1
Capítulo 9 — Flores… Bella POV
Aquella noche apenas pude dormir, las pesadillas se hicieron dueñas de mi mente y no fui capaz de tener un momento de descanso. En cuanto cerraba los ojos la imagen de Edward alejándose de mí y abandonándome sola en mitad el bosque inundaba mi mente, tal y como había pasado en mi sueño. Me despertaba entre gritos y con sudores fríos. Alice estuvo a mi lado toda la noche. Al final de esta, tuve que contarle el motivo de mis pesadillas, aquel hecho de mi sueño que quería evitar a toda costa. Cuando después de mi décimo octavo cumpleaños Edward me abandonaba llevándose con él a todos los Cullen y yo me sumía en la inconsciencia convirtiéndome en una zombi. Me escuchó atentamente y mientras la historia avanzaba su semblante fue cambiando progresivamente, de la sorpresa pasó a la lástima, después a la comprensión y por último la ira cuando supo que los Vulturi estaban incluidos en el paquete. —No entiendo dónde puede tener la cabeza el estúpido de mi hermano —decía casi fuera de sí. —Tranquila Alice, todavía no ha pasado nada, estamos a tiempo de evitarlo —le decía intentando tranquilizarla. —En eso tienes razón —y avergonzada bajó la mirada—. Siento que todo fuese culpa de Jasper —dijo en un murmullo. —Alice, es algo que no puede controlar, pero tranquila. Lo evitaremos y nada pasará —le dije sonriendo. 2
La conversación no llegó más allá, enseguida nos alistamos y partimos rumbo al instituto. Yo todavía albergaba la esperanza de verlo en la clase de biología y al menos cruzar un par de palabras con él, pero mis esperanzas decayeron cuando el Volvo plateado no estaba en el aparcamiento y tampoco bajó del jeep de Emmett. Caminé a mi primera clase y me hundí en mi propia miseria el resto de la mañana. En el almuerzo tampoco apareció y mi angustia crecía por momentos. Ese día Alice me pidió que me sentase con ellos en la cafetería. No me importó mucho, casi podía notar las miradas asombradas de los demás estudiantes. No era normal que los Cullen se sentasen con alguien que no perteneciese a su familia, pero poco me importó, lo único que estaba dando vueltas y más vueltas en mi cabeza era la ausencia de Edward. —No vendrá —me susurró Jasper. Yo levanté la cabeza de mi todavía intacta bandeja de comida por primera vez desde que me senté y lo miré fijamente. —Se ha ido —me volvió a decir. Noté las miradas preocupadas del resto de los Cullen, pero ya nada me importaba. Se había ido y me había dejado sola. El resto del día lo pasé como en trance. No recuerdo como llegué a casa, ni como fui capaz de hacerle la cena a Charlie. Pero a última hora de la tarde ya me encontraba en mi cama después de una larga y reconfortante ducha. Con la mirada fija en la ventana, esperando que, por un milagro, mi dios heleno la atravesara, comencé a hacer memoria… en mi sueño, cuando estábamos en el prado, Edward me contó cómo se dio cuenta de que estaba enamorado de mí. Recordaba vagamente esa conversación, porque ese día lo realmente importante era que me
3
había besado y estábamos juntos. Pero podía recordar que me había dicho que pasó unos días en Denali, intentando olvidarme. Denali… Tanya… gruñí con frustración. Entonces en ese momento estaba en compañía de aquella hermosa vampira rubia. Tenía que hacer de tripas corazón y tener paciencia para esperar su regreso. Y confiar en Edward, me había prometido que con Tanya nunca había pasado nada, esperaba que en esta realidad también fuese así. Aunque pensándolo bien, Edward y yo todavía no éramos nada, por no ser, no éramos ni amigos, así que si pasaba algo con Tanya no podría reprochárselo, aunque sí sentir celos… eso nadie lo podría evitar. La semana pasó lenta y pesadamente. Y cada día llegaba al instituto con la esperanza de que Edward hubiese vuelto y estuviese dispuesto a hablar conmigo de nuevo. Pero eran sólo eso, esperanzas. Nada estaba saliendo como lo recordaba, todo era demasiado confuso y por más que preguntaba a Alice, ella me decía que no tenía nada claro, aunque continuaba viendo nuestra boda y mi transformación. Pero ninguna pista sobre cuándo volvería, ni de cómo empezaría nuestra relación. El fin de semana llegó casi sin avisar, y el sábado por la mañana tuve que suplicar para que Alice no me arrastrase hasta el centro comercial para ir de compras… sólo de pensarlo ya me agotaba. No podría soportar un día de comparas con mi estado de ánimo por los suelos. Por suerte Alice lo entendió y me permitió quedarme en casa, tirada en el sofá haciendo una maratón de películas. Titanic, Romeo y Julieta, City of Angels… sí, las películas reflejaban mi estado de ánimo, sólo me apetecía llorar sin parar y, como aparentemente no tenía un motivo de peso, las películas me ayudaban a camuflar las lágrimas. Rose se pasó el sábado entero conmigo, pacientemente aguantó mis lágrimas y mi mal humor con una sonrisa pintada en su perfecto rostro. A veces me preguntaba porque era tan amable en esta 4
realidad, porque yo despertaba ese instinto protector en ella. Pero luego, finalmente, dejaba de darle vueltas y sólo disfrutaba de su compañía. El domingo Emmett y Jasper intentaron llevarme a dar un paseo por el bosque… me sorprendió mucho que Jasper también formase parte del plan, pero preferí no darle más vueltas, no necesitaba que me dijese con palabras que me aceptaba, prefería verlo y eso era lo que estaba haciendo con su comportamiento hacia mí, demostrarme que podría verme como una más de ellos, aunque sabía que Alice y su poder de los "ojitos tiernos" tenían mucho que ver. No me apetecía salir y mucho menos con Emmett, por el bosque… sería el blanco perfecto de sus bromas, sólo de pensarlo ya me ponía colorada, sería una pesadilla. Por suerte para mí, Alice se empeñó en pasar una tarde de chicas y entre ella y Rose me dieron una sesión de chapa y pintura que creo que ni mi propia madre me reconocería. Pasé la tarde entera entre cremas, mascarillas y demás potingues. A medida que la tarde pasaba, pude apreciar varias miradas cómplices entre ellas y risitas por lo bajo. Algo se traían entre manos, pero por más que pregunté no me contestaron nada. —Son imaginaciones tuyas, Isabella —decía Alice utilizando mi nombre completo para su poder de convicción se acentuase. —Deja de decir tonterías y estate quieta —me regañaba Rosalie mientras intentaba depilar mis cejas. Pero yo no era tonta y sabía que escondían algo, aunque no quisiesen decírmelo. Susurraban a velocidad vampírica para que yo no entendiese lo que decían. En un principio me molestó muchísimo, habíamos quedado en una tarde de chicas, las TRES, y por momentos me hacían de lado hablando entre ellas. Pero luego lo entendí, ellas se querían como hermanas y aunque yo las quisiese a
5
ellas de igual modo, yo era poco más que una desconocida que había vuelto su mundo y su vida del revés. Ambas se fueron poco antes de que llegase Charlie. Eso sí, después de dejar, en cuestión de minutos, mi habitación y el baño mucho más limpios de lo que estaban cuando llegaron, cómo echaba de menos moverme a esa velocidad... Charlie llegó y yo le serví su cena, en silencio como siempre. Cruzando las palabras justas. No me gustaba tener esa relación tan distante con él, pero mi pésimo estado de ánimo no me dejaba espacio para demostraciones de afecto. Después de la cena me despedí con un beso, intentando borrar la culpabilidad que sentía por ignorar tanto a Charlie. Fui al baño y después de una larga y reconfortante ducha me metí en la cama dispuesta a intentar dormir. Digo intentar porque la última semana apenas pude pegar ojo por culpa de las pesadillas. Alice se había quedado conmigo para que no me sintiese tan sola, pero esa noche tenía que ir a cazar. —Uno de los inconvenientes de ser vampiro —me dijo con una sonrisa. Inexplicablemente la noche paso más rápido de lo que esperaba y sin una sola pesadilla. En su lugar había soñado con Edward y nuestra primera visita al prado. Ahí me di cuenta de cuánto lo echaba de menos… Cuando esa mañana llegué al instituto no iba preparada para lo que me esperaba, había hecho cálculos mentales sobre los días que pasaría sin ver a Edward y ya me había hecho a la idea de tener que esperar, al menos, unos días más. Pero cuando llegué al instituto y vi el volvo plateado aparcado se me cortó la respiración. Alice me esperaba apoyada en él con una enorme sonrisa, ¿eso serían buenas o malas noticias? La cabeza comenzó a darme vueltas y Alice echó a correr en mi dirección, abrió mi puerta y me miró preocupada. 6
—¡Bella, respira! —me gritó. Jadeé buscando aire y pocos segundos después ya me encontraba mejor. No entendía como podía llegar a ser tan estúpida para olvidarme de respirar, pero Edward provocaba eso mí. Me olvidaba de todo sólo con verlo, o en este caso, imaginarlo. Me dirigí a mis clases sin levantar la cabeza evitando encontrarme con alguno de los Cullen… no quería volver a ver la mirada esperanzada de Alice para no alimentar la mía propia. Que Edward hubiese vuelto no significaba nada… ¿o sí? La mañana pasó demasiado rápido y cuando me quise dar cuenta ya estaba caminando rumbo a la cafetería, sin poder negarme, Emmett me tomó de la mano y me arrastró hasta su mesa, dónde ya me esperaba una bandeja de comida. Todos, excepto Edward que no estaba, me miraban expectantes, no sabía que esperaban de mí, pero las sonrisas en sus rostros y ese extraño brillo en sus ojos no me presagiaba nada bueno. —¿Qué? —pregunté con un hilo de voz ya harta de sentirme observada. —¿Ya lo has visto? — preguntó Rose. —¿A quién? —pregunté fingiendo que no sabía de quien hablaba. Todos rodaron los ojos. —¿A quién va ser Bella? A cierto reprimido que conduce un volvo —dijo Emmett. Rose le dio un manotazo en la cabeza provocando que se borrara la sonrisa de su rostro y yo me pregunté qué de lo que había dicho Emmett había provocado a Rose. —No lo he visto —contesté con un hilo de voz.
7
Todos negaron con la cabeza y volvieron su atención a sus bandejas de comida, excepto Alice, que me miraba con una enorme sonrisa y un brillo extraño en los ojos. —Alice… ¿qué te pasa? —preguntó Jasper —¿A mí? Nada ¿Por qué tendría que pasarme algo? —pregunto despreocupada. —Es que estás… ¿feliz? Y muy impaciente —dijo Jasper de nuevo — ¿has tenido una visión? —Nada fuera de lo normal… sólo lo que esperaba. Bella, tienes biología ahora ¿cierto? —cambió de tema tan drásticamente que me asusté. —Eh… sí… claro… como siempre, ¿por qué? —pregunte algo acobardada. ¿Pasaría algo si me salto esa clase? Estaría Edward allí pero si podía evitar encontrarme con él, para no tener que sufrir su indiferencia haría cualquier cosa. El resto de la comida transcurrió con normalidad, entre las bromas de Emmett y Jasper conseguí olvidarme de que me esperaba cierta aula con cierto compañero de mesa. Cuando sonó el timbre me tensé en mi silla y creo que mi cara se puso más blanca que la de mis compañeros de mesa. —Tranquila, Bells —me susurró Emmett al oído—. Si me necesitas, sólo grita mi nombre y le doy una paliza. Sonreí ante su comentario, aunque no llevaría a cabo su consejo. Me puse en pie y con paso vacilante me dirigí al aula de biología. Me detuve en la puerta, tomé un par de bocanadas de aire y buscando ese valor que no tenía me adentré. El señor Banner estaba mirando a los alumnos mientras estos se acomodaban en sus sillas, yo me
8
escabullí rápidamente hasta la mía, dejé caer mi mochila al suelo y me senté sin posar la mirada en mi compañero de mesa. La clase comenzó y pasados unos minutos, al fin hice acopio del valor necesario para volver mi cabeza y mirarlo. Lo hice y al momento me arrepentí. Me miraba fijamente, sus preciosos ojos dorados parecían traspasarme, me empequeñecí en mi silla al ver lo guapo que estaba. Mucho mejor que en mis recuerdos. Su pecho marcado en esa estrecha camiseta gris, su pelo desordenado con un par de mechones descansando sobre su frente, sus ojos cálidos, penetrantes y su sonrisa… mostrando sus perfectos y blancos dientes… suspiré resignada a ser un cero a la izquierda ante tanta belleza. —Hola — susurré en trance. —Hola —el sonido de su voz hizo que mi corazón diese un vuelco y comenzase a latir sin control. —¿Qué tal tu viaje? —conseguí preguntar sin saber muy bien como. —Bien, gracias —contestó y su mirada se posó en el frente de la clase. No volvió a hablarme ni a mirarme, no entendía como su comportamiento había pasado a ser tan frío y distante, en aquel beso pude sentir todo lo que Edward no decía y ahora… ahora estaba a mi lado sin ni siquiera mirarme. Tuve que ahogar las lágrimas que comenzaban a formarse en mis ojos. Recordé el consejo de Emmett y se me escapó una ligera sonrisa al imaginármelo entrando en la clase llevándose la puerta por delante directo hacia Edward. Juraría que mi compañero de mesa también se rió por lo bajo, pero al volver a posar mi vista en él su semblante era serio y concentrado. Suspiré.
9
El timbre sonó y yo me agaché para recoger mi mochila del suelo. Cuando volví mi mirada a la mesa para recoger mis libros Edward ya se había ido. Suspiré de nuevo y me encaminé a mi próxima clase. Al final del día ya no sabía ni como estaba. Lo único que me apetecía era meterme en la cama y no salir en los próximos diez años. Me dirigí a mi coche y abrí la puerta con desgana, los Cullen ya se habían ido y el aparcamiento estaba casi vacío. Me dispuse a sentarme ante el volante cuando mi mirada se posó en algo que había sobre el asiento y me quedé paralizada. Una flor azul descansaba sobre él, se parecía a las que había en… no quise pensar en eso. La cogí con manos temblorosas y la llevé hasta mi nariz para oler su perfume. Una oleada de sensaciones me invadió en cuanto aprecié aquella esencia. Recuerdos de palabras. "Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca" "Y de este modo el león se enamoró de la oveja…" "Tengo instintos humanos. Puede que estén enterrados muy hondo, pero están ahí" Un estremecimiento recorrió mi espalda y sin poder evitarlo una sonrisa invadió mis labios. Pero… ¿quién la había dejado ahí? Yo estaba segura de que había cerrado la puerta con llave, y esta estuvo en el bolsillo trasero de mis jeans todo el día. La cerradura no estaba forzada y la flor descansaba delicadamente y en perfectas condiciones sobre la gastada tapicería. No quería hacerme ilusiones pensando que había sido Edward, cualquier vampiro podía haberlo hecho, aunque a ninguno le había hablado del prado y esa flor parecía que… ¡no podía ser! Edward todavía no sabe lo que significa para nosotros ese prado, aunque para él si era importante... quizás sólo quiso traerme un pedazo de su mundo. ¡No! ¡Bella déjalo ya! No te hagas mas conjeturas y olvídalo todo, después la caída puede ser más fuerte. 10
Sin pensarlo más pude el coche en marcha y me dirigí hacia mi casa. Llegué a mi casa con la cabeza en todos los lugares y en ninguno a la vez. Estuve un rato sentada al volante, no sabía en que centrar mi atención, la flor en mi coche, la vuelta de Edward, su comportamiento, el cariño que me demostraban los Cullen… lo mejor sería no pensar en nada, eso era lo que tenía que hacer para salvaguardar mi integridad psíquica. Bajé del coche apesadumbrada, no pensar en Edward era misión imposible, y más cuando lo había visto después de tanto tiempo. Cogí mi flor con extremo cuidado de no romperla, no quería que mi torpeza destragase la primera flor que me regalaban en toda mi vida. Me acerqué a la puerta de mi casa y casi sin mirar busqué la llave escondida bajo el alero, cuando mi vista se percató de algo. En el suelo, frente a la puerta, descansaba otra flor. La respiración se me cortó y mi mano temblaba… ¿sólo mi mano? No, mi cuerpo entero temblaba y los nervios se hicieron un nudo en mi estómago. Mi temblorosa y torpe mano la cogió y la llevó hasta mi nariz. Esta flor era diferente, por lo tanto, su perfume también lo era. Pero los recuerdos… "Irme, eso es exactamente lo que debería hacer, pero no temas, soy una criatura especialmente egoísta. Ansío demasiado tu compañía para hacer lo correcto" "Tú eres exactamente mi marca de heroína." "Tonta Bella —rió entre dientes—. Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo que tenga que pensar." Cerré los ojos y una lágrima furtiva rodó por mis mejillas. Echaba de menos a Edward, a mí Edward. Esta distancia que había entre nosotros me estaba partiendo el alma en dos. Si cuando me dejó después de mi cumpleaños lo pasé mal, ahora no estaba mejor. La única diferencia es que el resto de los Cullen estaban a mi lado y eso me daba fuerzas para levantarme cada día y, por qué no decirlo, 11
también me daba esperanzas. Sabía que Edward y yo estábamos hechos el uno para el otro, quizá sólo era cuestión de tiempo que estuviésemos juntos, todo era cuestión de paciencia… paciencia, empezaba a odiar esa palabra. Junté las flores en mi mano, una azul y la otra amarilla, las dos se veían bellísimas juntas, suspiré y entré en la casa, dejé en la mochila en el suelo al lado de las escaleras y fui hasta la cocina para buscar un jarrón o algo parecido para poner las flores en agua. Rebusqué en todos los armarios pero no había nada que pudiese valer para ese fin, así que sin pensarlo mucho llené un vaso de agua y las metí dentro. Las puse sobre la mesa y las miré desde una pequeña distancia, quedaban muy desequilibradas, el vaso era enorme y las dos flores se veían ridículas y muy pequeñas… pero eran MÍAS, mis flores. Agarré el vaso/jarrón y me dispuse a llevarlas a mi habitación, pensé que en mi mesita de noche le darían algo de luz y brillo a mi pequeño cuarto. Cuando levanté el pie para posarlo sobre el primer escalón me quedé paralizada de nuevo. Mis ojos no daban crédito a lo que estaba viendo, hace unos minutos no estaban ahí, lo habría notado. Encima de cada escalón que conducía hasta el segundo piso había una flor, todas eran de diferentes colores, cada una diferente a la otra en algún aspecto. Mis ojos se inundaron y mi corazón comenzó a latir a una velocidad escandalosa. Los temblores de mis manos eran tan violentos que parte del agua que contenía el vaso se derramó a mis pies. Sé que tardé varios minutos en reaccionar y en pensar cómo había acabado todo eso ahí. Mi cabeza se negaba a pensar en el nombre que mi corazón decía a gritos. No podía ser verdad, Edward no podía haber hecho eso, me negaba a pensar algo así. Seguro que habían sido Rose o Alice para que me sintiese mejor, nada fuera de lo normal. Pero aunque mi cabeza no dejaba de repetir esas palabras, 12
en un rinconcito de mi corazón guardaba la esperanza de que fuese él el artífice de todo. Con cuidado de no derramar más agua (y de no caerme) fui cogiendo las flores una a una y poniéndolas en el vaso, después coloque el vaso sobre mi mesita de noche y di dos pasos atrás. Ya no estaba desequilibrado, ahora tenía un precioso ramo de flores de todos los colores posibles, sonreí ampliamente, como hacía días que no lo hacía, me puse de rodillas frente a la mesita y aspiré el aroma de todas las flores juntas. Mi cabeza comenzó a recordar de nuevo: "Que león tan morboso y masoquista" "Vamos, pequeña cobarde, súbete a mi espalda." "¿Sigues estando débil a causa de la carrera? ¿O ha sido mi pericia al besar?" Me eché a llorar… ¿quién y por qué me estaba haciendo esto? Lo único que conseguía era remover recuerdos, que aunque preciosos, me partían en dos porque sentía que no podrían cumplirse. Me tumbé en la cama y me acurruqué sobre las mantas, con mi mirada clavada en aquellas flores, en aquel trocito del prado que había llegado a mí sin saber muy bien cómo. Poco a poco mis ojos se fueron cerrando, mis parpados pesaban demasiado y ya no tenía fuerzas para mantenerlos abiertos. Dormí sin sueños, solo la esencia de Edward y mi nana resonaban en mi cabeza. Como añoraba dormir a su lado, entre sus brazos, mientras besaba mi pelo y me susurraba al oído. Mi corazón dolió durante dos latidos y estuvo a punto de romperse pero no se lo permití. Recordé aquellas flores, aquella esperanza y pesadamente abrí mis ojos. Era la hora del crepúsculo, el cielo estaba teñido de rojo y naranja, unas pequeñas nubes tapaban un poco la luz, pero el cielo estaba parcialmente despejado. Algo extraño, pero me gustaba, me senté en
13
la cama y mi mirada se perdió en la ventana, esperando algo… o debería decir a alguien. Pero sabía que no vendría, era imposible. Mi mirada volvió a las flores... suspiré y me puse en pie, un ruido en el salón llamó mi atención, miré por la ventana esperando ver el coche patrulla, pero no estaba. Si no era Charlie el que estaba abajo ¿de quién se trataba? Ladrones estaba claramente descartado, Alice lo habría visto y los Cullen lo habrían evitado… ¿no? Bajé las escaleras con miedo, mi cuerpo temblaba irremediablemente y mi corazón latía desacompasado… "Un día con demasiadas emociones" pensé. Al bajar el último escalón inexplicablemente mi pie resbaló y acabé con mi trasero pegado al suelo. Una de mis manos tocó algo húmedo sobre el suelo… había olvidado secar el agua que se derramó antes del vaso y ahora me había pasado factura. Bufé. "Estúpida Bella" Entré en la cocina buscando algo con lo que secar el suelo, ya había olvidado el motivo por el que bajaba tan asustada y cuando vi lo que allí había me congelé. En la puerta del frigorífico, entre dos imanes había una nota. "Una flor debe estar entre flores" La tomé entre mis manos, estaba escrita a mano y era la letra de Edward. Mi corazón ya no latía, bailaba en mi pecho sin control, mi respiración se atoró en mi garganta y la cabeza comenzó a darme vueltas, la cabeza y todo lo demás, sentía como poco a poco mi cuerpo iba cayendo y aunque lo sabía, no podía hacer nada por evitarlo. Cerré los ojos esperando sentir el golpe contra el duro suelo, pero en su lugar fui envuelta por el frío. Creo que finalmente sonreí y perdí en conocimiento.
14
Me desperté casi en silencio, sólo una respiración aparte de mía rompía la quietud de este. Continuaba con los ojos cerrados, sin valor para abrirlos y encontrarme con la persona que me había salvado de caer al suelo. Seguro que era Alice, me había visto caer y vino para evitarlo. O Emmett que vendría para ver cómo estaba y se encontró conmigo a punto de la inconsciencia… o Rose que vendría por el mismo motivo que Emmett. Pero no podría ser él… no, me negaba a pensar eso y que al abrir mis ojos la decepción me matara. Me dolía un poco la espalda, me removí un poco y sentí que estaba sobre una superficie blanda ¿el sofá? Sí, parecía que era el sofá. Oí un suspiro y me tensé. "No abras los ojos Bella, no, no, no, no…" me repetía mentalmente. Sentí una fría caricia en mi mejilla, mi pulso ya se había acelerado de nuevo. A este paso me daría un ataque al corazón… unos labios fríos y suaves besaron mi frente y yo creí que me derretía sobre el sofá. Si en algún momento de mi vida temí sufrir una combustión espontanea, esa fue la madre de todas las veces. —Bella, abre los ojos —la voz de Edward sonó como un susurro. Y yo creí morir en ese mismo momento. Pero por más que quería abrir mis ojos y mirarlo era incapaz, no respondían. —Por favor, mírame —volvió a susurrar. Abrí los ojos lentamente, rezando a todos los Dioses que conocía para que eso no fuese un sueño. Todo estaba oscuro, mis ojos tardaron un poco en acostumbrarse a la oscuridad, y cuando lo hice descubrí su silueta de rodillas frente al sofá en el que yo estaba tumbada. Mis labios sonrieron con voluntad propia al descubrir la poca distancia que nos separaba. —¿Me perdonas? —preguntó tan bajo que casi no pude escucharlo. —¿Por qué? —conseguí preguntar aun no sé cómo. 15
—Por ser un estúpido, por estar ciego… por no ver como en realidad eres —uno de sus dedos delineó mi mandíbula y mi cuerpo se estremeció al instante. "Bésame y dejar de decir tonterías de una vez" pensé. Iba a abrir mi boca para contestarle cuando me deslumbró con una de sus sonrisas torcidas. Ahí perdí toda noción del tiempo y del espacio. Perdí mi capacidad de razonar y de unir dos palabras para formar una frase coherente. Dejé de respirar… ¿por qué me aturdía de ese modo sólo con su presencia? —Respira, por favor —susurró contra mis labios. Y me besó, fue una caricia, algo mágico. En cuanto nuestros labios hicieron contacto un millón de descargas recorrieron cada una de mis terminaciones nerviosas. En un segundo sus labios volvieron a posarse en los míos con más insistencia, yo respondí al instante y mis labios devolvieron el beso. Mis manos se aferraron a su cuello y mis dedos se enterraron en su pelo. Profundizó el beso, una de sus manos estaba en mi cintura y la otra acunaba mi rostro. Era el lugar donde quería estar, donde me quedaría el resto de mi vida. Pegada a los labios de Edward. No me di cuenta cómo, pero ahora estaba sentada en su regazo y sus manos rodeaban mi espalda atrayéndome hacia él, pegándome más a su impresionante pecho. Cortó el beso antes de lo que hubiese deseado, mi cuerpo tembló es respuesta temiendo que se fuese de nuevo, que me dejase sin ninguna explicación, pero en lugar de eso me abrazó y me acurrucó en su regazo. Una de sus manos rodeaba mi espalda, y la otra acariciaba mi cabello, mi rostro, mis brazos… sus labios repartían cientos de besos por mi pelo y a veces oía como aspiraba mi aroma. Cerré los ojos para alargar el momento, estaba en el cielo con mi ángel particular, con mi perpetuo salvador. No quería moverme, ese 16
era mi lugar en el mundo. Una suave melodía salió de sus labios, mi sonrisa se ensanchó, mi nana… mi dulce nana, esa que tanto había echado de menos. Me pegué más a su frío cuerpo, la sensación de estar con él, a su lado, era indescriptible. No sé el tiempo que estuvimos así, pero pasó volando, cuando quise darme cuenta las ruedas de un coche en la entrada me hicieron tensarme. —Charlie —murmuré. — Te espero arriba— susurró en mi oído antes de besar mi cuello. Sólo pude asentir, había perdido toda capacidad de hablar. En un parpadeo estaba sola sentada en el mismo lugar en el que él estaba antes. Suspiré y me dispuse a esperar a que entrase Charlie…
17