ESDC 11

Page 1

1


Capítulo 11 — Recuerdos Estaba sentada en el sofá, completamente a oscuras, Charlie encendió la luz y me miró confundido. —Yo... yo me quedé dormida en el sofá —balbuceé—. Ahora te sirvo la cena papá. —No te preocupes, ya he cenado en casa de Billy —contestó. Billy… algo se removió en mi interior, tenía ganas de ir a La Push, quería ver a Jake, pero había estado tan obsesionada con Edward, que no había tenido tiempo de pensar en eso. —¿Cómo está Jacob? —pregunté a Charlie como quien no quiera la cosa. Me miró sorprendido, quizá no esperaba que le preguntara directamente por un chico que se supone no conocía… me golpeé mentalmente por la estupidez que acababa de cometer. —Él está bien —murmuró—. Tiene ganas de conocerte, me preguntó cuando irías a la reserva. Algún día de estos —susurré, aunque en mi fuero interno mi sonrisa era infinita, quería ver a Jake, hasta ese momento no me había dado cuenta de lo que lo echaba de menos—. Estoy algo cansada papá, me voy a la cama. Buenas noches. —Buenas noches, Bells —dijo dándome un beso en la coronilla. Subí las escaleras a toda velocidad, poniendo todos mis sentidos alerta para no tropezarme y acabar rodando por ellas. Entré en mi habitación y me quedé paralizada en el umbral de la puerta. Sobre mi cama estaba el ser más increíble y más perfecto que había visto nunca. Sin poder evitarlo mis labios se extendieron en una sonrisa y mis mejillas enrojecieron. 2


Me devolvió su carismática sonrisa de lado y me tendió una de sus manos para que me acercase a él. No tuvo que pedírmelo dos veces, antes de que pudiese darme cuenta mi cuerpo ya estaba avanzando decididamente para encontrarse con el suyo. Me acurruqué en su regazo y él me estrechó con fuerza contra su pecho. Aspiré su aroma, inundando mis pulmones con su embriagadora esencia, notando como cada una de mis células se estremecía con su simple contacto. Alzó mi barbilla con un dedo y me miró fijamente a los ojos. Sus orbes caramelo me miraban tan intensamente que creí que estaría viendo hasta el último de mis pensamientos. Sonrió nuevamente y acercó su rostro al mío. —¿Qué me has hecho? —susurró contra mis labios. Su gélido aliento, el aroma de su cuerpo tan cerca del mío, la sensación de electricidad que me recorría la espalda con cada roce de su mano… mi cuerpo hablaba por sí solo, solo nos separaban unos insignificantes milímetros, pero para mí, en ese mismo momento, eran kilómetros. Necesitaba acortar esa distancia, lo necesitaba urgentemente. Me dejé caer un poco hacia delante, Edward afianzó su agarre con una de sus manos en mi cintura acercándome más a su pecho, enredé mis manos entre su pelo y nuestros labios por fin se rozaron. Cada beso con Edward era único, cada nueva sensación que mi mente procesaba era transmitida y multiplicada por mil. Mi cabeza daba vueltas pero no por la falta de oxigeno, era la intensidad de todo lo que sentía lo que me aturdía notablemente. Sentí como mi cuerpo se movía en el aire, para después descansar sobre una superficie blanda y mullida. Tardé unos segundos en darme cuenta de que ahora estaba tumbada sobre la cama, con Edward también tumbado a mi lado. En mi cama... con Edward... ¿cuántas veces había soñado con esos durante los últimos días? Mi 3


cabeza descansaba en uno de sus brazos y el otro aferraba mi cintura atrayendo mi cuerpo hacia el suyo. Todo sin que nuestros labios se separasen. Podía sentir los músculos través de la fina camiseta que llevaba puesta mientras mis dedos delineaban sin vergüenza su espalda. Era Edward… ¡mi Edward! Y por fin lo tenía entre mis brazos. Sus manos tampoco se quedaban atrás, y se paseaban por uno de mis costados, por mi cuello, por mi rostro… con cada caricia me sentía desfallecer, sus manos dejaban una sensación de hormigueo por cada centímetro de piel que rozaban. Su cuerpo, aunque frío, dejaba una sensación de calor abrasante en el mío. Cada beso era una tortura, una dulce tortura que me llevaba hasta el límite de consciencia. Antes de que pudiese procesarlo su cuerpo desapareció de entre mis brazos, dejé de sentir su peso en la cama y el frío que me abrazaba ya no era el suyo. Me senté en la cama mirando a mi alrededor, buscándolo con la mirada. No estaba, no daba crédito al o que había pasado… estaba tocando el cielo con la punta de los dedos y de repente… estaba cayendo al vacío sin saber lo que me esperaba al llegar al suelo. Luché contra las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, se había ido, me había dejado de nuevo. ¿Qué era lo que estaba mal? Yo lo quería y estaba segura de que él también sentía algo por mí… ¿qué era lo que pasaba ahora? ¿Por qué no se decidía a estar conmigo? ¿Tan malo era para él estar con una humana en esta realidad? Quizás sí todo había sido un sueño… alguien como Edward nunca podría sentir nada por mí… que ilusa fui al pensar que todo sería igual, o al menos parecido. La puerta de mi habitación se abrió y yo me sobresalté por la sorpresa. Di un respingo y casi me caigo de la cama.

4


—¿Estás bien, pequeña? —la voz de Charlie rompiendo el silencio de la habitación me sonó demasiado brusca. Asentí con mi cabeza y él me miró con cautela. —Solo comprobaba que estuvieses bien —susurró—. Buenas noches. —Buenas noches —respondí de vuelta con voz ahogada. La puerta se cerró y traté de asimilar lo que había pasado. Unos fríos brazos me rodearon y noté un suave beso en mi coronilla. —¿Qué pasa? —susurró en Edward en mi oído. Me estremecí ante el golpe de su aliento en mi piel. ¡Que tonta había sido! Solo se había escondido porque venía Charlie. Negué con mi cabeza y volví a unir nuestros labios, respondió a mi beso enseguida, abrazándome con fuerza. No sé cuánto tiempo estuvimos besándonos, compartiendo caricias sobre la cama, ¿realmente importaba el tiempo? No, todo era como tenía que ser, estaba donde tenía que estar y con quien tenía que estar. Me quedé dormida entre sus brazos, con mi nana de fondo. Soñando con un mañana en el que Edward y yo estaríamos juntos para siempre. Cursi, ¿verdad? Pero así se siente una adolescente enamorada con las hormonas revolucionadas. Me desperecé con desgana en la cama, al abrir los ojos tuve que cerrarlos y taparme la cara con las mantas porque un rayo de sol me obligó a hacerlo. Un momento… ¿Sol en Forks? Me destapé la cabeza y me incorporé de golpe sentándome en la cama. —¡Hace sol! —grité emocionada. Escuché un ruido sordo al otro lado de la habitación y vi a Edward tirado en el suelo al lado de mi mecedora. Lo miré divertida, disimulando la sonrisa que se extendía por mis labios, ¿Qué hacía 5


Edward en el suelo? Le pregunté con la mirada incapaz de abrir la boca porque estallaría en carcajadas. —No vuelvas… hacer eso… por favor —susurró mirando al suelo. Podría jurar que de no haber sido vampiro sus mejillas estarían de un rojo extremo. Me puse en pie y me acerqué a él en silencio, me arrodillé en el suelo a su lado y le abracé con fuerza, él me devolvió el abrazo pero bufó débilmente en mi oído. —De acuerdo, suéltalo… no importa —dijo. Me aparté ligeramente reprimiendo todavía las ganas. Y con un movimiento de cabeza me instó a hacerlo, y no pude más… mi pecho estalló en carcajadas mientras me sujetaba el estómago. Era la primera vez que veía a Edward en ese estado… ¿cómo podía haber sorprendido a un vampiro? Se veía tan humano mirando a un punto fijo conteniendo la vergüenza. Sin decirle nada salí corriendo de la habitación y me fui hasta el baño. Me di una ducha rápida y me cepillé los dientes. Cuando volví a la habitación Edward estaba sentado en mi cama con una de las flores entre sus manos. Me miró sonriendo y se puso en pie. —Necesitaba un minuto humano —murmuré. —Entiendo —me dijo tendiéndome su mano de nuevo. La tomé y me envolvió una vez más entre sus brazos. El frío de su cuerpo me resultaba tan acogedor… —Hoy no debo ir a clase —me dijo apartándose ligeramente para mirarme a los ojos—. Sé que no está bien que tú no vayas tampoco, ¿pero te gustaría pasar el día conmigo? Su voz aterciopelada me envolvía en cada sílaba e incapaz de abrir la boca asentí ligeramente con la cabeza. Una amplia sonrisa se extendió por sus labios y me abrazó de nuevo. Apenas habíamos 6


hablado desde que nos besamos, pero realmente no era necesario, no necesitábamos decir nada. Ambos escuchamos un ruido en la ventana y los dos nos giramos para mirar. —Te la llevaré a casa en cuanto acabe, tú también ve a cambiarte e ropa —dijo Alice sin perder su sonrisa. —Alice, no —gemí débilmente suponiendo la tortura a la que quería someterme. —Sí, señorita Swan, confía en mí, no te arrepentirás. Entró en la habitación con dos bolsas en cada mano… bufé muy bajito, pero me oyó porque volvió su cabeza para mirarme con una amenaza en los ojos. Me encogí entre los brazos de Edward y lo miré suplicante. "Sácame de aquí, por favor" grité mentalmente. Me miró sonriendo, y antes de que pudiese si quiera pensarlo me tomó en brazos y saltó por la ventana conmigo a cuestas. Se detuvo un par de minutos después y me dejó en el suelo. Miré a mi alrededor y nos vi en la entrada de la mansión Cullen. La puerta se abrió y una siempre despampanante Rosalie salió por ella. En un parpadeo estaba a nuestro lado. —¿Cómo os habéis escapado? —preguntó sonriendo. —Mejor no preguntes —contestó Edward. —Ya todo está en el coche, Esme y Alice estuvieron horas preparándolo —dijo de nuevo Rose. —Gracias —le dijo Edward dándole un beso en la sien— ¿Vamos? —me preguntó mirándome a lo que yo asentí.

7


Fuimos hasta su volvo que estaba en el garaje, Emmett estaba también allí manejando algo dentro de su jeep. Levantó la cabeza en cuanto entramos y se acercó a nosotros con una sonrisa maliciosa. —¿Todo sigue de una pieza? —preguntó. Edward gruñó ligeramente y Emmett soltó una enorme risotada, a la que se unió Jasper, situado al otro lado del jeep. —Emm no seas malo… deja a tranquilos a Edward y a su… a su torpeza —dijo Jasper entre risas. Yo no entendía el chiste, y me limitaba a posar mi vista de hito en hito como si de un partido de tenis se tratase. Edward no se molestó en contestar a sus hermanos, sólo me tomó de la mano y me arrastró hasta el volvo abriendo la puerta del copiloto para que yo me metiese dentro y nos fuésemos de allí. Obedecí sin rechistar, lo puso en marcha y nos alejamos en pocos segundos. Condujo hacia la salida de Forks, tenía una ligera sospecha de a dónde nos dirigiríamos, pero no me atrevía a pensarlo abiertamente para no llevarme luego un chasco. Tenía muchísimas ganas de ir allí y no quería hacerme falsas ilusiones. Por suerte estaba en lo cierto en mis suposiciones, al poco tiempo Edward detuvo el coche al final del camino y aquel bosque tan conocido se abría paso ante nosotros. Bajó del vehículo y abrió mi puerta para ayudarme a hacerlo a mí también. Comenzamos a caminar serpenteando entre los árboles, mientras yo trastabillaba y tropezaba continuamente, haciendo que Edward tuviese que ir literalmente pegado a mí para sujetarme cuando fuese necesario. —¿Es importante para ti mi integridad física? —le pregunté deteniéndome. Él se giró bruscamente y me encaró, su mirada era fría y podría decir que estaba un poco enfadado por lo que acaba de preguntarle. 8


—¿A qué viene esa pregunta? —dijo en tono neutro, pero conociéndolo como lo conocía, sabía que bajo esa máscara había mucho más de lo que mostraba. —Que no entiendo porque nos estamos arriesgando a que me caiga cuando podríamos ir más rápido —dije sin pensar. Su expresión se suavizó, pero sus ojos continuaban algo fríos. —¿Qué quieres decir? —preguntó. Sin decir nada me puse tras él, y de un salto me subí a su espalda. Noté como su cuerpo vibraba a causa de la risa y negaba casi imperceptiblemente con la cabeza. —Agárrate bien —susurró antes de posar os labios sobre una de mis manos que rodeaban ahora su cuello. Afiancé a mi agarre con brazos y piernas y no tardé en sentir el viento sobre mi rostro, no pude evitar que una sonora carcajada saliese de mi boca, la sensación de libertad era indescriptible, y poder compartirla con Edward era maravilloso. Podía sentir como él también reía y disfrutaba del momento y eso sí que era lo mejor de todo. Al fin estábamos compartiendo todo lo que recordaba, al fin éramos Edward y Bella de nuevo, solo nosotros contra el viento, entre el bosque. Llegamos al borde del prado al poco tiempo. Edward me ayudó a bajar de su espalda, yo me encaminé al centro de este, tal y como recordaba haberlo hecho la primera vez. Admirando cada árbol y cada flor que formaban el lugar perfecto. Era como estar en el mismísimo paraíso. Podía oír el trinar de los pájaros, el suave gorgojeo del agua de algún arroyo cercano, las flores le daban ese toque mágico al lugar y la luz dorada del sol formaba un marco casi irreal, el paisaje perfecto para 9


imprimirlo sobre un lienzo y ser mostrado en el mejor de los museos. Volví mi vista atrás y Edward estaba apoyado en un tronco bajo la sombra de un árbol. Me miraba curioso y con una expresión inescrutable en su rostro. Podía maginar que tenía miedo a mi reacción al ver su aspecto bajo el sol, pero lo que él no imaginaba era que ese Edward brillante, cegador, ese Edward era al que amaba, al vampiro bueno, al monstruo aplacado en su interior. Me acerqué a él con cautela y tomé una de sus manos tirando ligeramente para que me siguiese hasta el centro del prado. —¿No vas a asustarte? —preguntó en un susurro. Negué con la cabeza y recordé aquel día en mi sueño, cuando abrazados y tumbados sobre esa misma hierba, dejamos que la luz del sol calentase nuestros cuerpos y nuestros corazones se abrieron ante el otro con nuestros sentimientos más sinceros. No sabía si él podía verlo en mi mente, no entendía muy bien cómo funcionaba ahora mi don, pero su sonrisa y un brillo indescifrable en sus ojos contestaron a mi muda pregunta y con paso vacilante por su parte, nos encaminaban hasta el centro del prado. No quise mirarlo hasta que nos detuviésemos, nos sentamos sobre la hierba, uno al lado del otro y ahí fue cuando levanté la mirada y mis ojos se posaron ante la octava maravilla del mundo, ante mi dios heleno, mi Adonis. Su piel centelleaba en millones de fragmentos de diamante, su brillo era casi molesto para los ojos y puede adivinar un poco de miedo en los suyos. Alce mi mano y acaricié su mejilla, su piel fría, lisa, suave, me dio la bienvenida, cerró sus ojos y esbozó una ligera sonrisa. —¿Qué recuerdas de este día? —preguntó en un susurro. Me quedé paralizada un momento ante su pregunta, no sabía que debía contestarle ahora, ¿la verdad? No tenía nada que perder… 10


—¿Qué quieres saber? —le pregunté de vuelta. —¿De qué hablamos? —De nosotros… de lo que sentimos, a lo que teníamos miedo… — mi voz se perdió mientras miraba sus ojos y me quedaba colgada de ellos una vez más. Y mi mente fue recreando de nuevo ese día, los momentos clave que más recordaba. . "—No temas —murmuró con voz aterciopelada e involuntariamente seductora —. Te prometo... —vaciló—, te juro que no te haré daño. Parecía más preocupado de convencerse a sí mismo que a mí. —No temas —repitió en un susurro mientras se acercaba con exagerada lentitud. Serpenteó con movimientos deliberadamente lentos para sentarse hasta que nuestros rostros se encontraron a la misma altura, a treinta centímetros. —Perdóname, por favor —pidió ceremoniosamente—. Puedo controlarme. Me has pillado desprevenido, pero ahora me comportaré mejor. Esperó, pero yo todavía era incapaz de hablar. —Hoy no tengo sed —me guiñó el ojo—. De verdad." . Su cara se contorsionó en una mueca extraña, no sabía deducir si era dolor o miedo. —No pasó nada malo —susurré. Sus ojos se posaron en los míos y sonrió ligeramente. —Hubo algún momento… ¿mágico? Sonreí ampliamente y mis recuerdos volvieron a vagar libremente . 11


"Nuestras miradas se encontraron y también me reí. Nos reímos juntos de lo absurdo y estúpido de la situación. —Y de ese modo el león se enamoró de la oveja... —murmuró. Desvié la vista para ocultar mis ojos mientras me estremecía al oírle pronunciar la palabra. —¡Qué oveja tan estúpida! —musité. —¡Qué león tan morboso y masoquista!" . Sonrió con dulzura, una de sus manos se posó sobre las mías y sus ojos me taladraron hasta el alma sin piedad, sonreí de vuelta sin saber muy bien qué hacer, estaba totalmente aturdida. Él se tumbó sobre la hierba tiró de mi brazo para que me tumbase a su lado y así lo hice. Cerré los ojos disfrutando del momento y mientras mi mente recreaba una vez más aquel día "mágico" como él lo había llamado. . "—Quédate muy quieta —susurró. ¡Como si no estuviera ya petrificada! Lentamente, sin apartar sus ojos de los míos, se inclinó hacia mí. Luego, de forma sorprendente pero suave, apoyó su mejilla contra la base de mi garganta. Apenas era capaz de moverme, incluso aunque hubiera querido. Oí el sonido de su acompasada respiración mientras contemplaba cómo el sol y la brisa jugaban con su pelo de color bronce, la parte más humana de Edward. Me estremecí cuando sus manos se deslizaron cuello abajo con deliberada lentitud. Le oí contener el aliento, pero las manos no se detuvieron y suavemente siguieron su descenso hasta llegar a mis hombros, y entonces se detuvieron. Dejó resbalar el rostro por un lado de mi cuello, con la nariz rozando mi clavícula. A continuación, reclinó la cara y apretó la cabeza tiernamente contra mi pecho... escuchando los latidos de mi corazón. —Ah. 12


Suspiró." . Dejé de recordar cuando uno de sus fríos dedos trazó delicadamente el contorno de mis labios, me estremecí ante esa caricia y toda mi piel se puso de gallina. —¿Ese día nos besamos? Sonreí al recordarlo, mis ojos se cerraron y sus palabras fueron tomando forma entre mis recuerdos. "—Mientras corría, he estado pensando... — En no estrellarnos contra los árboles, espero. —Tonta Bella —rió entre dientes—. Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo que tenga que pensar. —Fanfarrón —repetí. Edward sonrió. —No. He pensado que había algo que quería intentar. Y volvió a tomar mi cabeza entre sus manos. No pude respirar. Vaciló... No de la forma habitual, no de una forma humana, no de la manera en que un hombre podría vacilar antes de besar a una mujer para calibrar su reacción e intuir cómo le recibiría. Tal vez vacilaría para prolongar el momento, ese momento ideal previo, muchas veces mejor que el beso mismo. Edward se detuvo vacilante para probarse a sí mismo y ver si era seguro, para cerciorarse de que aún mantenía bajo control su necesidad. Entonces sus fríos labios de mármol presionaron muy suavemente los míos. Para lo que ninguno de los dos estaba preparado era para mi respuesta. La sangre me hervía bajo la piel quemándome los labios. Mi respiración se convirtió en un violento jadeo. Aferré su pelo con los dedos, atrayéndolo hacia mí, con los labios entreabiertos para respirar su aliento embriagador. 13


Inmediatamente, sentí que sus labios se convertían en piedra. Sus manos gentilmente pero con fuerza, apartaron mi cara. Abrí los ojos y vi su expresión vigilante. —¡Huy! —musité. —Eso es quedarse corto. Sus ojos eran feroces y apretaba la mandíbula para controlarse, sin que todavía se descompusiera su perfecta expresión. Sostuvo mi rostro a escasos centímetros del suyo, aturdiéndome. —¿Debería...? Intenté desasirme para concederle cierto espacio, pero sus manos no me permitieron alejarme más de un centímetro. —No. Es soportable. Aguarda un momento, por favor —pidió con voz amable, controlada. " . Mi vuelta a mi sueño se acabó cuando lo oí reírse a mi lado, abrí los ojos y lo vi observándome con una ternura infinita. —Por lo que parece siempre que te beso te me echas encima —dijo divertido. —No tiene gracia —me quejé. —Tonta Bella —se acercó deliberadamente y sus labios hicieron contacto con los míos una vez más. Nuestros cuerpos estaban tumbados uno al lado del otro, nuestras manos entrelazadas y nuestros ojos cerrados. Yo continuaba recordando, y él leía mi mente. Si alguna vez esperé compartir algún momento especial con Edward, este era uno de ellos. Sin decirnos nada estábamos hablando sobre todo.

14


El contacto con su fría piel me transportaba aun pasado de besos, caricias, promesas y "te quiero" arrancados desde lo más profundo de nuestro corazón. Cada momento único y mágico a su lado estaba pasando por mi memoria y podía sentir como él a mi lado se empapaba de cada recuerdo y de cada sensación. Se incorporó lentamente para mirarme, mis ojos se abrieron y se cruzaron con los suyos, acarició mi mejilla descendiendo por mi cuello y delineando mi clavícula. —Me gustaría tener esos mismos recuerdos —susurró sin dejar de mirarme—. Me veo como soy en ellos, sé que de ser posible, habría actuado así. Me asusta y a la vez es como si… es como si te envidiara porque tú lo has vivido y yo no. Lo miré a los ojos una vez más. Pasé una de mis manos por su cuello y tiré de él para que acercase su rostro al mío. Él lo entendió y se dejó llevar. Nuestras respiraciones se mezclaban y nuestras miradas estaban encadenadas. —Podemos crear nuevos recuerdos, sé que no será lo mismo, pero… podemos intentarlo — mi voz sonó esperanzada y muy segura. Sonrió de lado. —No lo vamos a intentar, lo haremos —sentenció antes de besarme de nuevo.

15


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.