Revista Modernícola de Diciembre!

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#3 diciembre

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.feliz aĂąo,

modernĂ­colas!

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Noche con el amigo Raemon.

Foreign Beggars, pura dinamita.

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.10-11 .12-15 .20-21 .22-25

NACH

VETUSTA MORLA


sumario.

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Bailar en Bobby Logan tres décadas después.

Manual para escapar de la realidad.

“Nadie está del todo cuerdo”

El Cascanueces

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.conciertos

Tom Cary, a.k.a. la iglesia del ruido. [Texto y Foto: Miguel A. García Otalora]

Es complicado explicar un show de Tom Cary, empezaré por lo fácil. Ellos son tres: Pablo Garrido a la batería y voz, Francisco Verdugo a la guitarra y sintes, y Marcelo Moreno al bajo… al menos así suelen aguantar durante la primera canción. Los cambios de instrumentos son continuos en sus directos, ni siquiera es necesario esperar a que acabe el tema. Dejan las guitarras y aporrean los tambores o el Casiotone compulsivamente -sí, como el teclado que tenías de pequeño y que tu madre tiró-. Para el concierto del pasado viernes en La Cripta cuentan también con saxofonista proveniente de lejanas tierras con nombre de héroe: Aquiles. La sala está a rebosar y se masca la tensión: personas de todas las edades se aprietan para intentar ver algo. Suben al escenario y checkean gadgets e instrumentos tranquilamente, son conscientes de que la espera nos va a merecer la pena. Todo está ya listo; a la señal desatan la vorágine. En un instante abandonamos la calma que precede a la tormenta y alcanzamos la locura colectiva. Miro atrás y cien cuellos se mueven al unísono siguiendo los hipnóticos riffs de guitarra y adictivos ritmos de batería. El cuarto miembro se encuentra a pie de pista bailando como si esto fuera una rave y mañana el fin del universo. Sólo hay dos formas de calificar lo que ocurre alrededor: la pedante es catarsis, y la honesta rock’n’roll. No existen concesiones en el directo de Tom Cary, aquí no se guarda nada para la siguiente ciudad. A mitad del show la batería está ya descompuesta, Pablo corre entre el público aporreando su hit-hat como alma que lleva el diablo. Mientras, sus compañeros sueltan los instrumentos y se tiran al suelo a hacer sonidos espaciales con sus pedales de efectos. El sax man no podía ser menos y se deja los pulmones produciendo lo último que uno esperaría oír salir de ese instrumento. Entre aplausos y silbidos recomponen la batería como pueden y continúan su setlist. Los temas del último disco suenan a clásicos, pero para el último tramo suben a su bajista original de entre el público y nos plantan la inmortal: Energy Never Disappears, Only Gets Transformed. La canción se alarga en el tiempo, Pablo deja su sitio en la batería a Fran y coge el micro. A partir de aquí todo se asemeja bastante a una misa televisada de EEUU. Hay bautismos de cerveza, gritos corales, Marcelo asciende 8

a los cielos -bueno a lo alto del equipo de sonido- y la gente clama “Aleluya” mientras el predicador presenta la banda en spanglish justo antes de terminar siendo fagocitados por el ruido. Hemos recuperado la fe, podemos ir en paz.


.literatura

Bailar en Bobby Logan tres décadas después. [Texto: Bea García Ilustración: Marco Antonio]

Para la juventud ochentera, la discoteca Bobby Logan, en Pedregalejo, es probablamente uno de los edificios que despierta más nostalgia de la ciudad. Su mítica sesión de tarde, que acababa a las 00:00 con la canción de Fraggle Rock, sus fiestas de disfraces y juegos y sus conciertos se entremezclan en la memoria con recuerdos de amores a primera vista y arena de playa. Ayer, Miguel Ángel Oeste -director, guionista, crítico de cine y escritor- presentó su libro Bobby Logan junto a la vicerrectora de Cultura de la UMA, Mª Isabel Calero, el también escritor Pablo Aranda y el editor de la obra, Carlos Font, en representación de la editorial Zut. En el auditorio del rectorado había más personas que sillas, pero, aún así, la voz de Aranda leyendo un pequeño texto sobre la obra pareció inhibir la sala de cualquier ruido. En sus palabras recorrimos las orillas malagueñas de Pedregalejo y los Baños del Carmen, siguiendo a aquellos chicos de la playa que entraban a Bobby Logan, bebiendo y “reflexionando sobre vidas complicadas, las suyas” antes de volver a caer nuevamente en la playa al amanecer. Allí, sus sueños se rompían, inconscientes de las guerras que se avecinaba aquel 13 de Mayo de 1990 “entre países que tenían nombre de cubata”. Cuando Oeste se puso al micro, el silencio que inspiraba las imágenes de aquellas olas se rompió con carcajadas. Quiso ser breve, y explicó que no sabía de donde vienen las historias, “igual que no sé que hay después de la muerte”. Asimismo, con esta frase también intentaba explicar la situación de los chicos de la playa, que reflejaban las ilusiones del final de la juventud y el tránsito a las frustraciones de la madurez. “Estos personajes quieren huir de ello y se refugian en Bobby Logan”. Además, el autor aclaró que aunque el emplazamiento y los apodos de los personajes como El búho y El Lapa, Pepe el Loco o Darío el Pelúo son reales, no se trata de una novela autobiográfica. Después se proyectó el book trailer que contiene el espíritu de la obra -del cual se puede ver un fragmento en esta crónica- en el que el nombre de los capítulos del libro se va alternando con imágenes del mar, arena blanca, fiestas, música, jóvenes y una

voz narradora esclarece el significado de Bobby Logan: “Entrar en Bobby Logan era entrar en el cielo”. Durante el turno de preguntas, el público preguntó si Miguel Ángel Oeste había pensando en transformar su libro en un guión de cine, debido a la cantidad de imágenes que describe la novela a la perfección. Aunque el autor se describió como incapaz de adaptar sus propias obras, Carlos Font afirmó que es una novela muy visual y es adaptable. Otro asistente calificó la obra como naturalista y dura, lo que Oeste corrigió, aludiendo que aunque comenzase de una manera naturalista, iba derivando hacia la ficción.

Aunque mi ignorante juventud era de las pocas que imaginaba y no recordaba esos escenarios con cada descripción, salí de allí con las mismas ganas de conocer la historia de Bobby Logan como cualquier otro de reconocerla. Y no pensaba esperarme a la película.

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.conciertos

Noche con el amigo Raemon.

Chicas de peinados imposibles esperan al lado del escenario. Sobre él, un violín, un bajo, un órgano, tres guitarras, una batería y una contraseña: “Somos los New Raemon of Lesbian”. Y empieza Ramón “Cualquier día de estos me voy a alzar y voy a reventar…” mientras recorre con la mirada las primeras filas. Se le ve cómodo, tranquilo. Me parece que tiene más barba que en las fotos, lleva camisa de cuadro y botas (¿podría si no tocar en el Wild Weekend, ese emblema de la modernidad malagueña?) y una guitarra nacarada. Sigue con el nuevo disco, Libre Asociación (el concierto suena como el álbum excepto por los coros -falta Riki Falkner-) y no muchos le acompañan; parece que sus seguidores todavía no han tenido tiempo de digerir las letras. Ramón sonríe familiarmente de vez en cuando, y parece justo lo que preveíamos: un mejor amigo. Un ex-ex-tímido, de esos que hace mucho tiempo que se sobrepusieron a su vergüenza. Escuchándolo en concierto, donde a las canciones les aparecen todavía más vetas de significado, una tiene la im10

presión de que escribe como terapia ante la propia vida. De que escribe para ordenar sus ideas, para sacar la rabia; de que escribe cosas que le gustaría decir a alguien pero quizá nunca ha dicho. Después de la tercera canción, para, saluda, y se reconoce encantado porque hay mucha gente en el auditorio. Nos recuerda el “after party en Velvet, man!” y arranca con Sucedáneos, esta sí muy coreada. El público no para de pedir Te debo un baile y él, con los modos de un profesor que ya no le abandonarían hasta el final de la noche, responde con un paternalista: “Luego, no tengáis prisa”, y sigue desgranando los nuevos temas en los que parece tan sincero como un suicida: “Me han recomendado que me aleje de mí. Soy un hombre asustado, voy dando traspiés…” “¿Esta ha sido muy indie, no?” dice de Consciente hiperconsciente. “Vamos con una más pop, La siesta“, y se escucha un “ohhhh” del público. Caigo en la cuenta de que por fin estoy en un concierto ‘tradicional’, uno de esos en que el cantante pregunta cosas como “¿Cómo estáis?” (Ramón lo hizo justo


así) e incluso regaña y bromea con el público (“No habléis tanto, majetes. ¿Habéis pagado la entrada, no?” Y más tarde: “Ahora todos callados como putas. ¿Por qué se dirá eso? (…) Están las cosas muy mal en Mordor, pronto me prostituiré yo también“). Después de La cafetera, los músicos salen del escenario y Ramón vuelve a apelar al silencio para tocar en solitario algunas canciones “intimistas y bonitas”, entre las que se encuentra Te debo un baile (“Esta sí que os gusta, eh? Ya no vuelvo a hacer canciones de otros, que me las pedís más que las mías y se están haciendo ricos a mi costa!”) y Jenny, del grupo por el que aprendió a tocar la guitarra, American Music Club. Sin embargo, aún se atreve a otro homenaje, y cuando le piden Pollo frito, la canta imitando con la voz al cantante de Manos de Topo, ante la carcajada y el aplauso general. El repertorio recorre los álbumes anteriores, aunque Ramón admite que ellos prefieren tocar las canciones nuevas: “Estaréis contentos, porque vamos a tocar toda la mierda que sacamos”, bro-

mea. Ha dicho que va a pasar de hacer un parón y esperar “a que deis patadas para que volvamos” y van a continuar con el show del tirón, y así llegamos a Soñar la muerte de la que dice que es “una canción muy optimista”. “En realidad -aclara entre risas- hasta que las que suenan más alegres son tan malrolleras como las otras”. Y nos vamos, Llenos de gracia y seguros de que lo que hemos visto ha sido un buen espectáculo. Sin embargo, me preguntaba, como se preguntó el propio líder de la banda, por qué hay tanta gente, si pocos se saben las letras más allá de los singles y no hacen más que hablar durante las canciones. ¿Es, simplemente, que se lleva The New Raemon? Ese experimento no dio buen resultado con Vetusta Morla, aunque Ramón sí supiera cómo encauzar la noche dialogando con el público.

Texto: Marta Sader Foto: Borja Espresati

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Nach hace de Málaga su propio cielo. [Texto: Edu Centeno Foto: Hugo Espresati]

Decíamos en la previa a su concierto que Nach era uno de esos MC’s que hacen que el rap goce actualmente de un gran estado de salud en España. Lo que ocurrió anoche en la Sala París 15 nos da la razón. Aproximadamente 1.200 personas acompañaron al alicantino y los suyos en la que él mismo describió como “la mejor actuación y la que más lo ha petado” de todas las que ha tenido en Málaga, y a tenor de su recuerdo a la Sala Abisinia, ya se pueden deducir que han sido varias. A las 22:00 horas comenzaba la noche con la actuación de Mowlihawk. El gaditano, que presentaba su disco Otra visión, no tenía una misión fácil: tenía que caldear el ambiente y apaciguar las an14

sias de una audiencia que aclamaba a Nach. No obstante, pasó el examen con una inmejorable nota canción tras canción, regalando además una improvisación acertadísima en la que jugaba haciendo rimas con los objetos que el público guardaba en sus bolsillos. Chapeau por él. Fue a las 23.00 horas cuando la Sala París 15 estalló al ver pisar al escenario a un auténtico titán del rap. Nach se mueve por el escenario con la naturalidad y confianza del que anda en zapatillas por su casa; es un anfitrión que te invita a meterte en sus letras llenas de Revolución, Actitud y Poesía. Se permite los lujos de ofrecer pequeños monólogos o de crear pequeños teatros entre canción y canción para ayudar a que nos identifiquemos con ellas. Además, lo viste muy bien visualmente con una iluminación precisa y muy cuidada, amén de una puesta en escena en la que pueden aparecer desde unas chaquetas con letras muy significativas a un doctor que investiga sus progresos en el rap. Injusto sería no darle el mérito que merecen en este espectáculo a un perfectísimo escudero Abram y a

un polifacético DJ Joaking, que sorprendió con su dominio de los cinco elementos y con una voz totalmente inesperada. ¡Ah! Y no me puedo olvidar del momento “mecheros al cielo” en el recuerdo a los caídos en su lucha por la paz que nos hizo vivir con Disparos de silencio: tan precioso como sincero. En algún momento de las casi dos horas que duró el recital, Nach bromeaba respecto al nivel de hardcore al que su madre llega cuando le pregunta literalmente cada fin de semana delante de un plato de lentejas: “¿Cuántas putas gargantas has dejado roncas en tu último concierto?”. Pues bien, puede estar usted tranquila, al menos respecto a anoche, Sra. Olmo: su hijo prodigio provocará este fin de semana un aumento en las ventas de Lizipaina en las farmacias malagueñas.


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NAPOLEÓN SOLO 17


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La conquista de Napoleón Solo en ‘La Eventual’. [Texto: Marco A. Jiménez Foto: Hugo Espresati]

La banda granadina hizo saltar por los aires el guión de lo previsible y ayer, en la Sala Eventual y ante unos setenta espectadores, ofreció un fantástico recital aderezado con nuevos temas de su próximo LP. El aire pop del disco de estudio se torna potente y rockero en un directo en el que sobresalen, de forma notable, las guitarras. Tardó en llegar la gente. La legión de seguidores arribaba en pequeñas oleadas. Tímidas avanzadillas que, a la postre, acabarían por configurar la más que digna división de fieles asistentes a otro de los conciertos organizados por el festival Wild Weekend. Mientras, la solitaria cumbre del escenario aguardaba la llegada de los Napoleón Solo. 18

Una cortina de blanco humo sirve para marcar el advenimiento de la banda. Napoleón Solo entra en escena y establece su posición en una formación de dos líneas. En la primera, Alonso Díaz aparece abanderado por el dúo de guitarras; en la segunda, Luismi Jiménez marca el paso a golpe de baqueta. El recital inicia su andadura con unos pequeños ajustes sonoros, que preceden al nacimiento de una portentosa “ópera rock”. Dibujos es el tema con el que abren fuego sobre el proscenio. Le siguen otros dos de su disco de debut. Las luces de la escena perfilan de colores la gracil figura de Alonso, que se contonea al ritmo de su guitarra. La espontaneidad de los comentarios de Alonso ameniza, en todo momento, el espacio contenido entre tema y tema. Tras estas primeras canciones, llegan las sorpresas. Alonso toca en primicia tres de los cortes que serán parte de su próximo disco. Un álbum nonato del cual no se sabe siquiera el nombre. La segunda de las sorpresas, se materializa en una fantástica adaptación de un clásico de Carlos Berlanga,

Cebra. Un guiño-homenaje a uno de los grandes héroes de la movida madrileña de los 80. Alonso, comienza a anunciar el principio del fin. El tema elegido para cerrar el recital es Tiene que acabar, uno de los sencillos de su primer disco Solo en la ópera. Las figuras en el escenario aparecen desde hace ya algún tiempo a contraluz. El público quiere más, Alonso responde: “No tenemos más, solo tenemos un disco”. La formación abandona los instrumentos y deja huérfana a la escena. El público aclama, pide un bis. Arde en deseos de escuchar Lolaila Carmona, el segundo de los sencillos de la banda. Un peculiar tema, con el que Alonso hace juegos de voces. La gente clama por la canción. La banda regresa para ofrecer a todos el fruto de sus plegarias. Tras esto, llega la traca final. El tema Explota sirve, a la postre, para clausurar el concierto en un ambiente de auténtico delirio pop.


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Foreign Beggars, pura dinamita.

Cuando fui a la firma de discos de Foreign Beggars en la Evolution Soud y me encontré más o menos con quince personas, pensé que por la noche el concierto contaría con un público más bien escaso para su categoría. Qué equivocada estaba. Aunque me intuía una buena función, no era nada comparado con lo que me esperaba realmente: unos Foreign Beggars totalmente entregados, que supieron hacernos llegar al éxtasis y hacer temblar la Sala Vivero con el hip hop más electrizante del panorama actual. A las 22.30 horas empezó la actuación de unos dignos Narksoul, Rob Renedie y DJ Fiddo, que fueron arrancando los primeros movimientos de cuello y calentando los motores. Y no era fácil ser los teloneros de quien eran, pero estos malagueños también consiguieron su ración de ruido, sobre todo con una canción dedicada especialmente a los banqueros y a políticos corruptos. Pero ellos eran el inicio de una noche que desde que el principio no hizo más que ir en crescendo. Una hora más tarde comenzaría el verdadero es20

pectáculo con Foreign Beggars. El primero en pisar las tablas fue el DJ NoNames, que en solitario nos hizo un preludio de veinte minutos aproximadamente de lo que estaba por llegar: pura dinamita electromagnética. Con la llegada de los Mc’s Orifice Vulgatron y Metropoli empezó la verdadera revolución; hicieron todo lo que estaba en su mano por mantener al público activo, al igual que los demás integrantes de la crew. Su rap, que a veces alcanzaba una velocidad sobrehumana, junto a los ritmos que le acompañaban, consiguió una reacción de los presentes que se traducían en movimientos frenéticos, y en un suelo retumbando a cada segundo. El público rotaba literalmente por la sala, chocábamos y nos empujábamos en el aire, contagiados por la locura y la energía que nos llegaba desde el escenario. Lo poco que sabían hablar de español era suficiente para recibir aplausos y oleadas de gritos de aprobación, que no cesaron durante toda la fiesta. Cada vez que exclamaban “Málaga”, recibían una estampida de ruido de quienes estábamos abajo.


Me siento en la obligación de destacar dos momentazos álgidos de la noche: Orifice saltando de cabeza al público desde el pasillo que bajaba al escenario- Metropoli tampoco tardaría mucho en tirarse a nuestros brazos-; y casi al final del espectáculo, cuando nos dividieron en dos bandos, para luego dispararnos al vuelo unos contra otros mientras ellos nos animaban con su música al enloquecimiento y al desastre. Este es ha sido el último concierto de la gira 2011 de Foreign Beggars, y Málaga se ha llevado la guinda. No es de extrañar que su directo esté considerado de los mejores de Europa en su especie, tienen la mejor receta para despertar a la muchedumbre y hacerla vibrar a su antojo. El fin del concierto llegó con su boom Contact; pero no el final de la noche, porque después sería el turno la After Party de la mano de los DJ’s de la MMC, para aquellos que se quedaron con ganas de soltar más adrenalina. Texto: Irene Quirante Foto: Manu Navarro

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VETUSTA MORLA 23


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Vetusta Morla, show irreprochable y sin sorpresas. [Texto: Marta Sader Foto: Manu Navarro]

Quizá era porque llevaban casi tres horas haciendo cola y el viento gélido les había entumecido las piernas -después, Pucho nos diría que un percance en la carretera los había retrasado-, pero nadie se dio mucha prisa por atacar las primeras filas de la París 15. Sin embargo, los que alcanzaron los primeros puestos fueron quienes corearon con más fuerza Los días raros, primera canción de la noche, que el resto siguió sin un entusiasmo excesivo. Ese lo guardaban para Copenhague -cuarto track de un playlist hasta entonces compuesto de medios tiempos- que con las primeras notas hizo a la gente gritar y sacar cientos de pantallitas fuera. Pucho, andrógino ejemplo de chico indie, se mo24

vía en el escenario con maracas, con panderetas. Bailaba y cantaba sin perderse ni una sola nota, sonando tal y como lo hace en el disco. El resto del grupo se mantenía sin embargo bastante quieto, mirando hacia sus instrumentos mientras tocaba. Tres canciones después, un “¿estáis bien?” precedió al momento más caliente de la noche hasta ese punto, pues cantar con otras tres mil almas eso de “hay tanto idiota ahí fuera…!” siempre resulta catártico. Se sucedían los primeros saltos en masa, la música sonaba a tormenta, el resto del grupo salía de su letargo y por fin saltaban como rockeros. Las luces, que merecen un aplauso aparte, iluminaron al público para que corease los estribillos de la escalada sin pausa que supuso enlazar Sálvese quien pueda con Valiente. Pucho terminó el combo con un “deme la voz” infinito y un grito sobrecogedor. Yo empezaba a preguntarme qué iban a dejar para el final. Continuaba un show irreprochable pero no extraordinario en el que se mezclaban Mapas (con dos o tres hits muy gritables) y Un día en el mun-

do, mucho más potente para el directo. Aunque lo cierto es que faltaba algo en el ambiente, esa energía que se crea a veces, cuando la música se mezcla con la emoción y resulta en un clima colectivo de euforia. No se podía culpar a nadie; Vetusta, en especial Pucho, se entregaba a fondo en una actuación sin sorpresas, y un 50% del público estaba muy implicado en el concierto, como suele suceder en estos casos -la otra mitad quizá sólo conoce los singles o ha venido por su novio: 3.000 personas son muchas-. Por fin, con Al respirar, Rey Sol y El hombre del saco, comenzó a sentirse algo de esa conexión que antes parecía faltar, espoleada por varios momentos instrumentales, y que no hizo sino aumentar hasta un final apoteósico culminado por La cuadratura del círculo.


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.teatro

El vodevil de La Cripta (o cómo emborracharse de creatividad). [Texto: Rocío Cebrero Foto: Marco Takashi]

Me encuentro con el folio en blanco y la cabeza llena de imágenes. Lo que pasó en La Cripta no es algo que merezca ser relatado a la manera convencional. Por eso, con vuestro permiso, y siguiendo con la tónica de anoche, recomendada desde todas las esquinas del Vodevil, me dejaré fluir. He aquí el relato enmarañado de emociones de casi tres horas del más auténtico amor al arte colectivo. Desde el principio todos parecíamos sentirnos como en casa. Quién más, quién menos, se encontraba con algún conocido. Distensión general, apertura, ganas de pasarlo bien, hasta un espíritu navideño loco y joven. Teníamos un patio porticado con las exposiciones de Emmanuel Lafont, Carol BettyBundy y Omar Janaan y una bodega. Un escenario con reminiscencias castizas a tutti plen para un arte nuevo, experimental, arriesgado y divertido. La libertad estaba asegurada desde el principio. Se podía salir, entrar, ir a la barra. Como digo, la única orden era que no había ninguna: Todos nos entregamos al fluir. Sin miedo, sin fronteras y con 26

mucho, mucho amor. Por eso pudimos escuchar poemas de “una narrador” mientras se hacía música eXpontánea con un zapato, un cuadro o una taza de desayuno con pajita y burbujas. Por eso no nos sorprendió que un jazz sinuoso se taconeara o que las actrices tuvieran una pelea de pelos (“que donde hay pelos, hay alegría”) y metieran luego sus cabezas en diminuto teatro iluminado para encandilarnos con un playback precioso. Como el de Joselito. Esa figura mítica y cañí que se nos presentó, cual viva imagen del ruiseñor, con sus calcetines blancos, su chaleco de punto y sus clavelitos. Como estábamos repartidos en sillas, sentados en el suelo (muy a gusto, había moqueta) y de pie y los artistas salían de cualquier parte, cada vez que una cabeza se giraba, lo hacían, como en una ola muy ensayada, todas las demás. La mayoría de las veces no estaba pasando nada. Recuerdo ahora la entrada del espíritu de la Navidad, un personaje un poco infantil y mamarracho, con espumillones y tangas rojos colgando, con cornamenta de reno del chino todavía con la etiqueta: la soprano acabó

partiéndonos la cara con un aria de Navidad. También tuvimos ocasión de disfrutar con el rock ‘n’ roll de Mississipi Howling Lovers, bailar a golpe de cencerro y sudar la camiseta, pero tuvimos que volver a sentarnos porque quedaba lo mejor: una improvisación colectiva de música, danza y besos, muchos besos, que acabó con los artistas y alguno más revolcándose gustosamente por el suelo, como si toda aquella belleza emanara de la tierra. Y por si todo no había sido suficientemente dulce y delicioso, las Caramala nos despidieron repartiendo galletas. No queríamos salir de allí. Habíamos creado un hogar para todos y para todas las ideas, plural, heterogéneo, libre. Como Alessandra de Bajotierra, muchos sentimos anoche que “queremos cambiar el mundo desde la cima de una montañaaaaaaaaaaaaaaaa”. Y yo creo que las cosas se hacen así, poquito a poco. Gracias, artistas.


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.teatro

Trastornos de personalidad en una hacienda andaluza. [Texto: Antonio Yuste Foto: Rocío Gentile]

La representación de Animalicos sorprendió el viernes al público de la ESAD con una síntesis de elementos a primera vista irreconciliables. La compañía La Imprudente, bajo la dirección de Sebastián Sarmiento, supo sacar jugo a este texto tragicómico firmado por Daniel Martos. La acción se desarrolla dentro de la cocina de una casa del campo andaluz. Sobre el fondo de retrato social, los personajes evolucionan en la trama de manera enfermiza. Esta unión de costumbres y anomalías estructura el conjunto de la obra. Encarna (Olga Salut) es una ama de casa autoritaria, resuelta y con una capacidad inmensa de influir en la voluntad ajena. La obra comienza unos días después de la llegada de su hermano, Santiago (Paco Pozo) y su cuñada Manuela (Ana Raez). La visita del matrimonio coincide, aunque no por casualidad, con la misteriosa desaparición del hombre de la casa y marido de Encarna, Rafael. Santiago, vago y socarrón, recoge en su persona la figura del zángano andaluz. 28

Intenta compensar la incapacidad para cualquier trabajo con cierta predisposición homicida. El enigma de la desaparición se resuelve pronto. Algunas conversaciones con Manuela desvelan las oscuras intenciones de su marido. A partir de este punto los personajes empiezan a mutar radicalmente. La clave para entender este cambio está en una sentencia de Encarna: “Nada cambia. To’ debe seguir igual”. De esta manera la evolución se antoja paradójica. Los papeles consiguen transformarse unos en otros para volver a la tranquilidad que precede al principio. La transmutación es tan progresiva que se hace bastante creíble. Tanto es así que la introducción de elementos ficticios no resta verosimilitud al desarrollo. Cambios de sexo, animalizaciones y suplantaciones de la identidad se suceden hasta el final de la representación. A destacar, la escena en la que Santiago acecha obsesionado al perro de Rafael. Bajo una foco azul, de rodillas, el asesino desarrolla un monólogo espeluznante.


.teatro

Traición: Hogares públicos u hogares clandestinos. [Texto: Edu Centeno Foto: Histrión Teatro]

Sólo hacen falta un sofá, un par de biombos a modo de paredes, tres personajes y cincuenta minutos para dar vida a casi una década en dos matrimonios. Producida por Histrión Teatro, bajo la dirección de Marcelo Subiotto, Traición, de Harold Pinter cuenta una historia de infidelidad, que se nos revela desde el primer momento mientras se va recorriendo el tiempo hacia atrás hasta encontrar la causa que la provoca. El libreto se centra en dos matrimonios amigos: el de Emma y Robert y el de Jerry y Judith, de los cuales sólo conoceremos en escena a las tres primeras personas. Sin embargo, la verdadera causa de interés es el affaire que mantienen la mujer del primero y el hombre del segundo, y las consecuencias que provoca en las propias relaciones conyugales y en la amistad entre las dos parejas. El argumento es efectivo en su propósito de mostrárnosla. Vemos a Jerry y Emma manteniendo conversaciones triviales para no querer llegar al fondo de sus verdades; vemos a Robert insinuándole a Jerry que lo sabe todo simplemente diciéndole

“aún quedamos para comer juntos, pero ya no seguimos jugando al squash”; y vemos a Emma y Robert definitivamente desenamorados, incapaces incluso de disfrutar juntos un viaje por Venecia. Sin embargo, el fondo de la obra no busca sino hacer que nos planteemos cuál es el tipo de hogar que queremos en nuestra vida: si el que ya tenemos forjado públicamente o el que se puede construir desde un principio diferente en la clandestinidad. En el caso de optar por la segunda opción, cualquier motivo puede ser bueno para decidirse: salir de un estado de catatonia, sentir de nuevo ilusión por cocinar o encontrarnos con nuestra verdadera sexualidad; pero eso sí, hay que tener cuidado de no perder la perspectiva de la realidad, o, en caso contrario, no veremos que el precio a pagar es mucho más elevado conforme la apuesta es más arriesgada.

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Manual para escapar de la realidad. [Texto: Miguel A. García Otalora Ilustración: Xero Fernández]

Nos adentramos en un sala de conciertos poco convencional: esta noche, las bombillas son llamas sobre cera, y el suelo, moqueta verde con cojines sembrados. Al fondo hay un telón que no caerá durante la velada: es una suerte de gasa que permite ver lo que ocurre en el escenario. Una sesión experimental llena el espacio que queda entre las animadas conversaciones que se suceden alrededor de la barra. Cada vez somos más conscientes de lo que suena: un crescendo constante que, poco a poco, arrebata el papel protagonista a las voces de la audiencia. Muchos se asoman para ver al Dj en la penumbra, pero nadie se atreve todavía a sentarse en el césped improvisado. La expectación crece con el volumen hasta que finalmente se proyecta sobre el escenario las palabras “Las flores no lloran”. Nos acomodamos: algunos se descalzan y cruzan las piernas al sentarse, otros se apoyan contra la pared y los más valientes se tumban boca abajo como un niño que ve la tele un domingo por la mañana. Paloma Peñarrubia se sienta al borde del escenario para darnos 30

bienvenida a Oigovisiones, un sello independiente que traerá todos los meses a La Cripta conciertos y “cosas rarillas” como le gusta decir. Tras presentar a su compañero Azael Ferrer, a cargo de las visuales, comienza el espectáculo. Los siguientes minutos son un viaje: galaxias y figuras geométricas, rojo y blanco. Aullidos y notas que se repiten como un sentimiento, como el latido de un corazón que florece para, momentos después, ser engullido por un bucle de bombo clap. Todo se sume en la oscuridad. La civilización se acaba y una melódica nos coge de la mano, nos guía entre cadenas de ADN que bailan perdidas en el infinito. Después de todo, y como siempre, amanece. Ya sólo queda un metalófono sobre el ruido de la nada. Nunca había visto tanto respeto y atención del público fuera de un teatro. Nadie ve el momento de aplaudir para no romper la magia. Paloma se acerca al micrófono y dice: “Ha sido una improvisación”. Y quiero más, aunque, lo bueno, si breve…


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Tocando a Dios con la garganta. [Texto: Edu Centeno Foto: Diego Martínez]

Cuando Jesucristo les dijo a sus discípulos “difundid mi palabra”, no tenemos la certeza de que añadiese de qué modo quería que lo realizaran. Cuatro de ellos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) escribieron los evangelios con tal fin. Veinte siglos después, los afronorteamericanos también decidieron interpretar esa premisa a su antojo: combinaron la palabra de Dios con la música propia de su etnia y con los nuevos ritmos negros emergentes, creando así el góspel (palabra que traducida al castellano significa precisamente “evangelio”). Así es como ellos sienten la religión, convirtiendo la fe en una gran fiesta; así es como ellos rezan, alabando a Dios con sus canciones y tocándole con la garganta en lugar de con los dedos. Anoche en Málaga se vivió un milagro navideño: el Teatro Cervantes se convirtió mágicamente en una iglesia y su público, en feligreses. Los que obraron tal fenómeno fueron The Gospel Wings, un coro francobelga formado por once cantantes y cuatro músicos, dirigidos todos ellos magistralmente por Didier Likeng. Con ellos sonaron tanto canciones propias del género, como el archiconocido Oh, happy day!, como otros clásicos adaptados, algunos del calibre de Stand by me. Especial mención merecen los solos interpretados a mitad del concierto (¿puede un villancico ser funky? Y tanto que sí); no obstante, lo más sorprendente y lo que terminó siendo más celebrado por el público, fueron los cánticos africanos con los que nos obsequiaron sus divinas voces. Por poner algún pero (muy chiquitito) al repertorio, yo personalmente quizás eché en falta alguna canción cantada a capela. Ataviados con túnicas blancas o celestes, incitaban a un abarrotado patio de butacas a que tocaran las palmas con ellos, cuando no les pedían directamente en inglés que se pusieran en pie. Ni una palabra en castellano hizo falta para que la conexión entre coro y espectadores fuese mutua: durante la algo más de hora y media que duró el recital, la espiritualidad y el sentimiento de unión inundó la platea. Hasta el fresco que hay en el techo del Cervantes que rinde pleitesía a la cultura, parecía tener otro sentido más religioso propio de cualquier templo de culto. Porque, al margen de ser o no creyente o de profesar activamente la religión cristiana (en la vertiente que sea), viendo la manera que tenían ellos de mostrar ese sentimiento concreto, uno siente que la fe realmente mueve mon-

tañas sea en lo que sea que se tenga puesta. Así que, la verdad sea dicha: escuchando sus voces, contemplando sus movimientos y contagiándose con su alegría, más de un ateo seguro que tuvo ganas de soltar un gran “Oh, my God!” o un “Jesus Christ!” a voz en grito. Sin embargo, como puede que quizás lo reprimiese por no darle a esas palabras el significado glorioso que verdaderamente merecen (tomándolas injustamente por meras expresiones de asombro), que menos que darle a The Gospel Wings un gran AMÉN aprobatorio, palabra igual de redonda que la actuación que ofrecieron y de menos connotación religiosa. Eso es lo que clamé yo, de hecho.

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.teatro

“Cuando te lías con un tío de 30 años se supone que ya viene enseñado”. [Texto: Claudia Morales & Antonio R. Duarte]

“Por donde quiera que fui,/la razón atropellé/la virtud escarnecí,/a la justicia burlé/y a las mujeres vendí”. Recitando estos versos de Don Juan Tenorio comienza Homero Rodríguez su interpretación en el Teatro Echegaray. Él, con un delantal de camarero como capa se enfrenta al público como un auténtico caballero. Y a continuación, cada personaje se presenta. Ella (Cristina Rojas), camarera y soñadora; él, aspirante a actor que se gana la vida poniendo copas. Ella, celebrando su treinta cumpleaños; él, un ligón de barra de bar. Y así comienza un diálogo en el que los protagonistas enlazan un tema con otro de manera natural. Todos giran en torno a las relaciones de pareja y el sexo (“cuando te lías con un tío de 30 años se supone que ya vienen enseñados”) y, para ello, el guión se sirve tanto de flashbacks en los que cada uno cuenta sus experiencias, así como de su visión opuesta de estos temas, que consigue arrancar carcajadas a la concurrencia. Él, un bribón que está con una chica cada noche: “lo malo de estar soltero es que no puedes follar siempre que quieres, pero es que teniendo novia tampoco te lo aseguras”. Ella, sin embargo, nos muestra una parte de sí misma más cruda: “a los 20 años me quedé embarazada, mi hijo tendría ahora 10 años”. Cambian los roles camarero-cliente (pasándose el delantal uno al otro) y así se suceden las horas en el bar, hasta que llega el momento de cerrar y él la invita a la última copa. Ella baila y él lo intenta como puede: “¿Cómo tiene que bailar un tío para seducir a una tía? O bailas bien o no lo haces, pero si ella insiste lo mejor que puedes hacer es el payasete y esperar que a ella le haga gracia”. Más risas durante la demostración de Homero, a lo que ella comenta: “Cuánto daño ha hecho Pulp Fiction a las pista de baile españolas”. Llega el momento del beso: “Chicle y nata, y la boca sabe bien a pesar de los cubatas”, sentencia Homero; y, a continuación, comienza un rápido intercambio de afirmaciones. “Hay bocas de sal marina; hay bocas de sal y vete (…) Hay bocas que no dan beso, hay besos que no dan boca”. Tanto beber embriaga los sentidos y los protagonistas, con la bilirrubina por las nubes, toman un taxi, ansiando llegar a la casa de él. La cama es el nue32

Foto: Compañía ‘tenemos gato’

vo escenario: “¿Cómo la pongo? Mejor ella abajo”, y así él comienza el frenesí entre las sábanas, culminado con un gran orgasmo de ella. La timidez característica del día siguiente los despierta; se intercambian los teléfonos y se despiden. “¿La llamo? Venga, pero si suena cinco veces cuelgo para no parecer desesperado?”. Finalmente, quedan con la ilusión que sólo las primeras citas son capaces de despertar. “Quiero follar mucho con ella y, a lo mejor, con el tiempo descubrimos que estamos enamorados; y si no, que nos quiten lo bailao”, declara Homero. “Y que pase lo que tenga que pasar, aunque yo sola soy una naranja completa”. Con estas palabras Cristina y Home-

ro cierran la obra. Y, tras un fuerte aplauso, estos Modernícolas abandonan el teatro con esa sonrisa que nos deja el haber disfrutado de una hora de identificación con los personajes y, sobre todo, de diversión y humor.


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“Nadie está del todo cuerdo” [Texto: Marta Sader]

Francisco Bonilla es un joven y polifacético artista tan malagueño que, en su web, acompaña su nombre con la aclaración “artista de Málaga”. Maneja varias técnicas, entre las que se incluyen la pintura, el grabado y la talla en piedra. Con estas dos últimas entró en contacto durante su estancia en Génova gracias a una prestigiosa beca en la Accademia Ligustica di Belli Arti. Ahora trabaja en el Museo Picasso, donde estudia al universal pintor y continúa su labor artística. Si sus dibujos tuvieran música, no lo duda: sonarían a flamenco.

Modernícolas!: Como pintor, ¿en qué época de la historia te hubiese gustado más vivir y por qué? Francisco Bonilla : Me hubiera gustado vivir en la época de las vanguardias, porque, aunque cualquier época es crucial para la historia del arte -desde el paleolítico con las esculturas mágico-religiosas hasta el arte contemporáneo de hoy en día- creo que, sin lugar a dudas, hubiera sido apasionante vivir el gran cambio en el arte desde la aparición de la fotografía. M! : ¿Con qué artista vivo o muerto te irías de viaje alrededor del mundo? F.B. : Esta es una pregunta muy difícil, ya que hay muchísimos artistas con los que me gustaría haber convivido y por supuesto viajado, pero creo que una artista como Frida Kahlo me habría aportado una visión de la vida y del arte muy interesante. M! : Manejas varias técnicas. ¿Con cuál te sientes más cómodo? F.B. : No se trata de comodidad, para mi cada técnica artística tiene unas cualidades diferentes para expresar lo que quieres en un momento determinado, y a veces con un simple dibujo a lápiz puedes conseguir expresar todo lo que necesitas y hay otras situaciones en las que tienes que combinar muchas técnicas. Lo importante es no imponerte ninguna barrera técnicamente y utilizar todo lo que sea preciso si la obra lo requiere. M! : Trabajas en el Museo Picasso. ¿Cuál es la exposición temporal que más te ha impactado? F.B. : Una de las exposiciones que más me impactó fue la de Picasso a través de la cámara de David Duglas Duncan, ya que consiguió que tuviera una visión muy amplia de Picasso, además de como artista, como marido, padre... M! : ¿Qué opinas del panorama expositivo y museístico de la ciudad? F.B. : Opino que siempre puede ser mejor. No obstante, Málaga contiene

una cantidad importante de buenos museos y sigue en crecimiento, que es lo importante. Sin embargo, creo que muchas personas estarían de acuerdo conmigo cuando digo que sería mejor que existieran más galerías dispuestas a apostar por artistas poco conocidos o que estén empezando. Sobre todo ahora que, desde hace unos pocos años, contamos con una facultad de Bellas Artes, donde estoy seguro que se están formando una gran cantidad de futuros buenos artistas. M! : Ahora mismo ¿está de moda ser artista? F.B. : Bueno, creo que estamos atravesando una época difícil para todo el mundo en general, sin embargo pienso que cada día la gente hace más lo que le llena, y todo aquel que necesita expresarse plásticamente lo hace sin más. Esto es algo muy bueno ya que todos podemos aprender de todos y así adquirir más riqueza artística y cultural. M! : ¿Crees que es cierto el estereotipo de que el buen artista ha de estar chiflado? F.B. : (Sonríe). Siempre he creído que nadie está del todo cuerdo, pero sí que pienso que muchos artistas tienen un carácter más libre o quizás más sensible a ciertas cosas que otras personas puedan no comprender o entender. 33


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CERRADO POR VACACIONES.

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