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Capítulo 22 — Vendetta Bella POV Llevaba un par de semanas en el hospital. Desde que desperté Emmett no apareció por allí, y yo estaba planeando mi venganza. Alice me dijo algunos tucos, cosas que lo irritaban, aunque realmente no las necesitaba, recordaba perfectamente la personalidad de Emmett y sabía que después de Rosalie, lo más importante para él era su jeep. Edward pasaba todas las noches a mi lado y porque sabía que él era un vampiro y no dormía, que sino el pobre tendría más de una contractura en su espalda por culpa del incomodo sillón azul que había junto a la cama. Pasaba allí sentado toda la noche, según él solo me observaba dormir y escuchaba como hablaba en sueños. Me gustaba despertar y que su rostro fuese lo primero que veía. Carlisle consiguió que me pusiesen en una habitación privada a mi sola, lo agradecía, así cualquiera de la familia Cullen podía visitarme a cualquier hora. Me divertía contando los azulejos del techo, observando cómo progresivamente la poca luz del sol que se filtraba por las persianas avanzaba rectando por las paredes. Observaba los ojos de Edward, como día a día iban cambiando del dorado al negro poco a poco, para después, sin más, un día aparecer completamente dorados de nuevo. Era absurdo, lo sabía, pero Edward se negó rotundamente a que me llevasen algún libro, según él tenía que descansar y desconectar de todo para que mi recuperación fuese más placentera. Pero ese día estaba de muy buen humor, Carlisle me había dicho que al día siguiente me darían el alta y podría volver a casa. Lo estaba deseando, estaba deseando meterme en mi cama y dormir en ella abrazada a Edward. 2
Charlie apareció a media mañana con una notable cara de preocupación, algo pasaba, sus cejas estaban fruncidas y la mueca de sus labios era demasiado hosca. Me dio un beso en la frente y aunque la pregunté varias veces que era lo que pasaba, no me contestó, parecía como ido, más bien metido en sus pensamientos. No sabía lo que era lo que le pasaba y cuando una enfermera apareció sus primeras palabras del día fueron para ella: "¿Dónde está el doctor Cullen? " y sin más, después de su explicación salió de la habitación dejándome sola. Segundos después una muy sonriente Alice entró en mi habitación. Era extraño, desde unos días atrás todos los hermanos Cullen estaban yendo a sus clases del instituto, aparentando normalidad. Edward iba a regañadientes porque no quería dejarme sola, pero finalmente Esme consiguió convencerlo de que era lo mejor. Por eso, ver entrar Alice en mi habitación a esas horas y encima con esa sonrisa tan radiante no era normal... para nada normal. —¿Qué te pasa? —le pregunté. —Ya lo sabrás… no seas ansiosa—fue su única respuesta. Unos minutos después sonó su teléfono, se metió en el baño para hablar y que no la escuchase, pero fue inevitable oír su grito de alegría. —¿Ya ha llegado? ¡Sí! ¡A Bella le encantará! Después salió aparentemente muy tranquila de aquella habitación adentrándose en la mía, aunque por el tic de su labio superior, que temblaba ligeramente, sabía que estaba demasiado ansiosa por contarme lo que fuese que tenía que contarme y estaba al límite de su autocontrol. —Alice… —le reproché.
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Me dedicó una mirada de advertencia y se sentó de nuevo en aquel sillón azul. Me crucé de brazos e hice un mohín, pero eso no la ablandó en absoluto, solo soltó una risita y clavó su mirada en el suelo, incapaz de controlar el tic de su labio. Minutos después Carlisle y Charlie entraron en la habitación, el doctor le dedicó una mirada de desaprobación a su hija y susurró su nombre, a lo que ella, demostrando una absoluta madurez, respondió sacando la lengua. Charlie parecía más tranquilo ahora, aunque la preocupación no había desaparecido de su frente, reflejándose en sus arrugas. Pero su semblante era más sosegado. —Bella, mañana te irás a casa del Doctor Cullen —me dijo Charlie. Yo lo miré sin comprender, Alice daba saltitos sobre el sillón conteniendo una sonrisa y Carlisle miraba hacia otro lado visiblemente avergonzado por el comportamiento de su hija. —Tengo que salir del pueblo —continuó Charlie—. Voy a estar en Seattle haciendo un nuevo curso que es obligatorio, por lo que no podría cuidarte. Le pedí al Doctor Cullen… —Carlisle —lo interrumpió el interpelado con una sonrisa. Mi padre hizo una mueca de despreocupación. —Le pedí a "Carlisle" —dijo mirándolo de reojo— si te podía dejar en el hospital hasta que volviese, pero él me convenció para que te quedases en su casa. Su mujer podrá cuidar de ti mientras sus hijos están en las clases, hasta que tú también puedas volver. Lo miré incrédula. ¿Cómo habían hecho para convencerlo? No es que los Cullen no fuesen de su agrado, más bien todo lo contrario, los adoraba. Pero dejarme estar durante días bajo el mismo techo que Edward… era extraño, muy extraño para Charlie. Tenía que estar muy desesperado para acceder ante algo como eso.
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Charlie abandonó el hospital poco después, tenía que hacer la maleta y partir hacia Seattle esa misma tarde, por lo que no lo volvería a ver, así que despidió con un tierno beso en la frente y se fue maldiciendo por lo bajo, no quería dejar sola a su "niña" cuando más lo necesitaba. Alice estaba dando saltitos por toda la habitación y hablando tan rápido que no podía entender ni una sola palabra, aunque sospechaba lo que decía y estaba segura de que no me iba a agradar en absoluto. Carlisle simplemente rodó los ojos a su hija y salió de la habitación con una sonrisa de disculpa… así era Alice. Edward llegó a media tarde, mientras yo echaba una siesta, tiempo que aprovechó Alice para irse al centro comercial y darle un buen susto a la tarjeta de crédito. Cuando abrí los ojos sus preciosos orbes dorados brillaban con alegría. —¿Es verdad lo que me ha dicho Alice? —preguntó con una sonrisa. —Si te refieres a que pasaré una semana en tu casa… sí es verdad — contesté devolviéndole la sonrisa— Por cierto… "Hola" a ti también. La tarde pasó rápido y la noche dio comienzo, no dejaba de revolverme en la cama. Estaba muy nerviosa, dormir con Edward durante una semana no es que fuese algo nuevo para mí, pero sí era digno de estar ansiosa. Edward tuvo que tararear mi nana durante un par de horas para que por fin cerrase mis ojos y durmiese tranquila. Era temprano… muy temprano… demasiado temprano… cuando un terremoto de pelo negro y ojos dorados que no levantaba mucho más de un metro y medio del suelo estaba revoloteando por todos lados con varias bolsas en sus brazos. Abrí mis ojos y en cuanto la vi, los cerré de golpe intentando hacerme la dormida. —Bella… sé que estás despierta, te he visto, mueve tu culo de la cama… ¡ya! —gritó. 5
Gruñí… ¿cómo podía ser tan insoportable? Me duché y me vestí con ayuda de Alice… todavía tenía una férula inmovilizando mi perna y me costaba hacer algunas cosas. Lo peor fue que también me obligó a ponerme la ropa que ella misma había elegido, una falda negra y una blusa azul… sonreí en cuanto la vi, no era tan malo. Cuando salí del baño unos fríos y fuertes brazos me rodearon. Echaba de menos estar de pie, y aprovechaba cualquier momento que podía hacerlo para abrazar a Edward, era mi momento feliz. A media mañana partimos hacia la mansión Cullen, Alice no dejaba de enviarme miradas divertidas por el retrovisor, ya que ella conducía el volvo de Edward, mientras él y yo ocupábamos el asiento trasero. Alice me miraba y sonreía, mientras por mi mente pasaban mil y una formas de vengarme de Emmett… tenía que pagar muy caro el haberme dejando sin mi Chevy… sin mi adorada Chevy. Alice dejó el coche frente a la puerta principal y me llevó en brazos hasta el interior. Durante el trayecto había puesto en marcha mi plan contra Emmett, no sería gran cosa pero le enseñaría a no meterse con coches ajenos. En cuanto entramos Esme nos esperaba con una maternal y dulce sonrisa, así era mi mamá vampiro. Alice se acercó hasta Edward sonriendo con picardía. —¿Me la dejas unos minutos? —le preguntó a Edward con voz angelical. Él solo entrecerró los ojos y bufó. —Emmett se enfadará —murmuró. —Esa es la intención hermanito —canturreó Alice. Alice me tomó en brazos y me llevó hasta el garaje, justo al lado del jeep de Emmett, la miré preguntándole con la mirada. —Lo he visto… y ayer fui a comprar todo lo necesario —dijo con una sonrisa. 6
—¿Por qué me ayudas? —le pregunté— Tú odiabas mi camioneta. —Sinceramente sí, pero no me puedo resistir a una venganza, además eres mi hermana y las hermanas deben ayudarse. Me tendió una bosa y al abrirla una triunfal sonrisa se dibujó en mi labios. Esto sería divertido. Cogí las llaves de mi casa en primer lugar, y cojeando por culpa de la férula rodeé el jeep dejando que casualmente las llaves rozasen la pintura haciendo una ralladura bastante profunda. —Eso es muy cruel —susurró Jasper desde la puerta sonriendo ligeramente. —¿Y lo que le hizo a mi Chevy no es cruel? —le pregunté. Pareció pensarlo durante unos segundos y después asintió con la cabeza. Volví a mirar dentro de la bolsa y saqué unas cuantas barras de carmín, con las que pinté las ventanas con algún que otro dibujito. Después con bote de pintura en espray, rojo sangre… me puse frente al coche y en el capó escribí con letras enormes: "OSO TRAMPOSO" Edward entró en ese momento en el garaje y se quedó mirando al jeep con los ojos muy abiertos. Aguantó una carcajada y se puso a mi lado. —Recuérdame no enfadarte nunca —susurró en mi oído. Me giré para mirarlo y estaba sonriendo, así como Jasper que soltaba alguna que otra risita. —Ya están cerca —dijo Edward. —¡Alice! —grité. Ella lo entendió al instante y salió corriendo hacia la casa, volvió con un cuchillo de cocina en sus manos. 7
—¿Me dejas hacer los honores? —preguntó haciendo un puchero. Asentí con una sonrisa, y ella muy feliz rajó las cuatro ruedas del jeep. Edward me cogió en brazos y me llevó a la sala, me tumbó en el sofá y se sentó a mi lado. No tardé en escuchar como el descapotable de Rosalie entraba en el garaje. Después se oyó un silencio sepulcral, que solo lo rompieron las risas sofocadas de Alice escondida en la cocina. —Pequeña diablillo te vas a enterar —gritó Emmett entrando a la casa con una cara de enfado que podría atemorizar a cualquiera. Pero no me amedrenté, me puse en pie y lo miré desafiante. —No fue Alice —afirmé con seguridad. Su expresión se suavizó un poco cuando me miró y segundo a su segundo su cara se fue mostrando más tranquila hasta acabar con una mueca de desconcierto. —Bella… —susurró con un asentimiento de cabeza antes de subir escaleras arriba hacia su habitación. En cuanto se perdió de vista no pude evitar estallar en carcajadas, Edward tuvo que sujetarme para que no acabase en el suelo. Unos cuantos minutos después Emmett bajó las escaleras mientras hablaba por teléfono. —Sí… lo quiero en rojo… —decía— ¿Cuánto tardará?... ¿Una semana? Lo miré con una ceja alzada y cuando colgó se dejó caer a mi lado. Me miró sonriendo y poniendo esa expresión de niño bueno que lo caracterizaba, expresión que si no estuviese acompañada de los enormes músculos de sus brazos podría parecer que estaba con un verdadero niño.
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—Debería pedirte perdón, pero no lo voy a hacer —me dijo sin perder la sonrisa—, tú te encargaste de disculparme ensañándote con mi jeep. Lo miré con superioridad, o al menos intentándolo, no iba a hacer que me sintiese culpable. Se lo merecía… ¿cierto? —Totalmente —murmuró Edward a mi lado afirmando mis pensamientos. Le devolví una sonrisa y él tomó mi mano. —Aunque —continuó Emmett—, en realidad debería darte las gracias. —¿Por qué? —pregunté confundida. —¡Me voy a comprar uno nuevo! —gritó poniéndose en pie y agitando sus brazos efusivamente. De repente una muy enfadada Rosalie bajo las escaleras seguida de una sonriente Alice. —¿Compras? —preguntó Alice. —¿Has comprado un coche sin mí? —preguntó Rosalie gruñendo. Emmett tragó en seco y su vista vagaba entre Rosalie, Alice y a mí misma. —De esta no me olvido Bella… me las pagarás —susurró antes de salir corriendo adentrándose en el bosque seguido de Rosalie. Comencé a reír de nuevo y no pude evitar recordar cuando Emmett y yo hicimos aquella apuesta con un pulso, cuando yo era neófita. En aquel momento me resultó sorprendente que alguien con mi tamaño tuviese más fuerza que el enorme Emmett. Desperté de mi ensoñación cuando Edward comenzó a reírse a mi lado. —¿De verdad pasará eso? —preguntó entre carcajadas. 9
De acuerdo, que fácil era olvidarlo, lo había visto en mi mente. Asentí con la cabeza. —No me lo perderé por nada del mundo —continuó riéndose hasta que entró Alice en la sala y cuando se lo contó ambos se retorcían de risa.
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