Nº12 - Julio de 2018 / Revista online gratuita.
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La escena de caza de la tumba de Nebamón
El inicio de la Diplomacia en Oriente Medio
La presunta invariabilidad del arte egipcio
Los Petrie y su legado
Un tesoro egipcio en el Museo de Pontevedra
ESENCIAS DIVINAS EN EL MITO EGIPCIO Egiptología 2.0 | 1
Editorial Dirección Moisés González Sucías moibcn@hotmail.com Edición Moisés González Sucías (Barcelona). Diseño gráfico y maquetación David Claros Lozano Jordi Romera Sevillano Documentación Sara López Caiz Colaboradores Marian Romero Gil Julio López Saco Alfonso Daniel Fernández Pousada Irene Santamaría Linares Valeria Salgado Marín Amairani Avid Nava Alberto Fernández Boo Claúdia Barros Marta Pérez Torres María Isabel Cubas Contreras César Guerra Méndez Heródoto de Halicarnaso Hipólito Pecci Tenrero Bartomeu Egea Resino Rubén Alberto Calvino ISSN: 2444-6254 www.egiptologia20.es https://www.facebook.com/egiptologia20 https://twitter.com/egiptologia20 Egiptología 2.0 es una marca registrada. Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni total ni parcialmente ni registrada o tramitada en ninguna forma ni por ningún medio sin permiso previo por escrito de la editorial. Egiptología 2.0 no se hace responsable de los juicios, críticas y opiniones expresadas en los artículos publicados. Egiptología 2.0 ha hecho lo posible por localizar los derechos de autor de todas las imágenes. Cualquier posible omisión no es intencionada y se agradecerá culaquier información sobre los mismos. Contacto: egiptologia2.0@hotmail.com 2 | Egiptología 2.0
Bienvenidos al Nº 12 de la Revista Egiptología 2.0, correspondiente al mes de julio de 2018. Abrimos este nuevo número, con un interesante artículo de Julio López Saco: ‘‘Esencias divinas en el mito egipcio’’. No se puede asegurar con claridad si las divinidades egipcias moraban en algún reino divino más allá del espacio y el tiempo o si habitaban el mundo humano. Algunos textos religiosos mencionan el dios creador Amun como una fuerza incognoscible e invisible que existe más allá de los límites del cosmos. Otros, por el contrario, enfatizan que algo de la esencia del creador estaba presente en los elementos con los que se configuraba el cosmos y en todos los seres que había generado. Los dioses vivían en el pasado. La mayoría de las narraciones míticas hablan de una remota era cuando una dinastía de dioses gobernaba Egipto. Tal edad dorada llegó a su fin debido a los primeros actos de rebelión y asesinato. Gradualmente, los dioses se retiraron a sus reinos divinos más allá de la tierra, o debajo de la misma, en donde vivían con sus misteriosas verdaderas formas de seres radiantes. La mayoría de los mortales solamente podrían entrar en el reino de lo divino tras la muerte, si bien las deidades podían interactuar con el mundo humano en una cierta variedad de formas diferentes. En la sección de entrevistas, hablaremos con un apasionado del Antiguo Egipto: Andy García. Nacido en Málaga en 1969, cursó sus estudios en la escuela Salesianos “San Bartolomé” de la misma ciudad, para dedicarse por completo a los estudios arqueológicos, especializándose en la cultura del Antiguo Egipto. Alfonso Daniel Fernández Pousada nos hablará de la revisión de las Apocatástasis del Ciclo Sotíaco, Irene Santamaria nos ayudará a entender el arte egipcio y no desistir en el intento, mediante la escena de caza de la tumba de Nebamón, con Valeria Salgado conoceremos las cartas de Amarna y el principio colonizador del periodo nuevo en el Imperio egipcio, Amairani Avid Nava nos hablará de la La presunta invariabilidad del arte egipcio, Alberto Fernández Boo nos explicará como los antiguo egipcios entendían la creación del mundo, comeremos como los antiguos egipcios de la mano de Claúdia Barros, Marta Pérez nos hablará de los Petrie y su Legado, conoceremos la segunda parte del artículo: Reinas-faraón: soberanas de Egipto, César Guerra nos mostrará el tesoro egipcio conservado el Museo de Pontevedra, conoceremos todos los entresijos de la escritura jeroglífica, Hipólito Pecci nos hablará del descubrimiento realizado por Pierre Montet, pasearemos por las salas del Museo Calvet en Avignon (Francia), visitaremos la exposición temporal: ‘‘Faraón. Rey de Egipto’’ y finalizaremos viajando al oasis de Kharga, donde visitaremos de la mano de Bartomeu Egea Resino, el templo de Hibis y la huella de Dario I. Todo ello junto con nuestros contenidos habituales y un artículo especial de Rubén Alberto Calvino: ‘‘Gnomón solar, nudos y triángulos en el Antiguo Egípto’’. Imagen de portada: Detalle de una estela policromada con la representación de la diosa Isis. Abydos, Imperio Nuevo. Museo Egipcio de El Cairo, Egipto. | Merya.
Sumario 6. Entrevistas - Andy García: ‘‘Desde la escuela leía todo lo que caía en mis manos sobre el Antiguo Egipto...’’. 9. Testimonios del pasado - Pectoral de Tutankhamón entre Path y Sekhmet.
Entrevistas - Andy García.
12. Mitología - Esencias divinas en el mito egipcio. 19. Astronomía - Revisión de las Apocatástasis del Ciclo Sotíaco. 35. Arte - Entender el arte egipcio y no desistir en el intento: La escena de caza de la tumba de Nebamón. 40. Estado - Las cartas de Amarna y el principio colonizador del periodo nuevo en el Imperio egipcio: El inicio de la Diplomacia en Oriente Medio.
Astronomía - Revisión de las Apocatástasis del Ciclo Sotíaco.
46. Arte - La presunta invariabilidad del arte egipcio. 51. Mitología - La creación del mundo según los antiguos egipcios: las cosmogonías. 58. Vida cotidiana - Comer como un egipcio. 64. Egiptología - Los Petrie y su legado.
Arte - La escena de caza de la tumba de Nebamón.
72. Mujer en el Antiguo Egipto - Reinas-faraón: soberanas de Egipto, parte II. 77. Colecciones - Un tesoro egipcio en el Museo de Pontevedra. 85. Escritura - La escritura jeroglífica en el Antiguo Egipto. 90. Faraones - “El de la piel argéntea”.
Estado - El inicio de la Diplomacia en Oriente Medio.
97. Museos - Museo Calvet (Avignon). 109. Exposiciones - Faraón. Rey de Egipto. 120. Hoy viajamos a... - El Templo de Hibis y la huella de Dario I, en el oasis de Kharga. 124. Especiales - Gnomón solar, nudos y triángulos en el Antiguo Egípto.
Arte - La presunta invariabilidad del arte egipcio.
136. Novedades editoriales - La civilización del Egipto faraónico / Faraón. Rey de Egipto. 138. Noticias - Noticias destacadas del trimestre.
Mitología - Las cosmogonías.
Egiptología - Los Petrie y su legado.
Faraones - “El de la piel argéntea”.
Vida cotidiana - Comer como un egipcio. Egiptología 2.0 | 3
En portada Cabeza de la diosa Mut. Bronce, oro, electro y vidrio, 1070 - 664 a.C. | Metropolitan Museum of Art, New York. 4 | Egiptología 2.0
No se puede asegurar con claridad si las divinidades egipcias moraban en algún reino divino más allá del espacio y el tiempo o si habitaban el mundo humano. Algunos textos religiosos mencionan el dios creador Amun como una fuerza incognoscible e invisible que existe más allá de los límites del cosmos. Otros, por el contrario, enfatizan que algo de la esencia del creador estaba presente en los elementos con los que se configuraba el cosmos y en todos los seres que había generado. Los dioses vivían en el pasado. La mayoría de las narraciones míticas hablan de una remota era cuando una dinastía de dioses gobernaba Egipto. Tal edad dorada llegó a su fin debido a los primeros actos de rebelión y asesinato. Gradualmente, los dioses se retiraron a sus reinos divinos más allá de la tierra, o debajo de la misma, en donde vivían con sus misteriosas verdaderas formas de seres radiantes. La mayoría de los mortales solamente podrían entrar en el reino de lo divino tras la muerte, si bien las deidades podían interactuar con el mundo humano en una cierta variedad de formas diferentes. Las deidades podían manifestarse en fenómenos naturales como inundaciones, plagas o tormentas. Sus espíritus podían residir en personas especiales o inusuales, como los reyes o los enanos, así como en animales considerados sagrados, árboles u objetos de distinto tipo. De hecho, una de las principales funciones del arte egipcio fue proveer una corporalidad temporal a las deidades en la forma de estatuas, pinturas o jeroglíficos. Se podría pensar que una deidad como Sobek viviría simultáneamente en el océano primigenio antes de la creación, en un palacio en las montañas del horizonte, en áreas agrestes de los lagos y pantanos de Egipto, así como en las estatuas y cocodrilos sagrados que se mantenían en los templos.
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Entrevistas Marian Romero Gil
Andy García: ‘‘Desde la escuela leía todo lo que caía en mis manos sobre el Antiguo Egipto...’’ E
n este nuevo número de Egiptología 2.0 queremos presentaros a un buen amigo, que además de tener pasión por el Antiguo Egipto, tiene pasión por escribir, Andy García Montes. Nació en Málaga en 1969 y cursó sus estudios en la escuela Salesianos “San Bartolomé” de la misma ciudad, para dedicarse por completo a los estudios arqueológicos, especializándose en la cultura del Antiguo Egipto, de la que es un gran apasionado. Es miembro de la ASADE (Asociación Andaluza de Egiptología) y posee un curso certificado sobre egiptología, impartido por la UAB (Universidad Autónoma de Barcelona).
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Comenzó escribiendo relatos y en el año 2009 pu-
blicó su primera novela corta titulada “La Gruta”. En 2015 publicó su segunda novela “El Hallazgo”. En 2018 publicó en Francia su novela “La Señal de Amón” y en España “Hiram, el fenicio” de corte histórico. Andy, bienvenido a Egiptología 2.0 Muchas gracias Marian a ti y a todo el equipo de “Egiptología 2.0” por esta entrevista. ¿Cuándo y cómo comenzó tu pasión por Egipto? Viene de largo, desde la escuela leía todo lo que caía en mis manos sobre el Antiguo Egipto. ¿Y tú pasión por escribir? Bueno, fue a raíz de leer “La Reina del Sur” del “Amigo” Reverte. ¿Qué fue lo primero que escribiste? 6 | Egiptología 2.0
Andy García. | Andy García.
Comencé escribiendo relatos cortos. ¿Por qué relatos cortos? Creo que es algo normal, uno empieza poco a poco a introducirse en este apasionante mundillo, al menos, este fue mi caso. ¿Cuál fue el primer libro que escribiste? “La Gruta”. Has escrito alguno de tus libros con temática egipcia ¿verdad? Casi todos abordan de una u otra forma la cultura del Antiguo Egipto. ¿Que época del antiguo Egipto te gusta más? El Imperio Nuevo y su XVIII dinastía. ¿Y qué personaje de la historia del antiguo Egipto es tu favorito y por qué? Sin lugar a duda Akenatón, ya que se atrevió a contradecir y restar poder al poderoso “Clero de Amón”, llevando a cabo una revolución en todos los órdenes establecidos, tanto religioso, social y político. Instauró un nuevo culto a Atón y creo una ciudad donde estableció la capital y la dedicó al nuevo y único dios. ¿Para quién escribes, para ti o para tus lectores? Buena pregunta, en primer lugar, escribo para mí, aunque parezca un poco raro, me refiero que en un primer momento escribo por necesidad, porque no puedo dejar de hacerlo, y en segundo lugar ya entran los lectores, necesarios ellos también, para que tus escritos sean leídos. ¿Ha sido muy duro el camino hasta llegar a ahora mismo que estás promocionando tu último libro? El trabajo de escritor en España no es fácil, ni es reconocido como debiere, pero como digo en una de mis frases: “La mejor virtud que debe poseer un escritor es la perseverancia”. Hablemos de ese libro, su título es “Hiram el fenicio”, cuéntanos un poquito cual es la historia que relatas en el. Es la historia de un joven fenicio de Tiro, quien tiene la misión de hacer llegar al faraón un cargamento de obsequios de parte del rey de Tiro, gran amigo del faraón. Todo va bien hasta que ‘‘Hiram’’ se enamora de la hija del faraón, ahí comienzan sus problemas,
Andy García. | Andy García.
ante la negativa del faraón a la unión, los dos deciden huir. ¿Qué fue lo que te inspiró para escribir esta novela? Tras leer “Sinuhé, el egipcio” del gran Mika Waltari, tuve claro que algún día escribiría una novela similar, pero mi personaje es fenicio, por pertenecer a las raíces de Málaga, mi ciudad. Quiero hacer notar que ninguna cultura de la antigüedad estuvo tan estrechamente vinculada con la cultura egipcia como lo estuvo el pueblo fenicio (este tema daría para otra entrevista). ¿Cuándo escribes te pones en el lugar del protagonista, como si escribieras en primera persona? Es mejor dotar al protagonista de una personalidad propia, pero puede ocurrir que en ocasiones de forma inconsciente te mezcles con el personaje al meterte de lleno en la historia, es un poco complicado de explicar (risas). Andy, también podemos encontrar tus relatos o libros por Internet ¿no es así? Sí, además de en librerías convencionales, se pueden encontrar en Amazon. ¡Ahora estarás como en una nube! ¿Dónde has estado firmando tu libro y donde tienes previsto próximas firmas? Bueno, yo creo que los escritores estamos siempre Egiptología 2.0 | 7
en una nube, y no formada por agua sino de letras (risas). Ahora ya en serio, he comenzado la firma de “Hiram” en la feria del libro de Málaga, de la cual he salido muy satisfecho, además de las ventas, uno se queda con la cantidad de gente interesante que llega a conocer, esa experiencia es muy gratificante, más aún si alaban tu trabajo. En cuanto a su presentación, el lugar elegido ha sido un marco incomparable e idóneo para ello. Incomparable porque se trata de un Museo Arqueológico de una gran belleza y una excepcional colección de piezas de distintas civilizaciones de la antigüedad, e idóneo, porque en su sala Malaka (nombre dado por los fenicios a Málaga) se encuentra la mayor colección de figuras votivas fenicias del mundo. Como comprenderán los lectores no hay otro lugar más acorde para haber llevado a cabo la presentación. Quiero agradecer desde aquí a su propietario el amigo Vicente Jiménez Ifergan que me haya cedido su magnífico Museo para realizar en él la presentación de “Hiram, el fenicio”. En cuanto a mis próximas firmas lo haré en la Feria del Libro de Marbella, que se celebra entre julio y agosto. ¿Te gustaría que esta editorial te editara también el resto de los libros y tus relatos? Mi experiencia con Ediciones Algorfa ha sido muy positiva, tanto por el trato humano, como por el “trato” dado a mi novela. Desde un principio apostaron por ella, y sí, me gustaría seguir editando con ellos mis próximas novelas.
En el siglo VIII a.C. la ciudad de Tiro se convierte en la más influyente de toda Fenicia. Sus astutos comerciantes y sus expertos navegantes surcarán el Mediterráneo para expandir su comercio marítimo y lograrán colonizar un sinfín de ciudades. Hiram, un intrépido joven tirio, después de conocer y enamorarse de la hija del faraón, y tras la negativa de éste a que mantengan una relación huirán de Egipto. Más tarde, y tras diversos contratiempos, Hiram, Logrará crear una colonia fenicia cerca de la mítica Tartessos, la cual, llegará a ser conocida a lo largo y ancho del Mediterráneo con el nombre de Malaka. 8 | Egiptología 2.0
De toda tu obra ¿Cuál ha sido el que más te ha costado de escribir? La más ambiciosa de todas ha sido “Hiram, el fenicio” por su contenido histórico y la documentación llevada a cabo para escribirla. Por cierto, ¿Te identificas con algún escritor? Quiero decir, ¿con algún escritor al que admiras y sigues sus pautas de escritura? Más que identificarme, ya que cada escritor es único en su manera de escribir, admiro en España al “Amigo” y “Maestro” Arturo Pérez-Reverte y en el extranjero al “Amigo” egiptólogo y gran escritor Christian Jacq. ¿Para cuándo un viaje a Egipto? Pronto, para cuando inauguren el GEM (Gran Museo Egipcio). ¿Has empezado ya tu próximo libro? Sí, y ya te avanzo que tratará sobre mi faraón preferido, Akenatón. Andy García, desde Egiptología 2.0 te deseamos que sigas cosechando muchos éxitos. Muchas gracias Marian, lo mismo os deseo a vuestra genial revista.
Sobre el autor Marian Romero Gil, Directora, productora y presentadora durante cuatro años del programa de radio online: ‘’Las enseñanzas de Maat’’, donde podrás encontrar todo tipo de temas relacionados con el antiguo Egipto y la Egiptología. Desde el año 2014 dirige el proyecto web, ‘‘Las enseñanzas de Maat’’, donde podrás encontrar: noticias, novedades editoriales relacionadas con el Antiguo Egipto, información sobre conferencias y cursos y artículos especializados. Enlaza con el autor
Testimonios del pasado Sara López Caiz
Pectoral de Tutankhamón entre Path y Sekhmet Localización actual: Museo egipcio de El Cairo (El Cairo, Egipto). Nº inventario: FJ.0001A. Objeto: Pectoral / collar. Material / soporte: Oro, cuarzo, plata, pasta vítrea, calcita y electro. Técnica: Fundición, incrustado. Dimensiones: 11.5 cm de altura, 14.1 cm de anchura; posee un contrapeso de 8.4 cm de altura y 7.8 cm de anchura. Datación: 1325 a.C. XVIII dinastía. Imperio Nuevo. Procedencia: Tumba de Tutankhamón (KV63), Valle de los Reyes, Egipto. Historia del Objeto: Hallada en el año 1922 por el arqueólogo Howard Carter, el la tumba de Tutankhamón (KV62), Valle de los Reyes, Egipto. Catalogador: Antigüedades Egipcias y Próximo Oriente.
E
l Collar fue encontrado en la zona del Valle de los Reyes dentro de la tumba de Tutankhamón en el año 1922 por Carnarvon y Carter. Se denominó a las pertenencias del faraón como el “Tesoro de Tutankhamón”, dentro de sus objetos se halló este famoso Collar que representa a Tutankhamón entre los dioses Path y Sekhmet, de allí su nombre. Este suntuoso y valioso collar se encontraba guardado en un cofre de madera con incrustaciones en ébano y marfil. La obra fue realizada en el periodo de la Dinastía XVIII durante el reinado de Tutankhamón (1333-1323 a.C.) destinada al uso exclusivo del faraón. La pieza está elaborada con oro, cuarzo, plata, pasta vítrea, calcita y electro. Se la denomina collar pero está catalogada como un pectoral de 11.5 cm de altura, 14.1 cm de anchura; posee un contrapeso de 8.4 cm de altura y 7.8 cm de anchura. La joya está compuesta por un pectoral calado que cuelga de un largo collar provisto de un producido contrapeso. La exquisita decoración se encuentra elaborada con incrustaciones policromas, la misma no refleja carácter funerario, por el contrario representa la coronación del difunto recibiendo el poder directamente de los dioses. Esto indica que la pieza no fue fabricada para el ajuar funerario del faraón, sino en ocasión de su ascenso al trono. Egiptología 2.0 | 9
Detalle del pectoral, con las imágenes de Sekhmet, Tutankhamón y Ptah. | Wikimedia Commons.
El pectoral reproduce la silueta de un pilón cuyas paredes, convergentes por la parte superior, se apoyan en un zócalo decorado con 8 discos solares de oro flanqueados por signos que expresan el concepto de eternidad. El pilón se encuentra rematado con una línea azul punteada de estrellas en color oro y un arquitrabe de varios colores en forma de moldura de caveto saliente. La escena representada en el centro muestra a Tutankhamón de pie en el centro rodeado dos divinidades menfitas en el trono. El faraón tiene un vestido emplumado provisto de una corta capa que le cubre los hombros y muestra atributos de la realeza. Entre dichos atributos se encuentran: la corona azul tripartita, el collar “usekb” rodeando su cuello, el cetro y el flagelo en las manos. El soberano está de cara al dios Ptah, vestido con una túnica adherente de la que sobresalen las manos, en las que lleva el cetro “was” y el emblema “ankb”. La divinidad se encuentra sentada en su trono decorado con un motivo en forma de gotas, situado sobre su pedestal. A la izquierda del faraón está la diosa Sekhmet con la cabeza de una leona coronada por un disco solar. Se encuentra sentada en 10 | Egiptología 2.0
Detalle del pectoral, fotografiado por Harry Burton en el momento del descubrimiento (1922). | Griffith Institute.
moldura de caveto saliente surcada con incrustaciones de diversas tonalidades. La representación muestra al soberano sentado en el trono frente a la diosa alada. El faraón lleva una corona azul, el collar usekb y un gran taparrabos. Con una de sus manos toma el cetro y con la otra el símbolo de la vida “ankb” que le da la diosa Maat, quién se encuentra frente a él de pie. La divinidad, cuyo cuerpo está realizado con incrustaciones de pasta vítrea azul, extiende sus alas de colores como símbolo de protección al faraón. En la base del pilón se halla una barrita de oro, de la que cuelgan 14 sartas de cuentas; las 8 centrales finalizan en otros colgantes de oro en forma de pez, las otras 6 terminan en reducidas campanas en forma de flores invertidas.
Detalle del contrapeso. | Wikimedia Commons.
un trono con un vestido finamente calado; su mano derecha tiene una hoja de palma, símbolo de los miles de años, su brazo izquierdo está extendido mostrando protección al difunto. Ante las dos divinidades hay una inscripción grabada en oro que refleja la promesa hecha por ellos al fallecido. Ptah garantiza poder, salud y vida; Sekhmet asegura eternidad en años. Detrás del dios Ptah se encuentra el dios Heh, se encuentra arrodillado y lleva en su mano palmas curvadas. También posee en su cabeza una cobra y está coronado por un disco solar. Detrás de Sekhmet, se representa al soberano, la figura estilizada de la planta y de la fachada del palacio donde se acurruca un halcón coronado. El collar que sostiene el pectoral se encuentra compuesto por 15 placas delimitadas por una doble sarta de cuentas de colores. Los diseños decorativos son de estilo augural y apotropaico; los mismos se alternan con los recuadros que poseen los cartuchos del faraón, separados entre sí por un motivo vegetal. La pieza provee contrapeso en forma de pilón, en que dos columnas en forma de pairo sostienen un arquitrabe. El arquitrabe está decorado con recuadros unidos y estirados y posee una coronación por medio de una
Detalle de Sekhmet y Ptah. | Wikimedia Commons. Egiptología 2.0 | 11
Mitología Julio López Saco
Esencias divinas en el mito egipcio
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as divinidades del antiguo Egipto se conocen mejor por sus apariciones en el arte que en el mito. La conocida presencia de divinidades con cabeza de animal era visto como algo repugnante ya por griegos y romanos. Mientras en el mundo clásico existían los dioses y los monstruos, desde cierta perspectiva en Egipto sus monstruos parecían ser sus propios dioses. Sobek-Re, por ejemplo, fue una entidad que combinó la esencia de dos dioses, la del dios-cocodrilo y la de la deidad solar. Esta deidad dual se representaba con una parte animal que expresaba sus extraños y sorprendentes poderes divinos. En particular, encarnaba la longevidad y la fuerza del cocodrilo, así como el poder dador de vida de las aguas del Nilo. El disco solar en el tocado simboliza a Re, dios que da luz, vida, manifestándose él mismo en su forma de Sobek. Su representación en parte humana permite su interacción con el rey y la posibilidad de ofrecerle al soberano el anj o símbolo de vida. Se manifiesta, entonces, la relación entre el rey, que representa a la humanidad, y Sobek-Re, que simboliza a los dioses. No se puede asegurar con claridad si las divinidades egipcias moraban en algún reino divino más allá del espacio y el tiempo o si habitaban el mundo humano. Algunos textos religiosos mencionan el dios creador Amun como una fuerza incognoscible e invisible que existe más allá de los límites del cosmos. Otros, por el contrario, enfatizan que algo de la esencia del creador estaba presente en los elementos con los que se configuraba el cosmos y en todos los seres que había generado. Los dioses vivían en el pasado. La mayoría de las narraciones míticas hablan de una remota era cuando una dinastía de dioses gobernaba Egipto. Tal edad dorada llegó a su fin debido a los primeros actos de rebelión y asesinato. Gradualmente, los dioses se retiraron a sus reinos divinos más allá de la tierra, o debajo de la misma, en donde vivían con sus misteriosas verdaderas formas de seres radiantes. La mayoría de los mortales solamente podrían entrar en el reino de lo divino tras la muerte, si bien las deidades podían interactuar con el mundo humano en una cierta variedad de formas diferentes. Las deidades podían manifestarse en fenómenos naturales como inundaciones, plagas o tormentas. Sus espíritus podían residir en personas especiales o inusuales, como los reyes o los enanos, así como en animales considerados sagrados, árboles u objetos de distinto tipo. De hecho, una de las principales funciones del arte egipcio fue proveer una corporalidad temporal a las deidades en la forma de estatuas, pinturas o jeroglíficos. Se podría pensar que una deidad como Sobek viviría simultáneamente en el océano primigenio antes de la creación, en un palacio en las montañas del horizonte, en áreas agrestes de los lagos y pantanos de Egipto, así como en las estatuas y cocodrilos sagrados que se mantenían en los templos.
Relieve con la representación de Sobek. Templo de Kom Ombo. | I, Rémih. 12 | Egiptología 2.0
A lo largo del curso de la historia de Egipto alrededor de unas ochenta deidades dispusieron de santuarios o templos que fueron construidos en su honor en más de un lugar. Algunas, como la diosa celeste Nut, muy raramente estuvieron sujetas a un culto, aunque fueron muy prominentes en el mito. A partir del mito y el ritual estrechamente vinculados, se puede decir que hubo unas treinta deidades que podrían ser descri-
diosas. Cada deidad podía cambiar en una pareja o un grupo, o emerger con otra deidad. La fluidez con la que esas divinidades fueron tratadas en el pensamiento egipcio probablemente ayudó al desarrollo de los mitos narrativos. Si bien en el mundo real la mujer egipcia no gozaba de todos los privilegios de los hombres, en el mito las diosas raramente eran inferiores en poder a los dioses. La mayoría de los mitos de creación egipcios tuvieron un creador masculino, pero en algunos se destacó una creadora femenina, como el caso de Neith. En teoría, todas las divinidades obedecían al dios solar regio Re, aunque en el Reino Nuevo Re tuvo una contrapartida femenina conocida como Raiyet. En algunos mitos Re parece depender del poder de su feroz hija, la diosa-ojo, que fue creada cuando Re-Atom envió su ojo en busca de sus hijos perdidos, Shu y Tefnut, a la oscuridad del océano primigenio.
Relieve con la representación de Neith. Templo de Luxor. | Neithsabes.
tas como divinidades nacionales mayores. La palabra egipcia ntr, que significa poder o dios, fue empleada por las deidades mayores y por numerosos seres menores, tales como los dioses de las estrellas, conceptos personificados, reyes deificados, los habitantes del inframundo e, incluso, los bizarros seres protectores mostrados sobre algunos objetos. Algunos estudiosos han señalado que desde sus arcaicos comienzos la religión egipcia se desarrolló en un tipo de monoteísmo. Los textos éticos egipcios se refieren simplemente a dios en singular como la fuerza que gobierna el universo. Los mitos de creación muestran que los egipcios creían en un ser primigenio que había generado un número infinito de deidades, animales y personas. Desde el Reino Nuevo en adelante, ciertos textos tratan al panteón egipcio como un conjunto de almas o formas de este primigenio creador. En el gran ciclo creativo, lo divino siempre se manifiesta en numerosos dioses o
Las diosas fueron bastante a menudo definidas en término de su relación con una deidad masculina. Cuando eran adoradas como parte de una pareja, el nombre femenino era ubicado en segundo término, como hubiera ocurrido en una pareja humana. Sin embargo, si la deidad jugaba un rol maternal, la deidad niño tenía una posición inferior. El desempeño maternal fue más relevante para una diosa que el rol paternal para la mayoría de los dioses masculinos. El amor romántico estuvo casi enteramente ausente en el mito egipcio, pero el maternal fue consistentemente retratado como uno de las fuerzas más poderosas en el universo. Las restricciones en el arte religioso pudieron generar una cierta pasividad en las diosas. En el mito, algunas diosas jugaron un papel dominante. Isis es una figura poderosa porque lucha para vengar la muerte de su marido y para enfocar a su hijo en el trono de Egipto. En el arte, las diosas parecen haber poseído un mayor rango de formas físicas que los dioses masculinos. Sus habilidades para cambiar de forma fueron celebradas con intensidad en el mito. En un episodio mítico, Isis cambia de forma de una vieja grulla a una joven chica y de nuevo a un ave de presa. En términos generales, las diosas fueron más temidas que los dioses, lo cual demuestra que no fueron simpes acompañantes pasivos en el panteón egipcio. Las deidades egipcias funcionaban, muy a menudo, en grupo. Ante la presencia de una divinidad mayor como Re, acreditado con autoridad regia, las demás deidades usualmente actuaban como cortesanos sirvientes. Cuando un dios o una diosa eran denomiEgiptología 2.0 | 13
nados hijo o hija de Re, esto solamente significaba que era su descendiente o su pariente más joven. El más famoso grupo de divinidades egipcias fue el que conformó la Ennéada de Heliópolis, que combinó elementos mayores del pensamiento religioso encajando a Osiris y Horus en el árbol familiar de Re-Atom. Las cuatro, y hasta cinco, generaciones en este árbol genealógico abarcan la historia cósmica desde la creación del mundo hasta el establecimiento del reinado. Los dioses también podían ser agrupados en lo que pareciera ser una familia nuclear, comúnmente, una tríada conformada por la madre, el padre y el hijo. Sin embargo, no se deben tomar estas familias literalmente. Con escasas excepciones las deidades egipcias no eran personalidades fijadas, con historias de vida fijas e inamovibles. La más célebre pareja divina es la que formaban Osiris e Isis, aunque en ocasiones Osiris aparecía como marido de ambas hermanas e Isis podía ser la compañera sexual de su propio hijo Horus. La gran mayoría de las divinidades jugaban roles particulares, como padre, consorte o hijo, en relación al más extenso rango de las demás deidades. El caso de Sobek es, de nuevo, ilustrativo. En el mito, este dios fue, generalmente, el hijo de la diosa creadora Neith. En alguno de sus centros de culto fue emparejado con la diosa serpiente Renenutet, mientras que Horus niño adquiría el papel de su hijo. En algún otro, Sobek se emparejaba con
Pintura con la representación de la diosa
| Egiptología 14 Isis. 1360 a.C.2.0 | Wikimedia Commons.
Difunto ofrendando a Osiris y Anubis. Dinastía XVIII, Museo Egipcio de Turín. | Blue4.
Hathor, siendo el dios lunar Khonsu el miembro joven de la tríada. Este emparejamiento pudo haberse debido a la asociación con el Nilo, en el momento en que Hathor se vincularía con la inundación del río y con el viento del norte, necesario para propiciar la navegación. En el mito, esta diosa podía tener un triple aspecto: como madre, consorte o hija de Re. Era el eterno complemento femenino del dios solar. Para los egipcios de la antigüedad, los dioses fueron primera y principalmente poseedores de poder. A todos ellos se les podía invocar para alguna cosa en concreto, si bien existió un cierto grado de especialización. La naturaleza de la deidad podía expresarse a través de sus nombres y epítetos, pero también por su apariencia y los roles que desempeñara en
Estatua del dios Anubis. Madera estucada. Roemer und Pelizaeus Museum, Hildesheim. | Roemer und Pelizaeus Museum, Hildesheim.
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Representación de Maat como diosa alada. Museo del Louvre, París. | Rama.
los mitos. Los epítetos de lugar fueron los más habituales. Ciertos dioses y diosas fueron simplemente espíritus que presidían una zona, ciudad o rasgo local. Deidades menores, como Sia, dios del pensamiento creativo, fueron meras personificaciones de conceptos que podrían haber permanecido abstractos en otros ámbitos culturales. La diosa Maat, quien personificó el orden divino, comenzó de este modo, aunque se desarrolló posteriormente en una figura más completa en el mito como la hija favorita del dios del sol. Otros dioses, por su parte, fueron vinculados a los elementos del mundo natural, aunque no de un modo simplista. El sol era únicamente la manifestación visible de la gloria de Re, quien derrotaba a la muerte y otorgaba luz y energía a todos los seres vivos. Sin embargo, el mito le confirió a Re otra dimensión como un gobernante falible que se entristecía por las revueltas humanas y las conspiraciones divinas. Ciertas divinidades fueron asociadas con habilidades concretas o con áreas de la experiencia cultural humana (Tot con la escritura, Isis con el duelo y la curación, Hathor con el amor). Tales asociaciones generaron mitos. Las deidades mayores tenían, usualmente, diversas esferas de interés, algunas de la cuales se solapaban con las de otras divinidades. Sirva, una vez más, un ejemplo relacionado con Sobek. Pocas de sus características le eran exclusivas, pero todas ellas juntas formaban un único perfil divino. Mostraba su forma de cocodrilo a la par de otros dioses, como Set y Khenty-khet; al igual que el primero, podía ser consi16 | Egiptología 2.0
Relieve con la representación de Hathor. Metropolitan Museum of Art, New York. | Metropolitan Museum of Art, New York.
derado como el más fuerte de los dioses. Como Min, se creía el más viril de los dioses, capaz de satisfacer cualquier número de diosas. Al igual que Hapy, el espíritu de la inundación anual del Nilo, era adorado para que verdeciese el desierto; era, también, un dios local para la gente en la región de El Fayum, en donde habitaba alrededor de un lago infestado de cocodrilos; era, así mismo, el protector de aquellos que trabajaban en o cerca del agua, como los cazadores de pájaros, pescadores, y lavadores. Era el brutal instrumento del destino que lograba arrebatar a la gente de la muerte repentina, así como una de las criaturas que encarnaba el océano primigenio portando el sombrero con el disco solar. Fue, en definitiva, una deidad que creó, y sostuvo, el mundo. En los himnos y oraciones las deidades son invocadas por su sabiduría, poder y fuerza. No obstante, ese poder tenía limitaciones. Se esperaba que los dioses obedeciesen las reglas de Maat. Estaban sujetos al destino y no siempre sabían lo que podría ocurrir en el futuro. En el mito egipcio, los dioses son representados como entidades de larga vida, y más poderosos y fuertes que la gente común, aunque envejecen y no son invulnerables. En la conocida historia llamada El nombre secreto de Re, el dios solar sufrió las indignidades de la ancianidad y acabó siendo perjudicado por heka (magia), uno de los poderes que había empleado para hacer el mundo. En las luchas efectuadas contra los monstruos del caos o con algunos de otra categoría, las divinidades egipcias podían ser heridas e, incluso, morir. No obstante, tales muertes raramente eran más que un inconveniente temporal. Isis sobrevivió a pesar de ser descabezada; Set fue ejecutado varias veces y de diferentes modos, pero siempre regresaba de Nuevo. En tales casos, se trataba únicamente de un particular cuerpo, o manifestación de la deidad, el que moría. Solamente Osiris parece fallecer en una manera más definitiva, sin que parezca que vaya a regresar a la previa forma vital en Egipto. Algunos textos referidos al mundo subterráneo pudieran sugerir que el dios sol moría cada crepúsculo y renacía cada mañana. Eso era así en virtud de que el tiempo se establecía en ciclos inescapables de nacimiento, muerte y renacimiento. En la mayoría de las inscripciones templarias los dioses parecen ser entidades generosas y graciosas. Casi automáticamente responden a las oraciones y ofrendas difundiendo bendiciones sobre el rey y el resto de la humanidad. Sin embargo, los textos mágicos que ofrecían protección a las personas contra algunas de estas mismas deidades, sugieren que no todo era dulzura y luminosidad. Ciertas manifestaciones divinas, como las siete formas de la diosa-león Sejmet, eran muy temidas. Además, las plagas y las
Escultura de la diosa Sejmet. Metropolitan Museum of Art, New York. | Metropolitan Museum of Art, New York.
guerras que esta diosa infligía solían verse como castigos decretados por el conjunto de deidades. La bondad no fue un atributo automático de las deidades egipcias. El hecho de que un particular epíteto de Osiris haya sido el de “buen dios”, puede ser un indicio de que ese epíteto debió usarse como una manera distinguida de hablar acerca de un terrible dios de la muerte. Se puede recordar al respecto que en ciertas historias demóticas Osiris envía dos demonios para que propicien una guerra civil en Egipto, en tanto que el sacerdote-mago que descubre el plan divino es brutalmente asesinado por Anubis. Los estándares éticos que se esperarían de la gente común no parecen aplicarse entre los dioses, siendo esto el particular resultado del cambio de la interacEgiptología 2.0 | 17
Relieve con la representación de Anubis. Metropolitan Museum of Art, New York. | Metropolitan Museum of Art, New York.
ción de las fuerzas cósmicas en historias humanas con personalidades humanas. En el mito, las deidades pueden ser retratadas con defectos propiamente humanos, como la lujuria, el mal temperamento o los celos. Por otra parte, Cielo y Tierra (Geb y Nut), llegan a ser una apasionada pareja que deben ser separadas por la fuerza para que el proceso creativo pueda llevarse a cabo. En algunas pocas fuentes, incluso el creador dios solar parece ser una terrorífica deidad que consume todo con regularidad. Los dioses, en fin, eran tratados como si existiesen dos tipos de tiempo, un presente continuo, al que se puede acceder a través del ritual, y un pasado remoto, cuando el mundo era completamente diferente. En el primero, las deidades pueden aparecer como seres falibles con deseos y emociones, mientras que en el segundo, son poderosas fuerzas cósmicas cuyas interacciones no son limitadas ni dirigidas por pequeños asuntos humanos. Bibliografía
Sobre el autor
BLACKER, C. & LOEW, M. (1975). Ancient Cosmologies. George Allen & Unwin. Londres.
Julio López Saco (Caracas, 1966), es profesor e investigador titular en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad Católica Andrés Bello.
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Ex-coordinador del Doctorado en Historia en la UCV y ex-coordinador Académico en la Escuela de Historia. Doctorado en Historia y doctor en Ciencias Sociales. Es miembro asociado activo de varios centros de investigación, entre ellos el Centro de Estudios de África y Asia (ULA-Mérida), perteneciente a la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África, y el Centro de Investigaciones Filosóficas y Humanísticas de la UCAB, además de autor de más de una decena de libros y múltiples artículos en publicaciones periódicas cuyas temáticas se centran en los ámbitos culturales de la historia antigua. Se ha especializado en el estudio de las antiguas tradiciones míticas y sus referentes iconográficos, desarrollando una línea de investigación que lleva por nombre: El mito como sustrato de la cultura. Enlaza con el autor
Astronomía Alfonso Daniel Fernández Pousada
Revisión de las Apocatástasis del Ciclo Sotíaco E
Zodíaco de Dendera. Grabado de J. Chapman. | Wikimedia Commons.
n el anterior número de Egiptología 2.0, a través del artículo “Repercusión del ciclo de Calipo en el Calendario Alejandrino”, ya veíamos los controvertidos efectos de la duración real del año trópico, provocando un continuo recalibraje de los ciclos lunisolares y obligando a demorar la implantación del año bisiesto, tal y como pretendía el “Decreto de Canopo”. Pero los efectos de la duración real del año trópico todavía pueden, y deben, extenderse a otros aspectos de la ordenación y medición del tiempo en el antiguo Egipto, como es el caso del ciclo sotíaco. Tradicionalmente, a este ciclo se le atribuye un lapso de 1.460 años. En este punto, hay que llamar la atención sobre el hecho de que este periodo, basado en la repetición de un determinado fenómeno astronómico (a saber, la concomitancia entre el día de año nuevo con el orto helíaco de la estrella Sirio), no fue ni medido ni postulado por una autoridad en el ámbito de la astronomía, como tampoco se emplearon para su cálculo los datos científicos más precisos y modernos involucrados en la observación de la bóveda celeste. Fue el cronógrafo clásico Censorino quien, durante el transcurso del siglo III, razonó la extensión del ciclo sotíaco en base a los siguientes argumentos:
“La Luna no determina el Gran Año verdadero de los egipcios, que los griegos llaman Kunikon [del Perro] y los latinos Canicular, porque toma como año principal aquel en que la elevación helíaca de este astro se produce el primer día del mes que los egipcios llaman Thot. Debido a que el año civil [egipcio] sólo dispone de 365 días, sin contemplar un día intercalar cada cuatrienio, al cabo de cuatro años naturales se produce el adelanto de un día. Por lo tanto, deben transcurrir 1.461 años para volver al principio. Este año es llamado “Helíaco” [heliakos] por unos y “Divino” [theou] por otros” (Censorino, De die Natali, cap. 18). Es necesario aclarar que, pese al dato aportado por el cronógrafo griego, cada ciclo sotíaco abarcaría, a tenor de su razonamiento, tan solamente 1.460 años, puesto que el año 1.461 del primer ciclo equivaldría, a su vez, al primer año del segundo ciclo, solapándose así ambos engranajes. En todo caso, y gracias a los avances de la tecnología, se ha podido constatar que la estimación de 365’25 días para el año solar, empleada por Censorino a la hora de elaborar sus cómputos, es ligeramente inexacta. El año trópico, que mide las posiciones relativas del Sol y de la Tierra y que especifica el lapso temporal transcurrido durante dos solsticios de la misma naturaleza, abarca, aproximadamente, 365’242189 días, como demostró el astrónomo francés Joseph Jérôme Lefrançois de Lalande (1732-1807), lo que viene a expandir el ciclo sotíaco a 1.507’087 años. Pero todavía existe otro tipo de año, el sidéreo o sideral, que refleja el tiempo que tarda en reproducirse la posición relativa de la Tierra y del Sol con respecto a una estrella de escaso o nulo movimiento aparente, año que abarca un total de 365’256363 días, con lo que el ciclo sotíaco quedaría reducido a 1.423’7623 años. Es causa de que autores de reconocido prestigio en el ámbito de la arqueoastronomía, como es el caso de Edwin Charles Krupp, hayan reconocido la necesidad de ampliar los márgenes del ciclo sotíaco, estableciendo una horquilla de fechas que Egiptología 2.0 | 19
oscilen entre los 1.423 y los 1.507 años (Krupp; 1977:208). De hecho, hay un problema estructural subyacente a todo este cálculo. Por una parte, 1.423’7791 años civiles egipcios equivalen a 1.422 años sidéreos; 1.460 años civiles egipcios se transponen como 1.459 años julianos y 1.507’019 años civiles egipcios resultan ser 1.506 años trópicos; dado que cada vez que se completa una era sotíaca, lo que realmente está sucediendo es que el calendario civil egipcio adelanta un año completo con respecto a los años básicos, ya sean estos sidéreos, julianos o trópicos; si bien el razonamiento, tal y como lo asume Censorino, fue desarrollado a la inversa, de manera que nunca procede la adición del año supletorio número 1.461. A mayores, al hacer la resta para validar la anterior apocatástasis, la cronología se debe transponer siempre a años trópicos, sabiendo que la leve diferencia de 0’014174 días entre un año sidéreo y un año trópico provoca la acumulación de un día cada 70’5517 años y de un año completo cada 25.751’37 años, lo que se asemeja mucho, a decir verdad, a la duración del ciclo de precesión de los equinoccios, al cual la astronomía actual atribuye, aproximadamente, 25.772 años. Dado que para datar la civilización egipcia no hemos de remontarnos a tales fechas, debe llegar con saber que no hay que adicionar un año más para localizar la siguiente apocatástasis. Doble ciclo sotíaco Incluso algunos autores han encaminado sus investigaciones a averiguar la duración del ciclo sotíaco a partir del arco de visión de Sirio desde los diversos puntos de observación ubicados en Egipto: Schoch aporta la cifra de 1.456 años; Neugebauer sugiere ciclos de entre 1.455 y 1.456 años; e Ingham apoya la duración comprendida entre 1.452 y 1.454 años. Asimismo, todos estos autores concretan dobles ciclos sotíacos: mientras Schoch habla de 2.912 años, Neugebauer estipula 2.911 e Ingham se decanta entre 2.906 y 2.911 años (O’Mara; 2003:25). En efecto, Heródoto de Halicarnaso relata que los sacerdotes del antiguo Egipto se referían a que las almas de los humanos tienen un ciclo de regeneración de alrededor de 3.000 años hasta volver a hacerse humanas, lo que viene a equivaler a un doble ciclo sotíaco. Por otra parte, Plutarco, en De Iside et Osiride, cuando se refiere al dios Seth-Tifón como polaridad malvada del cosmos frente a su hermano Osiris, el dios bueno y generoso, establece una comparación universal entre los cultos del bien y del mal, equiparando a Seth-Tifón con el espíritu maligno Arimanio y a Osiris con el ente benefactor Oromaces. Durante esta comparación, la estrella Sirio aparece como el agente determinante de la periodicidad de 3.000 20 | Egiptología 2.0
años en el ciclo de las almas, cuando es el lapso de reapariciones de este mismo astro el que determina el ciclo sotíaco, que incluso le debe el nombre:
“También son los egipcios los primeros que hicieron esta afirmación: que el alma del hombre es inmortal y que, al perecer el cuerpo, se introduce en otro ser que sucesivamente se hace vivo; y que una vez ha recorrido todos los seres terrestres y los marinos y los alados, de nuevo se introduce en un cuerpo de hombre que llega a la excelencia; y que este recorrido es realizado por ella, el alma, en tres mil años” (Heródoto; Historia, II, 123). “Oromaces, aumentando su propia talla tres veces, distó del Sol tanto como el Sol dista de la Tierra, y adornó el cielo con estrellas, y a una estrella, Sirio, la estableció sobre todas como guardián y vigilante, y después de crear otros 24 dioses los colocó dentro de un huevo. Pero los dioses creados por Arimanio, iguales en número, agujerearon el huevo (…); uno de los dioses, por turno, domina durante tres mil años, y el otro es dominado, y que durante otros tres mil años luchan, hacen la guerra y uno destruye las obras del otro” (Plutarco; De Iside et Osiride; 370 A-B). No se está refiriendo a mandatos sucesivos de los 24 dioses creados por Arimanio y los 24 alumbrados por Oromaces, de 3.000 años cada uno (lo que alcanzaría la friolera de 144.000 años); sino que se habla de ciclos de 6.000 años (cuatro ciclos sotíacos) divididos en dos partes: una creativa, regida por Oromaces, y otra destructiva, instigada por Arimanio.
Busto de Heródoto de Halicarnaso. Metropolitan Museum of Art, New York. | National Geographic.
Los errores de Censorino Pese a todos estos intentos, ninguna de las cifras reportadas hasta hoy resulta operativa para establecer un ciclo sotíaco funcional, debido a que todos los cuerpos del Universo se encuentran en continuo desplazamiento. En consecuencia, cuanto más alejada esté una estrella, menos pronunciado o casi imperceptible será su movimiento aparente contemplado desde nuestro planeta; pero, a mayor proximidad, más acelerado y evidente se tornará su viaje por el firmamento. Teniendo en cuenta la infinidad de los astros nocturnos y las variables de sus velocidades propias y distancias a la Tierra, la posibilidad de establecer un ciclo válido y aplicable a todos los cuerpos celestes se vuelve una misión imposible. Para colmo de males, el cálculo de Censorino para acordar la duración del ciclo sotíaco toma como referente el año juliano en lugar del año sidéreo, por aquel entonces todavía desconocido. Hay que señalar que los egipcios calibraron la duración del año a partir de una efeméride concreta: la manifestación del solsticio estival. A través de las reiteraciones de este fenómeno astronómico, registradas con meticulosidad y pulcritud por los astrónomos del antiguo Egipto, los nilóticos pudieron alcanzar un valor de gran exactitud para la duración del año solar, inferior a 365’25 días y superior a 365’24 días; a semejanza de los astrónomos mayas, quienes con tecnología semejante a la egipcia, aportaron la cifra de 365’242 días. Diodoro de Sicilia describe así el techado astronómico del Rameseo, el templo funerario de Ramsés II, edificado en la necrópolis tebana:
“Al subir, había encima del sepulcro un círculo de oro de trescientos sesenta y cinco codos de circunferencia y un codo de grueso. Los días del año están grabados por separado y, al margen, están escritos los ortos y ocasos según su curso natural, así como las señales que, según los astrólogos egipcios, los acompañan” (Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica, I, 49,5). Pocos detalles se conocen sobre la biografía de Censorino. Su opúsculo De die Natali constituye un acto de homenaje a su benefactor y mecenas, Quinto Carelio, en el día de su cumpleaños. De ahí el nombre del tratado. Para situar el año de nacimiento de Carelio, Censorino procedió a citar la numeración del año a partir de las diversas fechas utilizadas como referentes temporales durante la época grecorromana. El año 1014 desde las primeras Olimpíadas, el 991 de la Fundación de Roma... En este contexto, el cronógrafo griego introdujo la primera y única referencia que ofrece fechas paralelas a la apocatástasis del ciclo sotíaco, es decir, el final de este lapso milenario:
Techumbre astronómica del Rameseo, donde el orto helíaco de Isis-Sirio coincide con el primer mes de la estación de Axt. | Wikimedia Commons.
“Al igual que a la griega usanza, también los egipcios aluden en sus textos a la existencia de gran variedad de “eras”. Como la que nosotros apelamos “de Nabonnazar”, y cuyo comienzo se estipula en el primer año de su reinado, ocurrido 986 años atrás. También la “de Filipo”, época que se cuenta a partir de la muerte de Alejandro Magno, hace ya 562 años... El inicio de estas eras siempre se hace coincidir con el primer día del mes que los egipcios llaman Thot, jornada que este año acaece el día séptimo anterior a las calendas de julio [25 de junio]. Hace cien años, siendo cónsules
de Roma el emperador Antonino Pío por segunda vez, y Bruto Presente, este mismo día [1 de tot del año 139 d. C.] se correspondió con el decimosegundo [corregido a “decimotercer”] día anterior a las calendas de agosto [21 de julio, corregido a 20], durante el tiempo en que en Egipto tiene lugar la salida solar de la “Canícula” [el perro Sirio]. Por consiguiente, el tiempo en el que escribo es reconocible como el centésimo de este Gran Año [annus magnus], también conocido como Año Solar [annus solaris], “Canicular” [annus canicularis] o “Divino” [annus dei]. Por cierto que he advertido que el punto inicial de estos años, que se podría intuir que comienzan Egiptología 2.0 | 21
en las calendas de enero [1 de enero] o en cualquier otra fecha semejante, es una data tan variable como las diversas opiniones vertidas por los filósofos al respecto. Por esta razón, algunos estiman que el inicio del año natural ocurre con el “Nuevo Sol”, esto es, el solsticio de invierno [novo sole]. Según otros, el solsticio de verano [aestivo solstitio]. Para los demás el equinoccio de primavera [aequinoctio verno], o también el de otoño [autumnali aequinoctio]. Pocos hay que concilien esta fecha con el orto helíaco de las Pléyades [ortu virgiliarum], casi nadie con el orto acrónico de las mismas estrellas [occasu virgiliarum], mientras que para muchos, se trata de la salida de Sirio [canis exortu]” (Censorino, De die Natali, cap. 21). Sabiendo que la muerte de Alejandro Magno se produjo en el 323 a. C., se deduce que el natalicio de Quinto Carelio, ocurrido 562 años después del luctuoso suceso, tiene lugar en el 239 d. C. Es un siglo antes cuando Censorino ubica la apocatástasis sotíaca, lo que nos retrotrae hasta el año 139 d. C. No obstante, el anterior fragmento clásico ha generado gran controversia entre los especialistas, debido a las múltiples erratas en que incurre el autor. Las acusaciones penden sobre la cabeza de Censorino: ¿Acaso manipuló las fechas correspondientes a la apocatástasis sotíaca para congratularse con su mecenas, Quinto Carelio, situando su natalicio en el centenario de la efeméride calendárica más sagrada? (O’Mara; 2.003:21). También se han detectado otras fallas e imprecisiones: debido a la gran distancia existente en Egipto entre el septentrión y el mediodía, el país está dividido en 7 franjas de horario estelar, de manera que el amanecer helíaco de una estrella del Sur es visto en Elefantina 7 días antes que en Alejandría (O’Mara; 2.003:23). No obstante, Censorino no indica el lugar concreto de la observación, limitándose a designar al país de “Egipto” genéricamente. A mayores, el cronógrafo griego asegura que el día de año nuevo egipcio es equiparable al 20 de julio del calendario juliano, idea que comparte un astrónomo a él contemporáneo, Solino (c. 250-280 d. C.). Pero lo cierto es que no existe consenso ninguno entre los autores clásicos a la hora de fijar en el calendario juliano la correspondencia con el primer día del mes de tot. Dositeo (c. 239 a. C.), Hefaistos de Tebas, Salmasio (325 d.
Busto en mármol de Alejandro Magno, siglo II a. C. Obra helenística original de Alejandría. | Wikimedia Commons.
C.), Paladio (350 d. C.) y Aetio (540 d. C.) se decantan por el 18 de julio. Gemino de Rodas (70 a. C.), Claudio Ptolomeo (139 d. C.), Teón de Alejandría (325 d. C.) y Olimpiodoro (565 d. C.) lo hacen a favor del 22 de julio. El sabio griego Metón (425 a. C.) apuesta por la opción correspondiente al 21 de julio. El resto de los astrónomos clásicos, la mayoría, encabezados por la figura de Dióstenes, baraja el 19 de julio como la fecha del calendario juliano que concierta con el 1 de tot. Al convertir los años egipcios en julianos, se puede advertir una nueva objeción a las afirmaciones de Censorino, y es que, teniendo en cuenta que el retraso de 1 día se acumula cada 4 años, también la coincidencia entre el primero de tot con la apocatástasis se produce durante 4 años consecutivos, hasta que el calendario logre acumular las horas suficientes como para que el día de año nuevo se adelante una jornada a esta fecha. Este hecho ha provocado fisuras en los propios egiptólogos y astrofísicos que investigan esta cuestión. Brandes y Ulrich Luft adelantaron la apocatástasis al año 136 d. C.; por su parte, Edouard Meyer, siguiendo al astrónomo Foerster y los numerosos indicios clásicos que estipulan que el año nuevo egipcio era el 19 de julio, ubicó la apocatástasis en el año 140 d.C. (O’Mara; 2003:19). En teoría, si consideramos que el día de año nuevo era el 18 de julio, el cuatrienio de la apocatástasis sotíaca ocurre entre los años 144 y 147 d. C.; si el 19 de julio, entre los años 140 y 143 d. C.; si el 20 de julio, entre los años 136 y 139 d. C.: si el 21 de julio, entre los años 132 y 135 d. C.; si el 22 de julio, entre los años 128 y 131 d. C. En la práctica, el numismático y arqueólogo londinense Reynald S. Poole (1832-1895), cofundador de la Egyptian Exploration Fund, pudo verificar después de efectuar complejos cálculos astronómicos que la elevación helíaca de la estrella Sirio no se solapó al orto solar del año 22 | Egiptología 2.0
nuevo egipcio para la ocasión fijada por Censorino (Poole; 1851:30-31). Sobre este entuerto, puede que arrojen algo de luz las conclusiones del investigador Patrick F. O’Mara (1914-2001 d. C.), miembro del equipo de facultativos de Los Angeles City College, que planteó una hipótesis sorprendente:
“El ciclo de 1.460 años julianos, discutido tanto por los autores clásicos como por los modernos, no es exactamente el mismo que el empleado por los egipcios, con un ciclo de 1.460 años egipcios (que abarca sólo 1.459 años julianos). Ninguno de estos ciclos se cumple en la estrella Sirio tal y como los modernos astrónomos la pueden observar en los cielos. Los dos primeros constituían “concepciones mentales” –construcciones calendáricas– cuyo ciclo no se corresponde con el movimiento real de la estrella. La diferencia entre la Sirio “en la mente”, y la Sirio “en los cielos” era tan pequeña (uno o dos minutos de arco en todo un año) que hay quien imagina que los antiguos no lo notaron, que ni se dieron cuenta. Entonces, ¿cuál es la faceta de Sirio relevante para el estudio de la cronología egipcia, la esquemática o la física?” (O’Mara; 2003:17). La fuente original de Censorino Hemos hablado ya del movimiento aparente de las estrellas a través de la bóveda celeste. En este sentido, la duración del ciclo sotíaco estipulada por Censorino se corresponde con la esquematización griega del fenómeno, obtenida a través de los datos del año solar juliano que, a la sazón, dominaba la astronomía clásica: el año de 365’25 días. Conociendo las proposiciones de Poole, ahora también conocemos que la fecha del 139 d. C. podría ser, igualmente, una esquematización de la apocatástasis, es decir, la conjunción mental (y no real) entre el final del ciclo sotíaco y el día de año nuevo egipcio. Cabe preguntarse en qué fuentes bebió Censorino para establecer tal fecha, teniendo en cuenta que, en realidad, en el año 139 d. C., el día de año nuevo egipcio no coincidió con el orto helíaco de la estrella Sirio. Lo cierto es que con la puesta en marcha del calendario alejandrino, o copto, en el año 26 a. C., quedó roto el engranaje del ciclo sotíaco, pues al comenzar a intercalar 1 año bisiesto entre cada 4, quedó suspendido el calendario civil deslizante que en virtud del año sidéreo (365’256363), juliano (365’25 días) o trópico (365’242189 días), provocaba, respectivamente, la existencia de eras sotíacas de 1.423, 1.460 y 1.507 años. Es cierto que el calendario civil se seguiría utilizando en ámbitos muy reducidos, coexistiendo con el alejandrino, si bien con carácter vestigial. En todo caso, entre el año 26 a. C. y el 139 d. C., tras la reforma, sí que se produjo un pe-
queñísimo desfase, debido a la diferencia entre año trópico y juliano (de apenas 0’007811 días al año), provocando el adelanto de 1 día cada 128 años en el calendario juliano con respecto al trópico; aspecto que también se repite entre el año sidéreo y el juliano (con una diferencia de 0’006363 días al año), generando, en este caso, el adelanto de 1 día cada 157 años en el calendario juliano con respecto al sidéreo. Esto significa que en el año 268 d. C., momento en que Censorino escribió De Die Natali (esto es, 294 años después de la reforma alejandrina), el orto helíaco de Sirio tan sólo se habría desplazado en el calendario juliano entre 1 y 2 días con respecto a la fecha en la que había tenido lugar en el 26 a. C. De hecho, dado que la rueda del ciclo sotíaco se había detenido siglo y medio antes del año 139 d. C., los cálculos para señalar que en ese año se habría producido la concomitancia entre el día 1 del primer mes de la estación de Axt hubieron de realizarse tomando datos astronómicos previos a la reforma del calendario alejandrino. En otras palabras: el año 139 d. C. es tan solamente el producto de unas expectativas matemáticas, aspecto que viene a coincidir con la opinión del investigador Patrick F. O’Mara. Lo más interesante de todo es que, gracias al texto de Censorino, se puede averiguar, de forma más o menos indirecta, cuál fue el documento en que se basó para fechar la apocatástasis sotíaca en dicha época. Volvemos sobre sus palabras:
“La Luna no determina el Gran Año verdadero de los egipcios, que los griegos llaman Kunikon [del Perro] y los latinos Canicular, porque toma como año principal aquel en que la elevación helíaca de este astro se produce el primer día del mes que los egipcios llaman Thot. Debido a que el año civil [egipcio] sólo dispone de 365 días, sin contemplar un día intercalar cada cuatrienio, al cabo de cuatro años naturales se produce el adelanto de un día. Por lo tanto, deben transcurrir 1.461 años para volver al principio. Este año es llamado “Helíaco” [heliakos] por unos y “Divino” [theou] por otros” (Censorino, De die Natali, cap. 18). Vemos que sus cálculos fueron procesados con el año juliano, de 365’25, pronosticando, por consiguiente, la acumulación de 1 día cada 4 años. Ahora bien, de la misma manera que la “Piedra de Rosetta” permitió descifrar los jeroglíficos al contener esta escritura con sus traducciones paralelas al demótico y al griego uncial, para descubrir la fuente de Censorino también se requiere de dobles dataciones seguras, esto es, aquellas fechas sotíacas que no se hayan calculado a partir de la apocatástasis, sino que, con independencia del momento en el que ésta se haya producido, las evidencias arqueológicas permitan establecer su correlación fiable con otro sistema calendárico. Ciertamente, el número de registros Egiptología 2.0 | 23
aportado por las fuentes egipcias se puede contar con los dedos de las manos. Además, tan sólo un par cumple los requisitos establecidos más atrás en este párrafo: por una parte, el “Decreto de Canopo” corrobora que el orto helíaco de Sirio coincidió con el primer día del segundo mes de Smw durante el año noveno del reinado del faraón Ptolomeo III Evergetes. Dicho año, sin lugar a dudas, se corresponde con el 238 a. C., como queda atestiguado por la cronología comparada entre Grecia, Roma, Egipto, Siria y el resto de culturas presentes en la costa mediterránea durante el siglo III a. C. (Lull García; 2004:106). Por otra parte, y como se verá más adelante, al aplicarse la reforma alejandrina, hacia el año 26 a. C., el orto helíaco de Sirio se venía produciendo durante el día 25 del tercer mes de Smw, de lo que no cabe la posibilidad de error dada la cronología mixta, romana y egipcia, que caracteriza a Octavio Augusto (Belmonte Avilés; 2012:321-22).
Ptolomeo III. Metropolitan Museum of Art, New York. | Metropolitan Museum of Art, New York.
Si recapitulamos las fechas conocidas y, a mayores, empleamos el método de Censorino, será posible averiguar si este cronógrafo pudo haberse basado en alguna de ellas a la hora de operar sus cálculos. Por una parte, el primer día del segundo mes de Smw, citado en el “Decreto de Canopo”, equivale al día número 271 del calendario civil, a falta de 94 días para completar el año. Considerando que cada día tardaría 4 años en acumularse, habría que esperar 376 años para llegar al final del correspondiente ciclo sotíaco, cosa que, a tenor de estas cifras, habría ocurrido hacia el año 138 d. C. Sin embargo, dado que Censorino adicionaba 1 año supletorio, abogando deliberadamente por un ciclo sotíaco de 1.461 años, cabría aguardar al siguiente año, es decir, el 139 d. C. para que se produjese la apocatástasis, es decir, el inicio de un nuevo ciclo. Para este caso, como vemos, se cumplen a rajatabla las matemáticas
aplicadas por Censorino. Si tomamos ahora la otra fecha sotíaca, procedente de los tiempos del emperador Octavio Augusto, nos encontramos con que el día 25 del tercer mes de Smw coincide con el día número 325 del calendario civil egipcio, a falta de 40 días para que se acumulen los años suficientes como para alcanzar la apocatástasis. Multiplicando esta cifra por 4 y restando 26 a 160, nos situamos en el año 134 d. C. para el final de un ciclo y dando comienzo el inmediato posterior en el año 135 a. C., cosa que no respeta con precisión la suposición de Censorino, teniendo en cuenta que no formuló su cálculo con margen de error, si no, como ya se ha dicho, a partir de una esquematización matemática basada en la duración del año juliano. Este ejercicio nos sirve, por una parte, para tratar de demostrar de forma sencilla que es imposible datar la apocatástasis sotíaca en el año 139 d. C. basándola en una certeza astronómica (dado que entonces debería existir consonancia entre las apocatástasis calculables a partir de las fechas sotíacas de los años 238 a. C. y 26 a. C.) y, en segundo término, para discernir cuál fue la posible fuente de información empleada por Censorino para llevar a cabo sus propias averiguaciones y que, a la luz de los nuevos hallazgos, hubo de ser, con práctica seguridad, alguna copia o eco del “Decreto de Canopo”. En busca de la apocatástasis perdida Si en vez de manejar los datos correspondientes a la duración del año juliano empleamos ahora las mediciones más exactas relativas al movimiento de Tierra, Sol y estrellas, podremos poner a prueba la hipótesis que presentamos en este artículo. Así, acudiendo al año trópico, que señala el tiempo preciso para aumentar la longitud media del Sol en 360 grados sobre la eclíptica, completando una vuelta a vista de la Tierra, se acepta como media una duración de 365’242189 días, cifra que se suele redondear como 365`2422 aproximando hasta el cuarto decimal. La principal consecuencia es que 1 día tarda en acumularse 4’12900668486 años, en vez de los 4 que postula el calendario juliano. Tomando el año 238 a. C. como fecha segura, a falta de 94 días para completar el 24 | Egiptología 2.0
año, una simple operación matemática nos indica que, al año noveno del reinado del faraón Ptolomeo III Evergetes le restarían 388’126628377 años para alcanzar la apocatástasis sotíaca, que se materializaría en el año 150 ± 3 d. C., siempre que la versión correcta sea la que responde a la duración del año trópico. El margen de error de ± 3 años se obtiene a partir de los 4 años en que la apocatástasis se repite durante la misma jornada. Repitiendo este cálculo, pero partiendo de la fecha sotíaca del año 26 a. C., a falta de 40 días que acumular, esta cifra se transforma en 165’160267394 años, cuya proyección nos emplaza en el año 139 ± 3 d. C., una década más temprano de lo esperado a partir de la misma operación partiendo del año 238 a. C. Una vez más, las fechas sotíacas de la época ptolemaica no se muestran homogéneas, concluyentes, si utilizamos para su búsqueda la duración del año trópico, igual que hemos visto con la del año juliano. Ya tan solamente resta tomar en consideración la duración del año sidéreo, que es el tiempo que trascurre entre dos pasos consecutivos de la Tierra por un mismo punto de su órbita, tomando como referencia a las estrellas, buen augurio, teniendo en cuenta que nosotros tratamos de localizar la coincidencia entre la posición estacional de la Tierra y la observación del orto helíaco de Sirio. El año sidéreo se prolonga en el tiempo durante 365’256363 días, provocando la acumulación de 1 día cada 3’90071890249 años en el calendario civil egipcio de 365 días. Tomando la fecha sotíaca del “Decreto de Canopo”, fechado en el año 238 a. C., y sabiendo que aún restaba la acumulación de 94 días para llegar a la apocatástasis, estos días se traducen en 366’667576834 años que, finalmente, se cumplen a mediados del año 128 ± 3 d. C. La misma operación, a partir de los 40 días que aún estaban pendientes hacia el año 26 a. C., según la fecha sotíaca de la reforma alejandrina, se deduce una distancia de 156’0287561 años con respecto a la apocatástasis, que habría ocurrido en el año 130 ± 3 d. C. Este abanico de fechas es el único que se puede verificar matemáticamente, al ser ambas compatibles entre sí, por lo que, basándonos en las propias observaciones de la antigüedad, parece que el año sidéreo es el que fue responsable de la periodicidad del ciclo sotíaco, como la propia naturaleza del mismo indica. En consecuencia, semeja que las apocatástasis tomadas a partir de la duración del año juliano (134 ± 3 d. C. y 138 ± 3 d. C.) y trópico (139 ± 3 d. C. y 150 ± 3 d. C.) no deberían ser tomadas en consideración durante más tiempo. No obstante, un estudio más a fondo de las restantes fechas sotíacas podría confirmar o desechar la hipótesis aquí razonada, a modo de demostración o refutación, como trataremos de hacer a continuación. Previamente, es
interesante buscar la media real que parecen sugerir las fechas de Ptolomeo III Evergetes y Octavio Augusto. Así, si en el año 238 a. C. faltaban 94 días por acumular, y en 26 a. C., 40 días, se puede constatar cómo en un periodo de 212 años se produjo el acúmulo de 54 días, a un ritmo tal que de 3’92592592593 días por año. Esta velocidad media auspicia, en ambos casos, una apocatástasis en el año 131 ± 3 d. C. y, al procurarse el tiempo que habría de tardarse en acumular 365 días, se genera una duración de 1.432’96296296 años para el ciclo sotíaco, en base a un año de 365’254716981 días. Cuatrienios Llegados a este punto es interesante recordar que la correlación entre el día de año nuevo y el orto helíaco de Sirio coincide en la misma fecha durante 4 años consecutivos, pasados los cuales la duración decimal del año logra acumular 1 día más, separando ambas efemérides. Desconocemos si el año 238 a. C. fue el primero de la correlación, o el segundo, o el tercero, o incluso el cuarto. Lo mismo sucede con el año 26 a. C. Esta casuística implica que las apocatástasis dadas para el siglo II d. C. pueden estar desplazadas por ese ligero margen de error de ± 3 años. Ahora bien, ¿es posible determinar una correspondencia idónea a través de los resultados ofrecidos por las fechas sotíacas del año 238 a. C. y 26 a. C.? Si el año 238 a. C. hubiese sido el primero de la correlación, la apocatástasis se habría producido en los años 128 d. C. (según el año sidéreo), 150 d. C. (según el año trópico) o 138 d. C. (según el año juliano). Si hubiese sido el segundo, el primer año de la apocatástasis habría que adelantarlo a los años 127 d. C., 149 d. C. o 137 d. C., respectivamente. Si el tercero, el primer año de la apocatástasis quedaría datado en los años 126 d. C., 148 d. C. o 136 d. C., respectivamente. Mientras que si hubiese sido el cuarto, entonces el primer año de la apocatástasis se fijaría en los años 125 d. C., 147 d. C. o 135 d. C. Otro tanto ocurre con la fecha sotíaca del año 26 a. C., en la que quizás sea posible encontrar alguna concordancia para alguno de los cuatro tríos anteriores, en función del tipo de año que la produce. Así, si el año 26 a. C. hubiese sido el primero de la correlación, la apocatástasis se habría producido en los años 130 d. C. (según el año sidéreo), 139 d. C. (según el año trópico) o 134 d. C. (según el año juliano). Si hubiese sido el segundo, el primer año de la apocatástasis habría que adelantarlo a los años 129 d. C., 138 d. C. o 133 d. C., respectivamente. Si el tercero, el primer año de la apocatástasis quedaría datado en los años 128 d. C., 137 d. C. o 132 d. Egiptología 2.0 | 25
C., respectivamente. Mientras que si hubiese sido el cuarto, entonces el primer año de la apocatástasis se fijaría en los años 127 d. C., 136 d. C. o 131 d. C. Al hacer la comparación, no se observa correlación entre las fechas dadas por los años trópico y juliano, pero sí hay un par de resultados positivos a través del año sidéreo. Una opción es que el año 238 a. C. fuese el primero de la correlación y el año 26 a. C. el tercero, según lo cual el primer año de la apocatástasis en el siglo II d. C. hubiese sido el año 128 d. C. La otra opción es que el año 238 a. C. haya sido el segundo y el año 26 a. C. el cuarto de la correlación, de forma que el primer año de la apocatástasis haya de reubicarse en el año 127 d. C. En ambos casos, llama la atención que siempre hay un par de años de diferencia, por lo cual el acúmulo de 54 días arriba dicho dentro del ciclo sotíaco se hubo de producir, según esta hipótesis, ya no en 212 años, sino en 210, a razón de 3’88888888889 días al año. Por ende, el año reponderado produciría un ciclo sotíaco de 1.419 años, en base a una duración anual de 365’257142858 días. De hecho, mediante el acúmulo de 1 día cada 3’8888888889 días cada cuatro años, se obtiene la apocatástasis a mediados del año 127 d. C., partiendo de la fecha sotíaca del año 238 a. C., y a mediados del año 129 d. C., partiendo de la fecha sotíaca del año 26 a. C. Fórmulas matemáticas Para facilitar futuros cálculos, todas estas operaciones se pueden expresar de forma matemática, de la siguiente manera: D = 365 / (Ñ - 365); donde la variable “D” es igual a la duración del ciclo sotíaco, calculada en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible. Partiendo de la fecha sotíaca del año 238 a. C., la apocatástasis del siglo II d. C. se puede obtener mediante la fórmula: A = [94 / (Ñ – 365)] – 238; donde la variable “A” es igual a la apocatástasis del ciclo sotíaco en el siglo II d. C., calculada en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible. Partiendo de la fecha sotíaca del año 26 a. C., la apocatástasis del siglo II d. C. se puede lograr mediante la fórmula: A = [40 / (Ñ – 365)] – 26; donde la variable “A” es igual
El astrónomo inglés Edmond Halley fue el primero en percatarse del movimiento propio de la estrella Sirio. The Royal Society. | The Royal Society.
a la apocatástasis del ciclo sotíaco en el siglo II d. C., calculada en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible. De la misma manera, las matemáticas ayudan a localizar la apocatástasis entre los siglos XIV y XIII a. C., mediante la fórmula: A’ = – 238 – [271 / (Ñ – 365)]; donde la variable “A’ ” es igual a la apocatástasis del ciclo sotíaco entre los siglos XIV y XIII a. C., calculada en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible. O bien partiendo de la fecha sotíaca del año 26 a. C., en este caso, a través de la fórmula matemática siguiente: A’= – 26 – [325 / (Ñ – 365)], donde la variable “A’” es igual a la apocatástasis del ciclo sotíaco entre los siglos XIV y XIII a. C., calculada en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible. 26 | Egiptología 2.0
Las apocatástasis resultantes Si consideramos como fecha útil el año 139 d. C. y a partir de ella desandamos los 1.419 del ciclo sotíaco reponderado, 1.423 años que dura el ciclo sotíaco sidéreo, los 1.433 del ciclo sotíaco ponderado a partir de las fechas grecorromanas, los 1.460 del ciclo sotíaco juliano y los 1.507 del ciclo sotíaco trópico, la calculadora arroja, respectivamente, las siguientes fechas para la anterior apocatástasis: 1280 ± 3 a. C., 1284 ± 3 a. C., 1294 ± 3 a. C., 1321 ± 3 a. C. y 1368 ± 3 a. C. Si acudimos año al año 150 ± 3 d. C., las presuntas apocatástasis habrían tenido lugar en los años 1269 ± 3 a. C., 1273 ± 3 a. C., 1283 ± 3 a. C., 1310 ± 3 a. C. y 1357 ± 3 a. C. Acudiendo al año 128 ± 3 d. C. la posible apocatástasis del ciclo sotíaco habría recaído en los años 1291 ± 3 a. C., 1295 ± 3 a. C., 1305 ± 3 a. C., 1332 ± 3 a. C. y 1379 ± 3 a. C. Partiendo del año 131 ± 3 a. C., salen a colación los años 1288 ± 3 a. C., 1292 ± 3 a. C., 1302 ± 3 a. C., 1329 ± 3 a. C. y 1376 ± 3 a. C. Finalmente, con el año reponderado y apocatástasis en 127 d. C. resultan fechas 1292 ± 3 a. C., 1296 ± 3 a. C., 1306 ± 3 a. C., 1333 ± 3 a. C. y 1380 ± 3 a. C. En realidad, 20 de estos 25 resultados deben ser descartarlos, pues se han realizado empleando la combinación de un distinto tipo de año solar (reponderado, sidéreo, ponderado, juliano o trópico) para encontrar la apocatástasis del siglo II d. C. y su correlación entre los siglos XIII y XIV a. C. Siendo estrictos, mediante el año reponderado conseguimos los años 1292 ± 3 a. C. y 127 ± 3 d. C. como apocatástasis; manejando el año sidéreo obtenemos los años 1295 ± 3 a. C. y 128 ± 3 d. C. como apocatástasis; mediante el ponderado logramos 1302 ± 3 a. C. y 131 ± 3 d. C.; a través del juliano tendrían que haber acontecido en los 1321 ± 3 a. C. y 139 ± 3 d. C.; y, finalmente, a partir el año trópico, nos iríamos a los años 1357 ± 3 a. C. y 150 ± 3 d. C. Llegados a este punto, conviene poner a prueba todas estas posibilidades y determinar cuál es la que mejor se adapta a las circunstancias de cada periodo histórico. Cronología ramésida A lo largo de la historia del antiguo Egipto se han preservado otros papiros e inscripciones en las que constan ciertas fechas sotíacas, aparentemente contradictorias y excluyentes entre sí, que quizás puedan ser explicadas, ahora, mediante un cambio de paradigma a la hora de fijar la apocatástasis del ciclo sotíaco. Nos interesan, especialmente, algunas de estas dataciones, especialmente las de las dinastías XIX y XX, por su aparente proximidad con otra de las referidas apocatástasis:
“8. La Cosmología de Nut en el Osireion de Abidos, elaborada durante el reinado de Sethy I, sugiere un orto heliaco de Sothis en IV Peret 16. 9. La mención de la salida de Isis-Sopdet en la mañana de Upet Renpet en el techo del Ramesseum; aunque no es útil para datar, indica que, durante el reinado de Ramsés II, Peret Sopdet y el Año Nuevo coincidían para ciertas latitudes de Egipto. 10. El calendario de festivales de Ramsés III en Medinet Habu. De acuerdo con este calendario, Peret Sopdet se producía en I Akhet en este periodo” (Belmonte Avilés; 2012:321). Sabiendo que la cronología actual, basada en fechas lunares y concordancias con las cronologías de Asia Menor, sitúan el reinado de Menmaatra Seti I entre los años 1294 y 1279 a. C. y el de su hijo Ramsés II Meriamón entre los años 1279 a. C. y 1213 a. C., parece imposible reconciliar las fechas sotíacas del Osirión y del Rameseo con los respectivos gobiernos de los faraones que los mandaron erigir. Ahora bien, la cronología del Osirión es descartable pues, realmente, el día 16 del cuarto mes de la estación prt resulta ser una fecha sotíaca que nos traslada, con práctica seguridad, a la época del Imperio Medio. De hecho, consta un registro idéntico de la elevación helíaca de Sirio, a 16 del cuarto mes de prt, contenido en los papiros de Lahun, tal que parece que los escribas de Menmaatra Seti I se limitaron a copiar literalmente las referencias procedentes del reinado de Jakara Senusret III (Lull García; 2004:106 infra 74). En la carta estelar del Rameseo (el templo funerario de Ramsés II Meriamón) se pone a la diosa Isis-Sirio (Ast spdt sbA) bajo la protección del primer mes de la estación de la inundación, Axt. Si la sincronía entre año real y oficial hubiese cristalizado, en efecto, en 1295 ± 3 a. C., o incluso en el año 1302 ± 3 a. C., apenas unas décadas antes del inicio del mandato de Ramsés, lo que cabría esperar es, como realmente ocurre, que la barca de Isis-Sirio se manifieste en el Rameseo como anuncio del año nuevo, bajo la etiqueta del primer mes de la referida estación de Axt. De todas maneras, teniendo en cuenta que las fechas más tardías de Ramsés II sitúan el final de su reinado hacia el año 1213 a.C. y que la versión más amplia del ciclo sotíaco emplaza una de sus apocatástasis en el año 1357 ± 3 a. C., se genera un arco máximo de 144 años y, en consecuencia, un desfase máximo de 37 o 38 días entre el día de año nuevo y el orto helíaco de Sirio a finales de su reinado. Dicho de otra manera, si la carta estelar del Rameseo fija un paisaje astronómico real, sería correcto que la efigie de Isis-Sirio se muestre todavía bajo el paraguas del primer mes de la estación de Smw o, a lo sumo y en el peor de los casos, en su segundo mes. De lo Egiptología 2.0 | 27
que se concluye, por tanto, que o bien este planisferio recoge una visión idealizada del firmamento y no transmite una fecha específica, o bien para la construcción del Rameseo todavía no se había producido un desfase superior a 30 días (lo que es compatible tanto con la apocatástasis en 1292 ± 3 a. C., como en 1357 ± 3 a. C., en este último caso, siempre que consideremos que la carta estelar del templo funerario del faraón Ramsés II se compuso, a más tardar, en el año 1233 a. C.). No hay acuerdo entre los autores a la hora de situar el comienzo del reinado de Ramsés III Heqaiunu, segundo faraón de la vigésima dinastía. Las últimas investigaciones reflejan unas fechas que oscilan entre 1194 y 1182 a. C. para su inicio, mientras que su término se estipula entre un abanico de fechas que van desde 1163 a. C. como más antigua y 1151 a. C. como más reciente (Belmonte Avilés; 2012:310).
F = – 238 – [241 / (Ñ – 365)]; donde la variable “F” es el año en que el orto helíaco de Sirio coincidió con el día 30 del primer mes de Axt, entre los siglos XIII y XII a. C., calculado en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible. Hecho que también se puede localizar partiendo de la fecha sotíaca del año 26 a. C., en este caso, a través de la fórmula matemática: F = – 26 – [295 / (Ñ – 365)], donde la variable “F” es el año en que el orto helíaco de Sirio coincidió con el día 30 del primer mes de Axt, entre los siglos XIII y XII a. C., calculado en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible.
Para que la fecha sotíaca de Medinet Habu sea cierta debemos estudiar si es posible que durante el reinado de Ramsés III Heqaiunu todavía el orto helíaco de la estrella Sirio concordase con los últimos días del primer mes de Axt o si ya había migrado al segundo mes de dicha estación. Según el año juliano, un mes tardaría en acumularse 120 años a lo largo del ciclo sotíaco (a contar desde el año 1321 ± 3 a. C., pasando al segundo mes de Axt en el año 1201 ± 3 a. C.); según el año trópico, 123 años (a contar desde al año 1357 ± 3 a. C., coincidiendo el orto helíaco a principios del segundo mes de Axt hacia el año 1234 ± 3 a. C.); según el año ponderado, 117 años (a contar desde el año 1302 ± 3 a. C., emplazando el final de la concomitancia del primer mes de Axt en el año 1185 ± 3 a. C.); según el año reponderado, 116 años (a contar desde el año 1292 ± 3 a. C., ubicando el final de la correlación del mes primero de Axt en el año 1176 ± 3 a. C.); y según el año sidéreo, 117 años (a contar desde el año 1295 ± 3 a. C., con lo que habría que fechar dicho tránsito hacia el año 1178 ± 3 a. C.). Se observa que sólo las fechas basadas en los años ponderado, sidéreo y reponderado ofrecen soluciones lógicas. De hecho, las apocatástasis que mejor se acomodan a las fechas sotíacas de la época ramésida son las trazadas a partir de los años sidéreo, ponderado y reponderado, como en efecto debe corresponder al renacimiento de la estrella Sirio por el horizonte, con apocatástasis en los años 1295 ± 3 a. C. y 128 ± 3 d. C., la primera; 1292 ± 3 a. C. y 127 ± 3 d. C., la segunda; y 1302 ± 3 a. C. y 131 ± 3 d. C., la tercera. Partiendo de la fecha sotíaca del año 238 a. C., el tope máximo para observar el orto helíaco de Sirio durante el primer mes del mes de Axt, esto es, el día 30 con que finaliza dicho mes, se puede calcular a través de la siguiente fórmula: 28 | Egiptología 2.0
La nueva cronología adelantaría cuatro décadas la fecha sotíaca de Jakara Senusret III. British Museum, London. | British Museum, London.
Validación mediante otras fechas sotíacas
1295 ± 3 a. C. y 128 ± 3 d. C.
Existen un par de pruebas que pueden dar el espaldarazo definitivo a la hipótesis que aquí presentamos. Se trata de una serie de registros del orto helíaco de Sirio que, al tratar de encajarse con las posibilidades abiertas, tan solamente ofrecen valores lógicos para las apocatástasis calculadas a partir del año sidéreo y del ponderado. La primera de estas anotaciones es “la excesivamente controvertida mención de Peret Sopdet en el calendario escrito en el reverso del papiro médico Ebers, sobre la que se han publicado no menos de 25 artículos en revistas especializadas con explicaciones excluyentes entre sí” (Belmonte Avilés; 2012:321).
Partiendo de la fecha sotíaca del año 238 a. C., la fecha sotíaca del reinado de Amenhotep I Dyeserkara se puede calcular a través de la siguiente fórmula:
La fecha corresponde al año 9 del faraón Amenhotep I Dyeserkara, cuando el orto helíaco de Sirio se pudo observar el día 9 del tercer mes de Smw, esto es, el día número 309 del año civil egipcio, a falta de acumularse 56 días para que esta efeméride astronómica lograse coincidir con la festividad de año nuevo. Dividiendo 56 entre 0’256363 se obtiene un resultado de 218 años necesarios para dicha acumulación a partir del año sidéreo, que adicionados al año 1295 ± 3 a. C., nos sitúan en el año 1513 ± 3 a. C.
F’ = – 26 – [381 / (Ñ – 365)]; donde la variable “F’” es igual al año noveno del reinado de Amenhotep I, en el siglo XVI a. C., calculado en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible.
En cuanto al año ponderado, dividiendo 56 entre 0’25471039776, se obtiene como resultado 219 años a contar desde la apocatástasis del año 1302 ± 3 a. C., lo que ubicaría la concomitancia en el año 1521 ± 3 a. C. En último término, utilizando los valores del año reponderado, de la fracción de 56 entre 0’257142858 se obtienen 217 años que, sumados al año 1292 ± 3 a. C., hacen que nos remontemos hasta el año 1509 ± 3 a. C. Teniendo en cuenta que las cronologías más recientes emplazan el reinado de Amenhotep I Dyeserkara entre los años 1525 y 1504 a. C. (Belmonte Avilés; 2012:309), de manera que su noveno año se habría producido en el año 1516 a. C., la utilización del ciclo sotíaco en base los años sidéreo y ponderado se acerca bastante a las fechas aceptadas por la historiografía moderna e, incluso, apelando al margen de error de ± 3 años ocasionado por los 4 años consecutivos en los que se produce el orto heliaco de Sirio durante el mismo día, podríamos perfectamente datar el “Papiro Ebers” en el año 1516 a. C., que hoy se piensa fue el noveno de reinado de Amenhotep I Dyeserkara. Frente a este acierto, el uso del ciclo sotíaco siguiendo el año juliano coloca la redacción del “Papiro Ebers” en el año 1545 ± 3 a. C., operación resultante de sumar 1321 al producto de 56 por 4. Siguiendo el ciclo sotíaco a partir del año trópico, habría que adelantar la datación, al menos, hacia el año 1588 ± 3 a. C., después de sumar 1357 y el producto de 56 por 4’13. De estos cinco resultados, el único coherente es el que, una vez más, apoya la hipótesis de las apocatástasis en los años
F’ = – 238 – [327 / (Ñ – 365)]; donde la variable “F’ ” es igual al año noveno del reinado de Amenhotep I, en el siglo XVI a. C., calculado en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, ponderado, reponderado, etc., con la mayor aproximación decimal posible. La misma operación se puede realizar, pero partiendo de la fecha sotíaca del año 26 a. C., utilizando entonces la fórmula:
Un problema matemático dentro de un himno a Isis De un año incógnito del reinado del faraón Ptolomeo IV Filopator data una de las más excéntricas referencias al ciclo sotíaco, por la forma en la que está redactada: se trata de un himno a Isis-Sirio, a la que se apoda la “señora de las 14 y ama de las 16”, y quien habría “mantenido su lugar de morada a través del año civil 730 años, 3 meses, 3 días y 3 horas” (Sánchez Rodríguez; 2000:70). Generalmente, y dada la explícita relación que guarda con la estrella Sirio, se ha identificado el número 14 con las centurias que dura el ciclo sotíaco, mientras el 16 se considera la inversión del año 61, generando la cifra total de 1.461 años, de donde se obtendría la duración de la era sotíaca tal y como la enunció Censorino en el siglo III d. C. Ahora bien, al acortar el ciclo a 1.419, 1.423 o 1.433 años, la duración de 1.416 años, que es literalmente la que se incluye en este himno a Isis-Sirio, no ha de parecernos una lectura demasiado descabellada, resultando, incluso, ser una aproximación mucho más acertada a las cifras deducibles mediante los propios registros egipcios. En todo caso, y volviendo al texto del himno a Isis-Sirio, en él se establece una especie de regla de tres, donde si 365 días equivalen a la totalidad del ciclo sotíaco, 3 meses, 3 días y 3 horas van a tener también una correspondencia en tiempo que va a depender de la duración que aceptemos, según se trate del año sidéreo, ponderado, reponderado, juliano o trópico. Dado que se trata de un cálculo complejo, hemos preferido realizar el procedimiento de forma inversa a los anteriores casos, empleando directamente la Egiptología 2.0 | 29
Parte superior de una escultura de Amenhotep I. Musée du Louvre, París. | Wikimedia Commons.
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ten de los años reponderado y trópico, sabiendo que ésta última ya había sido descartada a partir de la cronología ramésida y, más explícitamente, por las fechas sotíacas de Ramsés III Heqaiunu. En cuanto a las fechas aportadas por el año juliano, se observa cómo en la época ptolemaica aún ofrecen valores ajustados que, al incrementar el lapso de tiempo se muestran fuera de lugar, como ocurre con las fechas dadas por Medinet Habu. Parece, por tanto, más razonable considerar que el himno a Isis-Sirio procede de los últimos años de reinado de Ptolomeo IV Filopator, momento que indican los valores de los años ponderado y sidéreo, los cuales también muestran fechas apropiadas para las épocas de Ramsés II Meriamón y Ramsés III Heqaiunu. Yendo algo más atrás, a los tiempos de Amenhotep I Dyeserkara, la única datación lógica vuelve a ser la obtenida partiendo de la duración del año sidéreo. Validación mediante fechas lunares
La composición del “himno a Isis”, cuya regla de tres permite calcular la evolución del ciclo sotíaco, está fechada en tiempos de Ptolomeo IV Filopator. Museum of Fine Arts, Boston. | Museum of Fine Arts, Boston.
siguiente fórmula matemática, calculada a partir de la fecha sotíaca del 238 a. C.: F” = 492 – [177’875 / (Ñ – 365)]; donde la variable “F” ” es igual a un año incógnito del faraón Ptolomeo IV Filopator, calculado en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, etc., con la mayor aproximación decimal posible. De esta manera, con Ñ = 365’25, correspondiente al año juliano, la fórmula ofrece el resultado el año 219 ± 3 a. C. Con Ñ = 365’242189, correspondiente al año trópico, la cifra arrojada es el año 242 ± 3 a. C. Con el valor Ñ = 365’256363, correspondiente al año sidéreo, la fórmula señala el año 201 ± 3 a. C. A partir de Ñ = 365’257142858, correspondiente al año reponderado, se nos sitúa en el año 199 ± 3 a. C. Finalmente, apelando a Ñ = 365’25471039776, que se obtiene del año ponderado, el himno a Isis-Sirio estaría datada en el año 206 ± 3 a. C. Teniendo en cuenta que el reinado de Ptolomeo IV Filopator se extiende, con absoluta certeza, entre los años 221 a. C. y 203 a. C., gracias a la cronología comparada de las culturas mediterráneas de dicho periodo, las únicas dataciones, dentro de su margen de error, que no coinciden con dichas fechas son las que par-
Entre las principales consecuencias de este replanteamiento se encontraría la necesidad de revisar a la baja toda la cronología del Imperio Medio, que durante mucho tiempo se ha venido articulando a través de una fecha sotíaca del reinado de Jakara Senusret III, extraída de los papiros de Lahun y fechada en el día 16 del cuarto mes de prt de su séptimo año como soberano, esto es, el día número 226 del calendario civil egipcio, a falta de 139 días por acumular para lograr la concomitancia de la festividad de año nuevo con el orto helíaco de Sirio. Al hacer las cuentas oportunas (sumando 1295 a la fracción de 139 entre 0’256363), parece comprobarse cómo el año séptimo de Jakara Senusret III hubo de ser, en realidad, el 1837 ± 3 a. C., a tenor de las cifras arrojadas mediante la duración del año sidéreo. Realizando el mismo cálculo con base al año ponderado (sumando 1302 a la fracción de 139 entre 0’25471039776) se obtiene que el año séptimo de Jakara Senusret III tendría que acercarse al 1847 ± 3 a. C. Si hacemos las cuentas a partir del año reponderado (sumando 1292 a la fracción de 139 entre 0’257142858), nos situaríamos hacia el año 1832 ± 3 a. C. Estas fechas se alejan bastante de la interpretación de la mayor parte de los egiptólogos quienes, partiendo de la fecha de Censorino, en 139 d. C. y empleando la duración del año juliano (sumando 1321 y el producto de 139 por 4), ubican el séptimo año de reinado de Jakara Senusret III hacia el año 1877 a. C. Lo más interesante es que, en realidad, otras pruebas astronómicas hablan en favor de colocar a este faraón hacia el año 1837 a. C., en lugar de en torno al 1877 a. C. Así, el investigador Rolf Krauss, al estudiar las fechas lunares de los archivos de Lahun, cayó en la cuenta de que, para que dichas dataciones fuesen correctas, habría que desplazar el Egiptología 2.0 | 31
reinado de Jakara Senusret III cuatro décadas más tarde de lo previsto mediante el ciclo sotíaco:
“Krauss se ha basado sólo en las 21 fechas lunares que proporciona el archivo de Illahun. Éstas abarcan un intervalo de 42 años entre el año 9 de Senuseret III y el año 32 de Amenemhat III. En su análisis, cada uno de los periodos de 25 años entre el 2300 a. C. y el 1300 a. C. (y algunos periodos adicionales antes y después) han sido puestos a prueba (…). Hay sólo una posibilidad que satisface la condición de que al menos el 85% de las fechas registradas sean astronómicamente correctas (podría haber otro, algo por encima del 80%, unos 150 años después, pero es demasiado tarde incluso para la cronología más corta posible). El resultado, aparentemente insoslayable, del análisis es que el primer año de Senuseret III abarcaría desde noviembre del año 1837 a noviembre de 1836 a. C. Esto confirmaría que la fecha sotíaca del año 7 de Senuseret III debiera caer en 1830 a. C., unos 40 años más tarde que la fecha aceptada tradicionalmente por la gran mayoría de los egiptólogos” (Belmonte Avilés; 2012:327). Al poner esta fecha en común con la hipótesis de una apocatástasis en los años 1295 ± 3 a. C. y 128 ± 3 d. C., se observa una notable sincronía, lo mismo que para la hipótesis de los años 1292 ± 3 a. C. y 128 ± 3 d. C., esta última manteniendo un margen de error coherente con las fechas lunares dadas por Krauss. No tanto para la solución con apocatástasis
en los años 1302 ± 3 a. C. y 131 d. C. Es cierto que, a medida que este sistema se va aplicando a periodos más grandes de tiempo, hace acto de presencia una progresiva desviación de las fechas calculadas a partir de la duración del año sidéreo, tal y como ocurre con el año noveno de Amenhotep I Dyeserkara y del séptimo de Jakara Senusret III. No obstante, lo más probable es que estas ligeras variaciones guarden relación con el arco de visión, esto es, el lugar donde se haya realizado la observación astronómica, dadas las 7 franjas de horario estelar existentes entre el Norte y el Sur de Egipto, suponiendo, como va dicho, una diferencia de 7 días entre Alejandría y Elefantina, lo que en términos acumulativos bajo el paraguas del ciclo sotíaco supone un margen de error de ± 27 años, a mayores de los ± 3. Sin olvidar que en periodos tan largos de tiempo va, cada vez más, a influir el movimiento propio de cada estrella, alterando los resultados esperados. De hecho, en los 1.500 años que separan las medidas astrométricas tomadas por Claudio Ptolomeo (100-170 d. C.) para su Almagesto y las de Edmond Halley (1656-1742) al percatarse de que tanto esta estrella, como Aldebarán y Arturo mostraban señales de contar con un movimiento propio, Sirio se desplazó cerca de 30 minutos de arco en sentido sur. Se da la circunstancia de que este periodo de tiempo, 1.500 años, es similar a la duración del ciclo sotíaco, lo que permite imaginar las variaciones de la posición de Sirio en la bóveda celeste que hubieron de producirse entre las distintas apocatástasis del ciclo al que da nombre. Desde la perspectiva de las matemáticas, en base a la fecha sotíaca del año 238 a. C. se puede calcular con más afinación el año séptimo del reinado de Jakara Senusret III mediante la siguiente fórmula: F”’ = – 238 – [410 / (A – 365)]; donde la variable “F”’ ” es igual a dicho séptimo año, calculado en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, etc., con la mayor aproximación decimal posible. Partiendo de la fecha sotíaca del año 26 a. C. se obtiene la siguiente fórmula: F’” = – 26 – [464 / (A – 365)]; donde la variable “F”’ ” es igual a dicho séptimo año, calculado en función de la constante “Ñ”, que representa la duración del año, ya sea éste trópico, juliano, sidéreo, etc., con la mayor aproximación decimal posible.
Todavía en tiempos de Ramsés III la estrella Sirio era visible al amanecer durante el primer mes de la inundación. Museum of Fine Arts, Boston. | Museum of Fine Arts, Boston. 32 | Egiptología 2.0
Conclusión A modo de conclusión, cabe llamar la atención sobre el hecho de que la datación del séptimo año de
La aparición de Sirio al amanecer tras su periodo de invisibilidad anunciaba la crecida del río Nilo. | Wikimedia Commons.
Jakara Senusret III por fechas lunares descarta los valores del año ponderado, juliano y trópico a la hora de tener en cuenta la duración del ciclo sotíaco. Por su parte, la datación por fechas sotíacas ramésidas descarta los valores del año juliano y trópico, mientras que el problema matemático contenido en el himno a Isis-Sirio durante el reinado de Ptolomeo IV también rechaza la posibilidad de la duración de los años trópico y reponderado como base para la duración real del ciclo sotíaco. De esta manera, los años ponderado, juliano y trópico, aun siendo útiles durante la época ptolemaica y romana, cuanto más atrás en el tiempo, experimentan un progresivo retroceso en su validez. Lo contrario ocurre con el año reponderado, que plantea discordancias en la época grecorromana, pero se va reajustando a medida que aumenta el lapso de tiempo. Frente a esto, el que más sólido se muestra y menos desvirtúa las fechas sotíacas, e incluso lunares, de las fuentes originales egipcias es el ciclo sotíaco de 1.423 años, tomando como base la duración del año sidéreo, con la hipótesis de las apocatástasis en los años 128 ± 3 d. C., 1295 ± 3 a. C. (durante el reinado del faraón Seti I, en cuya tumba en el Valle de los Reyes se muestra una imagen idealizada del planisferio celeste donde efectivamente es Sirio, después del cortejo de planetas, el primer decano estelar que se representa), 2719 ± 3 a. C. (a finales de la II dinastía) y 4143 ± 3 a. C. (en plenas observaciones astronómicas de Nabta Playa) saliendo siempre más o menos airoso, pese al escaso margen de error que le hemos atribuido. Creemos que se trata de la única solución viable con una respuesta legí-
tima y armónica a las fechas sotíacas del Imperio Medio, del Imperio Nuevo, de la época lágida y de la dominación romana. ¿Es este análisis astronómico compatible con las aseveraciones de Censorino? Llegados a este punto, no debemos olvidar que sus cálculos están fundamentados en fijar la apocatástasis del ciclo sotíaco en el 20 de julio, si bien retrasando dicha efeméride hasta el 22 de julio, como abogaron Gemino de Rodas, Claudio Ptolomeo, Teón de Alejandría y Olimpiodoro, entonces la apocatástasis se habría producido entre los años 128 y 131 d. C., aspecto que vendría a dar un balón de oxígeno a los planteamientos de Censorino, no tanto por su legitimidad astronómica, pero sí desde el punto de vista moral, al ofrecer un trasfondo veraz a este problema matemático, a pesar de que el cronógrafo griego no tuvo la fortuna de resolverlo mediante la formulación apropiada. Por otra parte, atendiendo a los cálculos astronómicos elaborados por Rita Gautschy, para un observador situado en Alejandría, el primer día del primer mes de la estación de Axt año del 128 d. C. habría coincidido con el orto helíaco de Sirio, tomando en consideración para esta estrella una altura de 2º o 3º sobre el horizonte y un arco de visión de 11º; mientras que el año 1295 a. C. habría sido, igualmente, el año de la apocatástasis para un observador ubicado en Tebas, considerando en este caso altura para la misma estrella de 2º o 3º sobre el horizonte y un arco de visión de 9º. Además, si la observación se hubiese llevado a cabo en Elefantina, dicho año 1295 a. C. habría coincidido con el último año de la primera tetraetéride del ciclo sotíaco, tomando en consideración una altura para Egiptología 2.0 | 33
Sirio de 2º o 3º sobre el horizonte y un arco de visión de 11º, dando soporte científico a los datos presentados en este artículo. Hoy en día, los extraordinarios avances en el campo de la astronomía permiten aclarar en buena medida cómo se comportaron los cielos en épocas remotas, al ser escrutados por los atentos ojos de los sacerdotes astrónomos. Pero las observaciones que éstos realizaron, y que nos han llegado a través de sus registros y representaciones de la bóveda celeste, pese a ser bastante notables, dada la tecnología a la que se tenía acceso en el antiguo Egipto, contienen ligeras imperfecciones, errores derivados de la observación practicada a simple vista. Por lo tanto, estos datos deben también analizarse desde cierta distancia, aprovechando los recursos tecnológicos de la actualidad pero sin abusar demasiado de ellos, tratando de encontrar a todo el conjunto una solución lo más llana y conciliadora posible, tal y como nos refiere el principio científico y filosófico conocido como navaja de Ockham, donde en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. Muchas veces se ha tratado de acomodar las fechas sotíacas en el antiguo Egipto a los datos hoy recabados mediante el uso de la arqueoastronomía, en lugar de tratar de buscar una solución congruente a la inversa. ¿No deberíamos respetar al máximo su metodología, sus principios, su cosmovisión e, imbuidos en ella, tratar de penetrar en la mentalidad de los egipcios, pareciendo más actores del método que investigadores del método? Esta aserción, que no debe confundirse tampoco con la total ignorancia de la astronomía, solamente pretende recordarnos que si a los ojos de los egipcios un fenómeno natural tenía cierta solución y cierto sentido práctico, es importante conocer esa solución y ese sentido específicos a la hora de desentrañar una respuesta que simpatice con todo ello desde una mirada científica. Y para ponernos manos a la obra, es importante desechar definitivamente la fecha dada por un romano y comenzar a dotar de mayor validez y credibilidad a las fuentes egipcias, pese a lo mucho que costará estigmatizar el paradigma del año 139 d. C., tras casi dos milenios en vigor. Bibliografía
Sobre el autor
BELMONTE AVILÉS, J. A. (2012). Pirámides, Templos y Estrellas. Astronomía y Arqueología en el Egipto Antiguo. Crítica, Barcelona.
Alfonso Daniel Fernández Pousada se licenció en periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, profesión que ha ejercido en Radio Voz y Cadena COPE, emisora, ésta última, a la que está vinculado desde 2005 y donde actualmente dirige un magazine dominical.
DIODORO DE SICILIA (1995). Biblioteca Histórica. Libros I y II. Ediciones Clásicas, Madrid. FERNÁNDEZ POUSADA, A. D. (2016). Dibujando Egipto sobre las Estrellas. Lulu Press. Carolina del Norte. HERÓDOTO DE HALICARNASO (1994). Historias. Libros I Y IV. Ediciones Akal, Madrid. KRUPP, E. C. (1977). In Search of Ancient Astronomies. Garden City. Doubleday. LULL GARCÍA, J. (2004). La Astronomía en el Antiguo Egipto. Universidad de Valencia. Valencia. O’MARA, P. F. (2003). “Censorinus, the Sothic Cycle, and Calendar Year One in Ancient Egypt: The Epistemological Problem”. Journal of New Eastern Studies, 62, pp. 17-26. Universidad de Chicago. Chicago. PLUTARCO (1987). Obras Morales y de Costumbres. Akal. Madrid. POOLE, R. S. (1851). The Chronology of Ancient Egypt. John Murray. Londres. SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, A. (2000). Astronomía y Matemáticas en el Antiguo Egipto. Aldebarán. Madrid. 34 | Egiptología 2.0
Su pasión por la egiptología le ha llevado a participar en diversos seminarios organizados por el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto y a publicar un trabajo de investigación sobre los adelantos astronómicos de la civilización del Nilo. Enlaza con el autor
Arte Irene Santamaría Linares
A
Entender el arte egipcio y no desistir en el intento: La escena de caza de la tumba de Nebamón
ntes de entrar en materia es necesario realizar una pequeña reflexión sobre el concepto de arte, muy condicionado por la cultura en la que se ha desarrollado. Cada pueblo entiende las manifestaciones plásticas de una manera, su empleo varía dependiendo de la finalidad que posean dentro del imaginario colectivo; por ese motivo, el mundo occidental, la sociedad en la que hemos nacido, tiene una imagen del arte muy concreta, un conjunto de conceptos que, en la gran mayoría de los casos, no casan con el mundo egipcio. Ese problema inicial se puede resolver si, a la hora de aproximarse a las representaciones plásticas egipcias, se hace desde otro ángulo de vista. Uno de los puntos fundamentales es entender que esas manifestaciones -escultura, monumentos, pintura- no estaban destinadas a ser contempladas, no eran efectuadas para un público, sino que su discurso interno estaba enfocado para otro objetivo: ayudar al difunto en su Otra Vida, venerar a los dioses, mostrar el papel del rey etc., en resumen, su papel era mágico-religioso. Además, las representaciones se regían por el principio de la magia simpática: concepción egipcia por la que creían que la imagen, al ser plasmada en un soporte o tallada sobre un material, adquiría vida propia. Por eso el cuidado con no representar seres peligrosos para los seres humanos o dioses, tales como serpientes, animales de la noche, enemigos etc. En esos casos se aplicaba una mutilación, se eliminaba alguna de sus partes, o incluso se colocaba un cuchillo encima de la figura, para señalar que se estaba suprimiendo esa amenaza -acto que se llevaba a cabo sobre los jeroglíficos, pues al ser cada uno de ellos imágenes tomadas de la vida real también se tornarían seres vivos-.
Nebamón Sentado. XVIII Dinastía, tumba de Nebamón. British Museum, London. | Julia Thorne.
La imagen egipcia tiene su propio lenguaje, es una combinación de elementos que, unidos, transmiten un mensaje concreto: la iconografía y la iconología. El primer hace referencia a todos los componentes de la escena; el segundo, al significado de cada uno de ellos y su re-
lación con la imagen en su conjunto, una visión desde lo más particular a lo más general. La magia simpática explica el curioso modo en el que los egipcios representaban a hombre y mujeres: la cabeza vista de perfil, el torso y abdomen de frente, mientras brazos y piernas volvían a ser plasmados de perfil. El motivo de ese canon tan particular se debe a la necesidad de representar a la persona con una vista lo más Egiptología 2.0 | 35
completa posible de sus componentes puesto que, tras volverse un ente vivo, si le falta algo sería un ser incompleto, condenado por toda la eternidad a ser así. Hay contadas excepciones de ejemplos donde la cabeza se representó de frente y no de perfil, movido por motivos diversos, dependiendo siempre del contexto. Unido a lo anterior, el contexto es importantísimo para entender la imagen egipcia: en un primer nivel, la situación de la escena a analizar, pues es distinto una tumba de un templo, así como la situación geográfica -Tebas, Asuán, Heliópolis etc.- al igual que la época en la que se encuadra. Teniendo todos estos aspectos básicos claros, se puede pasar a entender la imagen que es el centro del artículo: la escena de caza de la tumba de Nebamón, datada en la XVIII Dinastía y conservada en el British Museum (EA 37977). ¿Por qué una escena de caza? La imagen se emplaza en un contexto funerario que, a simple vista, puede causar confusión, pues no se entiende qué tiene que ver el ejercicio de la caza en las marismas con la muerte en el antiguo Egipto. Sin embargo, si se adentra en la iconología de la acción en sí misma, se hallará la respuesta.
Ptolomeo XII masacrando a los enemigos. Templo de Edfú. | Lisa.
Para entenderla, hay que hacer mención del motivo iconográfico del rey masacrando a los enemigos, de la cual ya se tiene constancia desde el faraón Den (I Dinastía). Aunque posee algunas variantes con respecto a si toma a uno o varios enemigos, el trasfondo iconológico es el mismo: es la manera de reflejar el papel que tiene el rey egipcio en el orden cósmico, como intermediario entre los hombres y los dioses. Los extranjeros son el símbolo del caos, del peligro que acecha al orden instaurado y reencarnado en la diosa Maat -que engloba conceptos abstractos y generales como lo son la Justicia, la Verdad, el Ordenlos cuales son neutralizados gracias a la intervención del faraón. Ese papel es exclusivo de su persona, por lo que cualquiera que no sea la majestad de Egipto podría usarlo para la decoración de su tumba. Si uno se fija en la postura de Nebamón, guarda muchas similitudes con el ejemplo de Ptolomeo XII, por lo que se puede realizar una extrapolación de los elementos de la imagen regia a la nobiliaria: el rol de los enemigos masacrados ha sido asimilado al de 36 | Egiptología 2.0
Detalle de la postura de Nebamón. XVIII Dinastía, tumba de Nebamón. British Museum, London. | Richard Mortel.
las aves, dispuestas de forma desordenada, en desbandada, asustadas por la presencia del cazador; la maza ha sido sustituida por un bastón arrojadizo, que en algunos sitios es denominado como búmeran, pero que no tiene nada que ver -el bastón, como su nombre indica, era arrojado y se tenía que acudir a recogerlo en el lugar en el que cayera-; Ptolomeo XII está agarrando por la cabellera a los extranjeros, y Nebamón se encuentra reteniendo a un conjunto de tres patos en vuelo intentando escapar -que muestran, como las manos en señal de temeroso respeto y terror por el rey, miedo ante el noble al intentar escapar de sus intenciones-. Las metáforas del mundo salvaje Uno de los primeros elementos sobre los que se posa la vista del espectador actual es en la rica fauna que complementa la escena de caza de Nebamón: flora y fauna que formaba parte del paisaje nilótico. La bandada se podría entender como un símil de los enemigos que huyen por el miedo que infunde el noble; en esta misma tumba se puede observar una escena en la que de nuevo las aves se pueden entender como una metáfora, la conversación entre el pastor de ocas y otro sirviente: el segundo le increpa al primero sobre el tiempo que tarda en llevar a los animales, aludiendo a que conduce a las Jóvenes Tropas [de…]. Mencionar que este animal se relacionaba, a su vez, con la figura del dios Amón, con el ganso sagrado Gengen-Wer (“Gran Graznido”); en el p.Leyden I 350 se menciona a Amón, con forma de ganso, que cacarea o grazna para dar comienzo a la creación; este ave y la creación se vinculan, además, con la deidad conocida como Gueb -la divinidad de la tierra- que puso un huevo del que nació el ave Benu, iniciando así la creación del mundo.
Detalle de la escena de las ocas. XVIII Dinastía, tumba de Nebamón. British Museum, London. | Libyan Soup.
Otro detalle muy interesante sobre la fauna de la representación es la presencia de un felino, de un gato doméstico, que acompaña a su dueño y que ocupa un lugar en el que se esperaría más un cánido, compañero indiscutible de caza del ser humano desde tiempos inmemorables. El gato en el arte egipcio se presenta en dos contextos: el ámbito salvaje, por lo que es un elemento más de la fauna que conformaba para la visión egipcia del caos
propio de la naturaleza; y el contexto doméstico, bajo la silla de la señora de la casa -pues los felinos suelen estar relacionados, en numerosos casos, con la imagen femenina-. Bien es cierto que este animal también estaba vinculado con una deidad, Bastet -entre otras-, pero en el caso que nos atañe es la imagen del felino como integrante más del ámbito doméstico del dueño de la tumba. Su presencia en la representación es clara: es un ayudante de Nebamón en su lucha simbólica por mantener el caos contenido, retenido para que Maat triunfe en la tierra. No es hasta el Reino Medio que aparezca el felino como elemento iconográfico en escenas de fauna salvaje, con algún temprano ejemplo del gato en el ámbito doméstico en una tumba de la XI Dinastía -y no está claro-. Será a partir de la XVIII Dinastía cuando ese animal ocupe su relevante lugar en el contexto del hogar, acompañando a los difuntos, con algunos detalles que denotan su clara domesticación -como es el caso de la tumba de May (Tebas, XVIII Dinastía). Es maravilloso como en la escena de Nebamón se plasma la dualidad o ambigüedad del felino, ya que es un elemento más del mundo salvaje, desordenado pero que, con la intervención del ser humano, se convierte en una “herramienta” más al servicio de Nebamón para contener las fuerzas del caos. La figura de la mujer y los hijos Otro detalle importante es la presencia de la mujer justo detrás del dueño de la tumba, con una excepción a la representación del género femenino: el tono de piel de la mujer es igual que el del hombre, de tono rojizo. En casi todos los casos, las esposas tienen un color más claro como indicativo, entre otras cosas, de su rol social; ellas tenían el papel de la “señora de la casa”, por lo que estaba recluida en las paredes del hogar, y al no recibir la luz del Sol no tendría una tonalidad tan oscura como el hombre, cuyo trabajo estaba en el exterior de la vivienda. Egiptología 2.0 | 37
Detalle de la esposa de Nebamón. XVIII Dinastía, tumba de Nebamón. British Museum, London. | Julia Thorne.
Lo que sí cumple, como todas las representaciones de esposos, la aspectiva jerárquica, o la diferencia de altura entre los personajes que componen la escena. El hombre tiene el papel principal, es el protagonista de la caza, por lo que aparece en un tamaño mucho mayor que el de la mujer, que en este caso se sitúa detrás de su marido y sosteniendo un ramo de flores. Puede que sean flores de loto que, en la simbología egipcia, aluden a la regeneración al vincularse con el Sol -de ahí que en los banquetes uno de los gestos más representados es el comensal oliendo el perfume de esa planta, ya que alude a la regeneración por el loto y a la acción de respirar, que también tenía connotaciones de vida o de renacimiento-. Su menor tamaño y el hecho de situarse tras Nebamón son indicativos de su concepción como un ser que está por debajo del hombre, reflejo de la sociedad egipcia; en el caso de los esposos sedentes, en muchas ocasiones es la mujer la que rodea con uno de sus brazos los hombros del marido, no como señal de afecto -que puede que también- sino como un indicio de la dependencia de ella hacia su esposo, pues en las altas esferas de la sociedad la mujer no trabajaba, sino que se encargaba de las tareas del hogar -el resto de la población es otra cuestión-. Queda una figura humana por analizar, la presencia de uno de los hijos de Nebamón, que el artesano decidió colocar entre las piernas del dueño de la tumba. Los atributos de la efigie ayudan al espectador actual 38 | Egiptología 2.0
a llegar a la conclusión de que es un infante: la característica coleta que es propia de todos los personajes, masculinos o femeninos, que no han llegado aún a la edad adulta. Ese rasgo distintivo puede estar relacionado, a su vez, con algún tipo de ritual que se realizaría para alcanzar la edad adulta. Si uno se fija en las representaciones de niños en las escenas egipcias los infantes aparecen como el joven que se encuentra en la caza de Nebamón, aunque en este caso el artesano decidió no plasmarlo con el gesto del dedo en la boca, sino rodeando con uno de sus brazos una de las piernas de su padre; el dedo en la boca es un símbolo con el que se transmitía el concepto que tenían los egipcios de la infancia, un periodo de la vida en la que el ser humano no tenía la capacidad de decidir, pues aún no formaba parte de la sociedad de manera plena, aún no tenía designado su lugar en el mundo. Solo a través de un ritual de paso, de la pubertad a la edad adulta, daba “voz y voto” a los niños. Esa idea se refuerza por el hecho de que se puede apreciar, en la escena de Nebamón, que el infante no tiene ningún sexo diferenciado, es decir, uno podría decir que es un niño o una niña, situación que no sucede si se observan las figuras de los dos personajes adultos de la representación. Ese pequeño gran detalle es un indicio de que la mentalidad egipcia no concebía a los niños como seres con sexo, puesto
que al no formar aún de la sociedad no se les había designado ese papel, ese rol de género que debían tomar con la llegada a la edad adulta.
Detalle del niño. XVIII Dinastía, tumba de Nebamón. British Museum, London. | Julia Thorne.
Es necesario añadir que, como su madre, sostiene en una de sus manos un ramo de flores de loto, con las connotaciones que ya se han mencionado unos párrafos más arriba.
Conclusiones Todas las representaciones egipcias pueden entenderse como arte si se perciben desde otro punto de vista, dejando a un lado los conceptos occidentales sobre el arte, en parte heredados del mundo grecorromano. Si la mente se adapta a esa nueva forma de ver las manifestaciones plásticas egipcias estas se podrán entender como arte sin ningún tipo de problema, y tendrán también su justa consideración. La escena de caza de Nebamón es uno de los ejemplos más completos y hermosos que se conservan para entender algunos de los conceptos básicos que encierra el arte egipcio. La rica iconografía que presenta, la iconología que transmiten las imágenes, son una muestra del discurso ideológico de la nobleza que intentaba emular a la realeza en todo lo que pudiera, en demostrar su importancia en la sociedad egipcia a través de juegos de imágenes, elementos iconográficos con doble sentido, y la relación de las imágenes humanas en base a su altura para denotar su relevancia en la sociedad egipcia. Entendida y asimilada esta representación ayuda a comprender todas las representaciones de este tipo a lo largo de la historia egipcia.
Bibliografía
Sobre el autor
DE MORANT, H. (1937). Le chat dans l’art égyptien. Chronique d’Egypte Vol. 12, pp 29-40.
Irene Santamaría Linares nació en Madrid en 1993. Gracias a su familia desde pequeña tuvo el gusanillo de la lectura, empezando ya con adaptaciones de obras clásicas como la Odisea o la Ilíada.
WILKINSON, R. H. (1994). Magia y simbolismo en el arte egipcio. Alianza. Madrid. WILKINSON, R. H. (2011). Cómo leer el arte egipcio. Crítica. Barcelona.
Fue a partir de los 12 años que empezó a sentir una atracción por el antiguo Egipto -a la par que seguía sintiendo una gran pasión por el mundo grecorromano-, lo que la llevó a realizar el grado de Ciencias y Lenguas de la Antigüedad (UAM) y, posteriormente, el máster de Egiptología (UAB). También el arte siempre ha sido algo que la ha atraído, sobre todo porque muchos autores toman referencias clásicas que reinterpretan en sus obras y que uno debe saber desentrañar. “Mi gran sueño es poder transmitir los conocimientos que vaya aprendiendo a los demás, porque solo así se podrá construir una sociedad igualitaria y justa. Todos tenemos el derecho a aprender”. Egiptología 2.0 | 39
Estado Valeria Salgado Marín
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Las cartas de Amarna y el principio colonizador del periodo nuevo en el Imperio egipcio: El inicio de la Diplomacia en Oriente Medio
as configuraciones diplomáticas actuales en Medio Oriente fueron determinadas por distintas dinámicas históricas particulares (contextos sociales, económicos, climáticos y políticos) que llevaron a su vez a tener una predisposición pragmática cuando se trata de relaciones exteriores; y por supuesto Egipto no es la excepción.
Cada una de las dinastías y de los períodos arqueológicos, establecidos desde la egiptología, han mostrado panoramas completamente revolucionarios desde el punto de vista del proceso de configuración política, tanto dentro del Egipto mismo como con sus tribus y civilizaciones limitantes territorialmente: Un ejemplo fundamental que permitió presenciar las dinámicas políticas, determinantes en la permanencia de un poder unificado bajo una misma corona, fue el fenómeno amarniano, aquel período correspondiente al Reino Nuevo (1550-1069 a.C) cimentado bajo la influencia del soberano Amenhotep IV, Akenatón. Akenatón es históricamente reconocido por trazar la senda monoteísta en una civilización donde sus deidades sobrepasaban los 100 en número, lo que llevó a Egipto a una gran crisis interna, dada por el caos político que también eso conllevaba; pero lo que no se conoce muy comúnmente es que esa tendencia a manifestar el culto a una sola figura divina fue dada desde finales del mandato de Amenhotep III, padre de Akenatón, quien dio pie para que su sucesor aplicara el cambio de panteón principal (ya no era
Akenatón. Neues Museum, Berlín. | Miguel Hermoso Cuesta.
el dios Amón, como personificación máxima del poder de creación y fuerza sobre todo lo creado; sino Atón, dios sol que iluminaba y hacía presencia en toda la creación). Gracias a la decisión de Amenhotep IV, Egipto comenzó a sufrir una serie de transformaciones que lo llevaron numerosas veces a preguntarse la efectividad de la mutación social, pues decidió trasladar la capital religiosa y administrativa (Karnak y Menfis, respectivamente) a una sola ciudad que nació desde las entrañas más puras 40 | Egiptología 2.0
de la tierra árida (pues era tierra virgen que había estado en disputa con el Reino de Kush, actual Nubia) y que cumplía con los términos del origen cosmogónico del mundo basado en un montículo como principio: Así nació Akenthatón, “Horizonte de Amón”, sobre una llanura en tierra media del Imperio. Pero ¿qué connotaciones puntuales tuvo ese traslado? En primera medida, el quiebre que significó el monoteísmo centralizado en Atón: Los egipcios poseían sus estructuras políticas fieles a las relaciones divinas de los dioses, manteniendo la figura del dios Amón en la tierra (Faraón) y su convivencia con las demás divinidades como modelo de relaciones de poder entre los que rodeaban al dios viviente y el comportamiento ideal de él mismo. Y en segunda medida, el poco interés que poseía Amenhotep IV en lo referente a las relaciones exteriores, en contradicción con el manejo que le había dado Amenhotep III, donde siempre las agendas internacionales estaban como parte de las prioridades del rey. Pero, en efecto, las necesidades anteceden a los preceptos rígidos de los monarcas, de manera que Akenatón comenzó a tomar medidas cautelares para evitar roces con los reinos vecinos. Con la fundación absoluta de la dinastía amarniana y a las obligaciones contextuales que ello proveía, se dio origen a los primeros indicios de una diplomacia y a ese principio de armonía entre los pueblos netamente estructurado: Las cartas de Amarna. Pero antes de remontarnos a revisar Las Cartas de Amarna, es preciso objetivar las relaciones internacionales que se habían estado llevando a cabo en Egipto antes de Amenhotep IV. Normalmente las relaciones que el Imperio establecía con sus vecinos era de carácter pacífico, siempre en consecuencia con el fin de comerciar e intercambiar elementos con otras poblaciones aledañas. A mediados de la dinastía XII (1800 a.C.), Sesostris III logró tomar parte de territorio nubio para sí, creando allí un puerto de comercio y control migratorio no solo con el Reino de Kush, sino con las tribus que se constituían apartadas de la cuenca del Nilo:
Frontera sur, establecida en el año ocho del reinado de Ja-Kau-re (Sesostris III) ¡que viva por siempre¡ para prevenir que los nubios la traspasen navegando rio abajo o por tierra, con cualquier barca o rebaño nubios, excepto aquel nubio que venga a comercial (irt swnt) en Ikem (Mirgissa) como comisionado (wpwt [y] w-r-pw). Con éstos hay que actuar corectamente (irt.tw nbt nfr), (pero) sin dejar que ninguna (otra) barca de nubios pase por Heh (Semna) sio abajo. Estela transcrita por Sethe. | Galán, J. (1995).
Pero no solo contactaban con otros reinos para comerciar. Ese es el caso de la interceptación de Kamose en una carta enviada por el entonces mandatario de ese momento (1570 a.C. - Dinastía XVII) al rey de Kush, con la intención de solicitar su ayuda para unificar Egipto bajo una misma corona. (Galán, 1995. p 109- 110); o el caso de la reina Hatshepsut (dinastía XVIII) donde mandó una expedición al reino de Punt (Somalia actual) para obtener árboles o frutos que pudieran ser replantados a las orillas de Karnak, no sin antes ofrecer productos típicos de los egipcios como pan, cerveza, vino, carne y frutas al rey de Punt, con el objetivo de darle reconociEgiptología 2.0 | 41
miento frente a los ojos de la Faraón. Así mismo, remontándonos a Tel-El-Amarna, vemos como existieron una serie de campañas de vasallos egipcios que estuvieron ubicados en diferentes lugares del mundo antiguo (Punt [Somalia], Jaru [Siria/Palestina], Kush [Nubia], etc) y que informaban al rey Akenatón cada una de las dinámicas internas de los territorios donde se hallaban: Tutu, uno de aquellos vasallos, expresa numerosas veces ante Amenhothep IV y los hombres de Jaru que viajan hasta Amarna a ofrecer sus tributos.
La tierra entera marcha hacia ti, Jaru, Cus y todas las tierras; sus brazos están hacia ti adornado tu Ka, solicitando humildemente vida: ‘’danos aliento, el terror (que le tenemos) a ti bloquea (nuestras) narices’’. Ellos se dan cuenta (rk) de su bienestar al protegerles tu poder (b3w) de forma victoriosa. Tu fama ha doblado sus estremidades, como el fuego consume la madera. Estela en la tumba de Tutu. | Galán, J. (1995).
De esta forma vemos que la presencia de Egipto en otros países no se daba comúnmente para gobernar o invadir, sino para establecer alianzas de poderes, comercios y sociedades, todo de acuerdo con los niveles de disposición de los regentes. Pero además de hacer envío de vasallos como medio de intercambio en representación del Imperio Egipcio, hubo una manifestación oficial de documentación que se utilizaba para manifestar los deseos de los ‘hombres-dioses’ egipcios, las ya mencionadas anteriormente Cartas de Al Amarna: Numerosos documentos hallados al interior de la abandonada Aketatón referentes siempre de alianzas o tratados establecidos desde todos los rincones del mediterráneo, principalmente que oscila entre 15 y 30 años, aproximadamente, desde el año 30 de Amenhotep III (1360 a.C) y el año 1 de Tutankhamón (1336 a.C) (Morán en González, 2015), en escritura cuneiforme y en lo que parece ser acadio... ¡Acadio! (oralmente en babilonio y escrita en caracteres genéricos en la Baja Mesopotamia) Y entonces... ¿Por qué estaban en Amarna? 42 | Egiptología 2.0
Al respecto se especula que el idioma selecto para establecer relaciones oficiales entre Estados era el acadio (como actualmente el inglés), partiendo del supuesto de que era ampliamente utilizado en todo el mediterráneo. Pero hay un elemento fundamental del que creo preciso partir: Los egipcios, debido a sus condiciones de vida históricas, han sido gentes pertenecientes a una civilización que geográficamente habían sido aislados (que precisamente concuerda con un período historiográfico establecido como pre-dinástico [3100 a.C.] hasta la Dinastía II, o Período Intermedio [2181 a.C.]), lo que llevó a su desarrollo cultural centralizado y un tanto sociocentrista, generando siempre una separación entre nosotros y otros como categoría de comportamiento o naturaleza. Volviendo a las cartas y a su contenido, nos remontamos al análisis detallado realizado por Navarro-Reverter (2003): Las cartas de Amarna contenían tres quiebres temáticos Regalos, comercio y Créditos internacionales. Referente a los regalos, hubo aspectos definidos
como el envío mutuo de vasallos o embajadores:
“Y así año tras año, yo enviaré mi mensajero a tu presencia y tú enviarás tu mensajero a mi presencia” (Egipto y Asiria 36). Teniendo como objetivo la demostración de interés de un rey por el otro:
“Que mi hermano me envíe sus mensajeros para que me traigan su saludo y yo sepa de él” (EA 17). Pero otro de los códigos asociados a obsequios mutuos es la cuestión de la reciprocidad o de gastos para los viajes de los embajadores. Para lo primero, recurro al texto de Mauss (1925) donde el regalo obtiene un valor asociado a un don que debe ser dado recíprocamente; es por eso que, según lo expuesto por Navarro-Reverter, hay ocasiones en las cuales las cartas reflejan el incumplimiento del mismo por parte del faraón:
“Me has enviado […] de oro y no es suficiente para pagar el viaje de vuelta de mis mensajeros” (EA 16). “A pesar de ser amigos, has mandado tres veces a tus embajadores sin un solo regalo para mí” (EA 10). (Gadd en Navarro-Reverter, 2003) Los regalos jugaban un papel fundamental, pues evidenciaban el interés mutuo en las alianzas políticas, además de denotar acontecimientos importantes entre los estados aliados (bodas, ascensiones en puestos de alto rango en ambos estados, nacimientos, etc). Si nos adentramos en detalles del intercambio comercial y los créditos mutuos que a partir de las alianzas comerciales se conforman, vemos que lo escrito en las tablillas corresponde a una forma diplomática de pedir favores concretos, reclamos, y comentarios, de manera que daban muchos rodeos o enaltecían al soberano ajeno con el afán de despistar o disimular la intensión principal. Tal es el caso de una de la carta:
“Como me han dicho en el país de mi hermano hay todas las cosas y mi hermano no necesita absolutamente nada; también en mi país hay de todo y yo no necesito nada” en continuación con:
“Todos ellos lloraron mucho diciendo ‘¿Es esto oro?’ No lo parece. En Egipto el oro es tan abundante como el polvo. Además tu hermano te ama mucho, pero a alguien que amase no le daría estas cosas. Cuánto se necesita es tan abundante en Egipto
como el polvo y cualquiera puede dar a otro tantas cosas que están fuera de cualquier cálculo, ‘Yo les dije’: Ya no podré decir delante de vosotros como lo hacía antes, mi hermano, el rey de Egipto, me ama mucho, mucho” (EA 20). Es curioso como en la mayoría de las tabletas que asignaban relaciones entre Babilonia con Urnaburiash o Kadashman-Enlil en las épocas de Amenhothep III, en Egipto, la mayoría hacen referencia a un terrible abandono por parte de la corte faraónica, lo que deterioró fuertemente la relación entre las dos naciones.¿Por qué existía ese abandono? Precisamente por los aspectos que determinaron las brechas entre los egipcios y el resto del mundo, pues nadie era considerado igual o superior al reino del dios hecho hombre. Aquí es donde haremos un breve recuento sobre las formas en que esos conceptos fueron conformados. Para empezar a hablar en estos términos es necesario aclarar que la población egipcia no fue una unidad cultural ni social, pues como referenciamos a principio del texto, el problema nos remonta a la centralización de poderes y cultos alrededor de las orillas del Nilo, donde más tarde se constituirían como Alto y Bajo Egipto (o mejor conocidas como ‘Las dos tierras’) y finalmente se unificarían políticamente en un solo reino; pero su heterogeneidad siempre estuvo presente, a pesar de que el éxito de la unificación se debió, según Gerván, Olivia y Romero (2014), basados a su vez en términos del antropólogo Fredrik Barth, debido a que había una interacción étnica donde con el tiempo se llegaron a ciertos acuerdos entre grupos diferentes en torno a códigos y valores comunes que posibilitan el contacto, generando a su vez un acuerdo común sobre lo que salía de esos códigos y sobre aquellos que ejercían el caos como medida contraria a lo que incitaban los egipcios netamente originarios (Barth en Gerván et. al, 2014). De esta forma, similar a la que asumieron los griegos frente al resto del mundo, establecieron obligaciones alrededor de quienes desearían hacer parte o tener algún tipo de contacto con el Imperio, como el hecho de hablar egipcio por parte de aquellos que quisieran establecer ese contacto; pero a pesar de esas limitantes, los egipcios consideraban que puede que fuese útil ese tipo de alianzas, pero siempre teniendo en cuenta que no afectaran la Maat (o el orden universal), así que ess encuentros afortunados dependían de la complementariedad respecto a algunos de sus rasgos culturales característicos, lo cual se tradujo en una congruencia de códigos y valores. Esas alianzas eran dadas bajo una figura unificadora (pues, recordemos que a pesar de que los egipcios Egiptología 2.0 | 43
Esas alianzas eran dadas bajo una figura unificadora (pues, recordemos que a pesar de que los egipcios luego del P. Intermedio estaban dispuestos a generar múltiples lazos exteriores, siempre existía una supremacía del Faraón), y es justamente cuando esa figura hegemónica cae con fuerza desde Atón como foco de unidad universal. Un ejemplo es una de las estelas de la tumba TA7:
Imagen donde se referencia, bajo Akenatón, las figuras de seis sujetos: un asirio, un nubio, un semita, un shasu (migrante de algún lugar de Oriente Medio), otro nubio y otro asirio. | Gerván et. al (2014).
Antes de traer los apuntes finales respecto al tema que nos trae hoy, es fundamental observar los datos que nos son expuestos por la anterior estela. Gerván (2014) nos muestra que existe un patrón simbólico que nos remite al alcance divino de la pareja estrella de Amarna: Nefertiti y Akenatón son alcanzados por los brazos/rayos abrazadores del dios Atón, a su vez que hace referencia que está sobre todos los pueblos, pues bajo los reyes egipcios y a sus costados, hay gente proveniente de todo el mediterráneo mientras son garantizados con la protección del faraón y su hueste divina. En conclusión, las cuestiones internacionales dadas 44 | Egiptología 2.0
por el Imperio Egipcio para con otras naciones se dan bajo el marco de arraigo cultural, principalmente permeado por su pasado histórico/social que influye profundamente con la intención conductual que tiene para con naciones como Punt, o Kush, principales enemigos históricos que fueron tratados con profundo desprecio dada su inferioridad frente a la moral egipcia, la Maat; de esta forma, confirmo que la población egipcia en general basaba todo su mundo, tanto interno como externo, bajo los modelos fundamentados en la cosmogonía y epistemología divina; es por eso que al haber sido trasladado el panteón de 150 deidades a una sola, Atón, configuró una alteración profunda desde el génesis de las tra-
diciones egipcias, fragmentando enormemente las cohesiones que hasta ese momento se habían constituido y por ende reconfigurando las posibilidades de entenderse ellos como comunidad cultural frente al resto del mundo.
Akenaton y Nefertiti recibiendo los rayos solares. | Wikimedia Commons. Bibliografía
Sobre el autor
DE LA TORRE, J. (2015). El periodo Amarna. Universidad de Jaén. Jaén.
Valeria Salgado Marín ha dedicado casi su vida entera a alimentar una enorme curiosidad, nacida a muy corta edad, hacia el Antiguo Egipto.
GONZÁLEZ LEÓN, D. (2015). Relaciones interestatales de Egipto durante el bronce final 1600-1100 a.C.: Algunos aspectos. La entrada en escena de un modelo diferente. Universidad del País Vasco. GALÁN ALLUÉ, J. (1995). Aspectos de la diplomacia del Antiguo Egipto hasta CA. 1320 A.C. Sefarad: Revista de Estudios Hebraicos y Sefardíes (n°1), pp 105-126. GERVÁN, H; OLIVA, A. y ROMERO, V. (2014). Ideología étnica durante el período amarniano: ¿límite o contacto con la otredad?. Sociedades Precapitalistas, vol. 3 (nº 2). ARMIJO NAVARRO-REVERTER, T. (2006) Regalos, comercio y créditos internacionales. Según las Cartas de Amarna. Boletín de la Asociación Española de Orientalistas, vol. 39, pp 109-128.
A diferencia de los múltiples novatos en la egiptología, su primer acercamiento fue gracias a un primer libro que se dedicaba casi por completo a la mitología egipcia. Fue motivo suficiente para decidir a qué dedicaría su vida profesional y académica sobrepasando la gran mayoría de tendencias intelectuales de su Colombia natal. Actualmente cursa su tercer año en Antropología en la Universidad Externado de Colombia, dedicado su actual interés académico a los fundamentos históricos y sociológicos de los conflictos efectuados en las múltiples poblaciones oriundas del territorio que consideramos Medio Oriente (Siria-Palestina, Iraq, Jordania, Líbano, Egipto, Túnez, Libia, etc).
SAN ROMÁN, C. (2015). El reinado de Amenofis IV Akenatón. Universidad de la Rioja. Egiptología 2.0 | 45
Arte Amairani Avid Nava
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La presunta invariabilidad del arte egipcio
revalece hasta nuestros días, una imperecedera visión eurocentrista del arte donde los griegos sirven como paragón y parte aguas para definir, estudiar y periodizar la historia de la producción artística humana. Ernest Gombrich, con el usual estilo que caracteriza su obra La historia del arte, trata de rescribir lo dicho hasta su época sobre el “origen del arte” situando a los egipcios como pioneros e inspiración para los griegos: “[…] pues veremos que los artistas griegos realizaron su aprendizaje de los egipcios, y que todos nosotros somos alumnos de los griegos. De ahí que el arte egipcio tenga formidable importancia sobre el de Occidente”. El arte egipcio, como lo analizó Gombrich e incluso Schäfer antes que él, comenzó no como un “arte” per se, pues la producción de toda representación visual estaba dotada de un significado trascendental que, en tiempos Predinásticos se asociaba con el rito e incluso la magia y, en las primeras dinastías del Imperio Antiguo con ritos funerarios. Es curioso que, contrario a la percepción que cualquier representación artística egipcia pueda parecer, en sí mismo conlleva una profunda observación de la naturaleza por parte del artista. Gombrich escribe al respecto: “Esta combinación de regularidad geométrica y de aguda observación de la naturaleza es característica de todo arte egipcio”.
Kouros. Mármol, 530 a.C. The J. Paul Getty Museum, Villa Collection, Malibu, California y estatua de Snofru- Nefer. Piedra caliza, V dinastía, necrópolis de Giza. Kunsthistorisches Museum, Viena. | The J. Paul Getty Museum, Malibu / Kunsthistorisches Museum, Austria.
Por otra parte, en el año 2012 Jerry Saltz, uno de los críticos de arte más importantes del mundo, escribe para la New York Magazine un artículo en el marco de la exhibición “Dawn of Egyptian Art” del Museo Metropolitano de Nueva York donde realiza una interesante conexión entre la época moderna del arte y el “arte antes del arte egipcio”. Intitulado Baby Steps: Where does modern art history start? The Met’s predynastic-Egypt show reveals the beginning of everything, Saltz comienza alabando la yuxtaposición entre constancia e innovación que se observa en el arte del antiguo Egipto:
“El estilo del arte antiguo egipcio es trascendentalmente claro, algo que los niños de 8 años pueden reconocer al instante. Su consistencia y codificación es uno de los más épicos viajes en la historia del arte, uno que dura 30 dinastías repartidas en poco más de 3000 años. Esa es la era -tanto como los 6 imperios romanos, o una docena de norteamericanos- que todos conocemos por sus faraones, sus pirámides, sus esfinges, Tutankamón y Ramsés, y ese breve instante en la dinastía décimo octava donde el arte llega por poco al naturalismo lírico que asociamos con Ingres”
Saltz utiliza la frase “lyrical naturalism” no precisamente porque el arte egipcio fuera “realista naturalmente” tal como una pintura neoclásica sino porque, como Gombrich lo mencionaba con anterioridad, por la delicada tarea de observar lo natural y propio de cada cosa, la representación artística egipcia estaba asociada intrínsecamente con la naturaleza. El pintor del Jardín de Nebamun, no utiliza la perspectiva griega que los modernos conocieron para representar la variedad de árboles que rodean el estanque o el sirviente sentado arreglando 46 | Egiptología 2.0
una mesa. Supongamos que existe un balcón encima de la escena. El espectador únicamente observaría las copas de los árboles y, en el estanque, la fauna solo sería apreciada más no del todo, probablemente solo las ocas en el estanque llamarían nuestra atención. Veríamos la peluca de Nebamun mientras realiza una libación en su jardín y se regocija ante su riqueza. No obstante, esto no es lo que el artista egipcio desea que veamos.
El jardín de Nebamun. XVIII Dinastía, tumba de Nebamun. British Museum, London. | British Museum, London.
El arte del antiguo Egipto utiliza una fórmula que los vanguardistas llamarían después “naïve”, un arte inocente, similar al de un niño en edad preescolar. En él, todos los elementos deben ser claramente distinguidos pues deliberadamente se realizó así. De este modo, en el jardín de Nebamun los árboles aparecen rodeando en estanque de forma completa y los animales en él, son representados en su totalidad pues es importante saber que ahí había fauna. Para facilitar el estudio de la teoría del arte egipcio y el por qué se habla de una “presunta invariabilidad” del mismo el presente capítulo se divide en tres apartados: el arte egipcio como canon e ideología de estado, parataxis del arte egipcio y teoría escultórica
del arte egipcio. El arte egipcio como canon e ideología de estado La preeminencia de la representación escultórica humana no comienza sino hasta el periodo faraónico. Así lo escribe Diana Craig Patch en el catálogo homónimo de la exhibición Dawn of Egyptian Art del Museo Metropolitano de Nueva York: “attempting to interpret early Egyptian art without considering the well documented material of the Pharaonic era unnecesary isolates the early art and, moreover, occasionally leads to misunderstandings”9. Parece ser entonces que, el periodo dinástico del antiguo Egipto inaugura el arte que conocemos ahora, pues fue la Egiptología 2.0 | 47
figura del faraón la que inspiraría el canon que, en periodos predinásticos no estaba definido. Whitney Davis en su artículo Canonical representation in Egyptian Art fue una de las primeras estudiosas de la historia del arte en identificar el “problema del canon”. Davis acuña este término para definir el extenso problema e interrogante acerca de la continuidad de la tradición artística egipcia: “to explain this continuity one must attend to the criteria or principles by with an egyptian artist worked”. Este estilo que, contrario a lo escrito por Craig Patch acerca del arte predinástico, se encontraba totalmente definido y era considerado una forma de representación oficial determinada por la clase gobernante: “official academic style commissioned by highly placed or royal patrons and imitated by other classes”. Asimismo, Davis vería el arte egipcio como una conexión de puntos importantes en donde se encontraban representadas las características más sobresalientes: “the outline-contour of a drawing tends to reproduce the outline of a single directly viewed surface, a “plan” of a surface or connected set of surfaces, or an outline “section” through a tree-dimensional solid”. Gracias a estas características básicas en donde el artista representa lo más importante de la naturaleza del objeto este es inteligible y comprensible. Basta tan solo la unidad espacial de un objeto tridimensional con profundidad en donde se pueden apreciar una multitud de unidades separadas y no relacionadas, para que la composición sea balanceada y simétrica. De este modo, el arte egipcio se podría definir como un modo de representación escultórica esencial, donde los elementos más representativos de la obra se unifican para formar un todo identificable. Cabe mencionar que, pese a que el modo esencial de representación era ampliamente usado por los artesanos, este no era el único método que podían utilizar. Davis sabía, a pesar de esta posibilidad, que las escasas ocasiones en las cuales los artistas egipcios parecieron usar la perspectiva, estas se alejaban completamente del canon preestablecido y, por tanto, este volvía a prevalecer. Una manera de entenderlo es tomar como ejemplo las representaciones de cacería del faraón, las cuales admitían diversas variaciones para acomodar el dinamismo de las diversas escenas implicadas: “representation of the hunt admitted numerous variations on the canonical system of composition- for instance, to accomodate the need to represent motion, an aspect of visual experience- canonical art does not normally investigate”. 48 | Egiptología 2.0
Paleta de Narmer. Limonita labrada, 3000 a.C. Egyptian Museum, Cairo. | Wikimedia Commons.
La famosa paleta de Narmer, perteneciente al faraón de la denominada dinastía 0 (circa. 3100 a.C.) en las funciones propias del deber de un rey: protector y propietario de Egipto. En el anverso, Narmer se muestra en el acto de someter al enemigo nubio. Aunque su figura domina la escena, la cuarta dimensión es simplemente solucionada con unos cuantos trucos: primero que nada, los individuos que se encuentran en un plano anterior al faraón, ya sea por perspectiva o inferioridad de rango, únicamente se muestran más pequeños aunque estén “flotando” en el espacio. Horus y Jonsu, deidades representadas por un halcón y una figura humana respectivamente, asisten al faraón en su tarea. De la misma manera, la jerarquía entre ambas deidades es identificable por su tamaño: Horus, protector del faraón y a su vez, él mismo aquí en la tierra está a la derecha, largo e imponente; Jonsu, se encuentra a la izquierda, simplemente aconsejando. En la parte superior se puede ver una representación bastante arcaica de la diosa Hathor, quien posteriormente consolidaría su preeminencia como protectora del faraón en el Imperio Medio. La interesante solución al “problema de perspectiva” y por lo cual, Davis afirma que en ocasiones existían métodos diferentes que sí se utilizaban, aunque eran poco comunes, “variable within a canonical range of tolerance”, se puede notar en la parte reversa de la paleta de Narmer. Distintas escenas que representan el dinamismo de una simultaneidad histórica son representadas a modo de historieta de comic. Incluso, la primera franja, que denota la marcha victoriosa de Narmer después de haber sometido a los enemigos que amenazaban su reino, muestra a estos masacrados frente al faraón. Está escena es solucionada simplemente mostrando diversas figuras humanas ordenadas de modo horizontal. Posteriormente vemos a dos esclavos sometiendo bestias, claro ejemplo del tipo de ideograma que habla Davis, puesto que sus cuellos se presentan alargados sobre la superficie.
Paleta de cazadores y detalles. Esquisto labrado, 3100 a.C. British Museum, London. | British Museum, London. Egiptología 2.0 | 49
Un ejemplo similar, pero de mayor dinamismo, es la paleta de los cazadores. Aunque sigue sin utilizarse la cuarta dimensión, los elementos de la escena de caza son más dinámicos. Esto es solucionado, a diferencia de la paleta de Narmer donde se utilizan líneas divisorias, simplemente desdoblando la escena en toda la piedra tallada, al estilo que lo harían los cubistas en el siglo XX. Sin embargo, a pesar de estas técnicas, es en este periodo donde nace la representación clásica de faraón en sus “deberes” como rey: 1 - El rey guerrero que derrota a sus enemigos. 2 - El amo que aparece en posición ritual o de majestad, inspeccionando el botín, tropas o hacienda adorando a los dioses. 3 - El faraón en el más allá, en su descanso. Gracias a estas representaciones básicas del faraón en diversos deberes de estado, los artistas egipcios pudieron experimentar con diversas posturas, proporciones y “rupturas del canon” para adaptar la figura del monarca a las situaciones que representaba.
Bibliografía
Sobre el autor
GOMBRICH, E. H. (1997). La historia del arte. Phaidon. Londres.
Amairani Avid es Licenciada en Humanidades por la Universidad Popular Autónoma de Puebla en Puebla, México.
SCHÄFER, H. (2002). Principles of Egyptian Art. Oxford University Press. Oxford. CRAIG PATCH, D. (2012). “The Human Figure”, en Dawn of Egyptian Art. Yale University Press. New York. SALTZ, J. (2012). Where does modern art history start? The Met’s predynastic-Egypt show reveals the beginning of everything. New York Magazine, 6 Mayo, 2012. New York. WHITNEY, D. (1982). “Canonical Representation in Egyptian Art”. RES: Anthropology and Aesthetics, Num. 4. ARISTÓTELES. (2008). “Capítulo primero: los tres tipos de entidad”, pp 469-471. Tomás Calvo Martínez. Madrid. LEPROHON, L. J. (1996). “The Programatic use of the Royal Titulary in the Twelfth Dynasty”, en Journal of the American Research Center in Egypt, Vol. 33, pp 165-171. 50 | Egiptología 2.0
Fue parte del Summer Mentoring Program for College Juniors del Museo Metropolitano de Arte en Nueva York en verano de 2014 siendo su mentora Isabel Stüenkel Curadora Asistente del Departamento de Arte Egipcio. Es Diploma de Postgrado on-line en Egiptología: Espacios, Lenguajes e Identidades, por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). A su vez, es artista y editora freelance de ClioArs Studio. Enlaza con el autor
Mitología Alberto Fernández Boo
E
La creación del mundo según los antiguos egipcios: las cosmogonías
n este breve artículo vamos a hablar de cómo el clero de cada gran ciudad intentó explicar la creación del mundo como la unión de dos fuerzas en continua lucha: el orden y el caos. Para que no triunfara el desorden, era necesaria la intervención de los dioses, sobre todo, los que contribuyeron a la formación del mundo. La mayoría de estos relatos cosmogónicos se elaboraron en época prehistórica (WILKINSON, R. H.; 2003: 10). Las cosmogonías más importantes son las de Heliópolis, Hermópolis, Menfis, Tebas y Esna. Cabe destacar que todas ellas tienen similitudes, puntos en común, como: - El océano primordial, que para los egipcios era conocido como el Nun, analogía del Nilo, de donde nacían los dioses. - La colina primordial en la que se originó la vida, metáfora de los islotes de tierra que quedaban al descubierto tras la época de inundación del Nilo, donde por la acción del sol y el limo del río surgían las primeras plantas. - El sol como ser que hacía posible el desarrollo de la vida. - El demiurgo, es decir, la divinidad creadora que surge de la tierra procedente de la inundación. Puede tener forma de ave benu (fénix) o de niño que surge del loto. A continuación, hablaremos brevemente de las cinco cosmogonías mencionadas anteriormente, comenzando por la heliopolitana. Cosmogonía Heliopolitana Según el Papiro Bremmer-Rhind, en la ciudad de Heliópolis, la antigua Iunu, el grupo creador es la Enéada, pesdyet en egipcio antiguo, que significa grupo de 9. Esta cosmogonía considera que antes de la ordenación del mundo existía el Nun, el agua primordial, que estaba en total desorden. Este líquido fue el “el padre de los dioses”, su creador.
Papiro Bremmer-Rhind. 305 a.C. British Museum, London. | British Museum, London.
En la capacidad creadora del Nun nos encontramos con Atum, diluido en el agua primordial, donde estaba solo. Este dios fue capaz de crearse a sí mis-
mo, lo que nos expresa el concepto de eternidad y su independencia. En la colina primordial, con forma de pirámide, que está situada en la Tierra Alta (lugar donde será construido el templo de Heliópolis), Atum toma Egiptología 2.0 | 51
El dios Shu (el aire) separando a la diosa Nut (el Cielo) y al dios Geb (la Tierra). Detalle del papiro Greenfield, 930-950 a.C. British Museum, London. | British Museum, London.
conciencia de sí mismo, y comienza el proceso creador del resto de dioses. De hecho, comienza creando a Re, pronunciando “Ven a mí”. La creación se produce a través de los fluidos corporales de Atum: bien masturbándose o escupiendo, crea la primera pareja de dioses, Shu y Tefnut.
las plantas. Puede ser representado de pie con una oca en la cabeza, con alguna de las coronas reales o tumbado en el suelo y a medio incorporar, con el peno erecto, tratando de alcanzar a Nut. También posee una faceta funeraria, ya que los muertos eran enterrados en su seno.
Tefnut es la diosa de la humedad, del aire húmedo. Shu, su esposo y hermano, es el dios del vacío entre el cielo y la tierra, que permite la vida de los seres vivos. Se representa como una mujer con cabeza de leona y con un disco solar sobre ésta. También se la identificaba porque porta el ureo como “soberana de la llama”. Por otra parte, Shu es representado con una pluma de avestruz en la cabeza. Ya aparece en los Textos de las Pirámides, donde personifica el aire, pero también el aliento de la persona difunta.
Por otro lado, Nut representaba la bóveda celeste nocturna, por eso se representaba como una mujer con la piel azul cubierta de estrellas, arqueada sobre la tierra, sosteniéndose con las manos. También podemos encontrárnosla como una mujer con un vaso sobre la cabeza y el jeroglífico de cielo o como una cerda que amamanta a los lechones. Cada noche, esta diosa tragaba el sol, que recorría todo su cuerpo durante la noche, dándolo a luz cada día. En su faceta funeraria, hacía renacer a los difuntos y los alimentaba.
Estas dos deidades son complementarias, pues Shu era el aire que preserva y Tefnut la humedad que descompone. De esta pareja surgieron Geb, dios de la tierra, y Nut, la diosa del cielo, los últimos dioses de los que hablaremos en esta cosmogonía.
Atum prohibió a Geb y Nut que copulasen, pues si la tierra y el cielo se unían nada podría existir. El dios del aire Shu fue colocado en medio, ayudado por los 8 genios-pilares Henu, que eran representados con cuerpo de ser humano y cabeza de carnero o halcón.
Geb, el dios de la tierra era un hombre que tenía la piel verde, como deidad dadora de vida, creadora de
Esta prohibición duraba los 360 días del calendario egipcio. A pesar de esto, Nut y Geb consiguieron te-
52 | Egiptología 2.0
ner 4 hijos: Osiris, Set, Isis y Neftis. Esto fue posible gracias a que el dios Tot inventó 5 días suplementarios (conocidos como epagómenos), que complementaban el calendario solar, de manera que no desobedecían a Atum. Cosmogonía Hermopolitana Hermópolis, ciudad de culto del dios Tot, se llamaba en egipcio antiguo Jemenu, es decir, “la ciudad de los ocho”, pues hace referencia a los ocho diosos creadoros, la ogdóada. En esta cosmogonía se produce la creación cuando los dioses, que existían en el caos y eran anteriores al Sol, toman conciencia sí mismos y así comienza el proceso. Aquí no nos encontramos con un solo dios creador, sino con 4 parejas de ranas, elemento masculino, y serpientes, elemento femenino. Se han elegido estos animales porque eran los primeros en aparecer una vez se retiraban las aguas de la inundación.
- Heh y Hehet: que representan lo infinito, lo extraño. - Nia y Niat o Tenemu y Tenemet, representantes de la vida, la indeterminación espacial y de lo oculto. Dicha pareja fue reemplazada, posteriormente, por Amón y Amaunet (escondido). Las cuatro parejas engendraron un huevo, de cuyo interior sale el creador del mundo: Ra, el Sol. En otras versiones quien aparece es Tot, dios de la sabiduría. Estos 8 genios que existen antes que Ra son conocidos como “los ancestros de los primeros tiempos anteriores” o “las parejas creadoras de la luz”. Estas cuatro parejas crean, a su vez, a Nefertem, un niño con un dedo en la boca que personifica al sol, y que cuando abre los ojos ilumina el mundo. Es un dios relacionado con el aroma del loto, que se usa en los ungüentos y perfumes necesarios para los rituales funerarios. Este niño demiurgo, hijo de Sejmet la leona, se menciona por primera vez en los templos de Edfu y Dendera. No obstante, ya aparece en los Textos de los Sarcófagos y en el Libro de los Muertos. Cosmogonía Menfita El dios creador de esta cosmogonía es el dios Ptah, un dios que aparece a finales de los tiempos predinásticos y, posteriormente, en los Textos de los Sarcófagos. Siempre se le representa como un hombre que está de pie con los pies juntos sobre el jeroglífico de maat, envuelto en un sudario del que le sobresalen las manos, pues le son necesarias para sujetar un cetro compuesto por el pilar dyed. A partir de Imperio Medio, a este cetro se le añade los símbolos uas y el anj. Sobre la cabeza dicho dios lleva un gorro, un bonete. Cabe destacar que es el único dios que porta una barba recta, en lugar de la tradicional barba trenzada. Por otro lado, su nombre ya subraya su lado de demiurgo, pues puede significar “el Modelador” o “el Creador”.
Fragmento de un relieve con la representación de Tot, Templo de Luxor. | Wikimedia Commons.
Sus nombres están ligados al caos y son conocidos como los ocho infinitos: - Nun y Naunet: representan el caos, las aguas primordiales. - Kuk y Kauket: representan las tinieblas.
Solamente existe una copia de la Teología Menfita, una piedra rectangular de granito cuyas medidas son de 66 x 137 cm, que se puede observar actualmente en el Museo Británico (EA 498). La piedra, que está grabada en 2 líneas y 62 columnas, fue encargada por el rey Shabako (712-698 a.C.), faraón cushita de la XXV dinastía. Ésta estaba situada en el templo de Ptah, en Menfis. El relato de la creación, grabado en la segunda parte, a partir de la columna 48 y, nos muestra a Ptah, un dios supremo, que crea a través de la palabra, pues “sus sentidos informan al corazón, centro de Egiptología 2.0 | 53
la conciencia y los pensamientos, que da origen a las ideas y ordena a la lengua que las pronuncie” (López, F.; 2005). Por tanto, Ptah fue el encargado de crear a Atum y los demás dioses de la Eneáda heliopolitana, la tierra, los animales, las plantas el hombre, etc. El texto de la piedra de Shabaka se articula en 3 secciones: 1- La mitad izquierda nos habla de la división entre el Alto y el Bajo Egipto, gobernados por Horus y Set, y que posteriormente fueron reunificados por Horus en Menfis. 2- Las 13 columnas siguientes nos explican la cosmogonía menfita. 3- El mito de Osiris es explicado en las 4 columnas finales, así como la explicación de cómo Horus se convierte, finalmente, en el rey de Egipto. En definitiva, en esta piedra observamos tres facetas importantes de la cosmogonía menfita: Ptah es el dios supremo y creador del mundo a través de la palabra; por otro lado, también es el rey de Egipto y el unificador del país; y su capital es Menfis. Cosmogonía Tebana El demiurgo de esta cosmogonía es Amón, dios local de la ciudad de Tebas. En la iconografía puede ser representado: - Como un ser humano que viste faldellín y porta una cola de toro, el collar usej y brazaletes. Su piel puede ser: de color rojo; o de color negro, cuando se asimila al dios Min. Después de época amarniense, su piel comienza a ser azul, como dios del cielo. Su corona consiste en un modius, un tipo de tocado coronado por dos altas plumas de halcón. En la base, puede aparecer un disco solar y de la corona pende una cinta roja, que llega hasta el suelo. - También puede ser representado con cuerpo humano y cabeza de carnero con los cuernos retorcidos, como carnero con una o cuatro cabezas y en los territorios de Nubia como esfinge con cabeza de carnero. A Amón, “El Oculto”, ya se le conoce como entidad creadora desde los Textos de las Pirámide, pero va siendo más importante a partir del final del Primer Periodo Intermedio y, en especial, a partir del Imperio Medio, época en la cual Tebas se convirtió en la capital de Egipto, pasando a ser la divinidad nacional de Egipto. Es un dios del aire, por tanto, puede sentirse pero no ser visto. Asimismo, también es un 54 | Egiptología 2.0
Representación del dios Amón. Templo de Hatshepsut, Deir El-Bahari. | Kairoinfo4u.
dios guerrero y protector de los oasis. Como AmónRe Rey de los Dioses, adquirió en Época Tardía un carácter más universal. Podemos encontrar las versiones de la cosmogonía tebana en el templo de Amón en Medinet Habu, pero también en la puerta del segundo pilono de Karnak. Conocemos bien la cosmogonía tebana gracias a la conservación de monumentos de Baja Época y grecorromanos en Tebas. Ésta tiene mucha influencia de la cosmogonía hermopolitana. Amón-Re es el creador primordial, que podemos identificar con el Nun, existente desde un principio. Por tanto, es el padre de la Ogdóada, el creador de diosas y dioses, por lo que contribuyó en la construcción de los constructores del planeta. En esta cosmogonía, la ciudad de Tebas se asimilaba a la colina primordial. Cosmogonía de Esna En el templo de Esna observamos dos vertientes de la cosmogonía. En la primera se adoraba al dios Cnum, divinidad que probablemente era predinásti-
ca, representada con cuerpo humano y cabeza de carnero con los cuernos ondulados. Asimismo, portaba la doble corona o una jarra de agua, jeroglífico que se relaciona con una palabra semítica cuyo significado es oveja.
No obstante, es durante el reinado de la mujer faraón Hatshepsut cuando es nombrado como forjador de dioses, hombres y animales, ya que los moldea en un torno de alfarero, ayudado por la diosa Heket, que da vida a los seres humanos.
Era una divinidad del agua, lo que explica que sea entendido como un dios que da origen a la vida. Por tanto, se le relaciona con el Nilo. De hecho, por este motivo era conocido como “Señor de la Primera Catarata” y era el encargado de vigilar las fuentes del Nilo.
En segundo lugar, podemos observar la cosmogonía de Neit, que si bien fue escrita en el siglo II de nuestra era, la fuente original corresponde a un periodo ya en la dinastía XIX, ejemplo de ello es su aparición sobre el sarcófago de Mineptah.
En su vertiente de dios creador, en los Textos de las Pirámides se le describe como constructor de naves y de una escalera que conduce al cielo. En los Textos de los Sarcófagos ya se nos muestra como un dios creador de animales y hombres.
La diosa Neit es “el Padre de los Padres, la Madre de las Madres, el ser divino que comenzó a ser”. En el inicio de los tiempos, al igual que Atum en la cosmogonía heliopolitana, Neit se encontraba en el interior de las aguas primordiales como fuerza creativa, por lo que posteriormente dio lugar al tiempo y todos los elementos. La creación es realizada a través de la enumeración de 7 propósitos: 1- Neit crea una plataforma de tierra, sus 4 santuarios: Esna, Sais, Pi-Necher y Buto. 2- Crea la ciudad de Dep, es decir, Buto, en el Delta del Nilo. 3- Da vida a 30 dioses, a los que otorga un nombre y una tierra donde vivir. 4- Crea todo a partir de la palabra, como Ptah. 5- Anuncia el nacimiento de Re. 6- Explica la fiesta del primer día del año, en la que la diosa se transforma en vaca. 7- En su espalda, Neit lleva el sol de Esna a Sais en su espalda. así los enemigos de Ra no lo podrán atrapar. De todas las cosmogonías conocidas en Egipto, debemos destacar que es la única mujer diosa que es demiurga, la creadora de todo lo que existe, pues el resto de divinidades creadoras son hombres. Por último, vamos a hablar de la importancia del dios Re, que en todas las cosmogonías se mezcla con el demiurgo, con lo que siempre es el creador de todo lo que existe. El dios Re
Representación de la diosa Neit. Templo de Hatshepsut, Deir El-Bahari. | Wikimedia Comons.
Re, como creador del mundo, se mezcla con el demiurgo de cada cosmogonía para hacer el cosmos y las leyes por las que éste se rige. En definitiva, es Egiptología 2.0 | 55
Re, representado con cabeza de carnero y cuernos enroscados horizontalmente. Capilla de Taharqa. Ashmolean Museum, Oxford. | Aidan McRae Thomson.
una divinidad universal, puesto que actuaba en: el cielo, donde es el rey de las/os diosas/es, incluido el faraón; en la tierra decide sobre los fenómenos naturales que actúan en cada una de las estaciones; y en el mundo inferior. Es un dios muy antiguo, cuya importancia comienza en el Periodo Tinita (Dinastías I y II), aunque debemos destacar que desde el comienzo de la cultura religiosa egipcia el sol siempre ha estado muy presente. No obstante, no tenemos una prueba real de culto a Re hasta la dinastía II, con el nombre del faraón Raneb, cuyo significado es “Re es mi señor o el señor del sol”. Iconográficamente, Re es representado como un hombre con cabeza de halcón, que lleva un disco solar sobre su cabeza y un ureo, cuyas primeras manifestaciones aparecen en los templos de las pirámides. En cuanto a su imagen como dios-animal, podemos verlo como un halcón, un carnero, el pájaro benu y la esfinge. En forma inanimada, se puede presentar como el disco solar alado, que representa 56 | Egiptología 2.0
la unión de Re y del halcón real. Sin embargo, es representado de forma diferente en su viaje nocturno, pues aparece con cuerpo de hombre, cabeza de carnero y los cuernos enroscados horizontalmente, representando la fusión del ba de Re y el de Osiris. Esto asimila a Re a un dios funerario y a Osiris le otorga funciones solares. Por último, no podemos olvidarnos de que en los Textos de las Pirámides se describe a Re, el creador, en sus tres manifestaciones como: Jepri (“el que surge”), el sol que sale cada mañana, en forma de escarabajo, del este del horizonte; Re Haractes (“el sol del horizonte”), que atraviesa el cielo en su barca solar durante el día; y es Atum, “el Señor de Todo”, al anochecer cuando es tragado por Nut, que lo da a luz a diario. En conclusión, a partir de la Dinastía V, el dios-sol Re comienza a ser considerado un dios estatal, por lo que se construye el templo de Re en Heliópolis y se produce un aumento de los templos solares.
Paralelo a este fenómeno, en la misma Dinastía, el poder del clero de este dios fue creciendo en detrimento del clero del resto de los dioses. Tanto es así, que casi todos los dioses del panteón sufrieron una solarización a partir de la dinastía V. De hecho, como ya hemos mencionado anteriormente, desde la Dinastía VI Re pasa a ser un demiurgo, un dios creador, y los otros dioses creadores se asocian a él. En definitiva… Los antiguos egipcios se dotaron de una serie de cosmogonías, casi todas prehistóricas, para explicar la creación del mundo y los seres vivos, que se basa en el concepto de dualidad por oposición, es decir, así como existe el caos también el orden. El triunfo de este último se debe, evidentemente, a la intervención de los dioses, los creadores del mundo. Para recapitular, debemos recordaros que las cosmogonías más importantes son las de: Heliópolis, Hermópolis, Menfis, Tebas y Esna. Por último, no podemos acabar este artículo sin destacar que en todas las cosmogonías cobra total protagonismo el hombre como dios creador, excepto en una de las vertientes creadoras de la cosmogonía de Esna, la cosmogonía de Neit, única creadora de todo lo existente.
Bibliografía
Sobre el autor
WILKINSON, R. H (2003). The Complete Gods and Goddesses of Ancient Egypt. The American University in Cairo Press. Cairo
Historiador, que estudia con perspectiva de género el Antiguo Egipto, cultura de la que es un apasionado. Su otra gran pasión es la arqueología. De hecho, ha participado como alumno en el field camp del Proyecto Amenhotep Huy, excavación del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto de Madrid.
Webgrafía LÓPEZ, F. (2000). Los Mitos de la Creación - Introducción. Amigos del Antiguo Egipto. http://amigosdelantiguoegipto.com/?page_id=7916 LÓPEZ, F. (2005). La Teología menfita y la Piedra de Shabako. Amigos del Antiguo Egipto. http://amigosdelantiguoegipto.com/?page_id=7922
En la actualidad, se está especializando en Egiptología, pues está estudiando el Máster Propio en Egiptología: Historia, Arte, Religión, Cultura, Lengua y Arqueología de la Universidad de Murcia (CEPOAT). Enlaza con el autor
The British Museum: The Shabako Stone. Collection online. http://www.britishmuseum.org/research/collection_online/collection_object_details.aspx?objectId=111561&partId=1 Egiptología 2.0 | 57
Vida cotidiana Cláudia Barros
Comer como un egipcio E
n el Antiguo Egipto el hambre no era un problema, pues se trataba de un país próspero, y la tierra de Kemet era suficientemente rica y fértil, a excepción de los tiempos de agitación social y desorden político, o debido a los malos años agrícolas, de reducido caudal del Nilo o de sus llenas. Las únicas diferencias serían en la cantidad y cualidad de los productos consumidos entre las varias clases sociales (Andreu, 2005). “Una pequeña gavilla por día es todo lo que recibo por mi trabajo”, nos dice un campesino mientras trabaja.
Preparación de patos. Tumba de Nakht (TT52). Dinastía XVIII. | Famous Pharaohs.
La estrecha simbiosis entre el sol, el agua y los hombres permitió que este país aprovechara de la mejor manera su riqueza y propiciara a sus poblaciones una producción de alimentos variada y a la altura de sus necesidades (Andreu, 2005). La agricultura, que desde muy temprano fue uno de los recursos esenciales de Egipto, Ju-
ntamente con las llenas del Nilo, se volvieron el gran gran manantial de riqueza de toda Kemet. La inundación del Nilo (akhet) propiciaba una fertilidad muy importante, enriqueciendo las tierras de un lodo lleno de aluviones, cuya presencia posibilitaba un saludable crecimiento de las culturas, originando una agricultura extensiva y una economía próspera. Para las zonas del desierto, muy lejanas del Nilo, fue creado un complejo sistema de irrigación artificial, compuesto por una serie compleja de canales secundarios, que llevaban el agua hasta estas regiones y sus poblaciones (Andreu, 2005). El campesino trabajaba la tierra, o las propiedades del Faraón, bajo la jurisdicción de un arrendatario, o de un señor noble o burgués, cultivando una variedad gigantesca de géneros alimenticios; en el momento de la cosecha, una parte sería colectada por funcionarios reales, la perteneciente al ‘‘Tesoro Público’’. El restante quedaba para el campesino, como pago por su labor. A mediados de Septiembre-Noviembre se iniciaba el peret, momento en el que el caudal del Nilo bajaba, y así empezaba la intensa actividad en los campos. El campesino lanza las semillas en el suelo aún húmedo, o hasta líquido. Generalmente, algunos animales, como cabras y ovejas, eran dejados en el campo, o llevados por los pastores para que pisotearan la tierra y para que la hicieran más dura (Lévêque, y otros, 2014). Los dos principales cultivos egipcios eran el lino, para la confección de la ropa, y los cereales, como la cebada, el trigo y la avena. El trigo tuvo una extrema importancia, puesto que era la base de la alimentación, era utilizado para elaborar pan y cerveza, los alimentos esenciales para todos los egipcios. Después de sembrar los campos, el campesino se encargaba del cultivo de las verduras, en las zonas más próximas al rio o de los canales, debido al hecho de que este tipo de cultivos necesitaba de una mayor cantidad de agua y de un riego abundante, y con gran regularidad (Lévêque, y otros, 2014). 58 | Egiptología 2.0
Era muy frecuente la existencia de pequeñas huertas y pomares en las casas, favoreciendo una variedad enorme de frutas y verduras, como pepinos, lechugas, guisantes, col, apio, colinabo, cilantro, cebolla, comino o melón. Inmensos árboles, como el sicomoro, las palmeras datileras, granados, higueras, hacían parte del paisaje casero egipcio. Además de las huertas privadas, existían extensos viñedos que producían para todo el país, y en cada casa había un jardín con un viñedo privado, que necesitaba de un riego abundante y un tratamiento muy cuidado. La uva moscatel negra muy dulce, bastante apreciada, era consumida en forma de fruto o de vino, en fiestas y banquetes reales. Así como la agricultura, el pastoreo, la caza y la pesca tuvieron un peso muy grande en la economía egipcia y en todo su desarrollo. Eran un medio de suministro de leche, carne, pieles y pescado. Aproximadamente en el III milenio, asistimos a una intensa tentativa de domesticar las especies salvajes del desierto y de los pantanos, como las hienas, las gacelas, las garzas reales, los antílopes. Pero algunos de estos animales eran muy feroces y muy difíciles de domesticar, lo que hizo que los egipcios abandonasen esta idea y se dedicasen a los rebaños de ovinos y bovinos, como carneros, cabras, ovejas, burros, bueyes o vacas. Los grandes rebaños de ovinos y bovinos conducidos por los pastores por la tierra de Kemet eran riados para dos singulares funciones, la de labrar la tierra y la de producir leche. La carne de bovino tenía un precio muy elevado para
Escena agrícola. Tumba de Sennedjem (TT1). Deir El-Medina. | Mindomo.
las clases sociales más desfavorecidas, siendo exclusiva de la clase dirigente y noble. Las cacerías y pesquerías estaban reservadas a los nobles, familia real y altos funcionarios de la administración, y eran vistas como una simple diversión y un deporte. El desierto y los pantanos eran sus zonas de elección, para dichas prácticas. La caza era también practicada por los nuu, individuos especializados en la caza en el desierto. Algunos cazadores podían acumular esta tarea con la función de guardia de frontera (Lévêque, y otros, 2014). Alrededor de 1600 a.C., la caza sufre una pequeña modificación, con la introducción del caballo en Egipto, después de la invasión de los Hicsos. Desde entonces, los egipcios comienzan a cazar a gran velocidad, con un carro tirado por caballos. La caza sería realizada con bumeranes, arcos y flechas, o con redes de grandes dimensiones, bien estiradas en una zona plana, en la que participaban cinco o seis hombres. En la pesca se recurría a un arpón para las especies de mayor tamaño, redes de arrastre, nasas o líneas de anzuelos. Los pantanos eran las zonas más apreciadas para la pesca, pero también se pescaba en el Nilo, en los canales, en la costa mediterránea o en el Mar Rojo. Después, el pescado era abierto por el medio y puesto a secar en el barco o tierra. Normalmente noo era para consumir inmediatamente, generalmente se secaba o a salaba, para una mejor y mayor conservación. Egiptología 2.0 | 59
Peces como la perca, la carpa, el sargo o la anguila, eran algunos de los ejemplares más preciados y consumidos. La avicultura egipcia se pautaba por la cría de las aves al aire libre, y en libertad. Los patos y gansos eran las principales aves de corral, muy apreciadas por los egipcios. El pollo sólo sería domesticado aproximadamente por hacia el siglo XV a.C.
El pan y la cerveza se encuentran en lo más alto de la subsistencia egipcia. Eran la base de la alimentación, y estaban hechos con los mismos cereales, cebada y trigo. De uno resultaba el otro.
La apicultura aparece poco documentada en las tumbas, sin embargo, la miel se generalizó en muchos sectores de la vida cotidiana, como en la perfumería, la farmacopea y la pastelería (Andreu, 2005). La dieta egipcia los egipcios, normalmente, hacían tres comidas por día. Dos más “pesadas”, por la mañana, y otra por la noche; y un posible almuerzo, más comparable a una merienda, muy frecuente por los campesinos que necesitaban bastante energía para el trabajo en el campo.
Dieta egipcia. Tumba de Menna (TT69). Dinastía XVIII. | National Geographic.
El almuerzo más común de un trabajador egipcio estaba compuesto por una cebolla y un pepino crudos, con un pan y una taza de cerveza (Ryan, 2016).
Los productos hortícolas y las legumbres son una parte muy relevante de la dieta cotidiana egipcia.
La cena, degustada por la noche, sería abundante y muy completa, compartida en familia, cuándo todos finalmente se reunían.
Hay un consumo notable de cebollas, habas, ajos, lechugas, garbanzos, pepinos, alubias, lentejas, guisantes y coles.
Antes de reunirse en la mesa, la familia se lavaba las manos con agua de un jarro, que cada comensal tenía al lado de su plato. Tanto las familias nobles, como las más humildes comían siempre con las manos.
Eran muy típicas las patatas y hortalizas estofadas, con carne, pescado o aves de corral. Para que las comidas pudieran quedar más sabrosas, los platos ,eran condimentados con cominos y cilantro.
Aproximadamente en el III milenio, los individuos comían en el suelo, con la comida en una gran fuente central.
En los pomares egipcios se tenía acceso a una gran cantidad de fruta todo el año. Se cultivaban higueras, granados, palmeras datileras, cuyos frutos eran usados para hacer zumos y vinos dulces.
Sin embargo, con el tiempo, se nota un progresivo abandono de esta costumbre, y en la V Dinastía, cerca de 2500 a.C., aparece una mesita baja de piedra alrededor de la cual se reunían.
Los dátiles e higos podían no solo ser consumidos frescos, sinó también secos. Los frutos secos eran muy apreciados por los antiguos pobladores del Nilo.
La vajilla estaba hecha mayoritariamente de arcilla, recogida en los márgenes del Nilo, fabricada y cocida por el alfarero en un horno municipal.
La miel era un producto muy codiciado y deseado, reservado a las grandes élites o las personas con mayor poder adquisitibo, puesto que las colmenas eran muy raras. Cuando no se tenía miel para los alimentos y bebidas, se endulzaba con dátiles.
Esta era una cerámica grosera, muy espesa, de coloración arrón, y no presentaba ninguna decoración. La pirámide alimenticia egipcia se fija en una diversidad enorme de productos, desde el pan a los hortícolas y frutícolas, a la carne y pescado, hasta la cerveza, la leche y el vino. 60 | Egiptología 2.0
Después de descuartizarla y cortarla en trozos, la carne era preparada y cocinada por las mujeres del hogar. Normalmente se comían guisados de vaca, antílope, carnero, gacela y cerdo, aunque éste fuera raro.
Las aves, como los gansos, palomas, o patos, favorecían un importante complemento de carne a las poblaciones, y tenían un precio muy asequible, eran degustadas horneadas, guisadas o a la plancha.
Para elaborar el vino, las uvas eran pisadas a pie, y posteriormente el jugo era almacenado en grandes jarrones cerámicos sellados, donde fermentaba naturalmente.
Los animales del desierto, por su carne fina, podían ser hallados en las mesas nobles y en los grandes banquetes reales, donde se hacían majestuosos asados. La carne, en un espeto, era colocada en un brasero y girada varias veces hasta quedar lista.
Es difícil evaluar la cocina y la gastronomía de esos tiempos, dado que no tenemos demasiadas referencias, que puedan darnos a conocer las recetas de más utilizadas por los egipcios (Andreu, 2005).
El pescado, como la perca, la anguila, o el sargo, también eran consumidos asados, y condimentados con hinojo, cilantro, eneldo, tomillo, o anís. Además, estas especias eran parte de la composición de multitud de remedios, no siendo productos exclusivamente culinarios. En lo referente a las bebidas, tenemos la cerveza, considerada la bebida favorita de los antiguos egipcios, muy popular, y muy presente en su vida cotidiana. La leche de vaca, oveja, burra y cabra podía ser bebida de forma líquida o cuajada, con un poquito de sal. Una de las comidas típicas entre los trabajadores de las canteras y los astilleros era una especie de patatas con leche, cebolla y pan (Andreu, 2005). El vino, un producto de lujo, era consumido solamente en ocasiones especiales, destinado a los nobles y altos dignatarios. La clase dirigente adquiría su vino de las regiones de El Fayum y del Delta, pero también podían importarlo de tierras extranjeras, como Canaán, o de los oasis del desierto libio. La viticultura obligaba a un riego constante y a un extremo cuidado de manutención, no apto para cualquier persona, que requería de individuos preparados para tal finalidad.
Pan y cerveza El pan y la cerveza eran los bienes alimenticios más populares en todo el Antiguo Egipto. Como la carne, la preparación del pan era una tarea de las mujeres de la casa. El grano era aplastado con una piedra hasta volverse harina, muy bien tamizada. Se añadía leche, agua, sal y especias, mientras se amasaba el preparado. La masa era dividida en pequeñas porciones redondas y planas, las más comunes, pero también en forma de cono o triangulares, y puestas a fermentar en un escalón de la puerta de las casas. En un relieve de Imperio Antiguo se puede observar una gran variedad de pan, cerca de diecinueve tipos de diferentes, desde el pan plano hasta el cónico, el triangular, el oval, el blanco o el cuadrado. El más común y más simple era el pan redondo y plano, hecho con harina, un poquito de sal y agua. Había también pan dulce con sabor a támaras y miel. El pan era cocido en el horno de la cocina, formado por una laja encima de tres piedras, o sobre una piedra, en una hoguera. En el Imperio Medio ya se utiliza un horno de ladrillo alto y cilíndrico (Andreu, 2005). Después de cocido, el pan podía ser rellenado con habas y alubias, u otros ingredientes, e inge-
La colecta de uvas, y la preparación del vino. Tumba de Nakht (TT52). Dinastía XVIII. | National Geographic. Egiptología 2.0 | 61
Aventadores. Tumba de Menna (TT69). Dinastía XVIII. | Kairoinfo4u.
rido con la famosa cerveza egipcia. La preparación de la cerveza era otra tarea perteneciente a las mujeres. Su producción estaba muy ligada a la del pan. En una talla o en un jarrón cerámico se añadían algunos pedazos de pan sin hornear y un poco de agua dulce, dejándolo fermentar. Cuando la fermentación alcanzaba el nivel alcohólico necesario, el líquido era filtrado y colocado en un ánfora, para que después la cerveza pudiera ser distribuida, comercializada y consumida. Ésta no podía tener un grado de alcohol muy elevado, puesto que era usada como forma de pago a los trabajadores. Normalmente, la cerveza, se daba también a los jóvenes en el almuerzo (Ryan, 2016). Muchas veces, la cerveza se consideraba como una óptima alternativa al agua poco limpia que corría por los canales de los pueblos del interior. La cerveza, además de sabrosa y atractiva, poseía diversos grados de robustez, muchas veces reforzada con miel, zumo de támaras o diferentes especias dulces, que conseguían esos tan apreciados tipos de cerveza.
Recolección del trigo. Tumba de Menna (TT69). Dinastía XVIII. | Kairoinfo4u. 62 | Egiptología 2.0
Menús funerarios Los egipcios daban especial importancia a la vida después de la muerte, y así se encargaban de reunir el máximo número de objetos y enseres para que les acompañaran en su “nueva” vida. La comida no era una excepción, también formaba parte de los ajuares, tanto de los nobles como de las clases más desfavorecidas. Alimentarse y tener comida en el más allá, era una de las mayores preocupaciones de los egipcios. Para preservarla por toda la eternidad, los egipcios momificaban la comida, secándola con sal, y impregnandola con resinas, como hacían con los cuerpos de los difuntos. Una de esas sustancias era la procedente de un árbol relacionado con el pistacho, y se colocaba encima de las carnes rojas. Era una resina importada del Líbano y Siria, y debido al gran coste que tenía, sólo era usada por las clases más ricas. Era muy normal depositar en los ajuares funerarios piernas de bovino y venado enrolladas en lino, antílopes, patos, pequeños pájaros, o gansos. Gran parte de las representaciones en las tumbas egipcias nos muestran ofrendas de pan y cerveza en grandes cantidades, además de carnes rojas y blancas, que eran muy “preciadas” (Ryan, 2016). En sus menús funerarios apenas se incluían pescados o carne de cerdo y oveja, ya que eran productos consumidos en durante su vida terrenal de forma cotidiana y el egipcio no deseaba pasar toda la eternidad comiéndolos. En las ofrendas fúnebres eran usados platos, tazas y fuentes de piedra, obra de artesanos muy hábiles. Sin embargo, también se podían encontrar recipientes cerámicos de terracota, de refinada elaboración. En la tumba de Tutankhamón, el arqueólogo Howard Carter descubrió más de cien cestas con restos de cebada, pan, higos, uvas y melón. Además, fue hallado un jarrón con residuos de una sustancia liquida dulce, posiblemente miel, y varios recipientes de vino.
Bibliografía
Sobre el autor
ANDREU, G. (2005). A vida quotidiana no Egipto no tempo das pirâmides. Ediçoes 70. Lisboa.
Cláudia Barros es licenciada en Arqueología por la Universidade do Minho (Braga, Portugal). Este año va a cursar el primer año de Máster en Arqueología, en la misma universidad.
HERRERA, M. C; BRUNET, T. C; CASTRO, G. D; ROMANILLO, J. M; QUERL, M; y Gómez, m. s. (1976). Grande história universal - O Egipto e os grandes impérios, Vol. III. Alfragide. Portugal. LABORDE, S. (2017). Following the sun: A pratical guide to egyptian religion. Lulu Press. LÉVÊQUE, P; CAQUOT, A; DANMAVILLE, J; GLASSLASSNER, J. J; LEROI-GOURHAN, A. y GRÉLOIS, J. P. (2014). As primeiras civilizações da idade da pedra aos povos semitas. Ediçoes 70. Lisboa. RYAN, D. P. (2016). O Antigo Egipto. Por cinco deben ao dia. Bizâncio. Lisboa.
Su interés por el Antiguo Egipto, Mesopotamia y culturas Mesoamericanas y Andinas, apareció en 10º grado, y fue lo que le impulsó a especializarse en Arqueología. En un futuro inmediato desea especializarse en Egiptología, a pesar de que todavía no tiene decidida una rama concreta. Uno de sus mayores sueños es tener su propia excavación en Egipto, la Mesopotamia, Perú, Bolivia, México, o la Amazónia. Enlaza con el autor
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Egiptología Marta Pérez Torres
Los Petrie y su legado
H
ace poco tiempo visité el Museo Petrie en Londres y, realmente, me sorprendió. Realicé cientos de fotografías que aún estoy catalogando, y comencé a indagar sobre la figura del arqueólogo que le da su nombre, Flinders Petrie. Consultando libros (muchos de ellos están en abierto online) y páginas webs fiables, fui tomando notas de su trayectoria. Me llamó mucho la atención su esposa, Hilda Petrie, que estuvo a su lado durante tantos años, trabajando codo con codo. Así que amplié mi campo de consultas también a su trabajo. Resultado de esas anotaciones es el presente artículo, en el que hago un resumen de la vida de estos dos arqueólogos y un breve comentario final sobre mis impresiones en el Museo. Espero que sea de vuestro agrado. Sir William Flinders Petrie Sir William Matthew Flinders Petrie, nació en 1853 en Londres (Gran Bretaña). Era hijo de William Petrie, un ingeniero económicamente acomodado, y de Anne Petrie, la hija de un conocido explorador de tierras australianas. En sus primeros años, debido a sus problemas de salud, recibió la educación en su casa, sin ir al colegio ni a la universidad. En el caso de la arqueología y la egiptología fue autodidacta, aunque aprendió de su padre disciplinas como naturaleza y geometría. “Mi madre, que hablaba cantidad de lenguas extranjeras, había decidido atiborrarme la cabeza desde la edad de ocho años. Caí enfermo y el doctor ordenó dejarme tranquilo durante bastante tiempo. Iba de aqui para allá para mi gran dicha. Alrededor de los 15 años comencé a frecuentar el British Museum, y rápidamente me supe de memoria las colecciones egipcias”. (W.F. Petrie).
Sir William Matthew Flinders Petrie. | The Petrie Museum of Egyptian Archaeology.
Más tarde fue pupilo del arqueólogo Pitt Rivers, metódico en su trabajo y en la recogida de muestras de sus excavaciones. El trabajo de Rivers, al igual que el de Petrie, sentó las bases de la arqueología moderna. Desde 1875 hasta 1880, Petrie trabajó en varios pro-
yectos en Gran Bretaña, destacando su estudio de Stonehenge, del que realizó magníficos planos que fueron publicados al finalizar el citado estudio en “Stonehenge: Plans, Description and Theories”. En esos mismos años demostró su nivel de metodología en el libro “Metrología Inductiva, o la recuperación de antiguos patrones de medida a partir de los monumentos”, obra aun de actualidad. Ya en 1881 comenzó su trabajo en Egipto, con un proyecto de medición de las Pirámides de Gizeh. Este trabajo lo inició motivado por las afirmaciones de un astrónomo de la época llamado Piazzi Smith acerca de la existencia de la “pulgada piramidal”, hecho que desmintió categóricamente Petrie con sus exactas mediciones. En 1883 publica una magnífica monografía sobre las pirámides, bajo el título de “The Pyramids and Temples of Gizeh”. Según sus palabras: “Un año de trabajo en Egipto me ha dado la impresión de una casa en llamas. La labor de destrucción es de una rapidez inimaginable. Me incumbe la tarea de ser el salvador, de juntar lo más 64 | Egiptología 2.0
rápidamente posible todo lo que pueda, después de sesenta años de sentarme y escribir lo que sepa.” Y así lo hizo… De vuelta a Londres, conoce a la periodista y escritora Amelia Edwards, con la que entabla una estrecha amistad. Coincidió que por esa época, esta extraordinaria mujer fundaba la ‘‘Egypt Exploration Fund’’ (EEF), sociedad dedicada a estudiar y preservar los monumentos egipcios, y que contrató a Petrie para excavar para ellos. El arqueólogo estuvo con ellos hasta 1886, excavando en Tanis y descubriendo Naucratis y el templo del rey Psusennes I. “En Tanis tenía 174 obreros a mi cargo, que trabajaban libremente, sin haber sufrido presiones, ni tirado el bakish al capataz”. Es una nueva metodología de trabajo, en la que elimina intermediarios y dirige directamente el trabajo de campo. Fue en esa época en la que Petrie introdujo también un sistema temporal de excavación que seguirían muchos arqueólogos después de él: excavó en Egipto en invierno, y regresó a Inglaterra al final de la temporada, donde hizo exposiciones, conferencias, publicaciones, entrevistas y nuevas recogidas de fondos para financiar su trabajo de campo. En 1886 abandona la (EEF) por diferencias con la sociedad, aunque no con Amelia Edwards, ya que ralentizaban su ritmo de trabajo y él estaba impaciente por excavar y estudiar restos. Funda, entonces, la ‘‘Egypt Research Account’’, financiada por fortunas privadas que, a cambio, recibían parte de las piezas arqueológicas descubiertas. Recordemos que, hasta el descubrimiento de la Tumba de Tutankhamón en 1922, el Servicio de Antigüedades egipcio cedía el 50% de lo descubierto a los descubridores. Petrie publicó sus trabajos con gran rigurosidad científica, sentando las bases de lo que sería la arqueología egipcia moderna. La base de esa minuciosidad fue que el arqueólogo recopilaba, estudiaba y catalogaba hasta los restos que otros desechaban, los pedazos rotos de cerámicas, los restos sin inscripciones y cualquier objeto cotidiano de “menor importancia”. El año 1887 se lo toma de “año sabático”, y se dedica a viajar por todo Egipto con su amigo Frank Griffith, haciendo numerosas fotografías y sacando molde de múltiples inscripciones, tales como las paredes de Medinet Habu. En una carta a sus padres, les dice: “Los dos somos muy felices, son en cierta manera, unas vacaciones muy laboriosas”. Pero en el transcurso del viaje, al pasar por las islas
cercanas a Assuan, descubren rocas con numerosas inscripciones acerca de los funcionarios que iban en tránsito hacia Nubia, firmas de viajeros de todas las épocas y la especialmente importante Estela de la Hambruna, en la que el rey Djoser cuenta cómo terminó con la sequía implorando a los dioses de Egipto. Pues por esos años, gracias a una donación privada para seguir sus excavaciones, Petrie se va a El Fayum y comienza a excavar a pirámide de Hawara. Es allí donde hizo uno de los descubrimientos más importantes de la egiptología: los retratos de El Fayum. Se trataba de cartonajes que cubrían momias de la época romana, y que hicieron surgir un gran interés por el estudio de la época tardía. Desenterró la cantidad de sesenta retratos, maravillosamente realistas y bien conservados. Como era costumbre, el arqueólogo esperaba el reparto de los objetos encontrados, entre el Servicio de Antigüedades Egipcio e Inglaterra, lo cual se retrasó, mientras los retratos quedaban expuestos al aire libre, coincidiendo con una gran temporada de lluvia. Al final consiguió los dos tercios de los encontrados, aunque el Servicio de Antigüedades se quedó con los diez que eligió. Después de esto volvió a Londres y organizó una gran exposición. Al año siguiente se va de nuevo a Fayum y descubre, junto a zona de pirámides, una ciudad de obreros constructores con casi cuatro mil años de antigüedad, con numerosísimos restos cotidianos, que tanto gustaban a Flinders: “Hemos encontrado papiros, útiles de madera y sílex, alfarería, juguetes de barro seco, utensilios para tejer, vestimenta, sandalias de cuero”. En el año 1890, Petrie excavó en Meydum, descubriendo quién era el propietario de la pirámide (Snefru) y el templo de este complejo piramidal. Este prolífico arqueólogo comenzó un año más tarde a estudiar la ciudad maldita de Akhetatón (Tel El Amarna), descubriendo unos maravillosos pavimentos y creando una zona de visitas para turistas, que terminó ocasionando que un campesino, harto de que estos turistas pisaran sus sembrados, los destrozara todos. Para su estudio posterior, Petrie había hecho copia de todos los pavimentos, afortunadamente. Antes de morir, su protectora y amiga, Amelia Edwards, donó toda su colección al University College de Londres, y fundó la primera cátedra de Egiptología de Inglaterra, en este centro, poniendo a la cabeza a Flinders Petrie, y asegurándose que dicha Cátedra no haría diferenciación por sexo. A partir de ahí, repartía su tiempo entre Egipto, excavando, y Egiptología 2.0 | 65
restos arqueológicos, según un proceso evolutivo que tenía en cuenta su forma y su fabricación sucediéndose en el tiempo. Con el paso de los años se ha seguido rellenando este esquema, y sigue estando en uso en la actualidad. Se trató de una clasificación sistemática y exacta de toda la cerámica encontrada en las necrópolis de Nagada, en nueve tipos: Tipo 1- Cerámica de borde negro (Black Topped). Tipo 2- Cerámica roja pulida (Polished Red). Tipo 3- Cerámica de fantasía (Nancy Forms). Tipo 4- Cerámica recubierta de líneas cruzadas (Cross Lined). Tipo 5- Cerámica negra con incisiones (Incisised Black). Tipo 6- Cerámica de asas onduladas (Wavi Handled). Tipo 7- Cerámica decorada (Decorated). Sir William Matthew Flinders Petrie, en 1886. | The Petrie Museum of Egyptian Archaeology.
Londres, enseñando. Aunque sus enseñanzas no iban en la línea bíblica imperante, y fue víctima de algún que otro problema por este motivo. “Tras haberme sumergido en cada uno de los grandes períodos de la civilización egipcia, hasta la duodécima dinastía, tengo prisa por regresar y descubrir el principio de las cosas”. Ya como director de la Cátedra, trabajó en Coptos, en 1893, y los dos años siguientes los dedicó a estudiar y excavar necrópolis del Período Predinástico, en Nagada. Su afán por estudiar este período, venía porque pensaba que Egipto había sido unificado por una “raza dinástica” invasora, que, probablemente, habrían entrado por el mar. Hecho que él mismo comprobó como erróneo. Descubre miles de tumbas sin fechar, y organiza pulcramente a los trabajadores: “Algunos muchachos del pueblo estaban encargados de localizar los sectores que merecían ser excavados, después llegaban los obreros ordinarios, que despejaban el contorno de la tumba. Luego era el turno de los hombres cualificados, que limpiaban las alfarerías y esqueletos dejándolos sobre el lugar. Cuando llegábamos a tomar notas, todo estaba claro y visible”. Es gracias a esta excavación, cuando crea el sistema de seriación, que consistía en relacionar pequeños 66 | Egiptología 2.0
Tipo 8- Cerámica de caras rugosas o de acabado tosco (Rouge Faced). Tipo 9- Cerámica tardía (Late). Ademas de esta clasificación, previamente desarrolló una metodología, en la que registraba las coordenadas exactas de anchura, altura y profundidad, centrándose especialmente en los objetos cotidianos. Estas clasificaciones y seriaciones, ayudaron a Petrie a organizar las cronología de los yacimientos, aunque fuera una cronología relativa. En la campaña de excavación 1894-94, Petrie comparte la dirección con Quibell, dividiéndose el territorio para investigar: Quibell se queda con la zona entre Nagada y Ballas, y Petrie con Nubt y la zona sur más cerca de Nagada, convencido de estar descubriendo a la anteriormente citada “Nueva Raza”. Fue De Morgan quien reconoce que esos restos arqueológicos sacados a La Luz por Petrie y Quibell, no pertenecían a ninguna raza, sino que eran restos predinásticos, probablemente neolíticos, lo cual disgustó a Petrie, a pesar de que De Morgan tenía la razón. Años más tarde reconoció este hecho. Pero Petrie era imparable, y, entre 1895 y 1896 excavó en el Ramesseum. El año siguiente volvió a El Fayum. De vuelta a Inglaterra, y en una de las numerosas exposiciones que realizaba en el Museo, conoció a una hermosa joven de ojos claros, Hilda
Urlin, de quien se enamoró. Tras varias cartas y una primera negativa por parte de la joven, se casaron y, a la salida de la boda, mientras que los invitados iban a tomar el banquete nupcial, ellos salieron para Egipto. Hilda estaba tan enamorada de Egipto que escribió: “ Es una vida espléndida, totalmente libre, despejada de todas las molestias de la existencia ordinaria. Aquí no hay más que la riqueza de las sensaciones, el esplendor de oriente, la inmensidad del desierto, el resplandor del cielo, la sombra sobre la montaña y mi interés por la arqueología que aumenta día a día”. Desde ese momento, estaría siempre al lado de su esposo, trabajando codo con codo, y adaptándose a unas condiciones de vida muy duras. Nos ocuparemos de esta gran mujer en el siguiente epígrafe. Volviendo a Flinders Petrie, entre 1899 y 1903 trabajó en Abydos, descubrió el Osireion, la estatuilla de Keops, las tumbas de cuatro reyes y una reina de la primera dinastía, numerosas tumbas particulares y secuenció las dos primeras dinastías de reyes egipcios. Su sistema de pago en las excavaciones fue muy novedoso, ya que paga a los trabajadores, no por tiempo ni superficie excavada, sino por piezas encontradas, lo que hacía que esos trabajadores no vendieran las piezas a terceros En 1904 publica “Métodos y Objetivos en Arqueología”, obra muy importante para sentar las bases del estudio de campo, introduciendo el estudio de la estratigrafía (lectura de capas superpuestas en siglos y milenios) en la arqueología egipcia.
lén, llamando él mismo esta etapa “Egipto mas allá de sus fronteras”. Murió en Jerusalén en 1942. Pero nos dejó un magnífico legado de estudios, descubrimientos, un centenar de publicaciones… y un Museo en Londres (El Museo Petrie) donde podemos ver piezas magníficas de todas las épocas. En palabras de Griffith, “Simplemente vivió para la Arqueología”. Hilda Mary Isabel Urlin (Hilda Petrie) A pesar de que le tocó vivir una época en que las mujeres tenía poco acceso a la educación superior y menos reconocimiento en el ámbito científico y cultural, Hilda se hizo camino en el mundo de la Arqueología. Esta mujer nació en Dublín en 1871, aunque se trasladó con cuatro años a Sussex, donde recibió una educación muy completa por parte de una institutriz, con otros niños de familias acomodadas de la zona. A Hilda le gustaba leer y pintar. Ya en la adolescencia su afición era explorar, por lo que salía, sola o con sus amigas, en bicicleta por la comarca, dibujando monumentos, especialmente iglesias góticas, que eran sus preferidas. Durante el invierno, su familia se trasladaba a Londres, lo que para ella no dejaba de ser un castigo, pues prefería la vida natural y en el campo. Con los
Preparó a numerosos egiptólogos de renombre, como Newberry, Griffith, Carter, Murray y Lawrence (el famoso Lawrence de Arabia). En este mismo año se traslada al Sinaí, donde descubre la escritura protosinaítica. Continuó en excavaciones a las que había ido anteriormente hasta 1914, en que, debido a la I Guerra Mundial, tuvo que parar sus trabajos de campo. Al poco tiempo de terminar la guerra, en 1919 vuelve a Egipto y participa en diversas excavaciones. La situación cambió con el descubrimiento de la Tumba de Tutankhamón, y el Servicio de Antigüedades Egipcio, ya no repartía los hallazgos con los excavadores, por lo que Petrie fue perdiendo mecenas poco a poco, hasta que, en 1933, abandonó Egipto y deja el University College, para excavar en Jerusa-
Hilda Mary Isabel Urlin. | Historia 2.0. Egiptología 2.0 | 67
años comenzaría a valorar la oferta cultural y artística de Londres, con sus galerías de arte, sus museos… Comenzó a estudiar en el Kings College for Women, la especialidad de geología y se especializó en dibujo. Posteriormente comenzó a posar para un conocido pintor, Henry Holiday. El pintor, a su vez, se dio cuenta de sus magníficas habilidades para el dibujo, y, sabiendo que el arqueólogo Flinders Petrie necesitaba un ilustrador para una de sus obras, se la presentó en el University College de Londres. Comenzó a trabajar para él, haciendo copias de trajes de época, y, posteriormente comenzó a copiar escarbeos egipcios. Fue entonces cuando conoció el mundo de la egiptología, y comenzó a asistir a las clases de esta materia de Petrie, originándose ahí su gran amor por Egipto. Cuando comenzó la temporada y Flinders se fue a Egipto, mantuvo correspondencia con ella por más de un año, mientras ella seguía estudiando griego y copiando escarabeos. A su vuelta, le pidió matrimonio, pero ella lo rechazó porque era su maestro, además de que los separaban muchos años de edad. Pero el que la sigue la consigue, y sus cartas se volvieron más románticas. “No podré volver a vivir como lo hacía antes de conocerte”, decía en una de ellas. Se casaron al fin en 1896, en ropa de viaje, ya que, dos horas después de la boda, salieron de viaje hacia Egipto. Llegaron a Dendera, a una durísima excavación, con unas condiciones de vida casi inhumanas, a las que Hilda se adaptó rápidamente. No disponía de vivienda ni enseres domésticos, sino que vivían en tumbas o chozas abandonadas, aseándose en los canales de regadío y durmiendo sobre hojas de palma. Se alimentaban de latas de la Marina, y nos dice una anécdota que, para comprobar si las latas de comida estaban en buen estado, las lanzaban contra las piedras, si sólo se abollaban, podían consumirlas, y si explotaban es que ya habían acumulado gases por el mal estado. El trabajo de Hilda, en ocasiones fue más duro que el de su marido, y, aún así, quedó en la sombra. Era la enfermera de la excavación, la intermediaria con los trabajadores, ya que sabía árabe, la escritora de los informes semanales de la excavación para informar a los patrocinadores, se encargaba de buscar fondos para la excavación, y, además, dibujaba y catalogaba los objetos encontrados en la excavación. Todo ello desde un habitáculo poco seguro en el que, incluso, fue víctima de un ataque con arma de fuego, del que salió ilesa. 68 | Egiptología 2.0
Hilda Mary Isabel Urlin y Sir William Matthew Flinders Petrie, en 1903. | Wikimedia Commons.
En 1902, muy bien preparada, comenzó a dirigir su propia excavación, en una tumba de Abydos. Para ello se rodeó de un equipo de grandes mujeres, entre las que destacaban la egiptóloga Margaret Murray y Miss Hansard. En 1905 comenzó a excavar en Saqqara, con un equipo exclusivamente de mujeres. El equipo fue atacado por un grupo de turistas franceses borrachos, quieren fueron rápidamente rechazados tanto por el equipo de Hilda, como por los trabajadores egipcios a su cargo. Durante la investigación de este hecho, Howard Carter salió en defensa de las arqueólogas, lo que le costó el puesto. En 1907 y 1909 nacieron sus hijos, y dejó la excavación para criarlos hasta 1913, en que volvió a su amado Egipto, dejando a los niños, John y Ann, con personas de su confianza. Durante ese tiempo, Hilda se dedicó a supervisar el material que publicaría su marido, y a seguir obteniendo patrocinadores para las excavaciones. También creó la ‘‘Egyptian Research Students Association’’, en la que impartió numerosas conferencias y clases de Egiptología. Cuando volvió a Egipto en el año citado anteriormente, comenzaron a excavar y a estudiar yacimientos, sin que les diera opción de volver a Londres en mucho tiempo. Hasta que estalló la Primera Guerra Mundial, y tuvieron que volver forzosamente, dedicándose a trabajar en el University College y en sus propias publicaciones y difusiones. Una vez terminada la guerra, sus hijos de 10 y 12 años ingresaron en un internado, y ellos volvieron a Egipto. En 1922, como dije anteriormente, tras el descubrimiento de la tumba de Tutankhamón y el cambio de política de reparto de los descubrimientos, los patrocinadores retiraron sus fondos de las excavaciones.
Petrie Museum, Londres. | Wikimedia Commons.
Entonces, Hilda acompaño a su marido a Palestina para seguir excavando.
sentir algo diferente… el olor… la luz… el silencio… ese ambiente “antiguo” que tanto me llama.
Se quedó viuda en 1942, y se trasladó a Londres, donde siguió trabajando en sus publicaciones.
Cuando entré, me encontré en unas salas de poca amplitud, tan oscuras en algunos tramos que se hacía necesario el uso de linterna para ver las piezas con detalle, pero con un encanto muy especial. Reinaba el silencio más sepulcral y no había nadie más que una amable señora que te indicaba por donde entrar, y que podías hacer uso de la cámara fotográfica, pero sin flash.
En 1950 publica un libro sobre las tumbas de Saqqara. Murió en 1957 de un accidente cerebro-vascular, en el hospital situado justo enfrente de donde ella y Flinders Petrie se conocieron. Fue una gran mujer, autodidacta, arqueóloga y egiptóloga que, debido a los convencionalismos de una época, quedaría eclipsada por el nombre de su marido. Museo Petrie en Londres En una de mis visitas a Londres, no podía irme sin ver el Museo Petrie. Al llegar a Malet Place, después de una larga caminata buscando el Museo, sufrí una pequeña decepción, al ver una fachada ordinaria (perteneciente al University College), con una pequeña cartela en la parte superior, con el nombre de “Petrie Museum”. Pero las apariencias engañan, y cuando llamé al timbre, entré y subí sus oscuras escaleras, comencé a
Las vitrinas de madera y vidrio estaban dispuestas en paralelo, dejando un pasillo entre ellas, lo suficientemente cómodo como para observar cada uno de los objetos expuestos. Se me vino a la cabeza la famosa frase de Carter, “veo cosas maravillosas”. Aunque no había oro, ni piedras preciosas, la colección allí expuesta estaba formada por gran cantidad de vasijas, trozos de azulejos, estelas de piedra, restos de estatuas… pequeños detalles que tanta importancia tenían para Petrie, pues el arqueólogo sacaba mucha información sobre la vida de los egipcios en este tipo de restos. Realmente, el origen de esta gran exposición está en Amelia Edwards, una escritora amante del Antiguo Egipto que, antes de morir, cedió su colección de artefactos egipcios al University College, así como su biblioteca y un fondo económico que sostendría la Egiptología 2.0 | 69
Interior del Petrie Museum, Londres. | Wikimedia Commons. 70 | EgiptologĂa 2.0
cátedra de Egiptología que ocupó Petrie, como ya dije en su biografía. A esta magnífica colección, el arqueólogo añadió, a cambio de una suma de dinero, su propia colección de objetos encontrados en las excavaciones. Arqueólogos sucesores de Petrie continuaron aumentando este legado con sus descubrimientos. Durante la II Guerra Mundial, se trasladó la colección fuera de Londres para preservarla de los bombardeos, y no volvió hasta los años 50, donde ya se colocó en el edificio en el que se encuentra actualmente, a la espera de un nuevo emplazamiento, que no llega. Pues bien, la exposición consta de dos salas comunicadas. En la primera encontramos especialmente vasijas de cerámica. Objetos predinásticos y de las primeras dinastías de Abydos, Nagada, Diopolis Parva y Hierakómpolis. Algunas cerámicas son más modernas, destacando las del Reino Medio y Nuevo, y otras que proceden de Coptos o Menfis, de los períodos ptolemaico y romano. En la segunda vemos magníficas estelas, fragmentos de relieves, figurillas de dioses, falsas puertas y numerosos objetos pequeños cotidianos, de fayenza, vidrio, lapislázuli o pequeñas joyas. En otra zona de la segunda sala encontramos un ataúd, tapas de otros ataúdes y distintas máscaras de cartonage decorado. Mi parte favorita… Amarna. Muchísimos restos procedentes de la ciudad de Akhetatón, con un vidriado y unos colores que parece que fueran pintados ayer. Más de ochenta mil objetos encontrados a lo largo de Egipto y Nubia. Un trozo de la historia de Egipto que Flinders Petrie, con ayuda de Amelia Edwards y Hilda Petrie, lograron preservar en este pequeño rincón de Londres.
Bibliografía
Sobre el autor
PETRIE, F. (1883). The pyramids and temples of Gizeh”. Petrie, F.
Marta Pérez Torres, es profesora de pedagogía terapéutica en ejercicio desde 1990, aunque su gran pasión es el Antiguo Egipto.
DROWE, M. S. (1985). Flinders Petrie. A life in archaeology. University of Wisconsin Press. PETRIE, F. (1909). The arts and crafts of Ancient Egypt”. Cambridge Library Collection. AA.VV. (2015). The Petrie Museum of egyptian archeology”. UCL Press.
En 2002 comenzó, junto al coautor de su libro “Neheh”, a escribir artículos y publicarlos en su página web Egiptodreams. Durante los 15 años que lleva operativa la web, han ido creando blogs, foros y diferentes comunidades. Ha realizado numerosos cursos de egiptología con la UNED (Universidad de Málaga), CEPOAT (Universidad de Murcia), UB (Universidad de Barcelona), Universidad de Manchester, Asociación Andaluza de Egiptología, Instituto Virtual de Ciencias Humanas y el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. Ha impartido diversas conferencias para múltiples asociaciones e instituciones y talleres para niños de secundaria y bachillerato. Enlaza con el autor
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Mujer en el Antiguo Egipto María Isabel Cubas Contreras
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Reinas-faraón: soberanas de Egipto, parte II
n el anterior número de Egiptología 2.0 vimos las mujeres que a día de hoy son consideradas reinas faraón, es decir, aquellas de las que se conservan los datos necesarios para que los egiptólogos puedan afirmar con seguridad que llegaron a ocupar el trono como faraón. No obstante, el paso del tiempo en algunas ocasiones, o la “damnatio memoriae” en otras, nos dejan otros casos en los que aunque no se puede asegurar con certeza que llegaran a ser soberanas de Egipto, se sospecha que así pudiera haber sido.
‘‘La amada de Neith’’ El caso más antiguo del que alguna vez se ha sospechado que pudo llegar a gobernar como un rey es el de la reina de la I dinastía Merneith. Hija, esposa y madre de faraones, esta mujer que vivió en los primeros tiempos de la civilización egipcia, sería originaria del norte. Esto lo podemos deducir por su nombre, ya que la diosa Neith procedía del norte de Egipto. Su matrimonio con un rey sureño habría servido para reforzar la reciente unión de Las Dos Tierras en tiempos de Narmer. A la muerte de su marido, el hijo de ambos aún era un niño. Por tanto, se recurrió a la regencia de la reina madre, como sucederá en varios momentos del futuro del aún recién creado Estado egipcio. Si en algo se puede dejar ver el poderío que alcanzó esta mujer es precisamente en su tumba. Durante esta etapa de la historia egipcia la realeza aún era enterrada en mastabas, y la de Merneith destaca por su tamaño, por las grandes estelas con su nombre inscrito en ellas para dejar clara su autoridad, y por el sacrificio ritual de sirvientes (que se dejará de realizar ya en la propia dinastía I). Tal era la importancia de este enterramiento, que los egiptólogos del siglo XIX no podían concebir que hubiera sido realizado para una mujer. Por tanto, se interpretó que aquella construcción, rodeada de humildes enterra-
Detalle de una escultura de la diosa Neit. 664525 a.C. Dinastía XXVI. Metropolitan Museum of Art, New York. | Metropolitan Museum of Art, New York.
mientos de sirvientes que le acompañarían en la otra vida, solo podía ser de un supuesto rey: Mer Neith, traduciendo las estelas en género masculino. Sin embargo, hallazgos posteriores dejaron claro que el propietario de la mastaba solo podía ser una mujer, ya que había estado casada con un faraón. ¿Qué datos apoyan el posible ascenso al trono como faraón de Merneith? Por un lado, su nombre está presente en la llamada “Lista real de la impronta de Abydos”, un sello en72 | Egiptología 2.0
contrado en la tumba de su hijo, en la que aparece junto a los anteriores gobernantes, empezando por Narmer; se la menciona con el título de “Madre del rey”. Sin embargo, su nombre no aparecería ya con los sucesores de Den. Por otra parte, a Merneith se le atribuyen dos tumbas: La tumba Y en Abydos, y la tumba 3503 en Saqqara, privilegio que correspondía exclusivamente a los reyes.
Estela de la reina Merneith y dibujo. Museo egipcio de El Cairo. | Wikimedia Commons.
En efecto, a los faraones de la I dinastía se les atribuían dos sepulturas, en los lugares ya mencionados de Abydos y Saqqara, en el norte y en el sur, simbolizando el dominio del rey sobre el Doble País, es decir, el Alto y el Bajo Egipto (obviamente, solo una tumba estaba
destinada al reposo del cuerpo momificado del rey). A pesar de esto, y a falta de otras pruebas irrefutables, los egiptólogos no pueden considerar sin ningún género de dudas a Merneith como reina-faraón, ya que no se ha hallado ninguna inscripción donde se la mencione como tal. No obstante, el poder que llegó a alcanzar como reina regente es innegable.
Inscripción de un sello. Tumba T de Umm El Qaàb, con los nombres de Aka, Djer, Djet, Den y Meryt-Neith. | Wikimedia Commons.
Khentkaus I Esta reina egipcia, de las menos conocidas, vivió durante la IV dinastía, y fue hija, madre y esposa de reyes, al igual que su predecesora Merneith. Reconstrucción de la mastaba de Merneith. | Juan Rodríguez Lázaro.
La mayoría de egiptólogos la consideran hija de Menkaura (más conocido por el nombre griego
de Micerinos, 2532-2503 a.C.), el constructor de la menor de las tres pirámides de Gizah, debido a la proximidad que hay entre sus complejos funerarios piramidales. De su madre no se sabe el nombre, aunque quizás fuese la esposa de este faraón, Jamerer nebty. Khentkaus I se casó con el rey Shepseskaf (2503-2498 a.C.), sucesor de Menkaura, pero hay dudas acerca de si fue madre o esposa del rey Userkaf. Sin embargo, sí se sabe que fue madre de Sahura y Neferirkara Kakai. Khentkaus fue el nexo de unión entre finales de la IV dinastía (en la cual se construyeron las imponentes pirámides de Gizah) y la nueva V dinastía. En el Papiro Westcar, que se encuentra en la actualidad en el Museo de Berlín y que data de época hyksa (s. Egiptología 2.0 | 73
XVII a.C.), aunque es probablemente una copia de otro del Reino Medio, se relata el origen divino de los tres primeros reyes de la V dinastía (que no son otros que los arriba mencionados: Userkaf, Sahura y Neferirkara). El texto que contiene este papiro nos dice que un mago llamado Dyedi le anuncia al rey Jufu (Keops) que una mujer llamada Ruddyedef, casada con un sacerdote de Ra, será embarazada por este dios y traerá al mundo trillizos, que un día serán reyes. Teniendo en cuenta que Khentkaus es la madre de Sahura y Neferirkara (y quizás de Userkaf) podemos deducir que esta mítica Ruddyedef está inspirada en la hija de Micerinos.
Papiro Westcar. Neus Museum, Berlín. | RHB.
La tumba de Khentkaus está situada en la necrópolis de Gizah (LG 100). Aunque se encontró otra en Abusir que se creía también de esta reina, las excavaciones del equipo checo dirigido por Miroslav Verner en Abusir demostraron que este segundo complejo piramidal pertenece a otra reina, del mismo nombre pero de la V dinastía. Son precisamente los títulos que aparecen en su tumba los que generan las dudas sobre si llegó realmente a reinar en solitario como faraón o no. Dichos títulos son: <<Hija real, Gran Esposa Real y mwt nswt bity nswt bity>>. Es este último el que crea polémica, puesto que por las características de la lengua egipcia de la época se puede traducir de dos maneras: 1- “Madre de los dos reyes del Alto y Bajo Egipto”. Micerinos y su esposa, posibles padres de Khentkaus. | National Geographic.
2- “El rey del Alto y Bajo Egipto y madre del rey del Alto y Bajo Egipto”.
Hay que añadir que en esta tumba también se halló una representación de Khentkaus I con un cetro, el ureus y la barba ceremonial, atributos propios de un rey, aunque su nombre jamás se ha encontrado escrito dentro de un cartucho. En el Canon Real de Turín (también conocido como Papiro Real de Turín o Lista de reyes de Turín) aparece un rey efímero que sucedió a Shepseskaf, Dyedefptah, en el cual algunos egiptólogos ven a Khentkaus. Nefertiti Todos conocemos a la bella Nefertiti por su busto, encontrado en Amarna en 1912, y por ser la esposa del polémico Akhenatón, el rey hereje que rindió culto al disco solar, Atón, en detrimento del resto del panteón egipcio. Pero a pesar de su belleza, Nefertiti no fue una “esposa florero”, sino que en los aproximadamente diecisiete 74 | Egiptología 2.0
años de reinado de Akhenatón participó activamente en la vida política y religiosa de Egipto. La reina acompañó a su esposo en todas las ceremonias oficiales en honor a Atón, e incluso realizó los rituales de culto en solitario, como gran sacerdotisa del dios. Esto es así desde el comienzo del reinado, pues vemos que en uno de los templos que el faraón mandó construir en Tebas antes de trasladarse a Amarna, el llamado hut benben o ‘‘Mansión de la piedra benben’’, la reina Nefertiti aparece en la decoración como figura principal, en ocasiones acompañada por su hija mayor Meritatón, pero nunca de su esposo. Esto supone toda una novedad y nos indica la importancia que alcanzó Nefertiti al no necesitar la compañía del rey, hasta entonces el único intermediario entre el mundo divino y humano. Otro dato que nos habla de lo influyente que llegó a ser Nefertiti es el hecho de que a partir del año doce de reinado de Akhenatón la reina comenzó a aparecer junto a su esposo no ya como Gran Esposa Real, papel que pasó a ocupar su primogénita Meritatón, sino como corregente con el nombre de Neferneferuatón.
Relieve de Khentkaus en su tumba. | Wikimedia Commons.
Durante años esta “desaparición” de Nefertiti se interpretó como una caída en desgracia de la reina, o incluso como su muerte por una epidemia, siendo sustituida en el corazón del rey por ese nuevo personaje. Sin embargo, actualmente se han descartado esas teorías y se sabe que Neferneferuatón era la misma Nefertiti, ascendida al insólito rango para una mujer de corregente, llegando a adoptar una seudo titulatura real al estilo de los faraones con el nombre de Neferneferuatón Ankh(et) kheperura. Así, a la muerte de su esposo, es posible que esta bella y poderosa mujer no quedase relegada a ser una habitante más del harén real, sino que la mayoría de egiptólogos creen actualmente que dio un paso más en su ascenso al poder y sucedió en el trono a su difunto marido, reinando ya en solitario. Sin embargo, la vuelta a la antigua religión era inevitable tras la muerte de Akhenatón. La desaparición del rey hereje habría creado una gran confusión e incertidumbre en el país, y también esperanzas entre ciertos personajes por volver a la ortodoxia religiosa anterior al periodo de Amarna.
Nefertiti y Meritatón realizan el culto a Atón en este relieve del Museo Ashmolean, Oxford. | Ancient Egypt.
En un grafito de la tumba TT 139 de Tebas fechado en el año tres del faraón Ankhkheperura Neferneferuatón un escriba hace un llamamiento al dios Amón para que regrese y despeje la oscuridad que había caído sobre sus seguidores. Si tenemos en cuenta que para algunos egiptólogos este faraón no sería otro que la propia Nefertiti estaríamos ante la prueba de que esta mujer
llegó a la cima del poder y, una vez muerto su esposo, y quizás contraviniendo sus últimos deseos, intentó un acercamiento con los fieles de Amón. En cualquier caso, los últimos años de reinado de Akhenatón son confusos y no podemos decir con seguridad que la bella Nefertiti llegase a ser realmente faraón, como tampoco Egiptología 2.0 | 75
sabemos cuándo ni cómo murió. Quizás la arqueología resuelva estos misterios algún día. La faraona (que no lo era)
dado a luz a su hijo Ptolomeo César, o Cesarión, hijo del romano Julio César. Será junto a él con quien gobierne hasta el final de sus días, cuando puso fin a su vida con la supuesta mordedura de un áspid.
Un último caso peculiar es el de la mujer que a todos se nos viene a la cabeza cuando oímos hablar de faraonas (aparte de la cantante): Cleopatra VII. Es curioso que la mayoría asocien a la reina ptolemaica con este término, puesto que en realidad Cleopatra nunca llegó a ser reina faraón (mal llamadas, en ocasiones, faraonas). Como hemos venido diciendo, las reinas faraón eran aquellas mujeres de la realeza que conseguían llegar a reinar en solitario, como Horus femeninos, sin un esposo. Por tanto, no podemos incluir a la famosa Cleopatra en este reducido grupo, ya que estuvo casada hasta en cuatro ocasiones, y nunca gobernó estrictamente en solitario, aunque en la práctica ella era la verdadera gobernante. Su primer matrimonio, con apenas dieciocho años, fue con su hermano Ptolomeo XIII, junto al que heredó el trono tras la muerte de su padre. No obstante, como todos sabemos, este no fue un matrimonio feliz, pues ambos hermanos se embarcarían en una lucha fratricida por el control del poder, dando como resultado la muerte del joven faraón, la intervención del famoso César para poner orden (amorío con la reina, incluido), y un segundo matrimonio de Cleopatra con su otro hermano, Ptolomeo XIV, que desapareció poco después. Para entonces la reina ya había
Relieve con la representación de Cleopatra y su hijo Cesarión. Templo de Dendera. | Wikimedia Commons.
Bibliografía
Sobre el autor
JACQ, C. (1997). Las egipcias. Planeta. Barcelona.
Mª Isabel Cubas Contreras nació en la localidad toledana de Talavera de la Reina en 1989.
ROBINS, G. (1996). Las mujeres en el antiguo Egipto. Akal. Madrid. BEDMAN, T. (2003). Reinas de Egipto, el secreto del poder. Alianza. Madrid. DESROCHES NOBLECOURT, C. (1999). La mujer en tiempos de los faraones. Ed. Complutense. Madrid. TYLDESLEY, J. (1998). Hijas de Isis, la mujer en el antiguo Egipto. Martínez Roca. Barcelona.
Su afición por el antiguo Egipto comenzó desde pequeña y fue lo que la llevó a estudiar la licenciatura en Historia en la Universidad de Alcalá de Henares entre 2007 y 2012. Actualmente es bloguera de ‘’El templo de Seshat’’, dedicado al mundo del antiguo Egipto, y del blog de reciente creación ‘’La gaceta de Menfis’’, donde se pueden encontrar las últimas noticias egiptológicas. Además es colaboradora esporádica en el blog sobre Historia Universal ‘’Historiae’’. Enlaza con el autor
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Colecciones César Guerra Méndez
E
Un tesoro egipcio en el Museo de Pontevedra
l presente estudio pretende visibilizar una de las colecciones egipcias más importantes de Galicia, relegada actualmente al almacén del Museo de Pontevedra debido a unas decisiones políticas -no compartidas por la dirección y los técnicos del Museo- que rechazan la exhibición de toda pieza sin relación directa con la provincia y la ciudad. De este modo, estas piezas, así como otras procedentes de diferentes culturas, cayeron en el olvido durante muchos años, excepto para aquellos pocos que la recordaban vagamente. Debo agradecer al museo y, sobre todo, a Antonio de la Peña Santos, toda su ayuda al darme acceso total a la colección y a información acerca de la misma. Pese a que no se puedan exhibir las piezas al público, parece que no muestran reparo a que estas sean estudiadas y a que se difunda cualquier información útil para el mundo científico.
La colección y si origen Las siguientes piezas aparecen documentadas y estudiadas en grupos en su mayoría para facilitar su comprensión. Si desea una información y documentación más minuciosa de cada pieza individualmente esta será colgada en ‘‘El Escriba Frustrado’’. El museo cuenta con un total de 33 piezas de procedencia, de las cuales 4 pueden ser tomadas con bastante seguridad como falsificaciones. Estas últimas se marcarán en las imágenes con una X roja. Se encontraban expuestas en una vitrina bajo el título de “Exipto e Mesopotamia” y se juntaba con el
Museo de Pontevedra. | Público.
resto de piezas conservadas relativas al Oriente Próximo. Pese a tratarse de una colección bastante desconocida, cabe destacar que es bastante completa. Se pueden distinguir ushebtis, fragmentos de estatuillas votivas, artefactos rituales, vasijas de diferentes materiales y una amplia colección de ungüentarios. Además, entre las piezas se pueden encontrar algunas de gran interés de investigación gracias a la incorporación de inscripciones.
Museo de Pontevedra. | Público.
La colección es fruto de las donaciones del mecenas del museo, José Fernández López, el 30 de junio de 1971, que las adquirió mediante una compra al comerciante de antigüedades Luis Morueco. La vitrina se completó con la donación de tres piezas mesopotámicas por Fray Delfín Fernández Taboada, el 27 de julio de 1984 y otra Egiptología 2.0 | 77
que resultó ser falsa (ya descartada). Dado a que las piezas egipcias proceden del mercado de antigüedades, es complicado determinar una procedencia arqueológica concreta en la mayoría de los casos, del mismo modo que complica su datación. Ushebtis La colección consta de once ushebtis, cuatro de ellos estado de conservación muy negativo, y de una falsificación (05498). Son un ejemplo de la variedad materiales, formas y acabados en los que se elaboraban estas estatuillas momiformes. La mayoría de ellos carece de inscripción dada su degradación, pero en su momento contaban con ella, como muestra, en varios casos, los restos de policromía.
Ushebtis del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
Cabe destacar la pieza 05394, fechable en la Baja Época, que es el ushebti de mayor tamaño, elaborado en piedra caliza en la que se aprecian los restos de policromía que, en su momento, cubrirían toda la pieza. Por desgracia, se encuentra notablemente desgasta-
do y con una gran fractura en la mitad inferior que no ha sido restaurada correctamente. También es interesante el ushebti de alabastro del Reino Nuevo 05395, que es, con diferencia, el más pesado. Ha llegado en buen estado gracias a ser elaborado en una piedra dura, pero, la inscripción, pintada mediante policromía negra, es, actualmente, ilegible. Escarabeos falsos Desafortunadamente, los escarabeos conservados en el museo son una burda imitación. Ambos son de piedra caliza, están bastante deteriorados (probablemente a propósito), cuentan con una cabeza humana e intentan imitar la tipología sellos reales de Tutmosis III (05409) y Tutmosis IV (05410). Existen escarabeos con cabeza humana, como el Heart Scarab with a Human Head del Metropolitan Museum de Nueva York, pero en ningún caso tienen el aspecto de los del museo de Pontevedra. Son, evidentemente, falsificaciones propias del mercado de souvenirs. Estatuillas Humanas Las 4 estatuillas que muestran figuras humanas son de épo-
Escarabeos del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
cas y funciones variadas. El fragmento granítico 05408 es una cabeza fracturada de hombre, probablemente relativa al ámbito funerario, aunque es difícil de determinar debido a su deterioro. Está tocado por una peluca corta sin rizos y nos rasgos faciales bien determinados. Parece datar del Reino Nuevo. El fragmento 05407 es fechable en el Reino Antiguo. Se encuentra tocado por una peluca rizada corta, cuyas ondulaciones han sido labradas con precisión. Su función es incierta debido a su deterioro, pero parece pertenecer al ámbito funerario. La pequeña estatuilla sedente pétrea 05411 parece imitar la tipología de “estatuas cubo”. Sin embargo, dado su tamaño no podría cumplir ninguna de las funciones a las que estas estaban des78 | Egiptología 2.0
tinadas. Por ello, cabe la posibilidad de ser una falsificación o una pieza inusual de poca relevancia. La estatuilla de diorita 05393 representa a un hombre en la postura arquetípica del canon egipcio, con el torso desnudo y vestido con un faldellín plisado corto y tocado por una peluca tripartita. Podría datar del Periodo Ptolemaico. Estatuillas Votivas Las 2 piezas relativas al aspecto votivo son fragmentos de bronce por fundición. A pesar de ser pequeños nos ofrecen la información necesaria para determinar su función y estado original. Estatuillas humanas del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
El fragmento 05414 es un gran disco solar envuelto por “cuernos
liriformes”. Normalmente este tocado se relacionaba con Hathor, pero, dada la proliferación iconográfica de la Isis Lactans (Isis dando el pecho a su hijo Horus) en la Baja Época y la abundancia de este modelo en estatuillas de bronce, es más que probable que perteneciese a este modelo. El fragmento 05421 es fácilmente identificable con la iconografía del dios Jonsu. Esta consiste en la representación de un niño momiforme con trenza de adolescente (una cole-ta lateral, con el resto de la cabeza afeitada, siendo un signo distintivo de la juventud). También suele llevar en sus manos o sobre su pecho el collar menat, aunque no se conserve. Es, después de Horus-niño, el dios infantil más venerado y representado. Podría fecharse entre la Baja Época y la Época Ptolemaica.
Estatuillas votivas del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
Fragmento de sistro El artefacto 05413 se trata de un remate de mango de sistro hathorico que carece tanto del arco superior, como del resto del mango inferior. La parte principal muestra el rostro de la diosa Hathor con sus orejas bobinas y un cabello/peluca bipartito y retorcido en su extremo. Lleva también un gran pectoral cuya decoración se aprecia con facilidad.
Remate de sistro Sejem del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
En los laterales, a la altura de los hombros se ve representado un loto, una flor asociada a menudo la diosa dentro del ámbito de las festividades y de la sensualidad y, además, serviría para animar un espacio plano de la pieza. En los laterales, a la altura de las orejas hay dos agujeros, uno con los restos sujetos de una pieza. Comparándolo con piezas similares, podemos suponer que se trataban de dos pequeñas cobras que podían contar con diferentes tocados, probablemente un disco solar.
Sobre su cabeza encontramos la estructura rectangular que parte de unos motivos vegetales hasta una serie de cobras a modo de pantalla. Sobre esto podríamos encontrar una pequeña figura de una gata o una deidad. En los laterales de tal estructura se apoyaría el arco, de hecho, se aprecian con facilidad los agujeros en los laterales. Es fechable entre la Baja Época y el Periodo Ptolemaico. Egiptología 2.0 | 79
Vasijas El gran vaso de bronce por fundición 05434 tiene un aspecto bitrococónico con carena fuertemente diferenciada que separa el cuerpo del cuello, borde plano y exvasado, y base anular estable. Está decorado mediante líneas horizontales a la altura del bronce y cuenta con un agujero justo antes del borde, un probable indicio de la existencia de un asa. Por lo general, este tipo de jarras eran habituales en contextos litúrgicos y funerarios, conteniendo líquidos de libación necesarios en las purificaciones de ofrendas. En muchos casos aparecían inscritos los nombres de los propietarios, la filación de estos, e incluso, se representaban las imágenes de las deidades a las que estaban dedicadas. Es fechable entre la Baja Época y el Periodo Pto-
Vasijas del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
lemaico. El vaso ovoide 05421 es una vasija de granito lisa sin inscripción ni policromía con un par de asas circulares dispuestas simétricamente. Data del Periodo Predinástico, fecha en la que el trabajo de piedras duras tales como el granido o la diorita llegaron a un nivel de especialización difícilmente superable posteriormente. Estas producciones figuraban como vajilas de lujo, dejando las de cerámica en segundo plano. Con diferencia, la pieza más antigua de la colección. El vaso ovoide 05422 fue elaborado en alabastro con base estable. En un origen, esta pieza debía de contar con un borde redondeado y un cuello que ha desaparecido. Pese a que su producción fue bastante regular durante la mayor parte de la historia del Antiguo Egipto, si quisiéramos establecer una línea temporal podríamos fecharlo del Reino Medio en adelante. Ungüentarios El gran vaso de bronce por fundición 05434 tiene un aspecto bitrococónico con carena fuertemente diferenciada que separa el cuerpo del cuello, borde plano y exvasado, y base anular estable. Está decorado mediante líneas horizontales a la altura del bronce y cuenta con un agujero justo antes del borde, un probable indicio de la existencia de un asa.
Ungüentarios del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
Por lo general, este tipo de jarras eran habituales en contextos litúrgicos y funerarios, conteniendo líquidos de libación necesarios en las purificaciones de ofrendas. En muchos casos aparecían inscritos los nombres de los propietarios, la filación de estos, e incluso, se representaban las imágenes de las deidades a las que estaban dedicadas. Es fechable entre la Baja Época y el Periodo Pto-
lemaico. El vaso ovoide 05421 es una vasija de granito lisa sin inscripción ni policromía con un par de asas circulares dispuestas simétricamente. Data del Periodo Predinástico, fecha en la que el trabajo de piedras duras tales como el granido o la diorita llegaron a un nivel de especialización difícilmente superable posteriormente. Estas producciones figuraban como vajilas de lujo, dejando las de cerámica en segundo plano. Con diferencia, la 80 | Egiptología 2.0
pieza más antigua de la colección. El vaso ovoide 05422 fue elaborado en alabastro con base estable. En un origen, esta pieza debía de contar con un borde redondeado y un cuello que ha desaparecido. Pese a que su producción fue bastante regular durante la mayor parte de la historia del Antiguo Egipto, si quisiéramos establecer una línea temporal podríamos fecharlo del Reino Medio en adelante. Vaso de Amenhotep II Una de las dos piezas más importantes de la colección se encuentra catalogada con el número 05425. Se trata de un contenedor de ungüentos de alabastro de 8,1 cm de alto y 4 de diámetro. Tiene forma de tronco invertido, base plana, paredes gruesas, generatriz recta y labio plano exvasado de sección semicircular.
Vaso de Amenhotep II del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
Su espacio contenedor es muy pequeño, delatando lo valioso del producto que guardaba. Hasta aquí es similar a otros ungüentarios, pero con la diferencia de contener una inscripción jeroglífica dispuesta en dos líneas verticales. Estos son irregulares, debido a la dureza del alabastro y el tamaño de la pieza, pero legibles.
En el pasado debió contar con una tapadera circular del tamaño de la pieza con el preanomen del rey. También es posible que los surcos estuviesen entintados, ya que muestran restos de policromía oscura. Existen ejemplos que evidencian esta práctica, pero también era algo habitual en el comercio de antigüedades. Formalmente, es un modelo evolucionado de un vaso similar, con la diferencia de disponer de un pie discoidal. El modelo de Pontevedra alcanzaría su desarrollo formal en época de Hatshepsut, conviviendo con el modelo anterior. Las líneas jeroglíficas son de tamaños diferentes debido a su irregularidad y carecen de separadores gráficos. Se puede leer (de derecha a izquierda y de arriba a abajo): - Linea 1: “El dios perfecto, Aa-kheperu-Ra,” - Linea 2: “Amado de Nekhbet” Precedido por el epíteto “el dios perfecto”, referente a la naturaleza del mismo faraón, encontramos el preanomen del faraón Amenhotep II envuelto en un cartucho. La segunda línea menciona que es “amado de Nekhbet” (diosa buitre protectora del Alto Egipto). Curiosamente, el nombre de la diosa se ha escrito mediante cuatro signos fonéticos sin determinativo, algo poco habitual. De este modo, podría tratarse de una forma gráfica arcaizante o peculiar de una zona concreta de Egipto. Calco y trasncripción de la inscripción del vaso de Amenhotep II. | Castel y Jaramago.
Carece del epíteto “maa-kheru” (“justificado”) y “di ankh” (“dotado de vida eterna”), por lo que es poco probable que
se tratase de un vaso funerario, aunque se encontrasen ejemplos similares procedentes de tumbas. La hipótesis de Castel y Jaramago es la de su procedencia de Elkab, del templo de Nekhbet, hoy en ruinas, de uno de sus depósitos fundacionales. Esta idea viene dada de la mención a la diosa en la inscripción y al hecho de que, Amenhotep II, fue uno de sus principales constructores. También, rechaza la idea de afirmar con rotundidad una procedencia mutua del resto de piezas de la colección. En cuanto a la época, parece prudente especificar que este objeto fue realizado durante el reinado de Amenhotep II, entre el 1453 y el 1419 a.C., durante la XVIII dinastía. Egiptología 2.0 | 81
Fragmento de vaso aqueménida cuatrilingüe de Jerjes I Junto con la anterior, es la pieza más interesante de la colección. Con el número de catálogo 05417, se trata de un fragmento (Castel, E. y Jaramago) de alabastro procedente de una vasija de forma globular de base redonda parcialmente inestable, cuello estrechado amplio y borde amplio del diámetro del cuerpo y con labio plano. Disponía de dos asas simétricas a modo de protuberancias que alargarían hacia abajo su base hasta el doble de su tamaño. Es posible suponer tal cosa a partir de otros ejemplos conservados en el Museé du Louvre y el MET, así como diseñar una reconstrucción aproximada. Fragmento de vaso aqueménida cuatrilingüe (catalogado como bilingüe según el museo) de Jerjes I del Museo de Pontevedra. | El Escriba Frustrado.
Se aprecia una línea vertical de inscripción jeroglífica y tres horizontales cuneiformes. Estas se estructuraban a modo de una gran T. La inscripción
Vase d’apparat inscrit au nom de Xerxès Ier en vieux perse, élamite, babylonien et égyptien. Règne de Xerxès Ier (486- 465 avant J.C.), Jar with the name of Xerxes the Great y reconstrucción aproximada del Museo de Pontevedra a partir de ejemplos equivalentes. | Museo del Louvre, París / Metropolitan Museum of Art, New York / El Escriba Frustrado.
jeroglífica es de lenguaje egipcio y las cuneiformes son de tres lenguas diferentes (paleopersa, elamitra y acadio aqueménida). Todas las líneas de texto dicen lo mismo “Jerjes, el Gran Rey”. Las líneas cuneiformes se escriben con tales caracteres por ser el sistema gráfico mesopotámico tradicional y con mayor continuidad durante su historia. Se leen de izquierda a derecha y carecen de cualquier de separador gráfico, a diferencia de otros ejemplos conservados. De arriba abajo: - Primera línea: Se escribe en cuneiforme paleopersa, la escritura regia por excelencia del imperio, creada deliberadamente en el siglo VI a.C. (Trasliteración: “(xa-shaya-a-ra)-sha-a : XS : va-za-(ra-ka)”- Traducción literal: “ Xshayârsha (Jerjes) : rey : grande”). Reedición de la reconstrucción del texto perdido de Jaramago (2005). | El Escriba Frustrado. 82 | Egiptología 2.0
- Segunda línea: Se escribe en elamita aqueménida, una variante de la elamita. Se documenta entre el 550
y el 330 a.C. (Trasliteación: “(1ik-she-ir-ish)-shá 1sunki ir-shá-(ir-ra)” – Traducción literal: “liksheirisha (Jerjes) – rey grande”). -Tercera línea: se escribe en acadio aqueménida, también conocido como tardobabilonio o neobabilónico. Se trata de un dialecto tardío del acadio, que se hablaba desde el 3000 a.C. en Mesopotamia. (Trasliteación: “(1Hishi-a’-)ar-sha-a sharru(LUGAL) rabû(GAL)-ú” – Traducción literal: “Hishiarsha (Jerjes) rey grande”). La columna vertical de caracteres jeroglíficos se ve delineada por una estructura rectangular abierta por su parte superior. Tal apertura se cierra mediante el signo pt (el cielo). Seguido de ello encontramos el cartucho que envuelve el nombre del rey Jerjes: Tal nombre, siendo extranjero, está elaborado en “escritura silábica” un sistema fonético que era recurrible en el caso de no encontrar una raíz familiar. En ocasiones, este cartucho está precedido por el título “Hijo de Ra” o, dicho de otro modo, del nome, ya que este faraón carecía de un nombre de coronamiento al no tener una fuerte relación con Egipto más allá de la soberanía. Tampoco contó con un coronamiento oficial como rey del Alto y Bajo Egipto, por lo que no contaba como este nombre de coronamiento. Bajo el cartucho, apreciamos el grupo de dos jeroglíficos pr-aA (literalmente, “casa grande”, que se suele traducir como “faraón”). Esto se ha usado como equivalente familiar egipcio para el termino correspondiente a “rey” en mesopotámia. Termina con el artículo determinado masculino singular pA (“el”) y del adjetivo aA (“grande”). (Trasliteación: XSyArSA pr-aA pA aA” – Traducción literal: “Jeshyresh (Jerjes) faraón/rey el grande”). Es bastante probable que este fuera manufacturado en Egipto, realizando un viaje anual con su contenido a los grandes palacios persas: Persépolis, Susa. Es probable que los monarcas persas utilizasen algunos de estos recipientes para obsequiar a personajes relevantes del imperio, dada la ubicación de las piezas halladas. Sin embargo, si nos aventurásemos a delimitar una zona concreta de procedencia podríamos mencionar Susa, la capital del momento. Parece bastante evidente fechar la pieza durante el reinado de Jerjes I (521-486 a.C.), en la XXVII dinastía, entendida como el Primer Periodo Persa. Estaríamos en el Periodo Tardío o Época Baja (525-332 a.C.), cuando Egipto estuvo bajo el dominio de varios pueblos extranjeros.
Reedición de mapa de Jaramago (2005), lugares de aparición de vasos cuatrilingües. | El Escriba Frustrado. Egiptología 2.0 | 83
Conclusiones Desde su origen, debido a su vinculación con la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, el museo se ha enfocado a albergar colecciones vinculadas con la ciudad y la provincia. Gracias al contacto con eruditos gallegos, los fondos aumentaron en número y procedencia. Dado a que se había alejado de sus intenciones originales, se vio adecuado lanzar una política externa que excluyese toda pieza sin relación directa con la provincia o la ciudad. Sin embargo, los encargados de la institución siempre han intentado darles el respeto que merecen y, cuando han tenido la oportunidad, tales piezas han demostrado que son dignas de interés. Con el presente artículo y con los pocos estudios precedentes (que se pueden contar con los dedos de una mano), tengo la esperanza de dar a conocer este tesoro oculto y que llegue a tener un lugar en el futuro más brillante. Al menos, espero despertar el interés científico por las mismas y otras colecciones en su misma situación. Tengo claro que, si oigo algo acerca de la existencia de otro depósito de antigüedades oculto, no dudaré en documentarlo y estudiarlo por el bien de la ciencia. Si este se encontraba en un museo provincial de Galicia, tan lejos de Egipto ¿que habrá escondido en otros museos alrededor de todo el mundo? Tal vez haya cosas que deban ser redescubiertas para poder salir de una vez a la luz. Yo supe de la existencia de esta colección gracias a gente que la recordaba expuesta hace años y a la misma colaboración directa del museo, así que, si algo está claro, es que, si dejamos que el patrimonio del mundo se olvide, es probable que no lo podamos salvar.
Bibliografía
Sobre el autor
BRAGE MARTÍNEZ, L. (2015). O coleccionismo de antigüedades de Oriente Próximo en España. Universidade da Coruña, Facultade de Humanidades e Documentación, A Coruña. pp 114-116.
César Guerra es historiador del arte y, actualmente, está reuniendo todos los requisitos para estudiar un Máster de Egiptología en Reino Unido. Ha fundado la página web El Escriba Frustrado para ayudar a la divulgación y estudio del Antiguo Egipto, además de servir de plataforma para su trabajo.
CASTEL RONDA, E. (2009) Diccionario de signos y símbolos del Antiguo Egipto. Alderabán. Barcelona. CASTEL RONDA, E. (2009) Gran diccionario de mitología egipcia. Alderabán. Barcelona. CASTEL, E. y JARAMAGO, M. El vaso de Amenhotep II en Pontevedra. Asociación Española de Egiptología. pp. 252-258. JARAMAGO, M. (2005). El vaso aqueménida del Museo de Pontevedra: un análisis epigráfico. El Museo de Pontevedra, vol. 59. PÉREZ LAGARCHA, A. (2003). Atlas histórico del Antiguo Egipto. Acento. Madrid. PONS MELLADO, E. (2002) “Catálogo de piezas egipcias del museo de Pontevedra”. en Museo de Pontevedra, pp. 320-321. SHAWN, I. & NICHOLSON P. (2004) Diccionario Akal del Antiguo Egipto. Akal. Madrid. SCHULZ, R. y SEIDEL, M (2012). Egipto: El mundo de los faraones. Ullman. Buenos Aires. 84 | Egiptología 2.0
Su interés se centra en el arte contemporáneo y la historia, cultura y arte antigua, especialmente, la egipcia. Dentro del Antiguo Egipto, siente una inclinación hacia la pintura mural funeraria del Reino Nuevo y la música. Con el tiempo espera convertirse en un investigador del sector y realizar trabajos de campo en el antiguo país del Nilo. Enlaza con el autor
Escritura Heródoto de Halicarnaso
E
La escritura jeroglífica en el Antiguo Egipto
n la Historia de la Humanidad, la invención de la escritura se ha producido de manera independiente en cinco ocasiones y cinco regiones del planeta: en la Baja Mesopotamia y el Alto Egipto en torno al 3300 a.C., en el valle del Indo hacia el 2600 a.C., en China en torno al 1300 a.C., y en Mesoamérica en la primera mitad del I milenio a.C. En el valle del Nilo, a lo largo de sus cinco mil años de Historia, la lengua utilizada en el antiguo Egipto fue escrita con cuatro sistemas de escritura diferentes: el jeroglífico, el hierático, el demótico y el copto. Los primeros dos son los más antiguos, ya que se utilizaron desde la aparición misma de la escritura (último cuarto del IV milenio a.C.) hasta el final de la civilización egipcia antigua (395 d.C.). En cambio, los otros dos son mucho más recientes. Por un lado, la escritura demótica surgió en el siglo VII a.C. y desapareció en el siglo V d.C.; por otro lado, los primeros testimonios de la escritura copta datan del siglo II a.C. y se sigue utilizando aun en la actualidad. Concretando más, los jeroglíficos son dibujos en los que se representa personas, animales, plantas y objetos. Por tanto, por su forma gráfica, los jeroglíficos egipcios son además una escritura pictográfica. Estas representaciones escritas de la lengua pueden presentarse tanto en líneas horizontales como verticales, y en la mayor parte de los casos se leen de derecha a izquierda. La variedad en la orientación de aparición y lectura se debe a la variedad de espacios y materiales en las que era representada esta escritura, teniendo que adaptarse de la mejor manera posible a cada uno de estos soportes. Evolución de la escritura jeroglífica egipcia Jeroglíficos inscritos en el obelisco de Hatshepsut erigido en el templo de Karnak. | Wikimedia Commons.
A pesar de que sus orígenes se remontan al final del periodo Predinástico, a finales del IV mi-
lenio a.C., el sistema jeroglífico egipcio como tal no apareció definitivamente configurado hasta comienzos del Reino Antiguo (2686-2125 a.C.), cuando contaba con unos mil signos. Y no es hasta el Reino Medio (2055-1650 a.C.) cuando reciben la forma clásica que está en el imaginario colectivo, reduciéndose el número de signos a unos 750. A medida que se acerca el final de la Historia faraónica, más compleja se hacía la escritura, de tal modo que en la época grecorromana pudo haber unos 5000 signos. Por lo que sabemos, la última inscripción jeroglífica conocida se hizo en la puerta de los Antoninos del templo ptolemaico de Isis en Filae en el año 394 a.C., un año antes de la división del Imperio Romano. Es probable que en sus orígenes la escritura jeroglífica egipcia comenzara simplemente con ideogramas, es decir, signos que representaban ideas. Sin embargo, este sistema era muy limitado para servir a la comunicación escrita de una lengua completa, por lo que pronto evolucionó para expresar ideas abstractas o partículas gramaticales diversas. También existía el inconveniente de que un mismo dibujo podía hacer referencia a varias palabras, por lo que, para superar este obstáculo, los jeroglíficos egipcios van a desarrollar la fonetización de sus signos. Egiptología 2.0 | 85
Características básicas de los jeroglíficos egipcios Una vez que se concreta el sentido de la lectura, una inscripción jeroglífica se lee siguiendo dos normas básicas: los signos superiores se leen antes que los inferiores, y los signos del lado de inicio de la lectura se leen antes que los posteriores. También cabe decir que algunos signos pueden escribirse indistintamente de forma horizontal o vertical. Además, su complejidad es mayor por el hecho de que es una escritura consonántica, es decir, sin vocales, y por el hecho de ser una escritura sin marcas de puntuación, es decir, sin puntos o comas que separen las frases. A pesar de que solo se utilizaron en el mundo egipcio, donde recibían el nombre de medu-netjer (“palabras divinas”), el nombre “jeroglífico” que recibe hoy en día es de origen griego, y significa literalmente “caracteres esculpidos sagrados”.
Jeroglíficos egipcios de la Estela de Minnakht, jefe de escribas durante el reinado de Ay (1327-1323 a.C.). | Ancient Origins.
Jeroglíficos egipcios de la puerta de los Antoninos del templo ptolemaico de Isis en Filae, datados del año 394 a.C. | 2P7.
En su conjunto, los cientos o miles de jeroglíficos egipcios representaban totalmente la realidad de un egipcio, dividiéndola en distintas categorías como seres humanos, seres divinos, animales, plantas, naturaleza, objetos cotidianos, objetos sagrados, mundo funerario, armas y objetos bélicos... A lo largo de los siglos, este corpus de signos fue evolucionando, abandonando algunos viejos y adoptando algunos nuevos para seguir siendo un fiel reflejo del mundo que querían representar. Por ejemplo, el caballo y el carro de guerra empezaron a ser representados a partir del Reino Nuevo (1550-1069 a.C.), después de que los hyksos los introdujeran en el Segundo Periodo Intermedio (1650-1550 a.C.). La escritura jeroglífica egipcia divide todos sus signos en dos grandes categorías: los fonogramas y los semagramas. Los llamados fonogramas o signos-sonido son signos que, independientemente de lo que representan, sirven para anotar sonidos consonánticos de entre uno y tres caracteres. La segunda categoría es la de los semagramas o signos-imagen, aquellos signos que reproducen una imagen cuyo significado forma parte intrínseca del mensaje a transmitir. A su vez, estos semagramas se subdividen en logogramas (signos que representan una idea y se bastan por sí solos para representarla) y determinativos (signos que no se leen, sino que anuncian genéricamente particularidades de la palabra que viene a continuación). Todos estos tipos de signos se combinan entre ellos para crear todas las palabras necesarias para transmitir el mensaje que se quiera comunicar. De entre ellos, los más numerosos son los semagramas, ya que en teoría cualquier ser, objeto o idea podía ser representado. En cambio, los fonogramas son mucho más restringidos, ya que son como mucho unos 180 de los 750 signos clásicos jeroglíficos. Otra de las características básicas de la escritura jeroglífica egipcia es el soporte en el que aparece. Se trata mayoritariamente de una escritura monumental que se esculpe, graba o pinta sobre soportes duros como la piedra, y en menor medida, la madera o el metal. Estos soportes se ubican en los muros de edificios religiosos o funerarios de todo tipo, o en otras construcciones como obeliscos, estelas, estatuas, ataúdes, escarabeos, 86 | Egiptología 2.0
objetos de lujo, monumentos conmemorativos... Sin embargo, el único de los soportes creados expresamente para recibir textos jeroglíficos era la estela. Éstas eran bloques monolíticos de piedra o madera, normalmente en forma de rectángulo vertical con el lado superior redondeado, de tamaño variable y con cuatro funciones principales: funeraria, votiva, conmemorativa o fronteriza. Teniendo en cuenta estos factores y el hecho de que la inmensa mayoría de la población egipcia no sabía leer, podemos afirmar que su objetivo prioritario era la propaganda del poder. Así, a través de su mera presencia, el despliegue de la escritura jeroglífica demostraba el poder del faraón, de los dioses y de las élites de poder en Egipto. Minoritariamente, también podemos encontrar ejemplos de escritura jeroglífica sobre soportes blandos como la arcilla. Es el caso, por ejemplo, de las impresiones de sellos colocadas sobre documentos, recipientes o cierres de puertas.
Obelisco de Sesostris I en la ciudad de Heliópolis, en Egipto. Cabe destacar que es el más antiguo que se conserva íntegro en la actualidad. | Wikimedia Commons.
La Piedra de Rosetta, el descubrimiento egiptológico más importante para el desciframiento de la escritura jeroglífica. | Wikimedia Commons.
A nivel técnico, la elaboración de un texto jeroglífico constaba de dos fases básicas: una primera en la
que los escribas trazaban los signos sobre el soporte escogido, y una segunda en la que los escultores, tallistas y artesanos los esculpían, grababan, tallaban o pintaban. Este proceso lo podemos conocer bien gracias a los numerosos ejemplos de inscripciones inacabadas en tumbas o estelas funerarias que han llegado hasta la actualidad. En estos casos, son visibles aun las cuadriculas, las líneas de delimitación de la escritura y los signos trazados por los escribas que los artesanos no llegaron a esculpir. También Egiptología 2.0 | 87
en múltiples casos, los jeroglíficos egipcios llegaron a ser verdaderas obras de arte, al ser elaborados con sofisticadas piezas de orfebrería y marquetería, como piedras semipreciosas, vidrio de colores, marfil, metales nobles... Singularidades de la escritura jeroglífica Una particularidad de la escritura jeroglífica egipcia que la diferencia de otros sistemas escritos pictográficos como el cuneiforme o el chino hanzi es la continuidad gráfica de los signos a lo largo de los siglos de su existencia. En otras palabras, los jeroglíficos egipcios se representaron de igual forma desde sus orígenes hasta su desaparición, y eso a pesar de convivir con otros sistemas escritos como el hierático y el demótico. Aun así, eso no implicaba que el significado y el valor simbólico de los signos no cambiara. Esta singular continuidad se extrapoló también a la figura del sacerdote lector, encargado de recitar los textos sagrados. A este cargo religioso lo encontramos representado exactamente igual desde los textos funerarios del Reino Antiguo hasta los templos grecorromanos construidos tres mil años después. Por tanto, podemos deducir que, al igual que los propios signos, los rituales sagrados tampoco cambiaban, y continuaron siempre con la función mágica de hacer presente lo divino. Asimismo, se creía que los signos podían mágicamente llegar a cobrar vida y entrar en el mundo real. Por este motivo, en contextos funerarios se han encontrado los llamados signos mutilados, que representan a animales peligrosos con mutilaciones, cuchilladas o decapitaciones, para que así, en caso de cobrar vida, no puedan hacer daño al difunto en su viaje al Más Allá. Este tipo de signos se hallan sobre todo en los textos funerarios del Reino antiguo que rodean directamente el cuerpo del difunto, como en los sarcófagos o en las paredes de la cámara. Un ejemplo paradigmático es el de los Textos de las Pirámides, en el que este tipo de signos aparecen siempre reducidos a la cabeza con o sin articulaciones o con la cabeza separada del cuerpo.
Jeroglíficos egipcios de la tumba de Pashedu, en Deir el Medina, datada de la época ramésida. | National Geographic. 88 | Egiptología 2.0
A medio camino entre la escritura jeroglífica monumental y la escritura hierática existía otra modalidad de escritura, la jeroglífica cursiva. Se trataba de una escritura jeroglífica que no se esculpía sobre piedra, sino que se escribía con tinta, y que se diferenciaba de la original por su trazo veloz y estilizado. Este tipo de escritura se utilizaba en aquellos textos en papiro, madera o estuco que, por su contenido y función, requerían la escritura sagrada jeroglífica. Tal y como la monumental, el jeroglífico cursivo no tenía ligaduras, podía escribirse indistintamente de forma horizontal o vertical, y podía leerse de izquierda a derecha o viceversa.
Ejemplo de jeroglíficos cursivos hallados en el Papiro de Ani. | Wikimedia Commons.
La escritura jeroglífica egipcia ostenta otro singular récord, puesto que es el sistema de escritura más longevo de la Historia de la Humanidad, al mantenerse inalterado durante sus más de 3000 años de utilización. Además, nunca perdieron su variedad tipológica o su número, sino más bien todo lo contrario.
Bibliografía
Sobre el autor
CERVELLÓ, J. (2016). Escrituras, lengua y cultura en el Antiguo Egipto. Ediciones UAB, Barcelona.
Heródoto de Halicarnaso nació en Tenerife en 1990, mostrando desde pequeño su afición por el conocimiento de lo sucedido en el pasado. Se licenció en Historia por la Universidad de La Laguna en 2013, mostrando interés sobre todo por la historia antigua de Egipto y Próximo Oriente, la Historia del Siglo XX, la creación de la imagen real en la edad moderna, y la Historia militar antigua y contemporánea.
SÁNCHEZ, A. (2010). Manual de traducción de jeroglíficos egipcios. Alderabán, Cuenca. SÁNCHEZ, A. (2013). Diccionario de jeroglíficos egipcios. Aldebarán, Madrid. SHAW, I. (2014). Historia del Antiguo Egipto. La esfera de Libros. Madrid. AUTORES, VARIOS (2013). Egipto. National Geographic. RBA. Barcelona.
Desde febrero de 2014 lleva el blog “Historiae”, en el que trata de enseñar la Historia de la Humanidad, independientemente del nivel de conocimientos del lector, y de una forma en la que se trata de combinar el rigor, la profesionalidad y la veracidad, con la sencillez, la amenidad y la visualidad. Además, es redactor habitual en la sección de Historia de la web “Que Aprendemos Hoy”. Enlaza con el autor
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Faraones Hipólito Pecci Tenrero
“El de la piel argéntea” L
a historia es inconstante, voluble, tan caprichosa que no tiene ningún reparo en que dos hechos análogos, y altamente significativos, se sucedan en un corto espacio de tiempo. Pero, mientras uno de ellos adquirió fama internacional, otro pasó totalmente desapercibido. El cuatro de noviembre de 1922 Howard Carter realizaba uno de los hallazgos más importantes de la Arqueología, el cual, le llevaría a ser conocido mundialmente, más bien habría que decir que les llevaría a ambos, al descubridor y al descubierto, además de marcar el resto de la carrera y de la existencia del investigador. Casi veinte años después, el 21 de febrero de 1940, el arqueólogo francés Pierre Montet, localizaba el enterramiento de un monarca cuyo reinado se instauró a finales del siglo XI a. C. Introducción El gran imperio egipcio hacía agua. El último gran rey, que no de la Dinastía, Ramsés III (1186-1155 a. C. aprox.), había conseguido defender sus territorios de los ataques de ese conglomerado conocido como “Pueblos del Mar”.
Ramsés III oferente. Relieve del Templo del Santuario de Khonsu. | Wikimedia Commons.
Sin embargo, al final de su vida no pudo refrenar las continuas intentonas de conspiración, alguna de ellas proveniente de su propia familia, y que, dicho coloquial-
mente, muy posiblemente le condujo a la tumba. Pero antes del descanso eterno, tuvo que hacer frente a cosechas nefastas, dificultades comerciales, la primera huelga conocida y recogida en los anales, diferentes desórdenes que encaminarían a la perdida de influencia en los territorios asiáticos, etc. El futuro no era nada halagüeño, pues con sus herederos, Egipto, aquél territorio vigoroso y antaño orgulloso de sí mismo, fue declinando poco a poco, sin que los sucesivos gobernantes fueran capaces de hacer frente a la corrupción, la violencia y el expolio. El caos reinante era tal que los mercenarios, contratados y utilizados una vez para defender la tranquilidad, la justicia, el orden, la Maat, se volvieron contra sus señores, saqueando los templos que debían proteger. El horizonte se tornaba sombrío, puesto que a la sucesión de revueltas e inestabilidad social se sumaría un movimiento mucho más tenebroso, más inquietante, intrigas que se habían estado fraguando a la sombra de la ineptitud mostrada por un monarca, y otro, y otro, agazapadas, esperando el momento oportuno para dar el zarpazo mortal, y éste no era otro que el deseo de los grandes prebostes y señores, poseedores de una posición 90 | Egiptología 2.0
de gran poder, de dar un bocado y arañar una porción de territorio, de terreno egipcio con el que convertirse en reyezuelos. Este escenario comenzó a evidenciarse manifiestamente a finales de la XX Dinastía, cuando el monarca, Ramsés XI, debilitado, dejó de tener influencia y de poseer el control de los territorios del Alto Egipto, sumidos en una lucha particular entre Panehesi Virrey de Kush, y Ahmosis, Sumo Sacerdote de Amón En Tebas. A toda esta confusión, a esta anarquía, se sumó un actor más, Herihor, de descendencia poco conocida, enviado desde el Norte para enfrentarse y vencer al Virrey, llegando posteriormente a convertirse en Primer Profeta o Sumo Sacerdote de Amón, así como a ostentar altos cargos militares a finales de la XX Dinastía y comienzos de la siguiente, y que le ayudaría a controlar tanto el Alto Egipto, como Wawat, de tal manera que, aunque el rey, desde el Delta, se presentara como soberano de las Dos Tierras, este personaje, un tanto sombrío, sería quién detentaba realmente el poder en este amplio territorio, consiguiendo implantar a su hijo Piankhi, posiblemente nieto de Ramsés, ya que la esposa de Herihor, Nedyemet, con toda probabilidad era su hija, como su sucesor en Tebas. Es así, como el escenario aunque, a priori, pareciera complicado, se va desliando cuando se conocen los lazos familiares existentes entre los dirigentes de ambas zonas de Egipto, que son la razón de que el statu quo existente se mantuviera. Sin embargo, además de los conflictos políticos imperantes, paralelamente iban aconteciéndose un cúmulo de problemas, compuestos por continuadas crisis, pérdida de territorios en Asia y Nubia que conllevaban un gran declive de la riqueza, una corrupción que se encontraba a la orden del día, al igual que las frecuentes depredaciones de las tumbas, que obligarían a abandonar el Valle de los Reyes y llevar a cabo los enterramientos en el Norte, e incluso, a finales de la XXI Dinastía, no hubo más remedio que utilizar escondrijos, conocidos como “cachette”, para salvaguardar los restos reales y de los grandes dignatarios. En este estado de cosas, la Dinastía se encontraba abocada a la desaparición, como así sucedería, finalizando la gloriosa etapa que se ha dado por llamar Imperio Nuevo (1570-1070 a. C. aprox.). Como se ha visto, aunque existiera la figura del monarca, el Valle se encontraba dividido en dos centros de poder evidentes, Pi Ramsés y Tebas. No obstante, otra ciudad iría cobrando importancia, Tanis, don-
de se hallaba asentado un personaje, Esmendes, de quién se ha dicho que podría ser hijo de Herihor, y que, gradualmente, iba haciéndose fuerte, quizás porque hubiera ostentado la condición de Gran Sacerdote de Amón, o bien, a causa de su matrimonio con Tetamun, posible hija de Ramsés XI, hasta que, a la muerte de éste, se convertiría en su sucesor, conquistando y consiguiendo hacerse con el trono, además abrir e iniciar una nueva época como fundador de la XXI Dinastía. El periodo conocido como Tercer Período Intermedio (1070-664 a. C. aprox.) había comenzado, y lo había hecho con las mismas peculiaridades con las que finalizó el reinado anterior, es decir, una división con dos gobiernos de facto, uno de ellos de corte teocrático, entre el mediodía egipcio y el Delta, si bien, en este último territorio iba tomando protagonismo la urbe tanita en detrimento de aquella fundada por Ramsés II. Curiosamente, no llegaría a existir un enfrentamiento abierto, ya que los Sumos Sacerdotes de Amón en Tebas no tuvieron ningún reparo en reconocer la potestad del rey sobre todo Egipto, acontecimientos que fueron ratificados con una política matrimonial que estrechó lazos entre las dos casas gobernantes. El gobierno de Esmendes se extendería en el tiempo desde 1070 a. C. hasta el año 1043 a. C. aproximadamente, siendo sucedido por su hijo Amenemnesu, también conocido como Neferjeres, si bien su reinado resultó fugaz, ya que murió cuatro años después de su ascenso al trono, por lo que inmediatamente es sustituido por Psusennes I (1039-991 a. C. aprox.), hijo de Pinedyem I, Sumo Sacerdote de Amón en Tebas, lo que evidenciaba las relaciones de parentesco existente entre éstos y la familia real del Norte. El descubrimiento Durante siglos, la responsabilidad de gobernar Egipto había recaído en dos grandes ciudades, dos capitales, Menfis y Tebas, y, aunque en momentos puntuales el poder se había trasladado a otros núcleos urbanos, Amenemhat I, durante el Reino Medio había hecho de El Lisht su plaza fuerte, y posteriormente Amenofis IV levantó una metrópoli de nueva planta, Akhetaton (Tell el-Amarna), en la Dinastía XIX Ramsés II erigió un nuevo centro en el Este del Delta, Pi Ramsés, que llegaría a ser el motor, el corazón del Kemet durante más de una centuria. Sin embargo, todo tiene un principio y un fin, de tal manera que, en las postrimerías del Imperio Nuevo, cuando declinaba la XX Dinastía, la notoriedad de la Ciudad de Ramsés iba a ir declinando para dar paso a un nuevo centro de poder junto a Tebas, Tanis, núcleos que controlarían respectivamente las divisioEgiptología 2.0 | 91
nes tradicionales, el Alto y el Bajo Egipto. Tanis, consagrada a Amón y centro vital de la familia real, posiblemente se había planeado como una replica de la población sureña, constituyéndose en un centro comercial importantísimo hasta que, en el siglo II parece ser que fue destruida, aunque hay quien dice que continuaría existiendo para ser abandonada definitivamente en el siglo VI y permanecer oculta mil cuatrocientos años. Pierre Montet (1885-1966) había estado desarrollando sus actividades en el Protectorado del Líbano durante los primeros años de la década de los veinte del siglo XX, resolviendo, tiempo después, marchar al norte de Egipto para emprender una campaña de excavaciones en una zona ya “tocada” por otros arqueólogos anteriormente en las cercanías de Tanis, pero que, a imagen y semejanza de Howard Carter, él consideraba todavía fecunda.
Pierre Montet. | El País.
Los trabajos se emprendieron en 1928, y tal y como había predicho, se trataba de un terreno fructífero en cuanto a restos arqueológicos se refería, lo que llevó a prolongar varios años las tareas en la zona, consiguiendo localizar el templo de Amón, cuyos restos evidenciaban la existencia, a su alrededor, de una protección de
adobe. Pero, mientras los estudios se iban sucediendo y los restos iban descubriéndose, el misterio continuaba haciéndose fuerte, ya que ninguno de los vestigios que afloraban permitían conocer la identidad o la cronología del yacimiento.
Tumba de Psusenes I. Tanis. | Wikimedia Commons. 92 | Egiptología 2.0
Montet continuó con su cometido, pues barruntaba que en el interior de los muros podría localizarse alguna edificación más, quizás uno o varios enterramientos. Así, iban transcurriendo los meses y el arqueólogo sopesaba dar por finalizadas las acciones encaminadas a la limpieza del templo, cuando el 27 de septiembre de 1939 se daba de bruces con nuevas construcciones surgidas del fondo de la tierra. La emoción debería estar a flor de piel cuando se testificaba que se trataba de un enterramiento. Sería un momento digno de poder ser vivido, ese lapso de tiempo en que accedía a la sepultura, ingresaba en las cámaras funerarias recién descubiertas...hasta que, con desgana observaba que había sido visitada con anterioridad, los saqueadores ya habían echado las redes en ella. Los análisis de dicha sepultura concluirían que la cronología de su construcción se ubicaría en torno a mediados del siglo IX a. C, por lo que es muy probable que se tratara de la última morada de Osorkon II, miembro de la XXII Dinastía, que también tenía a Tanis como foco neurálgico de su reinado. Obviamente, el ánimo de Montet no debía encontrarse en su apogeo tras haber localizado una tumba expoliada, por lo que decidió ampliar el terreno de excavación varios metros más, decisión que, a la larga, resultó acertada, ya que se dio de bruces con un nuevo complejo funerario.
Tumbas reales de Tanis. | Wikimedia Commons.
“...Entré en un corredor vacío. Luego pasé a una cámara con todas las paredes decoradas y llena de objetos funerarios...” Las maniobras en el interior comenzaron con la apertura de la puerta de acceso a la cámara, una protección tan potente que se necesitó una semana para que cediera. Los trabajos fueron altamente productivos, pues, finalmente, el 21 de febrero de 1940 el equipo conseguía inEgiptología 2.0 | 93
troducirse en su interior, conduciendo al hallazgo de un nuevo enterramiento, y ¡esta vez sí!, los espoliadores habían pasado de largo, se trataba de un complejo intacto, tal como Montet pudo corroborar de primera mano, una tumba inviolada, realidad que demostraban las múltiples piezas y riquezas que se encontraban depositadas en su interior. A través de los estudios posteriores no se tardaría mucho tiempo en saber a quién pertenecía dicho recinto, puesto que en la antecámara se localizaron los cartuchos del destinatario, que mostraban el nombre “Hor-Pasebakhaenniut” “La Estrellas que aparece en la Ciudad amado de Amón”, y una segunda que expresaba “Grandes son las manifestaciones de Re, elegido del Dios Amón”, Psusennes I. No obstante, ahora se abría un nuevo enigma, un nuevo reto, ya que, mientras los Grandes Sacerdotes de Amón eran ampliamente conocidos, el problema radicaba en la escasa información conocida en torno a los reinados del Norte; así, la existencia de este monarca, al igual que la de Tutankhamón, había pasado totalmente desapercibida, aunque con una diferencia sustancial, pues mientras el Rey Niño ya es familiar para la sociedad, el soberano tanita continúa siendo un perfecto desconocido en nuestros días. Al entrar en la estancia, Montet descubrió un inmenso sarcófago de piedra con jeroglíficos finamente esculpidos, y en su interior, un segundo féretro que
haría palidecer a todos los presentes, pues jamás se había visto una obra de arte de esas características, una tapa de forma antropoide elaborada en plata, en donde, según las investigaciones realizadas posteriormente, se habrían aplicado cerca de un centenar de kilos, un material nunca empleado para la confección de sarcófagos, por lo que hasta ahora, no se ha vuelto a hallar ninguna pieza idéntica. Este sería el momento idóneo para arrojar el guante y lanzar una reflexión: Si el denominado “Rey Niño” cuya repercusión en la historia, cuyo eco habría sido mínimo de no haber sido por su descubrimiento, o Psusenes I, un monarca altamente desconocido, fueron acompañados a la eternidad por estas riquezas ¿Qué tesoros podrían haber contenido los enterramientos de los grandes monarcas egipcios?. Mas, esta no sería la única sorpresa, puesto que al abrir y descubrir el interior, surgió un nuevo tesoro, una increíble máscara de oro macizo que confirmaba la importancia de este soberano. Lo que quedaba del monarca se estudió posteriormente, aunque de forma muy somera, por lo que, únicamente, se llegó a una conclusión sobre la ancianidad del inquilino. No ha sido hasta varias décadas más tarde cuando se ha reanudado el estudio de los restos de Psusennes, realizándose una labor mucho más concienzuda que ha arrojado a una persona octogenaria, que
Detalle del sarcófago de plata. Museo Egipcio de El Cairo. | Wikimedia Commons. 94 | Egiptología 2.0
MĂĄscara de oro de Psusennes I. | Wikimedia Commons.
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en su momento álgido debió ser fornido y de alrededor de 1,66 metros de altura, que fue capaz de llevar a cabo un acontecimiento portentoso. Como se sabe, Ramsés II había edificado una ciudad de nueva planta en el Delta, Pi Ramsés cuyo significado sería “La Casa de Ramsés” y que detentaría la capitalidad del reino, siendo un asentamiento prominente durante más de un siglo. Esta magnificencia no fue suficiente para poder enfrentarse a los circunstancias medioambientales adversas, que llevaron a la total desecación del brazo de agua que discurría a su vera. Psusennes concibió un plan, en teoría descabellado, pero que, no se sabe muy bien como, consiguió llevar a cabo: trasladar las edificaciones y monumentos de una ciudad de casi trescientos mil habitantes a otra, Tanis. Esta maniobra, que parece ser tuvo unos resultados muy positivos y una efectividad total, siglos después se convirtieron en el obstáculo que llevaría a Pierre Montet a errar en sus conclusiones y dictaminar que, tras evaluar los hallazgos, cartuchos reales, etc., Tanis era realmente la capital de Ramsés II. El sarcófago argénteo, símbolo de su riqueza, junto al colosal proyecto constructor puesto en marcha, ha colocado a Psussennes en el puesto que le corresponde en la eternidad. Sin embargo todo tiene su lado gris, puesto que Pierre Montet moriría sin llegar a saber nunca que no había sido el descubridor de Pi Ramses.
Bibliografía
Sobre el autor
ALONSO GARCÍA, F. (2009). Los hombres del faraón: el ejército a finales del reino Nuevo en el Antiguo Egipto. Universidad de Deusto.
Doctor en Prehistoria y Arqueología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Magíster en Museografía y Exposiciones por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Diplomado en Estudios Avanzados (D.E.A.) por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Miembro del Laboratorio de Estudios Paleolíticos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), y de la Red de Expertos del Proyecto Campus de Excelencia Internacional en Patrimonio, concedido a las universidades andaluzas coordinadas por la Universidad de Jaén.
ALDRED, C. (2005). Los egipcios. Oberon. Madrid. BAINES, J; MÁLEK, J. (2002). Cultura y sociedad del antiguo Egipto. Folio. Barcelona. GRIMAL, N. (2004). Historia del antiguo Egipto. Akal. Madrid. KEMP, B. J. (1992). El antiguo Egipto. Anatomía de una civilización. Barcelona. MONTET, P. (1939). Rapport sur les fouilles de Tanis en 1939. Comptes rendus des séances de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, 83e année, N. 3, 1939. pp. 237-249. PARDO MATA, P. (2004). Egipto. De la prehistoria a los faraones. Sílex Ediciones. PARRA ORTIZ, J. M. (2009). El antiguo Egipto: sociedad, economía, política. Marcial Pons Ed. De Historia. Madrid. SHAW, I. (2007). Historia del Antiguo Egipto. La Esfera de los Libros. Madrid.
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Entre los años 1998 y 2008 ha participado en diferentes campañas arqueológicas: Yacimiento de la Cova D’en Pardo (Planes, Alicante), La Peña de Estebanvela (Ayllón, Segovia), excavación y estudio de la Cueva de Ambrosio (Vélez-Blanco, Almería), trabajos arqueológicos en Perales del Río (Getafe), Proyecto de Investigación, estudio y documentación en la Cueva de la Fuente del Trucho (Asque-Colungo, Huesca) y dirección arqueológica para la realización de trabajos de prospección y excavación arqueológica en el Cerro de San Isidro (Domingo García, Segovia). Entre los años 2008 y 2011 Arqueólogo de la Unidad de Promoción y Desarrollo V y VI de la Diputación de Toledo. Es también autor de diferentes artículos relacionados con el antiguo Egipto. Enlaza con el autor
Museos Sara López Caiz / Moisés González Sucías
Museo Calvet (Avignon)
Museo Calvet, Avignon. | Stéphane Bily.
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s de visita “obligada” dada la importancia de las obras de arte incluidas en su colección permanente que han hecho que sea considerado uno de los museos más importantes de Francia. Fundado por el humanista Esprit Calvet, es el Museo Arqueológico y de Bellas Artes de Avignon. Se encuentra en el centro de la ciudad, en un bello palacio del siglo XVIII construido por el arquitecto Jean Baptiste Franque en un elegante y armonioso estilo franco-italiano. Recorrer sus distintas salas es hacer un apasionante viaje en el tiempo desde la prehistoria hasta las artes decorativas del siglo XVIII. El antiguo Egipto, el arte asiático o la exposición dedicada al mundo islámico despiertan especial interés. Además, el museo cuenta con una extraordinaria colección de pinturas que incluye obras maestras de gran valor representativas de las escuelas francesa, italiana, flamenca y española. Cuadros de Mannet, Bonnard, Dufy o Manguin son algunos de las obras que se pueden admirar en este extraordinario reco-
rrido pictórico que abarca desde el siglo XVI hasta la actualidad. También merece especial mención la colección de esculturas, con una extensa muestra de obras representativas del arte clásico greco-romano que comparten protagonismo con otras delicadas esculturas de geniales artistas como Camile Claudel, Francesco Laurana o James Pardier. Las artes decorativas también ocupan un lugar destacado en el conjunto del museo. Entre los maravillosos objetos incluidos en la muestra, la colección de bronces italianos de los siglos XVI y XVII brillan con luz propia. Tómate tu tiempo para disfrutar de este magnífico museo ubicado en este bello palacio en el que no debes dejar de visitar también su bonito patio central y sus armoniosos jardines. La visita puede completarse acercándote al Museo Lapidario, que forma parte de la Fundación Calvet, Egiptología 2.0 | 97
y conserva su colección arqueológica. Aquí podrás ver una extensa muestra de esculturas, bajo relieves, estelas funerarias o sarcófagos greco-romanos. La casa Villeneuve-Martignan (actual sede del museo) El edifico que actualmente alberga el museo fue un antiguo palacio cardenalicio, propiedad del cardenal Pierre d’Ailly, obispo de Cambrai (norte de francia), vendido en 1719 a François-René de Villeneuve (Marqués de Arzeliers). Más tarde, en 1734, su hijo, Joseph-Ignace de Villeneuve-Martignan, decidió transformar la antigua casa familiar, confiando los primeros trabajos al arquitecto Thomas Lainée. En 1738, Joseph-Ignace de Villeneuve-Martignan, se convirtió en primer cónsul de Aviñón. Tres años más tarde, contrató al arquitecto Jean-Baptiste Franque y su hijo François para ampliar y reformar la vivienda, que hoy en día sigue siendo la mejor construcción señorial de la ciudad. Arruinado, se vio obligado a dejar de trabajar en 1754 y alquilar la planta baja. El edificio pasará de mano en mano y se transformará nuevamente después de la Revolución, por sus sucesivos propietarios, hasta 1833, año en que es comprada por la ciudad de Aviñón para albergar el museo Calvet. Entrada al Museo Calvet. | Grp2007.
Los trabajos de Renaux y Eyssautier dejarán en un estado cercano a la del siglo XVIII, la escalera, la galería inferior, tres
salas de estar y una pequeña sala de descanso con vistas a los jardines. Las fachadas, restauradas por los ‘‘Monumentos Históricos’’ entre 1986 y 1991, se encuentran en un estado muy cercano a las fachadas originales. Sabemos que el patio de entrada estaba cerrado a la calle por una puerta de madera, remplazada en 1886 por una puerta de hierro forjado, obra del maestro herrero Biret, recientemente restaurada por la Fundación Calvet. La entrada principal estaba ubicada centralmente en la parte superior de un porche pentagonal. Sobre la puerta están los brazos de Villeneuve-Martignan y su esposa, Henriette-Victoire de Sade. A la izquierda estaban los establos, y a la derecha un apartamento. La sala de recepción del museo es un buen ejemplo de cobertura con bóveda plana, una especialidad de los arquitectos franceses procedentes de la escuela de Versalles. Esta bóveda y la galería inferior dan mayor magnitud a la escalera suspendida, de piedra azul y blanca, unos colores que inspiraron la restauración de las decoraciones de los techos. La escalera conduce a la primera planta de la casa, donde se encontraban originalmente los apartamentos, hoy desparecidos con la construcción de la “Galería Vernet” en 1833. El ala principal de la casa, en la planta baja, se compone de cinco salas de estar con ventanas al jardín, que mantienen unas puertas talladas, y dos techos de estuco dorado y pintado (uno con dragones chinos y el otro con representaciones sobre la música). Estas habitaciones, recientemente restauradas por la Fundación Calvet, se 98 | Egiptología 2.0
Construcción de la puerta de hierro forjado. | Musée Calvet.
Interior del Museo Calvet. | Hiveminer.
benefician de una gran iluminación gracias a la orientación este-oeste de la planta que también alberga el jardín. La fachada exterior al patio principal, se compone de ventanas altas, con frontones clásicos y pilastras jónicas. El palacio Villeneuve-Martignan encierra, al norte, otra vivienda del siglo XVII, combertida finalmente en un cobertizo. Dicha vivienda fue construida por el arquitecto Philippe Dubois en 1991. Se trataba de un ala moderna que ofrececía una hermosa vista del patio norte del palacio, antiguo patio de servicio.
Interior del Museo Calvet. | Beyond.
Museo Las primeras colecciones del museo, fueron aportadas por Esprit Calvet (1728-1810) gran coleccionista, amante de las artes y la arqueología y médico de formación. En 1810, legó por testamento a Aviñón, su ciudad natal, una biblioteca, una colección de historia natural y una rica colección de antigüedades. El museo fue creado por decreto imperial, el 9 de abril de 1811, siguiendo la última voluntad de Esprit Calvet, permitiendo mostrar el legado aportado por el erudito para el disfrute de todos los ciudadanos. Las colecciones del museo son muchas y variadas, y van desde la arqueología hasta las bellas artes,
artes decorativas y etnología. Se conservan además ricos conjuntos prehistóricos, griegos, romanos y del Antiguo Egipto, así como una colección de pinturas del Renacimiento. En julio de 1997 se abre una sala de arte contemporáneo y la posterior donación de Marcel Puech completan la colección con mobiliario, cerámicas, bronces, orfebrería y pinturas. En diciembre de 2007, el museo Calvet abre tres nuevas salas dedicadas, a las colecciones permanentes nentes y en particular, a la Escuela de Aviñón. Las salas trazan un panorama de la creación en Egiptología 2.0 | 99
Aviñón, desde el Renacimiento hasta la Revolución, con obras (pinturas, esculturas y objetos de arte) recién restauradas y algunas de las cuales nunca habían sido expuestas al público. Desde mayo de 2010, la sala de arte moderno Víctor Martin, presenta 75 lienzos y esculturas gracias a la generosidad de dos donaciones: Joseph Rignault (1874-1962) y Víctor Martin (1913-1988). Actualmente el museo está compuesto por 15 salas, aunque el recorrido expositivo comienza en la sala 4, donde podemos contemplar pintura flamenca, holandesa y alemana de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII. La sala 5, dedicada a la escultura, atesora obras principalmente del siglo XIX, donde podemos contemplar piezas de Pradier, Bosio, Cavelier, Veray, Espercieux y Shoemaker. El peristilo, construido en el siglo XVIII, ofrece un entorno perfectamente adecuado para la presentación de estas obras. En la sala 6, podemos admirar una rica colección de herrería. La sala 7, una pequeña habitación del museo, alberga parte de la colección de platería, donada por M. Puech, un importante colaborador de la Fundación Calvet. La sala 8, está decorada con estuco típico del sur (alrededor de 1770-1780). La sala 9, inaugurada en mayo de 2010, alberga una colección de arte moderno, con piezas donadas por Emile Joseph Rignault y Victor Martin. Retrato de Esprit Calvet. Philippe Sauvan (1698-1789). | Wikimedia Commons.
En esta sala podemos encontrar obras de Vlaminck, Bon-
nard, Vuillard, Downing o Soutine. Tras un recorrido por el jarín (sala 10) podemos encontrarnos con la sala 11, donde podemos apreciar pinturas italianas de los siglos XVII-XVIII, arte religioso y temas mitológicos. En este ámbito se presentan también obras maestras de la pintura barroca. La sala 12 y 13, recientemente restauradas por la Fundación Calvet e inauguradas en 2011, atesoran la colección arqueologica del Antiguo Egipto. Finalizamos en la sala 14, un ámbito que combina obras del Renacimiento y la Revolución. En ella podemos contemplar piezas de Simon de Chalons, Nicolas y Pierre Mignard II, Reynaud Levieux, Jean Guillermin.
Interior del Museo Calvet. | Beyond. 100 | Egiptología 2.0
Primera planta
Planta baja Planos del museo. | MusĂŠe Calvet. EgiptologĂa 2.0 | 101
Sala de la colección egipcia. | Moisés González Sucías.
Colección egipcia
tumba de Nebamón.
Sin duda alguna, la colección de antigüedades egipcias del museo, es uno de los ámbitos que despierta mayor interés entre los visitantes.
Las adquisiciones realizadas por el museo, han seguido hasta nuestros días, así como las donaciones realizadas por particulares y las compras efectuadas por los ‘‘Amigos del Museo Calvet’’. Cabe destacar la compra realizada por la ‘‘Fundación Calvet’’ en 1986, del sarcófago de Tashapenkhonsu.
Ubicada en las salas 12 y 13, se pueden admirar piezas de la vida cotidiana, objetos funerarios, y una amplia colección de esculturas y estelas funerarias. Forman parte de la colección, algunas piezas muy raras como el ensamblaje de tres estelas dedicadas a Sokary-Hotep, procedente de Abidos, el ex-voto familiar de Yai de forma muy particular, una estela de Horus con cocodrilos, así como, una escultura tallada en madera del dios Sokaris. Posee también, una bella cabeza de visir de basalto, un magnífico hipopótamo de alabastro, bronces, estatuas cubo, y ushebtis.
En la primera sala dedicada al Antiguo Egipto, podemos apreciar algunas de las piezas más antiguas,
La Colección egipcia se compone inicialmente con la donación de Esprit Calvet (unas 50 piezas). Posteriormente, se fue enriqueciendo, principalmente en la primera mitad del siglo XIX, por otras donaciones y adquisiciones. Destaca la donación de Marius Clément realizada en 1850 o la compra de diversas antigüedades efectuada por el museo a Franaçois Sallier en 1833, año en el que el el museo se hizo con diversas piezas de gran valor, como un fragmento de pintura mural de la 102 | Egiptología 2.0
Fragmento de pintura mural de la tumba de Nebamón. Dinastía XVIII. | Musée Calvet.
Estatua cubo de Hori. 1295-1188 a.C; dinastía XIX. | Moisés González Sucías.
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así como algunas de las más relevantes y el sarcófago de Tashapenkhonsu (Dinastías XXV-XXVI), de reciente adquisición. La sala está ambientada con un gran mural circular, que narra la campaña de Napoleón Bonaparte en Egipto y nos explica mediante las piezas expuestas, la propia historia de la colección egipcia del museo. Dentro del rico patrimonio conservado, cabe destacar un fragmento de pintura mural de la tumba de Nebamón (XVIII Dinastía), adquirido en 1833. En el fragmento se representa una escena del banquete funerario, donde el difunto y su esposa, aparecen sentados en unas elegantes sillas, un mueble que indica el alto estatus social de la pareja. La esposa de Nebamón porta en una de sus manos, una flor de loto y ambos aparecen representados con bellos collares de flores. Delante del difunto hay dos sirvientes. la primera, una niña desnuda con la cabeza afeitada, ofrece a la pareja un collar y la segunda porta entre sus manos un pequeño plato que contiene perfumes para los conos colocados sobre las pelucas de Nebamón y su esposa.
Sarcófago de Tashapenkhonsu. | Moisés González Sucías.
Una escena de vivos colores y refinadas formas que muestra la alta posición social de la pareja. Mural con la representación de la campaña de Napoleón en Egipto. | Beyond.
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El fragmento (cabeza) representa uno de los personajes clave de la administración egipcia. Este puesto, cuyo nombre se creó probablemente en la época del faraón Seneferu, se definía como ‘‘el que es la voluntad del amo, los oídos y los ojos del rey’’. Era el encargado de supervisar el funcionamiento del país, en algunas épocas incluso vigilando los más pequeños detalles de la casa del faraón. El resto de los escribas y funcionarios, tales como los recaudadores de impuestos, rendían cuentas ante él. La judicatura era parte importante de la administración civil, por lo que el visir formaba parte del tribunal superior. Sin embargo, el rey podría ejercer en cualquier momento su propio control sobre cualquier aspecto del gobierno, eliminando las decisiones que hubiera tomado su segundo. Su deber era la administración de los bienes del faraón, que incluían todos los sectores productivos del país.
Busto de mujer. Diorita, segunda mitad de la dinastía XII. | Moisés González Sucías.
Otra de las piezas que podemos ontemplar en la colección egipcia, es un bello busto de una mujer, representada con una peluca Hathórica, característica de las representaciones de la diosa Hathor desde la duodécima dinastía. Hathor, considerada hija de Ra, ojo de Ra y esposa del dios Horus, aunque en algunas representaciones ceremoniales aparezca como madre del dios asociada a Isis. Según la mitología egipcia, juntos vengaron la muerte del padre de Horus, el dios Osiris. De suave rostro e infinidad de detalles en su elaboración, el uso de la piedra dura indica que el busto proviene de un taller real y sugiere que se trata de una princesa o una concubina real, un título que portaban algunas damas de la alta sociedad del Imperio Medio. Otra de las piezas que podemos encontrar en las salas egipcias, es un fragmento de estatua representando a un visir. Elaborada en serpentina, perteneció a la colección formada a principios del siglo XVIII por el presidente Bon de Saint Hilaire (1678-1761), en 1760 fue adquirida por el Marqués de Calvière (1693-1763) y posteriormente engrosó la colección del fundador del museo, Esprit Calvet.
Cabeza de un visir. Serpentina, dinastía XIII. | Moisés González Sucías.
El museo conserva varios sarcófagos de refinada laboración y ricamente decorados, entre los que destaca el de Ankhpairdis. Tallado en madera estucada y pintada, está fechado entre los años 945-715 a.C. (XXII dinastía). En el interior del sarcófago podemos apreciar la representación de la diosa Nut, de perfil, con la tez blanca, vestida con una larga túnica y peluca. Hija de Shu y Tefnut, esposa de su hermano Geb, y madre de los dioses Osiris, Isis, Seth, Neftis y Horus el viejo, que nacieron en los días epagómenos. En Egiptología 2.0 | 105
Heliópolis era madre de Ra y se la identificaba con una vaca (Mehet-Urt). Nut, diariamente paría al Sol que viajando sobre su cuerpo llegaba hasta su boca, desapareciendo en el interior (o en la Duat), renaciendo al día siguiente. Protectora de los muertos, que acudían a ella para obtener alimento y protección, daba a los difuntos la facultad de renacer. En los sarcófagos se la representaba protegiendo al difunto con las alas extendidas, o en el interior, como mujer con los brazos alzados, ayudándolo a renacer en el Más Allá, o como representación del cielo. Su morada era un sicomoro (higuera) en Heliópolis y sus ramas eran refugio de las almas cansadas. Según la tradición era el sicomoro bajo el que la Virgen María se sentó para descansar en su viaje a Egipto.
Interior del sarcófago de Ankhpairdis. Madera estucada y pintada, 945-715 a.C; XXII dinastía. | Moisés González Sucías.
Durante el recorrido por las salas egipcias, podremos encontrarnos con diferentes vasos canopos, entre los que destaca el de Iahmés. Elaborado en alabastro, está fechado entre los años 672-525 a.C (dinastía XXVI). La pieza corresponde a Amset, con tapa en forma de cabeza humana donde se guardaba el hígado. Los vasos canopos eran los recipientes donde se depositaban las vísceras de los difuntos, lavadas y embalsamadas, para mantener a salvo la imagen unitaria del cuerpo. Estos vasos se introducían en una caja de madera que, durante el cortejo fúnebre, era transportada en un trineo.
Sarcófago de Ankhpairdis. Madera estucada y pintada, 945-715 a.C; XXII dinastía. | Moisés González Sucías. 106 | Egiptología 2.0
Al principio, desde su aparición durante la VI dinastía, se cerraban con una tapa plana pero a principios del Imperio Nuevo la tapa adquirió la forma de la cabeza del difunto y ya desde finales, en época ramésida, la de la cabeza de cada uno de los genios que protegían el funcionamiento del órgano en el cuerpo vivo. Llamados Hijos de Horus, protegían su contenido de la destrucción.
Generalmente eran figuras momiformes, a imagen del difunto, portando una azada y, a veces, un saco a la espalda. En el Imperio Medio llevaban inscrito el capítulo 472 de los ‘‘Textos de los Sarcófagos’’; durante el Imperio Nuevo, en la parte delantera tenían escrito el capítulo VI del ‘‘Libro de los Muertos’’ que, recitándolo, “les dotaba de vida” y así podían trabajar en lugar del difunto. El número de ushebtis depositados en las tumbas varió según la época e importancia del personaje. Algunos sepulcros del Imperio Nuevo poseían 365 ushebtis, o más, correspondientes a cada día del año.
Vaso canopo de Iahmés. Alabastro, 672-525 a.C; dinastía XXVI. | Moisés González Sucías.
El museo conserva además, una importante colección de ushebtis. Algunos de tosca elaboración y otros de refinados y ricos colores. Los ushebtis eran pequeñas estatuas que se depositaban en la tumba del difunto y su cometido en la religión y mitología egipcia era servirle al difunto en el Más Allá, ya que los antiguos pobladores del Nilo pensaban que los espíritus de estas estatuillas trabajarían para ellos en la otra vida. Su nombre varió a medida que la lengua egipcia fue evolucionando. Se denominaron ‘‘shabtis’’ durante el Imperio Medio, ‘‘shauabtis’’ en el Imperio Nuevo y ‘‘ushebtis’’ a partir del Periodo tardío.
Varios ushebtis conservados en el Museo Calvet. | Moisés González Sucías. Egiptología 2.0 | 107
Del 8 de junio al 16 de septiembre de 2018
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Exposiciones Obra Social ‘‘La Caixa’’ / Moisés González Sucías
Faraón. Rey de Egipto L
a nueva exposición de CaixaForum Barcelona invita a los visitantes a descubrir lo que realmente significó la monarquía en esta antigua civilización. Los faraones, los señores de las Dos Tierras, fueron los encargados de proteger a Egipto de sus enemigos y de garantizar el orden del universo. Gobernaron Egipto desde el 3000 a. C., aproximadamente, hasta la conquista romana, en el 30 a. C. Tras las imágenes y los objetos del antiguo Egipto que han llegado hasta nuestros días, se esconde la realidad de un imperio que ha fascinado a la humanidad a lo largo de la historia. La nueva exposición de la Obra Social ”la Caixa”, en colaboración con el British Museum, ‘‘Faraón. Rey de Egipto’’, explora el simbolismo y el ideario de la monarquía egipcia, desvelando las historias que encierran las 164 piezas incluidas en la muestra como representación de esta antigua civilización. Destacan los trabajos de orfebrería, así como las estatuas monumentales y los preciosos relieves de templos que acercan a los visitantes a la vida real y de poder del antiguo Egipto.
Vista general de la sala de exposiciones. | Moisés González Egiptología Sucías. 2.0 | 109
‘‘Faraón. Rey de Egipto’’ explora el simbolismo y el ideario de la monarquía egipcia, al tiempo que intenta desvelar las historias de los objetos y las imágenes que ha dejado como herencia esta antigua civilización. Eran cientos los dioses a los que se rendía culto en el antiguo Egipto, y se creía que todos mantenían algún vínculo con el faraón. Los antiguos mitos explican que, antes del primer faraón, Egipto había sido gobernado por los dioses. Como sumos sacerdotes, los faraones supervisaron la construcción de grandiosos templos para la celebración de rituales. Los entierros reales, bajo las pirámides o en el Valle de los Reyes, se concebían con la intención de garantizar el renacer del faraón como Osiris, señor del inframundo o mundo de los muertos. Junto a esta naturaleza divina, el faraón también era a menudo representado como un audaz guerrero o un genio de la estrategia militar, implacable con sus enemigos. Comandaba los ejércitos con la misión de mantener la paz interior y de expandir las fronteras. Sin embargo, Egipto sufrió numerosas y dolorosas derrotas, entre otras, contra los ejércitos romano y nubio. Asimismo, a pesar de su papel como señor de las Dos Tierras, nexo de unión entre el norte y el sur de Egipto, lo cierto es que los faraones no pudieron evitar fuertes tensiones internas. Egipto conoció varias guerras civiles, y fue conquistado por potencias extranjeras o gobernado por distintos soberanos que se disputaban el poder.
Capitel de Hathor. Granito rojo. Dinastía XXII, 874-850 a. C. Templo de Bastet, Bubastis. | Moisés González Sucías.
A través de las estatuas y los monumentos, los faraones construían con esmero sus identidades, y proyectaban una imagen idealizada de sí mismos, bien como guerreros poderosos, protectores de Egipto contra sus enemigos, bien como adoradores fervientes de los dioses, intermediarios entre ellos y el resto de la humanidad. Tras estas representaciones de la realeza, sin embargo, la realidad era mucho más compleja. No todos los gobernantes del país fueron de sexo masculino, ni tampoco egipcios, como el rey macedonio y gobernante Alejandro Magno. También hay constancia de conspiraciones regicidas, e incluso de golpes de Estado. Detalle del capitel de Hathor. Granito rojo. Dinastía XXII, 874-850 a. C. Templo de Bastet, Bubastis. | Moisés González Sucías. 110 | Egiptología 2.0
Al margen de su origen, o de que fueran hombres o mujeres, los monarcas egipcios se definían mediante la adopción de símbolos reales. Así, por ejemplo,
inscribían sus nombres en cartuchos, o llevaban en la frente el ureo, una figura de cobra erguida. Si bien algunos faraones fueron objeto de veneración -como Tutmosis III, que propició la máxima extensión al imperio egipcio, o Amenhotep I, que tras su muerte fue adorado como un dios-, otros se vieron condenados al olvido. Fue el caso de Akhenatón, causante de un profundo trastorno religioso al introducir el culto al disco solar de Atón como único dios nacional. Dividida en diez ámbitos, la exposición examina la figura del monarca egipcio desde todos los puntos de vista: como ser divino, situado en el centro de la estructura social, a cuyo alrededor se articulan símbolos y creencias que van más allá de la existencia terrenal; en su vida de palacio, rodeado por su familia; como gobernante y como guerrero, e incluso pone de relieve que el origen de los faraones no fue siempre egipcio.
Vista general de la sala de exposiciones. | Moisés González Sucías.
La exposición presenta 164 piezas destacadas de la colección egipcia del British Museum, que conserva uno de los fondos egipcios más importantes del mundo y es el que ofrece una imagen global más completa del antiguo Egipto. Los objetos expuestos permiten apreciar las múltiples habilidades de los antiguos artistas egipcios, y son un testimonio de la imagen que el faraón quería que se transmitiera de sí mismo. La exposición muestra el rostro de los faraones, que impresionan por su seriedad; también, escenas de coronaciones en las que aparecen rodeados por dioses, en medio de una explosión de alegría, y estelas donde los vemos con los brazos cruzados -postura que se asocia a Osiris-, transformados a su vez en dioses. Junto a la presencia fascinante de las obras de arte, los textos nos permiten reconstruir el contexto en el que se crearon, e introducirnos en los escenarios de la vida de los faraones: el templo, el pala-
Elemento decorativo para muebles en forma de ureo. Oro. Baja Época, 664-332 a. C. | Moisés González Sucías.
cio, las fiestas, la memoria, las formas de legitimar y transmitir el poder, el más allá… Los visitantes podrán descubrir una selección de estatuas monumentales, relieves en piedra de antiguos templos, papiros, joyas y objetos rituales. Destacan varias piezas únicas: la figura del dios halcón Re-Haractes, una cabeza impresionante del faraón Tutmosis III de limolita verde, unas losetas del palacio de Rameses III o un busto de mármol de Alejandro Magno. La exposición también presenta objetos menos habituales: las incrustaciones de colores que se usaron para decorar el palacio de un faraón; las misivas grabadas en escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla que dan fe de la intensa actividad diplomática entre Egipto y Babilonia durante la XVIII dinastía; el arco de madera de uno de los comandantes militares del faraón; un papiro que deja constancia de un juicio por robar en un templo, o las imágenes de gobernanEgiptología 2.0 | 111
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Detalle de una estatua de Seti II. Cuarcita. Dinastía XIX, 1215 a.C. | Moisés González Sucías.
tes nubios, griegos y romanos que actuaron como faraones. Acompañando a las obras, la muestra incluye tres piezas audiovisuales: dos vídeos y un interactivo. En el primero de los vídeos se nos presenta la geografía de la antigua civilización egipcia, mientras que en el segundo se profundiza sobre la evolución de las tumbas reales en el antiguo Egipto. El interactivo Lista de reyes representa una piedra tallada egipcia -con una longitud real de 5 metros-, con incisiones e incompleta. Esta pieza pretende acercar a los visitantes cómo los faraones construyeron su legitimidad al vincularse con algunos de sus predecesores eligiendo dejar de lado a otros.
de tres milenios. El faraón representaba a los dioses en la tierra, manteniendo la maat (orden universal) y protegiendo Egipto de sus enemigos. Esta exposición profundiza en los ideales, las creencias y el simbolismo de la monarquía egipcia, pero también se propone desvelar la realidad que había detrás de esas ideas. Los antiguos egipcios contaban los años por reinados: el quinto año del reinado del faraón Rameses II, por ejemplo, equivale aproximadamente al 1274 a. C. En la actualidad estamos familiarizados con la división cronológica de la historia del antiguo Egipto en dinastías (grupos de soberanos relacionados entre sí), un sistema ideado por el sacerdote egipcio Manetón, que vivió en el siglo III a. C. Posteriormente, dichas dinastías se organizaron en períodos históricos de mayor amplitud conocidos como Reino Antiguo, Reino Medio y Reino Nuevo, separados por Períodos Intermedios durante los cuales el estado, en muchos casos, no estuvo centralizado. Por ejemplo, Rameses II es el tercer faraón de la Dinastía XIX, correspondiente al Reino Nuevo. Egipto siempre ha estado condicionado por el Nilo, que de sur a norte discurre por el Alto y Bajo Egipto y forma un delta compuesto por una amplia red de canales que desembocan en el Mediterráneo. A ambos lados del valle del Nilo se extienden áridos desiertos. Las tierras a las orillas del Nilo eran muy productivas, gracias a los limos que dejaba la crecida anual del río. Los antiguos egipcios supieron canalizar sus aguas y hacer que se pudiera practicar la agricultura todo el año.
Cabeza del faraón Amenhotep III. Cuarcita roja. 1390-1352 a. C. | Moisés González Sucías.
Ámbitos de la exposición 1- Egipto, la tierra de los faraones Los faraones gobernaron Egipto desde el 3000 a. C., aproximadamente, hasta la conquista romana, en el 30 a. C. Tras una apariencia de unidad, fueron muchos los cambios -económicos, tecnológicos, artísticos y políticos- que transformaron el país. Hubo épocas, por otra parte, en que el poder se compartió con invasores de potencias vecinas. A pesar de todos estos cambios, la flexibilidad inherente a la monarquía egipcia le permitió sobrevivir durante más
El Nilo también era la principal ruta de transporte en Egipto, aunque en el sur los desplazamientos se veían dificultados por las cataratas, que obligaban a descargar los barcos y transportarlos por tierra para evitar los peligros de las rocas y los rápidos. Nada de esto disuadía a los egipcios de emprender expediciones a tierras lejanas en busca de mercancías valiosas, como el ébano, o los colmillos de elefante. Estas expediciones, decididas a menudo por decreto real, eran esenciales para el prestigio de los faraones. En los grandes desiertos que rodeaban el valle del Nilo, de los que se extraían piedras y metales preciosos, se usaban asnos para transportar las mercancías por las rutas de las caravanas. El Alto y el Bajo Egipto se conocían antiguamente como las Dos Tierras, y en los períodos de estabilidad eran gobernados como un solo país. Para controlar tan vasto territorio, y ayudar a mantener la paz con sus vecinos (los nubios al sur, los libios al oeste y los estados de Hatti, Mitanni, Asiria y Persia al noreste), hacía falta un faraón fuerte. A lo largo de los siglos, la relación Egiptología 2.0 | 113
con estos pueblos fluctuó entre los enfrentamientos y las alianzas. Las fronteras del estado egipcio se movían en función del resultado de las campañas militares y de la diplomacia. 2- Hijo de los dioses Eran cientos los dioses a los que se rendía culto en el antiguo Egipto, y se creía que todos mantenían algún vínculo con el faraón. Los antiguos mitos explican que antes del primer faraón Egipto había sido gobernado por los dioses. El último gobernante divino fue Horus, dios con cabeza de halcón, de quien el faraón era considerado una encarnación. Una vez fallecido, cada faraón se transformaba en el dios Osiris, padre de Horus y señor del inframundo o mundo
de los muertos. Su sucesor pasaba a ser el nuevo Horus en la tierra. Los soberanos hacían constantes referencias a su relación con el mundo divino para justificar su derecho al trono: actuaban como representantes de los dioses, y al mismo tiempo como intermediarios entre los seres humanos y los divinos. Las paredes de los templos egipcios antiguos están cubiertas de imágenes que representan la relación del faraón con los dioses. Junto a escenas de los mitos de la creación aparecen a menudo imágenes de ofrendas realizadas a deidades en agradecimiento por una crecida abundante del Nilo y un reinado próspero. Estas ofrendas podían ser de leche, pan, vino o estatuillas de la diosa Maat. En las fachadas de los templos se mostraban asimismo representaciones de victorias militares que presentaban al faraón como un guerrero poderoso que sometía a sus enemigos. 3- Símbolos de poder La suntuosa indumentaria del monarca y sus elaboradas joyas lo diferenciaban del pueblo, mientras que su poder recibía plasmación simbólica en una serie de coronas con significados muy concretos, además de en el ureo (cobra erguida) de su frente. La doble corona, por ejemplo, que combinaba la corona roja del Bajo Egipto y la corona blanca del Alto Egipto, indicaba su control sobre el país unificado. El faraón disponía de una titulatura compuesta por múltiples nombres, títulos y epítetos, dotados de importantes significados simbólicos, que se elegían cuidadosamente para transmitir la devoción a un determinado dios o la relación con un gobernante anterior. Generalmente cada faraón tenía cinco nombres reales. Dos de ellos, el nombre de entronización y el de nacimiento, se incluían en sendos cartuchos, es decir, eran rodeados por una cuerda con nudos a modo de protección. 4- Templos: los reyes y los dioses
Estatua del dios Re-Horakhty. Granito. Dinastía XIX, 1279-1213 a. C. Tell el-Maskhuta. | Moisés González Sucías. 114 | Egiptología 2.0
La palabra egipcia para «templo» (hut netjer) significa ‘‘casa del dios’’. Los templos egipcios contaban con una sucesión de patios y salas con columnas que llevaba hasta la zona más sagrada, a la que solo podían acceder un reducido número de sacerdotes y donde se custodiaba la estatua de la divinidad principal del templo. Los templos eran esenciales para la relación entre el faraón y los dioses, y algunos de ellos fueron ampliados y modificados repetidamente por monarcas sucesivos. A menudo templos preexistentes eran derribados y reutilizados, y los nombres del nuevo faraón se inscribían sobre los anteriores. Del faraón, en tanto que sumo sacerdote, se espera-
der el país. Un elemento importante de la cultura egipcia -tanto en la religión oficial como en las creencias populares- era la memoria de los antiguos gobernantes, a los que se veneraba como figuras santas que podían intervenir en la vida cotidiana. De hecho, algunos faraones fueron adorados como dioses después de su muerte gracias a sus obras en vida. Todo ello contrasta con que el nombre de algunos faraones fuera eliminado de los registros oficiales. Los nombres de la reina Hatshepsut, que gobernó como faraón durante un tiempo en lugar de su hijastro Tutmosis III, y de Akhenatón, que provocó graves disturbios religiosos al adorar a un solo dios (el disco solar Atón), fueron profanados por monarcas posteriores. Las listas reales suelen omitir a los faraones que gobernaron en épocas de inestabilidad política o religiosa. Los textos oficiales, como los de los templos, presentaban una monarquía idealizada, con un faraón victorioso como sacerdote, gobernante o guerrero. Por suerte para los egiptólogos actuales, algunos textos literarios ofrecen un punto de vista menos ofi-
Cabeza del faraón Tutmosis III. Limolita verde. Dinastía XVIII, 1479-1457 a. C. Karnak, Tebas. | Moisés González Sucías.
ba que realizase las ceremonias religiosas más importantes, como el ritual diario de hacer ofrendas al dios, vestirlo y alimentarlo. En realidad, estos rituales los desempeñaban, en representación del monarca, numerosos sacerdotes a lo largo y ancho del país. En caso de quedar satisfechos, los dioses premiaban a Egipto con la estabilidad y al faraón con un reinado largo y próspero. 5- Festividades y memoria En los templos egipcios se celebraban muchas festividades religiosas, y algunas de ellas permitían a la población relacionarse con los dioses, o como mínimo con sus estatuas. Fuera del ámbito de los templos, una de las celebraciones más importantes era la Fiesta Sed, cuyo objetivo era reafirmar los poderes del faraón y su derecho de gobernar Egipto. En el transcurso de esta ceremonia, el faraón tenía que realizar varios rituales para demostrar que estaba capacitado para defen-
Losa con la representación del faraón Nectanebo I. Basalto negro. Dinastía XXX, 380-362 a. C. | Moisés González Sucías. Egiptología 2.0 | 115
Fragmento de la tapa del sarcófago del faraón Rameses VI. Dinastía XX, 11431136 a. C. Tumba de Rameses VI, Valle de los Reyes, Tebas. | Moisés González Sucías.
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Relieve del faraón Osorkon II procedente del portal de su Fiesta Sed. Granito rojo. Dinastía XXII, 874-850 a. C. Templo de Bastet, Bubastis. | Moisés González Sucías.
cial acerca de los faraones. 6- La vida de la realeza: el palacio y la familia Por todo Egipto se construían palacios reales. Además de dar alojamiento a la familia real, estos palacios constituían el marco de diversos rituales y ceremonias, e incluían aposentos para los invitados oficiales y los visitantes extranjeros. A diferencia de los templos, construidos en piedra, los palacios se edificaban sobre todo con adobes secados al sol, por lo que son muy pocos los que se conservan, aunque las incrustaciones de colores y las pinturas que se han encontrado en algunos de estos lugares muestran su esplendor original. Las familias reales egipcias eran muy extensas. Además de su esposa principal, el faraón tenía también varias consortes secundarias. El matrimonio concertado con hijas de mandatarios de otros países era una manera de forjar o reforzar alianzas diplomáticas. De estas uniones reales nacían muchos hijos. Se cree que el faraón Rameses II engendró, con diversas esposas, a más de cuarenta hijos y cuarenta hijas.
Si bien se han encontrado pocas joyas u objetos cotidianos en palacios, las tumbas reales han permitido descubrir muchos ejemplos. Los talleres reales contaban con artistas de primer nivel que trabajaban los materiales más nobles, como el oro, las piedras semipreciosas y el vidrio. La mayoría de las materias primas se obtenían mediante el comercio con otras tierras, o bien a modo de tributos pagados por los territorios conquistados. En una pintura de la tumba de Sobekhotep, que fue canciller durante el reinado del faraón Tutmosis IV (c. 1400-1390 a.C.), se observa a un grupo de nubios que acarrean anillos de oro, ébano, pieles de leopardo, pepitas de jaspe rojo y colas de jirafa como tributo al faraón. Aunque la economía del antiguo Egipto se basaba mayoritariamente en el intercambio, para las transacciones comerciales se usaban a menudo medidas estandarizadas de oro, plata y cobre. 7- Administrar Egipto: funcionarios y gobierno Los textos del antiguo Egipto que han llegado hasta nuestros días revelan que el faraón tenía a sus órdenes un complejo sistema administrativo diseñado Egiptología 2.0 | 117
para mantener el control religioso, económico y político sobre el país. Para ello contaba con el apoyo de uno o dos visires (los funcionares de más alto rango del gobierno), que supervisaban una vasta red de escribas, sacerdotes y administradores. Los altos funcionarios dejaban constancia de sus vidas, y de sus actos más importantes, en las tumbas y templos de todo Egipto; con frecuencia exageraban sus capacidades y su participación en ciertos acontecimientos, y escribían sobre lo que les había aportado riqueza y poder. Sin embargo, sabemos muy poco del pueblo o de quienes ocupaban posiciones menos importantes en la administración. La gran mayoría de los egipcios eran campesinos, enterrados con muy pocos lujos, y de los que ni siquiera conocemos sus nombres. 8- Guerra y diplomacia El faraón tenía entre sus obligaciones básicas defender Egipto y construir un imperio. Las fachadas de los templos estaban cubiertas de escenas bélicas en las que el faraón combatía y aplastaba a sus enemigos. A pesar de que estas representaciones suelen mostrarlo victorioso, muchas veces la realidad era distinta, aunque no esté tan bien documentada. Egipto atravesó por frecuentes períodos de guerra civil y fue invadido en muchas ocasiones por ejércitos extranjeros. Nubios, persas, libios, griegos y romanos: todos ellos atacaron y gobernaron en algún momento el país. Los registros oficiales egipcios omiten casi siempre estos hechos, descritos, en cambio, en documentos privados, que a veces mencionan batallas perdidas. La acción militar no era la única forma en la que Egipto se relacionaba con sus vecinos. Otra manera importante de gestionar las relaciones con el exterior eran las alianzas diplomáticas. El intercambio de regalos y los matrimonios políticos eran habituales para ayudar a mantener relaciones pacíficas con los vecinos. 9- Extranjeros en el trono
Losetas del palacio de Rameses III. Fayenza. Dinastía XX, 1184-1153 a. C. Tell el-Yahudiya. | Moisés González Sucías. 118 | Egiptología 2.0
Egipto experimentó diversas invasiones y períodos en los que el país estuvo gobernado por potencias extranjeras. Durante estas épocas, la mayoría de los soberanos extranjeros adoptaron la iconografía y las tradiciones del antiguo Egipto, representándose a sí mismos como faraones, ostentando títulos reales y haciendo uso de los atributos e insignias propios de la realeza. Con este enfoque se buscaba apaciguar a la población local. El interés de algunos soberanos extranjeros por la historia y las creencias egipcias los llevó a copiar su arte y sus tradiciones, que ya tenían
siglos de antigüedad. Los monarcas extranjeros mantuvieron las creencias religiosas tradicionales y mostraron devoción hacia los dioses egipcios. Los reyes grecomacedonios y los emperadores romanos fueron grandes constructores de templos consagrados a los dioses egipcios, en los que se representaban ellos mismos como faraones tradicionales. En sus países de origen, sin embargo, estos gobernantes seguían adorando a sus propios dioses, y rara vez eran representados como faraones. 10- Una vida eterna: la muerte del faraón Se creía que a su muerte el faraón viajaba al inframundo o mundo de los muertos. Lo necesario para el viaje le era suministrado mediante textos mágicos, fórmulas, la decoración de su tumba y su ajuar funerario. Al llegar a la otra vida se asimilaba con el dios Osiris, señor de los muertos y del inframundo, y uno de los gobernantes míticos de Egipto antes de la creación de la humanidad. El faraón difunto también era asociado a otros dioses, entre ellos Re, el dios solar; y, al igual que el sol, viajaba cada noche por el inframundo para renacer a diario con el alba. Para ayudar al faraón en su periplo hacia una nueva vida, eterna esta vez, se construía una majestuosa tumba cuya función era acoger su cuerpo y darle tanto los conocimientos rituales como los objetos necesarios para la otra vida. Esta tumba se empezaba a construir a inicios de su reinado, para garantizar que estuviera todo preparado cuando falleciera el monarca. La estructura de las tumbas reales fue cambiando a lo largo de la historia. Durante el Reino Antiguo y el Reino Medio se erigían pirámides. Más tarde, las tumbas pasaron a excavarse en las laderas del Valle de los Reyes, en Tebas, con el objetivo de ocultar su ubicación y su valioso contenido.
Estatua del funcionario del gobierno Sennefer. Granodiorita. Dinastía XVIII, 1479-1425 a. C. Tebas. | Moisés González Sucías.
Todas las tumbas estaban decoradas minuciosamente con textos mágicos y protectores, así como con descripciones de rituales. A pesar de estas precauciones, casi todas acabaron siendo saqueadas, en la mayoría de los casos ya en la antigüedad. En las tumbas reales se depositaban muchos objetos de valor, como muebles, joyas y alimentos, que ponían de manifiesto la riqueza y magnificencia del faraón, y pretendían satisfacer sus necesidades para toda la eternidad. Para conservar su cuerpo, el faraón era momificado mediante un proceso que duraba unos setenta días. Actualmente, la mayoría de las momias reales que se conservan se encuentran en el Museo Egipcio de El Cairo.
Vista general de la sala de exposiciones. | Moisés González Sucías. Egiptología 2.0 | 119
Hoy viajamos a... Bartomeu Egea Resino
El Templo de Hibis y la huella de Dario I, en el oasis de Kharga
Templo de Hibis. | Bartomeu Egea Resino.
Que ver El Templo de Hibis es la mejor estructura en Egipto datada en el periodo Saíta-Persa (664-404 a.C.) que podemos contemplar hoy en día. Situado a unos dos kilómetros al norte de Kharga, es el mayor templo del antiguo Egipto en el oasis, reúne de una manera sincrética las dos formas locales del dios Amón: “Amón de Hibis” y “Amun- Ra de Karnak que vive en Hibis”. El templo de Hibis estaba rodeado por la ciudad de Hibis (Hebet en Egipcio cuyo significado es “el arado”), en la actualidad debajo de los cultivos. La construcción del templo comenzó durante la dinastía XXVI, probablemente 120 | Egiptología 2.0
bajo Psamético II, aunque según autores incluso antes, durante la dinastía XXV, otras evidencias arqueológicas sugieren que un templo más antiguo datado en el Imperio Medio, ya existía en el mismo lugar. Ya en la dinastía XXVII el faraón aqueménida Dario I dejo su huella en las decoraciones de las paredes y en su estructura. Posteriormente, otros gobernantes hicieron adiciones o decoraciones, como Acoris en la dinastía XXIX, Nectanebo I y Nectanebo II en la dinastía XXX y posiblemente Ptolomeo IV, dejando su testimonio también algún emperador romano.
Plano del templo de Hibis. | Wikimedia Commons.
El templo tiene un gran parecido, tanto arquitectónicamente como por sus textos, con los templos en Tebas, especialmente los correspondientes al Imperio Nuevo, y también del periodo ptolemaico, un pasillo largo a modo de dromos, rodeado de esfinges atraviesa una serie de pilonos llegando al templo propiamente dicho. Este estaba originalmente rodeado por un lago, ahora inexistente, La sala hipóstila dispone los relieves de sus paredes a modo de grandes rollos de papiro con decoraciones advocadas a Amón, queremos destacar como notable la de una representación de Seth derrotando Apofis, un presagio de un San Jorge matando al Dragón.
Seth derrotando Apofis. | Bartomeu Egea Resino. Egiptología 2.0 | 121
La teología osiriaca y tebana esta representada en paredes y techo, mientras que la naos se subdivide en nueve registros totalmente decorados con un panteón de dioses egipcios y figuras reales, sumando casi 700 imágenes, contrastando esta riqueza de representaciones con unas inscripciones en texto muy breves e incluso ausentes.
Interior del templo de Hibis. | Bartomeu Egea Resino.
Como ir Cuatro horas de carretera en la que no encontrareis gasolineras ni otros servicios, tener un poco de paciencia hasta llegar a algún puesto policial. Ir bien documentados, tanto vosotros como la empresa del vehículo que os lleve, permisos previos, copias de todo.
Localización del templo de Hibis. | Google Maps. 122 | Egiptología 2.0
Los colores y perfiles de este mar de soledad, no os pueden dejar indiferentes, como no lo hará la temblorosa línea negra que dibuja el alquitrán de las inmensas carreteras. Llegando a los bordes del oasis, letreros nos indican que Bagdag se acerca, población qué está, junto a Barís, situada al sur de este hilo de palmeras y pozos que conforman este lugar. (En árabe, Ain, significa pozo u ojo de agua). Una vez en lo que es el centro de Kharga, ciudad esta que poco difiere de cualquier población sureña de la ribera del Nilo, fuentes publicas con surtidores, cruces con movimiento de coches, escolares, comerciantes, etc. encontrareis el templo dirección norte a dos kilómetros, rodeado de un gran palmeral.
Detalle de uno de los pilonos del templo de Hibis. | Bartomeu Egea Resino.
La ciudad de Kharga es maravillosa, tranquila, limpia, pequeña, sus surtidores, sus parques, donde podréis tomar cafés, tés o zumos mil por la noche hasta altas horas de la madrugada con una variopinta retahíla de gentes: mujeres jóvenes con bebes, familias enteras, adolescentes ruidosos, comerciantes leyendo el periódico o fumando, incluso algún hombre con corbata y su tablet, la verdad es que es su gente uno de los valores de este lugar, son una pasada, amables y discretos. Aprovechar la estancia para visitar el museo local, depositario del legado arqueológico encontrado en el oasis y alrededores.
Representación de Horus y Amón y Mut en el templo de Hibis. | Bartomeu Egea Resino.
Vista general del templo de Hibis. | Wikipedia Commons. Egiptología 2.0 | 123
Gnomón solar, nudos y triángulos en el Antiguo Egipto Rubén Alberto Calvino
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E
n el presente artículo veremos como la aritmética egipcia se construye en torno a las posibilidades derivadas del triángulo isíaco de lados (3,4,5) y sus múltiplos, el uso del cordel de 12 entre/nudos y la aplicación casi exclusiva de fracciones con numeradores unitarios. Además, intentaremos mostrar la directa relación que esta construcción guarda con el triángulo antropométrico formado en base a tres posturas humanas; a saber: parado, sentado y de brazos extendidos, así como con la experimentación gnomónica a partir del uso del propio cuerpo como gnomón solar.
Introducción Si suponemos que todos los rayos solares que llegan a la tierra son paralelos entre sí, fácil es deducir que cuando mi sombra es igual a mi altura, la sombra de cualquier objeto es también igual a la altura de tal objeto y si a dicha altura la subdividimos en cuatro partes iguales, decimos que la altura total es de (4/4). Luego cuando mi sombra sea igual a las tres cuartas partes de mi altura, la de cada objeto lo será a las tres cuartas partes de su respectiva altura y la expresamos como altura de (3/4). Siguiendo con este razonamiento, para cada longitud de mi sombra, habrá un ángulo de incidencia solar y para cada ángulo u amplitud de la incidencia solar, habrá una antigüedad del día a la que le corresponderá una hora determinada conforme sea la época del año.
45º, en tanto que para recordar la sombra de (3/4) partes de mi altura, diré que mi sombra equivale a la de mi cuerpo sentado en una silla. La figura resultante es un triángulo rectángulo de catetos (4/4) y (3/4) Esto es lo que aprendió Tales de Mileto en Menfis y le permitió al regreso del viaje por Egipto, desarrollar su conocido primer teorema que por valerse del Sol y las sombras de un gnomón, es de carácter estrictamente gnomónico. Al igual que Tales, Eratóstenes para medir el radio de la tierra, también se basó en estos conocimientos que en este trabajo, intentaremos aplicar al estudio de la aritmética egipcia. Volviendo al principio, podemos verificar que el triángulo rectángulo formado por los catetos de hombre parado (4/4) y hombre sentado (3/4), determinan una hipotenusa de (5/4), con lo cual tenemos el triángulo rectángulo de lados (3,4,5) conocido como isíaco u sagrado y que podemos reproducir las veces que sea necesario, si para ello construimos una soga, cuerda o cordel con doce partes iguales, separadas por marcas o nudos. Este cordel o soga, llamada de doce entre/nudos, doce nudos o soga aritmética, es según el historiador de la ciencia José Babini, el primer instrumento geométrico inventado por el hombre, ya que estirada sirve como regla para medir, sujetada en un extremo como compás y dispuesta adecuadamente permite la construcción del triángulo isíaco sobre el que se funda toda la aritmética egipcia. y del que se valieron para marcar y remarcar los terrenos luego de cada inundación del río Nilo. De la cuerda aritmética egipcia
Rayos solares paralelos, longitudes de sombra. | Rubén Alberto Calvino.
Si buscamos figuraciones corporales que se asocien al recuerdo de cada una de las horas que nos interesan, diremos que al estar de pié, mi sombra es igual a la altura de mi cuerpo parado y el Sol se ubica a
Se supone con cierto fundamento, que la aritmética egipcia se construye en torno a las posibilidades derivadas del triángulo isíaco y el uso del cordel de doce entre/nudos, considerado como el más antiguo de los instrumentos geométricos ya que ‘‘el instrumento geométrico primitivo no es ni la regla, ni el compás, ni la escuadra: es el cordel, utensilio que fue el precursor de todos aquellos instrumentos’’. Una soga o cordel fijado en sus dos extremos, puede hacer de regla y si además se le hacen marcas o nudos a distancias iguales, se convierte en regla graduada. También sirve de compás si para ello se Egiptología 2.0 | 125
fija uno de sus extremos, en tanto el otro queda libre para girar. Pero quizás lo más interesante es que el cordel con marcas o nudos, también puede utilizarse para trazar perpendiculares como si fuera una escuadra si para ello se determinan doce marcas o unidades iguales entre sí, y se configura un triángulo de cateto igual a 3 unidades (menor) y otro mayor de 4 unidades, con una hipotenusa de cinco unidades. El triángulo resultante es rectángulo y se inscribe como un caso particular del teorema de Pitágoras. Demócrito de Abdera (460/370) el presocrático y matemático tracio que fuera discípulo de Leucipo, es quien da cuenta de la existencia en el antiguo Egipto, de tensadores de cuerdas o harpedonaptai, a los que se consideraba como “sabios” y de quienes decía que ‘‘Es mas probable que la función de los tendedores de cuerdas fuera más astronómica que matemática’’ ya que tender y fijar una cuerda, era una ceremonia inicial que precedía a la fundación de un templo.
‘‘La cuerda debía tenderse en la dirección en la dirección del meridiano, a fin de orientar adecuadamente el templo’’ nos sigue diciendo el mismo autor, y pese a que Demócrito ponía en duda que los tendedores de cuerdas trazaran perpendiculares a este direccionamiento de la cuerda, José Babini sin embargo nos dice que ‘‘se supone con cierto fundamento, que este trazado de perpendiculares con un cordel, fue el utilizado por los egipcios para delimitar las parcelas de forma rectangular situadas en los bordes del Nilo’’. A su vez, Juán García Font en su Historia de la Ciencia, dice que la matemática egípcia, aunque menos evolucionada que la babilónica y siempre gravitando en torno a temas prácticos, era ciertamente compleja y caracterizada por el uso de quebrados con umeradores unitarios y según surgiría del papirto Kahun (dinastía XII), se verifica que era una aritmética donde la mayoría de los cálculos responden a un modelo de ralación conformado por los lados del triángulo rectángulo (3,4,5), relación esta que según nos vuelve a decir José Babini, constituye un caso particular del teorema de Pitágoras que fue conocido por todas las civilizaciones asiáticas y mediterráneas. En consecuencia, si bien hay evidencias muy antiguas de lo que pude considerarse una cuerda cuasi-fosilizada, la invención y uso de sogas con nudos para fines estrictamente gnomónicos y geométricos que incluye el trazado ortogonal de líneas perpendiculares a la meridiana del lugar, según vimos, es de muy vieja data en el antiguo Egipto y al parecer en muchas otras culturas. En este sentido y en coincidencia con José Babini, García Font afirma que 126 | Egiptología 2.0
cuando un constructor hindú tenía que construir un altar sagrado, acudía a un célebre manual de conocimientos y rituales llamado “Sulvasûtra”, en el que aparecen una serie de triángulos rectángulos de la forma (3,4,5), (12,16,20) y (15,20,25), es decir varios casos particulares del teorema de Pitágoras. Se le atribuye a Apastamba un especial interés por la construcción de triángulos rectángulos basados en este libro y mediante el uso de cuerdas con nudos. En definitiva, podemos decir que aunque sepamos que el origen de la cuerda con nudos y su carácter de primer instrumento geométrico como lo afirma José Babini, es estrictamente gnomónico, permanece incierto no obstante, a través de que elementos se supo de este caso particular de relación prepitagórica de lados (3,4,5). Posible origen antropométrico de la cuerda Teniendo en cuenta que las cuerdas en sus orígenes tuvieron un uso astronómico basado en la sombras de gnomones, y considerando que la fabricación de sogas es de muy vieja data, es posible que con anterioridad a la cultura egipcia, nuestros pretéritos, sabiendo que el cuerpo humano se comporta cual un gnomón solar, vertical y ambulante, pudieron relacionar ambos instrumentos gnomónicos, el cuerpo y la cuerda, y de ese modo descubrir el triángulo isíaco o sagrado de lados (3,4,5). En consecuencia, debemos tener presente que ante la ncesidad de obtener longitudes de sombras congruentes con la altura del gnomón tomado como unidad, en tiempos en que el único gnomón era el propio cuerpo humano, el recurso más inmediato tuvo que ser necesariamente la experimentación con distintas posturas, y entre ellas, se destacan las de sentado de glúteos en el piso (1/2), arrodillado, (2/3) y sentado en silla (3/4). Posturas que coinciden con los lados del triángulo isíaco. Se puede verificar que si tomamos una soga de largo igual a 3 veces la altura de una persona parada (o su equivalente) y luego la subdividimos en doce unidades, hay cuatro de ellas que se corresponderán con la altura de dicha persona. En consecuencia, al definir a la altura humana como unidad, decimos que es de (4/4), en tanto que las otras ocho unidades, pueden encontrarse en la relación de lados (3/4) y (5/4) para determinar un punto conmensurable que configura un triángulo rectángulo. Volviendo nuevamente a la soga, podemos verificar que si la dividimos en tres partes, cada una de ellas se corresponderá con la altura y unidad de medida humana de (4/4), pero si en lugar de dividirla en tres
partes lo hacemos en cuatro, se corresponderá con la altura de la persona sentada. Como vemos, en todos los casos y mientras lo hagamos con la misma persona experientadora, se verifica una total correspondencia entre las medidas de los lados del triángulo isíaco, la cantidad de nudos, la longitud de la cuerda y las posturas humanas. Siguiendo con las medidas del cuerpo, podemos decir que hemos verificado que la misma persona sentada en una silla, mide (3/4) parte de la altura propia y que en base a ello tenemos definidos los dos catetos del triángulo rectángulo, solo nos resta saber el significado antropométrico de los (5/4) restantes. Triángulo antropométrico. | Rubén Alberto Calvino.
longitudes del cuerpo humano como las de la soga, inevitablemente se correlacionan con las longitudes de sombras del cuerpo humano en cada una de las posturas. Hay una curiosidad no obstante que debemos señalar en torno a este tema, y es que los pitagóricos llamaban “gnomón” a la forma de escuadra, y aunque George Sartón se anticipa a diferenciarlo del gnomón solar, resulta muy sugestivo de que se llame gnomón a una escuadra, teniendo en cuenta que los ángulos rectos y el concepto mismo de escuadra es de origen gnomónico. Más aún, si como sospechamos, los pitagóricos se ocuparon de los cuadrados en base a lo que aprendieron de los egipcios, y pensamos que con la cuerda de doce entre/nudos se puede construir un cuadrado perfecto de lado igual a la persona sentada, no sería descabellado sospechar que llamaran gnomón a esta cuadratura de la soga con la cual, pudieron calcular los cuadrados de ciertos números.
Cuerda aritmética y cuerpo humano. | Rubén Alberto Calvino.
Para ello, el investigador Luis Castaño Sánchez nos propone que los (5/4) se corresponden con la misma persona parada y con sus brazos extendidos sobre su cabeza, en lo que el mencionado autor denomina posición “U”. Como vemos, existe una clara correspondencia entre el triángulo isíaco construido con la soga de doce entre/nudos, el antropométrico formado en base a las posturas humanas y las posturas gnomónicas, de manera que al considerar que la figura humana es la unidad de medida e instrumento gnomónico más elemental, podemos concluir en que tanto las
En forma complementaria digamos también, que de la misma manera que con la soga se puede formar un cuadrado de lado igual a una persona sentada, con la figura “persona parada” se puede formar un triángulo equilátero, lo cual habla de las múltiples posibilidades geométricas de la soga; a saber: Triángulo equilátero de lado igual a la altura de una persona, cuadrado perfecto de lado igual a la misma persona sentada y finalmente, triángulo isíaco de lados (3/4) como cateto menor, (4/4) cateto mayor y (5/4) hipotenusa. Posible origen antropométrico de la aritmética egipcia Según hemos visto, en base al papiro Kahun, la matemática egipcia sería una construcción realizada Egiptología 2.0 | 127
gnomón y ese gnomón, fue en un principio el propio cuerpo humano ya que a partir del juego con la sombra, el humano moderno tomó conciencia de que su cuerpo erguido era un instrumento gnomónico, vertical y ambulante (gnomón solar) capaz de ser usado para la orientación espacio-temporal y medida de las cosas (etapa racional) por lo que a fuerza de experimentar con distintas posturas, direccionamientos y comparación de las longitudes de las sombras, “sin saberlo” en sus inicios, (gnomón antropos) se convirtió en Homo sapiens gnomónico. De acuerdo a lo visto, la forma en que se pudo llegar al conocimiento de estas medidas del cuerpo humano y las de sus distintas posturas, inevitablemente tuvieron que surgir a consecuencia del uso del cuerpo como instrumento gnomónico, dado la forma de medir longitudes de sombras no enteras, es lo que los llevó a segmentar la altura humana a partir de posturas definidas; sentado en asiento (3/4), sentado de glúteos en el suelo (1/2), arrodillado (2/ 3) y parado (3/3) 0 (4/4) que los egipcios en su aritmética las veían como fracciones complementarias de la unidad, es decir como fracciones que faltan para completar la unidad. Por ejémplo a la persona sentada le falta solo una unidad para completar los cuatro cuartos. (4/4)= ( 3 /4) + (1/4) A la persona arrodillada (1/3). Figuras geométricas. | Rubén Alberto Calvino.
sobre las relaciones del triángulo rectángulo isíaco de lados (3,4,5) y este triángulo, como se demostró, es un resultado directo de la experimentación antropognomónica con la soga de nudos, por lo que fácil es concluir, en que la matemática y la antropometría egipcias, surgieron ambas, de la práctica ancestral de la disciplina gnomónica. Repasando lo visto, digamos que a los efectos de la construcción de un triángulo rectángulo de lados (3,4,5) cuatro partes de la cuerda de doce entre-nudos equivalen a la altura humana de un determinado experimentador y la longitud total de la cuerda en relación con la misma persona es de tres veces su altura. (4 entre-nudos x 3 alturas) = 12nudos Aspecto muy importante que seguramente los arquitectos egipcios y tiradores de cuerdas, lo tuvieron en cuanta al momento de calcular un pilar gnomónico, obelisco etc, dado que la cuerda aritmética, como la llama José Babini, era una cuerda gnomónica de longitud tomada en directa proporción con la altura del 128 | Egiptología 2.0
(3/3)=(2/3)+(1/3) Obsérvese que junto a las fracciones de numerador unitario, aparecen los (2/3) y los (3/4). Siguiendo con el análisis, los egípcios al comprobar que estirando los brazos por sobre su cabeza alcanzaban los (5/4), pudieron sumar las (4/4) partes de la altura normal tomada como unidad a los (3/4) de su figura sentada para finalmente concluir, en que las tres medidas sumaban (12/4) y que cada (1/4) estaba representado por un entre/nudo. En el pairo Rhind se observa que ‘‘por regla general, para calcular quebrados se reducían previamente a unidades fraccionarias, mediante un signo que indicaba que el número era parte de la unidad’’ y según el mismo autor, el signo era como una boca entreabierta: . Por tal razón se dice que el sistema de operar con fracciones era excluyentemente con numerador unitario y a tal efecto en el papiro Rhind se describen tablas descompuestas en quebrados de numerador unitario. En este papiro hay unas 50 fracciones de numerador 2 traducidas a fracciones de numerador unitario.
Fragmentos del papiro de Ahmes o papiro matemĂĄtico Rhind. 1150 a.C. British Museum, London. | British Museum, London. EgiptologĂa 2.0 | 129
‘‘Por alguna razón extraña las únicas fracciones que aceptaron fueron las del tipo 1/n (la enésima parte); escribiéndola “parte 125” para decir (1/125). También usaban dos fracciones “complementarias”, (2/3) y (3/4) (que expresan el resto que queda cuando se quita la “parte tres” o “parte cuatro”). El uso de la segunda”-“tres partes” es raro, pero el de la primera-“dos partes”- (significando dos tercios)- es muy común’’. Curiosamente, vemos que si tomamos las fracciones de numerador unitario correspondientes a las posturas humanas de persona parada, sentada y de brazos alzados, las fracciones con numerador no unitarios son justamente aquellas que resultan excepcionales en la aritmética egipcia y que en el papiro Kahun son expresados cuadráticamente en una tabla. A saber: (2/3) y (3/4).
si como hemos dicho, desde tiempos del paleolítico se pudo estar experimentando con la propia sombra de manera semejante a como lo hace un niño o un perro, el humano moderno, desde tiempos inmemoriales debió comparar sus sombras y advertir que las posturas producían sombras diferentes y de distintas longitudes. No es casual que los egipcios consideraran a la sombra como un componente del ser humano, era una espiritualidad indisolublemente ligada al hombre. Y entonces, ¿Cómo no intentar medirlas?
Pero este sistema en el que George Sartón percibe que ‘’alguna razón extraña’’ fue lo que en general llevó a los egipcios a reducir todas las cantidades a la unidad, y muy particularmente a usar extraordinariamente los quebrados (2/3) y (3/4), visto a la luz de las posturas humanas, podría resultarnos menos extraño y mas conocido ya que desde la inmediatez del cuerpo humano entendido como primer gnomón solar, sentado mide (3/ 4) y arrodillado (2/3).
(2/3+1/30)
La postura gnomónica ordinaria del cuerpo humano es “parado de pié”, y hacen al entero de (4/4) si se lo divide en cuatro partes o de (3/3) si en tercios, luego, entre las innumerables posturas extraordinarias posibles, las más comunes son de rodillas (2/3), sentado en el suelo (1/2) y sentado en un asiento tipo silla (3/4). Valores todos ellos, que coinciden perfectamente con los quebrados extraordinarios de la aritmética egipcia pero que, aunque comunes en general, no lo son para la actividad de seguimiento y sigilo del cazarecolector, por eso es que para ellos han sido extraordinarias. Posible origen gnomónico de la antropometría Se estima que el nudo es anterior a la cuerda, debido a que una liana o junco es de por sí, una especie de cuerda y en ella cualquiera pudo ensayar un lazo, incluso alguna especie extinta anterior a la nuestra pudo lograrlo; y se sabe por evidencias, que la fabricación y el uso de sogas, es muy antiguo. Cueva de Lascaux, 17.000 ap y Cueva de Hohle Fels, Alemania, 40.000 años. Como vemos, hay fuertes indicios y evidencias materiales como para afirmar que el primer instrumento geométrico -la cuerda con nudos- como así también las fracciones numéricas, habrían tenido un origen muy remoto y gnomónico que se remonta al paleolítico y al uso del cuerpo como instrumento. ¿Porqué decimos posiciones gnomónicas?, pues, porqué 130 | Egiptología 2.0
En cuanto a las fracciones egipcias, nos dice José Babini que si se quiere dividir 7 porciones entre 10 personas, el resultado que presenta el papiro Rhind, expresado en los términos de fracciones actuales sería algo así como: =
(1/3)+(1/3) + (1/30)= 0,0333…= 0,7.
0,666…+
Así vemos que al plantear el problema, se apela a la unidad o al doble de ella como numerador pues al parecer, para la resolución numérica, los egipcios recurrían a la tabla detallada al comienzo del papiro Rhind donde se convierte un gran números de fracciones con denominadores que van desde 5 a 101 y numerador 2 (excepcionales), a fracciones de numerador unitario. Los valores de dos, tres y cuatro partes de la unidad gnomónica, que se corresponden perfectamente con las posturas mas comunes del cuerpo, curiosamente también, guardan relación con los cánones artísticos mas antiguos (Mesopotamia y Egipto), es decir con las posturas comunes, que en rigor, pudieron ser excepcionales también, si se considera que en la economía parasitaria dela vida del cazador, recolector y pescador, estaba signada fundamentalmente por el nomadismo y el continuo reconocimiento del territorio exigido para su adecuada supervivencia. Es por tal motivo que al referirnos a estas posturas, lo hacemos apelando a la contradictoria expresión de “excepcionales posturas mas comunes” y decimos que los valores de (3/4), (1/2) y (2/3) como “excepciones” de la aritmética egipcia, se corresponden con las “excepcionales posturas mas comunes” del cuerpo humano tomado como unidad y subdividido en (2), (3) y (4) partes iguales. Reafirmando lo expuesto, José Babini (09), al igual que Sartón y García Font, precisa que ‘‘Como excepción los egipcios utilizaban directamente la fracción (2/3) y a veces (3/4)’’, Nada de esto es simple casualidad, por el contrario, estas correspondencias ponen en evidencia que cuando la figura humana con diferentes posturas se fracciona y subdivide en tercios, y/o en cuartos res-
pecto a la altura total tomada como unidad, obtenemos las fracciones excepcionales mas utilizadas en la aritmética egipcia y además, esta misma relación, aunque con ligeras diferencias estilísticas, se advierte en la numerosa producción estatuaria del antiguo Egipto. Si tomamos como modelo una misma persona, la figura humana sentada, en general resulta ser de (3 /4) partes la altura total o simplemente de tres codos propios. Pero, en el antiguo Egipto, esta proporción supo sufrir alguna variación de estilo artístico durante las distintas dinastías, que sospechamos podrían estar relacionadas con algunas cuestiones astronómicas. Por tal motivo si se observan detenidamente algunas estatuas egipcias sedentes, se podrá apreciar que están sentados sobre un asiento, a veces implícito, que provoca una ligera elevación del torso por sobre la altura de las rodillas, lo cual, por un lado, coincidiría con la muy pequeña diferencia de un tercio de codo sobre el valor de (3/4), que la licenciada María Páz Soler Villalobos pone de relieve al referirse al cánon estético egipcio, mientras que por otro lado, estaría enalteciendo al representado. Siendo la altura total del cuerpo de cuatro unidades (codos) y normalmente sentado de tres, adicionar un tercio de codo a la figura sentada, equivale a sumar 0,0833333 unidades (codos), por lo que siendo la altura normal de la persona sentada igual a 0,75 (3/ 4) unidades (codos), la estatuaria sedente egipcia es de 0,83333 unidades (codos). Esta pequeña diferencia parece observarse en la posición sedente, como ángulo un tanto mayor de la rodilla. Otra sutil y reveladora diferencia, pareciera observarse como resultado de las medidas de la Gran Pirámide. Keops, Jéops o Jufu, segundo faraón de la IV dinastía del Antiguo imperio que reinó desde el año 2589 a.C al año 2566 a.C. y fue detestado luego de mandar a construir la Gran Pirámide de Guiza, en tiempos en que todos los templos estaban cerrados al culto y Egipto se encontraba en la mayor indigencia. La obra finalizó en el año 2570 a.C., y se hizo con una inclinación lateral de 52º, sobre una Latitud de 30º y con el Trópico de Cáncer cerca de los 24º en lugar de los 23, 44º actuales; llamativamente le dieron el nombre de “El Horizonte de Keops”, siendo que precisamente, el horizonte solar al ubicarse en los 38º otoñales y/o primaverales, proyecta sus rayos paralelos a la pendiente de la pirámide (52º en relación al suelo) y el mismísimo Sol, simbolizando al propio Keops, se posaba en retirada o arribo sobre la cúspide de la pirámide, generando lo que para entonces pudo ser un “efecto gnomónico especial” de ascenso y/o descenso solar, “muerte y resurrec-
ción del rey”, que seguramente, pudo deslumbrar y distraer la atención de la población frente a los padecimientos de la época. La sutil diferencia a que hacemos referencia más arriba, se pone en evidencia a partir de la observación realizada oportunamente por el investigador Luis Castaño Sánchez, quien al analizar las medidas de la Gran Pirámide, señala que tiene un correlato antropométrico y surge de la relación entre la figura humana de una persona parada con brazos alzados y una muy leve elevación de los talones (cuasi punta de pié) igual a (32/25), en relación con la postura de la misma persona de pié con los brazos caídos (25/25). El valor de esta relación es de 1,28 que es justamente la tangente de 52º. Resumiendo entonces, la sutil diferencia no es caprichosa sino que permite lograr el ángulo buscado para lograr el paralelismo con los rayos solares, además de permitir con esta sutileza, inscribir la figura humana en un círculo que será tomado mas tarde por Leonardo da Vinci. Pero si además se calcula el factor gnomónico del sitio para una Latitud estimada para ese tiempo y lugar, en unos 24,128º, resulta que la diferencia algebraica entre las sombras extremas del mediodía en los solsticios de invierno y de verano, medidas en los términos de la altura del gnomón solar que la produce (cuerpo humano), es de 1,28, lo cual nos está diciendo que la diferencia de sombras extremas en los términos del gnomón solar tomado como unidad, no es otra que la del mismo gnomón por 1,28 y si el gnomón solar es el cuerpo humano, esa diferencia de sombra de 1,28 veces la unidad, resulta igual a la altura de esa misma persona que hace de gnomón solar, pero con brazos extendidos y talones ligeramente elevados, cuasi en puntas de piés. Resumiendo, la ligera diferencia antropométrica de los ángulos egipcios, se correlaciona con una diferencia gnomónica posiblemente verificada muy tempranamente en tiempos predinásticos, luego canonizada y retransmitida hasta el momento de la construcción de la Gran Pirámide. Veamos: si tomamos como ejemplo una persona de 180 cm de altura (propuesta por Luís Castaño Sánchez), medirá 230,4 cm cuando estira sus brazos por sobre la cabeza y simultáneamente eleva sus talones (posición “I”); la relación resultante entre 230,4 cm /180 cm=1,28, que es la misma relación entre la altura (147,456 m) y la semibase de la Gran Pirámide (230,4 m/2 = 115,2 m), osea 147,456 m /115.2 m = 1,28 y todo esto igual a (32/25) lo que a su vez, no es otro que el valor de la tangente de 52º que presentan los cuatro laterales de la Gran Pirámide. Para dejar en claro las posturas y medidas, digamos qué: Egiptología 2.0 | 131
Lo mismo ocurre cuando indagamos acerca del origen del gnomón solar, en el mejor de los casos encontramos que Geroge Sartón dice que ‘‘Toda persona inteligente que hubiera clavado una lanza en la arena, podía advertir que la sombra del arma giraba a su alrededor durante el día, y que al girar variaba de longitud’’ lo cual es cierto pero evolutiva y científicamente incompleto, ya que seguramente, por nuestra inmediatez con el cuerpo y el distanciamiento cultural con nuestros pretéritos semejantes, paradojalmente pensamos los orígenes, no desde lo más inmediato sino como algo distante y fuera de nosotros, y además, solemos pensar instrumentalmente con la mano y no enteramente en unidad y totalidad corporal. El primer gnomón solar y unidad de medida de las sombras, ha sido el cuerpo humano en su condición de primer instrumento dotado filogenéticamente (El Hombre, gnomón zoológico). Detalle de la ligera diferencia postural. | Rubén Alberto Calvino.
Parado=(4/4), sentado=(3/4), parado con brazos en alto=(5/4) y finalmente, parado con brazos en alto y talones elevados=(4/4)x1,28. Insistimos entonces, con que independientemente de las ligeras modificaciones estilísticas en el arte o en la arquitectura, en la aritmética egipcia se verifica un correlato entre las excepcionales fraccionarias y las extraordinarias posturas del gnomón humano, la estatuaria, la pintura egipcia y todo ello, con la función gnomónica del cuerpo. Recordemos que quien mira las sombras propias de su cuerpo, no se ve a/sí mismo, o en todo caso, se ve muy parcialmente, de modo que debemos volver a señalar que nada podría ser más extraño y excepcional para los humanos pretéritos, como aquello que por inmediato, necesariamente se ubica fuera de nuestra vista y permanece oculto. Esto es lo que supo ocurrir con el sujeto humano prehistórico, quien al producir sombras con su cuerpo, por estar impedido de verse a/sí, no se dibujaba ni se refería a lo más inmediato, que era su cuerpo o lo hacía parcialmente (manos) o exagerando aquellas partes sensibles como lo demuestran las distintas venus paleolíticas. Al hablar de “alguna razón extraña”, George Sartón, sin proponérselo, pone en evidencia que lo mas extraño que hay para nosotros, detrás de las excepcionalidades aritméticas egipcias, no es otra cosa que lo menos extraño y paradojalmente conocido –nuestro cuerpo- para lo cual, contradictoriamente el mismo autor parece reconocer cuando admite fragmentariamente, que se comenzó a contar con los dedos. 132 | Egiptología 2.0
Pero, por nuestra formación dentro de una sociedad altamente tecnificada, pensamos como si siempre hubiésemos contado con alguna herramienta a mano, sin que se nos ocurra siquiera, considerar que antes que la herramienta en la mano hubo un estadío pre-técnico, instrumental y corporal que en definitiva, se comportó como la primera herramienta humana y habla por sí, de que antes que la lanza o palo gnomónico, el instrumento y medida de las sombras, ha sido el propio cuerpo. Es cierto que la lanza y herramientas fueron heredadas de especies precedentes, pero en cada caso, la instrumentación ha sido la prolongación sustitutiva del cuerpo o parte de él en casos que era insuficente, y como este hecho suele quedar oculto tras nuestro propio desarrollo, se configura lo que dimos en llamar “paradoja gnomónica”. Aritmética egipcia, nudos y gnomónica Como excepción a la regla general de la aritmética egipcia, y en consecuencia cual expresión de la propia justificación de toda regla, encontramos que en el papiro Rhind se halla que (2/3) y a veces (3/4) eran muy utilizadas. Si reparamos en estos tres datos, vemos que: 1- El numerador 2 era muy usado. 2- Se reducía todo lo posible a modelos unitarios. 3- En tal reducción, solo dos excepciones justifican la regla, (2/3) y (3/4). 4- Se usó un jeroglífico
para indicar la unidad a
subdividir en partes. Para interpretar la lógica de la representación jeroglífica de estas cantidades excepcionales, proponemos suponer que el jeroglífico , representa un cuerpo entero acostado horizontalmente y a la espera de ser subdividido en 3 o 4 partes. Si bien hay quienes creen ver el contorno de una boca o del ojo de Horus, nosotros, no obstante, al solo efecto de facilitar la comprensión, sugerimos tomar un cuerpo humano entero tendido horizontalmente . Luego, a las subdivisiones del cuerpo tendido, nos hemos permitido darle distintos tonos intercalados. De ese modo y subdividiendo conforme hemos señalado,se puede apreciar claramente, que lo expresado por esta simbología, no es otra cosa que la misma subdivisión del cuerpo humano y del cordel de doce entre/nudos tendidos en el suelo, en tercios o cuartos y representa de ese modo, lo más arcaico del sistema aritmético egipcio. Una vez comprendida esta posible lógica egipcia, en la siguiente imagen, pasamos directamente a ver algunas de las notaciones abstractas que más nos interesan.
Simbología matemática egípcia. | Rubén Alberto Calvino.
La excepcionalidad de (3/4) y (2/3), nos remite a la posibilidad cierta y práctica de que el cuerpo humano con su diversidad postural y gracilidad epigenéticamente alcanzada, admite subdividir la figura humana en sendas posturas sedentes, sobre el suelo y/o sobre algún asiento operando cual silla. Posturas que, como hemos dicho, para la vida cotidiana de los antiguos egipcios pre-dinásticos, no habrían sido la mas comunes, sino que, por el contrario, al ser estas, dos posturas de descanso y/o quietud, debieron ser tan excepcionales como la excepcionalidad que sus valores tienen en la aritmética, con lo cual, decimos que indudablemente, el origen de las fracciones egipcias, es gnomónico y postural. Gnomómico, porque la aritmética egipcia reconoce un origen muy ligado al triángulo isíaco y todo triángulo, sin duda alguna, tiene origen en el triángulo gnomónico; y postural por la correspondencia entre posturas y fracciones del cuerpo en sus funciones de gnomón solar.
Correlato entre posturas y fracciones. | Wikimedia Commons / Printerest.
La figura sentada (sedente) es igual a (3/4) veces la altura normal de (4/4), la figura de rodillas a (2/3) partes de ese mismo valor de (4/4), y finalmente (1/2), se corresponde con la persona sentada sobre el suelo. Además, la fracción de (2/3), quizás la más usada en la aritmética egipcia, puede vincularse con la división en tercios de la Egiptología 2.0 | 133
“cuerda aritmética de doce intervalos o entre nudos, y este pudo ser un recurso metrológico muy utilizado por quienes en el antiguo Egipto, se ocupaban del remarcado de terrenos luego de cada inundación del Río Nilo. Por tal motivo, profundizando un poco más en lo estrictamente gnomónico el tema de la cuerda, vemos que: la longitud total de la cuerda de 12 entre-nudos, se determina en base a la altura de quien opera como gnomón humano, en tanto que los lados del triángulo isíaco, se corresponden con las posibles posturas extraordinarias de la misma figura humana y gnomónica. Conclusión La aritmética egipcia se construye en torno a las posibilidades derivadas del triángulo isíaco y el uso del cordel de doce entre/nudos que ha sido el primer instrumento geométrico- Se caracterizó además, por el uso de quebrados con umeradores unitarios dentro de un modelo de relación conformado por los lados del triángulo rectángulo (3,4,5) construido con dicha cuerda y estos lados a su vez, se relacionan directamente con posturas del cuerpo humano en sus funciones de gnomón solar. Existe una total correspondencia entre el triángulo isíaco construido con la soga de doce entre/nudos, el antropométrico formado en base a las posturas humanas y las posturas gnomónicas del cuerpo humano, de manera que al considerar que la figura humana es la unidad de medida e instrumento gnomónico más elemental, se concluye en que tanto la altura y longitudes del cuerpo humano como las de la soga, inevitablemente se correlacionan con las longitudes de sombras del cuerpo humano en cada una de las posturas, sentado en asiento (3/ 4), sentado de glúteos en el suelo (1/2), arrodillado (2/3) y parado (3/3) 0 (4/4). Desde tiempos del paleolítico, se experimentó con la propia sombra, por lo que tempranamente se debió comparar y advertir que las posturas corporales producían sombras diferentes y de distintas longitudes, que luego con ligeras diferencias estilísticas, también se advierte en la numerosa producción estatuaria del antiguo Egipto y mesopotámica. Los quebrados (3/4), (2/3) y (5/4), son parte de las fracciones de numerador no unitario que nos remite al cuerpo humano y al triángulo isíaco gnomónico y postural.
Bibliografía
Sobre el autor
BABIBI, J. (1947). Origen y naturaleza de la ciencia. Espasa Calpe. Buenos Aires.
Rubén Alberto Calvino lleva muchos años estudiando e investigando la ciencia gnomónica, tanto en su clásica aplicación a los relojes solares, como al estudio de los sitios arqueológicos, culturas originarias, mitos, y fundamentalmente, en la relación que guarda la práctica gnomónica, con la evolución humana.
SARTÓN, G. (1970). Historia de la ciencia. Eudeba. Buenos Aires. GARCÍA FONT, J. (1973). Historia de la ciencia. Danave. Barcelona.
Suele mantener contacto con investigadores académicos de gnomónica, arqueoastronomía, metrología histórica, y con varios gnomonistas europeos, los que como arquitectos, se han dedicado a la restauración y construcción de relojes solares. Es miembro de la Red Mexicana de Arqueología, donde publica frecuentemente. Es autor del libro: ‘‘El Hombre - gnomón zoológico’’ de la editorial Utopías y además colabora con diversas publicaciones especializadas.
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Todos los números de Egiptología 2.0 en: http://egiptologia20.es/descargas Egiptología 2.0 | 135
Novedades Editoriales La civilización del Egipto faraónico.
Faraón. Rey de Egipto.
Autores: Urruela Quesada, J.J. y Cortés Martín, J.
Autor: AA.VV
Idioma: Castellano Año: 2018
Año: 2018
Editorial: Marcial Pons.
Editorial: Obra Social ‘‘La Caixa’’
ISBN: 9788416662296
ISBN: 9788499002040
En este libro se abordan aquellos aspectos generales de la cultura egipcia en los que la investigación reciente ha podido añadir algo, a veces sólo matices, a veces alguna consecuencia importante. No se trata de negar los aciertos de los grandes maestros, sino de evitar ciertos mitos de la propia disciplina. Se ofrece, así, una visión actualizada sobre la civilización egipcia, pero sin buscar la exhaustividad, destinada tanto al estudioso como al curioso, tanto al alumno de los nuevos grados de Historia, Arqueología y Arte, que incluyen en sus planes de estudio asignaturas como «Civilizaciones de Egipto y Próximo Oriente», como al público en general. No es, por tanto, un manual al uso, en sentido estricto, sino más bien un ensayo sobre ciertos aspectos concomitantes entre el Estado, la religión y la economía. Se hace hincapié, y de manera extensa, en lo relacionado con las creencias egipcias, porque en Egipto la religión lo impregnaba todo. Se ha intentado que sea un libro de fácil lectura, desprovisto de abrumadoras notas, pero con referencias a una extensa bibliografía, importante para aquellos que deseen profundizar en esta apasionante disciplina. Urruela Quesada, J. J. Egiptólogo. Doctor en Historia Antigua y profesor de la Universidad Complutense. Autor de numerosas publicaciones sobre la Historia de Egipto, entre ellas los libros Egipto Faraónico. Política, economía y sociedad y Civilización Egipcia. Ha participado y dirigido numerosos Proyectos de Investigación en Historia de Egipto financiados por el Ministerio. Arqueólogo de campo en ciudades ibero-romanas durante doce años. Cortés Martín, J. Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, es profesor de Educación Secundaria, al mismo tiempo que colabora con la universidad anteriormente mencionada en un máster de especialización. 136 | Egiptología 2.0
Idioma: Castellano
Catálogo de la exposición Faraón. Rey de Egipto. A través de las piezas venidas del British Museum, esta exposición explora los ideales, el simbolismo y la ideología de los faraones, así como de las realidades de la vida en el valle del Nilo. Los faraones eran considerados descendientes directos de los dioses, ya fuere como descendiente del dios del sol (“hijo de Ra”) o como una encarnación terrenal de Horus. Los nombres escogidos por los faraones reflejaban su piedad y las prioridades de su reinado. Como sumos sacerdotes, los faraones supervisaron la construcción de grandiosos templos para la celebración de rituales. Los entierros reales, bajo las pirámides o en el Valle de los Reyes, se concebían con la intención de garantizar el renacer del faraón como Osiris, dios de la muerte, símbolo de la fertilidad y garante de la regeneración del Nilo. Tras las imágenes y los objetos del antiguo Egipto que han llegado hasta nuestros días se esconde la realidad de un imperio que ha fascinado al hombre a lo largo de la historia. La exposición presenta dichos objetos para explicar la vida en esos tiempos, prestando especial atención a distintos aspectos del monarca egipcio como el carácter divino de los faraones, la simbología de las vestimentas y las joyas, la religiosidad, los rituales, la organización administrativa del país, las guerras expansivas y de protección y, por supuesto, la vida de palacio. Junto a esta naturaleza divina, el faraón también era a menudo representado como un audaz guerrero; un genio de la estrategia militar, implacable con sus enemigos. Comandaba los ejércitos con la misión de mantener la paz interior y de expandir las fronteras. Sin embargo, Egipto sufrió numerosas y dolorosas derrotas contra los ejércitos romanos y nubios, entre otras. A su vez, a pesar de su papel como Señor de las Dos Tierras, lo cierto es que los faraones no pudieron evitar fuertes tensiones internas.
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Noticias
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xcavan los restos de un templo grecorromano al este del oasis de Siwa.
En la segunda mitad del siglo IV a.C., Alejandro Magno avanzó hasta Egipto y, tras fundar Alejandría, visitó el oráculo del dios Amón en el oasis de Siwa, en el desierto de la antigua Libia, hoy en el oeste de Egipto.
Dinteles grecorromanos. | Ministry of Antiquities.
Recientemente, a unos 50 kilómetros al este del histórico oasis de Siwa, han salido a la luz los restos de un templo grecorromano que se terminará de excavar a lo largo de este año, según reveló el Ministerio de Antigüedades de Egipto.
Las excavaciones en el sitio arqueológico de Al-Salam han sacado a la luz la parte frontal del templo, partes de los cimientos, la entrada principal y un muro exterior de un metro de grosor que conduce a un patio delantero con entradas a las diferentes estancias.
Parte frontal del templo. | Ministry of Antiquities.
Abdel-Aziz El-Demery, el jefe de la misión arqueológica, explicó que, durante la retirada de los escombros, han aparecido diferentes elementos arquitectónicos, entre ellos dinteles decorados con escenas y restos de los pilares de las esquinas con el motivo ornamental de la ova y el dardo (se alternan los elementos con forma de huevo y con forma de dardo o de flecha), común en la arquitectura clásica y grecorromana. Los arqueólogos también han descubierto restos de ollas, monedas, la cabeza de una estatua con rasgos faciales griegos y dos leones de piedra caliza, uno de ellos sin cabeza. Alec Forssmann. 138 | Egiptología 2.0
E
l FBI resuelve la misteriosa identidad de una momia de hace 4.000 años.
En 1915, un equipo de arqueólogos estadounidenses que excavaban la antigua necrópolis egipcia de Deir el Bersha se toparon con una tumba oculta. En la compacta cámara los recibió una imagen espantosa: la cabeza cercenada de una momia sobre un ataúd de cedro. La habitación, que los investigadores nombraron tumba 10A, fue el lugar de descanso de los restos de un gobernador llamado Djehutynakht y su esposa. En algún momento de la siesta de cuatro mil años de la pareja, unos saqueadores de tumbas entraron a su cámara funeraria y se llevaron oro y joyas. Los ladrones dejaron un torso momificado, decapitado y sin extremidades en una esquina antes de tratar de prenderle fuego a la habitación para cubrir sus huellas. Los arqueólogos pudieron recuperar ataúdes pintados y figuras de madera que sobrevivieron al saqueo y los enviaron al Museo de Bellas Artes de Boston en 1921. La mayor parte de la colección estuvo almacenada hasta 2009, cuando el museo expuso los objetos. Aunque el torso se quedó en Egipto, la cabeza cercenada se convirtió en la estrella de la exposición, con sus cejas pintadas, expresión sombría y el cabello castaño y ondulado que salía de los vendajes desgastados.
“Habían encontrado la cabeza en el ataúd del gobernador, pero jamás supimos con seguridad si era la cabeza de él o de su esposa”, dijo Rita Freed, una conservadora del museo. El personal del museo concluyó que solo una prueba de ADN determinaría si en la exposición estaba Djehutynakht o su esposa.
“El problema era que en 2009 no había un método exitoso para extraerle ADN a una momia de 4000 años de antigüedad”, comentó Freed. Para resolver el caso, el museo recurrió al FBI. La agencia de investigaciones estadounidense jamás había trabajado con un espécimen tan antiguo. Si sus científicos podían extraer material genético de la momia de 4000 años, añadirían una poderosa técnica de extracción de ADN a su arsenal forense y también descubrirían una nueva manera de descifrar el pasado del antiguo Egipto.
“Honestamente, no esperaba que funcionara porque en ese entonces se creía que no era posible obtener ADN de restos egipcios antiguos”, dijo Odile Loreille, científica forense del FBI. Sin embargo, en una publicación de marzo en la revista Genes, Loreille y sus colegas reportaron que habían extraído ADN de la cabeza. Después
Cabeza cercenada y momificada, encontrada en una antigua tumba egipcia en 1915. | Museum of Fine Arts, Boston.
de más de un siglo de incertidumbre, el misterio de la identidad de la momia estaba por resolverse. Se cree que Djehutynakht y su esposa vivieron alrededor del año 2000 a.C. durante el Imperio Medio de Egipto. Ellos gobernaron una provincia del Alto Egipto. Aunque los muros de su tumba eran lisos, los ataúdes estaban adornados con hermosos jeroglíficos del más allá. En sus reportes originales de principios del siglo XX, los arqueólogos George Reisner y Hanford Lyman Story dijeron que las partes desmembradas del cuerpo pertenecían a una mujer, quizá la esposa de Djehutynakht. En 2005, cuando Freed se encontraba preparando los objetos de la tumba 10A para su exposición, se comunicó Egiptología 2.0 | 139
En 1915, trabajadores de la expedición patrocinada por el Museo de Bellas Artes de Boston y la Universidad de Harvard abrieron una entrada a la tumba 10A, donde fue encontrada la cabeza cercenada. | Museum of Fine Arts, Boston.
con el Hospital General de Massachusetts. La tomografía computarizada reveló que a la cabeza le faltaban los pómulos y parte de la articulación temporomandibular: esas características podrían haber ofrecido pistas sobre el sexo de la momia.
“Desde afuera, no era notorio que la momia estaba tan maltratada por dentro”, dijo Rajiv Gupta, neurorradiólogo en el hospital. “Todos los músculos que se encargan de la masticación y el cierre de la boca, y los lugares de unión de esos músculos, ya no estaban”. Ahora había otro misterio: ¿por qué la momia tenía esas mutilaciones faciales?
firiéndose a la remoción quirúrgica de parte de la mandíbula. “Tiene una precisión que nos dejó sorprendidos”. Los médicos y el personal del museo decidieron que extraer el molar de la momia les daría la mejor probabilidad de conseguir ADN. Los dientes a menudo actúan como cápsulas del tiempo genéticas. Los investigadores los han usado para contar la historia de los homínidos de Denísova, nuestros primos humanos prehistóricos, así como para entender el historial médico de quienes murieron hace mucho tiempo.
Junto con Paul Chapman, un neurocirujano del hospital, Gupta planteó la hipótesis de que podría ser parte de una antigua práctica egipcia de momificación conocida como la “ceremonia de la apertura de la boca”. El ritual se realizaba para que el difunto pudiera comer, beber y respirar en la otra vida.
Introdujeron una extensión larga con una cámara para llegar al interior de la boca. El primer diente al que se dirigieron no se movía, así que Fabio Nunes, quien en ese entonces era biólogo molecular en el Hospital General de Massachusetts, pasó a otro molar. Lo sujetó con fórceps dentales, forcejeó un poco, dio algunos giros y logró sacarlo.
“Hicieron un corte muy específico”, dijo Gupta, re-
“Lucía como un diente sin caries y perfectamente
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Un equipo de doctores del Hospital General de Massachusetts extrajo un diente de la cabeza de la momia en 2009, con la esperanza de obtener ADN. | Museum of Fine Arts, Boston.
preservado”, dijo Freed. Durante varios años, otros equipos de científicos habían intentado, inútilmente, obtener ADN del molar. Hasta que en 2016 la corona del diente llegó a manos de Loreille en el laboratorio del FBI en Quantico, Virginia. Loreille, la científica forense, se había unido al FBI después de veinte años de estudiar ADN antiguo. Antes, había extraído material genético de un oso de las cavernas de 130.000 años de antigüedad y trabajó con casos para identificar a víctimas desconocidas de la guerra de Corea, a un niño de 2 años que se ahogó en el Titanic y a dos de los niños de la familia Romanov que fueron asesinados durante la Revolución rusa (aunque no pudo confirmar si uno de ellos era la famosa Anastasia). En su laboratorio pulcro, Loreille perforó el centro del diente y extrajo un poco de polvo. Después lo disolvió para crear una “biblioteca” de ADN que le permitiera aumentar la cantidad de material genético con la que podía trabajar, como una copiadora. Analizó qué tan dañada estaba la muestra para descartar que hubiera contaminación del ADN antiguo con material genético más reciente. Capturó sus datos en un software que analizó la proporción de cromosomas en la muestra. “Cuando es una mujer hay más resultados con el cromosoma X. Cuando es un hombre, encuentras X y Y”, explicó. El programa concluyó que era un hombre. Loreille descubrió que la cabeza cercenada y momificada en efecto le había pertenecido a Djehutynakht. Y su hallazgo también ayudó a saber que puede extraerse ADN egipcio antiguo de las momias.
“Ya sabemos que tenemos al gobernador mismo”, dijo Freed. “¡Ahora lo que falta es cambiar la etiqueta en el museo!”. Nicholas ST. Fleur. Egiptología 2.0 | 141
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.500 fragmentos de la estatua colosal de Psamético I y otros nuevos hallazgos.
La misión alemana y egipcia que trabaja en el sitio arqueológico de la antigua Heliópolis, en el barrio de Matariya al noreste de El Cairo, ha recuperado aproximadamente 4.500 nuevos fragmentos de la estatua colosal de cuarcita del faraón Psamético I que, junto con las numerosas piezas halladas previamente, permiten calcular el tamaño y la forma del coloso, que fue deliberadamente destruido en época antigua, según informó el pasado mes de abril el Ministerio de Antigüedades de Egipto. Ayman Ashmawy, el jefe del departamento de Antigüedades Egipcias y el codirector de las excavaciones, explicó que los nuevos fragmentos confirman que el faraón, de la dinastía XXVI, fue representado de pie pero con una característica inusual: el brazo izquierdo por delante del cuerpo. Destaca, además, una escena cuidadosamente tallada en el pilar trasero de la estatua, que muestra al rey Psamético I
Psamético I arrodillado. | Ministry of Antiquities.
Psamético I. | Ministry of Antiquities.
arrodillado delante de Atum, el dios creador, cuyo principal lugar de culto fue Heliópolis. Dietrich Raue, el director de la misión arqueológica alemana, ha proseguido los trabajos en la zona del templo de Nectanebo I, quien reinó a comienzos del siglo IV a.C., tres siglos después del reinado de Psamético I.
Reconstrucción del coloso de Psamético I. | Ministry of Antiquities. 142 | Egiptología 2.0
La misión alemana ha encontrado numerosos fragmentos de una entrada de cuarcita de los reinados de Ramsés II (dinastía XIX) y Nectanebo I (dinastía XXX) cerca del templo de este último, en Matariya.
laciones de proporciones faraónicas que el país árabe confía en abrir parcialmente al público a principios del próximo año. El joven se afana en desempolvar el esplendor de uno de los seis carros rescatados de las profundidades del enterramiento, una joya destinada a la caza y elaborada a partir de madera, oro, cristal, alabastro, plata y fayenza, una cerámica con acabado vítreo. “Es la primera vez que salen a la luz algunos detalles muy curiosos del carruaje como el dibujo de una serpiente”, relata Mohamed. “Estamos aún con un estudio pormenorizado para obtener nueva información sobre la fabricación y los materiales empleados”, advierte. En el laboratorio dedicado a la madera en el que Mohamed somete a examen a los carruajes del “faraón niño”, otras trece personas escudriñan a contrarreloj decenas de piezas incluidas entre los más de 5.000 objetos encontrados por el arqueólogo británico en noviembre de 1922 en la antecámara, la cámara funeraria, la cámara del tesoro y un anexo de la tumba de Tutankhamón, la KV62. El tesoro intacto, guardado durante milenios bajo las arenas del Valle de los Reyes de Luxor, ha protagonizado en el último año una aparatosa mudanza desde el decadente Museo Egipcio de la céntrica plaza Tahrir hacia el Gran Museo Egipcio que las autoridades levantan a un tiro de piedra de las pirámides de Giza.
Reconstrucción del pilar trasero del coloso de Psamético I. | Ministry of Antiquities.
Entre los muros del templo han aparecido algunos fragmentos excepcionales: un friso con figuras en relieve de halcones, parte de una entrada del faraón Merenptah, de la dinastía XIX y partes de una esfinge colosal de granito rojo, de época ramésida. “Parece evidente que Nectanebo I añadió su edificio a un templo más grande de época anterior”, comentó Raue. Los trabajos de excavación también han sacado a la luz nuevas estancias de mediados de la época ptolemaica. Alec Forssmann.
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n las entrañas del Gran Museo Egipcio.
Es mediodía y Mohamed Mustafa se emplea a fondo en uno de los carruajes ceremoniales hallados por Howard Carter en la tumba de Tutankhamón. “Es un reto limpiar y conservar esta pieza porque está hecha de muchos materiales”, explica el restaurador en una amplia y pulcra sala del centro de conservación construido junto al Gran Museo Egipcio, unas insta-
“El ajuar de Tutankhamón se exhibirá en dos galerías con una superficie total de 7.000 metros cuadrados. El actual museo de Tahrir solo cuenta con 10.000 metros cuadrados para toda su colección”, presume Tarek Taufik, supervisor general del Gran Museo. ”Hasta ahora el público solo había contemplado unos 1.500 objetos de Tutankhamón. Por vez primera mostraremos las 5.000 piezas que fueron descubiertas en el interior de la tumba”, detalla el máximo responsable de un proyecto iniciado en 2002 y lastrado durante años por la falta de financiación. “La colección de Tutankhamón nos cuenta muchos detalles de la vida de ultratumba. Su exhibición hará que el visitante retroceda 3.500 años y pueda ver lo que el rey llevaba puesto o comía; los muebles o las armas que le rodeaban o las joyas que lucía. Nos va a permitir alejarnos de la imagen de faraón dorado para conocer a un representante de la dinastía XVIII a través de una tumba que fue hallada intacta”, desliza Taufik desde un despacho por el que desfilan, sin pausa, sus colaboradores. ”Dirigir la puesta en marcha del museo es un privilegio y un desafío”, confiesa. “El dinero -agrega- fue durante mucho tiempo un problema pero hemos logrado superarlo. Ahora el reto es respetar el calendario y mantener sincronizadas la construcción y la preparación de las obras Egiptología 2.0 | 143
para su exhibición”. Financiada a golpe de préstamos del Gobierno japonés, la mayor galería de arte faraónico del planeta -con un coste aproximado de 550 millones de dólares- se ha conjurado contra las maldiciones que han aplazado durante años su inauguración. Su fachada, compuesta de icónicas formas piramidales, va tomando forma a unos metros de una de las carreteras que conducen hasta la necrópolis de Giza entre grúas y una legión de obreros. En su batalla contra el tiempo participa el cuerpo de ingenieros del ejército egipcio. “Vamos muy bien. Se ha completado el 76,5 por ciento del proyecto. Todos los trabajos de cemento y metal han finalizado. El paisaje está cambiando muy rápidamente”, se felicita Taufik. La labor tampoco se detiene en los laboratorios que alberga el complejo, donde la fecha de la apertura parcial -el próximo enero- se ha convertido en una obsesión. “Tenemos que tenerlo todo preparado para entonces”, confirma Mohamed Abu al Said, uno de los encargados de la sección de objetos en piedra. En la estancia se amontonan esfinges, estatuas de faraones y estelas llegadas de la sureña Luxor o la mediterránea Alejandría. “Lo primero que hacemos es documentar el estado de las obras. Luego, tras la valoración, las limpiamos con las sustancias más adecuadas”. Las figuras de gran tamaño darán la bienvenida al peregrino, a unos metros del coloso de Ramsés II -12 metros de altura y 83 toneladas- colocado en el atrio de acceso del museo el pasado enero durante 144 | Egiptología 2.0
Imágenes del interior de los almacenes del Grand Egyptian Museum. | Ministry of Antiquities.
una fastuosa ceremonia. Una geografía en construcción, sitiada aún por la arena, que Taufik ya imagina. “El primer espacio es una gran plaza de 27.000 metros cuadrados que por primera vez en Egipto estará decorada un obelisco. Hasta ahora eran franceses e italianos los que presumían de plazas con piezas procedentes de Egipto”, comenta el responsable. “Luego, se accede a un atrio presidido por Ramsés II y una gran escalera con 87 figuras de grandes proporciones, formadas por elementos arquitectónicos de templos, ataúdes o estatuas reales”, detalla. Al final de la escalinata, espera una fachada de cristal de 25 metros de altura con vistas a las pirámides de Keops, Kefren y Micerinos.
“El monumento es parte de la exhibición”, bromea. Y, tras admirar la última de la maravillas del mundo antiguo en pie, se abre el camino a una trepidante sucesión de galerías cuyo inauguración definitiva está programada a finales de 2020. Para entonces, el museo albergará 45.000 piezas. “De ellas, 25.000 jamás han estado en exhibición y muestran la historia del Antiguo Egipto desde la prehistoria hasta el período grecorromano. Algunas proceden del sótano del museo de Tahrir y otras de las excavaciones realizadas durante las últimas tres décadas, incluidas algunas españolas”, desgrana Taufik. “En el de Tahrir la exhibición estaba más orientada a los objetos. La idea ahora es que aquí proporcionemos contexto, que las piezas sean parte de una historia mayor”. En sus salas habrá cabida incluso para los paños menores del faraón Tutankhamón. Una colección de 128 piezas de ropa interior de lino que Negm el Din examina con celo en el laboratorio especializado en textiles y papiros. “Estamos tratando de averiguar su técnica de elaboración y las condiciones y usos de los tejidos. Lo que buscamos es saber las características del cuerpo de la persona que lo llevó. No estamos seguros de si fueron usadas por Tutankamón o tal vez por personas de su entorno como su madrastra Nefertiti”, indica el conservador. “Muchas de las piezas se habían guardado hasta ahora en almacenes y su estado de conservación es magnífico”, admite mientras deambula por la habitación en la que una docena de compañeros examinan decenas de retazos de tejidos y papiros.
“Nuestro objetivo es que, cuando lleguen a las vitrinas, se hallen en plena forma”, murmura Negm. Dos empresas, alemana e italiana, se encargan, entretanto, de modelar la exhibición, lejos de las vitrinas de madera de gusto decimonónico que aún luce el museo hermano de Tahrir, sepultado por el polvo y la contaminación. “Usaremos tecnología de última generación en las salas, a través de pantallas y apli-
caciones móviles, pero hemos decidido mantener cierto equilibrio. Los objetos deben seguir siendo las estrellas de una experiencia única”, concluye Taufik. Francisco Carrión.
N
o hay espacios ocultos en la tumba de Tutankhamón, según las autoridades egipcias.
El Ministerio de Antigüedades de Egipto concluyó el pasado mes de mayo que no existen espacios ocultos, ni cámaras ni corredores, tras los muros de la cámara funeraria de Tutankamón. “Una investigación geofísica de alto nivel ha proporcionado evidencias concluyentes sobre la no existencia de cámaras ocultas adyacentes o en el interior de la tumba de Tutankhamón (KV62)”, aclaró rotundamente el Ministerio de Antigüedades. Las autoridades egipcias se basan principalmente en los últimos resultados obtenidos por un equipo de especialistas del Politécnico de Turín, que el pasado mes de febrero efectuó mediciones de georradar en el interior de la tumba KV62. “Concluimos, con un alto grado de certeza, que la hipótesis concerniente a la existencia de cámaras ocultas o corredores adyacentes a la tumba de Tutankhamón no está respaldada por los datos de georradar”, afirmó el profesor Franco Porcelli, quien ha liderado el proyecto de investigación.
Escaneado con radar de un muro de la cámara funeraria de la tumba de Tutankamón, en abril de 2016. | Amr Nabil / AP Photo / Gtres.
El egiptólogo inglés Nicholas Reeves propuso la siguiente teoría en 2015: que en los muros oeste y norte de la cámara funeraria de Tutankamón hay rastros de unas puertas que fueron tapiadas en su día y que podrían conducir, respectivamente, a una cámara de almacenamiento y a la cámara funeraria intacta de Nefertiti, la propietaria original de la tumba KV62. Ante la muerte temprana e inesperada del faraón Egiptología 2.0 | 145
Muro norte de la cámara funeraria de Tutankhamón. En el centro, Nut, la diosa del firmamento, le da una pacífica bienvenida a Tutankhamón. | Amr Nabil / AP Photo / Gtres.
niño, “la KV62 se volvió a abrir y se habilitó para incluir una nueva cámara”, según Reeves. El Ministerio de Antigüedades de Egipto destacaba que, en los radargramas obtenidos por el equipo de Porcelli, “no hay evidencias notables de discontinuidades del paso de la roca natural a los muros de bloques hechos por el hombre y tampoco hay evidencias de jambas o del dintel de una puerta”. El equipo científico de Porcelli, del Politécnico de Turín, proporcionó todos los detalles del reciente estudio de georradar durante la 4ª Conferencia Internacional sobre Tutankhamón. Alec Forssmann.
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El edificio del Gran Museo Egipcio de Guiza (GEM) se aprecia, en las vistas aéreas, “como un tejado que abraza el desierto y refleja las tres pirámides de 4.000 años de antigüedad”, comenta el director del museo Tarek Tawfik. La construcción se emplaza en un terreno de 117 hectáreas y se continúa levantando con extrema seguridad, oculta tras una alta muralla y custodiada por fuerza militares. Este año, luego de casi una década de trabajo y de sucesivas postergaciones, será finalmente inaugurado. Su director ha señalado que la fecha sería quizás después de las elecciones de agosto. O tal vez antes, en mayo, según dijo el ministro de Antigüedades, Jalel al Anany.
Bajo el intenso sol egipcio, en las afueras de El Cairo, frente a la meseta donde están las pirámides de Guiza, se termina de afinar el edificio que albergará el mayor museo de arqueología de Egipto.
“En todo caso, se completó prácticamente el 71 por ciento de los trabajos, que es con lo que estaríamos inaugurándolo, pues lo que falta se abriría en 2022”, aseguró Tarek Tawfik. Con este hito cultural se busca volver a seducir a miles de visitantes -que han mermado por los atentados terroristas-, y se espera llegar a unos 10 millones de espectadores al año.
Su construcción se hunde bajo las arenas del desierto, con más de la mitad de su edificio bajo tierra, con el fin de resaltar el paisaje con las pirámides. El museo rinde honor a la ancestral y riquísima historia de las dinastías faraónicas.
El esperado museo será cinco veces mayor que el viejo Museo Egipcio de El Cairo. Contará con enormes espacios para desplegar las creaciones de la antigüedad egipcia, con salas amplias y techos muy altos, “y ofrecer estancias diáfanas, luminosas y con
l Gran Museo Egipcio: moderna arca que alberga 5.000 años de historia.
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una visión casi mágica hacia las tres pirámides”, explica el director del museo. Tendrá 25.000 metros dedicados solo a exponer, dentro de 100.000 metros construidos. Exhibirá 100.000 piezas arqueológicas, 50.000 de ellas nunca antes mostradas al público. Hace unas semanas llegó hasta allí una colosal estatua de Ramsés II, uno de los íconos del futuro museo, que fue trasladada -protegida y sobre ruedaspor las calles de El Cairo, casi como la deidad. La mayoría de los tesoros provienen del Museo Egipcio, ubicado en la plaza Tahrir, construido en 1922. Su limitado espacio llevó a una peligrosa sobresaturación de piezas en las salas de exposición -fuimos testigo de ello- y también en las bodegas, lo que hacía urgente contar con otro edificio. El viejo museo se mantendrá en funciones y exhibirá algunas obras de la civilización egipcia. La oficina del grupo irlandés Heneghan Peng Arquitectos fue la escogida para realizar el ambicioso y complejo trabajo. Ganó el concurso en el que participaron 1.500 proyectos de 88 países, convirtiéndose en el segundo proyecto de arquitectura con más convocatoria de la historia -incluso más que el Centro Pompidou y la Biblioteca de Alejandría-, solo superado por el nuevo Trade Center de Nueva York. La ingeniería es responsabilidad de Buro Happold y Arup, los mismos que trabajaron en la Ópera de Sídney. El sugerente y hermoso edificio posee una fachada traslúcida con un diseño de una geometría triangular que dialoga con la solidez y la pureza geométrica de las pirámides. Mira a la necrópolis de Guiza a través de amplias galerías acristaladas. Ese concepto de mirador hacia las antiguas construcciones -que se podrá vivir más intensamente en el último nivel, dedicado a la muestra permanente- crea un puente entre lo contemporáneo y lo ancestral (elemento clave para ganar el proyecto). Una amplia escalera de 25 metros, flanqueada por colosales estatuas, conducirá hasta allí. La construcción ha sido compleja. “No hay columnas, apenas tiene ángulos rectos, y la construcción del techo ha resultado muy ardua. La mayor parte va además bajo tierra, para no distraer del paisaje de las pirámides”, cuenta el director. El costo estimado del edificio, en tres fases, era de 810 millones de dólares, pero ha subido a 1.000 millones, debido a las demoras principalmente. Ha sido financiado, en parte, por préstamos japoneses. “Pero ningún otro país ni organización se ofreció realmente a ayudar a financiar su construcción, que es para la protección del patrimonio de Egipto”, aseguró Tarek Tawfik. La monumental estatua de Ramsés II, con 3.200 años de antigüedad, de 11 metros de alto y 83 to-
Estatua monumental del faraón Ramsés II en su nuevo emplazamiento. | Siatours.
neladas de peso, dará la bienvenida al público. Esa esfinge es del tercer faraón de la dinastía XIX, quien condujo a Egipto a un último período de esplendor. Reconocido por sus cualidades como militar, gobernante y diplomático, su reinado -aproximadamente entre 1301 y 1237 a. de C.- fue una época especial de paz y progreso, lo cual se refleja en las grandiosas realizaciones arquitectónicas edificadas, como el templo de Abu Simbel, también llamado de Ramsés II, uno de los más célebres, en el sur de Egipto. También se construyó durante su reinado la sala hipóstila del templo de Amón en Karnak, un espacio arquitectónico religioso de más de 5.000 metros cuadrados, en la antigua Tebas, comparable con la planta basilical y paleocristiana. Pero la mayor novedad del nuevo museo, anuncia su director, es que exhibirán juntas, por primera vez, las casi 5.000 piezas del ajuar funerario de Tutankhamón, encontradas en la tumba del joven rey, muerto a los 18 años. La sepultura fue descubierta por Howard Carter en 1922, en la necrópolis del Valle de los Reyes, cerca de Luxor, en donde se encuentran las tumbas de la mayoría de los faraones del Imperio nuevo. La idea es inaugurar el Gran Museo Egipcio con una muestra distinta de la habitual, que cuente Egiptología 2.0 | 147
Algunos de los objetos de Tutankamon que se exhibirán por primera vez, junto a casi cinco mil piezas del ajuar funerario del joven faraón. | Senya Nikolskaya - Sputnik / AFP.
el estilo de vida cotidiano de Tutankhamón. Es decir, mostrar qué bebía, qué comía, cómo era la moda hace 3.000 años en la antigua Tebas del faraón niño. Y con qué jugaba, cómo eran su cama y sus objetos personales, según las piezas encontradas en la tumba y hoy en plena restauración. “Estarán su armario, sus sandalias, sus objetos cotidianos... Nos alejaremos de la imagen de Tutankhamón como el faraón dorado y nos acercaremos más al ser humano”, cuenta Tawfik. Los tesoros de Tut, como lo llaman en Egipto, serán exhibidos en una de las enormes salas del museo. El ministro de Antigüedades ha señalado que entre las piezas más valiosas que han llegado hay “dos estatuas de grano rosa de Tutankhamón”. También estará su carro, entre muchos objetos más. Además, exhibirán 87 grandes esculturas de diversos periodos de los faraones. Han llegado capiteles, estatuas de Micerino, esfinges y escrituras en piedra del Imperio medio. “El museo expondrá momias de las dinastías XXV, XXVI y XXVII”, precisan. Por otra parte, en el segundo nivel habrá salas de realidad virtual. Espacios que recrearán los diferentes complejos arqueológicos donde se encontraron las piezas. Lo que ya está en funciones en el museo es el avanzado y enorme laboratorio de restauración. Trabajan ahí -como verdaderos cirujanos- 160 especialistas, distribuidos en 16 salas. Son 80 arqueólogos y 80 expertos en conservación. “Es el mayor centro de conservación y restauración del mundo”, afirma el di148 | Egiptología 2.0
rector. Cooperan en su implementación y desarrollo Japón y varias organizaciones científicas del mundo. Cada experto trabaja durante meses en una pieza, pero si es de gran tamaño participan varios especialistas. Mohammed Safwat, por ejemplo, ha sido el encargado de reconstruir el verdadero rompecabezas que constituyen las pequeñísimas piezas que conforman las sandalias de Tut, aquellas con las que el niño rey caminaba sobre el desierto, en el año 1300 a. de C. “Estas sandalias por primera vez son reconstruidas así”, dice con orgullo. El centro cuenta con un laboratorio especial para tamaños monumentales, con puertas y grúas para mover las piezas. Han recibido esfinges, carros reales y piezas de las construcciones, como un capitel de diez columnas y una estatua de alabastro de Micerino. Se ha estado restaurando además un papiro de la dinastía XXI. También, varios sarcófagos policromados, un carro de guerra dorado y otras piezas, relata Eisa Zidán, director de restauración. Los cuidados y resguardos incluyen las piezas orgánicas, que deben ingresar a una unidad de fumigación preventiva antes de llegar a los laboratorios, divididos según su especialidad en madera, metal o vidrio. El gran laboratorio está también abierto a estudiosos e investigadores de distintas partes del globo. “En un mundo tan entusiasmado con la egiptología, señala Tarek Tawfik, y en el que existen cientos de museos dedicados a ello, este busca ser un lugar capaz de
mostrar, a fondo, nuestro patrimonio, con los últimos descubrimientos y lo nuevo que se está haciendo aquí, en Egipto”. Todo ello frente a uno de los sitios arqueológicos más trascendentes del mundo, que luego se potenciará aún más y establecerá un diálogo entre esas pirámides y el mayor museo egipcio, levantado con una mirada y tecnología del siglo XXI, pero con una sensibilidad que cuida al antiguo Egipto y al sorprendente legado de esta civilización -en medicina, ciencia, astronomía, aritmética, artes, arquitectura, construcción- surgida hace 5.000 años en el valle del Nilo, entre el mar Mediterráneo y Asuán. Cecilia Valdés Urrutia.
U
n antropólogo entre faraones.
Egipto, la tierra de Dioses y Faraones, el territorio más fascinante de la Antigüedad, está obsesionado con la muerte. Para alcanzar la eternidad, los egipcios levantaron pirámides y construcciones de grandes dimensiones, tesoros llenos de riqueza. Pero para lograr esa infinitud era imprescindible la momificación, es decir, conservar el cadáver del individuo. Hasta la fecha, esa era hipótesis probada y aceptada, pero una misión internacional en la que participa el antropólogo segoviano Jesús Herrerín ha ido más allá y está ‘‘tratando de comprobar’’ que también intentaban mejorar su preservación. ‘‘Actuaban sobre enfermedades que el individuo había pasado duran-
te su vida terrenal en un intento por paliarlas para la otra vida. Por ejemplo, si la persona tenia artrosis en la columna vertebral, lo que hacían era intentar colocar el cuerpo en posición. Hemos encontrado varios casos así y lo hemos denominado ‘‘prótesis para la otra vida’’. No tienen valor en personas vivas pero sí para ellos, para alcanzar la eternidad’’, sostiene. ‘‘Hace ocho o nueve años’’, recuerda Herrerín, decidió embarcarse en una aventura internacional para estudiar y comprobar el estado de las momias que había en Egipcio. Casi una década de acontecimientos y episodios que únicamente es posible compaginar con entusiasmo y vocación. En la actualidad, no solo colabora con tres grupos de trabajo de diferentes países, sino que también ejerce como director en el IES Cauca Romana, en Coca, y como profesor en la Universidad Autónoma de Madrid. A pesar de la ‘‘cantidad de trabajo’’ que tiene, intenta ‘‘cuadrarlo’’ para poder cumplir con todas sus ocupaciones de la mejor manera posible. ‘‘A Egipto voy una vez al año, en el mes que se puede trabajar y que además prácticamente coincide con las vacaciones de Navidad’’, asegura. Las labores continúan ‘‘en verano, en mi casa, los fines de semana...’’, pero al antropólogo no le supone ningún sacrificio. ‘‘Es una labor muy constante, que lleva mucho tiempo, pero es realmente gratificante’’. Muchos de los secretos del Antiguo Egipto quedaron ocultos, pero el estudio de los restos humanos que se encuentran bajo las tumbas arrojan un rayo de esperanza a la hora de clarificar cómo eran ver-
Jesús Herrerín estudia el cráneo de una momia. | El Norte.
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daderamente esas personas, cómo vivían y por qué se caracterizaban. Sin embargo, a menudo surgen impedimentos. Así lo afirma Herrerín, quien además subraya que ‘‘lo normal’’ es que la persona que se enterró en la tumba ‘‘ya no esté ahí’’. ‘‘Si tienes suerte está, pero estas tumbas tienen entre tres y cuatro mil años y han sido reutilizadas muchas veces», lamenta el antropólogo.
a los reinos de Seti I y Ramsés II. No ha sido aún excavado por completo pero nos ha proporcionado mucho material que atestigua el alto nivel de su propietario y su familia”, comentaba Ola el Aguizi, profesora de egiptología de la Universidad de El Cairo y responsable de la excavación que ha obrado el hallazgo, localizado a unos 25 kilómetros al sur de la meseta de Giza.
Para saber lo que hay en el interior de cada fosa sin necesidad de abrirla, recurren a un aparato radiológico que, con una radiografía, muestra si hay o no una momia. ‘‘Es un trabajo muy importante e interesante porque lo que hacemos es extraer ideas sobre cómo eran esas personas, qué enfermedades habían pasado y las técnicas de momificación que habían utilizado’’. Herrerín se ha encontrado con ‘‘todo tipo’’ de momias: en ocasiones de cuerpos enteros, en otras únicamente fragmentos. ‘‘Como todas las tumbas normalmente han sido saqueadas porque buscaban objetos de valor, algunos de oro, dentro de los cuerpos, lo que hacían era romper las momias para sacar lo que había dentro, por lo que muchas se encuentran violentadas’’, indica. ‘‘Es una cuestión difícil» saber con cuántas momias habrá podido trabajar durante su trayectoria. En los dos últimos años, con el proyecto Djehuti, han estudiado ‘‘entre treinta y cuarenta enteras’’. Sin embargo, en una misión americana de la que forma parte desde hace ‘‘ocho o nueve’’ años, ‘‘habremos sacado más de cien, son muchísimas’’. Las enfermedades que sufrieron los individuos egipcios durante su vida supone otra de sus prioridades. Así, les ha permitido comprobar el ‘‘mal estado’’ de las dentaduras que tenían, enfermedades infecciosas, cánceres o tuberculosis, entre otros. ‘‘Hemos encontrado varios cánceres como el de mama o un cáncer en un hombre que presuponemos, no se puede asegurar, que puede ser una metástasis que parte de un cáncer de próstata por las características de las lesiones’’. Eva Esteban.
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escubierta la tumba de un alto general del faraón Ramsés II.
Sirvió como general en tiempos del gran Ramsés II (1279 - 1213 a.C.) y su sepultura había permanecido hasta ahora bajo las arenas de la necrópolis de Saqqara, en las afueras de El Cairo. Una misión egipcia acaba de desenterrar la tumba de Iwrhya, un alto dirigente del ejército del faraón que guarda entre los muros de su tumba su historia familiar. ”El enterramiento pertenece probablemente 150 | Egiptología 2.0
Parte del hallazgo en las arenas de la necrópolis de Saqqara. | Ministry of Antiquities.
En concreto, la sepultura se encuentra ubicada en la necrópolis del Imperio Nuevo de Saqqara, al sur de la calzada del faraón Unas, de 750 metros de extensión. Las primeras pesquisas reunidas por su equipo indican que Iwrhya era un alto general del ejército faraónico y ostentaba los títulos de ‘‘Alto Mayordomo del dominio de Amon’’ y ‘‘Alto Mayordomo de Ramsés II’’. Su nombre y cargos aparecen en la sepultura junto al de parte de su árbol genealógico. Entre ellos, el de su vástago Yuppa y su nieto Hatiay, que ocupa una destacada posición en las inscripciones talladas en los muros. La biografía exhibida en la piedra arroja luz, además, sobre la propia singladura de Iwrhya, que se enroló en el ejército durante el reinado de Seti I (1290-1279 a.C.) y alcanzó los escalafones más altos en tiempos de Ramsés II. Como otros tantos personajes de la corte, era un extranjero que logró asentarse en el país y prosperar en los pasillos del poder. “La presencia de los nombres de hijo y nieto sugiere que se trata de una tumba aunque no podrá confirmarse hasta que se completen las excavaciones de su santuario y su pozo”, agregaba El Aguizi. El espacio construido para su descanso eterno sigue el patrón de las tumbas coetáneas: una antecámara, formada por una sala de estatua y unos almacenes contiguos con techos abovedados; un peristilo y unas capillas orientales que todavía restan por excavar. Las escenas que han sobrevivido en los muros de la primera estancia exhiben estampas poco habituales de la vida diaria, relacionadas con la carrera
jaro. Por eso los responsables del Museo Maidstone de Kent (Reino Unido) lo almacenaron junto al resto de momias de animales. El pequeño sarcófago tenía pintada una cara de halcón dorada y los jeroglíficos hacían referencia a Horus, la deidad de los halcones egipcios. Y no fue hasta que se le sometió a una serie de exploraciones rayos X cuando se descubrió el gran secreto. en el interior de la caja no había una ave, sino un niño que nació muerto entre las semanas 23 y 28 de gestación.
Escena de sendas unidades de infantería y aurigas. | Ministry of Antiquities.
castrense de su difunto y las relaciones exteriores con los países vecinos como barcos descargando jarras de vino procedentes de Canaán (el territorio que ocupan hoy Palestina y Siria). Otros bloques rescatados de la arena muestran, por ejemplo, una escena de sendas unidades de infantería y aurigas que se abren paso por un canal infestado de cocodrilos. Según la expedición, el estudio preliminar apunta a que la imagen -que correspondería a la pared norte- representaría las fronteras orientales de Egipto con sus paredes fortificadas, cuyos vestigios fueron hallados en Qantara, en el norte de la península del Sinaí. Es el mismo canal que también ilustra el regreso de Seti I de una de sus exitosas campañas bélicas en una de las tapias del templo de Karnak, en la actual Luxor. El descubrimiento se suma a los firmados durante los últimos años en los áridos confines de Saqqara, el cementerio que alberga a los monarcas de la dinastía II, huéspedes de sofisticados laberintos subterráneos con gran cantidad de cámaras y corredores. El pasado octubre, sin ir más lejos, se localizó en sus inmediaciones una mole de 2,5 metros de altura, el mayor fragmento de un obelisco del reino antiguo hallado hasta entonces en Egipto. El monumento pertenecía a Ankhesenpepi II, esposa de los faraones Pepi I y Merenra y madre de Pepi II (2278-2184 a.C.), que accedió al trono con tan solo seis años. Francisco Carrión.
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l secreto de la ‘‘momia pájaro’’... que en realidad era un bebé.
Entró en el registro como EA 493 Halcón momificado, periodo Ptolemaico (320 - 30 a.C.) y nunca hubo ninguna razón para pensar que los esos restos de hace más de dos mil años no eran más que un pá-
La ‘‘momia pájaro’’ en realidad era un bebé. | Wester University.
El bioarqueólogo Andrew Nelson, de la Universidad Western Ontario, ha dirigido un equipo internacional que ha revelado que el feto tenía importantes anormalidades espinales y mostraba anencefalia, un defecto del tubo neural (del que se origina el sistema nervioso central) que provoca una malformación cerebral congénita caracterizada por la ausencia parcial o total de cerebro, cráneo y cuero cabelludo. Nelson ha presentado recientemente los resultados de su estudio en el Congreso Mundial Extraordinario sobre Estudios de Momias celebrado en las Islas Canarias. “(El bebé) nació muerto, pero tampoco habría sobrevivido al parto”, comentaba el antropólogo en un comunicado. El sorprendete descubrimiento se debe, como en tantas otras ocasiones, a la casualidad. Porque lo que realmente querían los responsables del Museo Maidstone era escanear una momia femenina que guardan en sus instalaciones desde 2016. Y aprovechando ese estudio, decidieron también analizar su Halcón momificado y otras momias de animales. Las primeras imágenes que obtuvieron les dejaron a todos con la boca abierta. En sus pantallas aparecieron dos pequeños brazos Egiptología 2.0 | 151
Asuán, el Gobierno egipcio permitió que se instalara en Madrid, al aire libre, como ‘‘solución provisional hasta que se dieran los medios técnicos para poder cubrirlo’’, y que siguiera la estela de los otros tres santuarios recuperados en la Campaña de Nubia. Sin embargo, han pasado 50 años y el debate sigue abierto: ¿Es mejor cubrirlo para proteger sus milenarias losas del invierno madrileño, la contaminación y la acción humana; o es preferible mantenerlo a la intemperie, con restauraciones puntuales, para no modificar el bello efecto paisajístico que dibuja este monumento icónico?
Dentro del sarcófago en forma de halcón había un feto que tenía anencefalia. | Wester University.
cruzados sobre el pecho. La evidencia era demasiado clara como para no pensar que lo que realmente había dentro del sarcófago era un bebé. Aún así, algunos especialistas pusieron en cuestión los resultados insistiendo que en el recipiente había una especia de mono, no un humano. Faltaba obtener más detalles para salir de dudas. David Ruiz Marull.
L
os expertos, sobre el futuro del Templo de Debod: ‘‘Conservarlo al aire libre es francamente difícil’’. Cuando el Templo de Debod fue cedido a España el 30 de abril de 1968 como compensación por ‘‘salvarlo’’ de ser anegado por las aguas de la presa de
| Egiptología 152 2.0 | Jmcreal. Templo de Debod.
Mucho se ha debatido sobre ello, pero ninguna propuesta se ha materializado en un proyecto tangible. Para encontrar las posibles soluciones técnicas que aúnen ambas sensibilidades, el Ayuntamiento de la capital convocó ayer la primera jornada con expertos de distintas disciplinas. El objetivo del Consistorio, según explicó la Directora General de Intervención en el Paisaje Urbano y Patrimonio Cultural del Ayuntamiento, Marisol Mena, es ver las ‘‘alternativas que propone la ciencia y en el plazo de un año presentar los distintos planes concretos’’. ‘‘Estamos abiertos a todas las opciones, queremos dejar sobre la mesa la solución óptima para el templo, un plan que continúe el próximo gobierno’’, sostuvo. Para sacar estas conclusiones, los expertos se basarán en los datos que arroja la monitorización de la temperatura, los niveles de CO2 y la humedad del templo. ‘‘Tenemos que interpretar esos datos que hemos extraído, pero podemos decir que no están en niveles alarmantes ni preocupantes’’, indicaba Mena. No obstante, adelanta que se va a instalar un sistema de gestión de las visitas ‘‘online’’ para regu-
lar la afluencia de público y que la renovación museográfica protegerá las inscripciones del interior del roce de los más de mil visitantes diarios. No obstante, para la conservadora Cristina Cabello el paso del tiempo y la climatología adversa de Madrid son implacables con el monumento: ‘‘Conservar el Templo de Debod al aire libre es francamente difícil’’, concluyó Cabello, que pertenece al Servicio de Conservación, Restauración y Estudios Científicos de la Universidad Autónoma, y que destacó que la opción más costosa, pero más segura para conservar los sillares de arenisca es integrar el templo en un museo bajo techo. Tanto el responsable de la conservación del Templo de Debod, Alfonso Martín Flores, como la conservadora jefe del Departamento de Antigüedades Egipcias del Museo Arqueológico Nacional, Carmen Pérez Díe, apostaron por construir un museo bajo la montaña de Príncipe Pío. ‘‘Se podría hacer un museo sobre Nubia y traer las 3.500 piezas que fueron rescatadas junto al templo y que tenemos en el Arqueológico’’, propuso Pérez. Para otros expertos, perder el aspecto original del templo es un error. Para atajar el problema que provoca la lluvia, Pedro Ponce de León, miembro del comité científico de Europa Nostra, propuso intervenir en las cubiertas para evitar el agua de escorrentía y reponer los sillares deteriorados, que muchos de ellos son reposiciones de los años 70. Ninguna solución parece completa, ya que, como dijo el director de las obras de montaje, Antonio Almagro, que reconstruyó piedra a piedra el templo en 1970, ‘‘la arquitectura egipcia nunca pensó en la lluvia’’. Marta R. Domingo.
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en la luz los recipientes que guardaban las vísceras de un difunto faraónico.
Una colección de vasos canopos, donde los antiguos egipcios guardaban las vísceras de los difuntos, ha emergido en una tumba en la orilla occidental de Luxor, la antigua Tebas. Enterrado durante milenios, el hallazgo arroja nueva luz sobre la castigada sección sur de una de las necrópolis de la que fuera capital de los faraones. El descubrimiento estaba depositado en un nicho de 60 centímetros que había sido horadado en el suelo cerca del muro sur de la sala de columnas de la sepultura de Karabasken (TT391), alcalde de Tebas y cuarto sacerdote de Amón que habitó la actual Luxor durante la dinastía XXV, en el tercer periodo intermedio, alrededor del 700 a.C. Las jarras, fabricadas en alabastro, debieron contener las vísceras del finado que -siguiendo la tradición faraónica- tuvieron que ser lavadas y embalsa-
Tres de los vasos canopos hallados en la orilla occidental de Luxor. | Ministry of Antiquities.
madas. Un fragmento del difunto del que no queda rastro. El agua ha hecho desaparecer sus restos y ha causado estragos en los recipientes. Uno de ellos ha sobrevivido roto en pedazos y desde su hallazgo se halla sometido a una cura de urgencia por un equipo del ministerio de Antigüedades egipcio. La veterana egiptóloga Elena Pischikova, directora del proyecto de conservación de Asasif sur, indicó que los vasos guardan aún la inscripción “Señora de la casa Amenirdis”, tallada durante la dinastía XXVI. Los vasos -que miden entre 35,5 y 39,4 centímetros de altura- mantienen en su interior una gran cantidad de resina. Las tapas fueron modeladas por el talento de al menos tres orfebres diferentes y presentan formas humanas, de babuino, chacal y halcón. Esta preciada colección añade nuevas pesquisas a un enterramiento que el equipo egipcio-estadounidense que lidera Pischikova ha auscultado durante años. En 2016 la misión localizó la cámara funeraria y el monumental sarcófago de granito rojo de Karabasken. “El propietario de la tumba fue alcalde de Tebas y cuarto sacerdote de Amón, probablemente durante el reinado del faraón kushito Sabaco”, relataba la egiptóloga.
“Aunque no hay inscripciones en el sarcófago, la arquitectura de la estancia de culto, la rampa y la cámara funeraria sugieren que el sarcófago fue parte de un enterramiento original excavado para Karabasken”, agregaba Pischikova, defensora de la hipótesis de que el regidor supervisó la construcción de edificios reales en el imponente templo de Karnak. “Un sarcófago de granito rojo como el hallado era tradicionalmente parte de un enterramiento real. PoEgiptología 2.0 | 153
Depósito donde se encontraban los vasos canopos. | Ministry of Antiquities.
dría haber sido un regalo real, lo que nos indica los importantes servicios que prestó a su majestad el rey”, subrayaba la investigadora acerca de un enterramiento descubierto inicialmente en 1820 por John Gardner Wilkinson, Robert Hay y James Burton que, olvidado bajo montañas de escombros, todavía mantiene zonas de sombra. La expedición de Pischikova, que excava desde el pasado mayo bajo un sol de justicia y proseguirá hasta septiembre, se centra en tres tumbas dañadas del cementerio de Asasif que sufrieron hasta seis inundaciones y cuyas zonas más próximas al exterior llegaron a ser usadas como establos por la población local. A lo largo de 12 años de trabajo, el proyecto ha rescatado miles de fragmentos de la decoración que una vez cubrió las estancias y ha restaurado algunas de las áreas.
“Cada semana en la necrópolis se producen nuevos hallazgos y logros”, admitía la arqueóloga. Francisco Carrión. 154 | Egiptología 2.0
Uno de los vasos canopos hallados en la orilla occidental de Luxor. | Ministry of Antiquities.
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