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Capítulo 5 — Seattle Bella POV Después de mi conversación Carlisle y Rosalie no sabía muy bien que pensar, todo era demasiado extraño. Carlisle parecía creerme pero mostraba una distancia prudente, quizá estaba asustado y lo entendía, yo en su lugar también lo estaría. Rosalie no dejaba de preguntarme cosas sobre Nessie… y yo encantada podría hablar sobre ella durante horas, eso sí, no podía evitar que las lágrimas rodasen por mis mejillas, la echaba demasiado de menos. Después de hablar con ellos me fui a mi casa antes de que los demás integrantes de la familia volviesen, no me sentía con fuerzas para encarar a Emmett y mucho menos a Edward. Aunque sabía que tanto Rosalie como Alice me apoyarían en todo, todavía quedaba mucha familia a la que tendría que ganarme de nuevo. Esa noche me metí en la cama temprano y dejé que los buenos acontecimientos de ese día invadiesen mi mente antes de quedarme dormida. Durante horas recordé los susurros de Edward en mi oído que, aunque intentaba asustarme, era su voz la que me hablaba y solo a mí, el abrazo de Rosalie en el estudio, la complicidad que todavía mantenía con Alice… ¡Alice! Había olvidado totalmente nuestra tarde de compras en Port Angeles… me senté en la cama de golpe y miré la hora en el reloj. Las dos de la madrugada… no era una hora muy recomendable para llamar a alguien… ¿pero qué demonios? ¡Alice no dormía! Bajé a la cocina sin hacer ruido para no despertar a Charlie y cogí el teléfono, esperaba que el número que recordaba del sueño fuese el correcto. Marqué con los dedos temblorosos y rezando mil plegarias 2


para que fuese Alice la que cogiese el teléfono. Después de cuatro tonos alguien descolgó del otro lado. —Familia Cullen —su voz aterciopelada hizo que mis rodillas temblasen. Cientos de noches acurrucada a su lado susurrándome palabras al oído invadieron mi mente de repente. Tuve que apoyarme en la pared para no caerme al suelo y dos lágrimas furtivas abandonaron mis ojos. —¿Hola? —volvió a hablar. —Dame el teléfono estúpido lector de mentes —bramó Alice de fondo— ¿Bella? —Alice —dije en un suspiro. —¿Estás bien? —preguntó alarmada. —Sí… yo… yo sólo —balbuceé, tomé aire y lo solté de golpe—. Sólo quería disculparme por haberme ido sin despedirme —dije en un susurro. —No te preocupes —dijo tranquilamente, y podía adivinar una sonrisa en su cara. —No, Alice— protesté—. Siento haberme perdido nuestra tarde de compras, me entretuve hablando con Rosalie y Carlisle y acabé agotada. Una carcajada se oyó al otro lado del teléfono. —Bella, no pasa nada… me lo cobraré otro día… —¿Cómo? Alice ¿qué estás pensando? Me das miedo —dije. —No temas… solo iremos a Seattle el próximo sábado, pasaremos allí el día ¿No es para tanto, no? —preguntó feliz.

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Gemí de frustración… compras… no me apetecía pasarme un día entero probándome ropa, y menos si Alice la elegía, pero era el único modo de pasar tiempo con ella. —Está bien, hablaré con Charlie mañana —susurré. —No te preocupes, dirá que sí y nos lo pasaremos genial. El martes tienes que estar espectacular para tu cita con Tyler. —¿Pero qué estás diciendo, Alice? —pegunte. —¿No me habías dicho que Tyler te llevaría a dar una vuelta en su furgoneta? Entonces entendí lo que ella pretendía y me eché a reír… —Estás loca —dije entre risas. —Ya lo he visto y será fantástico… y ya sé lo que te pondrás — podía imaginármela con los ojos extremadamente abiertos, con una enorme sonrisa y dando saltitos— ¡Ah! Y no te preocupes por eso… Rose me ha dicho que papá no sabe nada, aunque no entiendo lo que eso quiere decir. Tardé un largo minuto en descifrar la última frase… "papá, no sabe nada" sonreí. Edward… —Dale las gracias a Rosalie de mi parte —le pedí. —Lo haré… pero ¿cómo lo has hecho? ¡Rosalie te quiere! —Algún día lo sabrás Alice, hasta mañana —susurré de nuevo. —Hasta mañana Bella, descansa. Subí de nuevo a mi habitación y me dejé caer de golpe sobre la cama, tumbada sobre las mantas miré al techo y de nuevo los susurros de Edward en mi oído invadieron mi mente. Yo era frágil, eso ya lo sabía, pero cuando Edward estaba cerca me desarmaba completamente quedando a su merced. Los ojos se me fueron 4


cerrando paulatinamente y no recuerdo exactamente la hora a la que me dormí. Mis ojos se abrieron de repente cuando entre sueños oí como mi ventana se cerraba de golpe, miré a mi alrededor asustada y me encontré perfectamente tapada y calentita en mi cama. Miré hacia la mecedora y un escalofrío me recorrió la espalda… era imposible… eso no podía haber pasado. Edward no había pasado la noche aquí… para eso todavía faltaban un par de meses. Deseché ese pensamiento, darle más vueltas no me solucionaría nada y sabía que tardaría mucho en saber la verdad, si es que llegaba a saberla algún día.

La semana pasó rápido, cuando quise darme cuenta ya era viernes, al día siguiente iría con Alice, Rosalie y Esme a Seattle. Esme se había apuntado a última hora, alegando que necesitaba un par de zapatos nuevos, pero yo sabía que lo hacía porque no confiaba en mí. Eso me dolía, quería a Esme como si fuese mi madre y su desconfianza era un puñal directo al corazón. Pero sabía que no era su culpa y tampoco la mía, sólo necesitaba tiempo y muchísima suerte para que las cosas siguiesen su cauce. Durante el almuerzo en el instituto continuaba sentándome en la mesa con Mike y Jessica. Sabía desviar los intentos de Mike para pedirme una cita y también cazaba al vuelo las indirectas de Jessica cuando intentaba hacerme daño. El sueño me había demostrado en quien realmente podía confiar y ni Jessica ni Lauren entraban en esa categoría. Con Mike era diferente, era un buen chico, pero no parecía entender los límites que yo le imponía y siempre intentaba sobrepasarlos. Se me estaban acabando las excusas para evadirlo, pero aun así siempre conseguía escaquearme. Las cosas con Edward no podían estar peor. En el instituto me ignoraba completamente, durante la clase de biología parecía que me 5


sentaba sola en esa mesa, durante el almuerzo no me dedicaba ni una sola mirada, ni si quiera cuando Alice se detenía para hablar conmigo. Y lo peor era cuando iba a la mansión Cullen, él se encerraba en su habitación o directamente se iba en su Volvo y me dejaba allí plantada. Cuando eso pasaba Alice y Rose siempre compartían conmigo miradas cómplices, me apoyaban, pero no tenían ni idea de por lo que estaba pasando. Me sentía destrozada, para el amor de mi vida yo no era más que un estorbo. Mis sospechas de que Edward había pasado por mi habitación aquella noche iban disminuyendo. Nunca volvió a ocurrir lo de aquella madrugada y su comportamiento hacia mí confirmaba que todo había sido producto de mi imaginación, de ese subconsciente mío que siempre me jugaba malas pasadas… como en mi sueño. El viernes, al salir de clase, Emmett me esperaba sentado en el capó de mi camioneta, el volvo ya no estaba aparcado por lo que supuse que los demás Cullen ya se habían marchado. Llegué a mi coche y él se bajó de un salto y se puso frente a mí. —No lo entiendo —me dijo. —¿Qué es lo que no entiendes, Emmett? —¿Qué haces aquí? —preguntó. —Creo que esa pregunta la debería hacer yo —contesté levantando una ceja— Aunque estoy segura de que llegarías antes corriendo... ¿quieres que te lleve a algún lado? —Claro, vamos a comer algo —lo miré con una ceja levantada y el sonrió ampliamente— Tú irás a comer algo, yo haré que lo hago. Subimos a mi coche y nos dirigimos a la única cafetería del pueblo. —¿Esta chatarra no puede ir más rápido? —me pregunto sonriendo. —¡Un respeto! Que esta "chatarra" tiene casi tantos años como tú —dije con falsa indignación. 6


—Eso no voy a discutírtelo —sonrió medio marcando sus hoyuelos. Cuando llegamos a la cafetería yo pedí un delicioso batido de vainilla, y antes de que pudiese decir nada Emmett lo pagó y le pidió a la camarera que lo sirviese para llevar. Lo miré escéptica, pero su respuesta me convenció. —Tenemos que hablar, y no es lugar más adecuado para una conversación. —¿Te ha entrado hambre? —le pregunté con una enorme sonrisa… Se echó a reír mientras negaba con la cabeza y murmura "es imposible". Cuando nos dieron mi batido nos fuimos hacia mi coche y me pidió que le dejase conducir. Lo dudé durante un minuto, Emmett no era la clase de persona que tendría la paciencia necesaria para conducir mi Chevi… pero no tenía otra opción, necesitaba que confiase en mí, así que yo, a regañadientes, le confié mi coche. Condujo por un sendero que yo no conocí hasta que se introdujo en mitad del bosque y detuvo el motor. Nos quedamos en silencio unos minutos, conociendo a Emmett, seguro que intentaba plantearse como empezar esa conversación y no era capaz de hilar una frase coherente. Era buen chico, pero a veces su inocencia le jugaba malas pasadas. —¿Qué quieres saber? —le pregunté en un susurro. Levantó la cabeza y clavó sus ojos dorados en los míos. —Sé que algunos saben porque estás aquí, Rose es una de ellos — dijo—. La conozco perfectamente y sé que nunca aceptaría a un humano así como así. No quiere decirme nada… y no entiendo por qué. —Yo le pedí que no lo hiciera —contesté con sinceridad. 7


—¿Ves? —alzó la voz haciéndome dar un respingo— Tienes algo... Rose siempre hace lo que quiere… nunca aceptaría peticiones y mucho menos de un humano, no te ofendas. Sonreí, nunca había visto a Emmett hablar tan en serio y esa nueva faceta de él que estaba conociendo, me gustaba de verdad. Lo hacía verse como un hermano mayor, responsable y preocupado. —Quería ser yo la que os contase todo —murmuré bajando la mirada. —Ya lo sé… ese extraño sueño tuyo ¿verdad? —me dijo con un hilo de voz. —¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo ha dicho? —pregunté atropelladamente. —Escuché a Alice y Carlisle hablar el otro día —me dijo. Pero… ¿y si Edward también lo había escuchado? ¿Sería ese el motivo de su comportamiento conmigo? Mi cara debió de cambiar de expresión porque Emmett me miraba asustado. —Nadie más lo ha escuchado… —me tranquilizó. Pude respirar profundamente… pero aun así no entendía que pasaba con Edward… Después de otros tantos minutos de silencio me atreví a romperlo, ya que Emmett parecía distraído pensando en algo, y por lo que podía recordar siendo vampiro distraerse era muy sencillo y se perdía la noción del tiempo, ellos tienen toda la eternidad, pero yo no. —Emmett… ¿qué es lo que te preocupa? —le pregunté—. Soy una simple humana, nadie me ha enviado para haceros daño. Y estoy segura de que si quisieseis me podríais quitar de en medio fácilmente —me estremecí al pensar en la última frase. 8


—No me preocupas tú, me preocupa lo que has hecho en la familia. —¿Qué le he hecho? —pregunté alarmada. —Carlisle y Esme no dejan de hablar de ti, eso no sería malo si no estuviesen preocupados por Edward. Jasper y Alice apenas hablan porque ella está siempre pensando en cosas absurdas para que Edward no se entere de sus visones… Rose no deja de hablar con Alice sobre ti y de una tal Nessie con Carlisle. Y Edward desaparece durante las noches, eso sin contar que parece un fantasma… Me congelé literalmente en el asiento. No sabía que mi llegada a la vida y la casa de los Cullen había sido tan traumática para ellos. Y Edward… ¿estaba así por mi culpa? ¿Dónde pasaba las noches? —¿Qué pasaba con él en tu sueño? ¿Es verdad lo que he escuchado? —me preguntó visiblemente asustado. Suspiré y me armé de valor. —Estoy enamorada de Edward —musité. —Eso es evidente— se carcajeó. Pero algo en mi cara debió de cambiar porque se puso repentinamente serio—. Pero él no lo sabe, tranquila. Está demasiado ido para darse cuenta de algo. —¿Qué… que le pasa? —conseguí pronunciar. —Esperaba que tú me dieses alguna pista, porque no lo sabemos… Jazz y yo estamos desesperados porque ya no sabemos qué hacer para ayudarle. —Emm, te lo diré si me prometes algo. —le dije mirándole a los ojos. —A ver que me pides… te tengo miedo —sonrió de lado. —¿Te doy miedo? Tú eres el vampiro aquí, ¿recuerdas? —le pregunté levantando una ceja. Se rió con un poco más de alegría y 9


asintió con la cabeza —Edward no puede saber nada de esto… y Esme tampoco, quiero decírselo yo —le pedí. —No es tanto lo que pides… esperaba otra cosa… venga dime lo que sea —se removió ansioso en su asiento haciéndome sonreír. —En mi sueño, Edward y yo nos… casamos —su boca le llegó al pecho. —¿Qué… qué…? ¿¡Qué!? —balbuceó sin sentido —¿Estamos hablando del mismo Edward? —asentí. No sabía cuál sería su reacción, esperaba cualquier cosa viniendo del grandullón e impredecible de Emmett. Y lo que hizo sencillamente fue reír. Comenzó con una risa floja, tranquila... para ir subiendo gradualmente de volumen hasta que llegó un momento en el que las ventanas del coche retemblaban con sus carcajadas. Yo lo miraba sonriendo ¿qué más podía hacer? ¿Carcajearme con él? ¿Por qué no? Los dos acabamos sujetándonos la barriga mientras reíamos descontroladamente. Nos quedamos en silencio después de unos minutos sin parar de reír, me estaba limpiando las lágrimas que habían salido de mis ojos cuando sin darme tiempo a reaccionar dos enormes brazos me rodearon y me estrecharon contra el pecho de Emmett. —Así que… ¿serás mi hermanita? —preguntó divertido— Quiero decir… ¿te convertirás en una de nosotros? —Algún día… —suspiré abatida. —¿Qué pasa? Bueno… más bien ¿qué pasará? —preguntó con curiosidad —Edward no querrá hacerlo, siempre ha querido proteger mi humanidad —le expliqué. —Eso explica muchas cosas… —murmuró para sí mismo. 10


Encendió en coche y antes de ponernos en marcha de nuevo me revolvió el pelo con ternura. Yo sonreí plenamente satisfecha… había recuperado a Emmett. Emmett condujo con cuidado hasta llevarme a la mansión Cullen, donde estaba Alice en la puerta esperándonos con cara de asesina en serie. —¡Emmett Cullen! —chilló en cuanto pusimos un pie fuera del coche— ¿Se puede saber a donde la has llevado? ¡Llevo más de treinta minutos esperando! —Enana, no protestes… la he traído de vuelta de una pieza y sin derramar ni una gota de su sangre —le dijo Emmett tranquilamente. Alice no le dijo nada, tan sólo saltó sobre su espalda y comenzaron a pelearse en broma. Segundos después Rose apareció en la puerta de entrada, me tomó de la mano y me arrastró hasta el interior de la casa. —Déjalos, ya se cansarán— me dijo con una sonrisa. Yo sólo sonreí, me gustaba mucho la relación que ahora mantenía con ella, yo sabía que era una buena persona y me trataba con mucha ternura y cariño, algo extraño si recordaba mi sueño y todo lo que había pasado entre nosotras hasta mi regreso de Isla Esme con un nuevo habitante en mi cuerpo. Me gustaba esa relación con ella, me hacía sentirme en casa de nuevo. Cuando levanté la mirada hacia la sala, Esme estaba en el sofá ojeando una revista y Edward estaba sentando al piano, sus manos cerradas en puños que descansaban en sus rodillas y tenía la cabeza inclinada hacia delante. No podía ver la expresión de su cara, pero podría jurar que no era muy serena. Sin volverse ni decir nada se puso en pie y salió de la habitación a toda prisa. Me quedé en silencio mirando hacia la puerta por donde se había ido con el corazón en los pies. Ya no me dolía su indiferencia porque sabía que 11


para él no era indiferente, pero también sabía que no era como antes… él por mí solo sentía desprecio y eso era lo que me estaba matando. Sentí una suave y fría caricia en mi mejilla, volví la cabeza hacia Rosalie y ella me miraba con lástima. Sonreí pesadamente para tranquilizarla, aunque lo que me apetecía realmente era salir de allí corriendo y ponerme a llorar, pero no le daría ese gusto a Edward… si él me aborrecía, yo lo ignoraría. Estuve el resto de la tarde en casa de los Cullen, las horas pasaron rápidamente entre las bromas de Emmett y Alice… los dos se habían percatado de mi estado de ánimo y se habían confabulado para hacer sonreír a Bella, se lo agradecía, aunque sonreír era lo que menos me apetecía, lo hice por ellos. Esa tarde no volví a ver a Edward, a decir verdad no volví a verlo en todo el fin de semana y eso me ponía ansiosa. Él no tenerlo a mi lado ya era duro, pero el ni siquiera poder verlo acababa conmigo. Lo necesitaba… estaba desando que llegase el lunes para al menos compartir mi mesa de biología con él, aunque tuviese puesta aquella máscara de indiferencia. La noche del viernes tuve un sueño muy vivido, escuché como se abría la ventana y como rechinaba la tabla del suelo que estaba floja junto a la ventana. Después la habitación se llenó del sonido de la mecedora meciéndose acompasadamente. El aroma indudable de Edward inundó el ambiente y la suave cadencia de su respiración era como la mejor canción de cuna, me relajó e hizo que mis sueños fuesen tranquilos y sosegados. Sonreí entre sueños imaginándolo con una expresión tranquila mirándome dormir, como tantas veces lo había hecho. Fantaseé con un despertar entre sus brazos con cientos de besos repartidos por mi rostro… como tantas otras veces. En mi cabeza no dejaba de repetir "Edward, te amo" y estaba segura de que lo buscaba a tientas en mi vacía y cálida cama. Necesitaba su frío cuerpo presionando el mío, necesitaba sus 12


susurros para que mis sueños fuesen dulces. Lo necesitaba a él… a mi lado. Al llegar la mañana unas frías caricias me despertaron muy temprano. —Edward… —murmuré medio adormilada. —Lo siento cariño, soy Alice —me contestó en un susurro. Me levanté de la cama pesadamente evitando que las lágrimas descendiesen por mis mejillas… me había hecho ilusiones… falsas ilusiones. Edward no estaría en mi habitación, eso era algo absurdo. Alice me arrastró hasta la ducha, me esperaba un largo día al lado de las chicas Cullen. Desayuné y salimos directas a buscar a Rosalie y a Esme. Ambas nos esperaban en la puerta principal apoyadas en el descapotable de la rubia. Sonreí al verlas, bueno, al menos lo intenté, aunque el amago de sonrisa se me espachurró en la cara provocando una extraña mueca. Rose me abrazó con cariño y una mirada cálida de Esme me hizo, al menos, esbozar una verdadera sonrisa. Nos subimos al ostentoso descapotable de Rosalie, y antes de que ella arrancase a toda velocidad levanté la vista y en una de las ventanas del piso superior Edward nos observaba mientras nos íbamos. Su mirada parecía atormentada… ¿qué le estaba pasando? ¿Sería cómo en mi sueño y se estaría debatiendo en si dejarme o no entrar en su vida? Intenté no pensar demasiado en el tema para no estropear la salida de compras con las chicas. Si ya no tenía muchos ánimos, el pensar en él me hacía parecer más desganada.

El día pasó entre probador y probador, de tienda en tienda y de vestido en vestido. Perdí la cuenta de las bolsas que Alice cargaba en sus manos y no era capaz de explicarme como poco a poco todas 13


iban desapareciendo en el minúsculo maletero del M3 de Rosalie… pero por extraño que parezca todas iban entrando y dejando espacio para muchas más. A media tarde, después de una suculenta comida que disfruté recibiendo alguna que otra mirada de asco, les pedí a las chicas que me dejasen acercarme a una librería mientras ellas se perdían entre los percheros de alguna boutique. No tuvieron problemas y quedamos en encontrarnos treinta minutos después. Entré en la librería sin estar muy segura de lo que estaba buscando, realmente había ido a allí por escapar un poco de la hiperactividad de Alice que estaba poniendo mis nervios al límite. Estaba revisando una estantería cuando lo vi. Mi respiración se quedó atorada en mis bronquios y creo que la sangre abandonó por completo mi cara haciéndome parecer un cadáver andante. Sus dientes blancos relucían en una interminable sonrisa, su cabello negro se mecía suavemente al vaivén de su cuerpo mientras reía y sus ojos… esos ojos negros que tanto añoraba, brillaban con inocencia, como a mí tanto me gustaba y como tanto echaba de menos. Estaba con Quil y Embry mirando unos libros que, supuse, serían para la escuela. Los tres reían y bromeaban animadamente sin pensar el futuro que se les avecinaba, eran sólo unos niños disfrutando de una tarde en el centro comercial. El alma se me encogió ante la idea de lo que les deparaba, eso que ellos ni siquiera sospechaban. En sólo unos meses se convertirían en unas perfectas armas para matar vampiros... me estremecí solo de imaginarlos acabado con Laurent. Jake no levantó la vista ni me miró ni una sola vez, claro, no me reconocía. Pero eso no evitó que durante un rato lo siguiese con la mirada y estuviese pendiente de cada uno de sus movimientos. Su voz, todavía con matices infantiles, su rostro redondeado dándole ese tierno aspecto aniñado, el brillo sincero de sus ojos… era mi 14


Jake. Era mi sol personal, mi puerto seguro. Ese a quién amaba, a quien quería cómo un hermano, al que confiaría la vida de mi propia hija sin dudarlo ni un segundo… no podía esperar para estar a su lado, para pasar las horas muertas en aquel garaje y beber soda caliente… El tiempo se pasó demasiado deprisa, cuando me día cuenta los tres abandonaron la tienda y me percaté de que casi había pasado una hora ahí dentro observándolo. Salí a toda prisa sin comprar nada… conociendo a Alice tendría que estar histérica, al estar con Jake no podría verme. Me subí a las escaleras mecánicas para ir al piso inferior, estaban vacías e iban demasiado lentas, así que olvidando mi torpeza natural, decidí bajarlas saltándolas de dos en dos para llegar antes. Pero claro, mi mala suerte nunca me abandona, mis pies se liaron entre sí de un modo totalmente inexplicable provocando mi falta de equilibrio. Para poder mantenerme en pie di dos pasos en falso y me agarré como pude al pasamano para no rodar escaleras abajo. Un dolor punzante en el tobillo izquierdo me indicó que mi pie estaba torcido en un ángulo poco normal… y eso dolía. Entre la multitud que se agolpaba frente a un par de puestos, vislumbré una cabellera caramelo y unos ojos dorados que me miraban preocupados. —¡Bella! —gritó Esme sobre el murmullo de la gente. Corrió a velocidad humana hasta donde me encontraba, apoyada en una barandilla para no tener que soportar nada de peso en mi pie izquierdo. Intenté que mi rostro no reflejara el dolor que estaba sintiendo, pero no debía de hacerlo muy bien porque el entrecejo de Esme estaba fruncido. —¿Estás bien? —preguntó preocupada. Sólo asentí, viéndome incapaz de abrir la boca para que no se me escapase una exclamación de dolor. 15


— ¿Qué te ha pasado? —dijo mirando mi postura poco normal y parando su mirada en mi pie izquierdo que estaba débilmente apoyado sobre los dedos. Se acuclilló e inspeccionó mi pie con cuidado para no hacerme daño. Movió la cabeza de lado a lado negativamente y mientras se ponía en pie sacó el móvil de su bolso y después de marcar lo apoyó en su oreja. —Alice ya la he encontrado… sí, lo sé… la llevaré con Carlisle… llamad a Emmett para que venga a buscaros… un beso, pasadlo bien. Sólo podía mirarla absorta en la dulzura de su mirada mientras hablaba con Alice. Se notaba cuanto quería a su familia, cuanto se preocupaba de las personas que amaba. Envidié no ser parte de su familia como antes, añoré más que nunca sus abrazos y sus palabras de cariño. Para mí había sido como una madre, cuidándome y protegiéndome como si de verdad lo fuera. Y la desconfianza con la que me había tratado días atrás, dolía como dagas envenenadas clavándose directamente en el corazón. —Sube —dijo mostrándome su espalda. Obedecí sin decir ni una palabra, y tranquilamente me llevó hasta el subterráneo dónde había dejado Rosalie su coche aparcado. Intenté no prestar demasiada atención a la gente que nos miraba con curiosidad. No debía de ser muy normal que ella me cargase de ese modo en un centro comercial a rebosar un sábado por la tarde. Llegamos al coche en un par de minutos y con delicadeza me dejo sobre mis pies para que pudiese entrar en él. Ella también entró y en silencio lo puso en marcha y salió del aparcamiento. Nos encontramos con un embotellamiento, suspiré abatida y me dejé caer contra el sillón. Esme me miró y me sonrió con ternura, por primera vez desde que los había encontrado su sonrisa era tierna y 16


dedicada a mí. Un calor inundó mi pecho, había despertado algo en ella. Algo era algo. —No te preocupes, en seguida llegamos —dijo en un susurro. Volví a asentir con la cabeza, parecía que mi voz se había perdido porque me veía incapaz de decir ni una sola palabra. Esme me miraba con la curiosidad reflejada en sus pupilas, desearía saber en lo que estaba pensando, en lo que creía sobre mí. —¿A qué le temes? —pregunté con un hilo de voz. —Ahora ya a nada —dijo clavando sus ojos en los míos. La miré con incredulidad, no entendía a que se estaba refiriendo exactamente. —Carlisle me lo contó todo —susurró desviando la mirada, como si le diese vergüenza saber algo que no debería—. Aun así tenía mis dudas, pero esta tarde se han disipado todas. Yo continuaba mirándola, completamente absorta en mis pensamientos, intentando entender cómo y por qué había cambiado su actitud conmigo. —No lo entiendo —dije por fin con la voz rota. —Ayer cuando estuviste en casa, vi como mirabas a Edward —me explicó en un tono de voz dulce—. Y hoy te he visto con mis hijas. Cariño, intento ponerme en tu piel y se me desgarra el pecho solo de imaginar por todo lo estás pasando. Ahí ya no pude más, estaba demasiado sensible por tantos cambios y mi pie dolía horrores y no pude evitar que las lágrimas abandonasen mis ojos una vez más. Intentaba acallar los sollozos pero me estaba costando. —Háblame de Nessie por favor —dijo en un susurro —¿cómo es físicamente? 17


Tragué en seco y respiré hondo, preparándome para la llantina que estaba a punto de soltar. Echaba de menos a mi hija más que a nadie y el sólo mencionar su nombre era como dar rienda suelta al tsunami que hacía desbordar mis ojos. —Se parece mucho a Edward —conseguí decir —. Tiene mis ojos pero tiene su mismo color de pelo, aunque es rizado como el de mi padre. Su piel es blanca pero tiene las mejillas sonrosadas, no brilla con la luz del sol… es el ser más bello que he visto en mi vida. Esme sonrió de nuevo con esa ternura infinita que solo ella poseía y con extrema delicadeza alzó su mano y secó mis lágrimas, lo que provocó muchas más y que los sollozos incontrolables inundasen mi pecho. —¿Por qué se llama Nessie? —preguntó con curiosidad. —Su nombre es Renesmee Carlie Cullen, Renesmee es una mezcla de tu nombre con el de mi madre Renée y Carlie de Charlie y Carlisle —le expliqué. Sus ojos brillaron inexplicablemente, sin mediar palabra me abrazó y yo me derretí en sus brazos. Añoraba tanto esa calidez que emanaba, ese amor de madre que desprendía cada uno de sus poros. El llanto no cesó, pero cada vez era más dulce y las lágrimas eran alegres. Cuando conseguí calmarme, continué explicándole cosas sobre Nessie, se asustó un poco al saber a la velocidad con la que crecía, pero se tranquilizó cuando supo que llegaría un momento en el que dejaría de hacerlo. Entre risas y más lágrimas de felicidad, llegamos a la mansión Cullen, Carlisle nos esperaba en el porche, me cargó en brazos y me introdujo en la casa. Inspeccionó y vendó mi pie entre más risas, más bromas sobre mi torpeza y unas cuantas palabras de cariño que llegaron a lo más profundo de mi alma y Esme me llevó a mi casa conduciendo mi camioneta. La aparcó frente a la puerta y me ayudó 18


a llegar hasta mi cama. Desapareció un par de minutos y luego regresó con un sándwich y un vaso de leche que puso en mi mesita de noche. Se quedó mirándome con una expresión que no supe descifrar, parecía debatirse entre la ternura, el cariño, la curiosidad y el miedo... —¿Lo amas mucho, verdad? —preguntó después de unos minutos. Yo asentí en silencio. —Es horrible ver cómo me ignora… sentirlo tan cerca pero a la vez tan lejos —susurré. —No temas… las cosas caerán por su propio peso, lo que tenga que suceder, tarde o temprano sucederá.

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