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Cambio climático:
jaque al agro
Los planes para mitigar sus consecuencias carecen de objetivos claros y acciones efectivas. El tiempo para el ensayo y error se acabó. Una pesadilla vivió el agro colombiano por cuenta de la última ola invernal, que ocasionó la pérdida de 200.000 hectáreas de cultivos y la muerte de 280.965 bovinos, mientras que 638.140 debieron ser desplazados a zonas secas, según datos del Ministerio de Agricultura. Las pérdidas fueron de $1,19 billones, según la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán). Si bien el Instituto de Hidrología Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) estima que el invierno se extenderá durante el primer trimestre de 2012, el problema va más allá de la coyuntura de las lluvias. El fenómeno de la Niña es, de acuerdo con los expertos, una de las manifestaciones explícitas del cambio climático. La temperatura de la tierra entre 1974 y 1998 aumentó 2 grados centígrados, mientras que para la región Andina colombiana, según estimaciones del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), aumentó 3,4 grados centígrados, un 70% más que el promedio anual. Las consecuencias del cambio climático son variadas: efectos favorables para zonas templadas del planeta; condiciones adversas para zonas semiáridas, subtropicales y tropicales; cambios en la incidencia de plagas y enfermedades; alteraciones del ciclo hídrico, y cambio en el clima (migración de cultivos, especies silvestres e impactos en la diversidad genética). Según el Instituto Colombiano para la Agricultura (ICA),
80% de las especies colombianas se verán afectadas. De acuerdo con un artículo escrito por Charlotte Lau, Andy Jarvis y Julián Ramírez del Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat), en los últimos diez años los fenómenos de la Niña y el Niño han demostrado que muchos agricultores colombianos no tienen la capacidad de manejar efectivamente el riesgo y de adaptarse a fluctuaciones climáticas y catástrofes. En el caso particular de los cultivos, el cambio climático acorta los ciclos de producción. Así, “un cultivo de sorgo que, normalmente, tiene un ciclo de 120 días se puede estar cosechando a los 110 días o menos. O los cultivos de papa pueden ver su ciclo reducido entre diez y veinte días, afectando la calidad del producto”, afirma Reinaldo Castro Castaño, especialista en gerencia agraria y sistema de producción de la Universidad de Caldas. Al reducirse los tiempos de producción, explica Castro, los cultivos no alcanzan a acumular el suficiente número de carbohidratos, azúcares y nutrientes o sufren alteraciones en su sabor o apariencia. Según un documento emitido por el Comité de las Organizaciones Profe-
sionales Agrarias (Copa), perteneciente a la Unión Europea, en Alemania, la siembra de maíz y de remolacha azucarera tiene lugar diez días más tempranas de la fecha habitual, y en Alsacia (Francia del Este), el aumento del contenido de alcohol de las uvas es debido a las temperaturas más elevadas y las estaciones de crecimiento más largas. El aumento en la temperatura también cambia los ciclos hídricos, genera el descongelamiento de los polos y zonas árticas y ocasiona que haya menos disponibilidad de agua potable. En el marco de la conferencia ‘Agricultura y conciencia ambiental: Relación de beneficio para todos’ el Biólogo Ph.D Pedro Jesús Rocha, afirmaba que “las proyecciones muestran la contracción de la superficie de hielos y de nieve. En algunas proyeccio-