Mefisto
Invitando a leer Fausto Cervantes*
C
on frecuencia vemos y escuchamos en radio, televisión o en anuncios espectaculares, invitaciones a leer. En general, promover el hábito de la lectura se considera un valor cultural y educativo fundamental que debe perpetuarse en nuestra sociedad. Sin embargo, tales invitaciones rara vez son específicas o vienen acompañadas de recomendaciones concretas de tal o cual lectura, salvo por supuesto anuncios que promueven un libro (revista, periódico, etcétera) en particular. Promover la lectura es una acción loable, pero no ir más allá supone una enorme vaguedad. No obstante, en opinión del autor de estas líneas, la invitación a leer sin mayores detalles contiene una ambigüedad que está lejos de ser despreciable, ¿qué lectura queremos promover? En general, a este cuestionamiento se contesta que cualquiera, lo que sólo acrecienta la ambigüedad, porque de manera implícita viene acompañado de una serie de ideas preconcebidas en las que rara vez se reflexiona. ¿Por qué no se tiene mayor cuidado en acotar la recomendación? Al parecer, porque se piensa que es obvio a qué se refieren quienes promueven la lectura, pero, ¿de verdad esto es así? No lo creo. Veamos algunos ejemplos. Actualmente, es común ver a gente de todas las edades (no sólo a adolescentes, como frecuentemente se pregona) con la vista clavada en su teléfono celular inteligente (eufemismo que significa simplemente que tiene acceso a internet y a programas de conectividad con esa red) a toda hora y en todo lugar. Y, aunque
también es probable que estén mirando fotos, videos o jugando, la mayor parte del tiempo están leyendo. Sí, leyendo mensajes de sus amistades, chistes (de los llamados memes), chismes, etcétera. Aunque es claro que no es a esa clase de lectura a la que se refieren sus promotores; sirva esto para notar la ambigüedad antes mencionada. Sin embargo, dejando de lado las (mayormente) trivialidades que se leen en las redes sociales del internet, la invitación a leer, sin otros indicativos, sigue siendo demasiado ambigua. Poco antes de las elecciones para presidente de la república del año 2012, con Enrique Peña Nieto (en adelante EPN) en campaña, tuvo lugar un incidente muy sonado en donde ese personaje hizo uno de los muchos ridículos que caracterizarían su trayectoria tanto de candidato como de presidente electo. Al presentar un libro, supuestamente de su autoría, alguien le preguntó por los tres libros que habían marcado su vida (lo cual, dicho sea de paso, es una manera extraña de preguntar cuáles eran sus libros favoritos porque, después de todo, todos los libros que leemos marcan nuestras vida). Nadie supo bien qué pasó entonces, unos dicen que desconectó su comunicación con sus asesores, otros que no le soplaron a tiempo, en fin… lo cierto es que EPN no fue capaz de mencionar un solo libro leído, pues la mención de la Biblia (de la que supuestamente leyó fragmentos) es tan trivial, que no se puede tomar en serio. Llovieron críticas, burlas y se expresó la preocupación de que el próximo
* Profesor de la UACM San Lorenzo Tezonco.
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