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TRES DIMENSIONES DE JUSTICIA PARA CONSOLIDAR LA PAZ �������������

Aportes para una discusión más allá de la seguridad y el impacto humanitario de la guerra

Cristian López

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Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios de maestría en Derecho (Universidad del Rosario) y Derechos Humanos (Universidad Pontificia Católica del Perú). Subdirector e investigador del Centro de Investigación y Acción para la Paz y los Derechos Humanos (CIPADH)

La Paz Total es una de las estrategias más importantes del presidente Gustavo Petro y mucho se ha especulado acerca del significado de esta apuesta. Algunos la restringen a una discusión acerca de la necesidad de reducir los niveles de violencia política o los impactos humanitarios de la guerra, mientras que hay quienes la asumen como un problema clásico de seguridad, es decir, la búsqueda de la paz para la recuperación del monopolio de la fuerza en cabeza del Estado.

A ambas concepciones les asisten preocupaciones legítimas e importantes. No obstante, no resulta conveniente restringir el concepto de Paz Total a uno de estos dos puntos de vista, a menos que estuviésemos decididos a construir una paz negativa (Galtung y Fischer, 2013). En ese orden de ideas, existen más variables que deben ser tenidas en cuenta si se pretende construir una paz que, aparte de ser total, sea estable y duradera, tal y como se pactó en el acuerdo final de paz. En consecuencia, el presente artículo diserta sobre tres dimensiones mínimas de justicia que, en un sentido amplio, deberían orientar el camino en esta apuesta por la Paz Total.

En términos generales, lo que ha comunicado el Gobierno nacional lleva a pensar que, en el corto y mediano plazo, la promisoria propuesta compromete al Estado con, al menos, las siguientes iniciativas: 1) retomar la senda de la implementación del acuerdo final de paz firmado con las desaparecidas FARC-EP, no solo porque el acuerdo contiene un potencial transformador relevante para la desactivación de las causas estructurantes de los conflictos armados en Colombia, sino, además, porque no puede construirse la paz sin recuperar la confianza en la palabra empeñada por el Estado; 2) adelantar una agenda de choque de implementación inmediata que permita reducir el impacto humanitario de la guerra1; 3) someter grupos y organizaciones multicrimen e iniciar y reanudar los diálogos con los actores armados que tienen un trasfondo político, con el objetivo de desmontar estructuras armadas, recuperar el monopolio de la fuerza y reducir el impacto humanitario de la guerra2; 4) ampliar la presencia del Estado —con parámetros distintos a la doctrina del enemigo interno— de modo que se puedan desplegar garantías para la seguridad y el bienestar en los territorios3; 5) implementar escenarios regionales de diálogo y empoderamiento comunitario que busquen fortalecer visiones de seguridad amplias y soportadas en mejores condiciones de vida, y, por último, 6) hacer una modificación a la política de drogas que conduzca a arrebatar la gigantesca renta que genera el tráfico y que aceita las maquinarias armadas en los territorios.

Ahora bien, la acumulación histórica de conflictos de diverso orden (social, cultural, económico, armado, político), asociados estrechamente con las características premodernas del Estado colombiano, incapaz hasta ahora de garantizar de manera consistente —en tiempo y lugar— los monopolios de la tributación, la fuerza, el derecho y la administración de justicia, no podrá resolverse en cuatro años y, por eso, es importante moderar las expectativas. Debido a ello, las acciones en el corto y mediano plazo son relevantes, pero exigen que su planeación e implementación tengan lugar en un horizonte de sentido a largo plazo que permita estructurar y orientar la acción del Estado de manera coordinada, eficiente y sostenible. En razón de lo anterior, el presente artículo ofrece una propuesta acerca de tres dimensiones que pueden operar como estructurantes de una apuesta por Paz Total y ofrecer un horizonte de sentido para la construcción de políticas públicas de largo aliento que permitan articular medidas, planes y programas en el corto y mediano plazo.

Adelantando la síntesis, se considera que la Paz Total en un contexto como el colombiano, caracterizado por altos índices de desigualdad y violencia estructural, grupos armados altamente especializados en violencia y control territorial, además de enormes retos ambientales, debería contemplar tres vigorosas dimensiones de justicia: la justicia distributiva y redistributiva, la justicia transi-

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