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Los argumentos del “Sí” a la paz y la propuesta “la paz del bicentenario” 1819-2019

Los argumentos del “Sí” a la paz y la propuesta “la paz del bicentenario” 1819-2019

Quienes trabajamos en los comités que impulsaron el “Sí” en el único departamento del centro del país donde esta postura ganó en el plebiscito no nos sentimos derrotados. Sabíamos que el triunfo del “No” fue precario y producto de un fraude al elector; votaron por el “No” suplantando a las víctimas de la guerra, esos colombianos minoritarios y dispersos de los territorios victimizados durante siete décadas de conflicto por una democracia asimétrica, inequitativa y excluyente, como asimétrica, inequitativa y excluyente es esta guerra que heredamos, secuelas medidas en tiempos de larga duración, de la República inconclusa que nos dejó una revolución que fue capturada por el criollismo excluyente que se apropió de la democracia y de la República, con base en privilegios y prebendas de los supremacistas que dejaron por fuera de la fiesta a los negros descendientes de los seres humanos esclavizados y violentados de la diáspora africana, a los indígenas sometidos al vasallaje y al expolio de su cultura y de su tierra, a los desheredados terrajeros, a los pequeños campesinos y a los colonos condenados a las fronteras insondables del infinito profundo de las selvas.

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Era ese el país centralista que se olvidó de las fronteras, de las tierras calientes y que se negó a ir a conocer el mar y los valles de nuestra rica biodiversidad, del agua de nuestros ríos grandes y pequeños, ellos, los que con su imaginación atrofiada por el pavimento, el asfalto y el cemento ejercieron el mandato absurdo de que el conflicto debe seguir sin que sean ellos ni sus hijos los que mueran en una guerra que les parece lejana y ajena. En últimas, los ricos y sus amigos, los arribistas de la Colombia desigual, de la Colombia desinformada, excluyente e injusta y muchas veces criminal, que es la misma que alimenta y alimentó las siete décadas, hasta ese entonces, de esta guerra degradada que hoy nos imponen y que se pretende que deba completar los 75 años de existencia.

Se nos hizo extraño, por ejemplo, que el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, Luis Augusto Castro Quiroga (q. e. p. d.), nos informara que en el foro de los obispos católicos, en el que muchos de ellos tanto lucharon por la paz, cerca del 80 % se opuso a un pronunciamiento contundente por el fin de la guerra con las FARC-EP. Ese 80 % de los prelados se unió al foro de las iglesias de la guerra, traicionando el mensaje del amor de quien los inspiró en su mensaje pastoral.

Había una premisa aterradora: si la última oportunidad de una paz exitosa se había dado en 1991, eso nos hizo pensar que el escaso margen por el que ganaron quienes no comprendieron el significado de esta consulta ciudana nos podía

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