3 minute read

Paz unidimensional

que, como la nuestra, tienen conflictos armados y ciclos de violencias que se han prolongado al punto de hacerse crónicos. Su duración en la historia contemporánea, más de seis décadas ininterrumpidas, se entrelaza con violencias anteriores que hunden sus raíces hasta la Conquista y la época colonial. Esta violencia armada perenne ha permeado todo en la sociedad: cerca de diez millones de personas, una quinta parte de la población actual, han sido víctimas directas. En cada hogar del país existen heridas y cicatrices de lo ocurrido. Los miedos, los odios y las venganzas se han transmitido de generación en generación. Las clases sociales, los pueblos étnicos, las comunidades rurales, las formaciones políticas, el aparato estatal, las instituciones, los ritos y símbolos patrios, la educación, las artes y la cultura, todo en la vida social se remite a la experiencia de las violencias provocadas o padecidas.

Sobre ese desolador panorama, sus causas, principales acontecimientos, responsabilidades e impactos sociales no existe un relato unificado acerca de la memoria, o las memorias, de esa etapa histórica. No obstante, aun en medio de esas diferencias, con dificultad se puede negar su carácter omnipresente en todos los campos de la vida social. Desde ese punto de vista, la Paz Total se plantea como una salida radical, no a tal o cual aspecto parcial de esa realidad, sino como la inauguración de una etapa histórica nueva, una de cuyas características es la desaparición de la guerra y las violencias.

Advertisement

Paz unidimensional

Así como existe una historia de las violencias, también hay una larga historia de intentos de lograr la paz por la vía del diálogo y el acuerdo en distintas etapas, desde la propia guerra de la Independencia hasta nuestros días. De esta manera, investigadores académicos han estudiado numerosos procesos de paz que se intentaron en las guerras del siglo XIX (entre 1839 y 1902); la experiencia del llamado Frente Nacional, a mediados del siglo pasado, y diez procesos de paz realizados desde finales de la década de 1970 hasta nuestros días, que incluyen el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, firmado en el 2016 (Camacho, Garrido y Gutiérrez, 2008).

Entre los más valiosos logros de esos procesos se cuentan acuerdos de paz, la Constitución de 1991, procesos de democratización política de la sociedad colombiana, algunas reformas o intentos de reformas económicas y sociales, un voluminoso acervo de legislación, jurisprudencia y políticas públicas en materia de paz; la larga experiencia y lecciones acumuladas en diversas negociaciones, las prácticas humanitarias para limitar la intensidad y los efectos del

conflicto armado, así como un vigoroso y diverso movimiento por la paz que cuenta con miles de organizaciones e instituciones (Villarraga, 2013).

A pesar de esos logros, históricos e innegables, se ha continuado en los ciclos de conflicto armado y de otras expresiones de violencia. En parte, esa circunstancia obedece a que se ha identificado la superación histórica y social de la violencia con la terminación de un conflicto armado particular, lo que circunscribe el proceso a la resolución de aspectos puntuales como la desmovilización, el desarme y la reincorporación de los combatientes, sin prestar atención real a resolver lo que de forma genérica se ha llamado “las causas estructurales y profundas de esos conflictos” (Gutiérrez, 2020).

Es ilustrativa de esa circunstancia la discusión periódica de los mismos asuntos, que excluyen los problemas más profundos que subyacen a cada una de las confrontaciones armadas que ha padecido por largo tiempo nuestra sociedad, entre los que están los siguientes:

1. ¿Se debe o no reconocer la existencia del conflicto armado?, ¿cuál es la definición de su carácter o lugar en la calificación de la situación de violencia generalizada?

2. ¿Cuál es la definición o catalogación de los grupos armados con los que se desarrolla el conflicto y se debe dialogar?

3. ¿Qué tipo de diálogo se debe desarrollar entre los armados y el Estado?, ¿cuáles deben ser las condiciones para adelantar esas conversaciones y cuáles sus alcances definitivos?

4. ¿Se debe negociar en medio de las hostilidades o se negocia con cese al fuego y hostilidades como condición inicial (unilateral o bilateral)?

5. ¿Cuál debe ser el marco legal para lograr la desmovilización?, ¿cuál debe ser la solución judicial y jurídica en términos punitivos de las responsabilidades sobre los crímenes cometidos?

6. ¿Se debe otorgar o no participación política a quienes se desmovilizan?

Esas interminables discusiones son centrales, mientras se considera como menor y, en ocasiones es en la práctica inexistente, el debate sobre la eliminación de las causas económicas, políticas y sociales que han dado origen y prolongación en el tiempo a las confrontaciones. Esta notoria ausencia se ha justificado al invocar planteamientos como, por ejemplo, que la violencia

This article is from: