VIVIENDO RECUERDOS Naobi Chan
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CAPÍTULO 3 Presente —Mami... ¿de verda que eso vuela? —preguntó Seth en un susurro mirando al avión con los ojos muy abiertos. El hombre que estaba sentado frente a ellos en el autobús que los llevaba desde la puerta de embarque al avión, miró al niño con una sonrisa y le guiñó un ojo. —Sí que vuela... ¿no recuerdas lo que te contó el tío Colin? — preguntó Brook con dulzura. —Sí, pero... es muy gande —Seth abrió los abrazos y los movió hacia arriba a la vez que hablaba. Brook revolvió su cabello en un gesto cariñoso y lo besó en la coronilla. —Volará... no te preocupes —intentó tranquilizarlo, aunque más bien debería tranquilizarse ella, temblaba tanto como una hoja. 24 de julio de 2004 — Astoria, Oregón —¿Brook? —gritó William entrando por la puerta de su casa. Ella estaba tirada en el sofá leyendo "Orgullo y prejuicio" una vez más.
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—Estoy aquí, papá —dijo asomando la cabeza por un lateral del sofá. William sonrió al verla, como cada vez que lo hacía, cada día agradecía que su hija después del divorcio con su madre quisiese quedarse con él y no viajar a Jacksonville con Renée. —Estabas buscando trabajo... ¿cierto? —preguntó William tornándose serio de repente. —Sí —contestó Brook con cautela—, quiero ahorrar un poco para la universidad. —He hablado con Janelle, la mujer del doctor Henderson... ya sabes —hizo un gesto con la mano restándole importancia, pero las mejillas de Brook se colorearon cuando supuso que debería conocer al doctor después de tantas y tantas visitas al servicio de urgencias—. Me ha dicho que su hijo llegó a la ciudad hace unos días y busca a alguien que cuide a su bebé mientras su mujer está ocupada. —¿Cuidar a un bebé? —preguntó ella alzando una ceja. —Creo que tiene dos años... no es tan bebé... —dijo William algo confundido. —Está bien... iré a hablar con él... ¿Dónde vive? —preguntó Brook. —La casa blanca que hay al lado de río, quiere que empieces cuanto antes, así que ve ahora mismo. Brook dejó el libro que estaba leyendo en ese momento en la estantería junto a los demás y con un resoplido cansado avanzó por las calles casi desiertas de Astoria, hasta que poco a poco
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comenzó a oír el sonido del agua del río. Sonrió cuando vio como un pequeño gorrión se bañaba con miedo en una de las orillas y con cuidado para no asustarlo avanzó lentamente hasta colocarse a su lado. Después de ese pequeño alto en el camino, divisó a lo lejos una gran casa blanca con un camión de mudanzas en la puerta, no le costó adivinar que el hijo del doctor Henderson vivía allí. Así que apuró el paso y se apresuró a subir las dos escaleras del poche y a llamar suavemente a la puerta. Una mujer rubia y tremendamente hermosa la abrió al otro lado, después de darle un repaso de arriba a abajo arrugó el ceño y se cruzó de brazos. —Soy Brook Simons —dijo ella con timidez—, mi padre ha hablado con Janelle y me ha dicho que estáis buscando una chica para cuidar a un bebé. —¿Quién es? —se escuchó una voz aterciopelada y, a los pocos segundos, un chico de poco más de veinticinco años apareció tras la mujer. Sin decir nada más le dedicó a Brook una mirada de curiosidad. —Dice que ha hablado con tu madre y viene para cuidar a Mia — dijo la mujer rubia con indiferencia. El entendimiento se vio reflejado en las facciones del chico y una sonrisa surcó sus labios. Brook no pudo evitar fijarse en él, alto, fornido, con unos ojos verdes tan profundos que podías perderte en ellos. Su cabello castaño despeinado y con la sombra de una barba queriendo asomar en su barbilla.
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No era guapo, de esas bellezas perfectas que te quitan el aliento en cuanto las ves, pero tenía algo que resultaba atrayente, algo que no sabía de qué se trataba, pero que estuvo ahí desde el primer momento y que hacía que se comportase como una idiota en su presencia. —Mi madre sí que es rápida —murmuró para sí mismo—. Soy Aidan Henderson —dijo extendiendo su mano hacia ella. Brook lo dudó un segundo, pero la tomó con cautela—, ¿tienes experiencia cuidando niños? Brook lo dudó un momento... podía mentir, pero no se le deba demasiado bien, siempre la pillaban en un renuncio, así que suspirando se dispuso a ser honesta. —La verdad es que no... —frunció sus labios— pero necesito el trabajo, quería ahorrar para la universidad y solo me quedan dos años. Aidan sonrió más comprendiendo el dilema de la chica, él mismo había querido tener su propio dinero para ir a la universidad sin contar con la ayuda de sus padres, algo que no entendió en su momento ya que a sus padres no les faltaba el dinero, pero era algo que agradecía porque ahora estaba más orgulloso de sí mismo por estar donde estaba ahora sin ayuda de nadie. —Mia tiene dos años y es una niña muy tranquila, solo tendrías que cuidarla por las tardes, cuando mi madre va a dar sus clases de cocina y Lori... bueno Lori hará sus cosas —dijo lo último con ceño fruncido. —Aidan... no tiene experiencia —se quejó la chica rubia haciendo una mueca de disgusto.
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—Si mi madre la ha avisado a ella, es porque confía en que pueda hacerlo —protestó él. —Aprendo rápido —se apresuró a admitir Brook— y los niños me encantan. —Perfecto entonces —dijo Aidan con una sonrisa—. Ven, te enseñaré la casa y cuando mi hermano vuelva con la niña, te la presentaré. La rubia puso un gesto que Brook no supo interpretar del todo, se dio media vuelta y desapareció mientras mascullaba algo entre dientes. … —¡Ya estamos aquí! Brook dio un salto en su silla y el contenido de su vaso de té casi sale disparado. Aidan rio y ella se ruborizó. —Es mi hermano Vince, trae a Mia —explicó con dulzura. Una mujer rubia, diferente a la anterior, entró en la cocina con una radiante sonrisa en sus labios, tras ella entró un armario de cuatro puertas, porque ese hombre no podía ser catalogado de otro modo. Era exageradamente alto y fuerte, sus músculos se marcaban en la camiseta e imponía un poco. En sus brazos traía una pequeña niña rubia con los ojos más azules que había visto jamás, y en los labios de la pequeña asomaba una sonrisa en la que mostraba los pocos dientes que le habían salido. Brook no pudo evitar sonreír al ver a la niña, su cabello rubio estaba sujeto en dos coletas que dejaban su pelo disparado, adornadas con dos lazos azules que resaltaban el color de sus
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ojos. Solo llevaba un fino vestido blanco que ayuda a soportar las altas temperaturas del verano del Astoria, algo extraño, pero hacía calor. —Brook, ellos son Vince, mi hermano y su mujer Hope, la pequeña diablillo es mi hija Mia —dijo Aidan cogiendo a la niña en brazos y ganándose un beso de su parte—. Chicos ella es Brook, cuidará a Mia por las tardes. Después de los saludos de rigor, Brook descubrió que tanto Vince como Hope eran muy abiertos y confiados, le hicieron sentirse bien pese a que ella era de mucha menor edad que ellos. Pero, aunque ella tenía solo dieciséis años, en ocasiones sentía que no podía conectar al cien por cien con los chicos de su edad, eran demasiado niños para ella y se aburría a los pocos minutos porque no conectaban. La pequeña Mia correteó alegremente entre los presentes mientras ellos hablaban, para Brook no fue difícil verla como su responsabilidad, ya que era una niña adorable a la que solo podías querer en cuanto la conocías. Aidan supervisaba cada movimiento de Brook con su hija y se alegró al comprobar que entre ellas se entendían a la perfección y que, por fin, había encontrado una buena canguro para Mia. Presente Brook suspiró, ahora la pequeña Mia tendría siete años, habría crecido tanto… —Mami mira —la llamó Seth—, este pajarito tiene el pico rojo.
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Brook miró como su hijo coloreaba alegremente en un libro con las pinturas que le había entregado una de las azafatas. Él parecía feliz y tranquilo con el viaje que estaban haciendo, aunque ella no podía estar del tranquila del todo, ya que no tenía ni idea de lo que encontraría al llegar a Astoria. Por un momento sintió miedo, se sintió egoísta por arrastrar a su hijo con ella y exponerlo a esa situación. Ni siquiera podía sospechar la reacción de su padre en cuanto lo viese, menos la de sus amigos... Katy seguro que en cuanto la viese le llamaría de todo antes de darle un fuerte abrazo y después reclamarle por haber desaparecido de ese modo. Incluso podía llegar a darle un zape por haberle ocultado la existencia de su hijo. Esperaba que Seth no sufriese las consecuencias de sus actos de años atrás... esperaba que para él fuese un viaje tranquilo y feliz para conocer el pueblo donde su madre creció y donde vive su abuelo. Pero además de ese miedo, había otro mucho más grande: Los Henderson. Seth era el vivo retrato de Aidan, sus ojos verdes, su cabello cobrizo y revuelto, su piel pálida... incluso algunos de sus gestos podían ser catalogados como "Henderson" sin saber si quiera que era parte de esa familia. Esperaba no tener que dar explicaciones sobre el padre de Seth, fue un hombre de su pasado, alguien a quien quería olvidar, pero con el que todavía soñaba en secreto cada noche pese al paso del tiempo. Secretamente esperaba que toda la familia se hubiese mudado, o al menos lo hiciese Aidan llevándose con él a Lori y Mia. Aunque también, en el fondo esperaba poder volver a ver a aquella niña
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que le había robado el corazón y, para qué negarlo... también esperaba ver a Aidan. —Señores pasajeros, les informamos en unos minutos aterrizaremos en el Aeropuerto Internacional de Portlan, muchas gracias y esperemos hayan disfrutado de su vuelo —dijo una voz masculina por megafonía. Brook suspiró y miró por la ventana, ya estaba cerca, demasiado cerca... ¿qué pasaría cuando bajase de ese avión? Los nervios se afianzaron en su estómago y sintió ganas de vomitar, pero cerró los ojos con fuerza y abrazó a Seth besándolo en el pelo y aspirando su aroma. Eso la tranquilizaba. 4 de agosto del 2004 —¡Mia! —gritó Brook— ¡No corras tanto que te caerás! Brook echó a correr tras la pequeña e, inexplicablemente, sus pies se enredaron y fue ella la que acabó con el trasero en el suelo. Mia comenzó a reír mientras se sujetaba la tripa y Brook, tragándose toda su vergüenza, se puso en pie y se acercó a ella. —Así que... ¿te parece gracioso? —preguntó en un susurro. La pequeña asintió mientras se tapaba la boca con una mano para amortiguar sus carcajadas. —Entonces te parecerá más gracioso cuando te haga cosquillas hasta que no puedas respirar de tanto reírte —la amenazó Brook con una sonrisa maliciosa.
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Mia gritó y echó a correr de nuevo por el jardín, Brook salió tras ella y ambas acabaron revolcándose por el césped mientras reían a carcajadas. —¡Papi! —gritó Mia antes de salir corriendo hacia Aidan que estaba caminando por el sendero hacia la casa. —¡Hola cariño! ¿qué tal te has portado con Brook? —preguntó acariciando una de sus mejillas. —He sido buena, pintamos, jugamos y ahora nos estábamos haciendo cosquillas —canturreó feliz. —Muy bien angelito... Brook ¿has visto a Lori? —le preguntó mirándola a los ojos. Brook tragó en seco, hablar con Aidan siempre lapo nía nerviosa y no sabía la razón. —No... cuando he llegado solo estaba Janelle y salió a toda prisa porque se le hacía tarde —explicó en un murmullo. Aidan resopló y negó con la cabeza. —Gracias Brook, ya me ocupo yo de Mia, puedes irte a casa — dijo Aidan con una sonrisa triste. Presente Brook sujetó con fuerza la mano de su hijo, que caminaba a su ritmo mirando hacia todos lados con atención y apretando con fuerza el libro de colorear y las pinturas que le habían dado en el avión. Llevaba el estómago encogido, en cualquier momento vería el rostro de su padre y ya no podría engañarlo más. Ya no
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creería sus mentiras de no poder viajar por trabajo o estudios, todo saldría a la luz y tendría que enfrentarse a su decepción, quizás incluso se enfadase con ella por haberle ocultado la existencia de Seth durante todo ese tiempo. El pequeño se tropezó y Brook lo sujetó en el aire antes de que llegase al suelo, la experiencia le había enseñado a tener los reflejos necesarios para evitar ese tipo de caídas. Cogió al pequeño en brazos y él le regaló un bostezo con los ojos entrecerrados... —Ay pirata... te dije que durmieses en el avión, pero era más interesante pintarle un ojo morado al búho de tu libro... —dijo divertida—. Duerme cariño, mamá te despertará cuando lleguemos a Astoria. Con Seth en brazos fue a buscar un carrito para sus maletas, metió al pequeño en la cesta superior y lo arropó con su abrigo para que no tuviese frío bajo la atenta mirada de varias personas, que la miraron sonriendo y negando con la cabeza divertidos. Fue a buscar sus maletas y más nerviosa que nunca fue hacia la salida buscando el rostro de su padre. No tardó en encontrarlo, William continuaba siendo el mismo, su cabello color café revuelto en rizos, su rostro con expresión serena y sus ojos hundidos y cansados. Brook se sintió como si esos tres años nunca hubiesen pasado, como si volviese a ser la niña de dieciocho años que dejó Astoria años atrás escapando de sus fantasmas. Estaba asustada, tanto que le temblaba todo el cuerpo y solo pensaba en salir corriendo para evitar todo lo que podría suceder a partir de ese momento. No quería que Seth sufriese por sus
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errores, no quería que nadie le dijese que tener un hijo había sido un error, porque para ella había sido la mejor decisión que había tomado en su vida. No quería que la juzgasen ni le pidiesen explicaciones, pero sabía que sucedería y que tenía que enfrentarse a ello. William echó a correr en cuanto la vio y sin pensarlo mucho la estrechó entre sus brazos. No era un hombre de grandes demostraciones de afecto, pero era su hija la que estaba abrazando, su hija que se fue sin despedirse y hacía más de tres años que no veía. —Hola Bolita —susurró William en su oído. Brook gruño entre lágrimas y maldijo a Colin en su fuero interno, si estuviese allí en ese mismo momento no se libraría de una buena reprimenda. —Hola papá —dijo con un nudo en la garganta. William se alejó un poco de ella sin soltar sus manos y la miró de arriba abajo silbando por lo bajo. —Estás preciosa, cariño —dijo con orgullo—. Seguro que ese chico del hablabas tiene muchos con los que competir. —Él es el único —dijo Brook sonrojándose. —¿Y dónde está? Quiero conocer al bribón que me ha robado a mi pequeña —dijo fingiendo indignación y mirando a un lado y al otro buscando a una persona que no se encontraba presente. Brook tragó en seco y bajó la mirada. —Papá... —lo llamó en un murmullo. William volvió su atención a ella, pero por el rabillo del ojo todavía estaba comprobando si
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había algún chico acercándose a donde ellos se encontraban—. Seth se ha quedado dormido al bajar del avión —dijo con una risita nerviosa. —¿Cómo que se ha quedado dor... ? —él la miró confundido— ¿Dónde está, no ha podido venir? Brook suspiró y tiró de su padre suavemente para que se acercase un poco más ella, se quedaron al lado del carrito de las maletas y ella movió un poco su abrigo para que el rostro de Seth quedase visible. William se quedó paralizado durante varios segundos, procesando la información que acaba de recibir. No podía creerse que algo como eso estuviese sucediendo... ¿cómo no le dijo nada ni le pidió ayuda? Él habría estado allí como su padre que es, la habría apoyado y le habría ayudado en todo lo que necesitase. —¿Pero...? —intentó hablar pero no fue capaz... no sabía que decir... ¿qué le dices a tu hija cuando te presenta a tu nieto del que ni si quiera conocías su existencia?—. Brook... —pronunció en tono condescendiente. Brook no pudo soportarlo más y se echó a llorar. —Lo siento mucho —dijo entre sollozos. —Cariño... ¿por qué... por qué no me dijiste nada? —preguntó William emocionado. —Yo... tuve miedo, papá... estaba muy asustada —dijo negado con su cabeza. —Cariño... —dijo William estrechándola entre sus brazos—. Pequeña —besó su cabello y suspiró con fuerza.
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—Mami... —susurró una vocecita. Brook se alejó de su padre y cargó a su hijo en brazos. William los observó en silencio... todavía no podía creer que eso estuviese pasando en realidad. —Pirata... ¿recuerdas que te hablé del abuelo William? —le preguntó en un susurro, el niño asintió—. Pues el abuelo William quiere conocerte —el pequeño sonrió y sus ojos brillaron. El hombre se acercó a ellos con cautela y se pasó una mano por el cabello con nerviosismo. Miró al pequeño a los ojos y no pudo evitar que una sonrisa surcase sus labios... era su nieto, sangre de su sangre, una parte de su hija a la que adoraba y estaba seguro de que lo querría tanto como a ella. Tenía un nieto... Era abuelo... Negó con la cabeza y sonrió más ampliamente. —¿Cómo se llama este campeón? —preguntó en voz amable. La sonrisa de Seth se ensanchó y se enderezó orgulloso. —Me llamo Seth Simons, pero mami me llama Seth —dijo con su voz alegre. William parpadeó ante la mención de su apellido y miró a Brook interrogante, ella solo bajó la mirada avergonzada. —¿La pitola es de veda? —preguntó Seth a su madre en un murmullo señalando la pistola de William sujeta en el cinturón de su uniforme de policía.
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Brook sonrió y asintió con la cabeza. —¿Aquí hay ladones? —preguntó con los ojos muy abiertos. —No hay ninguno... mi pistola los asusta y no se atreven a acercarse —dijo William sonriendo. Seth asintió conforme y miró a su madre. —Tengo sueño... —dijo frotando sus ojos. —Pues duerme, cariño —Brook acarició su cabello, él pequeño apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos a los pocos segundos. —Vamos a casa, pequeña —dijo William colocando una mano en la espalda de su hija y empujándola levemente para que avanzase mientras él llevaba el carrito de las maletas.
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Naobi.