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Un nuevo escenario de violencia

puede estar muy involucrado en economías criminales. Asimismo, un grupo armado que nació con un discurso político puede criminalizarse y abandonar esas pretensiones, y viceversa. El problema con esa dicotomía es que, en el escenario de violencia actual en Colombia, hacer esas diferencias no es tan sencillo.

Un nuevo escenario de violencia

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La violencia en Colombia durante gran parte de la segunda mitad del siglo xx se caracterizó por lo siguiente:

1. Un oligopolio de la violencia que era escenificado como principales, pero no en exclusiva, por tres grandes organizaciones político-militares: AUC, FARC-EP, ELN y otras organizaciones que de forma eventual llegaron a ser muy relevantes por periodos no tan largos de tiempo (Ejército Popular de Liberación [EPL], Movimiento 19 de abril [M-19] y autodefensas más locales).

2. Un fuerte componente político-ideológico basado en la defensa y promoción de metarrelatos (al menos en lo discursivo) como el marxismo, leninismo, guevarismo, bolivarianismo, maoísmo y anticomunismo.

3. Esto en el marco de dinámicas nacionales con particularidades territoriales: bloques y frentes de guerra con denominaciones territoriales (Norte,

Caribe, Oriental, Nororiental, Sur, Central Bolívar. etc.).

4. Con planes militares tácticos y estratégicos.

En la actualidad, transitamos por un contexto de violencias armadas caracterizado por lo siguiente:

1. La multiplicidad de conflictos armados con un carácter más subnacional.

2. La conformación de una constelación de actores violentos con distintas capacidades criminales y pretensiones.

3. Conflictos muy desideologizados, como lo evidencian las alianzas de grupos que se suponen antagónicos, como el ELN y las AGC en el sur de Bolívar, o el Bloque Iván Ríos de las entonces FARC-EP con las AGC en la región de Urabá.

4. Menos despliegue de capacidades militares y más uso de modalidades delincuenciales, como el sicariato y la amenaza.

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