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Ana Rosa Bustamante Morales

Bustamante Morales

SALOMÉ

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Mis ojos te han mirado siglos.

Te han buscado en la montaña con el frío atroz y se quedaron dormidos.

Tus huesos se encarnaron en mi piel como el origen del mundo a la noche, y soy la respuesta a tu pregunta, y lo aprovecho para sobrevivir.

Tejí el rencor, porque mi madre redujo el abalorio de su falda, por los niños descalzos, a costa suya. El frío desolló sus muñecas, y cayendo en el mercado como fruta común. Se arrimó al hueso ajeno y perdido, le habló en su idioma, y a su enemigo, le dio de comer como un pájaro al polluelo.

Dos mujeres en mi vida,

la paz, el desespero, la ilusión, la fantasía, sus vientres dieron sangre a mi cuerpo, pero no di más que un leve sabor con esta piel que dejara entre los amigos, la música que escarbaba en mis uñas la sed, el hambre, la visión, los sentidos de la madrugada y el áspero bombo de la pampa, donde caminé descalza con las duras briznas adheridas a mis pies que escribieron por mí.

Tengo en mi estómago un dolor frecuente,

Y en la noche extiendo al velador mi mano temblorosa, a una cara materna. Apresurada a mis brazos no habló, nutriendo el rumor que oigo en las noches.

Enséñame le dije. Estaba frío el aire,

tenía el frío de los que han dejado la respiración en las esquinas. El licor en la bruma del que oye voces y un pañuelo al cuello le abriga. Le aprieta.

Así veíamos las luces del puerto aspirando la sorna del mar,

con la promesa certera de palabras, espinas en el cuello y la garganta, estremeciendo el cerro y la casa, la calle y esos transeúntes que nos miran con el susurro de sus pasos, las piedrecillas que el viento nos dejó, golpeando a las piernas del que bebe, y destruye su memoria, la espigada brisa del muelle en nuestra sien, su cruel intromisión.

Mi copa era un pájaro con sangre

en mi cuerpo Nahui Olin aligerando el vuelo. Hasta olvidar las alas. Y yo era un viejo aullido buscando en el piso a las plumas que iban quedando. Ahora se discuten las palabras para lograr la resurrección. Y fraguamos dedales donde mi boca en horas festivas un meteorito que aún se traga la tierra.

Mi cuerpo dolor de cactus y golondrinas en cajones de calzones viejos migrando residuos y cortezas mal habidas de nacimiento en un torbellino brusco asido a tu criterio brusco y solitario tronco pintado de blanco en un paradero donde los moscos picotean agua.

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