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Qué humano y qué dignidad requiere la Paz Total

centro estructurado para soñar y crear mundos, transformar relaciones sociales y anunciar, de manera preventiva, riesgos y salidas a situaciones que, cuando entran al campo de las ciencias y los saberes, multiplican las capacidades de respuesta. La universidad es una referencia contra la sujeción, la pérdida de libertades, las humillaciones y la destrucción de lo humano y del sentido de humanidad provisto por los derechos humanos.

En los derechos humanos, en sus categorías de análisis y prácticas sociales, podremos encontrar el conjunto de herramientas más precisas y adecuadas para dar respuesta a la idea sobre qué seres humanos quiere Colombia y convenir las reglas para respetar la vida y la dignidad humana, sin lo cual todo carece de sentido. La idea de un ser humano con dignidad y de la paz como derecho, valor y principio, pueden convertirse en los motores que jalonen la apuesta del Gobierno de poder popular por la Paz Total. Las universidades tienen ahí el principal reto para convertirse en un escenario relevante y central de trabajo, para que la paz sea, desde ahora, otro factor esencial en la formación humana y científica de sus estudiantes, docentes y funcionarios, y su misión se extienda a toda la sociedad. Paz Total, grande o completa, traducen el mismo objetivo de alcanzar la vida buena, asociada con vivir con dignidad, bienestar, tranquilidad y libres de miedos.

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Qué humano y qué dignidad requiere la Paz Total

La Paz Total es semejante a la paz que Atenea le regaló a su pueblo, con la convicción de que era lo que mejor merecía su ciudadanía. De ahí emergió la grandeza reflejada en el esplendor de la Acrópolis, articulada, en armonía, que se comprometió a desechar a la muerte y al castigo de humanos contra humanos. La Paz Total se compone de dos acepciones; una, la del amor interior, hacia sí mismos y hacia el otro, con conciencia de humanidad, y la otra, la paz exterior, una cultura común, reconocimiento y respeto. Las dos, en simetría, mezclan lo que se lleva adentro y lo que se expresa afuera; el resultado es vivir bien. La paz interior refleja al ser humano en lo más íntimo, en su sustancia propia de padre, madre, hijo, hija, amante y familia; la paz exterior es social, es convivencia pacífica. Con perspectiva crítica de los derechos humanos, la complejidad de ideas, normas y cultura centra la atención de la Paz Total en el ser, en su dignidad humana y en estar bien, que hacen más fácil el camino colectivo.

Las fórmulas de paz exploradas hasta ahora han sido exitosas, pero pueden serlo aún más si se cambian algunas premisas de la política y se incluyen otras asociadas con el ser humano, con su esencia, para hacer confluir distintos

procesos asimétricos en una sola lógica. Procesos de desarme, diálogo, negociación y sometimiento caben en una idea común de ser humano que elimine las barreras y los obstáculos que ponen quienes sostienen su existencia con la guerra. Las categorías políticas están contaminadas de partidismos y tácticas de odio; hay quienes se valen de ello para mantener dividido y bajo zozobra al país. Una idea de ser humano con dignidad, respetado y respetable, reconocido y conocido, puede contribuir a reforzar el sentido de pertenencia a la nación, destruido por la deshumanización de sectores y actores de la barbarie, las violencias y la guerra. Preguntarse otra vez por el ser humano, por saber quiénes somos como país y como cultura, implica volcar esfuerzos hacia redes de solidaridades y propósitos colectivos en los que sea posible tratar entre diferentes las condiciones de igualdad, para detener la desigualdad y la muerte como ruta privilegiada. Inclusive, para que la política anticriminal potencie su capacidad de tratar con dureza a toda la delincuencia, pequeña o grande, y adelante el compromiso de suspender el uso y tenencia de armas por parte de los particulares, para que el Estado sea el único responsable de ellas, las Fuerzas Militares se orienten hacia la paz y los sistemas policiales centren sus esfuerzos hacia el respeto del bien común.

Interconectar el todo hacia la paz anuncia uniones entre lo inconexo, mezclas que generen intercambios y comunicaciones entre distantes, a la manera de asociaciones interculturales o multiculturales que produzcan integraciones. La Paz Total no es cerrada a semejanza de una esfera, es multiforme, rizomática, con múltiples entradas y salidas; su unidad es la calma; es capaz de crear la percepción y la realidad de vida tranquila, como la que puede vivir el turista que se siente seguro por las calles de una gran ciudad, como Atenas, París o Nueva York, distante de riesgos, porque allí hay una idea del ser humano que se reconoce y respeta.

La Paz Total indica condiciones para conjurar el peligro, el futuro azaroso y el presente de temor; es armonía del otro y yo, “como trozos de hilo, de los más diversos tipos y colores, anudados entre sí” (Chul Han); su anclaje convoca a estar atentos a otra manera de convivir, de permanecer en disposición de aportar a la construcción del horizonte, que no es uniforme, sino armónico, conectado, con formas de creación, prácticas y modos de ser que tienen por techo común el que fijan los derechos humanos a la cultura, a la política y al poder.

En síntesis, las categorías de los derechos humanos son las mejores posicionadas para alumbrar la ruta hacia la Paz Total, desplazar normas del derecho y afianzar bases éticas sobre las cuales la idea de ser humano sea comprendida a cabalidad. Asumir a los derechos humanos como eje de conducción de la Paz Total corresponde a validar que los seres humanos son más huma

nos cuando contribuyen a crear y proteger el bien común, y que desde allí se generan lazos de estima colectivos, respeto por las contribuciones realizadas y “se hacen necesarios” para compartir vida común, de la que emerge la dignidad, convertida y respetada como centro intocable, inalienable, que permite sumar e integrar creencias, saberes, prácticas, anhelos y modos de ser en el contexto, en el territorio.

Pensar la Paz Total desde los derechos humanos implica incorporar a la cultura, no a la norma, ni someterlo todo a categorías políticas. Ir hacia la Paz Total convoca a asumir una concepción de ser humano y de vida humana que se anteponga a la tipología misma del actor armado o del factor de agresión. Que la dignidad sea el lugar de encuentro que determine la recuperación del sentido de pertenencia a una nación, a un país y a unas culturas que cada grupo o sector social hoy sostienen con violencias. Un horizonte fundamental ya fue trazado por la Comisión de la Verdad con su conclusión de que “esta nación tiene la riqueza conmovedora de su pueblo, la multiplicidad de sus expresiones culturales, la profundidad de sus tradiciones espirituales y la tenacidad laboral y empresarial para producir las condiciones que satisfagan la vida anhelada, tiene la feracidad salvaje de su ecología, la potencia natural de dos océanos y miles de ríos, montañas y valles; la audacia de su juventud, el coraje de sus mujeres y la fuerza secular de sus indígenas, campesinos, negros, afrocolombianos, raizales, palenqueros y rrom” (La paz grande, 2022, p. 11).

Esta inigualable riqueza ha sido degradada con la miseria humana de una barbarie ejercitada para apropiarse de esa riqueza común y destruirla hasta exterminar a sus legítimos poseedores, porque su idea del otro como ser humano está vacía o se menosprecia. Destituir esa miseria que deshumaniza es posible si se pacta otra idea común de ser humano cuya vida y dignidad sean intocables, y que se reproduzca e interiorice en la conciencia de cada ser humano que habita el territorio, libre de temor y humillaciones. Es posible alcanzarlo, otras naciones lo han logrado, entendieron a fondo que ninguna condición humana puede ser ofendida y que el odio puede ser superado. Es tiempo de eliminar de forma radical las políticas de muerte y convertir al país en potencia de la vida, para abandonar prejuicios y estigmatizaciones y descontaminarlo del odio partidista y la sevicia criminal.

Las Naciones Unidas, en septiembre del 2018, con la resolución A/RES/73/1 proclamaron el periodo de 2019 a 2028 como Decenio por la Paz Nelson Mandela, “instando a todos los Estados Miembros a redoblar esfuerzos por lograr la paz y la seguridad internacional, como el desarrollo y los derechos humanos”. Los jefes de Estado y sus representantes asumieron este mandato de tolerancia para una paz duradera, que incorpora la comprensión y amistad entre

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