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Capítulo 28 — Una ocasión especial. Bella POV —Bella… —canturreó Alice entrando por la ventana de mi habitación— ¡Tengo una sorpresa para ti! Gemí muy bajito y me tapé más con las mantas fingiendo dormir, sabía de antemano que no funcionaría, pero no era malo soñar con que lo hacía y continuar durmiendo un poco más… solo eran las seis de la mañana… ¿Es que Alice no tenía conciencia? —Sé que no estás dormida, así que no es necesario que sigas fingiendo —volví a oír la voz de Alice. Me incorporé un poco y la miré entre mis parpados entrecerrados, estaba sentada a los pies de mi cama con las piernas cruzadas bajo su pequeño cuerpo. Tenía una sonrisa deslumbrante y su aspecto, como siempre, era despampanante. Suspiré hastiada y me froté los ojos con el dorso de la mano… no quería… no… no sabía cómo había accedido voluntariamente a esa tortura, pero conociendo a Alice ya podía dar por sentado que no habría modo de librarse. —¿Qué pasa, Alice? —pregunté con voz pastosa. —¡Es genial! Te encantará lo que voy a decirte —comenzó a dar palmas efusivamente mientras su cuerpo rebotaba sobre el colchón. —¡Ni se te ocurra, Alice! —la voz dura de Edward me sobresaltó y ahogué un grito en mis manos— Te dije que se lo diría yo. —Pero yo quiero hacerlo —contestó ella haciendo un puchero. —No vas a convencerme, vete a casa que yo llevaré a Bella en un rato —dijo con firmeza sin apartar los ojos de ella. —Aguafiestas —se fue murmurando hacia la ventana, la abrió y alzó un pie dispuesta a colarse por ella, antes de que pudiese hacerlo, en 2
un segundo la tenía a mi lado y cerca de mi oído —¡Carlisle dice que ya te puedes quitar la férula! —dijo en mi oído. —¡Alice! — Gritó Edward enfadado. Antes de que pudiese parpadear Alice ya había desaparecido y solo dejó tras ellas el ruido seco de la ventana cerrándose y las cortinas meciéndose suavemente por la velocidad de su escapada. Miré a Edward que en ese momento estaba junto a la ventana sujetándose el puente de la nariz y resoplando, parecía molesto. —¿Es verdad eso? —pregunté esperanzada. —Sí —suspiró—, pero quería decírtelo yo… Abrí los brazos esperando que entendiese el mensaje y claro que lo hizo, en un segundo estaba entre ellos con cabeza apoyada en mi pecho, escuchando los latidos de mi corazón. —Que más da quién me lo diga… el caso es saberlo y que disfrutaré contigo de no tener esta cosa impidiendo que me mueva con libertad —dije con una sonrisa. —A mí me gusta que la tengas —lo oí susurrar. —¿Por qué? —pregunté molesta… ¿por qué decía eso? ¿Le gustaba verme lastimada? —No pienses tonterías… —me dijo apartándose un poco y mirándome a los ojos— no me gusta verte lastimada… si por mí fuese te metía en una urna de cristal para que no te pasase nada. Resoplé y me crucé de brazos, estaba al tanto de su sobreprotección hacia mí, pero que me lo dijese tan claro… no me gustaba. —Me gusta que tengas eso puesto porque con él tienes cuidado al caminar y no te tropiezas tanto —explicó.
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—Eso es porque cuando camino siempre estás a mi lado para evitar que me caiga —refuté—, eso podrás continuar haciéndolo aunque no tenga esta estúpida cosa en mi pierna. —Como sea… —dijo restándole importancia a nuestra conversación— ¿Me dejas hacer los honores? —preguntó con una radiante sonrisa. Asentí y su sonrisa se ensanchó, incluso pude ver un leve destello en sus ojos. Aparté las mantas que todavía cubrían mi cuerpo y Edward se puso de rodillas en el suelo al lado de la cama. Con movimientos lentos y calculados, comenzó a soltar las tiras de velcro que sujetaban la férula a mi pierna, sus ojos no abandonaron los míos mientras lo hacía y sentí como mi alma se carbonizaba bajo esa mirada. Cuando deslizó esa cosa por mi pierna sus dedos rozaron levemente mi piel haciendo que una descarga eléctrica recorriese mi cuerpo y me hiciese tensarme. Mi corazón se aceleró y mi respiración se volvió errática. Y Edward… él sonreía socarronamente siendo conocedor de lo que provocaba en mí. Rodé los ojos y me dejé caer sobre la almohada de golpe, sabía que no llegaría más allá en mi casa y con mi padre roncando al otro lado del pasillo, así que no me haría ilusiones. Pero él parecía no estar de acuerdo conmigo, se tumbó a mi lado y me estrechó con fuerza contra su cuerpo. Sus labios comenzaron a besar mi rostro, se deslizaban por mis mejillas, por mi cuello, mi frente, mis labios, mis hombros… todavía estaba procesando las sensaciones que provocaban sus labios sobre mi piel, cuando ya estaba recibiendo un nuevo beso que me hacía perder la cabeza. Resoplé con fuerza y haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad presioné mis manos contra su pecho. Edward se alejó reticente y me miró sin comprender. —¿Qué… qué pasa? —preguntó confundido. —¿Qué crees que estás haciendo? —le contesté levantando una ceja. 4
—No me contestes con otra pregunta —bufó. —No vas a apagar el fuego que estás encendiendo... así que mejor déjalo antes de dejarme frustrada —susurré. —Yo también me quedo frustrado… no creas —dijo mientras se enderezaba en la cama y me miraba entre sus pestañas—, y he esperado por eso más tiempo que tú. —¡Oh! Dios todo poderoso… —me burlé mientras me ponía en pie y buscaba ropa limpia en mi ropero— haberlo pensando antes y me dejabas a mí cien años de celibato. —No seas estúpida —negó sonriendo. —Estoy deseando casarme contigo para no tener que esperar para poder estar juntos —murmuré sin pensar en lo que decía. En seguida sentí sus manos rodeando mi cintura y su pecho rodeado mi espalda. —Sabes que eso tiene solución… ahora mismo nos podemos ir a Las Vegas y acabar con este martirio cuanto antes —susurró en mi oído. —Sí ya… eso sin tener en cuenta que ambos supuestamente somos menores de edad —murmuré. —Eso es un detalle sin importancia, en un par de días tendría los documentos necesarios para que pudiésemos casarnos sin problemas —dijo mientras me giraba entre sus brazos y unía sus labios a los míos, me aparté al instante recordando que todavía no me había lavado los dientes. Como pude me deshice de su abrazo y fui al baño para cambiarme de ropa y lavarme los dientes. Cuando regresé a la habitación Edward estaba apoyado en la pared mirando su teléfono móvil con una sonrisa divertida surcando sus labios. 5
—¿Qué es tan gracioso? —pregunté acercándome a él. Me extendió el teléfono y pude leer el último mensaje de texto que había recibido: "Si vais a Las Vegas prometo torturas para los próximos dos siglos. Alice." Me reí entre dientes mientras le devolvía el teléfono y él lo guardaba en un rápido movimiento. —Mejor vayámonos antes de despertar la furia de Alice —le dije todavía sonriendo. Después de bajar a la cocina a dejarle una nota a mi padre diciéndole donde estaba, Edward me cargó en su espalda y corrió conmigo hasta la mansión Cullen una vez más. En cuanto cruzamos la puerta principal Rosalie, Esme y Alice nos estaban esperando en el gran salón, la última estaba cruzada de brazos y mostraba un gesto hostil, Jasper estaba tras ella sujetándola por la cintura intentando ocultar una sonrisa. Edward negó con la cabeza y Alice endureció más su gesto. Jasper levantó una ceja inquisitivamente y con un gesto de Edward dejó pasar el tema. —Os acordareis de mí, los dos —masculló la pequeña Cullen entre dientes. —Ya me casé una vez en mi sueño y no pienso repetir el procedimiento, Alice —dije adivinando lo que estaba pasando por su cabeza. Ella abrió la boca para hablar, pero Edward se le adelantó. —¿No piensas casarte? —preguntó con la mandíbula tensa. —Sí… pero no frente a todo Forks como la otra vez, una súper fiesta es suficiente en toda mi vida —contesté—, algo intimo y personal será suficiente para mí esta vez. 6
Su gesto se suavizó y me dedicó una sonrisa amable mientras sus ojos titilaban. Pero Alice se acercó a mí corriendo y me tomó de las manos. —Creía que era tu hermana y me querías —dijo haciendo un puchero y con sus ojos brillando mucho. —Eso no funcionará otra vez —murmuré cruzándome de brazos. —¿Otra vez? —preguntó frunciendo los labios. —La otra vez utilizaste el mismo método… no volveré a caer — negué con la cabeza mientras intentaba ocultar una sonrisa. Alice resopló y desapareció en un segundo, Jasper negó con la cabeza mientras sonreía e iba tras ella. —Se le pasará —susurró Esme antes de meterse en la cocina —te prepararé el desayuno, ve a la habitación de Edward que enseguida te lo subo —oí su voz desde la otra habitación. Antes de que pudiese objetar nada Edward me estaba cargando y me llevaba a una velocidad poco humana hasta su habitación. Me dejó sobre la cama y antes de que pudiese pensar en nada ya estaba sobre mí besándome. Sus labios se movían con urgencia sobre los míos, yo me dejaba llevar por todas las sensaciones que provocaba en mí. Acaricié su espalda mientras él metía las manos bajo mi camiseta acariciando la piel de mi cintura. Yo también tiré de su camiseta y se la subí dejando su vientre descubierto, mis manos se aventuraron a acariciarle, y yo sentía mis dedos hormiguear después de acariciar su piel. Nuestro simple beso estaba desembocando en algo mucho mayor, algo que estaba por salírsenos de las manos cuando unos golpes en la puerta nos desconcentraron y Edward se levantó gruñendo. —¡Alice, vete! —dijo con voz dura mientras se sujetaba el puente de la nariz. 7
—Bella accederá, lo he visto —canturreó feliz. —¡Alice! —gemí tapándome la cara con las manos. Después oí la voz de Esme hablando en susurros y Edward comenzó a reírse. Le pregunté qué era lo que estaba pasando pero no quiso contestarme así que me enfurruñe. Un par de minutos después Esme entró en la habitación con mi desayuno y yo, todavía molesta con Edward por no contarme lo que pasaba, comencé a comer en silencio. Enseguida se sentó a mi espalda y rodeó mi cintura con sus manos. —Esme estaba riñéndole a Alice por no dejarte tranquila… no fue nada malo —susurró en mi oído —Lo que sea —murmuré con la boca llena intentado no centrarme en lo que provocó su aliento helado chocando con la piel de mi cuello. Después de acabar mi desayuno Alice y Rosalie entraron en la habitación de Edward sin siquiera llamar a la puerta y me arrastraron hacia la habitación de Alice. Me quejé porque ni siquiera me habían dejado despedirme de él pero ellas me ignoraron. Estuvieron la mayor parte del día echándome diferentes cremas, mascarillas, tónicos… y todo lo que se les podría pasar por la mente. No entendía como ellas sabían tanto si ni siquiera necesitaban ni una de esas cremas en su perfecta piel de mármol. Eran cerca de las cinco de la tarde cuando me pidieron que me pusiese en pie para ponerme el vestido, por lo visto ya estaba perfectamente peinada y maquillada, me había quedado dormida y no me di cuenta de nada. Cuando Alice quitó el protector que cubría el vestido y una enorme sonrisa ocupó mi rostro… ¡era el mismo! Aquel vestido azul que tanto le había gustado a Edward. Incluso aquellas trampas mortales llamadas zapatos de tacón sujetos con cintas de satén estaban colocadas en una esquina esperando que mis pies las recibiesen. 8
Con ayuda de Alice y Rose me coloqué el vestido con cuidado de no estropear el trabajo que ellas habían realizado durante horas, Alice me pasó los zapatos y me los puse sin una sola protesta, lo que hizo que ella me mirase suspicaz. Había decidido disfrutar del día, olvidar que mis "cuñadas" me habían tenido encerrada durante horas y sometidas a las más infame de las torturas comúnmente llamada tratamiento de belleza. Olvidar también que llevaría unos tacones de ocho centímetros cuando yo me tropezaba hasta con el aire. Y sobre todo, olvidar que bailaría delante de todo el instituto. Mientras tuviese a Edward a mi lado nada de eso importaría, así que dibujé mi sonrisa más deslumbrante y salí de aquella habitación con la cabeza bien alta. Al bajar las escaleras con extremo cuidado vi a los chicos esperándonos abajo, todos llevaban un traje negro y corbata a juego, con sus camisas perfectamente blancas. Jasper leía distraídamente un libro, Emmett me miraba de reojo con una sonrisa, supongo que esperando que me tropezase e hiciese una de mis entradas triunfales, y Edward paseaba nervioso. En cuanto sus ojos se posaron en mí una perfecta sonrisa se dibujó en su rostro y yo sentí como mi corazón se salta un latido sin mi permiso. Todos me miraron sonriendo y yo rodé los ojos… estúpidos sentidos vampíricos… así era imposible guardar un secreto. En cuanto estuve al pie de las escaleras Edward me estrechó entre sus brazos y besó mi cuello, supuse que bajo amenazas de la pequeña Alice para no estropear mi maquillaje. —Estás sencillamente deslumbrante —susurró en mi oído de nuevo. Enrojecí y escondí mi rostro en su hombro, mientras oía las atronadoras risas de Emmett, dirigidas a mí, por supuesto. Salimos de la mansión por parejas, Emmett y Rosalie en el M3 de la última, Alice y Jasper en el Mercedes de Carlisle y Edward y yo en Aston Martin. Todavía recordaba aquel viaje en el que acabé 9
llorando porque Edward me había engañado para llevarme al baile, cuando yo me había hecho ilusiones sobre mi posible conversión. También recordé la inoportuna presencia de Tyler Crowley en mi casa esperando que yo fuese su pareja. Inevitablemente comencé a reír recordando aquel suceso, y las palabras que Edward le dijo al teléfono: "Lamento que se haya producido algún tipo de malentendido, pero Bella no está disponible esta noche —el tono de su voz cambió, y la amenaza de repente se hizo más evidente mientras seguía hablando—. Para serte totalmente sincero, ella no va a estar disponible ninguna noche para cualquier otra persona que no sea yo. No te ofendas. Y lamento estropearte la velada —dijo, pero lo cierto es que no sonaba como si no lo sintiera en absoluto." Todavía estaba riéndome cuando noté que Edward acompañaba mis risas. Lo miré alzando una ceja y el dejó de reírse para sonreírme. —A veces es bueno poder leer tus recuerdos… lamento no tener ese en mi memoria… sería fantástico saber lo que el pobre Tyler pudo contestar. —No leas mi mente sin permiso —dije enfurruñada cruzándome de brazos. —Sabes que es involuntario —se defendió—. Además… como quieres que evite hacerlo si piensas cosas tan interesantes —rió. Golpeé su brazo suavemente evitando hacerme daño y él se rió con más ganas. —No te burles, Cullen —lo reté. —No me burlo —tomó mi mano con una de las suyas y la llevó hasta sus labios para besarla, después la dejó sobre su muslo mientras él continuaba conduciendo. Llegamos al instituto para ver el estacionamiento casi lleno, aparcó su coche en su plaza habitual y tardó muy poco en bajarse de él y 10
dar la vuelta para abrir mi puerta haciendo una reverencia, volví a golpearlo en el pecho y el sonrió mientras atrapó mi mano en el aire y no la soltó arrastrándome con él hacia el interior del gimnasio. Después de comprar nuestros tickets entramos para quedarme completamente anonadada, no había ni un solo detalle que fuese diferente a mi sueño, incluso estaba mi aversión a bailar. La imagen de los hermanos de Edward bailando asaltó mi mente y él con un gesto de la mano me indicó donde se estaba produciendo esa escena, sonreí mientras veía como Rosalie levantaba pasiones y lo que no eran pasiones entre los chicos presentes y como Emmett presumía de chica con una sonrisa arrogante. Jasper intentaba sonreír, aunque le costaba un poco, sabía que le estaba costando mucho controlarse, los cientos de corazones palpitando más rápido de lo usual por el ejercicio al bailar estaban poniendo a prueba su autocontrol, pero sabía que nada pasaría. Alice bailaba alegremente con movimientos fluidos y elegantes. Era como ver a la mismísima Campanilla moverse alrededor de Jasper, solo le faltaban las alas para parecer un hada de verdad. Edward comenzó a reírse de nuevo y yo lo miré con el ceño fruncido. —Si ella se entera de que le has llamado Campanilla querrá venganza… y yo no me lo pierdo —dijo entre risas. Gruñí y me arrastré con cuidado a una de las mesas laterales donde estaba la señora Cope sirviendo ponche, puse mi mejor sonrisa para que ella me diese una copa y no tardó mucho en entregarme un vaso de plástico con el líquido rojo. Lo olí y enseguida arrugué mi nariz… estaba asqueroso. Edward me siguió y también él recibió un vaso del "preciado manjar" lo llevó hasta su nariz y lo olió para después hacer una mueca. —¿Se supone que debo beber eso? —me preguntó en un susurro.
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—Tú verás… pero yo no pienso hacerlo —contesté vaciando el contenido de mi vaso en la maceta de una planta de plástico… por suerte no moriría envenenada. Pasaron unos minutos en lo que solo me dediqué a observar el ambiente, pero poco a poco comencé a sentir calor, mis mejillas ardían y no era por vergüenza, me estaba asfixiando, creía que podría superar esto si intentaba dejar mis miedos atrás, Edward merecía pasar un día humano a mi lado, pero era superior a mí. Me sofocaban los lugares llenos de gente, el ambiente cargando y la música a todo volumen. Sentí la mano de Edward rodear la mía y otra posarse en mi cintura. —¿Salimos de aquí? —preguntó en mi oído. Yo solo asentí mientras mi cabeza comenzaba a dar vueltas. Edward literalmente me arrastró hasta uno de los jardines que rodeaban el gimnasio, se sentó en uno de los bancos y me colocó en su regazo, enseguida apoyé mi cabeza en su pecho y cerré los ojos esperando que se me pasase el mareo que había sentido. Edward comenzó a acariciar mi espalda haciendo movimientos circulares. El aire frío golpeaba mi cara y me espabilaba un poco, comencé a sentir frío, y mi piel se puso de gallina mientras un estremecimiento se apoderaba de mi cuerpo. Sentí como el cuerpo de Edward se removía bajo mi peso, y segundos después la chaqueta de su traje cubría mis hombros. Respiré profundamente haciendo que el aroma dulzón de Edward inundase mis pulmones y poco a poco comencé a sentirme mejor. Alcé la cabeza para encontrarme con sus ojos preocupados, e intenté sonreír para que se tranquilizara. Funcionó, porque me devolvió la sonrisa y acercó sus labios a los míos para darme un dulce beso. —¿Te encuentras mejor? —preguntó preocupado.
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Asentí sonriendo. Después alcé mi mano y acaricié una de sus mejillas, su piel estaba fría, suave… cerré los ojos y recordé aquella primera vez en su habitación, mis mejillas se pusieron rojas al instante y la risa de Edward me desconcentró. —Eres una pequeña pervertida —dijo clavando sus ojos en los míos. Obvié su broma y comencé a recordar de nuevo lo que había pasado mi primera noche del baile. Nuestra pequeña conversación sobre mi inmortalidad, su "pequeña" broma fingiendo que iba a morderme y después ese maravilloso verano que pasamos juntos. Suspiré y sentí la mirada de Edward en mí. —No solo quiero leer tu mente… —dijo— me gustaría oírtelo decir con palabras… ¿qué pasó? Lo miré sonriendo, me gustaba compartir mis recuerdos con él, sabía que él disfrutaba mucho con ello, aunque se lamentaba de no recordar nada, pero con las imágenes de mi mente y mis explicaciones podría casi poder revivirlos aunque él no estuviese del todo presente en ellos. —Me engañaste —comencé— no me dijiste que me traerías al baile, y yo pensé que harías otra cosa. —¿Qué cosa? —preguntó sonriendo. —Fui muy tonta y no sospeché nada hasta tu conversación con Tyler por teléfono, creí que me morderías esta noche. —Es una pena no recordar esa conversación con Crowley… — susurró aguantando la risa. —Todavía no entiendo como creyó que estando contigo iría con él al baile —murmuré para mí misma. —Todos tenemos derecho a soñar… —susurró. 13
—¿Tú sueñas? —pregunté sin pensar. Edward suspiró y cargó todo el poder de su mirada en mí. —Técnicamente no… pero sí tengo sueños… o metas, como quieras llamarlo —me estrechó con más fuerza hacia su pecho. —¿Cuáles son? —pregunté enterrando mi nariz en su cuello. Él se estremeció y rio por lo bajo. —Me gustaría saber a tiempo que es lo que traman los Vulturis, me gustaría ver a Nessie de una vez, pero sobre todo… espero el momento de pasar contigo el resto de mi existencia. Alcé la cabeza para mirar sus ojos, sus ojos dorados como el sol, sus ojos que hacían que perdiese el rumbo de mis pensamientos. Sonreí y tomé su rostro entre mis manos. —Lo de los Vulturis lo descubriremos pronto… Nessie aparecerá con el tiempo —dije mirando todavía sus ojos— y sobre lo último… tienes mi promesa de que así será… pase lo que pase, estaré siempre contigo. —Te amo… —susurró contra mis labios. Y no necesité contestarle con palabras, fundí nuestros labios dejando que su aliento me embriagase e hiciese que mi cabeza comenzase a dar vueltas, esperaba poder demostrar en ese pequeño gesto todo lo que Edward significaba para mí.
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