La luna no puede iluminar por sí misma

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“Hasta los confines con el Evangelio con el Señor hasta el día final”

Noviembre 2015 / N° 006

La luna no puede iluminar por sí misma Génesis 1:16

Pastor Ock Soo Park www.ocksoopark.net


Cordiales saludos. En Génesis 1:16 dice: “E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas.” LA ILUMINACIÓN DEL JUSTO Podemos ver que Dios hizo que el Sol señorease durante el día y la Luna durante la noche. El Sol simboliza al Señor Jesucristo y la Luna representa a una persona justa, salvada por el Señor. En muchas partes de la Biblia se explica que el Sol significa Jesucristo y la Luna a un hombre justificado. Cuando nosotros vemos la relación entre el Sol y la Luna, podemos comprender la relación entre Jesucristo y los justos. El Sol ilumina por sí mismo, pero la Luna nunca puede hacerlo por su propio medio, “a no ser que esté directamente frente al Sol, entonces así, sí puede hacerlo”. De la misma manera, el Señor Jesucristo puede iluminar por sí mismo, porque Él es la luz, pero los justos no pueden hacerlo por sí mismos, a no ser que iluminen a este mundo con la luz recibida del Señor. La Luna no podrá iluminar por su propio deseo e intención ni por sus propios esfuerzos, sino simplemente tiene que estar frente al Sol. Igual que si un justo quisiera iluminar al mundo, no podrá hacerlo por sus propios esfuerzos, solamente cuando mirase al Señor que es la luz verdadera, entonces el resplandor del Señor llegará a este justo y luego podrá iluminar al mundo. Nosotros podemos ver en San Juan 8, que los religiosos trajeron arrastrando a una mujer que cometió adulterio. En aquel entonces el templo de Jerusalén se mantenía con las luces encendidas, incluso de noche. Las luces del templo podían iluminar hasta los rincones del templo, sin embargo esas mismas luces no podían iluminar los corazones de las personas que se


encontraban en aquel lugar. Por eso los corazones de ellos seguían oscuros. Ya que no podían comprender la suciedad de sus corazones, ellos andaban en la oscuridad. Y por ese motivo pudieron atreverse a traer a la mujer adúltera delante del Señor. Cuando ellos preguntaron: “Esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. ¿La apedreamos o no?” Jesús escribió en el suelo con su dedo, y les contestó: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” Cuando las palabras: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra” entró a los corazones de aquellos que estaban alrededor, empezaron a acordarse de sus propios pecados. Cuando ellos estaban enfrente del Señor Jesucristo, que es la luz, descubrieron sus propios pecados y siendo remordidos por su conciencia no se atrevieron a tirar ninguna piedra. En San Juan 4, el Señor se encontró con la mujer samaritana, tal mujer había tenido cinco esposos y estaba viviendo con el sexto. Aunque ella había escondido esta verdad, esto se descubrió muy claramente delante del Señor, puesto que Él es la luz. Cada vez que nosotros nos acercamos más al Señor, el resplandor del Señor ilumina nuestro corazón y descubre nuestros sucios pecados. Realmente nosotros estamos hundidos en la oscuridad, pero si pudiéramos comprender nuestros sucios pecados del corazón, para recibir el perdón del pecado delante del Señor, y si estos sucios pecados que están escondidos, pudieran


ser lavados para quedar tan blanco como la nieve por la sangre de Cristo, y si desapareciera el muro que hay entre el Señor y nosotros, pues entonces, en ese momento, la luz clara de nuestro Señor Jesucristo podrá iluminarnos. Entonces usted estará cambiado sin darse cuenta, y podrá iluminar al mundo al igual que la Luna lo hace. INTENTO FALLIDO Muchas personas hoy en día, intentan cambiar sus vidas oscuras por sí mismas, y podrán comprobar que al principio parece que funciona, pero no pasará mucho tiempo cuando se den cuenta de que la oscuridad vuelve a llenarse en sus corazones. Después de que haya derrumbado el muro entre el Señor y usted, usted podrá mirar al Señor y entonces será capaz de iluminar al mundo sin necesidad de esforzarse. Pero si usted solo intenta y se esfuerza, usted no podrá iluminar al mundo. Un justo no puede seguir la vida espiritual por su propio esfuerzo, sino que el Señor tiene que obrar en su corazón. El poder y la salvación del Señor tiene que llegar a su corazón, y esa luz iluminará a usted. Queridos… En esta oportunidad, quisiera hacerles algunas preguntas muy serias: ¿Alguna vez han sufrido por el remordimiento de la conciencia de no poder vivir como Dios manda? ¿Alguna vez han intentado y se han esforzado para ser


la luz del mundo? Yo quisiera repetirles una vez más que el resplandor no sale de nuestros propios esfuerzos. Después de recibir el perdón del pecado por la sangre del Señor Jesucristo, y después de haber derrumbado el muro entre el Señor y usted, usted podrá mirar hacia el Señor y sin darse cuenta, usted será como la Luna que ilumina al mundo. Así también eran los conocidos nuestros como Martín Lutero, John Weslley y D.L. Moody. Hermanos mios… Aunque nosotros intentamos iluminar el mundo por nuestros propios esfuerzos, veremos que no podemos, ya que nuestras decisiones no duran mucho tiempo, esto es porque somos personas muy débiles, pero si miráramos al Señor Jesucristo, que es la verdadera luz, Él podrá iluminar los corazones de ustedes, y ustedes podrán resplandecer su luz, aunque sean débiles, sucios y frágiles. Déjenme contarles que yo iba a la iglesia desde muy pequeño. Aunque servía en la escuela dominical, a los estudiantes y a los jóvenes en estudio bíblico, yo estaba atormentado por mis pecados, ya que no podía dejar de pecar. Un día, ya no aguanté más por el sufrimiento de mis pecados y fui a hablar con el pastor de mi iglesia. Le pregunté por la opción de confesar mis pecados uno por uno. El pastor me contestó: “arrepiéntete”, pero no me había explicado como podía lavar mis pecados por la sangre de nuestro Señor. Finalmente llegó el día que nunca podré olvidar. Ese día pude creer en mi corazón la verdad, de que la sangre del Señor Jesucristo había lavado todos mis pecados y los había limpiado para siempre, dejándolo más blanco que la nieve.


Anteriormente, yo estaba muy indeciso en mi corazón, pues a veces sentía que mis pecados habían sido lavados, pero otras veces me parecía que algunos de mis pecados aún se quedaban en mi interior. Aquel día, después de comprender el poder de la sangre del Señor que había lavado mis pecados, mi corazón ya no era esclavo del pecado. Desde el día de la llegada del Señor Jesucristo a mi corazón, empecé a llenarme de alegría y pude comenzar a leer la Biblia, que me parecio tan dulce como la miel. Yo no podría explicar mi agradecimiento al Señor por haber cambiado mi corazón totalmente, yo sin darme cuenta, me había transformado en una persona que estaba diciendo esta verdad tan valiosa a otros. ¡Queridos hermanos!.. Ustedes no podrán ser la luz aunque lo quieran. Pero si recibieren al Señor en sus corazones, derrumbando el muro del pecado entre Dios y ustedes, entonces, sin darse cuenta, se harán la luz del mundo. Quiero con todo mi corazón, que esa obra maravillosa les llegue a ustedes. Muchas gracias y hasta la próxima.


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