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Capítulo 30 — Felices dieciocho Bella POV Después de un verano fabuloso al lado de la familia Cullen las cosas iban bien. No tuvimos más visitas indeseadas de Volterra y aunque toda la familia estaba al pendiente, no parecía que nada fuese a pasar próximamente. Alice intentaba encontrar alguna de las decisiones que los Vulturis tomarían sobre nuestra familia, pero no había nada. A veces solo decidían cosas insustanciales que no tenía nada ver con nosotros y otras, simplemente, se encontraba con un muro de ladrillos que no dejaba ver lo que pasaba por la mente de esos tres locos vampiros. Hoy era el primer día de clase y como consecuencia… mi cumpleaños. Llevaba una semana auto convenciéndome de que en esta ocasión no pasaría nada, toda la familia conocía lo que había sucedido la vez anterior y estaban sobre aviso, además, Jasper prometió mantenerse alejado y Alice que no envolvería ningún regalo con papel plateado. En esta ocasión mi preocupación por cumplir años era inexistente, sabía que la historia debía seguir su curso para tener a Nessie conmigo. Aunque mi aversión a los regalos todavía estaba patente, no me gustaba que nadie se gastase dinero en mí, aunque los Cullen tuviesen dinero para comprarse un país entero si quisiesen, yo no quería. Después de dejar aparcado mi coche nuevo, sí… después de que me quitase la férula entre Rosalie y Edward me compraron un coche nuevo, un precioso y pequeño Audi cupé azul eléctrico, palabras de Rosalie. Debía admitir que en el fondo me encantaba, era confortable y muy sencillo de manejar si lo comparabas con mi adorada Chevy… aunque eso no lo reconoceré nunca frente a 2


Edward. Todavía recuerdo que la familia entera tuvo que luchar conmigo durante días para que lo aceptase. Estaba de acuerdo en que Edward me comprase un coche, ya que Emmett había destrozado el mío premeditadamente, pero no entendía porque tenía que ser un coche a estrenar, cuando con uno usado me llegaba más que de sobra. Después de aparcar mi coche nuevo a dos plazas del descapotable de Rose, salí de él con las mejillas enrojecidas, junto al coche de Rose había un enorme y amedrentador Emmett con un regalo en sus manos. Ya no era solo mi aversión a todo lo que llevase lacitos, porque ese regalo tenía uno enorme aunque no estaba envuelto, por causas obvias. Lo que me avergonzó fue la imagen que estaba proyectando Emmett ante todo el instituto, lo miraban con una ceja alzada y una evidente sorpresa ante lo que estaban presenciando. Emmett tenía entre sus manos ni más ni menos que un enorme oso de peluche color canela con un lazo rojo en el cuello, pero eso no era lo peor de todo, lo peor es que tenía una sonrisa tatuada en su cara marcando sus perfectos hoyuelos y una mirada de inocencia y alegría que te enternecía al momento. —¡Feliz cumpleaños Bella! —chilló cuando llegué a su lado. Un momento tenía mis dos pies sobre el suelo y al otro estaba en el aire envuelta en uno de los brazos de Emmett mientras en el otro todavía sostenía al oso de peluche, que me miraba resignado con sus ojos de plástico. —Bájala… que le vas a hacer daño —le regañó Rosalie. —Como si fuese de cristal —oí una voz mascullar. Al seguir la dirección de la mirada amenazadora de Emmett me encontré a un Mike Newton casi corriendo despavorido evidentemente amenazado por mi hermanazo mayor.

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—Toma Bella —dijo Emmett olvidando instantáneamente el cansino Newton y entregándome el oso. Cuando lo sostuve entre mis manos casi me muero del susto, lo juro, ese oso era casi tan grande como el mismo Emmett, estaba planeando como meterlo en mi casa sin que Charlie y yo tuviésemos que dormir en el porche, cuando el Volvo de Edward entró en el estacionamiento y aparcó al lado del coche de su hermana. Alice se bajó a la carrera de él y me entregó una bolsa mientras daba saltitos a mi alrededor. —¡Felicidades Bella! —chillaba emocionada— Quiero que te pongas eso esta tarde… te quedará genial y no quiero un no por respuesta. Después de una mirada de advertencia, que ella ignoró, y un "gracias" entre dientes se acercó a Jasper y lo arrastró de la mano hacia la entrada del instituto. Emmett y Rose se despidieron y también se fueron al interior del edificio alegando que tenían unos documentos que recoger en secretaría, ya que este año supuestamente comenzaban en la universidad. Y allí me quedé sola… bueno con el oso mimoso tamaño Emmett que continuaba mirándome fijamente con sus ojos de plástico, cuando una mano fría en mi cintura y un beso igual de frío en mi cuello me hicieron soltar una fuerte bocanada de aire por la sorpresa… aunque conocía perfectamente al dueño de esas manos esos labios. —Feliz cumpleaños, mi Bella —susurró en mi oído. Intenté girarme entre sus brazos que ahora rodeaban mi cintura, pero el maldito oso no me lo permitió. Edward rio entre dientes y me lo sacó de las manos tirándolo dentro del descapotable de Rose. Para después abrazarme como es debido y besar mis labios como se debía hacer. Este verano lo habíamos pasado prácticamente juntos. Yo solo pisaba mi casa para hacerle cena a Charlie y hacer acto de presencia, 4


ya que después, la mayoría de las noches, nos íbamos a casa de Edward y pasábamos la noche juntos. Charlie nunca sospechó nada, y si lo hacía nunca lo demostró, porque confiaba en Edward, aun con reticencia, pero veía que se desvivía por tenerme feliz y protegida, además de entretenida, porque decía que me dejaba demasiado tiempo sola. Alice llegó a ser para Charlie casi como otra hija y estaba por apostar que si le daban la opción de intercambiarnos con la familia Cullen todavía tendría que pensarlo. ¡La adoraba! Cada vez que entraba en casa y la veía sentada en la cocina o en el sofá se le iluminaba la cara, la verdad es que la pequeña Alice sabía cómo ganarse a la gente y Charlie era muy fácil de ganar aunque tuviese apariencia de policía duro y hombre serio. Después de un beso en el que Edward casi me hizo perder la consciencia se apartó de mí sonriendo mientras me recordaba que debía respirar… ¡como si fuese tan fácil! Él podría vivir sin hacerlo, pero mis pulmones tenían la estúpida necesidad de oxigenarse y siempre interrumpían mis besos con Edward cuando estaba en la mejor parte. —¿Ese era mi regalo? —pregunté mientras intentaba recuperar el ritmo normal de los latidos de mi corazón. Edward sonrió con inocencia y negó con la cabeza. —Vamos a clase… Romeo y Julieta nos esperan… —sostuvo una de sus manos en mi cintura y tiró de mí hacia el interior del edificio tres, donde ahora teníamos literatura. Mientras caminábamos, la mano que estaba en mi cintura fue descendiendo poco a poco hasta acabar en mi cadera y cuando quise darme cuenta la tenía metida en uno de los bolsillos traseros de mis jeans. Lo miré con una ceja alzada preguntándole mentalmente que estaba haciendo y él solo sonrió de lado y se encogió de hombros. 5


Me gustaba este Edward, era más humano, más desinhibido, más como hubiese sido si realmente hubiese nacido en esta época, con su caballerosidad y su respeto hacia mí, pero con su picardía y su espontaneidad que le daban ese toque que le faltaba a lo largo de mi sueño. La jornada de clases pasó demasiado lenta, no sé cómo todo el instituto se enteró de que ese día era mi cumpleaños, y a Jessica se le ocurrió cantarme el cumpleaños feliz a voz en grito cuando entré en la cafetería, no tardaron en seguirla todos, mientras veía a Alice sonriendo con malicia desde la mesa de los Cullen. Me tape el rostro con las manos gimiendo audiblemente. Mi cara estaba a punto de estallar por la acumulación de sangre… menos mal que Jasper ya no estaba en el instituto este año, porque no creo que pudiese controlarse demasiado bien. Edward envolvió mi cuerpo con sus manos y me arrastró hacia la mesa sin dejar de sonreír… ¿es que el perfecto vampiro no sabía lo que era la vergüenza? Y Alice… oh Alice… la pequeña y diabólica Alice, estaba segura de que lo sabía de antemano y no fue capaz de prevenirme… me las iba a pagar… iba a hacer que desease no haberme hecho enfadar. Cuando me senté la miré con los ojos entrecerrados y ella con una sonrisa me extendió un trozo de pastel mientras gesticulaba un "lo siento" inaudible. Gruñí mientras me lo comía y Edward y ella reían divertidos. Cuando nos fuimos a casa, yo acompañé a Edward en el volvo y Alice se llevó mi coche para dejarlo aparcado en frente de mi casa, así no podría escaparme de la fiesta con tanta facilidad. En cuanto llegamos a casa de los Cullen se respiraba el ambiente festivo aunque no había ningún tipo de decoración ni nada que lo delatara, quizás era mi aprehensión a todo lo que indicase regalos, pero yo no quería una fiesta, aunque ellos se empeñaron y no pude decir que no. Al entrar en la gran mansión blanca, los brazos de Esme me rodearon, seguidos por los de Carlisle. Ambos me felicitaron y me 6


desearon lo mejor. Alice apareció segundos después subiendo las escaleras a toda velocidad y bajando a los dos minutos con un vestido diferente y perfectamente peinada… añoraba moverme así de rápido… sería todo mucho más divertido y fácil. Yo ya me había cambiado de vestido en los baños del instituto por exigencias de ella, así que ya estábamos todos listos para lo que sería la celebración de mi mayoría de edad… ¡yupi! Grité mentalmente con sarcasmo, Edward entornó los ojos y tiró de mi mano para que me sentase en una de las sillas para comenzar a abrir los regalos. Esa misma mañana Charlie me había dado la cámara de fotos de parte suya y el álbum de mi madre, por lo que Alice estaba repartiendo fotos a diestro y siniestro. Después de un susurro entre dientes por parte de Esme, Rosalie y Emmett bajaron las escaleras acomodándose la ropa… prefiero no saber lo que estaban haciendo… ¡bendita ignorancia! Alice danzó hacia mí y me extendió varias bolas de colores, la miré enarcando una ceja y ella solo sonrió en disculpa… sí que se había tomado en serio lo de no envolver los regalos… los tenían todos metidos en bolsas sin ningún tipo de envoltorio para evitar posibles "accidentes". Me sorprendí gratamente con el contenido de las bolsas… ya que las cosas habían cambiado, mis regalos no eran para nada los mismos. Como ahora tenía un coche nuevo y con un reproductor de música "decente" a ojos de Emmett, mi regalo no fue el reproductor de mi sueño. Al abrir la bolsa y encontrarme un simple papel arrugué el ceño, y después mi cara se puso de un rojo escarlata cuando leí en él que lo que me regalaban era un vale de compra de dos mil dólares para gastar en victoria Secret. Miré a Rose y Emmett amenazadoramente y ellos solo sonrieron y se encogieron de hombros restándole importancia.

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—Ese regalo es más para Edward —susurró Emmett lo suficiente alto como para que yo lo oyese… lo que hizo que mis mejillas se pusiesen más rojas todavía. En la bolsa de Carlisle y Esme sí estaba mi regalo del sueño, los billetes de avión para ir a Jacksonville para visitar a Renée, se lo agradecí sinceramente, a lo que ellos me devolvieron una enorme y brillante sonrisa. Miré a Jasper de reojo, que se mantenía un poco distanciado y sonreía un poco apenado, así que con un movimiento de cabeza le indiqué que se acercase, lo hizo, pero se colocó prudentemente detrás de Emmett, mirándome con una disculpa. No le tenía miedo, sabía que si por algún motivo se salía de control conseguiría impedir que no pasase nada. Alice me entregó otra bolsa, al mirar la tarjeta solo aparecía el nombre de Jasper lo que me confundió. —Alice… — la llamé— ¿tú y Jasper no me hacéis un regalo conjunto? —le pregunté. Alice bufó y le dedicó una mirada a Jasper, que le sonrió y luego miró al suelo. —Jasper te ha comprado un regalo aburrido, yo quería regalarte algo más… Alice. Así que el mío es aparte, te lo daré después del de Edward —concluyó. Yo solo asentí indicándole que lo había entendido… era Alice, no era difícil imaginarse que haría algo así. Al abrir la bolsa de Jasper había otro papel, otro vale de compra, miré a Jazz enarcando una ceja y él sonrió. Era un vale de otros dos mil dólares de una librería de Por Angeles… ahora entendía porque Alice había dicho que era un regalo aburrido. Le agradecí en un susurro con una sonrisa y él me la devolvió algo avergonzado. 8


Edward me entregó su bolsa algo reticente, en sus ojos podía advertir que tenía un poco de miedo a mi reacción, aunque si no recordaba mal, solo me regalaría un CD donde había grabado sus canciones al piano, pero como en esta realidad las cosas habían cambiado… ya no sabía lo que esperar. Al mirar la tarjeta que acompañaba la bolsa, me sorprendí al ver el nombre de todos escrito en ella, pero no tuve tiempo a preguntar ya que enseguida comenzaron a alentarme para que lo abriese… ¡impacientes! Cuando saqué el contenido de la bolsa y los sostuve en mi mano tuve que ahogar un jadeo… ¿pero cómo…? Eso no podía ser, no… las cosas estaban cambiando tanto… aunque me encantaba el regalo, no era el momento, no todavía… para eso faltaba un año… ¡un año! Miré a Edward y él me miraba con el ceño fruncido, leyendo mis pensamientos y seguro que sintiéndose un poco mal. Le sonreí indicándole que todo estaba ben, aunque el miedo a que todo fuese muy diferente dominó mi cuerpo y Jasper tuvo que dar un paso atrás para controlarse. Edward me sonrió también y me extendió una mano para que la cogiese. —Esperaba que hubiese sido una sorpresa —dijo en un susurro. —Y lo ha sido… pero en mi sueño esto pasaba más tarde… pero puedo asegurarte que me encantará —le aseguré—. Si es tal y como recuerdo, será preciosa. No me dejó continuar, solo comenzó a caminar hacia el exterior de la casa mientras los demás se quedaban en el interior y se despedían alegremente. Al salir al jardín me subió a su espalda y comenzó a correr, yo abracé su cuello con mis brazos y reí ante la sensación del viento contra mi cara… me encantaba, era lo mejor del mundo. Edward acompañó mis risas y cuando me miró de reojo, pude apreciar que todas las dudas que había un par de minutos antes en sus ojos habían desaparecido.

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Cuando se detuvo me bajé de su espalda de un salto, con el tiempo me había acostumbrado y ya no me mareaba cuando corría con él. Caminé dos pasos hacia el frente y miré la cabaña desde un poco de distancia… Estaba exactamente como la recordaba… Una sonrisa involuntaria ocupó mi rostro al darme cuenta de lo que eso significaba. La historia había cambiado… sí, pero para mejor. Mis regalos eran diferentes, algunos acontecimientos se habían adelantado, pero todo estaba bien… ¡mejor que bien! Mi fiesta de cumpleaños había prácticamente pasado sin ningún incidente, por lo que Edward no me abandonaría en unos días. Además, que la cabaña significaba que no tenía intención de hacerlo. Todo estaba bien. Edward me tomó de la mano y tiró de mí hacia delante. Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta para mí. El olor a madera quemada inundó mis pulmones en cuanto entré en ella, y puede apreciar la chimenea encendida. Estaban la estantería repleta de libros de Edward y con algún título de mi interés, un equipo de música, cd´s… todo era exactamente igual. Edward me enseñó nuestra habitación, no sabía el motivo exacto por el que lo habían hecho, pero era una copia exacta a Isla Esme… hasta habían preparado la habitación de Renesmee, lo que hizo que estuviese a punto de llorar de emoción. Miré a Edward y él me sonrió como sabía que me haría temblar las piernas. Me acerqué a él y poniéndome de puntillas lo besé lenta y profundamente, agradeciéndole con ese beso su regalo. Cuando me alejé de él con la respiración entrecortada nos quedamos con nuestras frentes unidas, intentando mantener unos segundos más esa unión que tanto nos encantaba cuando nos besábamos, y tomando una bocanada de aire me aventuré a hacer la pregunta que me daba miedo pronunciar. 10


—¿El regalo de Alice es el ropero de nuestra habitación?

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