Respirar 02

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RESPIRAR Naobi Chan


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CAPÍTULO 2 Nunca me había sentido tan fuera de lugar como en ese momento, sentada en un enorme sillón en la primera clase de un avión. Según lo que había dicho el asistente social cuando fuimos a llevarle el documento a su oficina, Cameron era mi hermano consanguíneo y estaba en su derecho de solicitar mi tutela y como ya era mayor de quince años era algo inmediato ya que daba mi aprobación sin ser coaccionada. Así como tenía su derecho también podía negarse, ya que no era su obligación, pero él insistió en que fuese con él a Chicago. Pero sentada en el avión, a su lado, no podía dejar de sentir que éramos completamente opuestos. Él derrochaba seguridad por cada uno de los poros de su piel, era alto, de un atractivo indiscutible y estaba segura de que tendría a más de una mujer suspirando por él. En cambio, yo era una chica desgarbada, que intentaba no llamar la atención en exceso y que, si por mí fuese, ni siquiera saldría de casa la mayor parte de las veces. Flexioné mis rodillas apoyando los pies sobre el asiento, me abracé las piernas y miré por la ventanilla. Ya había anochecido y no veía prácticamente nada, pero mi mirada se quedó ahí clavada durante un par de horas, esperando que llegara el sueño o algo así. —¿Te importa que duerma un poco? —preguntó Cameron sobresaltándome.


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Giré un poco la cabeza, solo lo justo para poder mirarlo, estaba sentado a mi lado y me miraba con una sonrisa cansada y los parpados caídos. —Como quieras… —murmuré volviendo mi atención a la ventana. —Si necesitas algo no dudes en pedírselo a la azafata —me recordó, a lo que asentí con desgana. Tras unos minutos el sonido de su respiración se hizo más lento y profundo, sin poder evitarlo me removí un poco en el asiento y me giré para poder mirarlo mejor. Hasta ese momento no me había parado a pensar en el hecho de que tenía un hermano mayor, un hijo de Howie del que no sabía nada e incluso dudaba que mi madre supiese algo al respecto. Le observé en silencio y con detenimiento mientras dormía, así era más sencillo y me sentía menos intimidada. Repasé uno a uno cada rasgo de su rostro buscando algún parecido a mi padre. Recordé una de las fotos que él guardaba en el cajón de su mesita de noche, era del día en el que se casó con mi madre, Howie quizás fuese algo más joven de lo que era Cameron en ese momento, pero sí, era posible que hubiese cierto parecido entre los dos. Ambos tenían los labios finos, la forma de la barbilla igual y hasta su ceja izquierda parecía que estaba un poco más arqueada que la derecha, igual que le ocurría a mi padre. Recordarlo me hizo que me sintiese mal, como si una punzada me atravesase el pecho. No volvería a verle ni a escuchar su voz, no podría ni discutir con él. Le conocía tan solo de unos meses, pero era mi padre, había aprendido a quererle un poco con el paso del


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tiempo, incluso había comprendido sus silencios y su poca predisposición a recibir muestras de cariño. Suspiré mientras una lágrima rodaba por mi mejilla, la sequé con el dorso de mi mano y me recriminé a mí misma por continuar llorando, era algo que ya no tenía solución, se había ido y no volvería jamás. Tenía que ser fuerte porque estaba segura de que mis padres no querrían que sufriese así por ellos, debía tragarme las lágrimas y madurar para que nada volviese a hacerme daño y poder dejar atrás todo lo que lo había sucedido, porque ya formaba parte del pasado. Cuando el avión descendió en el aeropuerto O’Hare de Chicago, un estremecimiento me recorrió la espalda, allí era casi media noche y las luces artificiales lo iluminaban todo. Después de vivir en aquel pueblo de Kentucky ahora volvía a vivir en una gran ciudad, la idea no me entusiasmaba demasiado, vivir rodeada de edificios, con el ruido de los coches y los trenes del metro… aunque era eso o irme a un centro de menores donde no sabía lo que podría suceder. Cuando salimos del aeropuerto, nos subimos a otro coche conducido por un hombre que casi ni nos saludó al entrar. Este condujo por varias calles a que no pude prestar atención, tenía la cabeza hecha un revoltijo y el no haber dormido apenas nada en los últimos días, no ayudaba a que fuese una personas racional y coherente. —Mañana tengo que trabajar —Cameron rompió el silencio después de unos minutos de trayecto—. Creo que puedo tener la tarde libre para que podamos ir a comprar lo que necesites. —No tengo prisa —murmuré esperando que dejase de hablar.


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—Como quieras, pero no quiero que te falte de nada. —Con comida y cama tendré suficiente —su ceño se frunció ante mi comentario, pero no dijo nada al respecto. —Por cierto, varias personas vendrán a cenar mañana, solo serán unos amigos y quizá también mi novia. Todos están deseando conocerte —sonrió. Forcé una sonrisa como respuesta, aunque no era el mejor plan del mundo, cenar con niños ricos que querían conocer a la hermana perdida y pobre de su amigo, no era algo que pintase demasiado bien en un primer momento, pero debía aceptarlo si quería vivir allí. Suspiré pesadamente intentando no pensar en que haber ido allí parecía ser una mala idea, una de las peores que había tenido a lo largo de mi vida. Cuando el coche se detuvo frente a un portal de hierro forjado, que se abrió en cuanto el conductor pulsó el mando a distancia, se pudo apreciar que después de cruzar un kilométrico jardín cubierto de nieve, había una edificación enorme de estilo gótico. Intenté que mi rostro no mostrase la misma estupefacción que sentía, pero no puede evitar que mi mandíbula se descolgase un poco ante la impresión de encontrarme ante una casa tan grande. —¿Te guste? —preguntó Cameron y su voz reflejó una nota de diversión. —Es… ¡enorme! —exclamé un poco aturdida porque no podía dejar de mirar el incontable número de ventanas que poseía.


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—Fue de mis abuelos maternos, los Brown tenía mucho dinero — susurró—. Siempre les gustaron las cosas ostentosas y esta casa es una prueba fehaciente de ello. Casi antes de que el coche se detuviese del todo, él abrió la puerta del coche y tras bajarse él me ayudó a hacerlo a mí. Subió la enorme escalera doble que rodeaba un porche igual de enorme y abrió la puerta para adentrarse en la vivienda. Cuando me giré para coger mis cosas en el maletero, el conductor del coche lo estaba haciendo ya, así que seguí a Cameron un poco perdida porque no tenía ni idea de lo que tenía que hacer o que esperaba él de mí. Cuando crucé la puerta frontal me llevé una sorpresa bastante inesperada, pese a su aspecto exterior, el interior de la mansión estaba decorado siguiendo un estilo moderno y minimalista, nada demasiado pesado visualmente como podría esperarse. Seguí el sonido de sus pisadas y me encontré en una enorme sale de estar coronada con un sofá blanco de forma semicircular, desde el que se podía ver una escalera por la que Cameron estaba ascendiendo. Tras subir unos peldaños miró por encima de su hombro y me hizo una señal para que le siguiese, algo que hice sin dudar demasiado, ya que ese espacio tan grande me hacía sentir torpe y fuera de lugar. —Ven —me instó al llegar al primer piso—. Ahora es demasiado tarde y supongo que estarás agotada del viaje. Te llevaré a tu habitación y mañana temprano le diré a Susan que te enseñe todo mientras estoy en el trabajo. —De acuerdo —contesté en el mismo tono de voz.


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Subimos otro piso más, llegamos a un recibidor de forma redondeada con diferentes puertas y un pasillo que se adentraba hacia atrás. Cameron escogió una de las puertas y la abrió instándome a que la cruzase. Al hacerlo me encontré unas paredes blancas con muebles oscuros, las cortinas y demás accesorios eran rojos para romper el esquema monocromático del ambiente, pero el contraste quedaba bien. —Si no te gusta mañana podrás ver otras que están libres y elijes la que prefieras —dijo mientras entraba en la habitación—. Tienes todo lo que puedas necesitar a lo largo de la noche y, si me necesitas, estaré al del fondo del pasillo. —Gracias —murmuré mientras miraba todo a mi alrededor y me sentía un poco intimidada. —Espero que descanses —dicho esto se acercó a mí sonriendo con timidez y deslizó una mano por mi brazo a modo de despedida, saliendo después por la puerta y cerrándola tras de sí. En cuanto me encontré sola dejé salir todo el aire que contenían mis pulmones en un resoplido, ¿dónde me estaba metiendo? Visto lo visto no parecía que pudiese encajar en esa casa ni mucho menos en la vida de mi “hermano”, seguro que tarde o temprano él mismo sería tan consciente de ello como yo y me enviaría al centro de menores sin necesidad de pensarlo demasiado. Sin darme cuenta comencé a llorar, ¿cómo fui tan estúpida para irme a Chicago con un completo desconocido? ¿En qué mierda estaba pensando?


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Después de unos minutos más de autorepenrenderme, en los que tuve que sentarme en el suelo, encogida y tratando respirar más despacio para que no me diese un ataque de ansiedad, decidí que lo mejor que podía hacer era aceptar lo que había provocado y enfrentarme a las posibles consecuencias. Guardé las pocas cosas que me había llevado desde Kentacky en un armario tan grande que podría vivir en él y después me metí en el baño para darme una ducha, necesitaba poder quitarme toda esa capa de incertidumbre y ansiedad que me rodeaba y el agua caliente sobre mi piel consiguió el efecto deseado, treinta minutos después me tumbé en aquella cama del tamaño de un campo de fútbol con un cobertor rojo y no tardé demasiado en quedarme dormida. No sé exactamente qué fue lo que me despertó a la mañana siguiente, necesité unos cuantos segundos de mirar a mi alrededor y hacer memoria para saber dónde estaba y que había sucedido. Me desperecé con desgana y me puse en pie lentamente, no tenía ni idea de lo que me esperaba para ese día, pero estaba un poco intimidada con la cena que me había anunciado Cameron la noche anterior. También había escuchado el nombre de una tal Susan, ¿de quién se trataba? ¿De su novia? ¿Vivían juntos? Él no me había explicado nada y tenía demasiadas dudas. Sin perder más tiempo, me vestí con algo cómodo y bajé las escaleras sintiéndome nerviosa, ya que no sabía lo que me iba a encontrar. Llegué a aquel enorme salón y me quedé paralizada y con la boca abierta frente a una estantería repleta de libros que había en uno de los laterales y en la que no había reparado el día anterior. Estaba a


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punto de acercarme para leer el lomo de algunos libros, cuando una de las puertas se abrió. Una mujer bajita y regordeta la cruzó, tendría alrededor de cincuenta años y la piel de un tono canela muy favorecedor, que concordaba a la perfección con sus ojos oscuros y su cabello negro recogido en un apretado moño. —¡Oh! Debes de ser Giorgina —exclamó en un tono dulce y regalándome una sonrisa—. Cameron me dijo que te preparase el desayuno y ahora mismo iba a despertarte, que se está haciendo un poco tarde. Ven por aquí, ya está todo listo en la cocina. La seguí por la misma puerta por la que había salido solo unos segundos antes y me sorprendía al encontrarme en una cocina enorme decorada con mucho gusto. En el centro de la misma, y sobre una mesa de redonda de cristal, había un desayuno completo con cosas que no había visto en mi vida y que se veían muy apetecibles. Aquella mujer separó un poco la silla instándome a que me sentase y cuando lo hice me sentí un poco intimidada ante el modo en que parecía que sería mi vida en esa casa, no sabía si podría llegar a acostumbrarme a que hiciesen todo por mí, desde unos años atrás, siempre había sido yo la responsable de mí misma y cambiar de costumbres tan bruscamente no parecía tarea fácil. —¿Quieres café? —me preguntó de repente, asentí y ella me lo sirvió enseguida—. Cameron también me pidió que te enseñase la casa, iremos en cuanto acabes. Por cierto, soy Susan, aunque aquí todos me llaman Susy. Me encargo de que todo funcione por aquí, ya que Cameron es un poco despistado —suspiró con diversión—. No sabes lo que me alegro de que te trajese a vivir con nosotros, no


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puedo ni imaginar lo que sería de ti si acabas yendo a uno de esos reformatorios llenos de criminales —se estremeció—. Ya verás, Giorgina, como aquí podrás ser feliz, Cam es un buen chico y se preocupará de que tengas todo lo que necesites y más. —Todos me llaman Gigi —dije un poco avergonzada. Ella sonrió y me acarició el cabello., —De acuerdo, cariño, ahora desayuna que se te enfría el café — concluyó volviéndose y comenzando a hacer algo detrás de mí. Suspiré un poco abrumada, cuanta energía y que cantidad de palabras podía llegar a pronunciar en un solo minuto. Desayuné sin prisas, probando un poco de todo y sintiéndome saciada enseguida. Y, cuando hube acabado, Susan me llevó a un recorrido por toda la vivienda. Me enseño de nuevo la sala de la biblioteca, un gran estudio con más libros, tres dormitorios entre los que podía elegir además del que me había dado Cameron la noche anterior y una sala de cine en la buhardilla, donde también había una especie de gimnasio que fue lo que más me sorprendió de todo. —¿Podré utilizarlo? —pregunté mirando detenidamente el saco de boxeo colgado a un extremo y sintiendo como de repente echaba mucho de menos a Howie. —Creo que sí, Cam no me dijo que tuvieses ninguna zona restringida —contestó ella un poco confundida. Sonreí un poco en su dirección y ella me respondió. Continuó enseñándome el resto de las habitaciones y no podía dejar de sorprenderme que, pese a que en su apariencia externa la casa parecía


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sobria e incluso un poco antigua, en su interior era todo lo contrario, derrochaba alegría y buen gusto en cada habitación. A Susan le daba un poco de pena, ya que no pudo enseñarme también los jardines, según ella era lo más espectacular de la casa, pero era finales de noviembre y fuera había como unos diez grados bajo cero, con todo cubierto de nieve y hielo, por lo que salir no parecía ser una opción recomendable. Después de mi tour por la casa, ella me dijo que podía hacer lo que quisiese y donde quisiese para entretenerme, por lo que decidí ir a aquella maravillosa biblioteca y leer un poco. Elegí uno de mis libros favoritos y me senté en aquel sofá blanco semicircular que parecía tan cómodo y que en realidad lo era. Las horas pasaron muy rápido y hasta que escuché el sonido de la puerta principal cerrándose no fui consciente del tiempo que había transcurrido. —¿Qué tal tu mañana? —escuché la voz de Cameron detrás de mí. Le miré sobre mi hombro y le regalé una sonrisa tímida. —Entretenida, tienes una casa preciosa. —¿Te gusta leer? —preguntó mientras rodeaba el sofá y se sentaba mi lado. —Sí, me he traído algunos libros, pero este me lo dejé en Los Ángeles cuando me mudé con Howie, he echado de menos leerlo — expliqué—. Espero que no te moleste que lo haya cogido sin permiso, Susan me ha dicho que… —No te preocupes —me interrumpió poniendo una de sus manos sobre las mías para detener el movimiento nervioso que no podía


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dejar de hacer—, puedes leer el libro que quieras sin pedirme permiso. Le agradecí en un murmullo y se removió en el sofá como si se estuviese poniendo más cómodo. —Y bueno… —murmuró—. Háblame un poco de ti, apenas nos conocemos… ¿Qué te gusta? ¿Ya sabes lo que vas a estudiar? Dejé el libro a un lado y suspiré. —No lo tengo muy claro… —resoplé—. Si me hubieses preguntado hace un par de años diría que algo relacionado con las letras, pero ahora no estoy muy segura de ello. —¿Con qué dudas exactamente? —Medicina o enfermería… me gustaría poder ayudar a los demás, pero no tengo vocación y me mareo con la sangre —sentí como mis mejillas se coloreaban un poco a causa de la vergüenza de admitir una de mis debilidades. —No creo que eso te favorezca demasiado —rio—. Pero si lo que quieres es ayudar y te gustan las letras, tienes la carrera de derecho y yo te puedo garantizar un puesto de trabajo en el bufete de la familia —me guiñó un ojo con complicidad. —¿Es allí donde trabajas? —No solo eso —aclaró hinchándose de orgullo—. Es donde trabajo y el bufete del que soy socio. —¿Cuántos años tienes? Derecho es una carrera muy larga…


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—Treinta y uno, todavía estoy empezando, soy socio por herencia, no porque me lo haya ganado —suspiró un poco apesadumbrado— . Puedes ir… —¡Hola! —se escuchó una voz masculina desde la puerta interrumpiendo lo que quiera que fuese a decir Cameron. Mi cabeza se volvió automáticamente en la dirección de esa voz y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para que mi boca no se descolgase de la impresión. En el quicio de la puerta de la sala de estar había un chico… bueno, más bien era casi un hombree, ya que pasaba de los veinticinco. Y con solo verle mi estómago dio un vuelco y me quedé paralizada. Era más alto que Cameron por unos diez centímetros o más, estaba vestido igual de elegante que él y el negro de sus ropas contrastaba con su piel pálida. Aunque lo que más llamaba la atención era su cabello, del color de los rayos del sol y peinado de un modo un tanto peculiar, aunque en realidad era un despeinado calculado. El brillo de sus ojos era algo hipnótico, de un azul tan claro que parecía gris, como algo casi irreal. Su rostro de facciones suaves podría definirse como un poco afeminado, pero no lo era, ya que unas cejas gruesas y un tono más oscuras que su cabello le daban la personalidad que le faltaba. El aire se me quedó atascado en la garganta y, sin saber muy bien porqué, bajé la mirada sintiéndome avergonzada. —Andrew… —dijo Cameron poniéndose en pie—. ¿Qué haces tú por aquí?


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—Pasaba por el barrio y decidí acercarme para conocer al nuevo miembro de la familia antes que nadie —su tono de voz era rasgado y me puso la piel de gallina. De repente me sentí observada, lo que me puso más nerviosa todavía si es que eso era posible. —He preparado una cena para que todos la conozcáis esta noche — protestó Cameron, pero en su tono de voz se podía apreciar que estaba bromeando. —Lo sé. Pero si me espero a la noche sabes lo que ocurrirá con mi hermano… — Sentí su presencia cerca de mí y me atreví a alzar la mirada con lentitud, cuando sus ojos hicieron contacto con los míos me quedé idiotizada y sentí como hasta mi cuello subía de temperatura. —Yo soy Andrew Duseir —dijo extendiendo su mano en mi dirección. Tardé un par de segundos en reaccionar y alzar mi brazo para corresponder a su gesto con un apretón de mano rápido y sudoroso. —Gigi —susurré demasiado bajo. —Gigi… —susurró mientras fruncía el ceño—. Suena mucho mejor que Georgina, me recuerda a nombre de abuela. Sonreí en su dirección y él correspondió a mi sonrisa con otra, lo que provocó que sintiese como los latidos de mi corazón se aceleraban un poco.


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—Estaba convenciendo a Gigi para que entrase en el negocio familiar, ¿tú qué crees? —preguntó Cameron—. ¿Crees que se podría hacer abogado y ayudarnos? Andrew me miró de arriba abajo y en ese momento no entendí por qué, pero me sentí avergonzada de repente, parecía estar evaluándome de verdad y no solo siguiendo la broma de mi hermano. Una sonrisa ladina surcó sus labios y el aire se me atascó de nuevo. —Bueno… tendría que cambiar un poco la actitud, quizá mostrase un poco más agresiva y no tan tímida, pero sí —volvió a sonreír y me guiñó un ojo—. Creo que podría encajar a la perfección. —¡Tío! —Cameron lo golpeó en el pecho con la mano abierta—. ¡Mucho cuidado! Estás hablando de mi hermana —Andrew lo miró como si no entendiese lo que estaba ocurriendo—. Siempre he querido decir eso —lo que provocó que estallase en carcajadas y ambos lo mirásemos con el ceño fruncido. El teléfono móvil de Cameron nos interrumpió y él no tardó más que un par de segundos en llevarse la mano al bolsillo. —Disculpad —dijo mientras lo sacaba y contestaba la llamada. —Es un adicto al trabajo, ya lo irás conociendo —me explicó Andrew sentándose en donde estaba él un par de segundos antes— . Cameron no nos ha hablado mucho sobre ti, tan solo nos ha dicho que tenía una hermana de la que no había escuchado hablar nunca y que ahora que vuestro padre ya no está, vienes a vivir con él. ¿dónde vivías hasta ahora?


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—Kentucky —musité. —Gigi, lo siento mucho —dijo Cameron regresando de repente—, sé que te prometí que esta tarde iríamos de compras, pero es imposible, hay un problema con tu expediente en el instituto y tengo que ir a resolverlo, no sé cuánto tardaré. —¿Instituto? —pregunté sorprendida, hasta ese momento no me había parado a pensar en que tendría que ir al instituto. Otra vez sería la nueva, el centro de atención y blanco de todas las miradas y burlas. —Sí... comienzas el próximo lunes —dijo distraídamente—. Pero no te preocupes, llamaré a Lily para que vaya contigo de compras esta tarde, sé que ella lo disfrutará. —¿Lily? —preguntó Andrew—. ¿De verdad se la dejarás a Lily? — Cameron asintió—. ¿Tú asistente llevará a tu hermana de compras? —Sí... ¿cuál es el problema? —Cameron parecía confundido. —Es tu asistente... no tu criada, le pides que te haga de todo — sonrió con arrogancia. —¿Qué estás insinuando? —preguntó Cameron entre dientes. —Nada, nada... tranquilo... —Andrew alzó las manos en señal de rendición— pero deja que Lily disfrute de su tarde libre. Yo llevaré a Gigi de compras. —¿Tú? —preguntó sorprendido. —Sí... ¿cuál es el problema? —repitió las palabras de Cameron. —¿Tú? —volvió a preguntar—, ¿Desde cuándo te gusta ir de compras?


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—No me gusta —puso los ojos en blanco—, solo voy a hacerte un favor, así conoceré un poco más a nuestra futura compañera de trabajo —me guiñó un ojo otra vez y no pude evitar sonreír un poco avergonzada. Cameron pareció pensarlo durante unos segundos con el ceño fruncido, hasta que suspiró y se pasó una mano por el rostro. —Como le ocurra algo a Gigi eres hombre muerto —masculló entre dientes—. Volved temprano, sobre las ocho estará la cena, así que... bueno, eso... —hizo un gesto con la mano y se giró para irse— Andrew... confío en ti —dijo una vez más antes de desaparecer. Sentí de nuevo la mirada de Andrew sobre mí y me estremecí antes de volver a unir nuestras miradas, no entendía muy bien lo que me estaba ocurriendo. Hacía unos días que me había vuelto un poco como un robot autómata, sin sentir, tan solo moviendo mecánicamente, pero cuando él me miraba o me sonreía mi pulso se aceleraba y la piel se me ponía de gallina. —Entonces... ¿comemos algo y nos vamos? —preguntó mirándome de un modo que no supe interpretar del todo.


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Si estás leyendo este archivo, puedes encontrar más como él en www.NaobiChan.com o buscar alguno de mis trabajos autopublicados en Amazon. Si quieres ponerte en contacto conmigo, tan solo tienes que enviar un mensaje a Naobi21@gmail.com prometo contestar, aunque tarde un poco. Muchas gracias por tu tiempo, espero que te haya gustado y que dejes un comentario en mi blog para expresar tu opinión y si me dejas una dirección de correo electrónico te contestaré personalmente para agradecer tus palabras. En breve, también podrás encontrar la ficha de esta historia en Goodreads, y podrás dejar allí tu opinión sobre ella. Un besote y muchas gracias ♥

Naobi.


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