ALBERTO T. BRUZZONE. En busca de la pintura - pintura

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En buscar de la Pintura-Pintura

Alberto T. Bruzzone


Autorretrato 1978, รณleo sobre tela, 125 x 64,7 cm Colecciรณn Museo Franklin Rawson


Alberto T. Bruzzone En busca de la Pintura - Pintura


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Alberto T. Bruzzone En busca de la Pintura - Pintura

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AUTORIDADES GOBIERNO DE SAN JUAN Gobernador

Dr. Sergio Mauricio Uñac Vicegobernador

Dr. Marcelo Lima Ministro de Turismo y Cultura

Lic. Claudia Grynszpan Secretaria de Cultura

Mg. Mariela Limerutti Dir. Museo Prov. de Bellas Artes Franklin Rawson

Bruzzone, Andrés

Alberto T. Bruzzone : en busca de la pintura - pintura / Andrés

Bruzzone ; prólogo de Virginia Agote. - 1a ed. ilustrada. - San Juan : Gobierno de la Provincia de San Juan. Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson, 2017.

64 p. ; 26 x 23 cm.

ISBN 978-987-4094-07-0

1. Pintura. 2. Arte Argentino. I. Agote, Virginia, prolog. II. Título.

CDD 759.82

Prof. Virginia Agote

MUSEO PROVINCIAL DE BELLAS ARTES FRANKLIN RAWSON

CRÉDITOS PUBLICACIÓN Dirección Virginia Agote

Dirección Virginia Agote | Producción Natalia Segurado | Educación

Coordinación Natalia Segurado / Margarita Bruzzone

María Elena Mariel / Natalia Quiroga | Patrimonio e Investigación

Texto Andrés Bruzzone

Emanuel Díaz Ruiz / Berny Garay Pringles | Registro y Comunicación

Diseño Ana Giménez

Ina Estevez | Asistencia de dirección y Prensa Melisa Gil | Diseño

Fotografía Ina Estevez / Horacio Lara

Editorial y Gráfico Ana Giménez / Mercedes Cardozo | Administra-

Fotocromía e Impresión Imprenta 2.0

ción Carmen Pereyra | Conservación Guillermo Guevara / Facundo González | Montaje Daniel Orellano / Ariel Aballay / Leonardo Arias /

©2017 de la edición

Néstor Sánchez | Biblioteca Cintia Fernández / Graciela Calvo | Tienda

Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson

Daniel Corzo | Orientadores de sala y Guías Joel Salinas / Gabriela

Av. Libertador Gral. San Martín 862 oeste. San Juan. Argentina.

Pinto / Romina Díaz / Belén Ramirez / Alicia Deymié / Inés Sandez /

CP: 5400 / contacto@museofranklinrawson.org

Emilse Fernández / Carolina Illanes / Miriam Vega / Ariela Quiroga /

Tel: +54 264 420 0598 / 0470

Guadalupe Delgado / Jorgelina Tardy / Agostina Silva / Ana Belascoain / Florencia Ortiz / Selene Escobar / Leandro Fá Gómez / Gustavo

© de los textos: los autores

Garramuño / Eduardo Riquelme | Encargado de Mantenimiento Julio

© de las fotografías: los autores

Moncho | Operarios Pablo Loaisa / Manuel Lépez / Raúl Peralta / Ángel Ormeño / José Peralta | Técnica Auditorio Leandro Gómez

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial en cualquier forma o medio, electrónico o mecánico, sin autorización expresa del MPBAFR.


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Bruzzone / El eterno retorno pictórico

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San Juan - Donde todo empezó

Virginia Agote

Andrés Bruzzone

21 Obras 63 Agradecimientos

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El fin del pintor 1979, รณleo sobre hardboard,139 x 79 cm Colecciรณn Museo Casa Bruzzone 8


Bruzzone / El eterno retorno pictórico Virginia Agote

Cada cuadro mío es un tango Bruzzone Bruzzone, nacido en San Juan, vivió sin embargo muchos años de su vida en las cercanías del mar, cuya atmósfera a veces neblinosa se filtró en la paleta del pintor, tiñéndola de cierta melancolía. Su primera muestra individual, en octubre de 1929 en Casa España deja en él recuerdos en los que no está ausente la figura de Lino E. Spilimbergo, quien también exhibió su obra en ese lugar, pero que además cruzó lazos de amistad con el joven artista sanjuanino. Su formación se va construyendo lenta y sin fisuras, apoyándose siempre en convicciones en los que su pasión por la pintura -antes que los vaivenes del mercado- fue el principal fundamento. Realizó viajes a Italia, Rumania, Checoslovaquia y Francia. Dueño de una bohemia atemporal, defendió ideas políticas reñidas con el conservadurismo e incluso su hogar fue testigo de reuniones consideradas clandestinas en épocas tumultuosas de nuestra historia. Su familia sanjuanina fue el otro pilar importantísimo en sus días difíciles: de alguna manera, su tierra natal lograba fortalecerlo y reafirmar sus ideas estéticas. El artista reconoció siempre esa especie de fuerza vital que incluso podía guiarlo a realizar la obra con la que he de poder contribuir a la formación de la auténtica cultura argentina en su presente lucha contra la atrofiante influencia de tantos “ismos” europeizantes. En 1987 se concretó su esperada retrospectiva en el Auditorio Juan Victoria, y desde entonces, ya alcanzada la edad de ochenta años, creyó que debía aprender de nuevo a pintar: hace algunos meses interrumpí la ‘temática porteña’ para ponerme a estudiar pintura; mirando hacia atrás en obras anteriores y para adelante en las imágenes mentales que me persiguen día y noche. En sus paletas rigurosas, en su factura siempre expresiva y sus temas que interpelan al espectador, podemos asistir a ese aprendizaje constante, a ese sueño que permanentemente lo guió en un eterno retorno pictórico a nuestra provincia. La mirada oblicua de su autorretrato de 1978 nos permite intuir sus desvelos y su pensamiento, desplegados en esta exhibición.

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San Juan - Donde todo empezó Andrés bruzzone cuarto hijo del pintor

Nací en la provincia de San Juan, el 26 de marzo de 1907. Así empezaba Bruzzone a contar su historia, a los 74 años, en una ‘Reseña autobiográfica’. Hijo del capitán de Infantería Andrés Tito Bruzzone, de 34 años, y de doña Juana Dolores Salas Sanchez, sanjuanina y viuda de 32 años, Alberto Tito Bruzzone, Toto para los suyos, nació en una casa de Marquesado, en el Departamento de Rivadavia, al oeste de la ciudad de San Juan, cerca del Regimiento de Infantería Número 22 que era el destacamento donde trabajaba su padre. Origen de sus días y lugar de sus primeras memorias, no haría falta mucho más para decir que San Juan ocupa un lugar de privilegio en la historia de Bruzzone. A pesar de eso, él se declaraba porteño. Un porteño particular, nacido en San Juan y radicado en Mar del Plata durante las últimas tres décadas de su vida y de su obra. No importa dónde hubiese nacido, es indiscutible que el amor entre Buenos Aires y el pintor fue tan intenso como duradero. Pintó al tango y a sus personajes, pero fue más allá: decía “cada cuadro mío es un tango”. Fue ese amor el que lo llevó a retratar a Buenos Aires en las caras cansadas o sufridas o enamoradas o aguerridas de su gente, a nunca dejar esa ciudad a pesar de afincarse en Mar del Plata. Y sin embargo San Juan está siempre presente en su vida y en su obra. Un polo donde todo comienza y a donde es necesario volver cuando el alma ya no puede más. Referencia cromática, impronta originaria, impulso inicial. Porteño por adopción, marplatense por residencia, Bruzzone nunca dejó de ser un sanjuanino orgulloso de su Cuyo natal.

Bernardo, Alberto y Luisa, junto a sus padres Lola Salas y Andrés Bruzzone.

Pág anterior Bruzzone en su taller, con el poeta argentino Raúl González Tuñón.

Le divertían las historias de la provincia y los modos particulares de hablar de su gente. “No hay curao que s’hele” imitaba a un baqueano que se emborrachaba para alejar el riesgo de congelarse en las travesías de los Andes, a pie o en mula. “Chaya libre!”, citaba a su cuñado Absalón liberando los baldazos de agua. O contaba de una chica simple, empleada doméstica de la casa, a la que le habían robado el sueldo que guardaba en el corpiño porque creyó que “metían la mano con buena intención”. Coleccionaba anécdotas y expresiones y le gustaba compartirlas: “A perro flaco no le faltan pulgas”, “A mi que me coma la vaca”, “A burro viejo, pasto tierno”, “Todos toman naranjada y al pobre naranjo nada”, “Poco pero bueno”, “Cuando un pobre se divierte, el diablo mete la cola” y otros dichos cuya fuente era la tradición familiar, especial11


mente cultivada por su hermana Emita. Se refería a “mis sanjuaninos” y a su calidez, y cuando contaba historias de su tierra la mirada se le hacía más dulce, los ojos se achicaban, sonreían. En San Juan pasó, decía, los mejores años de su infancia y de su juventud, en una casa de habitaciones oscuras y severas. Jugaba con sus pocos juguetes, juguetes que hacía para él mismo o para sus tres hermanas menores. Y dibujaba y pintaba: copiaba imágenes de revistas y de libros, impresionaba a sus maestras, preocupaba y divertía a su padre. Ya adulto, recordaba el calor del zonda bajando de la cordillera, cómo un papel podía hacerse quebradizo cuando soplaba ese viento seco que hacía difícil respirar. Los paisanos y las chinas, la acequias, las parras y la vendimia, la escuela de señoritas a la que le tocó ir “porque era demasiado bueno para una escuela de varones” (se reía), las tardes de siesta, los primeros dibujos, el padre, cariñoso pero severo y hasta distante: memorias escuchadas en muchos almuerzos familiares, antes de su anuncio cotidiano: “voy a dormir mi siesta sanjuanina”. Cuando Bruzzone tenía cuatro años, su padre fue trasladado a Buenos Aires. Allí se instalaron, primero en lo del Nono, el músico y compositor Bernardo Bruzzone, director de la Banda del Ejército. Vivieron en esa casa de Lavalle 1433; luego, en la esquina de las calles Charcas y Oro, hasta finalizar la obra del petit hotel familiar de Cuba y Quesada, en Belgrano. Estuvieron en esa casa, que había hecho construir Doña Lola, hasta 1924, cuando regresaron a San Juan y pusieron la propiedad en venta. Tres años antes había ocurrido la muerte prematura (consecuencia de una pleuresía) del entonces Teniente Coronel Bruzzone. El joven Toto tenía 14 años y se sorprendía oyendo a los mayores lamentarse de la edad temprana del oficial fallecido. “A mi me parecía normal, un viejo de casi 48 años...”, contaba. Viuda por segunda vez, con cinco hijos a cargo, Dolores Salas de Bruzzone, decidió volver a San Juan, a la casa de su tía Adelaida Salas, “niña muy distinguida de la sociedad local”, profesora de trabajo manual de la Escuela Normal de San Juan. Tenía la casa en la calle General Acha, a metros de la plaza. Doña Lola vivió allí hasta 1939, año en que murió, a sus 64 años.

El abuelo Bernardo junto a sus nietos Bernardo, Alberto y María Luisa

Bruzzone había dado pruebas tempranas de rebeldía. A los 14 años lo habían expulsado del colegio y para sus 17 también había sido dado de baja del Colegio Militar: “Como había hecho la primaria en un colegio de señoritas, porque era muy retraído y comportado, en el primer año del colegio mis compañeros me hacían la vida imposible: sólo sabía los juegos de nenas, no conocía el mundo de los adolescentes varones. Por eso, el segundo año me junté con los más diablos y me echaron. Para no darle un disgusto más grande a mi madre, ingresé al Colegio Militar. Pero no era para mi y a los 17 años me hice dar de baja” Pronto sería evidente que no era solamente rebelde: también era enamoradizo. Tenía apenas 20 años cuando escapó hacia Buenos Aires con una chica tres años más joven que él a la que no nombraba cuando contaba la historia, para no exponerla. Se llamaba Haydée y la conoció en un barco, en un viaje en el que él volvía de una

Lola Salas Sánchez de Bruzzone


Sin título 1939, óleo sobre tela, 85,2 x 100 cm

filmación y ella de vacaciones de Comodoro Rivadavia. Era hija de un funcionario de YPF que, para aliviar el escándalo, le ofreció un empleo en la petrolera en Comodoro, previo al casamiento que salvaría la honra de la joven. Pero Bruzzone era menor de edad y por eso debió pedir autorización a su madre que, en cambio, otorgó un poder a favor del primo, Mauricio Ottolenghi, para que lo despachara de inmediato a San Juan. El sueño romántico de la pareja se terminó cuando el doctor Ottolenghi, severo en sus 25 años, apareció en el nido de amor: habían alquilado una habitación en la calle Uruguay al 700, hasta donde los rastreó la policía, instada por un tío de la chica. Sin muchas dilaciones, el galán fue despachado: “Si hubiese tenido más de 21 años, mi madre me habría mandado casar, pero como era menor, me obligaron a volver a San Juan. Me subieron a un tren y Mauricio me dijo: ‘es eso, o el correccional de menores. Acá tenés 10 pesos para que te comas algo en el tren’.

Colección Museo Franklin Rawson. Donación María Harnan, nieta de Sheila Turner de O´Connor.

Castigo, naufragio de su primera aventura romántica, uno puede imaginar los sentimientos del futuro artista en relación con el exilio provinciano. Ese regreso, sin embargo, le deparó muchas cosas buenas, nuevos comienzos. Entre ellos, la pintura, el matrimonio, la paternidad. Es que San Juan no fue apenas origen de la vida: en las palabras de Bruzzone, fue donde comenzó también la actividad artística, comienzo que él mismo situaba en la primera muestra individual, en 1929, en la Casa de España. “La Casa de España funcionaba en un edificio en la calle Mendoza, al lado del Palacio Episcopal y de la Catedral. Hoy esa casa no existe más y en el terreno que ocupaba pasa una avenida. Lugar distinguido, en pleno centro de San Juan, se juntaban los españoles, hacían fiestas, reuniones, celebraban el Carnaval que era muy importante; era uno de los tres lugares de encuentro, junto con el Club Social de San Juan y el Club Sirio Libanés, y tenía grandes salones donde se podía exponer cuadros” recuerda su sobrino Alberto “Tito” Basañes. Podemos leer en una carta de octubre de 1929 que Bruzzone dirige a su amigo, el historiador y crítico de arte Geo Dorival: “Querido amigo Geo: Empiezo por darle la gran noticia: para el 12 de este mes, en una salita de la Casa de España donde hace poco expuso Spilimbergo y donde también han expuesto Antonio Bermúdez Franco y algunos pintores sanjuaninos, inauguraré yo mi primera exposición individual con más de veinte obras entre óleos y dibujos. Presidirá la muestra un gran retrato de Doreen Turner, mi novia. Tiene 20 años, es inglesa y estoy enamoradísimo”.

Con Doreen Turner y sus hijos Eric e Iris

No sólo a su primera esposa y madre de sus primeros hijos conoció Bruzzone en San Juan. Esos años fueron también origen de algunas de las amistades que lo acompañarían por el resto de su vida y que serían determinantes en su constitución como hombre y como artista, en su pensamiento político, en la estructuración de una ética particular. Entre ellos la sampedrina Alicia Pérez Peñalba nacida en 1913, escultora que había estudiado desde los dieciséis años en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación Ernesto de la Cárcova, en Buenos Aires, donde Bruzzone sería alumno años después. Pero sobre todo el pintor Spilimbergo, su amigo, compañero de “paisajeadas y de ranadas”. Las expresiones son de ellos: “salir a paisajear”, aprender el arte 13


del paisaje durante el día y por la noche la bohemia, las fiestas -las tales “ranadas”. Y fundamentalmente inspirador de un modelo ético como fundamento de la carrera artística: “No viva de la pintura, Bruzzone, trabaje de cualquier cosa y también pinte. Así evitará prostituirla”, le recomendaba Spilimbergo y en ese consejo adoptado está el molde que marcó muchas de las grandes decisiones de su vida. Lino Enea Spilimbergo era una década mayor que Bruzzone, había nacido el 12 de agosto de 1896 en Buenos Aires. Fue pintor y grabador y ocupó un lugar de destaque en el arte argentino. Vivió en San Juan, por recomendación médica, para tratar su asma, entre 1921 y 1924. -Spilimbergo fue quien dió el empujón final para que este muchacho, que verdaderamente se destacaba, que tenía una clara vocación y una clara facilidad, se decidiera a dejar su ciudad natal y empezara sus estudios en Buenos Airescuenta la viuda, última esposa del pintor, Magdalena Konopacki, Magda, en una entrevista. La cultura del trabajo artístico, defender el propio arte de la mercantilización son dos de los principios que Bruzzone adoptó de éste que fue su amigo y mentor hasta su muerte en 1964. Los valores y los principios de Bruzzone eran sólidos, rígidos inclusive. Criado en un ambiente castrense, en el entorno conservador de aquella capital de provincia, hay en su formación mucho del siglo XIX del que, por nacimiento, lo separó menos de una década. La defensa de su dignidad era un principio rector: sufrir un agravio o una ofensa, verse expuesto públicamente eran situaciones intolerables para él. Esfuerzo, libertad, solidaridad son los valores que cimentaron la construcción de la vida de Bruzzone, que preservó el ejercicio de una disciplina casi militar mientras las fuerzas se lo permitieron: despertarse al alba, hacer ejercicios, comer frugalmente -Hay gente que vive para comer; yo como para vivir-, decía. Hay mucho de estoicismo en su manera de encarar la vida. Creía de manera absoluta en la fuerza de la voluntad: nada puede detener la fuerza de voluntad de un hombre, decía y más que decía, practicaba. Quizás el ejemplo más claro de esta postura esté en su decisión efectiva de aprender a pintar con la mano izquierda cuando, con un hombro dañado, los médicos le prohibieron seguir pintando. Si no pinto, me muero, dijo Bruzzone y se ató el brazo derecho para empezar a adiestrar el izquierdo haciendo todo: escribir, comer, pintar... tenía 78 años. Cuenta en una carta a su hermana Maria Adela, en noviembre de 1985: Cuando estuve en San Juan yo me ponía una pomada calmante en el hombro derecho. Me dolía pero podía mover el brazo. Este dolor ha ido en aumento y el traumatólogo Dr. Arendar, que ya me hizo últimamente dos infiltraciones, dice que tengo un desgarramiento, evidentemente producido por mi manera violenta, furiosa, de golpear sobre la tela o el papel cuando pinto, haciendo con el brazo más movimientos que los que hace un jugador de tenis. Parece que están “debilitados los tejidos” y he llegado a suponer que la recuperación ha de ser muy difícil sino imposible. Podré volver a pintar a mi modo y, en caso afirmativo, por cuánto tiempo o mejor dicho por cuántos cuadros? Bueno, como nada se saca con lamentaciones ni con pensamientos negativamente pesimistas. Y como si yo no pudiera seguir pintando no me interesaría mucho seguir 14

Vendimia: croquis, anotaciones de ideas en lápiz y acuarela


Día nublado 1939, óleo sobre cartón, 36,9 x 48,4 cm Colección Museo Franklin Rawson 15


viviendo, ya que, a pesar de que soy tremendamente torpe con la mano izquierda, he empezado a dibujar y hasta a pintar al óleo con la zurda. Hace unos días me puse un modelo sencillo (un jarroncito, una taza y un papel arrugado) e hice mi primer dibujo con la mano izquierda. Alentado por eso, llevé el caballete ante un espejo y dibujé un autorretrato. Magda quedó sorprendida de lo que logré, especialmente en el autorretrato. Y le dediqué a ella los dos trabajos. Esa voluntad en ejercicio fue la que le permitió seguir pintando cuando casi no le quedaban fuerzas para vivir. Se definía como un estudiante de pintura y eso era mucho más que una pose: hasta el final, nunca dejó de buscar eso que sabía que era inalcanzable, una quimera que él llamaba la pintura-pintura. Aunque creo que hay coherencia en mis sesenta años de labor pictórica, supongo que también puede advertirse una constante inquietud por el manejo de los medios expresivos. Y hace algunos meses interrumpí la ‘temática porteña’ para ponerme a estudiar pintura; mirando hacia atrás en obras anteriores y para adelante en las imágenes mentales que me persiguen día y noche y que con frecuencia llegan a coincidir casi con lo que descubro en alguna que otra de aquellas obras pintadas hace muchos años, decía Bruzzone en el texto con el que presentó su serie sobre el tango, una obra que dedicó como un homenaje a Buenos Aires.

Paisaje de San Juan 1991, óleo sobre tela, 70 x 50 cm Colección Museo Casa Bruzzone

En 1990, a los 83 años, cuatro antes de morir, volvió a pintar un Paisaje de San Juan, acrílico de luces intensas que es parte de ese ‘aprender de nuevo a pintar’. Ese cuadro fue ejecutado en Mar del Plata a partir de dibujos anteriores, pero está marcado por el viaje que había hecho a su San Juan tres años antes, para celebrar su cumpleaños 80 e inaugurar una muestra retrospectiva en el Auditorio de San Juan. Acariciaba por entonces un proyecto: establecerse en San Juan, para pintar. Quería retratar al hombre simple, al hombre trabajador, en su entorno, en su contexto: el puestero frente a su rancho, el artesano en su taller. Él siempre había pintado al hombre simple, no al miserable sino al que orgullosamente se gana el pan trabajando, pero lo había hecho aislado del entorno. San Juan lo apelaba a esto, a integrar sus personajes al entorno que les era propio. Es un proyecto que nos llegó tarde: se le escapó la vida antes de que pudiese concretarlo, recuerda Magda, su esposa, su modelo, su compañera en los últimos 30 años. Magda fue sin duda la principal causa de su decisión de establecerse en Mar del Plata, dejando atrás Buenos Aires y alejándose, no solamente en sentido geográfico, de San Juan. Ella tenía apenas 18 años cuando se conocieron. Hija de una familia emigrada de la Polonia en guerra, decidió responder a un anuncio en el que un pintor pedía modelos. Cuando Bruzzone abrió la puerta de su taller de la calle Chile 537 fue un enamoramiento fulminante que iría devenir un amor de tres décadas y siete hijos. No fue fácil el comienzo de esa relación. En el auge del éxito como pintor, reconocido por sus pares y por el público, vendiendo mucha obra y siendo premiado, Bruzzone 16

Paisaje óleo sobre tela, 57 x 61 cm Colección Familia M. Beatriz Uriburu Yanzón


decidió patear el tablero y salir del star system del arte. No creo en concursos ni en premios. No soy un caballo de carrera para competir con otros pintores y así como no estoy en condiciones de juzgar lo que otros pintan, no creo que otros puedan juzgar mi pintura. Rompió con el sistema y con el mercado, denunció la corrupción de la crítica paga. Y se fue a Mar del Plata, con un hijo en brazos y otro por venir. Para acercarse a su pintura-pintura necesitaba aislarse, alejarse del ruido del éxito y de las distracciones.

Cuatro casamientos, una viudez, diez hijos No solamente un modo de relacionarse con el arte dejó atrás: quedaron en el camino dos ex-esposas y tres hijos. Bruzzone tuvo cuatro matrimonios. Del primero, con Doreen Turner nacieron Eric Norman e Iris Doreen, en 1931 y 1937, respectivamente. Pamela Brown, su segunda esposa, no pudo tener hijos a pesar de los varios tratamientos que intentaron y que a ella la desanimaban y la amargaban. Le diagnosticaron leucemia en 1953 y murió en noviembre de 1954, a los 34 años. La muerte de Pam fue un golpe fuertísimo. Me derrumbó, decía él, y quienes estaban cerca se preocuparon: no salía de la casa de Paso del Rey donde había enterrado las cenizas de La Inglesita, como él llamaba a esta mujer a la que amó sin restricciones; comía poco, no se cuidaba y sus amigos temían un desenlace trágico. Aquí aparece nuevamente San Juan como el puerto firme, el regazo materno y el abrazo familiar que cura. Entregado a los cuidados de la familia, reencontrándose en esos paisajes áridos que tanto le gustaban, recuperó las fuerzas perdidas y dio inicio a una recuperación que completaría en un viaje de estudios por Europa. Estuvo en Italia, Rumania, Checoslovaquia y Francia.

Pam con vestido azul 1952, óleo sobre tela, 78,1 x 49,9 cm Colección Museo Franklin Rawson

Al volver conoció a quien sería su tercera esposa, la diseñadora de moda Lola Ramini. Una vez más enamorado, se casó y de esta unión nació Alejandra, en 1963. No llegó nunca a convivir con esta hija con la que siempre se sintió en falta: la separación llegó antes del nacimiento. Eran muy diferentes Lolita y Bruzzone, pertenecían a mundos paralelos y es posible que el matrimonio, de cualquier manera, no hubiese durado. Pero el hecho de que dejase a una esposa embarazada por una joven poco más que adolescente provocó escándalo y censura en la familia. ¿Y cómo negarles razón a esas hermanas preocupadas con los hijos que Bruzzone dejaba por el camino para correr siempre detrás de un nuevo amor y de su misión como pintor? Escribía en 1965, Bruzzone: He comprado seis lotes, en el lugar más lindo del mundo, a tan poca distancia de la ciudad de Mar del Plata, que está dentro de los límites de ella, en lomas de Camet, en un paraje que se llama El Grosellar y que es una locura de árboles; pinos, eucaliptos y casuarinas. Y que está a 14 cuadras del mar.

Magda Konopacki y Alberto Bruzzone

Primavera marplatense de 1966. La pareja acababa instalarse en la casa nueva, construida alrededor del taller del artista, rodeada de pinos, olmos y nogales. Tenían ya dos varones de uno y dos años. Magda estaba embarazada y, aunque aún no lo 17


sabía, venía una nena. Todo parecía perfecto cuando el horror se hizo presente en forma de un accidente absurdo: la caída de una hamaca en el jardín, un fuerte golpe en el pecho y tres días de angustia antes del desenlace demoledor. La muerte de Pablo, de apenas un año, fue un mazazo para el pintor y su compañera. Y una vez más fue a su gente sanjuanina que recurrió en busca de consuelo. Al pie de la Cordillera desparramó las cenizas de su quinto hijo. Fue en Zonda, donde lo acompañaron la hermana Bigia y su marido. Allí subió sólo al cerro y tiró las cenizas en el Escudo argentino hecho con laureles y árboles de distintas especies recuerda Alberto “Tito” Basañes. San Juan era el origen, eran los paisajes, era la historia. Pero era, sobre todo, la familia. Y de la familia, sus tres hermanas. Se refería siempre a ellas con un afecto especial. Cada una se relacionaba con un aspecto de personalidad, pero todas ellas despertaban en él una ternura muy particular, difícil de percibir para los que los oían tratarse de usted, una especie de guiño a esa educación conservadora de comienzo de siglo que los formó y contra la que él se rebeló sólo parcialmente. Eran muy amigos. Es rica y vasta la correspondencia con Bigia, María Adela y Emita, quizás las destinatarias más frecuentes de su prolífica producción epistolar. La cartas entre ellos hablan de esas cosas que son la materia del vivir: una enfermedad, la compra de un mueble, los hijos. Pero nunca deja Bruzzone de hablar de la pintura, de su pintura. Hay fuerza y coherencia en algunas ideas que se leen desde siempre: la búsqueda constante, el esfuerzo, el aprendizaje en el hacer, la autenticidad...

Retrato de Doreen Turner 1928, óleo sobre tela, 40 x 50 cm Colección Iris Bruzzone

Bernardo, su hermano mayor y guía, referencia tras la muerte temprana del padre, era una estrella aparte en su constelación de afectos. Le debía su apodo de toda la vida: Bruzzone era chico, apenas sabía hablar, y balbuceaba ‘Menamé’ para llamarlo, y así lo bautizó para siempre. Eran unidos aunque divergían en muchos temas, lo que no dejó de traducirse en discusiones fuertes, tan fuertes como el carácter de ambos. Pero el amor fraterno era entre ellos mucho más que una expresión gastada. Bernardo fue padre y amigo, un guía en el mundo de los adultos para aquel chico tímido y despistado que lo admiró siempre. Me llevaba al cabaret y si el portero no me quería dejar entrar porque era menor, intercedía diciendo ‘está conmigo’. Pero él tenía 18 años!. Estuvieron cerca hasta la muerte de Bernardo. Bruzzone lo visitaba y le hablaba de sus recuerdos de infancia, de cuando eran el detective Sexton Blake y su ayudante fiel, Tinker. Desde su cama, ya sin poder hablar, Menamé sonreía.

“Mi gente sanjuanina” En 1956 se afilió al Partido Comunista. Varias veces participó en congresos, fue candidato a varios cargos y durante la dictadura su casa abrigó reuniones clandestinas; la rigidez verticalista era incompatible con el espíritu insumiso de Bruzzone, que terminó rompiendo con el Partido tras una relación que duró décadas pero que nunca fue fácil. Sus elecciones políticas, siempre a la izquierda y siempre públicas, contrastaban con la tendencia conservadora y católica preponderante en la familia. Pudo haber sido una oveja negra en la familia. Ser artista y bohemio no era un camino respetable para muchos de sus parientes, profesionales o empresarios que, como él decía, sólo hablaban del precio de la uva. Y el tumulto de sus amores, con sus cuatro 18

Bernardo Bruzzone, Ema Bruzzone de Yanzón, María Adela Bruzzone de Yanzón, Luisa Bruzzone de Basañes y Alberto Bruzzone. La pequeña es Cristina Bruzzone. La foto fue tomada en 1950.


casamientos y sus diez hijos, era francamente condenado por aquellos que más toleraban sus, digamos, excentricidades. Llevó mucho tiempo para que fuese aceptada en la familia esa jovencísima modelo de origen polaco que fue su esposa hasta el final de sus días. Y sin embargo fueron más fuertes el reconocimiento de su valor como artista y el afecto profundo que lo unía a su tierra de nacimiento y a esa familia prolífica que se extendió como una parra. No por nada ese porteño por adopción, que eligió Mar del Plata como última morada, celebró en su San Juan natal los ‘80 años con la vida y con el arte’ en la forma de un festejo en la casa de su hermana María Adela y una gran exposición sobre la que escribe, en marzo de 1987, agradecido por el esfuerzo familiar: Estoy en San Juan. Hace cuatro días se inauguró en el Auditorio mi exposición retrospectiva. Necesito decir que fue Magda quién cumplió todas las tareas de organizar y de concretar todo lo referente a esta muestra que incluye más de un centenar de cuadros.

La inglesita. Estudio para el 1er envío al Salón Nacional 1941, óleo sobre hardboard, 50 x 40 cm Colección Museo Casa Bruzzone

El recinto destinado a exposiciones de arte no ha sido construido con esa finalidad. Ni la luz ni las paredes cumplen mínimas exigencias. Hubo que valerse de paneles e instalar reflectores. Estas deficiencias fueron ampliamente suplidas por la buena voluntad de toda la gente de la casa, empezando por la directora de Cultura Señora Gladys Correa. Y Roxana Blanco, y el personal del Auditorio, y el arquitecto Félix Pineda, mi hija Iris, mis sobrinos y sobrinas. Y sobrinos y sobrinas nietas. Toda la familia se movilizó con cariñosa solidaridad. Jorge Yanzón reparando deficiencias en lo referente al dispositivo para colgar los cuadros. Carlitos Dominguez escalando para instalar los reflectores. Y también, fuera del recinto, Gabriela Yanzón distribuyendo afiches e invitaciones.

“Otra vez mi gente Sanjuanina, como en 1954…” Si sus ciudades fueron San Juan, Buenos Aires y Mar del Plata, la presencia más clara en la obra, la más explícita, es la de la capital porteña: los temas, los personajes, hablan de este lugar que amó sin restricciones. Mar del Plata es menos evidentemente visible: Cuando Bruzzone se radica en Mar del Plata la luz cambia, empiezan a aparecer la luz muy blanca (en junio todo es plateado y brillante) y los colores son más intensos. Eso se puede ver principalmente en las naturalezas muertas pero está en toda su obra, dice Magda.

Naturaleza con mar

Pero aunque estuviese alejado de su provincia natal, San Juan marca su presencia en la sobriedad de los trazos, en la economía de una paleta en la que los ocres y las tierras nunca dejan de estar presentes.

1947, óleo sobre cartón, 67 x 47 cm Colección Museo Casa Bruzzone

Y por encima de todo esto, señalo mi condición de hijo de San Juan, la tierra donde nací de madre sanjuanina y donde viví los mejores años de mi infancia y de mi juventud. La tierra donde tengo tan profundas raíces afectivas y cuya forma y color coinciden con las que persigo en mi obra como pintor. Por eso sé que es allí donde ella podrá consolidarse como verdaderos valores formales y con genuina raigambre autóctona sin pintoresquismos folklóricos superficiales para consumo de turistas. 19


Allí es donde podré realizar la obra con la que he de poder contribuir a la formación de la auténtica cultura argentina en su presente lucha contra la atrofiante influencia de tantos ‘ismos’ europeizantes. (De un proyecto de beca, 1943) Bruzzone murió a los 87 años. Árbol añoso nacido en una tierra árida, tronco firme, algunas ramas rotas pero muchas más vivas y aún dando frutos: la obra pictórica voluminosa y rica, todavía apenas parcialmente conocida. Una descendencia que no para de crecer a ritmo veloz: diez hijos, ocho de ellos vivos, 28 nietos, 26 bisnietos, y seis tataranietos. Muchos escritos, pocos de ellos publicados. Bruzzone es eso y mucho más: algunas casas (una de ellas transformada en un museo vivo), alumnos que pintan el mundo, muchos amigos ya partidos, enemigos circunstanciales o verdaderos, admiradores y sin duda también muchos detractores- a nadie dejaba indiferente. En la historia de todo hombre hay fortalezas y debilidades y Bruzzone tuvo de ambas: serios defectos y virtudes encomiables. Pero lo que en él se destacan son el coraje y la fuerza de enfrentar obstáculos externos y sus propias flaquezas, de superar los momentos más oscuros y seguir adelante. Madera dura, madera noble, madera de ley y una voluntad indestructible sumada a la necesidad de la búsqueda íntima de un destino en la pintura. Sus raíces fuertes perforaron la tierra hasta lo más hondo y esa determinación, esa ansia de vida le dió el impulso para crecer muy alto y fuerza para enfrentar las tormentas, la sequía, las inundaciones, que nunca lo voltearon. Raíces fuertes, si, e indudable y orgullosamente sanjuaninas. Ese el Bruzzone que hoy celebramos, a 110 años de su nacimiento.

Mayo de 2017 Nota del autor: este texto tiene una firma pero muchos autores. El primero, Alberto Bruzzone, que a lo largo de su vida registró pensamientos, ideas, preocupaciones, vivencias, en cartas y textos inéditos. Pero para que esos escritos fundamenten lo que aquí es presentado fue necesario el trabajo paciente y cariñoso de muchos estudiantes y colaboradores que los clasificaron y que mantienen el rico archivo documental de Casa Bruzzone. También fueron indispensables los recuerdos y los aportes de mis hermanas y mi hermano, todos los hijos vivos de Bruzzone: Iris, Alejandra, Maria, Ignacio, Valentina, Margarita y Francisca. Muchos otros familiares también aportaron generosamente lo suyo, pero el destaque especial, el agradecimiento pleno es para Alberto “Tito” Basañes; sin su generosa custodia muchas historias habrían sido ya llevadas por las aguas del tiempo y del olvido. Y, por supuesto, la autoría fundamental de quien continúa regando aquello que Bruzzone sembró y plantó, Magda. Mi gratitud irrestricta a todos, pero a Magda especialmente.

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Don Achille 1960, carbonilla sobre cartón, 60 x 130 cm Colección Museo Casa Bruzzone


Juguetes 1929, รณleo sobre hardboard, 28 x 33,5 cm Colecciรณn Familia Memah Varando y Jorge Yanzรณn Bruzzone 21


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Obras

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Autorretrato

Autorretrato

Etapa final

1951, óleo sobre tela, 60 x 50 cm

1978, óleo sobre tela, 60 x 40 cm

Colección Museo Casa Bruzzone

Colección Museo Casa Bruzzone

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El pintor 1968, óleo sobre tela, 50 x 40 cm Colección Museo Casa Bruzzone 24


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Autorretrato 1993, óleo sobre hardboard, 70 x 50 cm Colección Museo Casa Bruzzone

Autorretrato en tierras y negros 1989, óleo sobre hardboard, 52 x 39 cm Colección Museo Casa Bruzzone

Autorretrato 1991, óleo sobre hardboard, 70 x 50 cm Colección Museo Casa Bruzzone

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Autorretrato 1989, óleo sobre hardboard, 100 x 70 cm Colección Museo Casa Bruzzone 26


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Autorretrato con dolor En trรกmite de donaciรณn al Museo Nacional de Bellas Artes. 1985, รณleo sobre tela, 100 x 70 cm Colecciรณn Museo Casa Bruzzone 28


Cabeza yacente 1985, รณleo sobre hardboard, 80 x 102 cm Colecciรณn Museo Casa Bruzzone

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Figuras

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Pรกg. anterior

El amor

Amor y pintura

1979, รณleo sobre tela, 142 x 90 cm

1979, รณleo sobre tela, 151 x 198 cm

Colecciรณn Museo Casa Bruzzone

Colecciรณn Museo Casa Bruzzone 31


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El Malevo Langosta 1986, óleo sobre tela, 70 x 50 cm Colección Museo Casa Bruzzone Pág. anterior

Retrato de Sebastián 1991, acrílico sobre hardboard, 50 x 40 cm Colección Museo Casa Bruzzone

Magda 1986, óleo sobre tela, 60 x 50 cm Colección Museo Casa Bruzzone

Meditando 1962, óleo sobre tela, 86 x 67 cm Colección Familia Uriburu Yanzón

Retrato de María 1985, óleo sobre fenólico, 100 x 80 cm Colección Museo Casa Bruzzone

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Sin Título 1965, óleo sobre tela, 96 x 61 cm Colección Familia Uriburu Yanzón

Pág. siguiente

Las medias negras 1963, óleo sobre tela, 110 x 80 cm Colección Museo Casa Bruzzone 34


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Retrato de Gladys Varando de Yanzón

Noemí

1961, pastel sobre cartón, 107 x 72 cm

1959, óleo sobre tela, 80 x 51 cm

Colección Familia Memah Varando y Jorge Yanzón Bruzzone

Colección Tristán Yanzón y Gail Berzenkovch

Pág. siguiente

La mucama 1956, óleo sobre tela, 121 x 92 cm Colección Tristán Yanzón y Gail Berzenkovch 36


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Ternura maternal 1964, รณleo sobre tela, 50 x 60 cm Colecciรณn Victoria Bruzzone

Magda en blanco y negro 1968, รณleo sobre tela, 35 x 70 cm Colecciรณn Museo Casa Bruzzone

Figura de mujer 1952, temple sobre tela, 96 x 116 cm Colecciรณn Museo Casa Bruzzone 38


Día de lavado 1961, óleo sobre tela, 53 x 97 cm Colección Museo Casa Bruzzone En trámite de donación al Museo Nacional de Bellas Artes. 39


La pose 1956, รณleo sobre tela, 132,6 x 76,1 cm 40

Colecciรณn Museo Franklin Rawson


serie Ana Frank

Afiche Ana Frank 1970, tĂŠmpera sobre papel, 74 x 100 cm ColecciĂłn Museo Casa Bruzzone

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“...los judíos obligados a llevar estrellas, a ceder sus bicicletas...” 1969, témpera sobre papel, 70 x 100 cm Colección Museo Casa Bruzzone

“...me desplomé y me eché a llorar...” 1969, témpera sobre papel, 100 x 153 cm Colección Museo Casa Bruzzone

Estudio 1970, témpera sobre papel, 94 x 114 cm Colección Familia Memah Varando y Jorge Yanzón Bruzzone

“Me siento tan tranquila y tan segura en sus brazos, con todos mis ensueños...” 1970, témpera sobre papel, 114 x 94 cm Colección Museo Casa Bruzzone 42


Viernes 12 de junio de 1942.” La primerísima sorpresa fuiste tú, uno de mis mas hermosos regalos” 1969, témpera sobre papel, 85 x 139 cm Colección Museo Casa Bruzzone 43


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La muerte en Bergen Belsen, marzo de 1945

Ingreso a Bergen Belsen “... imposible huir, la mayoría

Ana Frank “Martirio en Bergen Belsen”

“… a pesar de todo sigo creyendo…”

está marcada por el cráneo afeitado...”

Estudio

1970, témpera sobre papel, 70 x 100 cm

1970, témpera sobre papel, 98 x 136 cm

1969, carbonilla sobre papel, 107 x 76 cm

Colección Museo Casa Bruzzone

Colección Museo Casa Bruzzone

Colección Familia Siere


Compromiso Social y Murales

Proyecto del mural al fresco en una clínica de psiquiatría 1970, óleo sobre conglomerado, 145 x 115 cm Colección Museo Casa Bruzzone 45


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Lucha popular 1972, tĂŠmpera sobre papel, 88 x 192 cm ColecciĂłn Museo Casa Bruzzone 47


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Violencia 1971, óleo sobre tela, 106 x 146 cm Colección Museo Casa Bruzzone (en trámite de donación al Museo Nacional de Bellas Artes)

Pág. anterior

María Dolores Pacheco, Catamarca. Estudio 1971, óleo sobre tela, 106 x 146 cm Colección Museo Casa Bruzzone 49


Sexta luna. Estudio 1964, témpera sobre papel, 111 x 90 cm Colección Museo Casa Bruzzone 50


“Proyecto de mural al fresco para la tumba de Fray Justo Santa María de Oro” en la reconstrucción de la Catedral de San Juan 1954 , tempera sobre cartón, 113 x 76,5 cm Colección Museo Casa Bruzzone

51


Naturaleza Muerta

Jarra, pan y cacharro 1986, óleo sobre fenólico, 37 x 57 cm Colección Museo Casa Bruzzone

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Repollo y calabaza

Naturaleza muerta en complementarios

1965, óleo sobre tela, 70 x 50 cm

1991, óleo sobre hardboard, 60 x 80 cm

Colección Museo Casa Bruzzone

Colección Museo Casa Bruzzone


Zapallo y choclos 1981, รณleo sobre tela, 50 x 60 cm Colecciรณn Museo Casa Bruzzone 53


Jarra blanca y trapo rojo

El sifón

1992, óleo sobre hardboard, 40 x 50 cm

1956, óleo sobre tela, 82,5 x 67,5 cm

Colección Museo Casa Bruzzone

Colección Tristán Yanzón y Gail Berzenkovch

Cuando hay hambre no hay pan dulce 1980, óleo sobre hardboard, 58 x 48 cm Colección Museo Casa Bruzzone

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Los degollados 1981, รณleo sobre fenรณlico, 39 x 53,5 cm Colecciรณn Museo Casa Bruzzone 55


Botella y manzana 1992, óleo sobre tela, 40 x 50 cm Colección Museo Casa Bruzzone

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Naturaleza muerta

Botella roja y jarra

1992, óleo sobre tela, 65 x 75 cm

1990, óleo sobre hardboard, 60 x 80 cm

Colección Familia Uriburu Yanzón

Colección Museo Casa Bruzzone


Girasoles 1979, รณleo sobre tela, 107 x 76 cm Colecciรณn Familia Siere 57


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Los cardos 1980, óleo sobre tela, 50 x 70 cm Colección Familia Memah Varando y Jorge Yanzón Bruzzone

Pág. anterior

Torso, trapo negro y pomelo 1981, óleo sobre madera, 101 x 72 cm Colección Museo Casa Bruzzone 59


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La muñeca rota 1958, óleo sobre tela, 50 x 70 cm Colección Museo Casa Bruzzone

Pág. anterior

La pensionista 1954, óleo sobre cartón, 92 x 57 cm Colección Museo Casa Bruzzone 61


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Alberto T. Bruzzone En busca de la Pintura - Pintura Agradecimientos

Familia Bruzzone, Familia M. Beatriz Uriburu Yanzón, Familia Siere, Familia Gladys Varando y Jorge Yanzón Bruzzone, Familia Basañes Zavalla, Tristán Yanzón y Gail Berzenkovch.

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Exposiciรณn realizada entre el 24 de junio y el 17 de septiembre de 2017, en el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson, San Juan, Argentina.

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