Escuela inclusiva y diversidad En este artículo se argumenta que la escuela inclusiva no solamente es un derecho de todos los niños y niñas, sino también una oportunidad para hacer una escuela donde cada uno pueda satisfacer su deseo de aprender. Cuando nos referimos a una escuela inclusiva – o, más en general, cuando hablamos de una educación inclusiva – hablamos de una preocupada, claro, por los aprendizajes de sus alumnos y que dispone de los recursos necesarios para hacer posible que todos aprendan, o los exige, si no los tiene. Pero también hablamos de una escuela, y de un sistema educativo, que acoge y valora a todo el mundo, sin exclusiones. Y no como una concesión, sino como una cuestión de derecho, de justicia. La escuela inclusiva no selecciona a los estudiantes: todos están incluidos en la escuela de su comunidad (de su pueblo, de su barrio, donde van sus hermanos, sus amigos, sus vecinos…), sean cuales sean sus características personales y sus necesidades educativas. La escuela inclusiva no selecciona a los estudiantes: todos están incluidos en la escuela de su comunidad La educación inclusiva – según Susan Bray Stainback (2001) – es el proceso por el cual se ofrece a todos los niños y niñas, sin distinción de la discapacidad, la raza o cualquier otra diferencia, la oportunidad de continuar siendo miembro de la clase ordinaria y para aprender de sus compañeros, y juntamente con ellos, dentro del aula. Las escuelas inclusivas se basan en este principio (Porter, 2001): Todos los niños, incluso aquellos que tienen discapacidades más severas, deben poder ir a la escuela de su comunidad con el derecho garantizado a ser ubicados en una clase común, con los apoyos curriculares, materiales o de personal necesarios para hacer posible esta inclusión. Este principio se puede combinar con otras alternativas siempre que estas representen claramente un mejor beneficio para el alumno