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La lección del plebiscito del 2 de octubre y el triunfo del “No”

“No” y la elección de un gobierno hostil que parecía comprometido en el fracaso de la paz, por ejemplo, con el ataque a sus instituciones e instrumentos, como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas e instituciones coadyuvantes como el Centro Nacional de Memoria Histórica, la Unidad Nacional de Tierras, etc.

Además, en la sociedad se mueven sectores negacionistas que han propiciado que se pierdan valiosos años de construcción de paz, los cuales solo pueden ser transformados con procesos participativos y pedagógicos masivos que impidan que la experiencia del plebiscito se repita. Por otra parte, deben articularse experiencias exitosas e iniciativas ciudadanas que impulsen desde la sociedad civil los procesos de paz. Es decir, no basta con que la paz sea una bandera de los gobiernos; debe ser, además, una iniciativa de la sociedad.

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Para esto es necesario comprender las diferentes experiencias e iniciativas ciudadanas. Una de estas iniciativas fue la de la ciudadanía de Tunja, que lanzó el “Primer cabildo abierto por la paz de Colombia” con el fin de retomar las banderas de la paz desde las iniciativas ciudadanas o, si se quiere, construir una paz desde abajo que fortalezca la paz alcanzada o por alcanzarse con las cúpulas de las organizaciones armadas. Más delante sustentamos por qué los cabildos abiertos son el mecanismo de participación más idóneo para construir la paz desde abajo y en el territorio, requisitos sine qua non para que podamos acceder a la Paz Total.

La lección del plebiscito del 2 de octubre y el triunfo del “No”

Una vez terminadas las negociaciones de La Habana, el presidente Juan Manuel Santos se empecinó, de manera equivocada e innecesaria, en refrendar los acuerdos. Incluso, desconoció el artículo 22 de la Constitución Nacional, que reza de manera tajante: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Las negociaciones con las FARC-EP y su resultado condensado en el documento titulado “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” fue, por una orden presidencial que constituyó un verdadero salto al vacío, sometido a refrendación popular.

Dijo el entonces presidente Santos (2019):

Me embarqué, y embarqué al país, en el tema de la refrendación, porque estaba convencido de que esto le daría más fuerza a lo acordado, y que nos

ayudaría a unirnos para implementar el acuerdo y comenzar a construir la paz. Y además me había comprometido. Era una promesa que tenía que honrar. Como lo dije muchas veces: “La última palabra la tendrán los colombianos” […] fue un error, como lo demostraron los hechos. Si pudiera volver el reloj atrás, no jugaría la carta de la refrendación.

El presidente de la delegación negociadora, Humberto De La Calle (2019), cuenta que él no fue parte de la delegación del Gobierno durante la fase exploratoria secreta. Allí las partes firmaron el documento denominado “Acuerdo general de La Habana para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, del 26 de agosto del 2012, el cual rezaba en el sexto punto que habría un mecanismo de refrendación de los acuerdos:

[…] la decisión de convocar al voto ciudadano sobre el texto acordado fue una de las vigas maestras de la estrategia, en este caso compartida por las partes, aunque con reticencias de las FARC sobre los diversos mecanismos posibles. Aunque en sí misma innecesaria, ya que la conversión de lo acordado en textos normativos vinculantes podía hacerse de otra manera, la refrendación constituía un pilar esencial en la ganancia de legitimidad para el proceso y su correlato: seguridad jurídica.

Allí el negociador afirma que, desde el inicio, el presidente Santos estuvo convencido de que el voto era la mejor forma de garantizar el beneplácito popular para obtener la mayor legitimidad posible:

Su modelo era el Acuerdo del Viernes Santo, que firmaron diez actores (los gobiernos de Gran Bretaña e Irlanda, más ocho partidos políticos) en 1998 y que desactivó décadas de violencia política en Irlanda del Norte. Ese acuerdo fue ratificado mediante un referendo el 22 de mayo de 1998, que fue aprobado por 71 % de los votantes en Irlanda del Norte y 94 % en Irlanda. A pesar de diferencias políticas que aún persistían, ese referendo le dio legitimidad a lo negociado. (De la Calle, 2019)

Pero nada hacía presentir que triunfaría el “No”. Entre catorce encuestas, tan solo una lo daba por triunfador. El “Sí” ganó en todos los lugares azotados por la guerra, pero se impuso en el centro del país, donde habitan los colombianos que han visto la guerra por medio de los noticieros. Solo dos importantes excepciones: Bogotá, la capital, y el departamento de Boyacá.

Lamentablemente, la campaña de los enemigos de la paz y partidarios del “No” se basó en mentiras y medias verdades. El Consejo de Estado así lo reconoce:

El Consejo de Estado asegura que es un hecho notorio que la campaña del No para el plebiscito del 2 de octubre utilizó mentiras. Para esto se fundamenta en las declaraciones del exgerente de la campaña por el Centro Democrático Juan Carlos Vélez, junto con mensajes de “tergiversación” de un pastor evangélico en Barranquilla, que dijo que la firma del acuerdo de paz fue un rito satánico, y mensajes como el de la representante María Fernanda Cabal, que insinuó en televisión que en caso de ganar el Sí les quitarían el 7 % a los pensionados. Recoge fotografías de campaña del No que dicen: “No al aborto / No a quienes atacan la familia / No al enfoque de género / Por eso digo No a los acuerdos de La Habana”. El alto tribunal cuestiona apartes de la entrevista de Vélez a La República, en donde asegura que la estrategia era “dejar de explicar los acuerdos” y “centrarse en exacerbar el miedo y la indignación de los votantes”. Al respecto, recoge frases como: “Se le iba a dar dinero a los guerrilleros […], la estrategia era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación […], en emisoras de estratos medios y altos nos basamos en la no impunidad, la elegibilidad y la reforma tributaria […], en las emisoras de estratos bajos nos enfocamos en subsidios […], individualizamos el mensaje de que nos íbamos a convertir en Venezuela […] pasamos propaganda por radio la noche del sábado centrada en víctimas […]”. Tomando como referencia múltiples publicaciones de prensa, el alto tribunal asegura que quedaron al descubierto mentiras expuestas “de forma masiva y sistemática”, sobre todo en relación con los temas de ideología de género, eliminación de subsidios, afectación del régimen pensional, impunidad, víctimas y cambio a un modelo de Estado como el de Venezuela. (Semana, 2016)

Los resultados, aunque fueron un empate técnico, le dieron el triunfo al “No” por 53.908 (6.431.372 votos, 50,21 %, frente a 6.377.464, el 49,79 %, del sí).

Pero el plebiscito del 2 de octubre del 2016, independiente de los métodos usados, produjo un resultado. A pesar de que los nuevos acuerdos fueron renegociados con amplia acogida a los argumentos de los partidarios del “No”, el haberlos refrendado por la vía del Congreso llenó de argumentos jurídicos y políticos a quienes pretenden desconocerlos. También es un hecho político de dimensiones inmensas en un régimen democrático. Además, es evidente que el resultado pesó en los argumentos para dar por terminado el proceso de paz con otros grupos, como es el caso del ELN.

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