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Perspectivas epistemológicas de la Paz Total

Ahora bien, la paz como fenómeno, al pertenecer a la categoría de los hechos políticos, implica entonces que el respeto a aquello legítima y normativamente (legal) pactado en una sociedad democrática permite que la paz se exprese como ligada al poder político. Esto se concreta a partir del hecho de que se precisa una fuerza superior que atemorice a los hombres y los conmine al abandono de su condición de estado de naturaleza en el cual el hombre es lobo para el hombre y, por tanto, los lleve al cumplimiento de los pactos. Esta es la esencia del poder político como garantía de la paz, “pues las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo” (Hobbes, 1983, p. 138).

De tal manera, el ejercicio pleno del poder político es garantía de una Paz Total en una sociedad democrática, siendo entendido este poder político como la capacidad que tiene el Estado de ostentar legítimamente y de manera exclusiva el monopolio de la fuerza y de las armas en todo su territorio.

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Perspectivas epistemológicas de la Paz Total

Actualmente, en el mundo académico, el estudio del conflicto político armado y del conflicto social está más orientado a los mecanismos de su resolución, su transformación o, mejor, a su tratamiento o manejo y no a su justificación. Johan Galtung es quizá uno de los teóricos más importantes de los enfoques de manejo de conflictos y de las apuestas de construcción de paz. En el libro Paz por medios pacíficos: paz y conflicto, desarrollo y civilización (Galtung, 2003) se recoge, en parte, lo esencial de su pensamiento.

Según Johan Galtung, la ausencia de violencia equivaldría a una paz positiva, que es la que puede permitir la condición precisa y necesaria para que los conflictos se puedan transformar de manera creadora (2003).

La paz como propósito se construye en una relación homogeneizadora a fin de lograr una convivencia pacífica. En tal sentido, la forma como se tramiten los conflictos entre los hombres demarca los límites de los períodos históricos y de las épocas en las que el hombre vivió entre sociedades en guerra y sociedades en paz.

Para definir algunas perspectivas epistemológicas de la Paz Total, es preciso también asumir, en parte, sus posibles compatibilidades. Cuando hablamos de una Paz Total esta debe ser asumida en la perspectiva del profesor Galtung como la ausencia de violencia y no de guerra, es decir, la Paz Total es la nega-

ción de la violencia y la implementación de la prosperidad que implica “vivir sabroso”. La Paz Total es la ausencia de cualquier tipo de violencia, no importa que sea física, gestual, cultural, estructural, sin importar el origen de sus autores para juzgarla y superarla, como quiera que lo importante y fundamental es que “la paz es una práctica y una realidad social a lo largo de toda la historia de la humanidad, que se ha convertido en un instrumento para evaluar y promocionar el bienestar, el equilibrio y la armonía de las sociedades” (Molina y Muñoz, 2004).

El profesor Galtung asume la paz negativa como la ausencia de cualquier tipo de violencia, con lo que quiere afirmar que la ausencia de violencia estructural no puede interpretarse como la inexistencia de una estructura, entendida como la ausencia de relación interior o exterior. La dialéctica interior humana es externa: como personas, podemos huir de los demás, pero no de nosotros mismos. No tener relaciones con el exterior no es la solución, de ahí la búsqueda de estructuras horizontales, fuera y dentro (Galtung, 2003, p. 58).

La Paz Total debe entenderse, entonces, como un logro que se adquiere a partir de una transformación en la manera como se presenta el conflicto y el modo en que lo abordamos desde los diferentes actores, en sus objetivos o, en último término, en las oportunidades de selección que podamos hacer para su transformación dialogada al aislar toda posibilidad de presencia de cualquier tipo de violencia. Por estas razones, los investigadores han hablado de paz negativa, cuando no existe guerra ni violencia y, después, de paz positiva, cuando prevalece la justicia. Ambas nos sirven para definir y comprender muchas de las situaciones que vivimos o queremos alcanzar (Molina y Muñoz, 2004, p. 28).

Por su parte, esa ausencia de violencia equivaldría a una paz positiva en la medida en que permite en el marco de la complejidad desarrollar la condición precisa y necesaria para que los conflictos se puedan transformar de manera creadora:

Construir la paz, por tanto, significa evitar o reducir todas las expresiones de violencia, empresa de tamaña magnitud que nos indica a las claras que la paz no es algo alcanzable de la noche a la mañana, sino un proceso, un camino, una referencia. (Fisas, 2004a, p. 20)

Ahora, fijémonos en la ausencia de violencia estructural. Esta es aquella que las instituciones de dominación aplican sobre los sometidos al dominio e incluye la injusticia social y la desigualdad entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles, la explotación capitalista, el imperialismo, el despotismo, etc. A través de esta ausencia de violencia estructural puede conseguirse la paz

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