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El desafío de las universidades con la Paz Total

pueblos, naciones, civilizaciones, culturas y personas. El espíritu del legado de Nelson Mandela es posible seguirlo en el presente y afirmarlo como compromiso intergeneracional de dignidad en Colombia, al articular el cese definitivo del conflicto armado, superar las violencias de la delincuencia organizada, revisar las reglas carcelarias y los mecanismos de castigo, abolir la política de seguridad nacional basada en el enemigo interno y de lucha contra el narcotráfico, desmontar los mecanismos de impunidad y crear garantías para que paz y derechos vayan juntos con nuevas reglas y mandatos para el Estado.

El desafío de las universidades con la Paz Total

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Las universidades tienen el compromiso ético y social de aportar a la construcción de la Paz Total por medio del sistema universitario estatal (SUE), presente en todos los territorios y con capacidad suficiente de intervenir en la consolidación de oportunidades educativas para todos los jóvenes, sin exclusiones, y de atender los llamados a fin de que el sueño de estudiar en las ciudades sea posible en los territorios, al tiempo que fortalece sus campus como campus para la paz, abiertos a la sociedad, y en su interior articula estrategias dirigidas a promover y divulgar el Informe Final de la Comisión de la Verdad como tarea curricular.

La comprensión colectiva del significado de la universidad y la disposición de sus estamentos servirá de apoyo para la creación de confianza en conversaciones, negociaciones y agendas locales y regionales de paz. Las universidades están convocadas a aportar al desarrollo de tales territorios, a contribuir desde su ciencia y saberes a respetar y articular identidades, culturas y patrimonios, integrar las demandas propias de las poblaciones e incorporar a su misión la construcción de la Paz Total, estable y duradera, que al liberar de violencias empujará la consolidación de la sociedad basada en derechos. Un ejemplo a seguir puede ser el de Campus for Peace Africa, que, impulsado desde el Campus por la Paz y orientado a mejorar el acceso a la educación, ofrecía cursos en línea sobre el desarrollo humano, así como materiales educativos sobre temas específicos, tales como la formación en línea sobre formadores, derechos humanos, sostenibilidad ambiental, resolución de conflictos, apoyo para el empleo y para emprendedores, entre otros, mediante cursos y materiales a través de plataformas virtuales y un sitio web común al que los estudiantes y los profesores podían acceder desde cualquier lugar y hora.

Conformar el Campus Global por la Paz puede ser una iniciativa útil de coordinación nacional de las 34 universidades del SUE para centralizar, distribuir, monitorear y articular los esfuerzos universitarios por la Paz Total. De eso bien puede encargarse, por ejemplo, la Mesa de Gobernabilidad y Paz, con la par

ticipación del Ministerio de Educación Nacional (MEN) y la Consejería de Paz y Derechos Humanos.

Las universidades públicas, por su naturaleza científica y cultural (no política), mezclan ciencia, cultura y libertades. Sus experiencias acumuladas, a disposición de las necesidades de la Paz Total, podrán contribuir de manera inmediata a resignificar o restaurar una docencia para emancipar, una investigación para el bienestar y la convivencia, y una extensión para la solidaridad con la sociedad. El esfuerzo no es complicado, pero sí delicado. Hay prácticas y experiencias de colectivos y grupos de trabajo enfocadas en mezclarse en barrios y veredas; juntarse con grupos locales, y a semejanza con las metodologías de estudiantes y militantes en ejercicio en las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX, hombro a hombro, estudiantes, jóvenes, obreros, profesores, campesinos, mujeres, indígenas y afros, colocar la agenda de paz y convivencia por encima de los odios y las técnicas de la muerte. En síntesis, es volver a una investigación acción participativa, con un compromiso global de las universidades y respaldo total institucional, a fin de que la ciencia se haga con conciencia, aborde las demandas inmediatas y la extensión conforme redes humanas por la paz.

Se trata de tejer una red de paz global, con no menos de un millón de universitarios para la paz, contraria al millón de informantes para la guerra de la Seguridad Democrática. Para los jóvenes universitarios serán pasantías, prácticas y experiencias académicas con sentido humano; para los docentes, investigación y docencia. El requisito común será cambiar el modelo de clasificación que mide desde afuera y compara con reglas iguales a diferentes, y establecer como objetivo principal generar impactos con aportes colectivos a la paz real. Esa será la medida justa de la acreditación y el aseguramiento de la calidad, para superar formalidades y obsesiones actuales por las cifras, con las que tratan de destacarse con logros muchas veces carentes de realidad material.

Todas las universidades tienen en su misión la formación integral, y la Paz Total ha de entrar a ser parte de esa misión, a la que sumen conductas éticas en las profesiones y ciudadanías con sentido de humanidad y respeto por la vida y la dignidad humanas. Las universidades, mejor que otras instituciones, comprenden el verdadero valor de la paz. Ellas padecieron persecución y muerte en el conflicto armado, y a pesar de la estigmatización, resistieron; sus análisis y sus protestas les impidieron encerrarse en sí mismas y se movilizaron entre diferencias y obstáculos.

La condición de territorios de paz de las universidades, desarmadas en sus espíritus, verbo y acciones, legitima sus acciones efectivas para asegurar el impacto

de sus intervenciones en las transformaciones sociales y humanas centradas en defender la vida y el bien público. Córdoba, en Argentina, en 1918; mayo del 68 en México y Francia, y las grandes movilizaciones del siglo XXI muestran que las universidades tienen una enorme capacidad de movilizar a la sociedad entera; lo hicieron contra las dictaduras en el Cono Sur, contra la guerra en Vietnam y Afganistán, y llevaron a la conciencia humana el “No a la guerra”.

Es hora de que los gobiernos universitarios cambien la lógica del actual modelo de gestión de resultados basados en indicadores formales y tomen distancia de filosofías empresariales y de negocios, que reportan ganancias a un lado y detrimentos en el otro, y se apresten a resignificar su naturaleza y misión social dirigida hacia la paz, liberadas de las ataduras a la Ley 30 de 1992, por la cual se cambió la morfología de las universidades y se condujo a muchas a asumir la autonomía como una “libertad” de mercado que sustituyó el derecho a la educación.

El desafío inmediato del SUE es ratificar a la educación como derecho humano. El del Gobierno de la nación es formular con urgencia una política pública que incorpore la financiación total del sistema público y superar la propuesta parcial de modificar los artículos 86 y 87 de la Ley 30 para tratar la financiación, lo que resulta paliativo pero no resuelve la necesidad de ajuste completo del sistema público, que es fundamental. Las universidades, al resultar libres de las angustias propias de la desfinanciación, podrán dirigir sus mejores esfuerzos, ya no a conseguir recursos y a vender servicios, sino a materializar su compromiso con la paz, a acelerar en el tiempo sus reflexiones internas entre estamentos y a asumir tareas de Paz Total de inmediato. Su esperada contribución es promover que teoría y práctica vuelvan a juntarse en torno a la idea del ser humano como sujeto de la paz y meterse de lleno entre la sociedad y con la sociedad, no a orientar, sino a acompañar el camino. Todos sus esfuerzos exigen volcar las capacidades colectivas de estudiantes, docentes y funcionarios al objetivo de acompañar de inmediato con la formación integral en y para la paz, en territorios, campos y ciudades, barrio a barrio, vereda a vereda, otra vez en extensión solidaria.

Las universidades públicas suman cerca de un millón de personas entre todos sus estamentos, y las privadas duplican esa cifra, con lo cual la dimensión de lo posible en la construcción de Paz Total supone unas condiciones favorables que se pueden iniciar con la fórmula colectiva de que cada universidad incluya en su agenda prioritaria, con mensaje de urgencia y no como aditivo, la construcción de la Paz Total, y participe de la iniciativa de crear el “campus global para la Paz Total”. La interacción entre universidades, de manera articulada, de institución-estamentos con la población, tiene garantizada su efectividad y eficacia, porque cuenta con el respaldo pleno del Estado, el Gobierno y los

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