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Capítulo 18 Más confusión “Con la luz de un nuevo día los matices cambian” Mara se despertó sola y enredada en las sábanas, miró a su alrededor y descubrió que estaba de nuevo en la habitación de Evan. Llevaba más de una semana de encuentros ardientes y apasionados, casi cada noche se entregaban uno al otro sin medir las consecuencias. Y se había prohibido a sí misma pensar demasiado en lo que estaba haciendo, se repetía continuamente que tan solo se trataba de sexo, aún después de reconocer ante Luca que Evan le gustaba y se sentía a gusto a su lado. Una parte de ella y, quizá la más grande, se negaba a aceptar que eso pudiese estar sucediendo. 3


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Se levantó de la cama y, sin molestarse en cubrirse, salió de la habitación, avanzó por el pasillo hasta la suya y se metió en la ducha dejando que el agua caliente se deslizase por su piel y la despertase del todo. Era una de las rutinas diarias que más la tranquilizaban, aunque en esta ocasión no estaba haciendo el efecto esperado, la imagen de Evan sobre ella mientras estaban juntos no salía de su mente. La expresión de su rostro, el olor de su piel… todo estaba incrustado en su memoria por más que se esforzase en olvidarlo. Gruñó frustrada y comenzó a enjabonarse casi con violencia, toda ella olía a Evan, a ese olor arrebatador que nublaba sus sentidos y le hacía perder la razón. Necesitaba una tregua, estar sola por completo, sin olores sin recuerdos a su alrededor, necesitaba encontrarse a sí misma dentro de toda esa locura que estaba viviendo. Evan se había despertado con las primeras luces del alba y al mirar a Mara tumbada a su lado sintió miedo, por primera vez en su vida una relación con una chica se estaba saliendo de su control. Sentía que día a día esa mujer se hacía más importante e indispensable en su vida. Eso asustaba… 4


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Evan nunca se había comprometido en ninguna de sus relaciones anteriores, en ese momento tan solo se preocupaba por disfrutar y pasarlo bien y cuando las cosas comenzaban a ponerse demasiado serias ponía tierra de por medio y desaparecía de la vida de la chica en chica en cuestión. Ahora era tan diferente… Algo en su pecho le prohibía alejarse de Mara, además que eso era imposible, ella trabajaba para él y era tan eficiente que no podía prescindir de ella. Además, al solo pensar en alejarse de ella, sentía una opresión en la garganta que apenas lo dejaba respirar. Mara lo confundía, nunca se había sentido de ese modo antes, tan fuerte y vulnerable a la vez, ella sabía sacar lo mejor y lo peor de él, incluso rasgos de su personalidad que ni siquiera sabía que existían. Había aprendido a preocuparse por otra persona que no fuese él mismo o alguien de su familia y también había aprendido a relegar parte de sus responsabilidades y centrarse en algo que no fuese solo su trabajo. Bebió el contenido de su vaso de licor de un solo trago y suspiró frustrado. 5


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Mara era tan diferente a todas las mujeres que había conocido hasta ese momento, que se sentía sobrepasado por momentos. Ya no solo era pos su aspecto, con esa belleza sencilla y sin pretensiones, también se trataba de su personalidad arrolladora, que, aunque no la conocía del todo porque siempre se esforzaba en mantener oculta a la verdadera Mara, había llegado a conocer facetas de ella que lo embriagaban y le hacían querer saber más y más sobre ella. Bajo todas aquellas capas de frialdad y profesionalidad, Mara podía llegar a ser divertida, dulce, carismática… era como una persona totalmente diferente a lo que mostraba frente a los demás, para él era una Mara especial que lo volvía loco y eso lo aterrorizaba, porque le gustaba demasiado. Se dijo a sí mismo que era normal, ella había llegado a su vida en un mal momento, cuando él se encontraba más vulnerable, por eso le había calado tan hondo. Pero una vocecita en el fondo de su corazón le recordaba que no, que antes incluso de saber que ella sería su guardaespaldas, ya se había imaginado su cuerpo contorsionándose de placer pegado al suyo. 6


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Mara había dejado huella en él y era imborrable por mucho que se esforzase en negarlo. Miró el vaso de licor vacío en sus manos y suspiró, lo dejó sobre la mesa de su despacho y regresó a la habitación que había abandonado solo unos minutos atrás. Cuando abrió la puerta y se encontró la cama vacía se llevó una sorpresa, pero se tranquilizó al ver los zapatos de Mara colocados frente a la ventana. Los miró desde la distancia y se preguntó el motivo por el que adoraba tanto ese tipo de zapatos, no tenía claro si se debía a que las piernas de Mara parecían más largas y estilizadas cuando los utilizaba, o quizá era simplemente que era más alta, más acorde a su propia estatura. O simplemente era algo erótico, el imaginarse esos tacones clavándose en su trasero mientras empujaba con fuerza en su interior. Resopló y se dejó caer de golpe en la cama, inmóvil, mirando al techo, las imágenes de lo sucedido la noche anterior se repetían una y otra vez en su memoria. Los susurros de Mara en su oído, los gemidos de placer que arrancaba de su pecho, la suavidad de su piel, el olor de su cabello… Gimió frustrado y se apretó los ojos con fuerza, ¿por qué no podía dejar de pensar en ella? Era solo una mujer más, nadie especial, nadie a quien tuviese que 7


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prestar más atención de la necesaria. Pero, sin embargo, su olor estaba impregnado en su piel y por más que lo intentaba no podía eliminarla de su sistema. “¿Era demasiado tarde?”, se preguntaron ambos al unísono. Quién sabe… el destino estaba escrito y las cartas sobre la mesa, aunque ninguno de los dos se sentía con el valor suficiente para dar el primer paso y mostrar sus sentimientos. Se habían prometido a sí mismos que lucharían contra esos sentimientos tan abrumadores, que no se dejarían arrastrar por la necesidad de sentirse cerca el uno del otro, sus vidas ya eran bastante complicada por separado como para complicarlas mucho más uniéndolas, sobre todo mezclando sentimientos de por medio.

Alice se subió al coche con el corazón en un puño, le había dicho a su madre que tenía que reunirse con una de sus antiguas compañeras de universidad que era modelo y había decidido ayudarla con sus nuevos diseños y, aunque le costó sudores fríos, también convenció a Luca de que podría ir ella sola sin ningún 8


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tipo de problema. Pero en realidad iba a hacer algo mucho más importante... y excitante. Antes de poner el coche en marcha se aseguró de que llevaba lo necesario en su bolso, lo que se traducía en que aquella herramienta que había "birlado" un par de semanas atrás, estaba a buen recaudo. Se había informado muy bien de donde estaba el centro de logística donde trabajaba Will, había sonsacado a Mara toda la información posible sobre él sin que ella sospechase de sus verdaderas intenciones. Alice era una experta en fingir a la perfección solo sentir un agradecimiento eterno al rubio agente que le salvó la vida, aunque dentro de su estómago se desataba un huracán de mariposas revoloteando a toda velocidad cada vez que la imagen del agente aparecía entre sus recuerdos. Hoy iba a ponerle solución al problema, estaba segura de que hoy cruzaría esa línea que separaba el antes del después en su vida. Condujo a una velocidad poco prudente, pero la paciencia no era una de sus virtudes. Las abarrotadas calles de Chicago pasaban una a una ante sus ojos, aunque su mirada siempre iba al frente decidida a llegar a su destino lo antes posible. 9


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Cuando su objetivo estuvo a la vista un nudo cerró su estómago y sintió que las piernas le temblaban, se llamó estúpida a ella misma., había sido el destino el que lo había puesto en su camino, ahora ella sólo tendría que darle el empujón definitivo para que la mano le saliese a la perfección. Estacionó su coche de cualquier manera, le daba igual una multa, le daba igual si la grúa se llevaba el coche al depósito, solo quería cruzar las puertas de aquel edificio y ver por fin aquellos ojos azules que la atormentaban entre sueños. Bajó del coche y caminó apresurada hacia el interior de aquel edificio, las puertas automáticas e asustaron cuando se abrieron y una risita nerviosa escapó de sus labios ante la magnitud de su estupidez. Se acercó a la recepcionista y sonriendo con convicción la miró a los ojos, o al menos lo intentó, ya que estaba enfrascada en una interesante lectura. —Buenos días, busco a Will —dijo con voz firme. La chica de la recepción levantó sus ojos azules de la revista de cotilleos que estaba ojeando y la posó en la menuda figura de Alice frente a ella. —¿Qué Will? —preguntó en tono cansado. 10


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—No recuerdo su apellido, pero sé que trabaja aquí. —Lo siento, pero si no tienes más información no podré ayudarte —dijo la recepcionista sin siquiera mirarla y después volvió su atención a la revista en sus manos. Alice contó a hasta diez mentalmente antes de volver a hablar y, sin perder la sonrisa, carraspeó para volver a llamar su atención. —Perdona... María —dijo al leer su nombre en la placa identificativa—. He cruzado toda la ciudad para poder halar con Will y no me iré de aquí hasta que lo vea, así que... ya estás tardando en utilizar uno de esos botoncitos de colores que tienes en el aparatito sobre la mesa para llamarlo y decirle que estoy aquí. La chica dejó la revista de mala gana sobre su escritorio y taladró a Alice con la mirada, pero ella, en lugar de amedrentarse, sonrió más ampliamente y parpadeó con inocencia. —Le he dicho que si no me da más información no podré ayudarle, así que por favor, salga de aquí antes de que pierda la paciencia y llame a seguridad — espetó María en tono amenazante.

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—Llámales —contestó Alice encogiéndose de hombros—, pero asegúrate de que una de las personas a las que llamas sea a Will. —De verdad... —bramó la recepcionista— estoy en el límite... si no desapareces de mi vista en este mismo instante... —¿Algún problema María? —preguntó una voz masculina. Aquella voz masculina con la que Alice había soñado continuamente durante los últimos días. Sintió sus rodillas de gelatina y el golpeteo frenético de su corazón en las sienes, pero tragó saliva y aguantó la compostura a duras penas. —Todo está en orden Will —dijo María como idiotizada de repente—. Tan solo esta... chica impertinente —ladró mirando a Alice despectivamente—, que no entiende una negativa. Will volvió la vista a Alice y parpadeó sorprendido. —Señorita Turner, ¿cierto? —preguntó en un susurro—. ¿A qué debo el honor? Otra risita nerviosa salió de los labios de Alice y sus mejillas se colorearon.

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—Quería hablar contigo, pero esta "amable" recepcionista no me lo permitía... —dijo haciendo un perfecto mohín. Will miró a María que en ese momento taladraba a Alice con la mirada. —María, la señorita Turner puede pasar siempre que lo desee, la próxima vez, intenta ser más respetuosa con ella —dijo Will en tono amable, pero con firmeza. María solo asintió a la vez que su cara enrojecía de rabia. —Ven Alice, acompáñame —susurró Will colocando una mano en su espalda y Alice se estremeció ante el contacto. Comenzó a caminar a su lado, pero cuando hubo dado dos pasos, volvió la vista atrás y su mirada se cruzó con la de la recepcionista, haciendo acopio de toda su madurez le echó la lengua y le guiñó un ojo. —¿Le has echado la lengua a la recepcionista? — preguntó él sorprendido e intentando aguantar una carcajada. Alice sonrió y otra risita nerviosa se le escapó. —Fue muy maleducada conmigo —aclaró fingiendo sentirse mal por ello. 13


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Will la condujo hacia su despacho y después de abrir la puerta la dejó entrar, haciéndolo él tras ella y cerró la puerta ahogando un suspiro. —Dime Alice... ¿a qué debo tu visita? —preguntó secando el sudor de sus manos en su pantalón. Alice giró sobre sí misma, hasta ese momento había quedado en trance mirando los títulos de los libros sobre la guerra civil que tenía Will en su despacho, también había alguna figura de soldados y tanques, incluso un arma antigua enmarcada y colgada en una de las paredes. —Sólo he venido a devolverte algo —dijo metiendo la mano en su bolsillo y sacando la herramienta que había tomado prestada unas semanas atrás. Will se quedó mirando las manos de Alice sorprendido, había echado de menos ese utensilio, pero había más en el laboratorio de pruebas y no era tan necesario, así que no se preocupó en demasía por él. —Gracias... —susurró aturdido—, lo había echado en falta. —Estaba bajo el coche, seguro que se coló mientras manipulabas aquella bomba —dijo Alice

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encogiéndose de hombros como si hablar sobre explosivos fuese de lo más normal para ella. —Seguro... —susurró él todavía un poco aturdido, recordaba perfectamente no haber utilizado esa herramienta en concreto. —Me gustaría darte las gracias de nuevo —Alice avanzó un paso hacia él y clavó la mirada en sus ojos... esos ojos azules tan claros y cristalinos que le parecía estar mirando en las profundidades del océano—. Gracias por salvarme salvaste la vida. —Tan solo estaba haciendo mi trabajo... —contestó él mirándola también a los ojos. —Eh... bueno... —Alice carraspeó y se planchó las inexistentes arrugas de su falda—. Solo... yo solo quería devolverte eso... será mejor que me vaya... o... ¿te apetece un café? —preguntó apresuradamente. Will sonrió y el aire abandonó sus pulmones atorándose en su garganta. —Conozco una cafetería en la que ponen un café delicioso, está a la vuelta de la esquina, ¿damos un paseo hasta allí? —le preguntó él. Alice asintió emocionada y, sin más preámbulos, se fueron caminando hacia esa cafetería. 15


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Juntos comenzaron una conversación en la que hablaban de todo y nada a la vez, estar uno al lado del otro eran tan natural y sencillo que no les costaba nada sonreír, bromear... se sentían ellos mismos sin tapujos ni vergüenzas, pese a que acaban de conocerse. Will estaba realmente sorprendido de descubrir que bajo esa frágil apariencia de muñeca de porcelana y su hiperactividad, Alice era una persona sencilla, que pese a que familia amasaba una gran fortuna era responsable y agradable. Tenía un punto de locura, pero eso la hacía única y especial. Alice sentía que su instinto no había fallado. Había encontrado en Will todo lo que llevaba años buscando. Will era el héroe de sus sueños, el prefecto caballero de cuento que le había salvado la vida y ahora estaba compartiendo una charla tan animado como si lo pasado días atrás nunca hubiese ocurrido. Él era especial, solo con estar a su lado se sintió más tranquila y relajada, los nervios que había tenido de camino al edificio se habían disipado casi por arte de magia y se sentía muy a gusto a su lado. Las horas fueron pasando sin que ninguno de los dos fuese consciente de ello, solo cuando el estómago de Alice rugió por la falta de alimento fue cuando 16


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miraron sus relojes y vieron que pasaba de las tres de la tarde. —Lo siento mucho —se disculpó Will—, te he entretenido demasiado tiempo, deja que te compense de algún modo. —No es necesario, también ha sido culpa mía —lo tranquilizó Alice. —No, yo tendría que haber estado más atento... ¿qué te parece si... si esta noche te invito a cenar para disculparme como se debe? —le preguntó con su arrebatadora sonrisa. Alice se quedó momentáneamente paralizada, para después sonreír ampliamente. - De acuerdo —contestó sin pensarlo—, ¿quedamos en este mismo lugar a las 7? —Hasta las siete —dijo Will con un asentimiento de cabeza. —Adiós... —susurró Alice viendo cómo se alejaba. Sin más preámbulos se metió en el coche y condujo a toda velocidad hacia su casa, sin detenerse a saludar a su madre que estaba arreglando las flores del jardín, ni a Luca que estaba a su lado sosteniendo un par de macetas. Tampoco a Sonia, con la que se cruzó mientras subía las escaleras de dos en dos 17


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hacia su habitación, ni a su padre a quien prácticamente cerró la puerta en las narices. Alice se quitó la ropa en tiempo record y se metió en la ducha... esa sería una gran noche.

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