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Gonzalo Giner 'Las ventanas del cielo'

El pasado mes de mayo tuve ocasión de asistir a la presentación del libro Las ventanas del cielo de Don Gozalo Giner en la localidad toledana de Castillo de Bayuela. Es un autor con un estilo magistral, que sabe enganchar a sus lectores desde la primera página. Os invito a que disfrutéis de algunos de sus libros como yo lo hice con El sanador de caballos, El jinete del silencio, Pacto de lealtad, El secreto de la logia o La cuarta alianza. Pero hoy os traigo una entrevista que me ofreció con motivo de su último libro, antes mencionado, Las ventanas del cielo.

En la Edad Media se levantaron catedrales de piedra para hacer de ellas la casa de Dios, pero fueron los maestros vidrieros quienes las convirtieron en auténticos sagrarios de color y luz.

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Siglo xv, Hugo de Covarrubias decide renunciar al destino que su padre, un mercader de lanas, le ha marcado. Su decisión le hará alejarse de Burgos, pero también de su íntima amiga, y de un ambicioso hermanastro, Damián, que ansía hacerse con la empresa familiar. Pero todo cambia al descubrir que su padre está siendo traicionado. Se ve obligado a huir para salvar la vida embarcándose en un ballenero vasco con destino a Terranova;

GONZALO GINER

LAS VENTANAS DEL CIELO

Autor de El sanador de caballos y Pacto de lealtad más tarde partirá a África donde le espera un prometedor negocio de venta de sal. Finalmente encontrará su verdadero destino aprendiendo el arte de las vidrieras.

C.B.: Vd. ya es muy conocido por el amplio público lector. Saben de Vd. que fue o es veterinario; y respecto a su faceta de escritos, le pregunto: ¿un escritor, nace o se hace? ¿y un veterinario? Solo puedo hablar de mí; y el veterinario se hace y el escritor también. G.G.: En mi caso, el veterinario surgió a los 14 años leyendo una novela de animales y el escritor 24 años después, tras haberme comido media biblioteca nacional y de sentir un impulso que me llevó a querer hacer algo parecido a lo que practicaba Perez Reverte o Matilde Asensi.

“Sainte Chapelle es el templo gótico más espectacular ” C.B.: Su oficio de veterinario queda patente, y es de los pocos escritores de novela histórica que en sus novelas da un peso específico a los animales. ¿Cómo descubrió este gancho? ¿y qué le permite? G.G.: Surgió de forma natural cuando estaba creando “El sanador de caballos”. Como quise narrar las aventuras de un veterinario en plena Edad Media, por entonces, eran los caballos la única especie que movía a la ciencia y al quehacer veterinario. Por tanto, los animales surgieron en el relato como pieza clave de la profesión que abrazará el principal protagonista, Diego de Malagón. Y por otro lado me permite, y ahí sí lo reconozco, poder avanzar en una novela sin necesidad de documentarme; porque cada día, bebo, escucho, disfruto y siento el mundo animal en mi trabajo.

C.B.: En Las ventanas de cielo es el halcón, Aylal, quien hereda el protagonismo que en otras novelas tuvieran los caballos, como Sabba en El sanador de caballos o en El jinete del silencio; y que también tuvo el perro Campeón en Pacto de Lealtad. ¿Por qué tenía que ser un halcón? ¿Qué le permitía hacer este animal que otros no? G.G.: El halcón es un ave casi mitológica para los árabes; los beduinos llevaban halcones para poder comer carne fresca en un lugar imposible de encontrar otra cosa. Además, el halcón es el Ferrari de las aves; posee una visión privilegiada que le permite mirar con precisión en distancias que no podemos imaginar. Además es un ave elegante. Su físico es noble. Y por todas esas circunstancias, me pareció una buena idea mezclar un halcón en el desierto con un castellano.

C.B.: En la novela aparecen diferentes escenarios como Terranova, Brujas, Amberes, Túnez, Burgos… pero es París, y más concretamente la catedral de Sainte-Chapelle la que más destaca en la obra, ¿por qué? G.G.: La Saint Chapelle es sin duda el templo gótico con el conjunto de vidrieras más espectacular del mundo. Las conocí con veintiséis años, y me dejaron tan marcado que muchos años después decidí hacerlas protagonistas de mi historia. Cuando uno entra en esa capilla y hace un día bueno, el aire se tiñe de mil colores, y el alma se encoje… Es algo único.

C.B.: Es lógico pensar que un autor de novela histórica se documente, busque información, indague en curiosidades desconocidas antes de dar los primeros pasos con una novela. En esta, concretamente, ¿cuánto tiempo le llevó? ¿y qué descubrió que le llamara la atención y que antes no sabía? G.G.: En las ventanas del cielo, los lectores van a encontrarse con hitos históricos muy poco conocidos pero claves en el devenir de Castilla y otras ciudades europeas. Por ejemplo, el comercio de lana de oveja merina; la más preciada y mayor fuente de ingresos para Castilla antes del descubrimiento de América. Pero también quiénes eran los artistas que conseguían trasformar las catedrales góticas con sus vidrieras, o el mercado de sal en el medioevo. Todos esos escenarios me llevaron dos años de estudio, que disfruté tanto que solo espero que los lectores lo disfruten como yo. C.B.: El camino físico y el camino interior de redención que Hugo recorre a lo largo de la novela, ¿se lo han comparado alguna vez con la Odisea de Homero? G.G.: ¡Ostrás! Nunca lo hubiera pensado… Hugo es fruto, bajo mi punto de vista, de un estado que comparte mucha gente, yo mismo, que consiste en no saber siempre qué ha de hacer… Porque, lo fácil es trabajar con un personaje que lo tiene todo claro y es firme y constante en conseguir lo que desea. ¿Pero, y los que viven en un mar de dudas? Me parece más atrevido, pero también interesante bucear por ese otro tipo de personalidades.

C.B.: La novela comienza con una pregunta «¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice no». Hoy en día, ¿Qué sería una mujer o un hombre rebelde? G.G.: Un rebelde hace diez, cien o mil años, es quien decide emprender caminos que no son los habituales. Hoy hay rebeldes emprendiendo negocios que no se habían visto hasta ahora, o que dedican tiempo a la cooperación, que exploran un mundo artístico desconocido, o deciden entregar su vida a fines tan diferentes como amar a Dios, la conservación del medio ambiente, o montar una granja en el campo y ser mujer; ahí es nada… Hay muchas maneras de rebeldía; y casi todas están más cerca de lo que imaginamos. La rebeldía es el beso que damos a la libertad. en Brujas. ¿Qué importancia tuvo en aquella época? G.G.: Enorme. Los consulados defendían los derechos de nuestros mercaderes en aquellos remotos lugares. Hoy no serían necesarios con los medios de comunicación actuales, pero hace quinientos años, solo así se dirimían los litigios, se establecían los pedidos y secuencia, se firmaban contratos y seguros para fletar las mercancías. Daban prestigio y seguridad a los que comerciaban con lanas o con cualquier otro producto.

C.B.: Hay un par de oraciones en el libro que son pensamientos profundos que arraigan dentro y no se van. Uno dice: «Los sueños no están tan distantes de los hechos. Toda hazaña, en un primer lugar, es un sueño. G.G.: No están tan distantes cuando se pone toda la voluntad en tocar los sueños. Así es como lo veo. Y digo más, hay que relajarse y a veces es mejor rozarlos que abrazarlos por completo.

C.B.: La otra es: «Si la pasión, la locura no pasara alguna vez por las almas… ¿qué valdría la vida? ¿Qué locuras o pasiones confesables ha tenido Vd? G.G.: Escribir es sin duda la mayor, la vivo cada vez que tecleo en el ordenador una nueva historia. Sin ella no habría hecho nada… Es una buena compañera de viaje…

Carlos Bustamante B.

C.B.: El libro hace referencia al Consulado de Mercaderes

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