1
Capítulo 27 — La caída de Berlín.
Bella POV El sonido de las ruedas frenando en seco frente al edificio de apartamentos retumbó en el aire que nos rodeaba, antes de que pudiese casi asimilar que nos habíamos detenido, Edward ya estaba abriendo la puerta del coche para mí y tendiéndome la mano. No me dio opción a vacilar ni a pensármelo mucho, me agarró de la cintura y sacó mi cuerpo del coche con un movimiento fluido. Cuando cruzamos la puerta del hall me echó sobre su hombro como si fuese un bárbaro y estallé en carcajadas. Lo sentía subir las escaleras, pero no era totalmente consciente de ello, ya que tenía frente a mis ojos la mejor imagen que podía haber imaginado nunca, el trasero de Edward enfundado en aquellos ajustados jeans, se contoneaba bajo mi mirada con movimientos rápidos y elegantes. Tragué en seco mientras veía como sus duros músculos se tensaban y se relajaban subiendo un escalón tras otro. ¿A caso quería matarme antes si quiera de comenzar? Se detuvo y oí el suave tintineo de unas llaves, pero no era plenamente consciente, además cuando quería era demasiado silencioso. Caminó unos cuantos pasos más y oí como se cerraba la puerta, después me vi frente a sus ojos dorados que me miraban intensamente, me quedé colgada de su mirada, ahogándome en ese mar de caramelo que me volvía loca. Edward se acercó a mí y apoyó su frente en la mía, suspiró contra mi rostro y yo cerré los ojos disfrutando de la sensación de su aliento golpeando contra mis labios. — Dime lo que estás pensando —susurró—, en estos momentos es cuando más quiero leerte y ahora mismo no puedo.
2
Alcé la mirada y me encontré de nuevo con sus ojos, suplicantes, pidiéndome a gritos en silencio que dijese lo que me estaba rodando la cabeza. — Te amo —susurré—. A veces pienso que no te merezco, que pones tu mundo del revés por mi causa sin recibir nada a cambio. — Lo recibo todo Bella —susurró pasando sus manos por mi cintura y atrayéndome hacia su cuerpo—. Solo con el existir, con respirar, con ver ese brillo en tu ojos… el haber pasado casi cien años de soledad, vale la pena por oírte decir cuánto me amas. No pude soportarlo más y me lancé a por sus labios, me estrechó contra su cuerpo y continuó el beso que yo había comenzado. Su lengua se abrió paso lentamente, embriagándome, dejando a su paso ese sabor dulce y a la vez picante que me hacía perder la cabeza. Mis manos se alzaron en el momento que su lengua rozó con la mía, y cuando ambas comenzaron a danzar y luchar entre sí mis dedos se enterraron en su pelo. Podía sentir las finas hebras broncíneas resbalando entre mis dedos, podía sentir la respiración acelerada e Edward contra mi rostro mientras me besaba apasionadamente. Mi corazón latía tan fuerte que amenazaba con explotar, la sangre ardía y burbujeaba en mis venas… hervía bajo el toque de las manos de Edward que se movían deseosas por mi espalda bajo mi blusa. Me fue empujando mientras caminaba, paso a paso iba avanzando hacia atrás, mientras sus labios me transportaban a un mundo en donde nada importaba, en donde solo Edward y yo éramos los únicos que tenían cabida. Mi teléfono móvil comenzó a sonar rompiendo la magia, Edward se apartó de mí con un gruñido de frustración y yo cogí el dichoso aparato con manos temblorosas.
3
— ¿Quién? —pregunté enfadada con quien quiera que fuese el que estropeó ese momento. — Bella, soy yo —oí la voz de Charlie— no iré a dormir a casa esta noche, hay problemas en el condado de Maine y tengo que viajar, lo siento. — No… no te… no te preocupes papá —balbuceé—, estaré bien. Después de una despedida escueta y rápida colgué el teléfono y lo tiré al sofá. Edward me miraba desde el otro lado de la habitación serio y con el ceño fruncido. — ¿Dónde estábamos? —pregunté con inocencia mientras me acercaba a él lentamente. Dio un paso hacia atrás y alzó una de sus manos indicándome que me detuviese. Se asió el puente de la nariz y suspiró. Cuando alzó la mirada de nuevo, no me gustó lo que vi en sus ojos… rechazo. Finalmente no pasaría nada. Antes de que pudiese si quiera abrir la boca caminé hacia la puerta de entrada, me apoyé sobre el quicio de esta y crucé mis brazos sobre mi pecho. Edward estaba frente a mí en un parpadeo, rodeando mi cintura con sus manos, intentando atraerme hacia su cuerpo. — ¿Qué pasa? —preguntó. — Nada… nunca pasa nada… llévame a casa —dije desviando la mirada. — Bella… entiéndeme, no quiero volver a hacerte daño, sé que ha sido muy poco pero… me siento culpable. — Estoy harta de tu culpabilidad —susurré. — ¿Qué? —preguntó. Sabía que me había oído, sabía que había entendido exactamente las palabras que había dicho, pero no sabía el por qué. 4
— ¡Que estoy harta Edward! —grité—. Estoy harta de que cada vez que intento acercarme a ti buscando tu amor me rechazas y te haces a un lado —alcé mi mano y lo golpeé en el pecho con mi dedo índice a lo que él dio un paso atrás—, estoy harta que tus besos y tus caricias siempre tengan un límite que tú mismo te pones — continuaba dándole con el dedo y él caminando hacia atrás—, harta de que siempre creas saber lo que es mejor para mí, harta de que siempre logres convencerme de lo que quieres —en ese momento Edward estaba acorralado contra una pared y yo frente a él—. Pero sobre todo, estoy hasta de tener que derribar tu estúpido muro cada vez que quiero avanzar un paso más hacia ti. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas, llegaban a mi barbilla que temblaba intentado contener los sollozos que estaba naciendo en el centro de mi pecho, junto a ese dolor lacerante que me producía su rechazo. Edward me miraba atónito, sin mover un músculo, sin siquiera parpadear. Cerré los ojos y me di la vuelta para irme de allí, ya había tenido suficiente, no podría soportar otro rechazo, ya había tenido bastante de él en mi sueño, y sobre todo no podría soportar como sus manos me alejaban de su cuerpo una vez más. Una de sus manos rodeó mi muñeca, intenté soltarme pero no me lo permitió, su agarre era fuerte y firme, pero sin llegar a hacerme daño. — Suéltame Edward —susurré con las pocas fuerzas que me quedaban. — No —oí su voz, pero muy bajo. — Edward… por favor —supliqué con mi voz temblorosa. — No, Bella. Su otra mano agarró mi otra muñeca, ahora lo tenía frente a mí, pero no quise mirar sus ojos, mantenía mi mirada alejada de la suya,
5
evitando ver el rechazo de nuevo en ellos, evitando un desgarro más a mi corazón al saber que era rechazada una vez más. Con un movimiento rápido sentí la espalda contra la pared, ahora era yo la acorralada, la que no tenía escapatoria posible. Sentí el cuerpo de Edward presionando contra el mío. Mi corazón se aceleró bajo el efecto de su cercanía, pero mis ojos se negaban a abrirse, no quería verlo y pensar que todo eso era un sueño. — Mírame… —susurró. Pero mis parpados no se movieron y negué frenéticamente con la cabeza. — Bella, por favor… mírame —suplicó. Abrí los ojos y miré su cara, sus facciones estaban marcadas, su mandíbula apretada y sus ojos fijos en los míos. Sus pupilas completamente dilatadas y su iris completamente negro, como el mismo carbón. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando vi su mirada, era dura, la mirada de un monstruo pero a la vez emanaba un calor abrasante. Sentí que me quemaba, que mi cuerpo se derretía bajo el poder de esa mirada. Alzó mis brazos sobre mi cabeza y los sujetó con una de sus manos contra la pared, inmovilizándome. Mi respiración se aceleró cuando su rostro estaba cada vez más cerca del mío. Mi corazón chocaba contra mi pecho amenazadoramente, parecía que de un momento a otro rompería mis costillas y saldría disparado. La sangre que me ardía en las venas se había arremolinado en mis mejillas, sonrojándome. La nariz de Edward hizo contacto con la mía, y el frío de su cuerpo me quemó. Su aliento golpeaba contra mis labios aturdiéndome, haciendo que mi cabeza diese vueltas, que mi mirada no pudiese quedarse fija en un solo punto. Cuando creía que sus labios iban a hacer contacto con los míos se alejó, su nariz delineó mi barbilla y lo oí inhalar con fuerza allí donde 6
latía mi pulso en mi cuello. Sentí sus labios fríos, presionando mi vena palpitante, sentí su lengua delinear su longitud a lo largo de mi cuello. Sentí un ligero estremecimiento de anticipación a lo que podría pasar si él perdiese el control… pero nunca miedo. Sus dientes rozaron mi piel y su lengua volvió a deslizarse por mi cuello. Un gemido involuntario abandonó mis labios. Su mano libre comendo a deslizarse por mi pecho, bajo mi blusa, con una lentitud perturbadora fue desabrochando uno a uno los botones que ocultaban mi pecho, sus dedos trazaron líneas imaginarias sobre mi sostén cuando ya estuve completamente expuesta ante él. Mi cuerpo temblaba en anticipación, mi piel reclamaba el toque de sus manos a gritos, pero su mano no aflojaba su agarre en mis muñecas para que pudiese abalanzarme sobre él y hacerle todo lo que deseaba hacerle. Su mano se deslizó entre mis pechos desde mi clavícula, rompió el sostén en un movimiento rápido, casi invisible, pero en lugar de detenerse y masajear mis pechos siguió bajando, su dedo delineó la línea hasta mi ombligo, allí hizo varios movimientos circulares a su alrededor y después siguió descendiendo, contuve la respiración cuando llegó al botón de mi pantalón, y cuando lo desabrocho y jugó con el elástico de mi ropa interior mi cabeza comenzó a dar vueltas, por lo que cogí una enorme bocanada de aire jadeando vergonzosamente. Los ojos de Edward estaban fijos en mi pecho, que subía y bajaba rápidamente debido al ritmo acelerado de mi respiración. Sus manos se deslizaron por mi cintura, continuaba trazando líneas que solo existían en su mente, eliminando todo atisbo de cordura que pudiese quedar en mi cuerpo. Mi piel quemaba… se abrasaba con cada caricia. Mi sangre ardía y circulaba a una velocidad escandalosa. Mi cuerpo entero temblaba y mis jadeos y gemidos eran incontenibles. Soltó mis muñecas y me aferré a su cuello, él pasó sus manos por mi cintura y me llevó hasta una de las habitaciones, donde me depositó con suavidad en una cama. Continué sintiendo sus caricias en mi 7
piel, en mi vientre, en mi espalda, en mis brazos ahora despojados de cualquier prenda que pudiese cubrirlos. Sentí sus caricias en mis caderas, haciendo desaparecer también mis pantalones acompañados de mi ropa interior. Y allí estaba, completamente desnuda ante él, en cuerpo y en alma. Podía sentir todo el poder de su mirada sobre mi cuerpo, pero no había pudor en mí, solo amor, amor que le juraba en cada suspiro que abandonaba mis labios, ese amor que profesaba cada una de las células de mi cuerpo cada vez que sus manos me rozaban. Otra vez con demasiada lentitud fue despojándose de sus propias ropas, dejando expuesta ante mí aquella piel de alabastro y mármol que me cortaba la respiración. Mis manos picaban por tocarle, por acariciarle tal y como él lo había hecho conmigo, pero no podía, mi cuerpo estaba completamente paralizado ante tanta belleza. Me quedé idiotizada observando el brillo de su piel bajo el último y travieso rayo de sol que se colaba por la ventana, sus movimientos elegantes y lentos más parecidos a un perfecto baile coreografiado que a otra cosa, a la profundidad de sus ojos negros, que sentía que si no me aferraba a la realidad con uñas y dientes, podría ahogarme en ellos perfectamente. Cuando ya nada cubría su piel se tendió a mi lado, acariciando mi vientre, mirándome y diciéndome cuanto me amaba sin pronunciar ni una sola palabra. No era necesario, sus ojos hablaban por él, sus ojos me prometían en cada segundo un amor eterno y sin medida, un amor que era correspondido con cada resquicio de mi ser. Se puso sobre mí, acariciando mi cuello con su nariz de nuevo, llevándome a lugares no imaginados que ni siquiera sabía que podían existir. Su miembro se fue abriendo paso en mí lentamente, fue abriendo mis paredes que aunque estrechas lo recibían abiertamente. Mis brazos se agarraron automáticamente a su espalda, evitando que se alejase un solo milímetro de mí, alcé mis caderas haciendo que mi interior lo recibiese con más profundidad, gimiendo por las 8
sensaciones que se liberaban a través de mis terminaciones nerviosas. Edward estaba inmóvil, con sus ojos negros como la noche clavados en los míos, con la luz del crepúsculo que ahora bañaba la habitación dándole a todo un toque rojizo volviéndolo casi mágico. Podía ver su cuerpo, perfectamente esculpido y delineado, parecía que los mismos dioses habían dejado escapar uno de ellos para colarse entre mis piernas. Edward sonrió con dulzura justo antes de moverse, justo antes de hacer que cerrase mis ojos con fuerza ante la magnitud de lo que sentí. Mis uñas intentaron clavarse en su espalda aunque sabía que era algo inútil, mi mandíbula se cerró con fuerza ahogando los gemidos que amenazaban con salir. Mi pierna sana rodeó su cintura atrayéndolo más a mí, haciendo que se enterrase todavía más en mi ser. Volví a abrir mis ojos y lo que vi me dejó maravillada. Los ojos de Edward, negros, ardientes… me contemplaban fijamente mientras el vaivén constante de su cuerpo no cesaba. Sus pupilas se fijaron en las mías y en ese mismo instante vi su alma, esa que negaba tener, esa que creía no merecer, yo la estaba viendo, sentía como se fundía con la mía. Sentía que con cada roce, con cada "te amo" que sus ojos gritaban en silencio, estábamos más cerca del cielo. Me besó, me besó con fiereza, inundando mi boca de su sabor, haciendo que perdiera la consciencia de donde estaba, centrando mi atención únicamente en él y en lo que sentía. Sus labios descendieron por mi cuello, volvieron a presionar mi pulso, un latigazo de deseo me azotó el estómago cuando su lengua volvió a deslizarse por esa vena que lo estaba llamando, sabía que para él era un esfuerzo el contenerse, y yo no le estaba facilitando nada exponiendo mi cuello ante él. Volví a sentir sus dientes sobre mi piel, rozando, tentando lo que sabía que no probaría, amenazando con algo que estaba completamente segura de que nunca lo haría. Pero con un roce más 9
de sus afilados caninos un líquido abrasante comenzó a descender por mi cuello. No me asusté de su rugido, ni de sus ojos más negros de lo que había visto nunca, los míos se cerraron y me dejé llevar, otro latigazo de placer en mi estómago hizo arquear mi espalda. Y la lengua rápida y húmeda de Edward sobre mi cuello, saboreando ese néctar que era prohibido para él, gimiendo mientras lo hacía, esos suspiros sobre mi piel me transportaron a lo más alto. Notaba el placer deslizándose por mis venas, llegando desde la punta de los dedos de mis pies a cada parte de mi cuerpo, me sentí estremecer bajo su peso, me sentí temblar y gritar su nombre entre gemidos, pero apenas era consciente de ello, solo la hoguera que se había despertado era mi vientre, solo el calor que me abrasaba allí donde Edward me tocaba, solo los jadeos ahogados de mi pecho me trajeron de nuevo a la realidad… con Edward también jadeando a mi lado, conmigo desmadejada sobre la cama. Miré sus ojos mientras una sonrisa surcaba mis labios, y solo vi terror en ellos, terror que me paralizó y me llenó de miedo a mí misma. —¿Estás bien? —pregunté asustada. —No te acerques —susurró con voz contenida y fría. Esperé unos minutos a que el ritmo de mi corazón y de mi respiración volviesen a la realidad. Edward continuaba inmóvil a mi lado en la cama, exactamente como estaba minutos antes. Paralizado y mirando un punto en el vacío del techo. —Edward —susurré su nombre. —Lo siento —dijo demasiado bajo—. No sé que me ha pasado, no me he podido controlar… Bella lo siento mucho, no tenía que haber hecho eso, te prometo que no volverá a…. Detuve su discurso tapando su boca, me miró suplicante, muerto de miedo. 10
—No lo digas… —le supliqué con la mirada. Lo abracé enredando mi cuerpo con el suyo, apoyando mi cabeza en su pecho, después de depositar un beso allí donde estaba ese corazón dormido durante tantos años. Suspiró contra mi mano y rodeó mi espalda presionándome contra su cuerpo. Su piel fría me hizo estremecer, pero una risita abandonó mis labios. —Quiero que vuelva a pasar Edward. Quiero volver a ser tuya con todas sus consecuencias— susurré contra su piel Lo sentí estremecerse, temblar, suspiró de nuevo e hizo que lo mirara a los ojos. —He estado a punto de matarte —dijo clavando su mirada en mí. —No lo has hecho, sé que me amas demasiado para poder hacerlo —sentencié. —No te puedo prometer que no vaya a hacer el amor contigo, porque sé que me lo pedirás y no podré negarme, pero nunca volverá a pasar eso —dijo en un susurro. —¿Qué tal ha sido? —pregunté con picardía. —No tengo palabras para describirlo… si tu cuerpo de por sí solo es… aditivo. Mezclado con tu sangre no tiene precio. Te amo Bella… solo de imaginar que… que podría haberte matado, que mi ponzoña pudiese haberte convertido… dios mío —cerró los ojos con fuerza y sentí sus puños apretados en mi espalda. —Pero no ha pasado… ¿cierto? —pregunté acariciando su mejilla. —No ha pasado esta vez —dijo volviendo a mirarme. —Ni pasará la siguiente, sé que tu amor no te permitirá hacerme daño. Solo estamos disfrutando de nuestro cuerpo, Edward. No es nada malo.
11
—No sé cómo eres así conmigo, deberías estar aterrada y corriendo lo más lejos de mí que pudieses… y en cambio intentas convencerme para que vuelva a pasar… no lo entiendo —dijo confundido. —Te amo… y estoy segura de que tú me amas de igual modo. Con eso no hay mal que pueda acecharnos… nunca… juntos podremos contra el mundo entero si es necesario. Sonrió con una mezcla de ternura y tristeza, me abrazó e hizo que apoyase de nuevo la cabeza en su pecho... en su silencioso pecho. —Duerme mi Bella… mañana será otro día —oí su voz antes de perderme en la inconsciencia recordando todo lo que había pasado en esa cama.
12