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Enfrentar la complejidad de las violencias directas

to plantean dudas y expresan tensiones, solo los enuncio: la consistencia de la propuesta redistributiva del Plan y la política social hacia la equidad, con la perspectiva de transformación productiva, de incremento de productividades y de crecimiento efectivo2 para generar empleo productivo y de calidad; disminuir la pobreza y la desigualdad; la consistencia entre la política fiscal, el proyecto productivo y la sostenibilidad macroeconómica bajo principios de una economía política realista, y la convergencia social regional, centrada especialmente en el mayor gasto social, menos en la superación de los problemas de capacidad institucional de planeación, de gestión eficiente y transparente desde los ámbitos locales y regionales.

Entonces, la apuesta y el propósito de la “paz positiva” depende tanto de las políticas activas de desarrollo, la redistribución y la producción como del manejo de expectativas en una coyuntura internacional no favorable, pero que puede ofrecer oportunidades para fortalecer el mercado nacional. En esta, justamente, el presidente y su gabinete están obligados a manejar las expectativas y los mensajes para no quedarse “con el pecado y sin el género”.

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Enfrentar la complejidad de las violencias directas

Un segundo gran propósito de la política de Paz Total se vincula con el logro de la reconciliación, la convivencia pacífica y la consecución de la paz, en la perspectiva de la paz negativa, es decir, la desactivación de los factores y procesos de violencia directa, reconociendo su complejidad y ubicuidad en el territorio. Para esto, se plantea la estrategia de diálogos y negociaciones de carácter político con el ELN y también con las diversas disidencias de las antiguas FARC.

Los acercamientos y conversaciones, en perspectiva de sometimiento y acogimiento a la justicia, con grupos organizados criminales de amplio impacto, de carácter regional o nacional, como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC o Clan del Golfo), Los Caparros, Los Pachelly, La Oficina, Los Chotas, Los Espartanos, Los Rastrojos y Los Pachencas (Indepaz, 2022).

Se trata de una apuesta retadora que ha tenido la novedad de romper o cambiar de foco el problema de la política de paz, que, en la larga historia de Colombia, por lo menos en los últimos veinticuatro años, tuvo como asunto central la negociación política con la insurgencia armada3. Si bien también durante estos años se desarrollaron procesos de sometimiento a la justicia por parte de algunos grupos armados, como las Autodefensas Unidas de Colombia, dada la contundencia del impacto de esas diversas formas y actores, y la incapacidad efectiva del Estado y la sociedad colombianas para

someterlos y neutralizar su accionar, la Paz Total aboca o plantea, tal vez en simultaneidad, una negociación política con unos actores y conversaciones para el sometimiento con otros. En principio, la Paz Total parece una ruptura con la inercia y una apuesta audaz y exigente que apuntaría a cerrar una época y una larga historia, no solo de violencias directas diversas sino de “negociaciones incompletas” y de “paces parciales”.

Parte del sentido reside en superar las dificultades y dar cierre el prolongado conflicto armado interno que, a pesar del histórico Acuerdo de Paz entre las FARC y el Gobierno colombiano del 2016, se ha visto frustrado por el nuevo ciclo de violencias que desde el 2019 cobró inusitada fuerza, asociada, en general, con la limitada implementación del Acuerdo, debida al freno de facto por el gobierno Duque. No obstante, el asunto probablemente es más complejo en tanto existen factores más profundos relacionados con la fuerza de la economía de la droga, la debilidad del Estado y las autoridades para hacer efectivo el monopolio de la autoridad y la fuerza en amplias regiones del país, así como también la tendencia al reciclaje y reproducción de grupos ilegales en los territorios4. En esta fase del posacuerdo, además, ha sido particularmente creciente el papel de los carteles mexicanos, sus métodos y su dinámica, conectada con el negocio global de la coca.

La política de Paz Total tiene el doble reto, entonces, de lograr éxito en la negociación, el desarme y la reincorporación efectiva: primero, con el ELN, la guerrilla más renuente y con mayor número de intentos de negociación fracasados; segundo, con las disidencias de FARC, y tercero, con la diversidad de grupos conectados con el narcoparamilitarismo y otras estructuras criminales, presentes en diversas regiones del país.

La primera se trata de una negociación, sobre la cual el optimismo es moderado y con una dinámica amarrada a la creatividad y el liderazgo del presidente y a la voluntad efectiva de paz del ELN en su conjunto para sacar adelante una negociación que ya tiene un referente en el Acuerdo con las FARC-EP del 2016. No obstante, este nuevo acuerdo requiere claridad en los propósitos y en el método para evitar el desgaste y conseguir que se avance en la agenda acordada previamente entre el ELN y el gobierno Santos. Asimismo, se requiere hacer explícita la voluntad de poner fin a la confrontación armada y que el ELN flexibilice su ya consuetudinaria ortodoxia, así como que valore en toda su dimensión la oportunidad política que ofrece la negociación con el primer gobierno de izquierda de la historia nacional. Incluso, la participación de la sociedad civil plantea complejos problemas no solo de representatividad, sino sobre la naturaleza de la negociación, tal como lo evidencian los diálogos regionales vinculantes5 en curso.

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