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Capítulo 6 — Mi cita con Tyler POV Bella El sonido del despertador me sobresaltó y di un respingo sobre la cama. Me desperecé y me quedé mirando al techo pensativa. Era lunes… tenía que volver al instituto… hoy vería Edward de nuevo, me sentaría a su lado en biología y mañana sería mi esperada "cita con Tyler" Alice me dijo que lo había visto y todo saldría bien, pero todavía me angustiaba la idea de que Edward al final decidiese no salvarme y aquella furgoneta me hiciese puré. Decidí no pensar más, le haría caso a Esme y dejaría que las cosas cayesen por su propio peso, de todos modos, si Edward no me amaba y mañana era el último día de mi vida al menos no seguiría sufriendo por él. Me puse en pie y con decisión me preparé para otro largo día. Mis expectativas de ver a Edward cayeron en picado cuando llegué al instituto y los otros Cullen estaban bajando del Jeep de Emmett. Mi cara debía reflejar la desesperación que sentía porque todas las miradas que recibía eran de lástima. Alice y Rosalie me miraron con ternura, Emmett me regaló una enorme sonrisa y Jasper me dijo un simple "Hola" que me llegó al alma, ya que era la primera vez que él mostraba algún tipo de interés en mí, o al menos reparaba en mi presencia. La mañana transcurrió pesadamente, las horas se me hacían eternas y no veía el momento de meterme en la cama y hacer que ese día se acabase para dar entrada al que cambiaria el resto de mi vida, o eso esperaba. La tarde del lunes dio paso a la noche y me metí en la cama con las esperanzas de que el día siguiente cambiase el rumbo de mi vida. Me desperté varias veces durante la noche con la sensación de no estar 2


sola, pero al encender la luz e inspeccionar un poco mi habitación me metía en la cama de nuevo con la angustia de pensar que me estaba volviendo loca, que lo que sentía por Edward estaba rozando la obsesión haciéndome imaginar cosas que mi subconsciente deseaba. Por la mañana creí oír murmullos y un ligero rugido… pero lo achaqué de nuevo a mi loco subconsciente y a mi obsesión por Edward, pero unas frías caricias me despertaron por completo. Al abrir los ojos vi a Alice que me observaba con una enorme sonrisa y me arrastró literalmente de la cama embutiéndome en unos jeans demasiado ajustados y una camiseta azul con un escote demasiado sugerente. —Alice… ¿por qué me obligas a ponerme esto? —le pregunté haciendo un puchero. —Si estás muy guapa, tonta —me dijo sin prestarme atención mientras intentaba cepillar mi cabello. —No es porque esté guapa o no, es que tu hermano no se fijará en estas cosas, siempre ha sido demasiado… ¿caballeroso? —en realidad pensaba que era un reprimido, pero eso no se lo diría Alice y menos sabiendo que Edward lo hacía por evitar hacerme daño. —Ay… boba —me dijo con dulzura—. Que un chico no te diga que estás guapa no quiere decir que no se fije, Edward es muy especialito, pero tú lo sabrás mejor que nadie —dijo guiñándome un ojo. De repente dirigió una mirada severa hacia la venta y yo la miré sin entender por qué. —¿Qué haces? —le pregunté. —Creí haber oído un ruido, pero no hay nada… —se disculpó.

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Sabía que mentía, aunque realmente disimulaba muy bien como buena vampiro que era, pero sabía que había alguien ahí abajo. —¡Nos vemos en clase! —gritó— bueno no… tú irás al hospital luego, dale un beso a Carlisle de mi parte— y sin más desapareció por mi ventana. Bajé las escaleras y desayuné una barrita de cereales y un vaso de jugo, no tenía el estómago en su sitio, además ya lo tenía repleto de mariposas. Hoy tendría a Edward pegado a mi cuerpo, me abrazaría… al fin podría sentir sus brazos rodearme… sólo de imaginarlo ya se me ponían los bellos de punta. Charlie no estaba como ya era costumbre, vivir con él me estaba resultando fácil, era casi como vivir sola. Tan solo le veía a la hora de la cena, ya que se iba a la comisaría o a pescar mucho antes de que yo me levantase. Pero aun así lo quería con locura y sé que, aunque no lo demostrase mucho, yo era importante para él. Con mi madre las cosas no iban del todo bien, me reclamaba por mi falta de atención hacia ella, decía que la ignoraba y que apenas hablábamos. Y era verdad que lo estaba haciendo, me recriminaba a mi misma por no ser mejor con hija con ella, pero mi mayor preocupación en ese momento eran los Cullen, especialmente Edward. Salí de casa con cuidado de no resbalar sobre el hielo, y ahí vi las cadenas que mi padre amablemente había puesto a mi monovolumen. Suspiré y un calorcito inexplicable me inundó el pecho… amaba a mi padre y esos pequeños gestos que demostraban lo importante que era para él. Llegué a instituto conduciendo con precaución, no quería estrellarme antes de que la furgoneta quisiese aplastarme, así que puse mis cinco sentidos en la carretera para evitar cualquier contratiempo. Al llegar al estacionamiento el alma se me cayó a los pies, el Volvo de Edward todavía no había llegado, y en su lugar 4


estaba el Jeep de Emmett. Miré a Alice y con su mirada me pedía perdón mil veces. Me encogí de hombros y bajé del coche con cuidado, tenía que alejarme de allí si quería seguir con vida, pero mis pies no parecían obedecer a mi cerebro, porque se movían pesadamente sobre el hielo del suelo. Levanté mi mirada una vez más y un cabello broncíneo desordenado llamó mi atención justo detrás del Jeep. Mi corazón se saltó dos latidos y yo me quedé paralizada. Sólo era capaz de ver su cabeza caminando entre la gente, Alice dio un grito y cuando quise darme cuenta ya tenía la furgoneta de Tyler casi encima de mí. No tenía tiempo para reaccionar, tapé mi cabeza con los brazos como acto reflejo e instantáneamente sentí dos fuertes brazos sujetándome la cintura, me caí al suelo y mi cabeza golpeó con fuerza contra el asfalto congelado. Tenía los ojos cerrados y no veía nada, sólo estaba concentrada en la persona que me rodeaba, junto a él estaba segura, me sentía protegida, sabía que nada me pasaría a su lado. Estaba tumbada sobre el suelo y podía percibir que su cuerpo estaba sobre el mío aunque no sentía ni un gramo de su peso. Después de un sonoro crujido seguido del sonido de cristales rotos todo se quedó en silencio. Edward se incorporó a mi lado sin soltar mi cintura llevándose así mi cuerpo con el suyo. Quedamos sentados sobre el asfalto uno frente al otro, a muy pocos centímetros. —Bella ¿cómo estás? —su voz sonó como música para mis oídos. —Estoy bien —dije en un susurro. —¿Seguro? Te has dado un buen golpe en la cabeza… Asentí, aunque realmente la cabeza me dolía, pero no podía centrar mi atención en otra cosa que no fuese en que uno de sus brazos continuaba aferrado a mi cintura y nunca me había sentido tan feliz como en ese momento. Estaba a mi lado, tocándome, hablando conmigo. Los demás estudiantes no tardaron en rodear la zona 5


afectada y sus voces se alzaban unas sobre otras preguntándome como estaba. Aunque yo apenas me daba cuenta de nada, sólo era consciente de sus ojos dorados y de su respiración acompasada mezclándose con la mía. A los pocos minutos llegaron los servicios sanitarios y me subieron en una camilla, Edward miraba todo sin decir ni comentar nada, sólo lo justo para que lo dejasen a un lado y se preocupasen de Tyler y de mí. Me pusieron un collarín y el coche patrulla de Charlie también hizo acto de presencia en el lugar, no tardé mucho en ver su cara de angustia buscándome entre la gente. Se acercó a mi camilla y sujetó mi mano con fuerza. —¡Bella, Bella! ¿cómo estás? —preguntaba asustado. —Papá estoy bien, tranquilo —intenté tranquilizarlo. No me hizo caso y fue a preguntárselo a uno de los efectivos sanitarios que me estaban atendiendo. Yo continuaba con mis ojos clavados en Edward, intentaba convencerme de que todo eso estaba pasando realmente, que de verdad significaba algo para él porque me había salvado. Me metieron en la ambulancia y justo antes de que cerrasen las puertas recordé algo. —Papá estoy bien, ni se te ocurra llamar a mamá —grité desde el interior. Pude escuchar la risa de Edward desde el asiento delantero de la ambulancia, y ese sonido me alegró de tal modo que la maquina que controlaba los latidos de mi corazón pitaba erráticamente. Uno de los enfermeros me miró preocupado, pero mi corazón poco a poco fue volviendo a la normalidad. No tardamos en llegar al hospital, parecía extraño, pero apenas sentía esa sensación de dejavú que se suponía que debería tener, en cambio todo a mi alrededor parecía ir a cámara rápida. No era 6


consciente de las enfermeras revoloteando a mi alrededor, ni de las disculpas constantes de Tyler tumbado en la camilla de al lado. Mi atención estaba puesta al cien por cien a la puerta, esperando a que mi perpetuo salvador la cruzase para poder perderme una vez más en el caramelo líquido de su mirada. Pero no apareció, en su lugar Carlisle entró preocupado y algo apurado hasta que se detuvo frente a mi camilla. Me miró las constantes y le pidió a una de las enfermeras que los resultados de todos los exámenes que me hicieran fuesen directamente hasta él. Me tranquilizaba ser paciente suya, si confiaba a ciegas en el buen hacer de un medico, ese era Carlisle Cullen. Después de preguntarme unas doscientas veces si me encontraba bien o tenía algún dolor, fue a resignado a atender a Tyler, que tenía un corte bastante feo en su frente. Pasados unos minutos Edward entró en la habitación y mi respiración se detuvo… ¿por qué hasta después de haber rodado conmigo por el suelo parecía recién sacado de un anuncio? Me sonrió de lado y me quedé paralizada, su sonrisa pareció crecer más al ver mi reacción, pero era algo que era superior a mí, en cuanto Edward entraba en un radio de doscientos kilómetros Bella perdía toda voluntad y no era más que un amasijo de huesos y carne a merced de mis estúpidas hormonas. Se acercó, con sus movimientos pausados y elegantes y se sentó a los pies de mi camilla. —¿Cómo estás? —preguntó sin apartar su mirada de mí. "Nerviosa" Quise decir, pero fui incapaz de pronunciar palabra. Su sonrisa creció… ¡Diablos! Había olvidado que puede leerme… su sonrisa pareció crecer más. "No te rías de mí" Le recriminé mentalmente al a vez que fruncía el ceño. 7


Nunca lo había pensado pero que ahora pudiese leer mi pensamiento tenía un lado bueno, ahora podría enviarle mensajes sin que nadie se diese cuenta. —Estoy bien —dije en un murmullo—. Sólo me duele un poco la cabeza. —Lo siento —me dijo mientras bajaba la mirada—. Debería haber tenido un poco más de cuidado, no quería hacerte daño. —Estoy bien, de verdad… habría sido peor si no estuvieses ahí. Nos escuchaba y no me creía lo que estaba pasando, después de días y noches llorando y suplicando por estar a su lado, nuestra primera conversación estaba teniendo lugar en un hospital, en presencia de su padre, al lado de un humano con conmoción cerebral y conmigo tirada en una camilla con un estúpido e inservible collarín. Sonrió de nuevo ante mis pensamientos, de verdad tendría que acostumbrarme a no pensar tantas tonterías en su presencia, me dejaría en ridículo doce de cada diez veces. —No te pones en ridículo, en realidad me encanta —susurró lo suficiente bajo como para que solo yo lo escuchase… y bueno… también Carlisle. Ante eso no pude contestar… ¿Por qué de repente era tan amable? ¿Por qué ahora me decía esas cosas? —Lo hablaremos en otro momento, es algo difícil de explicar mientras tenemos público —volvió a susurrar. Asentí, aunque realmente no entendía lo que pasaba, no estaba acostumbrada a este tipo de conversaciones mentales y me ponía algo nerviosa que contestase a mis preguntas antes si quieres de poder pensarlas.

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Nos quedamos en silencio, mirándonos mutuamente, mientras yo me sonrojaba e intentaba no pensar en algo estúpido. Un rato más tarde Carlisle apareció con una radiografía y el semblante serio. —Bella —me dijo con voz contenida—. Estás bien, puedes irte a casa. Yo asentí, pero su ceño fruncido no me gustaba nada. —Carlisle, ¿algo va mal? —pregunté algo preocupada. — No… bueno, no lo sé —dijo preocupado, Edward lo miraba fijamente, parecía que estaba leyendo en su mente algo que no le gustaba demasiado—. Hay algún problema con tu expediente y alguna prueba, pero no es algo que te pase a ti, puedes estar tranquila que estás perfectamente. —¿Qué quieres decir con eso? —pregunté de nuevo— No lo entiendo. —En los exámenes que te hemos realizado hoy no hay pruebas que hayas tenido un golpe en la cabeza lo suficiente fuerte para estar en coma, como dices que has estados cuando vivías en Arizona. Me costó asimilar lo que pretendía decirme. Pero enseguida lo entendí. —¿Creéis que he mentido sobre eso? —pregunté en un murmullo. —No —contesto Edward muy seguro. Lo miré sorprendida, pasando mi mirada de él a Carlisle alternativamente. —En tu historial consta un accidente y tus días en coma en un hospital de Phoenix —me dijo Carlisle—. Pero es extraño que en tu cuerpo no haya evidencias físicas de eso. He intentado acceder a los exámenes que te hicieron en aquel hospital, pero parece que han desaparecido. 9


"Eso es muy extraño" pensé. —Mucho —corroboró Edward. Lo miré haciendo un mohín, me costaba hacerme a la idea de que pudiese escucharme. —Te acostumbrarás… algún día —me dijo con una sonrisa. —No lo creo —contesté. —Bueno —dijo Carlisle para hacerse notar—. Bella estás bien, pero es mejor que vayas a casa y descanses, el jefe Swan está esperando en el pasillo para llevarte. Asentí y le di las gracias. Mi mirada se posó en Edward una vez más, mi dios heleno… suspiré. —Después hablamos —me susurró cerca del oído. Asentí con una sonrisa y me fui caminando despacio para encontrarme con mi padre. En cuanto me vio me estrechó con fuerza entre sus brazos, yo le devolví el abrazo y me dejé llevar por el momento, tenía que aprovechar cualquier ocasión para demostrarle mi cariño, tenía los días contados como humana y debía dejarle un buen recuerdo de mí. Me llevó hasta casa y después de mucho insistir, accedió a volver a su trabajo, no sin antes hacerme prometer que lo llamaría ante cualquier problema y que me pasaría el día tumbada. En cuanto dejé de oír el motor del coche patrulla, fui a mi habitación y me puse mi ropa de dormir, mi camiseta agujereada y mis pantalones raídos eran lo más cómodo que me podía echar encima. Pasé por la cocina, cogí algo de comer en el refrigerador y me dejé caer en el sofá dispuesta a pasarme un día de relax en mi propia casa. Tenía demasiado en que pensar, lo que más vueltas daba en mi cabeza era el extraño cambio de actitud de Edward hacia mí. No es que me quejara, todo lo

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contrario, pero era extraño que de rehuirme pasase a susurrarme al oído. El timbre de la puerta me sacó de mis cavilaciones… me puse en pie y a regañadientes fui hasta la puerta arrastrando mis pies. Y cuando la abrí casi me caigo del susto. En el umbral estaba Edward, con su mejor sonrisa y una bolsa con comida en la mano. Me sonrió de ese modo que sólo él sabía hacerlo y mi corazón se detuvo. La cabeza empezó a darme vueltas y tuve que sujetarme a la puerta para no perder el equilibrio mientras mis mejillas se teñían de rojo. "Respira Bella" me recriminaba mentalmente. Edward se rio disimuladamente. —No hagas eso —le recriminé. —¿El qué? —preguntó divertido. —Ya es bastante malo que puedas leerme para que encima te burles de mí —le dije haciendo un mohín. —No me burlo —dijo traspasándome con la mirada—. Simplemente que eres… rara… y eso me llama la atención. —Gracias —contesté irónica—. Lo más bonito que le puedes decir a una chica es "Eres rara y me llamas la atención" Volvió a reírse y sus ojos brillaron con ternura. —¿Vas a dejarme pasar o seguirás recriminándome que me resultes fascinante? —preguntó. Me eché hacia un lado y con un movimiento de la mano le invité a que pasara, lo hizo, y al pasar su aroma me golpeó nublando mis sentidos. Un poco más y me lanzo a su cuello. "Contrólate Bella… ¡Mierda! ¡Cullen no te rías!"

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Cabizbaja… sin atreverme a ver sus ojos de nuevo por miedo a caer una vez más en la tentación y pensar mil estupideces, me choqué contra algo duro y frio… ¿la pared? No tendría tanta suerte. Sus manos me rodearon para que no llegase a tocar el suelo y la sangre que se acumulaba en mis mejillas sería suficiente para hacerle una transfusión a un moribundo. —¿Siempre eres tan patosa? —preguntó aguantándose una carcajada. —Ya te acostumbrarás… en menos de una semana tu padre tendrá que tratarme de una conmoción cerebral — "o de combustión espontanea" Ok, genial… esto de que pueda escucharme es realmente molesto, quien sabe lo que acabará pensando sobre mí, mis pensamientos no dejaban nada la imaginación. —Anda, ven —me tomó de la mano y me arrastró hasta el sofá—. Ya te he dicho que me encanta escucharte, no te preocupes. No era capaz de pronunciar palabra. Sus ojos me miraban y los míos estaban perdidos y ahogados en los suyos. Nunca entendería porque me era tan sencillo colgarme de su mirada, porque con un solo movimiento yo ajustaba mi posición a la suya como si fuese un apéndice más de su cuerpo. Él era la razón por la que respiraba, la razón por la que mi corazón latía tan desaforadamente. ¿Corazón? ¡Dios mío! Lo tenía a mil revoluciones por minuto, latía tanta velocidad que parecía salírseme del pecho, y cuanto más lo pensaba más rápido latía. —Tranquila —susurró sentándose a mi lado en el sofá. Me descolgué de su mirada y cabeceé para sacudirme el aturdimiento. Que fácil me era caer y ser sólo una marioneta en sus manos. —¿A qué viene esto? —pregunté. 12


—Me preocupo por ti, sabía que estarías sola y te he traído algo de comer —contestó tranquilamente en un dulce tono de voz. ¿Por qué era tan perfecto? ¿Por qué al mirarlo se me había olvidado lo que iba a decir? Tonta Bella… ¡despierta! —Me refiero a tu cambio de actitud, hace dos días no me podías ni ver y hoy… además de salvarme la vida, te comportas como si fueses otro Edward… —"Mi Edward" —Yo también he despertado —dijo sin perder la sonrisa. —Tú no duermes —espeté sin pensar. Suspiró y una mueca extraña se dibujó en su cara. —¿Por qué…? —se detuvo y pareció replantearse su pregunta — ¿Cómo es que conoces tanto acerca de los vampiros? Ahora suspiré yo… ¿qué le decía? ¿La verdad? Fijé mi vista en la alfombra, intentando encontrar algo interesante en ella que evadiese mi mente de los recuerdos de mi sueño y echase todo a perder. —¿No te has enterado todavía? —pregunté sin atreverme a mirarlo. —Más o menos, el accidente, tu sueño... aunque mi familia se esfuerce, es muy difícil ocultar lo que piensan y Emmett es el eslabón más débil en ese sentido. Lo miré con la boca abierta por la sorpresa. —¿Te has aprovechado de la debilidad de Emmett? —pregunté. —No es tan malo como parece —se excusó y desvió la mirada avergonzado— Además, metería la pata tarde o temprano, no sé cómo has confiado en él para contarle algo así. Reí sin ganas, tenía razón… como siempre. —No siempre —dijo deslumbrándome. 13


Y me perdí de nuevo, quizá sería porque llevaba demasiado tiempo sin mirarlo directamente, pero me extremadamente fácil sucumbir a sus encantos. Mi cuerpo reaccionaba instantáneamente al mínimo estimulo y él no parecía ser consciente de ello. —¿En qué te has equivocado? —pregunté con hilo de voz encontrando la poca cordura que me quedaba. —Contigo. Me estremecí, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo desde la punta de mis pies hasta cada uno de los cabellos de mi cabeza y si no fuese porque estaba sentada habría acabado en el suelo sin remedio. —Creí que serías una humana más —continuó—, y resultaste ser una excepción entre ellos. Creí que serías una amenaza y desde que estás aquí la familia parece incluso más feliz. Creí que mi vida no tendría sent… —se detuvo y clavó sus ojos en los míos—. Hablo demasiado cuando estás cerca, no lo entiendo —murmuró para sí mismo. Lo miré perpleja ¿qué intentaba decirme? Y ¿qué era eso que iba a decir y al final se calló? —Te he traído algo de chocolate —volvió a hablar—. Alice me dijo que te gustaba y pensé que te apetecería un poco. Tomé lo que me entregaba. —Gracias —contesté todavía aturdida. Comí en silencio, intentando mantener la vista y mi atención en el programa de televisión que supuestamente estábamos viendo. Pero fracasaba estrepitosamente. Aunque mi cuerpo y mi vista estaban fijos en aquella pantalla, mi mente vagaba lejos haciéndose miles de preguntas y ninguna tenía contestación. Inexplicablemente las palabras de Esme volvieron a irrumpir en mi cabeza. 14


"Las cosas caerán por su propio peso, lo que tenga que suceder, tarde o temprano sucederá" —¿De verdad estaba enamorado de ti? —su pregunta me sobresaltó y di un respigo acabando en el suelo. "Típico de Bella" Antes de que pudiese reaccionar ya estaba de nuevo sentada en el sofá con una de sus manos en mi espalda. —Vas a tener que hacerte un seguro de vida… —dijo carcajeándose —, creo que lo tuyo no es normal, parece que todo lo que puede pasarte, te pasa por partida doble. Sonreí ante lo acido de su comentario, seguro que no imaginaba que estaba tan cerca de la realidad y eso que no había contado a nadie ni la mitad. —¿Lo harás? —me preguntó, lo mire indecisa—. Contármelo, si me incumbe creo que tengo derecho. —No sé si sería buena idea —murmuré—. Qué tú lo sepas todo, solo liaría las cosas. Es mejor así, créeme. —¿Pero me dirás algo? —me miró a través de sus pestañas y me embaucó de nuevo. —¿Qué quieres saber? —pregunté casi sin darme cuenta. —¿Estaba enamorado de ti? Asentí. —Nos casamos y me convertiste —susurré. —¿Eras una más de nosotros? —algo llameó en sus ojos cuando hizo esa pregunta. Asentí de nuevo sin valor para abrir mi boca. 15


—Otra pegunta… —continuó sin dejarme tiempo para reaccionar — ¿Qué le has hecho a mi hermana Rosalie para que ahora parezca una gatita en lugar de la leona que es siempre? Sonreí ante los adjetivos que había utilizado para Rosalie, yo nunca habría sacado esas conclusiones. —Sé que ella sabe algo, siempre evita pensar en eso ¿qué le has dicho?—continuó preguntando. —Es algo entre ella y yo... —Y Carlisle —me cortó —Sí, Carlisle también lo sabe —confirmé. —No me gustan los secretos —dijo negando con la cabeza. —Ni a mí que me lean la mente… pero la vida no es justa. Volví a intentar concentrar mi atención en la televisión, pero la vida sexual del caballito de mar que estaban emitiendo en Discobery no era precisamente el eje de mi mundo. Así que mi mente volvía a tomar rienda suelta pensando en la persona que estaba sentada a centímetros de mí. Podía olerlo, podía oír su respiración, lenta y acompasada. Podía imaginarme apoyando mi cabeza sobre ese pecho… ¡Bella, Bella, Bella, detente! Me puse en pie de un salto y me fui hasta la cocina a buscarme un vaso de agua y para escapar del poder que tenía sobre mí, tengo que reconocerlo, me sentía completamente vulnerable ante él. Mientras enjuagaba el vaso que había utilizado noté una respiración fría en la parte posterior de mi cuello. —No hullas, por favor —me susurró al oído. Mi cuerpo respondió estremeciéndose y poniendo de punta cada uno de mis vellos… noté como sus manos aferraban mi cintura y su respiración se agitaba en mi nuca. Mi mente se quedó en blanco, no 16


era capaz de reaccionar, no era capaz de hilar dos palabras seguidas, no era capaz de hacer que mis labios se moviesen para intentar soltar alguna palabra. Estaba paralizada y a su merced, podría hacer conmigo lo que quisiese en ese momento. Con un rápido y certero movimiento de sus manos me giró y quedamos cara a cara. Su aliento se mezclaba con el mío y nuestras miradas estaban encadenadas por un lazo invisible. Mi respiración estaba agitada. Mi corazón desbocado, latía con tanta fuerza que parecía que de un momento a otro mis costillas se romperían para dejar paso a mi alma que quería abandonar mi cuerpo. Su perfecto rostro estaba en tensión, en sus ojos se leía el debate interior que estaba sufriendo en ese momento. Mi cabeza daba vueltas y me amenacé a mi misma mentalmente para no dejar de respirar y estropear ese maravilloso momento. Milímetro a milímetro sus labios se iban acercando a los míos, segundo a segundo estaban más cerca y yo más ansiosa. Recurrí a todas las reservas de autocontrol con las que contaba para no saltar a su cuello y devorarlo sin pensar en nada más, gracias a que estaba totalmente paralizada sino, no habrían sido suficientes. Sus manos me estrecharon con fuerza contra su cuerpo, el mío se amoldó al suyo como si siempre ese hubiese sido su lugar, como el perfecto puzle que sabía que éramos. Y al fin sus labios rozaron los míos. Fue un roce casi inexistente, fue una caricia casi involuntaria. Pero suficiente para romper todas las barreras y levantar mis brazos para rodear su cuello y para que mis dedos se perdiesen entre sus cabellos. Un gemido ahogado salió de su garganta y envolvió mi espalda con sus brazos acercándome más a su cuerpo si eso fuese posible. Sus labios sobre los míos se movían pausadamente, pero con una pasión desbordada, me estaba volviendo loca. Su sabor se mezclaba con el mío, su lengua se enredaba con la mía, todas mis suplicas, todos mis 17


ruegos, cada una de mis plegarias habían sido escuchadas y se estaban cumpliendo por fin haciéndome completamente feliz. Nos separamos jadeando, buscando el aire que nos faltaba. Pegó su frente a la mía y dejó escapar un suspiro. Lentamente se apartó de mí y me miró. Sus ojos estaban completamente negros. Sus facciones estaban duras y marcadas. No entendía lo que estaba pensando en ese momento. Me soltó y dio dos pasos atrás alejándose de mí. No lo entendía… ¿Qué estaba haciendo? —Lo… lo… lo siento — balbuceó mirando al suelo. Yo lo miraba incrédula, ¿por qué me pedía perdón por el mejor beso que me había dado? Sin levantar la cabeza dio media vuelta y desapareció. Cuando oí como se cerraba la puerta principal sentí como si mundo se hubiese parado… ya nada importaba. No sé cómo ni cuando fui consciente de lo que me rodeaba. Pero ya había oscurecido y yo estaba sentada en la cocina apoyando mi espalda en el refrigerador. Notaba las lágrimas resecas tensionando la piel de mis mejillas y mi garganta estaba adolorida como si hubiese estado sollozando durante horas. Me puse en pie con dificultad y todos mis músculos me recordaron su existencia a base de pinchazos por partes de mi cuerpo que creía insensibles. Subí las escaleras con lentitud y me dirigí hasta el baño. Abrí el grifo de agua caliente y me metí justo debajo, sin haberme quitado la ropa si quiera. Volví a perder la noción del tiempo, y reaccioné cuando unas frías manos me acariciaron el rostro con ternura. Levanté la mirada y Alice me tendía una toalla para que saliese de allí. Me envolví con ella y despacio volví a mi habitación. Me senté en la cama y no sé el tiempo que perdí mirando mis manos arrugadas a causa de la humedad. 18


—Lo siento —susurró Alice. —No lo sientas —le contesté con voz ronca mientras las lágrimas volvían a hacer acto de presencia.

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