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Negociación con grupos armados

Negociación con grupos armados

Un primer campo de la política de Paz Total es retomar las conversaciones con el ELN. Esto, que en apariencia sería lo más sencillo, conlleva grandes complejidades operativas y políticas. Una vez dada la reunión en La Habana, presidida por el canciller y el alto comisionado para la paz, en la cual el Gobierno reconoció la legitimidad de la “Delegación de Paz” e hizo esa especie de “desagravio” al Gobierno cubano, se puso al orden del día aplicar los protocolos pactados. Por consiguiente, la primera complejidad está en que se espera que el ELN plantee la necesidad de traer su “Delegación de Paz”, a fin de que se reúna con sus mandos, reciba nuevas instrucciones, posiblemente se recomponga en su composición y, una vez suceda lo anterior, se proceda a revisar los aspectos procedimentales y de contenido para iniciar la nueva fase de conversaciones.

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Esto conlleva aspectos como la/s sede/s —se habla de la posibilidad de tres sede alternas, Cuba, España y Chile—, la dinámica misma de las jornadas de conversaciones y los aspectos metodológicos, en especial cuando parece existir descontento con el modelo de negociación total que se expresa en la frase “nada está acordado hasta que todo no esté acordado”, y quizás algunos pensarían en un modelo de negociaciones parciales sucesivas, “punto sobre el cual haya acuerdo se firma y se inicia la implementación del mismo”, y se continúan las conversaciones sobre los subsiguientes.

Es probable que el aspecto más complejo que el ELN tome en el ámbito interno sea su decisión de avanzar hacia un proceso cierto de negociación tendiente a la dejación de sus armas, lo cual implicaría, como consecuencia lógica, darle un mandato a su “Delegación de Paz” que le permita ir más allá de diálogos exploratorios y asumir compromisos ciertos en la dirección de dejar las armas de forma progresiva.

El segundo campo complejo conlleva las conversaciones con las denominadas disidencias de las extintas FARC-EP, porque es evidente que allí se requiere, como precondición, una definición acerca de con qué grupos, de los muchos que se reclaman, se llevarían a cabo dichas conversaciones, y esa ya es una tarea compleja; al aclarar lo anterior, procede precisar qué tipo de conversaciones se realizarían, porque pareciera evidente que se trataría de negociaciones orientadas a lograr la aceptación de dichos grupos del Acuerdo de Paz del Teatro Colón, con eventuales ajustes de este, pero es claro que no sería volver a iniciar una nueva negociación.

En ambos campos será fundamental que el Gobierno designe los equipos negociadores, defina con claridad los mandatos de estos y cuál sería la ca-

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