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Capítulo 44 — La pieza que faltaba Narrador POV Las cosas habían sido muy difíciles y estresantes hasta que llegamos a este punto exacto de la historia, por un lado, teníamos a un ejército de neófitos capitaneados por los dos vampiros Rumanos, todos ellos esperaban pacientemente alineados por cualquier tipo de señal para cargar y atacar con todas sus fuerzas a cualquiera que se le pusiese por delante. Por otro lado, estaba un pequeño grupo de vampiros, vampiros buenos y afables en su mayoría, algunos incluso de ojos dorados a causa de su dieta exenta de sangre humana, estos esperaban con ansiedad un futuro incierto en el que no tenían muchas esperanzas. Todos estaban allí por un mismo motivo, acabar con el reinado de los Vulturis, ese grupo de vampiros que se habían creído superiores a los demás y se habían autonombrado dueños de la ley y capaces de modificarla a su antojo. Los rumanos simplemente querían acabar con ellos por el mero hecho de hacerlo, por venganza de que años atrás hubiesen quemado sus castillos sin ningún tipo de contemplación, querían acabar con la tiranía de ese clan y sentirse orgullosos de haber sido ellos los causantes de finalizar con el gobierno con su estirpe. El pequeño grupo de vampiros tan solo lucharían para proteger su vida y por un futuro que esperaban que fuese tranquilo y sosegado. Y allí nos encontramos a Edward que, con los hombros tensos y los ojos todavía negros como el carbón, tenía tanta rabia acumulada que sus brazos temblaban a causa de la fuerza que ejercían sus puños cerrados, él lucharía no solo por su vida, también por la de esa hija que creía que nunca existiría pero que le habían arrebatado utilizando a saber qué tipo de artimaña y también pelaría por su 2
familia, por toda ella, pero sobre todo por Bella y por Tonny. Estaba dispuesto a hacer pagar a Aro por todo el dolor que estaba causando, quería matarlo con sus propias manos y verle arder no solo por robarse a su hija, también por tener en vilo y sufriendo a todas las personas a las que apreciaba. Bella continuaba en shock, había alzado su escudo y protegía al pequeño grupo de vampiros bondadosos, haciendo hincapié en Edward y en los vampiros más poderosos que la rodeaban, sobre todo Benjamin y Zafrina, ya que el don de él para controlar los elementos y el de ella para poder inducir visiones a distancia y cegar a los enemigos, eran sus mejores bazas para la batalla. La visión que había tenido Alice había dejado el ambiente tenso, más si es que eso era posible, a la pequeña chicha la precognición siempre le había parecido un regalo de los Dioses, pero de un tiempo a esta parte, sobre todo desde que Bella había entrado en sus vidas, era casi un castigo poder ver las cosas horribles que les esperaban, aunque lo peor era no poder verlas, desde que los lobos o el mismo Tonny habían empezado a pulular a su alrededor, cada día era una tortura. Ella siempre había aprovechado el saber las cosas de antemano para poder evitar todo lo malo, pero por ellos había perdido parte de esa capacidad y eso la mataba en vida. Pero tan solo unos segundos atrás eso había cambiado, al tocar a Tonny pudo ver a parte de la guardia Vulturi acercándose por el bosque, lo hacían a paso humano como si estuviesen disfrutando de cada segundo que los hacían sufrir por la espera. Todos iban con sus capas rojas y negras, algo innecesario y que solo utilizaban para demostrar ante los demás que estaban un escalón por encima de ellos, que eran como la realeza de toda su raza a quien debían respeto y pleitesía. Cayo caminaba al frente, con la barbilla alzada con orgullo, como si todo el mundo debiese dar las gracias por su sola presencia. Marco lo seguía, con gesto ausente, como si nada de eso fuese con él. 3
Detrás iba Aro. Sonriente. Triunfal… Se creía ganador de la batalla, se le veía en el brillo de los ojos como disfrutaba con todo eso, conocedor de que ninguno de los Cullen se esperaba que tuviese en su haber las armas más poderosas de la batalla. Pero eso no era lo inquietante de esa visión de Alice, lo peor era que Aro llevaba a alguien de la mano. Se trataba de una chica que aparentaba tener unos quince años, con el pelo largo, color cobre y ondulado hasta media espalda, una preciosa cascada de rizos que al reflejo del sol soltaban destellos rojizos y rubios indistintamente. La chica miraba todo a su alrededor con una pequeña sonrisa, como si echase de menos todo lo que veía, los árboles, el olor del viento, las hojas secas crujiendo bajo sus pies… estaba en casa de nuevo, por fin. Alice la reconoció enseguida, era imposible no hacerlo, se trataba de Renesmee y, tal y como sospechaba Bella, estaba viva y en poder de los Vulturis. Tras esa visión y después de comunicársela a todos, corrió al final del grupo, se acercó a Seth, que estaba escondido tras unos matorrales, y pegó su frente a la suya esperando que con los lobos funcionase también. Aaunque con menor intensidad, pudo percibir los atisbos del hombre lobo luchando contra uno de los miembros de la guardia Vulturi, pero era como si una espesa niebla ocultase parte de la visión y se perdiesen muchos matices por el camino, no era tan clara como sus visiones normales o como lo había sido la de Nessie, peor estaba ahí, podía ver al menos un poco de lo que sucedería. Se alejó del lobo sonriendo con tristeza, le gustaba haber recuperado esa parte de su don que creía perdida, pero no le gustaban ni un poquito el tipo de visiones que le estaban llegando.
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—Mucha suerte, Seth —murmuró besando su hocico, podía parecer absurdo, pero había creado un vínculo de amistad muy fuerte con el chico y le dolería que le sucediese algo. Volvió corriendo, aunque casi parecía que estaba bailando entre los presentes, hasta colocarse al lado de Jasper, a quien besó con todas sus fuerzas y comenzó a susurrarle cuando lo quería. Todos los presentes comenzaron a escuchar un sonido a lo lejos, eran los Vulturis con toda su guardia que estaban acercándose a su posición. Podían contarse varios cientos de pasos, aunque tenían la ventaja de que les superaban en número, eso no garantizaba la victoria y mucho menos las bajas, estaban seguros de que, en caso de una batalla, muchos de ellos perderían la vida y eso mantenía aterrados a la mayor parte de ellos. Las capas negras y rojas comenzaron a ser visibles en el horizonte, Edward se tensó más si es que eso era posible al escuchar los pensamientos de Aro, que esperaba poder llevarse a Bella con ellos, pero a tenor de las fechas, esperaba que todavía fuese humana y que estuviese embarazada. Pero lo que de verdad hizo gruñir a Edward fueron otros pensamientos, unos dulces y asustados a la vez, que se preguntaban si él y Bella estarían allí para luchar por ella o si, por el contrario y tal y como le había asegurado Aro, la habían olvidado y ni siquiera repararían en su presencia. Era Nessie, su pequeña Renesmee que tan solo había podido ver en los pensamientos de Bella, su hija estaba allí y era real. Cuanto se arrepentía de no haberle hecho caso a su esposa cuando le decía que estaba viva, como le gustaría haber actuado de otro modo, pero en ese momento estaba convencido de que haría lo necesario para salvarla de las garras de los italianos, haría cualquier cosa, aunque le costase la vida. Aro y toda su comitiva, formada al menos por unas quinientas personas, avanzaron hasta quedar a una distancia prudente de unos 5
quince metros, Renesmee, asustada, se quedó oculta tras la capa de Aro, asomando la nariz de vez en cuando, pero siendo prudente de no hacerlo enfadar y salir solo cuando él se lo dijese, tal y como le había ordenado. Podía apreciarse en el rostro de Aro y sin necesidad de leer sus pensamientos que no estaba contento con la situación que se había encontrado al llegar, en lugar de los lobos en esta ocasión los Cullen habían optado por crear un ejército de neófitos que estaban perfectamente alineados y parecían esperar una orden para ponerse en marcha. Pero lo peor es que solo dos de sus principales objetivos estaba presentes, ni Benjamin, ni Zafrina, ni la humana que era el motivo principal por el que estaban allí. Estaban Edward y Alice, incluso el militar que abrazaba a la chica podría ser un buen fichaje para su guardia, pero faltaban los más importantes, sobre todo la humana y esa criatura que portaba en su vientre. A medida que esos pensamientos desfilaban por su mente, el cuerpo de Edward se iba encorvando más y más y temblaba con más intensidad, sabía de antemano que Aro buscaba a Bella, pero tenerlo delante y ser consciente de ello era difícil de soportar, sobre todo teniendo en cuenta que quería llevarse a Tonny por encima de todas las cosas, ¿cómo era posible que hubiese sabido de su existencia? Estaba seguro de que el don de su hijo sería el más preciado de la guardia Vulturi, pero no entendía cómo había llegado a oídos de Aro que Tonny existiría y que tendría un poder tan impresionante. Carlisle, echó un vistazo atrás a toda su familia, suspiró pesadamente, como si en realidad no quisiese enfrentarse a ese dilema y volviendo la mirada dio un paso al frente, un escalofrío pareció recorrer la espalda de muchos de ellos, que se removieron intranquilos en sus posiciones.
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—Aro, me alegra mucho verte —comenzó a decir el cabeza de familia—, espero que podamos hablar de un modo civilizado como siempre solíamos hacerlo. El interpelado también dio un paso al frente y lanzó una mirada teatral al ejército que todavía estaba formación sin moverse ni un solo centímetro. —Hermosas palabras teniendo en cuenta el ejército que has creado para atacarnos —masculló con voz desdeñosa. —Aro no esperaba encontrar a todo este ejército —susurró Edward a toda velocidad—, está empezando a dudar de que las cosas salgan tal y como tenía previsto. Tonny se revolvió intranquilo en los brazos de su madre, ella, no pudiendo soportarlo más, besó su frente con todo el amor que le cabía en el pecho y lo dejó en brazos de Rosalie, pidiéndole de nuevo sin palabras, que hiciese todo lo posible para salvarle. Sin pensárselo dos veces, comenzó a avanzar hasta el principio del grupo de personas y se colocó al lado de Edward tomando su mano con fuerza. La sorpresa fue evidente en el rostro de Aro en cuanto reparó en ella y Edward no pudo evitar sonreír al escuchar en sus pensamientos que eso no estaba previsto, ella debía ser humana todavía para que él pudiese conseguir lo que había ido a buscar. —Preciosa Isabella —dijo el italiano dando otro paso al frente—, la inmortalidad te sienta muy bien —alabó con tono cortante. Ella no contestó, en lugar de ello expandió su escudo reforzándolo todo lo que pudo para que el don de Jane, que la observaba con una mirada desafiante, ni el de Alec pudiesen sobrepasarlo y hacer daño a cualquiera de su familia. —No sé cuáles son los motivos para tu visita, Aro —continuó Carlisle—, como puedes comprobar nadie ha estado infringiendo ninguna ley. 7
—Era una visita de cortesía, amigo, pero veo que tú te has preparado para atacarme y no entiendo el motivo. —Este no es mi ejército —de disculpó Carlisle una vez más, pero dedicando una mirada significativa a los rumanos—, yo solo he acudido aquí con mis seres queridos porque Alice te vio venir. Pero tan solo he reunido a los miembros de mi familia, los demás han venido por voluntad propia. —¿Esperas que nos creamos eso? ¡Insultas nuestra inteligencia! — exclamó Cayo con exceso de dignidad. —Tu neófita y su cachorro acabaron con dos de los integrantes más fuertes de mi guardia —se quejó Aro. —Fue un error que seguro que podemos llegar a subsanar de algún modo —se excusó Carlisle. —Solo estamos dispuestos a aceptar un ojo por ojo, amigo Carlisle —añadió Marco con voz cansada y aburrida. —Aro, Cayo, Marco… —Carlisle pronunció sus nombres con pausado nerviosismo—sabéis muy bien que no estoy de acuerdo con esas leyes, el ojo por ojo es la ley del más fuerte, no la del más inteligente. —No podemos permitir que una neófita y un metamorfo atenten contra los Vulturis, sabes perfectamente que no damos segundas oportunidades —sentenció Cayo con su inconfundible sonrisa siniestra. —Hermano, vamos a dialogar con nuestro amigo, no caigas en amenazas tan pronto —la voz de Aro sonó tranquila y, en cierto modo, un poco apesadumbrada, pero no engañó a nadie, todos sabían que tan solo estaba teatralizando el momento para así conseguir con más motivos lo que en realidad había ido a buscar.
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Cayo pareció querer decir algo, pero un movimiento de mano de Aro lo hizo callar al instante. —Amigo Carlisle —a casi nadie le pasó desapercibido que a Cayo y a Marco los llamaba hermanos y a Carlisle solo “amigo”—, entiendo el dolor que podría causarte perder para siempre a alguien de tu clan, pero podemos llegar a un acuerdo. Edward gruñó ante la forma que estaban tomando los pensamientos de Aro y, siendo totalmente consciente de su siguiente paso, hizo una señal a Emmett y entre los dos sujetaron a Bella por los brazos para evitar su reacción. Mientras sujetaba a su mujer impidiendo que las cosas se complicasen todavía más, buscó unos pensamientos en específico de entre toda la maraña de ellos que les rodeaban. Los encontró, al fondo, escondido entre un grupo de vampiros que no llamaban tanto la atención, había uno de ellos que miraba al suelo y parecía arrepentido, tenía el cabello teñido de color azul, largo y tan despeinado que ocultaba sus ojos. Sus manos estaban cubiertas por unos guantes de piel negros que parecían muy gruesos y las retorcía con nerviosismo, como si no pudiese mantenerse quieto. Era Thomas, el vampiro que había conseguido dar marcha atrás en el tiempo y el que Aro estaba protegiendo para tenerlo bajo su influencia. El chico quería pensar que lo estaba sucediendo ante él estaba mal, pero no podía, algo le impedía ser infiel a los Vulturis y ahí era donde entraba el don de Chelsea, aquella vampira morena y de cabello rizado que estaba tras Aro y parecía tocar el hombro de alguien mientras sonreía. Ella era la encargada de que todo el clan de los Vulturi se mantuviese unido, hacía que Cayo y, sobre todo, Marco aceptasen que fuese Aro el que diese las órdenes de puertas para dentro, aunque al exterior se mostrase que las decisiones se tomaban llegando a un acuerdo unánime de los tres. Ella conseguía que todos y sin ninguna excepción quisiesen formar parte de los Vulturis, Edward estaba seguro de que no dudaría ni un segundo en 9
utilizarla para llevarse a cualquiera de los Cullen que se le antojase llevarse con él. —Bella —susurró Edward— el chico de azul. Ella entendió al instante lo que su esposo trataba de decirle y lanzó un haz de su escudo hacia el chico de cabellos azules notando al instante como el don de Chelsea chocaba con él. El chico pareció despertar de un mal sueño, miró en todas direcciones, siendo por fin consciente de la realidad de la situación y dio un paso atrás asustado. —Chelsea —susurró Bella para que solo Edward y Emmett pudiesen escucharla—, si acabamos con ella los Vulturis no tendrán a nadie que los mantenga unidos, será solo Aro contra el mundo. —Puedo ofrecerle a tu neófita —continuó hablando el Aro ajeno a lo que Edward y Bella y estaban tramando—, la posibilidad de estar conmigo en Volterra hasta que consiga saldar la deuda que ha contraído al haberme dejado sin dos de los mejores guerreros de mi guardia. Incluso sin haber escuchado concienzudamente sus palabras, era evidente que sus dos hermanos tan solo estaban allí como un mero adorno, para dar entender que las decisiones eran unilaterales y que se discutían hasta llegar a un acuerdo de los tres “hermanos”, pero la verdadera realidad era que Aro era la cabeza pensante, el que tomaba cada pequeña decisión y los demás tan solo acataban sus normas si hacer preguntas. —¿Durante cuánto tiempo tendría que estar Bella contigo? — preguntó Carlisle tan solo para ganar unos minutos más de tregua, estaba seguro de que si alargaba la conversión podría conseguir que Aro entrase en razón y se fuese sin causar más daños. Muchos dirían que pecaba de demasiada ingenuidad. —Ya sabes, amigo, que el tiempo es algo muy relativo para nosotros. 10
—¿Cuánto tiempo? —preguntó Bella entre dientes. —Doscientos años es muy poco tiempo en la vida de alguien de nuestra especie —contestó restándole importancia—, a cambio de trabajar para mí, tendrás tu seguridad y la de tu clan completamente asegurada. Edward gruñó sabiendo lo que se avecinaba y sujetó a Bella con más fuerza. —Además de un pequeño incentivo, claro está —el vampiro hizo un movimiento con su brazo y de detrás de él emergió una figura pequeña y delgada que se colocó a su lado y miró directamente a Bella a los ojos. En ese momento sí que pareció que el suelo había desaparecido bajo sus pies, si no fuese por los brazos de Emmett y Edward que la estaban sujetando con fuerza, habría salido corriendo en su encuentro. Un rugido animal hacía vibrar su pecho y notaba la ponzoña acumulándose en su boca a toda velocidad. Quería ir hasta ella, abrazarla, asegurarse de que se encontraba bien, de que todo ese tiempo lejos de ella había estado en buenas condiciones, pero por más que se revolvía no lograba liberarse de las manos que la apresaban. —Por favor… —susurraba con un hilo de voz y totalmente rota por dentro— Es mi hija, es mi pequeña, solo quiero saber si está bien… —En Italia podrás estar con ella todo el tiempo que quieras — añadió Aro para echar más leña al fuego. —No, no, no, no —gimoteaba ella, hasta que lo miró directamente al vampiro a los ojos y lo que vio en ellos no le gustó ni un poco. Era consciente de que el nivel de maldad que poseía era superior al de cualquiera que pudiese haber conocido nunca, pero estaba descubriendo que en realidad no tenía límites, que haría lo que fuese 11
necesario para salirse con la suya sin importarle a quien hacía daño o quien tenía que llevarse por delante. —Bella, sé que estás enfadada y lo entiendo, pero aguanta tu escudo —murmuró Eleazar desde algún punto tras ella al sentir que la única protección con la que contaban estaba cediendo ante la magnitud de los acontecimientos. Bella, mirando directamente a su hija en esta ocasión, a la que hacía dos años que no veía y que había crecido tanto que casi parecía su hermana, amplió el poder de su escudo con todas sus fuerzas lanzando otro haz más en dirección a Nessie y sonrió, lo hizo solo para ella, para darle a entender que la recordaba, que haría lo imposible por recuperarla y que... que sería capaz de todo. Absolutamente todo. —¡Jacob! —gritó con todas sus fuerzas. La niña abrió los ojos desmesuradamente al librarse de lo que fuese que Chelsea estaba haciendo sobre ella, pero también al escuchar aquel nombre que no había dejado de repetir en sueños durante todo ese tiempo y, de repente, comenzaron a escucharse los latidos de al menos una veintena de lobos que avanzaban en su dirección. Sus pasos pesados y fuertes hacían retumbar la tierra bajo sus zarpas y según iban apareciendo, todos se fueron colocando a los lados del pequeño grupo de vampiros, aunque miraban de reojo y con cierta reticencia al ejercito que continuaba formando e impasible a todo lo que sucedía en el claro. Jake se colocó al lado de Emmett y le dio un empujón cariñoso haciendo que el vampiro trastabillase un poco, Emmett sonrió, el lobo soltó un gemido parecido a una risa ahogada y volvió la mirada al frente. Allí había un enorme grupo de vampiros de ojos rojos, a ninguno de ellos se le veían buenas intenciones, pero tampoco parecían tenerlas los que formaban el ejército que tenía a su lado. 12
De entre todos los chupasangres que tenía enfrente emanaba un olor diferente, algo dulce y fresco a la vez, además acompañado del latido de un corazón, un corazón humano. Buscó su origen entre ellos, hasta que se topó con los ojos marrones más claros que había visto en su vida y no eran claros por su tonalidad, ya que eran de un color chocolate con leche bastante oscuro. Eran claros por los sentimientos que emanaban, los mismos que llegaban a él y parecieron transportarle a otro lugar. Fue como un destello, un haz de luz que fulminó todas sus creencias de un solo plumazo, lo que era, lo que sentía... todo en lo que había creído hasta ese momento dejó de carecer de sentido. Las cuerdas que parecían atarle al mundo fueron cortadas de un solo golpe y casi por arte de magia se aferraron a ella, a sus ojos, a su sonrisa, al ritmo del latido de su corazón que bombeaba cada vez con más velocidad. Sus patas delanteras cedieron y cayó al suelo con un gemido, pero no tardó el volver a ponerse en pie con una nueva certeza que quemaba en el centro de su pecho. Tomó una fuerte bocanada de aire y lo dejó salir con un aullido que rasgó el aire y puso todo su pelaje de punta. El resto de la manada no tardó en imitarle, el cielo de aquel bosque situado a un costado de Forks, se llenó de la canción lobuna más bella que nadie de los presentes había escuchado jamás y el vampiro de ojos rojos que lo observaba todo casi maravillado, tuvo que dar un paso atrás ante la mirada del macho alfa de esa manada, que había encontrado la razón más importante para acabar con todos ellos: la única razón de su existencia.
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