obstáculos a las inversiones y a los gastos innecesarios o superfluos. Fijar límites a las utilidades de todas las empresas y el porcentaje obligatorio de la reinversión de sus ganancias en sus propias actividades o en otras que el gobierno autorice. Organizar un sistema nacional de control de precios, que estimule la producción, evite los abusos de los intermediarios y proteja a las masas consumidoras. Reformar el procedimiento vigente para la determinación del salario mínimo, con el fin de que sea un verdadero salario vital, que baste para las necesidades principales de la familia de un trabajador, de acuerdo con el espíritu del artículo 123 de la Constitución. Establecer el sistema de la escala móvil de los salarios y pensiones, con el fin de que aumen-
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ten de manera automática a cada aumento del cinco por ciento de los precios de los artículos de consumo necesario. 14. Difundir el comercio exterior, llevando nuestros productos a los mercados que mejor los paguen y comprando en aquellos que representen más ventajas para nuestro país. 15. Reformar la Constitución para establecer un sistema electoral que facilite la creación y garantice los derechos de los partidos políticos permanentes, uniforme los requisitos de su participación en las elecciones en toda la República, dentro de principios democráticos y equitativos, forme el padrón permanente e infalsificable de los ciudadanos, cree organismos para vigilar el proceso electoral, con la intervención eficaz de los partidos e instaure el sistema de la representación proporcional para la integración de los ayuntamientos, las legislaturas de los estados y las Cámaras del Congreso de la Unión. Sin esos principios y métodos para encauzar la vida económica, social y política de México, el único porvenir de nuestra patria es el de convertirse en satélite de los Estados Unidos, con un pueblo siempre hambriento, que irá perdiendo paulatinamente su personalidad, gobernado por una minoría cada vez más insensible a las exigencias del país, servidora del extranjero, y cuya única industria consistirá en la política, reducida a apoderarse de los ingresos del Estado para enriquecer a quienes lo dirijan, a costa del bienestar de la mayoría y de la independencia nacional.
Nota Artículo publicado en la revista Siempre!, núm. 213, México, D. F., 24 de julio de 1957.
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Democracia del pueblo, antesala del socialismo*
Juan Campos Vega Lombardo, ¿usted cree que la burguesía M aestro debe ser desplazada del poder? Si se examina la composición de los últimos gobiernos, no sólo del gobierno federal, sino también de los gobiernos de los estados, es fácil percatarse de que no ha habido en ellos ni un solo representante genuino de la clase obrera, ni uno solo que de manera auténtica haya representado los intereses de la masa campesina; ni uno solo que haya representado los intereses de los industriales mexicanos; ni uno solo que haya representado en verdad los intereses de las capas medias de la población [...] han representado exclusivamente a la nueva burguesía burocrática.1 Ante el fracaso del régimen establecido por la burguesía parasitaria que ha gobernado a México en los últimos años, nosotros preconizamos un régimen diferente.2 ¿Qué tipo de gobierno propone en sustitución del actual? Una democracia del pueblo. Un gobierno elegido realmente por el pueblo desde sus primeros hasta sus más altos escalones, e integrado por representativos del pueblo que trabaja y produce. Un gobierno integrado por obreros, burgueses y pequeño-burgueses de la ciudad y el campo, que sea insobornable por la reacción y por el imperialismo, bajo la dirección de la clase obrera. Un gobierno, en fin, que luche día a día por la independencia nacional económica y política; por el mejoramiento decisivo de las condiciones de vida de los obreros, de los campesinos y de la clase media; por garantizar el desarrollo de la industria nacional y del comercio nacional, defendiéndolos de la desigual competencia extranjera. Un gobierno que haga realidad sin subterfugios el derecho del pueblo a elegir a sus gobernantes. Un gobierno que realice la unidad y la fraternidad de la *
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Entrevista imaginaria realizada al maestro Vicente Lombardo Toledano hecha por el autor; apoyandose en la investigación documental de materiales del Partido Popular, Partido Popular Socialista, el Centro de Estudios Filosóficos, Politicos y Sociales Vicente Lombardo Toledano(CEFPSVLT) y articulos publicados en la revista Siempre! (Nota del Editor)
nación, bajo el signo del progreso social y que en el orden internacional mantenga relaciones de amistad y cooperación con todos los países de la Tierra, sin depender de los dictados de ningún otro país, de éste o de cualquier continente.3 El establecimiento de un gobierno de ese tipo ¿es un objetivo alcanzable en las condiciones actuales? El tránsito de régimen democrático a otro más avanzado, como todos los cambios que ocurren en el seno de la vida social, no se producen por la evolución mecánica de las instituciones, sin la intervención del hombre, sin la lucha de clases en todos los frentes del combate, sino al contrario, como resultado de esa lucha. Por esta causa, la transformación de un sistema en otro dependerá, fundamentalmente, del partido único de la clase obrera, de la eficacia de su línea estratégica y táctica, de su capacidad para dirigir a las masas trabajadoras y para impulsar a los sectores de la pequeña burguesía y de la burguesía nacional a la acción común para el logro de metas comunes. En la medida en que el partido del proletariado practique con éxito su política de clase, sin confundirse con los otros partidos; pero sabiendo hacerlos sus aliados, podrá acelerar el advenimiento de regímenes más progresistas. Pero sin un partido de la clase obrera, de un verdadero partido comunista, sabio, inteligente, audaz, arraigado en el pueblo y con los pies sobre la tierra, sobre la tierra de México, con todo lo que ésta significa desde el punto de vista histórico y en la época que vivimos, sería utópico esperar milagros, como el de que la pequeña burguesía o la burguesía nacional, como clases sociales, se decidieran, excluyendo a la clase obrera, a establecer la democracia popular antesala del socialismo, y a construir el régimen socialista.4 ¿Sólo hay una forma de "antesla del socialismo", o existen varias? En 1917 la universalidad del sistema capitalista de producción fue rota y se estableció el primer régimen
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socialista de la historia. En 1945 surgió, en el centro y en el sureste de Europa, el sistema de la democracia popular, que es una forma de la dictadura de las clases explotadas y de los sectores de la burguesía antimperialista, sobre los sectores de la burguesía reaccionaria y ligada al extranjero, como camino para llegar al socialismo. En 1949 se estableció en China la República Popular que, con características muy propias del país, es también una forma de la democracia del pueblo como vía para construir el socialismo. En Mongolia, en Corea del Norte y en el Vietnam, el pueblo pasó, asimismo, a formas semejantes de la vida pública, con el propósito de crear la sociedad socialista.5 Hasta hoy hay varias formas de reestructuración de la sociedad humana dentro del marco del socialismo: la forma soviética, la forma de la democracia popular europea y la forma china, la que corresponde a un país que hace diez años apenas era un país semicolonial y semifeudal al mismo tiempo.6 Como se ve, son múltiples las vías para el socialismo, muchas las formas del Estado en la etapa previa de transición entre el capitalismo y el socialismo.7 ¿Qué elementos diferencian a la democracia del pueblo de otras formas de Estado de transición, de dictadura del proletariado? Con motivo del xxviii aniversario del Partido Comunista de China, el 15 de enero de 1940, Mao Tse-tung dio la siguiente explicación de la “Nueva Democracia”: Se pueden agrupar los diferentes regímenes políticos del mundo entero, clasificados por su contenido social, en estos tres tipos fundamentales: 1. La república de dictadura burguesa; 2. La república de dictadura del proletariado; 3. La república de dictadura de la unión de las clases revolucionarias. La primera comprende todos los países de antigua democracia [...] El segundo tipo está a punto de fermentar, fuera de la URSS, en todos los países capitalistas, y se convertirá, en una fecha determinada del porvenir, en el tipo dominante en el mundo [...] El tercer tipo es la forma de transición en los países coloniales o semicoloniales en revolución.8 Interrogado acerca del carácter de la República Popular de China, pocos días después de que ésta había surgido, expone la tesis de la dictadura del pueblo, que tiene variantes de gran interés respecto de la democracia popular en Europa. Mao Tse-tung dice: Se nos pregunta: ¿ustedes han instaurado una dictadura? Sí, queridos señores, tenían razón, nosotros efectivamente implantamos una dictadura. La experiencia acumulada por el pueblo chino desde hace unas décadas, nos dice que es necesario establecer la dictadura de la democracia popular. Esto quiere decir
que los reaccionarios deben ser privados del derecho de expresar sus opiniones y que sólo el pueblo tiene el derecho de votar y de expresar sus opiniones. Este pueblo ¿qué es? En la etapa actual el pueblo chino es la clase obrera, la clase campesina, la pequeña burguesía y la burguesía nacional. Bajo la dirección de la clase obrera estas clases se han unido para formar su propio Estado y escoger su propio gobierno, a fin de instaurar una dictadura sobre los lacayos del imperialismo, sobre la clase de los terratenientes, sobre el capital burocrático, a fin de aplastarlos y de no permitirles sus actividades sino hasta ciertos límites [...] El sistema democrático debe ser establecido en el seno del pueblo, se le deben dar todas las libertades: la de palabra, la de reunión, la de organización; el derecho al voto se ha establecido también; pero sólo para el pueblo y no para los enemigos del pueblo [...] Son dos aspectos: democracia para el pueblo y dictadura para los reaccionarios, lo que constituye, en esencia, la dictadura de la democracia popular.9 Maestro, en las actuales condiciones de México, ¿a qué debemos aspirar? Al advenimiento de un régimen democrático superior al de la democracia burguesa tradicional, para llegar después a una forma mexicana de la democracia popular y, más tarde, al socialismo.10 ¿Será indispensable pasar por todas esas etapas para llegar al socialismo? La respuesta a esta interrogación, afirmativa o negativamente, carece de base científica y corresponde al campo de la hipótesis.11 Lo que importa es que en México el partido de la clase obrera y las demás fuerzas democráticas, creen las condiciones objetivas y subjetivas para hacer posible el tránsito del régimen capitalista al socialista. En este sentido, el partido del proletariado debe apoyar todas las medidas que contribuyan a desplazar la influencia del imperialismo y de sus agentes en la vida de nuestro país, ayudar a robustecer y democratizar las empresas del Estado, a impulsar el proceso de nacionalización de la economía, a ampliar el sistema democrático y a reducir la influencia que tienen sobre ciertos sectores del pueblo las fuerzas reaccionarias y conservadoras enemigas del progreso y de los principios que han transformado y seguirán cambiando la vida del mundo.12 ¿Nos podría precisar quiénes integran las fuerzas enemigas del progreso? En primer término [...] El imperialismo extranjero, porque no quiere la emancipación de la nación mexi-
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cana. La burguesía reaccionaria, porque no quiere la elevación del nivel de vida del pueblo; aun cuando quisiera la emancipación económica del país. Y la reacción típica porque aun cuando quisiera la emancipación económica del país, y aun cuando quisiera la elevación del nivel de vida material del pueblo, no querría de ninguna manera el establecimiento de un régimen profundamente democrático y popular. El imperialismo, la burguesía reaccionaria y la reacción típica, tradicional, son los enemigos de este programa, de estos objetivos; los que lucharán como han luchado hasta hoy por impedir que las fuerzas del proletariado y las demás fuerzas progresistas los alcancen.13 Las fuerzas regresivas están integradas por el sector reaccionario de la burguesía, por el clero político, por la prensa conservadora, por los agentes conscientes o inconscientes de las fuerzas del imperialismo, y todas trabajan bajo el mismo mando, sustentan la misma línea, mantienen el mismo programa, persiguen los mismos objetivos, emplean la misma estrategia y usan la misma táctica.14 La burguesía mexicana ¿aceptará sin resistencia esos cambios que llevan al socialismo?, ¿no será necesaria la violencia revolucionaria? El problema de saber por qué medio se puede establecer el socialismo en nuestro país, es semejante al problema del tránsito de la democracia tradicional a la democracia nacional y de ésta a la democracia del pueblo. Proclamar desde hoy que la vía mexicana hacia el socialismo es necesariamente una vía pacífica, o forzosamente el camino de la lucha armada, de la guerra civil, sería cometer un grave error que, por serlo, no tendría nada en común con las enseñanzas teóricas y prácticas del marxismo-leninismo. El régimen del frente nacional democrático y patriótico, de la democracia nacional, constituye una forma pacífica de gobierno nuevo, inspirado en principios distintos a los de la democracia liberal e individualista. Si ese régimen se robustece y se transforma en una democracia más avanzada, la democracia del pueblo, se llegaría así a la antecámara del socialismo sin la violencia. La cuestión depende, principalmente, como en todos los casos del avance histórico, de la correlación de las fuerzas sociales en un momento concreto de la vida nacional. Si las fuerzas adversarias del progreso ofrecen resistencia armada a la coalición de las fuerzas revolucionarias y democráticas, el partido de la clase obrera y sus aliados deberán alcanzar sus objetivos emplean-
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do la violencia. Pero si aquellas fuerzas son débiles en comparación con las representativas del desarrollo progresivo, la movilización de las masas populares, guiadas por el partido del proletariado y sus aliados, el cambio puede ocurrir sin derramamiento de sangre.15 ¿A qué fuerzas se puede y se debe incluir entre los aliados de la clase obrera? ¿Quiénes son? Los campesinos —ejidatarios, pequeños propietarios agrícolas auténticos—; la clase media; la burguesía industrial progresista, parte de los banqueros, parte de los comerciantes, y subrayo la conjunción, por las características particulares de nuestro país. Y afuera, nuestros aliados son: el proletariado internacional [...] la Federación Sindical Mundial. [..] Y por lo que toca a fuerzas no proletarias, son aliados del progreso de México, del proletariado mexicano empeñado en el progreso de México, los pueblos todos de la América Latina, y por último, los pueblos coloniales y los demás pueblos semicoloniales de la Tierra.16
Notas 1
La perspectiva de México una democracia del pueblo, México, 1957, p. 78. Idem.
2 3
pp,
Ibid., pp. 78 y 79. ¿Moscú o Pekín? La vía mexicana hacia el socialismo, México, pps, 1963, p. 159.
4
5
“Frutos de la visita de Kruschev a Estados Unidos”, revista Siempre!, núm. 329, México, d.f., 14 de octubre de 1959.
6
“El Estado en México, sus actuales funciones y responsabilidad histórica”, vlt, Escritos acerca de las constituciones de México, México, cefpsvlt, 1992, tomo i, p. 35.
7
Ibid., p. 36.
“El Estado en México... op. cit., p. 36.
Moscú o Pekín... op. cit., p. 173.
8 9
10
Moscú o Pekín... op. cit., p. 141.
11
Ibid., p. 159.
12
Ibid., p. 161.
13
“Objetivos y táctica del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país”, México, pps, pp.103 y 104.
14
Ibid., p. 111.
15
Moscú o Pekín... op. cit., p. 160.
16
“Objetivos y táctica... op. cit., p. 104.
El libro de López Obrador, nuevos elementos de juicio para 2012
Cuauhtémoc Amezcua Dromundo ndrés Manuel López Obrador declara que sus A propósitos al escribir su libro La mafia que se adueñó de México... y el 2012 fueron: 1. Esclarecer las causas
de la actual tragedia nacional. 2. Poner al descubierto a los responsables. 3. Sopesar “nuestras” posibilidades, y 4. Dar a conocer lo que estamos haciendo para buscar verdaderas salidas y lograr la dicha del pueblo y el renacimiento de la nación. A lo largo de sus 206 páginas, el libro cumple con sus objetivos satisfactoriamente. Se trata de una obra reveladora, escrita con un lenguaje comprensible. Me detendré en algunos detalles que me parecen relevantes: En primer lugar, en la página 15 a mi juicio se encuentra uno de los aspectos más valiosos del libro, porque esclarece algunas ideas que Andrés Manuel López Obrador enarbola y que demuestran que el suyo es hoy en día un pensamiento avanzado y comprometido, alejado de las medias tintas en que se esconden la gran mayoría de los actuales políticos profesionales. Al referirse a las causas de la tragedia nacional, López Obrador dice que: “La crisis de México viene de tiempo atrás, pero se precipitó... cuando un grupo internacional de potentados ordenó a sus técnicos y a sus políticos diseñar y aplicar un nuevo modelo que les permitiera dominar a los estados nacionales y apoderarse de los recursos naturales y de los bienes de la inmensa mayoría de los seres humanos,” [y que] “con esa encomienda, los ideólogos de la derecha inventaron una serie de recetas y recomendaciones que fueron sembrando con el apoyo de los medios masivos de comunicación, en la mente de millones de personas para tratar de justificar la codicia y el pillaje”.
El autor se refiere en esos términos al “Consenso de Washington”, mejor conocido como el neoliberalismo, que fue inventado por esos ideólogos y técnicos reaccionarios y que, como lo dice el autor en la página 16, no es sino “una retacería de mentiras sin fundamento teórico ni científico”, y lo idearon cumpliendo las órdenes de esos individuos a quienes amlo llama “un grupo internacional de potentados” y que en los
términos más precisos del lenguaje revolucionario se denomina “imperialismo”, desde que Lenin estudió científicamente este problema, hace cosa de 100 años. En la misma página 15, ya citada, el autor se muestra como enemigo tenaz del neoliberalismo en todos sus aspectos fundamentales, que amlo enumera como la “supremacía del mercado; la desregulación de la economía y el sistema financiero; la utilización del Estado sólo para proteger y rescatar a las minorías privilegiadas y… la privatización”. Y en contra del también conocido como “pensamiento único” López Obrador defiende el “nacionalismo económico y la soberanía nacional”, y también la función del Estado como promotor del desarrollo económico y de la equidad fiscal. Todo lo citado es digno de aplauso sin regateos y del apoyo más firme, porque tales ideas ponen a López Obrador muy delante de todos los otros personajes que están en la agenda pública como precandidatos a la Presidencia de la República, incluido Marcelo Ebrard, ya que ninguno otro se ha pronunciado con claridad sobre ésta que es la cuestión medular de la agenda de la lucha desde una perspectiva de clase, de la clase trabajadora, y más allá, del conjunto de lo que podríamos llamar las fuerzas populares y patrióticas en este momento histórico concreto. Hace pocos días nuestro partido celebró el 135 Pleno de su Comité Central, en el que examinó a fondo el panorama electoral que se proyecta hacia 2012 e hizo un análisis, desde luego, de López Obrador y sus perspectivas; las valoraciones del Comité Central son correctas, pero ahora se podrán enriquecer al tener un elemento más de juicio, el que nos aporta el libro que aquí comentamos. Muy comentado ha sido, por otra parte, el contenido del capítulo titulado “El saqueo”, que va de la página 15 hasta la 61, que hace un repaso a grandes rasgos de lo que nosotros, en el pps de México, hemos llamado la “guerra de la burguesía proimperialista contra el pueblo”, resumen bien fundamentado cuya lectura reaviva la indignación popular frente a las políticas neoliberales, que se empezaron a aplicar desde el sexenio de Miguel de la Madrid y subieron escan-
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dalosamente su nivel en los de Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el actual. amlo repasa asimismo la campaña sucia en su contra, instrumentada por Salinas, Fox, Diego Fernández de Cevallos y otros personajes de la pandilla neoliberal que se apoderó de México, luego del sexenio contradictorio y blandengue de José López Portillo, quien se autodefinió como el “último presidente de la Revolución Mexicana”, y en el apartado que titula “Los amos de México” hace un listado que incluye a un buen número de quienes integran el tenebroso entramado de los multimillonarios, capitalistas privados uncidos al imperialismo en calidad de subordinados, y de los jefes de los grupos políticos que son sus servidores, socios y aliados. El listado no es exhaustivo, faltaría agregar a varios personajes más de esa fauna nociva, pero la muestra es suficiente para dar una buena idea sobre la identidad de los enemigos internos del pueblo de México y de la nación mexicana en su conjunto, a los que es necesario enfrentar y combatir. Otro mérito de este capítulo, es que en él se hace una descripción válida también de la forma en que funciona ese entramado de poder que, como se sabe, actúa al margen de las instituciones y las leyes. El capítulo ii, titulado “Abandono, corrupción y pobreza”, hace que suba todavía más la indignación del lector, porque en él, el autor da cuenta de las muchas y terribles calamidades que la etapa neoliberal, que ya dura 28 años, de 1982 para acá, ha traído a México y su pueblo; no se trata de nuevas revelaciones, sino de hechos ampliamente analizados y difundidos con anterioridad; sin embargo, el que López Obrador los repase y los condene, implica una toma de posición franca ante las tropelías, por parte de un político que cada vez toma mayor distancia de la línea, en general cómplice y solapadora —y hoy más acentuada que nunca— del partido en que ha militado en años recientes, el prd. Los capítulos iii y iv, que se titulan respectivamente “La resistencia y el peregrinar por el país”, y “2012”, se dedican a explorar las posibilidades de la lucha para cambiar el rumbo desde una posición pacifista y una vía electoral, que el autor enarbola. Hace el balance de su recorrido por todos los 2 mil 456 municipios del país, llevando a cabo asambleas de carácter informativo, y se puede decir que sobre todo organizando a sus simpatizantes y seguidores, sectores significativos del pueblo, a quienes va cohesionando en torno a un proyecto que amlo empezó a perfilar desde la primera Convención Nacional Democrática. Examinando este asunto desde una concepción marxista y a la luz de la experiencia de más de sesenta años de lucha revolucionaria del pps de México, se puede afirmar que la gira de Andrés Manuel López
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Obrador, su peregrinar, le permitió entrar en contacto muy cercano, cara a cara con cientos de miles de compatriotas directamente en sus comunidades, allá donde viven y trabajan, y donde sufren las inclemencias de una vida en extremo injusta, de explotación y saqueo, y ese contacto enriqueció y transformó al político, convirtiéndolo en otro, superior del que ya era. Porque es el pueblo quien forja la historia, y no las personalidades ni los dirigentes por importantes que sean; pero éstos, los dirigentes, cuando saben interpretar de manera justa las necesidades y los anhelos del pueblo y se ponen a la cabeza de sus luchas, desempeñan una función vital y establecen con el pueblo una relación de lucha victoriosa. El pps de México ha sido cuidadoso en el examen de las posiciones de los políticos, todos, guiándose por datos significativos al analizarlos: sus compromisos ideológicos y políticos, las ideas que exponen de manera pública, los programas que enarbolan; la congruencia o la falta de ella en su trayectoria. A Andrés Manuel López Obrador no lo hemos ubicado en el campo de los enemigos de la clase trabajadora y el pueblo en ningún momento; pero sí criticamos, por ejemplo, que frente al mismo problema fundamental del neoliberalismo, en su etapa de candidato en 2006 postulara que lo que hacía falta era sólo limar sus aristas más filosas, lo que se traducía como el compromiso de seguir aplicando esas políticas nefastas, pero cuidando de no lastimar tanto a los sectores populares para que éstos no se rebelaran ni lucharan contra el terrible flagelo. Desde luego que no podíamos ni podemos estar de acuerdo con una posición como ésa, venga de quien venga. Por eso mismo, tenemos autoridad moral y política para declarar que el de ahora es otro López Obrador, con ideas claras sobre las causas profundas de los grandes problemas de México y su pueblo y sus soluciones viables, y tenemos así mismo derecho a aplaudirlas. En el último capítulo de su libro, amlo repasa los sistemáticos e injustos ataques que la televisión le ha endilgado para desprestigiarlo y destruir su carrera política. Conocemos bien esa conducta mendaz; la sufrimos en carne propia en la persona de nuestro fundador, el maestro Vicente Lombardo Toledano, sin duda el hombre más feroz y largamente calumniado, por más de medio siglo; y en nuestro partido como entidad colectiva, que también ha sufrido acusaciones falsas; mentiras, ironías sin sustento y el silencio al que los medios condenan todas nuestras actividades, todas nuestra ideas. Son los métodos infames que utiliza la clase social dominante —la burguesía proimperialista— contra todos los que esa clase social ve como un serio peligro, no para México, como dicen con engaños, sino un peligro para ellos, los que explo-
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tan al pueblo, los que lo roban y humillan, un peligro para su dominio y sus privilegios; y esto precisamente pasa con López Obrador. En la misma parte final de su libro, amlo plantea un programa con 10 postulados básicos para transformar al país, elaborado por una comisión en que hay figuras destacadas de su entorno, postulados que en general son positivos, pero insuficientes. Faltan temas medulares que no han sido incluidos, y falta filo y profundidad en otros que sí están. Por eso se puede reiterar que en lo planteado por López Obrador en las citadas páginas 15 y 16 está lo medular, la base de un Proyecto Alternativo de Nación que toque las cuestiones que más importan y que esa base aún no se refleja con todo el vigor necesario en el programa que se esboza en los 10 puntos. amlo ha llamado a que se enriquezca y precise, es de esperar que esto en verdad ocurra; porque también actuará sin duda la otra parte, la de los tibios que siempre han actuado en la vida pública, los que se asustan y dicen que no hay que ir al fondo de los problemas para que no se enoje la gran burguesía proimperialista y no trate de arrastrar a “las clases medias” a votar en contra. Lo cierto es que esa posición de los asustadizos y convenencieros carece de razón, pues los enemigos del pueblo ya tienen ubicado a López Obrador al lado contrario de la trinchera y no dejarán de atacarlo con saña en ningún caso y peor le irá si lo notan reblandecido, irán por el remate. Pero si desde su equipo se hicieran concesiones en los temas torales, esto traería como consecuencia que la confianza del pueblo se debilitara, sobre todo sus sectores más combativos y politizados. El pps de México presentará su programa, el que estime más adecuado para el avance substancial de la clase trabajadora y el pueblo hacia la liberación nacional, la elevación del nivel de vida de las masas y la instauración de un verdadero régimen democrático, en el actual momento histórico, y luchará por llevarlo adelante, preferentemente en alianza con otras mu-
chas fuerzas en un gran frente común, que llegue a constituir una fuerza arrolladora. Volviendo al libro que comentamos, ya casi para concluir, en la página 191, surge otro tema importante, cuando el autor se pregunta ¿quién será el candidato?, y responde que debe haber uno sólo de la izquierda, de las fuerzas progresistas de México. También dice que además del propio López Obrador hay otras opciones, y cita en particular a Marcelo Ebrard, con quien, agrega, lo une una buena relación. Y declara que el candidato debe ser quien “esté mejor posicionado; es decir, el que tenga más aceptación entre la gente”, y que él, López Obrador se apegará a ese criterio, no se aferrará a ser candidato a toda costa. El criterio en lo general es correcto, pero es indispensable añadir aquí una consideración de fondo y no quedarse en la meramente formal de “estar mejor posicionado”. La cuestión de fondo consiste en el criterio elemental de que nadie puede aspirar a ser candidato de la izquierda, de las fuerzas populares, progresistas de México, si no se define clara y firmemente en las cuestiones fundamentales que distinguen a la izquierda y las fuerzas avanzadas de las de la derecha, en primer lugar el ya señalado problema del neoliberalismo. Porque si todo se redujera a “estar bien posicionado”, de seguro que el candidato habría de ser Enrique Peña Nieto, pero entonces se caería en el terreno de la simulación y de la farsa en que se han situado las alianzas electorales entre el pan y el prd, en varias entidades del país. Por eso, si el actual Jefe de Gobierno del Distrito Federal aspira a competir con amlo en términos de medir demoscópicamente quién está mejor posicionado en un momento dado, antes que nada tendrá que superar su mutismo en esta cuestión —y lo mismo tendrán que hacer otros posibles aspirantes—, de lo contrario, el tomarlos en cuenta tendría el mismo significado que “entregar la plaza al enemigo”, y eso es inadmisible para todos los que actúen en la lucha política con seriedad y desde posiciones de principios.
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¿Es la misma estrategia de los partidos de la clase obrera en los grandes países capitalistas y en los subdesarrollados como México? No es la misma, porque en los países altamente desarrollados, que llegaron hace tiempo a la etapa del imperialismo, es decir, de la exportación de sus capitales a los países débiles, las clases sociales están definitivamente estructuradas y, por tanto, la clase obrera carece de aliados. Tiene que bastarse a sí misma. Luchar sistemáticamente contra la burguesía, agrupada en grandes consorcios y monopolios que dirigen todos los aspectos de la vida de su país y la política internacional de su gobierno. En los países subdesarrollados, como el nuestro, la clase obrera tiene aliados, porque el principal enemigo del pueblo y de la nación lo representa el imperialismo norteamericano. La clase obrera, la clase campesina, los intelectuales de ideas progresistas, los industriales mexicanos, muchos de los comerciantes y de los rancheros y productores del campo, sufren las consecuencias de la acción económica del imperialismo yanqui en sus propios intereses, y por esta razón coinciden en las demandas que interesan a todo el pueblo y al conjunto de la nación. 19. ¿Cuál es, concretamente, la línea estratégica y táctica del Partido Popular Socialista? La línea estratégica del Partido Popular Socialista consiste en contribuir a la formación de un Frente Nacional de las fuerzas democráticas y patrióticas, para liberar a México del imperialismo norteamericano.
¿Qué es el Partido Popular Socialista? Vicente Lombardo Toledano