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Evie Castro Romero

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Marcela Cortés

Marcela Cortés

Castro Romero

REDENCION

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(Para Francisco Silva)

Mil tambores anunciaron tu partida; pero mis oídos solo escuchaban el silencioso Sonsonate de tu voz; ¡Oh Dios! estaba tan ciego que ni los colores del engaño vi, yacía con más de una navaja dibujada en las profundidades de mi sangre; agonizante dolor por el cual el norte perdí.

Las tinieblas rozaron mis pies, cuando me perdí en el abismo de una traición, de un dolor; y caí, en el oscuro me hundí, creí morir.

Los demonios hicieron su aparición, en el oscuro abismo en el que cedí, clavando dagas en el corazón; en medio de la oscuridad la vi, Lilith fue mi perdición

¿Dónde está la inocente Eva de mi edén?, ¿Qué fue del paraíso que nos profesamos en un altar de algodón?; más me quitaron alas que una vez tuve, me arrastré por el oscuro sendero del olvido, cuya traición quebró una vida que creí tener.

despojo de una mala decisión, la tumba de un vagabundo sediento de reinvención. Y ahí estaba yo, más nunca perdí la fe; me abrí paso entre los demonios, respiración, volé como el fénix lejos del pantano; me aferré a la vida, me refugié en el amor de Dios.

Cuando más perdido estaba, cuándo estaba al borde del fango abrí mis alas y escapé; hoy estoy aquí, las heridas transformadas en cicatrices, el dolor siendo sólo parte de mi historia; rodeado de paz, de amor, de fe. Hoy me vuelvo a amar, hoy creo en mí.

OBSESIÓN

Tu boca es la fruta prohibida de mi edén; tus ojos el sueño que siempre espere, y tu cuerpo mi pecado, mi perdición y mi fe.

Te quiero para caminar juntos toda la vida, para ser tu único mundo y tu mi única constelación; no me dejes nunca, que después de mí no hay vida y después de ti no quiero vivir.

Piérdete en mi piel, víveme solo a mí; que en mis soles y en mis lunas te acariciare; ven y acércate a mi paraíso; pues mi

Mira el fuego de mis ojos, no te despegues de él; desaparece todo a tu alrededor, yo quiero ser tu centro de atención.

El trato ya está pactado, tu mío y yo tuya; si he de caer, que sea contigo, pues si tengo que perder, tendrás que perder conmigo; no quiero ser tu punto medio, he de ser tu prin que sea alguien más.

Entre las cenizas de tu hoguera, yo te cuidare; mientras tu cuerpo arde entre mis manos, tus ojos de besos cubriré; no es ahí donde descansaré.

ronroneando en tus oídos con miel.

Quédate conmigo cariño mío, que sin ti moriré; quédate dormido en mi pecho que tus sueños velaré; con canciones de cuna meciéndote en mi piel.

EVITERNO

Él era locura, cuando me hablaba y me miraba así, como si el mundo se paralizara entre mis ojos y su boca; su locura era tomarme de las manos y sentir esa electricidad que se expandía a nuestro alrededor; locura cuando estábamos él y yo, unidos en un beso que gritaba pasión

Él era pura luz, cuando su sonrisa iluminaba mi día y me perdía en el cielo de su voz; cuando besaba sus miedos y acariciaba su virtuoso corazón; luz cuando se metía en cada resquicio de oscuridad y lo iluminaba con su sola presencia.

Era un etéreo fuego, cuando en cada incandescente roce hacia vibrar todos los rincones de mi piel; cuando sus caricias sanaban mi sensible corazón, y me perdía en el vaivén de nuestra agitada respiración; fuego cuando sus ojos danzarines se unían a mi mirada y nuestros cuerpos explotaban de necesidad.

duda, de otra dimensión; magia cuando se acercaba y llenaba de color mi insípido mundo, era magia, sin lugar a dudas, la que le faltaba a mi corazón

Era locura, luz, fuego y magia; cuando estaba conmigo y en su mundo y el mío éramos luna y sol, unidos en un eclipse de amor.

Y aún en la inmensidad de las primaveras que ha pasado nuestro amor, seguimos siendo dos.

CUANTA VIDA PASÓ

Kuramil del pasado ... para vestirla nuevamente sin despojos. ahora amor de tus ojos. amor mío. esperé pasaras con el viento. Donde me trajera ... la música de ese ayer nuestro tiempo. para atrapar los besos que el destino dejó diseminado.

VERSOS PARA VIRGINIA

Todo lo que tengo daría a cambio de tu paz. ¡Ello te indicaría que sí viviste.! Te pondría alas y volaría junto a tí por toda la llanura de tus años. Descansaríamos al atardecer desde, ese cerro, que me llevaste de niña y cantaríamos una plegaria al sol dando gracias por la vida. Tu vida será eterna en mi ser, en la de los otros, y los demás. Gracias por tu valentía Todo marchará bien. Me honra saber que te eligieron para parirme. ser tu hija.

(Carmen Cares.) Poema impreso en mi libro la Conquistada.

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